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LA SUBJETIVIDAD

EN RIESGO

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Colección Psicoanálisis, Sociedad y Cultura
SILVIA BLEICHMAR

LA SUBJETIVIDAD EN RIESGO

EDITORIAL

Colección Psicoanálisis, Sociedad y Cultura

) Vf' ií5T
INTRODUCCIÓN

Los textos que recoge este pequeño volumen fueron escritos entre
los años 1994 y 2004, en el marco de acontecimientos que marcarán
nuestra historia. En mi caso se aunó el debate respecto a la herencia
y el futuro del psicoanálisis con la caída del modelo instalado en la
década del '90 que llevó a la Argentina no sólo al agravamiento de
su crisis crónica sino a la culminación de una devastación moral sig-
nada por la corrupción y el individualismo como formas ideológicas
predominantes.
Tanto la revista Topía como las otras publicaciones que recogieron
estos textos forman parte de los islotes éticos con los cuales la socie-
dad civil y el mundo intelectual se defendieron resistiendo a su des-
mán telamiento.
El orden con el cual hemos decidido su publicación es aleatorio:
en parte cronológico, en parte por afinidad de temas. En virtud de
ello no hay tampoco un orden de lectura, dado que no existe una
contigüidad metódica que garantice ningún acceso. El lector es tan
libre en su deambulación como lo he sido yo misma en su escritura.
Privilegio que comparto también con mis editores, con quienes el es-
píritu libertario que nos une sólo se ve limitado por la racionalidad
que nos convoca.

Silvia Bleichmar

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mr
CAPÍTULO I

U N MODO DE PENSAR DE NUESTRO TIEMPO

Nuestra generación, si no recupera sus raíces, seguirá leyendo a los


escépticos contemporáneos con la ilusión de resolver el mal que la
aqueja. Tendidos entre la Utopía y el desencanto, no podemos, sin
embargo, atemperar nuestro anhelo de verdades. Hemos sido gol-
peados por las catástrofes del siglo; parecería que algunos piensan
que se puede justificar todo porque él fue acabando con nuestras
certezas. Los intelectuales, si no revisamos nuestra historia, queda-
mos huérfanos; ni siquiera somos hijos de padres divorciados como
nos ocurrió durante años cuando intentábamos guardar en el espí-
ritu, al mismo tiempo, coexistiendo, los restos de la escuela de
Frankfurt con la filosofía sartreana. Lisa y llanamente, nuestros pa-
dres han muerto.
La muerte de los padres puede llevar a un duelo patológico (ani-
quilación del propio ser por intolerancia a la pérdida, o por restos
de odio ante la desprotección sufrida) o a una elaboración sufriente
de su ausencia. La identificación, sin embargo, es insoslayable. So-
mos hijos, con el tiempo, de nuestras propias representaciones inte-
riores de aquellos que nos engendraron.
Un desencantado es siempre alguien que sufre por el encanta-
miento previo, pero el desencanto es una manera de estar vivo; por-
que podemos defendernos de todas las ilusiones, pero estaremos
muertos antes de dar batalla. Si el fanatismo nos irrita -¡y con dere-
cho!-, su otra cara es el desinterés más absoluto, el pragmatismo de-
gradado. El discurso del desencantado no es igual al del escéptico
que nunca creyó. Aún para negarse a sí mismo, para destruir todas
las certezas por el sufrimiento que le han implicado, la certeza de lo
negativo es planteada con desesperación; su propia cruzada contra
la fe es apasionada y vehemente. Porque los hombres no pueden de-

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mr
jar de investir con pasiones aquello en lo cual creen, y este es el con- tó en todos los planos, que nos nutrió de pan y de esperanzas, ello
trasentido de los escépticos radicalizados. no parece ser suficiente para paliar la ausencia de proyecto y todavía
Nos exasperan entonces los discursos de quienes ante ciertos acon- muchos síntomas se expresan en nuestra producción. Hemos deve-
tecimientos de corrupción e impunidad pretenden mantenerse a nido razonables -pagamos demasiado caro el salto de la esperanza a
distancia, con una actitud a-valorativa, pragmática, ya que no es cier- la ilusión-; se fracturó en muchos momentos la pata que nos sostenía
to que se pueda vivir en un sistema a-valorativo. Si cada tiempo esta- en el principio de realidad. Los que sobrevivimos tenemos una deu-
blece sus valores, las premisas que los sostienen, la ética que regula da con la vida: como los judíos post-campo, debemos ser respetables
los pasos para acceder a ellos, toda explicación que devenga justifi- para que nuestra voz se oiga, para que nuestra memoria se conserve,
cación, cuando se instrumenta al servicio del no castigo del transgre- para que no todo desaparezca. Sin embargo, la persistencia de nues-
sor oficia al modo de la perversión auto-legalizada. tra presencia no siempre garantiza la persistencia de nuestro ser.
Sin embargo, cabe guardar la esperanza, ya que algunos aspectos Conocemos nuestro lado flaco. Hemos sido en la mayor parte de
del contrato interhumano exceden lo circunstancial, y se plantean los casos dogmáticos, hemos trasladado la religión a la ciencia, a la
como premisas de la humanización. El hecho de que los seres huma- política, a la filosofía. Ello nos obliga a ser cautelosos; ¿cuáles son los
nos sean crías destinadas a humanizarse en la cultura marca un pun- límites, sin embargo, de esta cautela? Están dados, en mi opinión,
to insoslayable de su constitución: la presencia del semejante es in- por la necesidad de no confundir respeto, en el marco de la demo-
herente a su organización misma. En el otro se alimentan no sólo cracia política, con relativismo intelectual. Se sostiene aún un hiato
nuestras bocas sino nuestras mentes; de él, recibimos junto con la le- entre la acción política y la información; hiato que, más allá de uno
che, el odio y el amor, nuestras preferencias morales y nuestras valo- u otro intento aislado, señala la carencia de una reflexión profunda
raciones ideológicas. El otro está inscripto en nosotros, y esto es ine- acerca de la condición humana en las circunstancias históricas en
vitable. que nos toca vivir.
Es esta condición de base de la transformación del cachorro huma- La Universidad no es hoy una universidad cerrada desde el punto
no en ser humano la que genera la expectativa de que el semejante de vista represivo, y al mismo tiempo corre el riesgo de devenir una
no pueda dejar de arrancarnos del egoísmo con una presencia ten- institución inoperante desde el punto de vista de formar inteligen-
sionante. Un filósofo en el extremo opuesto del escepticismo, como cia, intelectuales críticos, si subordina sus intereses a la eficacia de un
Levinas, considera que en ello radica el fundamento de la Etica. "El saber tecnocrático, o mantiene la disociación que la sostiene al mar-
contrato no pone fin a la violencia del otro, a un orden -o un desor- gen de la práctica profesional en la vida civil.
den- donde el hombre es el lobo del hombre. En la selva de los lobos, Si los intelectuales modelan sus sistemas de pensamiento en el in-
ninguna ley puede ser introducida. Allí donde el otro es, en principio, terior de los lazos sociales que los incluyen, es indudable que las ge-
infinito para mí, se puede, en cierta medida -pero en cierta medida neraciones anteriores tuvieron la oportunidad de moldearse en un
solamente- limitar la extensión de mis deberes, más que defender sector del país que todavía confiaba en la Utopía y en una Universi-
mis derechos." 1 dad que no se resignaba a realizar capacitación técnica sino que as-
El contrato interhumano no fija mis derechos, sino que limita mis piraba a la formación de pensadores. Por ello inquieta altamente el
obligaciones -infinitas respecto al semejante. En esta premisa de par- hecho de que la reducción al tecnicismo generalizado pueda arrojar
tida se funda la esperanza de que nuevas formas de recomposición a los profesionales al margen del campo intelectual. Si esto ocurrie-
de vínculos de solidaridad sean posibles en el marco de la corrup- ra, el relevo por parte de las corporaciones -de pares o privadas- res-
ción y el facilismo. Junto al rescate de nuestra herencia intelectual, pecto a la Universidad puede acarrear una degradación general de
del trabajo de duelo a realizar respecto a nuestra propia historia, ella la perspectiva teórica, a partir de la captura de una enorme cantidad
es la condición de nuestra salida de la orfandad que nos aqueja. de inteligencia en los intereses reducidos que la aprisionan, ya que
Pero si bien guardamos aún los restos de un siglo que nos alimen- la operatoria se reduce a un intercambio de un saber técnico, de un

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"saber hacer", importando poco el destino de ese saber hacer, redu- CAPÍTULO II
cido a su solo valor de cambio.
Retomando la acertada expresión de Marcuse, he definido como
"malestar sobrante" 2 a esa cuota de malestar extra que debemos pa-
gar y que no se reduce en nuestra sociedad actual sólo a la dificultad
de algunos de acceder a bienes de consumo, ni tampoco por el do-
EL INCONCIENTE ES EL FRACASO DE LA MORAL,
lor que pueden sentir otros, más afortunados materialmente, pero ¡¡>
en tanto sujetos éticamente comprometidos y provistos de un super- NO LA JUSTIFICACIÓN DE LA INMORALIDAD
yo atravesado por ciertos valores que aluden a la categoría general de
"semejante", ante el hecho de disfrutar beneficios que se convierten
en privilegios ante la carencia entorno.
El malestar sobrante está dado, básicamente, por el hecho de que "Nuestra tragedia, señora, es que no tenemos memoria", me espe-
la profunda mutación histórica sufrida en los últimos años deja a ca- tó el taxista apenas me estaba acomodando en el asiento trasero e in-
da sujeto despojado de un proyecto trascendente que posibilite, de tentaba encontrar un punto de reparo en medio de esta mañana de
algún modo, avizorar modos de disminución del malestar reinante. julio en la cual el tránsito, la recesión, la desesperanza, circulaban
Porque lo que lleva a los hombres a soportar la prima de malestar entrecruzados por el carril central de Corrientes y Callao. "No tene-
que cada época impone, es la garantía futura de que algún día cesa- mos memoria", repitió, añadiendo luego, sin transición, sin darme
rá ese malestar, y en razón de ello la felicidad será alcanzada. Es la es- tiempo siquiera a ponerme el cinturón de seguridad para evitar el sa-
peranza de remediar los males presentes, la ilusión de una vida ple- cudón que siguió: "aquí nadie se acuerda que el peronismo siempre
na cuyo borde movible se corre constantemente, lo que posibilita robó, que los radicales fueron ineptos... Los únicos inteligentes son
que el camino a recorrer encuentre un modo de justificar su recorri- los tucumanos... yo no soy promilitar -aclaró- pero me acuerdo muy
do. bien de la época del gobierno de Bussi: Tucumán era un jardín, to-
Desde esta perspectiva, tal vez nuestra tarea como intelectuales do el mundo tenía trabajo... y le voy a decir una cosa, a mí, en la épo-
consista en la recomposición de las vías para evitar que el malestar ca de los militares, nunca me molestaron, y uno podía circular tran-
sobrante devore nuestro pensamiento, en la posibilidad de instru- quilo, porque no había peligro... y si alguno se queja de lo que le hi-
mentar nuevas preguntas con respeto por la historia pero sin que la cieron, fue porque algo hizo..."
nostalgia por el pasado o la reificación del presente inunde las posi- Algo me perturba en su razonamiento, cierto pudor me embarga.
bilidades creativas. Si esto se logra, si el contrato implícito de los in- Me siento expropiada de un argumento fundamental, yo también
telectuales con nuestro tiempo lo posibilita, la denuncia puede no me he quejado de la falta de memoria; he reivindicado el derecho y
redundar en queja y la dificultad no cerrarse en autocomplacencia la importancia histórica de la memoria para enjuiciar el crimen. Si la
frente a las dificultades. memoria no es unívoca, si los recuerdos no conducen a las mismas
conclusiones, algo falla en mi razonamiento inicial. Ambos, desde lu-
gares antagónicos, desde enunciados que nos conducen a un dife-
rendo, sostenemos, sin embargo, un elemento de partida que en su
ubicuidad marca la falacia de todo razonamiento que suponga que
la acción del otro -hasta su inmoralidad- está determinada por su fal-
1 Levinas, Emmanuel, Du sacre au saint, Ed. de Minuit, Paris, 1977, p. 21. ta de memoria.
a
"Acerca del malestar sobrante", Bleichmar, S., revista Topía, A ñ o VII, N 8 21, Buenos Ai- * "El inconciente es el fracaso de la moral, n o la justificación de la inmoralidad", Bleich-
res, Diciembre de 1997, en este mismo volumen. mar, S., revista Topía, A ñ o V, N s 14, Buenos Aires, Agosto/Octubre de 1995.

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Mi interlocutor circunstancial no ha olvidado lo que yo pienso que to psicoanalítico. Sólo la confusión entre el viviente y el ser ha podi-
ino debe olvidarse; ni siquiera niega que eso haya ocurrido; aquello do desembocar en esa idea, tan extendida como peregrina, de que
que nos separa es de un orden totalmente distinto: la diferencia está la cría humana nace con "pulsiones de autoconservación", y que,
en la cualificación, no en la memoria: es lo que ponemos en el cen- provisto de un "yo real" originario, puede tomar a su cargo los inte-
tro de nuestro razonamiento lo que enfrenta de modo irresoluble y reses de la vida y, en aras de ello, desear aniquilar a quien se opone
nos conduce a un diferendo; se trata de un problema de significacio- a sus intereses vitales.
nes y, en razón de que se trata de significaciones acerca de la vida y La existencia en sí, el hecho de ser, independientemente de la con-
la muerte, es una ética lo que está enjuego. ciencia de la propia existencia, sólo podría definir el movimiento del
Sin ningún empacho, el hombre me asegura que "nunca estuvo viviente guiado por sus intereses más básicos: luz, necesidad nutricia,
mejor que en aquella época". Ha dejado, por otra parte, de ser un temores autoconservativos.
"inocente", como llamaba Herman Broch a los cómplices de los ver- Es el hecho de que el auxilio para estas necesidades provenga del
dugos que hacían la vista gorda en su propio beneficio. semejante humano lo que constituye "la fuente de todos los motivos
Que su estar "mejor que nunca" sea a costa del sufrimiento de morales" -como afirma Freud en ese enunciado terriblemente escue-
otros, no parece perturbarlo demasiado. Más aún, siempre puede to e impresionantemente lúcido del Proyecto. Pero para que el auxi-
afectar al otro con el índice de lo suprimible y de tal modo coheren- lio ajeno devenga fuente de motivos morales es necesario que, en
tizar sin conflicto su propio bienestar; siempre puede transformar al principio, las necesidades biológicas del niño sean los "motivos mo-
otro en un enemigo para su propio confort, y justificar su desapari- rales de la madre", inviniéndose esto a lo largo de la vida, y llevan-
ción como beneficioso para él y su especie. do a que las necesidades del semejante, vale decir de todo aquel pro-
En principio, ha debido establecer una partición de la humanidad visto de los mismos atributos ontológicos que me caracterizan, sean
en base a reglas que justifiquen su usufructo del sacrificio ajeno. Sa- a partir de ello mis propios motivos morales.
biendo lo que ha ocurrido, debe garantizar, de algún modo, la cul- Hay que ver a un niño pequeño ofreciendo su propia comida a la
pabilidad del semejante para poder sostener su propia situación de madre, su dedo chupado al otro para que comparta el placer de ese
beneficiario despojando al otro de su condición de víctima. objeto maravilloso de su posesión, para vislumbrar como el narcisis-
En este caso, nuestro concepto de narcisismo queda estrecho si se mo originario conlleva, simultáneamente a los modos mimético-es-
limita a poner en el centro la no aceptación de las diferencias, o si, peculares que generan la relación al otro, el origen del reconoci-
siguiendo la definición original de Freud, lo consideramos como el miento y de la oblación.
complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de auto- Pero este movimiento no se universaliza sino a través del discurso
conservación. Se requiere algo más que esto para que la intolerancia ideológico que transmite la condición de semejante a partir de los
se abra camino, para que el otro se convierta en alguien a quien es atributos que la cultura de pertenencia considera como tal, y "el
necesario destruir en aras de la justificación de la propia supervivencia. otro", en tanto mi igual, no es en extensión ya el semejante especu-
lar del pichón de paloma que la etología propicia, sino el construc-
La fractura de una ética de la igualdad de los seres humanos pro- to ideológico de un entramado que constituye, en el núcleo mismo
picia, en estos tiempos, no más confusiones que sufrimientos. Si del ser, la posibilidad de su reconocimiento.
nuestro siglo se caracteriza por la radical concepción de una razón Lafuente primera de la ética no está entonces en el superyo, en la
fracturada, precaria y fugaz, es evidente que la diversidad sólo puede prohibición del crimen que toma la forma de mandamiento, sino en
sostenerse, en el interior de una ética universalista, sobre la base del la resonancia que el impacto tópico de la norma tiene, dado que el
reconocimiento de una igualdad ontològica. yo en su constitución misma está atravesado por el otro, y pesé a sus
El hecho de que la conciencia de existir no está presente desde los esfuerzos de desconocimiento, no puede quedar reducido a la sole-
orígenes es algo tan elemental como escandaloso para el pensamien- dad y el desamor sin riesgos para sí mismo.

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Una ética universalista, tiene un punto de partida en los siguientes roso del otro, deviene forma de reconocimiento de la identidad on-
postulados: Todo individuo que pueda reconocerse a sí mismo como tològica.
humano, es humano. Y en razón de ello, todos los individuos que se Se abre así uñ trasvasamiento que posibilita que tanto el radical
reconocen como humanos reconocen a su vez una humanidad que egoísmo de la pulsión, su acefalia, como los modos del egoísmo des-
es definida como el reflejo de sí mismo en todos los hombres. De tal piadado que justifican en la autoconservación la banalización del
modo, si un individuo se define a sí mismo como humano, ese indi- mal, encuentren freno a partir de las certezas de que en el núcleo
viduo es un reflejo de nosotros mismos fuera de nosotros. del propio ser está siempre el otro, y que su reconocimiento externo
El carácter "reflejo" de lo humano paradojalmente constitutivo en e~interno forman parte de las premisas que evitan el solipsismo al
la estructuración del psiquismo, rehusado a lo largo de la historia so- "cual el narcisismo renegato rio, de muerte, nos condèna.
cial de la humanidad; adquisición tardía de universalización de los
atributos, que se hace posible en los últimos siglos y, en particular, en
Occidente, sufriendo permanentemente desgarramientos y caídas
en cada una de las grandes acciones homicidas que caracterizaron a
lo largo de este siglo "la muerte de Dios".
Si la fuente de los motivos morales está en el otro humano, en él
están también las raíces simbólicas de las necesidades y su cualifica-
ción. Los intereses de la vida, vicariados, transcriptos a un registro
cultural, ponen en el corazón del narcisismo, en el núcleo del ser, re-
presentaciones que toman a su cargo la autoconservación bajo los
modos culturales que satisfacen no sólo las necesidades vitales sino
los modos mismos de supervivencia simbólica de lo humano.
En razón de ello, los intereses de la vida no se sostienen en los ni-
veles puramente autoconservativos más que en los límites, en las si-
tuaciones extremas que ponen en riesgo la supervivencia vital. Y es
allí donde entran en colisión, muchas veces, no sólo con los ideales
sino con la representación misma del ser, sintiendo alguien que su
existencia biológica no puede sostenerse a costa de la destrucción de
todo lo que es, o, por el contrario, habiendo preservado la vida a
cambio de ceder todo lo que se es, elegir el suicidio a posteriori an-
te la imposibilidad de soportar la destrucción del núcleo mismo de
su existencia.
Reducir el narcisismo a lo anobjetal, a lo autoerótico, o a un egoís-
mo autoconservativo por definición, es perder de vista que en él es-
tá el origen del amor y el odio, de la relación primera al semejante y
su identificación al otro como parte de la especie humana.
Sólo la identificación con los motivos materiales del semejante de-
vienen razones morales de la solidaridad, y en este caso, si no se re-
duce el narcisismo a sus modos empobrecidos y renegatorios, si se
vislumbra la fuente de su fuerza ligadora en el yo como residuo amo-

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CAPÍTULO III

ACERCA DEL "MALESTAR SOBRANTE"

Hace ya años el pensamiento de Marcuse definió como "represión


sobrante" (o "sobre-represión") los modos con los cuales la cultura
coartaba las posibilidades de libertad no sólo como condición del in-
greso de un sujeto a la cultura sino como cuota extra, innecesaria y
efecto de modos injustos de dominación.
Con el mismo espíritu podríamos definir hoy como "sobremales-
tar", o "malestar sobrante", la cuota que nos toca pagar, la cual no re-
mite sólo a las renuncias pulsionales que posibilitan nuestra convi-
vencia con otros seres humanos, sino que lleva a la resignación de as-
pectos sustanciales del ser mismo como efecto de circunstancias so-
breagregadas.
Y desde la perspectiva que nos compete deberemos señalar que el
"malestar sobrante" no está dado, en nuestra sociedad actual, sólo
por la dificultad de algunos a acceder a bienes de consumo, ni tam-
poco por el dolor que pueden sentir otros, más afortunados mate-
rialmente, pero en tanto sujetos éticamente comprometidos y provis-
tos de un superyo atravesado por ciertos valores que aluden a la ca-
tegoría general de "semejante", ante el hecho de disfrutar beneficios
que se convierten en privilegios ante la carencia entorno.
Las dificultades materiales, la imposibilidad de garantizar la segu-
ridad futura, el incremento del anonimato y el cercenamiento de
metas, en general, no alcanzan para definir, cada una en sí misma,
este "malestar sobrante" -si bien cada una de ellas y con mayor razón
todas juntas podrían ser motivo del mismo en numerosos seres hu-
manos.

"Acerca del malestar sobrante", Bleichmar, S., revista Topía, Año VII, N a 21, Buenos Ai-
res, Diciembre de 1997.

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El malestar sobrante está dado, básicamente, por el hecho de que jez prematura, cuando aún no había realizado las tareas de juventud,
la profunda mutación histórica sufrida en los últimos años deja a ca- y es en razón de ello que nos vemos invadidos por la desesperanza,
da sujeto despojado de un proyecto trascendente que posibilite, de la cual toma la forma, en muchos casos, no de la depresión sino de
algún modo, avizorar modos de disminución del malestar reinante. la apatía, del desinterés. Esto como sujetos históricos.
Porque lo que lleva a los hombres a soportar la prima de malestar Pero también en el marco de la categoría más general, de seres
que cada época impone, es la garantía futura de que algún día cesa- pensantes, seres "teorizantes": bruscamente, en los últimos años, se
rá ese malestar, y en razón de ello la felicidad será alcanzada. Es la es- produjo una mutación cuya aceleración precipitó a una generación
peranza de remediar los males presentes, la ilusión de una vida ple- entera al desconcierto. A partir de ello, todo lo pensado entró en cri-
na cuyo borde movible se corre constantemente, lo que posibilita sis, fue sometido a caución, y quedó librado a una recomposición fu-
que el camino a recorrer encuentra un modo de justificar su recorri- tura. De esto es difícil saber qué se puede, qué se debe conservar, y
do. qué debe ser desechado; en meses se ha envejecido una generación
Y el malestar sobrante se nota particularmente, en nuestra socie- entera. Porque lo viejo no es un problema de tiempo solamente, si-
dad, en el hecho de que los niños han dejado de ser los depositarios no de mirada puesta en un punto de la flecha del tiempo: hacia el
de los sueños fallidos de los adultos, aquellos que encontrarán en el pasado o hacia el futuro, y eso define las coordenadas con las cuales
futuro un modo de remediar los males que aquejan a la generación se emplaza lo joven o lo viejo.
de sus padres. La propuesta realizada a los niños -a aquellos que tie- Cuanto más firmes mantiene los puntos de referencia a su univer-
nen aún el privilegio de poder ser parte de una propuesta- se redu- so cultural, más se aparta el viejo de su propia época, agrega Bobbio,
ce, en lo fundamental, a que logren las herramientas futuras para so- haciendo luego suyas las palabras de Jean Améry: "Cuando el viejo se
brevivir en un mundo que se avizora de una crueldad mayor que el da cuenta de que el marxista, considerado ciertamente por él, y no
presente. (De ahí la caída del carácter lúdico, de verdadera "morato- sin razón, como campeón del ejército racionalista, se reconoce aho-
ria" que corresponde a la infancia, que ha devenido ahora una eta- ra en ciertos aspectos como heredero de Heidegger, el espíritu de la
pa de trabcyo, aún para aquellos niños que todavía se hacen acreedo- época debe aparecerle extraviado, más aún, auténticamente disocia-
res al concepto de infancia, con jornadas de más de 10 horas de tra- do: la matemática filosófica de su época se transforma en cuadrado
bcyo en escuelas que garantizan, supuestamente, que no serán arro- mágico"2.
jados a los bordes de la subsistencia). ¿A qué racionalidad puede, también hoy, apelar el psicoanálisis, a
La 'Vejez melancólica", dice Norberto Bobbio en ese maravilloso un siglo de existencia y de realizaciones en las cuales los errores co-
texto que nos ha legado a los 87 años, De senectutel, es la conciencia metidos y las impasses no resueltas no obstan, sin embargo, para se-
de lo no alcanzado y de lo no alcanzable Se le ¿yusta bien la imagen guir siendo ese campo de teorización que puede dar cuenta del ma-
de la vida como un camino, en el cual la meta se desplaza siempre lestar reinante, cercar las formas de incidencia de la realidad entor-
hacia adelante, y cuando se cree haberla alcanzado no era la que se no en la subjetividad, apelar a una racionalidad que impida que la
había figurado como definitiva. La vejez se convierte entonces en el matemática filosófica de nuestra época se transforme en cuadrado
momento en el cual se tiene plena conciencia de que no sólo no se mágico?
ha recorrido el camino, sino que ya no queda tiempo para recorrer- Cada generación debe partir de algunas ideas que la generación
lo, y hay que renunciar a alcanzar la última etapa. anterior ofrece, sobre las cuales no sólo sostiene sus certezas sino sus
Salta a la vista que, en la Argentina de hoy, esta categoría no sólo interrogantes, ideas que le sirven de base para ser sometidas a prue-
se podría aplicar a los viejos, quienes por otra parte toman a cargo, ba y mediante su desconstrucción propiciar ideas nuevas. Cuando es-
como un símbolo, la denuncia del carácter profundamente cretino to se altera, cuando se niega a las generaciones que suceden un mar-
con el cual nuestro país condena no sólo a la miseria sino a la indig- co de experiencia de partida sobre el cual la reflexión inaugure va-
nidad. Somos parte de un continente que ha sido arrastrado a la ve- riantes, se las deja no sólo despojadas de historia sino de soporte des-

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de el cual comenzar a desprenderse de los tiempos anteriores. Pero to. El malestar sobrante está dado por la propuesta de autodespojo
al mismo tiempo, los maestros no pueden darse el lujo de ser viejos: que lleva a subordinar las posibilidades de producción teórica y clí-
la enseñanza, la transmisión del psicoanálisis, sólo puede ejercerse nica a las condiciones imperantes. Y está dado también por la canti-
en el marco de un recorrido que permita repensar los propios calle- dad de inteligencia desperdiciada, de talento y entusiasmo sofocado,
jones sin salida. Este fue el modo con el cual se concibió de entrada con el cual cada uno paga el precio de su propia inserción. El males-
-desde los escritos de Freud- como una enseñanza que iba marcando tar sobrante está dado, aún, por el intento de amalgamar, sin un tra-
en su recorrido las reflexiones acerca de sus dificultades internas, co- bajo previo de depuración de racionalidad intrateórica, los viejos
mo un proceso de "retorno sobre" los enunciados anteriores. enunciados indefendibles -efecto de una acumulación histórica de
En este espíritu es que pienso que los psicoanalistas contribuimos aporías-, con afirmaciones actuales de dudosa racionalidad cuya ba-
poco a la resolución del malestar sobrante cuando, en lugar de en- se científica aparece más afirmada que demostrada (Tal el caso paté-
contrar los resortes que lo producen -no sólo en el mundo entorno, tico de intentar hacer confluir las hipótesis más biologistas del psi-
en nuestros pacientes y en los espacios en los cuales nos correspon- coanálisis con las hipótesis de un reduccionismo mecanicista desde
de dilucidar las fuentes del sufrimiento, sino también, en nuestra el cual cierta neurociencia pretende dominar el mercado, en una
propia teoría y en los paradigmas que suponemos nos sostienen- nos maniobra que pretendiendo parecer de avanzada no es sino un in-
consideramos sus víctimas, sumando al desaliento la parálisis intelec- tento de restauración de los enunciados menos defendibles del siglo
tual y la oquedad de fórmulas que ya no sirven sino como rituales pasado sobre la determinación biológica del carácter, del espíritu, y
despojados de sentido. aún del pensamiento de las razas).
De modo aún más específico, podríamos afirmar que el malestar El malestar sobrante está dado, por último, por la cesión de un
sobrante en psicoanálisis no está dado sólo por las dificultades de campo autónomo de pensamiento en aras de una supuesta interdis-
una pauperización creciente del ejercicio de la práctica, y de los mo- ciplina en la cual el psicoanálisis queda subordinado en sus posibili-
dos con los cuales el incremento de concentración de dinero y po- dades de hacer práctico y de pensar teorético, en lugar de hacerlo
der obliga a los terapeutas a someterse a condiciones de trabajo in- desde un lugar en el cual pueda confluir en intersección para pen-
dignas e inclusive lesionantes éticamente en el constreñimiento que sar algunas cuestiones comunes con otros campos del conocimiento,
imponen. No sólo está dado por el desmantelamiento de los servi- bajo un modo de atravesamiento transversal de problemáticas com-
cios hospitalarios y por las condiciones de una postmodernidad que partidas, sin ceder su poder explicativo en aquellas cuestiones que le
mina transferencias y destrona junto al sujeto supuesto saber, todo competen de modo particular.
saber, y con él conduce a un relativismo que mercantiliza de modo Y es en virtud de todo esto que cabe abrir la posibilidad de que
insospechado hasta hace algunos años las relaciones entre paciente nuestra acción pueda ayudar a disminuir la cuota de malestar so-
y terapeuta condicionando, en muchos casos, los modos de ejercicio brante que nos embarga, ya que los resortes que lo permiten sí están,
mismo de lá práctica. Todo ello es motivo de sufrimiento, pero no al- afortunadamente, en nuestras manos. Para ello sólo tenemos que gi-
canza para explicar el malestar sobrante. rar nuestra cabeza para poder mirar hacia el otro extremo de la fle-
El malestar sobrante está dado por algo más, que somete al desa- cha del tiempo, y descapturarnos del determinismo a ultranza con el
liento y a la indignidad, y nos melancoliza como viejos a sólo un si- cual, así como en otros tiempos afirmamos el carácter irreversible de
glo de existencia. Este malestar está dado por el aferramiento a pa- un futuro promisorio, hoy nos trampeamos del mismo modo, con la
radigmas insostenibles -cuya repetición ritualizada deviene un modo misma metodología, para sólo ver un futuro deplorable. Bobbio
de pertenencia y no una forma de apropiación de conocimientos- vuelve en ayuda nuestra cuando afirma: "He llegado al final no sólo
por el aburrimiento con el cual se exponen los mismos enunciados - horrorizado sino sin ser capaz de dar una respuesta sensata a todas
empobrecidos en su reiteración- ante quienes han dejado de ser in- las preguntas que las vicisitudes de las que fui testigo me plantearon
terlocutores para ser sólo proveedores de trabajo o de reconocimien- de continuo. Lo único que creo haber entendido, aunque no era
20 21
preciso ser un lince, es que la historia, por muchas razones que los CAPÍTULO I V
historiadores conocen perfectamente pero que no siempre tienen
en cuenta, es imprevisible..." Y, agreguemos, si lo imprevisible es lo
posible, al menos que no nos tome despojados de nuestra capacidad
pensante, que es aquello que puede disminuir el malestar sobrante,
ya que nos permite recuperar la posibilidad de interrogarnos, de teo-
rizar acerca de los enigmas, y mediante ello, de recuperar el placer
de invertir lo pasivo en activo. LA COMPRENSIÓN PRECOZ DE LA LIBERTAD

Parte de las líneas que siguen fueron escritas con ciertas variacio-
nes hace ya algunos años. Las recuperé en ocasión reciente, en una
sesión del análisis de una niña de siete años que insistentemente me
pedía que le dijera qué dibujar. Entre mi negativa a responderle y su
queja, surgió en mi mente la reflexión que en tono más o menos
confidencial le hice en los siguientes términos: '¿Anita, te das cuen-
ta que éste es el único lugar en el mundo en el cual nunca, nunca,
nadie te dirá qué hacer, en el cual podés elegir, decidir libremente?'
-y ya engolosinada yo misma con esta ocasión abierta de compartir
una reflexión que supuse de alcances filosóficos, agregué: '¿Qué te
parece: en esa posibilidad de elegir está la libertad..., te das cuen-
ta...?'. Yella, resumiendo con estilo la cuestión que tanto nos compli-
ca, respondió tomándome desprevenida: 'Sí... ¡Qué porquería...! ¡Yo
quiero la libertad para no ir al colegio, pero no para no saber ni qué
dibujar...!'.
La libertad siempre en riesgo, en razón de la difícil tensión entre
sometimiento y soledad. A diferencia del analista, el otro humano no
está allí sólo para satisfacer necesidades, sino para garantizar bajo su
parasitación simbólica tanto el sometimiento como el anhelo mismo
de libertad. Cuando este maternaje es logrado otorga, paradójica-
mente, los medios de liberarse en el ejercicio de apropiación simbó-
lica que realiza de la cría; cuando ambos elementos se desbalancean,
cuando prima el déficit de oferta simbólica o la captura monopólica
en sus redes, el proceso se fractura.
Los mitos acerca de una natural libertad del ser humano, entran
en crisis a partir de la modernidad, y en el siglo XVIII se abren nue-
vas perspectivas con las extensas y -por qué no- profundas discusio-
1
Bobbio , N., Desenectute, Taurus, Madrid, 1997.
"La comprensión precoz de la libertad", Bleichmar, S., revista Topía, A ñ o VIII, N 2 23,
2
Ibídem, p. 29. Buenos Aires, Agosto de 1998.

