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CARACTERISTICAS DEL VIRREINATO (SIGLO XVIII)

La organización política y social

La organización política del Virreinato estaba conformada por


diversos reinos, capitanías generales y señoríos, jerárquicamente
organizados bajo el comando del virrey, quien a su vez obedecía a
las autoridades peninsulares de la corona, en el Real Consejo de
Indias.

Además del virrey, existían otros regidores secundarios, pues el


Virreinato se dividía a su vez en Reinos: Nueva España, Nueva
Galicia, Guatemala, Nueva Vizcaya, Nuevo Reino de León, Nuevo
México, Nueva Extremadura y Nuevo Santander. Además,
existieron las tres Capitanías Generales ya mencionadas, cada
una con un gobernador y un Capitán General.

Por último, hubo dos señoríos: el Marquesado del Valle de Oaxaca,


otorgado al mismísimo Cortés y sus descendientes, y el ducado de
Atlixco, otorgado en el siglo XVIII a José Sarmiento de Valladares,
ex virrey. El Virreinato de Nueva España fue una entidad
territorial integrante del Imperio español, establecida en gran
parte de América del Norte por la Monarquía Hispánica durante
la colonización española de América, entre los siglos XVI y XIX. Se
originó tras la caída de México-Tenochtitlan, acontecimiento
principal de la conquista, la que propiamente no concluyó sino
hasta mucho después, pues su territorio siguió creciendo hacia
el norte.
Se creó oficialmente el 8 de marzo de 1535. Su
primer virrey fue Antonio de Mendoza y Pacheco, y la capital
del virreinato fue Ciudad de México, establecida sobre la
antigua México-Tenochtitlan. Abarcó una superficie enorme que
comprendió los territorios de España en América del
Norte, América Central, Asia y Oceanía.
Incluyó lo que actualmente es México, más los actuales estados
de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo
México, Arizona, Texas, Oregón, Washington, Florida y partes
de Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma y Luisiana, por
parte de los actuales Estados Unidos; así como la parte suroeste
de la Columbia Británica del actual Canadá; más la Capitanía
General de Guatemala (que incluía los actuales países
de Guatemala, el estado de Chiapas, Belice, Costa Rica, El
Salvador, Honduras, Nicaragua); más la Capitanía General de
Cuba (actuales Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Trinidad
y Tobago y Guadalupe); la Provincia de Venezuela y así como,
finalmente, la Capitanía General de Filipinas, (comprendiendo
las Filipinas, las islas Carolinas y las islas Marianas, en el océano
Pacífico, en Asia y Oceanía). Desde 1626 hasta 1642 los españoles
se establecieron en el norte de la isla de Taiwán (llamada por
los portugueses Formosa; «Hermosa» en castellano).
La organización política dividía el virreinato en reinos y capitanías
generales. Los reinos fueron: México y Michoacán (1527), Nueva
Galicia (1530), Guatemala (1540), Nueva Vizcaya (1562), Nuevo
León (1569), Nuevo México (1598), Nueva Extremadura (1674)
y Nuevo Santander (1746). Además, hubo cinco capitanías
generales: Santo
Domingo (1535), Yucatán (1565), Filipinas (1574), Puerto
Rico (1582) y Cuba (1777). Estas subdivisiones territoriales tenían
un gobernador y capitán general (que en la Nueva España era el
propio virrey, quien añadía este título a sus otras dignidades). En
Guatemala, Santo Domingo y la Nueva Galicia, estos funcionarios
eran llamados presidentes gobernadores, dado que encabezaban
reales audiencias. Por esta razón, estas audiencias eran
consideradas como «pretoriales».
La economía
La primera expedición al territorio del actual México se inició en
1517 y en 1535, se estableció el virreinato de Nueva España.
Desde un punto de vista económico la llegada de los españoles
supuso un trauma que trajo epidemias, guerras, nuevas
tecnologías, nuevos cultivos y la ganadería. Los rasgos distintivos
de la economía novohispana se basaron en el auge minero y las
exportaciones de metales preciosos a Europa que trajo el
crecimiento económico. La actividad exportadora impulsó el
desarrollo de las ciudades, la monetarización parcial de la
economía y el desarrollo de un mercado interno, lo que contradice
la noción de una economía fundamentalmente agraria y de
subsistencia durante esos años.4
El comercio marítimo del virreinato se encontraba monopolizado y
se realizaba a través de dos puertos, Veracruz en el golfo de
México, y Acapulco en el Pacífico, a éste llegaba la Nao de China,
una nave que transportaba productos de las islas Filipinas a Nueva
España y de ahí hasta Sevilla, en España. El comercio coadyuvó al
florecimiento de estos puertos, de la Ciudad de México y de las
regiones intermedias entre ambos. Hay que señalar que hasta
finales del siglo XVIII, con la introducción de las reformas
borbónicas, el comercio entre los virreinatos no estaba permitido.
Las principales actividades económicas del virreinato fueron
la minería, la agricultura (maíz, cacao y otros productos
originarios de la antigua Mesoamérica), la ganadería (introducida
por los europeos, quienes trajeron la mayor parte de los animales
criados) y el comercio (limitado únicamente a las posesiones
españolas). Otro elemento importante en el desarrollo de la Nueva
España fue el papel jugado por la Iglesia católica, que logró un
gran poder al adquirir grandes propiedades y monopolizar
la educación, los servicios de salud y otras áreas de la
administración pública.
El sincretismo cultural

El más claro ejemplo de sincretismo cultural del mundo


entero tuvo lugar en América, el continente invadido por los
españoles en el siglo XV. La sociedad colonial imponía a la fuerza
el modo español y perseguía o miraba con malos ojos las
costumbres locales del indígena.

A eso se debe sumar la llegada de la población africana,


especialmente al Caribe, que trajo consigo un amasijo de culturas
africanas. Eran diversas entre sí pero se amalgamaron por
la esclavitud a la que estaban sometidas.

Con el paso del tiempo, los aportes africanos e indígenas,


invisibilizados en la colonia, se fueron haciendo sentir. Llegaron a
producir una cultura mestiza totalmente distinta de la de España,
que hoy en día se conoce como el crisol de razas.

Por eso América Latina se caracteriza por una lengua española


distinta, unas prácticas cristianas distintas, una sociedad
racialmente diferente. En su gastronomía, música y literatura se
observa una cultura mestiza.

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