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2 REQUERIMIENTOS ECOFISIOLÓGICOS DE LOS ÁRBOLES FRUTALES

2.1 Introducción
El clima y el suelo determinan en primer lugar la adaptación de frutales en cada región,
puede ser el factor limitante crítico para el desarrollo del cultivo y es difícilmente modificable
para las especies arbóreas. Cada uno de los frutales tiene sus propias exigencias en
relación con el clima y el suelo. Los elementos del clima que afecta a los frutales son la
temperatura y sus variaciones, las precipitaciones, la luz con su intensidad y duración, el
aire con su velocidad y contaminación.

2.2 Radiación
La luz es muy importante para que las plantas realicen la fotosíntesis, de esta manera
acumulan los carbohidratos. Es importante considerar tres características de la luz: longitud
de onda, intensidad y duración (fotoperiodo). La saturación luminosa de los frutales se
encuentra entre los 350 – 700nm, de modo que intensidades luminosas inferiores pueden
limitar la actividad fotosintética y con ello la producción. La radiación solar
independientemente de la temperatura, influyen en muchos de los procesos fisiológicos de
los árboles frutales, la velocidad de la fotosíntesis es directamente proporcional a la
intensidad luminosa, las hojas expuestas directamente al sol son más eficientes en la
producción de materia orgánica que aquellas que se encuentran en el interior del árbol,
debido a esto, las primeras tienen dimensiones normales y las segundas tienden a ser de
mayor tamaño.

La limitación de luz puede darse por la sombra de los árboles vecinos o por la sombra de
las propias ramas entre sí de un mismo árbol. Cuando la insolación es baja la planta reduce
su crecimiento vegetativo (tamaño, número de brotes y hojas) y sufre alteraciones en la
inducción floral, las cosechas son inferiores y la coloración del fruto disminuye.

El exceso de insolación tiene efectos negativos, los frutos pueden ser quemados en la parte
iluminada formándose una costra suberosa (golpe de sol) que deforma al fruto y es de color
diferente al resto de la piel. La vegetación también puede sufrir marchitamiento, desecación,
necrosis y abscisión de hojas y brotes, son sensibles a estos daños los manzanos, perales
y ciruelos.
Imagen 1. Daños causados por el sol
Fuente: Bastidas (2016).

Es necesario recordar que la estructura de los árboles frutales presenta una estructura
típica de plantas C3, pero la estructura de las hojas varía de acuerdo a su localización, así,
a medida que las hojas se aproximan al ápice del brote disminuye su espesor, el
parénquima en empalizada es más compacto y sus células más largas, disminuye el
parénquima lagunar y el porcentaje de espacio intercelular y aumenta la densidad
estomática.

Tabla 1. Características de las hojas de manzano “McIntosh”. Influencia de su posición en


el brote

Posición de la hoja en el brote


Base Media Apical
Espesor del parénquima en empalizada (µm) 100 107 123
Espesor del parénquima lagunar (µm) 124 88 84
Espacio intercelular del mesofilo (%) 28 21 14
Espesor de la hoja (µm) 252 220 232
Superficie foliar (cm2) 12 36 25
-2
Densidad estomática (N° de estomas/m ) 284 396 556
Fuente: Faust, 1989.

En manzana, las hojas más jóvenes tienen escasa capacidad fotosintética por la inmadurez
de sus estomas, estos alcanzan su plena funcionalidad 6 semanas después de la brotación.
La tasa fotosintética de las hojas permanece constante durante varias semanas hasta
cuando inicia su senescencia. Los ramos de madera tienen mayor tasa fotosintética que los
ramos productivos, alcanzando valores tres veces mayores.

