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1826

Coreto de la Basílica del Pilar de Zaragoza, Adoración del Nombre de Dios, Francisco de Goya
(Francisco Bayeu)
Bóveda de la Capilla María Regina Martyrum,
Basílica del Pilar de Zaragoza.
Francisco Bayeu (1795), por Goya.
Josefa Bayeu, dibujada por Goya.
Entre 1774 y la muerte de Carlos III en 1788 dedicó buena
parte de su actividad a la tarea de realizar sus posteriormente
célebres cartones para tapices, en los que la temática solicitada
por los reyes estaba basada fundamentalmente en aspectos de
la vida cotidiana y popular de la época. Siendo Director de la
Real Fábrica Anton Rafael Mengs.
La Boda, crítica social, en paralelo a la novela de su amigo Leandro Fernández de Moratín “El sí
de las Niñas”.
Albañil herido, 1787

La obra difunde iconográficamente un edicto de Carlos III que


regulaba la construcción de andamios y que fomentaba las
medidas de seguridad en la construcción y solicitaba
indemnizaciones a los maestros de obras por los accidentes
laborales producto de las deficiencias en los andamios. El edicto
fue publicado en 1788 pero tuvo varias reediciones, la más
cercana a este cartón, de 1784.
La Pradera de San Isidro, 1788.
San Francisco de Borja y el moribundo
impenitente, 1788.
El Conde de Floridablanca y Goya, 1783.

En la cumbre de su poder, presentándolo de pie,


ciertamente distante y dirigiéndose al pintor que
le presenta un cuadro. Tras el Conde
encontramos otro personaje -quizá el arquitecto
Ventura Rodríguez diseñando los planos del
Canal de Aragón que vemos esparcidos por el
suelo-, una mesa sobre la que se muestra un
elegante reloj dorado y en la pared cuelga un
retrato oval de Carlos III.
Don José Moñino, Conde de Floridablanca,
1783.
A partir de 1785 pinta una serie de consejeros del
Banco de San Carlos de Madrid (antecedente del
Banco de España, su actual propietario), nobles
nuevos o de abolengo: José de Toro, el Conde de
Altamira, el Marqués de Tolosa, el Conde de Cabarrús,
etc.

En el encargo pudo mediar Ceán Bermúdez (Gijón


1749-1829), funcionario del Banco, historiador del arte
y uno de los primeros críticos y coleccionistas de la
obra de Goya. Amigo de Goya desde sus primeros
pasos en la Corte, fue retratado en esos años

Goya, retrato de Ceán Bermúdez


(1749-1829)
Conde de Cabarrús Pablo de Valladolid, 1633
Marqués de Tolosa
Clientes suyos fueron grandes nobles
como los Duques de Osuna, a quienes
hizo varios retratos individuales o
colectivos, como el del Museo del
Prado (1788), y le encargaron otras
muchas pinturas.
Con la Duquesa de Alba mantuvo una
estrecha relación que fue más allá de la
artística.

Ya viuda, le dedicó uno de sus retratos más


bellos, pintado durante una corta estancia
de Goya en la finca ducal de Sanlúcar de
Barrameda (1797, The Hispanic Society of
America, Nueva York); el retrato perteneció
siempre a Goya.
1792: Goya se transforma en gran pintor distanciándose de la Academia; aparece la grave
enfermedad que le distanciará de su entorno familiar y social.

Goya atrapa la imagen de la vida y del arte y descubre que en ambas no deben existir reglas
impuestas y así lo dice a la Academia, en 1792, con motivo de la discusión de los nuevos
planes de estudio: "No hay reglas en el arte“.
Para Goya tampoco hay héroes individuales, sino héroes colectivos, sujetos de la tragedia y de
la miseria, de la ignorancia y de la desdicha, de la violencia y del desengaño.
Para Goya la libertad es, sobre todo, libertad artística y se refugia en la pintura y habla desde
ella sobre todo lo que ocurre a su alrededor.
Goya atendido por el doctor Arrieta, 1780.
Se afirma que la enfermedad de Goya era el
Saturnismo, es decir, acumulación de plomo
en sangre provocada por la confección de los
pigmentos para la pintura.
Como secuelas se quedó sordo e infértil, sólo
sobrevivió uno de los muchos hijos que quiso
engendrar, el resto de los embarazos de su
esposa no fueron viables, algo que también le
atormentó vivamente.
Entre 1793 y 1794 pinta una serie de pequeños cuadros de gabinete, que presentó a la
Academia y que explicaba de la siguiente manera a Bernardo de Iriarte:
"Para ocupar la imaginación mortificada en la consideración de mis males... me dediqué a
pintar un juego de cuadros de gabinete, en que he logrado hacer observaciones a que
regularmente no dan lugar las obras encargadas, y en que el capricho y la invención no tienen
ensanches".

