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EL PENSAMIENTO SOCIAL EN LA ERA CLASICA rada una larga aventura —que no ha terminado aún
— en la historia del pensamiento político, sobre todo cuando, a partir de la Revolución Francesa,
se quiere hacer de la división de poderes principio inamovible del estado liberal de derecho. Pero
en Aristóteles la división no existe para garantizar libertad alguna, sino para hacer observar que
tales funciones son diferentes, aunque pueden no estar separadas en cuanto a la persona u
organismo que las ejerce. § 5.
EL PENSAMIENTO SOCIAL EN LA ERA CLÁSICA cedentes, hay que partir de él si queremos trazar
una historia de las ideas acerca del cambio social. Su teoría de la revolución es la primera que
aparece con un mínimo de coherencia y racionalidad. Nótese que los motivos que en ella impulsan
a los hombres a actuar no son ni providenciales ni fatalistas, son motivos humanos, con causas
detectables. § 7. EL DERECHO Y LA LEY. — La característica común a todos los tipos normales de
constitución es que están sometidos a la ley. Si la ley puede definirse como la «razón intocada por
el deseo»,15 esto deberá ser así, puesto que en las constituciones corrompidas lo que
encontramos precisamente es la sustitución del derecho por los deseos o ambiciones personales
de los gobernantes. No es otra la idea que se tiene hoy del estado de derecho en el que una ley
fundamental, o constitución, es la fuente suprema de autoridad y establece las necesarias
limitaciones al poder del gobernante, para salvaguardar los derechos del ciudadano. En Aristóteles
hay, pues, una idea de lo que pueda ser el estado de derecho, y hasta tal punto, que muy a
menudo llama a la politeya «gobierno constitucional», como si sus otras constituciones no lo
fueran también en algunos casos. A pesar de todo, no dio detalles, ni siquiera una definición, de lo
que es un estado constitucional tal como se entendió a partir de la Ilustración. Surge ahora la
cuestión de si este derecho sobre el que se apoya toda la organización política de la sociedad, es o
no una invención de los hombres. Aristóteles afirma que la ley y el derecho son naturales. La
cuestión era importante, pues se planteaba en el marco tradicional de la distinción entre
naturaleza —cpúffij-— y convención —vóu,o¡;—. Según nuestro filósofo la ley es natural porque es
moral... El carácter natural de la ley excluye cualquier discusión de lo que es legalmente justo y lo
que es naturalmente justo: para Aristóteles, como para Sócrates, lo Legal y lo Justo son uno.
Puesto que la ley es natural, hay sólo una especie de lo Justo, que lo es tanto natural como
legalmente.16 Fruto de esta fusión es la consideración de que los hombres excelentes no
necesitan reglamentación alguna para relacionarse, pues el hecho de ser virtuosos hace que ellos
mismos encarnen el derecho en su temperamento. «Para los hombres de virtud preeminente —
dice Aristóteles— no hay leyes: ellos mismos son la ley.»" En consecuencia, el carácter de cada
sociedad pedirá un tipo diferente de constitución; cuanto más virtuosos sean los hombres, mejor
organización política tendrán y viceversa. Las leyes que rigen a un pueblo son un reflejo de su
naturaleza. La justicia, como el derecho, es también natural. Es un sentimiento común a todos los
hombres, quienes no podrían ser 15. Arist., Política, 1287a. 16. Barker, op. cit., p. 326. 17. Arist.,
Política, 1284a. ARISTÓTELES 73 humanos si no lo poseyeran.18 Sobre todo, se trata de un sentido
de igualdad ante otros hombres y también de un sentido de igualdad entre hombres con los
mismos méritos o deméritos.19 A los primeros se deberá premiar de algún modo por su virtud y a
los segundos habrá que sancionar, con lo cual descubrimos que la justicia tiene una función
correctiva que es fundamental para la sociedad civilizada. De la misma manera, la justicia da más a
quienes hacen más en pro de la comunidad. Así surge el concepto aristotélico de justicia
distributiva, y la distinción, muy importante, entre ésta y la conmutativa. Ya claramente
establecida en la Ética, la justicia conmutativa es aquella que se refiere a las relaciones entre los
individuos, al derecho contractual y los daños que una persona pueda causar a otra. Sigue
principios aritméticos, como por ejemplo la estricta devolución de los bienes hurtados o la
compensación por daños causados, pero no en mayor ni en menor grado que lo perdido por su
causa. La distributiva, en cambio, vale para las relaciones entre el individuo y el todo, o la
comunidad, de la cual es miembro. Sigue principios geométricos, o sea que se refiere a una
igualdad ajustada a cada tipo de circunstancia jurídica o de relación de derecho: a cada cual se le
dará aquello que corresponda a sus capacidades, a sus méritos, a su dignidad.20 § 8. LA
ECONOMÍA. — Toda la descripción de la formación del estado según Aristóteles se presta con
facilidad a una interpretación económica. Ya la misma Política comienza diciendo que todo estado
es una comunidad que existe para satisfacer ciertas necesidades sociales e individuales. La
sociedad podría considerarse como medio para la satisfacción de las económicas.
