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LA INFLACIÓN

DEL DINERO FIAT EN FRANCIA

El trágico experimento de los Assignats

1790 – 1797

Andrew Dickson White

Prólogo de Hugo Salinas Price


1
LA INFLACIÓN
DEL DINERO FIAT EN FRANCIA

El trágico experimento de los Assignats


1790 - 1797

EDICIÓN ESPECIAL PARA EL BANCO DE NUEVA YORK


E INSTITUCIÓN FIDUCIARIA
Establecido en 1784

2
LA INFLACIÓN
DEL DINERO FIAT EN FRANCIA
El trágico experimento de los Assignats
1790 – 1797

Cómo llegó, qué consecuencias trajo


y cómo acabó

POR
ANDREW DICKSON WHITE, LL.D., Ph.D., D.G.L.

Finado Presidente y Profesor de Historia en la Universidad de Cornell. En algunos momentos

Ministro de Estados Unidos ante Rusia y Embajador ante Alemania; Autor de "Una Historia de la

Guerra de la Ciencia con la Teología, '' etc.

D. APPLETON-CENTURY
COMPANY
INCORPORATED
NUEVA YORK LONDRES
1933

3
Propiedad literaria, 1896, de
D. APPLETON & COMPANY,

Propiedad literaria, 1923, de


SRA. ANDREW D. WHITE,
Reservados todos los derechos. Este
libro, o partes del mismo, no deben
ser reproducidos en forma alguna sin
el permiso del editor.

4
PRÓLOGO PARA NUESTROS TIEMPOS

Quien desee entender lo que sucede en el mundo de hoy hará bien en leer este
pequeño pero trascendente libro, que ahora presentamos traducido al español: “La
Inflación del Dinero Fiat en Francia”, de Andrew Dickson White, ex presidente de
la Universidad Cornell de E.U., durante un tiempo diplomático al servicio de su
nación, estudioso de asuntos económicos y sociales y autor de numerosos libros. El
libro fue publicado por primera vez en 1896 y reproducido en 1933.

Este libro presenta un microcosmos de nuestro mundo actual.

Lo que ocurrió en la Francia revolucionaria en los años 1790 a 1797 es precisamente


lo que ocurre en el mundo entero en 2011. El mundo vive un proceso de
degeneración monetaria que se inició en forma explícita con el estallido de la
Primera Guerra Mundial en 1914, aunque tuvo su origen en una serie de errores
financieros cometidos durante años anteriores. Durante el siglo XX, la
descomposición monetaria tuvo lugar en una serie de etapas, la última de las cuales
terminó con el repudio del Tratado de Bretton Woods en 1971. La conclusión
desastrosa de este proceso de degeneración monetaria se aproxima.

La inflación monetaria en Francia, que se desarrolló y concluyó en el corto lapso de


siete años, tuvo su origen en una idea típicamente “revolucionaria” de los
legisladores franceses de esa época: que la inteligencia humana puede hacer a un
lado las leyes permanentes e inmutables que gobiernan a la acción humana y
sustituirlas por inventos del intelecto para lograr la prosperidad a corto plazo, sin la
molesta necesidad de ejercer las virtudes del ahorro, el trabajo honrado, la prudencia
y la paciencia.

Los legisladores, impacientes por resolver el problema de la incertidumbre


económica que había provocado la Revolución misma, resolvieron tomar un atajo
para estimular la economía. Ante el clamor popular que gritaba “¡Falta dinero!” se
propusieron remediar la supuesta falta de dinero (un mero síntoma) con la creación
de dinero de la nada.

Desoyeron todas las advertencias de personas con experiencia financiera; se


confirmaron unos a otros la presunta validez de sus argumentos falaces, y
convencidos de la viabilidad de su proyecto monetario, los legisladores (entre los
cuales se hallaban los hombres más inteligentes de su época) impulsaron un proceso
inflacionario a base de dinero fiat – dinero inconvertible a moneda de oro o de plata.

5
Pese a los resultados negativos que pronto exhibió esta política – una constante
caída en el poder adquisitivo del dinero fiat, que se reflejó en el alza de precios de
todas las mercancías - se aferraron a seguir por el camino errado y atribuyeron los
malos resultados a todo, menos que a su política de inflación con dinero ficticio. Se
apoderó de la legislatura francesa la ley inmutable de finanzas respecto del dinero
ficticio: la ley de la aceleración de la emisión del dinero fiat y de su concomitante
depreciación acelerada.

En siete años, Francia quedó totalmente arruinada. Las manufacturas cerraron. El


desempleo cundió y como consecuencia los salarios de las clases obreras se
estancaron, lo cual causó gran sufrimiento para la gente más pobre, pues subían lo
precios de los artículos de primera necesidad. El desempleo fue aliviado solamente
por la levas que llevaron a millones de franceses a morir en las guerras de la
Revolución. Las costumbres sufrieron una degradación notable. Toda actividad
económica se volvió un juego de azar. La especulación facilitó en enriquecimiento
de hombres carentes de moral a la vez que sumió a las clases más pobres en la
miseria.

Quizá lo más notable de este fatal experimento en Francia es que ni uno solo de los
responsables reconoció jamás haber estado equivocado. Lo que sucedió en Francia,
bajo este régimen de dinero falso, es precisamente lo que ocurre en nuestro mundo
de hoy. Los mismos fenómenos que se observaron en Francia, se observan en todo el
mundo hoy.

Los responsables de la enorme crisis mundial del presente insisten en seguir por el
camino que ha llevado a este desastre. Ni uno solo de los responsables quiere
reconocer que han estado todos ellos en el error. Insisten, como los revolucionarios
franceses, en aplicar mayores dosis de dinero falso: si se crea suficiente dinero,
dicen, se resolverá el problema de la crisis.

La destrucción de Francia tomó sólo siete años. La misma política que destruyó a
Francia ahora opera mundialmente. Por eso, la destrucción económica y moral ha
sido más lenta – el mundo entero es el teatro de esta tragedia, no sólo un país.

La conclusión fatal del actual experimento mundial con dinero ficticio llegará, tarde
que temprano; será de alcances mundiales y el mundo tardará un siglo, cuando
menos, en recuperar la salud perdida.

Y cuando haya llegado esa conclusión trágica, tengan los lectores de este pequeño
opúsculo la seguridad de que ni uno solo de los responsables de esta catástrofe
aceptará haber estado en el error.
Hugo Salinas Price
Ciudad de México, julio de 2011.

6
INTRODUCCIÓN

Años atrás, justo antes de nuestra Guerra Civil, reuní en Francia y en otras partes
una gran colección de documentos que aparecieron durante la Revolución Francesa,
incluyendo periódicos, reportes, discursos, folletos, material ilustrativo de todo tipo
y, sobre todo, especímenes de casi todas las emisiones de papel dinero de aquella
época– desde billetes de diez mil livres, hasta de los de un sou.

Principalmente en ese material se basó un curso, consistente en una serie de


conferencias, que luego se impartió a mis alumnos, primero en la Universidad de
Michigan y después en la Universidad de Cornell, y entre estas conferencias hubo
una sobre "La Inflación del Papel Moneda en Francia".

Esta conferencia la dicté porque mostró una línea importante de hechos que
ocurrieron durante esa histórica lucha; y recuerdo, como si fuera ayer, mi
sentimiento de pesar al verme obligado a poner tanto cuidado y trabajo en un tema
que aparentemente se veía absolutamente desprovisto de valor práctico. Estoy
seguro que en ese momento nunca se nos ocurrió, ni a mis estudiantes de Michigan
ni a mí, que este tema pudiera llegar a tener relación alguna con nuestro propio país.
Ciertamente nunca pasó por nuestras mentes que esa locura, la misma que exhiben
esos documentos franceses del siglo XVIII, podría encontrar partidarios en los
Estados Unidos durante el siglo XIX.

Algunos años después, cuando comenzaron a surgir reclamos a favor de emitir


grandes cantidades de papel moneda en los Estados Unidos, incluí algunos de los
hechos así recolectados en un discurso que presenté ante el Senado del Estado de
Nueva York, mostrando la necesidad de tener un cuidado especial al lidiar con tales
necesidades financieras.

En 1876, durante la "fiebre por los billetes de banco" (o fiebre por los billetes
"greeenback") el General Garfield y el Sr. S. B. Crittenden, ambos miembros de la
Cámara de Representantes en aquel entonces, me pidieron que leyera un escrito
sobre el mismo asunto ante un público de Senadores y Representantes de ambos
partidos en Washington. Así lo hice, y también lo presenté después ante una reunión
de hombres de negocios en el “Unión League Club” en Nueva York.

Posteriormente se publicaron varias ediciones impresas, entre ellas dos o tres para
fines políticos, con la esperanza de que fueran útiles para mostrar hasta qué grado de
absurdo, crueldad, error y ruina podría conducir la pasión por el "dinero fiat" (o
dinero fiduciario o de curso forzoso, en papel o plástico, virtual, o electrónico, sin

7
respaldo de dinero real, de oro o plata, en las reservas y por lo tanto inconvertible a
oro o plata. (N. del T.)).

Se lanzaron otras ediciones en un período posterior, en vista del principio implícito


en la propuesta de una acuñación ilimitada de plata en los Estados Unidos, la cual
fue, en el fondo, la misma idea que llevó a ese terrible naufragio de la prosperidad
pública y privada en Francia.

Hubo una razón adicional para esas ediciones, en el hecho de que los
pronunciamientos de varios políticos de aquel entonces apuntaban claramente a
emisiones prácticamente ilimitadas de papel moneda. Estos hombres tuvieron la
suficiente lógica para ver que sería incoherente detenerse ante la emisión ilimitada
de dólares de plata, que realmente costaban algo, cuando podrían emitir en forma
ilimitada dólares en papel que virtualmente no costaban nada.

En los hechos así exhibidos, los cuales el Obispo Butler habría reconocido como
confirmaciones a su teoría de "La Posible Locura de los Estados", no se puede sino
reconocer que la propuesta francesa era inmensamente más sensata que la realizada
en nuestro propio país. Aquellas emisiones francesas de papel moneda se
sustentaban no solamente "en la voluntad de un pueblo libre" sino en un tercio de
toda la propiedad en terrenos de Francia; en lo más selecto de los bienes raíces de
las ciudades y el campo – las propiedades confiscadas de la Iglesia y de la
aristocracia desterrada – y en el poder para usar el papel así emitido para adquirir
estos bienes raíces a precios muy bajos.

He puesto mucho cuidado para ser exacto al revisar documento completo a la luz de
las publicaciones más recientes y al dar mi certificación respecto a cada declaración
importante; ahora les dejo todo el asunto a mis lectores.

A solicitud de un amigo canadiense que ha expresado un fuerte deseo de actualizar


este trabajo a esta época, he estudiado de nuevo el asunto a la luz de diversos
trabajos que han aparecido desde mi investigación anterior, particularmente la
“Historia de las Clases Obreras y de la Industria en Francia”, de Levasseur
(“Histoìre des classes ouvrières et de l'industrie en France”), uno de los libros
verdaderamente grandes del siglo veinte; el extraordinario “Cien Años de
Numismática Francesa” de Dewarmin (“Cent Ans de Numismatique Française”) y
diversos tratados especiales. El resultado ha sido una ampliación de algunos temas
importantes, y que varias otras partes de mi trabajo anterior se han vuelto más claras
mediante un mejor arreglo e información adicional.

Andrew D. White
Universidad de Cornell, septiembre de 1912.

8
PRÓLOGO

Estoy en deuda con la generosidad del Sr. Andrew D. White, el distinguido


erudito, autor y diplomático norteamericano, por su consentimiento para
imprimir y hacer circular en forma privada una pequeña edición de su valioso
relato sobre el gran experimento de generación de dinero del Gobierno
Revolucionario Francés. El Sr. White ha revisado y ha acrecentado
considerablemente el trabajo para los fines de la presente edición.

La historia de "La Inflación del Dinero Fiat en Francia" es de gran interés para
los legisladores, estudiantes de economía, y para todos los hombres de negocio e
intelectuales. Registra el esfuerzo más gigantesco hecho jamás en la historia del
mundo por parte de un gobierno para crear un papel moneda sin respaldo y para
mantener su circulación a diversos niveles de valor. También registra lo que es
quizás el más grande de todos los esfuerzos gubernamentales – posiblemente con
excepción del de Diocleciano – para establecer y mantener vigente un control
oficial de precios de las mercancías. Cada traba que pudiese impedir la voluntad
o frustrar la sabiduría de la democracia, había sido destruida y, en consecuencia,
cada recurso que el poder ilimitado y el optimismo desbordado podían concebir,
fue utilizado. Pero los esfuerzos fallaron. Dejaron tras de sí un legado de
desolación moral y material y de infortunios que una de las razas más
intelectuales y llenas de espíritu de Europa ha sufrido durante un siglo y cuarto, y
continuará sufriendo hasta el fin de los tiempos. Existen limitaciones a los
poderes de los gobiernos y de los pueblos que son inherentes a la constitución de
las cosas, y que ni los despotismos ni las democracias pueden superar.

Las legislaturas son tan impotentes para abrogar las leyes morales y económicas
como lo son para revocar las leyes físicas. No pueden convertir lo incorrecto en
correcto ni separar la causa del efecto, así sea por mayorías parlamentarias, o por
la unidad de la opinión pública en apoyo. Las penas que acarrea tal tontería
legislativa siempre serán exigidas inexorablemente por el tiempo. Aunque estas
propuestas pueden considerarse como meras trivialidades, y aunque son
reconocidas de manera general, de hecho son negadas por muchos de los
experimentos legislativos y por las tendencias de la opinión pública de la
actualidad. Por consiguiente, la historia de la colosal necedad de Francia en la
parte final del siglo XVIII y sus terribles frutos está llena de enseñanzas para
todos los hombres que piensan en los problemas de nuestro propio tiempo.

De entre una variedad casi infinita, existen cuatro hechos, grandes y


fundamentales, que surgen claramente, a saber:

1. A pesar del hecho de que el papel moneda emitido era obligación directa

9
del Estado, que buena parte de éste devengaba intereses, y que todo estaba
garantizado con los mejores bienes raíces de Francia, y que las penalidades
consistentes en multas, encarcelamientos y muerte, eran aplicadas de vez en
cuando para mantener su circulación a valores fijos, hubo una firme depreciación
de su valor hasta que se alcanzó el punto cero y hasta que culminó en el repudio.

La suma de las emisiones alcanzó no menos que la enorme e inconcebible


cantidad de $9,500,000,000, y a mediados de 1797, cuando tuvo lugar el repudio
público, hubo no menos de $4,200,000,000 en valor nominal de "assignats" y
“mandats” en circulación; la pérdida, como siempre, recayó principalmente
sobre los pobres e ignorantes.

2. En un esfuerzo por mantener valores fijos para el papel moneda, el


Gobierno se involucró en un intento igualmente fútil de mantener una cotización
de los precios legales para los artículos. Aquí de nuevo las penas consistentes en
multas, encarcelamientos y muerte fueron impotentes para lograr el fin buscado.

3. Tuvo lugar una desmoralización general de la sociedad bajo la cual la


economía, la integridad, la humanidad y todo principio de moralidad fueron
arrojados a la mezcolanza de un hirviente caos y crueldad.

4. Los bienes raíces sobre los que estaba garantizado el papel moneda
representaban confiscaciones por parte del Estado a tierras de la Iglesia y de los
nobles emigrados. Estas tierras fueron valoradas, según la narrativa del Sr. White
y de otras autoridades, en $1,000,000,000. Este fue un agregado directo a los
recursos del Estado por $1,000,000,000. Es ominosamente significativo que en el
lapso de cien años bajo la "Paz de Francfort" firmada el 10 de mayo de 1871, la
nación francesa acordara pagar una reparación de guerra a la victoriosa Alemania
exactamente por la misma suma, es decir, $1,000,000,000, además de la
rendición de la provincia de Alsacia y una parte considerable de Lorena. Por
consiguiente, la gran adición a la riqueza nacional realizada mediante la inmoral
confiscación de las tierras en cuestión, desapareció con el interés territorial
compuesto agregado bajo la visita de la implacable retribución.

La opinión pública en nuestro propio país se mantiene firme hasta hoy sobre la
cuestión del dinero, pero no faltan las señales en algunos sectores poco
informados, de una tendencia a aprobar experimentos peligrosos. Sin embargo, la
doctrina de la regulación gubernamental de los precios ha hecho ya su aparición
embriónica. La insatisfacción de las clases también va en aumento. La
confiscación de los derechos de propiedad bajo formas y procesos legales tiende
a ser permitida cuando se aplica contra intereses poco populares y cuando se
limita a cantidades que no sublevan la conciencia. La expresión salvaje y terrible
dada a estos principios insidiosos en el pandemónium de la Revolución debe ser
recordada por todos. Tampoco debe pasarse por alto el hecho de que, como el Sr.

10
White indica, la Asamblea Nacional de Francia que originó y apoyó estas
medidas tuvo entre sus miembros a los franceses más capaces de la época.

John Mackay
Toronto General Trusts Building, Toronto, 31 de marzo de 1914.

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LA INFLACIÓN
DEL DINERO FIAT EN
FRANCIA
El trágico experimento de los Assignats
1790 – 1797

CÓMO LLEGÓ, QUÉ CONSECUENCIAS TRAJO


Y CÓMO ACABÓ 1

1
Documento leído ante una reunión de Senadores y Miembros de la Cámara de Representantes de ambos
partidos políticos en Washington, el 12 de abril, y ante el “Union League Club” en Nueva York, el 13
de abril de 1876, y ahora (1914) revisado y aumentado.

12
I
A
l principio del año 1789 la nación francesa se encontraba dentro de una
profunda turbación financiera: había una pesada deuda y un déficit muy
serio.

Las inmensas reformas de ese período, aunque políticamente eran una bendición
duradera, financieramente fueron un mal temporal. Había una falta general de
confianza en los círculos de negocio; el capital habían mostrado su proverbial
timidez al alejarse de la vista hasta donde le fue posible y a lo largo del país sólo
había estancamiento.

Las medidas propias de un estadista, la cuidadosa vigilancia y una sabia


administración indudablemente habrían conducido, en poco tiempo, a un retorno
de la confianza, una reaparición del dinero en circulación y a la reanudación de
los negocios; pero ello implicaba paciencia y abnegación y, hasta hoy en la
historia humana, éstos son los productos más raros de la sabiduría política. Pocas
naciones han podido alguna vez ejercer tales virtudes y Francia no era entonces
una de ellas.2

Hubo una búsqueda general de algún atajo hacia la prosperidad: poco tardó en
aparecer la idea de que la principal necesidad del país era más moneda
circulante; y tras esta idea siguieron rápidamente solicitudes de una emisión de
papel moneda. Necker era el Ministro de Finanzas en aquel período. En cuanto a
sus habilidades financieras era reconocido como uno de los grandes banqueros de
Europa, pero la suya era algo más que habilidad financiera: tenía un profundo
sentimiento de patriotismo y un alto sentido del honor personal. Las dificultades
que se le presentaron fueron grandes, pero él se esforzó firmemente en mantener
a Francia fiel a aquellos principios monetarios que la experiencia general de los
tiempos modernos había vislumbrado como el único camino hacia la seguridad
nacional. Cuando surgieron dificultades la Asamblea Nacional se apartó de él, y
pronto hubo entre sus miembros renovadas sugerencias de emitir papel moneda: los
oradores en las reuniones públicas, en los clubes y en la Asamblea, lo
proclamaron como una panacea, una manera de "hacerse de recursos sin pagar
intereses". Los periodistas adoptaron la idea y exhibieron sus bellezas. Entre
estos hombres estaba Marat, quien en su periódico, "El Amigo del Pueblo"
también se unió a las denuncias contra Necker exhibiéndolo – a él, un hombre de
2
Para ver pruebas de que la situación financiera de la Francia de aquel entonces no era desesperada de
ninguna manera, consulte "Economie Politique" (Economía Política) de Storch, Vol. IV, Pág. 159.

13
impecable honestidad que renunció a su salud y fortuna por el bien de Francia –
como un desgraciado que sólo buscaba enriquecerse con el erario público.

Necker luchó lo mejor que pudo contra la tendencia hacia la emisión de papel
moneda irredimible. Sabía muy bien a dónde había llevado siempre esa práctica,
incluso aunque estuviera rodeada de las garantías ideales. Entre quienes se
esforzaron en apoyar ideas similares a las suyas estaba Bergasse, diputado de
Lyons, cuyos folletos contra tales emisiones ejercieron, entonces y después, una
influencia quizás más amplia que cualquier otra: partes de esos folletos parecen
bastante inspiradas. Cualquiera que hoy lea sus profecías sobre los males que
seguramente generarían este tipo de dinero, sin duda le atribuirá una capacidad
de previsión milagrosa, si no fuera tan claro que su poder profético simplemente
se debía a un conocimiento de las leyes naturales reveladas por la historia. Sin
embargo, esta corriente a favor del papel moneda se volvió tan fuerte que se hizo
un esfuerzo por desviarla mediante un acuerdo, y durante los últimos meses de
1789 y los primeros meses de 1790 se deliberó en la Asamblea Nacional sobre la
posibilidad de emitir billetes basados en las tierras que eran propiedad de la
Iglesia – las cuales serían confiscadas para ese propósito. Pero debía tenerse
cuidado; la emisión debía ser en su mayor parte en forma de billetes de 1,000,
300 y 200 libras, demasiado grandes para ser usadas como dinero ordinario, pero
de tamaño conveniente para utilizarse en comprar las tierras de la Iglesia; además
de esto, generarían intereses y esto animaría a los poseedores a acumularlos. De
esta forma, la Asamblea se abstuvo de emitir obligaciones menores.

