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Reseñas

En las Escrituras, Dios se revela como Padre, aunque


también se da a conocer en la tierra a través del Hijo, de
quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra
(Efesios 3:15). El diseño del Padre es el de una familia, y
solo bajo ese contexto se puede dar a luz un hijo corporativo
que pueda crecer y llegar a la estatura del varón perfecto que
es Cristo (Efesios 4:13), de forma que podamos así cumplir
con el propósito de ser la exacta representación del Padre en
la tierra.
La manifestación de su gracia se encarga de revelarnos
su intención generacional, ya que en el antiguo pacto los
padres se comían las uvas agrias y los dientes de los hijos
sufrían la dentera (Ezequiel 18:2). En cambio, en el anun-
cio del pacto nuevo dice: “En aquellos días no dirán más: Los
padres comieron uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la
dentera” (Jeremías  31:29), revelando así la  intención mar-
cada de Dios en preservar las generaciones, para perpetuar
así su propósito eterno en la tierra.
El Dios de las Generaciones

En este compacto, aunque contundente libro, el pastor


Carlos A. Jiménez trata este tema de una manera magistral,
en la que explica la forma a través de la cual Dios ha pre-
servado su exacta representación en la tierra, por medio del
legado de generaciones. Lo cual, combinado con el testimo-
nio real de su propia familia, hace que esta obra literaria sea
un importante recurso que recomiendo a todo líder y cre-
yente leer, ya que en sus páginas encontraremos destellos de
sabiduría que contribuirán a ampliar nuestra cosmovisión
en cuanto a la intención de Dios para con las generaciones.
Y como resultado, seremos redefinidos en la identidad de lo
que somos en Cristo, para poder así cumplir con el propó-
sito de nuestra existencia.

Dr. Yasser Rivas

Gracias Carlos, por esta obra extraordinaria. El llamado


a que como padres y familias entendamos nuestra función
en el plan de Dios, y nuestra influencia para las próximas
generaciones, es fundamental. Doy una cálida bienvenida al
libro El Dios de las generaciones.
 
Dr. Alberto H. Mottesi

Amado lector: He conocido al pastor Carlos Jiménez por


muchos años; he visto su trayectoria de fe y depósito a sus
hijos; me he sentado a la mesa con esta familia y he visto
que lo que está plasmado en el contenido de este libro es
su vivencia. En una de las páginas, Carlos usa la expresión:
Reseñas

“No hay gracia sin una conexión con Dios”; esta verdad y
otras deben transformar tu vida. Este escrito nos da no solo
información, sino un mapa de cómo pasar a otra genera-
ción, lo cual nos prospera. Te invito a leer con cuidado y
poner en práctica las verdades expresadas aquí. 

Jeremías Torres 

Nuestro Dios es eterno. Como humanos, nuestra


mayor preocupación es lo cotidiano, nuestras necesidades
diarias. Dios no es así.  Él tiene una perspectiva genera-
cional de la vida. Él se reveló como el Dios de Abraham,
Isaac y Jacob.
“Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel:
Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios
de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es
mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los
siglos” (Éxodo 3:15).
Dios le da suma importancia a la familia y a la herencia.
Si amamos y honramos a Dios, Él no solamente nos ben-
dice, también bendice a nuestros hijos y nietos y hasta mil
generaciones. “No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; por-
que yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad
de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación
de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los
que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:5-6).
Estas son bendiciones generacionales.
Si deshonramos a Dios, sufriremos junto a los que nos
rodean. Los pecados y las iniquidades traerán maldiciones
El Dios de las Generaciones

sobre nosotros, sobre nuestros hijos hasta tres o cuatro gene-


raciones. Estos son pecados generacionales.
En este libro el pastor Carlos Alberto Jiménez, a través de
la enseñanza de la Palabra, nos llevará a un mayor entendi-
miento acerca de cómo diseña Dios un plan que da inicio
contigo, como patriarca de una familia, y se extiende hasta
tus generaciones. A través de sus escritos, el pastor Carlos
nos instruye que como padres tenemos la responsabilidad de
enseñar a nuestros hijos que lo único que determina sus vidas
es lo que Dios dice acerca de ellos. Y nos inspirará a mante-
nernos firmes en la Palabra y en cuanto al diseño de Dios
para nuestras familias, a pesar de los decretos contrarios que
lancen las tinieblas y las adversidades que podamos enfrentar.
Toda enfermedad o pecado que descendió de nuestros padres
es quebrada y no podrá destruir la simiente y propósito de
Dios para tu vida y la de tus generaciones.  
Los testimonios en este libro son verídicos e inspirado-
res. He podido ser testigo de la fidelidad de Carlos y Lis-
sette con sus hijos, instruyéndolos en los caminos de Dios.
Si aplica estos principios generacionales, podrás asegu-
rarte las bendiciones de Dios en tu vida y en la vida de tu
descendencia.
 
David Greco

Al recorrer cada una de las páginas de este libro, escrito


por mi querido hermano y amigo el pastor Carlos Jiménez,
he podido mirar que si nosotros como hijos de Dios desea-
mos que nuestras generaciones la pasen bien, necesitamos
Reseñas

tomar una decisión aquí y ahora. Pienso y digo que soy yo


el que debe tomar la decisión para cambiar el curso normal
de mi vida. Muchos queremos dejar una herencia natural y
tal vez estamos descuidando lo más importante: dejarles una
herencia sobrenatural que tiene que ver con un JEHOVÁ
DIOS TODOPODEROSO en nuestras generaciones. La
Palabra del Señor dice: “Bienaventurado el hombre que teme
a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su
descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rec-
tos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa. Y su justicia
permanece para siempre” (Salmos 112:1-3).
Somos libertadores para nuestras familias, en el nombre
de Jesús. Así como lo fue Abraham, a quien le fue dada una
promesa para sus generaciones, somos patriarcas dentro de
nuestras casas. Hoy es el tiempo de levantar una nueva cul-
tura en nuestros hogares.
En este libro, el pastor Carlos revela muy bien el llamado
que tenemos como padres a trabajar en la posteridad de
nuestras descendencias, siendo fieles al llamado que Él ha
depositado en nuestras vidas. Mi Padre celestial es un Dios
multigeneracional y siempre debo tener en cuenta que la
promesa se da a una generación en particular, en este caso
la nuestra.
TÚ eres el primero que Dios está llamando dentro de tu
familia y este llamado tiene que ver con tus hijos. Por eso te
animo a que tomes el reto de DECLARAR que serás fiel al
llamado que Dios te está haciendo hoy: trabaja por el bien
de tus hijos, nietos y bisnietos. Lo maravilloso de pactar
con Dios HOY es la oportunidad de asegurar el futuro para
nuestra descendencia.

Apóstol Moisés Rosales


Centro Cristiano Evangélico “Casa de Oración”
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia

Una de las verdades innegables de la Biblia es que Dios es


un Dios generacional. En este libro, el Pastor Carlos Jimé-
nez, Mi hermano y amigo por casi 20 años, nos expone con
la fineza de un maestro la revelación de cómo esto se aplica
a nuestras vidas hoy. Es un libro que al leerlo cuidadosa-
mente, tiene la capacidad no solo de enriquecer tu vida,
sino de sellar en tu corazón el propósito generacional de
Dios para contigo y con los tuyos. Se lo recomiendo a cada
persona que comprende que ha sido puesto sobre la tierra
con el fin de marcar una diferencia para Dios.

Apostol Ben Paz


El Dios de las
Generaciones
El Dios de las
Generaciones
Carlos A. Jiménez
Copyright © 2016 Carlos Jiménez.

Editor—eGenCo. LLC
Todos los derechos son reservados. Este libro está protegido por las leyes de derechos de autor
de los Estados Unidos de América. Este libro no puede ser copiado o reimpreso para bene-
ficio comercial o ganancias personales. El uso de citas cortas o copias ocasionales de páginas
para estudios personales o de grupo es permitido y apoyado. Para otros usos se debe obtener
permiso de author, Carlos Jiminez. A menos que se especifique, todas las citas bíblicas son
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Catalogación del Editor – Datos de publicación


Carlos Jiménez
El Dios de las generaciones; por Carlos A. Jiménez 122 páginas cm.
ISBN: 978-1-68019-975-8 pasta de papel
978-1-68019-976-5 ebook
978-1-60819-977-2 ebook
978-1-68019-981-9 audiobook
1. Vida cristiana. 2. Familia. 3. Consejería. I. Titulo
2016930724
Dedicatoria

Gracias al Padre eterno que, en su amor paternal, rescató


mi espíritu de orfandad y me dio la identidad de hijo. Los
principios contenidos en este libro no habrían sido una rea-
lidad en mi vida si no hubiera recibido el regalo de Dios en
la existencia de mi amada esposa Lissette. Desde el día que
nos casamos decidimos juntos que ninguna experiencia del
pasado marcaría la vida de nuestros hijos y su descenden-
cia. Terminante y rotundamente acordamos que en nuestra
generación se rompería la marea que trajo destrucción a las
generaciones pasadas. El fruto de nuestra unión son cuatro
hijos: Karla Lissette, Nehemías Alberto, Benjamín Gadiel y
Juan Carlos (Gian), que han sido los que me han enseñado
a amar como padre. Es con un gran placer que deseo dedi-
carles este libro a ellos, la tribu Jiménez.  

v
VIDEOS INTERACTIVOS DE CARLOS
A JIMÉNEZ Y SU LIBRO
“EL DIOS DE LAS GENERACIONES”

LA NOTICIA DE MI HIJA KARLA Y TABLA


DE CONTENIDO
https://vimeo.com/152645472

Mis hijos
https://vimeo.com/152645470

Testimonio del nacimiento


de Benjamin Gadiel
https://vimeo.com/152645471

Impartiendo el conocimiento
de Dios a nuestros hijos
https://vimeo.com/152645474

Declaración Profética sobre tus


generaciones
https://vimeo.com/152645473
Índice

Agradecimientos ix
Prólogo xiii
Introducción xvii
Capítulo 1 Conexión divina 1
Capítulo 2 La posteridad 17
Capítulo 3 Conectados para libertar 31
Capítulo 4 El poder de la impartición 45
Capítulo 5 El temor de Dios 57
Capítulo 6 Herencia de bendición o maldición 65
Capítulo 7 Conectados por la Palabra de Dios 75
Conclusion 93

vii
Agradecimientos

Es bien sabido que nadie puede escoger ni a sus padres ni


el lugar donde nació. Mas estoy eternamente agradecido por
mi madre, Norma Altagracia Rodríguez, que fue el vientre
que Dios escogió para cargarme y traerme a la tierra. Mujer
valiente, dedicada y fuerte. También agradezco a mi padre
Pedro María Jiménez, que me enseñó y me dio ejemplo
como hombre de visión, trabajo y emprendedor (aun sin
recursos). También mi amado hermano Pedro, que desde
nuestra niñez crecimos y tuvimos todas las cosas en común.
Asimismo, agradezco a la familia Gutiérrez (Ángela,
Rafael “Fefelo”, Isaac, Fernando, Joanna y Jetro), la casa que
Dios escogió para presentarme el evangelio y verme nacer
en el Espíritu.
Al apóstol Luciano Padilla, Jr., por identificar y ver en mí
(a temprana edad) el llamado de Dios. A mi pastor y padre
espiritual, Juan Radhamés Fernández, por su ejemplo y sus
enseñanzas, lo cual ha plasmado en mí el temor de Dios
y una visión clara de cuál es la perspectiva del llamado al

ix
El Dios de las Generaciones

ministerio, que es honrar y obedecer al que me llamó. Pas-


tor, gracias por caminar todos estos años con nosotros. Eres
muy amado y apreciado.  A mi hermano mayor David
Greco, gran maestro de la Palabra que trajo frescura y reno-
vación. Al obispo Jeremías Torres, un gran amigo de nuestra
familia y que siempre ha velado por nuestro bienestar fami-
liar. Al pastor Ben Paz, por ser amigo y caminar conmigo,
y apoyar los sueños de Dios para esta región y las naciones.
A todos aquellos que han contribuido y creído en  este
sueño de Dios. A mi amado amigo y compañero, apóstol
Yasser Rivas y al evangelista Alberto Mottesi, que siempre
han creído en una nueva generación que surgirá de nuestro
continente.
A toda la gran familia de Edificadores de Naciones, nues-
tra casa espiritual, donde los hijos han creído la visión del
destino profético que tenemos para las naciones. A mis dos
viejitas, Virginia y Rosa Olga, que fueron enviadas desde el
Bronx para edificar esta casa con nosotros.  A nuestra pri-
mera hija espiritual Krismelys Díaz. A Rubén y Mercedes,
ejemplos de amor y servicio continúo al Señor.  A José y
Zuly, colaboradores en el ministerio así como al resto de
los equipos y ministerios que sirven en esta casa.  Gracias,
ustedes lo hacen posible.
A Iván Portes, regalo de Dios para mí y Grupo Recurso. A
Don Julio Martínez, un contable y siervo escogido.
A los pastores y ministros del área metropolitana de New
York que han mostrado su amor, respeto, apoyo y compa-
ñerismo, con quienes continuamos creyéndole a Dios por
esta región. A pastores y compañeros de las naciones que

x
Agradecimientos

hemos forjado una relación más que de amistad, de fami-


lia; entre ellos: Jorge y Margarita Freyle (Ministerio Vida
Abundante);  Melitón y Gladys, Moisés y Diana, David y
María Dolores, la familia Rosales y Casa de Oración; Ale-
jandro Escobedo (Conquistando Fronteras); José González
(Semilla); Vilma Rojas (Congregación Cristiana); Susana Di
Ricco (Iglesia Puerto Seguro)
Finalmente, a Richard y Nancy Ivy, mi familia gringa
que me adoptó durante mi estadía en Regent University; y a
Jaime Farrach, mi compañero de habitación. 

xi
Prólogo

Si definiera como importante o relevante el tema que trata


el pastor Carlos A. Jiménez en este libro lo estaría reduciendo
a nada, pero si lo analizara o enfocara desde la óptica de
Dios, como Él lo revela en las Sagradas Escrituras, lo tengo
que considerar como un asunto trascendente. La Biblia no
sólo revela que Dios es el Dios de las generaciones, sino que
a través de esta revelación da a conocer lo que Él es en sí
mismo. Lo que quiero decir es que el interés de Dios por
el linaje o la descendencia trasciende al propósito suyo con
el hombre, es una señal manifiesta del pensamiento de su
corazón y de su diseño eterno y universal. De esta manera e
intencionadamente, Él desvela su paternidad y por medio de
ella nos enseña, no tanto lo que hace, sino lo que Él es. El
apóstol Pablo lo expresó así: “Por esta causa doblo mis rodi-
llas ante el Padre del Señor Jesucristo, de quien toma nom-
bre toda familia en los cielos y la tierra...” (Efesios 3:14-15).
La familia de Dios no sólo es terrenal, también es celestial.
Dios es llamado el Padre y Jesucristo el Hijo del Padre. Con

xiii
El Dios de las Generaciones

relación a nosotros, Jesús es el hermano mayor, nosotros los


pequeñitos. 
De la única manera, en la vida terrenal, que los hombres
llegan a ser inmortales es cuando logran reproducirse en las
vidas de sus descendientes. Si logramos transmitir a nuestros
hijos el legado de Dios y les enseñamos a seguir haciéndolo
con sus descendientes, entonces continuaremos existiendo
en ellos aun después de la muerte. Si vivimos con Dios e
instruimos a nuestro linaje a hacer lo mismo, no importa
que partamos a la eternidad; la eternidad nunca partirá de
nosotros, porque perpetuaremos la vida de Dios en nuestra
descendencia. Moisés lo entendió, por eso oró así: “Aparezca
en tus siervos tu obra, y tu gloria sobre sus hijos” (Salmos
90:16).
Toda obra de Dios dada a los padres es perpetuada en
los hijos. Él dijo por medio del profeta Isaías: “Y éste será
mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está
sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de
tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos
de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre” (Isaías
59:21). Como los hombres son mortales y Dios es eterno,
Él determinó hacer eternas sus obras en los humanos de la
única manera posible: perpetuándolas en sus generaciones.
Toda obra suya: la elección, el propósito, el pacto y la bendi-
ción son dadas a los padres, heredadas por los hijos y perpe-
tuadas en sus descendientes para siempre (Salmos 78:1-8).
Dios administra, supervisa y vela solícitamente por su pro-
pósito, de generación en generación. Esta verdad es uno de
los pilares que sostiene el edificio de la revelación eterna. 

xiv
Prólogo

En apariencia, este es un mensaje muy conocido, pero


a la vez muy ignorado. “Conocido”, por lo mucho que la
Biblia nos habla de él; ignorado, por lo poco que se entiende
esta revelación. El pastor Carlos A. Jiménez no sólo expone
en este libro lo que Dios dice con relación a este tema, sino
lo que Él hace. Esta obra es más que revelación, es un tes-
timonio del poder y la fidelidad de Dios en la vida de la
familia Jiménez. He sido pastor de Carlos y Lissette todo el
tiempo de su vida matrimonial; profeticé el nacimiento de
sus cuatro hijos. Dios me ha hecho testigo de la veracidad
de los milagros y maravillas que él nos relata. Si Dios, en
su providencia, permite que este libro llegue a tus manos,
interprétalo como una señal de que decidió edificarte y ben-
decirte. Te dejo con el Dios de las generaciones. 

