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TEMA 3

PRINCIPALES AREAS DE ESTUDIO CRIMINOLOGICO: DELITO, DELINCUENTE,


VICTIMA Y CONTROL SOCIAL

3.1 EL DELITO Y EL DELINCUENTE: APROXIMACIONES LEGAL, SOCIOLÓGICA Y


DE INTERÉS CRIMINOLÓGICO.

3.1.1 INTRODUCCION

La Criminología tradicional potenció al máximo el protagonismo de la persona del


delincuente, creyendo poder encontrar en una supuesta diversidad del mismo, patológica, la
explicación científica del comportamiento criminal. En la moderna Criminología, de corte
prioritariamente sociológico, el examen y el significado de la persona del delincuente pasa a
un segundo plano, desplazándose el centro e interés de las investigaciones hacia la
conducta delictiva misma, la víctima y el control social. El delincuente se contempla en sus
interdependencias sociales, como unidad biopsicosocial y no desde una perspectiva
biopsicopatológica.

El delito sigue siendo objeto básico de la investigación criminológica. El concepto de


delito, en cuanto implica una referencia obligada a normas, cambia con la evolución de la
sociedad y de la cultura.

El interés por la víctima como objeto de la Criminología es un fenómeno relativamente


reciente, que tiene lugar a partir de la segunda guerra mundial. Tanto la Criminología como
el sistema penal han volcado su esfuerzo de forma exclusiva en el delincuente, a fin de
recabar para el Estado el monopolio de la reacción penal.

Más difícil justificación tiene el tradicional olvido de la víctima por parte de la


Criminología. Degradar la condición de destinatario fortuito, fungible y pasivo de aquel
carece de realismo.

Es obvio que en un futuro próximo el estudio de la víctima atraerá la atención que


merece. Hoy día nos ocupamos mucho más del estudio de la Victimología puesto que la
Criminología dispone ya de un cierto núcleo de conocimientos sobre cuestiones como:

Aptitudes y propensiones de los sujetos para convertirse en víctima

1. Tipología victimaria
2. Relaciones entre delincuente y víctima
3. Grados de coparticipación o corresponsabilidad de la víctima en el delito

Finalmente, el análisis científico del control social del comportamiento desviado ha


ampliado el objeto de la investigación criminológica. El merito es debido, en buena medida, a
la teoría del Etiquetamiento (Labelling Approach) al impulsar una Criminología más dinámica
e interaccionista, que desplaza el centro de interés de aquella, del delito y el delincuente al

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control social, a la reacción social; de las teorías de la criminalidad a las de las
criminalización cuestionando el propio paradigma etiológico.

A la Criminología ha de preocuparle no sólo el delincuente, el delito y la víctima, sino


también el control social, el estudio de los mecanismos a través de los cuales la sociedad
despliega su supremacía sobre los individuos que la componen, consiguiendo que éstos
acaten sus normas. Debe pues ensanchar el ámbito tradicional de su objeto, incorporando al
mismo:

1. el análisis científico de los diversos sistemas normativos del control social


(religión, moral, ética, usos y costumbres, terapias varias)
2. de sus portadores e instancias (iglesia, opinión pública, ciencias, familia, escuela,
profesión…)
3. estrategias ( prevención, socialización, represión)
4. de sus sanciones (positivas y negativas)
5. de sus destinatarios (según sus respectivos estratos sociales)

3.1.2 EL DELITO COMO OBJETO DE LA INVESTIGACION CRIMINOLOGICA

El primer problema que suscita el concepto de delito como objeto del análisis
criminológico es el de su propia delimitación, ya que también el Derecho Penal se ocupa del
crimen, por más que la contemple desde un punto de vista normativo, no empírico.

La criminología no puede prescindir del concepto penal de delito que constituye una
referencia lógica obligada, su punto de partida. Pero la coincidencia en el objeto es sólo
parcial porque la Criminología no examina sólo el delito, ni lo hace desde un enfoque
valorativo. Tiene, además, y de acuerdo con sus metas como disciplina empírica unos
intereses singulares y unas valoraciones que no coinciden ni con la técnica ni con los
criterios axiológicos jurídicos penales.

La Criminología puede completar y enriquecer el concepto penal de delito acudiendo a


otros esquemas, pero carece de virtualidad el intento de sustituir a éste. La autonomía de la
Criminología como ciencia empírica, por lo tanto, es relativa, porque no puede renegar del
marco histórico cultural en el que cobra sentido la conducta humana.

El concepto penal de delito como referencia y punto de partida del análisis


criminológico es obligado. Una conducta deviene delictiva sólo cuando recibe el estigma
penal, cuando se conmina con una pena. Las valoraciones individuales éticas e incluso
sociales no siempre permitirían una selección segura de esos comportamientos entre otros
motivos porque puede hallarse una contradicción con las legales amparadas por el refrendo
coactivo del Estado.

A efectos penales, sólo pueden reputarse delito las conductas descritas en la ley, y
delincuente, la persona castigada por los Tribunales de Justicia. Pero a efectos
criminológicos, tal restricción carece de fundamento y pugna con el realismo propio de la
Criminología como ciencia empírica.

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La criminología ha de optar por la verdad real, no por la verdad legal. Por ello examina
legítimamente el hecho de la prostitución o el de la drogodependencia a pesar de que ni el
ejercicio de la primera ni el consumo de estupefacientes se castiguen por el Código Penal y
se preocupa, legítimamente también, de la llamada criminalidad oculta, o de la cifra negra de
ciertas conducta delictivas (violencia de genero, por ejemplo, cuando no se hablaba de estas
conductas con la claridad que se hace hoy día), aunque en ambos supuestos el autor eluda
la imposición y cumplimiento de la pena.