Otro factor que influye en el potencial fotosintético es el peso específico de las hojas (peso
seco por unidad de superficie), a medida que la sombra aumenta en la copa de un árbol el
peso específico foliar desciende porque su superficie aumenta y el contenido de clorofila
aumenta por tener mayor superficie, con lo que se compensa el déficit luminoso, en zonas
que tienen períodos de baja iluminación, para optimizar la luz se incorpora materiales al
suelo mallas reflectantes.
El índice de área foliar (IAF) es la expresión numérica adimensional resultado de la
división aritmética del área de las hojas de un cultivo expresado en m2 y el área de
suelo sobre el cual se encuentra establecido, también expresado en m 2. El IAF
permite estimar la capacidad fotosintética de las plantas y ayuda a entender la
relación entre acumulación de biomasa y rendimiento bajo condiciones ambientales
imperantes en una región determinada. Es una herramienta útil para el desarrollo
de modelos predictores de cosecha y una forma precisa de estimar la capacidad de
captura de luz del dosel vegetal. Este índice se puede determinar por métodos
manuales o con la ayuda del Ceptómetro, este índice es propio para cada especie
frutal, por ejemplo, para manzana se encuentra entre 1.5-5, durazno 7-10, naranjo
9-11.

Imagen . Ceptómetro
De acuerdo a la hora del día la planta tiene diferente tasa de fotosíntesis, a primeras horas
de la mañana existe mayor fotosíntesis por la presencia de la luz, a medida que avanza el
día la planta transpira y cuando es incapaz de trascolar agua suficiente desde la raíz, para
satisfacer la tasa de transpiración, cierra parcial o totalmente los estomas. Avanzada la
tarde, si las condiciones ambientales vuelven a ser propicias la planta abrirá los estomas
nuevamente, pero, la caída de la luz vuelve a cerrar los estomas durante la noche.

Figura 2. Esquema del reparto de la luz fotosintéticamente activa


Fuente: Coque et al., 2012

En conclusión, las hojas del interior de la copa son relativamente eficientes y pueden
responder instantáneamente cuando los rayos solares penetran en su interior y las iluminan
brevemente.

2.3 Temperatura
El desarrollo de las especies frutales tiene lugar dentro de unos límites térmicos variables,
dentro de ellos se produce la salida del reposo invernal y la determinación del momento de
la floración. Los árboles frutales de zona templada se adaptan bien a un amplio rango de
temperaturas, entre -5 y 30°C, las temperaturas inferiores a 0°C se consideran heladas pero
los frutales de hoja caduca las toleran cuando están es estado invernal; no así los frutales
de hoja persistente.

La necesidad de frío de las especies se halla ligada a un proceso de adaptación que incluye
dos fases: maduración y endurecimiento de la madera. La primera inicia con la disminución
de temperatura, la acumulación de carbohidratos, la pérdida de turgencia de los tejidos, el
engrosamiento de las paredes celulares y la reducción de la actividad meristemática. El
endurecimiento de la madera prosigue a la maduración, con el incremento de la
permeabilidad celular y consecuentemente pérdida de agua y reducción del volumen
vascular, nueva acumulación de carbohidratos y lignificación de las paredes celulares. La
intensidad de este proceso se reduce paulatinamente y, cuando se completa alcanza un
estado de máxima resistencia al frío y entra en reposo.

Las especies que necesitan frío invernal deben completar este proceso para poder realizar
una adecuada ruptura de la dormancia, las zonas que presentan épocas invernales
benignas tienen algunos problemas como el retraso en la apertura de yemas, brotación
irregular y dispersa o desprendimiento de yemas de flor. Un frutal que ha acumulado las
suficientes horas frío, para romper la dormancia necesita temperaturas superiores a 4.5°C.

La necesidad de frío es la duración media necesaria de frío invernal para que la especie y
variedad florezca y vegete con normalidad. Se cuantifica por el tiempo (horas) en que la
planta ha estado por debajo de una temperatura de 7,2°C. Situaciones de temperatura en
ocasiones limitan o impiden el desarrollo de frutales a nivel comercial por lo que es
necesario conocer las temperaturas mínimas, horas frío, heladas, temperaturas máximas,
temperaturas medias mensuales y la duración del período favorable a la vegetación.

