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Dialéctica hegeliana: alegorías y ejemplos

Sékioz de Niafre

29 de septiembre de 2020

1. Alegoría
Desde mi primer contacto con la tríada dialéctica (¿vía El mundo de Sofía en 2010?),
siempre me la he representado como una curva sinusoidal que se va estrechando en el
tiempo, como si revotara contra los bordes de un abeto hasta converger en su pico. O
más técnicamente, como el conjunto de los extremos locales de x sin 1x para x ≤ 0, i.e.,
{ x sin 1x : x sin 1x = cos 1x , x < 0} ∪ {0}, donde {0} representaría el absoluto y, el resto
de puntos, las alternantes antítesis intermedias.1
En retrospectiva, sin embargo, creo que la imagen de un cono bidimensional (im-
plícita en dicha curva) ya es suficiente evocadora, pues en cada momento la opinión
sobre un asunto (por parte de un individuo o un colectivo) vive en un espectro (e.g.,
empirismo–racionalismo), y aunque la curva pudiera representar entonces la opinión
mayoritaria (en el caso de colectivos), dudo que ésta:

1. tocara nunca los extremos

2. estuviera siempre cambiando

3. se movieran de manera continua (i.e., sin dar saltos), o de otro modo estaríamos
pasando reiteradamente por delante de la respuesta sin darnos cuenta (por el
teorema de Bolzano, y suponiendo que vayamos de extremo a extremo).

4. hubiera una única curva para empezar, como deja constancia la prevalencia del
bipartidismo (a pesar de la omnipresencia de la distribución normal, la multimo-
dal captura mejor esta clase de escenarios)

Y todavía lo podemos hacer mejor: si en lugar de considerar sólo el espectro 1-dimensional


entre dos posiciones opuestas respecto a una cierta pregunta, desgranamos ésta en dos
(o n, para el caso), podríamos conceptualizar entonces la evolución de las ideas (de
un individuo o un colectivo) como curvas dentro de un cono n + 1-dimensional. Y en
efecto, resulta tentador entender a las revoluciones científicas (y filosóficas) como la
adicción de una nueva dimensión ortogonal al problema.
1 Un símil quizá más claro, aunque igualmente carente de matices, sería el algoritmo de búsqueda binaria.

1
Aun con todo, tampoco hay que perder de vista que puede ser un poco ingenuo
afirmar como Hegel que dicha evolución es convergente, y que al final de ella encon-
traremos la teoría del todo: nada impide que la cuántica y la relatividad sean irreconci-
liables, que el sistema político «absoluto» dependa del tiempo y el lugar (o, en esencia,
de sus constituyentes en un momento dado, reflejando la estabilidad de un status quo
su obtención), etc. Y aunque pueda parecer, particularmente en ciencia, que los nuevos
descubrimientos limitan cada vez más las posibilidades de lo real (llegando finalmente
a la solución correcta por ensayo y error), también ésta ha sufrido sus backlash.2
Sea como fuere, lo que no se puede negar es que es un paradigma de descripción e
investigación muy revelador y práctico (lo mismo que la epistemología de Kant), y me
gustaría aquí ilustrarlo mediante un estudio de caso, cuya idea base tomo prestada.

2. Ejemplo
Supongamos que:

1. heredo una cámara de fotos antigua c0

2. no tengo conocimientos previos sobre las mismas

3. trasteando con ella, termino aficionándome a la fotografía.