Todavía estaban presentes los recuerdos de la ruina que provocaron las grandes
emisiones de dinero de menor denominación durante una época anterior. Aun así,
la presión por contar con un dinero popular de uso universal se volvió cada vez
más fuerte. El comité de finanzas de la Asamblea informó que "las personas
exigen un nuevo medio de moneda circulante"; que "la circulación de papel
moneda es la mejor de las operaciones"; que "es la más libre porque se apoya en
la voluntad del pueblo"; que "unirá el interés de los ciudadanos al bien público".

El reporte apeló al patriotismo del pueblo francés con la siguiente exhortación:


"Mostrémosle a Europa que conocemos nuestras fortalezas; tomemos
inmediatamente el camino despejado hacia nuestra liberación, en lugar de
arrastrarnos por los tortuosos y oscuros caminos de los préstamos
fragmentarios". Concluyó recomendando una emisión de papel moneda,
cuidadosamente protegida, por la cantidad total de cuatrocientos millones de
libras, y se continuó con la discusión hasta que se eliminó la objeción a los
billetes menores. En el debate del asunto en sus diversas fases, fueron típicas las
declaraciones de M. Matrineau, quien favorecía el papel moneda en forma
amplia y contundente, y su único temor era que el Comité no había autorizado
suficiente; declaró que los negocios estaban estancados y que la única causa era
la falta de más moneda circulante; que el papel moneda debe convertirse en

14
moneda de curso legal; que la Asamblea debería estar por encima de los
prejuicios que el fracaso del papel moneda de John Law había causado varias
décadas antes. Como todos los partidarios del papel moneda irredimible, parecía
creer que las leyes de la Naturaleza habían cambiado desde las desastrosas
emisiones previas, y dijo: "El papel moneda bajo un despotismo es peligroso,
pues favorece la corrupción; pero en una nación gobernada en forma
constitucional, que por sí sola pone cuidado en la emisión de sus billetes y que
determina su número y uso, ese peligro ya no existe". Insistió en que los billetes
de John Law al principio restauraron la prosperidad, pero que la miseria y ruina
que causaron provinieron de su emisión excesiva, y que tal emisión excesiva sólo
era posible bajo un despotismo.3

M. del la Rochefoucauld dio su opinión de que los "assignats" sacarían el oro de


los cofres donde ahora se atesora".4

Por otra parte, Cazalès y Maury mostraron que el resultado sólo podría ser
desastroso. Quizá nunca ha habido una profecía política que se haya cumplido de
forma más exacta en cada una de sus líneas, que el terrible cuadro descrito en
uno de los discursos de Cazalès durante este debate. Sin embargo, la corriente
fue cada vez más fuerte; Petion hizo un brillante discurso a favor del dictamen, y
la influencia y experiencia de Necker fue desgastada gradualmente.

Mezclada con el argumento financiero hubo una fuerte súplica política. La


Asamblea Nacional había determinado confiscar los inmensos bienes raíces de la
Iglesia Francesa – las piadosas acumulaciones de mil quinientos años. Había
propiedades magníficas en el país, palacios de los obispos y edificios de
conventos en los pueblos; éstos formaban entre una cuarta parte y un tercio de los
todos los bienes raíces de Francia, y sumaban un valor de por lo menos dos mil
millones de libras. Mediante unos cuantos decretos, todo esto se volvió
propiedad de la nación. Nunca, al parecer, un gobierno había garantizado una
base más sólida para un gran futuro financiero.5

3
Consúltese Moniteur, sesión del 10 de abril de 1790.
4
Ibid., sesión del 15 de abril de 1790.
5
Para más detalles sobre esta lucha, consúltese Buchez y Roux,"Histoire Parlamentaire de la Revolution
Française" (Historia Parlamentaria de la Revolución Francesa) Vol. iii, pp. 364, 365, 404. Para conocer los
feroces pronunciamientos de Marat a lo largo de toda esta historia, consúltese el juego completo de su "L'ami
du peuple" (El amigo del pueblo) en la Colección del Presidente White de la Universidad de Cornell. Para el
folleto de Bergasse y un gran grupo de publicaciones similares, consúltese la misma colección. Para el efecto
producido por ellas, consúltese "Les Français sous la Revolución" (Los Franceses bajo la Revolución), de
Challamel; también, "La Société Française pendant la Revolution" (La sociedad francesa durante la
revolución) de De Goncourt, etc. Para el Reporte referido, consúltese "Histoire des classes ouvrières et de
l'industrie en France de 1789 à 1870", (Historia de las clases obreras y de la Industria en Francia de 1789 a
1870) de Levasseur, París, 1903, Vol. i., cap. 6. Levasseur (vol. 1, pág. 120), muy conservador en tales
estimaciones, establece el valor total de la propiedad de la iglesia en dos mil millones; otras autoridades lo
elevan hasta al doble de esa suma. Consúltese especialmente a Taine, Lib. ii, Cap. I., quién da la valoración
como de "aproximadamente cuatro mil millones". Sybel en "Gesch der Revolutionszeit" lo calcula en dos mil
millones y Briand en "La separation", etc., está de acuerdo con él. También consúltese a De Nervo en
"Finances Françaises" Vol. ii, pp. 236-240; y también a Alison en "Historia de Europa" Vol. i.

15
Hubo dos razones especiales por las que los estadistas franceses quisieron vender
rápidamente estas tierras. Primero, una razón financiera –obtener dinero para
aliviar al gobierno. Segundo, una razón política – hacer que esta tierra se
distribuyera entre en las prósperas clases medias y, de esta forma,
comprometerlas con la Revolución y con el gobierno que les dio su título.

Se alegó en forma apremiante que la emisión de cuatrocientos millones en papel


(no en la forma de bonos generadores de intereses, como se había propuesto en
un principio, sino en billetes pequeños y grandes), le daría a la tesorería recursos
inmediatos y que aliviaría las necesidades nacionales; y que una vez en
circulación este papel moneda estimularía los negocios; que le daría a todos los
capitalistas, grandes o pequeños, los medios para comprar a la nación los bienes
raíces eclesiásticos, y que a partir de los ingresos por la venta de estos bienes
raíces, la nación pagaría sus deudas y también obtendría nuevos fondos para
cubrir nuevas necesidades: jamás una teoría resultó tan seductora tanto para los
financieros como para los estadistas.

Sería un gran error suponer que los estadistas de Francia, o el pueblo francés,
ignoraban los peligros de emitir el papel moneda irredimible. Sin importar cuán
hábilmente se exhibiera el lado luminoso de este tipo de dinero, todos los
hombres sensatos en Francia recordaban su lado oscuro. A partir de la desastrosa
experiencia de la época de John Law, setenta años antes, conocían perfectamente
las dificultades y peligros de una moneda que no estuviera bien sustentada y
controlada. Habían aprendido entonces lo fácil que es emitir este dinero; lo difícil
es frenar su emisión excesiva; cuán seductoramente lleva a absorber los medios
económicos de los trabajadores y de los hombres con pequeñas fortunas; cuán
pesadamente cae sobre todos aquellos que viven sobre ingresos fijos, de sueldos
o salarios; cuán firmemente crea, sobre la prosperidad arruinada los hombres de
pocos recursos, una clase de especuladores corruptos, la clase más perjudicial
que una nación pueda albergar –más perjudicial, de hecho, que los delincuentes
profesionales a quienes la ley reconoce y puede controlar; cómo estimula la
sobreproducción al principio y después deja flácida a toda la industria; cómo
quebranta el ahorro y desarrolla la inmoralidad política y social. Francia había
aprendido perfectamente todo esto por experiencia. Muchos de los que vivían
entonces habían sentido el resultado de tal experimento –las emisiones de papel
moneda bajo John Law, un hombre que hasta la fecha es reconocido como uno de
los financieros más ingeniosos que el mundo haya conocido jamás; y allí estaban
sentados ahora, en la Asamblea Nacional de Francia, muchos que debían la
pobreza de sus familias a tales emisiones de papel moneda. Casi no había hombre
en el país que no hubiese oído maldecir a quienes emitieron aquel papel dinero
como los autores de la catástrofe más espantosa que Francia había experimentado
hasta entonces.6

6
Para ver instantes más impactantes de este sentimiento entre la generación más joven de franceses,
consúltese "Sur la Revolution" (Sobre la Revolución) de Challamel, Pág. 305. Para una historia general

16
No fue un simple gesto teatral, sino un impulso natural, lo que llevó a un sensato
estadista, durante el debate, a sostener un ejemplar de aquel viejo papel moneda
y declarar que estaba manchado con la sangre y lágrimas de sus padres.

Y también sería un error suponer que la Asamblea Nacional que discutió esta
cuestión estaba compuesta tan solo de revolucionarios desenfrenados; ninguna
conclusión podría ser más errada. Cualquiera que haya sido el carácter de los
hombres que legislaron para Francia posteriormente, ningún historiador serio
podrá negar, a pesar de todos los argumentos y sonrisas de desprecio de los
estadistas e historiadores reaccionarios, que pocos cuerpos legislativos han sido
más perspicaces en sus apreciaciones, como lo fue esta primera Asamblea
Constitucional Francesa. En ella se encontraban hombres tales como Sieyès,
Bailly, Necker, Mirabeau, Talleyrand, DuPont de Nemours y una multitud de
otros quienes, en diversas ciencias y en el mundo político, ya habían mostrado y
estaban destinados a partir de ese momento a destacarse entre los hombres más
fuertes y más perspicaces que Europa haya visto hasta ahora.

Pero la corriente hacia el papel moneda se había vuelto irresistible. Se instó


constantemente, y con una gran convicción, que si alguna nación podía emitir
papel moneda en forma segura, ahora esa nación era Francia, toda vez que ya
estaba totalmente advertida tras su severa experiencia bajo John Law; que ahora
existía un gobierno constitucional controlado por personas ilustradas y patrióticas
–no, como en la época de las emisiones anteriores de papel moneda, una
monarquía absoluta controlada por políticos y aventureros; que podía garantizar
cada libra de su papel moneda mediante una hipoteca virtual en un dominio de
tierras inmensamente más grande en valor que la emisión completa; que con
hombres como Bailly, Mirabeau y Necker a la cabeza, no podría cometer los
errores financieros y los crímenes por los que Francia había sufrido bajo John
Law, el Duque Regente de Orleans y el Cardenal Dubois.

Sobre la ciencia y la experiencia prevaleció la oratoria. En abril de 1790 vino el


decreto final para emitir cuatrocientos millones de libras en papel moneda,
basados en la propiedad confiscada a la Iglesia como garantía. Las deliberaciones
sobre este primer decreto y sobre la iniciativa para llevarla a efecto fueron muy
interesantes; sobresalieron en el debate Necker, DuPont de Nemours, Maury,
Cazalès, Petion, Bailly y muchos otros de no menos importancia. Las discusiones
fueron ciertamente muy hábiles; ninguna persona puede leerlas en toda su
extensión en el "Moniteur", ni siquiera en los resúmenes de la historia
parlamentaria, sin sentir que muchos historiadores modernos han sido

del papel moneda de John Law, consúltese a Henri Martin en "Histoire de France"; también a Blanqui
en "Histoire de l'économie politique" (Historia de la economía política) Vol. ii, pp. 65-87; también a
Senior en "Paper Money" (Papel moneda) sec. iii, Pt. I, también a Thiers en "Histoire de Law" (La
Historia de Law); también a Levasseur, ya citado, Lib. i, Cap. VI. Varios especímenes del papel moneda
de John Law se encuentran en la Colección White de la Biblioteca de la Universidad de Cornell,
algunos impresos con cifras enormes.

17
perversamente injustos con aquellos hombres que estaban luchando para
mantenerse de pie entre Francia y la ruina.

Esta suma –cuatrocientos millones, tan grande en aquellos días –se emitió en
assignats, que eran billetes asegurados por una garantía en bienes raíces
productivos y que le generaban intereses al propietario a razón de un tres por
ciento. Ningún dinero irredimible ha afirmado jamás poseer una garantía más
científica y práctica de su bondad y de su adecuado desempeño en las finanzas
públicas. Por un lado, tenía lo que el mundo reconoció como una garantía muy
práctica – una hipoteca en bienes raíces productivos de valor inmensamente
mayor que la emisión. Por otro lado, puesto que los billetes generaban intereses,
esa pareció ser una razón poderosa para que fueran retirados de la circulación
siempre que se volvieran redundantes.7

Los billetes se pusieron en circulación tan rápido como fue posible.


Contrariamente a los emitidos durante la época de John Law, éstos estaban
grabados con el más refinado estilo artístico. Para estimular la lealtad, se colocó
el retrato del rey en el centro; para despertar un espíritu cívico se le rodeó de
leyendas y emblemas patrióticos; para estimular la codicia pública, la cantidad de
interés que el billete produciría cada día a su propietario estaba impresa al
margen; y todo esto se decoró adecuadamente con sellos y firmas para mostrar
que estaba cuidadosamente registrado y controlado.8

Para rematar su trabajo, la Asamblea Nacional emitió un comunicado al pueblo


francés para explicar las ventajas del nuevo tipo de dinero. En este comunicado
consideró a la nación como "redimida a través de este gran medio de toda la
incertidumbre y de todos los resultados ruinosos del sistema de crédito". Predijo
que esta emisión "traería de vuelta abundancia y prosperidad a la tesorería
pública, al comercio y a todas las ramas de la industria".9

Vale la pena retomar algunos de los argumentos de este comunicado y, entre


ellos, el siguiente: "El papel moneda carece de valor inherente, a menos que
represente alguna propiedad especial. Sin representar alguna propiedad especial
es inadmisible en el comercio para competir con una moneda en metálico que
tiene un valor real e independiente de la acción pública; por consiguiente, el
papel moneda que únicamente tiene como base a la autoridad pública, sólo ha

7
Consúltese a Buchez y Koux en "Histoire Parlementaire" (historia parlamentaria) Vol. V, Pág. 321 y
subsecuentes. Para ver un argumento que demuestre que los assignats después de todo no estaban tan
bien garantizados como el dinero de John Law, consulte "Economie Politique" (economía política) de
Storch Vol. IV, Pág. 160.
8
Para ver especímenes de esta primera edición y de casi cualquier otra emisión durante la Revolución
Francesa, consúltese la amplia colección de originales en la Biblioteca Universitaria de Cornell. Para un
colección virtualmente completa de copias fotográficas, consúltese "Cent Ans de Numismatique
Française" (Cien años de numismática francesa) de Dewamin, Vol. i, passim.
9
Consulte "Addresse de 1'Assemblée Nationale sur les emissions d'assignats monnaies" (Comunicado de
la Asamblea Nacional sobre las Emisiones de Billetes Assignats) Pág. 5.

18
causado ruina dónde ha sido establecido; ésa es la razón por la que los billetes
bancarios de 1720, emitidos por John Law, después de haber causado males
terribles, sólo han dejado recuerdos escalofriantes. Por consiguiente, la Asamblea
Nacional ha deseado no exponerlos a este peligro, y le ha conferido a este nuevo
papel moneda un valor derivado no sólo de la autoridad nacional sino un valor
real e inmutable, un valor que le permite sostener una competencia ventajosa con
los propios metales preciosos".10

Pero quizá la declaración final fue la más interesante: "Estos assignats, que
generan intereses como lo hacen, pronto serán considerados mejores que la
moneda atesorada hasta ahora, y la pondrá de nuevo a circular". El rey también
fue inducido a emitir una proclamación recomendándole a su pueblo que
recibiera esta nueva moneda sin objeción alguna.

Todo esto causó una gran alegría. Entre las diversas expresiones de este
sentimiento estuvo la carta de M. Sarot, dirigida al editor del Periódico de la
Asamblea Nacional y difundida a lo largo de Francia. M. Sarot apenas es capaz
de contenerse cuando anticipa la prosperidad y la gloría que esta emisión de
papel habrá de traer a su país. Sólo una cosa le molesta, y es el folleto de M.
Bergasse contra los assignats; por consiguiente, después de una larga serie de
argumentos y protestas para dar una prueba final de su confianza en el papel
moneda y su completo escepticismo sobre los males predichos por Bergasse y
otros, M. Sarot solemnemente pone su casa, jardín y mobiliario en el altar de su
país y ofrece venderlos exclusivamente a cambio de papel moneda.

Hubo algunas reacciones negativas. Éstas aparecieron sobre todo entre el clero
que naturalmente aborreció la confiscación de la propiedad de la Iglesia. Varios
eclesiásticos hicieron discursos, algunos de ellos llenos de argumentos
apropiados y sesudos contra la emisión propuesta de papel moneda; se ha
conservado el sermón de un sacerdote que amenazó con la condenación eterna a
todas las personas que usaran el nuevo dinero. Pero la mayor parte del pueblo
francés, que había sufrido opresión eclesiástica durante mucho tiempo, comparó
a estos pronunciamientos con un pez que se retuerce mientras agoniza en el
anzuelo, y disfrutó el espectáculo lo más que pudo.11

El primer resultado de esta emisión fue, en apariencia, todo aquello que podían
haber deseado los más optimistas: el tesoro se alivió enormemente y de
inmediato; se pagó una parte de la deuda pública; se alentó a los acreedores; se
reavivó el crédito; se cumplieron los gastos ordinarios y, como una considerable
parte de este papel moneda había pasado del gobierno a manos de la gente,
aumentó el comercio; todas las dificultades parecieron desvanecerse. Las

10
Ibid., Pág. 10.
11
Para Sarot, consúltese "Lettre de M. Sarot" (Carta de M. Sarot) París, 19 de abril de 1790. Acerca del
sermón referido véase a Levasseur como ya se citó, Vol. i, Pág. 136.

19
preocupaciones de Necker y las profecías de Maury y Cazalès parecían haber
demostrado ser absolutamente falsas. Y, de hecho, es bastante posible que si las
autoridades nacionales hubiesen detenido esta emisión, los males financieros que
después surgieron no habrían sido tan severos; los cuatrocientos millones en
papel moneda emitidos entonces, simplemente habrían descargado la función de
una cantidad similar en especie. Pero pronto apareció otro resultado: los tiempos
se tornaron menos fáciles; para fines de septiembre, dentro de un lapso de cinco
meses a partir de la emisión de los cuatrocientos millones en assignats, el
gobierno ya los había gastado y estaba de nuevo en dificultades.12

Entonces, el viejo remedio se presentó de forma inmediata y natural en la


imaginación de los hombres. A lo largo del país empezó a demandarse otra
emisión de papel moneda; los pensadores empezaron entonces a recordar lo que
sus padres les habían dicho sobre el seductor camino de las emisiones de papel
moneda durante la época de John Law, y a recordar las profecías que ellos
mismos habían escuchado menos de seis meses antes, en el debate originado a
raíz de la primera emisión de assignats.

En aquel momento los detractores del papel moneda habían profetizado que, una
vez en el camino descendente de la inflación, la nación ya no podría detenerse y
que seguirían más emisiones. Los partidarios de la primera emisión habían
afirmado que eso era una calumnia; que ahora el pueblo tenía el control y que
ellos podrían verificar y verificarían esas emisiones siempre que lo desearan.

En consecuencia, los debates en la Asamblea fueron caóticos: unos cuántos


proyectistas y soñadores se hacían oír y hablaban a favor del papel moneda;
muchos de los más superficiales y acomodaticios estaban inclinados a conceder;
los más sensatos se esforzaban por hacer frente a la corriente.

Hubo un hombre que podría haber resistido la presión: Mirabeau. Era el ídolo
popular – el gran orador de la Asamblea y mucho más que un gran orador –pues
había guiado a la nación a un través de algunos de sus peores peligros mediante
una intrepidez casi divina; en los diversos conflictos había mostrado no sólo
intrepidez en la oratoria, sino una previsión asombrosa. Acerca de su verdadera
opinión sobre una moneda inconvertible no puede haber ninguna duda. Era la
opinión que todos los verdaderos estadistas han sostenido antes de su tiempo y
después – en su propio país, en Inglaterra, en Norteamérica, y en toda nación
moderna y civilizada. En su carta a Cerutti, escrita en enero de 1789, apenas seis
meses antes, se había referido al papel moneda como "semillero de tiranía,
corrupción y engaño; un verdadero exceso de la autoridad en el delirio". En uno
de sus primeros discursos en la Asamblea Nacional, cuando Anson secretamente
sugirió su emisión, Mirabeau se había referido a este tipo de dinero como "un

12
Von Sybel,"History of the French Revolution" (Historia de la Revolución francesa) Vol. i, Pág. 252;
también Levasseur, como más arriba, pp. 137 y subsecuentes.