22 ÍXST 23
nes en el interior de las propuestas que acompañan la gran revolu- hijo a hacerlo y lo vería retozar en el cielo con sus iguales", mientras,
ción de la época. Se fractura entonces el mito de la libertad en natu- por su lado, el p¿yarito piensa: "Si mi madre, que es tan sabia, aún no
raleza y de la prisión en cultura, y el retorno posterior a las propues-
me ha enseñado a volar, es porque no debe haber llegado mi tiempo
tas instintivistas de la libertad no son sino efecto de la transposición
de hacerlo".
de una deificación de la naturaleza al seno de lo humano.
¡Qué distintas hubieran sido las cosas si cada uno hubiera podido
Traslademos a los animales supuestamente libres fuera del habitat
dar a conocer su pensamiento! Por su parte, la madre que acude a
en el cual su existencia es posible, y nos daremos cuenta del nivel de
una consulta reconoce en algún lugar de sí misma que necesita de
subordinación que les impone su naturaleza. Es el hombre el único
otro que ayude a su hijo a aprender a volar, y es víctima, junto con su
capaz de obtener niveles de libertad impensados, ya que puede mo-
hijo, de su propia impotencia. Después de todo, por qué no pensar
dificar no sólo el entorno y crear su propio habitat, sino también mo-
que detrás del dolor manifiesto de la madre-ave se esconde el pro-
dificarse a sí mismo. En razón de ello el deseo de libertad, inevitable-
fundo desgarramiento de tener que reconocer a su hijo como no-
mente ligado al miedo a lo desconocido, no es en sí mismo un movi- idéntico a sí misma.
miento esencial sino el efecto de un reconocimiento de la opacidad Y aún más. No es con lo que la madre calla que el niño elabora su
y dureza con la cual aquello que se opone del otro lado da cuenta de teoría; tampoco del todo con lo que la madre dice, no hay ni liber-
los límites de realización de la propia posibilidad. tad total de interpretación ni captura absoluta. En esa franja opaca
Un niño que está en vías de terminar su tratamiento parecería al intercambio desde la cual lo desconocido del otro se constituye, se
ejemplificarlo sin mistificación: llega a sesión con una lata en cuya ta- abre una interrogación a la cual el niño debe responder con una ela-
pa ha abierto algunos agujeritos -esos que se hacen para guardar un boración que deviene teoría.
animal volador sin que se escape, evitando la muerte por asfixia. Al ¿Es el deseo materno que el psyarito vuele? Sin duda, pero no ha
entrar dice: '¡Sorpresa! Tenés que adivinar qué traigo. Es un animal, sido formulado ni en lenguaje ni en acto. Pese a ello el hijo, que con-
que come de todo y es volador'. Digo: 'una mariposa'. 'No'. 'Una po- fía en la sabiduría y bondad maternas, no duda respecto a este deseo
lilla'. 'No, ¿te das por vencida?'. 'No -digo: una mosca'. 'Sí, una mos- de libertad que atribuye a su madre. Si sospechamos que mamá-ave
ca sin alas... (Abre la lata y la mosca des-alada cae sobre la alfombra) pueda temer que el pajarito vuele, es no sólo porque mediante el
le saqué las alas para traértela, ¿qué te parece?'. vuelo la diferencia se haría evidente sino porque de ese modo se ale-
Hace una semana me llamó la madre para contarme que el niño jaría de ella. En ese caso, la no estimulación de las posibilidades vo-
está raro, ha vuelto a jugar a que es un bebé, se queja de tener que ladoras del pajarito no sería producto del odio de la madre sino, sim-
comportarse como grande. Sin embargo, no es que no se dé cuenta plemente, consecuencia de las crueldades del amor. Lo cual nos lle-
de lo que hace, esta vez es como un juego... Ha traído ese "animal varía a sospechar que todos los niños, en algún momento de su vida,
que come de todo" para mostrarme hasta dónde sería capaz de lle- devienen hijos "adoptivos" de sus propios padres.
gar para no separarse de su madre, o de mí; hasta qué punto está dis- Tanto la madre como el hijo son víctimas de lo que desconocen;
puesto a ceder su libertad, a perder las alas, si ésta le implicara sepa- pero aquello desconocido no es idéntico. En el caso de nuestra ma-
ración y soledad. Mediante la mutilación evita él mismo tener alas. El dre-ave, si bien sabe que es el volar lo que no sabe, desconoce a su
animal que "come de todo" remite al inicio del tratamiento, ya que vez un conjunto de fantasías y emociones que se ponen en juego
llegó a consulta por morderse su propia ropa hasta desgarrarla. cuando teme ser abandonada por su hijo y reconocerse en sus limi-
Recuerdo un viejo cuento sufí: Un pajarito volador es adoptado por taciones no sólo ante éste sino ante sí misma. En el caso del pajarito,
un ave que no sabe volar, y como es de esperar, a medida que el pa- su conocimiento de que querría volar se aúna a su ignorancia respec-
jarito crece, también crecen sus alas. Luego de algún tiempo, una to a la fuente de este deseo, sus orígenes de especie voladora, de mo-
bandada de pájaros de su misma especie pasa por el pueblo donde do tal que advierte este "anhelo", del cual su conciencia se notifica
habita. Su madre adoptiva cavila: "Si supiera volar, le enseñaría a mi sin poder atribuirle causa alguna.
25
Si nuestro pajarito fuera un neurótico tal vez preferiría no apren- CAPÍTULO V
der nunca, no sólo a volar, sino a conocer sus orígenes, para no per-
der el sentimiento de pertenencia a su propia madre que posee.
Conservaría así, tal vez, la única certeza que lo mantiene en la tierra,
la madre tierra. Si la mamá de nuestro p l a n t o fuera madre de neu-
rótico, cada vez que viera pasar la bandada diría -para ocultar su do-
lor e impotencia- en un tono recriminatorio: "Yo no sé cómo las ma-
dres permiten a sus hijos hacer esas tonterías que sólo ponen en ries- LOS CAMINOS INSOSPECHADOS DE LA ADAPTACIÓN
go su vida y no proporcionan ningún placer". Nuestro pajarito, silen-
ciosamente, respondería con un aletear inconciente de sus alas inú-
tiles, y tal vez comenzaría a girar con un movimiento hiperkinético.
Algo lo agitaría desde sí mismo sin que él mismo pudiera saber qué En 1996 se produjo un descubrimiento de enormes consecuencias
es exactamente lo que lo produce, ni cómo se llama aquello que lo para la teoría de la evolución. La tumba de un niño Neanderthal po-
perturba. Desconocería también que su madre, amorosamente, blada de objetos Cromagnon, objetos de un eslabón evolutivo que,
cuando él todavía no tenía entendimiento, acarició y limpió esas alas se suponía hasta ese momento, era 30.000 años posterior en su apa-
que representaban para ella el símbolo mismo de "lo que podía vo- rición sobre la tierra, obligaba a revisar los paradigmas que habían
lar" guardando silencio luego sobre sus actos para siempre. regido durante más de un siglo. Si, a diferencia de lo que se había
sfc Sfc ífc pensado hasta el momento, el Neanderthal y el Cromagnon habían
sido simultáneos, si no se habían sucedido el uno al otro, algo debía
Retornan aquí preguntas ya formuladas desde los comienzos del ser modificado de la teoría dominante en la actualidad, confortable-
psicoanálisis; los ejemplos intentando dar cuenta que ni el deseo de mente instalada en la idea de una evolución lineal y progresiva.
libertad es innato, ni instintivo el anhelo de sumisión. Porque la con- Ya Stephen J. Gould había desplegado la idea, en los últimos años,
dición humana se sostiene en la peculiaridad de que lo que conside- de que la enseñanza fundamental de la teoría de la selección natural
ramos su naturaleza no es sino el efecto de las condiciones mismas de Darwin consistió en dejar abierta la posibilidad de que la evolu-
de su producción. Nuestro antropomorfízado pajarito no desea la li- ción natural no estuviera basada en un plan prefijado. Y los nuevos
bertad sino simplemente volar, remontarse con la bandada, y es en desarrollos de la paleontología reafirmaron el hecho ya propuesto
razón de ello que espera que su madre le enseñe, porque no ve en por la biología molecular de que no habiendo transmisión genética
ese deseo nada que pretenda liberarlo de su atrapamiento ni alejar- de lo aprendido -contra las tesis de Lamarck-, la adaptación, sea bio-
lo de su cuerpo. El paciente a punto de terminar su tratamiento da- lógica o cultural, representa un mejor ajuste a entornos locales espe-
ría sus alas para mantenerse protegido en un espacio que lo cobije. cíficos, y no una fase inevitable en la escalinata del progreso. La se-
Anita me señala que mi ideal libertario románticamente formulado lección natural se nos presenta así como el mecanismo inexorable de
es inútil si no se expresa en un movimiento que le dé sentido... un proceso adaptativo de la especie, que consiste en que ante cada
Por eso la libertad es impensable sin representación de futuro, aún circunstancia, potencialidades que no habían cumplido un papel
cuando ella misma pueda devenir proyecto, ya que no puede proyec- central pasan a ser relevantes, y otras se convierten en obsoletas,
tarse sobre el vacío representacional u operativo sino sobre sus rea- quedando la supervivencia y modificación despojadas de toda inten-
les posibilidades de ejercicio. A propósito de ello es que recuperé de
entre mis papeles las notas escritas hace algunos años, notas sobre el
amor y sus crueldades, sobre la libertad y sus consecuencias. * "Los caminos insospechados de la adaptación", Bleichmar, S., revista Topía, A ñ o VII, N a
19, B u e n o s Aires, Abril de 1997.

27
ción, de toda finalidad, lo cual torna insostenible cualquier ideolo- das y sólo se mantendrían los aspectos visuales de los mass media, y
gía que vea en este proceso un ideal conducente a la máxima perfec- posiblemente se desarrollaran otros impensables hoy en día.
ción. La selección natural se sostiene en esta premisa: la adaptación no
Gould 1 hizo, a su vez, su propio aporte para una modificación sus- puede producirse sino llevando a su máxima potencialidad un rasgo
tancial de la teoría de la evolución tal como la hemos conocido. La presente -aún cuando este rasgo sea, en el caso del ser humano, una
evolución, efecto de la selección natural, se da bajo un modo discon- hipótesis, una teoría capaz de comprender la realidad a la cual se en-
tinuo, a saltos, teniendo lo acontencial, azaroso, una función central. frenta, algo que permita montar lo novedoso sobre lo ya conocido.
La discontinuidad pone en tela de juicio la posibilidad de hallazgo Es imposible generar mecanismos totalmente nuevos frente a algo
del famoso "eslabón perdido", en razón de que al no haber cadena absolutamente desconocido, y no hay ser vivo capaz de sobrevivir al
lineal que conduzca al homo sapiens, bien pudo este no haber existi- intento; para no sucumbir, algo debe potenciarse, desplegarse, obte-
do nunca. En última instancia, no hay plan divino que vaya del mo- ner una transformación cada vez más eficaz, no puede ser creado de
no al hombre -siempre en retraso-, aún cuando bienvenida la auto- la nada sólo como efecto de la acción del medio.
crítica, la Iglesia acepta la teoría de la evolución para poner en su En razón de ello, todos los organismos capaces de tener algún tipo
cúspide al hombre como rey de la creación, tratándose su aparición de percepción del mundo que los rodea, para sobrevivir, poseen ya
de una eventualidad más de una mutación que en lo azaroso de sus la posibilidad de interpretar y ordenar la información antes de acce-
vicisitudes bien podría haber conducido hacia otra parte. der a ella. Cuando estas capacidades son instintivas, innatas, y se pro-
A modo de ejemplo, para que se pueda apreciar en toda su dimen- duce un desajuste entre las posibilidades de supervivencia y la reali-
sión esta teoría y el salto que acarrea para nuestro pensamiento, tra- dad a la cual hay que enfrentarse, no hay modo de librar la batalla:
temos de imaginar lo siguiente: Supongamos que la humanidad es- el individuo sucumbe, solo o con su especie, y solamente sobreviven
tuviera al borde de su desaparición en razón de que un ruido muy aquellos que ya poseían, aún cuando fuera de modo rudimentario,
fuerte, de carácter inédito, destruyera los cerebros de quienes lo pa- las herramientas necesarias para las nuevas condiciones.
decen. Es indudable que los sordos no serían puestos en riesgo, y Desde esta perspectiva la afirmación basal del freudismo respecto
que una vez desaparecidos todos los oyentes, sólo aquéllos podrían de la endeblez de los montantes adaptativos en el hombre no en-
continuar viviendo, reproduciéndose y rearmando colonias huma- cuentra resolución en esa ficción que la acompaña, la cual sostiene
nas capaces de conservar la especie. Esta, de todos modos, habría que la cría humana debería su supervivencia a la realización de una
mutado. Sería una especie a la cual le faltaría un sentido, y en la cual "prueba de realidad" consistente en acciones de tanteo sobre el
otras cualidades se desarrollarían con carácter compensatorio; pero, mundo, tendientes a diferenciar entre la representación investida,
además, si eventualmente, del nacimiento de dos sordos naciera un deseante, y el objeto.
niño en el cual algún gen recesivo pudiera seguir produciendo la au- La humanidad no hubiera subsistido si la "la cosa del mundo" ca-
dición, el sonido mortífero se encargaría de que no dure demasiado paz de satisfacer la necesidad tuviera que ser reconocida por accio-
sin que, por otra parte, se pudieran detectar las causas de su muerte. nes de ensayo y error, si cada individuo hubiera debido, en principio,
El ser sordo constituiría una indudable ventaja para adaptarse a las realizar por sí mismo todas las pruebas que garantizaran su supervi-
nuevas condiciones, sin que ello representara, necesariamente, un vencia. La cuestión acerca de cómo implementar entonces un cono-
escalón más en la perfección evolucionista. Se tomaría otra direc- cimiento de la realidad, incluso de qué manera el psiquismo es capaz
ción, cuyos alcances serían imposibles de predecir porque una vez de someterse al principio de realidad una vez que el inconciente en-
lanzada en un cierto sentido, su dinámica sólo sería predictible des- tra en pugna para lograr su objetivo de descarga inmediata, o acerca
de un nuevo ordenamiento, y la cultura misma tomaría otro sesgo: de qué relación guarda este conocimiento con los primeros esque-
no sólo la música perdería todo sentido, sino que gran parte de las mas de acción y bajo qué premisas se resuelve el pasaje a modos re-
comunicaciones regidas por la transmisión de sonido serían archiva- presentacionales que anteceden a la acción eficiente en el mundo,
31
28
no tiene una respuesta aún satisfactoria desde el psicoanálisis, y el in- que ocupa el otro humano en la supervivencia de la cría y en la ins-
natismo que intenta sostener la supervivencia en la existencia de una tauración de esa "prueba de realidad" que no puede ser realizada, de
pulsión de vida concebida como prolongación directa de la biología inicio, sino por aquel que tiene a cargo la conservación con vida de
en la vida representacional, ha cumplido la función que todas las hi- la cría.
pótesis adventicias tienen en nuestro campo: llenar el terreno de ma- En este sentido, el salto de la naturaleza a la vida representacional
leza que torna cada vez más dificultoso el desbroce conceptual. que lleva a concebir al yo como provisto de un deseo originario de
Sabemos de los intentos de ver al bebé como una especie de Ro- autoconservación constituye sólo una ilusión retrospectiva, una teo-
binson Crusoe autoengendrándose a partir de sus propias posibilida- ría de carácter "robinsoniano", en razón de que la conservación en
des; nada, ni desde el punto de vista biológico, ni representacional, los orígenes no tiene nada de "auto": incluye al cachorro humano co-
permite sostener tal alternativa. Intentemos, por otra parte, trasladar mo ser de naturaleza -naturaleza que, en sí misma, sólo tiende a su
a Robinson Crusoe a la realidad humana cotidiana: ¿sería posible permanencia sin que esto implique ningún tipo de intencionalidad,
concebir a los homeless como una suerte de Robinson Crusoe del pre- ningún tipo de "conciencia intencional", si nos plantamos en una
sente, teniendo en cuenta la proeza que implica sobrevivir luego que posición que se abstenga de concebir a la naturaleza como provista
la marea económica ha arrojado a alguien del otro lado? Cuánta in- de "alma", habitada por algo del orden de lo divino-, con alguien
teligencia, cuánta picardía y conocimiento de ciertas legalidades son provisto de intencionalidad, capaz de establecer "acciones con arre-
necesarios para sobrevivir en las calles, que no constituyen precisa- glo a metas", y de representarse el presente y el futuro, otorgándole
mente una isla pródiga. sentido desde un pasado en el cual la libido ocupa un lugar central.
Porque Robinson, en su isla o en Buenos Aires, no hubiera sobre- Pero la presencia del adulto, como presencia constitutiva del psi-
vivido sin conocimientos previos que permitan diferenciar, en un ta- quismo infantil, debe llevarnos a evaluar, por otra parte, que la inten-
cho de basura, lo que es comestible de aquello que no lo es. Consti- cionalidad autoconservativa, en razón de la disparidad esencial de
tuidos estos conocimientos, a su vez, bajo modos no sólo prácticos si- estructuras y posibilidades, pone e n j u e g o el inconciente de quien
no ideológicos e históricos, ya que no podemos desconocer el hecho ejerce las funciones. Inconciente que si bien implica aspectos sexua-
de que Robinson era un hombre criado en sociedad, y por una socie- les, tanto pulsionales como edípicos, acarrea consigo los modos de
dad con sus particularidades ideológicas, enclavada en un tiempo representarse la supervivencia -atravesado el narcisismo del adulto
concreto -no era sólo un hombre "de la cultura"-, a tal punto que no tanto por la historia edípica singular, como por los modos más gene-
tuvo mejor idea, cuando vio a otro ser humano, que convertirlo en rales, socialmente adquiridos, de representarse el propio ser en el
su sirviente. La supervivencia en condiciones extremas requiere una mundo.
dosis muy importante de inteligencia aprendida, de conocimiento, El adulto que parasita sexual y simbólicamente al recién nacido ge-
organizado si no de las condiciones nuevas, de los métodos para en- nera mediante esta intervención -en el sentido estricto del término,
frentarse a ellas: el ensayo está precedido siempre de una hipótesis. esto es que interviene como un "inter"entre el cachorro humano en
Que el conocimiento hipotético que precede a la acción sea patri- vías de constitución y su ser de naturaleza- las condiciones de consti-
monio del sujeto o de algún otro ser humano que lo toma a cargo tución de un mundo representacional que no se agota en la resolu-
disminuye la probabilidad de error que llevaría al fracaso -en este ca- ción de las tensiones biológicas, sino que da también curso a los fan-
so a la muerte. Las impasses a la cual conducen tanto la posición ori- tasmas sexuales y de supervivencia, autoconservativos en el sentido
ginaria del psicoanálisis respecto a la prueba de realidad como el in- humano, social del término, realizando así el movimiento que va des-
natismo que la sucede coexisten con otra corriente, marginal en la de un principio de realidad tendiente a la conservación con vida, a
obra freudiana pero fundamental para salir del. encierro, la cual la transmisión de un conjunto de valores, representaciones del mun-
plantea, desde otra perspectiva, que la debilidad de los montantes do, lugar de constitución de la ideología que sostiene en su núcleo un
adaptativos innatos da ingreso, y pone en primer plano, la función "principio de realidad" como realidad humana, singular, histórica.
30 31
Decir, a esta altura de la historia, que en estas articulaciones de sen- conservativa. Por eso el niño Neanderthal tenía objetos Cromagnon
tido el lenguaje tiene un papel central, es tan verdadero como banal. en la sepultura... Tal vez sus padres habían querido dotarlo de algo
Porque la cuestión está no en el lenguaje como articulador general, que no poseían, pero que constituía parte de los ideales de su épo-
sino en los ensamblajes discursivos que posibilitan el atrapamiento y ca: "En el otro mundo, tal vez, logre ser un Cromagnon..."
la construcción de una realidad que sería literalmente "impensable"
si no hubiera un código desde el cual otorgarle permanencia y den-
sidad simbólica. José Saramago construye, al respecto, en su libro El
año de 1993, una parábola sobre la represión y el poder al dar cuen-
ta, de modo poético y terrible, de una sociedad en la cual los domi-
nados ya no tienen nada que decir porque no hay palabras para opo-
nerse a un poder no-discursivo: "Una vez más el imposible quedarse
o la simple memoria de haber sido... Así mirar apartado la propia
sombra con ojos invisibles y sonreír por ello mientras la gente per-
pleja busca donde nada hay..."
Estas articulaciones discursivas, que dan una organización al mun-
do, generan el cañamazo de toda experiencia. No se trata de afirmar,
de modo idealista, que la experiencia no exista sin lenguaye, sino que
sin él es imposible situarla, organizaría, darle sentido: de ahí que la
inmersión del niño en el mundo de los símbolos no se realice inge-
nuamente: no hay "tábula rasa" en razón de que el adulto que tiene
a su cargo los cuidados precoces tiene su propia organización simbó-
lica de la experiencia. Y ésta está atravesada por la experiencia singu-
lar de cada uno, pero imbricada también en la experiencia histórica
del grupo social de pertenencia, sus traumatismos y fantasmas.
Es en ese sentido que podríamos afirmar que los seres humanos
pueden transmitir la experiencia de la especie, no de modo genéti-
co, y que el lamarckismo, derrotado en la biología, encuentra un lu-
gar en los procesos de intercambio y transmisión simbólica. A condi- •
ción, por supuesto, de tomar en cuenta que no es la adaptación en
sí misma, natural o biológica lo que se transmite, sino los rasgos ins-
criptos en la cultura, las formas de resolución imaginaria, simbólica,
que la acompañan.
Junto a los modos de representar el mundo para sobrevivir en él,
los adultos inscriben en los niños sus temores y fantasmas, su "neu-
rosis" y sus anhelos, y la prueba de realidad toma un carácter radical-
mente distinto a aquel que lleva a reconocer en el pecho el recipien- 1
Gould, Stephen Jay: de este autor, profesor de Paleontología de la Universidad de Har-
te de la leche con la cual nutrirse. vard, se pueden consultar, entre otras obras: Dientes de gallina y dedos de caballo, Ed. Her-
La realidad es realidad, entonces, no sólo presente sino anhelada, mann Blume, Madrid, 1984; La vida maravillosa (1989), Ocho cerditos (1994) y El pulgar del
fantaseada y codiciada, añorada o perdida, nunca puramente auto- panda (1994), los 3 publicados por Ed. Crítica, Barcelona.

32 MR 33
CAPÍTULO V I

NORMA, AUTORIDAD Y LEY


BASES PARA LA REDIFINICIÓN DE UNA LEGALIDAD
EN PSICOANÁLISIS*

Si el imperativo kantiano que propone que actuemos de tal modo


que nuestra acción pueda ser elevada a rango de ley universal fuera
dominante hoy en el conjunto de nuestra sociedad, es indudable que
el eje temático alrededor del cual se estructura la pregunta acerca de
la ley del padre sólo implicaría cuestiones teóricas o psicopatológi-
cas. Pero ello no es así, lo cual nos confronta a una urgencia: redefi-
nir los términos que nos permitan, al menos, pensar sobre qué pre-
misas se puede establecer un debate respecto a las condiciones de la
ética no sólo en nuestra devastada sociedad argentina sino en el
mundo. Y en este debate el psicoanálisis tiene algo que decir, a con-
dición de que no se limite a repetir lo que de obsoleto ha acumula-
do durante más de cien años.
Debate pendiente desde mediados del siglo XX, cuando estalló la
cómoda división entre civilización y barbarie y la maquinaria nazi
primero y la energía nuclear desplegada como aniquilación sobre
millones de hombres después, puso de manifiesto que la civilización
podía estar al servicio de la barbarie, o al menos, que el ideal de pro-
greso que acompañaba el concepto de civilización estallaba y dejaba
entrever que la civilización de unos puede bien ser la regresión a la
barbarie de otros.
La idea extendida en psicoanálisis de que los seres humanos no
pueden cometer crímenes sin que su conciencia moral les demande
de uno u otro modo un pago, o incluso el maravilloso análisis de Ras-
kolnicof que despliega la hipótesis de que todo crimen planeado es

"Norma, autoridad y ley. Bases para la redefinición de una legalidad en psicoanálisis",


Bleichmar, S., revista Actualidad, Psicológica, N e 303, Buenos Aires, Noviembre 2002.

