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Técnico en Educación Infantil

El juego en la Educación Infantil

EL JUEGO EN LA EDUCACIÓN INFANTIL


Los niños tienen un deseo innato de jugar y el juego les proporciona múltiples
satisfacciones. Este deseo natural por el juego ha sido frecuentemente limitado en
el ámbito escolar; frases como "aquí no venimos a jugar", "¡es horrible!, sólo
piensa en jugar...", nos resultan demasiado familiares y cercanas a la escuela.
Parece que el juego debe dejarse a la puerta del aula y recuperarlo, en todo caso,
para los momentos del patio y del recreo.

La Educación Infantil, sin embargo, pretende contar con el juego como uno de los
recursos básicos de las actividades de los niños.

Pedagogos y psicólogos están de acuerdo en que el juego infantil es una actividad


física y mental que favorece el desarrollo personal de forma integral y armoniosa.
Mediante el juego, el niño entra en contacto con el mundo que le rodea de una
forma placentera y agradable.

Según la LOGSE, "el juego es un proceso innato que está presente desde que se
nace hasta que se muere, de manera que implica una serie de procesos todos
entrelazados entre sí formando el pilar para el desarrollo madurativo del niño;
desde el punto de vista pedagógico respetando el ritmo individual de cada uno".

El juego se ajusta a unas pautas del desarrollo. El niño se desarrolla gracias al


juego, y el juego del niño evoluciona paralelamente con su desarrollo.

El juego podría describirse como una actividad fundamental del niño, donde trata
de lograr el mundo de fantasía, lo irrealizable en el mundo de la realidad.

Lo constitutivo del juego es el carácter de ficción; en él el niño se desenvuelve en


el mundo del "como si", un mundo a parte del universo de los adultos, que le
ayuda, en ocasiones, a evadirse y buscar compensaciones que no encuentra en sus
vivencias cotidianas.

Es un modo de expresión muy importante, podríamos definirlo como un nuevo


código de comunicación a través del cual el niño expresa los aspectos más íntimos
de su personalidad.

A través del juego los niños exploran los objetos que les rodean, mejoran su
agilidad física, experimentan con sus sentidos, y desarrollan su pensamiento. Unas
veces lo harán solos y otras en compañía de otros niños, aprendiendo por lo tanto
también a comportarse en grupo. Es decir, a través del juego aprenden a conocerse

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a sí mismos, al mundo que les rodea y a los demás. El juego tiene carácter de
preejercicio y exploración.

En el Libro Blanco de la Reforma se habla de la Pedagogía Lúdica, de


proporcionar a los niños aprendizajes desde la motivación y la experiencia, algo
que no sería posible si no es a través del juego, sobre todo a determinadas edades.

El juego en la infancia es una actividad natural del niño, no encontrando otra


finalidad en sí mismo sino la propia espontaneidad y el propio juego.

"El goce que el niño experimenta jugando es la prueba de que debe jugar"
(O. Decroly)

Por todo ello, educadores y educadoras deben comprender y utilizar el juego


como recurso privilegiado de su intervención educativa. El hecho de reconocer el
juego como actividad espontánea no significa, sin embargo, que el educador no
deba tener una actitud activa respecto al juego, más bien al contrario; un grupo de
niños y de niñas que esté al cargo de un educador sensible respecto a las
posibilidades del juego de los niños se verá enormemente enriquecido en sus
experiencias lúdicas.

El papel del educador respecto al juego se puede sintetizar en las siguientes


funciones:

· Presentar el ambiente adecuado para que los niños jueguen.

La creación de espacios y tiempos para jugar es una de las tareas más importantes
del educador. Para que los niños se puedan concentrar en el juego necesitan tener
la seguridad de que no van a ser avasallados por otros niños, posiblemente más
mayores o que están realizando juegos que requieren más movilidad. Por ello, la
educadora deberá preparar los espacios de forma que los juegos sedentarios, los
que requieran mayor concentración en los niños se puedan realizar sin ser
interrumpidos por los que están jugando de forma más turbulenta. Igualmente,
deberá dar salida a la necesidad de juegos expansivos y de movimiento de los
niños sin que ello signifique molestar o interrumpir a los otros niños.
Lo mejor es disponer de espacio organizado y suficiente para permitir las
diferentes formas de juego sin necesidad de que los niños se interfieran.

· Seleccionar materiales adecuados para el juego.