Pastor Juan Radhamés Fernández


Noviembre, 2015. 

xv
Introducción

Dios es el Dios de las generaciones, y manifiesta su volun-


tad y propósito por las edades a través de ellas. Desde el
principio podemos observar cómo el linaje de dos gene-
raciones —una bendita y otra maldita— se forman y se
expanden por toda la tierra, como resultado directo de una
ofrenda rechazada (la de Caín), y otra aceptada por Dios (la
de Abel). A partir de entonces ha sido manifiesto cómo fluía
la gracia y el favor de Dios a través de la descendencia justa,
y cómo operaba el juicio sobre la descendencia impía.
Si observamos la conducta de Dios después del diluvio a
través de esta enseñanza, veremos que escoge y llama a Abra-
ham y le da la promesa de que en su simiente serían benditas
todas las familias de la tierra, creando  una descendencia que
luego se convertiría en la nación de Israel. De esta nación
es de donde vendría el deseado de las naciones, Jesús, que
traería el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham y a
su descendencia por medio de la redención. Este concepto
llamado redención fue instituido por Dios en Israel para que

xvii
El Dios de las Generaciones

nadie se quedara sin descendencia ni linaje. Por lo cual, es


evidente el interés de Dios en sus hijos y cuán importante
son para Él las generaciones; tanto que hace pacto con ellas a
través de Abraham. Jesús, el postrer Adán, nuestro pariente
más cercano, vino a socorrer no a los ángeles, sino al linaje
de Abraham, dando cumplimiento a dicha promesa.   
Como expresara el pastor Radhamés en el prólogo de esta
obra, Dios trajo el diseño del cielo a la tierra a través de la
familia terrenal, la cual carga la estructura y el núcleo para
parir sus propósitos eternos y concretarlos en esta dimen-
sión de vida. Nota que cada vez que Él realizó algo extraor-
dinario y trascendental sobre la tierra, escogió y visitó a una
familia (José, Moisés, David, Samuel, Ester, José y María,
entre muchos otros), a fin de llevar a cabo su plan y estable-
cer el orden y el decreto del cielo para las generaciones. Por
eso, tenemos que cerrar cualquier brecha generacional, para
que no muera lo de Dios en una generación, sino que pase
de una generación a otra. 
Es por eso que lo contranatural que desea redefinir la
familia, en los tiempos en que vivimos, es un asalto directo
a la familia de los cielos que fue establecida en la tierra. La
corriente de este mundo pretende desligar el corazón de los
hijos de la paternidad de Dios, del Padre de generaciones,
impartiéndoles un espíritu de orfandad y abandono.  Es
notorio en la Biblia, que cada vez que  Dios iba a manifestar
liberación, se levantaba un espíritu de muerte para matar a
los niños. El caso de Moisés y Jesús nos ilustra este pensa-
miento. Por tanto, no podemos ser indiferentes ante dichas
amenazas e intentos en contra de la familia. Con este libro

xviii
Introducción

pretendo alertar nuestras conciencias, para que no sigamos


impasibles ante estos y otros hechos.
De igual manera, en los últimos años, los líderes hemos
enfatizado un tema de extrema trascendencia: cómo romper
las maldiciones generacionales; asunto del que el pueblo
de Dios ha estado muy consciente. Sin embargo, aunque la
mayoría de las enseñanzas han sido sanas doctrinalmente,
así como de gran ayuda para la edificación y preparación del
pueblo de Dios, es necesario ir más allá del efecto nocivo de
una maldición, para entrar a un nivel más alto en el reino
de los cielos que es el de la bendición. En este sentido, un
día el Espíritu Santo me inquietó acerca de la importancia
de las bendiciones generacionales, mostrándome a través
de las Escrituras la manera en que trasciende el propósito de
Dios a las generaciones y la urgencia de que tales bendicio-
nes sean impartidas a su pueblo. En esta obra me propongo
exponer el tema de un modo sencillo —por medio de la
Palabra de Dios— con el objetivo de que comprendamos
la relevancia de conectarnos con nuestra descendencia, a fin
de impartir la bendición y la herencia espiritual a nuestros
hijos y a los hijos de nuestros hijos… hasta mil generaciones.
Las Escrituras nos muestran que todo lo que se emprende
en el Señor debe tener esta marca: somos escogidos, edificados
y establecidos para bendecir a las próximas generaciones. Mi
anhelo es que al concluir tu recorrido por las páginas de
este libro, te conectes con tu generación para bendecirla,
liberarla y preservarla. Unamos los eslabones y edifiquemos
de acuerdo al diseño del cielo, teniendo presente que Aquel
que dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el

xix
Dios de Jacob” (Mateo 22:32) no solo es el Dios de los vivos,
sino también el de su descendencia: ¡El Dios de TODAS las
generaciones!

Carlos A. Jiménez
C apí t u lo 1

Conexión divina

Era la temporada de básquetbol de la NBA del año 2014.


El equipo de los Knicks de Nueva York jugaba su último par-
tido de la temporada, y aunque no habían clasificado para
los finales, mis hijos Benjamín y Gian Carlos (los dos más
pequeños) anhelaban ver ese juego en vivo en el Madison
Square Garden, sin saber que su anhelo iba a desencadenar
una serie de milagros.
Benjamín me dijo: “Papi, ¿sabes?, sueño con ir a un
juego de los Knicks”. Económicamente era imposible y, para
colmo, me lo dijo el día del último partido. Así que inves-
tigué en Internet si había alguna posibilidad de adquirir las
entradas, pero la página informaba que el juego estaba com-
pletamente vendido. Me acerqué a mis hijos para decirles
que no podríamos asistir, pero les vi sus caritas tan tristes
que se me arrugó el corazón. Sin embargo, cuando estaba

1
El Dios de las Generaciones

a punto de darles la desagradable noticia, escuché la voz de


Dios que me dijo: No les digas que no, ¡llévalos al juego!
Consciente de que no tenía el dinero suficiente y que
no había boletos disponibles, quise enseñarles a mis hijos
que haría todo lo posible para que su sueño se hiciera rea-
lidad, aunque en mi interior sabía que humanamente era
imposible. Así que abordamos el auto y les dije: “Chicos,
vamos a orar para que Dios haga un milagro”. Benjamín
enseguida respondió: “Papi, ¡ya oré!” Yo le contesté: “Muy
bueno, pero como me han escuchado predicar en estos días
acerca del poder del acuerdo, vamos a ponernos de acuerdo
y oremos”.
Íbamos cruzando el Holland Tunnel; extendí una mano
hacia atrás de modo que ellos pusieron sus dos manitas
sobre la mía, y alzaron su voz a Dios creyendo que Él les
contestaría y que al llegar entraríamos a ver el juego.
Llegamos al Madison Square Garden, en Manhattan.
Como indiqué, económicamente era imposible, pues eran
tiempos difíciles; pagamos el estacionamiento y comenzó a
reducirse el dinero que cargaba en la cartera. Proseguimos
a la caseta de boletos de entrada para que me dijeran lo que
ya sabía: El juego está completamente vendido y no hay nada
disponible. Miré otra vez las caritas de mis hijos, y les dije:
“Tranquilos”; mientras le preguntaba al Señor: ¿Y ahora
qué?, porque me dijiste que los trajera.
Había cientos de personas entrando al Madison, mientras
algunos revendían boletos falsificados a más de 300 dóla-
res (según me informó un oficial de la policía para que no
cayera en la trampa).

2
Conexión divina

Estando en el lobby totalmente vacío, le volví a pregun-


tar al Señor: ¿Y ahora qué? Alcé la vista y, a lo lejos y en el
mismo centro del lobby, vi un cesto repleto de basura. En ese
instante escuché una voz que me dijo: “Ve y mete la mano
en ese basurero”. Así que me dije a mí mismo: Esto es una
locura, Señor, ¿en el basurero?
Sin embargo, decidí obedecer aquella aparente locura. Al
llegar frente al basurero vi unos papeles doblados en la parte
superior y sentí como que alguien me dirigía a agarrarlos. Al
abrirlos, se me quisieron salir los ojos, ¡eran dos boletos para
el juego! Corrí a la caseta de boletos para chequear si eran váli-
dos; el cajero los escaneó y, para nuestra sorpresa, eran válidos.
Así que les di paso a mis hijos. Ahora tenía a dos peque-
ños adentro mirándome contentos pero con incertidumbre,
por lo que me decían: “Y ahora, papi, ¿qué hacemos?”.
En ese momento mi fe se activó al ver ese milagro con
el que me había tropezado. Entonces le dije al señor que
estaba en la puerta: “Considere mi situación, tengo dos
niños adentro pero no los puedo dejar solos allí; por favor,
véndame un boleto”. Él me dijo: “No le puedo dejar entrar,
no tengo boletos”.
En ese preciso instante salió un supervisor de una de las
oficinas y el señor de la caseta le explicó mi situación, pero
le dijo que no podía hacer nada.
Así que recurrí otra vez a Dios, y le dije: Padre, ¿y ahora
qué?; mis niños adentro y yo afuera. Fue entonces que el
supervisor volvió a salir de su oficina y me llamó para obse-
quiarme el boleto de entrada que tanto necesitaba. Le grité
las gracias, y me dijo que no se las diera a él, sino a otro

3
El Dios de las Generaciones

caballero (al que señaló), que era uno de los ejecutivos del
Madison que salía y me cedió su boleto (segundo milagro).
Al fin estábamos dentro. Dos milagros y tres boletos de
entrada sin pagar un solo centavo. Estábamos listos para ver
el juego. Pero había un reto más, mis niños tenían unos
boletos diferentes al mío, pues este era de un ejecutivo que
se sentaba en los asientos del piso, ósea, frente a los juga-
dores; y los de mis hijos estaban en el segundo nivel. Así
que necesitábamos otro milagro, ya que como no había
más boletos todos los asientos debían estar ocupados. Pero
para ese tiempo ya me había dado cuenta que eso era una
enseñanza de fe para mí, y claro para marcar la vida de mis
hijos. Así que entramos sin preocupación, anticipando que
el milagro de ese asiento también acontecería.
Pensando en todo esto, le dije a Dios: Ya vimos el milagro
de los boletos. Ahora te pido que el asiento contiguo al de mis
hijos esté disponible.
Cuando entramos le pregunté a la persona que estaba allí
si el asiento del lado de mis hijos estaba vacío, y ¿qué creen
que me dijo? “Sí señor, es el ÚNICO asiento vacío”.
¡Wao!, estábamos maravillados viendo la mano de Dios.
La manera en que el Padre nos había contestado la oración.
Así que nos sentamos a disfrutar del juego; el rostro de mis
hijos era indescriptible, lleno de gozo, Dios había hecho
posible su sueño.
Llegó el receso del intermedio del juego. Todavía tenía
todo el dinero que llevé, así que les dije: “Chicos, vamos,
les voy a comprar lo que quieran, ja, ja, ja”. Cuando llega-
mos al lugar de comida, el joven que estaba atendiendo les

4
Conexión divina

dijo: “¿Qué quieren? Pidan lo que deseen, todo es gratis para


ustedes esta noche”. ¡Qué...! Otro milagro más. Ya nos está-
bamos acostumbrando a los mimos del Señor; estábamos
siendo mimados por Dios, nuestro Padre.
Ya casi terminando el juego, los Knicks estaban per-
diendo, y mi hijo oraba: “No puede ser que vengamos a
ver el juego en vivo, con tantos milagros, y que pierdan su
último juego”.
Faltaba un minuto para finalizar y el juego estaba empa-
tado. Y, ¿qué creen que hicimos? Nos pusimos de acuerdo
y pedimos: “Señor, que no pierdan”. Faltando apenas
segundos, uno de los jugadores lanzó un tiro de 3 puntos y
encestó. Nuestro equipo ganó.
Esa fue una noche memorable para mis hijos. Una noche
que los impresionó al ver el modo en que Dios les contes-
taba sus deseos.
¿Sabes? Dios me ministró de la misma manera que mis
hijos al pedirme su deseo, por lo que mi corazón se con-
movió y anhelaba darles lo que querían; asimismo nuestro
Padre anhela con pasión ardiente cumplir los sueños y los
deseos del corazón de sus hijos. Nuestro Padre, al igual que
nosotros, se deleita en bendecir a sus hijos; su corazón se
regocija al ver el rostro de sus pequeños rebosantes de gozo.
Mis hijos fueron marcados por medio de esa experiencia,
impartiéndoles fe y mostrándoles el corazón de Dios como
Padre. A través de cosas pequeñas y sencillas que inundan
nuestro diario vivir podemos marcar la vida de nuestros hijos
y con cada vivencia atraerlos a Dios, de modo que Él escriba
y establezca en sus corazones enseñanzas permanentes que

5
El Dios de las Generaciones

trasciendan generaciones. Mis hijos no dudan de que Dios


puede hacerlo todo.
Dios, además, utilizó esa experiencia para ministrarme ese
día; pues me encontraba frente a un gigante que puso una
demanda financiera imposible de solventar con mis propias
fuerzas. Sin embargo, al hallar esos tickets en la basura, el
Señor me dijo: Así te acontecerá, te tropezarás con la bendición,
no te faltará nada, saldrás, caminarás y te haré encontrar todo
lo que necesites. La bendición te perseguirá, te alcanzará y com-
pletarás todo cuanto te he encomendado. ¡Y así fue! No tengo
dudas de que así será en cada temporada de nuestras vidas.
Por eso te animo a que no desperdicies cada oportunidad
que traiga un desafío a tu vida, matrimonio, familia o minis-
terio, pues cada reto tendrá lecciones que te ensenarán, te
darán más experiencia y dejarán las marcas para impartirles
a tus hijos y a los hijos de tus hijos el conocimiento de Dios,
el mismo que adquiriste a través de ellos. Porque Él es el
Dios de las generaciones.

Hasta mil generaciones


¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué Dios ha
cuidado con tanto celo su relación con el hombre? Ello
se debe a que fuimos creados con el propósito de vivir en
estrecha conexión (comunión) con Él. Puede parecernos
sorprendente creer que Dios quiera ocuparse a lo largo del
tiempo en preservar dicha conexión. Él es el Padre de todas
las generaciones y a través de ellas estamos enlazados, suje-
tos juntamente con sus propósitos para cumplimiento de
su Palabra. Dios hizo un pacto perpetuo con su pueblo,

6
Conexión divina

prometiendo y estableciendo que su poder y las enseñanzas


que les había dado nunca se apartarían de ellos ni de sus
descendientes

“Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espí-


ritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse
en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de
tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo
Jehová, desde ahora y para siempre” (Isaías 59:21).

El pecado que imperaba en Israel transformó a sus nacio-


nales en personas incapaces de levantarse contra su propia
inmoralidad. Eso disgustó mucho al Señor, le entristeció la
ausencia de alguien que estuviera dispuesto a ponerse en la
brecha, en busca de favor, dirección e intervención divina.
Tan mala era la triste realidad que vivía el pueblo escogido.
Sin embargo, la mano de Dios fue la que les dio la victoria
a todos aquellos descendientes de Jacob que se arrepintieron
de sus malos caminos, obteniendo una vez más, por la infi-
nita misericordia de Dios, la oportunidad para continuar
bajo su abrigo y su pacto eterno.
Comprendí entonces que Dios, al bendecir con mi vida
a mi generación “delante de Él”, abarca tanto a quienes me
precedieron como a los que me sucederán; en otras palabras,
por Él serán alcanzados mis hijos y los hijos de los hijos de
mis hijos, hasta mil generaciones. ¡Esta verdad es poderosa!
Su promesa además declara que las palabras de mi Dios
estarán en mi boca, en la de mis hijos, en la de los hijos de mis
hijos… y por todas las generaciones. Él se ha comprometido,

7
El Dios de las Generaciones

mediante la operación del Espíritu Santo, a que su Palabra


permanezca por siempre, puesto que Dios quiere ser Dios
en medio de su pueblo.
Esta verdad nos indica (y nos marca) la responsabilidad
que tenemos como padres de mantener una actitud com-
prometida con la vida personal y espiritual de nuestros
hijos. Necesitamos estar conectados con esta realidad profé-
tica puesto que cada una de nuestras acciones los afectará de
manera positiva o negativa. Nosotros no podemos convertir
a nuestros hijos… pero ¡podemos orar por ellos!; no podemos
transformarlos… pero ¡podemos creer que se manifestarán y
vivirán como lo que son, como hijos de Dios! Y para ello
debemos vivir como tales y pararnos en la brecha, porque
sabemos que esta actitud puede determinar que Dios haga
algo por ellos.

Tu actitud determina tu futuro


Hace alrededor de cuatro mil años antes de Cristo, Dios
pactó con un hombre llamado Abram. Cuando este tenía
noventa y nueve años, Dios se le apareció y le dijo: Obe-
déceme siempre, sé perfecto y te prometo que voy a hacer que
tengas muchos descendientes; de ti nacerán muchas naciones.
Por eso ya no te vas a llamar Abram, sino que te llamarás Abra-
ham, porque serás padre de muchas naciones, y muchos de tus
descendientes serán reyes.
Dios no solo pactó con Abraham, sino que además le pro-
metió que la misma promesa tendría vigencia para sus des-
cendientes por siempre. Dios le prometió toda la tierra de
Canaán como herencia perpetua a él y a sus descendientes;

8
Conexión divina

solo le pidió que cumpliera con lo pactado, tanto él como


su descendencia. Abraham estaba comprometido a transmi-
tirles a sus futuras generaciones el pacto establecido entre él
y Dios.

Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando


le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopo-
deroso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré
mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran
manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro,
y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es
contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y
no se llamará más tu nombre Abram, sino que será
tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre
de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran
manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y
estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia
después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo,
para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de
ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti,
la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán
en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos. Dijo de
nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás
mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus
generaciones (Génesis 17:1-9).

Esa poderosa promesa nos revela lo concerniente acerca


de a quién o a quiénes ha determinado Dios manifestar
su grandeza, y lo hace refiriéndose tanto a la descendencia
como a las generaciones.

9
El Dios de las Generaciones

Veamos, por tanto, lo que comprenden estas palabras:


Descendencia. Hace referencia a simiente (nuestros
hijos).
Generaciones. Tiene que ver con las personas nacidas en
diversos períodos y edades.
En otras palabras, Dios le dijo a Abraham: A los nacidos
de ti (a través de todos los tiempos) yo los voy a bendecir y seré
su Dios por siempre.
Es por eso que debemos tener siempre presente que este
pacto ha sido establecido por iniciativa de Dios, aprobado
con un sello perpetuo, que mantiene su validez y eficacia
aun después de Abraham, al declarar: “Y seré el Dios de ellos”,
en el versículo ocho de Génesis diecisiete.
Una declaración así, garantizada con el poder de su Pala-
bra, debe lograr en nosotros una visión renovada con respecto
a la dimensión de bendición que debemos desatar sobre la
realidad acerca de lo que son las generaciones; de manera que
podamos —a pesar de cualquier oposición presente— decla-
rar proféticamente que nuestra simiente —por estar bajo el
pacto divino— alcanzará a las generaciones futuras.
¿Sabe usted?, en Israel lo importante no era quién tenía
muchas vacas, ganado, dinero, casas… lo más relevante para
ese pueblo era estar bajo bendición, ya que a través de ella
estaba garantizado todo lo demás. La bendición es más que
dinero, oro, plata, reconocimiento, prestigio… es la mano de
Dios a favor de mi vida, de la de mis hijos, de la de los hijos
de mis hijos y de los hijos de los hijos de mis hijos. Este
pacto generacional se ha transformado en una conexión
entre lo que podemos palpar y lo que vendrá.