RELATIVIZACION Y PROBLEMATIZACION DEL DELITO EN LA MODERNA


CRIMINOLOGIA:

El concepto de delito se ha visto sometido a un acelerado proceso de relativización y


de problematización que no puede desconocerse en el momento de trazar los contornos del
objeto de la Criminología.

El concepto de delito que utilice la Criminología no puede ser ajeno a este proceso de
relativización y problematización impuesto por las ciencias sociales. Precisamente porque la
Criminología, como ciencia empírica e interdisciplinaria, persigue un análisis global,
totalizador, multidimensional del problema del crimen, del delito.

Este proceso refleja una importante crisis de los valores tradicionales. No se trata, pues
de la ya citada circunstancialidad o historicidad de las definiciones legales de delito, que es
fácilmente comprobable si se compara el derecho positivo de diversas épocas o el de
diversos países.

Los movimientos político-criminales de criminalización ponen de manifiesto ese


continuo cambio valorativo de las decisiones del legislador. Tampoco hacemos referencia
cuando hablamos de relativización al acotamiento fragmentario y selectivo de la realidad
criminal que lleva a cabo la ley al hacer definiciones de los tipos delictivos (parte especial de
los Códigos Penales) pues ello viene impuesto preceptivamente por el PRINCIPIO DE
LEGALIDAD, que debe imperar en todo Estado de Derecho, en claro contraste con la
comprensión global y totalizadora del delito que, como ya he apuntado, busca la
Criminología.

Por relativización y problematización del concepto de delito se entiende el profundo


cambio que se ha operado en el análisis del hecho criminal como consecuencia de las
aportaciones de diversas disciplinas y enfoques que estudiaremos a continuación.

Este cambio permite contraponer dos orientaciones: la clásica o convencional y la


“Critica”.

La Criminología tradicional partía de un concepto de delito sólido: el concepto legal. La


Criminología aparecía así, como disciplina subordinada al Derecho Penal que obligaba al
Criminólogo a aceptar las definiciones jurídico-penales de delito.

En el delito se veía el comportamiento socialmente nocivo y disfuncional de un sujeto


distinto de los demás ciudadanos, patológico, reprobable, que iba en contra del consenso
social.

Los dogmas de este modelo clásico han sido objeto de crítica por las siguientes teorías:

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1. El estructural-funcionalismo (Teorías de la Anomia):

Se opuso a la naturaleza patológica del delito. Frente al principio del bien y del mal, las
teorías anómicas defienden la funcionalidad del delito, cuya etiología aparece unida a los
procesos sociales ordinarios y cotidianos del orden social.

2. Las teorías subculturales:

Rechazan el carácter consensual del orden social y defienden la existencia en una


sociedad plural y democrática de una pluralidad de códigos de valores, todos ellos legítimos,
que reflejan las convicciones de los subgrupos y minorías.

El delito no es el atentado a unos valores universales sino la expresión de los valores


privativos de un subgrupo o minoría que se revela contra las definiciones oficiales.

3. Las teorías de la socialización y el aprendizaje social:

Mantienen que el individuo aprende el delito a través de los mismos mecanismos de


aprendizaje del comportamiento no delictivo. El delito no es, pues, una opción libre de
alzarse contra la ley, sino el resultado de la interiorización de unas pautas de conducta
distintas de las convencionales aprendidas en proceso de socialización en el seno de un
grupo no escogido libremente.

4. Las doctrinas psicoanalíticas:

También han contribuido a la relativización y problematización del concepto de delito al


convertir al delincuente en el “chivo” expiatorio de una sociedad que castiga no porque la
conducta merezca el castigo, sino porque necesita castigar (función liberadora del crimen:
los mecanismos de proyección y expiación como catalizadores de la agresividad y
frustración de la sociedad).

5. El modelo de conflicto:

Ha rebatido el principio del “bien Común” o de los “intereses generales” cuya


vulneración constituirían las definiciones legales del Código. Para las teorías conflictuales,
las variables del proceso de definición se hallan en las relaciones de poder de los grupos
sociales, de acuerdo con la estratificación social y los conflictos de intereses. El delito carece
de sustrato material; es delito lo que el grupo social que conquista el poder define como
delito, de acuerdo con sus intereses.

6. Las teorías interaccionistas del Labelling Approach:

Para esta corriente sociológica una conducta no es delito por las cualidades objetivas
inherentes a la misma, o por los méritos de su autor, sino que resulta etiquetado como tal
por ciertos procesos de definición y selección sociales que resultan discriminatorios de
acuerdo con el status del afectado. La investigación, según estos teóricos debe desplazarse
desde los factores criminológicos a los procesos de criminalización mismos.

Como consecuencia, el concepto de delito que utilice la criminología no puede ser


ajeno a este proceso de relativización y problematización impuesto por las ciencias sociales,

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porque la criminología, como ciencia autónoma empírica e interdisciplinaria, persigue un
análisis totalizador del problema del delito.

EL REALISMO CRIMINOLOGICO:

El concepto legal sirve para delimitar y orientar el campo de la investigación


criminológica, pero no como criterio único y excluyente, porque la criminología como ciencia
empírica, aborda el problema criminal de un modo “sui generis”, con una perspectiva distinta
al del Derecho Penal y demás disciplinas jurídicas.

Los tipos penales, por imperativo del principio de legalidad, definen las conductas
delictivas, para lo que el legislador tiene que dar un corte parcial y fragmentario, abstracto,
que acota y aísla de la realidad un concreto supuesto de ella. La labor del jurista, analiza,
pues el hecho a los solos efectos de su eventual subsunción en la ley.

