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1.

Por qué creo que sí se


debería legalizar la
eutanasia
Javier Sádaba
Por
 Filosofía&Co
 -
26 febrero, 2018

"Por eutanasia se entiende en nuestros días la decisión libre de que le


quiten la vida a uno si se dan las siguientes condiciones: intenso dolor o
sufrimiento, irreversible enfermedad cercana a la muerte y carencia de
alternativa alguna; y se discute hoy si entre tales condiciones habría que
incluir el cansancio vital", dice el filósofo español Javier Sádaba.
Hablaré en todo momento de eutanasia y no de muerte digna.
Esta última expresión traduce la ortotanasia –muerte natural de
un enfermo desahuciado sin prolongar su vida y su agonía con
medicamentos– con un origen más religioso y una amplitud
conceptual excesiva.

Por Javier Sádaba, filósofo

Si nos quedamos en esa amplitud, hay que decir que morir


dignamente significará respetar la libertad del individuo al final
de su vida. El uso de la expresión en su sentido más restrictivo se
apoyó en textos del corpus hipocrático en donde se dice explícitamente
que no se debe ayudar al enfermo a morir. Hay que añadir
inmediatamente que muchos médicos no siguieron al maestro
Hipócrates, fundador de la medicina, y que filósofos –como es el caso de
Platón o los estoicos– contemplaron como algo natural que uno acelere
su muerte si la situación lo requiere. Y esto nos lleva directamente a la
eutanasia o buena muerte, que es eso lo que quiere decir en griego.
Parece que fue Suetonio quien la utilizó por primera vez. Ya en la
Modernidad reaparece con Bacon y Tomás Moro. En la actualidad ha
cobrado carta de naturaleza en 1935 con Arthur Koestler y en 1974 con
un manifiesto de personas relevantes en el campo de la ciencia. A ello
hay que sumar una serie de casos conflictivos –sobre todo el de la
norteamericana Karen Ann Quinlan– que conmocionaron a la opinión
mundial.

La eutanasia debe estar claramente


regulada
Dejando de lado la etimología, por eutanasia se entiende en
nuestros días la decisión libre de que le quiten la vida a uno si se
dan las siguientes condiciones: intenso dolor o sufrimiento,
irreversible enfermedad cercana a la muerte y carencia de
alternativa alguna; y se discute hoy si entre tales condiciones habría
que incluir el cansancio vital. La eutanasia, para ser tal y además de lo
dicho, debe estar claramente regulada. En los Países Bajos, el primer y
único Estado en el mundo en donde está regulada con nitidez, se puede
castigar con 12 años de cárcel a quien la ejecute sin atenerse a las
normas establecidas. Esto es la eutanasia y no las distorsionadas
imágenes provenientes de aberrantes hechos entre los que destaca,
para su desgracia, el nazismo. O una hipereugenesia que desechara todo
lo humano deforme.
Esto es un simple recordatorio de lo que es la eutanasia y que debería
pertenecer a la cultura general. Pero si no queremos hacer un análisis
aislado hemos de contextualizarla. Y de esta manera entenderemos
mejor de qué estamos hablando, al menos en nuestro mundo cultural.

La muerte es la sombra de la vida


Frente a la vieja idea de que existe la vida y después la muerte,
lo real es que van juntas, que la muerte es la sombra de la vida, que
nacemos muriendo y que, por tanto, somos vida-muerte. Y esto es
decisivo… sólo que se necesita forzar un tanto la imaginación e ir a la
otra cara de las cosas: supongamos que uno, antes de venir a la
existencia y fuera, en consecuencia, pura posibilidad, pudiera decidir o
pedir a quien fuera venir o no a este mundo. Hay casos extremos en los
que, sin velo alguno de cómo viviríamos, dijéramos que sí o que no.
Quienes estuvieran afectados por una grave enfermedad es alto
probable que se negaran, mientras que los que habrían de gozar de una
excelente existencia se sentirían inclinados a dicho gozo. Pues bien, si,
con velo que tape mi real existencia, me lo preguntaran, dudo mucho, y
me hago portador de la media, que me interesara aterrizar en la Tierra,
pasar de la potencia a la existencia. ¿Por qué? Porque si somos un
suspiro entre dos nada, como dejó escrito el sabio Simónides, y sin
entrar en los que profesan una determinada fe, la vida está llena de
frustraciones porque importantes deseos no se cumplen, porque las
enfermedades nos atenazan y porque la muerte de los seres queridos y
la nuestra es un trauma total. Que existan bienes no se niega, sólo que
lo que impera es el poco tiempo pisando la Tierra, los muchos males que
nos aquejan y la cesación total. Una broma macabra. Pero de lo
imaginable y deseable hemos de bajar. Y una vez que existimos, sean
las causas que sean, nuestra tarea consiste en vivir lo mejor posible. No
hay más remedio que partir del hecho de estar vivos aunque se nos
haya otorgado la vida sin nuestro permiso. La cuestión suele plantearse
sobre si tiene o no sentido la vida. Tal vez habría que plantearlo, para
evitar quisquillosas distinciones lingüística sobre si merece la pena o no
vivir. Y ahí se instala, como mínimo, la duda.

