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La perspectiva que considera los textos coloniales como discursos, hace posible una apertura y
cambio de enfoque, pues no se centra en la dimensión estética delimitada a una noción de
literatura relacionada con el uso del lenguaje a nivel formal, sino que amplía la concepción de la
dimensión estética de los discursos en tanto exponen los sistemas de representación sobre el
sujeto, la comunidad, la naturaleza, el mundo, pues como refiere Zanetti (1996): “La puesta en
escena de este heterogéneo conjunto discursivo evidencia, entre otras preocupaciones, la de
articular genealogías significativas respecto de problemas americanos aún no resueltos —
problemas de identidad, de crisis nacionales o continentales, etc.” (Zanetti, 1996, p, 215).
En este sentido, la escritura en el contexto colonial, y sus autores, tendrían una relación con la
noción de literatura como “un saber y no como un arte” (Ranciere, 2009, p, 11). La discursividad
de los textos coloniales, de esta manera, al no contenerse en el estatuto de lo literario,
considerado solo en relación a la forma y el uso del lenguaje, requiere una concepción diferente
sobre la literatura, que al menos, para Ranciere (2009) implica:
el modo histórico de visibilidad de las obras del arte de escribir, que produce esa
distinción y produce por consiguiente los discursos que teorizan la distinción, pero
también los que la desacralizan para remitirla ya sea a la arbitrariedad de los juicios, ya
sea a criterios positivos de clasificación. (Ranciere, 2009, p, 13).
La apertura del concepto de literatura en tanto “modo histórico de visibilidad de las obras de arte
de escribir” tendría correspondencia con la concepción de los textos coloniales como discursos,
en la medida en la que como considera Ranciere (2009):
En el siglo XVIII, el término “literatura” no designaba las obras o el arte que las produce
sino el saber que las valora –definición sustentada– en la evolución de esa res litteraria
que, en el Renacimiento o en el siglo XVII, significaba el conocimiento erudito de los
escritos del pasado, ya fueran de matemática, historia natural o retórica (Ranciere, 2009,
p, 13 a 15).
En este sentido, ¿qué noción de escritura implican los discursos de los textos coloniales?, ¿qué
locus de enunciación hacen visible?, ¿qué formaciones discursivas y sistemas de representación
construyen y exponen sobre una realidad?
El concepto “nepantla” comprendido como un espacio y tiempo liminal, pues representa lo que
está siendo “en medio”, permite considerar el locus de enunciación de las narrativas de las
crónicas, como un locus en oscilación continua, en una ambivalencia crítica que hace posible una
dislocación narrativa del autor, quien traduce los hechos a través de una intermediación e
interacción en disenso, a través de los sentidos plurales que implican su experiencia, vivencia que
no implica una contradicción, sino una paradoja crítica de interpretación.
En esta perspectiva, la narrativa de la crónica de Tezozomoc, de acuerdo a Cortés (2016) se
compone a partir de “interpretaciones culturales basadas en una creencia de entendimiento
mutuo o una Double Mistaken Identity en palabras de J. Lockhart” –que, se presupone–
“contribuyó a que se diera una flexibilidad para adaptarse a las formas jurídicas y escriturales
españolas como parte de la negociación política y cultural para participar en el nuevo régimen”
(Cortéz, 2016, p, 28). Sin embargo, la posición del locus de enunciación que representa el
concepto “Nepantla” hace posible considerar que la “creencia de entendimiento mutuo” entre
las culturas en conflicto en el periodo colonial, no implica una “double mistaken identity” (“doble
identidad equivocada”), sino una noción de identidad distinta, que no pretende un
“entendimiento mutuo”, sino establecer diferencias en perspectiva del disenso entre sus
sistemas de representación.
De esta manera, la crónica se compone a través de una narración en la que la doble identidad se
expresa en equivocidad, es decir en perspectiva de hacer visibles las diferencias, debido a la
inequidad de las relaciones, en la medida en la que, como recalca Cortés (2016):
Durante los siglos XVI y XVII en la Nueva España, en una situación de desigualdad política
y social entre “vencedores” y “vencidos”, el lugar de “en medio” se ha visto como el locus
o lugar de negociación desde donde habla el sujeto, en donde chocan, se yuxtaponen y
compiten sistemas culturales distintos y en situaciones en que las relaciones de poder
vertical y horizontal son siempre dinámicas (Foucault). (Cortés, 2016, p, 30).