Inmediatamente, Aristóteles relaciona la actividad económica con la institución familiar, entidad,
por otra parte, fundamental en su concepción del estado. Una de sus funciones es la adquisición
de riquezas y su consumo, de modo que el estudio de tales actividades debe realizarse dentro del
ámbito familiar. Sin embargo, el hombre puede adquirir riquezas que vayan más allá de sus
necesidades o de las de su familia, de manera que será necesario distinguir entre actividad
económica en sentido estricto y lo que podríamos llamar actividad crematística, es decir, la
acumulación indefinida de riquezas. Esta segunda es una actividad inmoral, según Aristóteles,
concepción que prevalecería en Europa hasta los albores de la Edad Moderna. De aquí surge una
distinción clave de la teoría económica, debida a Aristóteles: la de valor en uso y valor en cambio.
Según él, «toda propiedad tiene dos funciones particulares, diferentes entre sí: una propia y
directa, y otra que no lo es».21 En el primer caso se producen u obtienen bienes para utilizarlos o
consumir18. Ibid., 1253a. 19. Ibid., 1280a-1283b. 20. Ética, libro V, passim 1129a-1138b. 21. Salvo
nota 23, todas las referencias de este epígrafe se hallan en 1252a-1260b. 74
EL PENSAMIENTO SOCIAL EN LA ERA CLÁSICA los, mientras que en el segundo el objeto en sí deja
de tener este fin para convertirse en un elemento de cambio o de trueque. Así aparece el
comercio, que es esencialmente el mismo en el caso de trueque de bienes entre dos individuos o
de tráfico terrestre o marítimo en gran escala. Pero en el primer caso, cuando hay trueque o
cambio para fines domésticos, se trata de una institución natural, mientras que en el caso del
comercio el afán que lo guía es el simple lucro, la actividad crematística por ella misma, la cual es
reprobable. La usura sería simplemente un subtipo, igualmente reprobable, pues es la ganancia
por la ganancia. Pero ¿cuál es la base de todas estas actividades? La propiedad. La propiedad para
Aristóteles es una institución natural, connatural a la casa familiar, parte de ella. Estudia el arte de
adquirirla como un aspecto de la administración de los bienes domésticos, razón de más para ver
en toda actividad que trascienda sus límites algo ilícito e inmoral. La concepción aristotélica de la
propiedad queda, pues, restringida al hogar tal como él lo entendía, como unidad económica con
un alto grado de autosuficiencia, y no a la empresa capitalista.22 Pero esto no implica una crítica
radical de las instituciones capitalistas, pues, por otra parte, al concebir la propiedad como algo
natural, incluye la de los bienes de producción, Aristóteles rechaza toda posibilidad de
comunismo, es más, lo critica duramente, al referirse a Platón. Su definición de la propiedad tiene
además otra nota curiosa, que es la exclusión de las cosas intangibles, tales como el dinero y los
documentos acreditativos de riqueza. Para él, la propiedad auténtica es aquella que no es símbolo
de otra cosa, es decir, la casa, los animales, los esclavos. El esclavo, dentro del pensamiento de
Aristóteles, al carecer de naturaleza Humana, se convierte en mero objeto de propiedad, en medio
de producción. Su postulado fundamental es que «el esclavo lo es por naturaleza». En la especie
humana hay individuos superiores a otros. Los inferiores están destinados a obedecer a los
superiores, mientras que éstos se ven moralmente obligados a tratarlos correctamente,
paternalmente, pues el hecho de que se halle semidesposeído de razón no lo convierte por