La existencia es un semicírculo… hacia


la inmortalidad
Partamos, por tanto, del hecho de que existimos. Y es que la
existencia no es un don o un regalo, sino un hecho o dato fruto de la
evolución. Hemos llegado al Homo sapiens, por el momento, desde las
bacterias, las arqueas y los eucariotas. Lo olvidamos con frecuencia y
pensamos, explícita o implícitamente, que provenimos de lo alto, o bien
que crecemos desde abajo diseñados de modo inteligente. La existencia,
constitutivamente y en principio, no es como un segmento con inicio y
fin, ni un segmento que no tiene fin como en las religiones que incluyen
la inmortalidad, ni un círculo como en la rueda de las reencarnaciones de
la sabiduría hindú. La existencia, por el contrario, es un semicírculo que
alcanza el punto máximo hasta bajar y desaparecer. En términos
generales, llamamos juventud, madurez y vejez a las tres partes del
semicírculo.

2. Un vistazo a los mamíferos marinos más inteligentes: los


delfines

De todos los mamíferos acuáticos, los delfines son probablemente los que más
simpatía despiertan en casi todas las culturas y geografías del globo. Su
presencia en las aguas marinas es siempre celebrada y bienvenida, y sus
movimientos juguetones interpretados como una clara señal de inteligencia, ya
que estos animales de apariencia risueña y cuerpo terso poseen un cerebro
mucho más similar al de los primates de lo que originalmente se creía.

Los delfines son, como el resto de los cetáceos, el resultado de la adaptación


evolutiva de mamíferos terrestres (probablemente artiodáctilos, emparentados
con los hipopótamos modernos) que retornaron a la vida marina hace alrededor
de 50 millones de años. Sin embargo, cuando hablamos de delfines,
generalmente nos referimos a los delfines oceánicos, esto es, a los que viven
en los mares (o en estanques, en cautiverio) y no a sus primos habitantes de
ríos y agua dulce (la superfamilia de los platanistoideos), con los que guardan
importantes diferencias.

Esto quiere decir que los delfines no son parientes de los peces, y de hecho
estos últimos constituyen buena parte de su dieta, estrictamente carnívora. Por
el contrario, en el árbol de la vida, los delfines están cerca de las ballenas y las
orcas, y constituyen una propia familia (Delphinidae) de alrededor de
37 especies conocidas. A grandes rasgos, estos animales poseen cuerpos
fusiformes, de entre 2 y 8 metros de largo, con un hocico alargado y un
espiráculo en la parte superior de la cabeza, que les sirve de abertura para
respirar. Los delfines no tienen branquias sino pulmones, pero son capaces de
aguantar la respiración hasta 10 minutos bajo el agua.

Respecto a su hábitat, los delfines se hallan en prácticamente todos los mares


de todos los océanos del planeta, aunque suelen preferir las aguas cálidas del
trópico. Son hábiles nadadores y cazadores, capaces de nadar a velocidades
cercanas a los 50 kilómetros por hora. Y además tienen la capacidad de emitir
una amplia gama de sonidos, que no solo utilizan para comunicarse entre sí
sino a modo de radar, mediante la ecolocalización. Se emite una onda sonora
que rebota contra el entorno y al volver a los oídos del delfín, trae consigo
información reconocible. Este es un sistema de ubicación muy preciso y único
de los delfines entre los animales marinos.