10
Conexión divina

Sin conexión no hay bendición


La bendición en Isaac (Génesis 26:1-13). Luego de la
promesa hecha a Abraham, Dios le dio un hijo llamado
Isaac. Siendo este un hombre casado y con hijos, aconteció
que en la tierra de Canaán hubo una escasez de alimentos
tan grave que Isaac pensó irse a Egipto. Sin embargo, Dios
se le apareció a Isaac, le dio instrucciones acerca de lo que
debía hacer y, además, le prometió estar siempre con él y
bendecirlo en todo.
Fue en ese momento que Dios reconfirmó a Isaac el pacto
hecho a su padre Abraham. Asegurándole que por la obe-
diencia de Abraham, al cumplir todo lo ordenado por Dios,
Jehová cumpliría su juramento de darles a él y a sus gene-
raciones la tierra de Canaán, hacer que sus descendientes
fuesen tan numerosos como las estrellas del cielo y bendecir
por medio de ellos a todas las naciones de la tierra.
No sólo la fiel intervención de Dios en Isaac lo condujo
nuevamente a la perfecta voluntad de Él, sino que confirmó
el pacto que tenía con su padre Abraham, destacando su
obediencia como actitud relevante en la continuidad de la
promesa. Algo muy interesante que debemos notar aquí
es que Isaac recibió la bendición de Dios porque su padre
Abraham oyó y obedeció al Señor. Y esto es lo que Dios
quiere hacer: descender y manifestarse a nuestras generacio-
nes para decirles: El Dios de tus padres está delante de ti para
bendecirte, por cuanto han oído y obedecido mi voz al guardar
mis mandamientos para ponerlos por obra.
Más adelante vemos que Isaac obedeció e hizo lo que
Dios le dijo. Así que se fue al lugar que Dios le ordenó y,

11
El Dios de las Generaciones

ese mismo año, Dios le dio una cosecha tan abundante que
produjo cien veces más de lo que había sembrado. De esa
manera Isaac ganó mucho dinero y llegó a ser muy rico y
poderoso.
Isaac creyó que en Egipto podría prosperar —quizás
fue su parecer que sería el lugar especial para ello—, pero
a Dios le place bendecirte aun en lugares secos, muertos o
en circunstancias adversas. Como creyó y obedeció, Isaac
obtuvo como recompensa el hecho de confirmar la fidelidad
de Dios a su favor, independientemente del lugar o de la
persona como punto de bendición. De lo que se trata es de
la manifestación del cumplimiento de la Palabra de Dios,
cuando la misma ha decretado que nos ha de bendecir si
obedecemos.
¡Dios es fiel en cualquier lugar que nos encontremos o
circunstancia que enfrentemos!
¡El poder de este pacto está vigente para tu vida, tu fami-
lia, tu descendencia y tus generaciones!
Este pacto es decretado para someter toda circunstancia
adversa bajo el designio divino, porque esta Palabra ha sido
establecida en los aires con la firme intención de introducir
nuestra vida en una dimensión con propósito generacional.
Por eso le exhorto: ¡Levántate en el poder de la Palabra
de Dios y cree declarándola sobre los tuyos, ya que al estar
bajo la bendición del pacto de Dios vivirán en abundancia
aun cuando haya escasez; con salud en vez de enfermedad;
en santidad y autoridad en lugar de iniquidad y esclavitud!
Recuerde: conectarse es oír y obedecer. Esa es la actitud
que nos liga al destino de Dios a través de las generaciones;

12
Conexión divina

porque la obediencia tiene el poder de librarnos de todo


ataque u obstáculo que el opositor interponga en nuestro
camino. ¡Pues en ella hay promesa de cobertura!
La bendición en Jacob (Génesis 27:28,29 y 28:12-16).
Isaac bendijo a su hijo Jacob, diciéndole: ¡Que Dios te dé
mucha lluvia y una tierra muy fértil, que te dé mucho trigo y
mucho vino, que todas las naciones te sirvan y te respeten, que
tus propios parientes se inclinen ante ti, y te reconozcan como
su jefe, malditos sean los que te maldigan y benditos sean los
que te bendigan!
La bendición de su padre Isaac predestinó a Jacob a vivir
conectado a la revelación de Dios para su vida. Como esla-
bón de un pacto inquebrantable, este joven estaba a punto
de encontrarse con su Creador, con el Dios de sus padres.
Estando Jacob de camino a un sitio llamado Harán,
se quedó en cierto lugar para pasar la noche; allí tomó
una piedra y recostó su cabeza sobre ella para dormir. Esa
noche tuvo un sueño en el que vio una escalera que lle-
gaba hasta el cielo, y por la cual subían y bajaban ángeles
de Dios. Desde la parte más alta de la escalera, Dios le
decía: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham y de Isaac; a ti y a
tus descendientes les daré la tierra donde estás acostado. Tus
descendientes serán tan numerosos como el polvo de la tierra
y habitarán este país. Por ti y tus descendientes, todos los pue-
blos de la tierra serán bendecidos. Estaré contigo hasta cum-
plir lo que te he prometido y te cuidaré por donde quiera que
vayas, y te haré volver a esta tierra. Cuando Jacob despertó
de su sueño, dijo: “¡Verdaderamente Dios está en este lugar
y yo no lo sabía!”

13
El Dios de las Generaciones

Esa revelación de Dios a Jacob no vino antes de que reci-


biese la bendición como herencia generacional de su padre
sobre él. Es muy importante comprender esta realidad espi-
ritual, porque hasta que no conectes tu vida y tu genera-
ción con Dios no habrá bendición con alcance generacional
sobre tu casa, trabajo, ministerio, etc.; y no podrás palpar
los resultados de estar bajo “la bendición del pacto”.
En el sueño, el Señor estaba de pie junto a Jacob, y le
decía: “Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu
padre Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra sobre la
que estás acostado” (Génesis 28:13, NVI). En otras palabras,
le dijo: Soy el Dios de las generaciones, y por el pacto (la cone-
xión) con tu abuelo Abraham y con tu padre Isaac, es que me
presento ante ti.
Jacob tuvo que establecer su relación personal con Dios.
Las señales de sus maravillas y su fidelidad habían rodeado
su vida como una gran historia vivida por otros, hasta que
todo lo escuchado se plasmó en su encuentro personal con
el Dios Todopoderoso.

Pacto con poder generacional


Si leemos en Salmos 105:7-10, nos daremos cuenta de
la manera en que David expresa las acciones poderosas de
Dios al cumplir el pacto que hizo con Abraham, mismo que
juramentó con Isaac, que estableció con Jacob por decreto y
con Israel como un pacto para toda la vida. Es maravilloso
conocer más a Dios por medio de su Palabra y descubrir sus
propósitos eternos para todos sus hijos.

14
Conexión divina

¿Sabe usted?, cada vez que su Palabra dice: “se acordó


Dios”, se refiere a su pacto. Cuando habla de “mil generacio-
nes”, está abarcando a toda la humanidad. Y al decir “con-
certó”, en hebreo quiere decir: lo hizo. Poderosa promesa
que se ha mantenido durante miles de años, alcanzando a
muchas generaciones a través de la manifestación del poder
de su Palabra.
Así es el diseño divino en estas tres primeras generaciones
en las que la Palabra de Dios las muestra como evidencia de
su fidelidad para con el hombre:

El pacto
• Lo hizo (concertó) con Abraham.
• Lo juramentó (se lo juró) a Isaac.
• Lo estableció (confirmó) a Jacob.
• Lo instituyó con Israel de modo eterno (sempiterno).

Tengamos siempre presente que es el enemigo el que,


conociendo esta poderosa verdad, quiere e intentará romper
el eslabón de una generación a otra. Por eso debemos parar-
nos en la brecha… entre los nuestros y el sistema del mundo,
a favor de la vida espiritual para someter a la vida natural,
de manera que la conexión de la bendición preserve cada
generación.
Nuestros hijos, familias y aun nuestras propias vidas son
atacados espiritualmente por influencias rebeldes, desobe-
dientes, sin temor de Dios, maldicientes, egoístas, satánicas,
humanistas… con el fin de romper ese eslabón de conexión. El
adversario sabe que si lo logra, ¡maldice a toda esa generación!

15
El Dios de las Generaciones

Las palabras de este pacto con promesas hechas por Dios


a Abraham y a las futuras generaciones; manifiestan la firme
decisión del Señor en cuanto a ver su cumplimiento.
Recuerde que cada vez que usted y yo encontremos en
las Escrituras la frase: “Se acordó”, no se refiere al olvido de
Dios, sino a la imperiosa necesidad de mantener siempre
presente sus propósitos, aunque nosotros nos olvidemos.
Dios es eterno y sus propósitos transcienden generacio-
nes. Por eso, debemos tener una visión a largo plazo y cons-
truir nuestras vidas, matrimonios, familia y ministerios con
una perspectiva generacional. Los propósitos de Dios no
mueren en una generación, sino que transcienden a otras.
Por tanto, debemos conectarnos con la posteridad para que
continúe en ellos lo que Dios comenzó en mi generación.

16
C apí t u lo 2

La posteridad

Sanidad de Karla
Tres meses después de haberme casado, mi esposa me dio
la noticia de que sería padre por primera vez. En un ini-
cio la noticia llenó de temor mi corazón debido a las dudas
que tenía en cuanto a la paternidad. Cumplido el tiempo
del alumbramiento nació Karla Lissette, mi princesa, la que
Dios escogió para enseñarme y vivir la maravillosa y única
experiencia de ser papá.
Karla cumplió 6 años de edad en el frío invierno del año
2005. Muchas cosas sucedían por esos días. Mi esposa estaba
embarazada nuevamente y a punto de dar a luz. Acabába-
mos de iniciar la iglesia que hoy pastoreamos: Centro Cris-
tiano Edificadores de Naciones. Habíamos estado llevando
a Karlita a unos análisis médicos por una extraña llaga que

17
El Dios de las Generaciones

le había salido en su espalda. Después de varios exámenes y


ser vista por diversos especialistas, recibimos los resultados.
Nuestra pequeña había sido diagnosticada con una enfer-
medad llamada histiocitosis, de células de langerhans infantil
(HCL). La histiocitosis es una afección parecida al cáncer,
que ataca el cuerpo y a otros órganos. La incidencia anual
de esta enfermedad se calcula entre 2 a 10 casos por millón
de niños hasta los 15 años de edad. Nuevamente estába-
mos frente a una amenaza de muerte contra uno de nuestros
hijos, una vez más al inicio de una etapa ministerial. (Ver
más adelante en el libro el testimonio de Benjamín Gadiel,
nuestro tercer hijo.)
Cuando mi esposa me llamó por teléfono para darme la
noticia, estaba manejando; mi corazón desfalleció por unos
segundos, recobré la normalidad, y le dije: “Paz, vamos a
ungirla con aceite, orar por ella y declarar la sanidad de su
cuerpo”. En ese momento Dios me ministró, recordándome
que si había levantado a Lázaro de entre los muertos, tam-
bién podía sanar mi hija. A esa hora una de nuestras inter-
cesoras —la hermana Rosa Olga (que no sabía lo que estaba
ocurriendo— recibía un mensaje de parte de Dios para
nosotros, que decía: “Esta enfermedad no es para muerte,
sino para gloria de mi nombre en las naciones de la tierra.
¡¡¡No teman!!!”.
Nos sostuvimos con esa palabra y nos afirmamos sobre
ella. Así que ungimos a nuestra pequeña y comenzamos a
declarar sanidad. Pasamos meses de angustia viendo a mi
princesita sufrir, viendo cómo esa horrible llaga molestaba
su sueño y la entristecía. Ella no quería ver la llaga, por lo

18
La posteridad

que cada día yo le decía: “No tengas miedo, Karlita, mira


la llaga, y cuando te pregunten cómo estás, dile que está
fea, que te duele, pero que Jesús te va a sanar”. Mi pequeña
comenzó a declarar esa palabra a cada persona que le pre-
guntaba cómo se sentía. Cada noche orábamos, ungíamos
a Karla y poníamos aceite sobre su llaga, con la expectativa
de que al terminar la oración la llaga desapareciera. Así lo
hicimos una y otra vez.
Dos meses después nos refirieron a uno de los mejores
especialistas en el Hospital Médico de Nueva York. Allí le
practicaron varios exámenes y fuimos a recibir el resultado
de las últimas pruebas que se le habían hecho. Al llegar a la
oficina del doctor todavía mi niña tenía la llaga, no había
cambiado nada ante mis ojos. Nuestra fe había sido probada
una y otra vez con una palabra que intentaba destruir lo que
el Eterno dijo sobre nuestra única princesa, Karla. Y con
una confianza mayor que la que tuvimos para creer cuando
Benjamín iba a nacer, creímos que ella estaba sana y que eso
sería un tremendo testimonio que marcaría la vida de nues-
tra familia, en especial la de una pequeña con apenas 6 años
que ya conocía a Dios como Jehová Raffa, su sanador. Hay
una gran diferencia entre escuchar hablar de los atributos de
Dios y vivir el proceso de ver a Jehová el Sanador manifes-
tando ese atributo sobre tu vida y la vida de tus hijos.
Recibí el reporte de aquel especialista, que sostenía en sus
manos dos informes: el primero, que diagnosticaba a Kar-
lita con esa enfermedad y, el más reciente, que decía que los
glóbulos blancos estaban en su nivel normal y que no había
rasgos de dicha enfermedad en su cuerpo. ¡Qué glorioso! El

19
El Dios de las Generaciones

asombrado especialista decía: “No entiendo”, mientras yo


lo miraba y le decía: “Tranquilo, yo sí entiendo, creo en el
poder sanador que venció la enfermedad y que es manifiesto
hoy en la vida de mi hija”.
Desde ese día en adelante aquella llaga comenzó a secarse,
dejó de sangrar; al punto que ya mi pequeña podía dormir
sin levantarse, llorando por las noches debido a la incomo-
dad y a la comezón en su espalda. Y su carita se llenaba con
una hermosa sonrisa al decir: “Mira papi, como me dijiste,
Jesús me sanó”. Hasta la fecha, ese acontecimiento se ha
quedado grabado en el corazón de nuestra familia y de nues-
tros hijos.
Mi esposa grabó un disco compacto que incluye una can-
ción que se llama “Digno eres de gloria”, cuya letra habla de
la grandeza del Dios que hace milagros. Sin embargo, tal fue
la experiencia que tuvimos con Karla que mi esposa modificó
la manera de ministrar la canción. Ya no era un cántico con
la letra que alguien había sido inspirado a escribir, ahora se
había convertido en el testimonio vivo que había marcado
nuestras vidas al ver a Dios sanando a nuestra hija y que
nos había empoderado para ministrar y sanar a otros. Una
canción para la posteridad que habla de la grandeza de Dios.
Toda experiencia que vives con tus hijos tiene un gran
propósito: capacitarte y darte autoridad, para que en la pos-
teridad seas padre de generaciones. Padre que sabe construir
puentes para que aun las generaciones que no han nacido
sean marcadas por lo que construiste en tu caminar con ese
Dios de las generaciones. ¡De la misma manera que lo hizo
Abraham!

20
La posteridad

Hoy mi hija Karla Lissette es una hermosa joven, com-


pletamente sana, libre de toda enfermedad y con un corazón
apasionado por Dios.

Como el grano de trigo


Así que en este capítulo conoceremos la forma en que el
cumplimiento del pacto generacional trasciende y alcanza
a las futuras generaciones interactuando con diversas
circunstancias.
La vida de José (Génesis, capítulos 37, 39-45). José,
onceavo hijo de Jacob, era primogénito de Raquel, la esposa
más amada de su padre. Y, de este, el hijo favorito. Era un
joven que poseía capacidades excepcionales de dirigente; sin
embargo, fue vendido a los diecisiete años por sus herma-
nos, permaneciendo durante trece años en la casa de Potifar
(oficial real de Egipto) y en la cárcel.
Los celos de sus hermanos se tornaron en furia, resul-
tando en el traslado del joven a un país extranjero. Humana-
mente podríamos pensar o llegar a creer que la promesa fue
interrumpida; no obstante, en los relatos siguientes de esta
hermosa historia comprenderemos de qué manera opera la
voluntad de Dios en el hombre, para que este alcance los
propósitos eternos.
Pasaron los años y José fue prosperado y engrandecido
en el lugar donde vivía: Egipto. Tras una serie de sucesos,
Dios nuevamente une a José con su familia. Cuentan las
Escrituras que estando José frente a sus hermanos, sin que
estos lo reconocieran, llegó un momento en el que José no
pudo aguantar más y —ordenando a todos sus ayudantes

21
El Dios de las Generaciones

que los dejaran solos— entre sollozos se dio a conocer a sus


hermanos, diciéndoles: Yo soy José, su hermano.
Entonces les preguntó si aún vivía Jacob, su padre, pero
aquellos acobardados hombres no podían responderle. Por
tanto, se acercó a ellos y les dijo: Yo soy José, el hermano que
ustedes vendieron a los egipcios, pero no se preocupen, ni se
reprochen el haberme vendido. Dios me envió aquí antes para
que les salve la vida a ustedes y a sus hijos, para preservaros
posteridad sobre la tierra.
Estar bajo pacto no nos exonera de vivir situaciones
similares a las de José, en que la injusticia parece reinar sin
esperanzas de cambio; en que los celos, la envidia y la com-
petencia parecieran robarnos nuestros derechos dejándonos
sin la posibilidad de defendernos.
Las situaciones adversas de la vida deben ser vistas como
factores necesarios para producir —en cada uno de noso-
tros— el cambio esperado por Dios, el carácter de Jesús y
una fe estable a pesar de las tormentas y los vientos solanos
que intenten desesperarnos o asustarnos. El momento de
darse a conocer había llegado, como una cita divina pen-
diente en el tiempo de Dios. Resultando de aquel proceso
divino en la vida de José una mezcla de dolor, indignación
y compasión.

Veamos las manifestaciones del pacto:


• La familia de José descendía de Abraham. La marca del
pacto hecha con Dios (la circuncisión) era la señal de
pertenencia a Él.

22
La posteridad

• Dios obró a través de las perversas acciones de los her-


manos de José, no sólo para preservar su propia familia,
sino también la de muchas personas que no conocían al
Creador.
• José dijo a sus hermanos que se quedaran a vivir en
Egipto mientras pasaba la época de escasez; dando cum-
plimiento así a lo declarado por Dios a Abraham, al anti-
cipar que sus descendientes morarían en tierra extraña.
• Dios usó a uno de su descendencia para preservar la
conexión generacional a causa del propósito eterno.

Como el grano de trigo, ¡José murió para no quedar solo!


Aquellos años de tanto sufrimiento que habían quedado
atrás, estaban ahora delante de sus ojos. La razón de su gran
desolación se hallaba ahora presente en su tierra, ante su
vida y bajo su autoridad. ¿Tomaría acaso José venganza por
lo que le hicieron? De ninguna manera, sólo un corazón
cautivado por el amor y la fidelidad de Dios pudo respon-
der así: “Ahora, pues, no entristezcáis, ni os pese de haberme
vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios
delante de vosotros” (Génesis 45:5).
¡Qué maravillosa revelación sobre una situación tan hos-
til! Esto es posible únicamente cuando nuestras vidas son
esculpidas en las manos del Alfarero. Dios se vale aun de
cualquier acto perverso con el fin de cumplir su propósito
divino en nosotros. Lo cierto es que José ignoraba que Dios
lo había destinado para preservar la vida de la familia de
Jacob, salvar a Egipto y preparar el camino para el inicio de
la nación de Israel.

23
El Dios de las Generaciones

Solo un corazón quebrantado y alineado con el Espíritu


de Dios, como el de José, puede comprender y aceptar esto:
Que todo su sufrimiento fue el precio necesario que tuvo
que padecer, según los designios de Dios, para la preser-
vación de toda la familia de su padre y la suya, enviándolo
anticipadamente a preparar un lugar de refugio en Egipto
para los siete años de hambre que se avecinaban.