A medida que avance mi aprendizaje práctico y teórico de la disciplina, se irán ha-


ciendo más patentes las carencias de mi cámara, y empezaré a desear una nueva. Esto
puede ocurrir incluso en el momento de recibirla, quizá de manera inconsciente, en ba-
se a prejuicios tipo «si es vieja o de segunda mano no puede ser muy buena o estar en
demasiado buen estado». En tal caso, la cámara deseada se constituirá en mi mente por
negación determinada de dichas propiedades en una cámara c1 cuya única característi-
ca, c1,1 , sea ser nueva.
Con sólo pensar esto, conscientemente o no, empiezo entonces a clasificar las cámaras
bajo dicho parámetro, y me doy cuenta que hay profesionales del sector que siguen
usando cámaras más antiguas que la mía, mientras que algunas de las cámaras nuevas
de mis conocidos son mucho peores que la mía. Comienza así a emerger en mi mente
una nueva configuración menos ingenua por negación de la determinación anterior c1,1 ,
resultando en c2 = (c2,1 , c2,2 ): no me importa si es vieja mientras esté en buen estado,
pero molaría que fuera de buena marca para hacer esas viguerías de los profesionales.
El tiempo sigue pasando, y me doy cuenta de que la diferencia fundamental entre
las cámaras de los expertos y de mis colegas amateur no es la marca, dentro de la cual
se puede aglutinar una amplia línea de productos destinada a usuarios muy distintos,
sino las especificaciones técnicas: cuando se aclama la calidad de una marca, particu-
larmente entre profesionales, se va a usar como referencia su gama alta, que es la que
cumple los estándares más exigentes y recibe las últimas mejoras de I+D+i de la empre-
sa. Ha nacido c3 = (c3,1 , c3,2 , c3,3 ), en la que se sigue delegando en la marca el balance
2 E.g., «As our circle of knowledge expands, so does the circumference of darkness surrounding it.»

2
de dichas prestaciones, haciendo una negación determinada de c2,2 y manteniendo aun
c2,1 .
Nuevamente, «gama alta» sigue siendo un concepto demasiado vago, pues dentro de
ella habrá diferentes especialidades:

1. Hasselblad H6D-400c MS (2018): 400 MP, ideal para impresiones de gran formato
(2x1.5 m a 300 ppi), o hacer primeros planos de los detalles más pequeños (aka
macros, permitiendo hacer zoom, e.g., en los pelos individuales de un escarabajo)

2. Nikon Coolpix P1000 (2020): objetivo integrado con distancia focal de 3000 mm
(zoom óptico equivalente a 125x), ideal para capturar los detalles más lejanos (e.g.,
animales asustadizos, peligrosos o inaccesibles)
a) Canon 5200 mm f14 (2005): puede enfocar objetos a 51.5 km.

3. etc.

En particular, mi etérea imagen de una cámara todopoderosa deviene irreal, ya que


cada una de ellas tendrá sus trade-off, ora por ser demasiado especializada, ora por
ser demasiada generalista o todoterreno. Nace así c4 , en la que por primera vez entra
en consideración la customización de las specs (en función de mis propósitos, y por
negación de las determinaciones que no me interesen tanto), como el rango de ISO,
apertura, velocidad de obturación y distancia focal, la resolución, los fps... No me voy
a meter aquí, pero podríamos desgranar c4 en toda una serie de puntos intermedios en
los cuales se prepondera una cualidad sobre otra, y se aprenden los pros y contras de
enfocarse demasiado en cada una de ellas, sin llegar a renunciar a la gama alta, sino
sólo negando algunas de sus determinaciones.
En mi odisea hacia la cámara perfecta para mí me doy cuenta de que en realidad
no necesito grandes specs (quizá porque tampoco sabría explotarlas en primer lugar),
y comienzo a gravitar hacia aspectos de usabilidad: mejores modos automáticos (e.g.,
basados en IA), menos peso, baterías de mayor duración (para no tener que andar car-
gando con repuestos en mis largas expediciones por el monte), etc. Obviamente, esta
nueva cámara c5 (que también podríamos desgranar) no tiene porque pasar de una ga-
ma alta a una baja, pues si no me interesará la calidad no habría comenzado este viaje,
pero probablemente se acerque más a la gama media que originalmente.
Finalmente, mi cámara se rompe y me percató de que había subestimado la impor-
tancia de la marca: ésta no es sólo una garantía de calidad, sino también de recambios
(c6 ). Y ante su ausencia, me veo obligado a enfrentarme finalmente a la compra de un
nuevo equipo, entrando en juego un nuevo factor: el precio (c7 ). Y viéndome con un
presupuesto escueto, y ponderando si me compensa comprar dentro de mis posibilida-
des o simplemente tirar la toalla, termino descubriendo una dimensión experimental
y alternativa en movimientos como la lomografía (que revitalizan mi interés por este
hobby, pues mi foco de atención no estuvo realmente nunca en la calidad, sino en su
cualidad de impactarme), acabando con una barata cámara de una tienda de segunda
mano que pondera todos los factores anteriores (c8 ).

