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Camila Rocío Garrido

43.054.256

Historia de los Sistemas Económicos “B” (DUARTE)

3er Parcial

El tercer parcial consiste en realizar un informe final sobre el tema “Crisis y Trabajo en
el siglo XXI, desempleo y precarización” a partir de lo visto en la clase especial del
lunes 27 (habrá una clase de consulta el 4/7) y de la bibliografía sugerida.

Recuerde que este examen es obligatorio y requisito necesario para la promoción de la


materia.

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correctamente

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Bibliografía sugerida

 Heller, Pablo (2016); Capitalismo zombi. Crisis sistémica en el siglo XXI. Ed. Biblos. Buenos
Aires. Caps. 8 y 16.
 Rieznik, Pablo (2015); “Neoliberalismo, (anti)neoliberalismo y crisis: el caso argentino”, en
La pereza y la celebración de lo humano y otros escritos. Ed. Biblos, Buenos Aires.
 Dossier sobre “Desempleo y precarización”
Camila Rocío Garrido
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“Crisis y Trabajo en el Siglo XXI: Desempleo y Precarización”

La expansión de la política neoliberal a nivel mundial se dio a partir del año


1989 con el llamado Consenso de Washington, se trataba de un conjunto de medidas
oficiales que buscaba imponer el Fondo Monetario Internacional, a fin de establecer
reformas estructurales en los países periféricos que supuestamente servirían para su
recuperación económica. En ese sentido, las medidas apuntaron principalmente a la
desregularización de las legislaciones existentes en cuanto al trabajo. Particularmente en
América Latina, la informalidad y la precarización laboral se presentan en general como
un elemento histórico, dando lugar a salarios más bajos en relación a los países del norte
y bajo acceso a la seguridad social y a los sistemas de protección laboral. Algunos
autores presentan este elemento característico de Latinoamérica como “un elemento
complementario al proceso de acumulación de capital de la región”, es decir, como un
elemento funcional a la valorización del capital donde las tasas de ganancia son mucho
más altas y el valor del salario es muy bajo, siendo estas relaciones constitutivas de la
estructuración del mercado de trabajo.

A partir de la década de 1990, se llevó adelante la transformación del proceso de


trabajo, dando lugar a un nuevo tipo de informalidad que combinaba el trabajo formal
con el trabajo informal a través de las prácticas de subcontratación, al mismo tiempo
que se desencadenaba el desmantelamiento de la legislación en los distintos países, en
beneficio de la regulación privada, que daba paso libre a las empresas para imponer los
modos de trabajo que más le convenía a las patronales. En definitiva, las políticas
adoptadas en la década de 1990 apuntaban principalmente a disminuir la estabilidad
laboral y atacar la organización sindical a través de la desfinanciación y la privatización
de distintos sectores de la economía, aunque evidentemente las medidas neoliberales
adoptadas también se dieron en función de la coyuntura de cada país. Cabe destacar que,
si bien algunas de estas políticas también fueron implementadas en los países
desarrollados, llegaron a ellos luego de la crisis del 2008, aunque chocaron no solo con
una fuerte resistencia popular sino también con un sistema de leyes más fuertes que
protegía más a los trabajadores en relación a las leyes de los países periféricos. Luego
de la crisis del 2008, se generalizaron los contratos de trabajo intermitente, el trabajo a
tiempo parcial y se implementaron reformas en relación a la reducción de los derechos
laborales y de la protección social.

En la actualidad, las consecuencias de la pandemia por el COVID-19 implicaron


una pérdida significativa del empleo para millones de personas, así como también el
empleo informal y el incremento de la implementación de contratos precarios. Pero
también trajo consigo la profundización del fenómeno de la “uberización”, es decir,
nuevas formas de relaciones de trabajo que no se encuentran reguladas por el Estado ya
que no presentan a sus trabajadores en tanto trabajadores, sino bajo una relación de
cooperación o colaboración con la empresa, presentándolos como independientes. Estos
trabajos están caracterizados por la ausencia de una limitación de la jornada laboral, la
remuneración basada en la productividad y por lo tanto el no pago del tiempo muerto, y
la transferencia de las responsabilidades ante los riesgos del empresario al trabajador,
profundizando aún más el fenómeno de la precarización laboral alrededor del mundo.

