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Mitología en el Museo del Prado

Dioses, héroes y criaturas de leyenda en algunas de las obras pictóricas más


importantes del Museo del Prado.

Daniel Delgado
La Grecia Clásica es considerada como la madre de la cultura occidental. No solo
transmitió conceptos como la democracia, sino que proporcionó un trasfondo
semi-mágico del que derivaban todas sus creencias y su propia concepción del
mundo. Las epopeyas de divinidades como Zeus o Atenea, de héroes como Perseo
y Andrómeda o de monstruos tan terroríficos como la hidra han llegado a nuestros
días y se conservan como parte de un ideario común que ha traspasado el medio
oral y se ha enriquecido en otras artes como la pintura o la escultura.

Si bien muchas de estas historias tenían un valor educativo y una moraleja al


final, algo muy común en los tiempos antiguos y en muchos cuentos posteriores,
la mitología grecolatina reunía la interpretación que estos pueblos daban al mundo
en que vivían. Los dioses del Olimpo encarnaban las fuerzas de la naturaleza y
aquellos aspectos de la vida que se escapaban de sus manos y por ese motivo los
adoraban y temían. En ellos veían una aspiración, una brújula moral y unos límites
que no debían exceder por temor a las consecuencias.

Con el paso del tiempo y el surgimiento de otras culturas y religiones, las


creencias de griegos y romanos fueron perdiendo peso y pasaron de ser mitos a
ser simples fábulas o cuentos. La gran diferencia entre estos dos conceptos
reside en que un mito siempre tiene un vínculo con la realidad, aunque sea el
intento de explicar algo que no se comprende del todo. Esta relegación a un
segundo plano desaparecería en parte con la llegada de los movimientos
renacentistas y neoclásicos.

En el siglo XVI y en el siglo XVIII respectivamente, los movimientos culturales


decidieron retomar las enseñanzas de las mentes del mundo antiguo, así como su
estilo, concepción e historias. Las hazañas de Hércules o los líos amorosos de
Afrodita volvieron al lugar de honor en la memoria popular que habían tenido y
pasaron a ocupar cuadros, novelas, poemas y composiciones musicales. La
riqueza de personajes y tramas de la mitología grecolatina la convirtió en una
inagotable fuente de inspiración para los artistas que buscaban retomar las
virtudes del mundo clásico.

Para dar una pequeña muestra de la relación existente entre arte y mitología, aquí
dejamos una selección de cuadros del Museo del Prado en los que dioses y
héroes quedaron plasmados para la eternidad.

VER 17 FOTOS
Daniel Delgado

El Olimpo. Batalla de los gigantes (Francisco Bayeu y Subías)


Gigantomaquia es como se conoce en la mitología griega a la guerra que gigantes y
dioses libraron por el dominio del Olimpo. Los primeros, hijos de Gea, poseían la
fuerza y el poder de los olímpicos pero eran mortales como los humanos. Tras un
fallido intento por derrocar a Zeus, los gigantes decidieron que había llegado el
momento de acabar con el dominio de los dioses y tomar ellos el control del Olimpo.
Así comenzó una guerra en la que Tifón, señor de los gigantes, y su ejército se
enfrentarían a dioses como Zeus, Atenea, Ares o Apolo y a semidioses o héroes
menores como Héracles. La victoria acabaría siendo para los dioses.

Saturno (Francisco de Goya y Lucientes)


Conocido como Cronos, dios del tiempo, Saturno fue el titán más joven y poderoso
de cuantos hubo. Un oráculo dijo que uno de sus hijos pondría fin a su reinado, y por
ello decidió que todas las hijas nacidas de su mujer Rea (Cibeles) serían criadas y
educadas mientras que los hijos varones eran devorados por su padre nada más
nacer.

Rea, temerosa de lo que les pasaba a sus hijos, dio a luz a Júpiter en Creta y engañó a
Saturno entregándole una roca en su lugar. Júpiter (Zeus) creció y se convirtió en un
poderoso dios, capaz de derrotar a su padre, sacar a sus hermanos devorados de sus
entrañas y encerrarlo en el tártaro, asumiendo así el papel de padre de todos los
dioses y sentándose en el trono del Olimpo.