Lo que haces hoy trasciende a las próximas


generaciones
Dios usó a uno de la descendencia de Abraham para pre-
servarlos y habitar entre ellos a través de la conexión gene-
racional. José, inevitablemente, tuvo que ser tratado por
Dios antes de encontrarse con aquellos que fueron causa de
tanto dolor. Porque de no ser así su corazón seguramente
no habría permanecido conectado a su Creador y mucho
menos hubiera podido afectar positivamente a su genera-
ción con un espíritu y un carácter distinto.
Volvamos al relato de la vida de José en aquel momento
en que fue presentado a Faraón para interpretar los sueños
que este había tenido. De todos es conocido que José le dijo
a Faraón que sus sueños significaban que tendría siete años
de abundancia y siete años de escasez. Lo dijo con tanta
certeza y sabiduría de parte de Dios que Faraón lo nombró
segundo en mando de la nación. Sabemos que José tenía
treinta años y que a esa edad fue cuando comenzó a recorrer
todo Egipto. Durante los siete años de abundancia hubo
muy buena cosecha, por lo que José juntó todo el alimento
que se produjo entonces y lo almacenó. José hizo muchos

24
La posteridad

silos o graneros en los que almacenó tanto trigo que perdió


la cuenta.
Antes de que comenzara el primer año de escasez, a José
le nacieron dos hijos. Al primero lo nombró “Manasés” y
al segundo lo llamó “Efraín”. Manasés significa “hacer olvi-
dar”. Es decir, la nueva posición de José bajo la voluntad
de Dios había hecho que olvidara las pruebas del pasado. Y
Efraín significa “doblemente fructífero”. En otras palabras,
todas las pruebas darían fruto y bendición.
Así que se cumplieron los siete años de abundancia en
Egipto, tal y como lo había anunciado José. A los siete años
de abundancia le siguieron otros siete de escasez, y aunque
había hambre en todos los demás países, en Egipto había
qué comer. Su obediencia a Dios lo convirtió en un hom-
bre próspero en todos los aspectos. Desde la prisión hasta la
gobernación egipcia, todo le sirvió como aprendizaje en la
escuela de la vida.
Detengámonos por un momento a considerar esta
poderosa enseñanza: Los hijos de José nacieron en tiempo
de bendición, de abundancia. Fue allí cuando el Alfarero
comenzó a cerrar las heridas del pasado con el nacimiento
de un nuevo tiempo para él. La sanidad de Dios en su cora-
zón quitó el sufrimiento que sus hermanos le produjeron,
haciéndolo olvidar aquellos años de tormento. Su corazón
no solamente fue sanado y restaurado, sino además prepa-
rado para recibirlos y bendecirlos cuando ellos se presenta-
ran para depender de su favor.
Sólo el Señor conocía el día que ese encuentro habría de
ocurrir. El día en que sus hermanos vendrían de lejos, con

25
El Dios de las Generaciones

gran necesidad, para recibir su bendición. Así que prepá-


rate entonces, porque si has pasado por momentos duros,
injustos y difíciles en tu familia, la misma mano que sanó a
José de todo su dolor te alcanzará, porque tú también eres
un eslabón de conexión entre las promesas de Dios y tus
generaciones.
A Dios le ha placido levantarte, ungirte y enviarte a pre-
parar el camino para los que llegarán detrás de ti. Así como
ocurrió con José, necesitamos despojarnos de todo dolor y
olvidar los momentos de sufrimiento para alcanzar nuevos
niveles de fe, de bendición y de promoción, tanto espiritual
como natural.
Si aún continuamos ligados al dolor del abandono, de
la amargura o de la injusticia, nuestro corazón no estará
listo para bendecir y conectarse con la próxima generación.
Si no podemos bendecir a los que se encuentran a nues-
tro lado, ¿podremos acaso hacerlo con aquellos que aún no
conocemos?
Seguramente allí, en la prisión, Dios se reveló a la vida
de José para ministrarle fuerzas, valor, fe, sanidad a su alma
herida, amor, protección, esperanza. Muchas veces creemos
que cuando Dios permite que estemos en situaciones incó-
modas, solitarias, sintiéndonos olvidados o quizás despre-
ciados, se debe a que todo terminó allí y ahora ¡solo resta
morir! La única muerte que Dios espera que tengamos es
respecto de nuestro dolor, orgullo, autosuficiencia, vanaglo-
ria, derechos, justicias, odios… pero nunca en cuanto al lla-
mado y al propósito divino con cada uno de nosotros.

26
La posteridad

Es en los momentos de quebranto cuando más quietos


estamos y cuando más dóciles, por lo general, somos. Son
los instantes divinos para hacernos olvidar y desplazar toda
experiencia dolorosa, de manera que, al terminar, el resul-
tado sea significativamente positivo. ¡Así fue lo que ocurrió
con José! Por eso llamó “Manasés” a uno de sus hijos —por-
que Dios le hizo olvidar—, palabra que en hebreo significa
“desplazar”, “quitar”. Eso es exactamente lo que ocurrió en
el corazón de José, el recuerdo doloroso y amargo fue des-
plazado por una experiencia maravillosa, nueva. Fue colo-
cado en un lugar de su memoria donde no le afectaría, ni le
causaría dolor al recordar lo vivido. Es decir, que Dios des-
plazó el dolor y lo colocó en un lugar donde no produciría,
ni afectaría el presente, por las experiencias pasadas.
Eso significa que por cada dolor que hayamos pasado —
fuese en nuestra infancia, en el matrimonio, en la familia, en
el trabajo, con la salud, etc.—, Dios nos proveerá momen-
tos de victoria y de felicidad que desplazarán aquellos llenos
de tristeza. El doloroso pasado quedó enterrado, superado,
no con el olvido, sino por la actitud de un corazón sanado,
libre para amar y perdonar; rodeado de un presente victo-
rioso. Dentro de José palpitaban ahora pensamientos de
prosperidad, de abundancia, de propósito, de éxito, porque
su visión fue restaurada y ampliada a través de la sanidad, de
la liberación del dolor.

No existe la gracia sin conexión con Dios


La comunión de José con el Dios de sus padres —y tam-
bién su Dios— le proveyó entendimiento para conocer que

27
El Dios de las Generaciones

todo estaba calculado por la voluntad divina, y no por la


voluntad de sus hermanos; produciendo entonces un sen-
timiento de compasión y no de odio hacia quienes fueron
instrumento en las manos del Alfarero. Fue Dios quien lo
estaba conectando, quien lo hizo pasar por todas esas tribu-
laciones, puesto que un día él tendría que conectarse con
ellos y ministrarles bendición.
El Señor también tiene reservado un “Efraín” para cada
uno de nosotros, puesto que nos quiere “fructificar” en el
lugar de nuestra aflicción. Donde el enemigo te ha que-
rido destruir, ¡Dios te levanta como señal para bendición!
La fidelidad de José afectó a su familia por completo. En
el pozo de la prisión seguramente debe haberse preguntado
acerca de su futuro incierto. Pero en vez de desesperarse,
obedeció con fidelidad a Dios e hizo lo correcto.
Aunque sus hermanos lo rechazaron, lo raptaron, lo
esclavizaron y lo encarcelaron; a pesar de la infidelidad de
ellos para con él, por la libertad que procede de la sanidad
en el interior del hombre, en vez de abandonarlos en los
momentos de necesidad, los creyó aptos para compartir con
ellos todas sus bendiciones y concederles un lugar apropiado
donde su familia pudiera habitar.
Cuando los hermanos de José llegaron a Egipto en busca
de alimentos, ya habían pasado dos años de escasez, pero
todavía faltaban cinco, por lo que José vio todo lo acon-
tecido como la mano de Dios interviniendo a favor de la
generación de Israel. “Así, pues, no me enviasteis acá vosotros,
sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor

28
La posteridad

de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto”


(Génesis 45:8).
La palabra “posteridad”, en este contexto, tiene que ver
con el remanente, el resto, los descendientes. En otros térmi-
nos, José quiso decir: Dios me ha enviado cuando fui separado
de ustedes, para preservar anticipadamente la descendencia de
Dios sobre la tierra, y para que se manifieste la obra salvadora
del Dios vivo. Porque Dios quiere preservar la vida de sus
hijos, nietos, biznietos, tataranietos. Y para que eso ocurra
debemos estar conectados, unidos a Cristo por medio de su
Palabra y la obediencia a ella, de manera que cuando Dios
nos envíe a abrir camino sepamos que no estamos solos, que
a pesar de lo que el Señor permita con cada uno, también
llegará el tiempo de la restauración de todas las cosas y la
fructificación en bendición como resultado de la obediencia.
Es muy importante comprender que para preservar nues-
tra posteridad, antes de bendecirla, necesitamos ser restau-
rados. No estaremos preparados, aptos, si aún no hemos
sido sanados de los momentos de dolor, por el abandono
de nuestro padre, por la maldad de nuestros hermanos, los
amigos, etc. Con amargura no se puede ser productivo ni
hoy ni la próxima generación. La bendición de Dios hoy nos
provee —si perseveramos con fe— la restauración de todas
las cosas. ¡Pues Dios desplazará todo dolor con el reemplazo
de lo divino!
Así fue como ocurrió con José. Dios le hizo olvidar, des-
plazando esos pensamientos, reemplazándolos por otros.
Los recuerdos vividos que estaban permanentemente en su

29
El Dios de las Generaciones

frente, delante de sus ojos, fueron reemplazados por la lle-


gada de nuevas experiencias gratificantes.
El poder del pacto no sólo actúa convirtiendo cada ele-
mento o situación a favor del cumplimiento del mismo,
sino que es la señal de generación a generación de que Dios
está presente. Pertenecer a la familia de Dios nos predestina
a ser protagonistas en la preservación de nuestras familias y
nuestros descendientes. La disposición del corazón a obe-
decer y a ser fiel a Dios nos encamina, nos alinea, con los
propósitos eternos de Dios.
Cuando su padre, Jacob, recibió la noticia de que su
amado hijo José vivía, dejó de confesar: Contra mí son todas
estas cosas… y comenzó a decir: Todas las cosas ayudan a bien…
Dios te está llamando entre los tuyos para enviarte a otro
país o para que te levantes en medio de tu familia, trabajo,
universidad, etc.; porque necesita preservar tus generaciones
y ha puesto sus ojos en ti. Recuerda que, así como José lloró,
también se gozó y disfrutó del fruto de su aflicción; convir-
tiéndose no solamente en un hombre de fe debido a que le
creyó a Dios a pesar de todo, sino en un ejemplo a imitar
como protagonista de la preservación de sus generaciones.
Ha llegado la hora de ponernos en pie y manifestar la
soberanía divina sobre todas las generaciones. La sangre de
Jesucristo ya pagó el precio para poseer las generaciones.
Sólo es cuestión de someternos al Espíritu Santo y, enton-
ces, ¡Dios avanzará y poseerá las generaciones por medio de
nosotros!

30
C apí t u lo 3

Conectados para
libertar

Los 10 minutos más largos de mi vida


Algunos años atrás, días antes del 25 de diciembre, mi
familia y yo fuimos de compras a un centro comercial del
estado de New Jersey. Para ese entonces solo teníamos tres
de nuestros cuatro hijos.
Debido a la época de Navidad, las tiendas estaban reple-
tas y había un gran fluir de gente. Nosotros entramos a una
reconocida tienda por departamentos y caminábamos en
busca de algunos accesorios que necesitábamos, sin imagi-
nar la experiencia que estábamos a punto de vivir…
Mi hijo, Benjamín Gadiel, tenía apenas un año y tres
meses y le fascinaba subir y bajar las escaleras eléctricas. En
ese momento, pasábamos por un lugar de la tienda donde

31
El Dios de las Generaciones

había una y él quería soltar mi mano para irse a jugar en ella.


Mientras yo escogía los colores de unas corbatas mi niño, de
repente, se desprendió de mi mano; enseguida solté lo que
tenía en la otra mano y volteé a buscarlo, pero en fracciones
de segundos mi niño había desaparecido… Mi vista se perdía
entre el flujo de gente que cruzaba de un lugar a otro, tra-
tando de encontrar la figurita que hasta hace apenas unos
segundos aferraba su manita a la mía. Miré a mi esposa y le
pregunté si lo tenía con ella, si lo había visto, a lo que ella
replicó: “No, tú lo tenías contigo”.
Mi corazón se aceleró, dando palpitaciones de desespera-
ción.… Corrí entre los percheros y estantes de ropa, buscando
angustiado a mi pequeño, mientras en mi imaginación via-
jaba en milésimas de segundos al futuro, donde mi esposa,
acongojada, me reclamaba y me decía: “¡¡¡Por tu culpa perdí
a mi hijo!!!” Buscamos, buscamos y buscamos sin hallarlo,
por lo que acudimos a la seguridad de la tienda a solicitar
ayuda. En seguida y como forma de precaución cerraron
todas las puertas y se unieron con nosotros en la búsqueda.
En ese momento oré, pedí y declaré: “SEÑOR, HAZ QUE
MI HIJO LO ENCUENTRE UNA BUENA SAMARI-
TANA, UNA VIEJITA DE PELO BLANCO Y ME LO
CUIDE HASTA QUE LO ENCONTREMOS”.
Pasaron unos dos minutos, que para mí fueron horas
interminables, cuando un guardia de seguridad se comunicó
con el otro que estaba conmigo diciendo que habían encon-
trado a un niño llorando, que correspondía a la descripción
que le habíamos dado de mi pequeño. Corrimos como locos
hacia el lugar indicado y cuán grande fue mi sorpresa al ver a

32
Conectados para libertar

mi hijo Benjamín que estaba allí en los brazos de una viejita


de pelo blanco que lo trataba de calmar diciéndole: “Tran-
quilo bebé, ya mismo llega tu papi”. Tomé a mi pequeño en
brazos, no lo quería soltar, y él —de la misma manera—,
se aferró a mí fuertemente, todavía llorando, buscando ser
calmado y a la vez lleno de gozo, porque al fin estaba en los
brazos seguros de su papá.
Después de ese horrible episodio, le dije a mi familia: “SE
Acabó LA COMPRA, REGRESEMOS A LA CASA”, y
nos volvimos en silencio…
No contemplaba que lo vivido me iba a afectar tanto en
los próximos días y que cambiaría mi perspectiva acerca del
amor del Padre hacia sus hijos. Caí en una depresión con un
profundo sentido de culpabilidad. Aunque mi niño estaba
ya con nosotros, me sentía muy culpable por haberlo per-
dido. Dos noches más tarde, en la madrugada, escuché la
voz de Dios que me dijo: “Si tú te sentiste así por haber
perdido tu pequeño por unos minutos, ¿cómo crees tú que
me siento yo al perder uno de mis hijos por la eternidad?”
Esas palabras calaron tan profundamente en mi corazón que
al instante se me fue toda depresión y pude ver cómo Dios
cual Padre ve las generaciones.
Es importante resaltar que Dios es el Padre de las gene-
raciones y que su amor se expresa manteniendo el vín-
culo eterno con sus hijos. No sé en qué etapa de tu vida te
encuentras (papá de niños pequeños, adolescentes, jóvenes
adultos, casados o si ya eres abuelo), ni cuál ha sido la tra-
yectoria que has tenido con la vida de tus hijos, pero debes
confiar que Dios los atraerá hacia Él y que tus hijos no se

33
El Dios de las Generaciones

perderán. Debes creer que ellos serán parte del legado y pro-
pósito eterno que Dios diseñó para ti y tu descendencia.
Continúa creyéndole a Dios que, aun cuando tus hijos
estén lejos, regresarán. Al igual que el hijo pródigo, ellos
volverán a recobrar sus sentidos. Es decir, llegarán a perca-
tarse de que el lugar donde están no es el de su permanencia
definitiva, no es el lugar creado para que estuvieran según
lo diseñado por Dios. Declara la palabra sobre sus vidas y
pronto celebrarás el regreso de ellos a tu casa, a la casa de
Dios, al Padre de las generaciones.
“¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a
los hijos de Israel?” (Éxodo 3:11), es la pregunta que Moisés
formuló al Dios de quien le habían hablado; y que ahora se
estaba revelando a su vida con estas palabras: “Yo soy el Dios
de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob”
(Éxodo 3:6).
La Palabra de Dios relata que, aun cuando Moisés fue el
hijo adoptivo de la hija de Faraón, en sus primeros años de
crianza fue instruido por su propia madre bajo la protección
de la princesa. Oportunidad dada por Dios para que se esta-
blecieran en él los principios de la Palabra, aunque viviera
bajo un sistema totalmente corrupto y enemigo. Recién a la
edad de tres años, aproximadamente, fue llevado a vivir al
palacio egipcio.
Y aunque recibió la preparación más avanzada de aquella
época, también es cierto que no olvidó nunca su origen.
Creía en las promesas hechas a su pueblo. Creció en cono-
cimiento, popularidad, familiarizado con los asuntos del

34
Conectados para libertar

Imperio Egipcio; sin olvidar que pertenecía al pueblo de los


hebreos, Israel.
Cuando parecía que estaba listo para alcanzar los propósi-
tos de la visión faraónica, una actitud inesperada lo convirtió
en fugitivo. ¡Moisés mató a un egipcio! La causa: un hom-
bre hebreo estaba siendo maltratado injustamente. Como
si su sangre gritara más fuerte que todo lazo emocional que
pudiera unirlo con el lugar donde creció y fue amado, se
sintió impulsado a ejercer justicia con su propia fuerza.
Veamos lo que Dios le declara a Moisés: “Pero el Señor
siguió diciendo: Ciertamente he visto la opresión que sufre mi
pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces y
conozco bien sus penurias. Así que he descendido para librarlos
del poder de los egipcios y sacarlos de ese país” (Éxodo 3:7,8,
NVI).
Esas palabras nos hacen saber que el Señor no sólo oye
nuestro dolor, clamor y quebranto, sino que, además, Él
mismo espera hasta la llegada de la persona que usará y el
tiempo propicio, en pos del plan divinamente diseñado para
manifestar su poder y su gloria. Se trataba del encuentro entre
el Creador del universo y el singular vaso de barro escogido
desde la eternidad. Un vaso escogido por Dios que debía ser
sometido a la disciplina del desierto y a la marca que deja la
comunión íntima con Él en el espíritu de quien lo busca. Y
en los versículos 20 al 22 de Éxodo 3;
Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con todas
las maravillas que allí haré. Y entonces él los dejará ir.  Y yo
haré que los egipcios vean a este pueblo con ojos bonda-
dosos, para que cuando ustedes salgan no se vayan con las

35
El Dios de las Generaciones

manos vacías.  Al contrario, cada mujer le pedirá a su vecina


y a quien viva con ella alhajas de plata y de oro, y vestidos,
con los cuales vestirán ustedes a sus hijos y a sus hijas. Así
despojarán a los egipcios.
Dios da a conocer de qué manera su pueblo marcharía
hacia la libertad y recibiría la paga por todos los años de
esclavitud que debieron sufrir. Jehová les aseguró que mani-
festaría su poder y que heriría de muerte a los egipcios con
todas las maravillas que realizaría entre ellos. De esa manera
haría que Faraón los dejara ir. Pero no solo eso, sino que
también les daría gracia ante los ojos de los egipcios de
forma que cuando salieran no se irían con las manos vacías,
sino que cada mujer israelita le pediría a su vecina y a su
huésped alhajas de oro y plata y ropa para vestir a sus hijos
e hijas. De esa manera despojarían los israelitas a los egip-
cios y Dios cumpliría la promesa hecha Abraham en Génesis
capitulo 15.
En otras palabras, está diciendo que los esclavos recibi-
rían el pago por los años de servidumbre. La soberanía de
Dios ejecutaría la justicia divina sobre la injusta actitud de
los egipcios. La hora de saldar la deuda había llegado, favo-
reciendo a quienes habían sido sometidos a la esclavitud y
recibiendo pago por el agravio, el oprobio y el castigo.

La justicia divina favorece a los que están bajo su pacto


La mano de aquellos que se levantaron contra el pueblo
de Dios fue tan humillada que estuvieron dispuestos, junto
a toda su gente, a darles todos sus tesoros con tal que se mar-
chasen. Y a la hora de despojar al enemigo o de reclamar lo

36
Conectados para libertar

que les correspondía, Dios necesitó usar corazones despier-


tos y preparados para tomar lo que el enemigo les robó: ¡Las
mujeres! Seguramente, porque conoce el especial instinto
que ellas poseen para conocer cuál es la necesidad real. Ellas
eran las que clamarían sin cesar por el día de la liberación
del pueblo, a fin de poder construir lo que siempre soñaron
ver: ¡un hogar feliz!
Eran quienes intercedían ante Dios por paz, justicia y
misericordia. O quizás por consolación por la pérdida del
esposo o algún hijo a causa del abuso y maltrato de los egip-
cios. Rogaban al Señor de los cielos por ver el fruto de tanto
esfuerzo impuesto a través de faenas inhumanas y extenuan-
tes dadas al pueblo hebreo. De cierto eran las que más aten-
tas y expectantes se encontraban, animándose unas a otras
hasta ver el gran día llegar. Serían las portadoras de la espe-
ranza, la fe y el optimismo para cada hombre de Dios que
se encontraba oprimido, con actitud derrotista, resignado
a causa de la gran aflicción por la esclavitud. Y ver que sus
hijos y su descendencia fueran liberados.
Como esas mujeres que se levantaron en fe y lloraron en
silencio, quebrantando su alma y rogando al Dios del cielo
por justicia, paz y libertad, así serán las que el Señor levan-
tará en estos días, a pesar de cualquier ideología o corriente
humanista. Mujeres que manifestarán las obras de Dios
y poseerán todo aquello que ha sido ya conquistado por
Cristo en la cruz del Calvario. Ellas fueron las que despoja-
ron a Faraón y a su gente de todas sus riquezas; tesoros que
los israelitas dieron más tarde a Dios como ofrenda para el
tabernáculo con acción de gracias.