El educador debe saber los materiales adecuados a la edad y necesidades de los


niños. Debe conseguir que su grupo tenga material suficiente tanto en cuanto a

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cantidad, para todos los niños, como en diversidad, por el material que están
hechos, por la actividad que promueven en los niños, por el interés que provocan,
por su atractivo, por su diseño... Debe tener en cuenta, además, si en el grupo hay
algún niño con necesidades educativas especiales de forma que tenga que
incorporar algún material complementario.

· Enseñar determinados juegos, especialmente los tradicionales.

La transmisión de juegos que fomentan la recuperación de juegos tradicionales y


la recuperación de la cultura popular, puede ser tanto función de la familia como
del centro de educación infantil.

· Permitir que los niños repitan sus juegos una y otra vez.

Los niños disfrutan repitiendo los juegos que conocen bien, les da seguridad
sentirse cada vez con más destreza, saber cómo tienen que responder o lo que
esperan del otro. Por ello, el educador no impedirá la repetición del juego. Incluso
muchas veces antes de incorporar uno nuevo deben repetirse los ya conocidos con
el fin de que el niño se sienta seguro y animado con el nuevo aprendizaje.

· Enriquecer los juegos de los niños.

Una observación atenta de los juegos puede indicar al educador el interés de su


participación para enriquecerlo, introduciendo nuevos personajes, o nuevas
situaciones que hagan el juego más rico, más interesante para los niños..

· Reconocer o valorar los juegos que realizan los niños.

El educador estará atento a los juegos espontáneos de los niños, apoyándoles,


interesándose por ellos, animándoles en su esfuerzo y reconociendo las
producciones a que pueden dar lugar, por ejemplo en las construcciones.

· Evitar la competencia a través del juego.

El educador evitará siempre y por todos los medios la competencia. En los juegos
no habrá nunca perdedores ni ganadores, siendo éste el principio de los juegos no
competitivos.

· Ayudar a resolver los conflictos que surgen durante el juego.

Es frecuente que durante los momentos de juego surjan entre los niños pequeños
conflictos normalmente basados en que desean jugar con el mismo material. El

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educador tratará de que sean los propios niños los que vayan resolviendo estos
conflictos, enseñándoles a llegar a acuerdos, a negociar y a compartir.

· Respetar las preferencias de juego de cada niño.

A través del juego cada niño va a tener oportunidad de expresar sus intereses, sus
necesidades y preferencias. El papel del educador será proporcionar al niño
nuevas oportunidades y nuevos materiales que enriquezcan sus juegos pero
respetando los intereses y necesidades del niño de forma que nunca se forzará a
que un niño realice un juego determinado o participe en un juego colectivo.

· No reproducir los papeles sexistas.

Los niños y las niñas expresan a través de sus juegos gran parte de los usos
sociales que han tenido oportunidad de conocer. El juego es, además, un medio
extraordinario para la identidad y la diferenciación personal, sin embargo el
educador y la educadora pueden ser extremadamente sensibles y cuidadosos para
no reproducir a través de sus valoraciones, los papeles sexistas tradicionales. En
este sentido fomentará la posibilidad de que los niños y las niñas jueguen juntos,
de que elijan libremente sus juegos y evitará expresiones como: "Los niños no
juegan a..." o "Eso no es propio de una niña", estimulando y favoreciendo el
crecimiento y la identidad tanto de los niños como de las niñas.

· Observar el juego de los niños.

Mediante la observación del juego, el educador puede seguir la evolución del


niño, sus nuevas adquisiciones, las relaciones con sus compañeros, con los
adultos, su comportamiento... Para ello lo mejor será que elabore una guía de
observación que se lo facilite.

· Fomentar en la familia de los niños el interés por el juego. Interesarse por


los juegos que realizan en casa.
El educador, conocedor de la situación de la familia actual y de la necesidad del
juego para los niños, deberá sensibilizar a los padres del interés que tiene el juego
en el marco familiar. Que jugar con sus hijos permita a las familias establecer un
medio de comunicación privilegiada, gozar y divertirse juntos. Para ello
establecerá los medios que crea oportunos para que las familias reconozcan el
valor del juego y creen en casa espacios y tiempos para jugar. Igualmente podrá
orientar a los padres sobre la adquisición de juguetes para los pequeños, evitando
caer en los usos consumistas frecuentemente opuestos a los intereses de los niños.
Por último, se interesará por conocer los juegos que el niño realiza en casa para
poder darles continuidad en el centro.

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