Casa de
locos

Interior de una
prisión
El Incendio
El naufragio
Sebastián Martínez y Pérez (1747–1800)
fue un comerciante ilustrado coleccionista
de libros, grabados, y pinturas que llegó a
ser tesorero del comité de finanzas de
Cádiz, próspera ciudad portuaria en el siglo
XVIII. Francisco de Goya pasó una
temporada convaleciente en su casa, fruto
de la cual pintó en 1792 el retrato del
distinguido ilustrado. En él le vemos
vistiendo a la última moda, con chaqueta a
rayas.
Gaspar Melchor de Jovellanos.
Jovellanos fue el gran hombre de la Ilustración
española. En el momento en que Goya le hizo
este retrato, por el que cobró 6.000 reales, había
sido nombrado Ministro de Gracia y Justicia y
estaba en el punto más álgido de su carrera
política.
La responsabilidad a la que tenía que enfrentarse
desde su Ministerio provoca que aparezca con
carácter melancólico y pensativo, apoyándose en
la mesa que sostiene la estatua de Minerva,
diosa de la sabiduría y protectora de las artes.
Joaquina Téllez-Girón y Pimentel, casada en 1801 con José Gabriel de Silva y Walstein, Marqués
de Santa Cruz y primer director del Museo del Prado. Fue una mujer culta que participaba en las
tertulias ilustradas de la época. Está representada tumbada en un canapé rojo y sosteniendo
una cítara, con un vestido de cama blanco y tocada con una corona de pámpanos y racimos de
uvas. Figura como Erato, musa de la lírica amatoria, en alusión a sus inquietudes poéticas.
María Teresa de Borbón y Vallabriga, condesa de
Chinchón, 1800
Constituye un remanso de paz y un oasis de
dulzura.
La dama estaba embarazada de su primera hija
con Godoy, Carlota. Lleva en el pelo un tocado
con espigas de trigo verde, alusión a la
fecundidad.
Por encima de la extraordinaria pincelada, suelta
y vaporosa, o de la sinfonía plateada del vestido,
la belleza del cuadro radica en la incomparable
sensación de ternura, reflejo del afecto que
siente Goya hacia la condesa.
La Familia de Carlos IV, 1800. Polémico retrato de la caída de un régimen político. Le valió que
no le llamaran de Palacio para más encargos, aunque su intención no fuera la de ridiculizarles.
Mito: la duquesa de Alba.
Realidad: la amante de
Manuel Godoy, Pepita Tudó.
Las Majas de Goya
compartían un salón
reservado en el Palacio de
Godoy con La Venus del
espejo de Velázquez.
Fueron pintadas entre 1797 y
1802
La primera serie de grabados de Goya, Los Caprichos, fue editada en 1799.

Es la primera serie que ejecuta como tal y en la que surge el artista con plena libertad, sin
sujeción a encargos, dejando libre la imaginación. Utilizó aguafuerte y buril.

La serie se inicia en los dibujos de dos álbumes. El "Álbum de Sanlúcar" o Álbum A (1796-1797),
hecho durante su estancia en la finca de la Duquesa de Alba en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), y
el "Álbum de Madrid" o Álbum B.

En ellos hizo dibujos y apuntes, a tinta china y aguada, que luego pasaron a plancha de metal.
Además se conservan 113 dibujos preparatorios en los que es manifiesta esta relación con los
álbumes.
Goya llamó a sus estampas "asuntos
caprichosos que se prestaban a presentar las
cosas en ridículo, fustigar prejuicios,
imposturas e hipocresías consagradas por el
tiempo". Las primeras 36 se refieren al amor y
la prostitución, junto a temas variados como la
mala educación de los hijos, el matrimonio por
conveniencia, la crueldad materna, la avaricia,
la glotonería de los frailes, el contrabando, el
Coco, etc. Del 37 al 42 inclusive son caprichos
sobre asnos. A partir del 43 abundan brujas,
duendes, frailes y diablos.
Dibujos preparatorios para el grabado final destinado a la
portada de la serie.

«La fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles: unida con


ella es madre de las artes y origen de las maravillas.»
«Portada para esta obra: cuando los hombres no oyen el grito de la razón, todo
se vuelve visiones.»

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