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HAYEK
VOLUMEN XIII
ESTUDIOS
SOBRE EL ABUSO
DE LA RAZÓN
Textos y documentos
F.A. HAYEK
Obras Completas
Volumen XIII
ESTUDIOS
SOBRE EL ABUSO
DE LA RAZÓN
Textos y documentos
Edición e Introducción
BRUCE CALDWELL
Unión Editorial
2019
Título original: Studies on the abuse and decline of reason
The University of Chicago Press, 2010
Traducción:
Juan Marcos de la Fuente
(Individualismo: el verdadero y el falso);
Jesús Gómez Ruiz
(La contrarrevolución de la ciencia);
Marta Moreno Pérez
(Prólogo a la edición, introducción, notas del editor y apéndice)
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por las leyes, que establecen
penas de prisión y multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios,
para quienes reprodujeran total o parcialmente el contenido de este libro por cualquier procedimiento
electrónico o mecánico, incluso fotocopia, grabación magnética, óptica o informática, o cualquier
sistema de almacenamiento de información o sistema de recuperación, sin permiso escrito de UNIÓN
EDITORIAL, S.A.
AGRADECIMIENTOS .............................................................................. 7
PARTE I
EL CIENTISMO Y EL ESTUDIO DE LA SOCIEDAD
5
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
PARTE II
LA CONTRARREVOLUCIÓN DE LA CIENCIA
PARTE III
COMTE Y HEGEL
6
AGRADECIMIENTOS
7
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Forget, Jerry Gaus, Wade Hands, Dan Hammond, Ronald Hamowy, Paul Lewis,
Leonard Liggio, Gene Miller, Claire Morgan, Jerry Z. Muller, Sandy Peart,
Ben Powell, Viktor Vanberg y Amy Willis. Quienes conocen bien a un autor
suelen ser sus críticos más perspicaces, no hay excepción alguna. Las obser-
vaciones que se compartieron durante el coloquio fueron para mí de un va-
lor incalculable durante la preparación del borrador final de mi introducción
como editor.
Le agradezco a Brandon Beck su ayuda durante la elaboración del ma-
nuscrito, y quisiera dar las gracias a los dos lectores anónimos por sus co-
mentarios y sus sugerencias perspicaces. Finalmente, muchas gracias a Da-
vid Pervin, de la Universidad de Chicago Press, por su consejo y orientación
durante el proceso editorial, y a Rhonda Smith for su hábil corrección.
BRUCE CALDWELL
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PRÓLOGO
A LA PRESENTE EDICIÓN ESPAÑOLA
por LORENZO INFANTINO
1. Contra el psicologismo
1. Hayek (1949d), pp. 140-180. Véase Obras completas, vol. X, Unión Editorial, Madrid, 1997.
2. Hayek (1994), p. 79, ha calificado tal ensayo como «el acontecimiento decisivo de su vida inte-
lectual».
3. Ibíd., p. 79. El mismo Hayek ha reconocido que la base profunda del desacuerdo hacía referen-
cia a las cuestiones metodológicas.
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
que significa que Hayek aportaba de Viena no solo la teoría del capital de
Eugen von Böhm-Bawerk, la del ciclo económico de Ludwig von Mises y los
análisis críticos dirigidos por este último al intervencionismo y a la econo-
mía planificada; sino también todas las enseñanzas de Carl Menger, el funda-
dor de la Escuela Austriaca de Economía.4 Como ha observado William Jaffé,
el hombre descrito por Menger, lejos de ser un «calculador iluminado», es
una criatura «mal informada, que yerra, actúa atormentada por la incerti-
dumbre, en duda constante, tras esperanzas alentadoras y miedos recurren-
tes, congénitamente incapaz de dar vida (…) a decisiones bien calibradas»,5
lo que había conducido al mismo Menger a hacer propio el evolucionismo
de la Escuela histórica alemana del derecho. Había comprendido bien que la
interacción humana es un proceso abierto, incompatible con finalismo al-
guno.6 Había revelado que produce cascadas de consecuencias no intencio-
nadas y que estas, «cristalizando», generan normas e instituciones sociales
(el lenguaje, la familia, el Estado, el derecho, el dinero, el mercado, y así suce-
sivamente). Y además había sostenido que un «pragmatismo en parte super-
ficial» habría conducido «inevitablemente», incluso «contra las intenciones
de sus partidarios», al socialismo.7
Si se tiene presente lo que precede, se cae en la cuenta de que el signifi-
cado de las lecciones que dio al llegar a Londres y que se reunieron luego
en su libro Precios y producción no ha sido comprendido por todos. Lionel
Robbins las ha calificado de «difíciles y excitantes».8 Y Ludwig Lachmann ha
escrito que no podían haber sido comprendidas y asimiladas con rapidez
«por el economista medio anglosajón de los años treinta»9. Paradójicamen-
te, su falta de comprensión quizá haya determinado el éxito inmediato que
tuvieron.
4. Además, es útil recordar que entre 1934 y 1936 Hayek compiló, por encargo de la London School
of Economics, una nueva edición de las Obras completas de Carl Menger.
5. Jaffé (1976), p. 521.
6. Véase Infantino (2000), pp. 205-232, donde se hace un extenso tratamiento de la metodología
mengeriana. Cf. además Aguirre-Infantino (2013), pp. 15-23.
7. Menger (1883, edición española de 2006), p. 255.
8. Robbins (1971), p. 127.
9. Lachmann (1994), p. 148.
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15. Keynes (1936), edición española de 1998, pp. 193-194. Recurrir a los animal spirits equivale
a negar las ciencias sociales y la tarea desarrollada por ellas. El utilitarismo en sentido estricto tiene
un enfoque meramente psicológico, y no es casual que Mill (1892, p. 545) haya afirmado: «Hay una
amplia clase de fenómenos (…) en la que las causas inmediatamente determinantes son principal-
mente las que actúan a través del deseo de riqueza y en la que la ley psicológica principalmente en
cuestión es la bien conocida de que se prefiere siempre una ganancia mayor a otra menor» (cursiva
añadida).
16. Hayek (1933). El párrafo corresponde a una disertación de gran importancia que tuvo lugar
en Copenhague en diciembre de 1933. Véase edición española, Obras completas, vol. V, p. 325.
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la consideró «no solo un serio y peligroso error intelectual, sino también una
traición a la tarea principal de un economista y una grave amenaza para la
civilización».17
Las razones son claras: afirmar que «a largo plazo, todos estaremos muer-
tos» es un simple coup de théâtre. La verdad es que solo algunos estarán
muertos y los otros deberán hacerse cargo de los graves resultados produ-
cidos, a medio y a largo plazo, por las decisiones que crean prima facie la ilu-
sión de dar lugar a consecuencias positivas. Las ciencias sociales han nacido
para defendernos de las ilusiones del primer momento y para identificar lo
que en realidad se seguirá de nuestras decisiones. El economista que lo olvi-
de o lo haga malograr traiciona su tarea.
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
21. Véase Infantino (2013), pp. 169 a 175, para un extenso desarrollo de este tema.
22. Smith, A. (1776, edición española de 2009), pp. 518-519.
23. Ibíd.
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24. Hayek (1978, edición española de 2007), p. 325, donde el autor añade: «Y fue en esta atmós-
fera de pensamiento evolucionista en el estudio de la sociedad donde “los darwinianos antes de Darwin”
habían pensado durante largo tiempo en términos del predominio de hábitos y prácticas más eficaces,
en la que Darwin aplicó finalmente la idea, de manera sistemática, a los organismos biológicos».
25. Mises (1966, edición española de 2007), pp. 15-18.
26. La expresión «individualismo metodológico» fue acuñada por Joseph A. Schumpeter (1982),
p. 436. Como se dirá en el texto, el vacío dejado por el colapso del mito del Gran Legislador fue ocupa-
do por un método individualista de indagación que, obviamente, reniega de la omnisciencia y sitúa
a los hombres sobre una base común de ignorancia y falibilidad. En su lugar, la expresión «método
compositivo» se debe a Carl Menger y proviene de una anotación suya manuscrita (véase infra, cap.
4, nota 4). Con tal expresión, Menger trataba de decir que las ciencias sociales deben «reconducir»
los fenómenos a sus «factores originarios y más simples» (Menger, 1883, edición española de 2006),
pp. 129-130.
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
27. Si bien se ha fabulado mucho sobre la «mano invisible» de Smith, ella indica simplemente
que el intercambio de los medios es voluntario, pero la cooperación a la consecución de los fines de los
demás es no intencionada. En pocas palabras, la «mano invisible» es una simple aplicación de la teoría
de las consecuencias no intencionadas producidas por las acciones humanas intencionadas.
28. Véase Infantino (2013), pp. 149-155 y la bibliografía allí citada.
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29. Ferguson (1966), p. 122, donde el autor añade: «Si un hombre, como dijo Cronwell, no as-
ciende nunca tanto como cuando no sabe adónde va, con mayor razón se puede afirmar que las comu-
nidades dejan que acontezcan las mayores revoluciones, incluso cuando no intentan llevar a cabo ningún
cambio, y que los hombres políticos más sutiles no saben siempre a dónde están llevando al Estado
con sus proyectos».
30. Ibíd., p. 124: «El guerrero y el estadista célebre, que son considerados como fundadores [de
las] naciones, desempeñan solo un papel eminente en cuanto han estado dispuestos a abrazar las mismas
instituciones. Probablemente, el renombre que han dejado a la posteridad les ha hecho pasar por los
inventores de una multiplicidad de procedimientos que ya se utilizaban antes de ellos, y que habían
contribuido a formar sus costumbres y su genio, así como los de sus conciudadanos».
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
31. Si se añade que en 1944 vio la luz The Road to Serfdom (Camino de servidumbre) parece
completamente adecuado pensar en el estupor del «economista medio anglosajón».
