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Volvamos a los orígenes de la familia según el modelo de Dios

Publicado el 16 de Febrero de 2015 por Fernando Alexis Jiménez

Por Fernando Alexis

Todos anhelamos que pase ese período crítico que experimenta nuestra sociedad cuando un alto
porcentaje de matrimonios terminan en separación y el alto índice de delincuencia juvenil está
ligado a un trasfondo de hogares disfuncionales, donde prevalecen los conflictos de pareja.

La pregunta es si resulta posible resolver el cúmulo de problemas que atentan contra la institución
familiar. La respuesta es positiva: Sí es posible. Y se suma a esta afirmación otro elemento: La
necesidad de volver a los orígenes, a las pautas que aprendemos en el Génesis y otros pasajes de
las Escrituras inspirados por el Creador de la familia: Dios mismo.

Por años Lucía y Roberto tuvieron conflictos. Serios. En algunos casos se iban a las manos. Las
diferencias de criterio crecían, las palabras hirientes también y terminaban enfrascados en
enfrentamientos graves, delicados. Estuvieron donde consejeros matrimoniales, sicólogos y líderes
de grupos de superación.

El giro total en su matrimonio se produjo cuando comenzaron a buscar a Dios. Primero fue
Roberto. Un viernes, cuando anticipó que tendría una nueva gresca con su cónyuge, prefirió ir a un
templo pequeño, donde tocaban música alegre. Eran coros cristianos. Escuchó el mensaje, aceptó
a Jesús como Salvador y en adelante, aplicó principios bíblicos a la relación. Esa decisión marcó la
diferencia e impactó a su familia. Su esposa e hijos adolescentes terminaron yendo a la iglesia. Hoy
su relación familiar es satisfactoria y enriquecedora. ¡Dios trajo cambios duraderos!

Es hora de involucrar a Dios en el hogar

Cuando el pueblo de Israel iba a entrar a la tierra prometida, el Señor les advirtió sobre la
necesidad de ser fieles a Sus mandatos. Encierran sabiduría y poder, no solo para ayudarnos a
cambiar sino también para experimentar un crecimiento personal, espiritual y familiar
permanentes.

Le invito a leer y considerar detenidamente la Escritura cuando nos enseña: “Esos son los
mandatos, los decretos y las ordenanzas que el Señor tu Dios me encargó que te enseñara.
Obedécelos cuando llegues a la tierra donde estás a punto de entrar y que vas a poseer. Tú, tus
hijos y tus nietos teman al Señor su Dios durante toda la vida. Si obedeces todos los decretos y
los mandatos del Señor, disfrutarás de una larga vida. Escucha con atención, pueblo de Israel, y
asegúrate de obedecer. Entonces todo te saldrá bien, y tendrás muchos hijos en la tierra donde
fluyen la leche y la miel, tal como el Señor, Dios de tus antepasados, te lo
prometió.”(Deuteronomio 6:1-3. NTV)

Obedecer los preceptos bíblicos, de acuerdo con lo prometido por nuestro amado Hacedor, tres
elementos importantes:
a.- Larga vida

b.- Nos irá bien en todo lo que emprendamos

c.- Seremos fructíferos a nivel familiar

d.- Experimentaremos bendiciones materiales.

Todo parte de tomar una decisión: Observar la Palabra de Dios y llevarla a nuestro hogar. Si Él
reina en casa, todo será diferente. Es la única manera de cambiar el panorama actual de las
familias.

El autor cristiano Guillermo D. Taylor, escribe: “El problema más grande es la crisis familiar que se
ha tornado cíclica. Si la mayoría de los modelos no cumplen con las normas cristianas, entonces
generaciones enteras, las que vienen, seguirán los modelos conocidos y equivocados en que nos
movemos. Lo que se necesita con urgencia es romper con el ciclo negativo… Un gran porcentaje de
los problemas hogareños surgen a raíz de la falta de funcionamiento cristiano del esposo. O no
supo, o no quiso, tomar el liderazgo sensible, o como resultado de una crisis perdió su liderazgo de
golpe, o tal vez por falta de iniciativa y cuidado, poco a poco entregó toda la dirección a la esposa
o hijos.”(Gillermo D. Taylor y Sergio E. Mijangos. “La familia auténticamente cristiana”. Editorial
Portavoz. 1983. EE.UU. Pg. 32)

El secreto para que todo vaya bien es que Cristo gobierne. El amado Hijo de Dios sabe cómo
hacerlo. Su guía oportuna nos lleva a ser sabios, tomar decisiones apropiadas, identificar errores y
corregirlos. Cuando lo hacemos, la relación familiar mejora. ¡Hoy es el día de tomar la decisión!

No margine a Dios, involúcrelo en su hogar

Si usted pregunta a su alrededor—quizá a amigos y familiares—qué desean para sus vidas, le


responderán sin duda en el siguiente orden: Estabilidad y prosperidad económica y, en segundo
término, una relación familiar enriquecedora. Es apenas natural. Podemos tenerlo todo—lo
material—pero si hay dificultades en la relación de familia, reinará el desgano.

La diferencia la determina en qué y en quién creemos como camino para salir de la crisis. Usted
puede acudir a la infinidad de textos que hay en el mercado sobre relación de familia, pero si
busca a Dios y camina en Su Palabra, podemos asegurarle que todo cambiará.

Guillermo D. Taylor, el autor centroamericano, señala que “No hay familia cristiana perfecta. Pero
sí hay familias cristianas que perseveran en su crecimiento, valores e integralidad.” (Gillermo D.
Taylor y Sergio E. Mijangos. “La familia auténticamente cristiana”. Editorial Portavoz. 1983. EE.UU.
Pg. 18, 19)

Es necesario hacer un alto en el camino y revisar qué tipo de modelo ofrecemos como esposos y
como padres. Recuerde que nuestros hijos tenderán a replicar en sus propios hogares los patrones
de comportamiento que aprenden hoy.
Ahora, el paso que resulta infalible en el proceso de recobrar el curso que debe tener nuestra
familia, es volvernos a Dios y darle el primer lugar en nuestras vidas y en la familia. A este aspecto
se refiere la enseñanza que impartió el Señor al pueblo de Israel y a nosotros hoy: “¡Escucha,
Israel! El Señor es nuestro Dios, solamente el Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada
uno de estos mandatos que hoy te entrego.”(Deuteronomio 6:4-6. NTV)

Vivir conforme a la voluntad de Dios, haciendo nuestros los principios que aprendemos en Su
Palabra, nos lleva a asumir nuevos principios y valores que trae transformación y crecimiento
permanente. Y esas pautas constituirán el fundamento para nuestros hijos y para las futuras
generaciones.

Puedo asegurarle que no solo hay oportunidad para superar la crisis familiar—cualquiera sea la
que estemos enfrentando—sino que además, es posible retomar el curso que debió tener desde
un comienzo, como lo enseñan las Escrituras.

Dios es el camino. Es la única salida al laberinto pero, además, el fundamento para que todo vaya
bien en todas las áreas de nuestra vida. Es la hora de tomar una decisión radical que nos lleve a la
transformación con ayuda del Señor, avanzando en el camino hacia la armonía en la familia, la
consolidación de buenas relaciones interpersonales y los cimientos para las nuevas generaciones.

Forje nuevas generaciones comprometidas con Dios

Jaír no cedió a la tentación. A sus diecisiete años dijo no cuando otros sencillamente se dejaban
arrastrar por el momento y consumían drogas. Sabía que tan solo un cigarrillo mezclado con
alguna sustancia psicoactiva, sería el umbral para entrar en el infinito mundo de la drogadicción.

–No me dejé tentar porque mis padres me insistieron que jamás me dejara arrastrar por las drogas
—explicó tiempo después cuando le preguntaron cómo había hecho para permanecer sano en
medio de un cúmulo de amigos inmersos en la farmacodependencia.

¿Cómo aseguramos que nuestros hijos se muevan en principios y valores? Enseñándoselos desde
hoy. Es la recomendación que le hizo Dios al pueblo de Israel cuando iba a entrar en la tierra
prometida y que nos hace hoy: “Repíteselos (los mandamientos) a tus hijos una y otra vez. Habla
de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te
acuestes y cuando te levantes. Átalos a tus manos y llévalos sobre la frente como un
recordatorio. Escríbelos en los marcos de la entrada de tu casa y sobre las puertas de la
ciudad.”(Deuteronomio 6:7-9. NTV)

La enseñanza bíblica—que nos alimenta con principios y valores–debemos impartírsela a nuestros


hijos cada día, en todo momento.