3
Resumiendo, conforme entiendo mejor mis necesidades y posibilidades (i.e., mi con-
ciencia), así como las características (posibilidades) de las cámaras del mundo (i.e., la
realidad nouménico–fenoménica o en sí),3 mediante un continuo contraste (sucesiva-
mente más refinado) de ambas, llego al fin a la cámara absoluta (para mí, que es sobre
quien se ha aplicado la dialéctica).
En otras palabras, las sucesivas cámaras deseadas serían las «cámaras para la con-
ciencia» (que pueden no existir, como en el caso de una cámara todopoderosa), y las
concreciones físicas de éstas serían las «cámaras en sí», siendo la cámara absoluta el
momento en que ambas coinciden o están en correspondencia, i.e., la «cámara en sí y
para sí» (i.e., para la conciencia).
Lo interesante de ésta representación del asunto es que, en última instancia, la cá-
mara en sí (originalmente desconocida, e inalcanzable según Kant) reside en el sujeto,
o es accesible a —o cognoscible por— él, pues termina viniendo de él mismo, de su
conciencia: la dialectica únicamente ha explicitado la expresión (contenido y forma) de
dicha idea. Por supuesto, esto se logra mediante una restricción de qué constituye lo
real, pero aun con todo no deja de ser una perspectiva iluminadora.

Recalcar también que el esquema tesis–antítesis–síntesis4 no termina de capturar bien


los matices de las negaciones determinadas de Hegel, ya que el primero parece sugerir
una oposición frontal entre posturas (e.g., cámara vs no-cárama), mientras que el se-
gundo procura una mezcla mejorada de las anteriores por medio de un compromiso
que niega sólo aquellas determinaciones o elementos que chocan, quedándose con los
más adecuados de cada uno proponiendo una vía alternativa a modo de reconciliación
del conflicto (e.g., entre deseo, necesidad, disponibilidad...).

3. Alegoría 2
Diría que es habitual pensar la conjunción del «en sí» con el «para la conciencia» en
el «en sí y para sí» como a una suerte de santísima trinidad. Sin embargo, creo que la
lingüística provee de un símil laico más natural:
Dada una palabra, puedo pensar ésta sólo como su significante (el para la conciencia),
sólo como su significado (el en sí), o bien como a un todo unificado (el para sí y en sí).
Y en mi primer encuentro con ella, es probable que no entienda bien su significado,
sino que sea a través de los contrastes sucesivos de su uso (por mi parte y la de otros)
que éste quedara sucesivamente más claro y acotado, llegando en última instancia a un
criterio adecuado de uso, i.e., a una correspondencia mutua entre el «en sí» y «el para
la conciencia».

3 Técnicamente, el «en sí» en Hegel forma también parte de la consciencia, pues el mundo sólo existe como

representación. En este sentido, puede entenderse su dialéctica como las instrucciones para trazar un
puente entre el yo y el no-yo de Fichte. De hecho, visto así, hasta recuerda a como el panteísmo de
Plotino soluciona el dualismo de Platón, como si yo y no-yo fueran degradaciones una misma fuente
original (el absoluto), que podemos recuperar al hacer dialogar el yo con el no-yo.
4 Reformulación de Fichte, en Rezension des Aenesidemus y Grundlage der gesamten Wissenschaftslehre 1794.