20
préstamo a un ladrón armado", y dijo: "ese infame nombre, papel moneda, debe
desterrarse de nuestro idioma". En sus cartas privadas escritas en aquel
momento, las cuales fueron reveladas en un período posterior, mostró que estaba
totalmente consciente de los peligros de la inflación. Pero se rindió ante la
presión: en parte, porque consideró importante vender al pueblo rápidamente las
tierras gubernamentales y, de esta forma, desarrollar velozmente una gran clase
de pequeños hacendados que jurasen apoyar al gobierno que les concedió sus
títulos; en parte, indudablemente, por una ansia de reconocimiento y aplauso
inmediato en lugar del reconocimiento posterior; y en general, por una vaga
esperanza en que las rígidas e inexorables leyes financieras que habían traído
severos castigos a los gobiernos que emitieron una moneda sin respaldo en otros
países y en otros tiempos, podrían de alguna manera y en este momento no
hacerlo con Francia.13

El asunto lo planteó el reporte de Montesquieu el 27 de agosto de 1790. Este


reporte favoreció, con evidente recelo, una emisión adicional de papel moneda.
Continuó declarando que la emisión original de cuatrocientos millones, aunque
objetada al principio, había demostrado ser exitosa; que los assignats eran
económicos, aunque presentaban peligros; y como clímax vino su declaración:
"Debemos salvar al país"14

En base a este reporte, Mirabeau pronunció entonces uno de sus discursos más
poderosos. Confesó que al principio había temido la emisión de assignats, pero
que ahora se atrevía a impulsarla; que la experiencia había mostrado que la
emisión de papel moneda era muy útil; que el reporte demostraba que la primera
emisión de assignats era un éxito; que los asuntos públicos habían salido del
apuro; que la ruina había sido revertida y el crédito reestablecido. Argumentó
entonces que había una diferencia entre el papel moneda de reciente emisión y
aquel por el que la nación había sufrido tanto en la época de John Law; declaró
que la nación francesa se había iluminado ahora y agregó: "en esta cuestión, las
engañosas sutilezas ya no pueden despistar a los patriotas y hombres de razón."
Continuó diciendo: "debemos terminar los que hemos empezado" y declaró que
debía hacerse una emisión más grande de papel moneda, garantizada por las
tierras nacionales y por la buena fe de la nación francesa. Para mostrar cuán
práctico era el sistema insistió en que tan pronto como el papel moneda se
volviera demasiado abundante sería absorbido en rápidas adquisiciones de tierras
nacionales; e hizo una comparación muy llamativa entre este sistema
autoajustable y las lluvias, que primero caen sobre la tierra, luego se convierten
en ríos crecientes que desembocan en el mar, luego se levantan como vapor y
finalmente caen de nuevo sobre la tierra para volverla a fertilizar rápidamente.

13
Para la opinión verdadera de Mirabeau sobre el papel moneda irredimible, consúltese su carta a Cerutti,
en un artículo principal del "Moniteur"; también "Memoires de Mirabeau" Vol. VII, pp. 23, 24 y en
otras. Para sus comentarios antes citados, consúltese a Levasseur, ibid., Vol. i, Pág. 118.
14
Consúltese "Moniteur," 27 de agosto de 1790.

21
Predijo que los miembros se sorprenderían ante el asombroso éxito de este papel
moneda y que no circulaba demasiada cantidad de éste.

Su teoría creció en base a lo que la alimentaba – tal como generalmente lo ha


hecho la teoría del papel moneda. Hacia el cierre, en un estallido de elocuencia,
sugirió que los assignats fuesen creados en una cantidad suficiente para cubrir la
deuda nacional, y que todos los terrenos nacionales fuesen puestos a la venta
inmediatamente, prediciendo que así la prosperidad regresaría a la nación y que
todas las clases verían a esta emisión adicional de papel moneda como una
bendición.15

Este discurso fue interrumpido frecuentemente por aplausos; un voto unánime


ordenó que se imprimiera y se difundieron copias a lo largo de toda Francia. El
entusiasmo que generó este discurso, canceló toda discusión posterior; Gouy se
levantó y propuso liquidar la deuda nacional -de dos mil cuatrocientos millones –
en sus propias palabras: "mediante una sola operación, grande, simple y
magnífica".16 Esta "operación" debía ser la emisión de dos mil cuatrocientos
millones en billetes de la moneda de curso legal, y una ley que estipulara que la
moneda de oro no debería ser aceptada para adquirir tierras nacionales. Su
demagogia fructificó magníficamente. Lanzó una apelación al pueblo, quien,
usando su halagadora expresión, "habrá por sí solo de hacer prevalecer la ley en
un asunto tan interesante". Al reportar su discurso, los periódicos del momento
anotaron un comentario significativo: "Este discurso fue fuertemente aplaudido".

A este contestó Brillat-Savarin, quien llamó la atención hacia la depreciación de


los assignats que ya se sentía. Intentó hacer que la Asamblea viera que las leyes
naturales operan en forma tan inexorable en Francia como en cualquier otra
parte; predijo que si se realizaba esta nueva emisión vendría una depreciación del
treinta por ciento. Es curioso que el hombre que tan intrépidamente se opuso a
esta corriente de sinrazón haya heredado al mundo tan solo la reputación como el
cocinero más brillante que ha existido. Fue seguido por Abbe Goutes, quien
declaró – lo que pareció grotesco para aquellos que han leído la historia del papel
moneda irredimible en cualquier país – que las nuevas emisiones de papel
moneda "proporcionarán una moneda circulante que protegerá a la moral pública
de la corrupción.17

En este debate se introdujo un reporte de Necker. En los hechos, no pudo ser el


gran estadista a quien Francia necesitaba de manera tan especial en ese momento.
Necker no reconoció el hecho de que la nación estaba entrando en una gran
revolución, pero pudo observar y vio que, viniese lo que viniese, existían simples
15
"Moniteur," 28 de agosto de 1790; también Levasseur, como se citó anteriormente, pp. 139 et seq.
16
"Par une seule opération, grande, simple, magnifique" (mediante una sola operación, grande, simple y
magnífica) Consulte "Moniteur". En su conjunto suena curiosamente como las propuestas de los
"Greenbackers" (billetes) con respecto a la deuda norteamericana, unos años después.
17
"Moniteur", 29 de agosto de 1790.

22
principios de finanzas que había que cumplir. Por consiguiente, se esforzó para
disuadir a la Asamblea de la emisión propuesta, sugiriendo que podrían
encontrarse otros medios diferentes para lograr el resultado y predijo males
terribles. Pero la corriente iba demasiado rápida. Necker fue desdeñado como un
hombre del pasado; presentó su renuncia y dejó Francia para siempre.18 Los
partidarios del papel moneda celebraron con alegría su partida y su coro resonó
en el periodismo de la época. Faltaban palabras para expresar su desprecio hacia
un hombre que era incapaz de ver las ventajas de llenar la tesorería con las
emisiones de una imprenta. Marat, Hébert, Camille Des-moulins y la masa
completa de hombres que pronto los seguirían a la guillotina estaban
especialmente felices.19

Continuando el debate, Rewbell atacó a Necker diciendo que los assignats no


estaban a la par porque todavía no había suficientes de estos; insistió en que los
pagos de las tierras públicas se recibieran solamente en assignats y sugirió que se
fundieran las campanas de las iglesias del reino para hacer monedas de cambio.
Le Brun atacó el esquema completo en la Asamblea, tal como había hecho en el
Comité, declarando que la propuesta, en lugar de aliviar a la nación, la arruinaría.
Los escritos de la época informan de manera significativa que a esto surgieron
muchos murmullos. Chabroud vino al rescate, dijo que la emisión de assignats
aliviaría el sufrimiento del pueblo y presentó impecablemente la nueva teoría del
papel moneda y su fundamento mediante las siguientes palabras: "La tierra es la
fuente del valor; no se puede distribuir la tierra en un valor circulante, pero este
papel moneda se vuelve representativo de ese valor y es evidente que los
acreedores de la nación no serán dañados por tomarlo". Por otro lado, apareció
en el periódico principal, el "Moniteur", un artículo muy reflexivo contra el papel
moneda, el cual resume todo diciendo: "Resulta, entonces, evidente que todo el
papel moneda que, a voluntad del portador, no se puede convertir en oro no
puede descargar las funciones del dinero". Este artículo continúa y cita la opinión
anterior de Mirabeau en su carta a Cerutti, publicada en 1789, –la famosa opinión
del papel moneda como “semillero de tiranía, corrupción y engaño; un verdadero
exceso de la autoridad en el delirio". En la Asamblea, Lablache citó un máxima
que dice que "el papel moneda es el vomitivo de las grandes naciones".20

Boutidoux, recurriendo a inventar frases, llamó a los assignats "un papier terre"
o " la tierra convertida en papel moneda". Boislandry contestó vigorosamente y
predijo malignos resultados. Continuaron publicándose folletos, entre ellos uno
muy cáustico que fue llevado y leído en Asamblea –la verdad que presentó con
gran claridad era, simplemente, que duplicar la cantidad de dinero o de
substitutos del dinero en una nación solamente aumenta los precios, perturba los
valores, alerta al capital, disminuye a la empresa legítima, y de esta forma
18
Consúltese a Lacretelle, "18me Siécle" (siglo XVIII) Vol. VIII, pp. 84-87; también a Thiers y Mignet.
19
Consúltese a Hatin en "Histoire de la Presse en France" (Historia de la prensa en Francia) Vols. V y
VI.
20
Consúltese "Moniteur," Sept. 6, 6 y 20, 1790.

23
disminuye la demanda de productos y de mano de obra; que las únicas personas
que se benefician de éste son los ricos que tienen grandes deudas que pagar. Este
folleto lo firmaba "un amigo del pueblo" y fue recibido con grandes aplausos por
la minoría sensata de la Asamblea. Du Pont de Nemours, que había apoyado a
Necker en el debate sobre la primera emisión de assignats, se levantó, admitió
que el folleto era suyo; dijo tenazmente que él siempre había votado en contra de
la emisión del papel moneda irredimible y que siempre lo haría.21

El discurso de Talleyrand fue mucho más importante que cualquier otro


argumento contra la inflación. Él era uno de los estadistas franceses más
intrépidos y radicales. Talleyrand, anteriormente obispo, había sido quien, más
que cualquier otra persona, había llevado a cabo la medida extrema de tomar en
posesión de la nación las grandes propiedades territoriales de la Iglesia, y había
apoyado la primera emisión de cuatrocientos millones. Pero ahora adoptó un tono
judicial, un intento de mostrarle a la Asamblea la muy simple verdad de que el
efecto de una segunda emisión de assignats podría ser diferente al de la primera;
que la primera fue evidentemente necesaria; que la segunda podría ser tan
perjudicial como útil fue la primera. Exhibió los diversos puntos débiles de las
falacias sobre la inflación y presentó fuertemente la trillada verdad de que
ninguna ley y ningún decreto podían mantener las grandes emisiones de papel
irredimible a la par con la moneda de oro.

En su discurso encontramos estas palabras: "Ustedes pueden, de hecho, arreglar


las cosas de modo que el pueblo se vea obligado a tomar mil libras en papel
moneda, en lugar de mil libras en moneda de oro; pero nunca podrán arreglar las
cosas de modo que un hombre esté obligado a entregar mil libras en moneda de
oro a cambio de mil libras en papel. En ese hecho se resume la cuestión
completa y debido a ese hecho, todo el sistema fracasa.”22

Toda la nación empezó a tomar parte en el debate; los pensadores comprendieron


que este era el punto de inflexión entre lo bueno y lo malo, que la nación estaba
ante una encrucijada. La mayoría de las grandes ciudades comerciales se
alarmaron y enviaron protestas contra la nueva emisión – veinticinco se
opusieron y siete estuvieron a favor.

Pero se levantaron los teóricos elocuentes para glorificar al papel moneda y entre
éstos Royer, quien el 14 de septiembre de 1790, presentó un folleto titulado
"Reflexiones de un Ciudadano Patriótico ante la emisión de Assignats" en el que
dio muchas razones capciosas por las que los assignats no podían ser eliminados,
y calificó a los argumentos en su contra como "viles clamores de gente
sobornada para afectar la opinión pública". Dijo a la Asamblea Nacional: "Si es
21
Consúltese a Levasseur, Vol. i, Pág. 142.
22
Consúltese el discurso en "Moniteur"; también en el Apéndice a Thiers "Historia de la Revolución
Francesa".

24
necesario crear cinco mil millones, y más, en papel moneda, con gusto decreto
tal creación". También predijo, como tantos otros, que llegaría un tiempo en que
el oro perdería todo su valor, ya que todos los intercambios se harían con este
admirable papel moneda garantizado y, por consiguiente, que la moneda metálica
saldría de los lugares dónde estaba atesorada. Predijo tiempos prósperos para
Francia en caso de que continuaran estas grandes emisiones de papel y declaró
que estas eran "el único medio para garantizar la felicidad, la gloria y la libertad
a la nación francesa". Discursos como estos le dieron valor a un nuevo enjambre
de teóricos –empezó a notarse en forma especial que muchos hombres que nunca
habían mostrado habilidad alguna para hacer o incrementar su fortuna por sí
mismos, estaban ahora llenos de planes para crear e incrementar la riqueza de
todo el país.

Como el impulso más grande de todos, el 27 de septiembre de 1790, vino el


último discurso de Mirabeau. El más sobrio y conservador de sus antagonistas
modernos describe su elocuencia como "prodigiosa". En este discurso, el gran
orador lidia primero con la necesidad política involucrada, declarando que la
necesidad más apremiante era hacer que las tierras gubernamentales estuvieran
en manos del pueblo, y de esta forma comprometer con la nación y contra las
viejas clases privilegiadas, a la nueva clase de hacendados creada mediante esta
forma.

A lo largo de sus argumentos hay un punto principal fortalecido con toda su


elocuencia e ingenio, a saber, la excelencia del dinero propuesto, su estabilidad y
su seguridad. Mirabeu declara que, al estar basados en la garantía de las tierras
públicas y ser convertibles en estas propiedades, los billetes están mejor
garantizados que si fueran amortizables en oro; que los metales preciosos sólo se
emplean en las artes secundarias, mientras el papel moneda francés representa la
primera y más real de todas las propiedades: la fuente de toda la producción, la
tierra; que mientras otras naciones se han visto obligadas a emitir papel moneda,
ninguna han sido jamás tan afortunada como la nación francesa, por la razón de
que ninguna ha sido capaz de proporcionar esta garantía en bienes raíces; que
quien tome el papel moneda francés tiene prácticamente una hipoteca para
garantizarlo – y tiene en propiedad tierras que pueden venderse fácilmente para
satisfacer sus exigencias, mientras que otras naciones sólo han podido ofrecer a
cambio de su papel moneda, un derecho indefinido sobre la nación en abstracto.
Y exclama: "¡Preferiría tener una hipoteca sobre un jardín que sobre un reino!"

Otros argumentos suyos son más demagógicos. Declara que los únicos intereses
afectados serán los de los banqueros y capitalistas, pero que los fabricantes verán
su prosperidad restaurada. Algunos de sus argumentos parecen casi pueriles,
como cuando dice "Si el oro ha sido acumulado por cobardía o por maldad, la
emisión de papel mostrará que el oro no es necesario, y entonces surgirá". En
conjunto, el discurso fue brillante, a menudo interrumpido por aplausos. Y puso

25
punto final a la cuestión. La gente no se detuvo a considerar que este era el
enérgico discurso de un orador y no el juicio maduro de un experto financiero;
no comprendían que llamar a Mirabeau o a Talleyrand - que habían mostrado
intrepidez ante el peligro y fuerza durante el conflicto - para aconsejar sobre la
política monetaria, era como acudir a un luchador profesional para componer un
reloj.

En vano mostró Maury que, aunque las primeras emisiones del papel de John
Law habían traído prosperidad, las que le siguieron trajeron miseria; en vano
hizo referencia de un libro publicado en la época de John Law, mostrando que
Law era considerado al principio un patriota y benefactor de la humanidad; en
vano sostuvo en alto frente a la Asamblea uno de los billetes de Law y apeló a
sus recuerdos de la miseria que estos trajeron Francia; en vano presentó Du Pont
un plan simple y realmente inteligente para introducir pagarés para el pago del
pasivo flotante, que no formarían parte del medio circulante ordinario; nada
podía resistir la elocuencia de Mirabeau. A continuación, Barnave insistió que
"el papel moneda de Law estaba basado en los fantasmas del Mississippi; el
nuestro, en la sólida base de las tierras eclesiásticas" y demostró que los
assignats ya no podían depreciarse más. El periódico de Prudhomme desdeñó el
oro como garantía para la moneda, exaltó a los bienes raíces como la única base
verdadera y fue muy ferviente en alabar las características de convertibilidad y
autoajuste del esquema propuesto. A pesar de tantos argumentos aparentemente
creíbles y tanta elocuencia, una gran minoría se mantuvo firme en sus principios
anteriores, pero el 29 de septiembre de 1790, en una votación de 508 contra 423,
se consumó el hecho; se aprobó una iniciativa que autorizaba la emisión de
ochocientos millones en nuevos assignats, pero se declaraba solemnemente que
en ningún caso la cantidad completa puesta en circulación excedería los mil
doscientos millones. Para hacer que la convicción fuera doblemente segura, la
iniciativa también preveía que tan pronto como los assignats fueran pagados a la
tesorería a cambio de tierras, debían ser quemados y así se mantendría
constantemente una saludable contracción. A diferencia de la primera emisión,
estos nuevos billetes no generarían intereses.23

Grandes fueron los aplausos de la nación ante este alivio. Entre la gran cantidad
de folletos que expresaron esta alegría y que han sobrevivido hasta nuestros días,
el "Amigo de la Revolución" es el más interesante. Empieza como sigue:
"Ciudadanos, se ha realizado el contrato. Los assignats son la piedra angular del
arco, que finalmente se ha puesto en su sitio. Ahora puedo anunciarles que la
Revolución ha terminado y sólo queda una o dos cuestiones importantes. Todo el
resto no es más que cuestión de detalle que ya no puede privarnos del placer de
admirar en su integridad este importante trabajo. Las provincias y las ciudades
comerciales, que al principio estaban alarmadas ante la propuesta de emitir tanto
papel moneda, ahora envían expresiones de gratitud; el oro está saliendo para
23
Consulte a Levasseur en "Classes ouvrières" (las clases obreras) etc., Vol. i, Pág. 149.

26
unirse al papel moneda. Los extranjeros vienen a nosotros de todas partes de
Europa a buscar su felicidad bajo leyes que admiran; y pronto Francia,
enriquecida por su nueva propiedad y por la industria nacional que se está
preparando para la productividad, exigirá otra creación más de papel moneda".

Francia estaba ahora totalmente comprometida con una política de inflación; y si


antes había habido alguna duda de esto, ahora todas las dudas fueron despejadas
por varios actos que son muy significativos porque muestran la superlativa
dificultad para detener a una nación, una vez que está dentro de la marejada de
una moneda en depreciación. Desde el principio, la Asamblea Nacional había
mostrado una liberalidad asombrosa con respecto a todo tipo de empresas,
inteligentes o tontas, que fueron apoyadas "para el bien del pueblo". Como
resultado de éstas y otras generosidades, el viejo clamor de "falta de moneda
corriente" se presentó de nuevo; y especialmente fuertes eran los clamores por
billetes más pequeños. El dinero más barato había desplazado en gran medida al
más estimado; el papel había causado que las pequeñas monedas de plata y cobre
casi desaparecieran; toda clase de pagarés quirografarios, que circulaban bajo el
nombre de "letras de confianza", inundaron a Francia –sesenta y tres tipos tan
solo en París. Esta moneda sin garantía causó interminable confusión y fraude.
Los diferentes distritos de Francia empezaron a emitir sus propios assignats en
pequeñas denominaciones, y esta acción incitó a la Asamblea Nacional a evadir
la solemne garantía de que la circulación no sería mayor a los mil doscientos
millones y que todos los assignats devueltos a la tesorería por tierras compradas
debían ser quemados inmediatamente.24 En un corto lapso se habían recibido en
la tesorería, por la venta de tierras, ciento sesenta millones de libras en papel
moneda. De acuerdo a los términos de los decretos anteriores, esta cantidad de
papel debería haber sido retirada. En lugar de esto, y bajo el argumento de la
necesidad, la mayor parte de ésta fue re-emitida en forma de billetes pequeños.

Había muchas excusas para hacer nuevas emisiones de billetes pequeños ya que,
bajo la teoría de que una emisión de billetes menores sacaría a la plata de la
circulación, el assignat autorizado más pequeño fue por cincuenta libras. Se
intentó de todo para suministrar plata y cobre, y para mantenerlos en circulación.
Los ciudadanos fueron incitados por la ley a enviar sus objetos domésticos y
joyas de plata a la casa de moneda. Incluso el rey envió sus platos de plata y oro,
y las iglesias y conventos fueron obligados por la ley a enviar a la fundición
gubernamental todos los recipientes de plata y oro que no fueran indispensables
para el culto público. Para las monedas de cobre se fundieron las campanas de las
iglesias. Pero la plata e incluso el cobre, continuaron volviéndose cada vez más
escasos. En medio de todo esto, se intentaron varias maquinaciones, y en
noviembre de 1790 la Asamblea decretó un solo estándar de acuñación; el metal

24
Consúltese Levasseur, pp. 151 et seq. Varios ejemplos de estas "letras de confianza" pueden verse en la
Biblioteca de la Universidad de Cornell.

27
escogido fue la plata, y la proporción entre los dos metales preciosos se cambió
de 15½ a 1, a 14½ a 1. Sin embargo, todo fue en vano. Se consideró necesario
emitir el temido papel de baja denominación, y se inició emitiendo cien millones
en billetes de cinco francos y, mucho antes, atendiendo al clamor universal, se
emitieron billetes de pergamino en diversas denominaciones pequeñas de hasta
un solo sou.25

Sin embargo, cada una de estas emisiones, grande o pequeña, no significaba más
que una gota de agua para una garganta sedienta. Aunque ya había un aumento
de precios que mostraba que se había excedido la cantidad necesaria para la
circulación, continuaba el clamor por "más moneda circulante". La presión por
nuevas emisiones se volvió cada vez más fuerte. La masa del pueblo parisiense y
el Club Jacobino fueron especialmente ruidosos en sus exigencias y unos meses
después, el 19 de junio de 1791, con pocos discursos, en medio de un silencio
muy ominoso, se realizó una nueva emisión de seiscientos millones más –menos
de nueve meses después de la gran emisión anterior, con sus solemnes
juramentos de mantener baja la cantidad en circulación. Con excepción de unos
cuantos pensadores, la nación entera cantó alabanzas de nuevo.26

En esta facilidad para hacer nuevas emisiones se observa la acción de una ley
financiera tan cierta como la acción de una ley similar en el campo de las
ciencias físicas. Debido a una ley muy conocida, cuando un cuerpo cae, su
velocidad se acelera en una proporción constantemente creciente: de modo que
en las emisiones de dinero irredimible, en obediencia de las teorías de un cuerpo
legislativo o del pueblo en su conjunto, hay una ley natural que determina que
tanto las emisiones como la depreciación de la moneda de papel aumentarán
rápidamente. Los primeros billetes inflacionarios fueron aprobados con gran
dificultad, después de una resistencia muy tenaz y por unos cuantos votos de casi
mil en total; pero ahora observamos que las nuevas medidas de inflación fueron
aprobadas cada vez más fácilmente y tendremos ocasión de ver la acción de esta
misma ley en un grado más impactante conforme se desarrolle esta historia.