¿La razón? Usted y yo estamos sentando las bases de hijos sólidamente formados, con pautas de
vida que les lleven al crecimiento personal, espiritual y matrimonial permanente.
El autor cristiano, Guillermo D. Taylor, enseña: “Como padres no podemos confiarnos ni
descuidarnos. Es imperativo demostrar nuestra vida cristiana genuina en el hogar, a la vez que
fortalecemos la fe de nuestros hijos, hasta una futura y fuerte maduración… Lamentablemente,
muchos hijos de trasfondo evangélico han rechazado la fe que les formó en el hogar.” (Gillermo D.
Taylor y Sergio E. Mijangos. “La familia auténticamente cristiana”. Editorial Portavoz. 1983. EE.UU.
Pg. 18)

Cuando los principios bíblicos prevalecen en el hogar, debemos tener la plena confianza que
nuestros hijos andarán en los caminos que deben, sin ceder a las tentaciones como las que les
ofrecen a cada paso en una sociedad sin moral, descompuesta y cada vez más caótica como la
nuestra.

“¿Si funciona?”, preguntará usted y la respuesta es contundente: Por supuesto que sí. Lo
demuestra la experiencia milenaria de muchas generaciones levantadas con fundamentos bíblicos,
cimientos que se han visto reflejados en hogares donde reina la armonía, el amor, la comprensión,
la tolerancia y la ayuda mutua.

Hoy es el día para decidirnos a cambiar. Permitir que las pautas de la Palabra primen en nuestra
familia. Le aseguro que no se arrepentirá.

Y si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día que tome esa decisión a nivel
personal y familiar. Le aseguro que no se arrepentirá porque cuando Dios ocupa el primer lugar,
todo cambia. ¡Ábrale el corazón a Jesucristo!

Cinco principios para recobrar la autoridad familiar

Publicado el 26 de Noviembre de 2014 por Fernando Alexis Jiménez

Por Fernando Alexis Jiménez

El progresivo deterioro que presentan muchas relaciones de pareja, está asociado a dos elementos
esenciales: de un lado el que se hayan desdibujado los roles de los componentes de la pareja—la
mujer termina llevando la pesada carga de todo el hogar y el esposo no pasa tiempo con su
familia–, y de otro, que la familia sea mirada como una carga y no como una bendición, tal como lo
describe la Biblia en el Salmos 127.

Este drama que termina en muchos casos con el desvertebramiento en la relación matrimonial,
afectando directamente a los hijos, lleva a una reflexión acerca de cuál fue el momento en el que
perdimos la autoridad.

El autor Myles Munroe, lo explica en los siguientes términos: “Dios desea que todo hombre
encuentre su propósito y su completa realización. Si un hombre quiere saber quién es, a fin de
poder vivir completamente en esa realidad primeramente, él debe entender los principios de Dios
con relación al propósito. Él tiene que aprender estos fundamentos para la vida, basado en la
Palabra de Dios. De otra manera, él va a caer en la confusión, donde quizá muchos nos
encontramos en ese momento.” (Myles Munroe. “Entendiendo el propósito y el poder de los
hombres”. Whitaker House. EE.UU. 2013. Pg. 35, 51)

La respuesta, como en todos los casos, la encontramos en la Biblia. El primer elemento que
aprendemos es que la crisis a nivel personal y familiar, tiene origen en nuestro distanciamiento de
Dios, marginarlo a Él de todas las áreas de nuestra existencia y de nuestro desenvolvimiento.

1.- La pérdida progresiva de autoridad

Marginar a Dios de nuestras vidas llevó a la pérdida de gobierno. Con el paso del tiempo se
deteriora la influencia que ejercemos en nuestro cónyuge y nuestros hijos.

El libro de la familia que es la Biblia, nos enseña: “Entonces Dios dijo: «Hagamos a los seres
humanos  a nuestra imagen, para que sean como nosotros. Ellos reinarán sobre los peces del mar,
las aves del cielo, los animales domésticos, todos los animales salvajes de la tierra  y los animales
pequeños que corren por el suelo». Así que Dios creó a los seres humanos   a su propia imagen. A
imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó.” (Génesis 1:26, 27. NTV) Es necesario recordar
que, en nuestra condición de género humano, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Esa
condición permitía desarrollar intimidad con Dios y de paso, ejercer el gobierno que Dios delegara
en Adán y que, por línea generacional, nos corresponde a nosotros.

Lo que vemos hoy es que se ha perdido gobierno incluso en los hogares. Y ese desgobierno lleva a
la pérdida de respeto por parte del cónyuge y de los hijos.

2.- La pérdida progresiva de productividad

Marginar a Dios de nuestras vidas nos llevó a perder la capacidad de fructificar. Cuando vamos al
escenario de la creación, encontramos que “Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras:
«Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces
del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo». Entonces Dios dijo:
«¡Miren! Les he dado todas las plantas con semilla que hay sobre la tierra y todos los árboles
frutales para que les sirvan de alimento.  Y he dado toda planta verde como alimento para todos
los animales salvajes, para las aves del cielo y para los animales pequeños que corren por el suelo,
es decir, para todo lo que tiene vida»; y eso fue lo que sucedió. Entonces Dios miró todo lo que
había hecho, ¡y vio que era muy bueno!” (Génesis 1:28-31. NTV)

Es importante insistir en que el plan original de Dios para el hombre era que fuera fructífero y se
multiplicara. Que ejerciera dominio sobre la creación, y en esa dirección, creó el escenario
perfecto para que el hombre desarrollara sus potencialidades.

A nivel familiar se evidencia esa pérdida de capacidad de fructificación hasta tal punto que se llega
a vivir un estado de estancamiento, en la relación con la pareja y en la relación con los hijos. Es
aquí donde cabe recordar lo que enseña el autor y conferencista, Myles Munroe: “El hombre es la
clave para construir infraestructuras sociales fuertes y duraderas, familias estables, sociedades
sanas y naciones seguras.” (Myles Munroe. “Entendiendo el propósito y el poder de los hombres”.
Whitaker House. EE.UU. 2013. Pg. 15)

3.- La pérdida progresiva del sentido de vivir

Marginar a Dios de nuestras vidas nos llevó a perder el sentido de realización en la vida. Dios no
creó al hombre para que experimentara amargura y cada día fuera una desdicha. Tampoco para
que la relación de pareja o el interactuar con los hijos se convirtiera en un infierno.

Esa realización plena a nivel personal, a nivel familiar y a nivel social, se desmoronó. La causa fue,
sin duda, el que al recibir la capacidad de escoger entre el bien y el mal, el hombre no tomó las
decisiones acertadas.

Una luz al respecto la encontramos en el origen de todo, cuando Dios se dirige al hombre: “Luego
el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló aliento de vida en la nariz del hombre,
y el hombre se convirtió en un ser viviente. Después, el Señor Dios plantó un huerto en Edén, en el
oriente, y allí puso al hombre que había formado. El Señor Dios hizo que crecieran del suelo toda
clase de árboles: árboles hermosos y que daban frutos deliciosos. En medio del huerto puso el
árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. El Señor Dios puso al hombre en el
jardín de Edén para que se ocupara de él y lo custodiara; pero el Señor Dios le advirtió: «Puedes
comer libremente del fruto de cualquier árbol del huerto, excepto del árbol del conocimiento del
bien y del mal. Si comes de su fruto, sin duda morirás». “ (Génesis 2:7-9; 15-17. NTV)

El cimiento de la mayor parte de problemas que enfrentamos en el hogar, gira alrededor de las
decisiones equivocadas que tomamos como esposos. Es lo que lleva a una vida de crisis y ha
pensar, incluso, que el divorcio es la salida apropiada.

4.- Pérdida del sentido de propósito en la relación conyugal

Marginar a Dios de nuestras vidas nos llevó a perder el sentido de propósito en la relación de
pareja. ¿Dónde encontramos fundamento para pensar que se ha desdibujado el propósito de
realización que trae a nuestras vidas la relación conyugal? Lo hallamos en la propia Biblia que nos
enseña: “Entonces el Señor Dios hizo que el hombre cayera en un profundo sueño. Mientras el
hombre dormía, el Señor Dios le sacó una de sus costillas y cerró la abertura. Entonces el Señor
Dios hizo de la costilla a una mujer, y la presentó al hombre. «¡Al fin! — exclamó el hombre—.
¡Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Ella será llamada “mujer”  porque fue tomada
del hombre».” (Génesis 2:21-23. NTV)

La esposa fue creada como compañía, como apoyo, con igualdad de condiciones—no menos que
nosotros, porque ella es carne de nuestra carne.

