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MÓDULO 10 – LA ANGUSTIA

Héctor Pérez Barboza


Clase 10: La angustia. Presentación del objeto a. Acting Out y pasaje al acto. La
interpretación, desde la contratransferencia o desde el deseo del analista. La dimensión real
de la transferencia.

Bibliografía: Seminario “La angustia” Clases 1, 6, 8, 9 y 10.

Dictado entre 1962 y 1963, es el último seminario de Lacan en el hospital de Saint Anne. Aquí
afirma su teoría del objeto del psicoanálisis, basada tanto en los datos de la experiencia, casos
clínicos que analiza, como en la lectura crítica de los escritos freudianos, y de otros
contemporáneos.

Sus seminarios siguientes serán en la Escuela Normal Superior y versarán sobre sus propios
conceptos, y allí, las referencias a otros trabajos psicoanalíticos serán más escasas, excepto por
las que hará a la obra de Freud.

En este seminario podemos subrayar en principio una doble operación, analizando y


construyendo una teoría de la angustia y presentando además el operador que va a permitir
trabajar con ella:

1) En cuanto a la angustia:

a. Dice que es el afecto propio del psicoanálisis.

b. La asimila a un modo de comunicación: se pregunta si la angustia no es, entre


el sujeto y el Otro, un modo de comunicación tan absoluto que sea común a
ambos. Esto vale para la transferencia (Ver el Caso Frida).

c. Revisa la teoría de la angustia freudiana. Si Freud define a la angustia como la


señal de un peligro del que el Yo es el lugar y el agente, y ese peligro es la
amenaza de castración, para el hombre y el de la pérdida del objeto madre en
la mujer, esto conduce a un sinfín de dificultades conceptuales. Recuerdan
Uds. que Freud va haciendo en su obra un recorrido donde primero piensa que
la angustia es producto de un trauma, por un mal encuentro con el Otro, más
tarde afirma que el supuesto origen del trauma es el fantasma del sujeto y por
último va a postular que todas las neurosis tienen un origen traumático. Lacan
resuelve el tema reconduciendo el peligro en cuestión, el trauma, a la función
angustiante del deseo del Otro. Con respecto a la Angustia señal: dice Lacan
que es un fenómeno de borde en el campo imaginario del Yo, Y justifica el
término borde en que Freud consideraba al Yo como una superficie. Es una
señal que se produce en el límite del Yo cuando éste se ve amenazado por algo
que no debe aparecer. Esto es el objeto “a”, el resto aborrecido del Otro.
Asimismo, realiza otra reformulación. Recuerdan que en Freud una de las
formas de caracterizar a la angustia era por la diferencia con el miedo: éste
tenía objeto y la angustia no. Lacan dice que “la angustia no es sin objeto”,
aludiendo justamente al objeto “a”, del cual la angustia es su única traducción
subjetiva. Dice que esto ya lo había anunciado en la fórmula del fantasma.
Claro está que hay que puntualizar que, mientras en “Subversión del sujeto…”
el “a” era imaginario, en este seminario pasa claramente al registro de lo real.

d. Vincula la aparición de la angustia con la falta o la falta de la falta en el Otro.


Esto quiere decir, por un lado el enigma sobre el lugar que se ocupa en el
deseo del Otro, o bien el no tener lugar alguno en ese deseo.

e. La compara con el síntoma y establece las diferentes coordenadas de cada


uno, centrales a la hora de pensar en las intervenciones que un analista tendrá
que realizar.

f. En relación a la imagen narcisista, dice que hay un borde (del espejo, del
losange) donde la constitución de la imagen especular muestra su límite. “Que
éste es el lugar de la angustia es algo que deben Uds. recordar siempre como
señal de lo que hay que buscar en el medio”. En este sentido comenta cómo
funciona la hipnosis respecto del objeto: “El sujeto en el espejo del Otro es
capaz de leer todo (lo que es especularízable) La única cosa que no se ve es el
tapón de botella del hipnotizador o la mirada de éste, a saber, la causa”.

2) Sobre el nuevo operador:


a. Reconduce la cuestión de los objetos, las relaciones objetales, los objetos de
amor, de deseo, etc. a su causa, el objeto “a”, que, según Lacan, es su invento
en el psicoanálisis.
b. Se trata de un matema con el propósito de nombrar y hacer operativo el
registro de lo real, intentando lo que es la ambición de la ciencia: atrapar lo
real, y hacerlo eficaz.
c. Por un lado lo derivará de la relación del sujeto con el significante. Es el resto
de la operación que trabajábamos en los primeros módulos como “el concepto
es la muerte de la cosa”. Ahora, luego de esta presentación, nosotros
podemos decir que “los muertos que vos matáis, gozan de buena salud”. Hay
algo de la cosa que no entra en el símbolo, que no es nombrado por el
significante, y que por eso mismo, en algún momento retorna.
d. Presentará las diferentes formas en que aparece el “a”, las relaciones de estas
formas entre sí, así como sus relaciones con el cuerpo propio, la angustia el
duelo y la melancolía.
e. Distinguirá de ahora en más objeto de deseo y objeto causa de deseo. Es un
espejismo situar al objeto adelante, tal como lo hace la teoría de las relaciones
de objeto. Así aborda la noción de causa en epistemología y formula que el
objeto es causa y que está detrás del deseo. Hay una exterioridad previa a que
en lo imaginario se divida el sujeto entre interior y exterior. La noción de
“causa” pertenece a ese exterior, a ese lugar de objeto anterior a toda
exteriorización.
Por otra parte:

a) En lo que hace a la técnica del psicoanálisis produce una gran transformación.