Durante las diversas etapas de este debate aparecía una doctrina vieja y ominosa.
Era la misma que apareció hacia el final del siglo XIX en los Estados Unidos,
durante lo que se conoció como la "fiebre por los billetes "greeenback" y la
"fiebre por la plata libre". Esta doctrina fue refutada en Francia por Turgot una
generación antes de la Revolución, justamente de la misma forma tan brillante
como fue encarada cien años después, en los Estados Unidos, por James A.
Garfield y sus colegas. Ésta doctrina pregona que cualquier tipo de dinero, ya sea
oro, papel, cuero o cualquier otro material, deriva su eficiencia de la estampa
oficial que porta y que, siendo este el caso, un gobierno puede relevarse de sus
25
Consúltese a Levasseur, Vol. i, pp. 155-156.
26
Consúltese a Von Sybel, "Historia de la Revolución" Vol. i, Pág. 265; también a Levasseur, como se
citó anteriormente, Vol. i, pp. 152-160.

28
deudas y hacerse rico y próspero simplemente por medio de la imprenta: –
fundamentalmente la teoría que subyacía a la posterior doctrina norteamericana
del "dinero fiat".

De regreso a lo sucedido en Francia, vinieron las murmuraciones y finalmente


discursos en el Club Jacobino, en la Asamblea y en los artículos de periódico y
panfletos a lo largo del país, que daban por buena esta doctrina. Esto difícilmente
podría afectar el juicio de los pensadores que tenían en la mente las calamidades
traídas al pueblo entero, y en especial a las clases más pobres, por esa misma
teoría tal como fue puesta en práctica por John Law, o como fue refutada por
Turgot, pero sirvió para acrecentar el clamor popular en favor de la emisión de
más assignats, y bastantes de ellos.27

Ahora la gran mayoría de los franceses se convirtieron en optimistas


desesperados, declarando que la inflación era prosperidad. A lo largo de Francia
se esparció temporalmente una buena sensación. La nación se estaba
embriagando de papel moneda. La buena sensación era la de un borrachín justo
después de su trago; y debe notarse como un hecho histórico simple,
correspondiente a un hecho fisiológico, que, conforme los "tragos" de papel
moneda ocurrieron cada vez más rápido, los períodos sucesivos de agradable
sensación se volvieron más cortos.

Comenzaron a aparecer varias señales negativas. Inmediatamente después de


cada nueva emisión vino una marcada depreciación; sin embargo, es curioso
notar la resistencia general para asignar la causa correcta de esta situación. El
declive en el poder adquisitivo del papel moneda obedecía las leyes más simples
de la economía, pero Francia había ido ahora más allá de sus estadistas
pensadores y se había refugiado en el optimismo inamovible, dando a las nuevas
dificultades cualquier explicación, menos la correcta. Un miembro principal de la
Asamblea insistió, en un discurso muy elaborado, que la causa de la depreciación
era simplemente la necesidad de conocimiento y de confianza entre la población
rural y sugirió medios para ilustrarlos. La Rochefoucauld propuso emitir un
comunicado al pueblo que mostrara la bondad del dinero y lo absurdo de preferir
la moneda de oro o plata. El comunicado fue votado unánimemente. Con igual
éxito podrían ellos haber intentado mostrar que una bebida mezclada, mitad vino
y mitad agua, poseería toda la calidad estimulante del líquido original puro.

Otro hecho amenazador despertó la atención: los metales desaparecían cada vez
más. Las explicaciones a este hecho también desplegaron un ingenio maravilloso
para encontrar razones falsas y evadir la verdadera. Una explicación muy común
fue indicada en el periódico de Prudhomme, "Les Revolutions de París", el 17 de

27
Para el argumento de Turgot contra la teoría de la "moneda fiduciaria", consulte a A. D. White en
"Siete Grandes Estadistas en la Guerra de la Humanidad contra la Sinrazón", artículo sobre Turgot, pp.
169, et seq.

29
enero de 1791, el cual declaró que la moneda de oro y plata "seguirá subiendo
hasta que el pueblo haya colgado a un corredor de bolsa". Otra teoría popular era
que la familia de los Borbones estaba, de alguna manera misteriosa, extrayendo
todo el dinero sólido hacia sus principales centros de conspiración en Alemania.
Cómicas y al mismo tiempo patéticas fueron las evidencias de la difundida idea
de que sólo si un considerable número de gente involucrada en el comercio fuese
colgada, se restauraría el valor de la paridad de los assignats.

Otra idea favorita fue que había emisarios británicos infiltrados entre la gente,
que propalaban ideas hostiles contra el papel moneda. Se hicieron grandes
esfuerzos por encontrar a estos emisarios y más de una persona inocente
experimentó la ira popular bajo la suposición de que estaba involucrada en elevar
el valor del oro y depreciar el papel moneda. Incluso Talleyrand, astuto como
era, insistió en que la causa era simplemente que las importaciones eran
demasiado grandes y las exportaciones muy pequeñas.28 Con la misma lógica él
podría explicar el hecho de que cuando se mezcla aceite con agua, el agua se va
al fondo, diciendo que esto es porque el aceite sube. Esta desaparición del oro y
de la plata fue el resultado de una ley natural tan simple y tan segura en su acción
como la ley de la gravedad; el dinero de mejor calidad había sido retirado
porque, en vez de este, podía utilizarse un dinero inferior para pagar.29 Se
hicieron algunos esfuerzos para remediar esto. En la municipalidad de Quille-
boeuf se encontró una cantidad considerable de oro en posesión de un ciudadano;
el dinero fue confiscado y enviado a la Asamblea. La gente de ese pueblo
consideró la acumulación de ese oro como el resultado de la locura o de una
maldad antipatriótica, en lugar de ver que no era sino el resultado inequívoco de
una ley que ha actuado en todo país y época, cuando ciertas causas están
presentes. Marat respaldó esta teoría afirmando que la penalidad adecuada para
las personas que escondieran su dinero de esta forma, era la muerte.

Otro nuevo problema comenzó a manifestarse. Aunque el papel moneda había


aumentado en cantidad, la prosperidad había disminuido continuamente. A pesar
de todas las emisiones de papel moneda, la actividad comercial crecía cada vez
más espasmódicamente. El impulso empresarial y los negocios se estancaban
más y más. En su discurso, que fue decisivo para la segunda gran emisión de
papel moneda, Mirabeau había insistido en que, aunque los banqueros podrían
sufrir, esta emisión sería de gran utilidad para los fabricantes y les restauraría la
prosperidad a ellos y a sus obreros. Estos últimos fueron engañados durante un
tiempo, pero finalmente despertaron crudamente de tal engaño. Al principio, la
28
Consúltese a De Goncourt en "Sociéte Française" para otras explicaciones; "Les Révolutions de París"
Vol. ii, Pág. 216; Challamel en "Les Français sous la Revolution" (los franceses bajo la revolución);
Senior en "Sobre Algunos Efectos del Papel Moneda," Pág. 82; Buchez y Roux en "Histoire
Parlementaire", etc., Vol. x, Pág. 216; Aulard en "París pendant la Revolution thermidorienne" (París
durante la Revolución termidoriana), passim, y sobre todo "Rapport du bureau de surveillance"
(Reporte de la oficina de vigilancia), Vol. ii, pp. 562, et seq. (Dic. 4-24, 1795.)
29
Para las declaraciones e ilustración general de la acción de esta ley, consúltese a Sumner en "Historia
de Dinero norteamericano" pp. 157, 158; también a Jevons en "Dinero", Pág. 80.

30
abundancia de dinero había estimulado la producción y creó una gran actividad
de manufactura, pero pronto se inundaron los mercados y la demanda disminuyó.
A pesar de la desatinada política financiera de años pasados, y sobre todo, a
pesar de la Revocación del Edicto de Nantes, debido al cual el fanatismo
religioso había expulsado del reino a miles de sus obreros protestantes más
hábiles, las manufacturas en Francia antes de la Revolución habían estado en
pleno florecimiento. En el género más fino de la lana, la seda y las telas de raso
de todas las clases, en la alfarería selecta y la porcelana, en las manufacturas de
hierro, acero y cobre, todas estas actividades productivas habían retomado de
nuevo su antiguo lugar preponderante en el Continente Europeo. En el peor de
los casos, todos los cambios anteriores, no habían hecho más que infligir un
freno momentáneo en este sistema de manufacturas altamente desarrollado. Sin
embargo, lo que el fanatismo de Luis XIV y la incapacidad de Luis XV no
pudieron hacer durante casi un siglo, se logró debido a esta alteración del dinero
en unos cuantos meses. Un fábrica tras otra fue cerrando. En un pueblo, Lodève,
cinco mil obreros fueron despedidos de las fábricas de tela. Esta situación se
atribuyó a todo tipo de causas, excepto a la correcta. Se impusieron altos
aranceles a los bienes extranjeros; todo lo que mediante aranceles aduaneros y
las aduanas podían hacerse, se hizo. Aun así, las grandes fábricas de Normandía
permanecían cerradas y rápidamente les siguieron aquellas del resto del reino, y
una gran cantidad de obreros en todo el país fueron despedidos de sus empleos.30

Esto no ocurrió exclusivamente en relación con la demanda interna. La demanda


externa, que al principio había sido estimulada, pronto cayó. Uno de los
historiadores más sabios de los tiempos modernos lo ha expresado en forma
inmejorable, al decir: "es verdad que al principio los assignats dieron el mismo
impulso a los negocios, tanto en la ciudad como en el campo, pero la aparente
mejora no tenía ninguna base firme, incluso en los pueblos. Siempre que se emite
de repente una gran cantidad de papel moneda invariablemente vemos un rápido
aumento en el comercio. La gran cantidad de moneda circulante pone en
movimiento todas las energías del comercio y la manufactura; el capital para
invertir se encuentra más fácilmente de lo normal y el comercio recibe
continuamente un fresco nutriente. Si este papel representa un crédito real,
basado en el orden y en valores legales de cuales puede obtener un valor firme y
duradero, tal movimiento puede ser el punto de partida de una prosperidad
grande y ampliamente extendida como, por ejemplo, la espléndida mejora en la
agricultura inglesa, que indudablemente se debió a la emancipación de los
banqueros rurales. Pero si, por el contrario, el nuevo papel es de un valor
incierto, como se vio claramente que fue el caso con los assignats franceses ya
desde febrero de 1791, no puede conferir beneficios duraderos. Tal vez de
momento el negocio recibe un impulso, cada vez más fuerte, porque cada quien
se esfuerza por invertir su dudoso dinero en edificios, máquinas y bienes que,
bajo todas las circunstancias, retienen cierto valor intrínseco. Tal movimiento se
30
Consulte a De Goncourt" en "Sociéte Française", Pág. 214.

31
comprobó en Francia en 1791, y de todas partes llegaron reportes satisfactorios
de la actividad de la manufactura".

"De momento, los fabricantes franceses obtuvieron una gran ventaja de este
estado de cosas. Puesto que sus productos podían ser pagados así de baratos,
llovieron órdenes de países extranjeros a tal grado que a menudo fue difícil para
los fabricantes satisfacer a sus clientes. Es fácil ver que una prosperidad de este
tipo muy pronto hallará su límite. … Cuando tuviese lugar una caída mayor en
los assignats esta prosperidad necesariamente se derrumbaría, y sería seguida por
una crisis que sería más destructiva mientras más se hubiesen involucrado los
hombres en la especulación bajo la influencia de las primeras perspectivas
favorables".31

De esta forma vino un colapso en la fabricación y el comercio, tal y como había


sucedido previamente [1720] en Francia: así como sucedió en diversos períodos
en Austria, Rusia, América y en todos los países dónde los hombres han
intentado construir prosperidad sobre el papel irredimible.32

Todo este desmoronamiento de las manufacturas y del comercio de la nación


generó temibles mermas en las fortunas mayores; pero entre los menos
adinerados y sobre las pequeñas propiedades de las masas de la nación que sólo
contaban con su trabajo, el efecto apretó con severidad más intensa. El capitalista
podía invertir su papel moneda excedente en la compra de tierras
gubernamentales y esperar los resultados; pero los hombres que necesitaban su
dinero día a día sufrieron la peor de las miserias. Apareció todavía otra
dificultad: hubo una completa incertidumbre acerca del futuro. Mucho antes del
cierre de 1791 nadie sabía si un pedazo de papel moneda que representaba cien
libras tendría al mes siguiente un poder adquisitivo de noventa, ochenta o sesenta
libras. El resultado fue que los capitalistas temieron invertir sus recursos en los
negocios. Las empresas recibieron un golpe mortal. La demanda de mano de
obra disminuyó aún más y llegó entonces una nueva causa de calamidad, ya que
esta incertidumbre marchitó todas las iniciativas de largo alcance. Los negocios
en Francia menguaron al grado de tener sólo para comer. Mientras esta situación
azotaba con fuerza a las clases adineradas, fue todavía más ruinoso para aquéllos
en circunstancias moderadas y principalmente para aquellos menos favorecidos.
Para las masas del pueblo, la compra de cada artículo de suministro se volvió una
especulación –una especulación en la que el especulador profesional tenía una
inmensa ventaja sobre el comprador ordinario. Dice el más brillante de los
31
Consulte Von Sybel, "Historia de la Revolución francesa" Vol. i, pp. 281, 283.
32
Para ver pruebas de que las emisiones de papel irredimible al principio estimularon la manufactura y el
comercio en Austria y después las arruinó, consulte "Economie politique" de Storch, Vol. IV., Pág.
223, nota; y para el mismo efecto producido por las mismas causas en Rusia, consulte ibid., fin del Vol.
IV. Para constatar los mismos efectos en Norteamérica, consulte "History of American Currency"
(historia de la moneda norteamericana) de Sumner. Para una declaración general del efecto de
emisiones de irredimible en tipos de cambio extranjeros consulte a McLeod en "Banking" (Banca), Pág.
186.

32
apologistas de la habilidad política del revolucionario francés, "El comercio
estaba muerto; el vicio de apostar tomó su lugar".33

Tampoco hubo ninguna ventaja compensatoria para las clases mercantiles. El


comerciante fue obligado a agregar a su ingreso ordinario una suma suficiente
para cubrir las probables o posibles fluctuaciones en el valor del papel dinero, y
mientras los precios de los productos se elevaban de esta forma, los sueldos por
mano de obra bajaban debido al número de trabajadores desempleados.

Pero estos males, aunque grandes, eran pequeños comparados con aquellas
señales de enfermedad profundamente asentadas que se presentaban a lo largo
del país. Una de estas era la eliminación del ahorro de la mente del pueblo
francés. El francés es por naturaleza ahorrativo; pero con tales masas de dinero y
con tal incertidumbre acerca de su valor futuro, los motivos ordinarios para
ahorrar y cuidar el dinero disminuyeron, y el lujo desbocado se difundió lo largo
del país. Una calamidad todavía peor fue el aumento de la especulación y del
juego. Con el exceso de papel moneda en 1791 aparecieron las primeras
evidencias de esa enfermedad cancerosa que siempre sigue a las grandes
emisiones de dinero irredimible –una enfermedad que es perjudicial para una
nación, en forma más permanente que las guerras, la peste o la hambruna. Porque
en los grandes centros metropolitanos surgió un grupo social opulento,
especulador, adicto al juego en la bolsa que, como un tumor maligno, absorbió la
fuerza de la nación y mandó sus fibras cancerosas a las aldeas más remotas. En
estos centros citadinos parecían acumularse abundantes riquezas: en todo el país
creció un desprecio por la mano de obra constante y un desdén por las ganancias
moderadas y la vida simple. En un folleto publicado en mayo de 1791 vemos
cómo también con respecto a esto la opinión pública estaba ciega. El autor llama
la atención al aumento en los juegos de apuestas en los valores de todo tipo con
estas palabras: "¿Qué diré de la promoción de la especulación en acciones, tan
espantosa como escandalosa, que está ocurriendo en París bajo los propios ojos
de nuestros legisladores; un mal por demás terrible y aun así, bajo las
circunstancias actuales, necesario?". El autor también habla de estos promotores
de acciones que utilizaban los medios más insidiosos para influir en la opinión
pública a favor de sus medidas; y luego propone, en forma seria, un cambio en
diversas cuestiones de detalle, pensando que esto sería remedio suficiente para
un mal que tenía sus raíces muy adentro del sistema del dinero irredimible.
Como si un médico recetara una pomada para las espinillas que ocasiona un
hígado enfermo.34

Ahora empezaron a verse de manera más clara algunas de las diversas formas en
las que una política inflacionaria roba a la clase obrera. Conforme estos centros

33
Consulte a Louis Blanc en "Histoire de la Revolution" tomo xii, Pág. 113.
34
Consulte "Extrait du registre des delibérations de la section de la bibliotheque" del 3 de mayo de 1791
pp. 4, 6.

33
de manipuladores en complot en las ciudades se hinchaban de súbita riqueza, las
clases productoras del país languidecían, aún cuando tenían cada vez más dinero.
Por medio de los esquemas y especulaciones establecidos por los corredores de
bolsa, y gracias al estímulo que daba la impresión de más dinero, se absorbieron
y perdieron una gran cantidad de pequeñas fortunas, y al mismo tiempo se
hincharon unas pocas fortunas en las ciudades grandes.

Esto lesionó a una clase importante en los distritos rurales, que había empleado a
un gran número de obreros.

En las principales ciudades francesas de pronto surgió tal lujo y desenfreno, que
esto fue un mal incluso mayor que el pillaje que lo facilitaba. El espíritu del
juego se extendió cada vez más por el país. Dice el mismo sabio historiador a
quien ya he citado: "¡Qué perspectiva para un país cuando su población rural se
ha convertido en una gran banda de apostadores!"35

Y este espíritu desordenado y corrupto no se confinó a los hombres de negocios;


empezó a difundirse a los círculos oficiales, y hombres públicos a quienes años
antes se consideraba fuera de toda posibilidad de mancha, se volvieron amantes
del lujo, temerarios, cínicos y finalmente, corruptos. El propio Mirabeau, quién
no muchos meses atrás se había arriesgado al encarcelamiento e incluso a la
muerte para establecer el gobierno constitucional, estaba ahora –en ese preciso
momento – recibiendo fuertes sobornos en secreto. Cuando años más tarde, con
la caída de la monarquía, se abrió el famoso Armario de Hierro de Las Tullerías,
se encontraron evidencias de que, en este carnaval de inflación y corrupción, él
había sido un sirviente regularmente pagado de la corte real.36 El pillaje artero
del pueblo en general era suficientemente malo, pero todavía peor fue esta
creciente corrupción en los círculos oficiales y legislativos. A partir de la
especulación y del juego del período de inflación creció el lujo y a partir de éste,
la corrupción. Creció tan naturalmente como un hongo en un montón de estiércol
húmedo. Se sintió primero en las operaciones comerciales, pero pronto empezó a
verse en el cuerpo legislativo y en el periodismo. Mirabeau no fue de ninguna
manera el único ejemplo. Miembros del cuerpo legislativo tales como Jullien de
Toulouse, Delaunay d'Angers, Fabre d'Eglantine y sus discípulos estaban entre
los más nocivos de aquellos que conspiraban mediante la acción legislativa para
levantar y deprimir los valores con el propósito de lucrar en la compra-venta de
acciones. El soborno a los legisladores continuó como cosa natural; Delaunay,
35
Von Sybel, Vol. i, Pág. 273.
36
Para una relato general, consulte a Thiers en "Revolution" Cap. xiv; también a Lacretelle, Vol. VIII,
Pág. 109; también "Memoirs of Mallet du Pan" (Memorias de Mallet du Pan). Para un buen relato de
las intrigas entre la corte y Mirabeau, y sobre los premios que le fueron pagados, consulte a Reeve en
"Democracia y Monarquía en Francia" Vol. i, pp. 213-220. Para una caricatura muy llamativa
publicada tras que fuera abierto el Armario de Hierro de Las Tullerías y de las evidencias de soborno
de Mirabeau totalmente reveladas, consulte a Challamel en "Musée", etc. Vol. i, Pág. 341, donde es
representado como un esqueleto sentado sobre un montón de cartas, sosteniendo la corona francesa en
una mano y una bolsa de oro en la otra.

34
Jullien y Chabot aceptaron un soborno de quinientas mil libras para ayudar a una
legislación calculada para promover los propósitos de ciertos corredores de
bolsa. Hay cierta satisfacción en saber que casi todos los involucrados
posteriormente fueron guillotinados por ello.37

Es verdad que el número de estos legisladores corruptos era pequeño, mucho


menor del que los alarmistas le hicieron suponer a la nación, pero hubo los
suficientes como para causar desconfianza general, cinismo y falta de
credibilidad con respecto a todo sentimiento de patriotismo o virtud.