Las exigencias garantistas no operan en la Criminología que puede analizar el


fenómeno delictivo en su totalidad real y de modo directo, no a través de los tipos legales, ni
desde opciones normativas previstas que encorsetan y mediatizan la realidad de aquel.

Para la Criminología, la correcta calificación jurídica del supuesto es algo secundario,


formal, porque lo que interesa es obtener una imagen global del hecho de su autor.

No siempre coincidirán los diagnósticos criminológicos con las calificaciones penales,


pues mientras el penalista no tiene otra referencia que el tipo legal, el cliché valorativo y
abstracto de la ley y el que puede desentenderse de éste, trascenderlo, para investigar la
etiología del hecho examinado real, sus formas de aparición o fenomenología, su estructura
interna y dinámica.

El penalista califica, actúa desde la norma legal, busca el significado que un


comportamiento tiene para el Derecho. El Criminólogo analiza, actúa desde la realidad y
busca el significado del hecho desde un punto de vista total y globalizador, investigando la
posición que corresponde al mismo en una imagen general del autor en sus
interdependencias sociales.

AMBITO O PERSPECTIVA ESPECÍFICA CRIMINOLOGICA:

Criminología y Derecho Penal abordan en todo caso el suceso criminal con enfoques
diferentes:

1. Hechos penalmente atípicos relevantes para la Criminología:

La Criminología, también, se ocupa de conductas y hechos no sancionados en los


Códigos Penales como delictivos:

- el suicidio
- el alcoholismo
- la prostitución
- la drogodependencia

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Estas conductas no se incriminan en el Código Penal y, sin embargo, interesan
sobremanera a la Criminología, en cuanto factores criminógenos o específicamente
asociados al delito.

EL LLAMADO CAMPO PREVIO DEL CRIMEN Y LA ESFERA SOCIAL DEL


DELINCUENTE:

El hombre se hace delincuente sólo a través de la lesión de las normas jurídicas. Pero
en numerosos reincidentes pueden apreciarse ya datos, rasgos y disfunciones precriminales
mucho antes de la comisión del delito, según una conocida hipótesis criminológica. El
denominado campo previo sólo puede ocupar la atención de las ciencias criminológicas.

La Criminología concede gran interés al estudio de determinados círculos sociales


próximos al crimen, que configuran la personalidad del autor y en los que éste ocupa y
consume su vida, su tiempo. Si el Derecho Penal pondera conflictos ocasionales, puntuales,
del individuo con parcelas concretas de la Ley, la criminología pone el acento en la
personalidad total del autor en sus interdependencias sociales.

LA DIMENSION COLECTIVA DEL DELITO:

Para el Derecho Penal, el crimen es fundamentalmente, un acontecimiento aislado y


singular, individual.

Por el contrario, criminológicamente, el delito debe contemplarse, no sólo, como hecho


individual, sino, también, como hecho colectivo y como magnitud susceptible de
cuantificación.

LA PERSPECTIVA INTERNACIONAL:

Manifestaciones de la criminalidad moderna reflejan la complejidad e interdependencia


que caracteriza la sociedad de nuestro tiempo. La concreta configuración de un delito en un
determinado ordenamiento, no ha de ser barrera insalvable para una disciplina empírica que
pretende obtener una imagen total y globalizadota del fenómeno real del crimen.

RENUNCIA A UN CONCEPTO UNITARIO DEL DELITO:

Carece de sentido cualquier decisión apriorística que condicione y limite o impida los
propósitos de cada investigación. Procede operar en el sentido opuesto y optar por un
concepto penal del delito o por otro material de acuerdo con las características y exigencias
de cada investigación criminológica. De este modo, si se quieren estudiar cuestiones
jurídico-políticas relativas a la descriminalización, no criminalización, etc., de determinados
comportamientos, será necesario partir de un concepto material de delito.

Por el contrario, si se pretende analizar el volumen, estructura y movimiento de la


criminalidad, la definición jurídico formal (penal) de delito, parece que debe tomarse como
punto de partida.

Una de las contribuciones principales de la Criminología en la actualidad, siguiendo a


LARRAURI, pasaría por la contribución a la prevención de la delincuencia. Así, además de

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las teorías criminológicas que analizan los factores relevantes en la generación del delito, se
añaden los conocimientos específicos referidos a formas concretas de delincuencia.

Esta idea se relaciona con las tendencias de la política criminal, y de esta manera se
analizan los conceptos de “populismo punitivo” y las denominadas “políticas de seguridad”
con un marcado enfoque social y preventivo.

Dentro de esta concepción de prevención, se distinguen diversas categorías.

Una primera vendría marcada por la prevención penal, partiendo de la propia disuasión
que ejercen las normas penales, y que se podría dividir en las escalas clásicas de
prevención primaria (dirigida a la sociedad en su conjunto, mediante la advertencia que
supone la existencia de delitos y sanciones como factor disuasorio); prevención secundaria
(dirigida ya de forma más específica a grupos que presentan determinados factores de
riesgo, pero sin que deba presentar carácter coactivo o estigmatizador); por último, cabría
incluso una prevención terciaria (dirigid a personas que ya han delinquido, ya han entrado a
formar parte del sistema penal, pero con las que se pretende conseguir que no reincidan –un
ejemplo serían los programas de tratamiento condicionados con la suspensión de la pena…-

Otra categoría preventiva la encontraríamos en la prevención policial, donde tendrían


cabida las tendencias que distinguen entre un modelo policial tradicional o de control, y otro
modelo de policía comunitaria, más próximo e inmediato a la propia comunidad, con mayor
presencia habitual disuasoria entre los vecinos de los barrios (frecuentemente oímos hablar
de la “policía de barrrio” como instrumento de mejora de la prevención del delito).