32. A la luz de cuanto se dice en el texto, las expresiones «economía clásica» y «economía neoclá-
sica» aparecen ampliamente desencaminadas. Dentro de la una y de la otra hay dos tradiciones con-
flictivas: la evolucionista y la utilitarista en sentido estricto. No puede ponerse sobre el mismo plano
a Mandeville, Hume y Smith con Bentham, Ricardo y John Stuart Mill, de la misma forma que la Es-
cuela Austriaca de Economía no puede asimilarse a Jevons y Walras… Véase Infantino (2010), pp. 159-
177. Debe todavía recordarse lo que escribió Russell (1956, p. 118): «Es más bien sorprendente que
Mill haya sido influido tan poco por Darwin y la teoría de la evolución, lo que es tanto más curioso
si se piensa que él cita frecuentemente a Herbert Spencer. Parece que Mill haya aceptado la teoría
darwiniana, pero sin llegar a ser consciente de sus implicaciones. En el capítulo sobre la ”clasificación”
de su System of Logic, habla de las “especies naturales” de una forma completamente predarwiniana,
y claramente sugiere que las especies reconocidas de los animales y de las plantas son infimae species,
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en el sentido escolástico de la expresión, si bien el libro de Darwin sobre el origen de las especies de-
muestra que este punto de vista es insostenible. Era natural que la primera edición de System, apare-
cida en 1843, no pudiese tomar en consideración la teoría de la evolución, pero es extraño que en las
sucesivas ediciones no se haya hecho ninguna modificación». Russell (ibíd.) añadió: «No pienso que
él haya nunca concebido [Mill], ni siquiera imaginariamente, al hombre como un animal entre los
demás, ni se haya sustraído nunca a la creencia del siglo XVII que ve al hombre como un ser funda-
mentalmente racional».
33. Hayek (1949a), p. 46.
34. Hayek (1949c), p. 95.
35. Así lo dirá más tarde Hayek (1979), vol. II, pp. 28 y ss. Véase en Infantino (2013, pp. 169-197)
un extenso tratamiento de tal punto.
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4. El colectivismo metodológico
falso hay que situar, además del utilitarismo en sentido estricto, también las teorías contractualistas,
que niegan, de hecho, que el hombre sea a nativitate un ser social, y hacen de la sociedad algo que los
humanos han construido de manera intencionada. La sociedad tiene un inicio.
43. Comte (1970b), p. 74.
44. Comte (1970a), p. 76.
45. Ibíd., p. 72. La idea comtiana de «unir en un haz» las actividades individuales sintoniza con
la propuesta durkheimiana de hacer del Estado «la unión entre las diversas relaciones industriales
y comerciales, en las que consistiría el sensorium commune» (Durkheim, 1973, p. 210). Esto está,
obviamente, en contraste con la crítica dirigida por el mismo Durkheim al Gran Legislador, con-
siderado una verdadera y propia «superstición» e incompatible con el nacimiento de las ciencias so-
ciales.
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54. Infra, p. 228. (Parte 1). El psicologismo de la tradición utilitarista y el colectivismo metodo-
lógico ven, pues, en las instituciones una proyección de los proyectos individuales. Es un hecho que
los utilitaristas declaran abiertamente y que los colectivistas enmascaran. Los unos y los otros caen,
de tal forma, en el historicismo, en la pretensión de introducir el telos en la historia, de «avanzar profe-
cías de carácter histórico» y de utilizarlas en la actividad política. Véase Popper (1945, edición españo-
la de 2010), p. 309.
55. Infra, p. 397 (Parte 3).
56. Hegel (1973), vol. 2, p. 40.
57. Infra, p. 400 (Parte 3).
58. Ibíd.
59. Infra, p. 401 (Parte 3).
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
5. Una precisión
Cuanto precede puede facilitar la lectura de los textos que siguen, pero to-
davía hay que hacer una precisión. El lector verá que Hayek ha asignado a las
ciencias naturales y a las ciencias sociales un diferente estatus epistemológico.
Se trata de una postura heredada de Ludwig von Mises, que había sido fuer-
temente influido por los neokantianos de la Escuela de Baden.63 Como preci-
sa correctamente Bruce Caldwell, en su introducción, Karl R. Popper se detu-
vo en esta cuestión, manifestando su total acuerdo al confrontar lo que sostuvo
Hayek a propósito de las ciencias sociales, y mostró que el método adoptado
por las ciencias naturales no es, en absoluto, diferente.64 Y, debido a ello, reu-
niendo en un volumen algunos ensayos antes publicados en Economica, Hayek
añadió en el primer capítulo un párrafo en el que afirmó que «los métodos que
los científicos o los hombres fascinados por las ciencias naturales han tratado
tantas veces de aplicar forzadamente a las ciencias sociales no son siempre
necesariamente los que los verdaderos científicos emplearon en su propio cam-
po, sino más bien aquellos que ellos creyeron que habían empleado».65
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Referencias bibliográficas
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LORENZO INFANTINO
Roma, Luiss Guido Carli, julio de 2015
(Libera Università Internazionale degli Studi Sociali Guido Carli)
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PRÓLOGO
A LA EDICIÓN ORIGINAL
por BRUCE CALDWELL
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abuso de la razón; estas versiones son la base del presente texto. Dedicamos
nuestro agradecimiento a Free Press por garantizar los derechos de publica-
ción de estos ensayos al patrimonio de F.A. Hayek.
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INTRODUCCIÓN
por BRUCE CALDWELL
Primero debería haber una serie de estudios de caso, cuyo punto de partida
serían ciertos problemas de metodología y, en especial, la relación entre el
método de la ciencia natural y los problemas sociales, lo que conduciría a los
principios científicos fundamentales de la política económica y, en último lu-
gar, a las consecuencias del socialismo. Esta serie formaría la base de una in-
vestigación histórica e intelectual sistemática de los principios fundamenta-
les del desarrollo social de los últimos cien años (de Saint-Simon a Hitler).2
1. Por aquel entonces, Machlup era profesor en la Universidad de Búfalo de Nueva York; él y
Hayek se habían escrito cartas con frecuencia durante la década de 1930 sobre el libro de teoría del
capital. Para más información, véase la introducción del editor en F.A. Hayek, The Pure Theory of Ca-
pital, ed. Lawrence H. White, vol. 12 (2007) en The Collected Works of F.A. Hayek (Chicago: University
of Chicago Press y Londres: Routledge), xviii-xxi. La correspondencia entre Machlup y Hayek ha sido
de gran valor para la reconstrucción de la evolución del proyecto del Abuso de la razón.
2. Es sollte zuerst eine Serie von Einzelstudien folgen, die von gewissen Problemen der Metho-
dologie und besonders den Beziehungen zwischen naturwissenschaftlicher Methode und sozialen
Problemen ausgehend über die wissenschaftlichen Grundlagen der Wirtschaftspolitik zu den Folgen
des Sozialismus hinführen würde und die Grundlage einer systematischen geistesgeschichtlichen
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Untersuchung der Grundlagen der sozialen Entwicklung der letzten hundert Jahre (von Saint simon
zu Hitler) bilden sollte. Carta, de F.A. Hayek a Fritz Machlup, el 27 de agosto de 1939, en los escri-
tos de Fritz Machlup, caja 43, carpeta 15, archivos del Instituto Hoover, Universidad de Stanford,
California.
3. El memorándum de Hayek se puede encontrar en los textos de Friedrich A. von Hayek, caja
61, carpeta 4, archivos del Instituto Hoover, Universidad de Stanford, California. También aparece
reproducido en el apéndice de este volumen.
4. En este contexto, sería interesante añadir los comentarios de Hayek en una entrevista, inédi-
ta, con W.W. Bartley III, con fecha «Verano de 1984, en St. Blasien»: «De pequeño, leía a Schiller y
a los amigos y el círculo de Goethe. Mi liberalismo se origina en los grandes poetas alemanes». Esta
y otras entrevistas inéditas citadas en la introducción del editor se utilizan con permiso del patrimo-
nio de Hayek y Stephen Kresge.
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INTRODUCCIÓN
esencial que todas las referencias históricas se corrijan de forma tanto escru-
pulosa sino puntillosa».5
Hayek tuvo que esperar hasta diciembre para obtener la respuesta del Mi-
nisterio de Información. ¡Qué diferente podría haber sido su historia per-
sonal si el director general hubiese aceptado su oferta! Sin embargo, ese no
fue el caso, la carta del ministerio agradecía sus propuestas, pero no llegó a
solicitar su ayuda. En vez de trabajar para el gobierno como propagandista,
Hayek empezó a escribir el libro que había descrito a Machlup unos días antes
de que empezara la guerra.
Solo se terminaron algunas partes de ese grandioso proyecto. La «serie
de estudios de caso» sobre la metodología y el método científico aplicados a
los problemas sociales que Hayek había mencionado al principio acabaría con-
virtiéndose en su ensayo «Cientismo y el estudio de la sociedad». La parte de
historia intelectual nunca se completó: tan solo se publicó su estudio sobre
los orígenes del cientismo en Francia, bajo el título «La contrarrevolución
de la ciencia», además del artículo corto «Comte y Hegel». Hayek se distrajo,
primero con el crecimiento del ámbito del ensayo sobre el cientismo, y lue-
go por la decisión de transformar la última parte del proyecto, la parte sobre
«las consecuencias del socialismo», en un extenso libro aparte. El volumen
apareció en 1944, titulado Camino de servidumbre.
El libro más extenso de Hayek lleva el provocador título de Abuso de la
razón, título que se ha mantenido para la edición de Obras completas, con
las palabras «Estudios sobre» añadidas para enfatizar que el volumen origi-
nal previsto nunca se completó. Esta añadidura cuenta la historia de la ma-
yor obra de Hayek, sin completar. Documenta la secuencia en la que se crea-
ron los ensayos, explora algunos de los temas más importantes y examina
varios aspectos de la historia intelectual de Hayek, que podrían ayudar a ex-
plicar por qué dio aquellos argumentos. En las secciones finales, se ofrece una
breve evaluación de la aportación de Hayek, y se traza el significado del pro-
yecto del abuso de la razón para el posterior desarrollo de sus ideas.
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Los estudios de los que es resultado este libro desde el principio han estado
guiados por la convicción un tanto anticuada del autor de que son las ideas
humanas las que gobiernan el desarrollo de los asuntos humanos, y finalmen-
te, estos estudios la han confirmado.6
Unos diez meses después de la carta inicial, en junio de 1940, Hayek vol-
vió a escribir a Machlup sobre su nuevo trabajo. Su entusiasmo es transpa-
rente:
6. Este aforismo y los siguientes se han extraído de las notas de Hayek sobre el proyecto, algu-
nas de las cuales deberían haber formado parte de un prefacio planeado para el libro, pero este nunca
fue escrito. Las notas pueden encontrarse en los textos de Hayek, caja 107, carpeta 17, archivos del
Instituto Hoover.