Existe otro elemento de la modernidad que se vincula con el fenómeno de la


precarización laboral: el desarrollo tecnológico. Existen distintas investigaciones que
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abordan el problema del cambio tecnológico desde distintas perspectivas. En ese


sentido, Pablo Heller, investigador y docente, hace un recorrido por la obra de Jeremy
Rifkin, economista reconocido en Estados Unidos, que plantea el desarrollo de una
nueva fase histórica marcada por la decadencia del trabajo como consecuencia de lo que
él denomina “una nueva revolución tecnológica”. Según el economista, el reemplazo de
los trabajadores por las máquinas y la incapacidad de generar una rama que reabsorba a
esa cantidad de gente al mercado de trabajo, lleva al aumento masivo de la
desocupación; Rifkin fetichiza la cuestión de la tecnología, llevándola a un terreno de
independencia del sistema social en el que se encuentra, y la presenta como un elemento
que nos conduce a la decadencia.

Resulta interesante la crítica que realiza Heller, entendiendo diversas cuestiones.


Por un lado, que los cambios tecnológicos se encuentran sujetos al modo de producción
en el cual se desarrollan y no pueden ser considerados por fuera del mismo, en ese
sentido los cambios tecnológicos en el marco del modo de producción capitalista son
llevados adelante en función de aumentar la productividad y la tasa de ganancia de los
capitalistas, no necesariamente en función del desarrollo para el “progreso” de la
humanidad en su conjunto. Por otro lado, la contradicción fundamental que se da en este
sentido: “la acumulación capitalista supone extender la explotación del trabajo
asalariado, que es la fuente de extracción de plusvalía, y reducir, al mismo tiempo, la
parte de trabajo necesario en relación con el trabajo excedente; esto es, acortar la parte
retribuida de la jornada de trabajo en relación con la parte no retribuida (plusvalía)”
(Heller, 2016, p. 83), apelando también a la teoría de la tendencia decreciente de la tasa
de ganancia y al hecho de que el capitalismo no puede funcionar sin el ejército de
reserva y en consecuencia sin por lo menos una cierta tendencia a generar desocupación.
La paradoja que se da en este sentido es que la tendencia al incremento del desarrollo
tecnológico impulsado por la competencia entre capitalistas choca con la tendencia a la
sobreproducción, a la sobreacumulación y la situación de estancamiento económico, que
tienden a frenar la innovación y el desarrollo tecnológico, principalmente en los países
periféricos.

Para comprenderlo de otra manera, el cambio tecnológico puede entenderse


como el equivalente al desarrollo de las fuerzas productivas, siempre en el marco de
relaciones de propiedad, en este caso dadas por el modo de producción capitalista y las
leyes de acumulación. Estos cambios tecnológicos actúan sobre la ley del valor-trabajo
alterando las proporciones de trabajo contenidas en las mercancías y por lo tanto los
precios que orientan a la producción, ya que disminuyen el tiempo socialmente
necesario para la fabricación de productos; de esta manera la plusvalía se vuelve el
principal impulso para la introducción de cambios tecnológicos ya que aumenta la
proporción de trabajo no remunerado, reduciendo en consecuencia los costos y
aumentando las ganancias. Queda claro que el cambio tecnológico no actúa
sustituyendo a los trabajadores en el proceso de trabajo, dado que la fuerza de trabajo es
la única que da valor a las mercancías y no la maquinaria utilizada. Lo que sucede es
que las condiciones que genera el desarrollo tecnológico en el modo de producción
capitalista, con su tendencia a las crisis de sobreproducción, su decadencia y sus leyes
en favor únicamente al aumento de las ganancias capitalistas, generan condiciones
donde a la clase trabajadora no le queda otra opción que aceptar vender su fuerza de
trabajo por menores salarios o en peores condiciones laborales para poder reproducir su
propia existencia, empujando así a la precarización laboral y a la vulneración de los
derechos de los trabajadores.
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En este marco se inserta la Argentina, planteada muchas veces como un caso


atípico por su inestabilidad económica. Según Pablo Rieznik, economista, investigador
y docente, esta característica se debe al lugar histórico que ocupa la Argentina en el
marco de la división internacional del trabajo desde épocas tempranas. En ese sentido,
la renta agraria dio lugar a una producción per cápita que se presentó como rasgo de un
país moderno, mientras que se conformaban en el territorio formas de atraso que
perdurarían, consolidándose un capitalismo agroexportador muy interesado por las
ganancias de los grandes terratenientes pero muy poco por el desarrollo de la economía
nacional.

