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“El Cantinero”

“Cantinero, sírvame otro trago por favor”. Eso escucho todos los días viendo hacia la
ventana. ¿Por qué estoy encerrado en un cuarto oscuro? Yo veo tantas caras llegar y
tantas caras partir. Veo cómo todos son cobardes al ahogar sus penas con diferentes
licores y yo complaciente les sirvo. Siempre es el mismo escenario, llego, miro la hora
en mi reloj de bolsillo, abro la cantina, y como una presa al abrirse, todos llegan y piden
su trago. Tantas historias he llegado a escuchar de tantas personas diferentes, yo solo
estoy aquí callado sirviendo tragos, yo no quería esto, yo quería salir, ser algo en esta
vida, pero parece que este cuarto te quita parte de tu vida cuando entras, nada cambia
aquí, todos están en las mismas. Todos creen que yo estoy aquí para escucharlos a
ellos. No lo sé, siento que pudiera ser un poco más paciente, pero al ser el único
cantinero aquí, no tengo tiempo para todos. Una repisa de botellas llena mis espaldas
toda la noche y ellas son mi única compañía con tantos que llegan y se van, ellas son
las únicas que permanecen.
Este no es un lugar donde la gente viene a ser feliz, una vez que entras ya no puedes
salir, miras en la esquina en una mesa y ves a compañeros de trabajo celebrar un
aumento o a una pareja recién casada entrar por esas puertas, esas cosas no pasan
aquí, este es un lugar donde todos tiran sus penas, aquí todos llegan a quemar sus
recuerdos y yo soy quien les abre las puertas. ¿Acaso soy un bote de basura donde
todos pueden llegar a tirar su miseria?
La ventana es lo único que puede darme luz, veo a tantas personas caminar por ahí.
Un muchacho siempre está parado afuera de la cantina, no más joven que yo,
pareciera que carga con sueños en sus ojos, que por experiencia sé, no van a resultar.
Qué curioso, me puedo ver en los zapatos de ese muchacho. Un joven muy bien
vestido, con un saco café limpio, un sombrero que le cubre del sol por las mañanas,
recargado en un poste mirando un reloj igual que el mío, pero solo se para fuera de la
cantina y así va a ser por siempre. Veo a tantos pasar, pero nadie se comprara como a
la muchacha que trabaja en el local a lado de la cantina, como un niño queda pasmado
al ver un avión, yo quedo inmóvil al verla. La veo cuando entra a trabajar y cuando sale
de almuerzo, cuando entra de regreso y cuando va a su casa y mientras tanto, ella no
sabe ni quién soy yo, sigo aquí encerrado, ella siempre sigue su camino, nunca se
detiene, no hay como esperarla.
¿Cómo se llamará? ¿Qué buscará en su vida? ¿Qué estará pensando? Todo esto me
pregunto mientras escucho, “cantinero”, “cantinero, otro trago”, “cantinero por favor”,
“cantinero sería tan amable”, siempre son las mismas. Lamentablemente no puedo salir
de aquí, estoy detrás de la barra sirviendo a todos, pero de aquí no puedo salir.
Otra vez es lo mismo, el mismo muchacho con el mismo saco limpio, el mismo
sombrero que le cubre del sol, pero algo esta diferente, esta vez no esta recargado en
un poste, esta vez no esta esperando que algo diferente cambie, no sé qué estará
haciendo, pero parece que checa la hora, pareciera como si estuviera esperando a
alguien, y ahí la veo la misma muchacha, con el mismo camino de siempre…
¿Por qué se detiene? ¿Por qué le habla al muchacho? ¿Qué están haciendo? ¿Por
qué se hinca? ¿Qué esta sacando? ¿Qué se le cayó? Nadie agarra las cosas así ¿Qué
le estará preguntando? ¿Qué tendrá en mente? ¿Por qué llora? ¿Por qué dice que sí?
¿Qué esta pasando? Ya no sé ni que pensar, siento que algo no está bien, ellos se ven
cada vez mas feliz, mis respiros se hacen cada vez más cortos más, más y más, ya no
tengo aire. Así acaban de atar lazos. Vuelve a checar la hora y si es la hora donde ella
sale, pero también es la hora en la que le dio una vuelta a su vida. Parece que me
perdí en el tiempo, volteo a ver a todos y no hay nadie, checo la hora y… ya es hora de
cerrar.
Todo sigue igual en este triste lugar, la ventana, las mesas, las personas, las botellas,
pero el muchacho ya no esta afuera. Cómo quisiera verlo y pedirle perdón, como
quisiera decirle “muchacho, yo sé que no me conoces, pero soy el cantinero que
trabaja frente a donde te parabas todos los días, yo ni siquiera sé tu nombre y ya te
juzgué, quisiera pedirte perdón”. Eso le quisiera decir, pero acabo de darme cuenta que
los cobardes somos los que están adentro de la cantina.
Al menos así era antes, yo ya no veo la ventana, ya no tengo una repisa de botellas a
mis espaldas, ya no me cuentan historias, pero cada vez me siento mas cobarde, cada
vez me siento con menos penas. Cada vez me siento un poco más vacío. Bueno
gracias por escucharme creo que con esto me despido, pero disculpe antes de que se
vaya. ¿Me podría servir otro trago, por favor?

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