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9.

PEQUEÑO CRISTO
Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán
poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda
Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.

Hechos 1:8

Hay una historia muy interesante contada en el evangelio de Juan sobre lo que significa ser
testigo de Jesús. Es la historia de un ciego de nacimiento que fue sanado por Jesús un día
sábado. Todos los que sabían del hecho estaban perplejos con ese milagro, porque había una
creencia muy arraigada entre los judíos de que alguien que naciese ciego era un maldecido por
Dios. Esto significaba que solo Dios podría revertir la maldición. Pero Jesús sanó al ciego de
nacimiento y causó gran confusión en Jerusalén. Los maestros de la ley y los fariseos fueron a
interrogar al hombre que era ciego para tratar de entender lo que estaba sucediendo. “Todo lo
que sé es que yo era ciego y ahora veo”, dijo el que era ciego. Y contó que Jesús lo había
sanado. En resumen, esto es lo que las personas generalmente piensan como la labor de un
testigo de Jesús: contar lo que Jesús hizo en su vida.
Sin embargo, ese no es el concepto de testigo que Jesús tiene en mente cuando promete el
derramamiento del Espíritu Santo sobre todos sus discípulos. El ciego que fue sanado por
Jesús, no era un hombre lleno del Espíritu Santo. Era solo un hombre sanado por Jesús,
alguien que había sido beneficiado por él, pero que no era una persona llena del Espíritu
Santo. ¿Por qué, entonces, Jesús dice que necesitamos ser llenos del poder del Espíritu Santo
para que podamos ser sus testigos?.
Mi maestro me enseñó la respuesta. Ser testigo de Jesús no es solo decir lo que Jesús hizo en
mi vida. Ser testigo de Jesús, de hecho, es ser una expresión de la persona de Jesús. Testificar
de Jesús es vivir de tal manera que las personas vean a Jesús en mi. Fue lo que sucedió en la
ciudad de Antioquía. Los discípulos de Jesús fueron llamados por primera vez cristianos, es
decir, “pequeños Cristos”. Aquellos seguidores de Jesús estaban tan identificados con él, que
se los confundió con el. Solo el poder del Espíritu Santo puede darnos esta condición
extraordinaria de ser identificados con Jesucristo y semejantes a él.
El deseo de un discípulo de Jesús es que el Espíritu Santo lo revista con poder para que él sea
de hecho un testigo de Jesús, una persona confundida con Jesús. He ahí una gran pretensión,
que debe también ser transformada en oración.
AMEN.

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