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La educación en el Virreinato del Río de la Plata y los inicios

de la independencia (16-9)

Actividad 
Material bibliográfico:

Arata y Mariño. Lección 3: “El momento ilustrado: la educación entre las reformas
borbónicas y las luchas de independencia”

Actividades:

1. Caracterizar las transformaciones en Hispanoamérica entre finales del siglo XVIII y


comienzos del XIX. Buscar información sobre las Reformas Borbónicas y sus
características.
2. Explicar las características de la Ilustración en el Virreinato del Río de la Plata. 
3. Describir las instituciones educativas inspiradas por las ideas ilustradas en el Río de la
Plata.
4. Explicar las acciones educativas en los colegios y estudios superiores en Buenos
Aires.
5. Caracterizar la situación de la educación en el interior del Virreinato.
6. Arata y Mariño plantean las características de las décadas previas a la Revolución de
Mayo que impulsan o influyen este hecho. Explicarlas.
7. Describir las características particulares del sujeto “criollo”.
8. Explicar los aportes a la temática educativa de José de San Alberto.
9. Describir las características de la ideología de Manuel Belgrano y sus acciones en
relación con la educación. ¿Qué quiere decir que “sus ideas sobre educación fueron
más originales que disruptivas”?
10. ¿Qué acciones y pensamientos desarrolla Mariano Moreno antes de la Revolución de
Mayo? Explicar su tarea e ideas después del 25 de mayo.

1- Entre las transformaciones más importantes del período comprendido entre fines del
siglo XVIII y principios del siglo XIX, se puede identificar un doble proceso de
“occidentalización” de las sociedades hispanoamericanas: por un lado, algunos sectores
de la sociedad experimentaron una creciente autonomía con respecto al control de la
esfera religiosa y, por el otro, tuvo lugar una paulatina declinación de las formas y
estructuras jerárquicas del orden colonial.

Desde fines del siglo XVIII, la secularización de la sociedad colonial se vio influenciada
por la corriente de pensamiento ilustrado, mientras que la crisis del modelo social
estamental derivó del cada vez más expandido ideario liberal. Pero el pasaje de una
sociedad tradicional y estamental hacia una sociedad secularizada y organizada en torno a
clases no se produjo de un día para el otro, ni estuvo exentan de contradicciones.

2- El movimiento de la ilustración reunió un amplio espectro de ideas filosóficas y


culturales articuladas en torno a una serie de principios fundamentales: “la crítica al
fanatismo religioso y la exaltación de la tolerancia, la confianza en la observación y en la
experiencia, el análisis crítico de todas las instituciones y costumbres, la definición de una
moral natural y la reformulación del vínculo político y social a partir de la idea de
libertad”.

Las ideas ilustradas se difundieron en América en algunos círculos sociales y en algunas


universidades. Su recepción no significó un cambio inmediato en las concepciones
sociales de la época, aunque despertaron entusiasmo y controversias.

La coexistencia de ideas que generó la ilustración católica promovió un “movimiento


intelectual” que se mostró entusiasmado por la “seducción del espíritu del siglo”, pero
reafirmó “su adhesión a los dogmas de la iglesia y su fidelidad a la doctrina del origen
divino del poder real”. Por esta razón, entre los difusores de las ideas ilustradas en
América encontramos férreos defensores de la monarquía y las jerarquías eclesiales junto
a funcionarios que promovían la renovación de las prácticas culturales y educativas o
cuestionaban algún aspecto del orden establecido.

Las autoridades coloniales en general aceptaron “los aspectos de la ilustración que


revigorizaban la forma existente de gobierno” que permitían introducir cambios
económicos y sociales.

3- La presencia a través de periódicos y libros, las ideas ilustradas en Hispanoamérica


condujo a repensar el valor asignado a las distintas áreas del saber. Los diarios y las
gacetas fueron unos de los principales medios para poner en conocimiento del público las
novedades y los progresos en materia educativa. El desarrollo de la ciencia durante los
siglos XVII y XVIII, la paulatina incorporación de las lenguas vulgares (lengua vulgar-
español, lengua no vulgar- latín), el creciente interés por las disciplinas físico-
matemáticas y la promoción de los viales exploratorios del territorio volvían cada vez
más inadecuados un modelo de enseñanza caracterizado por la defensa de los valores y
conocimientos tradicionales. En consecuencia la educación pasó a construir un campo
cargado de tensiones y disputas donde lo que se debatía era la legitimidad de los viejos
saberes, las condiciones y atributos que debía reunir quien los enseñase y,
fundamentalmente, los lugares institucionales desde donde podían impartirse.