De ahora en más no todo será interpretable. No todo será traducible en
términos edípicos, no todo será clínica de lo simbólico. Sienta las bases para
una clínica de lo real. Si bien ya Lacan venía criticando a la teoría de la
contratransferencia y oponiéndole una teoría del deseo del analista, es en este
seminario adonde explicita sus fundamentos. Esto se sostiene en una nueva
formulación de la transferencia: adquiere ahora una nueva dimensión real con
la que hasta entonces no se contaba. La transferencia es reproducción y
repetición, pero también es un amor presente en lo real (agalma). “Es en
función de ese amor real que se instituye lo que configura la pregunta central
de la transferencia, la que se propone al sujeto en lo relativo al agalma: lo que
le falta. Pues es con esa falta que él ama. De ahí que “amar es dar lo que no se
tiene”. Se trata del principio mismo del complejo de castración: para tener el
falo, para poder servirse de él, es preciso, justamente, no serlo. “Cuando se
vuelve a las condiciones en que parece que se lo es (…) siempre es muy
peligroso.”
b) En esta dirección hay que tomar los aforismos sobre el amor. Si bien hoy parece
una figura un poco gastada, estos aforismos hacen pensar. Como decíamos,
conecta al amor con la falta “dar lo que no se tiene”: lo que damos en el amor
es, esencialmente, lo que no tenemos y, cuando lo que no tenemos vuelve a
nosotros, hay por cierto regresión y al mismo tiempo revelación de en qué cosa
hemos faltado a la persona para representar su falta. Y con el goce y el deseo
“El amor hace al goce condescender al deseo”, lo cual fundamenta el modo en
que el amor (no la versión imaginaria sino ese “amor presente en lo real”) de
transferencia, puede hacer que el goce se mantenga a raya, acotado,
localizado, parcializado. Por esa razón, insisto siempre en que no hay forma de
constituir el sujeto del deseo sino a través de la articulación de la transferencia
real, el pasaje del objeto “a” hacia el analista, que cargará con él si es que hace
lugar al deseo del analista. Un analista que carga con los objetos “a” de su
paciente, para que luego se pueda producir el efecto sujeto. Se puede
encontrar el antecedente a esta cuestión en “La dirección de la cura…”, adonde
habla de la “transferencia primaria”, aquí llamada “salvaje”.

c) Del manejo de la transferencia salvaje dependerá la posibilidad del tratamiento


del acting out y del pasaje al acto.

d) Una revisión de la teoría del duelo. Freud planteaba que la dificultad para
elaborar una pérdida, las melancolías se producen por la identificación con el
objeto (“la sombra del objeto cae sobre el Yo”). Lacan dice que el objeto
perdido (el semejante que ocupó el lugar de A barrado) era, sin que nosotros lo
supiéramos, soporte de nuestro objeto “a”. Cuando éste nos retorna nos
reencontramos con una parte real de nuestro ser. En otras palabras, que él o la
que se fue o se murió oficiaba de velo para esa parte de nuestro ser, y, al
desaparecer, no es que nos identificamos con el que se perdió sino que retorna
aquello de lo que no queríamos saber nada y permanecía oculto tras su
presencia. “No estamos de duelo sino por alguien de quien podemos decir "Yo
era su falta". Estamos de duelo por personas a quienes hemos tratado bien o
mal y frente a las cuales no sabíamos que cumplíamos ese función de estar en
el lugar de su falta.”

e) Lo que damos en el amor es, esencialmente, lo que no tenemos y, cuando lo


que no tenemos vuelve a nosotros, hay, por cierto, regresión y al mismo
tiempo revelación de en qué cosa hemos faltado a la persona para representar
su falta.

f) Una revisión de la teoría del deseo. Sale de la impasse del deseo de


reconocimiento y de la lucha a muerte entre el amo y el esclavo, también de la
cuestión del reconocimiento de deseo, para pasar a ubicar la cuestión ya de
lleno en el “Che Vuoi?” , la pregunta por el deseo del Otro, en tanto pregunta
radical que toca al ser. Cuando hablamos de “ser” aludimos a lo real del sujeto.