37
El Dios de las Generaciones

Dios convirtió a su pueblo esclavo en un pueblo libre y


enriquecido. La retribución de años de esclavismo les costó
todos sus tesoros a Faraón y a su gente. Cuando llega la
libertad del cautiverio, ¡Dios nos convierte en personas prós-
peras en la tierra de nuestra aflicción! La gloria de Dios no
sólo les devolvía la libertad que perdieron, sino la dignidad
que la esclavitud les robó. Por eso mandó que les pidieran
oro y plata a sus vecinas y conocidas; pero, además, vestidos
para vestir como hijos del rey. Dios quería verlos marchar en
libertad, con ropa decente y con poder. Su pueblo no podía
marchar con Dios con las manos vacías. Necesitaban recur-
sos para conquistar, poseer y ser multiplicados, al darle al
Dueño de la toda la tierra y su plenitud. ¡La libertad rompe
las cadenas de la esclavitud, te provee dignidad y recursos
para llevar una vida completa y plena en todas las áreas!
El sistema faraónico no solo esclavizó literalmente al
pueblo de Dios, sino que además los hizo laborar sin ver
fruto alguno por su esfuerzo. Los hijos de Dios trabajaron
en las construcciones de sus imperios, edificios, ciudades de
almacenamientos para las riquezas, casas, etc., sin retribu-
ción alguna para ellos. Vivían subyugados bajo el espíritu
opresor, que los atormentaba cuando declaraban creer en el
único Dios verdadero y no en sus falsos dioses.
Ese sistema involucró a toda la familia, privándoles de la
posibilidad de descansar, tener tiempo para pasarlo juntos,
para sus hijos, para adorar a Dios. Estaban inmersos en un
ritmo de vida que atentaba contra todo aquello que poseían,
amaban o les quedaba, como su propia vida. ¿No le parece
esto muy similar a lo que ocurre en nuestros días? La única

38
Conectados para libertar

“diferencia” es que podemos movernos de aquí para allá. Pero


vivir en libertad es más que tener la posibilidad de movernos
sin impedimentos; es, más bien, ir hacia donde debemos
dirigidos por el Espíritu de Dios en nosotros. Hoy la socie-
dad en general se encuentra involucrada no solamente en lo
que debe hacer, como trabajar para el sustento de los suyos
y el propio, sino que además no le queda tiempo para Dios,
para los suyos ni para sí misma. Pareciera que lograr alcanzar
un lugar, el trabajo o el puesto que tanto hemos esperado no
rinde para lo necesario.
Estamos inmersos en una corriente consumista en la que,
sin darnos cuenta, nuestra propia vida es consumida por
aquello que nos demanda que debemos alcanzar. Estándar
de vida, estatus, posiciones en la escala de valores de aque-
llos que creen saber vivir, es de lo único que se oye, invo-
lucrando a muchos en el mismo torbellino en el que ellos
están inmersos y del que no pueden salir. El precio: la fami-
lia, los hijos, las amistades, el tiempo de descanso, el goce
de la vida y, lo más importante, ¡nuestra relación con Dios!

El dinero es un recurso que nos permite vivir, NO la


causa por la cual vivimos
¿En qué se diferencia el sistema faraónico en el tiempo del
pueblo de Israel del de nuestros días? En nada. El hombre
trabaja, deja sus años, su tiempo, su esfuerzo… y ¿para cuánto
alcanza? Muchos dicen que es necesario trabajar más para
poder ganar más. Pero sabemos que esta “verdad” se cum-
ple a medias, porque terminamos gastando aun lo que no
tenemos y, peor aún, ¡la vida se nos va! Los hijos de Israel

39
El Dios de las Generaciones

no sólo estaban privados de su libertad, sino que además


necesitaban ser libres de las ataduras de su alma. Ellos eran
descendencia de Abraham, Isaac y Jacob, pero no conocían
a Dios. ¿Cree usted acaso que tan majestuoso poder de Dios
al librarlos los convenció de que Él lo hizo por amor? La
Palabra nos cuenta que su actitud no cambió, al contrario,
las demandas estaban a la orden del día para que Dios las
cumpliese.
Sin embargo, la fidelidad de Dios obró con poder en la
liberación y preservación de su pueblo. Porque la promesa
hecha por el Señor con trascendencia generacional era la
conexión que lo unía con su pueblo. Por eso es que su fide-
lidad no responde a las obras del hombre, sino a su Palabra
dada como pacto eterno.
Ayer Dios mismo tuvo que intervenir en la liberación de
su pueblo, pero hoy hemos recibido libertad en Cristo Jesús
para vivir plenamente para Él; de manera que podamos:

• Estar conectados a Dios por el Espíritu Santo, lo que


nos permite discernir los tiempos, las cosas y los espíri-
tus, de forma que avancemos dirigidos hasta la victoria.
• Estar conectados con la Palabra de Dios, lo cual nos per-
mite conocer quién es Dios y quiénes somos nosotros en
Él. Nos posiciona espiritualmente junto a Cristo para
conquistar, poseer y destruir todo lo que el enemigo
levante en contra.
• Estar conectados a Dios por la sangre de Jesucristo, que
nos libera, sana y restaura desde adentro hacia fuera,
permitiéndonos alcanzar madurez espiritual y libertad

40
Conectados para libertar

para ser lo que fuimos llamados a ser: Eslabones de


conexión generacional. Hijos de Dios.

Somos predestinados para comunicar y conectar a nues-


tras generaciones todo lo que el Dios vivo nos va revelando a
través de su Palabra y del Espíritu Santo con respecto al ayer,
a hoy y a lo que vendrá.

• Somos comunicadores a los nuestros de los propósitos


de Dios.
• Somos los voceros de Dios de lo que Él ya nos ha
entregado.
• Somos testigos de la veracidad de su Palabra y su
fidelidad.
• Somos protagonistas de la más significativa comisión
entregada a los hombres: revelar a Jesucristo como el
único camino, la verdad y la vida para mi familia y los
hombres.

Sólo la Palabra de Dios puede proveernos visión, direc-


ción y fortaleza para proseguir hasta alcanzar la meta: estar
en la perfecta voluntad de Él. Así como ayer, hoy Dios anhela
vernos bendecidos y completos en todas las áreas de nuestra
vida. Él ya pagó el precio por nuestra libertad absoluta. Por
eso permitamos que el Espíritu Santo trabaje en nuestro ser,
a fin de que seamos transformados en vasos útiles para Dios.
Aunque el desierto azote fuertemente, no vamos a morir,
Él estará allí como lo hizo con Moisés. Dios no solamente
diseñó una vida espiritual abundante, sino una vida natural

41
El Dios de las Generaciones

en la que todo lo que había sido usurpado por el enemigo es


recuperado por la sangre de Cristo.
Es el deseo de Dios que seamos entendidos en todos nues-
tros caminos, que comprendamos la importancia de aceptar
en nuestros pensamientos que Él desea nuestra bienestar.
Recuerde la instrucción que el Señor les dio a las mujeres
antes de emprender camino al nuevo tiempo de libertad.
Ser hijo de Dios no comprende solamente ser bendecido
en lo espiritual, sino que a causa de la bendición espiritual
entendamos que somos bendecidos en lo natural. Tenemos
recursos para vivir, para bendecir, para conquistar y mani-
festar la soberanía de Dios en vidas simples pero diferentes.
Somos medios para convertirnos en pozos de bendición de
modo que ya no pidamos más prestado.
El favor de Dios, como el que hallaron aquellas mujeres
hebreas ante las egipcias, hace que la voluntad divina opere
a nuestro favor. Por eso cada uno de nosotros, como hijos
engendrados por el Espíritu Santo, debemos levantarnos y
pararnos en Cristo Jesús para tomar y poseer todo lo que
hace más de dos mil años ya nos fue entregado. ¡Todo, abso-
lutamente todo! No podemos dejar pasar ningún día sin
proclamar, declarar y establecer en cuanto a las generaciones
presentes y venideras, las que ellos conquistarán, poseerán y
en las que vivirán con recursos suficientes para ocupar luga-
res estratégicos de autoridad a fin de establecer el gobierno
de Cristo en todo lugar.
El sistema faraónico ha sido vencido en la cruz del Calva-
rio, ya no puede tener más autoridad sobre tu casa, descen-
dencia y recursos. Reclama, en el nombre de Jesucristo, que

42
Conectados para libertar

tú y tu descendencia son herederos de la libertad gloriosa,


que han sido llamados ¡hijos de Dios! Que hay recursos pre-
parados para ser desatados sobre cada hijo e hija de Dios en
el tiempo preciso, acorde con la estrategia preparada. ¡Este
es el tiempo de poseer nuestra heredad para la conquista de
nuevas bendiciones! Créele a Dios que nuestros hijos serán
poderosos en la tierra y que no tomarán prestado, sino que
poseerán la unción de José para administrar las riquezas de
las naciones y traer provisión a los pueblos en tiempo de
hambre.

43
C apí t u lo 4

El poder de la
impartición

¿Qué escribió mi primer hijo varón?


Me gusta conversar con mis hijos y que me digan en qué
áreas de su vida han sido marcados o influenciados por mí.
Al prepararme para escribir este libro, le pedí a mis hijos que
escribieran algo relevante, algo que les haya marcado acerca
de mi persona, y esto fue lo que mi segundo hijo, Nehemías
Alberto, me escribió:
“Uno de los ejemplos que más me ha ministrado de mi
padre es ver la expresión de amor que recibo de él a pesar de
las carencias afectivas que él vivió por la ausencia física de su
padre. Mis abuelos eran muy jóvenes y se separaron cuando
mi papá tenía apenas dos años de edad. El no ver a su papá
a diario marcó la vida de mi padre de una manera negativa,

45
El Dios de las Generaciones

pues no tuvo, en su diario vivir y a la vista de sus ojos, la


enseñanza, el consejo, la guía, el abrazo y las expresiones
verbales necesarias. Le he escuchado contarnos su testimo-
nio en cuanto a cómo sanó Dios su corazón de niño a fin
de poder ser un padre para nosotros; y no solo eso, sino ver
cómo hoy en día se relaciona con su papá, mi abuelo Pedro,
y cómo lo respeta y lo ama. Eso es algo de mucho valor para
mí. Me marcó mucho saber que a pesar de sus vivencias él
no se dejó vencer; al contrario hoy, para nosotros sus hijos,
él es un padre amoroso, y su amor nunca nos falla. Su cui-
dado, provisión y protección con su familia es evidencia de
que pudo superar la experiencia de su niñez. Recibir la ense-
ñanza y el apoyo diario de mi papá ha dejado una huella en
mi vida, pues es un gran ejemplo saber que él rehusó permi-
tir que la carencia de su niñez se repitiera en nosotros, más
aun cuando muchos hijos tienen un padre que aun estando
presente físicamente, emocionalmente está ausente. Doy
gracias a Dios porque esta vivencia de mi padre ha dejado
en mí una gran señal y me da ejemplo de cómo ser un buen
padre cuando llegue mi tiempo”.
Me es necesario aclarar que al hacer público este testi-
monio de mi vida en ninguna manera traigo deshonra a mi
padre. Lo hago porque estoy convencido de que puede ayu-
dar y edificar a otros que quizás hayan vivido una experien-
cia parecida a la mía. La Palabra de Dios declara: “… a los
que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
Hoy en día tengo una hermosa relación con mi padre, una
relación de amor, honra y respeto. Ciertísimamente, puedo

46
El poder de la impartición

decir que amo a mi padre y que él también me ama, de


eso no tengo dudas. Doy eternas gracias a Dios por haberlo
escogido a él para engendrarme y darme su ADN, y que en
Cristo y a través de su naturaleza divina me ha formado para
ser un hombre que temo y amo a mi Dios con todas mis
fuerzas, con toda mi mente y con todo mi corazón…
Gracias papá (Pedro M. Jiménez), gracias al Padre celes-
tial por la redención que recibí de Jesús y gracias a Dios por
cada una de las vivencias que han marcado y enseñado a
nuestras generaciones.
A ti que lees, te animo a aprovechar cada circunstan-
cia que marcó tu vida en forma negativa y que el enemigo
quiere utilizar para destruirte y destruir tu simiente. Tómala
como la mayor enseñanza que puedas recibir y úsala como la
escalera que te ayudará a llegar a cumplir tu destino. Aque-
llo que Dios habló sobre ti es más poderoso que lo que el
enemigo ha tratado de arruinarte. Lo que Dios trazó sobre
ti es tu destino, es tu diseño, mientras lo que te ha sucedido
son solo trampas en medio de tu camino, para que quedes
prisionero y atrapado. Pero la revelación de su palabra te
da luz; abre tus ojos y alumbra tu camino. Si lo viviste y
no moriste en el proceso, quiere decir que estás listo para
tomar esa arma que fue enviada para destruirte y usarla para
levantar, para restaurar, para dar vida, para establecer un tes-
timonio en tu vida y en tus generaciones. Haz como Jesús,
la madera fue lo que utilizó su padre José para enseñarle su
oficio de trabajo, para ser carpintero. Esa misma materia,
la madera, la utilizaron aquellos que lo crucificaron, para
matar al autor de la vida. Mas —ja, ja, já— regocíjate, esa

47
El Dios de las Generaciones

misma materia, ¡¡¡esa misma madera en forma de cruz fue


lo que Jesucristo utilizó para levantar una nueva generación
de hijos al Padre!!! Gózate, porque esa experiencia vivida te
ha ejercitado, te ha madurado, te ha fortalecido, te ha ense-
ñado, te ha ¡¡¡empoderado!!!
La impartición consiste en la transferencia sobrenatural de
un don. Es transmitir o compartir la virtud, conocimiento,
experiencia o habilidad de una persona a otra. El propó-
sito de impartir es producir hijos espirituales y transferir la
herencia a nuestras generaciones. Y tal capacidad se obtiene
no a través de una actividad intelectual, sino por la opera-
ción del Espíritu Santo en nosotros. Por eso, los que hemos
visto y percibido el poder, la fidelidad y la veracidad de Dios
debemos mantenernos conectados a nuestras generaciones,
puesto que Dios quiere impartirles su conocimiento.
Hoy como ayer, Dios mostrará la revelación de todas
las cosas a quienes lo buscan y andan en santidad, pues Él
promete revelar su voluntad a sus amigos. “¿Encubriré yo a
Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una
nación grande y fuerte, habiendo de ser benditos en él todas las
naciones de la tierra?” (Génesis 18:17,18).
En el versículo anterior, el Señor nos permite escuchar
sus pensamientos acerca de lo que hará, lo cual su amigo
Abraham debía conocer. Revelando así de qué manera actúa
Él cuando ha tomado una determinación y hay involucrado
algún interés nuestro en lo personal; como en el caso de
Abraham con su sobrino Lot. Con ello nos muestra su gran
deseo de que le conozcamos más a Él.

48
El poder de la impartición

¿Qué vinculaba a Dios con Abraham? El pacto. Este


acuerdo entre la Persona divina y un hombre singular con-
vertía a la conexión en una entrega absoluta de respeto y
fidelidad. Hablamos de una relación muy cercana, como la
que existe entre un padre y su hijo. Este es el pensamiento
que Dios tiene acerca de aquel que está involucrado con
el cumplimiento del propósito divino. Es la actitud que
manifiesta con aquel que camina junto a Él y se dispone a
obedecerle.
Abraham era la conexión entre Dios y las generaciones
venideras. El que daría a conocer a Dios al manifestarles su
conocimiento adquirido de Él. “Porque yo sé que mandará
a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de
Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová
sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él” (Génesis
18:19).
“Porque yo sé…” es la palabra de conocimiento que Dios
tenía acerca de su amigo Abraham como consecuencia de
una relación estrecha, cercana y enteramente correspondida
en fidelidad.
“…que mandará” afirma que continuamente él repetiría a
sus hijos lo que Dios le hizo saber que guardasen como man-
damiento para sus vidas. Aunque Abraham sólo tenía la pro-
mesa (la Palabra) de lo que sucedería, se guardaba en todos
sus caminos delante de Dios, porque le conocía de cerca. Su
genuina rectitud inspiraba confianza en el Señor, de modo
que podían mantener una relación de mutua confidencia.
La grandeza de Abraham es atribuida a su rol como
mentor espiritual de su posteridad. Lo que hizo grande a

49
El Dios de las Generaciones

Abraham no fue lo que Dios le dijo que haría a través de


él, sino que él entendió (se calibró con) lo que Dios quería
hacer, guardando ese sueño divino en su corazón y enseñán-
dolo a sus hijos. Abraham no fue un gran hombre porque
recibió una promesa grande, sino porque supo interpretar lo
que Dios esperaba de él y su descendencia.

Cuando las prioridades de Dios son las nuestras, se


convierten en las suyas
En Génesis 14:14, la Palabra relata que cuando Abraham
oyó que su pariente Lot estaba prisionero, armó a trescien-
tos dieciocho hombres que habían nacido en su casa y persi-
guió a los captores hasta Dan. Esto nos enseña que el Señor
nos necesita entrenados para ser eficaces. Abraham no solo
tenía trescientos dieciocho hombres nacidos en su casa, sino
hombres también instruidos en su casa. En otras palabras,
movilizó a sus hombres adiestrados (entrenados o instrui-
dos) nacidos en su casa.
Otra traducción dice que él “armó a sus criados”. O sea,
Abraham dispuso de sus hombres discipulados espiritual y
militarmente entrenados para hacer frente al enemigo. Nota-
mos que Abraham había dedicado tiempo a la instrucción
de sus hombres ante la posibilidad de que surgiera algún
conflicto. Cuando Dios dice: “Porque yo sé que mandará a
sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de
Jehová” (v. 19), hace referencia a la convicción clara y firme
que abrazaba Abraham en cuanto a entrenar y discipular
para Dios a todo aquel que viviera en su casa.

50
El poder de la impartición

Observe esto, cuando hubo necesidad de levantarse e ir al


frente de batalla, Abraham no fue solo, sino que su tiempo
bien invertido le resultó en hombres formados con la misma
visión, entrenados para obtener la victoria.
“Los nacidos en casa”, las nuevas generaciones, recibie-
ron la instrucción del gobierno divino; ¡convirtiéndolos
en hombres con una mentalidad de reino, equipados para
pelear, ganar, poseer y avanzar!
“Los nacidos en casa”, ¡se transformaron en discípulos
adiestrados, ministrados, levantados y ungidos para mani-
festar un reino incorruptible!
Así como sucedió con Abraham, Dios quiere parir hoy,
quiere dar nacimiento a muchos hijos en nuestras casas, y
que estos se preñen —que conciban a causa de la visión—
del propósito de Dios. Él quiere preparar a ese pueblo que
será enviado a las naciones, con la premura de que todos
posean la misma mentalidad, objetivo, espíritu y llamado.
Abraham entrenó a su gente, no simplemente con doc-
trina, sino por medio del vaciamiento de su espíritu en cada
uno de ellos cada vez que se conectaba al impartirles sus
experiencias, la Palabra de Dios y sus consejos. Una cone-
xión que era absorbida por sus discípulos. Delante de Dios,
la vida de este hombre de fe sólo comprendía la ardua tarea
de entrenar a sus “hijos espirituales y naturales” a través de
la visión, los mandatos divinos, la revelación del pacto y las
bendiciones con promesa del Señor.
Su grandeza no se debía a sus riquezas, al número de cria-
dos, de vacas… se debía a la gran convicción que palpitaba en
su espíritu de, que debía capacitar y volcar sobre los suyos

51
El Dios de las Generaciones

todo lo que conocía de Dios. De nada sirve que los adultos


conozcamos la Verdad si no la aplicamos y enseñamos a “los
de nuestra casa”, esperando que otros lo hagan. Recuerda
que, ¡el contacto lo hacen los padres!
Abraham guardaba con esperanza la promesa, y a causa
de ella sabía que debía preparar su casa. Estaba consciente
de que su descendencia debía saber cómo actuar cuando la
manifestación llegase, de manera que nada los detuviera y
todos fuesen parte de la gran bendición. Comprendamos
por tanto que la posteridad del evangelio se fundamenta
en la dedicación constante de la formación moral, natural
y espiritual de los nuestros. De ese modo estaremos pre-
servando la poderosa conexión que existe entre Dios y el
hombre por medio de su Hijo Jesucristo y a través de la
impartición.