La enseñanza de la ciencia y la técnica ocupó un lugar destacado en el discurso


ilustrado, que veía en ellas los principales medios para el fomento de la economía. En
aquellos años, Buenos Aires fue el epicentro de una serie de experiencias educativas que,
si bien atravesaron innumerables dificultades, permitieron plasmar en la práctica algunas
de las ideas que circulaban en los escritos de la “gente de saber”. Así a partir de 1798 se
fundaron diversas instituciones educativas, entre las que podemos destacar las siguientes:

Academia de Náutica: fue creada en 1799 por el real consulado y dirigida por Pedro
Cerviño y Juan Alsina.

El propósito de la institución era formar jóvenes capaces de proyectar, construir y


conducir embarcaciones. Sin embargo, existieron algunas controversias entre sus
directores: mientras que para Cerviño la academia debía formar ingenieros navales
(resaltando el valor de los saberes teóricos y matemáticos), para Alsina la escuela debía
imprimirle un perfil práctico a su plan de estudios, cuyo propósito principal consistía en
formar pilotos capaces de navegar y fomentar el comercio ultramarino. Tras la renuncia
de Alsina, Cerviño quedó al frente de la institución.
La Escuela de Geometría, Perspectiva, Arquitectura y toda especie de dibujo:
fundada en 1799 por el consulado, quedó bajo la dirección del escritor Juan Antonio
Hernández. Esta escuela fue originalmente concebida por Belgrano para complementar la
formación de los aprendices de artesanos.

Esta institución funcionaba de noche y prohibía el ingreso de los aprendices negros y


mulatos. La escuela permaneció abierta durante poco tiempo y fue clausurada por una
Real Orden en 1800 por considerarla un “gasto lujoso” para la ciudad. Recién en 1815 se
establecieron dos escuelas de dibujo en el convento de la recoleta que fueron (en ese
momento los dos únicas de Buenos Aires. El plan de la primera escuela de dibujo era muy
amplio e incluía formación en geografía, historia, geometría, náutica, arquitectura civil,
militar y naval.

La modalidad de enseñanza en las escuelas de dibujo fue objetivo de intenso debate en las
páginas de la Gazeta de Buenas Aires entre Camilo Hernández y el padre Castañeda,
quienes planteaban dos concepciones del dibujo: el primero sostenía que su enseñanza
debía estar fundamentalmente orientada al disegno, concibiendo al dibujo como requisito
para poder trazar planos y diseñar maquetas, mientras que el segundo entendía al dibujo
como grafidia, conectando su aprendizaje con el desarrollo ulterior de las artes liberales,
como la pintura o la escultura.

El Protomedicato: creado en 1798, fue dirigido por Miguel O´Gorman. Esta institución
tenía un antecedente: la creación, en 1640, de un protomedicato en Córdoba, entre otras
funciones el protomedicato se encargaba de evaluar las aptitudes de médicos, cirujanos,
sangradores, parteras y farmacéuticos, al tiempo que impartía clases de medicina, cirugía,
farmacia y flebotomía. El primer curso de medicina se dictó entre 1801 y 1807 y contó
con 13 alumnos.

La Escuela Militar de Matemáticas: fundada en 1810, estuvo a cargo de Felipe


Sentenach. En ella se buscaba formar a los oficiales de infantería, porque se consideraba
que la matemática era “la ciencia más útil para un militar” y el medio más eficiente para
formar “militares inteligentes en el arte de la defensa”. Para ingresar, era requisito dar
muestra de “honradez, aplicación, celo, aptitud y demás apreciables circunstancias que
deben distinguir a un militar”

En 1813, el triunvirato aprobó la apertura de una nueva Academia donde se enseñaría


arquitectura civil, ingeniería naval y matemáticas. Tres años más tarde se fusionó con otra
academia, cuyo director y preceptor fue Felipe Senillosa. En sus clases, éste procuraba
que los alumnos cultivasen “la razón más que la memoria” para que no se transformen en
“cerviles copistas de los autores que han leído”.

