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Palabras clave
1Nancy Armstrong, Deseo y ficción doméstica. Una historia política de la novela, trad. De María
Coy, Madrid, Cátedra, col. Feminismos, 1991.[1].-
3Carol Pateman, El contrato sexual, traducción de Maria Luisa Femenías, revisada por Maria
Xosé Agra, Barcelona, Anthropos, 1995.[3].-
subjetividad, que les da un margen de maniobra para administrar, seleccionar y
redefinir tales bagajes.
De caníbales y presos
La autora considera que no quedan, si es que alguna vez las hubo, culturas
como totalidades autorreferidas al modo en que las desea y añora Lévi-
Strauss, quien no busca ni quiere lo que ella llama “vetas de Ilustración”,
destellos de reflexividad y actitudes críticas que pueden encontrarse en las
culturas cuando se produce, por ejemplo, un relevo de legitimaciones. El ideal
del etnólogo sería la recuperación de supuestos tesoros compactos, esos que
identificó Rousseau como la sociedad del neolítico, que sería la etapa del
desarrollo social y cultural a la medida del hombre. Pero la construcción
cristalina de aquellas sociedades que deberían ser ontológicamente las más
sólidas, no resisten la contrastación con nada externo. Sólo nuestra sociedad
resistiría una interpelación: su sistema inmunitario es capaz de gestionar
anticuerpos para dar respuesta a unos virus que tampoco vendrían, en rigor, de
fuera, pues los habría provocado ella misma. Sólo en este ámbito de
inmanencia sería posible la interpelación cultural.
4[4].- Claudé Lévi-Strauss, Tistos Trópics, traducción catalana de Miquel Martí y Pol, Barcelona,
Anagrama, 1969.
vista empírico, no se sostiene. Las culturas no son estáticas ni homogéneas ni,
mucho menos, totalidades autorreferidas. Es además inadecuado
normativamente: ¿desde qué supuestos y desde qué instancias ponéis en
cuestión las normas de la tribu? La autora responde que desde instancias que
cumplen una función de irracionalización y desestabilización de presuntas
evidencias aceptadas acríticamente. Toda cultura se ve en la necesidad, más
tarde o más temprano, de dar razón de sus prácticas en términos que puedan
ser traducidos a los referentes de otras culturas, interpelación que genera
efectos de reflexividad. Concluye que hay que generar una “cultura de
razones”, en la línea de la cual debería estar la construcción de una “cultura
feminista”.
Fundamentalismo y Feminismo
Para los ilustrados “la naturaleza” funciona como paradigma normativo con
funciones legitimadoras de aquello que se considera el orden deseable de las
cosas. La apelación a la misma es usada en sentido contrario como estrategia
de desprestigio de todo aquello que es “artificioso”. Así, la “mujer doméstica” no
puede ser una “esposa idónea”. Se la condena a ser tutorizada por su marido,
a la heteronomía moral; se le da a Emilio por compañera a alguien con quien
no comparte características de la misma especie. Así pues, Wollstonecraft lleva
a cabo la radicalización de las virtualidades de la “esposa idónea” para llenarla
del contenido de los nuevos valores ilustrados de libertad, a la vez que pone
énfasis en la autenticidad (frente al mero decoro aparente). El énfasis en la
autenticidad y la autonomía servirá para irracionalizar como “artificio” a la
“mujer doméstica” de las clases medias. El mismo dispositivo conceptual
servirá para descalificar a la “madre cívica”: ¿cómo podrán inculcar virtudes
cívicas aquellas a quienes se encierra en un ámbito pre-cívico? Así, propone
para las mujeres una educación racional, ergo natural, versus la construcción
de artificios.
El etnocentrismo occidental define por una parte los universales ilustrados y por
otra los utiliza a la medida de sus intereses particulares; androcentrismo y
etnocentrismo son pregnantes ejemplos de lo que la teórica política Seyla
Banhabib llama “universalidad sustitutoria”, que cubre subrepticiamente una
particularidad no examinada. A esta universalidad fraudulenta le contrapone el
ideal de “universalismo interactivo”, ideal al que se suma la autora en orden a
seleccionar criterios pertinentes para la elaboración de un canon feminista
multicultural, no multiculturalista; los feminismos no son una planta que pueda
arraigar en cualquier terreno. Afirma pues que el feminismo está íntimamente
unido a la modernidad, es producto de ella y de su proyecto normativo: la
Ilustración (o Ilustraciones).
La “invención de la tradición”
El pensamiento post-colonial
Sujetos emergentes
Mineras y zahoríes
6[6].- Celia Amorós, Tiempo de feminismo: sobre feminismo, proyecto ilustrado y posmodernidad.
Madrid, Cátedra, col. Feminismos.
capaces de demostrar que son universalizables”. En esta línea están
personalidades como Fadela Amara, francesa de origen argelino, presidenta de
movimiento social que lleva el mismo nombre que su libro Ni putas ni sumisas;
la historiadora tunecina Sophie Bessis y el filósofo marroquí Mohammed Al-
Yabri.
7[7].- Carol Pateman, El contrato sexual, trad. De Maria Luisa Femenías, revisada por Maria Xosé Agra,
Barcelona, Anthropos, 1995.
en la competencia por las esposas, así como, por la abolición de la misma, se
instituyeron en individuos libres. El significado de la libertad y la igualdad sólo
se puede entender “en oposición a la sujeción natural de las mujeres en la
esfera privada”. Libertad, igualdad y fraternidad forman una trilogía
revolucionaria porque la libertad y la igualdad son los atributos de la fraternidad
que ejerce la ley del derecho sexual masculino.
Las modalidades de la herencia del poder del padre por parte de los hermanos
pueden ser muy distintas. Los libertinos seguidores del marqués de Sade son
aristócratas ilustrados que no han podido consumar el parricidio ritual, no han
instituido una legitimación alternativa; la opción que les queda es la
transgresión sistemática de la ley del padre a cambio de un tributo -de orden
sacrificial- por el usufructo de sus mujeres. Sade no se desprende del todo del
Antiguo Régimen a la vez que reniega de él.
La autora enfatiza que la obra de Fadela Amara marca un hito magistral; insiste
en la territorialidad como clave del “sistema de los hermanos”: la mujer es
readscrita al territorio como los siervos a la gleba.
8[8]- Fadela Amara, Ni putas ni sumisas, Madrid, Cátedra, col. Feminismos, 2004.
denominado “crimen sexista”, cuando se integra el fenómeno en su adecuado
marco conceptual, se hace a la vez política y teoría.