7. Gottfried Haberler (1901-1995) era otro de sus amigos de los días de universidad, quien por
aquel entonces estaba en la facultad de la Universidad de Harvard. Hayek no debería haber escrito mal
el nombre del periodista y autor estadounidense, Walter Lippmann (1889-1974), dado que había asis-
tido a un coloquio en París el año anterior en el que se homenajeaba el libro de Lippmann, An Inquiry
into the Principles of the Good Society (Boston: Little, Brown, 1937). Las notas de algunos de los asis-
tentes al coloquio (por desgracia, no se conservaron las de Hayek) pueden encontrarse en Louis Rougier,
ed., Compte-rendu des séances du colloque Walter Lippmann (París: Éditions politiques, économiques
et sociologiques, Librarie de Médicis, 1938). El Coloquio Lippmann dio paso al establecimiento de un
centro de investigación en Francia dedicado al resurgimiento del liberalismo, que desapareció cuando
comenzó la guerra. Es plausible que considerara el libro como su propia contribución a la causa de la
defensa del liberalismo.
38
INTRODUCCIÓN
Con este pasaje queda claro que, además de estar entusiasmado, Hayek
creía que su proyecto era de vital importancia: para un hombre no muy dado
a la hipérbole, «lo mejor que puedo hacer para el futuro de la humanidad»
es sin duda alguna una expresión inesperada. Puede que la dramática elec-
ción de palabras reflejara su respuesta a los hechos recientes. La «guerra de
broma» acabó drásticamente el 10 de mayo de 1940, cuando Hitler invadió
Francia y Países Bajos. Hayek llevaba escribiendo solo tres semanas cuando
apenas la Fuerza Expedicionaria Británica y sus aliados habían evitado la ani-
quilación o captura en las playas de Dunkirk. Le preocupaba si podría sobre-
vivir a la guerra, y puede que incluso qué bando sería el ganador, y estaba
convencido de que su obra era la mejor manera de hacer una verdadera con-
tribución a la guerra.
El esbozo que adjuntó a la carta muestra que había establecido a dónde
quería llegar con el libro, hasta el punto de incluso desarrollar los títulos de
los dieciocho primeros capítulos. El subtítulo, así como el título de la primera
parte, revela el tema principal: el abuso y el declive de la razón causado por
el ensoberbecimiento, el orgullo del hombre por su habilidad en la razón, que
en la mente de Hayek se había intensificado por el rápido avance y el éxito
multitudinario de las ciencias naturales, y por el intento de aplicar los méto-
dos de la ciencia natural en las ciencias sociales. La carta también indica que
ya había decidido que la segunda parte del libro, que se titularía «La néme-
sis totalitaria», formara parte de la extensión de temas incluidos en el artícu-
lo de 1939, «La libertad y el sistema económico».9
8. Carta, de F.A. Hayek a Fritz Machlup, el 21 de junio de 1940, en los escritos de Machlup, caja
43, carpeta 15, archivos del Instituto Hoover. El texto completo de la carta aparece reproducido en el
apéndice.
9. Había dos versiones de «La libertad y el sistema económico»; una publicada en 1938, y otra,
en 1939. Ambas aparecen reproducidas en F.A. Hayek, Socialism and War, ed. Bruce Caldwell, vol. 10
(1997) en The Collected Works of F.A. Hayek, capítulos 8 y 9.
39
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
40
INTRODUCCIÓN
De hecho, he avanzado mucho más este verano que otras veces por las mis-
mas fechas. Después de acabar con la corrección de pruebas de mi gran obra
(ahora Macmillan está dudando sobre si publicarla, y está más que lista), he
completado cinco capítulos históricos de mi nuevo libro, y ahora estoy su-
mergido en los primeros capítulos teóricos, los más difíciles.10
10. Carta, de F.A. Hayek a Fritz Machlup, el 13 de octubre de 1940, en los escritos de Machlup,
caja 43, carpeta 15, archivos del Instituto Hoover. El texto completo de la carta aparece reproducido
en el apéndice.
11. Al parecer, Hayek utilizó «Comte y Hegel» como conferencia inaugural en la Universidad de
Chicago.
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
12. Carta, de F.A. Hayek a Fritz Machlup, el 14 de diciembre de 1940/1 de enero de 1941, en los
escritos de Machlup, caja 43, carpeta 15, archivos del Instituto Hoover. El texto completo de la carta
aparece reproducido en el apéndice.
13. Carta, de F.A. Hayek a Fritz Machlup, el 31 de julio de 1941, en los escritos de Machlup, caja
43, carpeta 15, archivos del Instituto Hoover.
14. Carta, de F.A. Hayek a Fritz Machlup, el 19 de octubre de 1941, en los escritos de Machlup,
caja 43, carpeta 15, archivos del Instituto Hoover. El texto completo de la carta aparece reproducido en
el apéndice. El artículo en Nature al que se refiere Hayek, titulado «Planificación, ciencia y libertad»,
se ha reimpreso en F.A. Hayek, Socialism and War, capítulo 10. Obtendremos más información sobre
estos científicos socialistas (en su mayoría, naturalistas) más adelante en esta introducción.
42
INTRODUCCIÓN
15. Para una descripción más detallada de la decisión de Hayek, véase la introducción del edi-
tor en F.A. Hayek, The Road to Serfdom: Text and Documents, ed. Bruce Caldwell, vol. 2 (2007) de
The Collected Works of F.A. Hayek, pp. 9-15. Hayek expresó sus preocupaciones escuetamente en
una carta a Jacob Viner, en la que escribió: «A pesar de sentirme bastante optimista sobre la guerra,
no lo estoy en absoluto sobre la paz, o más bien, sobre el régimen económico que seguirá a la gue-
rra». Carta, de F.A. Hayek a Jacob Viner, el 1 de febrero de 1942, en los escritos de Jacob Viner, caja
13, carpeta 26, escritos sobre políticas públicas, Departamento de libros antiguos y colecciones espe-
ciales, biblioteca de la Universidad de Princeton, Princeton, NJ [Nueva Jersey].
16. Nunca podrá saberse con seguridad por qué eligió Hayek el título de «Individualismo: el ver-
dadero y el falso» para su obra. Dos títulos con los que posiblemente competía era: de Sidney Webb,
Socialism: True and False (Londres: The Fabian Society, 1894), una conferencia que presentó Webb
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
ante la Sociedad fabiana en 1894; de John Dewey, Individualism, Old and New (Nueva York: Minton,
Balch, and Co., 1930). Por otra parte, en relación con sus lectores irlandeses, también podría haber
respondido a los pasajes sobre el individualismo verdadero y falso que se encuentran en el escrito de
Oscar Wilde, «The Soul of Man under Socialism» [1891], reimpresión en The Writings of Oscar Wilde
(Nueva York: Wise, 1931), pp. 12-13.
17. Carta, de F.A. Hayek a John Nef, el 6 de noviembre de 1948, en los escritos de Hayek, caja
55, carpeta 1, archivos del Instituto Hoover.
18. F.A. Hayek, The Counter-Revolution of Science: Studies on the Abuse of Reason (Glencoe,
IL: Free Press, 1952; reimpresión, Indianápolis, IN [Indiana]: Liberty Press, 1979).
19. F.A. Hayek, prefacio a la edición alemana, en este volumen, pp. 447-448.
44
INTRODUCCIÓN
Lo que hasta ahora había sido el mayor logro de la mente humana (las téc-
nicas de controlar las fuerzas de la naturaleza), aplicado a la sociedad, toda-
vía puede demostrar la causa de su destrucción.20
20. Notas, en los escritos de Hayek, caja 107, carpeta 17, archivos del Instituto Hoover.
21. En este volumen, p. 136.
22. Ibíd., p. 139. Hayek escribió en una de las notas del proyecto: «Utilizo “cientista” porque desea
ser científico, pero no lo es». Véase en notas, en los escritos de Hayek, caja 107, carpeta 17, archivos
del Instituto Hoover.
45
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
lo son las acciones que siguen a las opiniones. Sin embargo, el hecho de que
seamos capaces de comunicarnos con otras personas en el mundo sugiere que
nuestras mentes operan de forma similar. A pesar de que las estructuras de
las mentes humanas puedan ser similares, los humanos tienen diferentes
creencias subjetivas: nuestro conocimiento «solo existe en la forma dispersa,
incompleta e inconsistente que aparece en muchas mentes individuales».23
Y mientras lo describe con la palabra «inconsistente», una mayor implicación
de la naturaleza subjetiva de las creencias indica que puedan ser falsas. Hayek
resume el argumento sobre la materia de estudio de las ciencias sociales con
las siguientes palabras:
Debemos partir de lo que los hombres piensan y quieren hacer: del hecho
de que los individuos que forman la sociedad tienen como guía de sus actos
una clasificación de cosas y eventos en concordancia con un sistema de per-
cepciones sensoriales y de conceptos que tiene una estructura común a todos
ellos que nosotros conocemos, porque también nosotros somos hombres; y
que el conocimiento concreto que posean los individuos será distinto en as-
pectos importantes. […] La sociedad tal y como la conocemos se ha desarro-
llado sobre la base de los conceptos y las ideas que la gente sostiene; por lo
que solo podemos identificar los fenómenos sociales en la medida en que es-
tos tengan un reflejo en la mente de los hombres.24
23. Ibíd., p. 156. Que nuestras creencias son subjetivas y nuestro conocimiento, disperso, es algo
que Hayek ya había afirmado por primera vez en «Economía y conocimiento». Véase F.A. Hayek,
«Economics and Knowledge», Economica, nueva serie, vol. 4, febrero de 1937, pp. 33-54, reimpre-
sión en F.A. Hayek, Individualism and Economic Order (Chicago: University of Chicago Press, 1948),
pp. 33-56. El ensayo aparecerá en el próximo volumen de Obras completas.
24. En este volumen, p. 162.
46
INTRODUCCIÓN
Este sencillo ejemplo gana significado cuando se observa que muchos fe-
nómenos sociales y económicos son susceptibles a tipos similares de expli-
cación. En estos se incluyen tanto el tipo de composición de instituciones que
Menger había descrito, como el proceso que subyace bajo el funcionamiento
de los mercados:
47
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Mediante el uso del método compositivo para explicar cómo las acciones
individuales crean mayores procesos sociales, estructuras e instituciones, Ha-
yek pasa al papel principal del cientista social.
Hayek extrae una conclusión mucho más importante del argumento. Dado
el a veces extenso número de elementos cuyas interacciones crean estructu-
ras e instituciones sociales, el cientista social será en pocas ocasiones capaz de
predecir resultados precisos: uno puede describir con precisión cómo se for-
mará un sendero, sin embargo, lo normal es que no sea capaz de predecir su
posición exacta. Esto le lleva a distinguir entre las explicaciones que permi-
ten la predicción y aquellas que solo pueden describir el principio por el cual
se produce un fenómeno. Dada la naturaleza de nuestros materiales, las «ex-
plicaciones del principio» y «las predicciones cualitativas» suelen ser lo me-
jor que podemos hacer en las ciencias sociales.28 Hayek conservará y enfa-
tizará a lo largo de su vida esta conclusión fundamental sobre los límites de
las ciencias sociales.