Los mamíferos marinos más inteligentes

Lo que más llama la atención de los delfines es su grado de inteligencia,


comparable con la de un chimpancé (o incluso un niño de 3 años). Se sabe que
estos animales poseen un alto grado de sociabilidad, por lo que son capaces
de cazar en manada, coordinándose mediante sonidos semejantes a los del
cliqueo, silbidos y ráfagas de otros sonidos, similares a los que utilizan para la
ecolocalización.

Los grupos de delfines pueden alcanzar hasta los 1000 individuos, vinculados
entre sí mediante fuertes lazos sociales, como lo evidencia el hecho de que
ayuden a sus congéneres heridos a ascender a la superficie para respirar, o de
que se asignen entre sí silbidos únicos para identificarse en medio de la
manada. Esto no significa que no haya dinámicas competitivas, sobre todo
entre los machos, y es común entre los adultos exhibir cicatrices de peleas por
acceso a las hembras o al alimento.

Los delfines, sin embargo, junto al ser humano y otras pocas especies de
primates, son los únicos animales conocidos capaces de utilizar herramientas
para resolver problemas. Se los ha visto en el océano Índico cubrir sus hocicos
con esponjas de mar para protegerlos del roce de las piedras al hurgar en
busca de alimento, una técnica que las madres enseñan a sus crías.

De manera similar, los delfines pueden formar alianzas con el ser humano, ya
sea para enfrentar depredadores (como ciertas especies de tiburones), o bien a
cambio de recompensas, a modo de adiestramiento. De hecho, delfines
amaestrados se usan como parte de las fuerzas militares marítimas de algunos
países, y en numerosos espectáculos acuáticos en los que juegan con pelotas
o danzan para el público. Incluso se han visto casos de pesca cooperativa
entre humanos y delfines, haciendo equipo espontáneamente para que ambas
especies salgan beneficiadas.

A pesar de ello, muchas actividades humanas son perniciosas para los


delfines, y un importante número de ellos muere al año por heridas causadas
por hélices de barcos, o atrapados y asfixiados en redes para pesca. A esto se
debe sumar que los delfines forman parte de ciertas dietas asiáticas, como en
Taiji (Japón) o las islas Feroe, y lo sensibles que son estos animales a los
niveles de contaminación marítima con pesticidas, metales pesados y otros
desechos agrícolas e industriales. Los delfines no poseen depredadores
naturales. Los daños a sus comunidades y ecosistemas son, en su gigantesca
mayoría, consecuencia de las acciones humanas.
3. La Luna, nuestra eterna acompañante

Desde tiempos inmemoriales la Luna ha estado allí, en lo alto de


los cielos nocturnos, alumbrando el camino de nuestra especie y
de las especies que la precedieron. Pero nadie la ha conocido
tanto y tan bien como la humanidad, al punto tal de haber dejado
la huella de nuestros zapatos en el polvo de su superficie misma.

Y aunque nos tomó siglos comprender que no estaba hecha de


queso y dejar de atribuirle nuestras diosas (la Selene griega, la
Chandra hindú, la Elatha irlandesa y cientos de deidades más),
hoy sabemos que la Luna es un elemento indispensable en el
orden mundial que conocemos y necesitamos.

¿Qué es exactamente la Luna?

La Luna es el único satélite natural de la Tierra, lo cual quiere


decir que es un cuerpo celeste en órbita alrededor de nuestro
planeta, a una distancia de 384.000 kilómetros de la superficie
terrestre. Con más o menos un cuarto del tamaño de la Tierra
(unos 3476 kilómetros de diámetro ecuatorial), es el quinto
satélite más grande del Sistema Solar y después de Ío, una de
las lunas de Júpiter, es el más denso.

El origen de la Luna es un misterio. Existen


diversas hipótesis para explicarlo, la más aceptada plantea el
impacto de otro planetoide con la Tierra en algún momento de la
conformación del Sistema Solar. Es decir, puede que la Luna
fuese un pequeño planeta hermano del nuestro, pero tras chocar
ambos astros hace unos 4.000 millones de años, el pequeño
planeta desapareció y una porción de sí mismo quedó atrapada
en la gravedad terrestre y acabó convirtiéndose con el paso de
los milenios en la Luna.