El triunfo de Baco (Diego Rodríguez de Silva y Velázquez)


Baco, o Dionisio para los griegos, era el dios de la cosecha, de la fertilidad, del vino y
de los frutos. Hijo de Zeus y la mortal Sémele, su nombre griego significa “dos veces
nacido” debido que Zeus fulminó a su madre con un rayo y cosió el feto a su muslo
para que siguiera gestándose. Se le puede ver representado como un hombre joven y
esbelto o uno obeso y de cara redonda y sonrojado, generalmente acompañado de
ninfas, sátiros y otras criaturas mitológicas y con una corona de hojas y frutos sobre
la cabeza.

En Roma se asociaba con las bacanales, festividades en las que el consumo de vino
(entre otras sustancias) y las orgías eran el elemento común. Para los romanos, Baco
era un símbolo de liberación y desenfreno.

Las tres gracias (Pedro Pablo Rubens)


Las tres gracias son una figura clásica de la mitología grecolatina, la personificación
de cualidades positivas y admiradas como la jovialidad, el arte, la belleza, el buen
gusto o la sexualidad. Hijas de Júpiter (o Zeus) y la ninfa Eurymone, sus nombres son
Aglae, Eufrosina y Talía y aunque siempre son representadas como mujeres jóvenes y
hermosas, los valores que encarnan han variado según el momento. Solían presidir
cualquier evento en el que su principal fin fuese el placer.

La fábula de Aracne (Diego Rodríguez de Silva y Velázquez)


De Aracne se dice que era la mejor tejedora de toda Grecia. Tal era la belleza de sus
telares y creaciones que las propias musas acudían a su taller para admirarlos y
afirmaban que ese talento solo podía ser otorgado por Atenea. Pero Aracne, orgullosa
y cansada de que la compararan con la diosa, comenzó a afirmar que ella era mejor
tejedora y que derrotaría a Atenea en una competición. La diosa aceptó el desafío.

Mientras que Atenea hizo un telar mágico en el que se representaba a los doce
dioses del Olimpo en todo su esplendor, Aracne realizó uno que mostraba los líos de
faldas y pecados de los dioses. A pesar de la belleza del telar de Aracne, Atenea
enfureció y lo destruyó, asustando a la joven hilandera y haciendo que intentara
suicidarse. Sin embargo, Atenea se apiadó de ella e impidió que muriera,
convirtiéndola en araña para que pasara el resto de su vida tejiendo.

El juicio de Paris (Pedro Pablo Rubens)


SI bien esta historia no es especialmente importante por sí misma, sí destacan las
enormes consecuencias que acarrearía. Eris, diosa de la discordia, no había sido
invitada a la boda de Tetis y Peleo y para vengarse decidió presentarse en la boda con
una manzana de oro para la mujer más hermosa. Hera, Atenea y Afrodita se
disputaron este honor y Zeus decidió que sería Paris, un mortal que había pasado su
vida como pastor aislado de cualquier placer, quien decidiría.

Para decantar la balanza a su favor Hera ofreció poder al príncipe troyano, Atenea
sabiduría y Afrodita el amor de la mujer más hermosa. Paris eligió como merecedora
de la manzana a Afrodita, y esta hizo que la mujer más hermosa se enamorara
locamente de Paris. Por desgracia, esa mujer era Helena, esposa de Menelao de
Esparta, y el romance entre ambos llevaría a Troya a la destrucción más absoluta.
La fragua de Vulcano (Diego Rodríguez de Silva y Velázquez)
Vulcano (Hefesto para los griegos) era el dios del fuego romano y el herrero de los
dioses. Su habilidad era tal que todas las armas y armaduras de los dioses procedían
de sus manos, incluyendo el rayo de Júpiter. Representado como un hombre de
avanzada edad, feo y cojo, resulta sorprendente saber que estaba casado con la
diosa Venus (Afrodita). Esta, insatisfecha en su matrimonio, solía engañar a Vulcano
con hombres más apuestos como Adonis o el dios Marte.