Llegada la década de 1990, el gobierno menemista adoptó las políticas del


Consenso de Washington implementando la apertura total del comercio, la privatización
de distintas empresas y servicios estatales sin límites, y principalmente, la precarización
y la flexibilización laboral. La particularidad del gobierno de Menem fue la política de
la convertibilidad, llevada adelante por el economista Cavallo, donde el peso argentino
fue fijado en paridad con el dólar, es decir, que 1 peso valía 1 dólar. Durante ésta
década, el aumento de las importaciones a la par de la disminución de las exportaciones
llevará al problema de la falta de dólares, donde también jugaba un rol importante
sostener la política de la convertibilidad, para ello el gobierno implementó dos medidas
centrales: la toma de una enorme deuda externa y la privatización de empresas y
servicios estatales, incluso la privatización del sistema jubilatorio. Las políticas
económicas de Cavallo que se impusieron durante el gobierno de Menem y luego se
expandieron hasta el de De la Rúa, culminaron con la explosión social y económica de
diciembre del 2001, el “Argentinazo”, donde la unidad entre el movimiento piquetero y
distintos sectores de trabajadores que salió a la calle eyectó al gobierno y puso en
cuestionamiento el régimen político imperante hasta el momento y que solo impartía
pobreza, precarización y desempleo.

Luego de la explosión se buscó imponer una política presentada como


antiliberal, pero que continuaba con la política de ajuste. En este caso, pretendiendo ir
en contra de las medidas adoptadas hasta el momento, se desató una gran devaluación
en un marco social con más del 50% de pobreza y más del 40% de desocupación,
aunque el efecto de la devaluación fue contrarrestado con políticas sociales de
asistencia. Al mismo tiempo se impulsaba el pago de la deuda externa, para lo cual era
necesaria la devaluación de los salarios y del gasto público, como condición para
asegurar la rentabilidad del país al capital. Esta primera experiencia de salida del
Argentinazo fue llevada adelante por el gobierno de Duhalde, que sostuvo una política
represiva ante cualquier tipo de movilización o reclamo popular, y que perdió su
legitimidad ante el asesinato de Kosteki y Santillán en las luchas de 2002. Llegaría
entonces el Kirchnerismo a cooptar el movimiento popular levantado ante la experiencia
neoliberal y a implementar una serie de medidas concesivas ante la necesidad de
apaciguar a las masas, representando un giro de la clase capitalista ante la necesidad de
salvar y sostener al sistema político y económico. Sin embargo, de la mano de ese
proceso también se llevó adelante una política de tercerización de la represión, donde
las luchas populares no dejaron de ser castigadas a pesar del “progresismo” del
gobierno, y al mismo tiempo, mientras que se desarrollaban las políticas de ayuda
social, se impulsó la creación de distintos puestos de trabajo marcados aun por la
tercerización de las empresas y la precarización.
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Luego de la experiencia Kirchnerista, la clase capitalista volvió a tener un viraje


abandonando al progresismo y brindó todo su apoyo al macrismo. El gobierno de Macri
procedió a tomar una enorme deuda con el Fondo Monetario Internacional y aplicar un
gran ajuste con considerables tarifazos, conteniendo el ajuste con duras represiones y
con acuerdos con el peronismo y la burocracia sindical que contenían las demandas de
los trabajadores, mientras que los legisladores peronistas votaban en favor de las leyes
que presentaba el macrismo en el Congreso. Finalmente, durante las jornadas del 14 y
18 de diciembre del 2017, cuando el gobierno quiso avanzar con la reforma previsional,
masivas movilizaciones de trabajadores y organizaciones sociales dieron un golpe de
muerte al macrismo, que si bien pudo obtener la sanción de la reforma provisional, no
pudo avanzar con la reforma laboral ni la reforma impositiva. Al mismo tiempo
aparecían en el escenario el movimiento de mujeres y disidencias que dieron pasos a la
ofensiva en la conquista de derechos, poniendo en agenda la lucha contra la violencia de
género y el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Ante la derrota del macrismo, el
Frente de Todos surgió con una política conciliadora bajo la consigna “hay 2019”,
poniendo un freno a las luchas y al descontento social ante la pulverización del salario y
el deterioro constante de las condiciones laborales, y canalizando ese descontento por la
vía electoral. En la actualidad, en peronismo vuelve a ser gobierno bajo la coalición del
Frente de Todos, que asumió en el año 2019.