g) Hace referencia a tres perversiones fundamentales a la hora de situar el objeto


de deseo: Fetichismo-Sadismo-Masoquismo. El fetiche es la condición en la que
se sostiene el deseo. El deseo sádico no es tanto el sufrimiento del otro; lo que
busca es su angustia. El fin declarado del masoquista es su propia encarnación
como objeto. Su identificación con ese otro objeto común, objeto de
intercambio es la ruta, el camino por donde busca precisamente lo imposible:
aprehenderse por lo que, como todos, él es, un objeto “a”. En suma: si el sádico
busca encontrar el objeto en el otro, el masoquista lo busca en su persona. Esa
identificación de objeto, con el objeto, tanto para el masoquista como para el
sádico, sólo se presenta sobre una escena. Sólo que incluso sobre esa escena el
sádico no se ve, sólo ve el resto.

h) Identificación del deseo y la ley: “si el deseo y la ley son la misma cosa en esa
medida y con este sentido, el deseo y la ley tienen su objeto común. Se observa
que en el mito de Edipo, en el origen del deseo, el deseo del padre y la ley no
son más que una y misma cosa. Sólo la función de la ley traza el camino del
deseo, el deseo en tanto que deseo de la madre, para la madre es idéntico a la
función de la ley. En la medida en que la prohíbe, la ley impone desearla,
porque después de todo, la madre no es en sí el objeto más deseable, dice
Lacan. Se desea porque está ordenado. El efecto de esa identidad que conjuga
el deseo del padre con la ley es el complejo de castración, en tanto que la ley
nace por esa mudanza, mutación misteriosa del deseo del padre, después de
haber sido asesinado.

Comentarios libres sobre el Seminario “La Angustia”.


Lacan plantea que este afecto, es el más propio al psicoanálisis. Lo vincula con una Verdad del
Sujeto ya que dice que todos los afectos están a la deriva, deslizan en la cadena todos, salvo la
angustia al que considera un afecto de excepción, el único afecto que no engaña.

Y la angustia está directamente ligada al objeto “a”, que es un objeto no fenoménico, no tiene
imagen y es equivalente a la pérdida constitutiva del sujeto.

A S
 
a

En este seminario lo escribe del modo que antecede. Se parte de una concepción del A como
completo y de un sujeto mítico, animal, completo. En el encuentro el sujeto y el A, dos
instancias heterogéneas, se descompletan una a otra. Se produce una división que deja un
resto, el objeto a.

Lacan ha tomado varias referencias teóricas para puntualizar la cuestión de la incompletud de


la estructura, desde la lógica o la matemática, que nos ahorraremos abordar en esta clase,
pero que resume en la notación que hace del Otro barrado y del Sujeto barrado. Lo importante
es que no sólo da cuenta de la incompletud del orden simbólico, sino que propone cómo
hacer con la misma en psicoanálisis. Lo dicho tendrá consecuencias en el modo de considerar
la cura, puesto que si sólo se tratara del orden simbólico, la metonimia de los significantes
sería infinita. Si todo fuera cuestión de que un sujeto se intente representar de un significante
a otro significante, no se detendría nunca la metonimia, y esto llevaría a una interminabilidad
en los análisis, algo que preocupaba a Freud. Sin embargo, a partir de la creación del objeto
“a”, Lacan comienza a pensar en una forma alternativa a aquella que comentáramos en
módulos anteriores, que tenía como premisa la identificación al analista. Esta nueva forma de
pensar el final de los análisis comprende como paso central localizar una transformación en la
relación del sujeto con lo real, representado por el objeto “a”.

En el seminario XI, sobre “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” formalizará
las operaciones de alienación y separación y graficará el encuentro del S y el A con el siguiente
diagrama de Euler.
El planteo es freudiano. Al pasar el ser míticamente biológico, animal, real, a través del Otro,
una buena parte de esa animalidad, de esa “vida” queda mortificada, perdida, en los
significantes. Atravesada, intrusada por el registro de lo simbólico, lo cual constituye al Sujeto.
Toda la primera enseñanza de Lacan que hemos ido trabajando está centrada en ese Sujeto del
Inconciente, una maquinaria simbólica hecha de significante que remite a otro significante, lo
cual explica además las formaciones del Inconciente. Lacan da cuenta de que a Freud con el
significante no le bastó, puesto que fue encontrando un tope en su clínica: retornaban los
síntomas o se producían las reacciones terapéuticas negativas, o se precipitaban las salidas de
la escena analítica.

Lacan formaliza ese “algo” que hacía que se manifestara un tope a la clínica del significante. No
todo en el sujeto es simbólico. Sabemos que hay un Sujeto del Inconciente, un Sujeto del
deseo, cuyas producciones son los síntomas, lapsus, actos fallidos, sueños, todas las
formaciones de compromiso, incluso la transferencia en tanto simbólica, dado que la propia
alternancia de significantes en su diferencia, nos permite encontrarnos con los baches en los
que aparece un sujeto: al interrogar allí, donde falta un significante, se desarrollan nuevas
cadenas de saber. Hemos visto en seminarios anteriores la diferencia que había entre saber y
verdad. El saber nunca alcanza a decir toda la verdad. Hay algo que escapa a una escritura
completa de la misma. Partiendo de esas nociones, Lacan puede redefinir a la represión
primaria como un significante perdido, que no vuelve y que no se recupera.

