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La contabilidad ha existido por miles de años para registrar transacciones económicas, pero se convirtió en una profesión formal en el siglo XIX. La escritura temprana y las civilizaciones antiguas como Roma y la India mantuvieron registros contables. En la Edad Media, los comerciantes italianos desarrollaron el método de partida doble. Luca Pacioli luego documentó este método en 1494. La contabilidad moderna surgió con la industrialización y las sociedades anónimas en el siglo XIX.
La contabilidad ha existido por miles de años para registrar transacciones económicas, pero se convirtió en una profesión formal en el siglo XIX. La escritura temprana y las civilizaciones antiguas como Roma y la India mantuvieron registros contables. En la Edad Media, los comerciantes italianos desarrollaron el método de partida doble. Luca Pacioli luego documentó este método en 1494. La contabilidad moderna surgió con la industrialización y las sociedades anónimas en el siglo XIX.
La contabilidad ha existido por miles de años para registrar transacciones económicas, pero se convirtió en una profesión formal en el siglo XIX. La escritura temprana y las civilizaciones antiguas como Roma y la India mantuvieron registros contables. En la Edad Media, los comerciantes italianos desarrollaron el método de partida doble. Luca Pacioli luego documentó este método en 1494. La contabilidad moderna surgió con la industrialización y las sociedades anónimas en el siglo XIX.
La contabilidad es una disciplina encargada de medir
y analizar la situación financiera y patrimonial de un
individuo, una nación o una organización determinados, ya sea del ámbito de lo público o de lo privado, con el fin de arrojar información pertinente para las labores de gerencia y toma de decisiones.
Es una disciplina técnica, a la que se dedican en la
actualidad los contadores o profesionales contables, profesiones que existe únicamente desde el siglo XIX hasta nuestros días, a pesar de que la contabilidad posee una historia milenaria. Esto se debe a que la necesidad de contabilizar los bienes, es decir, de llevar registro de ellos para una mejor organización económica, es tan antigua como la humanidad.
De hecho, se piensa que fue una de las razones de la
invención de la escritura, que justamente dio sus primeros pasos en Mesopotamia, Egipto y otras geografías como un método de representación de bienes, ganado o personas, a través de signos o dibujos de los mismos. Aún se conservan listas de gastos, bienes recibidos y vendidos, y otros documentos similares de alrededor de 7.000 años de antigüedad. Además, el surgimiento de los grandes imperios antiguos supuso una acumulación de información económica, productiva, impositiva y comercial que sin duda representaba un reto para los administradores, dado su volumen de transacciones. Por eso demandó el trabajo de contadores de algún tipo, que llevaran registro de lo que hay, lo que se debe, lo que se negocia, lo que se conquista, lo que se recauda en impuestos, etcétera.
El Imperio Romano, por ejemplo, fue célebre por su
manejo de la información financiera, pero no fue ni de lejos el primero en hacerlo. Los antiguos persas, los fenicios, los asirios y sumerios ya contaban con un relativo ejercicio de la contabilidad.
Por otro lado, los primeros textos sobre el arte de la
contabilidad surgieron en las culturas en que la matemática fue inventada. Durante el Imperio Maurya (320 a 185 a. C.) de la India, por ejemplo, el brahmán y escritor Chanakya (c. 350-283 a. C.) escribió su obra Arthashasthra, en la que explica detalladamente cómo llevar los libros contables de un Estado soberano. Algo similar fue desarrollado en tiempos del emperador romano Augusto (63 a. C-14 d. C.), quien listó y cuantificó el gasto público del imperio, tal y como se evidencia en el Res Gestae Divi Augusti (“Las hazañas del divino Augusto”). Allí se llevó registro de las subvenciones, los costos a los veteranos de guerra, las ofrendas, construcciones de templos, etcétera. Ese es sòlo un ejemplo de los numerosos documentos contables que sobreviven de la Antigua Roma.
Posteriormente, la contabilidad ganó importancia en la
Europa medieval cuando en el siglo XIII se dio inicio a una economía monetaria. De hecho, en esa época se introdujo el método de la partida doble, que registra para cada transacción una entrada en débito (del latín debitare, “deuda”) y otra en crédito (del latín credere, “creer” o “confiar”).