37
Thiers, Cap. ix.

35
II
T odavía peor que esto fue la descomposición de la moral en todo el país
como resultado de una acumulación repentina de riqueza ostentosa en
unas cuantas grandes ciudades, y el surgimiento de un espíritu apostador y
especulativo, que se extendió hacia los pueblos pequeños y los distritos rurales.
De esto se desaprendió un resultado aún más deshonroso: el decaimiento de un
verdadero sentido de buena fe nacional. El patriotismo, que el miedo a la
monarquía absoluta, las maquinaciones de la corte, las amenazas del ejército y
los desafíos de toda la Europa monárquica habían sido incapaces de sacudir,
estaba desintegrándose gradualmente debido a este mismo hábito especulativo de
corredores de bolsa, propiciado por el dinero superabundante. Al inicio, en las
discusiones preliminares a la primera emisión de papel moneda, Mirabeau y otros
que lo habían favorecido habían insistido en que el patriotismo, así como un
ilustrado interés en los asuntos nacionales, llevarían al pueblo a mantener el valor
de papel moneda. Sin embargo, se reveló lo totalmente opuesto a esto, ya que
apareció, como otra purulencia de esta enfermedad, lo que siempre se ha visto
bajo circunstancias similares. Es el resultado de males previos y causa de males
futuros. Esta purulencia era la aparición de una inmensa clase de deudores en la
nación, directamente interesada en la depreciación de la moneda con la que iba a
pagar sus deudas. El núcleo de esta clase estaba formado por aquellos que habían
comprado las tierras de la Iglesia al gobierno. Sólo se habían requerido pequeños
pagos por adelantado y el resto sería liquidado en pagos diferidos: de esta forma
se había creado deuda de una gran cantidad de gente por la cantidad de
centenares de millones. Por supuesto, este cuerpo de deudores pronto se dio
cuenta de que le convenía depreciar el dinero con el que serían pagadas sus
deudas; y a éstos se unió rápidamente una clase más influyente, aquella clase
cuyas tendencias especulativas habían sido estimuladas por la abundancia de
papel moneda, y que principalmente había adquirido deuda buscando un
incremento en los valores nominales. Pronto, en los clubes políticos, los
demagogos de la clase más vil empezaron a apoyar a los deudores; un poco más
tarde, se encontró que personas importantes en esta clase deudora intrigaron en el
Asamblea, primero desde sus asientos y después en lugares más prominentes de
la administración pública. Antes de que pasara mucho tiempo, la clase deudora se
convirtió en un poderoso grupo que se extendió por todos los rangos de la
sociedad. Desde el especulador en acciones que se sentaba en la Asamblea, hasta
el pequeño especulador en propiedades en los distritos rurales; desde el elegante
inventor de los Canards en la Bolsa de París, hasta el corredor de bolsa tramposo
en el pueblo mercado, todos presionaron con vigor para que hubiera nuevas
emisiones de papel moneda; todos aparentemente eran capaces de demostrarle al

36
pueblo que las nuevas emisiones de papel eran la única oportunidad de
prosperidad nacional.

Esta gran clase deudora, segura de que la multitud podía ser convencida mediante
argumentos superficiales, pronto tomó el control. Les podría parecer extraño a
aquellos que no han visto las mismas causas operando en un período anterior en
Francia [1720] y durante varios momentos en otros países, pero mientras que
cada emisión de papel moneda realmente empeoraba las cosas, una superstición
ganaba fuerza entre el pueblo en general: que sólo si se emitía suficiente papel
moneda y era manejado más astutamente, los pobres se harían ricos. Por
consiguiente, toda la oposición fue vana. En diciembre de 1791 se realizó un
reporte en la Asamblea a favor de otra gran emisión de trescientos millones más
en papel moneda. Con respecto a este reporte, Cambon dijo que era necesario
más dinero, pero preguntó: "En un momento en que la compra-venta de acciones
se lleva a cabo con tal intensidad, ¿la impulsarán todavía más agregando tanto
dinero a la circulación?". Sin embargo, esas importantes consideraciones eran
poco tomadas en cuenta. Dorisy declaró, "No hay todavía suficiente dinero en
circulación; si hubiera más, las ventas de las tierras nacionales serían más
rápidas". Y el reporte oficial sobre su discurso declara que estas palabras fueron
aplaudidas.

Entonces Dorisy continuó insistiendo en que las tierras gubernamentales valían


por lo menos tres mil quinientos millones de libras y dijo: "¿Qué necesidad hay
de que los miembros suban a la tribuna e inquieten a Francia? No teman; su
dinero reposa sobre una sólida hipoteca". Entonces vino una glorificación del
patriotismo del pueblo francés que, afirmó, llevaría a la nación a salvo a través de
todas sus dificultades.

Becquet habló a continuación y declaró que: "La circulación se está volviendo


más rara cada día". El 17 de diciembre de 1791 se ordenó una nueva emisión,
completando un total de dos mil cien millones autorizados. Junto con esto se dio
la declaración de que el importe global en circulación real nunca debería alcanzar
más de mil seiscientos millones. Antes de esta emisión, el valor del billete de
100 libras había caído en París a aproximadamente 80 libras;38 e inmediatamente
después cayó a aproximadamente 68 libras. Lo que valían las limitaciones a la
creación de más moneda, puede juzgarse a partir del hecho de que no sólo se
había violado la declaración, hecha apenas un año antes, que limitaba la cantidad
en circulación a mil doscientos millones, sino que la nueva declaración, hecha
apenas el mes anterior, en la que la Asamblea, en la misma forma solemne había
limitado la cantidad en circulación a mil cuatrocientos millones, también había
sido repudiada.

38
Para esta y otras evidencias de firme declive en el poder adquisitivo de los assignats, consulte a Caron
en "Tableaux de Depreciatión du papier-monnaie" (Tablas de depreciación del papel moneda), París,
1909, Pág. 386.

37
Los males que hemos visto surgir de las emisiones anteriores ahora se habían
agravado; pero lo más curioso fue que a partir de este caos evolucionó un nuevo
sistema de economía política. En los discursos, periódicos y folletos de esa
época, empezamos a encontrar declaraciones de que, después de todo, una
moneda depreciada es una bendición; que el oro y la plata constituyen una norma
insatisfactoria para medir los valores; que es bueno tener una moneda que no
saldrá del reino y que separe a Francia de otras naciones: que de esta forma se
alentará a los fabricantes; que el comercio con otras naciones puede ser una
maldición y su impedimento puede ser una bendición; que las leyes de economía
política, que de alguna manera fueron aplicables en otros tiempos, no son
aplicables en este período en particular y, aunque hayan sido operativas en otras
naciones, no lo son ahora para Francia; que las reglas ordinarias de economía
política son quizás adecuadas para los favoritos del despotismo pero no para los
habitantes libres e ilustrados de Francia a fines del siglo XVIII; que el estado
general de las cosas actuales, lejos de ser un mal, es una bendición. Todas estas
ideas, y otras igual de impactantes, salieron a relucir en los debates sobre las
diversas nuevas emisiones.39

En el lapso de cuatro meses llegó otro reporte a la Asamblea, tan ingenioso como
sus predecesores. Declaró: "Vuestro comité está completamente convencido de
que la cantidad de moneda circulante antes de la Revolución era mayor que la de
los assignats actuales, pero en aquel entonces el dinero circuló despacio y ahora
lo hace rápidamente, de modo que mil millones de assignats hacen el trabajo de
dos mil millones en oro y plata". El reporte predice un mayor aumento de precios
pero, mediante algunos malabarismos curiosos, llega a la conclusión de que una
mayor inflación es favorable. A pesar de estos incentivos, el valor de los
assignats con valor nominal de 100 libras había caído a aproximadamente 60
libras para principios de febrero de 1792, y durante ese mes cayó a 53 libras.40

En marzo, Clavière se convirtió en el nuevo ministro de finanzas. Estaba


especialmente orgulloso de su participación en la invención y promoción de los
assignats y ahora presionaba por su creación con más intensidad que nunca; el 30
de abril del mismo año vino la quinta gran emisión de papel moneda, que totalizó
trescientos millones; al mismo tiempo, Cambon se mofaba ominosamente de los
acreedores públicos como "gente rica, financieros viejos y banqueros". Al poco
tiempo se suspendió el pago a los acreedores públicos, por todas las cantidades
que excedieran los diez mil francos.

39
Consulte especialmente "Discours de Fabre d'Eglantine" en "Moniteur" del 11 de agosto de 1793;
también el debate en "Moniteur" del 15 de septiembre de 1793; también "Revolutions de Paris" (las
revoluciones de París), de Prudhomme. Para argumentos muy similares, consulte la gran cantidad de
folletos, artículos de periódico y discursos durante el "Greenback Craze" (fiebre por los billetes de
banco) –y la fiebre por la acuñación ilimitada de plata – en los Estados Unidos.
40
Consulte a Caron en "Tableaux de Depreciation" como se citó anteriormente, Pág. 386.

38
Muchos celebraron este acto como una medida favorable a los intereses de las
clases más pobres, pero el resultado fue que perjudicó principalmente a éstos. En
adelante, hasta el final de esta historia, el incremento del capital fue tomado
discretamente de la mano de obra y acumulado en todas las formas que el
ingenio financiero podría inventar. Lo que salvó a miles de obreros en Francia de
la inanición fue haberlos reclutado en el ejército y enviarlos a morir a campos de
batalla extranjeros.

En el último día de julio de 1792, apareció otro brillante reporte de Fouquet, que
mostraba que la cantidad total de moneda emitida era de aproximadamente dos
mil cuatrocientos millones, pero decía que las tierras nacionales valían un poco
más que esta suma, y se aprobó entonces un decreto para emitir trescientos
millones más. Debido a esta nueva emisión, los precios de todas las cosas
subieron, menos una: la mano de obra. Aunque esto en principio pueda parecer
extraño, mientras la depreciación del dinero había elevado enormemente el
precio de todos los productos, el paro de tantas fábricas y el retiro de capital hizo
que los sueldos en el verano de 1792, después de toda la inflación, fueran tan
bajos como habían sido cuatro años antes –es decir, quince sous por día. No
puede encontrarse ningún ejemplo más impactante sobre la verdad proferida por
Daniel Webster: "de todas las invenciones que ha hecho la humanidad para
estafar a las clases trabajadoras, ninguna ha sido más eficaz que aquella que los
engaña con papel moneda".41

Una emisión tras otra se sucedieron a intervalos de unos meses, hasta que el 14
de diciembre de 1792, tenemos una declaración oficial informando que se habían
emitido tres mil quinientos millones, de los cuales seiscientos millones habían
sido quemados, dejando en circulación dos mil ochocientos millones.

Cuando se recuerda que había escasa actividad de negocios y que el poder


adquisitivo de la libra o del franco, al ser evaluado mediante los principales
productos del país, era equivalente a aproximadamente la mitad del poder
adquisitivo actual de nuestro propio dólar, se comprenderán los males a los que
Francia había llegado. Conforme la locura por el papel moneda corría su curso,
incluso los sous obtenidos fundiendo las campanas de las iglesias desaparecían
cada vez más de la circulación, y cada vez se emitían más billetes de pergamino
desde veinte hasta cinco sou, hasta que finalmente se pusieron en circulación
piezas de un sou, de medio sou e incluso de un cuarto de sou.42
41
Von Sybel, Vol. 1, pp. 609, 510, 515; también Villeneuve Bargemont, "Histoire de l'Economie
Politique" (Historia de la economía política) Vol. ii, Pág. 213.
42
Acerca del poder adquisitivo del dinero en aquel entonces, consulte a Arthur Young en " "Travels in
France during the Years 1787, 1788 and 1789" (Viajes a Francia durante los Años 1787, 1788 y 178).
Para los avisos sobre la moneda chica con ejemplos de versos satíricos escritos para la ocasión,
consulte a Challamel en "Les Français sous la Revolution" (Los franceses bajo la revolución) pp. 307,
308. También Consulte a Mercier en "Le Nouveau París" (El nuevo Pars) edición de 1800, capítulo
ccv., titulado "Parchemin Monnaie" (Dinero de Pergamino). Una serie de estos pequeños billetes puede
verse en la colección White de la Biblioteca de la Universidad de Cornell. Están muy sucios y gastados,

39
Pero ahora se encontró para la nación otra fuente de riqueza. Vino una
confiscación de los grandes bienes raíces de propietarios de tierras que habían
huido del país. En 1793 una estimación calculó el valor de estas propiedades en
tres mil millones de francos. Como consecuencia, las emisiones de papel moneda
continuaron en mayores cantidades, sobre la vieja teoría de que estaban
garantizadas con la hipoteca indiscutible de propiedades que pertenecían al
Estado. Bajo el periodo de la Asamblea Legislativa, hasta el año 1792, se
realizaron nuevas emisiones virtualmente cada mes, de modo que para fines de
enero de 1793 paulatinamente comenzó a caerse en la cuenta de que la cantidad
de papel moneda que realmente había en circulación, totalizaba cerca de tres mil
millones de francos. Todo esto había sido emitido públicamente, en sesiones
abiertas de las Asambleas Nacional y Legislativa; pero ahora, bajo la Convención
Nacional, los dos Comités de Seguridad Pública y de Finanzas empezaron a
decretar las nuevas emisiones en forma encubierta, durante sesiones secretas.

Como resultado, las emisiones fueron aún mayores, se agregaron cuatrocientos


obreros a aquellos previamente empleados en fabricar este papel moneda, y
estuvieron tan presionados con trabajo, desde las seis de la mañana hasta las ocho
de la noche, que hicieron huelga por sueldos más altos, y tuvieron éxito.43

Ahora las consecuencias de estas emisiones excesivas empezaron a ser


evidentemente dolorosas para el pueblo en general. Los artículos de consumo
común se volvieron sumamente caros y los precios subían constantemente. Los
oradores en la Asamblea Legislativa, clubes, reuniones locales y en otras partes
ahora se esforzaban por explicar a la gente lo que ocurría, atribuyendo esta
depreciación a todo tipo de razones posibles, salvo a la verdadera. Declamaban
contra la corrupción del ministerio, la necesidad de patriotismo entre los
Moderados, las intrigas de los nobles que habían emigrado, la insensibilidad de
los ricos, el espíritu monopolizador de los comerciantes, la perversidad de los
tenderos, todas y cada una de estas, como causas de la dificultad.44

Al principio, esta caída en el valor del papel estatal estuvo oculta hasta cierto
punto debido a las fluctuaciones, ya que, durante diversos periodos, el valor del
dinero se elevó. La victoria de Jemappes y el éxito en general del ejército francés
contra los invasores, junto con la garantía adicional ofrecida por las nuevas
confiscaciones de tierra, causaron una apreciación en el valor del dinero en
noviembre de 1792; el franco había estado en 57 y subió aproximadamente a 69;
pero la tendencia a la baja pronto se reanudó y para septiembre de 1793 los
assignats se habían hundido por debajo de 30. Entonces las diversas nuevas
victorias militares y despliegues brillantes de oratoria dieron una confianza

pero habiendo sido impresos en pergamino, permanecen perfectamente legibles. Para la emisión de las
piezas de un cuarto de "sou" consulte a Levasseur, Pág. 180.
43
Consulte a Levasseur, Vol. i, Pág. 176.
44
Para el brillante despliegue de Chaumette de razones ficticias para el declive consulte a Thiers,
traducción de Shoberl, publicada por Bentley, Vol. iii, Pág. 248.

40
momentánea, de manera que en diciembre de 1793 subieron por arriba de 50. Sin
embargo, a pesar de estas fluctuaciones, la tendencia a la baja pronto se aceleró
más que nunca.45

Las lavanderas de París, al ver que el jabón estaba tan caro que difícilmente
podían comprarlo, insistieron en que todos los comerciantes - que hacían lo
posible por salvar algo de su pequeño capital y se negaban a vender sus
mercancías por el miserable dinero que inundaba a Francia - debían ser
castigados con la muerte; las mujeres de los mercados y los que seguían en el
Club Jacobino clamaron por una ley "para igualar el valor de papel moneda y la
moneda de plata". También se exigió la creación de un impuesto, sobre todo a los
ricos, por la cantidad de cuatrocientos millones de francos, para comprar pan.
Marat declaró a voces que si el pueblo ahorcaba a los tenderos y saqueaba las
tiendas podría acabar fácilmente con el problema. Como resultado, el 28 de
febrero de 1793, a las ocho de la noche, una muchedumbre de hombres y mujeres
disfrazadas comenzó a saquear las tiendas y comercios de París. Al principio sólo
exigieron pan, pero luego exigieron café, arroz, azúcar, y finalmente tomaron
todo lo que pudieron agarrar – telas, ropa, comestibles y artículos de lujo de todo
tipo. Doscientos establecimientos que ofrecían estos productos, fueron
saqueados. Este saqueo duró seis horas y finalmente se restauró el orden, sólo
gracias a una concesión de siete millones de francos para calmar a la gente. La
nueva economía política estaba empezando a cosechar sus frutos de modo
exuberante. Una notoria manifestación al respecto apareció en el Ayuntamiento
de París cuando, en respuesta a las quejas de los comerciantes saqueados, Roux
declaró en medio de un gran aplauso que "los tenderos sólo estaba devolviéndole
a la gente lo que le habían robado antes”.

Sobornada así la gente, mediante concesiones, y aplacada por la oratoria, el


gobierno ganó tiempo para pensar y ahora vinieron una serie de recursos
asombrosos –y sin embargo, todos, absolutamente lógicos.

Tres de estos ganaron en la historia francesa una funesta preeminencia, y el


primero de los tres fue el Empréstito Forzoso.

En vista del hecho de que se pensaba que los ciudadanos de bien eran tibios en su
apoyo a los políticos que controlaban el país, varios demagogos en la
Convención Nacional, que había sucedido ahora a las Asambleas Nacional,
Constituyente y Legislativa, hallaron mucho material para hacer amplias y
estrepitosas denuncias. El resultado hacia el exterior de la Convención fue que se
incrementó el uso de la guillotina; y el resultado hacia el interior fue el
establecimiento de nuevas medidas contra todos aquellos que tenían dinero, de
manera que el 22 de junio de 1793, la Convención determinó que debía haber un

45
Para estas fluctuaciones, consulte a Caron, como se citó anteriormente, Pág. 387.

41
Empréstito Forzoso, garantizado por las tierras confiscadas a los emigrados,
cargado a todos los hombres casados con ingresos de diez mil francos, y sobre
todos los hombres solteros con ingresos de seis mil francos. Se calculó que esto
le traería a la tesorería mil millones de francos. Pero se encontró una dificultad.
Tantos ricos habían huido o habían ocultado sus riquezas, que sólo podría
juntarse una quinta parte de la suma requerida. Por consiguiente, pronto se
aprobó una ley que estableció empréstitos forzosos sobre ingresos tan bajos como
mil francos –equivalentes a doscientos dólares en dinero norteamericano. Este
impuesto se hizo progresivo. Para los propietarios menores se fijó en una décima
parte de sus ingresos y para los más grandes, es decir, para todos los ingresos
arriba de nueve mil francos, por la mitad del ingreso total. Poca o nula provisión
se estableció para el reembolso de este préstamo, pero los certificados podrían
usarse para comprar bienes raíces confiscados a la Iglesia y a la nobleza.46

Si este primer recurso muestra que tan naturalmente un sistema de dinero fiat
avanza hacia el despotismo, el siguiente no es menos instructivo al mostrar cuán
fácilmente llega al repudio y deshonor.

Como hemos visto, la primera emisión de assignats, hecha por la Asamblea


Nacional, portaba un retrato del rey, pero en las diversas emisiones después del
establecimiento de una república, este emblema había sido descartado. Este
cambio llevó a una diferencia de valor entre el papel moneda anterior y el
posterior. Las locuras descabelladas de los fanáticos y demagogos habían llevado
a una creencia cada vez más fuerte de que la actual situación no podía durar; que
los Borbones no tardarían en regresar; que en tal caso, mientras un nuevo
monarca repudiaría toda la inmensa masa del ultimo papel moneda emitido por la
Republica, si reconocería la primera emisión que mostraba su cara y, por
consiguiente, implicaba la garantía del rey. Así que, por este motivo, la primera
emisión llegó a tener un valor superior a aquellas de fecha posterior. Para atender
a esta anomalía se propuso ahora repudiar toda la emisión original. En vano
alegaron los diversos miembros más sensatos de la Convención que este papel
moneda, que sumaba quinientos cincuenta y ocho millones de francos, portaba la
garantía solemne de la nación, así como la del rey; la corriente era irresistible. Lo
único que pudo asegurar Cambon, el gran líder de las finanzas de aquel entonces,
fue una cláusula, supuestamente para proteger al pobre, al efecto de que esta
desmonetización no debía extenderse a los billetes de menos de cien francos en
su valor; también se acordó que cualquiera de los billetes, grande, o pequeño,
podía ser recibido en el pago de impuestos y para la compra de propiedad
confiscada al clero y a la nobleza. Ante todos los argumentos propuestos contra
este repudio de una promesa de la nación, Danton, entonces en plenitud de su
poder, simplemente declaró que sólo los aristócratas podrían favorecer a los

46
Uno de los certificados del Empréstito Forzoso puede verse en la Colección White en la Biblioteca de
la Universidad de Cornell.