Temperaturas medias durante el desarrollo vegetativo del frutal ayuda en el desarrollo de


la materia seca de en la especie. A mayor temperatura aumenta la respiración el igual que
la fotosíntesis.

Temperaturas superiores a 35°C son perjudiciales porque reducen la viabilidad del polen y
consecuente cuajado de frutos, incrementan la abscisión y caída de fruto, existe
marchitamiento de brotes y hojas tiernas por el aumento de la transpiración, respiración y
disminución de la fotosíntesis. La fruta expuesta a altas temperaturas pierde consistencia
volviéndose corchosa internamente y presenta bronceamiento externo, afectando la
calidad, y tiempo de almacenamiento en poscosecha.

Las bajas temperaturas aumentan la acumulación se sustancias de reserva como


mecanismo de defensa para tolerar el frío, las noches frías retardan el crecimiento del tubo
polínico y el ovulo pierde la capacidad receptiva, disminuyen la tasa de crecimiento de
frutos.
Las heladas en etapas de desarrollo activo de los frutales resultan perjudiciales por lo que
se debe tomar medidas de prevención como: sembrar cortinas rompeviento, realizar riegos
utilizando sistemas de aspersión e incrementar la temperatura del ambiente utilizando
calentadores.

2.4 Lluvia, humedad relativa y granizo


En zonas que no poseen riego, donde la lluvia tenga una adecuada distribución durante el
año, precipitaciones de 800 mm son más que suficientes para la mayoría de los frutales de
hoja caduca, pero, los requerimientos de agua varían con las diferentes especies existiendo
algunas que pueden producir con solamente 300 a 400 mm tal como la higuera. Los frutales
de hoja perenne en general requieren cantidades mucho más altas de lluvia ya que
permanecen en constante actividad durante todo el año y sus procesos fisiológicos
demandan constantemente agua.

La humedad es un factor decisivo en la producción, el cuajado de la fruta exige humedad


relativa (HR) moderada, descensos bruscos de la humedad relativa se relaciona con la
caída fisiológica de los frutos durante la división celular de su desarrollo, la coloración y la
senescencia del fruto se relacionan con la HR. La humedad relativa elevada, junto con
elevadas temperaturas constituyen un medio propicio para el desarrollo de organismos
patógenos que atacan al árbol en sus distintos órganos.

Hay que recordar que los frutales de hoja caduca necesitan períodos anuales de sequía
más o menos prolongados (30-180 días), seguido de otro de lluvias relativamente
abundantes pero concentradas en pocos días lo que unido a altas temperaturas aseguran
la producción en cantidad y calidad. Períodos de sequía prolongados pueden afectar en el
proceso de polinización provocando el desecamiento de la mucosidad de los estigmas,
impidiendo la adherencia de los granos de polen.

Cuando la disponibilidad de agua es escasa, la fotosíntesis se reduce, el desarrollo


vegetativo llega a detenerse, la inducción floral es alterada, el fruto apenas crece, se eleva
la producción de ácido abscisión y en casos extremos puede verse comprometida la vida
del árbol.
Precipitaciones de 700 mm/año en adelante se consideran satisfactorias para las
necesidades de la mayor parte de especies frutales. Si su reposo a lo largo del año es
adecuado, muchas especies pueden vegetar y producir una cosecha aceptable, esto se
denomina cultivo de secano. Pero, si el régimen pluviométrico es escaso y/o irregular,
solamente pueden desarrollarse y producir con aportaciones suplementarias de agua; y
algunas precisan de estas siempre para completar su ciclo vital. El cultivo practicado en
estas condiciones se le denomina cultivo de regadío.

Por otra parte, los cítricos necesitan un aporte de agua de 750-1200mm/año, lo que en
muchas ocasiones obliga a realizar riegos para cubrir las necesidades.