Todas estas instituciones presentaban rasgos en común. El principal era, sin duda, que sus
programas de estudio se orientaban según el principio de utilidad. En ellos se presentaba
una decidida revalorización de la técnica, procurando acercar la teoría a las necesidades
del ámbito productivo.

4- La creación de ámbitos donde se pudiesen cursar estudios superiores también cobró


relevancia durante el período. Los antecedentes más importantes en este sentido fueron el
colegio de Monserrat y la Universidad de Córdoba. Los esfuerzos destinados a fundar los
Estudios Reales en Buenos Aires y el establecimiento de un Colegio para la formación de
la juventud se registraron en 1771, por iniciativa de Juan José Vértiz. Quienes adherían al
proyecto esperaban que en estas instituciones los maestros no tuvieran la obligación de
seguir el modelo escolástico; anhelaban, que aquellas instituciones se distanciaran de los
principios de enseñanza propios de la cosmología aristotélica, para destinar más tiempo al
estudio de los principios de Descartes y Newton.

La creación de una Universidad no llegó a concretarse, sí pudo fundarse un Colegio en las


antiguas aulas del de San Ignacio, en 1783. La institución estaba a cargo del clero secular
y dependía directamente del Virrey. Disponía de cuatro becas de gracia para los hijos de
“pobres honrados” y otras dos destinadas a descendientes de empleados militares. El
Colegio de San Carlos (así se llamaba, en honor al rey) estaba regido por un reglamento
que tomaba como referencia las constituciones del Colegio de Montserrat. Sus alumnos
concurrían a las clases diarias denominadas “estudios públicos de Buenos Aires”.
Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia, entre otros, asistieron a sus
aulas. En 1807, durante las invasiones inglesas, el Colegio fue utilizado como cuartel.
Tras la declaración de la independencia su condición no terminó por mejorar. Recién en
1818 el colegio fue rebautizado con el nombre Colegio Unión del Sud y sus puertas
reabiertas con un total de 48 alumnos inscriptos.

5- Las acciones educativas en el interior del virreinato fueron dispares. En 1786, el


intendente de Córdoba Marqués Sobremonte impulsó la escuela gratuita y en 1791
expidió circulares ordenando que se establecieran escuelas de primeras letras en todos los
partidos y parroquias. Las escuelas estaban bajo el cuidado de las autoridades pedáneas,
quienes determinaron, junto a los sacerdotes, el lugar donde debía edificarse.

Los cabildos asumieron una mayor actividad en la regulación de la educación. Desde


1771, para ser admitido como maestro, el candidato debía resolver, ante las autoridades
del Cabildo, un examen de doctrina cristiana, lectura, escritura y aritmética; además debía
presentar una constancia de buena conducta y limpieza de sangre. A partir de 1810 los
controles del Cabildo se intensificaron.

6- La idea de cambio trae aparejado el discurso ilustrado, las transformaciones sociales no


tienen una única explicación sino que están determinadas por múltiples factores. En las
últimas décadas del siglo XVIII, la independencia norteamericana primero y la
revolución francesa después, contribuyeron a conmover los cimientos del antiguo
régimen europeo y trasatlántico. Sin duda el hecho desencadenante fue la invasión
napoleónica en la península ibérica, en 1808, que culminó con la sustitución de Fernando
VII por José Bonaparte.

Pero el destino de las colonias americanas no sólo se jugaba allende el océano. Las
tensiones entre criollos y españoles iban en aumento, principalmente, por las enormes
dificultades que tenían los primeros de acceder a los cargos de la administración colonial.
Estas tensiones condujeron a que, hacia finales del siglo XVIII, se sobreimprimieran en
América dos proyectos de ciudad antagónicos: la ciudad hidalga, organizada en torno a un
criterio jurídico que establecía desigualdades entre los blancos y el resto de los sectores
sociales (negros, mestizos, extranjeros, indios) y la ciudad criolla, que postulaba la
igualación jurídica entre criollos o hijos de españoles nacidos en América y españoles
europeos.
7- El sujeto criollo desempeñó un papel central en los acontecimientos que se
desencadenaron a partir de 1810. El criollo presentaba una ambivalencia afectiva: “Es
aliado de los conquistados en la recuperación de sus tierras y el descendiente del
conquistador en su linaje”. Cuando los criollos hicieron suyos los intereses americanos,
priorizaron la “hermandad de suelo” y contribuyeron a interpretar y elaborar un relato que
Scavino denomina “la epopeya popular americana”; en cambio cuando se auto-percibían
como “españoles americanos”, sus reflexiones tematizaban la “novela familiar del
criollo”