Se dice que, un día, los amantes estaban en el lecho y no se dieron cuenta de que el
sol estaba saliendo y Apolo descubrió la infidelidad. No tardó en ir a contársela a
Vulcano, quien estaba trabajando con sus ayudantes los cíclopes y montó en cólera.
Decidió vengarse construyendo una cadena tan fina que no se veía y tendiéndola en el
lecho para atrapar a Venus y Marte. Solo los liberó una vez prometieron que pondrían
fin a la infidelidad.
Hércules matando al dragón del jardín de las Hespérides (Pedro
Pablo Rubens)
Existen dos vertientes principales de cómo Hércules consiguió cumplir su onceavo
trabajo, pero Rubens optó por aquella que tenía al semidiós como protagonista. El rey
Euristeo encargó a Hércules que le llevara alguna manzana del jardín de las
Hespérides, frutos de oro otorgados por Gea a Hera que otorgaban la inmortalidad.
Hércules averiguó el paradero del jardín gracias al dios Nereo, se coló en el jardín sin
que las Hespérides, hijas del titán Atlas, se dieran cuenta, mató al dragón Ladón y se
llevó las manzanas.
La caída de Ícaro (Jacob Peeter Gowy)
Ícaro era hijo de Dédalo, inventor que tuvo que refugiarse en Creta tras haber matado
a su sobrino. Allí adquiriría fama por construir el laberinto en el que viviría el célebre
minotauro y por ayudar a Teseo a salir del mismo con vida. Encarcelado por esto,
Dédalo diseñó unas alas que se adherían con cera a la espalda y que permitirían a
padre e hijo huir de Creta. Ícaro, entusiasmado por la posibilidad de volar, se elevó
demasiado y provocó que el sol derritiera la cera, haciéndole caer y muriendo como
consecuencia de haber intentado superar su condición humana.
Jasón con el vellocino de oro (Erasmus Quellinus)
El vellocino de oro era la piel de un carnero enviado por Zeus para salvar a los hijos
del rey Atamante, Frixo y Heles, cuando iban a ser sacrificados. Pelias, tío de Jasón
que había usurpado el trono, encargó a su sobrino que le trajera el vellocino para
probarse digno de gobernar, y el héroe griego reunió a sus argonautas y partió en el
Argo, su barco, hacia Cólquida. Tras superar numerosos desafíos, que incluían un
dragón, Jasón se hizo con el vellocino y se lo entregó a Pelias, tomando así el lugar
que le correspondía en el trono.
Perseo liberando a Andrómeda (Pedro Pablo Rubens)
Perseo es uno de los grandes héroes de la Grecia Clásica. Hijo de Zeus y una mortal,
se propuso matar a Medusa, la única de las hermanas Gorgonas que era mortal. Con
la ayuda de los dioses y usando su ingenio, Perseo cumplió su misión y decapitó a la
monstruosa mujer.

