Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El origen del estatuto personal se encuentra en el Derecho Romano cuando se fusionan los
conceptos de status (estado de la persona) y el de statutum ( o norma jurídica) en una institución
nueva: el estatuto personal.
En este coexisten el elemento subjetivo y el elemento objetivo a modo de dos caras de la misma
moneda.
Es en el CC francés e 1804 cuando por vez primera se incorpora este concepto a la codificación
moderna de las leyes civiles, continuándose esta tendencia en otros códigos de la época como
el CC español de 1889.
1º Perspectiva histórica.
a) Primera fase: Desde la edad media hasta finales del s XVIII. El criterio utilizado fue el del
domicilio ya que los conflictos de leyes lo eran entre estatutos (u ordenamientos de las
ciudades) y no entre ordenamientos estatales dado que hasta bien entrado el siglo XVII
no se incorpora el concepto de nación al tráfico internacional.
b) La etapa siguiente, que transcurre a lo largo del siglo XIX, representaría el triunfo del
criterio de la nacionalidad sobre el domicilio.
c) Una tercera fase de la evolución histórica que venimos abordando se identifica con el
inicio del siglo XX, en el que renace el criterio del domicilio por ser el generalmente
utilizado en los países de América, en los sistemas anglosajones e, incluso, en algunos
estados de Europa.
d) El último Estado del proceso histórico que concluye con estas líneas comenzaría en la
segunda mitad del siglo XX, en la que, hasta nuestros días ha irrumpido con fuerza un
nuevo criterio, la residencia habitual que se ha ido imponiendo también en diversas
legislaciones estatales en la materia
2º Perspectiva funcional.
Los tres puntos de conexión expuestos gozan a su favor, en abstracto, de argumentos jurídicos
y políticos, ello sin ignorar que las ventajas de unos suelen ser desventajas de otros i viceversa.
a) Desde una óptica técnica la nacionalidad puede dar origen a problemas de concreción
en las personas físicas en los casos de conflicto positivo y negativo.
En los primeros, esto es, en las situaciones de plurinacionalidad, se suscita cuál
de las nacionalidades coexistentes en un mismo sujeto será utilizada por la
autoridad española para determinar su Ley personal. Para ello nuestro sistema
dispone de los convenios sobre doble nacionalidad y, en caso de que estos no
lo resuelven, las reglas técnicas contenidas en el artículo 9.9 CC. Por virtud de
ellas cabe distinguir dos situaciones_ a) si una de las nacionalidades que ostenta
la persona en cuestión es española, la autoridad patria la considerará bien
nacional del estado de su última residencia habitual si la otra nacionalidad es
una de las previstas en las leyes españolas, bien nacional español si la otra
nacionalidad es de un tercer Estado; y b) si ninguna de las nacionalidades es la
española, se tomará en consideración la nacionalidad del Estado de su última
residencia habitual y, en su defecto, la última adquirida.
Para los conflictos negativos, es decir, para la apatridia, nuestro sistema dispone
de dos normas: una supra estatal, el Convenio de NY 1954 sobre el estatuto de
apátridas, que llevaría a concretar la Ley personal del apátrida en la del Estado
de su domicilio y, en su defecto, de su residencia; y otra fuente estatal la del
artículo 9.10, que hace lo propio directamente respecto al país de residencia
habitual del apátrida.
b) Desde un ángulo funcional se reflexiona sobre el hecho de que la nacionalidad fue
consagrada como criterio de conexión para determinar la Ley personal en un momento
histórico, social, económico y político muy diferente al presente; que puede manifestar
poca o nula vinculación de la persona con la realidad en que vive; no favorece la
integración; hace muy frecuente que se recurra a la excepción de orden público y en un
país de migraciones como España, obliga constantemente a aplicar derecho extranjero.
No obstante las anteriores dificultades, los intentos de una sustitución global de la
nacionalidad por la residencia habitual como criterio para determinar la lex personae en
nuestro sistema de fuente interna no han fructificado de momento por cuanto, entre
otros motivos, la nacionalidad sigue ofreciendo sus ventajas entre otras favorecer la
multiculturalidad en la aplicación del Derecho en este ámbito.
Para finalizar, hablar sobre la solución que nuestro sistema de Derecho internacional privado
da a la ficción de atribuir un estatuto personal a la persona jurídica. El artículo 9.11 CC en su
párrafo 1º identifica el contenido del estatuto personal de la persona moral su capacidad,
constitución, representación, funcionamiento, transformación, disolución y extinción; supuesto
4
de hecho que, seguidamente, somete a su Ley personal, que resultará determinada por su
nacionalidad. Si el Derecho que resultara aplicable fuese el español, nuestro ordenamiento
ofrece una pluralidad de normas que hacen que la solución resulte especialmente polémica; sin
embargo, una interpretación lógica y sistemática de estos preceptos invita a deducir que el
criterio escogido por nuestro legislador para concretar la nacionalidad de una persona jurídica
es el criterio del Estado de su constitución.