completo en una bestia. Aristóteles, sin embargo, va cayendo en una serie de trampas lógicas a
medida que analiza la cuestión. ¿Cómo considerar al hombre libre que es hecho esclavo tras la
batalla?, ¿y los esclavos que lo son por castigo, habiendo antes sido ciudadanos probos?, ¿y los
libertos?, el problema se complica de tal modo que la presentación que de él hace Aristóteles es
completamente insatisfactoria en cuanto a su lógica. Empero, Aristóteles se adelantó mucho a su
tiempo en el tratamiento de la cuestión. Redujo la esclavitud a tales límites que nadie pudo
considerarlos practicables: propuso su supresión para los hombres de raza helénica y, más aún,
cuando habla de cómo sería un estado ideal, dice que en él los esclavos deberían 22. R.
Lekachman, A History of Economic Ideas. Nueva York, 1959, p. 10.
EL PENSAMIENTO SOCIAL EN LA ERA CLÁSICA estado, pues a la hora de la verdad, es decir, cuando
Teseo se ve obligado a conducir una guerra, o a tomar otras decisiones capitales, toda su confianza
en el sistema democrático estriba en su fe en sus propias dotes suasorias. Dice: «Quiero que toda
la ciudad me apruebe, puesto que es mi deseo; pero demos la palabra al pueblo, pues de esa
manera nos seguirá de grado». Puestas las cosas de este modo parece como si Eurípides viniera a
decir que el sistema es bueno si un Teseo está al timón del gobierno; pero esto no quiere decir que
el trágico deseche la constitución ateniense como mala, antes se trata de una muestra más de las
dudas que nunca abandonaron a las mejores mentes democráticas acerca de aquello que ellos
mismos veneraban.5 Eurípides distingue al pueblo constitucionalmente integrado —8T)U.OC,—
del pueblo fuera del control de la vida política, convertido en masa amorfa —'¿xkog-—. La
distinción es importante, y le espera una curiosa reelaboración en Polibio. Platón ya la usa cuando
dos interlocutores hablan de la mayoría, de modo que el uno se refiere al pueblo y el otro a la
turba, con lo cual se ilustran las dificultades que existen para que los hombres nos entendamos en
el área de lo social. En el terreno de la comedia. Aristófanes (445-338 a.C.) puede también
considerarse como escritor político, pues sus acerbas protestas contra la debilidad y falta de
carácter de las nuevas generaciones atenienses se desarrollan a menudo en el marco de la plaza
pública. Haciendo uso de la extraordinaria libertad de palabra que se alcanzó en su ciudad, fustigó
sin piedad a los jefes democráticos y a su política. Algunos críticos se han precipitado al juzgarlo, y
han llegado a decir que el comediógrafo estaba sobornado por los oligarcas y por el partido pro
espartano." La verdad es diferente: Aristófanes era un conservador y, como Eurípides, soñaba en
una democracia al estilo antiguo. Como tenía un alto concepto de su misión como hombre de
teatro, quería influir en los votantes —que eran el público que llenaba los graderíos durante la
representación de sus comedias— mostrándoles aquello que debía ser y no era. En esto
Aristófanes aparece, como los demás escritores griegos, cautivado por lo ideal y lo puro, ciego a
las situaciones reales a las que había que acomodar irremisiblemente la futura marcha de la vida
política. Sin embargo, hay mucho de sentido común en sus obras. Como puede verse en Lislstrata,
Aristófanes proponía la paz entre Esparta y Atenas, lo único que podía haber salvado a Grecia y la
unión panhelénica frente al exterior amenazador.7 § 4. LA CRÍTICA POLÉMICA DEL SISTEMA. —
Poseemos varias obras que reflejan las intensas discusiones en que se enzarzaban los 5. Cf. T. A.