Por último, se destacan las posibilidades de la prevención comunitaria. Ello englobaría


dos aspectos: por un lado, la óptima movilización de los recursos sociales (de ayuda
económica, formación profesional, salud mental…) para evitar la exclusión social y el
desgajamiento del tejido social de quienes ya presentan conductas disruptivas o han entrado
en contacto con el sistema policial o judicial. Por otro lado, delegar en la propia comunidad la
labor de reducir el delito en determinadas zonas (vecinos que vigilan y avisan a la policía si
observan posibles delitos...

3.1.3 EL DELINCUENTE COMO OBJETO DE ESTUDIO DE LA CRIMINOLOGIA

Un considerable número de teorías y conceptos que intentan explicar el crimen y al


criminal han surgido de observaciones parciales, casi siempre bajo un ángulo científico
parcial y especial, faltando una exposición amplia del delincuente en sus interdependencias
sociales.

LA PERSONA DEL DELINCUENTE COMO UNIDAD BIOPSICOSOCIAL:

La personalidad es algo complejo, integrado por una multitud de factores


interrelacionados y que ejercen entre sí influencias mutuas, es decir, que no actúan de forma
independiente. De ahí que se la define como “organización multifactorial y dinámica de los
elementos cognitivos, afectivos, conativos, psicológicos y morfológicos”:

§ Organización Multifactorial:

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Este carácter multifactorial debe ser entendido en un doble sentido:

a) A un nivel estrictamente biológico


b) A un nivel global

A un nivel biológico, como ocurre en el supuesto de las motivaciones y la explicación


de las mismas a través de una concepción nerviosa-central multifactorial en que actúan de
modo conjugado unos centros específicos nerviosos ubicados en el hipotálamo que
desencadenan y frenan respectivamente el comportamiento adecuado para satisfacer las
necesidades primarias.

A un nivel global, psico-físico, de la personalidad, en el cual las alteraciones somáticas


desencadenan comportamientos estrictamente psicológicos y viceversa.

§ Organización Dinámica:

La personalidad es inconcebible como algo estático y en reposo ya que se halla en


continúa actividad (aprendemos, pensamos, experimentamos emociones) Y, por otra parte,
esas distintas actividades de pensar, desear, emocionarse, etc., se influyen mutuamente,
con lo que, la dinámica de una de ellas sirve como estímulo para poner en acción a otra.

Como consecuencia, la manifestación más importante del individuo, el comportamiento,


es un proceso sumamente complejo en el que subyacen los aludidos fenómenos
multifactoriales y dinámicos.

Sin olvidar que cualquier estudio desglosado de los factores personales es de ya por sí
artificial, dada su mutua interdependencia, se deben analizar por separado los tres
siguientes grupos:

1. Factores orgánicos:

- sistema nervioso central


- Las glándulas de secreción internas (hormonas: funcionamiento endocrino)

2. Factores psicológicos:

- Inteligencia
- Voluntad
- Afectividad (notas de agrado y desagrado)

3. Factores sociales:

- Influencias sobre la personalidad del entorno físico


- Influencias del grupo humano de convivencia:
a) Actuación de los grupos primarios familiares
b) Actuación de los grupos secundarios

Podemos resumir las características biopsicosociales del la persona en los siguientes


apartados:

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a) Estudio de la CONSTITUCIÓN, entendida como el conjunto de caracteres
hereditarios, morfológicos, fisiológicos y mentales de cada individuo.
b) TEMPERAMENTO: conjunto de particularidades fisiológicas y morfológicas que
diferencian entre sí a los individuos, determinando diversas modalidades de reacciones
emocionales.
c) CARÁCTER: definido como el grado de organización ético afectivo de todas las
fuerzas del individuo.
d) APTITUDES: capacidad de un individuo para adquirir con un entrenamiento
adecuado algún conocimiento o habilidad determinada.
e) ACTITUDES: es la disposición psíquica de una determinada especialidad a las
respuestas del sujeto a ciertas personas, objetos o situaciones.

Junto a estos elementos que integrarían el estudio de la estructura de la personalidad


desde el punto de vista estático, es necesario un adecuado examen del aspecto dinámico de
la personalidad, integrada por las MOTIVACIONES y la interacción entre las potencialidades
determinadas HEREDITARIAMENTE y las EXPERIENCIAS ADQUIRIDAS en contacto con
el mundo que le rodea.

INTERDEPENDENCIAS SOCIALES DEL DELINCUENTE: EL PROCESO DE


SOCIALIZACION:

Las dificultades en la investigación de la esfera social del delincuente son


considerables:

a) En primer lugar, esta esfera ha de ser estudiada a través de factores parciales


(familia, grupo de trabajo…) y cada uno de estos factores, en principio, es neutro o
ambivalente respecto a la conducta delictiva, por lo que habrá de ser ponderado en cada
caso para conocer si ha incidido y en qué forma en esa conducta.
b) Otra dificultad resulta del hecho de que es posible que algunas investigaciones
realizadas hace años, no tengan hoy valor debido al cambio de la estructura social de la
sociedad en cuestión (por ejemplo, la familia, su peso en la conducta de los individuos es
diferente según se trata de la familia de un núcleo rural o de la familia de una gran ciudad, a
pesar de que, hoy día, Internet nos acerca a todos)

Hemos de distinguir una serie de conceptos:

1. SOCIALIZACION: integración del ser humano en el grupo.


2. CULTURIZACION: es la aprobación e internalización de vivencias, criterios,
símbolos de cultura, válidos para el mantenimiento y desarrollo de la persona y del grupo.
3. PERSONALIZACIÓN: es la autoformación y autodirección de las propias
estructuras pulsionales, al tiempo que el individuo influye sobre los factores de la sociedad y
cultura, influencia que le da su sentido y le configura responsablemente.