5.- Pérdida de la visión sobre adónde llevar a nuestra familia

Marginar a Dios de nuestras vidas nos llevó a perder el horizonte de nuestra vida familiar.  Dios
creó la familia. Él ha tenido, desde el principio de la creación, un propósito. Y dispuso que los
cónyuges vivan la experiencia de crecer juntos, sin interferencia de terceros: como los vecinos o
los suegros.

La Biblia relata que Dios dispuso: “Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y
se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo.” (Génesis 2.24. NTV)

La experiencia familiar es enriquecedora, pero a nivel de esposos e hijos. Es natural que haya
divergencias, pero bajo ninguna circunstancia podemos permitir la injerencia de otras personas
porque su apreciación puede ser distorsionada.

Solamente Dios nos concede la guía oportuna para resolver los problemas, y en el caso de los
esposos, para que recobremos nuestro liderazgo.

Si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Puedo asegurarle
que no se arrepentira.

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Evalúe cada paso con la familia y sométalos a Dios

Publicado el 27 de Febrero de 2015 por Fernando Alexis Jiménez

Por Fernando Alexis Jiménez

El hecho de que Juan, el vecino, trate de determinada manera –con aspereza o desconsideración–
a su esposa o quizá a sus hijos, no implica que debamos replicar ese comportamiento en nuestro
hogar. En su familia y en la mía debe primar el cambio permanente orientado al crecimiento, al
mejoramiento y a la cimentación de una familia sólida.

Así como Dios nos creó distintos unos de otros, así también lo es nuestra familia. No hay ninguna
que sea copia de otra. La autora y conferencista, Sandra Merrill Covey lo explica así: “Todos
tenemos una vida familiar diferente y muy personal, distinta de las demás. Probablemente usted
ha descubierto, como lo hice yo, que la vida ya no es sencilla. La sociedad no apoya a las familias
como antes. La vida es más tecnológica, más rápida, más temerosa… Nunca es demasiado tarde
[para salvar a la familia]. Nunca debe darse por vencido o dejar de intentarlo.”(Stephen R. Covey.
“Los 7 hábitos de las familias altamente eficaces”. Editorial Grijalbo. 1998. México. Pàginas 15, 16)

Un hombre joven con quien hablamos, explicó la razón de no incurrir en la infidelidad: “ Los hemos
demostraron que la promiscuidad del vecino sólo traía dolor a su familia. Se peleaba con la esposa
cada semana o con más frecuencia y el dinero no le alcanzaba para proveer para las necesidades
de sus hijos. Eso me llevó a reconocer que obrar igual traería consecuencias desastrosas al hogar.”

Es importante siempre evaluar y tomar correctivos. Es un principio de éxito que nuestro Señor
Jesús compartió con sus discípulos y con nosotros hoy: “Una gran multitud seguía a Jesús. Él se
dio vuelta y les dijo: «Si quieres ser mi discípulo, debes aborrecer a los demás —a tu padre y
madre, esposa e hijos, hermanos y hermanas— sí, hasta tu propia vida. De lo contrario, no
puedes ser mi discípulo. Además, si no cargas tu propia cruz y me sigues, no puedes ser mi
discípulo. »Sin embargo, no comiences sin calcular el costo. Pues, ¿quién comenzaría a construir
un edificio sin primero calcular el costo para ver si hay suficiente dinero para terminarlo? De no
ser así, tal vez termines solamente los cimientos antes de quedarte sin dinero, y entonces todos
se reirán de ti. Dirán: “¡Ahí está el que comenzó un edificio y no pudo terminarlo!”.(Lucas 14:25-
29. NTV)

¿Cómo aplica a nuestra vida familiar este pasaje bíblico? De una manera sencilla: Reflexionando lo
que significa renunciar a nosotros, a los prejuicios, a los paradigmas y por supuesto, a los patrones
de vida equivocados con los que nos educaron para aplicar nuevos principios, los que nos enseña
el Señor para edificar una familia sólida.

¿Estás interesado en casarte? Evalúa el asunto. ¿Piensas encargar hijos? Toma tiempo para
meditar en la decisión. ¿Crees oportuno comprar un auto para el uso de la familia? Toma lápiz y
papel y haz cuentas antes de tomar el riesgo financiero que implica. ¿Sueñas comprar casa para
todos? Buena decisión pero antes ora a Dios y consúltale si es el momento apropiado para hacerlo.

Si Dios es quien gobierna nuestra familia, nos encaminaremos a una vida victoriosa en la relación
de pareja y con los hijos. Si no reina el Señor en su hogar, hoy es el día para que tome la decisión.
En la lección pasada vimos que la autoridad significa el derecho de gobernar. Toda la autoridad
pertenece a Dios porque Él es el creador de todas las cosas. Aprendimos que la rebeldía es el
principio básico de este mundo, mientras que el principio básico de los hijos de Dios es la
obediencia. El obedecer a Dios y someterse a Su autoridad es el deber de cada creyente.

En esta lección vamos a aprender una verdad muy importante: Para ser totalmente obedientes a
Dios debemos obedecer la autoridad delegada por Él.

¿Qué es una Autoridad Delegada?

Una autoridad delegada es una persona que recibe y representa la autoridad de Dios. Toda la
autoridad pertenece a Dios, pero Dios tiene dos maneras de ejercer Su autoridad.

1. Autoridad directa. Esto significa que Dios nos dice directamente a través de Su Palabra o a
través del Espíritu Santo lo que Él desea que hagamos.

2. La autoridad delegada. Esto significa que Dios elige a determinadas personas para que lo
representen y ejerzan Su autoridad.

Dios no sólo nos guía personalmente, sino que también nos dirige a través de Su autoridad
delegada. Padres, profesores, policías, jefes, gobernantes, etc. son autoridades delegadas.

Puesto que una autoridad delegada es alguien que representa la autoridad de Dios, esa persona
debe ser obedecida. Ser irrespetuoso o desobediente a la autoridad delegada por Dios es
semejante a ser irrespetuoso o desobediente con Dios mismo.

Las Cuatro Clases Básicas de Autoridad

En el mundo en que vivimos, Dios ha establecido cuatro áreas básicas de autoridad:


Consideremos cada una de estas cuatro clases de autoridad.

LA FAMILIA

Lo que Dios dispuso para la familia es que el padre sea la cabeza del hogar bajo Dios. La esposa
debe estar sujeta a su esposo y los hijos sujetos a sus padres. La Biblia dice:

Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor (Efesios 5:22).

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo . . . (Colosenses 3:20).

En la familia, Dios ha puesto Su autoridad en los padres. Puesto que los padres representan la
autoridad de Dios en el hogar, lo correcto es que sean obedecidos. La Biblia dice:

Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo (Efesios 6:1).

Muchas veces los jóvenes quisieran cambiar la Palabra de Dios para su conveniencia. Por ejemplo:

“Obedece a tus padres:


Si tienen razón . . . o
Si tú crees que tienen razón . . . o
Si no se interponen a lo que quieres hacer. . . o
Si te mandan hacer las cosas en una forma amable y agradable . . .”

Pero el joven que desea agradar a Dios no usará estas excusas. En cambio, escogerá obedecer a
sus padres porque es correcto hacerlo.

El padre ha sido señalado por Dios como cabeza de la familia, pero no debe ser un dictador. Debe
amar a su esposa y a sus hijos y ser un ejemplo para ellos. También él es responsable ante Dios de
educar a sus hijos en los caminos del Señor. La Biblia dice:

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por
ella (Efesios 5:25).

Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor
(Efesios 6:4).

EL GOBIERNO

Debido a la naturaleza pecaminosa y rebelde del hombre, Dios estableció las leyes y el gobierno
humano. Dios dio a los hombres la autoridad para hacer cumplir Sus leyes. Lo hizo para nuestra
protección y para nuestro bien. Las autoridades civiles son la provisión de Dios para limitar el mal a
fin de que podamos vivir en paz y tranquilidad y en toda piedad y decoro (Ver 1 Timoteo 2:2).
Profesores, policías, jueces y funcionarios locales y federales, todos son autoridades delegadas por
Dios. Puesto que representan la autoridad de Dios, debemos obedecerles. La Biblia dice:

Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de
Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas (Romanos 13:1).

Los cristianos debemos ser ciudadanos que obedecen la ley. El estudiante en la escuela da honor a
Dios cuando obedece las reglas del establecimiento y demuestra respeto hacia los maestros.
Cuando no hace esto deshonra a Dios. Como seguidores de Jesucristo debemos regir nuestras
vidas por el principio de obediencia. La Biblia dice:

Por Causa Del Señor someteos a toda institución humana . . . (1 Pedro 2:13).