Las lluvias afectan marcadamente el crecimiento de las características internas del fruto, su
tamaño final depende de la cantidad de lluvia y del régimen pluviométrico. En los años de
lluvia escasa, los frutos son de tamaño reducido. En los frutos cítricos la acidez y el
contenido de sólidos totales del zumo son reducidos cuando se presentan lluvias intensas
durante los meses anteriores a la recolección.

Las lluvias también producen efectos negativos, cuando la lluvia coincide con la plena
floración, la polinización puede verse comprometida, particularmente si ésta se prolonga en
el tiempo, existe inactividad de las abejas en períodos lluviosos y el polen es arrastrado por
el agua, se lavan los estigmas, existe ataque de hongos y destrucción de órganos florales
si las lluvias son intensas. Las lluvias fuertes también producen agrietamiento de los frutos
en los cerezos, albaricoques, nectarinos, higos, cítricos, etc., que manifiestan
suberificaciones en la piel del fruto, conocido como piel de patata. La lluvia produce caída
de los frutos maduros.

Las precipitaciones en forma de granizo afectan a las flores, frutos, hojas, ramas y troncos
porque estos son heridos por impactos de partículas de hielo de diferente tamaño y
velocidad, pudiendo causar daños leves si el fruto es pequeño o perder la cosecha si la
granizada es grave.
Imagen 3. Daños producidos por granizo en manzana y cítricos

Imagen 4. Daños producidos en manzana (1), ciruelo (2) y durazno (3)

2.5 Viento
El viento es considerado el factor abiótico más importante en la producción de daños y
lesiones sobre los frutos y partes vegetativas de los frutales. La dirección, velocidad y
frecuencia son las características a tener en cuenta a la hora de diseñar una plantación,
porque determinan la temperatura y en ocasiones es necesario implementar protecciones
o desaconsejar el cultivo en casos graves. Vientos von velocidad de 25 Km/h son
potencialmente dañinos, mientras que los de 50 Km/h provocan daños muy importantes.

Los daños mecánicos deterioran las ramas, hojas, flores y frutos. La agitación de la copa
provoca choque de las hojas con otras hojas y ramas que pueden dañar a los limbos
rompiéndolos o arrancando las hojas, casos graves se pueden romper las ramas. Si los
vientos se producen durante la floración pueden provocar la caída de éstas con la
consiguiente pérdida de la cosecha. Los frutos quedan afectados con heridas producidas
por roces entre ellos mismos u otros órganos de la planta, también pueden caer cuando los
vientos son muy fuertes.
Imagen 5. Daño en el fruto producido por viento
Fuente: http://agroseguro.es/i-d-i/proyectos/evaluacion-riesgo-de-viento-en-el-rendimiento-
y-en-la-calidad-de-la-produccion-en-frutales-de-hueso-y-pepita

Los daños fisiológicos producidos por vientos secos, deshidratan las hojas y/o reducen la
velocidad de crecimiento, lo que incrementa la caída de frutos y disminuye su tamaño final.

La baja actividad de las abejas cuando los vientos se producen en el período de floración
se conoce como daño indirecto. La aplicación de plaguicidas, nutrientes y fitorreguladores
debe evitarse en presencia de viento. La lucha contra el viento se realiza construyendo
cortinas rompe vientos vivas o inertes

2.6 Salinidad, pH del suelo


La salinidad junto con la profundidad, es un factor limitante del suelo ya que en general, las
especies frutales son muy sensibles a ella. Su desarrollo se reduce, las hojas pequeñas se
deshidratan inicialmente en el ápice y los bordes y posteriormente caen. En los cítricos
cultivados en suelos salinos, la producción desciende y los frutos son pequeños, la corteza
es fina y la coloración más intensa, son más dulces y más precoces.