El proceso de socialización debe hacer al individuo apto para la vida y para el


desarrollo de funciones dentro de las condiciones culturales, sociales y materiales de su
propia sociedad. Se parte de que el comienzo del proceso, el individuo tiene que aprender a
obrar, muchas veces, en contra de sus propias necesidades inmediatas, y que al final del
mismo, se encuentra el ser humano adaptado, integrado en su cultura, que se opone ya a
todo cambio para no perder el equilibrio alcanzado con grandes esfuerzos.

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La doctrina ha puesto de relieve la importancia de la fase infantil y juvenil en el proceso
de socialización y consiguientemente, la importancia del grupo primario como factor de
socialización (identificación e imitación de los adultos tanto en la familia como en la escuela).

La esfera de las relaciones secundarias viene integrada por las restantes relaciones:
con superiores, con organizaciones, instituciones, en el trabajo, en el ocio…

FACTORES RELEVANTES:

Se conoce con el nombre de factores relevantes, las relaciones en el más amplio


sentido de la palabra, con personas, cosas, instituciones, que una persona cultiva con más
esmero, a las que sólo en última instancia está dispuesta a renunciar, o que sólo en
determinadas circunstancias extraordinarias abandonaría. Son, generalmente, personales y
hasta específicas de las personalidades.

Son muy variadas y de muy diversa intensidad, abarcando la escala desde una relación
relativamente superficial, pasando por un vivo interés, hasta la atracción irresistible. Ejemplo
de esta gradación podría ser:

1. La atracción de un exrecluso, que ha cumplido condena y que, pese a sus buenos


propósitos, siente una atracción hacia el ambiente de diversiones y de situaciones
tentadoras en que conviven sus antiguos compañeros, con los que vuelve a delinquir.
2. Las toxicomanías.

Ejemplo de relaciones relevantes “positivas” podrán ser la atracción, después de una


temporada de vacaciones o de alejamiento familiar, hacia el trabajo profesional regular,
hacia una vida “ordenada”, de ahí la importancia de la actitud frente al trabajo.

Algunos trabajos de investigación ponen de relieve la existencia entre los delincuentes


de una tendencia a la adquisición incontrolada y rápida de dinero, sin dedicación alguna a un
trabajo regular (atracador profesional).

En íntima conexión con las “relaciones relevantes” se encuentra el sistema de valores


(inculcado y adquirido). Cada persona tiene su “sistema”, producto de un proceso de
formación diferente, que no deja de ser dinámico: todos podemos cambiar, podemos
evolucionar.

3.2 LA VICTIMA COMO OBJETO DE ESTUDIO DE LA CRIMINOLIGIA

3.2.1 INTRODUCCION

El sujeto “pasivo” del delito, esto es, aquella persona sobre la que se
produce la acción criminal, ha venido siendo calificada como la gran olvidada
del sistema de Derecho.

Con la aplicación de la adecuada sanción al autor del delito, se estima


cerrado el ciclo de perturbación del orden jurídico establecido, olvidándose, en

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gran medida, las secuelas, a veces irremediables, que la infracción viene a
producir y a trascender en el marco de la víctima y su entorno.

En primer lugar, no debemos confundir “víctima” y “perjudicado”, ya que


no siempre el perjudicado por el delito coincide con la persona ofendida por el
mismo o con la persona objeto material de la acción delictiva.

Tampoco debemos entender que el descuidado tratamiento dado por el


Derecho a la problemática de la víctima del delito signifique una afirmación
absoluta. Ya en las postrimerías del siglo XIX, Raffaele Garófalo se ocupaba de
la cuestión en su libro “Indemnización a las victimas del delito”, y ya en
nuestros días el profesor Royo Villanova pedía al legislador que se dedicase a
la víctima parte de la atención que se dedicaba al delincuente, a fin de alcanzar
un equilibrio bipolar del derecho.

Se ha criticado, en general, este desden victimológico en varios aspectos:

1. Señalando que el Derecho sólo dedica especial atención al


problema cuando la víctima aparece “incrustada” en el delito. Tal
sería el caso de la provocación previa a la agresión, de la legítima
defensa o la iniciativa para ejercer la acción penal en los delitos
perseguibles a instancia de parte.
2. Manteniendo un restrictivo enfoque de retribuciones económico
por vía de indemnizaciones civiles que no compensa
suficientemente los padecimientos y secuelas de gran parte del
espectro delictivo: secuestros bajo rescate, delincuencia
violenta…
3. Una objetivación fría e inadecuada de los padecimientos y
vejaciones de la víctima, que resulta de la dificultad para evaluar
el daño psíquico y moral, pero que, a veces, es la secuela
fundamental del acto delictivo (delito de agresiones sexuales)

Tales consideraciones llevaban a Garófalo en una avanzada postura a


solicitar que fuese el Estado quien por vía subsidiaria asumiera el
incumplimiento de los daños y perjuicios a la víctima por parte del delincuente,
por dos razones:

1. Porque, objetivamente, el Estado tiene la obligación de asumir los


riesgos derivados de la propia convivencia social (máxime hoy día
con la existencia de un Estado asistencial) (comentarios de los
alumnos)
2. Porque subjetivamente, si la víctima queda desamparada, es
resultado de la negligencia estatal, bien sea por quedar impune el
delito, bien por demoras en la localización del delincuente, o bien por
el hecho de ser éste descubierto cuando ya es demasiado tarde
(responsabilidad patrimonial del Estado por los daños producidos por
un delincuente de permiso).