Pero hay otras manifestaciones clínicas que hacen necesario pensar en una parte del sujeto
que no ha sido reducida a la matriz del significante. Se trata de algo que fue de esa persona en
su origen, pero que ha tenido que perder para advenir a lo simbólico. Lacan explica la
distinción esencial de entre lo simbólico y lo real: “por un lado el mundo, el lugar donde lo real
se precipita y por otra parte la escena del Otro, donde el hombre como sujeto tiene que
constituirse, ocupar su lugar como portador de la palabra, pero no puede ser su portador sino
en una estructura que por más verídica que se presente, es estructura de ficción.”

Ahora voy a dedicarme a un punto en particular. Ustedes recordarán que Freud incluye en sus
trabajos varias referencias a las acciones de sus pacientes. Desde los más conocidos actos
fallidos, los actos sintomáticos, la inhibición (que es una perturbación deficitaria de la acción),
y el acting out. Lacan le dedicará a este último una buena parte del seminario, en comparación
con el Pasaje al Acto, que también podemos decir que es un invento lacaniano, ya que lo toma
de la psiquiatría pero transforma radicalmente su explicación y las posibilidades de operar con
él.

Pasaje al Acto y Acting Out

Este primer cuadro es presentado al inicio del seminario. Deja el interrogante acerca de esas
dos celdas que están junto a la angustia. Esto nos revela la importancia que para Lacan tienen
esos lugares que no revela al inicio, para que el auditorio piense.

DIFICULTAD
MOVIMIENTO INHIBICIÓN IMPEDIMENTO EMBARAZO
EMOCIÓN SÍNTOMA X
TURBACIÓN X ANGUSTIA

En el cuadro siguiente revela la incógnita. Las últimas barreras antes de llegar a la angustia son
dos formas de movimiento, de acción.

DIFICULTAD
MOVIMIENTO INHIBICIÓN IMPEDIMENTO EMBARAZO
EMOCIÓN SÍNTOMA PASAJE AL ACTO
TURBACIÓN ACTING OUT ANGUSTIA

La tesis de Lacan es que la angustia surge cada vez que este objeto “a”, velado en su función
de causa, emerge. Cuando algo hace presente la incógnita del objeto. Este objeto y la angustia
correlativa en el sujeto asoman cuando nos encontramos frente a una falta o, ante lo que
Lacan llama la falta de la falta. Y las respuestas posibles, tanto a una como a otra de esas
experiencias son, para Lacan, el acting out y de pasaje al acto.

Para decirlo yendo desde la manifestación hacia lo teórico: cada vez que nos encontramos
frente a un acting out o a un pasaje al acto, sabemos que estamos tratando con un Sujeto
angustiado, a causa de que se le está revelando (por diversas circunstancias por las que puede
estar atravesando en su vida) su ser de objeto. Que el objeto perdido se ha salido del marco
fantasmático que lo mantenía en una escena, preservando al sujeto de un encuentro en crudo
con ese real. Y entonces tenemos que pensar que esas dos manifestaciones son formas de
defensa, una por vía de la mostración del objeto (acting out) y la otra, mucho más riesgosa, por
la vía de la identificación al objeto (pasaje al acto)

Nosotros, como analistas, tenemos que poder saber ubicar esa objetalización por la que
alguien está atravesando. Por eso no los llamamos sujetos, cuando llegan a consultar.
Podríamos muy bien decir “vino a verme un objeto que…” y en términos lógicos no sería
desacertado. Y para poder establecer las coordenadas de su subjetividad, tenemos primero
que tratar a ese objeto que llega.

Define al acting out como algo que se muestra, resaltando su convocatoria a lo escópico. Es el
esbozo de transferencia. Es la transferencia salvaje. No hay necesidad de análisis para que
haya transferencia, pero la transferencia sin análisis es el acting out. El acting out sin análisis es
la transferencia. Hace falta un handlung, manejo de la transferencia salvaje para domesticarla.
Se dirige al Otro y, si está en análisis, ese Otro es el analista.

Lo estudia a través de la joven homosexual, el comentario del caso de los “sesos frescos” de
Kris, el caso Dora, y un caso de una analista postfreudiana, Margaret Little

En ese mismo seminario relaciona el síntoma y el acting out. Contraria a la idea freudiana,
también sostenida en su inicio por Lacan, de que el síntoma es un llamado a la interpretación
del Otro, aquí dice que el síntoma se podría bastar por si solo y que para que se haga visible,
para que alguien llegue a consultar, se necesita que ese síntoma esté ligado a un acting out.
“El síntoma en su naturaleza es goce, goce revestido sin duda, no los necesita a Uds., como el
acting out. Se basta a sí mismo”. Lo que llama al Otro es el acting out y no el síntoma que
sería propio de un goce autoerótico, si no fuera por el auxilio del acting out. Como ven, Lacan
transforma el lugar que para el psicoanálisis tiene el acting out, que hasta Freud, era como una
especie de molestia, algo que no encajaba.

