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El tratamiento con psicofármacos y/o psicoterapia, consiguen, en la mayoría de los casos, aliviar
parcialmente o en su totalidad los síntomas. Una vez se han superado los síntomas de la
depresión, convendrá seguir bajo tratamiento antidepresivo el tiempo necesario para evitar
posibles recaídas. En algunos casos, el tratamiento deberá prolongarse de por vida.
Además, pueden aparecer otros síntomas, como los sentimientos de culpa o de incapacidad, la
irritabilidad, el pesimismo ante el futuro, las ideas de muerte o de suicidio, la pérdida de confianza
en uno mismo o en los demás, la disminución de la concentración y la memoria, la intranquilidad,
los trastornos del sueño y la disminución del apetito y de la libido, entre otros.
Existen 3 tipos de depresión, La depresión mayor tiene un origen más biológico o endógeno, con
un mayor componente genético y menor influencia de factores externos. Puede aparecer de
manera recurrente y, en algunos casos, guarda una cierta relación con la estación del año.
En contraposición, existe la depresión reactiva, causada por una mala adaptación a circunstancias
ambientales estresantes.
La distimia, antiguamente conocida como neurosis depresiva, que se caracteriza por un cuadro
depresivo de intensidad menor a los anteriores, de evolución crónica (más de dos años), sin
periodos asintomáticos y con sentimientos de incapacidad y somatizaciones. Este último tipo de
depresión parece guardar una relación más estrecha con la forma de ser y con el estrés
prolongado.
Por último, existe un tipo de depresión denominada enmascarada, que en vez de manifestarse con
los síntomas ya referidos, aparece como molestias orgánicas -somatizaciones- o cambios en la
conducta.