8-Hacia el final del siglo XIII, hubo quienes proponían una renovación educativa de signo
conservador. Las cartas Pastorales redactadas por el obispo de Córdoba del Tucumán,
José Antonio de San Alberto, entre 1778 y 1790, resumen esa posición. A través de esas
misivas, San Alberto elaboró una imagen de la situación del virreinato del Rio de la Plata
bajo el signo de un fuerte deterioro cultural y moral. Según el obispo, los tres mayores
males que aquejaban algunas regiones de la colonia eran “la falta de una verdadera
religión, de una educación cristiana y de una ocupación honesta”.

El obispo atribuía a la extensión territorial la principal dificultad para desplegar acciones


educativas. Las enormes distancias entre los parajes poblados impedían que sus habitantes
incorporasen hábitos de trabajo o se preocupasen por la educación de sus hijos. Al
problema de la distancia, San Alberto agregaba tres dificultades más: en primer lugar, “la
de hallar un preceptor con aquella ciencia, conducta y calidades, que son tan precisas para
enseñar a niños”, ya que “En el campo no abundan estas gentes, o bien no querrían
abandonar sus ocupaciones para desenvolverse como preceptores”. El segundo
impedimento tampoco resultaba menor, si se hallaba un preceptor, faltarían los arbitrios y
un salario correspondiente a su trabajo”. El tercer problema consistía en definir “el lugar
o paraje donde haya de establecerse esta escuela con alguna comodidad, para que puedan
concurrir diariamente los niños”.

Una vez superados estos problemas, la obra educativa debía apuntar a reafirmar las bases
morales y espirituales sobre las que descansaba la autoridad del Rey. San Alberto
entendía mejor que nadie que, mientras los vasallos viviesen en un estado de aislamiento,
no podía esperarse de ellos amor y respeto hacia la figura del monarca. A través de sus
Cartas Pastorales propuso una renovación del contrato pedagógico colonial, sobre la base
de una aceptación voluntaria y consciente a la autoridad del monarca por parte de los
vasallos. La vía elegida para concretarla contuvo elementos que expresaban una cierta
renovación de corte ilustrado (por ejemplo, el empleo del castellano en sus escritos en
lugar del latín o el fomento de la enseñanza de los oficios mecánicos), articulados a una
ortodoxia sin quiebres; condensando elementos de dos universos discursivos: la
concepción de la educación ligada a la formación del vasallo y el repertorio de ideas
educativas de cuño ilustrado.

San Alberto no sólo se preocupaba por el lugar que debía caberle a la enseñanza de los
preceptos cristianos, sino por el lugar asignado a la formación de oficios mecánicos.

El obispo señalaba que la ociosidad era la fuente de las desgracias sociales y que urgía
disponer de todos los recursos para erradicarla. Para combatirla, no dudaba en apelar a un
lenguaje cargado de metáforas bíblicas.
Además, en las Cartas Pastorales, San Alberto incluyó las constituciones para la creación
de los colegios de niños y niñas huérfanos y la redacción de un Catecismo Cívico para ser
enseñado en las escuelas de primeras letras. A través de estas redacciones, buscaba
difundir un nuevo modelo de enseñanza de la fe iluminada por la razón. La fundación de
dos casas de niñas huérfanas en las ciudades de Córdoba y de Catamarca fue su obra
educativa más importante. La instrucción estaba dirigida a que “las niñas o niños criados
en esas casas, después de saber las obligaciones, que por cristianos deben a Dios,
aprendan también las que por vasallos deben a su Rey”. Los niños que formasen parte de
estas Casas y que, a juicio del rector y maestro de la Casa sobresaliesen, serían enviados a
estudiar al Seminario. A los que “no fueren de tanto talento”, se los retendría en la Casa
hasta que aprendieran perfectamente la Gramática. Finalmente, a los que no demostraron
aptitudes para las letras, se los destinaría al comercio, ubicándolos en la tienda de un
mercader o de un comerciante. En las constituciones se reglamentaba la aplicación de los
castigos corporales.