El temor de Isaac: Abraham e Isaac conectados en el


altar por generaciones
Necesitamos vaciarnos, comunicar a los hijos lo que Dios
piensa, desea y va a hacer, lo que ha prometido, lo que ha
hecho y ya nos entregó. Busca a tu alrededor y seguramente
encontrarás uno o más corazones hambrientos y dispuestos
a ser discipulados. Ponlos bajo tus alas y dedícales tiempo
para instruirlos.
Cuando Dios decide destruir a Sodoma y Gomorra,
¿por qué se lo hace saber a Abraham? Se lo dice porque la
comunión íntima con Jehová es con los que le temen, y a
ellos hará conocer su pacto (Salmos 25:14). A los que le
temen y tienen comunión íntima con Él les serán revelados

52
El poder de la impartición

anticipadamente los propósitos del Creador. En hebreo


dice: los secretos del Señor son para los que le temen. Temor
no fundamentado en el miedo, sino en un sentimiento que
nos controla para no desagradarle, para no estar alejados de
Él. Temor reverente que nace del acercamiento constante
de nuestro corazón al suyo. Convicción de honra que está
asociado con el respeto a la persona de Dios. Honra que
le rendiremos como consecuencia del conocimiento de su
Persona por medio de su Palabra, su fidelidad y nuestras
experiencias en Él.
Rendición absoluta fue la que hizo Abraham aquel día
cuando, en el Monte Moriah, accedió a entregar lo que Dios
le pidió: a su único hijo Isaac. Recordemos y volvamos al
momento en que Abraham tomó el cuchillo para sacrificar
a Isaac. Abraham estaba enteramente determinado a obede-
cer a Dios cuando el ángel del Señor le gritó desde el cielo
y le dijo: No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas
daño; porque ya sé que le temes a Dios, pues no te has negado
a darme tu único hijo. Abraham alzó la vista y en un zarzal
vio un carnero enredado por los cuernos, entonces lo tomó
y lo ofreció como holocausto en lugar de su hijo. A ese sitio
Abraham le puso por nombre “El Señor provee”.
El ángel llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo
y le dijo: Como has hecho esto y no me has negado tu único
hijo, juro por mí mismo que te bendeciré en gran manera y que
multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como
la arena del mar. Además, tus descendientes conquistarán las
ciudades de sus enemigos (Génesis 22:1-18).

53
El Dios de las Generaciones

¿De dónde aprendió Isaac el temor y la obediencia? A


través de su padre. Su progenitor fue de gran influencia para
ese niño que luego también se convirtió en un hombre de
Dios. Sus hechos más que sus palabras hablaban de una vida
enteramente comprometida con Aquel con quien estaba
unido por pacto eterno. Dios le impartió, a ese hombre
considerado “su amigo”, verdades, acontecimientos, pensa-
mientos y aun sus anhelos.
Fue una relación muy estrecha entre ambos corazones.
Hablamos de una conexión entre la supremacía divina con
la imperfección de un hombre. Marcados por la misma
entrega: ¡Su único hijo! La promesa del pacto no solo pro-
dujo una gran responsabilidad para su vida, sino que man-
tendría vivas las palabras del Señor con respecto a lo que
habría de ocurrir al involucrar a todo nacido en su casa a
través de la preparación integral.
Como ayer, hoy necesitamos conocer y vivir bajo los
principios de la Palabra de Dios. Un fundamento para edi-
ficar nuestras vidas, nuestras familias, el futuro de nuestros
hijos y el de todos aquellos que desean caminar con Dios.
El temor y el amor a Dios nos mantienen conectados a su
perfecta voluntad y nos convierte en guías y discipuladores
para con los nacidos en nuestro hogar. Y todo, ¡porque Él
desea revelarnos sus secretos, sus caminos, su voluntad y sus
propósitos!
Por tanto, si hubiere algún padre de familia con un hijo
pródigo, trabajemos en lo personal para que ese hijo pueda
decir: “Recuerdo las enseñanzas de mi padre, la comida en
la mesa de mi casa, cómo se administraba el dinero, cómo se

54
El poder de la impartición

amaba y temía a Dios…”. De modo que cuando decida volver


en sí, cuando regrese a Cristo, se diga a sí mismo: “Voy a
regresar a casa y haré lo que vi a mi padre hacer; voy a luchar
y me voy a levantar porque reconozco que necesito creer y
conocer a Dios íntimamente”.

55
C apí t u lo 5

El temor de Dios

Sabemos que Abraham no solamente fue un hombre que


amó a Dios, sino que además vivía con temor reverente.
Es asombroso descubrir en la Palabra de Dios el modo en
que la sabiduría y el conocimiento se relacionan entre sí.
Veamos. Amar nos induce a “conocer”, lo que a su vez nos
capacita para saber “cómo” andar (o cómo vivir). La sabi-
duría, por otra parte, nos convierte en personas pruden-
tes, reflexivas, maduras, a fin de que obremos a través del
conocimiento revelado por la Palabra de Dios (discerniendo
todas las cosas).
El temor de Dios, entonces, es consecuencia de un enten-
dimiento integral de su Persona a través de lo que la Palabra
nos enseña; proveyéndonos además de protección, cober-
tura. ¿Protección de qué? Por ejemplo:
Protección del enemigo. “He aquí el ojo de Jehová sobre
los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para

57
El Dios de las Generaciones

librar sus almas de la muerte, y para darles vida en tiempo


de hambre” (Salmos 33:18,19). Esta promesa nos garan-
tiza que la soberanía de Dios obrará según sus propósitos.
Esto quiere decir que todo lo que nos pueda ocurrir será
permitido según su perfecta voluntad. Su fidelidad para
con quienes le aman y viven en el temor reverencial hacia
Él se manifestará a través del oportuno socorro. Ha dado
alimento a los que le temen; para siempre se acordará de
su pacto (Salmos 111:5). Es a causa del pacto que siempre
se ocupará de proveernos espiritual y naturalmente. No
significa que esperaremos que nuestro sustento venga del
cielo, sino que por hallarnos bajo la promesa del pacto,
todo lo que emprendamos tendrá el sello de la bendición
de Dios.
Protección de la improductividad. “Dichosos todos lo
que temen al Señor, los que van por sus caminos. Lo que ganes
con tus manos, eso comerás; gozarás de dicha y prosperidad.
En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas;
alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo.
Tales son las bendiciones de los que le temen al Señor” (Salmos
128:1-4, NVI). El vocablo “bienaventurados” o “dichosos”,
describe la felicidad de quienes viven confiados, haciendo la
voluntad de Dios. Lo que ganas con tus manos, eso comerás,
gozoso con dicha y prosperidad; nos afirma que la recom-
pensa de nuestro trabajo es la bendición de Dios. Y, cuando
se refiere a los hijos, los compara con “los vástagos de olivo”.
Quiere decir que aquella descendencia que es nacida, ense-
ñada y marcada en el temor de Dios se convertirá en un
instrumento de bendición para su familia y los demás; que

58
El temor de Dios

por habitar bajo el pacto generacional, ellos serán preserva-


dos en las diferentes etapas (edades) y temporadas (circuns-
tancias) que tengan que atravesar en la vida. Y eso porque
estarán marcados en su espíritu por el conocimiento divino
que les fue impartido sobre la bendición generacional.
Protección de la consecuencia de vivir separados de
Dios. “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preser-
vará para su reino celestial” (2 Timoteo 4:18). Sabemos que
escoger correctamente no es nada sencillo, pero es posible.
Muchas veces, por obediencia, debemos tomar decisiones o
aceptar ciertas circunstancias que no nos producen mucho
agrado. Pero sabemos que es lo mejor. Tener conciencia de
que cada decisión nos proveerá del fruto según la elección
que hayamos tomado nos ayuda a permanecer alineados a
su Palabra o a regresar a ella si nos hemos alejado. Eso sig-
nifica que, cuando el temor de Dios mora en el hombre, su
descendencia aprenderá a respetarla, a conocerla y a vivirla a
través de los ejemplos de sus padres. No significa que siem-
pre serán librados de los peligros de la vida, pues sabemos
que a veces les suceden cosas malas a algunas personas que
aman a Dios. Pero sí quiere decir que no serán visitados por
el mal, debido a su estilo de vida, buenos hábitos o la inter-
vención directa de Dios.

El temor se imparte, se enseña, no se hereda


La impartición tiene poder. Isaac, el hijo de la promesa
y heredero legítimo, fue un eslabón de conexión entre su
generación y las venideras. Y un día Dios sometió a prueba a
Abraham, su padre, respecto a su fidelidad, pues le pidió que

59
El Dios de las Generaciones

ofreciera a su amado hijo en holocausto. Para ese momento


Isaac se había transformado en un jovencito de doce años
aproximadamente. Pero a esa temprana edad Isaac tendría
una experiencia que cambiaría su vida por siempre. ¿Quería
Dios la muerte de Isaac? ¡No a través del sacrificio humano!
Pero sí que Abraham lo sacrificara en su corazón, para que
se convenciera de que amaba más a Dios que a su hijo pro-
metido y ansiosamente esperado.
El propósito divino era fortalecer su carácter e incremen-
tar su consagración a Dios. Isaac no se resistió por respeto
a su padre y a Dios. Pero, ¿qué pensó en ese momento tan
difícil? ¿Cómo se sentiría acostado allí sobre el altar para ser
ofrecido en holocausto? El único hijo, amado, deseado, pro-
metido y esperado por tantos años estaba siendo ofrecido en
el Monte Moriah.
Todo estaba listo, pero faltaba un elemento: la ofrenda
sacrificial. Entonces Isaac preguntó: ¿Dónde está el cordero?
Y cuando su padre le extendió su mano para invitarlo a ocu-
par el lugar de la víctima y darle muerte, supo que él sería
entregado en sacrificio.
Isaac conocía el gran amor que su padre tenía por él,
pero también fue testigo desde muy pequeño de la gran
pasión y fidelidad de él a su Dios. A pesar del gran apego,
amor y dedicación que Abraham pudo haberle dado, en el
momento del sacrificio, tanto para su padre como para él,
solo resaltó una verdad contundente: ¡Abraham amaba más
a Dios que a cualquier persona o cosa!
Isaac ante el Señor ya había muerto. Ese hijo fue muy
amado por Abraham, sin embargo Dios quería estar seguro

60
El temor de Dios

de que “el tesoro de Abraham” no interfiriera entre Él y su


amigo. Quería que su confianza en Isaac estuviera puesta
solo para el cumplimiento de la promesa. Y entonces, Isaac
fue salvado por un sustituto: un cordero provisto por Dios
mismo.
Isaac, como hijo, fue testigo presencial de un amor incon-
dicional que existió entre su padre y su Dios. Una entrega
no fundamentada en el miedo, sino en la seguridad de la
fidelidad, santidad y poder de Dios, lo que era nutrido en
su caminar diario.
Isaac comprobó que el conocer a Dios puede cautivar al
corazón del hombre de tal manera que su vida personal y
espiritual culmina girando en torno a su perfecta voluntad.
Isaac conoció y recibió el gran amor que su padre sentía
por él. Sin embargo, cuando Dios le pidió a su amado hijo,
no hubo resistencia. Debido a la obediencia y a su amor a
Dios demostrado en aquel altar, ese joven comprobó que su
padre no solo estaba determinado a obedecerle, a amarle y a
seguirle allí al pie del monte, en la vida diaria, sino también
en el lugar del sacrificio.
Isaac fue inspirado por la entrega incondicional de su
padre al Señor. Por su fe inquebrantable a un Dios que
solo él conocía. Por su lealtad aun cuando debiera morir lo
que más amaba. Por la conexión estrecha que lo ligaba al
Dios de pacto generacional. Isaac recibió la impartición del
temor de Dios a través de la vida de su padre. Y, a su vez,
este la impartió a sus hijos. Veamos ahora cómo afectó a su
próxima generación.

61
El Dios de las Generaciones

Todo proceder en el temor a Dios revela al Dios a quien


amamos y servimos
Jacob fue hijo de Isaac y Rebeca, menor que su hermano
mellizo. Y Dios estableció antes que nacieran que “el mayor
serviría al menor”. Conocemos la historia, Jacob no esperó
la intervención divina y actuó engañosamente con su padre
a fin de recibir la bendición del primogénito. Ese fraude
desencadenó una gran enemistad con su hermano mellizo,
Esaú, por lo que tuvo que huir.
Sin embargo, a pesar del mal proceder de Jacob, Dios
continuaría con su propósito eterno. Durante su viaje, este
joven tuvo una visión nocturna, en la que el Señor le prome-
tió todas las bendiciones del pacto. La experiencia de aquella
noche no solo lo cambiaría a él, sino que cambió el nombre
del lugar donde durmió. No es otra cosa que Casa de Dios.
Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía, dijo el
joven tramposo visitado por el Señor, y estableció una señal
e hizo un altar y derramó sobre él una ofrenda a Dios. Fue
un acto de consagración. Desde ese momento dedicó no
solo su vida, sino también sus bienes materiales, y comenzó
a diezmar.
Durante veinte años trabajó Jacob para Labán, su suegro;
los primeros catorce por sus esposas y los seis restantes para
obtener su ganado. “Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham
y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías
ahora con las manos vacías; pero Dios vio mi aflicción y el tra-
bajo de mis manos, y te reprendió anoche” (Génesis 31:42), le
respondió a su tramposo suegro. ¿A qué temor de Isaac se
refería Jacob? Creo que fue el temor transmitido el día que

62
El temor de Dios

Abraham su padre levantó el cuchillo para sacrificarlo. Esa


determinación de su padre para obedecer a Dios transmitió
el temor de Dios al corazón de Isaac. Mi obediencia a Dios,
como padre, hace que su temor sea plasmado en el corazón
de mis hijos.
Jacob bebió el trago amargo que deja el engaño, el abuso
y la injusticia: ¡Labán era tan tramposo como él! Y con su
misma medicina, Jacob fue disciplinado y transformado por
Dios.
Bajo el pacto generacional, ese joven transitó por la escuela
del Alfarero, que con dedicación y paciencia lo atrajo hacia
sí mismo con lazos de amor. Solo cuando fue enfrentado
con su propio yo y confesó su pecado, Jacob fue cambiado.
Dios le dio un nuevo nombre: “Israel, príncipe con Dios” u
“hombre gobernado por Dios”.
La Palabra de Dios relata que el Señor intervino siempre
a favor de ese joven con promesa. El que siempre confió en
sus propias fuerzas aprendió que era mejor someterse a Dios
para recibir su bendición que luchar contra Él. Su carácter
y su corazón recibieron el trato del Altísimo, de manera que
cuando se presentó la oportunidad de encontrarse con su
hermano Esaú, Dios lo sorprendió con la restauración de
esa relación quebrada por años a causa de su mal proceder.
Entre la descendencia de Jacob se encuentra José, hijo de
Raquel. Otro hijo bajo la bendición del pacto generacional
a quien también se le impartió no solo el amor y la Palabra
de Dios, sino el temor de Dios. José fue conocido como un
gigante espiritual en su familia y se halló, como sus antece-
sores, en la genealogía de Jesucristo.

63
El Dios de las Generaciones

La obediencia de Abraham transcendió sus generaciones,


consolidó la conexión establecida por pacto con Dios, pre-
servó su descendencia al mantenerse en el propósito divino
e impartió el temor de Dios a través de su vida, porque
conoció, amó y obedeció al Señor.
Recuerde esto: El amor y la fidelidad a Dios siempre va a
dar como fruto que, al impartir el temor de Dios a los suyos,
intervenga el Señor y se glorifique por causa de la preserva-
ción del pacto generacional.

64
C apí t u lo 6

Herencia de
bendición o
maldición

Testimonio del nacimiento de Benjamín Gadiel


Dios nos bendijo con dos hermosos niños: Karla Lissette y
Nehemías Alberto. Juguetes regados por todas partes, llanto
de niños en el ambiente y mucha risa reinaban en nuestro
hogar, un apartamento que se estaba haciendo pequeño para
la familia. Era la mañana del día de Acción de Gracias, del
año 2001, cuando mi esposa me dio la noticia de que está-
bamos esperando otra criatura. Fue una maravillosa sorpresa
que llenó de gozo nuestro corazón. Estábamos creciendo en
número rápidamente.

65
El Dios de las Generaciones

Dios nos había hablado una hermosa palabra acerca de


la criatura que esperábamos. Ese niño representaría una
nueva etapa en diferentes áreas de nuestra familia, una de las
cuales era ministerial. Todo iba perfecto, hasta que llegó el
momento de un examen rutinario en medio de la gestación
cuyos resultados no fueron muy alentadores. Recibimos la
llamada del ginecólogo informándonos que de acuerdo a los
exámenes realizados la criatura venía con altas probabilida-
des de sufrir el Síndrome de Down.
El reporte decía que los órganos de la criatura no se esta-
ban formando bien y, si llegaba a nacer, no llegaría al primer
año de vida, pues sus órganos mal formados comenzarían a
deteriorarse y se apagarían uno a uno, causándole la muerte.
Fueron informes devastadores. ¿La solución que planteó el
médico? Abortar o hacer la prueba del líquido amniótico,
mediante el cual le introducirían una aguja en el cerebro al
pequeño, lo que podía hacerle más daño. Obviamente, la
decisión fue un rotundo NO.
Las preguntas comenzaron a surgir. Si la criatura marcaba
una nueva etapa en nuestra familia y nuestro ministerio, y
ese era el reporte, ¿entonces quería decir que nuestro minis-
terio se caracterizaría por el síndrome de Down? ¿Nacería
un ministerio que se malograría después de nacer? Claro que
no. Nuestra fe nos hizo fijar los ojos en Aquel que nos había
dado la palabra acerca de nuestro bebé.
Así después de una larga noche, en la que no pude con-
ciliar el sueño, salí de madrugada a una reunión de oración
con mi pastor Juan Radhamés Fernández. Comenzamos un
glorioso tiempo de intercesión en el que recibí una poderosa

66
Herencia de bendición o maldición

palabra de parte de Dios, que decretaba que ese bebé seria


como Benjamín, el hijo de mi diestra, cinco veces más ben-
dito. Que con él, Dios manifestaba una gran bendición
financiera y ministerial a nuestras vidas. A esa misma hora
mi esposa intercedía en nuestro hogar, y Dios le hablaba
acerca del pequeño Benjamín, de lo que significaba y de la
gran bendición que fue para Jacob y sus hermanos. Cuando
regresé a la casa hablamos acerca de lo que Dios nos había
ministrado a ambos por separado, por lo que nuestros cora-
zones fueron consolados y nuestra fe reafirmada.
Aunque no habíamos recibido ningún reporte diferente
del médico, aun cuando nuestros ojos físicos no habían
visto cambios en la criatura, nos aferramos a la palabra que
Dios nos dio. Así que creímos que la generación que el
Eterno nos daba era sana, fuerte y bendecida para bendecir
y marcar generaciones, y para cumplir todo el diseño divino
para cada uno de ellos, aun cuando las circunstancias y el
reporte del hombre dijeran lo contrario. Sujetamos nuestras
emociones a la Palabra de Dios y decidimos creer esperanza
contra esperanza que la Palabra de Dios era lo verdadero.
Cuando Dios te da una palabra acerca de tu genera-
ción, a continuación se levanta el espíritu contrario para
destruir el diseño eterno. Sucedió con Moisés, ocurrió con
Jesús. Cuando va a nacer un libertador, se levanta el espí-
ritu de muerte. Y desde ahí, desde esa persecución inicial,
se comienza a formar en esa criatura el ADN de un gran
libertador. ¡Qué poderoso!
Esa experiencia nos impactó, marcó nuestra existencia.
Ver la manera en que la palabra que Dios nos había dado

67
El Dios de las Generaciones

comenzó a cobrar vida fue sumamente impresionante.