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LA VICTIMOLOGIA

Más que por estrictas vías jurídicas, la preocupación por la víctima ha


venido a darse en el campo de la Criminología. Y, aún así, en tiempos
recientes. Aunque, ya Feuerbach, en el siglo XVIII, se ocupa del tema, lo cierto
es que el estudio sistemático de la víctima del delito no ha venido a producirse
hasta después de la segunda Guerra Mundial, iniciada con los estudios de Von
Hentig o Edmund Mezger y Exner y culminando en nuestros días con los
trabajos de Eisemberg, Weis o Carl Amelunsen.

Este último viene a definir la Victimología como el “estudio del origen,


personalidad, carácter, sexo, edad, situación de conciencia, cualidades psico-
biológicas y relaciones sociales de aquellos individuos que soportan directa o
indirectamente sobre su persona y bienes las consecuencias del delito”.

Se trata, pues, en realidad, de un sector de la Criminología empírica


circunscrito al ámbito delincuencial, ya que no faltan autores que han formulado
una delimitación tan extensiva del concepto que incluyen en la Victimología el
problema de los accidentes laborales, de los viajeros, etc. Por ello, es
importante delimitar las principales temáticas que la integran y que vendrían a
ser las siguientes:

1. Delimitación del concepto de víctima en estricta relación con el delito


2. Problemática de la relación entre víctima y delincuente
3. Estudio de las víctimas con relación a formas concretas de aparición del
delito (víctima generalizada, víctima específica e insustituible, etc…)
4. Repercusiones del delito en la víctima en sus distintos planos:
biológicos, psíquicos y sociales
5. La víctima posible y la prevención del delito

Esta problemática ha adquirido especial significación como consecuencia


de algunas formas fenomenológicas de aparición del delito en la sociedad
urbana moderna que producen un efecto multiplicativo en el campo de las
víctimas. Las grandes estafas inmobiliarias, las redes de delincuencia de
drogas y sustancias estupefacientes, la alteración de artículos alimenticios,
etc., pueden llegar a causar cuadros victimológicos de repercusión nacional e,
incluso, internacional.

Además, empieza a ser candente en algunos países (EEUU, Alemania) el


replanteamiento de los criterios con los que la actual organización político-
económico-social viene haciendo frente al problema. Así, por vía de los
seguros privados, una gran parte de los daños derivados del delito van a
repercutir sobre el sector privado (especialmente en delitos contra la propiedad)
con lo que viene a darse una inhibición en la persecución de tales delitos por
los ciudadanos y una despreocupación por parte del Estado, en sus
estamentos de Justicia, respecto a la antes aludida reparación e indemnización
a las víctimas del crimen.

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3.2.2 EL PAPEL DE LA VICTIMA EN EL DELITO

Mendelsohn planteaba la distinción entre víctimas inocentes, víctimas


colaboradoras en el delito y víctimas provocadoras del mismo. Cuestión que ya
Lenz había planteado al hablar de víctimas activas y pasivas.

Tales criterios de clasificación han venido a derivarse del estudio de


determinadas formas de delito en el Campo de la Criminología
Fenomenológica. Todo ello es consecuencia de que, al considerarse la
conducta delictiva como un comportamiento social desviado, interesa conocer
hasta qué punto la víctima aparece, o no, enmarcada en tal desviación.

Se ha estudiado, de esta manera, el carácter sustituible, o no, de la


víctima.

1. La victima no sustituible:
§ Desde una perspectiva jurídica viene relacionada con
determinados tipos delictivos en que la especificidad y
particular condición del sujeto pasivo determina y define la
acción criminal, como sería el caso de los delitos en los
que la víctima es el cónyuge, ascendiente, descendiente,
etc.
§ Desde un plano criminológico, habría de pensarse en
aquellas víctimas del delito que se ven en tal condición
como resultado de unas peculiares circunstancias que no
concurren en otros individuos: cabría hablar así de delitos
“personalizados” como serían determinados supuestos de
rapto, secuestro bajo rescate o determinadas formas de
timo. En tales casos el autor “selecciona” cuidadosamente
a la víctima.
2. La víctima sustituible:

NO conlleva esa peculiar relación de previa selección con el autor del


delito.

§ Jurídicamente, sería el supuesto de los “tipos


generales” del Código Penal, como la mayoría de
robos, estafas, etc.
§ Criminológicamente, cabría hacer una doble
distinción:
1. Aquellas personas que sufren el delito, pero
se hallan enmarcadas en una “relativa” o
parcial selección (agresión sexual, ciertos
timos, en que por razones de sexo, edad,
profesión, el delito se orienta sobre el grupo
homogeneizado por esas circunstancias.
2. Aquellas víctimas que lo sufren
aleatoriamente, sin una selectividad previa
delincuencial.

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Este matiz de la selectividad de la víctima por parte del delincuente,
resulta interesante a efectos de formulación de un PRONÓSTICO criminal, ya
que puede delimitar una amplia o restringida peligrosidad del autor, tanto por
extensión como por intensidad de la acción delictiva.

Otra clasificación (Wolfgang) distingue entre:

1. Víctimas de primer grado: serían aquellas que se ven afectadas


por el delito directa y personalmente (atraco navajero)
2. Víctimas de segundo grado: en que la condición de víctima es
plural y, en cierta medida, indeterminada, cual sería el caso de la
empresa o sociedad que sufre una estafa.
3. Víctima de tercer grado: cuando la víctima posee un carácter tan
global que se confunde con el Estado o la sociedad (delitos de
traición)

Con independencia de las clasificaciones, lo cierto es que existen formas


delictivas en que la víctima tiene, incluso, un papel de coprotagonista del hecho
criminal o participa en una cadena transformativa de víctima a autor del delito
(reyertas y venganzas familiares)

3.2.3 FACTORES QUE PUEDEN INFLUIR EN EL PAPEL DE VICTIMA:

1. La edad: en delitos contra la infancia: malos tratos,


explotación en la mendicidad, determinadas agresiones
sexuales, pornografía infantil…
2. El sexo: que si en unos casos recae sobre el femenino,
como acaece en el favorecimiento de la inmigración
internacional clandestina para la prostitución, en otros
supuestos es el sexo masculino el que determina la
victimización como ocurre con los individuos atraídos por
prostitutas para luego ser desvalijados o chantajeados.
3. La profesión: se ha estudiado la particular incidencia como
víctima en determinadas actividades laborales o
profesionales, como el atraco a taxistas, empleados de
gasolineras, farmacias…
4. La situación social: independientemente de que puede
actuar como un elemento “seleccionador” de la víctima,
sobre todo cuando posee un cierto nivel económico
(secuestro Express bajo rescate), también destaca en el
caso de grupos étnicos así como de ambiesntes
marginales, en general.