Una vez dispuesto su planteamiento preferido, Hayek se centra en una
crítica a los diferentes planteamientos cientistas. Identifica tres tipos am-
plios de pensamiento cientista. Todos ellos aplican métodos que funcionan
en las ciencias naturales al objeto de estudio de las ciencias sociales, de for-
ma que niegan los aspectos básicos de los fenómenos que se estudian.
Así pues, aquellos que exigen un planteamiento más «objetivista» niegan
la naturaleza subjetiva de los datos de las ciencias sociales. Entre los parti-
darios de este planteamiento que Hayek identifica se encuentran: Auguste
Comte, quien menosprecia el uso de la introspección; behavioristas de dife-
rentes ramas, quienes quieren limitar su ciencia a la identificación de correla-
ciones entre estímulos observables y respuestas de conducta; fisicalistas como
el filósofo Otto Neurath, al que Hayek malinterpretó, diciendo que insistía
en que los términos de las teorías cientistas deberían referirse únicamente a
lo que podía observarse.29
48
INTRODUCCIÓN
Cambridge Journal of Economics, vol. 28, 2004, pp. 431-447. Sobre el argumento que los intérpre-
tes de Neurath han revisado para dar coherencia a unos escritos de un pensador un tanto desorde-
nado, véase Bruce Caldwell, «Book Review: Elisabeth Nemeth, Stefan Schmitz, and Thomas Uebel,
eds., Otto Neurath’s Economics in Context», Journal of the History of Economic Thought, vol. 31,
diciembre de 2009, de próxima publicación.
30. Sobre Keynes, véanse, por ejemplo, los comentarios de Hayek sobre la «visión macroscópica»
en la p. 194.
31. Ibíd., pp. 212-213.
49
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
50
INTRODUCCIÓN
51
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
36. Notas, en los escritos de Hayek, caja 107, carpeta 17, archivos del Instituto Hoover. En esta
sección, relacionaré algunos de los enunciados en el esbozo de capítulos propuesto por Hayek con al-
gunas «experiencias y observaciones independientes» a las que hace referencia en esta nota.
52
INTRODUCCIÓN
37. Carl Menger, Principles of Economics, traducido por James Dingwall y Bert E. Hoselitz (Nue-
va York: New York University Press, 1976). Por supuesto, este tema es claramente visible en el en-
sayo de Hayek de «Cientismo».
53
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
38. Hayek, en su esbozo, se refería a ellos como la escolta espiritual, más que intelectual. La ex-
presión «escolta intelectual de Hohenzollerns» fue utilizada por el fisiólogo Emil du Bois-Reymond,
también rector de la Universidad de Berlín y presidente de la Academia Prusiana de las Ciencias, duran-
te un discurso en 1870. Véase Emil du Bois-Reymond, A Speech on the German War (Londres: Bentley,
1870), p. 31.
54
INTRODUCCIÓN
de los fenómenos sociales. Al considerar este hecho como una enorme de-
bilidad, Menger lanzó un ataque metodológico contra sus adversarios en el
Methodenstreit. Hayek siguió una estrategia similar en el proyecto del Abu-
so de la razón.
A principios de siglo, un nuevo adversario para los economistas austria-
cos, los austromarxistas, salieron en escena. Böhm-Bawerk y Wieser, la «se-
gunda generación» de economistas austriacos, eran partidarios del plantea-
miento marginalista para valorar la teoría, que se oponía por completo a la
teoría del valor del coste de producción de los clásicos. Un destacado defen-
sor de la variante de la teoría clásica era Karl Marx, cuya teoría del valor del
trabajo era el centro de la explicación del origen de la plusvalía, y un elemento
clave de la teoría de la explotación del proletariado. Así pues, la teoría del
valor marxista se convirtió en un objetivo natural para los austriacos. Tras
la devastadora crítica de Böhm-Bawerk en 1896 del tercer y último volumen
de Das Kapital, a los economistas austriacos se los consideró los críticos más
destacados del marxismo.39
Mientras Böhm-Bawerk y las críticas de otros de la teoría del valor mar-
xista provocaron que algunos socialistas abandonaran la teoría del valor del
trabajo, otros salieron en su defensa, entre ellos, los austromarxistas. Esto con-
dujo a un famoso debate en el seminario de economía de Böhm-Bawerk entre
Böhm-Bawerk y Otto Bauer, el líder joven y brillante de los austromarxis-
tas, quien llegó a liderar el Partido Socialdemócrata de Austria tras la guerra.
Entre otros participantes del seminario se encontraban el teórico marxista
Rudolf Hilferding, que había publicado él mismo una crítica de la posición
de Böhm-Bawerk sobre Marx, así como Joseph Schumpeter y Ludwig von
Mises.40 Tras participar en estos debates sobre el problema de transforma-
ción y la teoría del valor de Marx, los economistas austriacos se instruye-
ron exhaustivamente en los matices de la teoría marxista, y de hecho definie-
ron su propio planteamiento, al menos en parte en contraposición con esta.
39. Véase Eugen von Böhm-Bawerk, Karl Marx and the Close of his System (Londres: Fisher
Unwin, 1898), reimpresión en Karl Marx and the Close of his System/Böhm-Bawerk’s Criticism of
Marx, ed. Paul Sweezy (Nueva York: Kelley, 1949; reimpresión, 1975), pp. 3-118.
40. Véase Rudolf Hilferding, Böhm-Bawerk’s Criticism of Marx, en Karl Marx and the Close
of His System/ Böhm-Bawerk’s Criticism of Marx, pp. 121-196.
55
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
41. Véase Ludwig von Mises, «Economic Calculation in the Socialist Commonwealth», tradu-
cido por S. Adler, en Collectivist Economic Planning, ed. F.A. Hayek (Londres: George Routledge and
Sons, 1935; reimpresión, Clifton, NJ: Kelley, 1975), pp. 87-130; Socialism: An Economic and Sociological
Analysis, traducido por J. Kahane (Londres: Cape, 1936; reimpresión, Indianápolis, IN [Indianápolis]:
Liberty Classics, 1981). Para más información sobre este episodio, véase la «Introducción» a F.A. Hayek,
Socialism and War, pp. 2-10. Hayek critica el cálculo in natura en el ensayo de «Cientismo»: véase
en este volumen, pp. 241-242.
42. Véanse los debates de Neurath en George A. Reisch, How the Cold War Transformed Philosophy
of Science: To the Icy Slopes of Logic (Cambridge: Cambridge University Press, 2005).
43. Otto Neurath, «Empirical Sociology: The Scientific Content of History and Political Economy»,
en Empiricism and Sociology, Marie Neurath y Robert S. Cohen, eds. (Dordrecht, Holanda: D. Reidel,
1973), p. 349.
56
INTRODUCCIÓN
57
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
44. F.A. Hayek, «Introducción», en Money, Capital, and Fluctuations: Early Essays, ed. Roy
McCloughry (Chicago: University of Chicago Press, 1984), p. 2.
45. Wesley Clair Mitchell, Business Cycles (Berkeley, California: University of California Press,
1913).
58
INTRODUCCIÓN
46. Entre los economistas de Columbia que apoyaban el institucionalismo se encontraban J.M.
Clark, Frederick C. Mills, Robert Hale, Paul Brissenden y Rexford Tugwell. Véase Malcolm Rutherford,
«Institutional Economics at Columbia University», History of Political Economy, vol. 36, primavera
de 2004, pp. 31-78.
47. Un estudiante recogió los apuntes de la clase del curso 1934-1935 mediante taquigrafía: véase
Wesley Clair Mitchell, Lecture Notes on Types of Economic Theory, 2 vols. (Nueva York: Augustus
M. Kelley, 1949); cf. Wesley Clair Mitchell, Types of Economic Theory: From Mercantilism to Institu-
tionalism, ed. Joseph Dorfman, 2 vols. (Nueva York: Kelley, 1967-1969). La edición de Dorfman cuenta
con una gran cantidad de material adicional (programas del curso, notas de otras versiones de la cla-
se, etc.), así que es más completa, pero estas añadiduras también hacen que sea más difícil seguir la
narrativa de Mitchell. He utilizado las notas del curso 1934-1935 como base de mis comentarios en
el texto. Evidentemente, puede que haya habido algunas alteraciones en el énfasis de las clases del
mencionado curso en comparación con aquellas a las que Hayek acudió, en el curso de 1923-1924,
aunque tal y como señala Rutherford, en «Institutional Economics at Columbia University», p. 64,
las opiniones expresadas por Mitchell debieron modificarse un poco, si eso, en la década de 1930.
48. Mitchell, Lecture Notes, vol. 1, pp. 58-59.
49. Ibíd., pp. 178-179. Mitchell hizo un importante apunte, y es que si se consideran las tres cla-
ses de Ricardo, como ni los patrones ni los trabajadores leen mucho, ¡solo quedan los capitalistas como
público!
59
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
50. En un principio, Mitchell tituló su clase «Historia del Pensamiento Económico y la Psicolo-
gía Económica». Describió el objetivo de la clase en una carta de 1912 (es decir, cuando la estaba desa-
rrollando por primera vez) de la siguiente manera: «Primero, lo que estoy intentando es estudiar las
características de las suposiciones psicológicas, tácita o explícitamente presentes en todos los escri-
tos sobre economía, y observar hasta qué punto se saltan las normas con lo que realmente sabemos
sobre las características de la actividad del ser humano». Lucy Sprague Mitchell, Two Lives: The Story
of Wesley Clair Mitchell and Myself (Nueva York: Simon and Schuster, 1952), p. 234; cf. p. 164.
51. Mientras Blackstone ensalzaba las virtudes de la constitución inglesa, Bentham la considera-
ba, junto con la tradición del derecho consuetudinario, un obstáculo en el camino de las reformas. La
antipatía de Mitchell hacia las opiniones de Blackstone era evidente cuando afirmaba que «Blackstone
era un hombre que adoraba la constitución inglesa con tal idolatría que ningún abogado estadouni-
dense podía exceder cuando contemplaba nuestro propio instrumento fundamental del gobierno», en
Mitchell, Lecture Notes, vol. 1, p. 92. Mitchell había sido compañero de Charles Beard en la New School
entre 1919 y 1922, por lo que estaba al corriente, aunque sin defenderlo, del argumento de Beard en
An Economic Interpretation of the Constitution of the United States (Nueva York: Macmillan, 1913),
según el cual el objetivo principal de los fundadores, en la creación de la constitución estadounidense,
era proteger los intereses sobre la propiedad de las clases altas.