A partir de este seminario siempre que llega alguien a consultar a nuestro consultorio o a una
institución en la que trabajemos, a contarnos algo que le pasa, pensamos que esa situación es
un acting out. Para decirlo simplemente: que si lo viene a contar, es para salir de algo que lo
angustia. Está angustiado y ha elegido una forma de salida de la angustia que es poner el
objeto “a” en el campo del Otro (analista).

Entonces hay un síntoma anudado a una “transferencia salvaje” (que no es simbólica como es
la del Sujeto Supuesto al Saber) que es la del objeto “a”, que viene a mostrársenos en el acting
out, para ver si hacemos algún lugar, ya que es testimonio de un lugar no alcanzado en el
deseo del Otro (como decíamos: por falta o por falta de la falta).

Critica a Phyllis Greenacre, una analista norteamericana de la época, y plantea exactamente lo


contrario a lo que ella proponía. Dice Lacan, que no se trata de interpretar esa acción, ni de
pedir asociaciones, porque si bien el acting out llama a la interpretación no es una formación
del inconciente hecha de significantes, sino que muestra un objeto real. Tampoco de reforzar
al Yo porque no es del campo de la debilidad yoica que surge. Y tampoco se trata de prohibirlo
porque ya se hizo, o está ocurriendo cuando el paciente viene a consultar. Por otra parte lo
que hemos explicado ubica claramente lo que hacen algunos terapeutas, que, cuando sus
pacientes comienzan a actuar, y producen acting out o pasajes al acto, expulsan esa parte más
real, ya sea por impericia, por miedo, angustia personal, o por ignorancia, derivando al
paciente para que lo mediquen o para que lo atienda otro analista. En los casos más
caricaturescos, piden a diferentes especialistas (por ejemplo en bulimia, en toxicomanías, en
violencia, ya que estamos en épocas de la especialización que ordena el discurso científico)
que atiendan esa parte que no responde al sujeto de lo simbólico, de la cadena de
significantes. Que atiendan ellos esa parte desencadenada, con la pretensión de continuar
siendo el analista de la parte simbólica, como si algo así fuera posible. Se trata de analistas que
se han quedado en la clínica freudiana o en la primera parte de la enseñanza de Lacan y no
entienden que en esa actuación hay un llamado al deseo del Otro, que en este caso es el
analista.

Utiliza el caso Frida, de Margaret Little (“La respuesta total del analista a las necesidades de su
paciente”, de Mayo - Agosto de 1957, parte III-IV del volumen 38 del International Journal Of
Psychoanalysis). Ella tiene la concepción de que el analista es una “persona que tiene algo
para dar” y que se encuentra con un paciente que es “una persona con necesidades”. Vean ya
qué diferente registro de la falta en relación a lo que venimos trabajando junto a Lacan.

Esta analista dice que con los enfermos que “ no son capaces de simbolizar, que son
estructuras psicóticas, etc.... es necesario que el analista sea capaz de manifestarse en cuanto
persona". "Es preciso que el analista sea capaz", nos dice, "de mostrar sus sentimientos a los
pacientes". Y pensaba en la contratransferencia como ese núcleo no analizado que en
determinado momento provoca cierto tipo de respuestas, ya sean verbales o gestuales, poco
importa, en el individuo. Para Margaret Little, tales reacciones impulsivas, existen siempre
pero, por encima de todo, son absolutamente benéficas para el paciente; claro está que en
ciertos casos. Para ella el hecho de mostrar nuestros sentimientos a nuestros pacientes (ella
habla de "nuestra afectividad"), introduciría una dimensión de realidad en la cura.

Y cuenta el caso de Frida, en el que dos intervenciones suyas ponen término a 7 años de falta
de progresos en el análisis.

Primera intervención: “Su paciente llega con el rostro tumefacto por los llantos y llantos que
vierte a causa de la pérdida, de la muerte —en un país que había dejado hacía tiempo con sus
padres, la Alemania de entonces, la Alemania nazi— de una persona que no se distinguía de
otro modo, entre quienes habían velado sobre su infancia, que por ser una amiga de sus
padres y, sin duda, una amiga con la que ella tenía relaciones muy distintas de las relaciones
con sus padres; es un hecho que nunca había llevado un luto parecido por nadie”. Murió hace
poco Ilse, que es un personaje, un sustituto parental de la edad de los padres de la enferma y
ella acaba de enterarse.

Como decíamos. Llega al consultorio en un estado de aflicción, de desesperación, estado que


dura una sesión tras otra y que termina enloqueciendo literalmente a Margaret Little; ésta nos
dice: "Tuve la impresión de que si de una u otra manera yo no conseguía "to break through",
hacer irrupción allí dentro, mi enferma moriría, mi enferma llegaría a faltarme.". ¿Morir por
qué?, dice. "Por dos razones: o bien porque se suicidaría, o bien porque moriría de
agotamiento pues ya no podría comer, ya no podría hacer nada."
La analista, primero interpreta como de costumbre, sin que pase nada. Luego confiesa ante el
sujeto que no comprende nada, y que verla así le causa pena, a ella, la analista.