42
billetes que portaban el retrato real, y lanzó su famosa proclama: "Imiten a la
Naturaleza, que cuida la preservación de la raza pero tiene ninguna consideración
por los individuos". El decreto fue aprobado el 31 de julio de 1793; sin embargo,
su irrelevancia se hizo evidente menos de dos meses, cuando la Convención
decretó que debían emitirse dos mil millones de francos más en assignats entre
los valores de diez sous y de cuatrocientos francos y cuando fueron autorizados
quinientos millones más, antes del fin del año.47

El siguiente tumor en la vasta emisión de dinero fiat fue el Maximum. Desde


Noviembre de 1792, el terrorista asociado de Robespierre, St. Just, en vista del
constante aumento de precios en los productos básicos, había propuesto un
esquema mediante el cual estos precios debían ser establecidos por la ley, en
proporción correspondiente a los sueldos de las clases obreras. Este plan dio
vueltas en la mente de los legisladores durante mucho tiempo, tomando forma en
varias resoluciones y decretos, hasta que culminó el 29 de septiembre de 1793,
en la Ley del Maximum.

Aunque toda esta legislación era arbitraria, no era descuidada. Incluso los
estadistas de más fuerza, una vez arrastrados en este diluvio, se dejaron llevar a
excesos que los habrían espantado poco tiempo antes. Se designaron comités de
expertos para estudiar la cuestión completa de los precios y por fin se adoptaron
las grandes "cuatro reglas" que a los estadistas de ese tiempo les pareció una
solución magistral para remediar la dificultad.48

Primero: el precio de cada artículo de necesidad básica sería fijado a uno y un


tercio de su precio en 1790. Segundo: toda la transportación sería agregada a una
tasa fija por legua. Tercero: se agregaría un cinco por ciento como ganancia del
mayorista. Cuarto: se agregaría un diez por ciento como ganancia del minorista.
Nada podría parecer más razonable. Grande era el júbilo. El reporte fue
presentado y apoyado por Barrère - "el tigre chango" - que entonces se hallaba
en la cúspide de su gloria como orador, ahora mejor conocido por su semblanza
hecha por Macaulay. Nada podría resistir la elocuencia de Barrère, quien insistió
en que Francia había estado padeciendo un "comercio monárquico que sólo
buscó la riqueza" mientras que lo que necesitaba e iba a recibir ahora era un
"comercio republicano" – un comercio de ganancias moderadas y virtuoso".
Barrère se regocijó en el hecho de que "solo Francia disfruta tal comercio, que no
existe en ninguna otra nación". Se refirió con desprecio a la economía política
como "esa ciencia que los charlatanes han corrompido, que los pedantes han

47
Para detalles de estas transacciones, consulte a Levasseur, como se citó anteriormente, Vol. i, Cap. 6,
pp. 181, et seq. Especímenes originales de estos billetes, portando el retrato de Luis XVI pueden verse
en la Biblioteca de la Universidad de Cornell (Colección White) y para las series completas
perfectamente fotografiadas en la misma colección, Dewarmin, en "Cent ans de numismatique
française" Vol. i, pp. 143-165.
48
Para ver las declaraciones que muestran la zozobra y el desorden que obligó a la Convención a
establecer el "Maximum" consulte a Levasseur, Vol. i, pp. 188-193.

43
obscurecido y que los académicos han depreciado". Francia, dijo, tiene algo
mejor, y en su conclusión declaró: "Ya no se acecharán las necesidades del
pueblo para que las clases comerciales puedan tomar ventaja arbitrariamente.49

El primer resultado del Maximum fue que la población llevó a cabo todas las
acciones posibles para evadir el precio oficial impuesto, y los granjeros
produjeron tan poco producto como pudieron. Esto aumentó la escasez y la gente
de las grandes ciudades recibió un susidio. Se emitieron boletos autorizando a
que el portador obtuviera a precios oficiales una cierta cantidad de pan o azúcar o
jabón o madera o carbón para cubrir sus necesidades inmediatas.50

Pero se descubrió que el Maximum, con sus cuatro reglas divinamente reveladas,
no se podía hacer funcionar bien – incluso utilizando los medios más astutos. En
la mayor parte de Francia no se pudo imponer. Con respecto a la mercancía de
origen extranjero o mercancías en las que intervenía algún producto extranjero,
la guerra las había elevado mucho más arriba del precio permitido bajo la
primera regla, a saber, el precio de 1790 más un tercio extra. Por consiguiente,
los tenderos no podían vender tales bienes sin irse a la ruina. El resultado fue que
muchos salieron de negocio y el resto obligó a sus compradores a pagar enormes
cargos bajo la excusa, muy natural, de que el vendedor arriesgaba su vida
simplemente por comerciar. Que esta excusa era válida puede verse fácilmente
por las listas cotidianas de aquellos condenados a la guillotina en las que
frecuentemente figuraban los nombres de personas acusadas de violar las leyes
del Maximum. Las manufacturas generalmente eran defectuosas, eran destruidas
con frecuencia, y la agricultura estaba terriblemente deprimida. Para detectar
mercancías ocultadas por los granjeros y tenderos, se estableció un sistema de
espionaje con una recompensa para el denunciante consistente en un tercio del
valor de las mercancías descubiertas. Para extender el terror, se ordenó al
Tribunal Criminal de Estrasburgo que destruyera la morada de cualquiera que
fuera encontrado culpable de vender bienes por arriba del precio impuesto por la
ley. El granjero a menudo encontraba que no era posible pagar el costo de criar
sus animales si tenía que venderlos a los precios fijados por la nueva ley, y
cuando intentaba retener sus cosechas o ganado, alegando que no podía darse el
lujo de venderlos a los precios fijados por la ley, frecuentemente le eran
confiscados a la fuerza; tenía suerte si al menos le eran pagados con el dinero fiat
depreciado y era muy afortunado si finalmente escapaba con vida del problema.51

Agobiada por todo este desconcierto, la Convención intentó cortar el Nudo


Gordiano. Decretó que cualquier persona que vendiera monedas de oro o plata, o
que estableciera precios distintos en cualquier transacción, según el pago fuese
49
Consulte a Levasseur, como se citó anteriormente, Vol. i, pp. 195-225.
50
Vea los especímenes de estos boletos en la Colección White en la Biblioteca de Cornell.
51
Para estas condenas a la guillotina vea los juicios publicados oficialmente y también las listas de
condenados en la Colección White, también las listas dadas diariamente en el "Moniteur". Para el
sistema de espionaje, consulte a Levasseur, Vol. i, Pág. 194.

44
en papel moneda u oro o plata, sería puesta tras las rejas, con grilletes, durante
seis años; –que cualquiera que se negase a aceptar un pago en assignats, o
aceptara assignats con un descuento, tendría que pagar una multa de tres mil
francos; y que cualquiera que cometiese este crimen una segunda vez pagaría
una multa de seis mil francos y sufriría un encarcelamiento con grilletes de
veinte años. Después, el 8 de septiembre de 1793, se estableció que la multa para
las tales ofensas sería la muerte, con confiscación de las propiedades del
delincuente, y se ofreció una recompensa a cualquier persona que informara a las
autoridades de cualquier transacción criminal de ese tipo. Como punto
culminante de este grado de ferocidad, la Convención decretó, en mayo de 1794,
que la pena capital debía aplicarse a cualquier persona declarada culpable de
"haber preguntado, antes de concluir una transacción, con qué dinero sería hecho
el pago". Y esto no era todo. El ministro de grandes finanzas, Cambon, pronto
vio que los peores enemigos de su política eran el oro y la plata. Así que, bajo su
mandato, la Convención cerró la Bolsa y finalmente, el 13 de noviembre de
1793, bajo la amenaza de penas terroríficas, suprimió todo el comercio en
metales preciosos. Aproximadamente un año después vino la abolición del
propio Maximum.52

Fácilmente se aprecia que estas leyes del Maximum eran perfectamente lógicas.
Siempre que cualquier nación encomienda a sus legisladores la emisión de una
moneda no basada en la idea de redención en moneda metálica reconocida en el
comercio de las naciones civilizadas, les encomienda el poder para elevar o
deprimir el valor de cada artículo en posesión de cada ciudadano. Luis XIV había
clamado que toda propiedad en Francia era suya, y que lo que poseían las
personas privadas era tan suyo como si estuviera en sus arcas. Pero incluso esta
suposición es excedida por el poder de confiscación ejercido en un país dónde,
en lugar de dejar que los valores sean medidos por un estándar común al mundo
entero, se deja que sean depreciados o elevados al antojo, capricho o interés de
un cuerpo de legisladores. Cuando se confiere el poder de crear dinero sin
respaldo, el poder de fijar los precios queda inevitablemente incluido dentro de
éste.53

52
Consulte Levasseur, como se citó anteriormente, Vol. i, Pág. 186. Para un argumento para mostrar que
la Convención fue llevada a esta legislación Draconiana, no por necesidad, sino por sus tendencias
despóticas, consulte la "Historia de la Revolución francesa" de Von Sybel Vol. iii, pp. 11, 12. Para ver
las declaraciones generales de las teorías subyacentes al "Maximum," consulte a Thiers; para una
imagen muy interesante, hecha por un testigo ocular, de las absurdidades y miserias que causó,
consulte a Mercier en "Nouveau París" (Nuevo París) edición de 1800, capítulo XLIV.
53
Para un resumen del reporte del Comité, con la lista de artículos incluida en ésta, y para varios detalles
interesantes, consulte a Villeneuve Bargemont en "Histoire de l'Economie Politique" Vol. ii, pp. 213-
239; también a Levasseur, como se citó anteriormente. Para ver ejemplos curiosos de las severas multas
por infracciones muy ligeras en cuestión, consulte a Louis Blanc en "Histoire de la Revolution
Française" tomo x, Pág. 144. Para la afirmación de Luis XlV vea "Memorias de Luis XIV" para la
instrucción del Delfín". Para una simple exposición de la forma en que el ejercicio de este poder se
volvió la simple confiscación de toda la propiedad privada en Francia, consulte las "Memorias" de
Mallet Du Pan, Londres, 1852, Vol. ii, Pág. 14.

45
Podrá decirse que estas medidas se volvieron necesarias debido a la guerra que
ocurría entonces. Nada podría carecer de más fundamento, que esa objeción.
Durante esta guerra los franceses pronto se volvieron exitosos en lo general, y los
combates pronto se dieron principalmente en tierra extranjera. Se cargaron
numerosas contribuciones a los países subyugados para apoyar los ejércitos
franceses. Esta guerra fue uno de estos casos en los que la pérdida, en las que la
pérdida, que recae aparentemente en las generaciones futuras, primero estimula
de triste forma al comercio y la producción. La causa principal de estos males fue
haber manipulado la moneda circulante de una nación entera; mantener todos los
valores en fluctuación; desalentar a la empresa; paralizar la energía; minar la
sobriedad; borrar el ahorro; promover la extravagancia y el alboroto por la
emisión de una moneda irredimible. El verdadero camino para satisfacer las
enormes exigencias en Francia durante los primeros años de la Revolución había
sido declarado desde el mismísimo principio por un verdadero estadista y sólido
financiero, Du Pont de Nemours. Él había mostrado que usar el mismo papel
como moneda circulante, y como medio para vender los bienes raíces nacionales,
era como querer usar indistintamente un mismo instrumento para abrir ostras y
para rasurarse la barba.54

Se ha argumentado que el valor de los assignats se hundió porque no estaban


bien garantizados –que garantizarlos con bienes raíces gubernamentales fue tan
inútil como si los Estados Unidos hubiesen garantizado pagarés con sus bienes
raíces, durante los apuros financieros de sus primeros días de independencia.
Esta objeción es absolutamente falaz. Las tierras gubernamentales de nuestro
país estaban muy lejos de los centros de capital y eran difíciles de examinar; los
bienes raíces nacionales franceses estaban cerca de estos centros –incluso dentro
de éstos – y eran fáciles de examinar. Nuestros bienes raíces nacionales no
estaban mejorados y eran improductivos; los suyos estaban mejorados y eran
productivos –su productividad promedio en el mercado en tiempos ordinarios era
del cuatro al cinco por ciento.55

También se ha objetado que el intento por garantizar los assignats en bienes


raíces gubernamentales habría fallado debido a la necesidad general de confianza
en el título generada por los compradores al nuevo gobierno. Todo estudiante
aplicado de ese período histórico sabe que esta es una declaración engañosa.
Todo muestra que la inmensa mayoría del pueblo francés tenía una confianza
fanática en la estabilidad del nuevo gobierno durante la mayor parte de la
Revolución. Hubo quienes no creyeron en la seguridad de los assignats, así como
hubo quienes no creyeron en el papel moneda de los Estados Unidos durante
nuestra Guerra Civil, pero en general sólo fueron una minoría. Incluso
concediendo que había dudas acerca de la inversión en tierras francesas, el
54
Consulte los argumentos de Du Pont, tal como fueron dados por Levasseur.
55
Louis Blanc llama la atención a este mismo hecho mostrando la superioridad de los assignats franceses
sobre el viejo dinero Continental norteamericano. Consulte su "Histoire de la Revolution Francaise"
tomo xii, Pág. 98.

46
pueblo francés ciertamente tenía tanta confianza en la posesión segura de tierras
gubernamentales como cualquier persona puede tener en las grandes emisiones
de bonos gubernamentales; de hecho, es cierto que tenían mucha más confianza
en sus tierras como garantía que la que las naciones modernas normalmente
pueden tener en las grandes emisiones de bonos obtenidos mediante pagos de
papel fiat. Un hecho simple, como lo declaró John Stuart Mill, que hizo que los
assignats fueran difíciles de convertir en bienes raíces fue que la vasta mayoría
del pueblo no tuviera la oportunidad de hacer inversiones fuera de su negocio; y
este hecho no es menos fatal a cualquier intento de contratar grandes emisiones
de papel moneda fiat –salvo, quizás, un audaz esfuerzo de estadista que afianza
el mejor momento y exprime toda ventaja, evitando todas las artimañas y
sacrificando todo para mantener una moneda sólida basada en los estándares
comunes al todo el mundo financiero.

Y ahora surgió y se apoderó de la nación aquella idea que se desarrolló tan


fácilmente a partir del sistema de dinero fiat –la idea de que las necesidades
ordinarias del gobierno pueden ser legítimamente satisfechas en forma total
mediante el papel moneda, con el que pueden condonarse los impuestos. Como
resultado, se encontró que la imprenta de assignats fue el único recurso que se
dejó al gobierno y el aumento en el volumen de papel moneda se volvió cada vez
más terrible.

Indudablemente sorprenderá a muchos saber que, a pesar de estos resultados,


pruebas evidentes de exceso de dinero, no se calmó el viejo clamor de una
"escasez de moneda corriente"; este clamor apareció poco tiempo después de
cada emisión, no importa cuán grande fuera.

Sin embargo, cada estudiante sensato de historia financiera sabe que este clamor
siempre viene detrás de tales emisiones – más aún, sabe que tiene que venir
porque, en cumplimiento a una ley natural, la escasez previa, o más bien la
insuficiencia de dinero, se repite tan pronto como se ajustan los precios al nuevo
volumen, y llega cierto pequeño reavivamiento de los negocios con el aumento
usual del crédito.56

En agosto de 1793 apareció un nuevo reporte de Cambon. Nadie puede leerlo


quedar asombrado por su combinación de habilidad y absurdo. Su plan final para
lidiar con la deuda pública ha durado más que todas las revoluciones desde
entonces, pero su manera de deshacerse del dinero inflado llegó a un fracaso
miserable. Contra Du Pont, que mostró de manera concluyente que el aumento
irrestricto de papel moneda conducía directo a la ruina, Cambon se ganó a la
mayoría en las grandes asambleas y clubes mediante pura audacia –la audacia de
la desesperación. Su celo de apoyar los assignats se volvió su religión. La
Convención Nacional, que sucedió a la Asamblea Legislativa, emitió en 1793
56
Consulte Sumner, como se citó anteriormente, Pág. 220.

47
más de tres mil millones de assignats y, de éstos, más de mil doscientos millones
se pusieron en circulación. Y aún así Cambon insistió firmemente en que la
garantía para la moneda assignat era perfecta. Alcanzó el clímax de su celo
cuando contó como recursos de la tesorería nacional las indemnizaciones que,
declaró, Francia estaba segura de recibir tras las futuras victorias sobre las
naciones aliadas, contra las que estaba emprendiendo entonces una guerra
desesperada. Como recurso patriótico fue sublime; como recurso financiero, fue
mortífero.57

Se ensayó todo. Muy elaboradamente concibió un esquema de financiamiento el


cual, tomado en conjunto con su sistema de emisiones, era en efecto lo que por
aquellos días se habría llamado un "esquema de interconvertibilidad". Mediante
diversos grados de persuasión o fuerza –la guillotina como telón de fondo– los
poseedores de assignats fueron urgidos a convertirlos en evidencia de deuda
nacional, generando intereses al cinco por ciento, en el entendido de que si
posteriormente era necesario más papel moneda, se emitiría más. Todo fue en
vano. Las tablas oficiales de depreciación muestran que los assignats
continuaron cayendo. Un empréstito forzoso, que requería mil millones de éstos,
frenó esta caída, pero sólo por un momento. El "esquema de
interconvertibilidad" entre el dinero y los bonos falló tan desconsoladamente
como había fallado el "esquema de interconvertibilidad" entre el dinero y la
tierra.58

Un recurso más eficaz fue una ley que confiscó la propiedad de todos los
franceses que dejaron Francia después del 14 de Julio de 1789 y que no habían
regresado. Esto dio nueva tierra para ser hipotecada como garantía del papel
moneda.

Todo este inmenso capítulo de absurdo financiero a veces se comenta como si


fuese el resultado de la acción directa de hombres absolutamente carentes de
habilidad financiera, y eso es un grave error. Es verdad que en el establecimiento
del sistema de dinero fiat tomaron parte activa desorbitados proyectistas y
soñadores; también es verdad que la especulación y los financieros sin
escrúpulos hicieron que empeorara: pero los hombres que tenían a cargo las
finanzas francesas durante el Reinado del Terror y quienes hicieron estos
experimentos –que nos parecen tan monstruosos – para rescatarse a sí mismos y
a su país del diluvio que estaba barriendo todo hacia la ruina financiera, estaban
universalmente reconocidos como los financieros más hábiles y honrados de
Europa. Cambon, especialmente, estaba considerado, y se sigue considerando
ahora, como el mayor experto de cualquier período. Los desastrosos resultados
57
Consulte a Levasseur, como se citó anteriormente, Vol. i, Pág. 178.
58
Consulte el "Reporte" de Cambon, del 15 de agosto de 1793, pp. 49-60; también "Decreto del 24 de
agosto de 1793" Sec. 31, capítulos XCVI-CII. También, "Tableaux de Depreciatión du papier-monnaie
dans le department de la Seine" (Tablas de depreciación del papel moneda en el departamento del
Sena).

48
de su decisión y habilidad en el esfuerzo por enfrentar el diluvio de papel
moneda, muestran cuán impotentes son los maestros más hábiles en las finanzas
para apartar la marea de calamidades del dinero fiat una vez que está en pleno
curso; y qué inútiles son todas las promulgaciones que se puedan inventar contra
las leyes naturales subyacentes.

Mes tras mes, año tras año, se dieron nuevas emisiones. Mientras tanto, se hizo
todo lo posible para mantener el valor del papel moneda. Las autoridades de la
ciudad de Metz hicieron un juramento solemne de que los assignats tendrían el
mismo precio ya fuese en papel o en oro –y ya sea si fuera en las ventas o en las
compras- y varios otros cuerpos oficiales a lo largo de la nación siguieron este
ejemplo. En obediencia a aquellos que creyeron, junto con las mujeres del
mercado de París (según lo declara su famosa petición, que "deben aprobarse
leyes para hacer que el papel moneda sea tan bueno como el oro"), en agosto de
1793 Couthon había propuesto y logrado una ley que castigaba con prisión de
veinte años en grilletes a cualquier persona que vendiera los assignats a menos
de su valor nominal, y después logró la aprobación de una ley que imponía la
pena la muerte a franceses que hicieran inversiones en países extranjeros.59

Pero para sorpresa de la gran mayoría del pueblo francés se encontró que,
después de que había pasado el espasmo momentáneo de miedo, estas medidas
no habían aumentado permanentemente el valor de los assignats: al contrario,
este papel fiat insistió en obedecer las leyes financieras naturales y conforme
aumentaron las nuevas emisiones su valor disminuyó. Tampoco valió la más
pródiga ayuda de la naturaleza; el papel moneda de la nación parecía poseer un
poder mágico para transmutar la prosperidad en adversidad, y la abundancia en
hambre. El año 1794 fue excepcionalmente fructífero y, aun así, con el otoño
llegó la escasez de provisiones y con el invierno vino la aflicción. La razón es
perfectamente simple. Las secuencias en toda esa historia son completamente
lógicas. Primero, la Asamblea había inflado la moneda y subido los precios
enormemente. Luego, se había visto obligada a establecer un precio máximo
arbitrario para alimentos agrícolas. Pero este precio, grande como parecía, pronto
cayó por debajo del valor real de esos alimentos; por consiguiente, muchos de los
granjeros generaron menos alimento o se abstuvieron de llevar al mercado lo que
tenían.60 Pero, como es normal en estos casos, se atribuyó el problema a todo
menos a la causa real, y se establecieron las medidas más severas en todos los
rincones del país para obligar a los granjeros a traer su producción al mercado, a
los molineros para que lo molieran y a los tenderos para que lo vendieran.61 Las
emisiones de papel moneda continuaron. Hacia el final de 1794 siete mil

59
Para el ejemplo de Metz y otras autoridades, consulte a Levasseur, como se citó anteriormente, Vol. i,
Pág. 180.
60
Consulte a Von Sybel, Vol. iii, Pág. 173.
61
Consulte a Thiers; también, para detalles curiosos sobre las medidas tomadas para impulsar a los
granjeros y comerciantes, consulte a Senior, Conferencias sobre "Los Resultados del Papel moneda"
pp. 86, 87.