Si fuese Derecho español el declarado como aplicable al fondo del asunto en que se dirimiera si
un ser humano gozaría o no de la personalidad habría que recurrir a lo dispuesto en el artículo
30 CC, tal precepto establece que la personalidad se adquiere en el momento del nacimiento
con vida, una vez producido el entero desprendimiento del seno materno. Si la norma de
conflicto de nuestro derecho internacional privado declara aplicable un ordenamiento
extranjero y este exigiese alguna condición adicional, este será rechazado por ser contrario al
orden público.
De ser este el Derecho español, deberíamos tomar en consideración el artículo 29, que efectúa
una atribución de personalidad o capacidad anticipada al nasciturus por una parte condicionada
(se exigen los requisitos del art.30) y por otra parte limitada (por cuanto tal anticipación se limita
a los afectos que le fueran favorables, Ej: percepción de una herencia).
2. La extinción de la personalidad.
Es un principio generalmente admitido que la personalidad se goza hasta el momento de su
extinción. La duda se encuentra en la concreción del dies ad quem o momento en que dicho
final se produce. En el caso del español, ante la ausencia de respuesta específica en las normas
supraestatales y estatales, el vacío es colmado por la doctrina propugnando que la autoridad
patria que conozca del asunto aplique el ordenamiento de la nacionalidad del individuo ex
artículo 9.1CC.
De resultar aplicable el ordenamiento extranjero según el artículo 9.1 CC, la autoridad española
rechazaría la toma en consideración de cualquier otra causa de extinción de la personalidad.
1º. En el plano supraestatal destacaremos tres convenios: El de Estambul de 1958 relativo a los
cambios de nombre y apellidos; el de la Haya de 1982 relativo a la expedición de un certificado
de diversidad de apellidos; y el de Munich de 1980 sobre la Ley aplicable a los nombres y
apellidos.
2º. En el nivel estatal, con un escaso ámbito de aplicación, se ha indicado que nuestro sistema
de Derecho internacional privado incluye el nombre y apellidos en la esfera sustantiva del
estatuto personal del artículo 9.1 CC. Nuestro sistema de fuente interna aplicaría
subsidiariamente el ordenamiento del Estado de la residencia habitual del individuo si éste no
tuviese nacionalidad o si no pudiese ser determinado (art 9.10 CC).
El ordenamiento declarado aplicable al fondo de este asunto por una u otra vía será el que
establezca qué tipo de nombre propio se puede poner a una persona, que apellido o apellidos
corresponden, si cabe cambiar el nombre y apellidos…etc.
Si el ordenamiento declarado aplicable a los apellidos fuera el español, se transmitirán a los hijos
el primer apellido de cada uno de sus progenitores en el orden que éstos decidan y que,
tradicionalmente corresponde primero el del padre y posteriormente el de la madre.
A raíz de la sentencia Grunkin y Paul DGRN, los cambios de apellidos voluntarios realizados de
conformidad a las reglas relativas a la determinación de apellidos aplicables en este último
Estado serán reconocidos en España, salvo cuando dicho cambio sea contrario al orden público
español o bien cuando, habiendo sido dicho cambio resultado de una resolución judicial, esta
no haya sido reconocida en España.
1º En primer lugar será la Ley personal concretada ex artículo 9.1 y 10 CC la que regirá tanto la
capacidad jurídica como la capacidad de obrar del individuo que se trate.
Diversos son los argumentos utilizados para justificar esta teoría sobre la base de la excusable
ignorancia del Derecho extranjero. Pero un sector doctrinal critica que el contratante extranjero
sea lesionado por la aplicación de un Derecho extraño a su capacidad de obrar para celebrar un
acto, por cuanto ello conduciría a una verdadera denegación de la justicia, discriminando al
interés del extranjero respecto del nacional, haciéndolo de inferior condición, cuando ambos
son igualmente merecedores de respeto.
En el sistema español de Derecho internacional privado, la teoría del interés general se disciplina
en dos textos.
8
“En los contratos celebrados entre personas que se encuentran en un mismo país, las
personas físicas que gocen de capacidad de conformidad con la Ley de ese país sólo
podrán invocar su capacidad resultante de la Ley de otro país si, en el momento de la
celebración del contrato, la otra parte hubiera conocido tal incapacidad o la hubiera
ignorado en virtud de negligencia por su parte”
Las condiciones de aplicación que se desprenden de este precepto son las siguientes:
10