Nuestro Señor nunca participó en ninguna rebelión. Le enseñó a la gente a obedecer a las
autoridades del gobierno. Cuando los fariseos le preguntaron a Jesús si debían pagar impuestos a
César, el Señor les respondió:

Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios (Mateo 22:21).

LA IGLESIA
El plan de Dios es que Cristo sea la Cabeza de cada iglesia. Bajo la autoridad de Cristo están los
líderes designados por Dios, tales como ancianos, pastores, diáconos y maestros. Debemos
someternos a las autoridades de la iglesia, delegadas por Dios. La Biblia dice:

Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como
quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose . . . (Hebreos 13:17).

Aquellos que tienen autoridad en la iglesia no deben imponerse al pueblo de Dios, sino en cambio,
servirlos y ser ejemplo para ellos. Respecto a los ancianos, la Biblia dice:

Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta [dinero], sino con ánimo pronto; no como
teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey (1 Pedro
5:2–3).

EL TRABAJO
Nuestro jefe o “patrón” representa la autoridad delegada de Dios en el trabajo. Honramos a Dios
cuando hacemos nuestro trabajo lo mejor posible por causa del Señor. Dios no se complace
cuando hacemos nuestro trabajo en forma descuidada y a medias. Él quiere que lo hagamos de
todo corazón. La Biblia dice:

Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren
agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios (Colosenses 3:22).

Aquí la palabra “siervo” significa sencillamente un empleado, una persona que es empleada por
otra. La Biblia nos dice que los empleados deben estar sujetos a sus jefes, no sólo a los que son
bondadosos y gentiles, sino también a aquellos con quienes es difícil llevarse bien. La Biblia dice:

Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables,
sino también a los difíciles de soportar (1 Pedro 2:18).

Con relación a nuestros empleos, Dios quiere que cada creyente trabaje como si lo estuviera
haciendo para el Señor Jesús. Un joven tenía dificultades para desempeñar su trabajo. Su actitud
no era buena y la calidad de su trabajo era tal que su patrón no estaba contento con él.

Un día, el consejero de la Sociedad de Jóvenes le hizo esta pregunta: “Supongamos que Jesucristo


mismo fuera el gerente de esa empresa. ¿Cambiaría eso la calidad de tu trabajo?”

Él contestó: “¡Desde luego que sí! Lo haría lo mejor posible todo el tiempo”.

El consejero le dijo: “¿Sabes que Dios quiere que con sinceridad tú hagas tu trabajo como para el
Señor Jesús?” Luego, leyeron este versículo:
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres; sabiendo
que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís (Colosenses
3:23–24).

La Biblia dice que los jefes también tienen responsabilidad ante Dios. Deben ser buenos con
quienes trabajan para ellos, reconociendo que tienen un Señor en el Cielo. La Biblia dice:

Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo (sed amables y considerados), dejando las amenazas,
sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de
personas (Efesios 6:9).

Preguntas Sobre la Autoridad

Puede ser que tengas preguntas respecto a la autoridad. Trataremos de contestar algunas.

“Supongamos que pienso que mis padres están equivocados respecto a algo. ¿Debo aún
obedecerles?”

La relación entre los hijos y sus padres es tan importante a los ojos de Dios, que Él la hizo el tema
de uno de los Diez Mandamientos. La Biblia dice:

Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que JEHOVÁ, tu Dios te
da (Éxodo 20:12).

La palabra “honrar” significa respetar y obedecer. Aún cuando estés en desacuerdo con tus
padres, no seas desobediente ni rebelde. La persona que no honra a sus padres no sólo está
quebrantando el mandamiento de Dios, sino que también se está saliendo de la autoridad de Dios.
El resultado de esto es que su vida pueda ser cortada.

Podemos pensar en la autoridad de Dios como en un “paraguas” que nos protege de los ataques
de Satanás. Satanás odia al pueblo de Dios y quiere destruirlo. Pero, mientras estemos bajo el
“paraguas” de Dios, Satanás no puede tocarnos sin el permiso de Dios.

“Supongamos que quien tiene autoridad sobre mí hace una decisión equivocada. ¿Seré yo
responsable?”

Aquél que hace la decisión es responsable por los resultados. Si tú sólo estás obedeciendo a la
persona que tiene la autoridad sobre ti, Dios no te hará responsable. En cambio, hará responsable
a aquél que está al mando.

“Supongamos que el que está al mando es una mala persona y no me gusta. De todos modos
¿debo obedecerle?”

Sí, debes someterte a él si éste está en autoridad sobre ti. Debemos distinguir bien entre
el puesto de una persona y su personalidad.

Por ejemplo, un policía está en un puesto de autoridad. Él representa la autoridad de Dios en el


cumplimiento de la ley. Puede ser que no tenga una personalidad agradable, pero esto no es
excusa para que tú no le obedezcas. Si te pasa un boleto de infracción por exceso de velocidad, no
puedes desatenderlo y decir: “Me pasaron este boleto ayer, pero lo rompí porque no me gusta ese
policía”.

“¿Qué hago si alguien con autoridad me manda hacer algo contrario al mandamiento de Dios?”
En tal situación no debes obedecer a la persona en autoridad. Hay una ilustración de esto en el
Nuevo Testamento. Jesús mandó a Sus seguidores a predicar el evangelio a toda la gente. Más
tarde, los líderes religiosos ordenaron a Pedro y a los otros discípulos que no predicaran ni
enseñaran más en el nombre de Jesús. Pero Pedro no podía cumplir esta orden porque era
contraria al mandamiento del Señor y dijo:

Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5:29).

Cada vez que la orden de un hombre esté en conflicto con los mandamientos de Dios, tú debes
obedecer a Dios. Por ejemplo, suponte que tu jefe te mande hacer algo fraudulento o mentir
respecto a algo. El hacerlo sería desobedecer los mandamientos de Dios, por lo tanto, tú no
puedes obedecerle. Aún en una situación así debes ser respetuoso. Debes tener un espíritu
humilde, aunque no puedes obedecer. Podrías decir suavemente: “Lo siento, pero no puedo hacer
eso”.

Algunas veces, rehusar obedecer al jefe, si te manda hacer algo malo, pueda significar que pierdas
el empleo. Si eso ocurre, acéptalo como del Señor, sabiendo que Él está complacido con tu forma
de actuar. La Biblia dice:

Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre
molestias padeciendo injustamente (1 Pedro 2:19).

Todas las Personas en Autoridad son Designadas por Dios

Dios quiere que entendamos que todas las personas en autoridad han sido designadas y
ordenadas por Él. Por eso, deben ser obedecidas. No tenemos opción al respecto. Debemos
obedecer a quienes tienen autoridad sobre nosotros. La Biblia dice:

. . . no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De
modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten,
acarrean condenación (juicio) para sí mismos (Romanos 13:1–2).
¿Quién de nosotros se atrevería a desobedecer un mandato directo del Señor? ¿Pero nos damos
cuenta que resistir a la autoridad delegada de Dios es desobedecer el mandamiento de Dios? Para
obedecer el mandamiento de Dios, debemos someternos a Sus autoridades delegadas.

El Señor Jesús mismo es nuestro ejemplo de lo que significa someterse a la autoridad. Él se


sometía no sólo a la autoridad directa de Dios sino también a sus autoridades delegadas. Se
sometió a sus padres, a las autoridades del gobierno, pagó impuestos, y obedeció las leyes del
país. Durante toda Su vida, el Señor Jesús estuvo sujeto a autoridad. Nunca fue rebelde en ninguna
ocasión. Verdaderamente vivió la vida bajo el principio de obediencia.

Para agradar a Dios, la cosa más importante que podemos hacer es obedecerle. Para ser
totalmente obedientes al Señor debemos obedecer a Sus autoridades delegadas. El apóstol Pablo
dijo:

Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan . . .


(Tito 3:1).

Para ser completamente obedientes a Dios, debemos obedecer a las autoridades delegadas por
Dios.
3

Una esposa se acercó a mi para hacerme la pregunta: “Pastor, es cierto que yo estoy en la
obligación de obedecer en todo a mi esposo aún cuando se que me está pidiendo algo que va
contra mi honor y mis principios? Él siempre dice que es la autoridad y yo debo ser sumisa en todo
a él.

¿Hasta dónde van tomadas de la mano la autoridad y la obediencia?