4
Cabe matizar, no obstante, que dicha dialéctica entre significante y significado ocurre
fuera de mí, mediante procesos sociolingüísticos, mientras que en Hegel ocurre dentro
de mí. Una analogía alternativa que solventa esto podría venir de la matemática, donde
al atacar un problema, es habitual que uno mismo vaya refinando (mediante sucesivos
reframings) su definición tanto del problema como del objeto. Cf., e.g., 3Blue1Brown
What does it feel like to invent math?
Nótese también que no es cierto que mi primer contacto con una palabra tenga que
ser necesariamente a través de su significante: esto sólo ocurre si carezco de contexto.
De hecho, incluso podría experimentar antes su significado que su significante, en el
mismo sentido en el que a veces predigo la palabra que va a usarse, o cual es su sig-
nificado, por el contexto. E.g., en un texto que transmita lo suficientemente bien sus
sentimientos y razones, o verse sobre un tema en el que ya esté curtido, como para que
prediga de manera natural partes del mismo, encontrándome a posteriori, en lugar del
fragmento predicho, una nueva palabra que sintetice dicha idea.5

4. Ejemplo 2
Reiniciemos ahora el ejemplo anterior y consideremos que, en mi infinita ingenuidad
(inherente a la conciencia natural inicial), quisiera una cámara con:
1. suficiente zoom como para poder fotografiar Plutón

2. una suerte de funcionalidad de rayos-X que me permitiera fotografiarme los hue-


sos de la mano

3. capacidad para capturar olores

4. sabor a manzana

5. etc.
Al entender mejor mis necesidades, terminaría comprendiendo que una cámara no es
lo que busco, comprando en su lugar un telescopio, una máquina de rayos-X portátil,
un instrumento de scentography (e.g., iSmell 1999, Madeleine de Amy Radcliffe 2013),
un aromatizante de manzana, etc.
Ahora bien, ¿serían éstas negaciones determinadas o indeterminadas? No en balde, si
existen cámaras con visión nocturna, quizá no es tan impensable que alguien se constru-
yese para sí una cámara radioactiva con la funcionalidad de rayos-X. Y tomando como
referencia cámaras como la Canon 5200 mm, igual hay una paradoja sorites implícita
entre lo que constituye ser una cámara o un telescopio. De hecho, los smartphone, vis-
tos desde la perspectiva de los años 1930s, son un buen ejemplo de como las categorías
ontológicas de las diferentes tecnología se difuminan con el tiempo.
5 Un ejemplo seguramente más natural sería el aplicado a textos musicales (i.e., partituras), por lo po-
co que sé de musicología. Y otro más cercano a mí, el de las definiciones matemáticas que emergen
de manera orgánica de un teorema, terminando con el clásico «y llamamos al objeto cuya existencia
acabamos de demostrar <palabra>».

5
En este sentido, me atrevería a decir que Hegel no rehuye por completo (o no se
guarda de caer en) este tipo de negaciones menos determinadas en su Fenomenología
(1807), particularmente en los giros en los que la conciencia se autoactualiza y pasa a
un nuevo estado, redefiniendo sustancialmente el objeto buscado. Y de ahí que se haya
descrito como:

«a philosophical roller coaster [...] with no more rhyme or reason for any
particular transition than that it struck Hegel that such a transition might
be fun or illuminating.» Terry Pinkard, Hegel’s Phenomenology: The Sociality
of Reason (1994)
«I do not think that it is difficult to see that whoever puts forward anything
like this is a shameless charlatan who wants to fool simpletons» Schopenhauer,
Parerga and Paralipomena (1851)
«The idea of arranging all significant points of view in such a single se-
quence, on a ladder that reaches from the crudest to the most mature, is as
dazzling to contemplate as it is mad to try seriously to implement it» Kauf-
mann, Hegel. Reinterpretation, Texts, and Commentary (1965)

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