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Las instrucciones del Señor

a los evangelizadores
(cf. Lc 9, 1-6)
Jesús, ya en su ministerio prepascual, envía
a sus discípulos a anunciar el Evangelio.
San Lucas conoce dos de estos envíos: el
que hace primero a los doce apóstoles

(cf. Lc 9, 1-6) (cf. Lc 10, 1-24)


y el que tiene lugar, un poco más
Vamos a centrarnos en este,
adelante, a otros setenta y dos
que es más amplio que el
anterior.
Es el propio Señor quien designa a
los enviados (v. 1).
Evangelizar no es una decisión de
quien quiere hacerlo, sino la
respuesta a una llamada de Jesús,
que nos envía al mundo entero. En
efecto, si el número doce de los
apóstoles recuerda a las tribus de
Israel y remite a la primera misión,
que se cumplió entre los judíos, el
número setenta y dos alude a las
naciones paganas
(cf. Gn 10, 1-31).
Todos los hombres, sin exclusión,
son destinatarios de la Buena
Noticia de Jesucristo.
El Señor también menciona la
desproporción entre la tarea encomendada
y nuestras fuerzas, sin embargo, esto no
suscita el desánimo en los discípulos.
(v. 1) También nosotros experimentamos con
frecuencia cómo la misión excede nuestras
posibilidades. No por ello debemos
Jesús los envía “de dos en dos”
La misión no es una empresa echarnos atrás. Pero sí contar con la ayuda
individualista, sino algo compartido. Es de la oración. La clave de toda la misión
una acción de la Iglesia que se realiza en consiste en que los envidados
comunión. El hecho de que el Señor envíe transparenten la presencia del Señor y
en parejas hace que, por un lado, se nuestra acción evangelizadora es eficaz
recuerde que el verdadero Maestro es Él,
solo cuando reproducimos en el mundo el
que acompaña a los enviados –los manda
ser de Cristo. Él mismo subraya esta
“a los pueblos y lugares donde pensaba ir
Él”–. Solo Jesús es el verdadero identidad: “Quien a vosotros os escucha, a
evangelizador. La presencia de dos mí me escucha”.
discípulos hace que se trascienda todo
personalismo, para que los hombres le
descubran a Él. Por otro, se pone de
manifiesto que el único testimonio digno
de fe es el amor. Precisamente, dice san
Jerónimo: “de dos en dos son llamados y
de dos en dos son enviados los discípulos
de Cristo; porque no existe el amor de
uno solo. Por eso se dice: ‘¡Ay del
solitario!'”.

(v. 3).

No se evangeliza por buscar el


aplauso del mundo. El rechazo
forma parte del ser misionero. Por
eso no hay que temer el conflicto
con el mundo. El desprendimiento
de los discípulos les ayuda a vivir
como los pobres de espíritu, que
han puesto su confianza no en las
seguridades humanas -el dinero y
la fuerza-, sino en Dios. El
misionero no se apoya en sus
recursos, pues el único válido es el
espíritu que lo acompaña.
Hay que practicar una cierta La misión suscita alegría en el
indiferencia si no somos (v. 20) enviado y en el propio Señor. Jesús
escuchados. No podemos ser tiene que recordar que el gozo no
prisioneros de nuestros fracasos puede venir de los “poderes” que
misioneros.Tampoco siguieron al les cede –traducido a nuestros días,
Señor la mayoría de quienes lo de los dones que nos ha concedido
escucharon. La evangelización y que en un momento puedan
necesita crear lugares de resultar eficaces para la
referencia cristiana para que, más evangelización–. Nuestra dicha es
allá de lo que se recibe fuera, se que nuestros “nombres están
tenga un foco donde se inscritos en el cielo”
experimente y profundice en la fe. que somos importantes para Dios y
que Él nos acoge a su lado por
haber sido sus compañeros de
fatigas.
Nuestra alegría procede de que,
con nuestra humilde tarea, más
allá de nuestros éxitos o fracasos,
alegramos a Aquel que nos ha
amado, nos ha elegido y nos ha
enviado.

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