60
INTRODUCCIÓN
penal.52 Mitchell concluyó que los Filósofos Radicales tuvieron éxito en im-
pulsar ciertas reformas no por sus teorías de la naturaleza humana (que, se-
gún él eran incorrectas), sino porque sus ideas combinaban muy bien con los
tipos de cambios que los partidos poderosos e interesados ya habían favore-
cido. Para disgusto de Mitchell, sus ideas sobre la naturaleza humana debían
persistir en los escritos de futuros economistas.53
Si bien Bentham proporcionó una teoría falsa de la naturaleza humana,
más daño hizo David Ricardo, quien proporcionó a los economistas su méto-
do de análisis. Mitchell alababa a Ricardo por su comprensión de los hechos
y por reformar su ideología, pero criticaba su método de proveer «análisis in-
telectuales abstractos» en los que remplaza los «intereses» por «el placer y el
dolor» de Bentham para explicar la determinación de las acciones compar-
tidas.54 Cuando este planteamiento lo copiaron sus seguidores menos astutos,
quienes imprudentemente extrajeron conclusiones basadas en los modelos
simplificados, la ciencia de la economía política cayó, con razón, en descrédi-
to. Mitchell lamentaba que a Thomas Robert Malthus y a otros economis-
tas que estaban más orientados al empirismo se les considerara en general
menos economistas cuando se los comparaba con Ricardo y su tradición.
Del mismo modo, Mitchell era escéptico de la revolución marginal de la
década de 1870, en la que las teorías clásicas del valor del coste de produc-
ción fueron reemplazadas por una teoría subjetiva del valor. A pesar de los
cambios en terminología (por ejemplo, Alfred Marshall sustituyó «gratifi-
52. El panóptico, la novedosa prisión que Bentham diseñó, se parecía más a un molino que se
pondría a «moler verdaderos delincuentes y trabajadores ociosos». Mitchell, Lecture Notes, vol. 1, p.
103.
53. «Debido a que tales nociones sobre la naturaleza humana han desempeñado tan grandioso
papel en la creación del tipo de teoría económica que hemos tenido, y hasta cierto punto todavía la
seguimos teniendo, me parece indispensable extenderse tal longitud, tal y como he hecho con la obra
de Bentham». Mitchell, Lecture Notes, vol. 1, p. 112. Acuérdense de que fue el profesor de Mitchell,
Veblen, el que proporcionó la famosa y desdeñosa descripción del «hombre económico racional»:
«El concepto hedonista del hombre es el de una calculadora rápida como el rayo de placeres y dolo-
res que oscilan como una gota homogénea de deseo de la felicidad bajo el impulso de los estímulos
que los llevan cerca del área, pero los dejan intactos». Thorstein Veblen, «Why Is Economics Not an
Evolutionary Science?», Quarterly Journal of Economics, vol. 12, julio de 1898, p. 389.
54. Mitchell, Lecture Notes, vol. 1, p. 153.
61
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
62
INTRODUCCIÓN
58. Entre los documentos más antiguos de la colección de Hayek y su correspondencia con
Mitchell, véase en los escritos de Hayek, caja 38, carpeta 28, archivos del Instituto Hoover. Stephen
Kresge sugiere que la preocupación de Hayek sobre las implicaciones temporales en el análisis eco-
nómico, y probablemente también la idea de que la economía estudia los fenómenos complejos, pue-
de tener origen en sus interacciones con Mitchell. Véase su introducción a F.A. Hayek, Good Money,
Part I: The New World, ed. Stephen Kresge, vol. 5 (1999) de The Collected Works of F.A.: Hayek, pp.
7-8.
59. De ahí que las primeras cuatro entradas en «La fase estadounidense» del esbozo de Hayek
estén dedicadas a la influencia alemana, el pragmatismo, el behaviorismo y el institucionalismo. Pue-
de que Hayek hubiera estado expresando su reacción a todo esto cuando escribió en una de las notas
para su proyecto lo siguiente: «Si no hace más que demostrar lo gastado que está el actual debate,
considerado como moderno o progresista, y lo poco de original y radical que hay en estas ideas que
eran extrañas para nuestros abuelos, pero que sin embargo siguen siendo redescubiertas y trilladas
como si fueran las últimas novedades». Notas, en los escritos de Hayek, caja 107, carpeta 17, archivos
del Instituto Hoover.
63
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
para Hayek era que, a pesar de que hombres como Neurath, Mitchell y los
economistas de la Escuela Histórica Alemana tenían opiniones políticas y pro-
gramas muy distintos, todos compartían opiniones similares sobre los méto-
dos y el papel de la ciencia en moldear la sociedad venidera.60
Todavía debemos mencionar otra forma en la que el viaje a Estados Uni-
dos pudo afectar a Hayek. Más tarde, declaró en entrevistas que su atracción
por el liberalismo inglés se formó mientras estaba en Estados Unidos, cuan-
do leía él solo en sus «tardes libres»:
60. No es que fuera el único en realizar tales comparaciones: el propio Mitchell dijo de John R.
Commons que su «contribución pertenece al tipo institucional de economía, representado en Alemania
por Sombart; en Inglaterra, por los Webb; en Estados Unidos, por Veblen y muchos otros jóvenes».
Wesley Clair Mitchell, «Commons on the Legal Foundations of Capitalism», American Economic
Review, vol. 14, junio de 1924, p. 253. Por aquel entonces, se consideraba a Sombart representante
(uno de los últimos) de la Escuela Histórica. Más adelante se hablará de los Webb.
61. F.A. Hayek, en W.W. Bartley III, «Inductive Base», p. 64. Bartley tenía que haber sido el bió-
grafo oficial de Hayek, pero murió en 1990, dejando así el trabajo inacabado. Bartley tituló, jugue-
tonamente, la colección de entrevistas inéditas de Hayek bajo el título «Inactive Base», porque eran
los «hechos» sobre los que se construiría la biografía.
64
INTRODUCCIÓN
62. Mitchell se refería a Mill como un «gran emancipador», teniendo en cuenta que se le consi-
deraba «un gran líder espiritual […] que representaba todo lo bueno y precioso de las aspiraciones
morales de quienes tenían fe en el uso de la inteligencia humana como medio para mejorar el incierto
futuro de la humanidad». Mitchell, Lecture Notes, vol. 1, pp. 183, 240. Cf. Mitchell, Types of Economic
Theory, vol. 1, p. 600: «Aquellos que consideran a Mill como un simple economista político suelen
ignorar a Mill el socialista, y suelen defender que valoraba menos los aspectos técnicos de su trabajo
que su descubrimiento de que las disposiciones institucionales estaban sujetas al control social».
63. Por ejemplo: «La publicación de “Political Economy” de John Stuart Mill en 1848 marca con-
venientemente el límite de la antigua economía individualista. Cada edición del libro de Mill se hacía
cada vez más socialista. Tras su muerte, el mundo descubriría la historia personal, escrita de su propio
puño y letra, de su evolución, de simple político demócrata a socialista convencido». Sidney Webb,
«Historic», en Fabian Essays in Socialism, ed. George Bernard Shaw (Garden City, NY: Doubleday,
[1889] 1961), p. 80. Sentimientos similares pueden encontrarse, por ejemplo, en L.T. Hobhouse, Li-
beralism [1906], reimpresión en Liberalism and Other Writings, ed. James Madowcroft (Cambridge:
Cambridge University Press, 1994), pp. 51-55; Harold Laski, The Rise of Liberalism: The Philosophy
of a Business Civilisation (Nueva York: Harper and Brothers, 1936), p. 293.
65
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
64. Los parecidos entre la tecnocracia y los movimientos de la energía en Alemania y en otras
partes están anotados en el ensayo de «Cientismo» de Hayek, en este volumen, p. 242, nota 7.
65. En otra entrevista inédita, Hayek concluye la descripción de cómo sentía que se estaba con-
virtiendo en inglés con gran rapidez tras llegar a Londres, con las siguientes palabras: «Pero la trage-
dia de esto es que me he convertido en un inglés del siglo XIX». F.A. Hayek, en W.W. Bartley III, «En-
trevista, verano de 1984, en St. Blasien». Por el esbozo del libro parece que Hayek planeaba describir
los cambios que habían tenido lugar en Gran Bretaña hacia «el socialismo Tory», que se refiere al ac-
tivismo reformista asociado al primer ministro conservador, Benjamin Disraeli, así como a la casi con-
temporánea aparición del pensamiento evolutivo, el socialismo fabiano y otras variantes inglesas del
positivismo a mediados y finales del siglo XIX.
66
INTRODUCCIÓN
66. Para más información sobre este asunto, véase Ralf Dahrendorf, LSE: A History of the London
School of Economics and Political Science, 1895-1995 (Oxford: Oxford University Press, 1995), p. 20.
67. De ahí la lógica del capítulo titulado «The End of Free Trade» en el esbozo de Hayek.
68. F.A. Hayek, «The Trend of Economic Thinking», en The Trend of Economic Thinking, W.W.
Bartley III y Stephen Kresge, eds., vol. 3 (1991) en The Collected Works of F.A. Hayek, pp. 17-34. No
es ninguna coincidencia que el título de Hayek evoque el del libro editado de Rexford Tugwell en 1924,
The Trend of Economics.
67
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
69. En el primer párrafo del memorándum encontramos estas palabras: «La persecución de los
marxistas, y de los demócratas en general, tiende a ocultar el hecho fundamental de que el socia-
lismo nacional es un movimiento socialista genuino cuyas ideas principales son el fruto final de las
tendencias antiliberales, que habían estado ganando terreno sin parar en Alemania desde los últi-
mos días de la era de Bismarck, y que llevó a la mayoría del intelecto alemán primero a un “socia-
lismo de cátedra” y, más tarde, al marxismo en su forma social-demócrata o comunista». El memo-
rándum a Beveridge aparece reproducido en F.A. Hayek, The Road to Serfdom: Text and Documents,
pp. 245-248. La introducción del editor al volumen, pp. 4-5, ofrece más detalles sobre el memorán-
dum a Beveridge.
70. Véase, por ejemplo, Harold Laski, The Rise of Liberalism, p. 283: «En resumen, el fascismo
surge como la técnica institucional del capitalismo en su fase de contracción».
71. Hayek, ed. Collectivist Economic Planning. Los dos ensayos de Hayek en el libro aparecen
reimpresos en F.A. Hayek, Socialism and War, capítulos 1 y 2.