La experiencia argentina bajo distintos gobierno da cuenta de la incapacidad de


la burguesía argentina y de las distintas fuerzas políticas burguesas de mantener un país
bajo una política económica estable. Desde el surgimiento del neoliberalismo como
paradigma dominante (y paradigma en el que nos encontramos actualmente) y la
aplicación de las políticas del Consenso de Washington, el escenario se encuentra
profundamente marcado por la precarización laboral, principalmente dentro de las
opciones que se presentan ante la juventud al ingresar al mercado de trabajo; la
tercerización, que deja a millones de trabajadores fuera de la planta permanente de las
empresas y en consecuencia con salarios más bajos y sin derechos laborales; la pobreza,
que alcanza a cada vez más trabajadores que quedan por debajo de la línea de pobreza
ante el aumento de la inflación; y la desocupación, que afecta a distintos sectores de la
sociedad y que ha sido una problemática sostenida desde el menemismo hasta la
pandemia.

Durante la pandemia aumentaron escandalosamente las cifras de desocupación


en distintos sectores de la economía, escenario donde el otro rasgo constitutivo fue y es
hoy por hoy la precarización laboral, principalmente el aumento del trabajo en empresas
de reparto por aplicación, donde se presenta a los trabajadores como colaboradores, de
manera tal que las empresas se ahorran el pago de un salario fijo y de cualquier derecho
laboral, ya que se encuentran por fuera de la legislación laboral.

Actualmente la Argentina se encuentra ante una gran crisis económica, social y


política. El gobierno del Frente de Todos, que había prometido una salida a las políticas
de ajuste del macrismo, llevó adelante un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional
para pagar la deuda contraída por el gobierno anterior, legitimando de esta manera la
estafa de la deuda, entregando la soberanía del país y ajustando duramente a la clase
trabajadora. Luego de tres meses de firmado el acuerdo, la inflación creció
abruptamente pulverizando los salarios, dejando a millones por debajo de la línea de
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pobreza, desfinanciando la educación y la salud, y aun teniendo el desempleo como un


problema cada vez más notable.

Sin embargo, al mismo tiempo que crecen estas problemáticas que asfixian a la
clase trabajadora, crecen también las experiencias de lucha que se van gestando en
respuesta a los ataques de la patronal. Siguiendo con el caso de Argentina, aunque los
ejemplos se replican por el mundo, existen distintos sectores independientes en lucha,
como es el caso de los docentes ante la pulverización de su salario, el de distintos
trabajadores de empresas tercerizadas que exigen el pase a planta permanente (como es
el caso de trabajadores ferroviarios y de empresas de luz), así como también la
experiencia de la conformación del primer sindicato de base de trabajadores de reparto
por aplicación, que buscan el reconocimiento de su sindicato y en consecuencia de la
relación laboral existente así como la exigencia por derechos laborales.

Si bien es notorio el descontento social ante las medidas de ajuste del gobierno,
aun no se abrió camino un estallido masivo. Sin embargo, cada vez son más los
elementos de crisis y cada vez más visibles las consecuencias de un acuerdo que busca
profundizar ese ajuste y perpetuar la explotación que hoy adopta la forma de
precarización laboral y tercerización. La enorme crisis que se abre camino actualmente
podría terminar por eclosionar en una gran crisis social, donde deben entrar en escena
movilizaciones de amplios sectores populares y de la clase trabajadora en unidad con el
movimiento de desocupados.
Camila Rocío Garrido
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Bibliografía:
 Heller, Pablo (2016); Capitalismo zombi. Crisis sistémica en el siglo XXI. Ed.
Biblos. Buenos Aires. Caps. 8 y 16.
 Rieznik, Pablo (2015); “Neoliberalismo, (anti)neoliberalismo y crisis: el caso
argentino”, en La pereza y la celebración de lo humano y otros escritos. Ed.
Biblos, Buenos Aires.
 Dossier sobre “Desempleo y precarización”.
 Oque, F., (2022), Crisis política: el problema es el acuerdo con el Fondo.
https://izquierdaweb.com/el-problema-es-el-acuerdo-con-el-fmi/
 Néspolo, R., (2021), Coronavirus: los trabajadores de delivery por aplicaciones
se reagrupan y buscan agremiarse.
https://www.lanacion.com.ar/politica/coronavirus-los-trabajadores-de-delivery-
por-aplicaciones-se-reagrupan-y-buscan-agremiarse-nid03062021/

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