49
millones en assignats estaban en circulación.62 A finales de mayo de 1795, la
circulación aumentó a diez mil millones, a finales de julio a catorce mil millones,
y el valor de cien francos en papel cayó en picada, primero a cuatro francos en
oro, luego a tres, luego a dos y medio.63 Pero curiosamente, mientras ocurría
rápidamente esta depreciación, como en varios otros períodos durante los que la
depreciación fue rápida, vino una aparente reavivación de los negocios. Las
esperanzas de muchos se reavivaron por el hecho de que había un comercio
extraordinariamente fuerte en todos los tipos de propiedad permanente, a pesar
del declive del papel. Cualesquiera que fueran los artículos de valor permanente
que ciertas personas necesitadas quisieran vender, había ciertas personas astutas
deseosas de comprarlas y pagar por éstos buenos precios en assignats. Debido a
esto, en ciertas regiones se reavivó la esperanza durante un tiempo. Pero al poco
tiempo se descubrió que éste era uno de los resultados más dolorosos de una ley
natural que inevitablemente opera en tales circunstancias. Era simplemente una
actividad febril causada por el intenso deseo de un gran número de personas de la
clase más astuta, de convertir su papel moneda en cualquier cosa tangible – lo
que fuera – con tal de retener y acumular algo en sus manos, hasta que llegara el
colapso que previeron. Esta misma actividad en los negocios simplemente indicó
la enfermedad. Era simplemente el despojo legal que sufrían los más entusiastas
y confiados, a manos de los más desalmados y perspicaces. Fue el "traspaso" de
los assignats a la masa del pueblo.64

En medio de todo esto, es interesante notar la acción ininterrumpida de otra


simple ley de las finanzas. Fueron inútiles las prisiones, las guillotinas, las leyes
que castigaban con veinte años de cárcel en grilletes a la persona declarada
culpable por segunda vez de comprar o vender papel moneda a menos de su
valor nominal, y la muerte a los inversionistas en valores extranjeros. La
Convención Nacional, que luchaba contra un mundo en armas y que enfrentaba
una revuelta armada en su propia tierra, mostró un poder titánico, pero en su
lucha por esquivar una simple ley natural, su debilidad fue lastimosa. El louis
d'or (Luis de oro) permaneció en el mercado como indicador, mostrando cada
día, con infalible fidelidad, la reducción del valor del assignat; un indicador al
que no se podía sobornar, ni asustar. De igual manera podría la Convención
Nacional intentar sobornar o alterar la polaridad de la brújula del marinero. El 1º
de agosto de 1795, este louis de oro de 25 francos valía, en papel moneda, 920
francos; el 1º de septiembre, 1,200 francos; el 1º de noviembre, 2,600 francos; el
1º de diciembre, 3,050 francos. En febrero de 1796, valía 7,200 francos, o sea un
franco en oro valía 288 francos en papel moneda. Los precios de todos los

62
Consulte a Von Sybel, Vol. IV., Pág. 231.
63
Consulte a Von Sybel, Vol. IV., Pág. 330; también las tablas de depreciación en "Moniteur"; también
los reportes oficiales en la Colección White; también las "Tablas" de Caron, etc.
64
Para un boceto vivo de la manera en que estos intercambios de assignats por propiedad valiosa
ocurrieron durante los períodos de rápida depreciación del papel moneda, consulte a Challamel en "Les
français sous la Revolution" Pág. 309; también a Say en "Economie Politique".

50
productos básicos subieron casi en la misma proporción.65

Los escritos de este período proporcionan curiosos detalles. En sus memorias,


Thibaudeau menciona precios: el azúcar costaba 500 francos por libra, el jabón
230 francos y velas 140 francos. Mercier, en sus vívidos cuadros que retratan la
metrópoli francesa de ese período, menciona 600 francos como renta de un
carruaje para un solo paseo, y 6,000 por un día completo. Los ejemplos de otras
fuentes son los siguientes: la medida de harina se incrementó de 2 francos en
1790, a 225 francos en 1795; un par de zapatos de 5 francos a 200; un sombrero,
de 14 francos a 500; la mantequilla, a 560 francos por una libra, un pavo 900
francos.66 Todo estaba enormemente inflado en precio, excepto los sueldos por
mano de obra. Conforme cerraron los fabricantes cayeron los sueldos, hasta que
todo lo que mantenía en pie a la clase trabajadora, parecía ser su reclutamiento en
el ejército.

A partir de estas condiciones vinieron graves equivocaciones y burdos fraudes.


Por supuesto, las personas que habían previsto estos resultados y habían
adquirido deuda estaban jubilosas. Quien en 1790 había adquirido un préstamo
por 10,000 francos podía pagar sus deudas en 1796 por aproximadamente 35
francos. Se hicieron leyes para enfrentar estos abusos. Desde 1794 se ideó un
plan para publicar "tablas oficiales de depreciación" cuyo objetivo era que el
pago de las deudas fuera más equitativo, pero toda esta maquinaria demostró ser
inútil. El 18 de mayo de 1796, un joven se quejó ante la Convención Nacional de
que su hermano mayor, quien había estado actuando como administrador de la
propiedad de su difunto padre, les había pagado a los herederos en assignats, y
que él escasamente había recibido la tricentésima parte del valor real de su
parte.67 Para enfrentar estos casos, se aprobó una ley que establecía una "escala
de proporción". Tomando como norma el valor del assignat cuando había dos
mil millones en circulación, esta ley estableció que, para el pago de deudas,
debía agregarse una cuarta parte a la cantidad originalmente obtenida en
préstamo, por cada quinientos millones agregados a la circulación. En
cumplimiento de esta ley, un hombre que recibió un préstamo de 2,000 francos
cuando había dos mil millones en circulación, tendría que pagarle a sus
acreedores dos mil quinientos francos cuando se agregaran quinientos millones

65
Para una tabla muy completa de la depreciación día a día, consulte "Suplemento del Moniteur" del 2 de
octubre de 1797; también a Caron, como se citó anteriormente. Para los precios de mercado del Louis
d'or al primero de cada mes, conforme se aproximaba el colapso, consulte a Montgaillard. También
Consulte las "Listas Oficiales" en la Colección White. Para una tabla que muestra el firme incremento
del franco en oro durante una sola semana, de 251 a 280 francos, consulte a Dewarmin, como se citó
anteriormente, Vol. i, Pág. 136.
66
Consulte "Memoires de Thibaudeau" Vol. ii, Pág. 26, también a Mercier en "Le Nouveau París" (El
nuevo Paris) Vol. ii, Pág. 90. Para un ejemplo curioso de las escalas de depreciación vea la Colección
White. También Consulte la tabla extendida de valores comparativos de 1790 y 1795. Consulte a
Levasseur, como se citó anteriormente, Vol. i, pp. 223-4.
67
Para un llamativo caso similar en nuestro país, consulte a Sumner,"Historia del Dinero
Norteamericano" Pág. 47.

51
más al dinero, y más de treinta y cinco mil francos antes de que las emisiones de
papel alcanzaran su cantidad final. Esto trajo nuevos males, mayores - si fuese
posible - que los viejos.68

Naturalmente, el lector se preguntará: ¿al final, sobre quién recayó


principalmente esta enorme depreciación? Cuando este dinero se había hundido
a aproximadamente una tricentésima parte de su valor nominal y, después de eso,
a nada, ¿en manos de quién estaba este volumen de dinero? La respuesta es
simple. La daré en las palabras exactas de ese historiador sensato a quien ya he
citado: "Antes del final del año 1795 el papel moneda estaba casi exclusivamente
en manos de las clases obreras, empleados y hombres de medios modestos cuya
propiedad no era suficientemente grande como para invertir en mercancías
almacenadas o en tierras nacionales.69 Los financieros y hombres de recursos
abundantes fueron suficientemente perspicaces para convertir la mayor parte de
su propiedad que les fue posible, en objetos de valor permanente. Las clases
obreras no tuvieron tal previsión, habilidad o medios. Sobre ellos cayó
finalmente el peso aplastante de la pérdida. Después del primer colapso surgieron
los clamores del hambre. Los caminos y puentes se abandonaron; muchas
fábricas fueron abandonadas por la absoluta impotencia de sus dueños". Para
continuar, en las palabras del historiador ya citado: "Nadie sintió confianza en el
futuro en ningún aspecto; pocos se atrevieron a hacer alguna inversión de
negocios que tardara en realizarse, y se consideró una tontería frenar los placeres
del momento y acumular o ahorrar para un futuro tan incierto".70

Este sistema en las finanzas fue acompañado por un sistema político no menos
sorprendente, y cada sistema tendió a agravar al otro. Una vez que las diversas
fracciones de radicales extremistas enviaron a la guillotina a todos los Realistas,
y luego a todos los líderes Republicanos que pudieron atrapar, empezaron a
pelearse entre ellas, y enviarse al mismo destino: los Hebertistas, los Dantonistas,
con varias otras facciones y grupos y, finalmente, los Robespierristas, se
siguieron unos a otros en rápida sucesión. Después de que estos declamadores y
traficantes de frases desaparecieron de esta forma, en octubre de 1975 llegó al
poder un nuevo gobierno: el Directorio –principalmente el grupo sobreviviente
de los más canallas. Encontró al país absolutamente empobrecido y al principio
su único recurso fue imprimir más papel -e incluso distribuirlo mientras aún
estaba húmedo en la imprenta.

Finalmente, estas nuevas emisiones fueron realizadas por los dos grandes

68
Consulte a Villeneuve Bargemont,"Histoire de l'economie politique" Vol. ii, Pág. 229.
69
Consulte Von Sybel, Vol. IV., pp. 337, 338. También Consulte para confirmación a
Challamel,"Histoire Musée" Vol. ii, Pág. 179. Para una declaración pensada sobre las razones por las
que los hombres de recursos moderados y los trabajadores no invirtieron tal papel en tierras consulte a
Mill en "Economía Política" Vol. ii, pp. 81, 82.
70
Consulte a Von Sybel, Vol. IV, Pág. 222.

52
comités, con o sin autorización legislativa, en sumas mayores que nunca. Hubo
quejas de que el ejército de grabadores e impresores en la casa de moneda no
podía satisfacer la demanda de assignats –que sólo podía producir de sesenta a
setenta millones diarios y que el gobierno estaba gastando diariamente de
ochenta a noventa millones. Durante un mes se emitieron cuatro mil millones de
francos, un poco después tres mil millones, poco después cuatro mil millones,
hasta que se habían puesto a circular más de treinta y cinco mil millones.

Habiéndose reducido ahora el poder adquisitivo de este papel a casi nada, se


decretó el 22 de diciembre de 1795 que la cantidad total emitida debía limitarse a
cuarenta mil millones, incluyendo todo lo que se había puesto en circulación
previamente, y que cuando esto se alcanzara deberían romperse las placas de
cobre que servían para su impresión. A pesar de esto, se realizaron emisiones
adicionales que totalizaron aproximadamente diez mil millones. Pero el 18 de
febrero de 1796, a las nueve de la mañana, en presencia de una gran
muchedumbre, la maquinaria, las placas y el papel para imprimir assignats
fueron llevados a la Plaza Vendome y allí, en el punto dónde ahora se encuentra
la columna de Napoleón, estos objetos fueron solemnemente rotos y quemados.

Al poco tiempo Camus dirigió un reporte a la Asamblea diciendo que la cantidad


completa de papel moneda emitida en menos de seis años por el Gobierno
Revolucionario de Francia había sido por más de cuarenta y cinco mil millones
de francos; que más de seis mil millones habían sido anulados y quemados, y que
en la catástrofe final había en circulación cerca de cuarenta mil millones. Se verá
fácilmente que definitivamente ya era tiempo de acabar con el sistema pues,
como hemos visto, en febrero de 1796 el "Louis" de oro de veinticinco francos
en especie había alcanzado el valor de 7,200 francos, y en su última cotización
de todas, no menos de 15,000 francos en papel moneda –es decir, un franco en
oro valía nominalmente 600 francos en papel.

Tales fueron los resultados de cederle el control del gobierno a los soñadores, a
los proyectistas, a los traficantes de frases, a los declamadores y a los hombres
fuertes que estaban subordinados a todos ellos.71

71 Consulte especialmente a Levasseur en "Histoire des classes ouvrieres" Vol. etc. i, pp. 219, 230 y en
otra parte; también a De Nervo,"Finance française" Pág. 280; también a Stourm, como ya se citó. La
cantidad exacta de assignats en circulación en la supresión final es dada por De-warmin, (Vol. i, Pág.
189), como 39,999,945,428 libras o francos.

53
III
E l primer recurso nuevo del Directorio fue obtener un empréstito forzoso
de seiscientos millones de francos de las clases más adineradas; pero esto
resultó infructuoso. Fue ominoso cuando las personas obligadas a fondear
este préstamo encontraron que un assignat de cien francos sólo se aceptaba por
un franco. Luego se propuso un Banco Nacional; pero los capitalistas estaban
renuentes a involucrarse en la banca mientras resonaban en cada ciudad los
reclamos de la muchedumbre contra todos los que tenían cualquier relación con
el dinero. Finalmente al Directorio se le ocurrió otro recurso. Esto de ninguna
manera era nuevo. Había sido probado ampliamente dos veces en nuestro
continente antes de ese tiempo: y una vez desde entonces –primero, en nuestro
período colonial; después, durante nuestra Confederación; por último, por la
"Confederación del Sur" y aquí, como en otras partes, siempre en vano. Pero la
experiencia cedió ante la teoría – el sencillo sentido práctico de negocios cedió
ante la metafísica financiera. Se determinó emitir un nuevo papel que estaría
"totalmente garantizado" y que fuera "tan bueno como el oro.”

Consecuente a esta decisión se decretó emitir un nuevo papel moneda


"totalmente garantizado y tan bueno como el oro" bajo el nombre de "mandats".
Para que estos nuevos billetes estuvieran "totalmente garantizados", se apartaron
bienes raíces públicos selectos por una cantidad totalmente equivalente al valor
nominal de la emisión, y cualquiera que ofreciera cualquier cantidad de mandats
podría inmediatamente tomar posesión de tierras gubernamentales, el precio de
las tierras lo determinarían dos expertos, uno nombrado por el gobierno y otro
por el comprador, y sin las formalidades y retrasos previamente establecidos con
respecto a la compra de tierras con assignats.

Quizás la parte más caprichosa en toda esta situación fue el hecho de que el
gobierno, presionado como estaba por exigencias de todo tipo, continuó
emitiendo los viejos assignats al mismo tiempo que estaba desacreditándolos al
emitir los nuevos mandats. Y sin embargo, para hacer que los mandats fueran
"tan buenos como el oro" se planeó, mediante empréstitos forzosos y otros
medios, reducir la cantidad de assignats en circulación, para que el valor de cada
assignat se elevara a una trigésima parte del valor del oro, y enseguida darle a
los mandats el carácter de moneda de curso legal y sustituir con ellos a los
assignats, a razón de un mandat por treinta assignats. Las grandes expectativas
nunca fueron defraudadas en forma más cruel. Incluso antes de que los mandats
pudieran salir de la imprenta cayeron a treinta y cinco por ciento de su valor

54
nominal; desde ahí cayeron rápidamente a quince, y poco después a cinco por
ciento, y finalmente, en agosto de 1796, a seis meses de su primera emisión, a
tres por ciento. Este plan falló - tal como falló en Nueva Inglaterra en 1737; así
como falló bajo nuestra propia Confederación en 1781; así como falló bajo la
Confederación del Sur durante nuestra Guerra Civil.72

Para sostener el valor de este nuevo dinero, el gobierno recurrió a cuanto método
podía inventar el ingenio. Se publicaron folletos adecuados a las personas de
cada nivel explicando sus ventajas. Nunca hubo palabrería más hábil. Circuló
ampliamente un folleto firmado por "Marchant", dedicado a la "Gente de Buena
Voluntad", en el cual se esforzaba al máximo por mostrar la gran ventaja de los
mandats en comparación con los assignats; cómo podía adquirirse la tierra más
fácilmente con ellos; cómo su garantía era mejor que la de los assignats; cómo
no podían, bajo ninguna posibilidad, perder su valor como había sucedido con
los assignats. Pero incluso antes de que el folleto estuviera seco en la imprenta,
la depreciación de los mandats ya había refutado todo su argumento.73

El viejo plan de sanciones penales fue impuesto de nuevo. Monot abrió la


discusión al proponer penas contra aquellos que hablaran públicamente contra
los mandats; Talot pensó que las multas debían ser especialmente severas;
finalmente se autorizó que cualquier persona "que al hablar o escribir
desacreditará los mandats sería condenada a una multa de no menos de mil
francos o de más de diez mil; y en caso de repetir la ofensa, a cuatro años de
cárcel en grilletes". También fue decretado que aquellos que se negaran a recibir
los mandats debían ser multados –la primera vez por la suma exacta que se
habían negado a recibir; la segunda vez diez veces esa cantidad; y la tercera vez
con dos años de prisión. Pero aquí también entraron en acción aquellas leyes
naturales que son igualmente inexorables en todos los países. Este esfuerzo
demostró ser vano en Francia así como había demostrado serlo en los Estados
Unidos, menos de veinte años antes. Ninguna disposición legal pudo detener la
tendencia a la baja de este nuevo papel "totalmente garantizado", "tan bueno
como el oro"; las leyes que finalmente gobiernan las finanzas no se crean en
convenciones o congresos.74

De cuando en cuando se pusieron a prueba varios nuevos malabarismos


financieros, algunos de ellos ingeniosos, la mayoría de ellos drásticos. Se decretó
que todos los assignats por arriba del valor de cien francos debían dejar de
circular a partir del 1 de junio de 1796. Pero esto sólo sirvió para destruir el
72
Para conocer más detalles muy completos del sistema de los mandats, consulte a Thiers en "Historia de
la Revolución francesa", edición de Bentley, Vol. IV., pp. 410-412. Para la emisión de assignats y
mandats al mismo tiempo, consulte a Dewarmin, Vol. i, Pág. 136; también a Levasseur, Vol. i, pp. 230-
257. Para un relato de los "nuevos billetes de curso'' en América y su fracaso en 1737, consulte a
Sumner, pp. 27-31; para su fracaso en 1781, consulte a Morse en "La Vida de Alejandro Hamilton"
Vol. i, pp. 86, 87. Para ver un fracaso similar en Austria, consulte a Sumner, Pág. 314.
73
Consulte a Marchant, "Lettre aux gens de bonne foi" (Carta a las personas de buena voluntad).
74
Consulte a Sumner, Pág. 44; también a De Nervo en "Finances Françaises" Pág. 282.

55
último vestigio de confianza en los billetes gubernamentales de cualquier tipo.
Otro recurso se vio en el decreto de que el papel moneda debía concordar con un
estándar natural e inmutable de valor y que un franco en papel debía, por lo
tanto, valer diez libras de trigo. Esto también falló. El 16 de julio otro decreto
pareció mostrar que las autoridades se daban por vencidas en su afán de regular
el dinero existente y fue decretado que todo el papel moneda, ya fuera mandats o
assignats, debía tomarse a su valor real, y que los tratos podían hacerse en
cualquier moneda que las personas eligieran. El valor real de los mandats
rápidamente se hundió aproximadamente a dos por ciento de su valor nominal, y
el único efecto de esta legislación fue que tanto los assignats como los mandats
bajaron aún más.

Entonces, del 4 al 14 de febrero de 1797, aparecieron decretos y órdenes que


disponían que el equipo de imprenta para los mandats debía ser destruido, así
como había sido destruido el que producía los assgnats; que tanto los assignats
como los mandats dejaban de ser moneda de curso legal, y que las viejas deudas
al estado podían ser pagadas, durante cierto período, con papel moneda del
gobierno, a razón de uno por ciento de su valor nominal.75 Luego, menos de tres
meses después, se decretó que los veintiún mil millones de assignats que aún
circulaban debían ser anulados.

Finalmente, el 30 de septiembre de 1797, como culminación de éstos y varios


otros experimentos y recursos, vino una orden del Directorio de que las deudas
nacionales serían pagadas dos terceras partes en bonos, que podrían usarse para
adquirir bienes raíces confiscados, y el restante "Tercio Consolidado ", como se
le llamó, sería puesto en el "Gran Libro" de la deuda nacional para ser pagado en
lo sucesivo según el criterio el gobierno.

Los bonos que los acreedores de la nación estaban obligados a tomar se


hundieron rápidamente, como lo habían hecho los assignats y los mandats,
incluso a un tres por ciento de su valor. Por lo que respecta al "Tercio
Consolidado", éste fue pagado, hasta la llegada de Bonaparte, principalmente en
papel moneda, el cual se hundió gradualmente hasta aproximadamente un seis
por ciento de su valor nominal. A partir de mayo de 1797, los assignats y los
mandats prácticamente no valían nada.

Así terminó el reino del papel moneda en Francia. Los dos mil quinientos
millones de mandats fueron a dar al basurero común, junto con los cuarenta y
cinco mil millones anteriores de assignats: y la nación en general, ricos y pobres
por igual, se hundió en la ruina financiera de un extremo a otro. Los extractos de

75
Consulte a De Nervo en "Finances Françaises" Pág. 282; también a Levasseur, Vol. i, Pág. 236 et seq.

56
una tabla publicada en 1795 nos informan sobre los precios cobrados por los
artículos de uso ordinario, convertida a moneda de E.U.