La consideración sobre la “flexibilidad” de adaptación a “formas jurídicas y escriturales
españolas” no solo implica una “negociación política cultural” que permita “participar en el nuevo
régimen”, pues conlleva, por parte del cronista, una exposición que no solo permite soportar la
desigualdad del régimen colonial, sino que además expresa una moción crítica sobre las
“dinámicas” de las relaciones de poder, que implica una forma de resistencia, de esta manera, el
locus de enunciación de la crónica se caracteriza por una apertura a la multiplicidad de voces que
la componen, pues:
“En la época prehispánica, las historias locales eran acervos de la etnia, servían de
cohesión del grupo étnico, y contenían todo lo importante de lo que acontecía política y
socialmente en el alteptl o pueblo. Por lo cual, cada comunidad componía en grupo la
versión oficial de los mismos acontecimientos” –particularidad narrativa que implica
considerar que – si bien cada altepetl tenía sus propias versiones, la noción de conciencia
histórica nativa estriba en los ajustes necesarios del pasado para el entendimiento del
presente y del futuro” (Cortés, 2016, p, 30 y 32).
El concepto “Nepantla” en este sentido, representa una experiencia liminal en la que a través de
un estar siendo “en el medio”, la intermediación e interacción que conlleva la escritura de la
crónica se compone a través de una confluencia entre locus plurales de enunciación que expresa
una narrativa histórica y mítica de carácter hermenéutico, en la que los tiempos de la narración
describen hechos a través de su interpretación.
La temporalidad de la narrativa de los hechos históricos, se establece en equivocidad de la
temporalidad de la narrativa de los mitos, particularidad por la que la “conciencia histórica
nativa” se considera capaz de hacer “los ajustes necesarios del pasado para el entendimiento del
presente y del futuro” (Cortés, 2016, p, 30).
En esta perspectiva, si las crónicas implican un inicio de la Literatura Latinoamericana, la
indagación sobre el locus de enunciación, las temporalidades y los espacios que pudieran confluir
en la composición de sus narrativas, se propone como margen de reflexión sobre las siguientes
preguntas:
¿Cómo se dieron las fundaciones literarias del continente latinoamericano? ¿Cuál fue la
evolución de esas literaturas y cuáles sus características centrales durante los siglos XV a XIX?
¿Cómo se han relacionado los contenidos con las formas y de qué manera eso puede ayudarnos
a enriquecer nuestra comprensión de la historia cultural de la región? Las preguntas traman un
contexto en el que se transversalizan las preguntas sobre ¿cómo se concibe y qué implica el
“locus de enunciación” en el contexto de la presencia y emergencia de la Literatura
Latinoamericana? y ¿cómo la comprensión de la historia cultural de la región permite considerar
la concepción sobre la educación y sus prácticas, en relación con la dimensión estética y la
concepción sobre la creatividad en la enseñanza de la Literatura y la escritura? En la medida en
la que la reflexión sobre la Literatura Latinoamericana, oscila entre la trama de relaciones críticas
entre la colonialidad, la modernidad, la poscolonialidad, la decolonialidad, en tanto márgenes
analíticos e interpretativos sobre su pasado, presente, futuro y las posibilidades que los tiempos
de sus narraciones abren en perspectiva de su contemporaneidad.
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Notas generales “Coloquio de los Doce” 1564. Bernardino de Sahagún (1499 o 1500 – 1590)
Notas del prólogo
El texto pretende demostrar y justificar desde una perspectiva práctica relacionada con la noción
de ciencia de la época, la “conversión de los paganos” a través de la evangelización. La
descripción de los hechos, considerados “maravillas divinas”, se propone desde la mirada
testimonial en tanto proceso reflexivo sobre lo que se ha visto y lo que se ha experimentado o
probado con la experiencia, con la intención de dejar un legado a las generaciones futuras.
El texto hace referencia desde una perspectiva crítica de los límites de la astronomía, la física y
la cosmografía, en cuanto a su conocimiento de los continentes, que se sustenta luego en un
argumento teológico dirigido primero a la existencia de los territorios y sus habitantes, que se
atribuye a la creación de Dios; como sustento del “descubrimiento” y conversión de los
habitantes, propone las profecías de santa Brígida, patrona de Europa, quien vivió entre 1303 a
1373.