Los pioneros en el uso de esta metodología fueron los
banqueros judíos del Medio Oriente, aunque pronto se trasladó a la Italia renacentista, sede de la burguesía comercial, y el primer libro que recoge este método contable es el Libro Mayor de Farolfi (1299-1300), de la Giovanno Farolfy & Compañía, una empresa florentina basada en Nimes, Francia. Otros dos libros de importancia para la estandarización de la contabilidad en esa época fueron: • El tratado Della mercatura e del mercante perfetto (“Sobre la mercancía y el mercader perfecto”) de Benedetto Cotrugli (1416-1469), comerciante y economista italiano, publicado en 1573 por primera vez en Venecia. • Summa de Arithmetica, Geometria, Proportioni et Proportionalità (“Revisión de Aritmética, Geometría, Proporciones y Proporcionalidad”) del fraile franciscano Luca Pacioli (c. 1445-1517), el cual apareció en 1494 y pronto se convirtió en un libro de referencia para los comerciantes del momento.
La llegada de la modernidad y del pensamiento
capitalista supusieron una necesidad aún mayor de una contabilidad profesional. Por ejemplo, a partir del 1600 el auge de las sociedades por acciones requirió nuevos sistemas de información contable, que llevaron a la división de los mismos en dos vertientes: la contabilidad para propósitos internos (para administración), y la contabilidad para propósitos externos (con fines financieros). Pero la contabilidad moderna, tal y como se comprende hoy, es producto de la profesionalización del oficio en el siglo XIX, especialmente en Escocia, donde logró separarse de la abogacía.
Así, en 1854, el Instituto de Contadores de Glasgow
peticionó a la Reina Victoria para una Carta Real, solicitando la formalización del oficio contable como uno de tradición y respeto, cuyos profesionales pasaron a ser considerados como “contadores públicos”.
Poco después surgieron los primeros colegios de
contadores públicos en Gales y en Inglaterra, a finales del siglo XIX. Siendo Londres el centro financiero del mundo durante la Revolución Industrial, las consideraciones británicas sobre la contabilidad pasaron pronto a ser norma internacional y a tener eco en otras naciones. En los Estados Unidos, por ejemplo, el primer Instituto Americano de Contadores Públicos fue establecido en 1887. BIOGRAFIA DE LUCA PACIOLI Fray Luca Bartolomeo de Pacioli o Luca di Borgo San Sepolcro (Sansepulcro, c. 1445 - 1517) fue un fraile franciscano, matemático, contador, economista y profesor italiano, precursor del cálculo de probabilidades y reconocido históricamente por haber formalizado y establecido el sistema de partida doble,1 que es la base de la contabilidad moderna. Su apellido también aparece escrito como Paccioli y Pacciollo.
Se sabe poco de sus primeros años de vida. Luca
Paccioli nació hacia 1445 en Borgo del Santo Sepolcro (actual Sansepolcro), una pequeña ciudad comercial en la Toscana, donde tenía su estudio el pintor Piero della Francesca. Su padre fue Bartolomeo Pacioli.3 Dejó Sansepolcro siendo todavía joven, al entrar al servicio de Antonio Rompiasi, un rico comerciante judío de Venecia. Pacioli era el tutor de los tres hijos de Rompiasi, a la vez que le ayudaba en los negocios. Asimismo, en Venecia, comienza a estudiar matemáticas con Domenico Bragadino, que lo inicia en la geometría y en el álgebra.4 A la muerte de Antonio Rompiasi, alrededor de 1471, dejó Venecia y se estableció en Roma con Leon Battista Alberti, secretario personal del Papa. Allí estudió teología y en 1477 profesó como fraile franciscano. Entre 1477 y 1480 enseñó en la Universidad de Perugia, donde escribió a tal efecto el Tractatus mathematicus ad discipulos perusinos.5 En 1489 regresó a su ciudad de origen, Sansepolcro, para enseñar. En este periodo, en su localidad natal, es cuando escribió Summa de arithmetica, geometria, proportioni et proportionalita precipitevolissimevolmente, dedicado a Guidobaldo de Montefeltro, duque de Urbino. La Summa fue publicada en Venecia en 1494. Ese mismo año Ludovico Sforza se convirtió en duque de Milán y hacia 1496 invita a Pacioli a ir a su corte en Milán para enseñar matemáticas. En Milán Luca Pacioli comenzó a trabajar con Leonardo da Vinci, que era pintor e ingeniero en la corte de Ludovico. En esta época escribió De Divina Proportione, con ilustraciones de Da Vinci. Entre 1500 y 1506 Pacioli enseñó geometría en Florencia, en la Universidad de Pisa. En estos años trabajó con Scipione del Ferro y fue elegido superior de la Orden franciscana en Romaña. Entre otras obras, escribió De viribus quantitatis, sobre matemáticas y alquimia (1496– 1508),6 una traducción de los Elementos de Euclides (Geometría, Venecia, 1509) y un manual de ajedrez (De ludo scacchorum).7 8 Instituto Profesional y Técnico Don Bosco