El propósito de Dios siempre ha sido que el hombre ejerza autoridad como puede ser observado
en el mandato que él dio a la humanidad acerca de gobernar el mundo en Génesis 1:28.  Como
toda autoridad es delegada, la autoridad sólo puede ser usada por aquellos quienes mantienen
una relación obediente con la fuente del Poder.

La Biblia nos da un ejemplo de lo que es autoridad genuina ejercida en la perspectiva de Dios


cuando describe a un militar pidiendo un milagro de Jesús para uno de sus siervos.

“ Después que terminó todas sus palabras al pueblo que lo oía, entró en Capernaúm.
Y el siervo de un centurión, a quien este quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que
viniera y sanara a su siervo.
Ellos se acercaron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole:–Es digno de que le concedas esto, 
porque ama a nuestra nación y nos edificó una sinagoga.
Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos,
diciéndole:–Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo, por lo que ni aun
me tuve por digno de ir a ti; pero di la palabra y mi siervo será sanado, pues también yo soy
hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a este: “Ve”, y va; y al
otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.
Lucas 7:1-8.

La verdadera autoridad es de origen espiritual.  Esa autoridad procede del espíritu de aquel que
ejerce la autoridad e impacta sobre las personas sobre quién ejerce la autoridad.

“Únicamente la obediencia tiene derecho al mando”.


Ralph Waldo Emerson (1803-1882) Poeta y pensador estadounidense.

Cuando aquellos que ejercen autoridad no están viviendo en obediencia a su más alta autoridad, 
¿Qué ocurre? En ese caso ellos no tienen autoridad, sino Poder en su voluntad, Presión emocional
o argumentos de fuerza.  Todo esto ya no viene del espíritu, sino del alma y por ello sólo tocan el
alma de  sus seguidores y por ellos, éstos pueden responder con resentimientos o amargura y se
abrirán al conflicto.

Si los hombres han de servir a Dios, la sujeción a la autoridad es una necesidad absoluta.
La obediencia transciende a lo que hacemos.  David por ello detuvo su mano de tocar al “ungido
de Jehová”  Ser lleno de Cristo es ser lleno de obediencia.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: Él, siendo en forma de Dios,
no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,  sino que se despojó a sí mismo, tomó la
forma de siervo y se hizo semejante a los hombres.  Mas aún, hallándose en la condición de
hombre,  se humilló a sí mismo,  haciéndose obediente hasta la muerte,  y muerte de cruz. Por eso
Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para
que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo
de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Filipenses
2:5-11

La obediencia se aprende por medio del sufrimiento.   Hebreos 5:8.

“Obedecer es el deber nuestro, es nuestro destino, y aquel que no quiera someterse a la obediencia
será necesariamente despedazado”. Thomas Carlyle (1795-1881) Historiador, pensador y ensayista
inglés.

¿Te has impresionado alguna vez ante ministros o líderes que tienen dones especiales?

Te has impresionado con alguien que canta como un ángel o predica con mucha unción o
elocuencia y has dicho: “Wow  que ministerio.  Pero, Autoridad Espiritual no es un asunto de
dones, sino de una vida de dones combinada con una vida de carácter sólido y esto viene de una
vida vivida en obediencia al Señor.

Cuando tú tienes un don  de Dios y una vida de carácter, Dios está dispuesto a derramar su
Autoridad sobre tu   vida. Obediencia y Autoridad  Espiritual están íntimamente ligadas y jamás
pueden ser separadas.

La sumisión es absoluta, pero la obediencia es relativa.  La sumisión es un asunto de actitud,


mientras que la obediencia es un asunto de conducta.

Pedro y Juan respondieron al concilio judío: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros
antes que a Dios”  Hechos 4:19.

Su actitud no era rebelde, puesto que todavía se sometían a los que estaban en autoridad.  La
obediencia, sin embargo puede no ser absoluta.  A algunas autoridades es necesario obedecer,
mientras que a otras no, especialmente cuando están en juego principios cristianos.

Ejemplos Bíblicos de esto:


1.- Las parteras  que desobedecieron las órdenes de Faraón.
2.- Los tres amigos de Daniel que se negaron a adorar la estatua.
3.- Daniel desobedeciendo el decreto real de no orar
4.- Pedro predicando el evangelio a pesar de la orden del consejo gobernante.

Tom Marshall en su libro Entendiendo el Liderazgo dice:

“La Autoridad ejercida en la esfera espiritual o moral es diferente de cualquier otra autoridad. La
autoridad espiritual está íntimamente ligada al carácter.  La Autoridad Espiritual está
profundamente comprometida con:
La integridad de la selección moral.  Por lo tanto es necesario que la gente decida en base a la
conciencia.

Honrar la individualidad y diferencia de la gente.  La manera de Dios gobernar no es uniformidad,


sino unidad en la diversidad.

Respeto a la vida personal privada. Ninguna Autoridad llamada Espiritual debe violar Estos tres
enfoques.

“Obedeced más a los que enseñan que a los que mandan”. San Agustín (354-439) Obispo y filósofo.

Sigue diciendo Tom Marshall en su libro Entendiendo el Liderazgo:

Los líderes en el cristianismo que están ejerciendo Autoridad Espiritual deben fuertemente evitar
la coerción o manipulación del pueblo ya sea por la fuerza de la personalidad, el carisma o la
reputación.   El pueblo por su parte debe evitar a toda costa el evitar asumir su responsabilidad
moral permitiendo que sus líderes hagan las decisiones éticas por ellos.

Tú eres un hombre de Dios, por lo tanto dígame lo que tengo que hacer y yo lo haré.  Tú eres una
mujer de Dios que conoce a Dios, yo confió en tu discernimiento, por favor dígame lo que es
correcto y lo haré.  Estas expresiones y actitudes necesitan ser rechazadas como si fueran plaga. 
Usted no puede como líder ser la conciencia de otra persona y usted no puede ocupar al lugar de
Dios ante ellos.

MAL USO DE LA AUTORIDAD ESPIRITUAL.

Cuando los líderes declaran categóricamente  que ellos tienen la verdad en asuntos morales o
espirituales y no permiten cuestionamientos, ni discusión sana ni el ser refutados, ellos están
usando mal la autoridad espiritual.

Cuando ellos clasifican los puntos de vista contrarios o interpretaciones diferentes como una
rebelión contra la autoridad ungida, ellos están abusando de su autoridad espiritual  y esto
evidentemente conduce al legalismo y raya en los límites de las sectas.  El legalismo a la larga  
produce insensibilidad moral.  Jesús la ilustró cuando los fariseos llevaron a la mujer adultera para
que el Señor diera la orden de apedrearla.
La autoridad de una persona se basa en su ministerio y su ministerio se basa a su vez en su
resurrección, pero no hay resurrección si antes no hay muerte.  Los que mal usan su autoridad es
porque jamás han muerto.
La autoridad que viene del ministerio jamás se impone sobre el pueblo.

ENTENDIENDO LA AUTORIDAD DELEGADA.

Hay cuatro requisitos para desempeñar el papel de autoridad delegada  en la perspectiva correcta.

La autoridad delegada debe entender que toda Autoridad viene de Dios.  Romanos 13:1.
La autoridad delegada debe negarse a sí mismo. Lucas  9:23.
La autoridad delegada debe mantenerse en comunión constante con el Señor  Juan 5:19,30.
La autoridad delegada debe estar bajo autoridad.

Watchman Need en su Libro Autoridad Espiritual describe las señales que identifican a una
persona que entiende y vive bajo la Autoridad Espiritual.

 Una persona que ha conocido la autoridad procurará desde luego, hallar la autoridad
dondequiera que vaya.  El sabe que el lugar donde se aprende obediencia, es en la Iglesia.

 Una persona que ha tenido un encuentro con la autoridad de Dios es mansa y tierna. Ha 
sido ablandada y no puede ser dura ni legalista, es apacible.

 Una persona que de veras ha tenido un encuentro con la autoridad, jamás quiere estar en
autoridad. No tiene la preocupación ni el interés de llegar a ser una autoridad. No se
complace en dar consejos ni menos dominar a otros.  Sólo los que no conocen la autoridad
son los que desean ser autoridad.

 Una persona que ha tenido contacto con la autoridad mantiene la boca cerrada. Está en
sujeción, y no se atreve a hablar descuidadamente porque en ella hay un sentido de
autoridad.

 Una persona que ha estado en contacto con la autoridad es sensible a todo acto de
anarquía y rebelión que le rodee.  El ve como la anarquía ha llenado el mundo  y aún   la
iglesia.