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3.2.4 EFECTOS DEL DELITO EN LA VÍCTIMA

Los efectos del delito sobre la víctima deben considerarse en un doble


plano:

1. PASIVAMENTE:

Es obvio que el sujeto pasivo del delito sufre sobre su persona o bienes
los efectos materiales inmediatos del hecho, ya sea en forma de lesiones
corporales, de mengua patrimonial, etc., pero, incluso, dentro de este doble
plano, las secuelas son muy distintas ya que, en gran medida, los efectos
económicos pueden verse compensados o, al menos, no producir
consecuencias perdurables (gracias a los seguros);

Las consecuencias lesivo-corporales, en cambio, dejan más huella,


incluido su aspecto psicológico.

A todo ello, se añade que las dos consecuencias jurídicas del delito van
por dos vías distintas, pues mientras tras la captura del autor es más o menos
automático el castigo; sin embargo, la compensación económica de la víctima
suele ser más problemática (Debatir con los alumnos acerca de la JUSTICIA
REPARADORA)

2. ACTIVAMENTE:

Es decir, como reacción al delito, la cuestión primordial victimológica


radica en la denuncia del hecho y la persecución del delincuente. Y, aunque, tal
misión figure como deber jurídico del ciudadano, desde una perspectiva
victimológica hay que hacer importantes distinciones.

En efecto, es harto conocida la falta de denuncias y persecución en


delitos padecidos contra la libertad sexual o en las agresiones sexuales por
temor a etiquetamientos sociales de la víctima. Y, de igual modo, concurre un
importante retraimiento en esferas delictivas en las que existe una relación o
conocimiento víctima-delincuente o, cuando menos, una identificación y posible
localización de la víctima por el autor. Es lo que puede ocurrir en la
delincuencia de la extorsión, “proteccionismo” de locales comerciales…

Esta problemática, íntimamente conexionada con la cifra negra de


criminalidad, viene a mostrar que existe un cierto nivel de “tolerancia
victimológica” caracterizada por los siguientes planteamientos:

§ Creencia de que la denuncia será inútil e ineficaz


§ Considerar que el hecho delictivo era “cuestión particular” o concurrir
alguna razón para no descubrir al autor (probablemente por la antes
estudiada implicación de la victima en el delito)
§ Recelo o temor a complicaciones con la policía

Si a ello unimos la reserva establecida en algunas legislaciones para que


la iniciativa persecutoria del delito sea hecha por el particular (delitos

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perseguibles a instancia de la parte interesada), podemos ver que por tal vía se
produce otra doble posibilidad de inhibición en la reacción de la víctima:

§ Solución del caso por entendimiento entre partes (pacto o


indemnización)
§ Retirada de la denuncia tras ser compensado por el
denunciado

3.3 EL CONTROL SOCIAL COMO OBJETO DE ESTUDIO DE LA


CRIMINOLOGIA

3.3.1 INTRODUCCION

Ocuparse del control social, dentro de una perspectiva criminológica,


implica una restricción en el campo de estudio.

Si se enfoca el tema con una visión sociológica, hay que entender por
control social “el conjunto de medios y métodos empleados por los grupos
sociales a fin de conseguir el acoplamiento de la conducta de sus miembros a
los status y roles establecidos en su cultura”.

Pero si, por el contrario, partimos de un estricto enfoque criminológico,


nos estaremos refiriendo a “la institución a través de la cual se lleva a cabo una
exigencia de acomodación de los miembros de la sociedad a las normas que lo
rigen, y más estrictamente, a las normas penales”.

En el fondo de la cuestión late el gran problema de la acomodación y de


la desviación cultural, conflicto que en el marco jurídico se plantea entre orden
y delito.

No podemos obviar que, siendo más restrictivos, es preciso resaltar el


primordial sentido que posee el control delincuencial, ya que toda cultura al
institucionalizar sus postulados primordiales, los defiende especialmente
mediante el establecimiento de un cuadro de sanciones (penas y medidas de
seguridad) y una descripción de conductas vedadas (delitos y delitos leves).

Este cuadro de infracciones y penas puede venir, no obstante,


mediatizado por elementos de configuración social como son:

1. La configuración política del grupo social:

La existencia de un régimen totalitario o democrático implica diferencias


sustanciales a la hora de formular la extensión de las tipificaciones legales y de
la dureza de los castigos.

2. La estructura económico-social:

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Varía de un sistema de liberalización económica o de proteccionismo.

3. La estabilidad del grupo social:

La estabilidad y el grado de consistencia interna del grupo social


determinan el nivel de permisibilidad social y el campo de conductas
“prohibidas”.

Hechas estas consideraciones, podemos delimitar el concepto de


CONTROL DEL DELITO como “el conjunto de instituciones, estrategias y
sanciones sociales encauzados al logro del acomodamiento de las conductas
al cuadro normativo penal”.