35
precedido por algún tipo de culpa inconciente que debe ser expia- formas de inmoralidad reinantes que se han convertido en acciones
da, pusieron de relieve no un modo de ejercicio universal de la cul- cotidianas y cuyo rehusamiento corre el riesgo de ponernos en aque-
pabilidad sino la premisa universal de que la culpa surge en los seres lla posición de moralistas tan temida por Sócrates?
humanos cuando se sienten responsables de destruir el universo de Un analista se ve sometido a una situación que lo paraliza absolu-
objetos que aman, aquel que tienen inscripto como plausible de ser tamente, no sólo por el cúmulo de sentimientos encontrados que
respetado por los mandamientos. ella le produce sino por la ausencia de antecedentes que le permitan
Y cuando una parte de la sociedad -que tiene la particularidad de definir cuál es la acción acertada: Una paciente le paga con pataco-
estar en el dominio del poder- entra en un circuito enloquecido de nes, los cuales son aceptados en razón de que da por descontado que
autosubsistencia despojando al resto de los seres humanos de la ca- este es el "dinero" en el cual ella misma recibe su salario. Un tiempo
tegoría de semejante y fracturando internamente hasta la desintegra- después se entera que la mujer cobra en pesos y los cambia por pa-
ción, las formas de moralidad que rigen todo contrato social más allá tacones para obtener, de este modo, una ganancia que le significa
de la letra escrita, sólo la recomposición de la relación entre ley y una reducción del pago que efectúa; al analista el hecho no le impli-
moral evita la descomposición de toda posibilidad de pauta que per- ca un desmedro económico pero sí moral, en razón de que se siente
mita que la vida se despliegue en el marco de garantías que eviten estafado por su paciente, y toda la contratransferencia queda teñida
que el mundo devenga, real o imaginariamente, una selva. Porque el por este hecho que siente paradójicamente no delictivo pero sí in-
incremento de la paranoia colectiva es correlativa a la ausencia de moral. ¿Cuáles son los límites de la interpretación y cuáles los de una
premisa universal de una ley que regule las acciones, y que permita intervención que puede ser sentida por el otro como del orden de la
que el imperativo categórico del superyo que se rige por la existen- intersubjetividad, determinada sólo por intereses contrapuestos?
cia del deseo dé paso al imperativo hipotético que permite que un El contrato analítico no tiene letra chica, y es tal vez uno de los po-
ser humano sepa que si realiza ciertas acciones será premiado y que cos espacios que quedan en nuestra sociedad que dan cuenta de la
si ejerce otras será castigado. Lo cual es la base de todo bienestar y existencia del valor de la palabra. Es un privilegio para los analistas
reaseguro futuro. la existencia de estos nichos, repliegues del siglo XX, que dan cuen-
El ideal de Sócrates era una polis en la cual no hubiera necesidad ta de que aún en condiciones de tal desintegración social y ética exis-
de ser moralista. Pero quién se atrevería hoy a renunciar al moralis- ten seres humanos que pueden regir sus acciones por contratos que
mo, sabiendo que la fuerte presencia subjetiva de un contenido mo- no están firmados ante terceros, sino regidos por una ley que es la re-
ral es característica de una época en la cual se torna evidente la dis- cuperación del contrato social en los términos clásicos: cada uno de
crepancia entre los valores de carácter universal -como enterrar a los los participantes define sus derechos y obligaciones con la confianza
muertos- y los valores políticos -como la prohibición de hacerlo legis-. básica de que el otro no alterará tales términos. Pero esto se mantie-
lada por Creonte- y en la cual los sujetos más éticos se ven obligados ne en el marco de una caída de transferencia en sentido ampliado,
a contraponer la moral universal a la forma acuñada de moral polí- de confiabilidad en el saber y la ética del estamento dedicado a las
tica -en el sentido más amplio del término, como conjunto legislan- prácticas de la salud, y se sostiene, diariamente, trabajosamente, a
te que rige la acción. partir de las acciones morales que realizamos.
Y, sin embargo, sabiendo que nuestra práctica deviene ética preci- ¿Cuál es la norma? ¿Cómo sé lo que tengo que hacer en estas cir-
samente por la abstinencia de enjuiciamiento moral, por la acogida cunstancias? Me pregunta un paciente que habiendo faltado reitera-
benevolente respecto al decir y hacer del otro, por la puesta en sus- damente a sesión no anticipa su ausencia ni se ve obligado a discul-
penso de toda disputa respecto a las formas de resolución de la vida parse por haberme dejado esperando. Trato de explicarle que el co-
práctica, ¿cuáles son los límites en los cuales nos vemos obligados a nocimiento de la ley es una forma de eludir su propia decisión res-
redefinir los términos en los que nuestra acción puede desplegarse pecto a qué acciones son válidas hacia el semejante, pero en una so-
sin sentirnos víctimas en ciertos casos o cómplices en otros, de las ciedad en la cual toda legislación ha sido arrasada por intereses sec-
37
toriales, él me insiste en la necesidad de tener una legislación clara junto, sus alcances abarcan a la totalidad de los descendientes, por lo
que determine nuestras acciones. cual funda una moral universal. En cuarto lugar, la moral surge de la
historia, no de la voluntad divina, de manera que su trascendencia
La ley pública y la oscilación subjetiva de lo privado no está dada por el abrochamiento natural a la condición humana,
sino a un devenir necesario pero no por ello prefijado. Por último,
Durante los últimos años los analistas, a partir de la impronta del la moral surge ligada al deseo pero no al servicio de su realización
estructuralismo, hemos escogido una perspectiva en la cual la Ley - omnímoda sino a su acotamiento, estableciéndose no contra una ley
con mayúscula, trascendentalizada su función- ocupa un lugar cen- preexistente sino contra una norma tiránica: el padre de la horda
tral en el proceso de estructuración psíquica. Los textos freudianos ejerce, paradójicamente, una ley que no es del orden del imperativo
avalan esta perspectiva: Tótem y tabú, El malestar en la cultura, no sólo categórico kantiano; su conducta no puede ser tomada como norma
dan cuenta de una forma de concebir la constitución del superyo a universal, porque si esto ocurriera los hombres se matarían entre sí.
partir de una legalidad que trasciende al sujeto sino que antecede in- ¿Cuál es el gran obstáculo, sin embargo, que tiene esta teorización
cluso su nacimiento. La ley freudiana tiene dos orígenes: por una del origen universal de la moral y que Lacan recupera para definir la
parte el mito del parricidio originario, por otra, el carácter de un im- función del Nombre del Padre? El haber anudado estos universales
perativo que habiendo sido hipotético deviene categórico en razón a un tipo de sociedad históricamente en tránsito, con efectos que co-
no sólo de que el deseo está ya realizado en el inconciente sino que nocemos y se ejercen en nuestra práctica y la hacen bascular del la-
ha sido efectuado en el pasado. No se trata meramente del deseo de do de lo más reaccionario del pensamiento contemporáneo.
parricidio -el hecho de que el superyo hunda sus raíces en el ello lo Sabemos que es inevitable que nuestra teoría se vaya llenando, a lo
que determina la inevitabilidad del castigo que el superyo infringe al largo del tiempo, de remanentes ideológicos entretejidos en el inte-
sujeto- sino de su realización histórica factual, arcaica, transmitida fi- rior de los paradigmas que pretendemos construir: a esto alude La-
logenéticamente. planche cuando señala la diferencia entre "mitos" y "teorías" en psi-
La filogénesis sólo puede ser concebida hoy como transmisión cul- coanálisis. Inevitablemente, en la medida en que la práctica psicoa-
tural: el lamarckismo ha sido derrotado por la genética y no hay po- nalítica se establece en el marco de los fantasmas y decires de quie-
sibilidad de transmisión de la experiencia por inscripción en el ADN. nes la practican -de uno y otro lado del diván- sus enunciados se ven
Sin embargo, sabemos que lo que fue experiencia en una generación impregnados por los modos históricos de producción de subjetivi-
bien puede devenir fantasma en la siguiente, en razón de que no hay dad de los seres humanos que la nutren.
experiencia pura, y que lo vivido sólo puede ser capturado por el sis- La teorización de Freud aludía a la apropiación de las mujeres de
tema representacional que sostiene al sujeto. Sin embargo, el ban- la horda por parte del padre, y en tal sentido es curioso que se haya
quete totémico como mito fundacional tiene sus virtudes y plantea escamoteado en los desarrollos post-freudianos el hecho de que la
un obstáculo. En primer lugar, y como virtud, señalemos que da prohibición del incesto como origen de la moral comienza por la in-
cuenta de que es imposible la constitución de toda moral sino como terdicción respecto a la transgresión del padre y no por el deseo del
referencia al otro: es el hecho de haber asesinado al padre, de haber hijo. Y ello en razón de que, en su propio pensamiento, la función
producido un daño a otro significativo, lo que funda la culpa colec- de prohibición del Edipo quedó siempre como interdicción de la cir-
tiva. En segundo lugar, este mito del asesinato primordial abre la dis- culación sexual entre la madre y el niño por parte del padre y el su-
cordancia entre el deseo y su realización -como dijera Thomas Mann peryo como su residuo, de manera que la antecedencia del adulto
en su Moisés, príncipe de Egipto al aludir al asesinato que se supone el respecto al deseo por la generación siguiente, sufre un giro de cien-
líder cometiera en su juventud: "Supo que si matar era hermoso ha- to ochenta grados y desde el endogenismo con el cual el complejo
ber matado era terrible, y por eso debía estar prohibido..." 1 . En ter- de Edipo es subsumido lo que se prohibe es el deseo infantil, y no su
cer lugar, dado que el crimen fue cometido por la horda en su con- motor último: el deseo del adulto sobre el cuerpo del niño.
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Quisiera a esta altura subrayar que he dicho "adulto" y no "madre", no tendría necesariamente que provenir de minorías que defienden
poniendo de relieve hasta qué punto el estructuralismo ha hecho ta- hoy sus derechos reproductivos: ¿por cuánto tiempo más, una vez
bla rasa con el inconciente en función de la articulación de las fun- que ha estallado la relación coito/engendramiento a nivel de lo real
ciones en la estructura: la madre es narcisista, el padre es ley, el hijo y la necesaria diferencia anatómica que sostuvo a la humanidad has-
debe des-sujetarse del deseo de la madre para ser atravesado por la ta el presente en su función reproductiva se perfila como un elemen-
ley del padre, la metáfora fundante es paterna... La rivalidad del pa- to que podría quedar redücido a una de las formas posibles del pla-
dre ha desaparecido en su función de legislador... El superyo mater- cer?
no se ha diluido en el narcisismo de la madre... El fantasma homo- Y bien, todo este desarrollo para señalar que la homologaáón entre ['
sexual del padre ha sucumbido a su función de transmisor de una Ley y Padre no sólo es ideológicamente infeliz sino teóricamente insostenible, y j i
Ley de la cual es portador... El deseo de la madre por el hombre pa- que la necesaria junción de pautación que regula el goce no puede quedar so- j
recería agotarse en el placer con que satura la falta en el hijo -de ma- metida a la forma histórica -discutible, por otra parte- con la que fue acuña- ; j
nera tal que la madre ha anulado todo goce sexual en un deseo de da en su época, sino liberada en su universalidad constitutiva de la instan-
hijo que si no le puede brindar el placer orgàsmico al menos le pue- cia moral y puesta a circular en aras no sólo de evitar el bochorno de quedar I j
de permitir la completud de la cual la castración la priva... ¿No hay ligado a lo más reaccionario del siglo XX sino también de evitar sus conse-
un retorno acá de la teoría sexual infantil de una madre asexuada cuencias en la clínica. '
que renuncia a todo goce genital por la completud narcisista que el
hijo ofrece? Parecería que, al límite, la función del padre no es Hasta acá nuestro primer punto. Lo cual nos permite desarrollar
arrancar a la madre de su situación recuperadamente virginal y, co- el segundo aspecto: las consecuencias clínicas de la homologación
mo efecto de ello, en una mezcla extraña de amor al hijo y rivalidad entre ley y padre.
impedirle que se apropie del niño. El padre ha devenido Espíritu Sabemos que no es sino efecto de una vulgarización de una teoría
Santo, no ya hombre... cuyas complejidades y riquezas no podemos desconocer el hecho
Es indudable que la prohibición de intercambio de goce entre el que los analistas, y en particular los analistas que ejercen su práctica
niño y el adulto toma en Lacan este sesgo que culmina en la deno- con niños, hayan llegado a esta superposición de graves consecuen-
minación de "Nombre del Padre", como efecto del modo con el cual cias en la práctica que consiste en confundir al padre real con la fun-
se ejerce tal interceptación, tal implementación de la ley edipica, en ción paterna. Hemos visto madres debatirse en su deseo de desatra-
cierta época de cierta sociedad: j e trata de la familia patriarcal bur- par al hijo de la posesividad de un padre perverso o de la crueldad
guesa de Occidente, El afán universalista comenzado por Levi de un padre rivalizante, a partir de considerar que todo gesto que
Strauss y retomado por Lacan naufraga acá por la subordinación fi- implique este movimiento de enfrentamiento con el hombre da
losóficamente hegeliana y políticamente colonial con la cual se con- cuenta de su falicismo o de su imposibilidad de tolerar una ley que
sidera, desde el etnocentrismo que toma a la Francia de las Luces co- las atraviese. Estos enunciados paralizantes o acusatorios, producidos
mo la culminación de la Historia de la Humanidad, modelo univer- en algunos casos por el conocimiento del psicoanálisis o en otros por
sal de lo humano. Se podría llamar, en otras épocas históricas, o den- la intervención ejercida en el marco de una consulta, han tenido co-
tro de otros ordenamientos ideológico-representacionales, y con el mo efecto, paradójicamente, la inducción a un sometimiento que no
mismo grado de arbitrariedad, a la ley que descaptura al niño del opera sino, precisamente, como anulación de toda ley que pretenda
adulto y lo lanza a la circulación "metáfora del Jefe Tribal", o inclu- poner coto al deseo de alguien que ejerce arbitrariamente el anuda-
so, "Enunciado de la Amazona Mayor"; en estos casos, claramente, el miento del hijo a su propio goce.
tercero es legislante, y si se adujera que la función del padre es dife- El malentendido parte de concebir a la madre como sujeto del de-
rente en razón de que el niño proviene del cuerpo de la madre y es seo narcisista y al padre como puro sujeto de la ley, dejando afuera
ésta la que podría reintegrar su producto, la respuesta sería rápida y el inconciente parental, la presencia en el adulto hombre o mujer de

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deseos incestuosos, mortíferos, de rivalidades cruzadas y homosexua- propuesta alternativa se ven convocados a afirmar que es así, que lo
lidades encubiertas, sometimientos masoquistas o intentos de domi- que necesita la Patria es un padre fuerte.
nio sádico, en fin... todo lo que sabemos que los seres humanos Es acá donde la implicación subjetiva y la ley se articulan para vol-
guardan sea en lo más recóndito de sí mismos -como hubiera afirma- ver a poner en escena el imperativo kantiano J J n contrato nuevo, un
do Freud- o en superficie. Más de treinta años de ejercicio de una nuevo modo de recomponer la sociedad, no puede producirse sólo
práctica atravesada por un estructuralismo raso han dejado en noso- sobre la base d e j a confianza en la Ley sino a partir de la resignifica-
tros ya suficiente experiencia para saber que detrás de la queja por ción que cada sujeto tiene de su relación al otro, de la recomposición
la no puesta de límites a un niño bien puede anidar la envidia hacia del campo del semejante. En esto el psicoanálisis debe volver a la
una madre o un padre generosos, la desconfianza por la circulación cuestión de base: su función no consiste en definir el origen de la
exogámica de una hija o el horror por el crecimiento de un hijo que norma, sino el impacto subjetivo de là misma. Y si la ley de prohibi-
quiere elegir su propio camino y ejercer su sexualidad genital, e in- ción dei incesto está en la base misma de la moral, es porque en ella
cluso el temor a la homosexualidad que retorna en un padre cuyo hi- se juega algo del orden de la renuncia, por amor, a la captura del
jo se niega a una iniciación precoz con el cuerpo alquilado de una otro indefenso, del otro sometido, del otro dependiente, de la rup-
mujer, e incluso la increpación a la madre de que su negativa a asu- tura del circuito que apropia al más débil en el goce de quien posee
mir la complicidad en tal situación esconde un deseo de castrar al hi- el poder y el saber, y tiene, en esta asimetría que constituye la premi-
j o o de evitar, por celos, que conozca a una mujer que la desplace. sa misma de la humanización, la responsabilidad de transformar es-
En este caso la supuesta ley del padre es, evidentemente, coartada. te poder y saber en condición de vida del otro. 3
Y sin embargo, no ha sido fácil para los analistas de niños sustraerse Si el conocimiento del origen de la moral es del orden de la filoso-
a la fascinación ejercida por una mezcla de estructuralismo y pater- fía de la ética, de la antropología, de la ciencia política, y en él nos
nalismo que en nuestra sociedad argentina toma formas autoritarias apoyamos para comprender los universales que rigen la vida huma-
y demoledoras de toda legalidad. Es acá donde autoridad y ley deben ser na, es indudable que nuestra práctica se determina por las formas
clararmntj^d^ que no se ejerce con claridad sufi- con las cuales estas leyes quedan inscriptas, por los niveles de conìlic-
ciente y que toma ribetes inmorales cuando se enuncia, en las condi- to que producen en el sujeto y por el sufrimiento moral que las re-
ciones que nos toca vivir, que es la ausencia de padre la responsable nuncias a sus propios deseos le imponen. Pero no podemos dejar de
de los niveles de corrupción e inmoralidad que nos atraviesa, que es tener en cuenta que en este momento de nuestra historia, una de las
la ausencia de padre lo que está en la base misma de la delincuencia 'mayores fuentes de sufrimiento no radica en la cuota que cada suje-
juvenil e infantil, que es la falta de padre lo que produce los niveles to paga por incluirse en la comunidad humana, tal como lo definie-
de desintegración de la sociedad argentina. ra Freud en El malestar en la cultura, sino por la disparidad con la cual
Y lo que en ciertos casos es enunciado que se sostiene en la com- el goce de algunos impone un sufrimiento mayor a otros. Si la renun-
plejidad de una propuesta que formula que la ley del padre no pue- cia aí goce no estuviera atravesada por este nivel de sufrimiento, no
de concebirse sino como sujetamiento del padre mismo a una ley de nos sentiríamos convocados, aquellos que aún creemos en la recom-
la cual es portador pero no amo, en otros la convocatoria al padre to- pensa del superyo, a devenir moralistas en el sentido retomado ante-
ma el carácter de lo concreto, y se coloca la causalidad en la falta de riormente. Porque de lo que se trata es, en última instancia, no sólo
autoridad apelando al ejercicio de una arbitrariedad que no es sino del reconocimiento del otro por el accionar en función del bien co-
perversión de la ley y ejercicio despótico del poder. 2 De todos mo- mún como fuente mayor de satisfacción en la integración social, ni
dos, el mensaje llega a la comunidad en los términos que puede ser tampoco de la aprobación solitaria de la instancia heredada que,
escuchado, produciendo en algunos casos el desprecio de los secto- afortunadamente, sobrevive en la intimidad del encuentro con el
res más lúcidos y en otros la adhesión de quienes atravesados por el otro originario, sino de crear las condiciones de una legalidad que
pensamiento mágico y la nostalgia del orden aniquilante de toda nos permita, como sujetos, convocarnos en esa articulación que ga-
42 43
m?K
rantice nuestra pertenencia a lo que de un modo tal vez un tanto CAPÍTULO V I I
anacrónico para las circunstancias pero válido a lo largo de la histo-
ria, seguimos considerando como del orden de la ética que nos sos-
tiene en el respeto por la condición humana.

TIEMPOS DIFÍCILES
LA IDENTIFICACIÓN EN LA ADOLESCENCIA

Qué resta de la adolescencia como período en el cual ya han cul-


minado las tareás de la infancia y se abre un i n t e r v a r o l ^ m Talidul-
tez, constituye un interrogante no sólo retórico o de interés socioló-
gico. La posibilidad de esbozar una respuesta se abre hacia la explo-
ración de las condiciones con las cuales abordar la problemática de
la identidad y de la perspectiva futura en esta sociedad que no sólo
se despliega hoy ante nosotros sino que nos envuelve y nos atraviesa,
en razón de que la dureza de los tiempos no ofrece la calma necesa-
ria para que nuestra distancia los capture desde afuera, sin que ello
implique, necesariamente, que la objetividad se pierda por este atra-
vesamiento. Y me atrevería incluso a decir que, en tiempos de ester-
tor histórico, cuando grandes sufrimientos atrapan la cotidianeidad
* Es curioso este asesinato atribuido a quien tuviera a cargo dar la ley de Dios al pueblo de los actores, no es posible objetividad sin implicación, y el entomó-
judío. U n a vez más, parecería que es imposible otorgar la ley sin haber pasado u n o mis-
logo psicoanalítico o social corre el riesgo de perderse en su especu-
m o por el pecado, aún cuando esta ley sea posterior al mismo, ya que Moisés puede ser
enjuiciado por la ley egipcia sin que exista aún la prohibición divina.
lación si la distancia que genera respecto al objeto es de tal tipo que
la realidad se torne borrosa.
^ Curiosamente surgen voces del ambiente psicoanalítico que plantean que la delincuen- En razón de ello es que no hablaré del estallido de la perspectiva
cia infantil es efecto de la ausencia de padre -apelando nuevamente al viejo argumento identificante de la adolescencia en Samoa, ni tampoco en París o
de la desintegración familiar c o m o origen de todos los males infantiles-, dejando de lado
que esta ausencia misma es efecto de la descomposición de la sociedad argentina, y elu-
Nueva York, no aludiré a ningún tipo de globalización que declame
diendo el h e c h o de que lo que sobra en las villas y sectores marginales son policías co- de manera abstracta sobre la sociedad arrojada a la era del vacío, si-
rruptos que ejercen su autoridad y operan allí c o m o padres tiránicos que organizan gru- no que me abocaré simplemente a entrelazar algunas categorías ge-
pos de niños que son aniquilados diariamente desde el punto de vista civil y biológico. nerales respecto al concepto de identificación y a la noción de ado-
lescencia, con los efectos que las condiciones históricas de esta re-
^ Esto permite comprender por qué la ley debe ser profundamente severa con quienes
gión del mundo imponen para su constitución.
debiendo ejercer la función de maestros, guías o protectores morales o físicos de los ni-
ños, hacen usufructo de ella al servicio de su propio placer. Pero n o deja, por otra parte, Conocemos la adolescencia como categoría que alude, desde el
de marcar que las relaciones de asimetría implican una responsabilidad y una obligación
para los poderosos, y que su n o asunción es del orden de la inmoralidad aun cuando se 'Tiempos difíciles. La identificación en la adolescencia", Bleichmar, S., revista Encru-
escude en el Derecho Internacional o Civil de un país. cijadas, UBA, A ñ o 2, N B 15, Buenos Aires, Enero de 2002.

44 45
mr
punto de vista del proceso de constitución psíquica, al tiempo en el sexual, cuyo estallido implicaba un enfrentamiento -lo cual es siem-
cual se despliegan los modos de definición que llevan a la asunción pre, en última instancia, del orden del enlace-, actualmente las pau-
más o menos estable de la identidad sexual y i la recomposición - de tas de las generaciones anteriores no interesan, ni siquiera como
las formas de la identificación, las cuales se desanudan de aquellas frente de oposición, y se genera una nueva asimetría, en este caso
propuestas originarias que marcaron las líneas que articulan las rela- sincrónica^ entre esas figuras mediáticas cuyo ascendiente forma opi-
ciones constitutivas enlazadas a los adultos significativos de^la prime- nión y quienes deben acceder a la identificación sexual estable. De
ra infancia -que cada vez más debemos ser cuidadosos de no diluir ahí también la importancia de los reality shows, que constituyen un
en la de progenitores- para abrirse a modelos intergeneracionales o modo de ensayo virtual pero no ficcional -al menos en el imaginario
de recomposición de los ideales en un proceso simbólico más desen- colectivo- en cuya discusión se enfrascan los adolescentes y jóvenes
carnado de los vínculos primarios. barajando opciones y posibilidades, proyectando y asimilando mo-
Desde esta perspectiva, la adolescencia es un tiempo abierto a la dos de respuesta ante las tareas propuestas, las cuales siempre se de-
resignificación y a la producción de dos tipos de procesos de recom- finen por el modo de resolución de los conflictos intersubjetivos.
posición psíquica: aquellos que determinan los modos de concre- Respecto a aquello que atañe a la desconstrucción de significacio-
ción de las tareas vinculadas a la sexualidad, por una parte, y los que nes y a la recomposición de valores -vale decir, a la asunción metabó-
remiten a la desconstrucción de las propuestas originarias y a la re- lica de enunciados que fueron aceptados o rechazados en la infancia
formulación de ideales que luego encontrarán destino en la juven- por su proveniencia del adulto''significativo:je, presenta con mayor
tud temprana y en la adultez definitiva. complejidad que en otras épocas, en razón de que la historia misma
Respecto a las tareas vinculadas a la sexualidad, es indudable que ha devastado significaciones operantes hasta hace pocos años, y las
hay cambios, y que la dirección no se avizora aún si bien algunas generaciones que tienen a su cargo el completamiento de la crianza
transformaciones son evidentes. Por una parte -me limitaré a Occi- de quienes vendrán a relevarlos en el proceso reproductivo y social
dente y a aquellos sectores que atravesaron la modernidad- han cam- se ven despojadas ya ño de certezas sino de propuestas mínimas a
biado las pautas de iniciación sexual. Al eclipsarse la reificación de la ofrecer.
virginidad, mientras las niñas se encaminan alegremente a sus pri- Esto es evidente, en primer plano, en lo que hace a la familia y a
meras relaciones, que consideran un rito iniciático de la femineidad, la elección de profesión. Las significaciones que estructuran repre-
los varones se confrontan a la exigencia de masculinidad y potencia, sentaciones del mundo en el cual se designan los fines de la acción
lo cual transforma esta iniciación en un examen que garantiza a tra- se muestran hoy ineficaces para enfrentar, al menos, el futuro inme-
vés del desempeño sus posibilidades futuras y corrobora la identi- diato. La inestabilidad de la sociedad argentina, atravesada por acon-
dad. tecimientos históricos aún no metabolizados y cuyo movimiento no
Habiendo dejado la familia de ser el lugar de impartición privile- garantiza que se encuentre en tránsito hacia lugar previsible alguno,
giado de información en razón de que los medios han tomado a su no puede homogéneamente determinar el marco representacional
cargo esta función, y habiendo quedado el semejante en función de en el cual se inserten las generaciones que atraviesan hoy este tránsi-
mediador y metabolizador de información y ya no como fuente de to entre la infancia y la juventud. Lo^procesos de desidentificación
proveniencia de la misma,? los modelos identificatorios de la sexuali- de los adultos, obligados radicalmente a reposicionarse cotidiana-
dad no circulan alrededor ele las figuras del entorno inmediato sino mente para seguir garantizando su inserción en la cadena producti-
de personajes virtuales que han devenido familiares, al punto de que va -si no en el proceso social en su conjunto- constituyen tal vez uno
su destino y modos de operar forman parte del entretejido cotidiano de los obstáculos mayores para la elaboración de propuestas que no
y se convierten en opciones de cotejo intra-generacional. (Tejen a los adolescentes y jóvenes tempranos librados a la anomia.
La identificación sexuada a la generación anterior estalla, y a di- He marcado en otras ocasiones la diferencia existente entre los
ferencia de lo que ocurrió en los años '60 con la llamada liberación procesos de autoconservación y de autopreservación que constitu-

47
yen dos ejes de la problemática de la subjetividad. Siendo el yo un re- conservativo, inmediato cuando temen que anden por la calle por-
siduo identificatorio que toma a su cargo y metaforiza en un conjun- que les pueden robar o matar, o porque pueden matarse con una
to representacional la totalidad del organismo, su masa ideativa se moto o un coche, o porque pueden quedar librados a situaciones im-
ordena alrededor de dos ejes: aquella que tiene que ver c o n j a con- pensadas de desprotección extrema._Y.a.lo..autoconservativo media-
servación de la vida y realiza las tareas necesarias para ello, y la que t a cuando se les plantea que todo el sentido de su vida actual está
se determina como preservación de la identidad, como conjunto de regido por la necesidad de no caer de la cadena productiva en el fu-
enunciados que articulan el ser del sujeto, y no sólo su existencia, turo: que se diviertan lo que puedan, pero que al mismo tiempo se
apelando a una cierta fórmula filosófica expandida. En tiempos de garanticen que sobrevivirán económicamente. Despojado el estudio
estabilidad ambas coinciden, y se puede preservar la existencia sin de todo valor simbólico, es propuesto, en las representaciones domi-
por ello dejar de ser quien se es, vale decir sin dejar de sostener el nantes de la sociedad, como medio de acceder a posibilidades de su-
conjunto de enunciados que permiten que uno se reconozca identi- pervivencia. Y si el robo no es propiciado como una salida posible,
tariamenté: se puede ser solidario y tener trabajo, sobrevivir sin por ello no es sólo por los restos morales que la sociedad aún conserva,
ello destruir a nadie, ser generoso sin sucumbir a la miseria... Pero sino por la inviabilidad de un ejercicio exitoso del mismo sin acceso
en épocas históricas particularmente desmantelantes, ambos ejes en- al poder económico o político.
tran en contradicción, y la supervivencia biológica se contrapone a El aceleramiento en la pubertad de tareas vinculadas a la adoles-
la vida psíquica, representacional, obligando a optar entre sobrevivir cencia, y en la adolescencia de propuestas que deberían ser patrimo-
a costa de dejar de ser o seguir siendo quien se es a costa de la vida nio de los jóvenes, no es sino el efecto de la angustia que rige al con-
biológica. No es necesario un exceso de esfuerzo intelectual para en- junto, del temor a que los goces no alcanzados en el presente ya no
contrar ejemplos: las guerras, los campos de concentración, las situa- tengan lugar en el futuro, y sería de un moralismo vaciado de conte-
ciones de miseria extrema, todos ellos ponen de manifiesto que am- nido histórico acusar a nuestra sociedad de dejarse ganar por la fal-
bos sistemas pueden entrar en contradicción y dejar al sujeto iner- ta de valores y el vacío con el cual algunos teóricos del Primer Mun-
me. do cualifican los fenómenos que observan, porque aquello que los
La crisis identitaria de la sociedad argentina pone hoy de manifies- determina en uno y otro caso responde a causas diversas y se rige por
to que esta contradicción acecha, al menos en sus bordes, al conjun- motivaciones de otro orden.
to. La reducción de quienes se ven lanzados al mercado laboral a la ¿Se puede realmente proponer, sin embargo, que estamos ante un |
inmediatez en la búsqueda de trabeyo o a la conservación del mismo, proceso en el cual los adolescentes se ven sometidos, en virtud de las f
atrapados en el sostenimiento de lo insatisfactorio y, paradójicamen- condiciones imperantes para los adultos a la ausencia de un univer-J
te, con temor a perderlo, ni los hermanos mayores ni los padres de so identificatorio posible? No parece haber racionalidad que pueda
los adolescentes se ven hoy provistos de herramientas para propiciar realmente sostener un enunciado de este tipo. Las instituciones me-
modelos que les den garantías futuras. La temporalidad ha quedado diadoras de la identificación han variado, y de ellas depende la posi-
subsumida en esta inmediatez, y en ese marco el desmantelamiento bilidad de recomposición de procesos identificatorios que den ga-
de las propuestas identificatorias cobra una relevancia mayor. rantía para parar la desintegración que amenaza a la sociedad argen-
El proceso de desidentificación se ve agravado por el hecho de tina.
que el país se ha convertido en un lugar transitorio para los jóvenes Es notable que, carentes de grandes propuestas compartidas, sigan
que aún piensan en un futuro posible, y en un espacio sin sentido pa- operando sin embargo microgrupos que rearticulan modos de cohe-
ra quienes tienen vedado incluso esa perspectiva. Pero tal vez el sig- sión y de re-identificación para los adolescentes y jóvenes e incluso
no más notable del vacío representacional en el se para los adultos. Pese a lo cual no se vislumbran aún grandes proyec-
los adolescentes radique en que el discurso parental se ha ido desli- tos capaces de articular una reidentificación de conjunto de la socie-
zando, inevitablemente, hacia el plano autoconservatiyo.;„a-lo- auto-< - dad, la cual sólo se identifica en el sufrimiento actual compartido.