Lacan indica que esa intervención “le permite transferir (a Frida), hablando con propiedad, a
su relación con la analista la reacción de que se trataba en ese duelo, a saber, la aparición de
esto: que había una persona para la cual ella podía ser una falta. La intervención de la
analista le pone de manifiesto —en la analista— eso que se llama angustia. Es en función de
hallarnos en el límite de algo que designa en el análisis el lugar de la falta, que esa inserción,
ese injerto, por así decir esa acodadura, que permite a un sujeto del que es definida toda la
relación con sus padres, —lo verán en la observación— que no pudo captarse bajo ninguna
relación, ese sujeto femenino, como una falta, se encuentra aquí abriéndose.”

Entonces, las cosas cambian a partir del momento en que Margaret Little es llevada a
reconocer sus propios límites. En ese momento, ella hablará, desde luego, pero de ningún
modo se trata del “reacting-impulse”, de ningún modo se trata de una reacción afectiva. Ella
hablará desde su lugar de analista que inducirá la respuesta que tenemos derecho a esperar
cuando hacemos este tipo de interpretación; es decir que el sujeto le hará un regalo: su
fantasma fundamental.

La segunda intervención “se trata de ligeras modificaciones que se han hecho en lo de la


analista, en lo que ella llamé la decoración de su consultorio (…), y a nuestra Margaret Little ya
le dieron la lata todo el día los pacientes con sus observaciones: "Está bien, está mal, ese
marrón es repugnante, ese verde es admirable ..." Y he aquí a nuestra paciente que se
presenta hacia el fin de la jornada y vuelve a la carga en términos, digamos, un poquitito más
agresivos que los otros. Entonces, la analista le dice textualmente: "Oiga, me importa un
bledo lo que usted pueda pensar de esto". "Piense lo que quiera de mi decoración, de mi
consultorio, me importa un pito"

Lacan destaca la función de corte. Se trata de dos intervenciones de las que subrayamos el
carácter no interpretativo, y su eficacia en el progreso del análisis.

El pasaje al acto junto con el acting out son manifestaciones que habitualmente conocemos
con la denominación general de "actuaciones". Las expresiones: actuar, actuación, actuador,
etc. que constituyen términos descriptivos para referirnos a estos fenómenos, fueron
percibidos en la práctica clínica de Freud. Cuando se topó con estos fenómenos Freud se
interrogó acerca de los mismos. Escribió (en "Recuerdo, repetición y elaboración", uno de sus
textos dedicados a la técnica psicoanalítica), que los pacientes actuaban - el término alemán es
agieren- , en lugar de recordar. Cuando James Strachey tradujo las obras de Freud del alemán
al inglés - la famosa Standard Edition- tradujo la expresión agieren, actuar, como Acting (del
verbo to act y se agregó el “out” que no quiere decir “afuera”, como a veces se cree sino que
indica que “algo se hizo por completo” como cuando se pone el cartel en una boletería con las
palabras “sold out” que quiere decir “completamente vendido”). De allí esto pasó a la
literatura psicoanalítica anglosajona con este término inclusive adoptado por los psicoanalistas
de lenguas latinas (francés, castellano o español). En todo caso podemos decir que lo que se
hace por completo en el acting out es la mostración del objeto “a” que constituyó a ese sujeto
que suponemos en la persona que consulta.
En el caso del pasaje al acto (término en realidad introducido por la clínica psiquiátrica clásica,
a la que fue, a su vez, introducido en el siglo XIX por la criminología), en el momento de su
conceptualización conllevaba una connotación patológica que lo vinculaba a la locura, la
demencia o la perversión.

A partir de que Lacan incluyera ese concepto dentro del campo analítico, el mismo sufre una
transformación dado que se entrama con los conceptos de objeto “a”, satisfacción, Otro y
significante.

Dice que en el pasaje al acto se conjugan embarazo más emoción. Lo define claramente como
salida de la escena, señalando como paradigmáticos a las fugas (da el ejemplo de los niños que
se fugan) y el tirarse por la ventana. Dos condiciones esenciales del pasaje al acto. Sus
características principales son: identificación absoluta del sujeto con el objeto “a”, y
confrontación del deseo y la ley.

Además estudia dos casos de Freud, el de “la joven homosexual” y el de Dora. Sobre éste
último señalaremos que ubicará en pasaje al acto en la bofetada que rompe la escena cuando
el Sr. K. le dice “mi mujer no es nada para mí”.

Acting Out y Pasaje al Acto en un mismo caso

En cuanto a la joven homosexual dice que se trata de alguien que alrededor de una enigmática
decepción concerniente a la aparición en su hogar de un niñito, se orientó a la
homosexualidad. Tiene una relación con una mujer mayor hacia la que profesa un amor
demostrativo, viril, se comporta como un caballero del amor cortés. Se trata de una
provocación al padre (acting out).