Sinclair, A History of Greek Political Thought. Londres, Routledge & Kegan Paul, 1951, p. 95, y
Suplicantes, 399. 6. Moses Hadas, A History of Greek Literature. Universidad de Columbia, 1950, p.
103. 7. Ibid., p. 105. CRISIS DE LA POLIS Y PERÍODO HELENÍSTICO 81 atenienses en su anhelo de
comprender cuál era la razón de la crisis. Una de las más lúcidas se la debemos al llamado Seudo
Jenofonte, quien escribió una Constitución de los Atenienses. Su importancia estriba en que su
enfoque es sociológico. El desconocido autor analiza la estructura del poder en la república del
Ática. La democracia, viene a decirnos, posee una lógica interna que hace que advengan al poder
todos cuantos conviven en el estado: gentes de mar, que garantizan la permanencia del imperio
marítimo, las nuevas clases comerciantes, etc. La dispersión del poder en la democracia es un
proceso constante, irrefrenable. Las mejores mentes dejan así de regir por ellas mismas los
destinos de la comunidad política, para pasar a ser herramientas de diferentes grupos de
intereses, a la par que dejan de sentir aliciente alguno en la vasta corriente igualitaria. Como sus
ya mencionados contemporáneos, el Seudo Jenofonte tampoco puso en tela de juicio la
justificación última de la ciudad-estado. Hasta el proyecto más radical que se conoce, el platónico,
es en cierta forma la quintaesencia de lo existente, y en este sentido no tiene nada de
revolucionario. Isócrates (436-338 a.C), por su parte, presenta un análisis diferente. Se trata, no de
un detractor inteligente, sino de un defensor, aunque conservador, de la democracia. Pero sus
soluciones consisten en propugnar la vuelta a la época soloniana, en la que reinaba, según él, la
más importante de las virtudes políticas, la isonomía (iirovonta), que consiste en el perfecto
equilibrio de derechos y deberes, una armónica combinación de las justicias distributiva y
conmutativa, los dos tipos tan bien expuestos por Aristóteles.8 Otro gran crítico de la época es
Jenofonte (430 ± -335 ± a.C), cuyas .ideas sobre la hacienda pública acabamos de examinar.
Caballero ateniense, hombre distinguido, amante del orden, preocupado por cosas tales como el
buen funcionamiento de los hogares atenienses. Lo socrático está presente en toda su vida y
obra.' Su espíritu conservador y equilibrado no fue óbice para que Jenofonte poseyera un gran
anhelo de aventuras. La más importante fue sin duda la experimentada al unirse como
corresponsal de guerra, no como soldado, a la fuerza expedicionaria que formaron los
mercenarios griegos a instancias de Ciro, el emperador medo. A pesar de la opinión contraria de su
maestro Sócrates, Jenofonte tomó parte en la expedición y sus peripecias están descritas en su
bella Retirada de los Diez Mil o Anábasis. Como quiera que Ciro fuera amigo de Esparta, Jenofonte
se hizo en seguida sospechoso para Atenas. Más tarde se pasaría prácticamente al enemigo y
hasta dícese que combatió a sus conciudadanos en el campo de batalla. El caso es que Atenas se
incautó de sus bienes, y Esparta le dio una hacienda en compensación, donde el aristócrata
compuso sus mejores obras políticas. A la luz de sus actos parece bas8. Isócrates, Areopagítico, 20,
21, 23 y 50. 9. A Croiset, Xénophon, tesis. París, 1873. 82 EL PENSAMIENTO SOCIAL EN LA ERA
CLÁSICA tan te justificado el pensar que no se trataba de un oportunista, sino de un hombre que
actuaba según sus principios políticos o convicciones y que ataca a Atenas de acuerdo con ellos;
por ello Jenofonte ha sido calificado de «escritor comprometido» en el sentido contemporáneo de
esa imputación.10 Jenofonte propugna el espartaquismo político. Aunque ama la cultura ática, no
se da cuenta de que ésta es fruto de la libertad de espíritu que posibilita sus propias obras, y
aboga por un gobierno centralizado, sobrio, conservador y castrense. Licurgo, no Solón, es su
respuesta a los problemas de la época, con lo cual nos enfrentamos con un ejemplo más de la
búsqueda de soluciones en el pasado. Mas lo peculiar de Jenofonte es su preocupación por la idea
de que el caudillo político es quien puede resolver la situación precaria en que se hallaba la polis.