La iglesia se mantiene por dos elementos esenciales: La vida y la autoridad.

La vida que hemos recibido y mora en nosotros es una vida de sumisión, la cual nos capacita para
obedecer a la autoridad.  Las dificultades que hay dentro de la iglesia raras veces tienen que ver
con materias de desobediencia manifiesta; en su mayor parte de relacionan con la falta de
sumisión interior.  Pero el principio rector de nuestra vida debe ser la sumisión, así como el de las
aves es volar y el de los peces, nadar”.
Watchman Nee
Que Dios ayude a entender y caminar por el sendero de la genuina, pura y santa autoridad que
viene de Dios y se expresa en una vida de obediencia y de carácter y jamás en imposición.

REFLEXIÓN.

1. ¿En que áreas de la Autoridad Espiritual tengo más problemas?

2. ¿Cómo está el aspecto de la sumisión interior manifestada en mi hogar, Iglesia, Estudios o


trabajo?

3. ¿Qué aspectos de este tema tocaron de manera especial mi vida?

4. ¿Por qué?

5. Escriba una oración a Dios fuente de toda autoridad con respecto a lo antes escrito:

Dr. Serafín Contreras Galeano.


www.serafincontreras.co
La autoridad: diseño inapelable de Dios

por Jorge S. Somoza

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Cierto día se me acercó el menor de mis hijos con una evidente preocupación diciendo: "Papá, a
mí todos me mandan, y yo, ¿a quién tengo que mandar?"... Haciendo un esfuerzo para mantener
la seriedad de la conversación pude responderle que, antes de mandar a otros, él tenía que
aprender primero a obedecer.

¿Qué es la autoridad?

La Biblia presenta a la autoridad como una función derivada de la voluntad de Dios. Es dada por
Dios para asegurar el orden, la paz y el bienestar. "Los que tienen autoridad son llamados
bienhechores", dice Lucas (22.25). La autoridad rige con relación a lo espiritual (1 Pe. 3.2), a lo
humano (Ro. 13.1) y aun a lo físico (Ge. 1.28; 9.2).

El buen uso de la autoridad contribuye a controlar la conducta individual y la colectiva; por otro
lado, es factor imprescindible a todos los niveles de la actividad humana.

El concepto de obediencia es inseparable del de autoridad. La autoridad es de alguno(s) sobre


otro(s); alguien que manda y alguien que obedece. La autoridad debe ser bien ejercida y, en
consecuencia, reconocida, respetada y obedecida.

Dios y la autoridad

Dios tiene la autoridad suprema, por derecho propio, emanada de la perfección y esencia misma
de su glorioso ser. Más que tener autoridad. Dios es autoridad. Todo grado de autoridad que
existe es sólo, dentro de la filosofía cristiana, una delegación de autoridad de parte de Dios (Ro.
13.1). Jesucristo es el Creador de todas las cosas, visibles e invisibles, y entre ellas algunas formas
de autoridad tales como tronos, dominios, principados y potestades, las cuales, además, subsisten
en El. (Col. 1.15-17).
 

El Padre dio al Hijo autoridad para tener vida en sí mismo, para dar vida y para levantar a los
muertos a la vida (Jn. 5.19-29). En este ejemplo vemos un doble concepto: la autoridad como un
derecho que se tiene (tener vida) y autoridad como un derecho que se ejerce (dar vida).

Grados y formas de autoridad

Una cosa es la autoridad como función y otra el ejercicio de la misma. En su acepción mas simple,
autoridad significa "el permiso o libertad de hacer algo" (autoridad para hacerlo). De esta forma,
autoridad es el permiso que tengo para hacer algo como derecho (derecho a mandar, derecho a
caminar, derecho a hablar y opinar, etc. según la autoridad o derecho que se me haya concedido).
El ejercicio de la autoridad puede requerir el auxilio de la fuerza con la que es investido quien va a
ejercer la mencionada autoridad. Tenemos así el poder de la autoridad. El poseer la autoridad
permite a alguien hacer algo por sí mismo o dar una orden para que se haga. La conjunción de
autoridad y fuerza constituye el poder para regir o gobernar, según el ejido o limitaciones que se
nos hayan concedido (los alcances geográficos de la autoridad), o sea, el poder que ejerce la
persona cuya voluntad y mandamientos deben ser obedecidos por los demás dentro de una
situación definida (Ej. Mt 21.12 22).

Existe también la autoridad para decidir en juicio, a la que se refirió Pilato, sobre la cual Jesús hizo
una clarísima réplica: "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuere dada de arriba" (Jn.
19.10-11, refiriéndose al concepto filosófico de autoridad delegada, al que hacíamos referencia al
principio). También se menciona la autoridad para administrar asuntos domésticos (Mr. 13.34). El
mismo término autoridad es a veces utilizado para referirse a la persona que la ejerce
(gobernantes, magistrados, Ro. 13.12; Lc. 12.11), y por vía de una metáfora se dice, del que está
en autoridad, que está en eminencia (en una posición elevada, come la altura de una montaña, Ti.
2.2), lo cual denota superioridad y excelencia.

Otro término que se utiliza es dominio o imperio, mostrando la autoridad ejercida en toda su
extensión (1 Pe. 4.11; 5.11; Jd. 25). No debemos dejar de recordar que en la antigüedad las
autoridades debatían sus cosas a la puerta de la ciudad, lo que llevó tener a "las puertas" como
símbolo de autoridad, o depósito de autoridad (Jos. 20.4; Sal. 24.7; 127.5; Pr. 1.21).
Sujetos de o con autoridad

El concepto suele estar asociado también al de conocimiento. Hay personas que son autoridad en
su materia (una autoridad científica). La palabra de esa persona en un tema determinado fue
cobrando autoridad a medida que aumentó sus conocimientos, especialización y experiencia en
dicho campo.

El asombro de la gente en los tiempos de Jesús, era que El les hablaba "como quien tiene
autoridad y no como los escribas" (Mr. 1.22). En este caso los escribas tenían un conocimiento
adquirido por la dedicación a sus tareas religiosas, pero en comparación con Jesús carecían de
autoridad por no experimentar ni vivir lo que sostenían como doctrina. Jesús, en cambio, y a pesar
de no haber sido reconocido como autoridad religiosa, tenía el verdadero conocimiento de Dios y
todo lo que decía encontraba un apoyo en su vida perfecta. Era esta perfección de su carácter lo
que otorgaba la verdadera autoridad. De aquí se desprende que la autoridad tiene que ver mucho
con lo moral, aunque muchas veces sean personas sin este respaldo las que tienen su ejercicio.

Jesús, como Dios, era autoridad por su perfección moral. Pero además de ser autoridad, tenía la
que le había dado su Padre (Jn. 5. 27). Cuando terminó la obra de redención recibió toda la
autoridad en los cielos y en la tierra, aun la de la victoria sobre el pecado, la cual antes no tenía
(Mt 28.18). Era una autoridad ganada por El, por sus padecimientos y obediencia hasta la muerte
en la cruz (Flp. 2.9-11). Es la que proviene de la sujeción al Padre y del servicio a los demás. De los
diáconos se dice que si hacen bien su obra ganan para sí un grado honroso y mucha confianza en
la fe (1 Ti. 3.13). Jesús dice que dirá: "Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré" (Mt.
25.21). En este caso se recibe la autoridad (derecho) de estar "sobre". Es así como una persona
pasa a ser sujeto de autoridad, es quien la detenta quien la realiza, ya sea por haberla recibido o
por haberla ganado, por conocimientos por servicio o por sujeción previa. Como si Señor, el que
ha aprendido a obedecer llega a adquirir el derecho de ser obedecido.

Objetos bajo autoridad

Pero si hay sujetos en los que se encuentra la autoridad, es necesario el objeto de esa autoridad.
La autoridad no sería tal si no existieran los objetos a ser gobernado guiados, dirigidos. En el marco
de nuestro imperfección humana, todos necesitamos ser gobernados, tener autoridades sobre
nosotros; de lo contrario viviríamos en un caos; nosotros somos los objetos. Alguien tiene que
hacer las leyes, alguien obligar a cumplirlas y alguien cumplirlas.