49
Siendo milagroso que aún se conserven, luego de traumatismos rei- profunda que nos permita saber quiénes somos, sin una asimilación
terados 1 y desilusiones innumerables, rasgos de solidaridad y espíri- fácil de las aporías e impasses a las cuales fuimos conducidos, con las
tu de recomposición que aún cuando no cuajen en grandes propues- dosis de verdad con las cuales lo más lúcido del siglo XX se identificó.
tas de esperanza conservan resquicios por los cuales los tres pilares
de la identificación que constituyen las representaciones, los fines
compartidos y los afectos ligadores todavía persistan. Es allí donde
los restos de un país solidario que se define por la producción de bie-
nes simbólicos sigue emergiendo en los intersticios; y en estos inters-
ticios es donde se insertan las posibilidades identificatorias de los
adolescentes. Desde los movimientos de rescate específico de su his-
toria -en la cual La Noche de los Lápices ha ocupado un lugar definiti-
vo como símbolo de una generación que trasciende- hasta la partici-
pación ya no como adolescentes que se permiten una moratoria si-
no fundidos en una masa que abarca varias generaciones en razón de
que el trabajo o su carencia homogeiniza más allá de las particiones
que la ley de educación obligatoria impone. Sin dejar de lado que las
formas espontáneas de recomposición de la marginalidad en la cual
las identificaciones recíprocas se proponen por la generación de có-
digos intra-estamento, que intentan liberar el robo concebido como
trabajo de la tutela perversa de los adultos que hacen usufructo del
mismo.
Y todo ello intentando producir, pese a todo, la recomposición de
grandes espacios compartidos, recitales en los cuales las palabras de
la música que escuchan suplantan al discurso político de antaño, no
menos productoras de sentido que aquellas que agitaron a otras ge-
neraciones, aún cuando no puedan convertirse por ahora en pro-
puesta transformadora limitándose así a la protesta identificatoria
que les hace sentir, por un momento, que participan en un todo que
los ensambla y los libera del riesgo desintegrador.
Los requisitos de una re-identificación humanizante tienen enton-
ces algunas puntas cíesde las cuales sostenerse, y ello desde un proce-
so de identificación recíproca del conjunto, ya que no hay condicio-
nes para proponer uña perspectiva identificatoria a los adolescentes
si no se recomponen las grandes líneas de la identidad que se j?en 1
El incendio producido en la discoteca República de Cromagnon la noche del 30 de
fracturadas en este momento de la historia en los adultos mismos.
diciembre de 2004, en el cual se produjo la trágica muerte de ciento noventa y dos jóve-
Identidad que no puede articularse sino en el continuo de una recu- nes y niños, ha dado, a posteriori, una prueba más de estas líneas: se puso en evidencia
peración histórica de los enunciados que más allá de sus fallas y de- en este h e c h o tanto la desprotección homicida a la cual están expuestos los adolescentes
rrotas, formaron a varias generaciones de cuyo capital simbólico aún c o m o su espíritu solidario y sijjranhelos de justicia de manera ejemplar para el conjunto
se alimenta el país, y al cual no debemos renunciar sin una revisión de la sociedad.

50 <* 51
Tf

CAPÍTULO V I I I

LAS FORMAS DE LA REALIDAD*

Lamento no poder ahorrarle al lector habituado a textos de mayor


fluidez la aridez de un conjunto de enunciados cuya única virtud -si
la tiene- consiste en ofrecer una guía para un debate posible. La
complejidad del tema: definirJa relación, del sujeto ,psíquica con la_
realidad para abordar a partir de ello los cambios en la subjetividad,
obliga a que este ordenamiento sea expuesto al modo de tesis de tra-
bajo; la urgencia de los tiempos generando la paradoja, imponiéndo-
nos un ejercicio de creatividad y rigor, de audacia y precaución, de
preservación del conocimiento acumulado y de honestidad para des-
prendernos de los enunciados absurda e irracionalmente conserva-
dos que operan como tejido necrosado en el organismo vivo que
puede constituir nuestro pensamiento.
Un doble entrecruzamiento, de inicio, para definir el campo con-
ceptual operatorio y ordenar los ejes de una aproximación posible.
Primera línea de articulación, atinente al debate intrateórico: Bajo
qué forma y en qué circunstancias la. realidad-exterior, cuando se
txjansforjnan ciertas condiciones habituales de vida, afecta el funcio-
namiento psíquico. Como cuestión conexa: sobre qué instancias se
produce su impacto y cuáles son sus consecuencias en los sistemas re-
presentacionales y en el funcionamiento tópíco del sujeto. Segunda
línea de articulación: Qué condiciones han variado, históricamente,
en la Argentina, para que podamos plantearnos modificaciones tem-
porarias o permanentes en los modos de ejercicio de la subjetívidadf,
y de qué forma se refleja esto en nuestra práctica específica.

* "Las formas de la realidad", Bleichmar, S., revista Topía, A ñ o XII, N a 35, Buenos Aires,
Agosto/Octubre de 2002.

53
mr
Primera cuestión, entonces, la conexión con la realidad exterior. ción de la relación al mundo por parte del sujeto psíquico: en esta
Se trata de tomar partido y de ejercer un movimiento superador de _que_ej e£ce el o tro humano, atravesado por sus deseos y
las opciones establecidas hasta la actualidad, superación que lamen- prohibiciones, se define la transmisión de^rgjgresentaciones que
tablemente no implica síntesis, sino pérdida y neocreación. Para constituye, en un todo, al yo como masa ideaüva. en la cual se define
ello, ubicar la realidad exterior no como campo homogéneo, sino en la representación que tiea^j^tjftto^ ri^sUpisHio, ideológicamente
toda su complejidad y diversidad. Realidad exterior, en primer lugar, instituida: ser lindo, feo, rico, pobre, blanco, negro... no regido esto
tal como fuera definida de modo casi rudimentario por el Freud del por cualidades morales que remiten al superyo sino por formas de
Proyecto, cuando alude a procesos continuos que ejercen constantes clasificación valorativa de lo dado, no como emblemas-meta, ni en el
estímulos discontinuos para el aparato anímico. Pero realidad exte- registro de la culpabilidad, sino de la propia autoestima y del regis-
rior que no sólo incide sino que constituye, en razón de que introdu- tro del otro.
ce deInodo permanènte desequilibrios que obligan a un trabajo de Más allá de ello, la realidad material del mundo cuyos efectos su-
irgazón y evacuación7complejizando las funciones y constituyéndose fre el sujeto psíquico sin cobrar aún conciencia de la existencia de su
en motor del crecimiento psíquico. De esta realidad exterior, dos son especificidad -la radiación, por ejemplo, antes de su descubrimiento,
los órdenes privilegiados: el cuerpo y el otro humano, ambos gene- o el inconciente, produciendo síntomas antes de que Freud le diera
rando las condiciones que propiciajíTIa emergencia de toda repre- categoría de objeto no sólo teórico sino del mundo exterior al cam-
sentación, de todo pensamiento 1 . Realidad exterior, por otra parte, po del pensamientoCRealidad) cuya materialidad no radica en su sus-
que no es constituida como campo representacional de homogénea tancia sino en su existencia independiente del conocimiento, con-
ajenidad en razón de que no existe aún un sujeto posicionado en el ciencia y voluntad de los hombres. Yes en este sentido que el incon-
adentro. ciente es del orden de una materialidad no reductible al cerebro,
Realidad exterior que opera desdoblada bajo dos modos una vez constituyendo un objeto perteneciente al campo de j o real anteTHe
constituido el sujeto psíquico: por un lado, como realidad significa^ que el sujeto pueda aprehender con el lenguaje tanto sus efectos co-
da o significable -en términos de Castoriadis: instituible-, capturada mo su sentido, y perteneciendo en este campo de lo real ya que su
por el lenguaje y -esto lo consideramos fundamental- no sólo por el conocimiento no agota su existencia.
lenguaje como código organizador sino por los discursos significan- Definir entonces la relación del aparato psíquico con la realidad,
tes que le dan forma y la transforman en instituyeme; y por otro, la o el impacto de la realidad en la subjetividad, obliga a reconocer di-
realidad no significada, no capturable, exterior no sólo a la subjetivi- versos tipos de realidad y a ubicar su incidencia, su impacto, en los
dad sino a los modos con los cuales el discurso socialmente produci- diversos tiempos y modos de funcionar del sujeto psíquico.3
do 2 permite su captura, pero que ejerce, sin embargo, impacto trau-
mático en el borde mismo de lo significado. En este sentido, el inten- 1.- Relación del inconciente con Irrealidad; en los orígenes, como
to triàdico de Lacan, que permite salir de la bipartición sujeto-obje- productiva, a partir de ese modo tan particular de ensamblaje entre
to y redefinir el campo de la realidad en la franja que articula el len- la realidad exterior del cuerpo y la del otro humano, que con su ope-
guaje y la mirada, o la intersección entre el registro de lo simbólico ratoria en la resolución de la necesidad genera las condiciones del
y el de lo imaginario, abre una vía importante pero no resuelve la plus de placer que da origen al campo representacional. En el suje-
cuestión. A la oposición lengua-habla con la cual Saussure categori- to constituido, se trata de un real no constituido, del impacto de lo
za la relación código/ejercicio del lenguaje, le introduce el concep- real que ingresa de manera descompuesta, desarticulada, tal como lo
to "discursp" que implica la presencia de los modos coagulados sig- muestra el modelo del capítulo VII de La interpretación de los sueños,
nificados al sujeto d e j a presencia lenguajera del otro humano. Es en en el cual el polo perceptivo no alude a la percepción organizada si-
este lugar que debemos introducir, por nuestra parte, el discurso ins- no al ingreso de lo real metabólicamente inscripto y rearticulado en
tituido socialmente como instituyente de las formas de representa- sistemas que se caracterizan por oponer huella mnémica y significa-
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54
ción discursiva de representaciones-palabra. El inconcientesufre, en- j a categoría yo no recubre al preconciente freudiano: ambos se su-
tonces, embate de la realidad exterior, pero no como realidad signi- perponen sin recubrirse, y entran en relaciones__com¿lejas. El pre-
ficada sino como realidad constituyente de los sistemas de represen- jconciente se. define por la presencia, de la lógica -n^aciónjietopora-
taciones y de la invasión y destino de cantidades, vale decir de mo- lidad, tercero excluido: y del lenguaje .en. ta^tQ articulado por el có-
ciones de afecto, con i n c i d e n c i a en las series placer-displacer. El in- digo; el yo constituye, por su parte, una m a s ^
conciente está abierto a lo real, pero no a la realidad significada, en "juegan posiciones libidinales y modos de ardculación de la identidad
virtud de lo cual todo lo que es del orden externo al aparato ingre- .yja.defensa,. 4 .Si el preconciente provee las herramientas de conociV
só por dos polos al mismo tiempo: desarticulado del lado del incon; miento., del mundo el yo inviste" ese mundo para *^üelüi^r"éI'cleseo
ciente, pero produciendo movimientos de investimiento que gene- de su conocimiento, así como puede operar como forma misma de-
ran cambios en la cualidad afectiva de lo inscripto, de modo tal que fensiva del desconocimiento respecto al inconciente, u obstaculizar
le da "sentido" a lo que ingresa sin que ello implique "significarlo*, y ía relación con el conocimiento a partir de sus propios enclaves nar-
del lado del llamado polo perceptivo, que en realidad podríamos" cisistas o de la generación de angustia que le produce ese conoci-
considerar como organización discursivo-significante, interpretante miento.
del mundo exterior. En segundo lugar, al haber establecido en el interior del yo una dife-
2.- Relación del yo con la realidad: he aquí uno de los puntos más dé- renciación que implica que éste toma a cargo tanto la autopreserva-
biles de los enunciados freudianos, que quedan circunscriptos a un ción como la autoconservación del sujeto, estos dos aspectos conlle-
dualismo en el cual sujeto-objeto se enfrentan bajo modos de la teo- van una relación con la realidad que articula toda la relación social
ría clásica del conocimiento. El psicoanálisis, por otra parte, no pre- al mundo en sentido estricto: amorosa y política -entendiendo por
tende desde sus comienzos construir una teoría de las relaciones del político, en este caso, los modos pautados con las"cuales las relacio-
sujeto "con la realidad" sino con esa realidad particular que constitu- nes sociales ejercitan la pautación del deseo y el acceso a los bienes
yen los objetos libidinales -sexuales y de amor, de las pulsiones y del que permiten si no su realización al menos la resolución de sus deri-
yo. Sin embargo, aparece constantemente, y no sólo por afán de do- vados.
minio sobre todos los campos de incidencia de la subjetividad sino Estos dos ejes: autogreservación y autoconservación constituyeri_el
por desprendimiento necesario de sus propias formulaciones, el punto nodal con el cual se articulan los procesos mediante los cua-
avance sobre una teoría de la relación del sujeto con el mundo en les la realidad instituye o destituye formas de la subjetividad. Es so-
general, teoría articulada -y esto constituye su novedad- por líneas bre este punto que volveremos luego para marcar las formas coalas,
que no son del orden de la autoconservación biológica sino por lí- cuales se juegan hoy los procesos de des-subjetivización y re-subjetivi-
neas libidinales, representacionales de algo que viene, precisamente, zación en la Sociedad Argentina. ~
a enfrentar, en principio, la autoconservación y luego a vicariarla.
Por nuestra parte, y éste es el aspecto central que creemos necesario 3.- Respecto del superyo: la realidad que lo instituye es indudable-
desarrollar, es acá donde se define lo fundamental de la relación del mente exterior al sujeto, discursiva e inscripta bajo modos coagula-
sujeto a la llamada realidad-social, siempre y cuando podamos aban- dos. Como dice Laplanche, sus enunciados estando constituidos por
donar todo lastre teórico que considere al yo como el lugar de cono- imperativos de proveniencia exógena -heterónoma- que eí sujeto
cimiento de la realidad y al inconciente como infiltrando de fantasía considera autónoma, provenientes de sí mismo. Son estos rasgos lo
a un yo percepción-conciencia que supuestamente se relacionaría de que le dan el carácter de atemporal e impersonal: "No se hace, no sg
modo directo con el objeto si no mediara la presencia contaminan- piensa", porque decirlo o pensarlo puede acarrear daños terribles
te de la misma. para sí mismo o para el objeto amado, lo cual merece el castigo más
Respecto al yo, dos necesarias diferenciaciones para abordar la rela- terrible. La dureza del castigo generada a dos vías: por el desconoci-
ción con la realidad o la constitución de la realidad. En primer lugar, miento del sujeto respecto a su propio deseo -en razón de que eso no

56 57
se piensa-y por el carácter no hipotético sino categórico del castigo. to en un agujero, aún cuando no se reciba el sol necesario para sin-
En este sentido el superyo kifre los efectos de una realidad exterior tetizar las vitaminas, o se puede morir para obtener un objeto que no
a él que lo constituye, se articula con la realidad psíquica del incon- define la autoconservación biológica.
ciente, pero no tiene relación con la realidad exterior al aparato, y X a autopreservación, s por su parte, remite a los aspectos identita-
en virtud de ello es posiblemente la instancia más ajena al embate de rios del yo: lo que se es -a diferencia, del ideal, que se articula con lo
la realidad, en virtud de lo cual transmite una legalidad que se ana- que se debe llegar a ser-. Podemos suponer que los enunciados auto-
" c r d n i z a pérmanentemente a través de las generaciones operando al preservativos son más variables que los autoconservativo?, pero ca-
modo de un enclave desadaptado pero paradójicamente regulador.. brían dudas, cuando pensamos en ciertas experiencias en las cuales
'Gran parte del debate respecto a las transformaciones posibles en el la identidad ha quedado soldada al cuerpo y el sujeto muere al ser
campo ideológico circulan alrededor del derecho o no del sujeto a expulsado de su lugar de pertenencia como si cuerpo e identidad se
transgredir mandatos de base del superyo y reformular el contrato hubieran soldado. Se es hombre o mujer, católico o protestante, ar-
social acorde a sus tiempos. 5 gentino o mexicano, hijo o hermano. Se es, quiere decir que el yo
Hemos ido pasando revista, de manera espontánea, a distintos ti- queda articulado, en sus enunciados de base, a una red que determi-
pos de realidad a medida que desplegábamos las relaciones entre el na su existencia como tal, y que cuando se rompe hace entrar en
aparato psíquico y el exterior. Pero más allá del abanico posible que naufragio al conjunto del aparato y obliga a defensas extremas o con-
podríamos abrir al respecto, es indudable que la realidad que nos in- lleva desestructuraciones y restituciones que ya no retornan más a su
teresa para aproximarnos a las relaciones entre el sujeto psíquico y forma originaria.
lo que se llama "la realidad Argentina" -vale decir el conjunto, .deva- En tiempos de paz, en tiempos afortunados, la autoconservación y
riables sociales, económicas y políticas que fundan y sostienen un la autopreservación más o menos marchan juntas. Se puede ser ju-
campo representacional en el cual se despliegan angustias, temores dío y no tener que exterminar judíos para conservar la vida, se pue-
y relaciones consigo mismo y con el otro humano- remite a las for- de ser militante sin tener que trabajar para los represores para evitar
mas con las cuales el sujeto libidinal recibe el impacto de la misma. la muerte, se puede ser madre sin entregar al marido para salvar al
En primer lugar, es necesario tener en cuenta que no es la auto- hijo... La conservación de la vida y la preservación de la identidad
conservación en sí misma la que determina el sistema de representa- permiten en tiempos más o menos normales, aún con leves diferen-
ciones que producen el sufrimiento o el placer, sino su impacto re- cias, un equilibrio que sostiene la unidad psíquica, lo cual se fractu-
presentacional, ideativo. Es para ello que volveremos a los dos aspec- ra en situaciones extremas.
tos antes expuestos del yo en sus dos vertientes: lo autoconservativo La violencia sin regulación política -los múltiples modos con. los
y lo autopreservativo. cuales la sociedad desintegrada se venga de la ausencia de justicia de
Si bien merecería un desarrollo más extenso, me limitaré a enun- modo brutal y carente de mediatización hacia adelante-, la pérdida
ciar que la autoconservación no tiene representación psíquica direc- de trabajo que conlleva no sólo el riesgo autoconservativo por la ca-
ta en el ser humano, sino por el sistema de mediaciones que impli.ca rencia sino también la desconstrucción de identidades producidas a
la toma a cargo por el yo de la preservación de la vida como lugar de lo largo de generaciones, la ausencia de representación de futuro pa-
amor del otro, vale decir como lugar amoroso a ser protegido en tan- ra los niños que impone a los padres el incumplimiento de su propia
to baluarte de la vida. La angustia de muerte dando cuenta de que la promesa generacional y una expulsión de la identidad acuñada a lo
representación de la propia vida es lo que diferencia fundamental- largo del tiempo, la descomposición de las relaciones al semejante a
mente los modos con los cuales los seres humanos preservan su cuer- partir de la atomización y el aislamiento como efecto de la compe-
po biológico a partir de la continuidad temporal de la existencia, y tencia laboral en los sectores laborales ocupados, son formas con las
no de la mera extensión a la vida psíquica de la información biológi- cuales la realidad económica y "política ejerce sus efectos en la subje-
ca genéticamente acuñada. Por eso se puede preservar la vida ocul- tividad, en particular en los modos con los cuales el yo se representa

58 IM 59
2
Considerando discurso socialmente producido a aquel que en sus diversas formas es
a sí mismo y se sostiene en su función integradora no sólo a nivel del producto del trabajo social de los seres humanos, incluido en ello el discurso científico.
psiquismo individual sino social.
No es la realidad económica en sí misma, entonces, la que genera i_ Estamos empleando la expresión "sujeto psíquico" de manera amplia, para aludir a la
las formas de desmantelamiento que vemos precipitarse, sino el he- totalidad del aparato psíquico, y n o en sentido estricto: c o m o lugar de enunciado o co-
cho de que esta realidad económica incide en el psiquismo dando m o categoría gnoseológica, opuesto a objeto, entre otras opciones.
cuenta del fracaso de un proyecto individual y colectivo que genere 4
Identidad y defensa están más estrechamente unidos de lo que se supone: ser una mu-
condiciones de vida diferentes, El hambre genera desnutrición, en- jer honesta, en tiempos de Freud, implicaba defenderse de la sexualidad. Ser un hombre
fermedades de diverso tipo, resta fuerza biológica a la sociedad. La potente, en todos los tiempos, implica defenderse de la angustia de castración o de femi-
representación de pauperización con la cual miles de seres humanos nización y su representación de adultez, la impotencia.
buscan comida en bolsas de basura a las puertas de supermercados
5
vallados repletos de alimentos genera desesperación o desesperanza, ¿Cuál es el límite de "respetar padre y madre", cuando esto se extiende a toda autori-
dad? ¿Cuál es el límite del "No matarás" cuando el otro ha devenido cruel y atacante pa-
dolor o furia homicida. ra la propia vida y la de los seres amados? ¿Cuál es el límite de "No robarás", cuando los
La realidad del saqueo económico realizado por las corporaciones modos con los cuales se instituye la regulación de la riqueza se basan en el robo legaliza-
financieras en alianza con la corporación política ha dejado al país do por lo cual el robo mismo deviene una forma de restitución de la propiedad y no de
depredado de sus fondos patrimoniales, la realidad de la carencia de expropiación de la misma? En el imaginario del sujeto la tensión entre ley y derecho no
un pensamiento de respuesta, capaz de articular un proyecto de re- es tan lineal, y m u c h o m e n o s e n sociedades deterioradas y basadas e n la injusticia.

cuperación de la Nación deja a los habitantes del país en estado iner-


me, melancolizados por su propia impotencia o desesperanzados
por la ausencia de respuesta de la clase política ante sus reclamos.
La realidad de nuestros pacientes de hospital es la de una indigen-
cia material profunda. La realidad que debemos recupejrar_e.sla jde,
poder construir sistemas de representaciones que reslituyan el dere-
cho a pensar y a estructurar proyectos que no reduzcan a los seres^
humanos que constantemente el sistema expulsa hacia la marginali-
dad a sus puros cuerpos biológicos, que no limite nuestras accionas
a un asistencialismo que despoja los restos de identidad y genera la .
engañosa propuesta de una sola realidad: la de una economía sin sa-
lida en el campo Nacional, la de un cuerpo sin subjetividad en el es-
pacio de la vida humana.

1 Acá, c o m o en otros puntos de este trabajo, es necesario tener en cuenta que las cues-
tiones aparentemente cerradas guardan, sin embargo, sus propias aperturas y compleji-
dades. En este caso, y a m o d o de ejemplo, el desdoblamiento del cuerpo en las catego-
rías de erógeno y autoconservativo, y también la función re-equilibrante de lo biológico
y desequilibrante de lo libidinal, que constituye el otro humano.

60 <* 61
CAPÍTULO I X

GUÍA DE LAS PASIONES*

Con cara de furor y voz amenazante, Matías, de seis años, formuló


en medio de la sesión: 'Si no lo hacés le voy a decir a mi papá que no
vengCLinás .y te vas a quedar sin trabajo'. ¿Cómo evitar la ola de ho-
rror, de mezcla de rabia y sorpresa, humillación y ganas de expulsar-
lo del consultorio, que atravesó veloz de los oídos al cerebro del ana-
lista? El round está a punto de terminar uno a cero, y uno no se re-
cupera de la trompada asestada en medio de la mente. "Sin simpatía
no hay curación", reza el libro de Ferenczi, y el niño desvalido y en-
cantador del cual uno se ha hecho cargo se ha manifestado, de gol-
pe, como un pequeño golem del neoliberalismo. ¿Cómo volver a re-
cuperar el lugar cuando el discurso ha dado en el blanco no de una
ansiedad de supervivencia sino de una convicción acerca de la pro-
pia tarea y del descarne de una época en la cual ya no hay niños y
adultos, maestros y educandos, gobernados y gobernantes, se ha di-
luido en el interior de la categoría más general de clientes y presta-
dores? Hay que sobreponerse e interpretarle la existencia proyecta-
da de sus propios sentimientos de desvalimiento, de su propia angus-
tia ante el desconocimiento que el otro puede ejercer respecto a sus
necesidades y deseos, a la cosificación tan temida de la cual se pue-
de sentir objeto... ¿Cómo hacerlo, en caso de que sea correcta esta
interpretación, sin emplearla como contra-ataque, sin valerse de ella
para desmantelar a quien de ser humano que merece ayuda se ha
convertido en verdugo cuyo aniquilamiento temporario garantiza la
supervivencia del yo afectado?
La contratransferencia: esa activación de procesos inconcientes

"La guía de las pasiones", Bleichmar, S., revista Topía N fi 39, Buenos Aires, Diciembre
de 2003.