Los suelos con altos contenidos de sales tienen elevadas cantidades de Na, Ca y Mg, que
son introducidos con el agua de riego. La escases de lluvia, temperatura elevada, viento
seco, humedad relativa baja, riego inadecuado y sobre todo deficiencias en el drenaje,
contribuyen a la acumulación de sales en el suelo.

La concentración de sales solubles presentes en la solución del sustrato se mide mediante


la conductividad eléctrica (CE). La CE es la medida de la capacidad de un material para
conducir la corriente eléctrica, el valor será más alto cuanto más fácil se mueve la corriente
a través del mismo. Esto significa que, a mayor CE, mayor es la concentración de sales.
Existen algunos frutales que toleran la salinidad por ejemplo las palmeras, el granado, la
higuera, el pistacho, el naranjo, pero otros son muy susceptibles como, el aguacate, mango,
guanábana, manzano, peral, frambuesa, estos presentan clorosis y crecimiento raquítico
en estas condiciones.

Los cultivos toleran en mayor o menor grado la CE en el agua de riego, así, en cítricos
puede utilizarse agua con conductividad 20-50, en vid de 20-80, manzana; durazno 50, palto
10-15, de acuerdo a las características del portainjerto.

El incremento en la concentración de sales en la solución acuosa del suelo reduce el


potencial hídrico de esta, y puede alcanzar valores inferiores a los de la solución del interior
de la raíz. Cuando esto ocurre, la absorción del agua por la planta es muy complicada, se
incrementa en consumo de energía en detrimento del desarrollo de la planta y la producción.

La corrección de la salinidad de un suelo es muy difícil, pero para mejorar las condiciones
de producción se recomienda: cambiar el sistema de riego con el fin de modificar la
distribución de las sales; se deben implementar riegos localizados que mantengan una
elevada humedad. Se debe aumentar la frecuencia de riego a fin de evitar su desecación.
Aumentar el volumen de agua de riego con la finalidad de lavar las sales concentradas en
el riego anterior. Modificar los hábitos de fertilización ajustando a las necesidades estrictas,
fraccionando el abonado y eligiendo abonos con menor índice de salinidad, como urea,
fosfatos y sulfatos en lugar de nitratos. Realizar subsolados durante el reposo vegetativo
para romper capas compactas profundas y facilitar la circulación del agua. Realizar riegos
con agua no salina.

Imagen 6. Efecto de la salinidad en cítricos


La concentración de iones hidrógeno en el suelo determina el pH del mismo, y se refiere a
la acides o alcalinidad que él tenga. Los iones H+ proceden de ácidos minerales solubles
(fertilizantes), así como de la arcilla coloidal y la materia orgánica que contiene
hidrogeniones de cambio. Las reacción ácida o alcalina del suelo, indicada por el valor de
su pH, no es un factor importante por sí mismo en el cultivo de frutales, es muy frecuente
encontrar cosechas óptimas en cantidad y calidad en suelos con pH entre 5.5
(moderadamente ácido) y 8.5 (moderadamente alcalino). En valores inferior y superior
respectivamente a los indicados se producen alteraciones enzimáticas y respiratorias, se
altera la actividad microbiológica del suelo y las condiciones de solubilidad de los
compuestos tanto nutritivos como tóxicos, en suelos ácidos se solubiliza el Al, Fe y Mn,
cuyas sales pueden llegar a ser tóxicas para los árboles. Cuando el pH es elevado la
mayoría de los cationes se insolubiliza, particularmente el Fe, Cu, Mn y Zn y el fósforo
monocálcico se transforma en bi o tri cálcico insolubles. En estas condiciones su absorción
es muy difícil y los síntomas de deficiencia muy frecuentes. Finalmente, a pH entre 4 y 4.5
la nitrificación de iones amonio se reduce hasta detenerse. Los suelos ácidos pueden
recuperarse con la adición de yeso y los suelos alcalinos con el aporte de azufre.

Los frutales generalmente tienen preferencia por suelo que sean con una aligera acidez, en
especial los frutales de hoja perenne (6 a 7).

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