Está en la página 1de 3

UNIVERSIDAD DEL VALLE

FACULTAD DE HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
LICENCIATURA EN FILOSOFÍA
CURSO DE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA
PROFESOR: Camilo Vega
ESTUDIANTE: Darha Ximena Belalcazar Galvis 1726024-3250

El educador, el filósofo y el sabio. Tres resultados del amor a la sabiduría.

A lo largo de las Meditaciones de Aristóteles se encuentran varias definiciones que


establecen su forma de comprender la sabiduría. En el segundo capítulo de dicho libro,
titulado características de la sabiduría, se plantea inicialmente la necesidad de indagar
acerca de las causas y principios sobre los cuales es ciencia la sabiduría, lo que se aclara
mejor, según el filósofo, mediante el establecimiento de las ideas que se tienen acerca de los
sabios. Dichas consideraciones, hacen parte de las seis características que el filósofo atribuye
a los sabios, estas plantean varias cuestiones que merecen ser tenidas en cuenta cuando se
reflexiona sobre la búsqueda del conocimiento, el quehacer filosófico e incluso la labor de los
educadores. Es objetivo del presente texto hacer una mención breve de tres de estas
cuestiones, que juntas, pueden generar una reflexión acerca del modo en que se llega a ser
sabio, lo que se piensa de la enseñanza y la manera en la que se hace filosofía.

Estas tres caracterizaciones dadas por Aristóteles sobre la sabiduría, permiten que se explore
de manera reflexiva las labores que se desprenden de la búsqueda del saber. Se sabe entonces
que se ama dicha búsqueda debido a que los seres humanos, al igual que los animales, aman
las sensaciones y el conocimiento que a través de estas se obtiene. Además, se comprende
que es necesario cuestionarse no solo lo que los estímulos propios de las sensaciones proveen
al entendimiento, sino que, también es obligatorio pensar e indagar sobre las causas de las
cosas, las razones por las que estas se dan y el objetivo que tienen en la realidad. Si alguien se
da a la tarea de buscar darle trascendencia al amor a la sabiduría, entonces, es posible que
dicho sujeto se encuentre con alguna de las tres formas más evidentes de emplear la
sabiduría, a saber: siendo filósofo, educador y/o sabio. El camino que se recorre al intentar
buscar el conocimiento, puede fácilmente llevar hacía el desarrollo de alguna de estas tres
labores, o de las tres en conjunto. El sujeto que se embarca en la tarea de buscar ser sabio, no
solo se encontrará con la responsabilidad de desenvolver el papel de sabio, sino que, si hace
un proceso consciente y reflexivo, entenderá, que es también responsable por la producción y
reproducción de conocimiento que son valiosos por sí mismos. Cabe señalar que la
producción de estos conocimientos hace parte de la tarea del filósofo y la reproducción de los
mismos, hace parte de la tarea de los educadores.

Los tres puntos a tener en cuenta son:


En primer lugar, se establece que: “[...] es más sabio el que es más exacto en el conocimiento
de las causas y más capaz de enseñarlas”.1 De esta afirmación, es posible decir que en
Aristóteles se evidencia de manera importante que la capacidad de educar y compartir el
conocimiento es vital para alcanzar la sabiduría. En este sentido, se posibilita el
cuestionamiento de lo que significa la enseñanza y la acción de la misma. Presentando el
desempeño del servicio docente como una característica de la adquisición de conocimientos.
Además, se comprende que es necesario que el sabio consiga el nivel suficiente de
información que le permita interiorizar el conocimiento, al tiempo que, le posibilite la
construcción de bases precisas para la reproducción de la sabiduría.

En segundo lugar, es importante resaltar que Aristóteles menciona que: “de las ciencias,
aquella que se escoge por sí misma y por amor al conocimiento es sabiduría en mayor grado
que la que se escoge por sus efectos”.2 De modo que, resalta la necesidad de que la búsqueda
de la sabiduría se de dentro de unos marcos de desinterés hacia lo que no es netamente
percibido desde el amor al conocimiento, por lo cual, otros intereses distintos al mero cariño
hacia el saber no son propios de un verdadero sabio. Esta perspectiva puede ser entendida de
modo natural por alguien que se dedique a la labor filosófica debido no solo a las
concepciones sociales de dicho rol -el de filósofo- sino también a el carácter mismo de la
disciplina. La cual, a grandes rasgos, debe estar inclinada hacia la búsqueda del conocimiento
solamente por el valor que dicho conocimiento tiene en esencia y no hacia el conocimiento
interpretado como producto.

En tercer lugar, cuando el filósofo establece que: “la más dominante de las ciencias, y más
dominante que la subordinada, es la que conoce aquello para lo cual ha de hacerse cada cosa
en particular, esto es, el bien de cada cosa en particular, y en general, el bien supremo de la
naturaleza en su totalidad”.3 Es posible notar que la capacidad de entender el uso de las cosas
que se saben posibilita el alcance de la mayor forma de sabiduría. Esto, debido a que, si se
entiende el uso de lo que se sabe, entonces, se puede comprender el papel que dicho
conocimiento juega dentro del mundo o de la realidad. De modo que, este tipo de
razonamiento se convierte en un puente para comprender la naturaleza en su totalidad. Desde
la perspectiva de una totalidad, se hallan una serie de características básicas que resultan ser
necesarias para el funcionamiento adecuado de la naturaleza, cuando el individuo que busca
el conocimiento logra entender esto, se posibilita la obtención de una especie de carácter
sabio para dicho sujeto, convirtiéndose en una persona sabia.

Por lo anterior, es posible decir, que los sabios, entendidos desde Aristóteles, pueden ser
fácilmente filósofos y docentes. Estas labores intelectuales van ligadas de forma estrecha
entre sí dentro del proceso de la búsqueda de la sabiduría. Una de las rutas que este proceso
de concatenación entre disciplinas puede tomar es la siguiente: En primera instancia, se
establece que la capacidad de entender la causa de las cosas es tan importante como la

1
Metaph, Libro I, 982a paragrafo 13 al 15.
2
Metaph, Libro I, 982a paragrafo 15 al 17.
3
Metaph, Libro I, 982b parágrafo 5 al 9.
capacidad que tenga el individuo de compartirlas y enseñarlas (el ser educador). En segunda
instancia, se comprende que el impulso de dedicarse a entender determinado tema, está
esencialmente ligado a su valor intrínseco, como conocimiento valioso y suficiente por sí
mismo, sin necesidad de buscar un efecto secundario en dicho proceso, lo cual, se puede
atribuir de forma justa al proceso del pensar y reflexionar filosóficamente (el ser filósofo). En
última instancia, se aclara también que el sujeto en tanto que logra entender muchas causas y
puede de ese modo ser consciente de las necesidades de su realidad y entorno, contempla y es
capaz de tener en cuenta la totalidad de las cosas, supliendo también dichas necesidades.(el
ser sabio)

Así, se comprende que la búsqueda del conocimiento no es cuestión que se pueda observar en
una sola perspectiva, en dicha pesquisa es fructífero considerar las distintas posiciones desde
las cuales se puede desarrollar la aplicación de los conceptos alcanzados. También se resalta
la importancia de reflexionar sobre el papel de quienes son docentes y de quienes son
filósofos. Comprender que esos son procesos que se entrelazan dentro del enmarañado
teórico, académico y conceptual, sería de gran ayuda para que estos puedan utilizarse como
herramientas útiles entre sí para continuar con la misma búsqueda de más conocimientos.

Referencias bibliográficas

Aristóteles (1994) Metafísica, Editorial Gredos

También podría gustarte