Todavía nuestro pequeño Benjamín Gadiel no había nacido
y Dios nos bendijo con nuestra casa propia. A los 6 meses
de gestación, nos mudamos de aquel pequeño apartamento
de nuestros comienzos. Dios ensanchaba nuestras estacas;
comenzamos a ver la manifestación financiera y las puertas
se abrían en una nueva etapa ministerial, tal como Dios nos
lo había dicho.
Pasaron los meses y se cumplió el tiempo del nacimiento
de nuestro bebé. Seguido por 8 horas de parto, nació mi
pequeño Benjamín Gadiel, lleno de salud, hermoso, sin
ningún rasgo en su rostro del Síndrome de Down y con
todos sus órganos formados perfectamente. ¡Lleno de vida
y hermosura!
Y así continuó creciendo en gracia, hermosura y sabidu-
ría, en completa salud. Hoy Benjamín tiene 13 años de edad
y vemos su comportamiento alegre, aventurero, con el cora-
zón de un adorador. Un niño que cree sin dudar en todo lo
que Dios dice. Es como escuchar a Dios decir: Mira, este es
el que Satanás quiso marcar con una palabra de maldición,
cuando en realidad el diseño para él era de bendición.
Indiscutiblemente vivo convencido de que Dios está com-
prometido con la familia. Le animo a que crea sin dudar en
la palabra que Dios le ha hablado sobre sus hijos y no reciba
ninguna otra palabra que no esté sujeta al diseño divino
para sus generaciones. El Dios de las generaciones ha tra-
zado el camino para su familia, aunque lo que sus ojos vean
sea contrario a lo que Dios le dijo… créalo, declárelo y camine
sobre esa palabra. Nosotros lo vivimos, fuimos marcados y

68
Herencia de bendición o maldición

hoy le impartimos a usted la fe que ejercitamos mi esposa y


yo cuando estábamos formándonos como padres, ¡padres de
generaciones!

Los hijos son los destinatarios


La herencia generacional consiste en traspasar todo lo
que posee una persona a otra. Por otro lado, es recibir por
posesión; por la voluntad establecida en un testamento. Por
tanto, recibir una herencia significa “poseer”, “recibir como
propio”, “obtener”, pero heredar tiene un significado más
amplio, puesto que no sólo comprende bienes materiales,
sino también un conjunto de cualidades, virtudes o defectos
que se reflejan en el carácter que las personas reciben de sus
progenitores. Por ejemplo:

• Similitud en lo físico o intelectual.


• Principios, ideas o problemas derivados por circunstan-
cias anteriores.
• Iguales características en el carácter y modo de ser.
• Las mismas inclinaciones o afinidades.

Entonces podemos llegar a la conclusión que tanto en la


ley natural como en la espiritual, toda herencia recae sobre
los hijos. Los hijos son los destinatarios de la herencia de
sus padres. Ahora bien, necesitamos comprender que por
medio de la ley de la herencia se activa la bendición, o la
maldición. Y la clase de herencia que les vamos a impartir a
nuestros hijos depende del tipo de vida que vivamos y de las
decisiones que tomemos.

69
El Dios de las Generaciones

Como progenitores, cuando impartimos o transferimos


nuestra herencia sobre los nuestros, lo que literalmente esta-
mos haciendo es acometer la acción de poner algo en posesión
de un beneficiario.
La Palabra de Dios nos enseña y señala dos actitudes fun-
damentales a fin de establecer una herencia de bendición
para nuestras generaciones. “Pero acontecerá, si no oyeres la
voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos los man-
damientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán
sobre ti todas estas maldiciones y te alcanzarán” (Deuterono-
mio 28:15,16). Y continúa detallando las áreas en la vida del
hombre que serán afectadas negativamente por desobedecer.
“Si no oyeres la voz de Jehová” hace referencia a la actitud
rebelde que, una y otra vez a lo largo de la historia de la
humanidad, se ha repetido haciendo estragos en las descen-
dencias. Dios, el dueño y Señor de todo lo creado, ha puesto
pautas, fundamentos, mandamientos y leyes para que sean
oídas, respetadas, cumplidas y vividas. De manera que todo
lo que hagamos fuera de los parámetros que Dios marcó para
que fuésemos bendecidos nos será de anatema (maldición).
Anteriormente mencioné que existen dos actitudes esen-
ciales que pueden lograr que seamos personas de bendición
o de maldición. Ellas tienen que ver con las elecciones que
tomamos y con el tipo de vida que tengamos. Muchos
pueden creer o pensar que nada se puede hacer con respecto
a la clase de vida que tienen; que contra las costumbres, las
ideas o los hechos… nada se puede cambiar.
Otros han intentado ingresar al cambio, y luego de pro-
bar varias alternativas, han aceptado a Jesucristo como su

70
Herencia de bendición o maldición

Señor y se han convertido en pueblo de Dios. Pero aunque


“la elección” ha sido buena, todavía su tipo de vida no ha
sufrido los cambios necesarios para engendrar una herencia
de bendición.

Los malos hábitos querrán consumir tu viña


Según lo explicado anteriormente, comprendemos que
todo progenitor —por ley espiritual— “pasará” a su des-
cendencia lo bueno o lo malo que posea. Y conocemos por
la Palabra de Dios que la ley espiritual se cumple sea para
bendición o para maldición. Las decisiones de los padres
siempre e inevitablemente afectarán para bien o para mal a
sus hijos. Si no, miremos a nuestro alrededor y meditemos
en cuánta gente repite los mismos errores, pecados y cami-
nos oscuros de sus progenitores; por sus malas decisiones.
Es el poder de la bendición o el de la maldición que se
activa por la determinación sabia o necia que los padres
tomen ante Dios. De no conocer a Dios, cualquiera pudiera
llegar a creer o pensar que es un dictador, un ser completa-
mente egoísta que sólo ambiciona ver cumplidos sus man-
damientos. Pero no es así, sabemos bien cómo se compara
Dios mismo —a través de su Palabra— con un papá que
hará lo que sea necesario para alejarnos del peligro, de todo
engaño; para que además nos acerquemos a Él por amor y
no por miedo.

Necesitamos meditar en nuestros caminos


Meditar es “considerar algo detenidamente” y, en hebreo,
significa “reflexionar en el corazón”. La pregunta es: ¿Qué

71
El Dios de las Generaciones

lugar ocupa Dios en tu lista de prioridades? ¿Qué es lo más


importante para ti? Es muy fácil creer que tenemos todo en
orden, bajo control, sin percatarnos de que hay una puerta
abierta por la que el ladrón puede entrar y saquearnos. Qui-
zás para ti lo más importante sea trabajar para el bienestar
de tu familia, intentar solventar todos los gastos, que todos
estén bien, que tengan salud, etc.
En las Escrituras tenemos una historia que se asemeja
bastante a la realidad de muchos hoy.

Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad


sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis
poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis
satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que tra-
baja a jornal recibe su jornal en saco roto (Hageo
1:5,6).

Esa palabra fue y es dada por Dios a su pueblo. De


manera especial a aquellos que creen en Él, pero no viven
para Él. Es decir, su egoísmo antepone primeramente sus
prioridades personales, dejando en segundo plano al Señor.
Sin embargo, Él nos enseña que recibimos “pérdida” cuando
nos anteponemos a Él. Que nuestras ganancias se esfuman
y la lluvia no viene porque es pecado anteponer nuestro tra-
bajo, nuestra casa, nuestra familia, nuestra vida, nuestros
deseos, etc., a lo que tiene que ver con Dios.
Reflexionar sobre nuestros hábitos y prioridades es de
suma importancia para quienes tenemos la gran respon-
sabilidad de impartir bendición. No basta tener buenas

72
Herencia de bendición o maldición

intenciones, es necesario conocer si a pesar de ellas estamos


obrando con insensatez delante del Señor.
Como en el tiempo pasado, hoy Dios nos pide a cada uno
que al meditar hagamos un examen exhaustivo de nuestra
vida. El pueblo de Dios, por preocuparse más de su bienestar
personal, abandonó el interés por los principios espirituales
para sus vidas. Sus imperfectos valores de vida le estaban
impidiendo que la mano del Creador obrara a su favor.
No es posible saber si estamos fuera o dentro de la per-
fecta voluntad divina basados en los parámetros humanos.
La Palabra de Dios es la que puede mostrarnos y hacernos
comprender la necesidad de un camino radical para que
estemos bajo bendición. Cuando nuestra vida espiritual
es desordenada, inevitablemente toda palabra, costumbre,
ideas, problemas o actitudes que recibimos como herencia
generacional, no sólo nos alcanzarán sino que nos afecta-
rán en todos nuestros días y continuarán sobre nuestras
descendencias.

Maldición familiar
“Maldecir” es desear el mal para una persona o cosa;
también se refiere a hablar mal a, o de, una persona. La
palabra expresa autoridad, y la autoridad es poder. Recuerda
que Dios hizo al mundo por la palabra. Nadie es culpable
del pecado de cualquier antepasado, pero por causa de tu
pecado Satanás tiene acceso a tu familia.
Y cada vez que se “mal-dice” a una persona, se está
haciendo mal uso del poder que se halla en la palabra
hablada, activando así el poder demoníaco. Por medio de

73
El Dios de las Generaciones

ciertas declaraciones como “eres igual a tu padre”; “siempre


serás un burro”; “no sirves para nada”; “eres un inútil”, es
que los hijos son atados por sus padres a la sentencia que
sus palabras decretan. Sin olvidarnos además que los hijos al
escucharlas, como receptores las creen, convirtiéndose en lo
que sus padres dijeron que son o van a ser.

Estar conectados a Dios quebranta toda maldición


Las palabras atan. El ignorar esta verdad hará que aque-
llos hijos que recibieron la sentencia de maldición vivan las
consecuencias de tales expresiones. La palabra tiene el poder
de “crear” o “quitar”. Por eso debemos tener mucho cui-
dado cuando los padres nos enojamos por cualquier cosa
que nuestros hijos pudieran haber hecho, pues lo que decla-
remos o establezcamos a través de la confesión será hecho.
Por eso la Palabra de Dios, en Santiago 3:11, nos enseña
que de la misma boca (fuente) pueden salir palabras (aguas)
dulces o amargas, vida o muerte. Aunque las palabras que
usemos puedan parecernos insignificantes o nada ofensivas,
meditemos y tengamos pleno conocimiento a qué le esta-
mos dando vida sobre los nuestros.
Como hijos de Dios, como hombres y mujeres lavados
por la sangre de Jesucristo y como progenitores de genera-
ciones que manifestarán la gloria de Dios, debemos vivir
sabiamente; de manera que a la hora de escoger lo haga-
mos con temor y conocimiento, a fin de cosechar lo que
por la fe sembramos. Entonces la herencia de bendición será
preservada.

74
C apí t u lo 7

Conectados por la
Palabra de Dios

Dios ordenó que sus leyes y sus poderosos hechos se


transmitieran a sus hijos. El propósito del traspaso de esas
verdades refleja la importancia de que todas las generaciones
obedezcan y conozcan al Creador de los cielos y de la tierra.
Que su confianza sea depositada en el Dios de sus padres,
de sus antepasados, evitando así que los hijos cometan los
mismos errores que en el pasado sus mayores manifestaron.
La enseñanza debía pasar de una generación a la siguiente.
Y esta es la palabra que Dios estableció para su pueblo en
cuanto a la responsabilidad que cada padre tiene de impartir
lo bueno entre sus descendientes, a fin de que la interven-
ción divina sea sobre los suyos.
En el Salmo 78 vemos la manera en que su autor, Asaf,
vuelve a relatar la historia de la nación judía desde el tiempo

75
El Dios de las Generaciones

de la esclavitud en Egipto hasta el reinado de David. El


testimonio fiel de Dios debía ser contado y pasado a sus
descendientes. Se contó una y otra vez, de generación en
generación, expresando de esa manera su gran deseo por
evitar que la actual descendencia repita los errores de las
generaciones pasadas.
“Sus padres no creyeron…”; esta es la razón por la que esa
generación necesitaba ser diferente a sus progenitores. Por
ello el Señor los exhorta a que cada generación instruya a la
siguiente. De vital importancia es que los padres conduzcan
a sus hijos a la fe.
Cuando el Señor los exhorta a escuchar su ley y a incli-
nar el oído a las palabras de su boca, les está pidiendo que
capten el mensaje de su corazón y que, al recibir el cono-
cimiento que produce la verdad, le obedezcan. Acentúa la
importancia de asumir la actitud correcta en cuanto a lo
que Dios les pide para que continúen bajo su bendición.
Porque cuando prestamos atención a sus palabras, es cuando
el Espíritu Santo puede persuadirnos para poner por obra lo
que nos pide.

La ley
“Escucha… mi ley”; en Israel existían dos tipos de leyes: la
Torá (escrita) y el Talmud (verbal u oral). Las leyes orales se
repetían por tradición a las generaciones. Ahora bien, “ley”
significa “regla de conducta que proviene de una autoridad
que se revela al corazón o que se impone exteriormente”. Es
una norma de conducta, impuesta por una autoridad com-
petente, bajo amenaza de sanción en caso de desobediencia.

76
Conectados por la Palabra de Dios

Su objetivo es reprimir las malas tendencias naturales del


hombre en su estado caído. La ley fue dada solamente a Israel,
el pueblo de Dios, porque fue la única nación que se halló
bajo trato especial de Dios, a través de la cual el hombre fue
probado en su obediencia a Él. Otro propósito de la ley es
evidenciar la condición pecaminosa del hombre, lo horrendo
de tal estado y además someter a prueba su fidelidad a Él.
Las cosas que nuestros padres no nos contaron no las
encubriremos a nuestros hijos. Como indica la Palabra: “Y
no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde; gene-
ración que no dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios su
espíritu” (Salmos 78:8). En otras palabras, está diciendo que
el testimonio del Señor no debe ser retenido ni negado a las
nuevas generaciones; que sus maravillas no deben ocultarse.

La revelación de la Palabra de Dios nos convierte en


personas con propósito generacional
“Y puso ley en Israel”…; es decir, Dios dio una orden, un
mandamiento que debía ser atendido y llevado a cabo. Se
trataba de no olvidar impartir (conectar) a su generación
mediante las enseñanzas que Él les dio. Más aún, había que
revelar, declarar, informar, extender el conocimiento de Dios
a través de una experiencia práctica. El mandato era traspa-
sar a la actual generación las vivencias cotidianas que experi-
mentaron sus antecesores con el Dios del pacto generacional.
Los padres impartirían más que información, pues ins-
truirían a sus hijos y a los hijos de sus hijos por medio de
la revelación tangible y veraz de la omnipotencia del Dios
a quien le servían. La Palabra debía comunicarse, enseñarse

77
El Dios de las Generaciones

como el conocimiento que se tenía de Dios a través de


experiencias, enseñanzas prácticas; notificando a los hijos la
necesidad de creer y poner su confianza en el Señor. Con-
fianza que nacería en su interior para afirmarse en la vida de
cada hijo por medio de la enseñanza diaria de lo que en la
Torá (la ley) les revelaría Dios.

La señal
En el libro de Josué, en su capítulo cuatro, podemos iden-
tificar un ejemplo de lo que significa una señal. Aquí vemos
cómo narra la historia que Josué reunió doce hombres que
fueron escogidos de las doce tribus de Israel y les dijo que
fueran al centro del cauce del río Jordán, hasta donde estaba
el arca del Señor, exactamente el lugar donde los sacerdotes
permanecieron parados y cada uno cargase al hombro una
piedra, para que la colocaran en el lugar donde pasarían la
noche de ese día.
Serían doce piedras, una por cada tribu, y servirían como
señal entre ellos, para que en el futuro cuando sus hijos les
preguntasen: ¿Por qué están esas piedras ahí?; ellos les res-
pondieran: El día en que el arca del pacto del Señor cruzó el
Jordán, las aguas del río se dividieron frente a ella, de la misma
forma que se dividieron las aguas del Mar Rojo, para que pase-
mos en seco. Eso sucedió para que todas las naciones de la
tierra conozcan que la mano de Jehová es poderosa y para
que teman a Dios para siempre.
Se acostumbraba que las piedras fuesen amontonadas
como recuerdo de un suceso significativo en la vida de una
persona o de una nación (como en este caso). Las “doce

78
Conectados por la Palabra de Dios

piedras” (una por tribu) no solamente señalarían el lugar


donde Dios realizó su maravilloso milagro, sino que ade-
más servirían como tema de enseñanza, de impartición a
los hijos que preguntaran sobre su significado. Y justamente
el término hebreo para señal significa “monumento con-
memorativo”. Por ello, esa experiencia se convirtió en una
señal para los israelitas, para sus hijos y para las siguientes
generaciones de que Dios los libró milagrosamente. Aquellas
piedras (la señal) incentivarían las preguntas de los niños e
inevitablemente servirían de oportunidad para dar a cono-
cer la fidelidad de Dios con su pueblo.
“Para que todos los pueblos conozcan”… es el propósito
más relevante en cuanto al cruce de los israelitas en seco
por el Jordán. Sería una señal para todos los pueblos de que
Dios es poderoso y fiel en cumplir sus promesas. Cuando
Dios dividió las aguas del Mar Rojo para sacarlos de Egipto
y luego dividió el Jordán para que entrasen a Canaán (la
tierra prometida), manifestó su presencia en medio de ellos
como un acto de lealtad y veracidad a su Palabra prometida.
Y cuando Israel cruzó el río Jordán lo hizo en el tiempo en
que este se encontraba en su nivel más alto, para dejar bien
asentado que debido a la manifestación de su poder toda la
nación cruzó en seco.

La Palabra de Dios en nosotros nos transforma en una


señal de esperanza para los hombres
El Señor constantemente manifestó un interés especial en
que su pueblo no dejara de pensar en Él y recordaran que Él
mismo era quien los estaba guiando. El monumento de las

79
El Dios de las Generaciones

doce piedras sería un recuerdo permanente del momento de


la intervención divina. Sus hijos, al ver las piedras (la señal)
y escuchar el relato de lo sucedido aprenderían de sus padres
más acerca de Dios. Serían recordatorios visibles del poder
del Señor para las futuras generaciones.