63
im
que el analizando provoca en el analista y que deben ser tomados en de sus motivaciones inconcientes sino bajo las formas con las cuales
cuenta no sólo para posicionarse ante el paciente sino para evaluar la cultura le brinda la argamasa social para su ejercicio. Y el analista,
cuidadosamente qué uso hacer de ella. ¿Neutraliza los propios acti- que reacciona emocionalmente a ello a partir de los modos con los
vamientos fantasmáticos todo lo posible? ¿Emplearlos para interpre- cuales su psiquismo es activado, debe ser cauteloso al respecto con la
tar el inconciente del otro? ¿Dejarse guiar por ellos considerando convicción de que deberá someter a caución toda acción antes de
que la interpretación "de inconciente a inconciente" constituye la permitirse considerarla, como se tiende a decir con excesiva ligere-
única comunicación verdadera en psicoanálisis? Si el analista hiciera za, "un acto analítico".
esto último, no como efecto de un desborde sino racionalizando su Encantadoramente histérica, otra niñita, de seis años formula, en
violencia como regla técnica, el sujeto quedaría sometido a la impul- tiempos más recientes y en el marco de una sesión en la cual se ha
sión no regulada de éste. enojado mucho conmigo, las frases más escandalosas que puedan
Sabemos que no todo analista reaccionaría, intrapsíquicamente, surgir de su boca: 'Hija de p... Con... La con... de tu madre...' Lo
del mismo modo. Un conjunto de representaciones que toman a su hace a grito pelado, pero baja la voz, como horrorizada ella misma
cargo la producción del discurso da cuenta de la intersección de un de lo que está diciendo, cuando nombra lo que considera sus insul-
sujeto determinado puntualmente en ese momento pero en cuyo tos más terribles y humillantes: 'gorda' 'tenés rollos', para proseguir
imaginario opera el discurso social en intersección con sus propias un rato más tarde a todo volumen con las frases más escabrosas ya
motivaciones y deseos narcisísticos y pulsionales. La amenaza ingre- mencionadas. Si me guiara por lo que me ocurre me reiría porque
sa entonces a partir de los modos con los cuales el analista se repre- estoy entre asombrada y divertida de la precocidad de implantación
senta su propia posición no sólo en el interior del consultorio sino del modelo narcisista que la cultura impone a la mujer, pero no pue-
en el mundo, de las formas con las cuales él mismo se representa los do hacerlo porque sería desconocer que en esas frases sobre mi cuer-
límites de su tolerancia a la prepotencia narcisista y a la crueldad del po hay un odio arrollador, morigerado sólo por el temor a ser oída
semejante, al nivel con el cual se siente involucrado por su sufrimien- diciendo algo tan espantoso, o asustada, tal vez, por lo que podría ser
to e identificado en el dolor que lo atraviesa. mi reacción.
Una niña de cinco años cuyo padre fue salvajemente asesinado por Hubo una época en la cual los analistas creían que no sólo el in-
los militares desplegó, en los años del exilio en México, su odio en el conciente era universal, sino sus contenidos, e incluso que la moral
interior del consultorio de manera tan desgarrada y desgarrante con- inscripta en el superyo era compartida, o que el yo se defendía de los
tra su madre que ambas tuvimos la sensación de asistir a una verda- mismos procesos inconcientes. Esto guardaba una dosis de verdad:
dera devastación. En medio de una crisis de furor, rígido el cuerpo y ella remite a la universalidad de la represión respecto a ciertas pau-
atravesada por la desesperación, luego de decir a los gritos en un cres- taciones relativas a las defensas contra el erotismo primario, pero en-
cendo que la patearía, la mordería, la pellizcaría, le dijo, con los ojos cierra también una enorme falsedad: la de que toda prescripción
arrasados de lágrimas y al límite de sus fuerzas, que llamaría a los mi- alude a una forma universal de consideración del sujeto respecto al
litares para que la torturasen y matasen. Sensible y dolorida por la semejante, en razón de que la moral que guía nuestras acciones tie-
pérdida de su padre cuyo cuerpo la madre había tenido que ir a re- ne ese carácter.
conocer, quería hacerle aquello que sentía que no toleraba más en Esta creencia en la universalidad de ciertos principios morales ha
su cabeza, que la partía por dentro con imágenes aterrorizantes. Y la sido una aspiración válida del humanismo psicoanalítico, pero no se
madre corrió a abrazarla mientras yo misma las miraba tensionada debe perder de vista que estos universales operan siempre y cuando
con los ojos húmedos por la escena de sufrimiento que ambas des- consideremos universo al recorte que la sociedad impone respecto a
plegaban. la noción de "semejante". Que un jerarca nazi sintiera culpa en caso
Las escenas pueden sucederse entonces de acuerdo a los modos de que sus hijos se vieran sometidos a condiciones penosas no quie-
con los cuales el sujeto se representa y representa al otro no sólo des- re decir que tuviera ese mismo sentimiento respecto a los niños en-

64 «*< 65
cerrados en los campos de concentración, lo cual se encontraba re- pulsionales o edípicas activadas, sino que es el efecto de una forma-
primido en razón de que él se defendía de sus sentimientos piado- ción mixta entre los sistemas psíquicos. Si la envidia, el erotismo, el
sos. La ideología no está del lado del yo y las verdades universales del rechazo del analista pueden ser activados por formas de despliegue
lado del inconciente, sino que es esta misma ideología la que define del paciente que bien puede parasitar su psiquismo, sabemos tam-
qué debe ser reprimido y qué no, cuando se trata de contenidos se- bién que los afectos no son ajenos a las formas de representación con
cundarios que implican formas de representación narcisista del suje- las cuales está entretejida la masa ideativo-ideológica del yo. Y así co-
to en relación a su cultura de pertenencia. Por eso los modos con los mo sería absurdo suponer que nos analizamos para defendernos del
cuales se producen las formas de la seducción o del sadismo en el in- ataque del inconciente del otro, ya que el estar realizando cotidiana-
terior de una sesión analítica son guiadas, por supuesto, por mocio- mente un trabajo en el cual las pasiones se despliegan del modo más
nes que expresan formas universales de las pasiones, pero no conte- desembozado no nos deja librados fundamentalmente al ataque del
nidos universales para darles curso. Y en esto radica la cautela con la otro humano sino a la activación de nuestro propio inconciente, no
cual el analista mismo debe explorar sus formaciones representacio- debemos descuidar que este proceso pone en juego también ansie-
nales para que no devengan justificación de su propia crueldad. dades preconcientes, formas de concebir el mundo, aspectos identi-
Suponer que la contratransferencia expresa, puntualmente, al in- tarios en riesgo en los cuales el discurso social instituyente no deja de
conciente del otro, implicaría suponer que tanto sus contenidos in- tener fuerza definitoria.
concientes como sus modos de representación, son universales. Una Es en virtud de esto que una vez definido el límite de nuestra sim-
suerte de trascendencia de los inconcientes, que guardarían las mis- patía, una vez que hemos delimitado el horizonte humanamente
mas representaciones, y de sus defensas, que tendrían el mismo ca- abarcable por nuestro deseo de hacernos cargo del alivio del sufri-
rácter. Y si bien en épocas más o menos normales, de homogeneidad miento del otro que nos implica en nuestra propia representación
ideológica, las defensas son compartidas en razón de que la sociedad del mundo, tenemos la obligación de encontrar, en la maraña com-
comparte ciertas formas morales de relacionarse, no es así en perío- pleja y desarticulante de la intersubjetividad que la realidad actual
dos de transformación o crisis, y ello obliga a un ejercicio mucho plantea, los medios de recomposición que permitan no nuestra tole-
más cauteloso de nuestras intervenciones. rancia ante la crueldad sino la posibilidad de ayudarnos y ayudar al
Que el inconciente de un hombre pueda birlar la conciencia de otro a sortear los riesgos destructivos que ella implica.
otro y operar sobre su psiquismo es indudable, porque un aparato
psíquico abierto a lo real no puede dejar de recibir impactos que no
siempre está en condiciones de cualificar y que determinan ondas de
placer y displacer, excitaciones y arrastre de representaciones que no
dejan de tener efecto sobre nuestra sensibilidad. Pero eso no impli-
ca en absoluto que lo que registramos sea calcado de lo que el otro
no puede registrar: la idea de un psiquismo "espejo invertido" del
otro debe ser puesta entre paréntesis, y sólo conservar de ella el va-
lor de recepción del impacto para permitirnos realizar la pregunta
respecto al otro, y no para formular la interpretación. La contratrans-
ferencia debe ser entonces concebida como motor de interrogación y no como
fuente de respuesta.
Se ha otorgado poca importancia, en psicoanálisis, a que la contra-
transferencia no sólo es el activamiento de fantasmas inconcientes,
de representaciones de amor y odio correspondientes a mociones

66
67
CAPÍTULO X

NUEVAS TECNOLOGÍAS,
¿NUEVOS MODOS DE LA SUBJETIVIDAD?*

Me introduzco en un aparato de realidad virtual. A través del cas-


co veo que estoy suspendida en una plataforma en medio del espa-
cio; delante mío una escalera que asciende. Comienzo a activar el bo-
tón superior de la pistola que permite que avance, las imágenes cam-
bian, me desplazo a una velocidad inadecuada, atravieso una colum-
na, luego, caigo al vacío. Mi estómago cae junto con la imagen; sien-
to vértigo. Retrocedo, giro con todo mi cuerpo. A mi izquierda una
escalera descendente, a la derecha, una columna. Un pájaro gigan-
tesco viene a buscarme, intento dispararle con el botón que mi dedo
índice aprieta. Lo hago en forma recta, es inadecuado, la trayectoria
debe ser parabólica. Me empapo de sudor y siento palpitaciones. El
pájaro me levanta y mi imagen -yo misma- se despedaza en medio del
espacio. Reaparezco en la plataforma. Giro con todo mi cuerpo y em-
piezo a avanzar lentamente, intentando no llevarme las columnas
por delante. Cuando me angustio dejo el dedo gatillando y avanzo
rápidamente, caigo al vacío y vuelvo a girar tratando de retomar apo-
yatura en el piso de la plataforma espacial.
He perdido dimensión del tiempo, pero a los tres minutos, exac-
tos, suena el final del juego. Un jovencito -remera, jeans, chicle, ari-
to- me quita el casco y descubro que estoy empapada en sudor. Me
dice: '¿Jodido, no?'. Yo, desde mi código, respondo: 'Lo toleré bas-
tante bien' -me refiero a mi angustia, palpitaciones, sensación de va-
cío, ¡sáquenme de aquí!-, me mira, condescendiente y agrega: 'Bue-
no, al pájaro no le dio'. Son dos códigos: para él la cuestión pasa por
ganar el juego, darle ál pájaro, aumentar el score.

"Nuevas tecnologías, ¿nuevos m o d o s de subjetividad?", Bleichmar, S., revista Topía, N a


10, Buenos Aires, Abril/Julio de 1994.

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Cuando desciendo, medio mareada, varios mirones están observan- queología. Los problemas de la oralidad, de la narración y de la co-
do la situación. Son gente como yo -tal vez por la hora-: un hombre municación no verbal (mediatizados o no por la electrónica) están,
de barbita con sus libros de matemáticas bajo el brazo (posiblemen- en sí y en sus conflictos y relaciones con la escritura y la argumenta-
te un físico, pienso), dos muchachos que prestan igual atención a la ción, en el centro de los procesos de construcción de sentido de
pantalla en la cual se ve el juego -desplazado de lo que yo veo por el nuestra cultura. Y esto no es ajeno al modelo cognitivo que impulsó
visor- y al mecanismo de la máquina, una mujer de cierta edad con esa modernidad, hoy en crisis y deterioro". 1
un portafolios en la mano (una profesora universitaria, o investiga- Lo narrativo ocupa en esto un lugar central. "El hombre lucha pa-
dora, supongo). Todos nos aproximamos con cierta curiosidad y res- ra poder seguir narrando, y para recordar mediante narraciones, pa-
ra no someterse a la escritura tal cual esta era o es manejada por el
peto.
Estado moderno, para ejercitar y valorar su percepción..." 2
Dos días después, Agustín, de doce años, me espeta en su sesión de
Agustín me ha preguntado, en su sesión de análisis, si "en mis tiem-
análisis: 'En losflippershay un juego. Te subís y te ponen un casco, es
pos los hermanos también pegaban". Pasa de la realidad virtual a la
como si estuvieras adentro de una plataforma'. Le pregunto -más cu-
búsqueda de la transmisión oral bajo los mismos modos que sus an-
riosidad personal que indagación de lo inconciente-: '¿Lo probaste?'
tepasados podrían haberlo hecho cuando de recuperar la historia
'Sí -responde-, le di dos veces al pájaro' 'Y, ¿qué sentiste?' -arremeto-
ancestral se trataba. No soy una anciana de la tribu, me rehúso al de-
'Nada, está rebueno...' Y vuelve a sus cosas: 'Silvia, cuando vos eras
seo intenso de sentarme junto a él y ejercer la función chamánica.
chica, ¿te pegaban tus hermanos?'
Recompongo el sentido singular, histórico, inconciente, de su pre-
¿A qué mutaciones de la subjetividad nos someten las nuevas tec- gunta. Los enigmas siguen siendo los mismos: la fratría, el nacimien-
nologías? ¿Cuáles son sus alcances? ¿Hasta dónde se expresan ya, to, la muerte...
hoy, transformaciones en los niños y adolescentes de este fin de siglo La tecnología no altera, hasta el momento, estas preocupaciones
que vivimos? de base. El nuevo cine de ciencia-ficción aborda tales cuestiones: Bla-
He escuchado a algunos nostalgiosos, apocalípticos, preconizar el de Runnefi lo muestra de manera paradigmática: en un mundo en el
fin de los modos de subjetividad que conocemos. No lo hacen de mo- cual los hombres han logrado construir humanoides imposibles de
do descriptivo, curioso, exploratorio. Se lamentan amargamente del diferenciar a simple vista, éstos se rebelan porque no aceptan ni la
fin de una historia; nuestra historia. Atacan las computadoras, los vi- discriminación ni el plazo fijado de cuatro años de vida. En los lími-
deogames, las redes informáticas... Los argumentos son, a veces, la- tes mismos de la tecnología, la vida y la muerte se plantean como los
mentables: ¿cuánto tiempo pierden los niños jugando con el family- ejes que atraviesan aún la tecno-existencia. La memoria implantada,
gamé? Siento deseos de responder: ¿Cuánto tiempo perdió nuestra vivencial, humana, abre las posibilidades de todos los sentimientos -
generación jugando a la lotería con la abuela, al balero, al estancie- incluido el amor al semejante y el dolor concomitante. En Terminator
ro -ese cartón en el cual acumulábamos tierras que nunca poseería- la alteración de los tiempos juega con el enigma de los orígenes:
mos, en un mundo que se encaminaba aceleradamente hacia el ¿puede un hombre enviado al pasado salvar a su propia madre y, en
reemplazo de la riqueza natural por la riqueza tecnológica? el ejercicio de esa tarea, engendrar a su padre?
Dejemos de lado los argumentos banales, y vayamos a las cuestio- Es indudable que estamos ante producciones de nuestro tiempo
nes centrales. ¿Cambian los modos de percepción de la realidad a que no dan cuenta del futuro real sino de los modos subjetivizados
partir de la transformación que los nuevos modos de organización con los cuales aún aquellos que pueden pensar lo impensable lo ima-
de la información imponen? ginarizan. Pero expresan las preocupaciones y soluciones de nuestro
En un texto lúcido y vertiginoso, Aníbal Ford se enfrenta a los con- tiempo, y en esto son representativas de la permanencia, en el inte-
flictos y paradigmas de nuestra época: "Estamos ante una memoria rior de la tecnología, de las formas de concebir lo humano en el
de conflictos cognitivos y culturales que se plantearon durante los campo abierto del pensamiento actual.
comienzos de nuestra modernidad. Pero no haciendo historia o ar-
70 103
Los niños y adolescentes de hoy sueñan con Blade Runner o Termi- sibilidad a largo plazo de una duplicación, clonación, de los seres hu-
nator, no los torna más sádicos o incestuosos ni menos creativos que manos-, revolucionan nuestro pensamiento y plantean tareas inéditas 5 .
una generación atravesada por Hamlet o King Kong-que alimentó los En nuestro mundo "contemporáneo" -contemporáneo a nosotros,
fantasmas masoquistas femeninos durante más de una generación. debemos agregar-, esto es así. También es cierto a nivel de lo real:
Apelo nuevamente a Ford: "Que nuestra subjetividad se construye aún quienes no participan directamente de la ciencia y la tecnología
en medio de pluriculturalidades simultáneas no es un hecho que po- actuales sufren sus efectos; grandes sectores de la humanidad, mar-
damos negar... (Pero) Las diversas necesidades de anclaje o de foca- ginados de la tecnología de punta, padecen las consecuencias de su
lización que siempre aparecieron en la cultura del hombre como es- avance sin gozar sus beneficios (cuando estos grupos ejercen modos
tructura fundamental de la supervivencia, no pueden ser fácilmente de enfrentamiento supuestamente caducos se les cuestiona su desac-
tualización, exigiéndoles que sean nuestros contemporáneos, aun-
borradas, aunque sí pensadas desde formas de construcción que ya
que sea, en ese aspecto).
no sean aquellas que nos propuso el imperio instrumental de la es-
critura". 4 Pero existen los niños y adolescentes de fin de siglo. Aquellos que
Una digresión necesaria: una de las características más brutales del participan del modo de vida, preocupaciones y aspiraciones, adqui-
mundo actual es una coexistencia de tiempos en la cual se yuxtapo- siciones tecnológicas y cambios de registro ideológico efecto de mu-
nen modos diversos de confrontación con la realidad. Cuando deci- taciones sufridas a lo largo del siglo. A ellos nos enfrentamos diaria-
mos niños y adolescentes de nuestro tiempo nos referimos a aquellos mente en nuestros consultorios. He visto, en los últimos tiempos, los
que comparten nuestro horizonte cultural. Sería absurdo pretender efectos de estos nuevos procesos en el campo de la clínica: por una
incluir en las cuestiones que estamos desplegando a los niños totzi- parte he tenido ocasión de asistir a la emergencia de un delirio pa-
les de Chiapas o a adolescentes marginados de Nigeria. Y aún, sin ir ranoico, del estilo más clásico de "robo de pensamiento", con atribu-
tan lejos, ¿cuántos de los niños de nuestras estancias patagónicas ción imaginaria a la computadora. Se trataba de un joven que, en su
pueden tener idea de que existe un aparato acoplable a la televisión decir, sabía que se le habían metido en su computadora para robar-
-si es que la tienen, aún cuando la conozcan- en el cual instrumentar le toda su producción hasta dejarla vacía, y luego comenzaban a pe-
netrar en su cabeza con el mismo objeto. Los contenidos han cam-
juegos de alta tecnología?
biado -ya no hay restituciones bajo la forma de saberse Napoleón, co-
Nuestra temporalidad hegeliana, progresiva, encaminada hacia su
mo la vulgarización psiquiátrica nos lo hizo conocer hace años-, pe-
máxima perfección, ha entrado en crisis hace ya demasiado tiempo
ro los determinantes del delirio eran del mismo carácter que aque-
y, pese a ello, espontáneamente, tendemos a considerar como para-
llos que Víctor Tausk describiera en sus escritos cuando habló por
digma histórico a lo "más avanzado", en el marco de un tiempo lineal
primera vez en psicoanálisis de "la máquina de influencia". He teni-
que ha sido cuestionado tanto por la física como por las ciencias so-
do, también, oportunidad de recibir en mi consultorio a un niño
ciales. Pero sabemos de todos modos que no podemos escudarnos
efecto de una gestación de probeta, respecto del cual el padre decla-
en esta a-cronía histórica como coartada para preguntarnos sobre la
ra: "Comparto la paternidad con el médico". Qué consecuencias ten-
posibilidad de nuevos modos de emergencia de la subjetividad de los
drá esto para su futura identidad, para la constitución de su subjeti-
niños y adolescentes de "nuestro mundo" y "nuestro tiempo".
vidad, es algo que debemos explorar. Pero sabemos que lo real de su
En un texto reciente, Alejandro Piscitelli afirma, desde una pers-
engendramiento no ingresará sino atravesado por el imaginario pa-
pectiva weberiana, que la tecnología está por todos lados, que no hay
rental, y no se inscribirá sino en el engarce singular e histórico que
nada fuera de la ciencia y la tecnología, así como no hay nada fuera
propicien los enigmas que su propio nacimiento impone. Y, de mo-
de la sociedad. Las dos o tres grandes innovaciones de la ciencia que
do idéntico pero diverso, como Edipo y todos los hombres -príncipes
en este momento están dando vueltas: las telecomunicaciones -que
o plebeyos lo hicieran- deberá acceder a una teorización fantasmati-
incluyen la realidad virtual, el camino hacia la inteligencia artificial
zada que dará origen tanto a su inteligencia como a sus síntomas.
o las redes neuronales- y el proyecto de genoma humano -con la po-

72 ««•• : ri- 73
75
En tal sentido, cada nuevo cambio tecnológico será reprocesado en blanco, o tenga ojos azules, este niño deberá preguntarse por qué sus
el interior de un aparato psíquico donde los tiempos anteriores coe- padres querían ojos azules, o piel blanca, y no cómo intervino el ge-
xisten porque están inscriptos los modos vivenciales de percepción netista para producir la transformación -aún cuando ésta pueda de-
de la realidad de las generaciones anteriores. Los enigmas no se venir una inquietud por desplazamiento-.
constituyen, en la infancia, respecto a una supuesta realidad sustan- Es evidente que estoy definiendo las cosas desde una perspectiva
cial, sino a sus complejos entramados deseantes respecto al engen- que puede ser discutible a futuro. Hablo del hombre tal como ha si-
dramiento. Ningún niño tiene curiosidad por saber cómo era el qui- do dado hasta ahora, vale decir, como desprendimiento carnal y
rófano en el cual la madre alumbró; ningún niño erotiza el metal ni amoroso de otro ser humano. El sentido de su existencia no está pre-
queda fijado a él porque sea el material que constituye la pinza de visto sino como contigüidad, enlace amoroso, pasión -en todo el sen-
fórceps, porque sea el primer objeto extraño que tocó su cabeza fue- tido del término, aún el religioso. No me es dado hablar de produc-
ra del vientre materno. Del mismo modo, el "niño de probeta" que tos con características corporales humanas destinadas a otro fin que
tuve ocasión de entrevistar no estaba preocupado por la constitución no sea este absurdo a-funcional que es la existencia misma.
particular del vidrio, sino -en forma desplazada y sintomal- acerca del De esta cuestión deriva el surgimiento de la subjetividad tal como
por qué su madre no había podido engendrarlo en su propio cuer- la conocemos. Tanto el residuo inconciente que de ella se estructu-
po, y por que su padre no tenía espermatozoides suficientemente po- ra, como aquella que remite a la problemática del yo. Rota la ilusión
tentes para darle origen de modo natural. de un sujeto unido y homogéneo, el yo, en tanto residuo identifica-
¿Ha cambiado la informática los modos de vínculo con la realidad? torio -vale decir de las recomposiciones metabólicas de las acciones
Hasta ahora, lo que percibimos en los niños y adolescentes atravesa- y significaciones deseantes del otro-, opera como una suerte de fija-
dos por ella es que capturan de modo distinto, inmediato, las posibi- ción de la imagen virtual que garantiza la permanencia del sujeto en
lidades de una imagen en la cual la narrativa clásica no tiene cabida. el interior de un campo que no es menos ilusorio que real. "La ima-
Componen las secuencias de imágenes de un modo diverso, pero la gen virtual admite el punto de vista, pero no se da de una vez por to-
sincronía de la pantalla no opera cuando de percibirse a sí mismos das como referencia estable y fiable... La imagen del cuerpo que la
en el mundo, como gestalt recortada y sufriente, cobra exigencia. pantalla interactiva o el espejo virtual refleja no es la de un ser úni-
Una generación de jóvenes que se aburre con Columbo6 y ve videocüps co [...]. Es la imagen de una red abierta, proteica, tentacular. El hom-
compone lo indiciario de modo diferente: se atiene menos al relato bre pasa por ella atravesando bosques de símbolos que lo observan
que a la imagen, articula secuencias y construye sentidos. Pero cons- con miradas familiares (Charles Baudelaire). La única referencia du-
truye sentidos, y esto es algo que ninguna red neuronal puede variar radera del yo ya no es su punto de vista que dejó de pertenecerle, si-
en el ser humano. Aún cuando conectemos a un niño o a un joven no su 'punto de estar", cita Aníbal Ford a Kerckhove, y agrega, polé-
miles de canales simultáneos de información que le permitan acce- micamente: "Que nuestra subjetividad se construye en medio de plu-
der a una información insospechada hasta hace algunos años, lo ricausalidades simultáneas, tampoco es un hecho que podamos ne-
esencial desde el punto de vista que nos ocupa, es que seguirá guian- gar. Pero... las diversas necesidades de anclaje o de focalización que
do su búsqueda por preocupaciones singulares que no son reducti- siempre aparecieron en la cultura del hombre como estructura fun-
bles a la información obtenida, y que procesará ésta bajo los modos damental de la supervivencia, no pueden ser fácilmente borradas,
aunque sí pensadas desde formas de construcción que ya no sean
particulares que su subjetividad imponga. aquellas que nos propuso el imperio instrumental de la escritura".
Porque lo fundamental, mientras los seres humanos sigan nacien-
En tal sentido el sujeto, en sentido estricto, para el psicoanálisis, se
do de hombre y mujer, vale decir, sean producto del acoplamiento
ubica en la articulación que Ford señala en el campo de las nuevas
de dos deseos ajenos, es que sus enigmas versarán -aún cuando sea
cuestiones que abre la problemática de las nuevas tecnologías a nivel
bajo nuevas formas-, sobre las mismas cuestiones. Y si la manipula-
semiótico: Se trata de un "punto de estar", en términos de Kerckho-
ción genética puede hacer que un niño nacido de padres negros sea
103
ve, pero al mismo tiempo, este "punto de estar" debe cobrar perma- 2
Ibídem.
nencia como "punto de ser" para que el sujeto se sostenga.
El psicoanálisis ha sido tal vez un anticipador fenomenal de la cons- Blade Runner, film de Warner Bros 1989 TY • • ^
titución de un campo de realidad virtual. La estructura temporal, na-
rrativa, se desarticula y recompone constantemente en una sesión de Y DA,D WEBB PEOPLES, C O ' ^ T R R ^ S R G U I Ó N : HARAPT°°
4
Op. Cit.
análisis, permitiendo la coexistencia de dos sistemas co-presentes: el
preconciente y el inconciente, con legalidades distintas, modos de 5
Piscitelli, Alejandro, "Como será el f m »
funcionamiento y contenidos diferentes, entre los cuales el sujeto pi- diciembre de 1993. ' e n t r e v i s t a en revista La Maga, Bs. As., 29 de
votea para sostenerse articulando en sistemas de verosimilitud que
remiten a una diacronía que se presentifica en simultaneidades de 6
C o W o , serie de t e n s i ó n interpretada por Peter Fal k , de 1971 a 199 2 .
las cuales la narración sólo sostiene puntos de anclaje posibles.
Cuando Agustín me pregunta si "desde siempre los hermanos ma-
yores pegaron a los menores", busca un anclaje en el marco de la pla-
taforma que sostiene sus constelaciones edípicas, permitiéndose, en
la realidad virtual que la sesión de análisis impone, caer al vacío pa-
ra recuperarse en el movimiento entre columnas que su deambular
por el espacio impone. Sabe que yo estoy ahí, lista para ajustar el cas-
co, para establecer los puentes, para impedir que la imagen lo devo-
re posibilitando una conjunción de narración y reactualización vi-
vencial que permita una rearticulación de las significaciones estable-
cidas.
Mi problema es ahora retranscribir las "capas de la cebolla" freu-
dianas en "zvindows", permitiendo que su mano mueva el cursor pe-
ro garantizando, al mismo tiempo, que no se deslizará vertiginosa-
mente hacia el sinsentido. El horror al vacío puede ser tolerado en
la máquina de realidad virtual, pero el pájaro que lo levanta con el
pico puede devenir, en cualquier momento, como para Leonardo,
aquel que le meta su cola en la boca o que le picotee el hígado co-
mo a Prometeo.
La tarea no consiste, ni mucho menos, en ahogar la pulsión epis-
temofílica. Muy por el contrario, juntos entraremos en la pantalla pa-
ra que la travesía pueda desplegarse por los nuevos y viejos enigmas
que su condición de "infantil sujeto" le impone.

1
Ford, Aníbal, "Navegaciones", en David y Goliat (CLACSO), T. XX, N. 58, Buenos Aires,
Octubre, 1981.

76
85
CAPÍTULO XIV

LÍMITES Y EXCESOS DEL CONCEPTO DE SUBJETIVIDAD


EN PSICOANÁLISIS*

Que el ser humano cambia históricamente, que la representación


de sí mismo y de su realidad no se mantiene estrictamente en los tér-
minos con los que fuera pensado por el psicoanálisis de los comien-
zos, no hay duda. Insisto, no tan en broma, que si a las histéricas del
siglo XIX se les quedaba la pierna dura por el deseo inconfesable de
caminar hacia el cuñado, nuestras histéricas de hoy padecen colap-
sos narcisistas cuando sus cuñados no les otorgan crédito sexual. ¿Se-
ría igual el síntoma obsesivo del hombre de las ratas en una Argenti-
na en la cual el casamiento por dinero es considerado un gesto de
inteligencia y las deudas incumplidas parte del destino económico
de miles de personas cuya insolvencia nos convoca más a la piedad
que a la crítica? El hijo de un comerciante o de un banquero corrup-
to no sería hoy tampoco un melancólico dispuesto al suicidio sino
una patología narcisista cuya mayor angustia estribaría en la posibili-
dad de un secuestro extorsivo.
Pero todos estos seres humanos, sin embargo, y dentro de cierto
margen de variación, tienen las mismas reglas de funcionamiento
psíquico que íos de los historiales cíásicos: están atravesados por la
represión -aún cuando algunos contenidos de Ío reprimido hayan
cambiado-, con una tópica que permite el funcionamiento diferen-
ciado de sus sistemas psíquicos, tienen un superyo cuyos enunciados
permiten la regulación tendiente a evitarla destrucción tanto física
como psíquica, y cuando no cumplen estas regularidades se ven ex-
pulsados de la posibilidad de dominio sobre sí mismos y en riesgo de
saltar hacia modos de fractura psíquica.
Los cambios en la subjetividad producidos en estos años, y en la Ar-

"Límites y excesos del concepto de subjetividad e n psicoanálisis", Bleichmar, S., revista


Topía, A ñ o XIV, N a 40, Buenos Aires, abril de 2004.