 
Mi voluntad personal está condicionada por una voluntad más amplia que, además de contemplar
mis propios intereses, considera también los de un conjunto (familia, iglesia, empresa, nación,
etc.). Alguien tiene que supervisar por los intereses del conjunto (padre y madre, pastores y
ancianos, supervisores o gerentes), dar normas y tener la fuerza para obligara su cumplimiento,
estableciendo los castigos por su incumplimiento. Cuando observamos los intereses del conjunto
(incluyendo a los más fuertes o aptos y también a los débiles o menos dotados) nos damos cuenta
que no basta nuestro propio sentido de responsabilidad para actuar según nuestra propia
decisión. Necesitamos que alguien sea y ejerza autoridad sobre nosotros, y tal vez que se nos
asigne parte de la autoridad necesaria para el bienestar del conjunto.

El doble ejercicio de aceptar ser gobernado y tener algún ejercicio de autoridad, contribuye a la
vez a establecer un necesario equilibrio en las relaciones generales. Aprender a obedecer primero
(ser objeto dc la autoridad dc otros) es una regla de oro para llegar a ser un buen sujeto en
ejercicio de autoridad.

Derechos humanos

El punto anterior nos lleva a la consideración de los tan actuales derechos humanos. Queramos o
no, este tema está relacionado con el de la autoridad. Hay una dignidad intrínseca a la condición
humana a la que comúnmente se le llama “derechos humanos”. Por causa del abuso con que
muchas veces se ejerce la autoridad, existe en el mundo un clamor en favor de los derechos
humanos. Es lamentable que no exista en forma similar en el mundo un clamor por los “derechos
de Dios”. La exaltación dcl hombre en desmedro de la exaltación de Dios es la generadora de los
males de la humanidad. Filosóficamente hablando, el único que tiene derechos es Dios.

Es el único soberano por excelencia, y desde su cosmovisión, nosotros somos sólo siervos,
esclavos. No es que debamos desconocer el valor y lo digno de la vida, así como el respeto altísimo
que por ella todos debemos guardar, pero sí reconocer que, delante de Dios, no tenemos derecho
a nada, sólo a ser destruidos, pues eso es lo que nos hemos ganado. Es interesante la definición
del Pacto de Lausana (tal vez el documento cristiano evangélico contemporáneo dc más
importancia), que dice: “Puesto que la humanidad está hecha a la imagen de Dios, toda persona,
no importa cual sea su raza, religión, color, cultura, clase social, sexo o edad, tiene una dignidad
intrínseca a causado la cual debe ser respetada y servida, no explotada”. De esta forma, todo
nuestro valor reside en que somos criaturas de Dios.

Volviendo al reconocimiento de los derechos de Dios sobre la vida de cada persona y sobre la vida
de cada nación, ese correcto reconocimiento es capaz, por sí mismo, deponer en su lugar debido a
los llamados “derechos del hombre”. Pero con el manejo actual de la situación, en vez de
resolverse los conflictos existentes, se llegan a generar nuevos conflictos. Por asegurar los
derechos de algunos hombres se descuidan los de otros y la sociedad humana es llevada de
sobresalto en sobresalto. De paso, el único derecho que puede tener un hombre, mencionado
explícitamente en la Biblia, os el “derecho de ser llamado hijo de Dios” por la fe en Jesucristo (Jn.
1.12). Mientras el hombre siga siendo un esclavo del pecado es muy poco lo que podremos hacer
para garantizar su real bienestar. Cuando un hombre acepta el “derecho” de ser llamado hijo de
Dios, todos sus demás derechos pasan a ser controlados por Aquél que tiene toda autoridad en los
cielos y en la tierra y que puede guardar y sostener a sus hijos aun en las situaciones más adversas
de la vida presente. Mientras tanto, ¡qué responsabilidad ante Dios significa para los malos
gobernantes tenor en poco el respeto a la vida de cada hombre y de cada mujer, ya sea por
situaciones de abuso de autoridad o por impedir que el evangelio liberador de Jesucristo seca
proclamado con toda libertad y extensión!

Cadenas de autoridad

Dios mismo ha establecido diferentes secuencias o cadenas de autoridad sujeción que rigen las
relaciones interpersonales. Dios creó seres espirituales perfectos; algunos que solamente pueden
ejecutar su voluntad y designios soberanos, otros con la autonomía de la libertad. De estos
últimos, algunos rebelaron contra la autoridad y el orden establecidos por el Creador. Lucifer fue
el primero (ahora el Diablo o adversario) y muchos fueron invitados por él en su caída (son ahora
los demonios).

Esto originó la crisis cósmica de la autoridad, que ya ha sido potencialmente resulta por la muerte
y resurrección de Jesucristo, pero que estera para su manifestación final la venida de Jesucristo en
su Reino de poder y gloria universal. Notemos que el primero en rebelarse contra la autoridad fue
un ángel, no un diablo. ¡Qué cerca puede estar la rebeldía en nuestro propio corazón!

Dios-hombres

En el mundo visible Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. También lo hizo perfecto y le
dio el don del libre albedrío, que Adán echó a perder y con él, por herencia, toda la raza humana,
al rebelarse contra el único código de no hacer (no comer) que Dios fijó para probar su obediencia.
La consecuencia de no sujetarse a la autoridad de Dios significó mundo el pecado y la muerte,
pasado así a todos los hombres, por cuando todos hemos pecado al estilo de Adán, ignorando la
autoridad suprema de Dios sobre nuestras vidas (Ro. 5.12-21)

 
Marido-mujer

Dios creó luego a la mujer, para que fuera coheredera con el hombre de la gracia de la vida (1 Pe.
3.7), y estableció que la mujer estuviera sujeta a su marido. La familia quedó así bajo un doble
principio de autoridad: el hombre a Dios, bajo la orden de amar a su mujer como a sí mismo, y la
mujer sujeta a su marido y bajo la orden de respetarlo y amarlo.

También en la esfera del matrimonio el hombre y la mujer han quebrado sus deberes conyugales,
no amando el marido con el espíritu de sacrificio debido, ni sujetándose la mujer a su marido,
ciertamente porque muchas veces no recibe de él el amor que crearía las condiciones óptimas
para una sujeción voluntaria y gozosa. En algunos casos, estos principios de amor y sujeción
establecidos por la autoridad de Dios son no sólo descuidados, sino contradichos y hasta
despreciados, sino contradichos y hasta despreciados y burlados. Las consecuencias son ríe fastas
por la familia: divorcios, odios, problemas síquicos, afectación de los hijos y del orden social en
general (Ef. 5.21-33; Col. 3.18- 19).

Padres-hijos

Llegan los hijos al hogar y surge la necesidad de un nuevo eslabón de autoridad sujeción. Dios
manda a los hijos que obedezcan a sus padres y los honren (Ef. 6.1-3). Pero a su vez los padres
reciben el mandamiento de Dios de no provocar a ira a sus hijos y de criarlos en disciplina, usando
el castigo (la vara), no para lastimarlos sino para enderezarlos, amonestándolos en el temor de
Dios (Pr. 29.15; Ef. 6.4). Hay padres que abusan de su autoridad y hay hijos que se rebelan contra
la autoridad, aun contra la ejercida legítimamente por los padres (Col. 3.20-21).

Gobernantes-gobernados

El conjunto de familias constituye una sociedad o nación y se requiere nuevamente la autoridad de


algunos y la sujeción de otros. Rey y súbditos, gobierno y ciudadanos, nos dan una idea cabal de
este nuevo y necesario eslabón para la vida social. La autoridad gubernamental ha sido dada por
Dios para garantizar el orden y asegurar el bienestar y la protección general de los ciudadanos y de
los desvalidos.

Fuerzas de seguridad-infractores

La pecaminosidad del hombre, los delitos contra la persona y la propiedad, la inmoralidad, los
delitos económicos, criminales y penales, dan razón de ser a las fuerzas de seguridad organizadas
bajo diversas formas: policía, tránsito, gendarmerías, etc., que son cuerpos especializados cuya
misión es prevenir y castigar las transgresiones, colaborando con la justicia que establece las
sanciones por infringir las leyes.

El gobierno tiene la espada para castigo de los que obran mal. Las armas no constituyen un simple
adorno para disuadir sino que, muchas veces, son utilizadas para sancionar y reprimir a diversas
clases de rebeldes (Ro. 13.1-6). El uso de la espada o armases legítimo dentro de un estricto y
complejo marco legal establecido. Los gobernados deben someterse a las autoridades y los
gobernantes no deben ser abusivos en el uso de las armas ni en los procedimientos con los
ciudadanos. Cuando la autoridad es usada correctamente no deben existir problemas de
conciencia para los que se ven obligados a utilizar las armas para la defensa del orden general. En
muchos casos de excepción, el uso de la fuerza a nivel general es un mal necesario para prevenir
males mayores.