El poder de la repetición
Aquí encontramos otro pasaje bíblico reafirmando la
necesidad de dar a conocer a los nuestros los propósitos
eternos de Dios. Meditemos en lo que dice: “Estos, pues, son
los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios
mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la
tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas
a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus manda-
mientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos
los días de tu vida, para que tus días sean prolongados” (Deu-
teronomio 6:1,2).
¿Qué provocaría que tuvieran prolongación de días? La
obediencia a sus mandamientos. Podemos creer o hasta afir-
mar que somos obedientes, pero antes de continuar te invito
a que meditemos en lo siguiente: El mandamiento de amar
a Dios incluye la enseñanza de impartir el conocimiento de Él
a nuestros hijos. En otras palabras, ¡si yo obedezco a Dios en
todo lo demás pero no en la entrega del conocimiento de su
Palabra, estoy obedeciendo a medias! Y obediencia a medias
es desobediencia. Porque delante de Dios todo progenitor
debe recordar y enseñar a su descendencia todo lo que Él
hizo. Su Palabra debe ser el fundamento principal en cada

80
Conectados por la Palabra de Dios

familia, en todo tiempo, y a través de ella instruir a los suyos


en amor a Dios para obedecerle.

“Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra,


para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y
miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el
Dios de tus padres. Oye, Israel: Jehová nuestro Dios
uno es. Y amarás a Jehová tu Dios con todo tu cora-
zón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y
estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu
corazón” (vv. 3-6).

Su pueblo fue impresionado por las maravillas que Dios


manifestó; sin embargo, sus corazones permanecían inmu-
tables. Por tanto, necesitaban amar y conocer a Dios como
la fuente suficiente para suplir todas sus necesidades. Porque
el estar unidos a Él produciría vidas responsables y temero-
sas, de manera que sus generaciones fuesen preservadas para
su reino.

“Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando


en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte,
y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en
tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las
escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”
(vv. 7-9).

El anhelo del Señor es que cada hijo suyo viva todo el


tiempo relacionado con su Palabra. Amándolo, meditando

81
El Dios de las Generaciones

en sus mandamientos, enseñando sus preceptos a los suyos


para ponerlos por obra en su vida diaria. En todo momento,
en cada oportunidad. Su Palabra debe ser enseñada como
una forma de vida para aplicar y no solamente para infor-
mar. A través de las experiencias diarias, aprendiendo a ver
a Dios en todo aspecto de la existencia. La obediencia de
Israel debía surgir de una relación basada en el amor, porque
por medio de sus corazones rendidos al Señor aprenderían a
someter su mente y voluntad a la de Él.

El poder de la obediencia
“Y las repetirás a tus hijos”…, dice el versículo siete. El verbo
repetir en hebreo significa “afilar, perforar”. Esto significa
que cada vez que repetimos la Palabra de Dios a los nues-
tros esa verdad se hace más aguda para penetrar y tocar los
sentidos más íntimos de quien la recibe. La repetición de
la verdad convierte su Palabra en un mensaje certero que
apunta hacia todo aquello que debe ser cambiado o sanado.
Es como una espada afilada que traspasa los pensamientos,
las intenciones del corazón, la voluntad; quebrantando todo
aquello que el pecado ha corrompido.
La repetición opera como un filo que divide (y hace noto-
rio) lo que es santo y es pecado, lo malo y lo bueno, la vida
y la muerte. El Señor sabe que debido a la repetición de su
verdad se produce el creer (la fe), por el oír constantemente.
Dios nos enseña que amar a nuestros hijos es mucho más
que ocuparnos de sus necesidades, atenderlos o estar con
ellos. El hecho de que Dios nos ama le impide callar todo
lo que su persona representa para nosotros; todo cuanto Él

82
Conectados por la Palabra de Dios

es y lo que significa obedecerle por amor. Y amar a nuestros


hijos (para Dios) es no desaprovechar ninguna oportunidad
para enseñarles sobre lo que Él es, y prepararles el corazón
por medio de la fe para que lo conozcan, lo amen y le sirvan.

Un mentor con corazón de padre


Al repetir la Palabra de Dios en el camino (en el diario
vivir), por la mañana, antes de dormir, a través de las expe-
riencias cotidianas, estaremos utilizando el filo de la verdad
para que penetre profundamente. Pues cada afirmación irá
abriendo camino, rompiendo toda altivez, confrontando
al pecado, avergonzando todo orgullo, rompiendo toda
ley humanista y destructiva. Por eso, el Señor exhorta a los
padres a no dejar de enseñar su Palabra a las generaciones,
puesto que al reiterarla estamos desatando el eterno propó-
sito que Dios estableció en ella.
Todo padre que enseña la Palabra de Dios a su descen-
dencia está hablando sobre la Palabra verbal del Señor. Es
más que repetición, es establecer sobre la voz de Dios lo que
Él ya ha establecido. En la repetición la verdad se hace más
aguda y penetra hasta lo profundo del hombre, para revelar
la persona de Dios y su voluntad.
“Hablar”, en hebreo, es el vocablo dabár, que significa:
“decreto”, “ley”, “mandamiento”, “promesa”, “precepto”,
etc. Es lo que sucede cuando profetizamos: establecemos,
decretamos por la fe lo que el Señor nos muestra o dijo que
ocurrirá. Así ocurre cuando enseñamos la verdad; pues esta-
mos desatando, estableciendo lo que está escrito en la Pala-
bra de Dios sobre quien la oye y la recibe.

83
El Dios de las Generaciones

¿Recuerda la preocupación de Abraham antes de morir?


El Señor había bendecido a Abraham en cada área de su
vida. Pero antes de morir necesitaba asegurarse de que su
hijo (Isaac) se casara con la persona correcta. Por su con-
fianza en las promesas de Dios, sabía que le proveería a su
hijo la mujer idónea. Que fuese de su parentela, de su tierra,
fue la condición fundamental que debía encontrarse en la
futura esposa de Isaac. Su criado, quien confió en la direc-
ción del Señor una vez que supo cuál era la voluntad de
Dios a través de su amo, no demoró, sino que se apresuró
a cumplir con lo encomendado. Y con la confirmación en
cada paso de que Dios tenía el control, el criado fue dirigido
hacia la mujer favorecida: Rebeca.
Rebeca era una joven pura y virgen. Por supuesto, pro-
veniente de una familia hebrea. Al recibir la invitación a
casarse, ella debía tomar una decisión muy importante:
¡quedarse con su familia o creer en las palabras del criado y
convertirse en la esposa de un hombre que no conocía! Su
respuesta fue: ¡Sí, iré! Como nos cuenta la Biblia, su fe fue
recompensada. Disfrutó junto a su esposo del amor y llegó
a ser parte del plan de Dios.

“Y llamaron a Rebeca, y le dijeron; ¿Irás tú con este


varón? Y ella respondió: Sí, iré. Entonces dejaron ir
a Rebeca su hermana, y a su nodriza, y al criado de
Abraham y a sus hombres. Y bendijeron a Rebeca, y
le dijeron: Hermana nuestra, sé madre de millares
de millares. Y posean tus descendientes la puerta de
sus enemigos” (Génesis 24:58-60).

84
Conectados por la Palabra de Dios

“Sé madre de millares de millares” es la misma promesa


de Dios para Abraham y Sara. Promesa con propósito gene-
racional establecida ahora sobre Rebeca y su esposo Isaac.
Finalmente, Abraham como padre logró no sólo hallar una
esposa idónea entre el pueblo de Dios para Isaac, sino que
además preservó su descendencia para el propósito divino.
Como mencioné en cada capítulo de este libro, Abraham
no sólo fue un hombre de fe, con temor de Dios y obe-
diente; fue un mentor con corazón de padre. Su relación
cercana con el Señor le otorgó visión, propósito e intrepidez
para preservar su mayor responsabilidad: su descendencia
para Dios.

Palabras finales
Necesitamos comprender que el liderazgo de Dios, a tra-
vés de corazones comprometidos, es imprescindible en cada
familia. Si seguimos tal directriz, evitaremos que las próxi-
mas generaciones sean rebeldes, egoístas o necias para con
Dios.
Nuestra indiferencia a esa realidad espiritual hará el
campo fértil para que nuestros hijos hallen el camino libre
a la rebeldía, la desobediencia, la idolatría, la fornicación y
al fracaso en lo que emprendan; puesto que estarán esclavi-
zados al pecado.
La Palabra de Dios nos exhorta, como progenitores res-
ponsables, a velar, comunicar, orar e impartir las verdades
divinas que inculcarán en nuestros hijos hambre, pasión
y revelación en cuanto a su posición como herederos
generacionales.

85
El Dios de las Generaciones

¿Dónde están los progenitores cuyos corazones arden por


impartir el reino de Dios a los suyos? ¡Esta es la pregunta
que palpita constantemente en el corazón del Señor! ¿Eres
tú uno de ellos?
Querido padre, medita en tus caminos, en tus palabras y
en las determinaciones que has tomado últimamente. No es
tarde para que te levantes, te pongas en la brecha, corrijas
errores y actives las promesas de Dios.
Tus hijos y los míos esperan que se les transfiera la heren-
cia de una bendición generacional. Trabajemos entonces
para que nuestras generaciones sean conectadas al Reino por
medio de la Palabra de Dios. ¡Manos a la obra!

Últimas palabras de Karla Lissette


Una de las cosas que más me apasiona es escuchar los
comentarios que mis hijos dicen acerca de mi persona como
padre. Para mí sus comentarios se convierten en un termó-
metro que me advierte si estoy o no impartiendo lo que
debo y quiero enseñar a mis hijos, y de qué manera ellos
perciben lo que les modelo como padre. Por la importancia
que esto tiene para mí, quiero terminar este libro compar-
tiendo estos comentarios de mi hija Karla, los cuales me
llenaron de mucho gozo cuando ella me los expresó. Los
testimonios y comentarios de mis hijos son el sello de todo
lo que te pueda transmitir a través de este libro, pues lo que
les escucho decir y practicar es el resultado de lo que como
padres les enseñamos.
En sus propias palabras, mi hija detalla algunas cosas a
través de las cuales dice haber aprendido de mí y que son

86
Conectados por la Palabra de Dios

de mucha importancia para ella, por lo que inicia esta nota


diciendo lo siguiente:

Aunque no hayas estudiado para ser maestro, cuando


eres padre, automáticamente, te conviertes en uno. No
hay un mejor maestro para tu hijo que tú mismo. Mi
padre ha sido un gran maestro para muchos, pero sin
lugar a dudas creo que la excelencia de su maestría ha
sido con mis hermanos y mi persona. Sería práctica-
mente imposible para mí escribir y expresarles todo lo
que papi nos ha enseñado. Sin embargo, les quiero con-
tar ciertos puntos y principios importantes con los que
mi padre me ha instruido.

• Lo primero y número uno es la educación. Mi padre cree


firmemente que la educación es un arma para empoderar
a una generación si es enfocada de la manera correcta, y
yo estoy cien por ciento de acuerdo con él. Para el que
no lo cree, le invito a mirar la vida de mi padre a través
de este testimonio. Todo lo que él ha podido hacer ha
sido por la gracia y el favor de Dios en su vida y el cono-
cimiento adquirido a través de la educación. Cuando mi
papi emigró a los Estados Unidos ya se había graduado
de Ingeniería de Sistemas y Matemáticas en la Univer-
sidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) en
República Dominicana. Pero al llegar a USA continuó
estudiando en Regent University, en Virginia, donde
se graduó y adquirió dos maestrías (una en Divinidad
y otra en Administración de negocios), y todo eso sin

87
El Dios de las Generaciones

saber inglés. Día a día para hacer sus tareas, él tenía que
tomar un diccionario e ir palabra por palabra para bus-
car el significado de la misma y poder entender cada
concepto. Esa experiencia que él vivió ha sido una gran
enseñanza para mí. Y pienso que, si mi padre con tan-
tas limitaciones (idioma, finanzas, cultura, etc.) lo pudo
lograr y adquirió una gran preparación que le ha ayu-
dado a expandir sus conocimientos, para cumplir con
el llamado de Dios en su vida, ¡cuánto más tú y yo que
tenemos todo lo necesario para alcanzarlo! Decirle a mi
padre que no vas a la universidad no es una opción. Y
eso es algo que yo admiro y valoro de mi padre. Saber
todo lo que él pudo alcanzar con limitaciones financie-
ras, sin esperanza para su futuro, me anima y me impulsa
a querer alcanzar mucho más, especialmente con todos
los recursos que tengo para hacerlo.

• Otra de las cosas relevantes de esta lista es estar cons-


ciente de la gente que me rodea cada día. Papá siempre
comenta lo siguiente: “¿Cómo es posible que si sabe-
mos que la persona que está a nuestro lado va camino
al infierno, nos quedemos tranquilos y no actuemos? Si
eso no nos molesta es como si estuviéramos muertos”.
Ahora entiéndanme, él no dice que debemos estar 24
horas al día, 7 días de la semana, los 12 meses del año,
en cada conversación predicando a Dios, pero sí apro-
vechar la ocasión de hablarle a todo aquel que nos dé la
oportunidad, para guiarlo a Jesús, a la salvación. Yo creo
que mi padre es un experto haciendo eso —je, je, je—,

88
Conectados por la Palabra de Dios

y tiene una gracia para hacerlo. Él comienza a hablar de


cualquier tema con las personas y luego estas terminan
llorando y haciendo la oración de fe. He sido testigo
de ello y me maravillo. Eso es algo que todavía no he
logrado, pero estoy trabajando en ello para alcanzarlo.

• Sin importar qué le rodee o si las posibilidades le favore-


cen para darle a Dios lo que se merece, él se asegura de
dárselo. O sea, no importa lo que tenga que enfrentar
en el mundo —yo lo he visto—, papá no permite que
nada le controle e impida que avance. Él puede estar
física o financieramente incapacitado, pero hará lo que
Dios le dijo que hiciera. Cuando Dios le dice que haga
algo, nada lo detendrá y las personas que lo rodean no
tienen muchas opciones: o te pones de acuerdo con él
para hacerlo o te puedes bajar en la próxima parada. He
sido testigo ocular de todo lo que mi padre ha hecho y
he sido sumamente bendecida por su entrega, servicio y
corazón para Dios.

Recuerdo cuando celebramos Adora América 2012, Norte


y Sur América, juntos como uno, a la misma vez, levan-
taron un altar de adoración a nuestro Rey Jesús. Eso fue
algo que hicimos con una cuenta bancaria en cero. Sí, así
es, en cero, sin ningún otro número delante de ese cero.
Esa fue una temporada muy difícil para nosotros en nues-
tro hogar tanto financiera, física y espiritualmente. Como
parte de los preparativos y la coordinación de ese evento,
mi padre se ausentó mucho de nuestro hogar, viajando a

89
El Dios de las Generaciones

diversos países de América Latina. Eso le produjo mucho


cansancio y estrés, tanto a su vida como a nosotros tam-
bién, que sentimos su agotamiento, estrés y extenuación.
Sin embargo, cuán glorioso fue ver que todo eso tuvo un
final de honra y de excelencia para nuestro Señor y Rey.
Y sé que todo ello fue por la gracia de Dios y porque,
como hemos aprendido, Él mismo (Dios) se provee la
ofrenda cuando la pide. Con todo, Dios siempre necesita
un hombre para entrar a la tierra y llevar a cabo su plan,
y creo que para hacerlo hubo un hombre obediente, su
nombre: Carlos Alberto Jiménez, mi padre, que no se dio
por vencido y que creyó que cuando Dios nos instruye
acerca de algo, nunca nos deja hasta cumplirlo.

• ¡¡¡Realmente me emociona mucho contarte acerca de


mi padre!!! Permíteme continuar hablándote un poco
más del impacto que Carlos, mi padre, ha tenido en mí.
Una de las cosas que no puedo dejar fuera es el tema de
los negocios. Como les había dicho, papi es un hombre
muy sabio; él es muy bueno para los negocios. Desde
pequeña lo he visto hacer transacciones, así que si va a
comprar algo y no le gusta el precio que le dan, lo nego-
cia hasta que le den el precio que él quiere. Lo he visto
hacer eso y no solo en transacciones financieras, sino
también cuando se trata de convencer a personas desca-
rriadas o que quizás nunca fueron cristianos, para que
vayan a la casa de Dios y reciban a Jesús en su corazón.
No sé cómo lo hace, simplemente creo que es un don de
Dios en él, es la gracia de Dios en él.

90
Conectados por la Palabra de Dios

• Por último, les quiero compartir que otra de las cosas


clave que he aprendido de mi padre es la administra-
ción, es decir, ser un buen mayordomo de todo lo que
Dios me ha dado (algo de lo que muchos carecen). Él
me ha enseñado que si estamos en una situación finan-
ciera difícil y yo quiero algo, antes de comprarlo, debo
preguntarme: ¿realmente lo NECESITO o es algo que
simplemente QUIERO? Aun cuando no estemos en
una situación de escasez financiera, siempre compramos
lo que realmente necesitamos y, si es posible hacer lo
que queremos, lo hacemos. Para mí eso es lo correcto.
Por lo general, cuando vemos algo que nos gusta, nos
dejamos llevar por las emociones y el impulso de com-
prarlo, aunque no podamos en el momento, y eso es un
síntoma de mala administración.

Mi padre me ha enseñado mucho, y una de las cosas que


más aprecio de él es el hecho de darle a Dios SIEMPRE
lo que es de Dios y lo que a Él le pertenece. Poderoso,
¿verdad? Mi padre es mi maestro. No es un hombre per-
fecto, pero puedo decir que él me ha enseñado a través
de sus acciones lo que es más importante. Como maes-
tro, les enseña a otros para que no cometan los mismos
errores que una vez él cometió. Todo eso es una fiel e
indubitable evidencia de que es una persona que ama
las generaciones.

91
Declaración
profética sobre tu
descendencia

Después de estas palabras de mi hija Karla que expresan


la marca de una generación a otra.
Quiero finalizar este libro haciendo una declaración sobre
tu vida y la vida de tus generaciones. Activando a través
del espíritu santo el poder de vida que hay en cada palabra
escrita en este libro.
Dios es el Dios de las generaciones. Cada vez que Dios
iba a ser algo extraordinario sobre la tierra, escogía a una
familia. En particular hay una familia que me llama mucho
la atención, es la familia de José. Su padre llamado Jacob
tenía doce hijos. José, uno de ellos, fue vendido por sus her-
manos y llevado a una tierra que no era su tierra, donde
había otra cultura e idioma.

93
El Dios de las Generaciones

Pero Dios lo llevo con un objetivo y propósito bien defi-


nido. El cual era preservar sus generaciones y familia para
siempre. Cuando llego el hambre sobre la tierra, aquel hom-
bre llamado José, fue elevado a la posición de gobierno por
causa de la revelación y el conocimiento que tenía del pro-
pósito de Dios – que ya estaba destinado y marcado sobre su
vida. José se levantó y trajo cambios permanentes y extraor-
dinarios - no solo para su propia vida, sino para la de su
familia, la nación de Egipto y el mundo conocido de aquel
tiempo.
Creo con todo mi corazón que esa misma unción, Dios
la está derramando sobre la tierra. Vienen tiempos donde El
levantara a nuestros hijos y los posicionará estratégicamente
para administrar las riquezas de las naciones y traer transfor-
mación sobre la tierra.
Yo profetizo y declaro sobre tu vida – que Dios es el Dios
de tus generaciones. Y que si Él te ha atraído a Él y ha impar-
tido Su conocimiento a tu corazón, tus hijos serán poderosos
en la tierra. Serán como José que administraran los recursos
de las naciones y expandirán el Reino de Dios y llenaran la
tierra del conocimiento de Su Gloria. Dios Padre quiere que
cada familia y persona en la tierra experimente esa conexión
Divina, porque Él es el Padre de las Generaciones.

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