;TS;r 79
gentina actual los procesos severos de desconstrucción de la subjeti- mática del inconciente. La noción de subjetividad en tanto categoría
vidad efecto de la desocupación, la marginalidad y la cosificación a filosófica alude a aquello que remite al sujeto, siendo un término co-
las cuales ha llevado la depredación económica son indudablemen- rriente en lógica, en psicología y en filosofía para designar a un in-
te necesarios de explorar y de ser puestos en el centro de nuestras dividuo en tanto es a la vez observador de los otros, y en el caso del
preocupaciones cotidianas. Ellos invaden nuestra práctica y acosaji lenguaje, a una partícula de discurso a la cual puede remitirse un
las teorías con las cuales nos manejamos cómodamente durante gran predicado o un atributo. El sujeto, en última instancia, sea moral, del
conocimiento, social, pero muy en particular la subjetividad, como
parte del siglo pasado. Yyo misma he dedicado gran parte de mi tra-
algo que concierne al sujeto pensante, opuesto a las cosas en sí, no
bajo de estos últimos años a mostrar sus efectos, incluidos en ellos los
puede sino ser atravesado por las categorías que posibilitan el orde-
diversos modos con los cuales el padecimiento actual se inscribe en
namiento espacio-temporal del mundo, y volcado a una intenciona-
estas formas de des-subjetivación y los modos posibles de su recom- lidad exterior, extro-vertido.
posición.
Tal vez, precisamente, porque el sujeto no está en riesgo de ser des- Es en razón de estos elementos que la subjetividad no podría remi-
construido por la filosofía post-metafísica del siglo XX sino por las tir al funcionamiento psíquico en su conjunto, no podría dar cuenta
de las formas con las cuales el sujeto se constituye ni de sus constela-
condiciones mismas de existencia, es que la palabra subjetividad ocu-
ciones inconcientes, en las cuales la lógica de la negación, de la tem-
pa hoy un lugar tan importante en los intercambios psicoanalíticos.
poralidad, del tercero excluido, están ausentes. El inconciente está
"Cambios en la subjetividad", "procesos de des-subjetivación y re-sub-
regido por la lógica del proceso primario, algo tan eyeno al sujeto en
jetivación", "subjetividad en riesgo", "desconstrucción de la subjetivi-
términos clásicos, tan impensable por la filosofía tradicional, que po-
dad", son enunciados frecuentes que ponen de manifiesto la preocu-
ne en entredicho varios siglos de concebir pensamiento y sujeto co-
pación que atraviesa a todos aquellos que nos encontramos confron- mo inseparables entre sí.
tados a los efectos, en el psiquismo humano, de las transformaciones
operadas entre el fin del siglo XX y los comienzos del XXI. Y esto es Hemos puntuado en múltiples oportunidades la diferencia entre
inevitable en razón de que la subjetividad está atravesada por los mo- psiquismo y subjetividad, restringiendo esta última a aquello que re-
mite al sujeto, a la posición de sujeto, por lo cual se diferencia, en
dos históricos de representación con los cuales cada sociedad deter-
sentido estricto, del inconciente. Más aún, nos detuvimos para plan-
mina aquello que considera necesario para la conformación de suje-
tear firmemente el carácter pre-subjetivo en los orígenes y para-sub-
tos aptos para desplegarse en su interior^
jetivo una vez constituida la tópica psíquica, del inconciente. Es ine-
Es por ello que es el espacio en el cual los modos de clasificación,
vitable que se torne necesaria otra diferenciación, ya que se nos plan-
los enunciados ideológicos, las representaciones del mundo y_susje-_
tea un nuevo problema: si la subjetividad es un producto histórico,
rarquías, todo aquello que alguien como Castoriadis ha agrupado
no sólo en el sentido de que surge de un proceso, que es efecto de
bajo el modo de "lógica identitaria", toma un lugar central. Y en ra-
tiempos de constitución, sino que es efecto de determinadas varia-
zón dé ello, es necesario decirlo, la subjetividad no es, ni puede ser,
bles históricas en el sentido de la Historia social, que varía en las di-
un concepto nuclear del psicoanálisis, aún cuando esté en el centro
ferentes culturas y sufre transformaciones a partir de las mutaciones
mismo de nuestra práctica. Pero"ello en función de que es precisa-
que se dan en los sistemas histórico-políticos -pensemos en la pro-
mente el modo con el cual el centramiento que posibilita la defensa
ducción de subjetividad en Grecia, o en los modos con los cuales se
de los aspectos desintegrativos del inconciente opera. Razón por la
constituye la subjetividad en ciertas culturas indígenas, y las diferen-
cual, cuando los seres humanos quedan expulsados de sus aspectos
cias que implican respecto a los sectores urbanos en los cuales esta-
identitarios, de sus constelaciones organizadoras que posibilitan la
mos habituados a movernos-, la pregunta que cabe es ¿qué elemen-
operacíorialídad en el mundo, el método clásico psicoanalítico, coi>
tos permanecen y cuáles sufren modificaciones a partir de las prácti-
sistente en eí levantamiento dé la defensa, entra en caución.
cas originales específicas que lo constituyen?
Más aún, es un concepto que se sitúa en las antípodas de la proble-

81 103
Dicho de otro modo: ¿cómo hacer conciliar la idea de una ciencia operan en los sistemas representacionales que se articulan, de modo
del inconciente en su universalidad, de la existencia de leyes que de- residual, en el psiquismo infantil. A la pregunta: ¿qué quiere decir
ben cumplirse ya que rigen los procesos de constitución psíquica a producción de subjetividad?, es decir, de qué manera se constituye la
niveles básicos posibilitadores del funcionamiento del aparato, con singularidad humana en el entrecruzamiento de universales necesa-
el reconocimiento de los modos particulares con los cuales vemos rios y relaciones particulares que no sólo la transforman y la modifi-
emerger la subjetividad en sus rasgos dominantes compartidos en el can sino que la instauran, debemos articular una respuesta que ten-
interior de la diversidad cultural? Siendo más específicos: la necesa- ga en cuenta los universales que hacen a la constitución psíquica así
riedad de una ley moral que rija las relaciones con el deseo y el con- como los modos históricos que generan las condiciones del sujeto so-
cial.
flicto tópico al cual esto da lugar, abre sin embargo la pregunta acer-
ca de la especificidad que esta ley moral toma en los enunciados que El gran descubrimiento del psicoanálisis no es sólo la existencia del
la constituyen en cada sociedad particular. Decir que su universali- inconciente, la posibilidad de que los seres humanos tengan un es-
dad radica en la prohibición del incesto es a esta altura no sólo ines- pacio de su psiquismo que no está definido por la conciencia. El
pecífico sino obturador de toda posibilidad de abrir nuevas vías de gran descubrimiento del psicoanálisis es haber planteado por prime-
investigación. Esta generalidad en la respuesta es herencia de una ac- ra vez en la historia del pensamiento que es posible que exista un
titud metodológica residual al estructuralismo, el cual si bien tuvo la pensamiento sin sujeto, y que ese pensamiento sin sujeto no esté en
virtud de producir modelos que permitieron un ordenamiento del el otro trascendental -también sujeto-, ni en ningún lugar particular-
campo propiciando un avance importante en la resolución de viejos mente habitado por conciencia o por intencionalidad. Es haber des-
problemas que habían quedado capturados por aporías difíciles de cubierto que existe un pensamiento que antecede al sujeto y que el
remontar, nos legó también una actitud metodológica que consiste sujeto debe apropiarse a lo largo de toda su vida de ese pensamien-
en tomar estas líneas de ordenamiento, estos modelos generales, por to. Yes este aspecto nodal y absolutamente revolucionario en la his-
contenidos explicativos, lo cual constituye hoy uno de los mayores toria del pensamiento, lo que ha sido más difícil de comprender tan-
riesgos de reducción del psicoanálisis a una escolástica y de filosofi- to por los psicoanalistas como por la cultura en general.
zación de la práctica clínica con la esterilización racionalizante que Lo difícil de asir es el carácter profundamente para-subjetivo del
esto conlleva. inconciente, y el hecho de que la realidad psíquica, en sus orígenes
A lo cual es necesario agregar una segunda cuestión: cuando deci- mismos, es eso, realidad, al margen de toda subjetividad y concien-
mos "función de las relaciones sociales en la producción de subjeti- cia, vale decir, realidad pre-subjetiva, lo cual constituye el rasgo fun-
vidad", ¿a qué nos referimos? Porque es indudable que no se trata damental de su materialidad. Que una vez constituido el sujeto, esta
del conjunto de las relaciones sociales, sino, en el espacio teórico realidad pase a ser para-subjetiva, da cuenta de lo irreductible del
que nos corresponde, de definir de qué modo ciertos aspectos de las modo de funcionamiento del inconciente como ajeno a toda signifi-
relaciones sociales mediatizan, vehicuíizan, pautan, los modos pri- cación, a toda intencionalidad, res extensa, no cogitation. La resubjeti-
marios de constitución de los intercambios que hacen a la produc- vización del inconciente, la intencionalización del inconciente, el re-
ción de representaciones en el interior de la implantación y norma- centramiento de un sujeto en el inconciente que actuaría como más
tivización de los intercambios sexuales. No nos interesa -cuestión que allá de mí pero que sería otro, es justamente la imposibilidad de en-
puede importar mucho a la sociología o a la antropología, o que nos tender esta cuestión tan radical planteada por Freud respecto al in-
conmueve como sujetos sociales en general- de qué modo las relacio- conciente como res extensa, como cosa del mundo, como conjunto de
nes sociales pueden, en cierta época histórica, incrementar el some- representaciones en las cuales no hay un sujeto que esté definiendo
timiento de una mujer a un hombre, sino lo que de ello resulta: ba- bzyo los modos de la conciencia la forma de articulación representa-
jo qué mediaciones, estos modos del sometimiento y despojo inscri- ción al.
ben circulaciones libidinales que metabólicamente transformadas El enunciado generado por Lacan respecto del "sujeto del incon-

82 103
cíente", que intenta precisamente una desconstrucción radical del
En momentos de catástrofe histórica como los que hemos padeci-
sujeto, aludiendo por ello al modo con el cual un significante es lo
do los argentinos, la desocupación y la marginalizacíón de grandes
que representa el sujeto para otro significante -cuestión sobre la cual
sectores de la población produjeron modos de des-subjetivación que,
no corresponde que me detenga, pero que no puedo dejar de men-
aunados al retiro deí Estado de funciones que le compitieron tradi-
cionar- al ser banalizado hasta tomar un sentido contrario al pro-
cionalmente, como la educación y la salud, dejaron devastados a los
puesto, de que el sujeto no está en el yo porque está en el inconcien-
habitantes del país. Estos modos de des-subjetivación dejan al psi-
te, da cuenta de la enorme dificultad presente aún hoy en psicoaná-
quismo inerme, en razón de que la relación entre ambas variables:
lisis para aceptar la existencia no-subjetiva de una parte del psiquis- organización psíquica y estabilidad de la subjetivación, están estre-
mo. Ya que la frase "sujeto del inconciente", si se desplaza a la tópi- chamente relacionadas en función de que esta última es estabilizan-
ca freudiana, genera un malentendido, al reintroducir al sujeto "en" te de la primera. Las formas de recomposición han venido, de mane-
el inconciente. Por lo cual he preferido conservar la expresión "su- ra evidente, durante todo este tiempo, de las reservas ideológicas y
jeto de inconciente" para seguir a Freud en una de sus ideas más fe- morales que la sociedad argentina acumuló a lo largo del siglo XX.
cundas, aqueílá relativa a la existencia de un inconciente en su ma- De ellas esperamos, también, que surjan nuevos modos de subjetivi-
terialidad, en su "realismo "y en oposición a un yo que no es sólo el dad que den mayores condiciones de posibilidad a la riqueza repre-
efecto de un punto de cierre en la cadena significante en la cual se sentacional que el psiquismó puede desplegar.
está jugando la posición de sujeto, sino que está afectado de una cier-
ta permanencia -al menos cuando la tópica esta constituida, y esto es
central para una clínica diferencial de las patologías graves-.
Quisiera retomar ahora la cuestión de la producción de subjetivi-
dad, para señalar que concebida ésta en sus formas históricas, regu-
la los destinos del deseo en virtud de articular, del lado del yo, los
enunciados que posibilitan aquello que la sociedad considera "sintó-
nico" consigo misma. Las formas de la moral, las modalidades discur-
sivas con las cuales se organiza la realidad, que no es sólo articulada
por el código de la lengua sino por las coagulaciones de sentido que
cada sociedad instituye: negro y blanco no son sólo significantes en
oposición dentro de una lógica binaria sino modos de jerarquización
y valoración que impregnan múltiples formas de organización de la
realidad.
Si la producción de subjetividad es un componente fuerte de la so-
cialización, evidentemente ha sido regulada, a lo largo de la historia
de la humanidad, por los centros de poder que definen el tipo de in-
dividuo necesario para conservar al sistema y conservarse a sí mismo.
Sin embargo, en sus contradicciones, en sus huecos, en sus filtracio-
nes, anida la posibilidad de nuevas subjetividades. Pero éstas no pue-
den establecerse sino sobre nuevos modelos discursivos, sobre nue-
vas formas de re-definir la relación del sujeto singular con la socie-
dad en la cual se inserta y a la cual quiere de un modo u otro modi-
ficar.

84
85
CAPÍTULO X I I

LAS HIPERKINÉTICAS CERTEZAS DEL SER*

Una vez que un enunciado cobra carácter público y se asienta, en


un momento histórico, como ideología compartida, es raro que al-
guien se pregunte por su cientificidad e intente poner a prueba sus
formulaciones de origen. De tal modo ha ocurrido, a lo largo del
tiempo, con las investigaciones que, a fines de los años '60, postula-
ban un origen genético de la hiperkinesis infantil, basándose en la
aplicación de una metodología estadística de dudosa fiabilidad en lo
que atañe a la corroboración de hipótesis de validez científica.
Con la intención de demostrar el papel de los genes, el rastreo es-
tadístico de la familia ocupó, antes de que las pruebas de laboratorio
pudieran instrumentarse al nivel que han alcanzado, un papel fun-
damental. Lo curioso es que aún hoy, ante la imposibilidad de pro-
bar la existencia de un desorden biológico de carácter específico en
ciertas entidades, aquellos estudios estadísticos siguen ocupando un
lugar probatorio para la justificación de las más disparatadas afirma-
ciones.
Los estudios publicados por Morrison y Stewart en 1971, acerca de
una investigación realizada con 50 niños diagnosticados como hiper-
activos, consistieron básicamente en demostrar que entre los padres
de estos niños, el alcoholismo, la "sociopatía" y la "histeria" eran los
trastornos más frecuentes. "Hijo de tigre, pintita", como dice el re-
frán, se tomó acá a la letra, más allá de todo nivel metafórico. Y lue-
go, a través de los comentarios de los padres, los autores se sintieron
capaces de hacer diagnósticos retrospectivos acerca de la hiperactivi-
dad que los aquejó en su propia niñez, intentando demostrar que
ella "era hereditaria". Era sin duda la vieja teoría de la degeneración

* "Las hiperkinéticas certezas del ser", Bleichmar, S., Topía en la Clínica, N B 2, Buenos Ai-
res, invierno de 1999.

87
itsr
la que volvía, ya que apelaban a un informe de 1902 como coinciden- bargo, estas conclusiones, no por absurdas dejan de ser creíbles pa-
te con sus descubrimientos, el cual afirmaba que "los desórdenes del ra quien se siente inclinado a ello, al punto tal que no sería extraño
intelecto, la epilepsia o la degeneración moral" eran comunes en las escuchar, un tiempo después, a sectores socialmente comprometidos
familias de los niños hiperactivos. A posteriori, para separar las in- afirmando que "aparte del ruido", hay también razones para pensar
que las malformaciones son efecto de todos los otros factores enume-
fluencias ambientales de la determinación genética, los investigado-
rados.
res estudiaron a 35 niños adoptivos diagnosticados como hiperacti-
vos, demostrando que los padres adoptivos no mostraban síntomas Hace algún tiempo tuve ocasión, por mi parte, de corroborar este
de sociopatía o histeria, no habiendo, por otra parte, ningún tipo de modo de razonamiento que tras su apariencia cientificista esconde
informe sobre los padres biológicos de origen. Esta investigación, al una profunda irracionalidad. En un debate con un neurólogo cuyos
poner de relieve que no había signos patológicos -del carácter busca- conocimientos en su campo específico no están en tela de juicio, lo
do- en los padres adoptivos, demostró que no se puede sostener una escuché afirmar, para justificar este tipo de estudio longitudinal, lo
hipótesis ambiental sobre la transmisión de este tipo de comporta- siguiente: "Me fue traído a consulta un niño a raíz de un trastorno
miento, sino que, por el contrario, queda demostrada la hipótesis ge- de desatención con hiperkinesis y luego, cuando conocí al padre,
comprobé que tenía el mismo comportamiento y que presumible-
nética.
mente estaba aquejado del mismo trastorno". A lo cual respondí: "Lo
Más allá de los vicios que se pudieron marcar a esta investigación -
comprendo perfectamente, porque hace algún tiempo tuve ocasión
el hecho, por ejemplo, de que nunca fueron investigados los herma-
de ver en consulta a un niño pobre y comprobé que su padre tam-
nos: hijos biológicos o adoptivos de las familias en las cuales se cria-
bién lo era, lo cual demuestra que la pobreza es también genética..."
ron-, hay una invalidación más fuerte a ser realizada, respecto al mo-
do con el cual se intenta probar la hipótesis en cuestión. Se trata de Y bien, aún hoy, las investigaciones estadísticas o de cotejo genera-
la aplicación misma de la estadística como método de validación, al cional siguen siendo consideradas referente de corroboración de hi-
margen de la racionalidad de la hipótesis que la sostiene y del cam- pótesis etiológicas no sólo en el caso de las hiperkinesis, o de los hoy
po de fenómenos que pretende abarcar. Ha habido múltiples ejem- llamados trastornos por déficit de atención con hiperactividad, sino
plos que dan cuenta del absurdo de las conclusiones extraídas de ta- también en la defensa apasionada de la monodeterminación biológi-
les procedimientos, pero tomaremos sólo uno que nos parece ilustra- ca del autismo, y de otras entidades. Sin embargo, no hay pruebas de
tivo para este caso que estamos revisando. Una supuesta encuesta laboratorio que confirmen la supuesta etiología del hoy llamado
realizada en un país del Tercer Mundo arroja la siguiente conclu- "Trastorno de déficit de atención con hiperactividad", como hasta el
sión: las familias que viven cerca de los aeropuertos padecen mayor mismo DSM-TV afirma, ni hallazgos particulares de la exploración fí-
número de problemas congénitos; hasta aquí la encuesta, inobjeta- sica y enfermedades asociadas.
ble, salvo por la conclusión que sacan los investigadores que la reali- Sin embarcarnos en el marco de un debate que remite a los modos
zan: atribuyen este tipo de problemas al ruido de los aviones, dejan- mismos de clasificación de todos estos trastornos en los cuales ni es-
do de lado el hecho de que estas poblaciones están constituidas, en tudios longitudinales ni determinación causal forma parte del diag-
su mayoría, por sectores carenciados, marginalizados, que no cuen- nóstico, señalemos simplemente que han sido diagnosticados y me-
tan con atención médica ni alimentación suficiente y padecen, en es- dicados niños de características psíquicas muy variadas, desde aque-
te caso sí, de elevados índices de alcoholismo que inciden en el re- llos que presentan circunstancialmente una dificultad para concen-
sultado de las mutaciones genéticas que se presentan. El ruido de los trarse como efecto de circunstancias eventuales en su vida -migracio-
aviones no es la causa, en absoluto, de las malformaciones que pade- nes, duelos, situaciones post-traumáticas- hasta otros cuya dificultad
cen, pero hay una combinatoria de mala fe e ignorancia en los inves- para la concentración es efecto de una falla general de la constitu-
tigadores que le atribuyen ser determinante de ellas, desestimando ción psíquica, en los cuales el aparato no logra establecer una selec-
todos los otros factores que realmente las pueden producir. Sin em- ción y relevamiento de estímulos -en esto radica realmente la "aten-
103
88
ción"- en virtud del fracaso de las membranas para-excitación del yo Habiendo nacido con estas dificultades que he señalado, convulsi-
como efecto de esta falla en la constitución tópica. vo en sus primeros tiempos como efecto de la prematuración -tenía
un peso muy bajo-, cuando se completó el proceso de mielinización
Pero existe aún otro tipo de niños que no pueden "concentrar la
nunca más se repitieron episodios de este tipo. Sin embargo, cuan-
atención", y no por un período restringido de tiempo, ni como efec-
do comenzó la escolaridad, a los 5 años, un neurólogo lo medicó por
to de una falla general del psiquismo, sino por hallarse sus pensa-
las dificultades que presentaba para concentrarse, diagnosticándolo
mientos totalmente abocados a una tarea de otro tipo: se trata depa-
como un trastorno de desatención, pese a lo cual los padres decidie-
rasitaciones traumáticas de larga data, que afectan toda la percepción de la
ron realizar una nueva consulta un tiempo después buscando otra
existencia e impregnan su cotidianidad de tal modo, que nos lleva a afirmar
perspectiva.
que lo que debería ser "la roca viva" que garantiza la permanencia del yo, se
ve constantemente puesta en tela dejuiáo por algo del orden de un real vivi- Un elemento a tener en cuenta en el modo de Ramiro de relacio-
do -por el sujeto mismo o por las generaciones anteriores- que se torna inmeta- narse con su cuerpo es el siguiente: relata la madre que le llamaba la
bolizabley se rehusa a teorizaciones que le den estabilidad. Si la formulación atención que siendo el niño muy cariñoso, tenía una gran dificultad
parece compleja, el caso que relataré a continuación da cuenta del para hacer contacto con el cuerpo del otro, hecho tal vez atribuible
modo con el cual pude aproximarme a esta perspectiva. a que habiendo estado los primeros tiempos de la vida sin contacto
Ramiro es un niño del interior del país que nació en condiciones materno primario, hay algo del orden de un déficit de apego -como
ciertamente difíciles: cuando él y su gemelo se encontraban listos pa- se tiende a decir-, sin que esto se torne causal en la medida en que
ra salir al mundo, y la posición que les correspondía era tal que Ra- siempre queda la posibilidad de preguntarse por qué no ha ocurri-
miro debería nacer primero y Facundo después, éste se adelantó y, do, como hemos visto en otros casos, que se produzca una adheren-
metiéndose en el medio, obstaculizó el parto muriendo él mismo y cia mayor al cuerpo materno en virtud de la carencia primaria vivi-
poniendo en grave peligro a su hermano. A partir de esto, durante da. Sin embargo, la presencia precoz de la muerte, y la visión de es-
cuarenta días Ramiro estuvo en incubadora, siendo tal su estado de te niño tan frágil, no puede haber dejado de incidir en la madre que
riesgo que, cuando a los 19 días lloró por primera vez, todo el equi- se vio dificultada de moverse con fluidez ante un cuerpo al cual se te-
po de Neonatología vino a presenciar este llanto como un milagro mía estrujar, tan dañado como se veía.
que anunciaba la posibilidad de que viviera. A partir de esto, Rami- La secuencia que quisiera relatar ahora tiene que ver con lo ante-
ro fue alimentado por sonda durante los primeros meses de la vida, riormente expuesto de un déficit de estabilización en el sentimiento
debiendo someterse a intensos tratamientos de rehabilitación y ciru- de existencia, no sólo producto de estas carencias, sino de los modos
gías de distinto tipo hasta lograr estabilidad. con los cuales Ramiro constituyó su existencia alrededor de un enig-
Veo a este niño a los ocho años, me parece inteligente, más allá de ma irresoluble. Mis primeras entrevistas con el niño fueron en fin de
ciertos problemas que arrastra realiza una escolaridad normal (pro- semana, en razón de que viniendo del interior del país era más sen-
blemas de motricidad fina y de cierta lentificación en el aprendizaje, cillo, para ellos, trasladarse, y para mí, tener las horas suficientes pa-
"desmemoria" y reiteración de interrogaciones a los adultos), apare- ra realizarlas. Esto me obligó, en cierta ocasión, a bajar a abrir la
ciendo por otra parte un modo de funcionamiento temeroso que se puerta de calle y a subir hasta mi consultorio con el niño y su mamá.
manifiesta en forma múltiple y afecta su vida social y deportiva: no Y he aquí lo inesperado: Ramiro se posiciona en el ascensor, que tie-
puede permanecer solo en lugares que no sean su casa, tiene terror ne dos espejos, y dice: '¿Cuál de todos soy yo, ese o este?'. A lo cual
a ciertas actividades que impliquen el despegue del cuerpo en el es- su madre contesta: '¿Cuál te parece?' y él responde: 'Soy este', seña-
pacio: la aerosilla de ski, arrojarse del trampolín, golpearse cuando lándose a sí mismo, en un gesto de llevar la mano a su propio cuer-
hace fútbol, cuando entrena en karate... su vida se ve limitada cons- po.
tantemente porque todo se torna trabajoso en función de esta tona- Pregunté luego a Ramiro si eso que le ocurrió en el ascensor le ha
lidad angustiada que la impregna. pasado otras veces, agregando luego de un breve diálogo que él no

91
sabe bien donde está la realidad en aquello que ve, y tiene miedo de Los fenómenos de verdad y error, afirma Laplanche, los fenóme-
no poder diferenciar lo que él puede imaginarse de lo que puede nos de sentido, no serán jamás descubiertos en la naturaleza, inclu-
ver, haciendo luego referencia a la sensación de poder estar en otro so si pensamos que a cada elemento de pensamiento corresponden
lado que donde él está. (Habíamos tenido antes una pequeña discu- modificaciones en el cuerpo. Que la imposibilidad de Ramiro para
sión respecto a si lo que a él le pasaba era del cerebro o de los pen- quedarse quieto obedecía a un fenómeno del orden del sentido, que
samientos, donde yo trataba de explicarle que las cosas que le pasa- debía ser develado, es lo de menos. Lo que ocultaba ese movimien-
ban eran más de los pensamientos que del cerebro, aunque él tuvie- to constante era la angustia de no-existencia que lo sostenía, el fan-
ra un cerebro, pero que su cerebro funcionaba bien, que había co- tasma de no estar realmente vivo, en el marco de un fenómeno que
sas que eran de los pensamientos). Entonces me responde: 'Ya sé más que de "despersonalización" podemos considerar de un orden
qué querés decir con eso de los pensamientos. A mí me pasa a veces más primario, como una falla en la "personalización", de inclusión
que yo no sé si algunas cosas que veo las inventé o están, y sería terri- en el propio pellejo.
ble trabajar en una computadora de mentira cosas de verdad, por- El colega que lo medicó haciendo uso del "gatillo fácil", perdió de
que no podría imprimirlas', asociación maravillosa que me permitió vista que en la historia originaria lo irreductible para el sujeto era del
agregar que además él a veces no estaba muy seguro de cuál era él, orden de la teorización sobre la existencia y la muerte, no de la pre-
contestándome a continuación de esto que hay dos mellizos, uno lla- maturación neurològica ni de las lesiones biológicas cuyas secuelas
mado David y el otro Cristian -lo cual es muy gracioso, ya que uno de estaban en vías de resolución. Pero estas teorizaciones, estas fanta-
los padres es judío y el otro no- y habla de estos dos mellizos que vi- sías, competen al psicoanálisis, que encuentra la motivación repre-
ven juntos. Yo arriesgo entonces tímidamente: 'Me parece que vos a sentacional más acá del sustrato cerebral en el cual la representación
veces pensás que podrías haber muerto en lugar de tu hermano', y encuentra su soporte biológico, porque este último es insuficiente
me responde: 'Es que yo a veces no sé, porque me parece que a mí para dar cuenta de su especificidad.
me iban a poner el otro nombre y me lo cambiaron porque él mu-
rió, entonces yo no sé a veces cuál está'. Lo cual me lleva de inmedia-
to a agregar: 'Entonces, si vos te quedás quieto, no sabés si estás
muerto o vivo'.
A partir de esta secuencia, los tiempos posteriores transcurren al-
rededor de estas cuestiones, que van desanudándose cuidadosamen-
te. El diálogo establecido no es sino la enumeración de un programa
de trabajo sobre las fantasías que se han entretejido alrededor de es-
ta cuestión nuclear, al punto que recién ahora sus padres entienden
un requerimiento realizado por Ramiro desde hace tiempo: ser lle-
vado al cementerio a conocer la tumba de su hermano, lo cual le per-
mite certificar quién es el muerto, y garantizar que el nombre que se
le puso es el que fue escogido para él, y no cambiado a partir de la
muerte del "otro" Ramiro, cuestión que ha ocupado gran parte de
sus preocupaciones: si él era Facundo y sus nombres habían sido
cambiados luego. No pida el lector coherencia a este fantasma, ya
que se trata de algo que si bien puede ser puesto en palabras, ocupa
el lugar de un producto mixto, en el cual la presencia de cierta lega-
lidad inconciente coexiste con el proceso secundario.

93
CAPÍTULO X I I I

ESTATUTO DE LO HISTÓRICO EN PSICOANÁLISIS*

El "genetismo salvaje" con el que se pretende subsumir nuevamen-


te todo accionar humano en una "naturaleza humana" prefijada e in-
mutable, constituye, en el plano de la psicología, la cuestión central
que deberemos someter a debate en los próximos tiempos. Y ello en
razón de que tanto el estructuralismo formalista como el innatismo
psicoanalítico se ven impotentes para enfrentarlo, en razón de que
los paradigmas que los sostienen responden, en última instancia, a
modelos convergentes.
Que el ser humano nazca con un "destino", predeterminado por
los genes, la pulsión de muerte o la estructura edípica en la cual se
inserta, no son sino variantes de una misma cuestión: la existencia de
un preformado que pone límite a todo accionar transformador posi-
ble, proponiendo el sometimiento a las condiciones de partida o, a
lo sumo, un mejor manejo de las mismas bajo los modos resignados
de lo insuperable.
De ahí la debilidad de gran parte del psicoanálisis de cuño instin-
tivista para discutir seriamente con aquellos que hoy propician una
teoría genética de la enfermedad mental. La tolerancia ante el impe-
rialismo neurobiológico no es sino el efecto de un letargo que se pre-
serva a cualquier costo: se trata más de algo cercano a lo que Massi-
mo Cacciari definiera como una tolerancia senil, una tolerancia defen-
siva propia de las personas y organismos que han perdido toda fe en
sí mismos, y que no pueden sino vivir en paz, porque el conflicto los
destruiría. Y, agreguemos, es patrimonio también de los estamentos

* "Estatuto de lo histórico en psicoanálisis", Bleichmar, S., revista La Oreja, publicación


del Movimiento Estudiantil Santiago Pampillón, A ñ o VII, N fl 13, Facultad de Psicología,
Rosario, agosto de 1997.