72. Por ejemplo, Oskar Lange, «On the Economic Theory of Socialism», en On the Economic Theory
of Socialism, ed. Benjamin E. Lippincott (Mineápolis: University of Minnesota Press, 1938; reimpresión,
68
INTRODUCCIÓN
Nueva York: McGraw Hill, 1956), pp. 57-143. El escrito de Lange se publicó originalmente en dos par-
tes en la revista Review of Economic Studies en 1936 y 1937.
73. La omnipresencia de la llamada a la planificación se enfatiza en Arthur Marwick, «Middle
Opinion in the Thirties: Planning, Progress and Political “Agreement”», English Historical Review,
vol. 79, abril de 1964, pp. 285-298.
74. Sidney y Beatrice Webb, Soviet Communism: A New Civilisation, 2.ª ed. (Londres: Longmans,
Green, 1937), p. 1133.
69
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
75. Tal y como Hayek escribiría más tarde a Michael Polanyi: «Le doy una gran importancia a
estos argumentos pseudocientíficos sobre que se está cumpliendo eficazmente la organización social,
y cada vez me asusta más el efecto de la propaganda del séquito de Haldane, Hogben, Needham y un
largo etcétera». Carta de F.A. Hayek a Michael Polanyi, 1 de julio de 1941, en los escritos de Michael
Polanyi, caja 4, carpeta 7, Colecciones Especiales del Centro de Investigación, biblioteca de la Univer-
sidad de Chicago. Para más información sobre «los hombres de la ciencia», véase Gary Werskey, The
Visible College: The Collective Biography of British Scientific Socialists of the 1930s (Nueva York:
Holt, Rinehart y Winston, 1978), Caldwell, Hayek’s Challenge, pp. 232-241, y también en esta intro-
ducción, nota 14.
76. F.A. Hayek, «A “Scientific” Civilisation: The Webbs on Soviet Communism», Times (Londres),
domingo, 5 de enero de 1936, p. 11. La reseña de Hayek se reproduce en Hayek, Socialism and War,
pp. 239-242.
77. Hayek, «Freedom and the Economic System», p. 197.
70
INTRODUCCIÓN
Así pues, la experiencia de Hayek era que, tal y como los economistas de
la Escuela Histórica ya habían reiterado, a pesar de que cada nación tenía su
propia y única evolución histórica, ciertos temas recurrentes eran eviden-
tes en el pensamiento del intelecto y la élite científica de la Europa occiden-
tal, Gran Bretaña y Estados Unidos durante el período de entre guerras, temas
que habían empezado a filtrarse libremente en los discursos públicos. Una
suposición clave era que los fallos del liberalismo tradicional eran irrever-
sibles: que en un mundo de producción a gran escala, cárteles y capitalismo
monopolístico, ya nadie podía depender de las fuerzas de la competencia para
restringir el poder de los grandes negocios; que en un mundo de crisis cícli-
cas de larga duración, la falsedad de la noción de las fuerzas autoestabiliza-
doras del mercado parecía ser fácilmente demostrable. En todos lados, se utili-
zaban estos argumentos para insinuar que la planificación de cualquier tipo,
con propuestas que iban desde la intervención poco sistemática hasta la vi-
sión tecnócrata, pasando por la nacionalización pura y dura, era necesaria para
explicar las decisiones sobre producción y distribución en la nueva era de ple-
nitud. Seguidamente, se observó que nuestro conocimiento de los procesos
y fenómenos sociales se había quedado bastante atrás con respecto a los ti-
pos de conocimiento que se producen en las ciencias naturales, y de nuevo,
se situaba al culpable (lo situaban, sobre todo, los científicos naturalistas de
Gran Bretaña) ante las puertas del capitalismo. Sin embargo, en la nueva épo-
ca que estaba a punto de llegar, los cientistas y los ingenieros desempeña-
ron un papel esencial, tanto en facilitar la transición a la nueva sociedad plani-
ficada como en proveer la destreza para hacer que todo funcionara. Finalmente,
los «experimentos» comunistas y fascistas que habían tenido lugar en Rusia
y en el continente relacionado con la profundidad e intensidad de la Gran de-
presión crearon un sentido de la urgencia dramático.
Era evidente que los individuos como Neurath, los Webb y Mitchell discre-
paban radicalmente el uno del otro sobre política, lo que abarcaba el espec-
tro del marxismo al socialismo fabiano, pasando por el progresismo estado-
unidense. Lo que quería demostrar Hayek era que la mejor esperanza que se
tenía para construir un mundo en el que la libertad y la prosperidad pudie-
ran coexistir consistía en que, a pesar de que tales autores discrepaban enor-
memente en política, podían ponerse de acuerdo sobre la planificación. Daba
igual desde dónde se partía o hacia dónde se esperaba llegar, «la planificación
71
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
78. Así, el libro de Barbara Wooton, en respuesta a The Road of Serfdom de Hayek, llevaría el
título de Freedom under Planning (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1945). Por su
parte, Wesley Clair Mitchell ayudó en el Consejo Nacional de Planificación de Roosevelt (más tarde
se llamó Consejo Nacional de Recursos). Mientras Mitchell escribía a principios de la década de 1950,
su mujer podía notar que Mitchell «tenía fe en el principio de la “planificación”, dado que estaba basa-
do en un conocimiento real de las situaciones planificadas por y para las consecuencias cuyo resul-
tado sería otras situaciones parecidas». Mitchell, Two Lives, p. 367.
79. Notas, en los escritos de Hayek, caja 107, carpeta 17, archivos del Instituto Hoover.
80. Véase Émile Durkheim, Socialism and Saint-Simon, ed. Alvin Gouldner, traducido por Char-
lotte Sattler (Yellow Springs, OH: Antioch Press, 1958), pp. 104-105. Este último se trata de una tra-
ducción de las conferencias dadas por Durkheim, y publicadas por primera vez en 1928 bajo el título
de Le socialisme, editado por Marcel Mauss. Hayek tampoco citó a Max Weber, a pesar de que clara-
mente utiliza las críticas de este último sobre el historicismo, en el capítulo 7. Esto nos lleva a tener
cuidado con los dardos, lanzados por Bill Bartley, filósofo popperiano, biógrafo de Hayek y primer
editor general de The Collected Works of F.A. Hayek, de que Hayek era menos que generoso para con
sus predecesores, y Popper, menos que generoso para con sus seguidores.
72
INTRODUCCIÓN
81. Elie Halévy, L’ère des tyrannies: Études sur le socialisme et la guerre (París: Librarie Gallimard,
1938), traducido como The Era of Tyrannies por R.K. Webb (Nueva York: New York University Press,
1965), pp. 99-104. Hayek publicó una traducción de parte del argumento de Halévy en el mismo número
de la revista Economica en el que apareció la primera parte del artículo «Contrarrevolución». En él,
Halévy, al igual que Hayek, afirmaba que «el socialismo, en su forma original, no es ni liberal ni de-
mocrático, sino que se refiere a una sociedad organizada y jerárquica. Esto es especialmente cierto en
el socialismo sansimoniano». Véase Elie Halévy, «The Era of Tyrannies», traducido por May Wallas,
Economica, nueva serie, vol. 8, febrero de 1941, pp. 77-93.
82. Tal y como escribió en la penúltima frase del último capítulo: «Nuestro deber específico con-
siste en reconocer las corrientes intelectuales que siguen conformando la opinión pública, analizar su
significado y, si fuere el caso, refutarlas». Véase el capítulo 17, p. 421.
73
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Así pues, hasta ahora hemos trazado los posibles orígenes de las ideas de
Hayek, ideas que, examinadas en el contexto de su tiempo, parecen tanto
comprensibles como razonables. Sin embargo, puede que hayan surgido otras
cuestiones sobre su tesis. En especial, investigaremos a continuación la ido-
neidad de la descripción histórica, la cambiante definición de «cientismo» y,
finalmente, hasta qué punto siguen teniendo resonancia sus afirmaciones
hoy en día.
83. Notas, en los escritos de Hayek, caja 107, carpeta 17, archivos del Instituto Hoover.
84. Œuvres de Saint-Simon et d’Enfantin (París: E. Dentu, 1865-1878); Auguste Comte, Cours
de philosophie positive, 6 vols. (París: Bachelier, 1830-1842); Système de politique positive, 4 vols.
(París: L. Mathias, 1851-1854). La capacidad de Hayek para trabajar sobre todos estos volúmenes es
la prueba de su autodisciplina académica y resistencia, tal y como queda evidente en el relato de su
contenido. La aguda observación al final del capítulo 16, p. 393, sobre «por qué esta influencia en Comte
debería haber sido mucho más efectiva de forma indirecta, así aquellos que intentaran estudiar su obra
no tendrían dificultad alguna en entenderla», revela un autocontrol formidable. Puede que también
74
INTRODUCCIÓN
fuentes. Durante el inicio del proyecto, escribió a William Rappard para im-
plorarle que le mandara algunos títulos de Suiza, más tarde se quejó a Mach-
lup por no haber sido capaz de conseguir todos los libros que necesitaba.85
La prueba de su determinación en este aspecto la representa una lista (des-
cubierta entre los papeles relacionados con el proyecto) de veinticinco libros
y dos diarios titulados «Al parecer todas estas obras no están en las bibliote-
cas de Londres ni de Cambridge».
¿Qué pasaba con los resultados de sus esfuerzos? Al menos un entendi-
do lector contemporáneo fue generoso en su alabanza. El eminente teórico
económico e historiador del pensamiento, Jacob Viner, escribió a Hayek: «Aca-
bo de leer su “Contrarrevolución de la ciencia” y me gustaría decirle lo mucho
que lo he disfrutado. La mayor parte de los contenidos eran nuevos para mí,
y ha manejado una gran cantidad de material complicado de forma magis-
tral».86 Viner llegó incluso a pedirle una separata para dársela a un compa-
ñero que estaba trabajando en la historia de las ideas: «Le voy a dejar mi co-
pia para que se la lea, pero le encantaría tener la suya propia».87
Puede que también sea apropiado señalar que la decisión de Hayek de
empezar la descripción con Saint-Simon habría tenido sentido para los lec-
tores de su tiempo, debido al asombroso número de similitudes entre los días
sea comprensible que tras haberse tomado el tiempo de estudiar a los autores franceses, Hayek consi-
derara que el siguiente paso ya era demasiado: en una entrevista comentó haber dejado de trabajar
en la descripción histórica porque «el siguiente capítulo histórico tendría que versar sobre Hegel y
Marx, y no podría soportar una vez más sumergirme en esos asuntos tan espantosos». F.A. Hayek,
«Nobel Prize-Winning Economist», ed. Armen Alchian. Transcripción de una entrevista grabada en
1978 bajo los auspicios del Programa de Historia Oral, Biblioteca de la Universidad, UCLA, 1983.