Dios nos manda a que oremos por las personas que están en ejercicio de la autoridad. Las razones
y los resultados se encuentran en 2 Timoteo 2.1-7. También Dios nos ordena que nos sujetemos a
las autoridades (y esto fue escrito cuando el nefasto Nerón era el Emperador de Roma). No
podemos resistir a los que gobiernan sin estar resistiendo, a la misma vez, a Dios que es el que
pone y saca a los gobernantes. Ellos son ministros, servidores de Dios, y aun debemos sujetarnos a
ellos por razón de la conciencia. Como ciudadanos debemos cuatro cosas a los gobernantes:
tributos, impuestos, temor y honor (Ro. 13.1-6).

Patrones-empleados/obreros

La sociedad organizada crea formas para satisfacer su necesidad de bienes físicos para su
subsistencia. Surgen las empresas y toda forma de promover el aumento de la riqueza. En estas
asociaciones algunos actúan como dueños, patrones y jefes, supervisores, capataces, mientras que
otros son obreros, empleados, o servidores. independientes.

Los primeros establecen normas de trabajo, muchas de ellas de común acuerdo con los segundos.
Una vez acordadas, dichas normas deben ser acatadas. De nuevo hay transgresión y subversión de
estos principios, lo que genera conflictos en el trabajo, huelgas obreras y también negativa
patronal a dar trabajo. Lo que dice la Biblia acerca de la relación amos-esclavos, existente sistema
al comienzo de la era cristiana es en general aplicable a las relaciones actuales del trabajo. (Col.
4.1; 1Ti.6.1; Tit. 6.1; Til. 2.9-10. Col. 3.22,23. 1Ti. 5.18. He. 5.4). Más allá de nuestras propias ideas
sobre el trabajo, la propiedad privada o, de vuelta, los “derechos humanos”, Dios ha diseñado
cadenas de autoridad y debemos respetarlas.
 

Cristo-Iglesia

Cristo amó a su iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Los redimidos de Jesucristo somos nacidos
de nuevo e incorporad a la iglesia que es el cuerpo de Cristo, del cual El mismo es la Cabeza o
Autoridad. Al edificar Cristo su iglesia, se establece un nuevo eslabón en la cadena de autoridad.
Cristo, la palabra Encarnada, nos ha dejado en la Biblia, la autorizada Palabra de Dios escrita.
Además, al ascender a la diestra del Padre, envió al Espíritu Santo, que es a la vez el inspirador e
iluminador de la Palabra de Dios, y el que guía y asiste a los suyos a toda verdad por estar en, con y
sobre la iglesia. La iglesia universal y cada iglesia local en particular, se deben en sujeción a Aquél
que murió y resucitó por ellos (1 Co. 5.14).

Pastores y ancianos-iglesia

En las iglesias locales hay pastores, ancianos y diáconos, responsables ante Dios del buen servicio a
las congregaciones. Se establece así otro eslabón de autoridad-sujeción, que es en realidad
diferente a los otros. En la iglesia la autoridad descansa en valores espirituales, no meramente en
una condición de mando. Los pastores y ancianos ejercen una autoridad espiritual que no implica
un señorío al estilo de otros eslabones de autoridad-sujeción. El amor, la santidad y la sujeción a
Dios que demuestran los pastores y ancianos de las iglesias, darán la medida de sujeción que ellos
pueden esperar de los miembros de las congregaciones. Cuando los pastores y ancianos no
evidencian estar sujetos a Cristo, como la Cabeza de la iglesia surgen en las mismas situaciones
anómalas (2Pe.5.1-7. 1Ti. 5.17-19).

Pero aun habiendo pastores y ancianos sujetos a la autoridad de Cristo, podrá haber miembros de
la iglesia que asuman actitudes de rebeldía que exigirán que la imponga disciplinas de diferentes
grado, las que tienen el sentido de ser correctivas, no para desterrar al creyente disciplinado sino
para hacerlo avergonzar por su pecado y para que, arrepentido, sea restaurado a la plena
comunión de los santos en la iglesia.

Dios y los conflictos autoridad

En medio de tanto quebrantamiento del principio de autoridad en los distintos niveles que
integran las cadenas de mandos, tanto de parte los que tienen la autoridad como de los que deben
estar sujetos, Dios afirma no obstante el principio de la autoridad el mal menor. Todos
reconocemos que es preferible vivir en situaciones en que la autoridad es mal ejercida, antes que
vivir en situaciones de ausencia o lucha por la autoridad (anarquía). Dios ha provisto el único
remedio posible al caos en que el hombre en rebelión conduce a la sociedad toda. Es reconocer
que el Reino de Dios se ha acercado a la tierra, que podemos, por la fe, aceptar y disfrutar de la
autoridad de Jesucristo; en la vida personal, en la familia, en la iglesia y aun en la nación. Esa
autoridad de Jesucristo es la resultante de la victoria de la redención que El mismo obró por su
sacrificio y resurrección (2Ti. 1.10).

En síntesis, podemos afirmar que los problemas que existen en las relaciones de autoridad-
sujeción tienen que ver con la rebelión cósmica del enemigo, y que la única solución pasa por el
triunfo de Jesucristo y la restauración que se origina por el arrepentimiento y sometimiento a su
autoridad; por ello insistimos tanto en que el evangelismo debe apuntar a que las personas
acepten tanto el señorío como la salvación que vienen de Jesús. Los creyentes en Jesucristo, y aun
la Creación toda, afectada primero por la rebelión del hombre y luego por la agresión ecológica en
que el hombre está empeñado, aguardan con gemidos el cumplimiento final de la redención en la
venida de Cristo (Ro. 8.19-23), cuando se cumpla el propósito de Dios de reunir todas las cosas en
El (Ef. 1.10).

Es cierto que Cristo tiene ya toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt. 28.18), pero aun hay
muchos que levantan sus armas vencidas en su contra. Sentado a la diestra del Padre, espera el día
en que todos sus enemigos hayan sido puestos por estrado de sus pies (Sal. 110.1). Hoy las gentes
se amotinan y los pueblos piensan cosas vanas. Los gobernantes de las naciones, en consultas, se
oponen a la autoridad de Dios y de su Ungido, sus pueblos también se reúnen y plantean
rebeliones contra ellos, pero Dios ya tiene su Rey designado y dice: “Honrad al Hijo, para que no se
enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que
en El confían” (Sal. 2.12). Alzad, oh puertas, vuestras cabezas... y entrará el Rey de Gloria (Sal.
24.9). “Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su
Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante
de nuestro Dios día y noche” (Ap. 12.10).

¿Sostiene Dios a las malas autoridades?

Si toda autoridad viene de Dios, y si Dios es quien coloca y saca reyes, parecería que la
responsabilidad de que existan malos gobernantes podría ser atribuida a Dios mismo. Y aunque a
veces no lo entendamos bien, tenemos que aceptar que es así con respecto a la subsistencia de los
malos gobernantes. La Escritura dice que Dios creó al malo para sí, para sus propios fines (Pr.
16.4). Proverbios 29.2 reconoce que “cuanto domina el impío el pueblo gime”, pero el hecho es
que a veces domina y por mucho tiempo, y por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala
obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal (Ec. 8.11).

 
Los que han ejercido y ejercen mal su autoridad tendrán que dar cuenta a Dios de su mal gobierno,
pero mientras tanto son sostenidos por Dios como autoridad. Un padre que gobierna mal su casa
no deja por ello de ser padre. Si Dios aplicara ahora mismo su juicio sobre los que ejercen mal la
autoridad en todas las esferas y los sacara de su lugar, la humanidad quedaría reducida a una
población de niños indefensos, incapaces de subsistir por sí mismos. Si se aplicara ahora ese juicio
fulminante, no sólo terminarían los malos gobernantes del mundo sino también todos los que han
fallado en el ejercicio de su autoridad en las diversas cadenas mencionadas, y esto porque ahora la
autoridad está delegada en manos de pecadores, hasta que venga Jesucristo y le sean dados a El,
de la mano de su Padre, todos los reinos del mundo.

Conclusion

 Todos estamos incluidos en varias de las secuencias de autoridad-sujeción.

 Examinemos nuestra responsabilidad y desempeño en cada una de ellas, ya sea en la


tenencia de autoridad o debiendo sujetarnos.

 Detectemos nuestros conflictos personales, familiares, en la iglesia, en el trabajo o como


ciudadanos, y decidamos tomar en esas áreas las acciones (arrepentimiento, confesión,
restauración, etc.) que nos permitan superarlos. Las citas bíblicas incluidas en el desarrollo
de este tema pueden ayudarnos a definir tales acciones.

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