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Mt 18,21-35
Con frecuencia, cuando hablamos de pedir perdón pensamos en nuestros familiares cercanos, en los amigos, en
personas con quienes tenemos un contacto habitual. Pocas veces recordamos la necesidad de pedir y ofrecer perdón dentro
de la comunidad. Cuántas veces herimos con una palabra fuera de tono o con un juicio infundado, o pagando el enfado
personal con la primera persona que aparece. En ocasiones, estas y otras circunstancias hacen que se respire un ambiente
enrarecido en la comunidad a la que pertenecemos. Entonces se nos hace difícil compartir la fe y la vida. Al final, si no se
deshace el nudo de discordia, terminamos mal.
Recuerdo algún momento especial en que he percibido el perdón de Dios. Puedo compartir la experiencia con mi
pequeña comunidad.
• Diría que las relaciones humanas, que tanto nos enriquecen, no son siempre fáciles. Muchos desencuentros
enturbian la convivencia incluso entre consanguíneos: padres-hijos, hermanos, familia política. También dentro de la
comunidad religiosa. Muchas veces nos cuesta pedir perdón y seguir avanzando juntos.
¿Qué pistas concretas nos ofrece este pasaje para pedir perdón y recuperar relaciones heridas o rotas? ¿Cómo
puedo, concretamente, aplicar esto en mi vida?
• Nos invitaría a mirar despacio nuestro propio corazón, a detenernos allí donde las ofensas de familiares, amigos o
conocidos han dejado una herida, hasta ahora no curada. Querría que nos detuviéramos en las consecuencias que deja en
nosotros: malhumor, prejuicios, incomodidad, rencor.
¿Qué ofensas me cuesta perdonar? ¿Qué actitudes están provocando en mí estas heridas que no me dejan vivir
libre, esponjado? ¿Cómo puede ayudarme el pasaje de hoy a iniciar el camino del perdón?
• Nos llevaría a reflexionar sobre el perdón de las deudas. Son muchas las personas, las comunidades y los países que
están enormemente adeudados, y solo podrán saldar el pago en una o varias generaciones.
¿Sabemos cuál es la política de nuestro país en este sentido? ¿Cómo nos sentimos «tocados» por esa multitud de
personas endeudadas de por vida? ¿Qué nos invita a hacer al respecto el pasaje de hoy?
• Contaría lo que le costó perdonarse la negación a Jesús en la pasión y señalaría la importancia de perdonarse a sí
mismo. Porque hay decisiones desacertadas y equivocaciones que se enquistan en cada uno provocando inseguridad, miedo,
malestar emocional. Identificar esas emociones y perdonarlas es fundamental para emprender la tarea de perdonar a otros
«de corazón».
¿Soy consciente de que me puedo equivocar sin sentirme culpable? ¿Cómo me ayuda a perdonarme el amor
misericordioso de Dios que se manifiesta en esta parábola?