En cuanto a la descripción de los habitantes, los presenta como civilizados, debido a la estructura
política y militar, pero a la vez paganos e idólatras. En relación al contexto menciona que los
frailes se informan durante los primeros días de su llegada, sobre “las costumbres y ritos idolatras
de estos países paganos”.
Los doce frailes menores de la observancia – Franciscanos que seguían los preceptos de San
Francisco, de pobreza y rigurosidad de la vida consagrada al cristianismo.
Los frailes se encuentran con Hernán Cortés (1485 – 1547) – instalado en México desde 1519 –
en 1524 quien es gobernador de “Nueva España” como decidió llamar al territorio mexicano
conquistado. Sahagún describe a Cortés como “buen cristiano, hijo obediente de la iglesia
romana y caballero leal a su príncipe”
La actitud de reverencia de Cortés ante Fray Martín de Valencia, reafirma la importancia de los
doce frailes y su propósito, de igual manera es un gesto político de “efecto edificante” en los
indios, a través del que Cortés reafirma el fundamento místico de la autoridad que representa en
el contexto.
Cortés reúne a líderes de comunidades de México con los frailes quienes, como primer
argumento de la razón de su presencia en México, se sustenta en la “inspiración del Espíritu
Santo”, aclaran además que no es por su voluntad que están en México, sino por voluntad divina,
vía mandato del papa como representante de Dios en la tierra y quien hace legitima a la vez la
autoridad del rey.
Se reafirma el fundamento místico de la autoridad del derecho de conquista, la argumentación
teológica sustenta la política de la conversión y evangelización.
El segundo argumento que presentan a los líderes indígenas hace referencia a la enseñanza de
la doctrina cristiana que se propone previene del cielo y por tanto no se sustenta en la razón
humana, sino en un poder soberano que se manifiesta en las sagradas Escrituras.
El tercer argumento implica aclarar que no hay “interés temporal” (obtención de bienes o
reconocimiento) sino la conversión como proceso de salvación de su alma.
El cuarto argumento consiste en explicar la existencia del reino de los cielos y su extensión en la
iglesia católica.
Los argumentos se proponen como una estructura de conversión de “personas ignorantes de las
cosas divinas (y por esta razón) mutiladas del conocimiento de las cosas humanas”
La perspectiva sobre la noción de humanidad, dependiente de la conversión, expresa la distancia
antropológica con los habitantes de las tierras colonizadas y sustenta la “necesidad” de su
formación, que sustenta una “pedagogía política” en el proceso de conversión, que pretende
neutralizar la dominación que conlleva el proceso colonial.
La “pedagogía política” de la conversión se expresa cuando Sahagún menciona que el propósito
de la doctrina “fue expuesto con claridad y limpieza, en términos bien adaptados a las
capacidades de sus interlocutores” pues se proponen de acuerdo a la observación por parte de
los frailes de “los errores en los que vivían los indios, y lo que les hacía falta para evitar la
perdición”, descripción que expone el método de la pedagogía política de la conversión que se
sustenta a la vez en la proyección de la salvación y la vida eterna.
Al lector advertido
Refiere el proceso de edición del texto, realizado en 1564, en el Colegio de Santa Cruz de
Tlatelolco, y la participación en la edición y transcripción en lengua mexicana en este caso el
náhuatl y latina, de alumnos indígenas.
El colegio de santa cruz de Tlatelolco fue fundado en 1536 en donde se enseñaba las artes
liberales, en dos niveles: formativo, dedicado al aprendizaje del latín y el trivium: gramática,
retórica y lógica y el complementario, en el que se estudiaba el cuadrivium: aritmética,
geometría, astronomía relacionada con la astrología, y música.
El texto se propone como un tratado compuesto por dos libros, el primero presenta 30 capítulos
sobre la presentación de la doctrina y la conversión de los indígenas y su petición de bautismo;
el segundo presenta la doctrina cristiana como catecismo.
Primer capítulo. Libro 1.
Doctrina cristiana para la conversión de los indios.
Argumentación teológico-política