Según él, gobernar y ser caudillo no es lo mismo. Hay que ir a las verdaderas raíces del mando, y a
las dotes de mando del hombre honesto, un ser que es absolutamente indispensable para la
buena marcha del estado. Lo que hay que lograr es que la mayoría sepa obedecer a sus superiores
en la oratoria, en la maniobra política, en la eficiencia administrativa, en la integridad moral. La
capacidad de mando queda así concebida como una virtud compleja que puede poner en
movimiento a un ejército o a un pueblo en la dirección correcta. Él mismo se había erigido al final
en jefe admirable de los mercenarios helenos y los había llevado a la salvación por terreno hostil
contra toda imaginable adversidad. No podemos, pues, sorprendernos ante el hecho de que sus
ideas acerca de la naturaleza del mando político, si se separan de su gran carga moral, hayan
podido ser vistas por algunos como precursoras lejanas del caudillismo fascista. § 5. EL
PANHELENISMO. — La indigencia en que se encontraban los pequeños estados griegos frente a
cualquier imperio que los amenazara sugería una unión de todos ellos. Ésta había aparecido en
casos de extremo peligro, pero sus resultados habían sido efímeros, si bien se había conseguido en
algún caso memorable, como durante las guerras persas. No obstante jamás se llegó a la
verdadera federación. Las confederaciones que surgieron a partir de la liga panhelénica de
Corinto, en 338, puesta en marcha por Filipo de Macedonia, fueron siempre inestables. La idea
federal surge, paradójicamente, con Demóstenes (385 ± -322), quien nunca abogó por la
federación. Lo que el orador quería, ante la amenaza macedónica, era la creación de ligas
defensivas estables de los gobiernos democráticos contra los tiránicos, al estilo de la unión
defensiva contra los persas. Mas al proponer estos esquemas, Demóstenes abría el camino a las
ideas federales." Isócrates las expresó más claramente. Coincidía con Demóstenes en considerar el
imperio de Atenas como un infor10. Marcel Prélot, Histoire des idees politiques. París, 1961, p. 43.
11. P. Cloché, Démosthénes, París, 1957. CRISIS DE LA POLIS Y PERÍODO HELENÍSTICO 83 tunio
histórico, con Jo cual deseaba elevar el nivel de la dignidad política de cada estado griego. Esto no
le impide concebir una nueva forma de prominencia política, la hegemonía, mediante la cual un
estado se erige en guía incruento de los demás. Aunque al principio, para Isócrates, la hegemonía
debía corresponder a Atenas, revisa éste más tarde sus-ideas ante la marcha de los hechos y
considera que dicha hegemonía corresponde al dinámico estado macedónico. Pero con esto
Isócrates expresa más sus deseos que la realidad política. Después de la batalla de Queronea, en
338, Filipo no es ya arbitro de los helenos, sino su soberano por la fuerza.12 Los eventos políticos,
pues, interrumpen el desarrollo de las verdaderas ideas federalistas, pero no deja de ser
importante el hecho de que hubieran sido iniciadas por aquellos que aparentemente parecían
incapaces de aceptar la cesión de una parte de su soberanía en pro de la paz y la seguridad de la
Hélade. § 6.