En el cielo nocturno, la Luna es el astro más brillante de todos, y


a menudo se la puede ver incluso de día. Pero al contrario de lo
que alguna vez se pensó, la Luna carece de brillo propio: se trata
de un cuerpo rocoso y no de una estrella. Su brillo es apenas un
reflejo de la luz que proviene del Sol.
Además, al estar sincronizada con el movimiento de la Tierra,
siempre vemos de la Luna una misma cara (mientras que la otra,
conocida como el “lado oscuro”, apunta siempre hacia el
espacio), aunque no siempre completa: la Luna tiene “fases”,
instantes en los que se muestra más o menos entera a nuestros
ojos, dependiendo del cono de sombra que la Tierra proyecte
sobre ella en distintos momentos de su recorrido orbital.

Desde 2009 sabemos, además, que posee


un porcentaje importante de agua congelada en el fondo de
algunos cráteres. Esto ha sido considerado como un hallazgo
prometedor para futuros planes de colonización lunar y viajes
interplanetarios.

Los beneficios de la presencia de la Luna

Entre la Luna y nuestro planeta existe un pequeño sistema físico


que tiene importantes repercusiones en la vida de nuestro
planeta. De hecho, su simple presencia estabiliza los
movimientos de nuestro planeta, haciéndolos más mansos y
regulares, lo cual acarrea una mayor estabilidad climática. Por
ende, es posible que sin la Luna la vida hubiese tardado más en
producirse.

Además, la gravedad de la Luna incide sobre la masa de agua


que recubre la superficie terrestre, ocasionando el ascenso y
descenso del agua, que hemos bautizado como mareas: marea
alta o pleamar, y marea baja o bajamar. Otra consecuencia de
este fenómeno es que en su movimiento el roce de la masa de
agua contra los continentes tiende a disminuir la rotación
terrestre, lo cual incide sobre el momento angular del sistema
físico Tierra-Luna y ocasiona que esta última se aleje muy
lentamente, a un ritmo anual de 38 milímetros, según las más
recientes mediciones con láser.

Por último, están los eclipses: la intromisión de la Luna entre la


Tierra y el Sol, que bloquea parcialmente la luz que incide sobre
el planeta (eclipse solar); o bien de la Tierra entre la Luna y el
Sol, ocultando al satélite en su sombra (eclipse lunar). Estos
fenómenos astronómicos, en sus tres variantes posibles (totales,
parciales y penumbrales) han sido observados por la humanidad
desde tiempos inmemoriales y asociados a presagios, profecías y
anuncios divinos de distinto tipo.

La Luna en la cultura

La presencia de la Luna en las diferentes culturas humanas no ha


sido nunca menor. Junto con el Sol, constituyen los astros a los
que mayor culto se les ha rendido en las religiones antiguas, y
que juegan un papel protagónico dentro de las cosmogonías y
mitos sobre el origen del universo. Tradicionalmente, la Luna se
ha identificado con los aspectos femeninos universales (y el Sol,
en cambio, con los masculinos), quizá porque el calendario
elaborado a partir de las fases de la luna suele coincidir con el
ciclo menstrual de las mujeres (28 días).

Sea como sea, a la Luna se asociaron casi siempre divinidades


femeninas, que se consideraban esquivas, misteriosas, siempre
dispuestas al ocultamiento, y con un vínculo sobrenatural sobre
los animales. La tradición dice que los lobos le aúllan a la Luna,
por ejemplo, o que en la Luna llena ciertos hombres enloquecen o
se convierten en animales.

4. Instrucciones de lavado
1. Introduzca la ropa en la lavadora.
2. Cierre la puerta de la lavadora.
3. Añada el detergente en el primer compartimiento, y/o la lejía en el segundo,
y/o el suavizante en el tercero.
4. Seleccione el programa de lavado de acuerdo al contenido: rápido, intenso,
delicado.
5. Saque la ropa una vez que el programa haya terminado.

5. En un cajero automático bancario


A. Bienvenido a la red de cajeros del Banco Mercantil.

Inserte su tarjeta.

B. Marque su clave secreta de 4 dígitos:

Recuerde no brindar su información personal a nadie ni aceptar ayuda de


extraños.
C. Seleccione el tipo de operación que desea realizar:

– Depósito                    – Extracción/adelanto         – Transferencia

– Consultas                   – Gestión de claves              – Compras/recargas

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