1790 1795
Por un “bushel” [35 litros] de harina 40 centavos 45 dólares
Por un “bushel” de avena 18 centavos 10 dólares
Por una carretada de madera 4 dólares 500 dólares
Por un “bushel” de carbón 7 centavos 2 dólares
Por 454 gr. de azúcar 18 centavos 12½ dólares
Por 454 gr. de jabón 18 centavos 8 dólares
Por 454 gr. de velas 18 centavos 8 dólares
Por una calabaza 8 centavos 5½ dólares
Por un par de zapatos 1 dólar 40 dólares
Por veinticinco huevos 24 centavos 5 dólares

Pero estos precios de mediados de 1795 eran moderados en comparación con


aquellos que se alcanzaron antes del cierre de ese año y durante el año siguiente.
Ejemplos perfectamente auténticos fueron los siguientes:

454 gr. de pan 9 dólares


Un “bushel” de patatas 40 dólares
454 gr. de velas 40 dólares
Una carretada de madera 250 dólares

La situación fue peor para el pueblo más pobre. Como caso típico de aquellos
considerados como adinerados puede mencionarse a un fabricante de estructuras
que, habiéndose retirado de los negocios en 1790 con 321,000 libras, encuentra
que su propiedad en 1796 vale 14,000 francos.76

A este sufrimiento general que surgió del desarrollo y colapso del dinero "fiat" en
Francia hubo, de hecho, una excepción. En París y en algunas de las otras
grandes ciudades, hombres como Tallien, pertenecientes a la clase social
insensible, corrupta, amante del lujo, contratista y especuladora en acciones,
habían emergido económicamente sobre la ruina de muchas fortunas menores.
Tallien, uno de los peores demagogos "reformistas", y algunos como él, habían
sido lo bastante hábiles para volverse millonarios,mientras que sus víctimas, que
habían clamado por emisiones de papel moneda, se habían vuelto mendigos.

76
Consulte la Tabla de la "Gaceta de Francia" y extractos de otras fuentes en Levasseur, Vol. i, pp. 223-
4.

57
El lujo y la extravagancia de aquellos que especularon con dinero, y de sus
familias, conforman una de las características más significativas en cualquier
cuadro que describa de la condición social de ese período.77

Unos años antes de esto, las mujeres más distinguidas de la sociedad francesa
mostraban una nobleza de carácter y una sencillez en el vestido dignos de las
matronas romanas. Entre éstas estaban la señora Roland y la señora Desmoulins;
pero ahora todo había cambiado. A la cabeza de la sociedad estaban la señora
Tallien y otras como ella que, desmedidas en su extravagancia, buscaban
diariamente nuevos refinamientos en el lujo, y que para satisfacerlos y para
alimentar sus caprichos exigían a sus maridos y amantes vastas sumas. Si tales
sumas no se podían obtener honestamente, tendrían que conseguirse
deshonestamente. Mientras más de cerca se examina ese período, más claramente
se ve que las imágenes aportadas por Thibaudeau y Challamel y De Goncourt no
exageran en absoluto.78

El contraste entre estas alegres criaturas del período del Directorio y el pueblo en
general era impactante. Aunque una buena parte de la inmensa mayoría de las
clases adineradas había empobrecido, las clases trabajadoras, los empleados
asalariados de todos los tipos y el pueblo con sueldos fijos y de recursos
modestos, sobre todo en las ciudades, sufrieron un desastre aún mayor. Éstos,
como regla, se hallaban subsistiendo principalmente a base de las raciones diarias
de pan que les daba el gobierno, a razón de una libra por persona.
Frecuentemente este pan no era apto para el consumo humano y se distribuía a
largas filas de hombres, mujeres y niños, quienes a veces estaban obligados a
esperar su turno durante todo el día. Mediante diversos medios, especialmente el
soborno, el muy rico pudo obtener un pan mejor, pero sólo a un costo enorme. En
mayo de 1796, el precio del pan bueno en el mercado era, en papel moneda, de
80 francos (16 dólares) por libra y un poco después no se podían comprar
provisiones con papel moneda, a ningún precio.79

Y aquí vale la pena mencionar que hubo otro problema financiero especialmente
molesto. Al tiempo que, como hemos visto, los sucesivos gobiernos de la
Revolución pusieron en circulación estas sumas enormes de dinero, que subieron
de veinte a cuarenta mil millones de francos en papel moneda, los criminales y
los enemigos de Francia habían introducido enormes sumas en falsificaciones.

77
Entre los muchos relatos impactantes de los efectos devastadores de la " inflación" en Francia bajo el
Directorio, quizás el mejor sea el de Lacretelle, Vol. xiii, pp. 32-36. Para un efecto similar, producido
por la misma causa en nuestro país en 1819, consulte la declaración de Niles "Register" (registro) en
Sumner, Pág. 80. Para la mezcla de familias reducida a la mendicidad con familias llevadas a una
súbita riqueza y para la masa de absurdo y miseria así mezclada, consulte a Levasseur, Vol. i, Pág. 237.
78
Para la Señora Tallien y el lujo de las clases de especuladores en acciones, consulte a Challamel en
"Les français sous la Revolution" pp. 30, 33; también a De Goncourt en "Les français sous le
Directoire" Con respecto al epidemia de vicio en París y a la desmoralización de la policía, consulte a
Levasseur, como se citó anteriormente.
79
Consulte A Levasseur, Vol. i, Pág. 237, et seq.

58
Éstas vinieron no sólo de diversas partes de la República Francesa sino de casi
todas las naciones circundantes, siendo Londres la fuente principal. De ahí que
el Conde Joseph de Puisaye enviara cargamentos de papel falso, excelentemente
grabado e impreso, a través de los puertos en Bretaña y otras partes de Francia
que estaban inconformes con las situación política. Respecto a una confiscación
realizada por el General Hoche, éste declaró que excedía en valor nominal los
diez mil millones de francos. Con excepción de algunas de estas emisiones, la
detección era sumamente difícil, incluso para los expertos, y para la inmensa
mayoría de la gente era imposible.

Y esto no era todo. En varias ocasiones los realistas insurgentes en La Vendée y


en otras partes también pusieron en operación sus prensas, imprimiendo billetes
que mostraban las armas Borbónicas: la fleur-de-lis, el retrato del Delfín (como
Luis XVII) con la leyenda mágica "De Par le Roi". Grandes grupos de la
población en los distritos insurgentes fueron obligados a tomar estos billetes, que
continuaron apareciendo hasta 1799.80

La agonía financiera se prolongó otro tanto debido a los esfuerzos para hacerse
de fondos mediante otro "empréstito forzoso" más, y otras medidas
desacreditadas, pero cuando finalmente terminó el episodio de papel moneda, el
oro empezó a reaparecer, primero en sumas suficientes facilitar la reducida
actividad mercantil que subsistía después del colapso; luego, conforme aumentó
la demanda comercial, el oro fluyó desde todo el mundo para acomodarse, y la
nación gradualmente se recuperó de ese largo desenfreno de papel moneda.

Thibaudeau, un observador muy perspicaz, nos dice en sus “Memorias” que se


sintieron grandes temores acerca de la necesidad de una moneda de curso legal
para el intervalo entre la salida del papel y la entrada del oro; pero que tal
necesidad no fue sentida muy severamente, y que la moneda de oro entró
gradualmente como se deseaba.81

Nada podría ejemplificar mejor esta reacción, que el dicho de uno de los
estadistas modernos más astutos: "siempre habrá dinero".82

80
Para ver especímenes de los assignats falsos, consulte la Colección White en la Biblioteca de la
Universidad de Cornell, pero para las grandes series de varias emisiones de ellos en el facsímil,
también para las advertencias de los detectives y los intentos de descripción de muchas variedades de
ellos, y para la historia de su emisión, consulte especialmente a Dewarmin, Vol. i, pp. 152-161. Para
copias fotográficas de los assignats Realistas, etc., consulte también a Dewarmin, ibid., pp. 192-197,
etc. Para una fotografía de probablemente el último de los billetes Realistas emitidos, portando las
palabras "Pro Deo, pro Rege, pro Patria" (Por Dios, por el Rey, por la Patria) y "Armée Catholique et
Royale" (Ejército católico y real) con fecha de 1799, y para la suma de 100 libras, consulte a
Dewarmin, Vol. i, Pág. 204.
81
Para una expectativa similar de un "trauma" qué no ocurrió, al reanudar los pagos en especie en
Massachusetts, consulte a Sumner en "Historia del Dinero Norteamericano" Pág. 34.
82
Consulte a Thiers.

59
Aunque pronto vino un cierto grado de prosperidad, en comparación con el
sufrimiento durante el desenfreno del papel moneda, la convalecencia fue lenta.
El agudo sufrimiento del naufragio y la ruina que causaron los assignats,
mandats y otros tipos de papel moneda en proceso de repudio, duró casi diez
años, pero el período de recuperación duró mucho más tiempo que la generación
que siguió. Transcurrieron no menos de cuarenta años para devolver al capital, a
la industria, al comercio y al crédito la condición que tenían cuando empezó la
Revolución, y requirió de un "hombre a caballo", que estableció la monarquía
sobre las ruinas de la República y que sacrificó por el Imperio millones de vidas -
que habrían de sumarse a los millones sacrificados por la Revolución.83

Tal es, brevemente esbozada en sus características principales, la historia del


intento más hábil, vigoroso y persistente jamás realizado para sustituir las leyes
financieras naturales por la habilidad de los cuerpos legislativos, y sustituir un
estándar de valor reconocido en todo el mundo, por un estándar nacional ideado
por teóricos y manipulado por planificadores.

Cualquier otro esfuerzo del mismo tipo en la historia humana, bajo cualesquiera
circunstancias, ha alcanzado resultados similares en su tipo, si no en grado; todos
ellos comprueban la existencia de leyes financieras tan reales en su operación
como aquellas que sostienen a los planetas en sus órbitas.84
He presentado esta historia en su orden cronológico –el orden en que sucedieron
los eventos. Por lo tanto, en conclusión, permítame el lector resumirlos
brevemente en su orden lógico –el orden de causa y efecto.

Primero, en el rubro económico. A partir las primeras emisiones de papel


moneda, que se hicieron de forma renuente y cuidadosa, vimos como resultado
inmediato una mejoría y una mayor actividad en los negocios. De pronto, surgió
el clamor por más papel moneda. Al principio, las nuevas emisiones se realizaron
con gran dificultad pero, una vez roto el dique, la corriente de dinero
inconvertible entró a raudales y la cantidad de este dinero pronto creció fuera de
control. Los especuladores favorecían el aumento en la corriente para causar un
aumento en los valores, mediante demagogos que persuadieron al pueblo de que
una nación, por su simple mandato, podía estampar un valor real por cualquier
cantidad en objetos sin valor. Como consecuencia natural, rápidamente creció
una gran clase deudora y esta clase usó su influencia para depreciar cada vez más
el dinero con el que debía pagar sus deudas.85
83
Consulte a Levasseur, Vol. i, Pág. 246.
84
Para ejemplos de efectos similares en Rusia, Austria y Dinamarca, consulte a Storch en "Economie
Politique", Vol. IV.; para efectos similares en los Estados Unidos, consulte a Gouge en "Papel moneda
y Banca en los Estados Unidos" también a Sumner en "Historia del Dinero Norteamericano". Por
darse una idea de los mismos principios en Inglaterra, descritos magistralmente, consulte a Macaulay
en "Historia de Inglaterra" Cap. xxi; y para una curiosa exhibición de las mismas causas produciendo
los mismos resultados en la Grecia antigua, vea a una curiosa cita de Macaulay en el mismo capítulo.
85
Para casos paralelos en la historia temprana de nuestro propio país, consulte a Sumner, Pág. 21, y en
otras partes.

60
El gobierno enseguida empezó y continuó, mediante espasmos, a producir
todavía más papel; el comercio fue estimulado al principio por la ventaja que
daba el tipo de cambio [favorable a las exportaciones]; pero esta causa pronto
dejó de operar y el comercio, habiendo sido estimulado en forma no saludable,
comenzó a decaer.

Las manufacturas recibieron al principio un gran impulso, pero al poco tiempo


esta superproducción y sobre-estímulo probó ser fatal tanto para éstas como para
el comercio. Hubo de vez en cuando un renacimiento de esperanza causado por
una reactivación aparente de los negocios; pero finalmente se cayó en la cuenta
que esta reactivación de los negocios era causada, en forma creciente, por el
deseo de hombres prudentes y hábiles, de intercambiar papel moneda por objetos
de valor permanente. En cuanto al pueblo en general, las clases que se mantenían
sobre ingresos fijos y sueldos pequeños fueron los primeros en sentir la presión,
en la medida en que se redujo el poder adquisitivo de sus ingresos fijos. Pronto la
mayoría del pueblo, que se mantenía de los sueldos, lo resintió de forma aún más
triste.

Los precios de los productos básicos aumentaron: la situación obligó a los


comerciantes a aumentar sus precios, no sólo para cubrir la depreciación de su
mercancía, sino también para cubrir su riesgo de pérdida por la fluctuación y,
mientras los precios de los productos se elevaban de esta forma, los sueldos que
al principio habían subido bajo el estímulo general, se quedaron atrás. Debido a
la incertidumbre general y el desaliento, el comercio y la manufactura se
frenaron o destruyeron. Como consecuencia, la demanda de mano de obra
disminuyó; los trabajadores se quedaron sin empleo y, bajo la operación de la ley
más simple de la oferta y la demanda, el precio de los jornales –los salarios
diarios de la clase trabajadora – se abatieron hasta que, cuando los precios de la
comida, ropa y varios artículos de consumo ya eran enormes, los sueldos bajaron
[en términos de libras] al nivel que tenían durante la primera emisión del dinero
inconvertible.

Las clases mercantiles al principio se creyeron exentas del infortunio general.


Estaban encantadas con el aparente avance en el valor de las mercancías en sus
estantes. Pero pronto se dieron cuenta de que, conforme aumentaban los precios
para cubrir la inflación del dinero y el riesgo proveniente de la fluctuación y la
incertidumbre, las compras disminuyeron en cantidad y los pagos fueron menos
seguros; un sentimiento de inseguridad se esparció por todo el país; la empresa
fue sofocada y vino el estancamiento.

Se clamó entonces por nuevas emisiones de papel -tal como un borrachín exige
más copas. Las nuevas emisiones sólo aumentaron el mal; los capitalistas estaban
más renuentes a embarcar su dinero en ese mar de dudas. Se extendió la
desocupación de obreros de todas las clases. Vino emisión tras emisión de

61
dinero; pero ningún alivio surgía, excepto un estímulo momentáneo que agravó
la enfermedad. Se intentaron todas las evasiones más ingeniosas a las leyes
financieras naturales, que los teóricos más perspicaces podían idear –y todo fue
en vano; se probaron los substitutos más brillantes para esas leyes; esquemas
"autorreguladores", esquemas de "interconversión"–todos igualmente vanos.86
Todos los hombres sensatos habían perdido la confianza. Todos los hombres
estaban esperando; el estancamiento se volvió cada vez peor. Por fin vino el
colapso y entonces un retorno, mediante una temerosa sacudida, a unas
condiciones que presentaron algo parecido a la certeza de remuneración al capital
y a la mano de obra. Entonces, y no sino hasta entonces, vino el principio de una
nueva era de prosperidad.

Igualmente regida por la ley de causa y el efecto estaba el desarrollo moral. A


partir de la inflación de precios creció una clase social especuladora y, en la
completa incertidumbre acerca del futuro, todos los negocios se volvieron un
juego de azar, y todos los hombres de negocios, jugadores. En los centros de las
ciudades vino un rápido surgimiento de corredores de bolsa y especuladores; y
estos establecieron como moda la corrupción en los negocios, que se extendió a
los confines más remotos del país. En lugar de la satisfacción con las ganancias
legítimas, vino una pasión por las ganancias inmoderadas. Entonces, también,
conforme los valores se volvieron más inciertos, ya no había motivo para la
prudencia o la economía, sino todos los motivos para el gasto inmediato y goce
actual. De esta forma vino sobre la nación la eliminación del ahorro. En esta
locura por producir para el goce actual en lugar de prever para la comodidad
futura, estuvieron las semillas de nuevos brotes de miseria: el lujo insensato y
extravagante se estableció: esto igualmente se extendió como una moda. Para
alimentar esto, se extendió la estafa por toda la nación en general, y la corrupción
entre los funcionarios y los titulares de los fideicomisos. Mientras los hombres
establecían tales prácticas en los negocios privados y oficiales, las mujeres
establecieron modas extravagantes en el vestido y en el vivir, que se agregaron a
los incentivos para la corrupción. La confianza en las consideraciones morales, o
incluso en los buenos impulsos, cedía a una desconfianza general. El honor
nacional fue considerado una ficción apreciada sólo por los hipócritas. El
patriotismo fue devorado por el cinismo.

Así fue la historia de Francia durante este periodo, que se desarrollo lógicamente
en cumplimiento de las leyes naturales; tal ha sido siempre, a un grado mayor o
menor, el resultado del papel inconvertible, creado según el capricho o interés de
las asambleas legislativas en lugar de estar basado en estándares de valor de
naturaleza permanente y convenidos a lo largo del mundo entero. Y tal será
siempre, sin duda, el resultado de esas leyes naturales hasta que el mandato del

86
Para una revisión de algunos de estos esfuerzos, con elocuentes declaraciones sobre sus malignos
resultados, consulte "Memoires de Durand de Maillane" pp. 166-169.

62
Todopoderoso establezca otras leyes en el universo, que sean radicalmente
distintas las que actualmente rigen.87

Y finalmente, acerca del desarrollo general de la teoría y práctica que registra


toda esta historia: mi tema ha sido el Dinero Fiat en Francia; cómo llegó, qué
consecuencias trajo y cómo acabó.

El dinero fiat llegó cuando se buscaba un remedio para un mal comparativamente


pequeño, y el remedio hallado resultó un mal infinitamente más peligroso. Para
curar una enfermedad temporal en su naturaleza, se administró un veneno
corrosivo que carcomió los órganos vitales de la prosperidad francesa.

Progresó según una ley de la física social que podemos llamar la "ley de la
aceleración de la emisión y depreciación". Fue comparativamente fácil
abstenerse de hacer la primera emisión; fue sumamente difícil abstenerse de la
segunda; abstenerse a partir de la tercera y de las que siguieron, fue
prácticamente imposible.

Como hemos visto, trajo la ruina al comercio y las manufacturas, a la actividad


mercantil y a la actividad agrícola. Trajo la misma destrucción que sobrevendría
a un holandés, si éste abriera los diques del mar para regar su jardín durante un
verano seco.

Acabó en la completa postración financiera, moral y política de Francia, una


postración que sólo un Napoleón podría levantar.

Pero esta historia estaría incompleta sin una continuación breve, mostrando cómo
ese gran genio aprovechó toda su experiencia. Cuando Bonaparte tomó el
consulado, la situación fiscal era apabullante. El gobierno estaba en quiebra; una
inmensa deuda estaba sin pagar. La recaudación de impuestos parecía imposible;
los valores catastrales estaban en una situación confusión sin remedio. Proseguía
la guerra en el Este, en el Rin y en Italia, y existía guerra civil en La Vendée.
Hacía mucho que no se les pagaba a los ejércitos, y el préstamo más grande que
podría obtenerse de momento era por una suma que difícilmente cubriría los
gastos del gobierno durante un solo día. Durante el primer consejo de ministros
se le preguntó a Bonaparte qué pensaba hacer. Él contestó: "pagaré oro o no
pagaré nada". A partir de ese momento realizó todas sus operaciones bajo esa
base. Puso orden en los valores catastrales, consolidó la deuda e hizo pagos en
oro; y a partir de ese momento –durante todas las campañas de Marengo,
Austerlitz, Jena, Eylau, Friedland, hasta la Paz de Tilsit en 1807 – sólo hubo una
suspensión de pago en oro, y esto sólo durante unos días. Cuando se formó la
87
Para un efecto similar de dinero inflado que extenúa y socava el comercio, la agricultura, las
manufacturas y las morales en nuestro país, consulte a Daniel Webster, citado en Sumner, pp. 45-50.
Para efectos similares en otros países, consulte a Senior, Storch, Macaulay y otros ya citados.

63
primera gran coalición europea contra el Imperio, Napoleón fue fuertemente
presionado en lo financiero, y se le propuso recurrir al papel moneda; pero él
contestó a su ministro: "Mientras viva, nunca recurriré al papel inconvertible".
Nunca lo hizo, y Francia, bajo esta determinación, consiguió todo el oro que
necesitaba. Cuando vino Waterloo, con la invasión de los Aliados, con la guerra
en su propia tierra, con un cambio de dinastía, y con grandes gastos por la guerra
y las indemnizaciones, Francia, en base al oro, no experimentó ningún
sufrimiento financiero severo.

Si echamos una mirada a la historia financiera de Francia durante la Guerra


Franco-Prusiana y la lucha contra el Comunismo, en la que se impuso una
presión más seria a las finanzas francesas que la que nuestra propia y reciente
Guerra Civil impuso a las finanzas de los Estados Unidos, veremos que aún así
no hubo estancamiento nacional o sufrimiento, sino un progreso firme en la
prosperidad, y veremos todavía más claramente la ventaja de enfrentar una crisis
financiera de una manera honrada y franca, y por métodos confirmados por la
experiencia más costosa del mundo, en lugar de acceder a las quimeras de
soñadores, teóricos, traficantes de frases, declamadores, planificadores,
especuladores o a esa clase de "Reforma" que es "el último refugio de un
canalla".88

Hay una lección en todo esto que le toca ponderar a cada hombre pensante.

88
En relación a los hechos relacionados a las finanzas francesas bajo Napoleón, estoy en deuda con el
Hon. David A. Wells. Para los triunfos más recientes del sentido común financiero en Francia, consulte
los artículos de Bonnet, traducidos por George Walker hijo, Esq. Para el asunto general, consulte a
Levasseur.

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