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La conducta de exploración
Este impulso por investigar que mueve a los individuos ayuda a que el sistema
conductual heredado se enriquezca y aumente el repertorio de recursos para
afrontar peligros y preverlos. Explorar es curiosear, y la curiosidad es uno de los
factores que han permitido la evolución y mantenimiento de la vida en el
planeta. Explorar, ir al encuentro de la vida y dejarse absorber por ella abre
puertas que estaban cerradas a los sentidos y al conocimiento, y nos permite
«chocar» con una realidad insospechada. Abrir la mente sin defensas, dejar que la
experiencia y la información nos lleguen y rebasen.
El segundo factor que interfiere con un estilo de vida placentero son los bloqueos
en la capacidad de sentir. Algunas personas sólo perciben lo evidente. El olfato y
el tacto han ido perdiendo importancia adaptativa para nuestra especie, pero son
fuentes de placer si se reactivan . La parte del cerebro encargada de procesar los
sonidos se ha especializado en decodificar el lenguaje hablado y ha perdido
capacidad para detectar y discriminar otros ruidos de la naturaleza.
La idea de inhibir las emociones a toda costa, ya sea por miedo a sentir o por
miedo al qué dirán, se vuelve una costumbre que con el tiempo lleva a una
«dislexia emocional», un analfabetismo afectivo en el que no sólo dejamos de
expresarlas sino también de leerlas y comprenderlas. No estoy promulgando la
impulsividad ciega y totalmente descontrolada de hablar duro, llorar a toda hora y
reírse por nada. Lo que no comparto es la absurda idea de que la expresión franca
y honesta de los sentimientos es «primitiva», poco civilizada, impropia e
inconveniente. Puedes sentir lo que se te dé la gana, si no violas los derechos de
las otras personas, si no te hace daño y si eso te hace feliz, aunque a unos
cuantos estreñidos emocionales no les agrade y te censuren por ello.
Los puntos anteriores son condiciones necesarias pero no suficientes para ser una
persona con una buena autoeficacia. Si lo intentas racionalmente obtendrás datos
sobre tus capacidades reales y podrás averiguar si las anticipaciones de fracaso
que hacías eran verdaderas o falsas.
A MANERA DE EPÍLOGO
Si has llegado a esta parte del libro, debo suponer que has leído seriamente todo
lo anterior. También te puede haber parecido este libro un buen recordatorio de
cosas que se nos olvidan por estar pensando en otros más que en nosotros
mismos. Muchas veces tememos crear nuevas metas porque ellas generan
nuevos problemas e interrogantes. Así, preferimos reprimir infinidad de
sentimientos que nos acercarían a nuevas perspectivas de vida, a nuevas
sensaciones y descubrimientos, por estar más cómodos y aferrarnos a lo que ya
conocemos, aunque estas cosas nos amarguen la vida.