La joven cruza con su amada al padre, en el camino a la oficina de éste. Este le arroja una
mirada irritada. A partir de aquí la escena se desarrolla con gran rapidez. La dama mayor
abandona a la joven y ésta se arroja en una pequeña fosa en la que hay rieles para que corra
un trencito (pasaje al acto).

Se deja caer: niederkommen, es la palabra en alemán que significa “dejarse caer” y también
“parto”.

Dice Lacan: “Este niederkommen lassen es esencial a toda súbita puesta en relación del sujeto
con lo que él es como a”. “No es por nada que el sujeto melancólico tiene semejante
propensión a tirarse por la ventana”. En efecto, se trata de situaciones en las cuales un sujeto
no puede seguir sosteniéndose simbólicamente (en tanto Sujeto del deseo), en la escena de la
realidad (imaginaria), situaciones de callejón sin salida para el sujeto, de gran embarazo, y con
la conjunción de una emoción súbita o repentina que lo impulsan a eyectarse de la escena.

Hago un paréntesis aquí: nuevamente Lacan pone en juego la cuestión del tiempo. El sujeto,
como lo decimos cuando hablamos de la dirección de la cura y de los finales de análisis, se
tiene que poner en relación con lo que él es como “a”, sólo que no es lo mismo hacerlo
súbitamente que hacerlo en una experiencia analítica. Podemos definir al análisis como esa
puesta en relación del sujeto con lo que es en tanto “a”, en forma calculada, regulada,
atenuada. Tomando noticias de ello en una relación transferencial con un otro (analista), en
forma no súbita.

Continúa Lacan: “La ventana es el límite entre la escena y el mundo. Nos indica lo que significa
tal acto. De algún modo, el sujeto retorna a aquella exclusión fundamental en la que se
siente”. “El salto se produce en el momento mismo en que se cumple, en lo absoluto de un
sujeto, que sólo nosotros, analistas, podemos concebir, la conjunción del deseo y la ley.” Esto
es en momento del encuentro de la pareja, la joven y su amada, con el padre”

Se verifica allí la identificación absoluta del sujeto con el “a”, en el dejarse caer, y la
confrontación del deseo (Deseo del padre en base al cual se construye toda su conducta) y la
ley (mirada del padre) Esto la hace sentirse rechazada, expulsada, fuera de la escena.

Agrega que Freud la deja caer a la joven homosexual, cae el análisis, se da por vencido. No
llega al problema de cómo operar a nivel del complejo de castración.

Dice Freud que no hay transferencia en el caso. Que le miente en sueños. Todo parece indicar
en éstos, que va progresando en el camino de dirigirse hacia el sexo al que ella está destinada,
y Freud lo duda. Ella le dice “pues sí, seguro, eso me permitirá casarme y me permitirá, al
mismo tiempo y mucho mejor ocuparme de las mujeres”.

Freud habla de la confianza en el Inconciente, pero aparece ella diciendo que esos sueños son
mentirosos. Se agarrotan los mecanismos, y a Lacan le asombra que Freud no se interese por
la causa de ese agarrotamiento: el desecho, el pequeño resto, lo que detiene todo y que sin
embargo surge como pregunta.

Otro paréntesis: se nota aquí cómo trabajaba Lacan sobre los impasses, sobre el
agarrotamiento de los mecanismos en Freud. Este modo de describir el lugar del pequeño
resto, describe su modo de hacer progresar epistemológicamente el psicoanálisis, a partir de
ese real que da cuenta de que hay una verdad en juego en ese resto.

Sin saber qué es lo que le produce ese embarazo. Freud está conmovido ante esta amenaza a
la fidelidad del Inconciente. Y Freud pasa al acto. Se le escapa lo que podemos llamar la
cuestión de “la feminidad”, lo que lo desveló como pregunta ¿Qué quiere una mujer?

“Dejarse caer” es el correlato esencial del pasaje al acto. “Si Uds. quieren referirse al fantasma,
el pasaje al acto está del lado del sujeto en tanto que éste aparece borrado al máximo por la
barra. El momento de mayor embarazo del sujeto con el añadido fundamental de la emoción
como desorden del movimiento”.