Las constituciones le sugerían al director que explorase otras alternativas “como es la


reclusión, el cepo, la privación de pitanza o la separación del trato con los demás”. Si con
ello el niño no escarmentaba, debía dársele noticia al obispo, quien tomaría las medidas
correspondientes.

9- La figura de Manuel Belgrano convoca la atención por la importancia que otorgan sus
escritos a la educación de los distintos sectores que integraban la sociedad colonial. En un
ámbito que había estado fuertemente subordinado a los debates de la cultura Católica,
Belgrano introdujo una serie de propuestas inéditas relacionadas con el desarrollo de la
agricultura, la industria y el comercio, el mejoramiento de las escuelas de primeras letras
y la ampliación del derecho al acceso a sectores marginados de ellas.

Un rasgo central del ideario educativo belgraniano fue el de ubicarse entre dos tradiciones
culturales y educativas. Por un lado Manuel Belgrano efectuó en sus escritos duras
críticas a la educación escolástica por “estar vendiendo doctrinas falsas por verdaderas, y
palabras por conocimientos”; por el otro sugirió que no existía objeto más digno de
enseñanza que “los fundamentos de nuestra Santa y Sagrada Religión en una sociedad
como la nuestra, donde todos profesamos la misma religión”

Su formación intelectual estuvo marcada por la importancia cada vez mayor que tuvo la
economía política en la enseñanza superior hispanoamericana.

En 1787 se implementó la Academia de Leyes de la universidad de Salamanca. Allí


Belgrano tomó contacto con las ideas de economía política que enseñaba uno de sus
principales promotores, Ramón de Salas y Cortés.

Al retomar Buenos Aires, Belgrano se desempeñó como secretario del Consulado durante
16 años, entre 1794 y 1810. Su función consistía en velar por el desarrollo económico del
Virreinato, lo que le permitió poner de manifiesto un programa de gobierno ilustrado
teñido por las premisas de la economía política.

Belgrano también elaboró un diagnostico sobre la situación que atravesaban las escuelas
del Virreinato, presentando algunos puntos de contacto con el de San Alberto. Llamaba a
tomar conciencia sobre el estado de precariedad de la educación.
En particular le preocupaba la situación que atravesaba la educación de las mujeres. El 21
de julio de 1810 planteaban, en el correo de comercio, que las niñas de Buenos Aires sólo
contaban con una escuela pública, el colegio de huérfanas de San Miguel, fundado en
1755, mientras que las demás recurrían a maestras particulares.

Un rasgo sobresaliente que presentó el ideario educativo de Manuel Belgrano fue el peso
otorgado a la formación de hombres industriosos (incluye desde la formación del
artesano hasta la del labrador, la hilandera y el comerciante) sostuvo una decidida
valoración de la formación manual. En su condición de secretario del Consulado de
Buenos Aires dispuso la creación de las escuelas de dibujo, de náutica, de agricultura, de
hilanzas de lana y de comercio. Belgrano expuso los fundamentos que justificaban su
creación. Sostenía que, para resguardar las artes y fábricas establecidas en el país, era
preciso suministrar los adelantos que permitieran “animarlas y ponerlas en estado más
floreciente”.

Pero sus ideas renovadoras se entremezclaron con las prácticas educativas heredadas.

En los reglamentos elaborados por Belgrano para la academia de dibujo, se especificaba


que el ingreso de aprendices negros y mulatos a sus aulas estaba prohibido, estableciendo
como requisito ser español o indio neto. Para ingresar a la escuela los aspirantes debían
tener por lo menos 12 años, no asistir con sombrero ni fumar en la sala de enseñanza. Las
escuelas elementales se crearían en las ciudades de Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del
Estero empleando para ello el premio de $40.000 que la Asamblea general constituyente
le otorgaría por su desempeño al mando de Ejército del Norte. A pesar de que Belgrano
no alcanzó a ver las escuelas fundadas redactó su reglamento limitando el empleo de
castigos corporales (los azotes se reducían a 12 para faltas graves y sin que fueran
presenciados por sus compañeros) estableciendo que los maestros de primeras letras
accederían al cargo a través de concurso y que durante “las funciones del Patrono de la
ciudad, del aniversario de nuestra regeneración política y obras de celebración” al
maestro se ubicaría en un sitio distinguido entre las autoridades locales, “repuntándolo
como un padre de la patria”.