Transcripción de historia oral número 300/224, Departamento de colecciones especiales, Charles E.
Young Research Library, UCLA, p. 279. Para más información sobre su reacción ante Hegel, véanse
sus comentarios en el capítulo 17, p. 403.
85. Carta, de F.A. Hayek a Rappard, el 12 de diciembre de 1940, en los escritos de William Rappard,
J.I. 149, 1977/135, caja 23, Archivo federal de Suiza, Bern; Cartas de Hayek a Machlup, el 7 de abril
de 1941 y 19 de octubre de 1941, en los escritos de Machlup, caja 43, carpeta 15, archivos del Instituto
Hoover. La carta del 19 de octubre de 1941 aparece reproducida en el apéndice de este volumen.
86. Carta, de Jacob Viner a F.A. Hayek, el 7 de diciembre de 1941, en los escritos de Jacob Viner,
caja 13, carpeta 26, escritos sobre políticas públicas, Departamento de libros antiguos y colecciones es-
peciales, biblioteca de la Universidad de Princeton, Princeton, Nueva Jersey.
87. Ibíd.
75
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
88. Tal y como menciona Harold Laski, The Rise of Liberalism, p. 282: «En resumen, para com-
prender nuestra propia época, debemos situarnos en la época de la Reforma o en el período de la Re-
volución Francesa».
89. «Espíritu de nuestro tiempo» era el título de una colección de ensayos escritos por John Stuart
Mill para el Examiner en 1831. Se reimprimieron en John Stuart Mill, The Spirit of the Age (Chicago:
University of Chicago Press, 1942), y Hayek proporcionó un ensayo a modo de introducción para el
libro, titulado «John Stuart Mill at the Age of Twenty-Five». Hayek utiliza dicha frase al principio
del capítulo 9 del ensayo de «Cientismo», en el que afirma que la exigencia del control consciente de
los procesos sociales «expresa, acaso con mayor claridad que cualquier otro de sus clichés, el peculiar
espíritu de nuestro tiempo». Véase en este volumen, p. 229.
90. Véase el capítulo 12, p. 287.
91. «Los sansimonianos me parecen una bella ilustración del tipo de carácter que encontré en el
Círculo de Viena. […] El parecido entre Carnap y algunos de ellos es increíble». F.A. Hayek, en una
entrevista inédita grabada por W.W. Bartley III, Friburgo, 28 de marzo de 1984. En la entrevista inédita
76
INTRODUCCIÓN
con Bartley con fecha «Verano de 1984, en St. Blasien», Hayek afirmó que J.D. Bernal «me parecía
representar una nueva visión que he intentado analizar en “La contrarrevolución de la ciencia”, una
visión muy dominante», en Cambridge.
92. Así, en sus notas comentó lo siguiente: «Nos preocupa mucho la historia de las ideas […],
los hombres como figuras representativas en cuyas ideas se manifiestan ellos mismos, pero que ni
intentarán debatir los sistemas de pensamiento de los individuos ni nosotros pretendemos afirmar
que las ideas solo actúan a través de ellos». Notas, en los escritos de Hayek, caja 107, carpeta 17, archi-
vos del Instituto Hoover.
93. Véase una defensa del planteamiento, por ejemplo, en R.K. Webb, traductor de The Era of
Tyrannies de Elie Halévy, quien afirmó en el prólogo al libro, p. 13., que «la obra de Halévy es una
justificación concluyente del carácter esencial de la tesis y el argumento de las obras históricas». El
planteamiento de Hayek tenía elementos en común con el de Schmoller y Mitchell con respecto a
las explicaciones de la historia de su disciplina; también tenía elementos en común con el planteamien-
to de Sidney Webb en el retrato del ascenso del socialismo inglés. Puede que Hayek considerara su
propia definición como un antídoto de las demás.
94. Se trata de una opinión establecida, por ejemplo, por Durkheim durante sus conferencias pre-
sentadas en 1928. Véase Durkheim, Socialism and Saint-Simon.
95. Desde entonces se han llevado a cabo numerosos trabajos sobre este tema. Véase, por ejemplo,
Warren Breckman, Marx, the Young Hegelians, and the Origins of Radical Social Theory: Dethroning
77
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Sin embargo, también es evidente que, cuando uno emprende este pro-
yecto histórico, es inevitable que ciertas interpretaciones, aunque no sean
técnicamente incorrectas, acaben siendo algo desiguales en comparación con
otras descripciones históricas más aceptadas. Por ejemplo, en un esfuerzo por
mostrar los orígenes del prejuicio cientista en las obras de Saint-Simon, los
sansimonianos y Comte, Hayek menciona por encima la rivalidad intensa
que se daba entre Comte y los sansimonianos a finales de la década de 1820,
y únicamente menciona las conferencias presentadas en 1828 y 1829. Este
episodio fascinante y complejo puede ayudar a explicar (al menos en parte)
la consiguiente decisión extraña del grupo de convertirse en un culto religio-
so, así como algunas de las direcciones que siguió Comte en su siguiente obra.96
Esta rivalidad también ayuda a explicar por qué los sansimonianos buscaban
en especial atraer a los estudiantes de la École Polytechnique, a quienes con-
sideraban que habían caído bajo la influencia de Comte, un elemento impor-
tante en la historia de Hayek.
De forma similar, al marqués de Condorcet se le representa principal-
mente como el filósofo de la Ilustración por antonomasia en cuya última
obra, Esquisse, afirma que «el ilimitado optimismo de la época halló su úl-
tima y más elevada expresión».97 Sin lugar a dudas se esclarece ahora que
Condorcet apoyaba lo que era, tal y como describió un historiador, «en efec-
to, un credo tecnócrata: el credo de los hombres que confían en su destreza,
que se sienten cómodos en la tradición del poder, que están convencidos de
que los problemas de los políticos son susceptibles a las respuestas raciona-
les y las soluciones sistemáticas», de modo que se lo consideraba el precur-
sor de Saint-Simon y Comte.98 Sin embargo, igual de evidente era que Con-
dorcet se diferenciaba de ellos de muchas maneras fundamentales.99 Hayek
the Self (Cambridge: Cambridge University Press, 1999), en especial, los capítulos 4 y 5. En general,
desde entonces se ha descubierto y se ha escrito muchísimo más sobre Karl Marx.
96. Para una investigación exhaustiva de este episodio, véase Mary Pickering, «Auguste Comte
and the Saint-Simonians», French Historical Studies, vol. 18, primavera de 1993, pp. 211-236.
97. Hayek, en este volumen, capítulo 11, p. 261.
98. Keith Michael Baker, Condorcet: From Natural Philosophy to Social Mathematics (Chicago:
University of Chicago Press, 1975), p. 57.
99. A lo largo de su libro, Baker representa a Condorcet como un teórico de la democracia libe-
ral. En el capítulo 6 sugiere plausiblemente que Esquisse, obra que Condorcet terminó en 1793 pero
78
INTRODUCCIÓN
que fue modificada cuando huía de las autoridades revolucionares a principios de 1794, podía haber
sido también la expresión de un hombre desesperado que pone sus esperanzas en el futuro más que
en una predicción de lo que iba a ocurrir, sin importar que la obra fuese interpretada por las generacio-
nes futuras.
79
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
había influenciado en realidad al otro era muy complicado.100 Por esta ra-
zón, Hayek afirmó al final del capítulo «Sociología: Comte y sus sucesores»
que «descubrir las influencias es una de las empresas más insidiosas en la
historia del pensamiento».101 Cualquier historiador inteligente y competen-
te asentiría ante esto de inmediato y, además, uno podría preguntarse si re-
conocer esta dificultad habría sido otra razón por la cual Hayek decidió no
continuar con su descripción histórica.102
100. Así, en el capítulo 17, de la nota 8 a la 16, Hayek enumera a la mayor parte de académicos
de los que creía que existían similitudes en sus opiniones, pero también comenta que «estaría plena-
mente justificado reconocer tanto la posibilidad de una influencia de Comte sobre Hegel como de Hegel
sobre Comte». Véanse también sus cualificaciones al principio del capítulo 15, sobre «La influencia
sansimoniana».
101. En este volumen, p. 388. Finalmente llegó a admitir que había «violado tanto los cánones de
prudencia».
102. En ninguna parte Hayek considera dicha razón. Las razones que sí ofreció versaban sobre
querer trabajar en algo completamente nuevo y científico (El orden sensorial) tras haber completado
Camino de servidumbre, y, tal y como mencionamos antes, sobre su deseo de no tener que leer siste-
máticamente a Marx y Hegel. Para más detalles, véase Caldwell, Hayek’s Challenge, pp. 257-259.
80
INTRODUCCIÓN
103. El hecho de que Hayek parezca haber aceptado tal distinción, y su insistencia en el papel
central de la interpretación en las ciencias sociales, ha dado pie a numerosas, y a veces opuestas, inter-
pretaciones del ensayo. Basta con decir que algunos han interpretado «Cientismo» como la revela-
ción de que Hayek era un realista crítico, un hermenéutico y un posmodernista. Tales lecturas pueden
contarnos más sobre los problemas que enturbian la empresa interpretativa que sobre las verdaderas
opiniones de Hayek. Menciono parte de esta literatura en el apéndice D en Hayek’s Challenge.
104. Karl Popper, The Poverty of Historicism, 2.ª ed. (Londres: Routledge, 1957).
105. Karl Popper, The Open Society and Its Enemies (Londres: Routledge, 1945).
106. Popper, The Poverty of Historicism, pp. 130-143. Tanto si esta afirmación es falsa como
si es verdadera, además de la extensa cuestión sobre la compatibilidad de los pronunciamientos
81
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Puede que los que leyeran algunos de mis primeros escritos detecten un mí-
nimo cambio en el tono de mi argumento sobre la actitud a la que entonces
llamaba cientismo. La razón de este cambio es que Karl Popper me ha mos-
trado que, en realidad, los cientistas naturales no han hecho lo que la mayo-
ría de ellos nos dijo que han hecho, ni tampoco han instado a los representan-
tes de otras disciplinas a imitarlos.108
metodológicos de Popper y Hayek, son temas que han dado lugar a numerosos debates y discusio-
nes. Véase, por ejemplo, Bruce Caldwell, «Hayek the Falsificationist? A Refutation», Research in the
History of Economic Thought and Methodology, vol. 10, 1992, pp. 1-15; Terence Hutchison, «Hayek
and “Modern Austrian” Methodology: Comment on a Non-Refuting Refutation», Research in the
History of Economic Thought and Methodology, vol. 10, 1992, pp. 17-32; Caldwell, Hayek’s Challenge,
pp. 311-312.
