Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Renacer
Renacer
RENACER
—Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu no puede
entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—. Lo que nace del
cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu.
Juan 3:5–6
Seguir a Jesús no es lo mismo que seguir a un maestro moral, una ideología o una escuela de
conocimiento. Tampoco es lo mismo que seguir a un reformador social. En un lenguaje mas
claro, Jesús no quiere ser un gran teórico que te quiere enseñar qué hacer, cómo vivir o en que
creer. Seguir a Jesús implica una experiencia de trascendencia, una apertura al universo
espiritual, a la realidad espiritual. En el lenguaje de la Biblia, seguir a Jesús es pasar de la
muerte a la vida, de las tinieblas a la luz. Puedes usar cualquier metáfora para describir una
experiencia profunda de ruptura que arroja al ser humano a otra dimensión de la existencia.
Jesús usó la figura de nacer de nuevo, nacer otra vez. Renacer.
Así como tenemos nuestro nacimiento físico y biológico (lo que Jesús llama nacer de carne y
agua), también tenemos nuestro nacimiento espiritual (llamado por Jesús nacer del Espíritu).
Existe un momento de nuestra vida cuando la realidad espiritual se desvela y la presencia de
Dios y del Espíritu de Dios se vuelve una realidad personal para cada uno de nosotros.
Viktor Frankl, un psicoterapeuta, dijo que así como el cordón umbilical indica que nuestro
cuerpo físico proviene de otro organismo físico, dentro de cada ser humano existe una
dimensión que lo vincula con otro ser. Frankl fue tan lejos como para decir que la conciencia es
el ombligo del alma. Así como nuestro ombligo en el cuerpo físico demuestra que tenemos
origen en otro organismo físico, también nuestra conciencia demuestra que tenemos origen
en otra conciencia.
Nacer de nuevo es esa experiencia cuando el Espíritu de Dios se une a nuestro espíritu. A
partir de esta experiencia, comenzamos a interactuar consciente y voluntariamente con el
Espíritu de Dios. En este nacer de nuevo, nosotros nos rendimos a Dios y confesamos:
“Renuncio al control de mi vida para experimentar tu Espíritu actuando sobre mi espíritu”.
Este es el maravilloso misterio de renacer.
AMEN.