Un día Perseo vio a la joven Andrómeda encadenada a una columna de piedra y


quedó prendado. Su madre, Casiopea, había presumido de que su hija era más
hermosa que las nereidas, las ninfas del mar, y como castigo se envió un monstruo
marino cuya ira solo se aplacaría si devoraba a Andrómeda. Pero Perseo,
oportunamente, derrotó a la bestia y liberó a la princesa.
Prometeo trayendo el fuego (Jan Cossiers)
Al titán Prometeo se le encargó, junto a su hermano Epimeteo, crear a todos los
animales y seres humanos y asegurarse de que tuvieran cuanto necesitaban. Si los
animales eran obra de Epimeteo, Prometeo fue responsable de crear al ser humano y
de otorgarle bienes como el andar erguidos, la capacidad de construir o domesticar
animales y, sobre todo, el fuego. El fuego era un elemento sagrado y no todos los
dioses lo vieron como algo apropiado para el hombre. Por ello, Zeus creó a Pandora y
esta liberó todos los males existentes y, tras un intento de venganza de Prometeo,
encadenó a este a una roca con un águila que devoraría sus entrañas eternamente.
Sísifo (Vecellio di Gregorio Tiziano)
Sísifo fue el primer rey y fundador de Corinto. Astuto y ambicioso, se enemistó con
Zeus hasta tal punto que este mandó al dios Tánatos para que lo matara. Su
inteligencia le permitió encerrar al dios y escapar del inframundo después de que Ares
acabase con él. Tras muchos años, Sísifos aceptó volver al inframundo pero Zeus y
Hades le impusieron un castigo ejemplar: pasaría la eternidad empujando una
inmensa roca colina arriba y cada vez que esta estuviese a punto de alcanzar la cima,
caería y Sísifos tendría que volver a empezar.
Orfeo y Eurídice (Pedro Pablo Rubens)
Orfeo era hijo del dios Apolo y la ninfa Calíope, y había heredado de sus progenitores
un talento tal para la música que podía conmover a cualquiera. Tras vivir numerosas
aventuras como la de los argonautas en la que ayudó a Jasón, se enamoró de la ninfa
Eurídice. Sin embargo, esta murió al poco tiempo y el canto de Orfeo fue tal que los
dioses le permitieron bajar al inframundo y rescatarla. Allí, convenció a Perséfone para
que la dejase ir pero esto solo ocurriría si no se miraban hasta haber salido del
inframundo. Sin embargo, un fallo de Orfeo hizo que se mirasen demasiado pronto y
Eurídice desapareció para siempre.
Aquiles descubierto por Ulises y Diómedes (Pedro Pablo Rubens)
Hijo de Tetis y Peleo, de Aquiles se dijo que llegaría a ser el mayor guerrero que se
hubiera conocido pero que encontraría su final en el campo de batalla entre griegos y
troyanos. Buscando proteger a su hijo, Tetis lo ocultó en la corte del rey Licómedes y
lo educó como a una niña, pero nada podía frenar la pasión de Aquiles por la guerra y
el combate.

Cuando Agamenón estaba reclutando a su ejército, mandó a Ulises y Diómedes que


buscaran al legendario guerrero, que se ocultaba como mujer en el palacio de
Licómedes. Para hacerle revelar su identidad, Ulises y Diómedes llevaron un cofre
rebosante de joyas y piedras preciosas en el que también metieron una espada y un
escudo. El ardor guerrero de Aquiles le impidió resistirse y tomó las armas,
señalándose y teniendo que ir a luchar a Troya.
Júpiter y Licaón (Jan Cossiers)
Esta historia es uno de los orígenes más antiguos de la leyenda del hombre lobo.
Licaón era hijo de Pelasgo, un rey que gobernó Arcadia de forma justa y la hizo
prosperar. A su muerte, Licaón asumió el control y dio rienda suelta a algunos de sus
vicios ocultos: los sacrificios humanos y la antropofagia. El nuevo monarca tenía la
costumbre de atrapar a los viajeros, sacrificarlos en honor a los dioses y después
devorarlos.

Júpiter, molesto, decidió averiguar qué estaba pasando y se hizo pasar por un viajero
cualquiera. Aunque las gentes de Arcadia percibieron el engaño, Licaón pensaba que
era un farsante y le ofreció como cena la carne de un hombre. Enfurecido, el dios
destruyó la ciudad con sus rayos, mató a los hijos de Licaón y le convirtió en lobo,
pudiendo volver a su forma humana siempre que no hubiera comido carne humana en
diez años. Se dice que los aullidos de los lobos son una súplica a Júpiter para que
perdone a Licaón.
El paso de la laguna Estigia (Joachim Patinir)
Según la mitología griega, cuando una persona moría su alma era transportada por
Hermes, mensajero de los dioses, hasta la orilla de la laguna Estigia. Allí les esperaba
Caronte, el barquero que les llevaba a través de las aguas hasta el inframundo. Era
costumbre depositar dos monedas (dracmas) sobre los ojos o la boca del fallecido
para que pudiese pagar el viaje al barquero.

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