10- Mariano Moreno fue el principal referente del pensamiento ilustrado de tinte
revolucionario en el Rio de la Plata. Como secretario de la Primera junta de Gobierno,
exaltó la educación como vía privilegiada para la transformación de la sociedad,
procurando extender los beneficios de la educación hacia los diferentes sectores de la
sociedad y sustituyendo un modelo educativo basado en la obediencia al Rey por otro que
profesaba el amor a la patria.

A los 12 años, Moreno ingresó en el Real colegio de San Carlos. Cuando San Alberto
visitó Bs As, los protectores eclesiásticos locales de Moreno lograron que el obispo
asistiera a su examen final en el colegio de San Carlos. Tras escuchar la defensa pública y
oral del joven Moreno, San Alberto ofreció a la familia convertirse en su protector y
financiar el viaje a Chuquisaca.

La universidad de Chuquisaca era la institución más prestigiada para realizar estudios


jurídicos entre el Rio de la Plata y el Virreinato del Perú.
En 1799 Moreno partió hacia allí, con el propósito de continuar con sus estudios. Primero
obtuvo el título de doctor en teología y luego se incorporó a la academia para el estudio
de derecho, donde obtuvo el grado de bachiller.

En el ámbito universitario Moreno tuvo la posibilidad de leer a Rousseau, Montesquieu,


Filangieri y Jovellanos. Durante los cinco años que duró su estadía, la sensibilidad de
Moreno respecto de la situación a la que eran sometidos los indígenas se intensificaría; el
lujo que caracterizaba la vida de un clérigo contrastaba con los infortunios que debían
atravesar los aproximadamente 15.000 indígenas que eran explotados para extraer
minerales de la mina de Potosí.

En 1802 Moreno redactó una Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios,
en aquel escrito Moreno no hizo recaer sus críticas en la figura del Monarca, sino en sus
delegados y vicarios presentes en América. Moreno elogiaba a la Corona, al tiempo que
exigía la abolición de los servicios forzados y lanzaba una acusación contra los
funcionarios coloniales que explotaban a los indígenas, recordando que en ninguna guerra
europea se habían cometido crímenes tan aberrantes como los que los españoles
infligieron en América.

Como el cautiverio de Fernando VII se extendía, Moreno comenzó a poner en duda la


legitimidad de una corona que estaba ausente de hecho. La necesidad de suplir al Rey
hizo de la soberanía un problema candente que desató un intenso debate político. La
creación de las Juntas de Gobierno en España habilitó la posibilidad de hacer lo propio en
América. Moreno buscó apoyarse en los argumentos de la teoría social clásica para
otorgar sustento a las nuevas fuentes de legitimidad.

Entre las funciones asignadas a la educación Moreno, destacaba la intensión de construir


un nuevo sujeto pedagógico: el ciudadano activo, en reemplazo del vasallo fiel. Moreno
no sólo se interrogaba sobre la naturaleza de la ligadura que uniría a los hombres, sino
sobre las prácticas y los rituales a través de los cuales se forjaría dicha unión.

Moreno entendía que la educación constituía la piedra angular para consolidar la


identidad de las nuevas repúblicas, asumiendo la dimensión política del proceso
educativo, sin que ello conllevase necesariamente a romper con los vínculos establecidos
con la religión.

Podemos distinguir tres grandes acciones de Mariano Moreno en el plano educativo. La


primera fue la creación de la Gazeta de Buenos Aires, el 7 de junio de 1810, que iba unida
a la libertad de imprenta, sancionada el 22 de abril de 1811. La publicación de un
periódico promovía nuevas formas de sociabilidad, a través de la producción de lo escrito
y la lectura.

La segunda medida educativa se dio a conocer, precisamente, a través de aquel periódico.


Allí se informó que la Junta había decidido fundar una biblioteca pública.

La tercera medida que Moreno emprendió fue traducir y publicar el Contrato Social de
Rousseau, pues consideraba que esa obra era el exponente de un avanzado espíritu
político. Aún más propuso que se distribuyera en todas las escuelas de la patria. Se trataba
de una medida novedosa y no sólo resultaba significativa por las ideas del autor, sino
porque planteaba un nuevo contrato de lectura que reemplazaría la lectura coral y a viva
voz por una lectura individual e interiorizada.

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