Se trata de un acontecimiento opaco para la persona, incomprendido. Que después del mismo
no tiene - ni sabe- qué decir de eso, no puede dar cuenta de ello. Dice también de la
imposibilidad de tramitación de la angustia por vía simbólica. Algo que no le permite
sostenerse en su posición de sujeto. Si en el acting out se trata de causar el deseo del Otro, el
pasaje al acto es sin Otro. Por esa razón el mismo tiene la virtud de develar la estructura
fundamental del acto. Y en tal sentido nos marca que la persona no es la misma antes que
después del pasaje al acto, puesto que le acarrea consecuencias.
Lacan define el pasaje al acto como “salida de la escena”, e “inclinación o reducción al objeto
a”. Esto puede ser una fuga, un tirarse por el balcón, pero también un irse a la propia
habitación, o irse de la casa por no poder seguir una discusión, un renunciar
intempestivamente a un trabajo, o también una salida de la escena analítica sin explicaciones,
ni llamado, ni aviso, por eso decimos sin Otro. Hay que decir no hay acción en sí misma que
consista en un pasaje al acto o en un acting out, y que la cualificación de uno u otro lado
corresponde a la intencionalidad, y direccionalidad que ha tenido la acción: si ha sido para
convocar al Otro a que de un lugar para ese objeto a que el sujeto muestra que es, o si bien ha
sido para romper con la escena fantasmática, identificándose al objeto que cae de la misma. Al
mismo tiempo, es posible concebir un pasaje al acto sin mayor acción motriz: por ejemplo, si
una persona responde impulsivamente “no acepto”, cuando le preguntan si acepta tomar a
alguien como esposo/a. Habrá también que distinguir, y eso lo veremos un poco más adelante,
las diferencias entre el pasaje al acto con el acto, tema que le llevará a Lacan un seminario
completo entre 1967/68.

La proclividad que muchos consultantes tienen para salir de la escena analítica, también puede
ser tomada como un pasaje al acto. Es un dato fáctico la interminable lista de tratamientos
iniciados, nunca concluidos, e interrumpidos abruptamente. Es importante registrar que a
algunas personas, una angustia insoportable se les pone en juego al hablar con otro y que la
apelación a salir de ese marco escénico es la única forma de defensa que han sabido
encontrar, si acaso el analista no es diestro para regularla.

Por otra parte, creo que es fundamental que los consultantes puedan reconocer, desde el
primer encuentro, que en esos abandonos de tratamientos hay algo que examinar, que “por
algo”, que aún no se sabe (ya que estamos introducimos la noción de que hay un saber), pero
que les concierne, se precipitaron a concluir, y que eso será incluido en este nuevo análisis. A
veces, por lo que nos dicen, inferimos que algunos no hicieron transferencia simbólica que
sostuviera a la transferencia salvaje del inicio, concurriendo a no más que un par de
entrevistas; están quienes concurrieron durante un tiempo, recuerdan perfectamente y con
cariño a sus analistas, pero no saben decir por qué dejaron; algunos abandonaron
intempestivamente sin aviso, otros fueron y le dijeron al analista sus razones para dejar. Lo
que intentamos, entre otras cosas, es aproximarnos a conocer qué lugar en la serie de los
tratamientos vendremos a ocupar. ¿Se espera que seamos uno más de la serie, el último, el
que justifique los abandonos anteriores, el que los resignifique, el que termine de cerrar la
certeza de que no hay ya más nada para hacer, el que permita ver un nuevo amanecer?

Por otra parte estas salidas de la escena analítica en tanto pasajes al acto nos ponen, en
términos lógicos, frente a una forma de precipitar el momento de concluir sin pasar por el
tiempo para comprender.

Creo que hay que discriminar entre dos tipos de pasajes al acto:

1) Los que tienen un carácter más vinculado a algo que nunca se inscribe (pienso en
pacientes que nos cuentan una y otra vez que aparecen tirados, robados, golpeados en
la calle, en boliches, en villas a las que van a comprar droga, etc.) y que se repiten una
y otra vez con carácter de serie.
2) Los pasajes al acto en los que surge algo nuevo (alguien que quedó al borde de la
muerte por tomarse solo cierto número de botellas de whisky o de alguien que fue
apresado y quedó conmovido por esa experiencia , o ha sufrido en el cuerpo alguna
lesión con huellas imaginarias o no) por lo cual toman la decisión, de iniciar un
tratamiento y de llevarlo adelante hasta las últimas consecuencias porque ese pasaje
al acto ha modificado, al menos temporalmente, algo de su vida, ha abierto una falta
que lo lleva a analizarse. Muchas veces el susto, el haber visto la muerte de cerca,
mueven a la consulta, aunque también verificamos que luego de un tiempo de
transcurrido el suceso traumático muchas intenciones de análisis quedan solamente
en eso. Si el suceso traumático producto del pasaje al acto, es llevado a la consulta, el
análisis deberá posibilitar que el sujeto se reapropie de lo que hizo, encadenarlo a su
historia, condición necesaria para que haya una modificación subjetiva.

Final

De todo lo que he leído de Lacan, este seminario contiene las páginas más lúcidas sobre clínica.
A partir de él se abre un capítulo nuevo en el psicoanálisis para el tratamiento de
presentaciones que hasta entonces resultaban enigmáticas e inabordables.

El intento de esta clase ha sido presentar lo que creo es más destacable y aplicable al trabajo
clínico que, como analistas de esta época, nos concierne. El campo de lo actuado deja de ser
un problema mayor, y se comienzan a apreciar sus bondades.

La tarea, de condensar tanta densidad conceptual es inalcanzable, y me hace pensar en que


podríamos muy bien encarar un programa de trabajo anual con su lectura, para más adelante.

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