95
científicos o políticos que se han debilitado: plenos de aporías y con- ción posterior y cuya modalidad no puede ser sino tematizada por el
tradicciones, no dejan de hacer alianzas espurias tendientes a conser- sujeto que se encadena a su propia identificación. Esto nos lleva a re-
var el poco poder que les queda, sabiendo de antemano que en esas husar la idea de que el sentido del análisis sea la "construcción de
alianzas está la raíz de su propia aniquilación. una historia". Por el contrario, el análisis se dedica a la desconstruc-
ción de lo fijado, de la "historia oficial" del sujeto, absteniéndose de
La concepción de la subjetividad como produáda, y no como natu-
ofrecer totalidades que reensamblen el todo.
raleza humana es, por el contrario, la vertiente más fecunda del freu-
dismo... Su fuerza no sólo reside en la racionalidad de sus enuncia- 4.- En el encaminamiento de la cura los procesos de historización
dos, sino en su capacidad clínica transformadora. Si la producción son siempre parciales: se trata de otorgar un ensamblaje a esos ele-
de sujetos psíquicos es una empresa siempre social, el psicoanálisis mentos que han quedado a la deriva, y de propiciar su religazón me-
ha tenido la enorme virtud de plantear la materialidad misma que diante la desconstrucción de los que habían sido soldados en las au-
constituye la premisa de esta producción, de aislar las variables que toelaboraciones espontáneas que daban origen a los síntomas.
la componen; el carácter social de la transformación de la cría huma- Si las instancias del aparato psíquico, ellas mismas, son efecto resi-
na en sujeto psíquico, no diluyéndose en la sociedad en su conjunto, dual de procesos históricos de diverso orden: inscripciones, identifi-
no confundiéndose con la producción general de mercancías o de caciones, recomposiciones, la ilusión de construir una historia que
abarcara la totalidad de lo vivido por el sujeto no sería sino el retor-
objetos, sino especificándose b¿yo los modos concretos que le dan
no de un ideal de superación del conflicto psíquico mediante la sub-
origen.
sumisión de lo residual inscripto en el relato.
Desde esta perspectiva de una subjetividad produáda, es que la his-
La historia "siempre la escriben los vencedores" (en este caso el
toria encuentra un punto de enclave mayor en la teoría y la práctica
yo). Paradoja del descentramiento que el análisis inaugura y de los
psicoanalíticas. Desplegar sus aspectos centrales obligan a un esfuer-
recentramientos necesarios que el sujeto espontáneamente propicia
zo si no de formalización al menos de ordenamiento. Es en razón de
en sus movimientos auto-teorizantes, auto-simbolizantes, auto-histo-
ello que el modo de exposición elegido para los párrafos que siguen rizantes (siguiendo aLaplanche).
será el de una serie de tesis que desplegaremos engarzándolas en sus
5.- Lo histórico considerado como movimiento en el cual el apara-
nexos de articulación con problemas nodales del psicoanálisis, algu-
to se despliega aun constituido. Abierto siempre al après-coup, descap-
nos de los cuales podrán ser explicitados con mayor amplitud en otra turado de un determinismo lineal que tendría sólo en cuenta la ac-
ocasión. ción del pasado sobre el presente y no las recomposiciones que el
1.- La historia -que inevitablemente se liga a lo temporal- no es pa- presente inaugura sobre el pasado.
trimonio, como tal, del inconciente. Definido brevemente: el hecho
6.- Desde esta perspectiva, el proceso de la cura puede ser concebi-
de que el inconciente sea residual, singular e histórico, no implica do como espacio privilegiado de la resimbolización. Lugar de re-en-
que la historia secuencial, temporal, se encuentre en él como tal. Es- gendramiento a partir de que lo traumático no es lo vivido en gene-
ta afirmación que colocamos como punto de partida, nos obliga a di- ral sino aquello que no pudo encontrar, en el momento de su ins-
ferenciar la cuestión del estatuto de lo histórico en psicoanálisis en cripción y fijación, de su caída en el aparato, posibilidades metabóli-
sus múltiples aspectos.
2- Lo histórico, en tanto constituyente del aparato psíquico -en una cas de simbolización productiva.
temporalidad no lineal, no genética, sino azarosa en el marco de la No se trata aquí de un "retorno al pasado" para agregar lo que fal-
necesariedad y, fundamentalmente, destinada al aprés-coup- aparece ta ni para quitar lo que sobra, sino de una recomposición "disipati-
en psicoanálisis en una basculación tanto con el estructuralismo for- va" en un proceso irreversible. A partir de ello, lo que insiste como
malista como con el genetismo endogenista. idéntico, una vez retranscripto, no deja intacta la totalidad en la cual
3.- Lo histórico encuentra su lugar en los tiempos reales -no míti- se despliega.
cos-, de constitución del aparato; tiempos destinados a una historiza- 7.- Desde esta perspectiva, la repetición (correlativamente, la transr
103
96
ferencia) es el modo privilegiado mediante el cual lo históricamente como metabólico residual de las vicisitudes libidinales del psiquismo.
inscripto se manifiesta a través de la a-historicidad radical del incon- 9.- El análisis no puede entonces tender nunca al cierre, al "fin de
ciente. Las representaciones que en el aparato psíquico "se deposi- la historia" del sujeto, en razón de que los modos de tematización
tan" están destinadas a reensamblarse por après-coup, es decir Nach- que el yo establece es el resultado de las batallas parciales con las cua-
traglichkheit, -a posteriori-. Si este aparato esta abierto siempre a la po- les se apropia -temporariamente- de aquellos fragmentos vivenciales
sibilidad de nuevas inscripciones, de recibir elementos de lo real ex- que lo constituyen, con vistas a significar su propia existencia y la de
terior -elementos "traumáticos", capaces de producir aflujos energé- los objetos que lo constituyen.
ticos que deben ser domeñados o expulsados para mantener su cons-
tancia*, las representaciones previamente existentes, aún cuando
permanezcan como tales en su singularidad, se entrelazan de mane-
ra diferente en la totalidad resultante.
Las consecuencias de una recuperación de lo histórico en psicoa-
nálisis son mayores; asumir esto produce mutaciones en toda nues-
tra concepción de la teoría de las neurosis y del proceso de la cura.
Las dos formulaciones alternativas freudianas: hacer conciente lo
inconciente -por un lado- y llenar las lagunas mnémicas -por otro-, se
unifican. Al recuperar la historicidad fundacional del sujeto psíqui-
co y considerar al inconciente como residuo metabòlico de inscrip-
ciones exógenas, la atemporalidad del inconciente hace a su indes-
tructibilidad pero no a la posibilidad de reensamblaje de sus repre-
sentaciones.
Se trata de un movimiento en el cual en el proceso de reconoci-
miento de la insistencia repetitiva del inconciente, se organizan con-
tinuidades bajo el modo de lo discontinuo. Se trata, como ha sido
propuesto por algunos historiadores, de una "historia problema", no
de una "historia relato". El relato es, en todo caso, el modo median-
te el cual el sujeto tematiza y significa la historia problema. Pero en
la especificidad del funcionamiento psíquico y de las leyes de su fun-
cionamiento, precisemos más bien que la historia problema debe ser
considerada como "historia conflicto", siendo este último no una cir-
cunstancia particular del devenir sino el modo mismo en el cual és-
te se constituye.
8.- Historizar es entonces estructurar de modo significante los efec-
tos de lo acontencial-traumático, inscripto a partir de una descompo-
sición y una recomposición que liga de un modo diverso las repre-
sentaciones vigentes (investidas o plausibles de serlo).
Lo histórico encuentra aquí su espesor propio, diferenciando la
historia como narración, "novela familiar", intento de temporaliza-
ción y espacialización del yo, de lo acontencial-traumático inscripto

99
CAPÍTULO X I V

LA ACUMULACIÓN NO NECESARIAMENTE ES RIQUEZA*

Posiblemente lo más inquietante del sentimiento de pasaje de este


siglo al próximo consiste en saber que quienes fuimos parte del siglo
XX, y nos consideramos los más avanzados de este milenio, seremos,
inevitablemente, la antigüedad del próximo. Por eso mi mayor aspi-
ración consiste en que este passye se produzca, mínimamente, en
condiciones de honestidad tal que permitan llevar aquello que con-
sideramos más fecundo para los tiempos futuros. Supongamos, por
ejemplo, que dentro de quinientos años, si es que sobreviven (el psi-
coanálisis por una parte, algunos autores por otra), se leyeran algu-
nos textos producidos por este campo de conocimiento al cual per-
tenecemos y que, por una preciosa casualidad, algo de lo que hemos
enunciado llegara a manos de un ser humano del futuro. Mi mayor
anhelo sería que quien recibiera lo que hoy tan trabajosamente ga-
rabateamos pensase al menos que fuimos parte, junto a otras disci-
plinas, del mayor intento realizado en nuestra época por conocer y
transformar algo de la condición humana y, fundamentalmente, que
esa tarea intelectual fue investida con cierta dignidad.
Porque este siglo nació al calor de la Utopía, y en razón de ello no
es absurdo que muera al borde del desencanto. Ello no da derecho,
sin embargo, a arrojar por la borda todo lo pensado, todo lo produ-
cido, todo lo atesorado. ¿Se le puede reprochar al psicoanálisis no
haber cumplido todas las promesas que realizó de inicio? Cabe pre-
viamente la pregunta acerca de cuánto de lo incumplido tiene aún
vigencia, pero también cuánto de lo logrado viene entremezclado
$
"La acumulación n o necesariamente es riqueza", Bleichmar, S., revista Topía, A ñ o IX,
N 2 27, Buenos Aires, Noviembre de 1999.

101
;TS;r
con desechos, con fragmentos de arrastre que requieren no sólo de- til, en razón de que ellas son el efecto de desconocimiento de la im-
cantación sino también depuración. pronta que la sexualidad adulta imprime en la cría humana, en ra-
zón de la disparidad de saber y de poder con la cual se establece la
Me llevaría sin duda al próximo siglo algunos de los enunciados
parasitación simbólica y sexual que sobre ella ejerce.
fundamentales del freudismo sin por ello vacilar en afirmar la nece-
sidad de darlos vuelta, de "ponerlos sobre sus pies", en sacudirlos en Esto me introduce en algo sobre lo cual también debería ejercer
todas las direcciones para que puedan quedar en condiciones de ser una reformulación y una depuración para otorgarle todo su valor: el
reposicionados en el campo general de los conocimientos del futuro. 52S?£l e j° d e Edipo• Considerado bajo los modos con los cuales la
Conservaría, en primer lugar, el concepto de inconciente. Del in- forma histórica que impone la estructura familiar acuñó el mito co-
i conciente como una realidad no subordinable a la subjetividad, del mo modo universal del psiquismo, es evidente que las nuevas formas
inconciente como del orden de una materialidad que antecede al su- de acoplamiento, los nuevos modos de engendramiento, ponen de
i jeto psíquico o, para decirlo de un modo un tanto provocativo, de un relieve tanto sus aspectos obsoletos como aquellos más vigentes que
; pensamiento no pensado por nadie, y del cual los seres humanos de- nunca a partir del conocimiento psicoanalítico.^Respecto a lo obso- ;
i ben dar cuenta en un proceso trabajoso de apropiación. Pero en ese leto^jlJEdipa^ entendido como una novela familiar, vale decir como V
proceso de trabajo sobre el concepto de inconciente, me plantaría un argumento g U e se repite, de manera más o menos idéntica, atra- v
; irreductiblemente en la lucha por despojarlo de los arrastres con los .por contenidos representacionales hacia "el papá" y "la ma-
I cuales la vulgata psicoanalítica lo ha hecho devenir otro sujeto con maba. lo largo de la historia y para siempre. Por. el contrario, lo que
I intencionalidad, volitivo, regido por la lógica de la exclusión; más sí se sostiene, es}a prohibición del goce sexual intergeneracionaí,.pe-
| una segunda conciencia que un verdadero inconciente. Cada vez ro que debemos decir, en su forma más depurada, y a partir de la
! que un analista dice a un paciente: 'Ud. en realidad no lo ama, sino Preminencia de la sexualidad del adulto sobre el niño, debe ser
I que lo odia', ese "en realidad" vuelve a sostener en un doble movi- enunciado en términos de la prohibición que toda sociedad impone
i miento la presencia de un sujeto de signo contrario del lado del in- como modo de acotar la apropiación gozosa del cuerpo del niño por
; conciente y, por otro, la idea de un yo más cercano a la mala fe o a parte del adulto.
| la falsa conciencia, que al sistema tópicamente emplazado del lado Me llevaría entonces la idea de una interceptación terciaria del go-
! de la defensa con el cual fuera definido en el corpus original de teo- ce pero, en modo alguno, la forma con la cual dejó su impronta en
| ría. Ese "en realidad" vuelve a antropomorfizar un inconciente que psicoanálisis en los últimos años la sociedad patriarcal, a través de las
I se ve despojado de su carácter de entidad absolutamente novedosa fórmulas acuñadas de "nombre del padre" y "metáfora paterna". Y
i para la historia del pensamiento. ello no sólo por ser ideológicamente peligrosas, que de hecho lo son
Tampoco renunciaría al concepto de sexualidad infantil en senti- en el deslizamiento que propician entre ley y autoridad, sino porque
do ampliado, considerado como del orden de un plus de placer no sellan de modo canónico las formas con las cuales el hijo en tanto
reductible a la autoconservación, pero despojando el arrastre biolo- producto, circula en el interior de las relaciones de alianza que lo
gista que impregna esta sexualidad infantil del determinismo que la constituyen como sujeto histórico y social en un período determina-
sostiene en la teoría clásica. Si el descubrimiento freudiano hizo es- do que parecería haber devenido, en el pensamiento europeo, si no
tallar, no sin vacilaciones, la relación existente hasta 1905 entre pro- "fin de la historia", sí "culminación de los modos de constitución de
creación y genitalidad, constituye por otra parte, la única teoría que la subjetividad".
puede dar cuenta de los modos con los cuales la sexualidad encuen- Y sin duda no abandonaría, como propuesta para el futuro, el in-
tra sus formas actuales, una vez que la humanidad ha desanudado tento de encontrar la determinación libidinal de la patología men-
biológicamente la relación entre coito y engendramiento. No me lle- tal. Porque más allá de que pudieran variar los modos de articula-
varía, sin embargo, el estadismo con el cual desde cierto endogenis- ción entre el deseo y la prohibición, y en virtud de ello los destinos
mo las fases libidinales fueron propuestas para esta sexualidad infan- de las representaciones inconcientes cuya consecuencia implica nue-

102 103
vos modos de ordenamiento del conflicto psíquico en una psicopa- que, como ocurrió con el campo socialista, caiga implosionado por
tología, no hay un orden de explicación, en términos generales, más sus propias imposibilidades internas y no derrotado por la fuerza de
fecundo que el hallado por el psicoanálisis: que los seres humanos sus enemigos. Ello obliga a un replanteo importante en defensa del
enferman de la mente por sus pasiones, y no por ninguna otra razón,.,, campo de conocimiento en cuestión, no en la defensa del estamento.
de las que en el pasado se llamaron "humores" y en el presente "bio- Tal vez el punto central a repensar esté en la posibilidad de propi-
lógicas". ciar como método de transmisión el modelo de un pensamiento que
Si todas estas cuestiones dan cuenta de la necesidad de diferenciar deje ver el modo con el cual se plantean los problemas: más que con-
entre condiciones de producción de subjetividad -modo histórico de clusiones, entonces, método. No porque no haya que establecer cier-
producción de sujetos sociales - y las condiciones de constitución del tas verdades en las cuales sostenerse, y aún cuando fueran del orden
psiquismo -en sus reglas y universalidad-, no puedo dejar de inquie- de lo transitorio, creer firmemente en ellas, pero en su racionalidad
tarme por el enorme esfuerzo que nos hará llevar como tarea al pró- y en su capacidad transformadora; y esto obliga a un ejercicio cons-
ximo siglo la depuración y desgajamiento de éstas últimas respecto a tante de puesta en riesgo de la certeza, pero al mismo tiempo, sol-
aquéllas. venta de forma distinta la confianza en los enunciados en los cuales
Esto entronca con la segunda cuestión que nos preocupa, aquella la práctica se articula.
relativa a la transmisión del psicoanálisis. Conocemos el modo con el En virtud deello considero que se deben transmitir, junto a.los co-
cual ésta se impregna de hecho de las condiciones mismas que rigen nocimientos acuñados y vigentes del psicoanálisis, el espíritu crítico
la relación de asimetría al otro humano, en lo que de infantil se re- para revisarlos y hacerse cargo de la enorme cantidad de nuevas
pite en el aprendizaje: poder y saber; inseparable por otra parte en cuestiones que se abren, de preguntas a ser formuladas. Posiblemen-
psicoanálisis en virtud de los modos de apropiación que genera una te es esta certeza en riesgo, pero al mismo tiempo esta confianza en
praxis regida por la singularidad de un artesanado más que bajo la la verdad de los enunciados, lo que pone en marcha el entusiasmo
codificación general de una técnica. Pese a este conocimiento, sin cuando se produce teoría; y esto es lo fundamental que me gustaría
embargo, la mayoría de las propuestas realizadas a lo largo del siglo transmitir a las nuevas generaciones: el derecho a cambiar las pre-
dejan un balance altamente insatisfactorio, cuyo mayor problema guntas, siempre y cuando el agotamiento de las respuestas revele su
consiste en haber banalizado y profesionalizado el psicoanálisis, con- insuficiencia para progresar en la práctica, tanto teórica como clíni-
virtiendo las instituciones de formación en gremios que en su empo- ca. Pero al mismo tiempo, sin dejar de marcar que la vacuidad de
brecimiento intelectual no pueden ya no sólo garantizar la produc- una retórica posmoderna que interroga todo sin creer en nada, es
ción científica sino ni siquiera sostener la defensa de los intereses tan infecunda como el dogmatismo y la obcecación en el error.
económicos de sus miembros. Tengo una enorme preocupación respecto al futuro del psicoaná-
La consecuencia más grave que enfrentamos es la pérdida de las in- lisis, no en función de la supervivencia del estamento sino de algo
teligencias más importantes de las nuevas generaciones, que sienten fundamental respecto a la fuerza de las ideas que permiten cercar los
al psicoanálisis como un campo de conocimiento agotado, poco esti- aspectos más fecundos de lo humano. Si la humanidad se quedara
mulante, más lleno de respuestas dadas que de interrogantes para el sin psicoanálisis, por algún tiempo o para siempre -como ha ocurri-
futuro. do con descubrimientos o anticipos importantes que quedaron se-
De ahí que el riesgo mayor que enfrenta el psicoanálisis no sea, co- pultados durante siglos, sea por la estupidez de la época, por su in-
mo se propone a veces, la competencia brutal que ejercen otras prác- suficiencia misma o por la falta de fuerza para dar batalla contra
ticas y, en particular, el embate feroz de los modos medicamentosos otras opciones y teorías de su tiempo-, no sólo quedaría despojada de
de intento de respuesta al sufrimiento psíquico -batalla en la cual, sa- un conjunto de descubrimientos sobre el ser humano de los siglos
bemos, hay una implicación decisiva de grandes masas de dinero que XIX y XX, sino del campo de conocimiento y del método más impor-
circulan del lado de los laboratorios de productos medicinales-; sino tante que se ha generado para la apreciación de las determinaciones

105
de la creación y producción humanas en el sentido más amplio del Capítulo XV
término.
Por eso, de este siglo al próximo, junto al psicoanálisis, me llevaría
el intento por encontrar un modo de distribución más solidario de
la riqueza social, de la preocupación por la democratización del co-
nocimiento, del espíritu que considera posible la radicalización de SOSTENER LOS PARADIGMAS DESPRENDIÉNDOSE
los cambios para un futuro mejor de las generaciones venideras. Res- DEL LASTRE.
¡¡¡
catar el espíritu crítico y la esperanza, eso es lo más importante que
UNA PROPUESTA RESPECTO AL FUTURO DEL PSICOANÁLISIS
nos legó este siglo, y que me obliga a considerarme no sólo portado-
ra para el próximo, sino responsable de su transmisión.
El debate acerca del futuro del psicoanálisis no puede reducirse a
la exploración de las condiciones de su ejercicio en el siglo que co-
mienza. Porque lo que está en juego no es sólo la supervivencia de
un modo de práctica -llamada clínica-, con la cual se intentó paliar
una parte del sufrimiento ocasionado por los acontecimientos que se
fueron produciendo a lo largo del siglo pasado, sino la racionalidad
de los enunciados mismos que la sostienen, y el riesgo de que caiga,
como una ideología más, junto a la chatarra que se barre periódica-
mente en la historia del conocimiento.
Y ello no sólo por el avance de la llamada globalización que bajo la
égida del capitalismo neoliberal produce hoy un estallido de la sub-
jetividad, ni por los descubrimientos de otros campos científicos y no
tan científicos que intentan relevar los paradigmas del psicoanálisis
con otros modos de concebir el funcionamiento psíquico. El psicoa-
nálisis corre el riesgo de sucumbir -al igual que ocurrió con el socia-
lismo real-, no en razón de la fuerza de sus oponentes, ni de la racio-
nalidad de los argumentos con los cuales intentan su relevamiento,
sino implosionado por sus propias contradicciones internas, ante la
imposibilidad de abandonar los elementos obsoletos y realizar un
ejercicio de recomposición de la dosis de verdad interna que posee.
Es por ello que deviene tarea urgente separar -como venimos pro-
poniendo desde hace ya tiempo-, aquellos enunciados de permanen-

"Sostener los paradigmas desprendiéndose del lastre. U n a propuesta respecto al futu-


ro del psicoanálisis", Bleichmar, S., en Los psicoanálisis en castellano desde el sur del planeta,
Primer Congreso Virtual de Psicoanálisis organizado por revista Topía y Fundación Pro-
yecto al Sur, Buenos Aires, del 30 de septiembre al 21 de octubre de 2000. También en
Aperturas Psicoanalíticas, revista virtual, www.aperturas.org, N° 6, Noviembre de 2000.

106 107
iWsr
cia, que trascienden las mutaciones en la subjetividad que las modi- 3- Lugar del inconsciente, su materialidad psíquica, caracterizada co-
ficaciones históricas y políticas ponen en marcha, de los elementos mo a-subjetividad radical, marcada por la ausencia de intencionali-
permanentes del funcionamiento psíquico que no sólo se sostienen dad y toda referencia al mundo exterior (aún cuando su provenien-
sino que cobran mayor vigencia en razón de que devienen el único cia sea de carácter exógeno) y sus consecuencias en la aplicación del
horizonte explicativo posible para estos nuevos modos de emergen- método.
cia de la subjetividad. Para ello es necesario tomar los paradigmas de
base del psicoanálisis y, en muchos casos, darlos vuelta, "ponerlos so- 1- Posicionamiento respecto a la obra freudiana.
bre sus pies", sacudirlos en todas direcciones para que puedan que-
dar en condiciones de ser reposicionados en el campo general de los Los textos de Freud se inscriben como punto de partida, no reduc-
conocimientos del futuro. tibles a ningún lector "supremo" que se atribuya mesiánicamente ser
Respecto a los ejes sobre los cuales orientaré los párrafos que si- el único que "ha escuchado la palabra", ni diluibles en una literali-
guen, al intentar un cercamiento de los problemas que considero im- dad que los coagule como textos sagrados. El respeto por los mismos
prescindibles revisar, señalemos en primer lugar que la obra freudia- presupone tanto acceder al conocimiento que encierran, como so-
na constituye el punto de partida, con todo el peso que esta afirma- meterlos a un trabcyo que sostenga sin mistificación las contradiccio-
ción tiene: de ella no sólo es necesario diferenciar los descubrimien- nes que inevitablemente los atraviesan. El rigor de lectura no con-
tos de carácter universal de la impregnación histórica en la cual ine- fundiéndose con obediencia pero tampoco reemplazando lo que en
vitablemente se ven inmersos, sino también trabzyar sobre sus contra- ellos fue dicho para hacerlos coincidir con lo que a cada escuela le
dicciones, aporías y acumulación de hipótesis adventicias. Estable- gustaría que digan.
ciendo niveles de cientificidad posible, y separando metodológica- Es importante hacer atravesar los escritos de Freud por el método
mente las teorías -en el sentido estricto de la palabra-, de los elemen- analítico, sin reemplazar lo que dicen por "lo que en realidad Freud
tos novelados, mistificados, con los cuales se ha enraizado el corpus quiso decir", ya que "lo que en realidad quiso decir" es lo que dice,
a partir de que el objeto sobre el cual se realiza la operación aplica- siempre y cuando se reincluya lo que dice en su contexto asociativo
da mayor, es decir la clínica, es también su fuente principal de des- de pertenencia, que no es el de la subjetividad del lector, sino el de
cubrimiento. Sólo como ejemplo citemos las teorías sexuales infanti- las líneas de tensión de la obra misma. El método analítico implica,
les, entre las cuales la castración ocupa un lugar mayor, ya que sabe- por otra parte, que el contexto discursivo defina la significación -sig-
mos hasta qué punto han devenido también "teorías" de los psicoa- nificancia, para usar la vieja expresión de Aristóteles, remozada hace
nalistas, sin que se haya diferenciado estrictamente el estatuto que algunos años por Lacan- y esto, respecto a la obra de Freud, se resuel-
corresponde a cada una de estas formas de teorizar: la del sujeto psí- ve apelando a los diversos ejes problemáticos en los cuales el concep-
quico que elabora sus posiciones libidinales y el modo con el cual la to se articula en movimiento.
teoría propiamente dicha debe recogerla. Se trata de una triple perspectiva para abarcar la obra: problemáti-
ca, histórica y crítica. Las contradicciones y dificultades no pueden
Defino entonces, para comenzar este ordenamiento, los puntos ser eludidas porque son el efecto del modo que asume en lo real el
que propongo al debate, sin que el orden con el cual son expuestos objeto mismo: objeto (el inconsciente) que se sustrae en la medida
implique en modo alguno unajerarquización: en que se lo conoce. La contradicción no siendo un error de juicio
del científico -como pensaba el positivismo- sino un efecto de la con-
1- Posicionamiento respecto a la obra de Freud.
tradicción de la cosa misma, y de la imposibilidad de cercar a la co-
2- Sexualidad infantil: su descubrimiento como forma principal con sa en su conjunto de un modo "sintético", ya que las aproximaciones
la cual se definen los orígenes de la realidad psíquica y su destino in- sucesivas implican modos de conceptualización que organiza ensam-
subordinare a la genitalidad como proceso de maduración biológica. blajes distintos.

114 mr 109
Desde el punto de vista histórico, el pensamiento freudiano no po- esfuerzo de síntesis que opera por recortes y exclusiones. Así, el klei-
dría ser abarcado bajo una simple cronología, como sumatoria de co- nismo -como tendencia general- ha desconocido toda la línea que va
nocimientos que se desplegaran desde la cabeza -galera de la cual sa- de la fundación del inconsciente por inscripciones a la represión ori-
len los conejos-conceptos-, ni como una dialéctica encaminada hacia ginaria y a la función del otro en la constitución de las identificacio-
su máxima perfección coronando las dificultades con una síntesis su- nes, y el lacanismo, por su parte, ha intentado obviar y escotomizar
prema. Es necesario mostrar no sólo los resultados sino el encamina- ora los aspectos histórico-traumáticos -en aras de un estructuralismo
miento por el cual se llega a los mismos, lo cual permite que se pue- a ultranza-, ora aquellos económicos o biológico-evolucionistas no
dan rehacer tramos e iniciar nuevas direcciones, sin que se produz- favorables a una propuesta transubjetiva y lenguajera del funciona-
can capturas esterilizantes. Ello permite también que coagulaciones miento psíquico. Es por ello que una perspectiva crítica debe conju-
de conocimientos verdaderos aprisionados en el interior de teoriza- gar en la transmisión del conocimiento psicoanalítico tanto aquellos
ciones espurias puedan desprenderse y circular nuevamente en di- que se sostienen por su coherencia racional o por su corroboración
recciones más fecundas. práctica -premisas de las cuales Freud nunca abdicó-, como los calle-
Ejemplo: ¿Puede sostenerse la teoría de la compulsión de repeti- jones sin salida en los cuales el sistema tiende a cerrarse.
ción si se la desgcya de los componentes de una biología mítica que Se trata, en este sentido, de conjugar en un movimiento mismo con-
la coloca en el marco de la pulsión de muerte? O aún, ¿sería posible, tenidos y procesamiento de los mismos, ofreciendo una perspectiva
desde el interior mismo de la obra dar un contenido distinto al con- que inevitablemente constituye una toma de partida, otorgando un
cepto de pulsión de muerte, y desprenderla de los modos filogenéti- modelo de lectura que permita al otro ir más allá de la posición que
cos o incluso de una teleología de la vida y la muerte mediante la uno mismo haya asumido, permitiendo realizar tanto con el discur-
cual Freud reinscribe el dualismo pulsional? so freudiano como con el propio un movimiento de metabolización,
Estos movimientos de apertura tal vez puedan generar nuevas al- apropiación y ruptura en las coagulaciones e impasses que arrastre.
ternativas, pero tienen como prerrequisito encontrar las determina-
ciones teoréticas que conducen a Freud a una u otra formulación. Si 2- Sexualidad infantil
se trata de optar, esta operación no puede ser efectuada sin un cono-
cimiento profundo de los movimientos que llevan a una conclusión. La vulgata psicoanalítica ha homologado desde siempre el aporte
No se trata de descartar algo como erróneo en sí mismo, sino de re- fundamental del psicoanálisis respecto al descubrimiento de la se-
cuperar el movimiento que lo hace desembocar en una vía errada xualidad infantil con el complejo de Edipo, como deseo genital del
para, desde allí, rehacerlo. niño hacia el adulto. Ello despoja a la sexualidad infantil de su carác-
Del mismo modo, las grandes escuelas postfreudianas, los grandes ter mayor: anárquica en los comienzos, no subordinable al amor de
movimientos que se fueron sucediendo a lo largo del siglo, pueden objeto, opera a lo largo de la vida como un plus irreductible tanto a
ser comprendidas como intentos de ofrecer nuevas respuestas a cues- la autoconservación como a su articulación con el fin biológicamen-
tiones no resueltas en el tronco matriz de la obra. En razón de ello, te determinado: la procreación.
más que enfrentarlas entre sí, o subordinarlas las unas a las otras, o Sin embargo, el descubrimiento freudiano hizo estallar, no sin va-
aún contraponerlas a Freud para mostrar de modo invalidante sus cilaciones, la relación existente hasta 1905 entre procreación y geni-
"desvíos", es necesario realizar en su interior mismo un trabcyo de talidad, constituyéndose así en la única teoría que puede dar cuenta
depuración de paradigmas y encontrar, en el interior de la obra ma- de los modos con los cuales la sexualidad encuentra sus formas ac-
triz, qué cuestiones no resueltas vienen a responder sin haber reali- tuales, una vez que la humanidad ha desanudado biológicamente la
zado, en muchos casos, una reformulación de la pregunta originaria. relación entre coito y engendramiento. Pero el ingreso del estadis-
Cada escuela ha intentado sostenerse a costa de una renegación de mo con el cual desde cierto endogenismo -que tuvo sus puntos cul-
los aspectos de la obra freudiana que no le son "sintónicos", en un minantes en la obra de Abraham pero al cual Freud da también un