Es fácil observar que, con tal criterio conceptual, quedan encuadradas en


gran parte de los objetivos de la Política Criminal, de la Prevención Criminal,
así como de la estructura y política penal, conjuntamente con los órganos y
procedimientos a los que venga encomendada la detección y enjuiciamiento de
la conducta delictiva. Incluso algunos autores mantienen la necesidad de
englobar la punición y tratamiento de las contravenciones administrativas.

Para ser más explícitos, diríamos que, mientras en el CONTROL SOCIAL


abarcaría una supervisión de la religión, ética, la moral, las costumbres y el
Derecho, el CONTROL DEL DELITO vendría delimitado a la Justicia, los
Tribunales, la Fiscalía, encargados de perseguir el delito y a los delincuentes y
establecer los procedimientos y, consecuentemente, la imposición y ejecución
de sanciones.

3.3.2 INSTANCIAS, MECANISMOS Y PROCESOS DE SELECCIÓN Y


CRIMINALIZACION

El control del delito viene caracterizado, frente al control social, por una
mayor formalidad institucionalizada. A tal fin, se crean una serie de instancias o
estadios de control a los que se encomienda, tanto la detectación y localización
de la conducta delictiva, como su persecución y sanción. Su plasmación
empírica es la siguiente:

1. INSTANCIAS DE LOCALIZACION Y DETECTACION:

Consiste en el descubrimiento y denuncia del delito. Aún existiendo una


obligación de persecución oficial del acto delictivo, lo cierto es que esta etapa
de su detectación viene desempeñada prioritariamente por el cuadro social, a
través del ciudadano, mediante las conocidas formas de la denuncia o querella.
Distinción que implica ya una “despreocupación” del Estado hacia ciertos
comportamientos cuya localización se relega exclusivamente al particular, al no
considerarse los hechos como de trascendencia social, sino individualizada (los
conocidos delitos privados, perseguibles a instancia de la parte interesada)

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2. INSTANCIA DE AVERIGUACIÓN Y ESCLARECIMIENTO:

A cargo de la “policía”, que actúa como un primer filtro institucionalizado a


fin de deslindar la certeza o falsedad de la denuncia planteada y, en primer
caso, confeccionar una etiología del hecho y un respaldo probatorio que facilite
su enjuiciamiento.

3. INSTANCIA DELIBERATIVA Y DE ENJUJICIAMIENTO:

Viene encomendada a la organización judicial, con especialistas jurídicos


(Jueces y Magistrados) técnicos en derecho, a los que corresponde evaluar la
responsabilidad y consecuencias del acto delictivo.

4. INSTANCIA EJECUTORIA:

Por lo general, encomendada a los sectores penitenciarios de la


Administración para hacer cumplir las penas impuestas por la instancia
anterior.

Pero, a su vez, estas instancias estrictamente organizadas e


institucionales, pueden ser planteadas desde otra perspectiva bien distinta:
como fases necesarias para determinar y controlar cualquier proceso de
desviación social y, por supuesto, el delito.

Según Stanton WHEELER estas fases son:

1. Una instancia de definición, mediante la cual se describen y


explican cuales son aquellas conductas que tendrán
consideración de infracción penal. En realidad, no es otra cosa
que la “tipificación legal” del delito. Cuestión que adquiere
especial importancia en las sociedades avanzadas y en el Estado
moderno a fin de que todo miembro pueda conocer a través de la
ley cuales son los comportamientos que le están vedados y que
conllevan una pena (Principio de Legalidad)

2. Una instancia de localización, que no coincide exactamente con la


que hemos visto anteriormente como “nivel” o estamento social,
sino como la estricta función y cometido de identificar al
delincuente y “señalarlo” como tal. Equivaldría, pues, al conocido
fenómeno de etiquetamiento sostenido por la doctrina
criminológica de la reacción social.

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3. Instancia de decisión de control. El mero hecho de que una
conducta este definida legalmente como delictiva y de que se
haya producido una localización del autor (detenido, por ejemplo),
no implica que se decida “someterle a control”, o dicho en otros
términos a seguirle procedimiento criminal. Esta función decisoria,
viene encomendada ya a grupos institucionales especializados y
formales.

4. Instancia de diagnosis de desviación delictiva. Aunque el sujeto


venga sometido a un control institucional como autor de delito, es
preciso, además diagnosticar las motivaciones y etiología que le
llevaron a tal situación. Hay homicidios voluntarios y homicidios
accidentales que es preciso esclarecer. El resultado de tal fase es
efectuar una distinción entre aquellos sujetos que inciden en la
criminalidad voluntaria y conscientemente (delincuente) y aquellos
otros que no pueden evitar tal conducta (enfermos).

5. Instancia de adopción de medidas como último eslabón del


proceso y que, en consecuencia, con la fase anterior buscaran
una vía de adecuación al caso, bien sea mediante un control
preventivo de salvaguarda para la comunidad (medidas de
internamientos en el caso de enfermos) o mediante otros sistema
previstos e institucionalizados (aplicación de penas privativas de
libertad, etc.).

Para concluir, diremos como Kaiser “que en todos los niveles de control
social predomina una amplia intercambiabilidad y una flexibilidad, que permite
la conjugación de criterios de prevención general y especial”. Asimismo, resulta
claro que:

1. la Justicia constituye solo un portador, entre otros, del


control social,
2. que el Derecho Penal representa únicamente un medio
entre los sistemas sociales normativos,
3. que la infracción legal es sólo un elemento parcial de
todas las conductas desviadas y, finalmente,
4. que el castigo, es decir, la pena, es sólo una de las
varias posibilidades de sanción.

Lo que equivale a afirmar que el Derecho Penal y el control del delito, por
sí solos, representan un mecanismo de control social parcial con limitadas
posibilidades.

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