110 114 mr 110


lugar particular en sus Tres Ensayos- hacen su ingreso las fases libidi- que han hecho estallar, precisamente, la relación existente entre se-
nales, establece la base de un borramiento respecto a la función de xualidad y procreación, desanudando precozmente, antes de que la
la sexualidad del adulto como motor de implantación mismo de la historia de la ciencia obtuviera los medios para ello o que la sociedad
sexualidad infantil, y genera ya las condiciones para un Edipo que civil blanqueara la realidad de sus prácticas sexuales, los fines bioló-
surge de modo unilateral del niño, y que cobra dominancia en psi- gicos, morales en última instancia, de los movimientos de placer que
coanálisis más allá de una u otra mención a la función de la sexuali- definan los modos de acoplamiento libidinal que rigen el cuerpo y
dad del adulto como motor mismo de esa sexualidad en la cría (cu- el psiquismo de los seres humanos.
yo efecto de desconocimiento aún hoy arrastramos, al dejarse de la- Comencemos entonces por definir una serie de puntos que permi-
do la impronta que la sexualidad adulta imprime en la cría humana, ten un reordenamiento de la cuestión sexual, separando cuidadosa-
en razón de la disparidad de saber y de poder con la cual se estable- mente aquellos que consisten en elementos nucleares de la teoría
ce la parasitación simbólica y sexual que sobre ella ejerce, y cuyo re- psicoanalítica, de las teorías sexuales con las cuales los seres huma-
torno del lado del lacanismo no ha pasado de ser "deseo narcisista", nos, desde la infancia, intentan elucidar el misterio no sólo de la di-
subsumiendo esta cuestión central en cierto espiritualismo deseante ferencia entre los sexos sino también de la función que cumplen sus
del lado del discurso y anulando el carácter profundamente "carnal" propias excitaciones como elementos que ponen en marcha su ac-
de las relaciones entre el niño y quienes lo tienen a su cargo). cionar sexual.
El aporte fundamental, que consiste en considerar como sexual to- Si bien es obvio que la sexualidad humana no se reduce a los dos
do aquello que siendo del orden del placer implica un plus que no rubros canónicos que la sexuación impone -entendiendo por sexua-
se reduce a las actividades autoconservativas, viene aparejado, desde ción los ordenamientos que definen las prácticas genitales bajo las
el comienzo, de una propuesta de sexualidad en dos tiempos; tiem- formas de recomposición que ligan la sexualidad al semejante en
pos que Freud consideró, a dominancia, como biológicamente de- masculino/femenino-, parece necesario volver a definir hoy, a casi
terminados, si bien dejó abierto, aun cuando sólo fuera en los már- un siglo de Tres ensayos, su aporte fundamental: el hecho de que la
genes, la posibilidad de que el primer tiempo, aquel que correspon- sexualidad humana no sólo comienza en la infancia, sino que se ca-
de a lo "pregenital", fuera efecto de la introducción de la sexualidad racteriza por ser no reductible a los modos genitales, articulados por
del adulto, de la implantación precoz de la sexualidad adulta, pulsio- la diferencia de los sexos, con los cuales la humanidad ha estableci-
nal, genital y para-genital, en el niño. do, desde lo manifiesto, su carácter.
¿Dónde quedan los dos tiempos canónicos, uno que corresponde Nos vemos obligados a sostener entonces, y sobre esto hemos ha-
a la pulsión parcial y otro a lo genital, cuando incluimos la sexuali- blado largamente en otros textos, que los dos tiempos de la sexuali-
dad del adulto como productora de excitaciones, si el adulto está dad humana no corresponden a dos fases de una misma sexualidad,
atravesado simultáneamente por sus deseos inconscientes, "pregeni- sino a dos sexualidades diferentes: una desgranada de los cuidados
tales", infantiles, y ellos se ensamblan, necesariamente, en su sexua- precoces, implantada por el adulto, productora de excitaciones que
lidad genital ya no sólo conocida sino experienciada, excitante y que encuentran vías de ligazón y descarga bajo formas parciales (siempre
rige todo su movimiento libidinal? Es en razón de esto que más allá de carácter "frustro", ya que se olvida con demasiada facilidad que
del carácter subversivo y globalmente no superado que posea un tex- aún la masturbación genital infantil no logra carácter orgàsmico, no
to como Tres ensayos de teoría sexual, es en aquellos planteos que que- siendo por ello equivalenciable a la sexualidad adulta, salvo en cier-
dan impregnados por una visión teleológica de la sexualidad, some- tos casos que han sido convocados precozmente a su ejercicio), y
tida a un fin sexual reproductivo, donde se manifiesta más claramen- otra con primacía genital, establecido en la pubertad y ubicado en el
te la necesidad de revisión. Y ello no sólo por la caducidad histórica camino madurativo que posibilita el ensamblaje genital, no constitu-
de los planteos, sino porque entran en contradicción con enuncia- yendo entonces una simple reedición del acmé de la sexualidad in-
dos centrales de la teoría y de la práctica psicoanalítica; enunciados fantil, sino un modo de recomposición ordenado y guiado por la
112 I 113
INI-
existencia de una primacía de carácter genital. Pero la paradoja con- Una consecuencia teórica y clínica se desprende de esto: si la atri-
siste, diría Laplanche, en que el "instinto sexual", si es que algo que- bución de género es anterior al reconocimiento de la diferencia ana-
da de ello, la maduración puberal, encuentra todo el campo ya ocu- tómica, coexiste con la sexualidad pulsional sin obstaculizarla. La ex-
pado por la sexualidad para-genital: los primeros tiempos han mar- tensión del concepto de polimorfismo perverso infantil a los trastro-
cado fantasmática y erógenamente un camino que si no encuentra camientos de género constituye, sino uno de los mayores pecados, sí
vías de articulación establece que el recorrido se oriente bajo formas uno de los más grandes errores del psicoanálisis de niños: creer que
fijadas, las cuales determinan, orientan u obstaculizan, los pasajes de un varoncito de 4, 6 u 8 años que quiere ser niña, realiza esta elec-
un modo de goce a otro. ción porque está aún atravesado por el polimorfismo perverso y no
¿Qué lugar pueden ocupar, por otra parte, los estudios de género ha definido su identidad sexual, es de una cortedad intelectual sólo
que implican hoy un indudable avance al propiciar un desasimiento equiparable a la irresponsabilidad que implica.
de los enunciados que hacen a los modos de representación, tanto Pero esto deriva a su vez de otra cuestión: la fácil homologación en-
femeninos como masculinos, de una presunta dependencia de la tre polimorfismo perverso y perversión propiamente dicha, que ha
biología, como un correlato directo de la anatomía constituida en creado una confusión gravísima cuyas consecuencias son de peso en
tanto sustrato de toda producción ideativo-ideológica, y generando nuestra clínica. Y sólo para no extendernos en consideraciones que
nuevas posibilidades de abordsye de la cuestión? Es necesario recu- pueden ser consultadas, señalemos que de las dos teorías freudianas
perar sus aportes, definiendo al mismo tiempo sus alcances en el acerca de la perversión, aquella que pone el centro en las transgre-
marco de nuestro campo de abordaje. siones anatómicas - entendida la perversión como reverso de la neu-
Entre la biología y el género, el psicoanálisis ha introducido la se- rosis- y aquella que pone el centro en la renegación (verleunung) de
xualidad en sus dos formas: pulsional y de objeto, que no se reducen la castración, lo fundamental queda en nuestra opinión afuera. En el
ni a la biología ni a los modos dominantes de representación social, primer caso porque viene adherida a un sustrato ideológico históri-
sino que son, precisamente, los que hacen entrar en conflicto los co ya insostenible: ¿Quién podría considerar hoy del orden de la per-
enunciados atributivos con los cuales se pretende una regulación versión las formas mediante las cuales una pareja ensambla en su re-
siempre ineficiente, siempre al límite. La sexualidad no se reduce lación amorosa aspectos pregenitales con modos genitales, y quién
entonces a los modos de ordenamiento masculino-femenino, y mu- podría clasificar como perversos los modos de producción mutua de
cho menos a las formas con las cuales la función sexual establece los placer bajo formas no tradicionales, a través de la recurrencia a un
ensámbleles de la genitalidad una vez dadas las condiciones para que erotismo que posibilite el encuentro rehusado por la anatomía en
el sujeto pueda acceder a ella. Es desde esta perspectiva que se hace aquellos casos en los cuales está obstaculizado el pleno acceso geni-
necesario señalar, haciendo una afirmación que no por sabida es me- tal? En el segundo porque reduce todo reconocimiento de la alteri-
nos olvidada, que la identidad sexual tiene un estatuto tópico, como dad a la diferencia anatómica de los sexos, planteando como mode-
toda identidad, que se posiciona del lado del yo. lo del amor de objeto la relación heterosexual, estando atravesadas
Las nociones de "diversidad" y "diferencia", introducidas por tanto la elección homosexual como la heterosexual por los modos
Freud, intentan dar cuenta de este procesamiento por el cual se ar- más diversos de anulación o reconocimiento de la diferencia con el
ticula el género en la diferencia anatómica: la primera para aludir al otro.
conjunto de atributos que ponen en marcha el reconocimiento con Es en este punto donde se hace más clara la diferencia entre pro-
el cual se pautan modos diferentes de organización entre hombres y ducción de subjetividad, históricamente determinada, y premisas
mujeres; la segunda para ofrecer un lugar a la teoría espontánea con universales de la constitución psíquica. Tornándose necesario, en
la cual el niño ordena bajo el modo de la lógica binaria las catego- nuestra opinión, redefinir el concepto de perversión si es que quere-
rías masculino-femenino a partir de la percepción de la diferencia se- mos descapturarlo de la telaraña ideológica con la cual periódica-
xual anatómica. mente se entrampa a lo largo del tiempo, considerando de este or-

114 mr 115
den todo proceso de goce sexual que tenga como prerrequisito la prohibición del goce sexual intergeneracional. El Edipo debe ser
des-subjetivización del otro, devenido así, en este caso, partenaire. No concebido entonces como la prohibición con la cual cada cultura
se trata ya de la transgresión de la zona, ni del modo de ejercicio de pauta y restringe, a partir de la preeminencia de la sexualidad del
la genitalidad, sino de la imposibilidad de articular, en la escena se- adulto sobre el niño, la apropiación gozosa del cuerpo del niño por
xual, el encuentro con otro humano. La perversión, en su fijeza, en parte del adulto. Lo cual resitúa el origen del deseo infantil en su ca-
la inmutabilidad del goce propuesto, no es sino en el límite mismo rácter prematurado en razón de la dependencia del niño respecto
el autoerotismo ejercido sobré el cuerpo de otro, despojado este otro del adulto sexuado, y el modo metabòlico e invertido con el cual se
de la posibilidad de instalarse como sujeto que fija los límites mismos manifiesta y toma carácter fundacional respecto al psiquismo.
de la acción, no sólo sexual, sino intersubjetiva. La perversión, como Junto a esto debemos revisar el modo con el cual hemos definido
categoría, debe resituarse en el estatuto que implica el ordenamien- esta interceptación terciaria del goce, despojándola de la impronta
to de una psicopatología sometida a la prueba metapsicológica. En- con la cual quedó acuñada en el psicoanálisis, en particular en los úl-
tre las dos opciones de ordenamiento propuestas a lo largo de la timos años, a partir de su modulación en la sociedad patriarcal, a tra-
obra freudiana: el ejercicio de la pulsión parcial (en los textos de la vés de las fórmulas tales como "nombre del padre" y "metáfora pater-
primera época) y la dominancia de la Verleugnung (desestimación na". Y ello no sólo por ser ideológicamente peligrosas, que de hecho
por el juicio, desmentida, renegación, según las diversas traduccio- lo son en el deslizamiento que propician entre ley y autoridad, sino
nes) a partir de la primacía de la premisa fálica en la última parte de porque sellan de modo canónico las formas con las cuales el hijo en
la obra, algo eficaz sigue circulando, si bien en su absolutización al tanto producto circula en el interior de las relaciones de alianza que
margen de la historia y de los modos con los cuales se constituyen las lo constituyen como sujeto histórico y social en un período determi-
diversas corrientes de la vida psíquica conlleva el riesgo de un mora- nado que parecería haber devenido, en el pensamiento europeo, si
lismo decadente que empuja al psicoanálisis hacia el siglo XIX en lu- no "fin de la historia", sí "culminación de los modos de constitución
gar de convocarlo hacia el XXI. de la subjetividad".1
Antes de cerrar esta cuestión respecto al concepto de sexualidad
en psicoanálisis, no podemos dejar de hacer un último señalamien- 3- Estatuto del inconsciente y consecuencias respecto al método
to: es indudable la necesidad de redefinir el llamado complejo de
Edipo, y ello desde dos vertientes. En primer lugar, porque nace y se Respecto al estatuto del inconsciente, a su "realismo", comencemos
ha conservado impregnado, necesariamente, de los modos con los por señalar que nos ubicamos en una perspectiva conceptual que se-
cuales la forma histórica que impone la estructura familiar acuñó el para como dos órdenes distintos la existencia del inconsciente de su
mito como modo universal del psiquismo, siendo evidente, como de-, conocimiento, y se rehúsa a todo agnosticismo al respecto. El incons-
ciamos, que tanto los nuevos modos de acoplamiento como las nue- ciente es un existente cuya materialidad debe ser separada de su co-
vas formas de engendramiento y procreación puestas en marcha por nocimiento: existió antes de que este conocimiento fuera posible, y
la revolución biológica, dan cuenta tanto de sus aspectos obsoletos el descubrimiento freudiano implica su conceptualización, no su in-
como de aquellos más vigentes que nunca a partir del conocimiento vención. Freud no "crea" al inconsciente, como tampoco Newton in-
psicoanalítico. Respecto a lo obsoleto, es insostenible la conserva- venta la gravedad.
ción del Edipo entendido como una novela familiar, vale decir como Afirmación, por banal que parezca, que subraya el hecho de que el
un argumento que se repite, de modo más o menos idéntico, atrave- inconsciente existe en algún lado más allá del proceso de la cura ana-
sado por contenidos representacionales hacia "el papá" y "la mamá", lítica que posibilita su conocimiento y da sustento a la concepción
a lo largo de la historia y para siempre. Se diluye en esta mitologiza- del síntoma como intrasubjetivo, y determina el conflicto como in-
ción vulgarizada que hoy suena pueril el gran aporte del psicoanáli- trapsíquico más allá de sus modos intersubjetivos -aún transferencia-
sis: el descubrimiento del acceso del sujeto a la cultura a partir de la Ies- de realización.

116 114 mr 116


El estatuto epistemológico del inconsciente reclama que el mismo rá concretado mucho más tarde, dan cuenta de los orígenes para-
sea diferenciado de las nociones previas que aparecen en la literatu- subjetivos del inconsciente, y por ende de toda realidad psíquica.
ra anterior y posterior a Freud -así como de su extensión a otros cam- Afirmar que las primeras inscripciones son del orden de lo para-
pos de conocimiento-. El átomo de Demócrito no es el átomo de la subjetivo, puede ser formulado también en los siguientes términos:
física actual; el inconsciente freudiano no es el inconsciente de la na- El descubrimiento fundamental del psicoanálisis, que lo torna inédi-
rrativa del siglo XIX, ni tampoco es el inconsciente cognitivo de Pia- to respecto a toda teoría precedente e irreductible a toda psicología
get ni el inconsciente en la cultura del estructuralismo, o de la "obra general, es la afirmación de que la representación antecede al suje-
de arte". Es necesario rediscutir -dentro del psicoanálisis- cuál sería to pensante, vale decir, que en los orígenes existe, por decir así, "un
el estatuto epistemológico de conceptos como "inconsciente de un pensamiento sin sujeto".
texto", o incluso "inconsciente grupal" o "inconsciente familiar" -ex- Que luego, con la recomposición que conlleva a la fundación de
tensiones más metafóricas y alusivas que conceptuales, cuya operati- las instancias, esta realidad originaria, pre-subjetiva, devenga para-
vidad en ciertos casos es interesante y en otros directamente genera- subjetiva, no es una cuestión menor. El inconsciente permanecerá,
doras de confusión-. para siempre, en el orden de lo para-subjetivo y, como tal, no es re-
Hemos dejado la cuestión del origen de la pulsión para este apar- ductible a una segunda conciencia, ni a las leyes con las cuales fun-
tado, en razón de que su definición pone en juego los orígenes mis- ciona el sujeto.
mos de las representaciones que constituyen la materialidad de base Sin embargo, es esta materialidad pre-discursiva que funda un or-
del inconsciente. Sus orígenes están atravesados por inscripciones den de realidad específicamente humano, la que definimos como
provenientes de las primeras vivencias sexuales que acompañan los para-subjetiva, solidaria con el hecho de concebir al inconsciente co-
cuidados con los cuales el adulto toma a cargo a la cría. En este sen- mo no intencional, cerrado a toda referencia. Es esta radicalización
tido, lo que estamos habituados a conocer como contingencia del del descubrimiento freudiano lo que nos lleva entonces a diferenciar
objeto debe ser considerado en términos extensos, como contingen- al psicoanálisis de toda hermenéutica, tomando partido por aquello
cia de la pulsión, vale decir, carácter posible de la inscripción de la que Freud define, desde una de las vertientes posibles "sentido in-
sexualidad, a partir de un plus que se instala en el marco de los cui- consciente": que se lo puede considerar un contenido psíquico de
dados precoces. pleno derecho, que persigue su meta propia, que sirve a un propósi-
Si es el hecho de que un exceso de la sexualidad del otro determi- to y se ubica dentro de una serie psíquica -cuestión bastante alejada
na el surgimiento de la representación psíquica, en virtud del carác- de toda significación inconsciente en el sentido lingüístico-2 ; lo cual
ter no descargable de esta implantación, debemos decir que el in- transforma la cuestión del "sentido inconsciente" en algo similar a
consciente no surge de la ausencia del.objeto sino de su exceso, vale los llamados "sentimientos inconscientes" tal como lo definió la "Me-
decir del plus de placer que se genera en el movimiento de resolu- tapsicología": sentimientos que llamamos de modo abusivo "incons-
ción de la autoconservación a partir de que ésta está en manos del cientes", una vez que hemos descubierto las representaciones repri-
adulto excedido, él mismo, por sus propios deseos inconscientes. midas a las cuales se anudan, pero que constituyen, en tanto formu-
Que sea la ausencia lo que activa ^representación, en aquello que lación, un absurdo, dado que no puede haber "sentimientos no sen-
Freud llamó deseo -vale decir en el movimiento que tiende a la recar- tidos por alguien".
ga de la huella mnémica del objeto- no quiere decir que esta ausen- Las consecuencias de esta afirmación para la teoría y para la clíni-
cia le dé origen. Es más bien en una acción realizada, efectivamente ca son enormes:
cumplida, la vivencia de satisfacción, aquello que genera el origen de
toda representación. a) Destitución definitiva del modo maniqueo con el cual se ha con-
Estas primeras inscripciones, que anteceden a toda instalación del cebido la defensa: siendo inconsciente y preconsciente-consciente
sujeto en sentido estricto, cuyo emplazamiento yoico-discursivo se ve- dos estructuras con su propia legalidad y su propio emplazamiento

119
en el interior de la tópica psíquica, los enunciados que el sujeto for- que su estatuto no es el de la fijación a un sistema psíquico, sino su
mula no son simplemente el modo engañoso de encubrimiento de deambulación por el aparato con pasajes a la motricidad sin que ello
lo inconsciente que habría que desechar para buscar detrás "la ver- implique captura de la conciencia.
dad" inconsciente, sino producciones psíquicas de pleno derecho Cuestión central tanto en la clínica de niños como de pacientes
que coexisten o se ensamblan, o se ven determinadas en parte, por adultos no neuróticos, o incluso en los momentos no neuróticos de
otras mociones que deben ser sacadas a la luz. todo ser humano, cuando traumatismos severos o el proceso analíti-
b) Abandono de la suspicacia paranoide del lado del analista y su co mismo llegan a bordear y activar elementos no transcriptos cuyo
relevamiento por un escepticismo relativo respecto a la permanencia cercamiento es necesario, su resimbolización posible, pero la inter-
de las certezas del yo. Sin que ello implique des-creencia ni anula- pretación se revela ineficaz en tanto su estatuto es otro que el de lo
ción de las certezas con las cuales el yo recompone, permanente- reprimido. Estamos acá confrontados al sostenimiento de ciertas pre-
mente, las formas de desligazón a las cuales se ve sometido por el em- misas del modo del psicoanálisis de concebir la práctica, sin que ello
bate inconsciente que dentro de la clínica propicia el método y fue- implique, sin embargo, aplicación del método en todos los términos
ra de ella la vida misma, ni descalificación de las vivencias y afirma- que ello impone: instalación de la situación analítica clásica, aborda-
ciones sobre los afectos del sujeto en aras de una supuesta 'Verdad" je por medio de la libre asociación. La pregunta que cabe es qué se
del inconsciente. conserva, sin embargo, que permita la instalación o la reinstalación
c) Liquidación de las jerarquías reificantes con las cuales se conci- futura del método; digámoslo de modo breve: el reconocimiento
be al "sujeto del inconsciente" como el que enuncia la verdad, fren- central de la noción de la transferencia -que reitera la asimetría ori-
te al yo homologado a una suerte de "falsa conciencia" que se enga- ginaria y obliga a una mesura que no debe ser confundida con absti-
ña. El inconsciente no es sino res-extensa, lugar de la materialidad nencia de compromiso- y el valor de la palabra en su función simbo-
representacional des-subjetivizada, "realidad psíquica" en sentido es- lizante, para dar cuenta del desvelamiento de los orígenes libidinales
tricto, y en función de ello, no puede enunciar las verdades sino del sufrimiento presente.
brindar los restos materiales con los cuales esta verdad es articulada No me detendré sobre estos temas sobre los cuales me he explaya-
por el sujeto del discurso. do en otros momentos, sino para señalar, brevemente, que es en es-
te punto que se torna necesario precisar el estatuto metapsicológico
Pero aún queda por definir un aspecto nuclear para nuestra prác- de la materialidad psíquica a abordar, sabiendo que nuestras inter-
tica y ella remite a la no homogeneidad representacional, a la diver- venciones tienen que lograr el máximo de simbolización posible con
sidad simbólica del psiquismo. Por una parte la que ya conocemos el mínimo de intromisión necesaria. Ello implica un ejercicio de
bajo la forma canónica de representación cosa-representación pala- aquello que podemos denominar oferta de "simbolizaciones de tran-
bra; por otra, en el interior mismo del inconsciente, el hecho de que sición", modos de pasaje, suerte de autotransplante de tejido psíqui-
coexistan representaciones secundariamente reprimidas con ele- co con el cual posibilitar una operatoria de tránsito que permita ir
mentos que nunca tuvieron el estatuto de representación palabra -lo estableciendo formas de recomposición de las cuales el sujeto se
originariamente reprimido-, así como signos de percepción que no adueñe sin que ello implique quedar capturado, adherido a estos
logran articularse, sea por su origen arcaico e intrascriptible, sea por modos de pasaje que se proponen más bajo el modo de una recom-
haber irrumpido en procesos traumáticos no metabolizables. Estos posición de singularidades simbólicas que de una oferta de inclusión
elementos pueden hacerse manifiestos sin por ello ser conscientes, antropológica de carácter universal.3
pueden activarse a partir del movimiento mismo del dispositivo ana- La aplicación del método -libre asociación- y la instauración de la
lítico o de vicisitudes de la vida y dejar al sujeto librado a la repeti- situación analítica que posibilita su implementación son absoluta-
ción compulsiva, a la captura indiciaria, sin que la asociación sea po- mente solidarias de la existencia del inconsciente como instancia re-
sible ni el develamiento del sentido inconsciente viable, en razón de primida, en un aparato psíquico marcado por el conflicto, cuyas ins-

121
tandas responden a modos de funcionamiento que implican diver- tigados que circulan por el psiquismo sin estatuto tópico definido.
sas legalidades y diversos contenidos. Esta formulación, que parece Ante los fenómenos que emergen como no secundariamente repri-
de interés teórico general alejado de la práctica, define, sin embar- midos, no plausibles de interpretación, y cuyo estatuto puede ser del
go, la posibilidad de implementación del dispositivo analítico. orden de lo manifiesto sin por ello ser conscientes, consideramos ne-
Tanto en la posibilidad de implementación del método en el aná- cesario la introducción de un modo de intervención que llamaremos
lisis con niños, como en el de patologías no neuróticas -que implican "simbolizaciones de transición", cuya característica fundamental es
no sólo la psicosis sino también los momentos en los cuales se pro- la de servir como puente simbólico en aquellas zonas del psiquismo
duce una caída del emplazamiento del yo en el interior de la tópica en las cuales el vacío de ligazones psíquicas deja al sujeto librado a la
por efecto de traumatismos graves o por déficit estructural de carác- angustia intensa o a la compulsión. Razones de espacio nos impiden
ter no permanente (patologías llamadas borderlines, trastornos narci- desarrollar totalmente estas ideas que se relacionan directamente
sistas en colapso, etc.)-, el emplazamiento de la represión que pone con lo que hemos llamado procesos de neogénesis, sobre los cuales
en marcha el sufrimiento intra-subjetivo, la existencia de un discur- nos hemos extendido lo suficiente en otros escritos.5
so articulado bajo los modos que conocemos a partir de la lingüísti- Inconsciente de origen exógeno, materialidad representacional he-
ca estructural, el funcionamiento del preconsciente en lo que hace terogénea, realidad para-subjetiva cerrada a toda intencionalidad,
a la temporalidad, la lógica del tercero excluido y la negación, deter- son los elementos que permiten tanto un cercamiento de su consti-
minan el reconocimiento de la posibilidad de poner en marcha el tución como de la operancia con la cual determinar el modo de ins-
dispositivo clásico de la cura. talación del dispositivo de la cura. Pero sus consecuencias se extien-
En los casos en los cuales esto no es posible, es necesario crear las den mucho más allá de ello.
posibilidades previas para que ello ocurra, mediante lo que hemos Si se trata de recuperar lo fundamental del psicoanálisis para po-
llamado "intervenciones analíticas". Se trata de modos de operar nerlo en marcha hacia los tiempos futuros, este trabajo no puede
que conservan algunos aspectos centrales de la situación analítica: realizarse sin una depuración al máximo de los enunciados de base
reconocimiento del campo fundacional de la transferencia, absti- y un ejercicio de tolerancia al dolor de desprenderse de nociones
nencia de intervención valorativa, diferenciación -para el caso del que nos han acompañado, tal vez, más de lo necesario. El futuro del
análisis de niños- de pautaciones de cultura respecto a intromisiones psicoanálisis depende no sólo de nuestra capacidad de descubri-
educativas, 4 pero que reconocen la imposibilidad, en ciertos mo- miento y de la posibilidad de enfrentarnos a las nuevas cuestiones
mentos, del develamiento del inconsciente a partir de la recupera- que plantea esta etapa de la humanidad sino, y esto es lo fundamen-
ción de representaciones reprimidas plausibles de retornar en len- tal, de embarcarnos en un proceso de revisión del modo mismo con
guzye del lado del sujeto. el cual quedamos adheridos no sólo a las viejas respuestas, sino a las
Esto ocurre en virtud de la no homogeneidad de la simbolización antiguas preguntas que hoy devienen un lastre que paraliza nuestra
psíquica, en la cual coexisten representaciones de diverso orden, y marcha. Y en esa lentificación, sí, por supuesto, la tortuga puede ga-
sobre las cuales nos vemos obligados en muchos casos a ejercer mo- nar la carrera.
vimientos de re-simbolización, no sólo de des-represión. También in-
cide en esto el hecho de que la organización psíquica opere "a domi-
nancia", coexistiendo en el proceso de la cura el activamiento de co-
* N o puedo terminar este apartado sin dejar de señalar que reconozco la irritación que
rrientes representacionales secundariamente reprimidas (que son
puede producir en algunos la inclusión del Edipo c o m o sub-apartado de la sexualidad in-
las que constituyen el objeto de la libre asociación, como lo marcó fantil. N o hago con ello sino seguir a Freud mismo, cuando planteó entre los shibolets del
Freud en Inhibición, síntoma y angustia), de otras primariamente re- psicoanálisis, junto al inconsciente, la defensa y la transferencia, a esta sexualidad infan-
primidas (que nunca fueron transcriptas como representación-pala- til, considerándola entonces c o m o u n o de los conceptos centrales que toma el carácter
bra) , e incluso de aquellas que se sostienen al modo de indicios no de rango ordenador.

122 LI- 123


INDICE
^ Freud, Sigmund, Obras Completas, Amorrortu ediciones, Buenos Aires, 1976, Vol. XV, p.
36. Lo cual n o quiere decir que e n las mismas páginas Freud n o afirme lo contrario, al
referirse también al acto fallido: "exteriorización de contenido y de significado..." (p. 31), Introducción 5
que deja lugar a la significación inconsciente de signo opuesto a aquella buscada por la
conciencia. Capítulo I: Un modo de pensar nuestro tiempo 7
Capítulo II: El inconciente es el fracaso moral, no la 11
3
Es acá donde la semiótica puede darnos herramientas, y la abducción deviene u n mo-
do de recomposición de lo indiciario que ofrece un matiz absolutamente novedoso al justificación de la inmoralidad
concepto de construcción freudiano. Capítulo III: Acerca del "malestar sobrante" 17
4 Se trata de diferenciar, c o m o veremos luego al abordar la sexualidad infantil, ciertos Capítulo IV: La comprensión precoz de la libertad 23
universales ligados al sepultamiento del autoerotismo y al establecimiento de normas de Capítulo V: Los caminos insospechados de la 27
la pautación del intercambio sexual entre generaciones, de toda propuesta de conteni-
dos ideológicos que intenten tomar a cargo la educación del niño.
adaptación
Capítulo VI: Norma, autoridad y ley. Bases para la 35
^ Bleichmar, Silvia, Clínica psicoanalítica y neogénesis, Amorrortu Ediciones, Buenos Aires,
2000.
redefinición de una legalidad en
psicoanálisis
Capítulo VII: Tiempos difíciles. La identificación en la 45
adolescencia
Capítulo VIII: Las formas de la realidad 53
Capítulo IX: La guía de las pasiones 63
Capítulo X: Nuevas tecnologías, ¿nuevos modos de la 69
subjetividad?
Capítulo XI: Límites y excesos del concepto de 79
subjetividad en psicoanálisis
Capítulo XII: Las hiperkinéticas certezas del ser 87
.,Capftii1o,jpiI: Estatuto de lo histórico en psicoanálisis 95
Capítulo XIV: La acumulación no necesariamente es 101
riqueza
Capítulo XV: Sostener los paradigmas desprendiéndose 107
del lastre. Una propuesta respecto al
futuro del psicoanálisis

124 125
Este libro se terminó de imprimir
en el mes de febrero de 2005
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e-mail: imprenta@suimpres.com.ar
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