107. En este volumen, capítulo 1, pp. 137-138.
108. F.A. Hayek, Studies in Philosophy, Politics and Economics (Chicago: University of Chicago
Press, 1967), p. viii. A pesar de que Hayek atribuye este cambio a Popper, las críticas de otros autores,
como Ernest Nagel en su «Book Review: The Counter-Revolution of Science», Journal of Philosophy,
vol. 49, 14 de agosto de 1952, pp. 560-564, también pudieron desempeñar un papel en el cambio de
opinión de Hayek.
82
INTRODUCCIÓN
109. Warren Weaver, «Science and Complexity», American Scientist, vol. 36, octubre de 1948,
pp. 536-544. Para una explicación más completa del cambio de posición de Hayek, véase Caldwell,
Hayek’s Challenge, pp. 297-306.
83
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
110. Véase Milton y Rose D. Friedman, Two Lucky People: Memoirs (Chicago: University of
Chicago Press, 1998), pp. 69-75.
111. Véase Mitchell, Two Lives, p. 351, en cuyas notas, explicando la fundación del Departa-
mento Nacional de Investigación Económica, Mitchell escribió: «Un grupo interesado encontró cier-
tas diferencias en las opiniones sobre las políticas públicas basadas en diferentes puntos de vista rela-
cionados con los hechos fundamentales más que con las diferencias de nuestros intereses económicos.
Nadie podía estar seguro de si tales puntos de vista eran ciertos o si otros compañeros estaban equi-
vocados. Ninguno de nosotros tenía ni el tiempo ni las habilidades para estar del todo seguros, si bien
se podían determinar los hechos con precisión significativa. Creíamos que muchos otros hombres sentían
la misma necesidad de tener un organismo que buscara tales hechos. […] El Departamento Nacional
de Investigación Económica se creó en enero de 1920 con dicho propósito». Comparen este relato con
las razones del trabajo empírico (implantar el desacuerdo entre los individuos) que ofreció Friedman:
«Se tiene un conjunto de probabilidades personales sobre hechos del mundo. […] Yo tengo un conjunto
de probabilidades personales. Tales probabilidades personales son diferentes. Por esa razón, discuti-
mos. La función del análisis estadístico es llevarnos a reconsiderar nuestras probabilidades personales
con la esperanza de que nuestras probabilidades personales estén cada vez más unidas». Milton Friedman,
citado en Daniel Hammond, «An Interview with Milton Friedman», en Research in the History of
Economic Thought and Methodology, Warren Samuels y Jeff Biddle, eds., vol. 10 (Greenwich, CT: JAI
Press, 1994), p. 101.
84
INTRODUCCIÓN
112. No se debe ignorar la posibilidad de que el entusiasmo por el control científico del entorno
social venga en oleadas.
113. En 1956, en la introducción a la edición en rústica estadounidense de Camino de Servidumbre,
p. 44, escribió que «el socialismo caliente al que principalmente se dirige […] está casi muerto en el mundo
occidental». Por supuesto, tal y como aclara el énfasis en «el mundo occidental», para los cientos de millo-
nes de individuos que viven en la Unión Soviética, los países del Este, China, Corea del Norte y otros
lugares en los que se llevaban a cabo «experimentos» comunistas, la realidad era completamente distinta.
114. Véase por ejemplo la afirmación de Jeffrey Friedman sobre la crítica de Hayek de la mentali-
dad planificadora: «La persistencia de esta polémica incluso después de la llegada de la Nueva izquierda
85
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Sin embargo, sí que existe cierta verdad en esta acusación. Parte del pro-
blema consiste en que la clara separación de Hayek de los grandes pensa-
dores políticos y económicos occidentales entre aquellos cuyas ideas concuer-
dan con la herencia de la Ilustración escocesa y aquellos que encajan mejor
en la tradición constructivista racionalista de la Europa continental, por muy
fructífera e ilustrativa que a veces pueda ser, simplemente no consigue que
ciertos casos tengan sentido.115 Por ejemplo, la distinción no sirve de mu-
cho si uno busca entender la posición de los anarquistas del siglo XIX, como
Piotr Kropotkin, partidario tanto del comunismo voluntarista como del po-
sitivismo, pero también del antiestatismo virulento; o Mijaíl Bakunin, cuyos
escritos llevan el siguiente epígrafe: «Libertad sin socialismo es privilegio e
injusticia; socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad».116 Pasando a
tiempos más recientes, los miembros o seguidores de lo que acabaría cono-
ciéndose como la Escuela de Frankfurt eran críticos virulentos de la plani-
ficación autoritaria, el positivismo y el distanciamiento que se imponían en
una sociedad dominada por la tecnología, pues los consideraban el legado de
debe parecerle a todo lector de izquierdas de Hayek una obsesión muy pulida, como si ignorara por
completo la repugnancia de posguerra de la izquierda por la autoridad, la planificación y el “control de
la mente”». Jeffrey Friedman, «Popper, Webber, and Hayek: The Epistemology and Politics of Ignorance»,
Critical Review, vol. 17, 2005, p. xl.
115. Numerosos académicos han desafiado la categorización de Hayek de varios escritores en
los dos campos. Véase, por ejemplo, R.F. Harrod, «Professor Hayek on Individualism», Economic
Journal, vol. 56, septiembre de 1946, pp. 435-442; Lionel Robbins, «Hayek on Liberty», Economica,
nueva serie, vol. 28, febrero de 1961, pp. 66-81; Arthur Diamond, «F.A. Hayek on Constructivism
and Ethics», Journal of Libertarian Studies, vol. 4, otoño de 1980, pp. 354-358; y Christina Petsoulas,
Hayek’s Liberalism and Its Origins: His Idea of Spontaneous Order and the Scottish Enlightenment
(Londres: Routledge, 2001). Tal y como vimos anteriormente, Milton Friedman tampoco encajaba
en el molde.
116. Véase la introducción de Marshall S. Shatz a Kropotkin: The Conquest of Bread and Other
Writings, en la serie Cambridge Texts in the History of Political Thought (Cambridge: Cambridge
University Press, 1995), pp. xvii-xviii; Bakunin on Anarchy: Selected Works by the Activist-Founder
of World Anarchism, editado y traducido por Sam Dolgoff (Nueva York: Knopf, 1972). La descrip-
ción de Hayek en el capítulo 15, p. 249, de los «fuertes elementos democráticos y anarquistas» que se
incluyeron en el socialismo en 1848 como «nuevos y extraños elementos» es prueba de que recono-
cía que su esquema de categorización no encajaba con ellos, sin embargo, la decisión de simplemente
definir como «extrañas» las posiciones que no encajan en su esquema no es muy satisfactoria.
86
INTRODUCCIÓN
117. Así, en un capítulo titulado «Concepto de Ilustración», encontramos que Max Horkheimer
y Theodor Adorno escriben pasajes como: «La tierra completamente ilustrada irradia un desastre triun-
fal» (p. 3), «La ilustración es totalitaria» (p. 6) y «Todo aquello que no se reduce a números, y en última
instancia al uno, se convierte para la Ilustración en una ilusión; el positivismo moderno lo encasilla en
literatura» (p. 7). Véase Dialectic of Enlightenment, traducido por John Cumming (Nueva York: Herder
and Herder, 1972). Parece ser que Hayek tenía poca paciencia con la Escuela de Frankfurt, sobre todo
con la obra de Herbert Marcuse: «Es el tipo de marxismo que más me disgusta; una combinación del
marxismo y el freudismo. Me opongo en partes iguales a ambas fuentes, cuya forma combinada me
parece particularmente repulsiva». F.A. Hayek, citado en Dahrendorf, LSE; p. 291.
118. De hecho, Hayek esperaba llevar a la izquierda a un gran debate en el que discutir estos te-
mas a finales de la década de 1970, y a pesar de que al final el debate no tuvo lugar, esto lo llevó a es-
cribir su último libro, The Fatal Conceit: The Errors of Socialism, ed. W.W. Bartley III, vol. 1 (1988) en
The Collected Works of F.A. Hayek.
87
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
cómo debe formarse una sociedad nueva y más justa. De hecho, para la ma-
yoría de teóricos críticos, intentar definir un conjunto de propuestas concre-
tas para llegar al cambio social sería, por sí mismo, una violación positivista
de toda la visión hegenializada de la evolución social que ellos defienden,
así como una sencilla pérdida de tiempo, dada la complejidad de la realidad
social.119 Como resultado, cualquiera podía recibir, de parte de aquellos a
quienes se asocia a la Escuela de Frankfurt, críticas culturales intrincadas y,
normalmente, ricas en matices. Si el objetivo es cambiar el mundo, entonces
la crítica no es suficiente.120 El desafío que se enfrenta a las críticas en la iz-
quierda consiste en dar con un conjunto de propuestas proporcionales sobre
cómo suelen trabajar los sistemas de mercado y los sistemas planificados, y
cómo y cuándo no consiguen funcionar.
En cuanto a Hayek, también se le puede criticar por no llegar casi nunca
al nivel operativo, aunque al menos sí que procuró ciertas concreciones en
la última parte de Los fundamentos de la libertad.121 No obstante, hay otros
que han retomado la tarea. Se considera que los economistas de los días mo-
dernos que trabajan bajo la tradición austriaca, así como los teóricos de la
elección pública, aquellos que estudian los derechos de propiedad y la econo-
mía de costes de transacción, algunos economistas experimentales y los se-
guidores del movimiento de la Nueva Economía Institucional intentan, en
diferente grado, rellenar los huecos que Hayek dejó en su marco siempre tan
general.
119. Para más detalles sobre la Escuela de Frankfurt y la teoría crítica, véase Martin Jay, The
Dialectical Imagination: A History of the Frankfurt School and the Institute of Social Research 1923-
1950 (Boston: Little, Brown and Co., 1973) y Zoltán Tar, The Frankfurt School: The Critical Theories
of Max Horkheimer and Theodor W. Adorno (Nueva York: Schocken Books, 1985). Al igual que Jay
(pp. 63, notas), la mayoría de los afiliados al Instituto de Investigación Social no tenía un gran inte-
rés por la economía, y de hecho acusaba a los miembros que querían llevar a cabo análisis económi-
cos puros, como el economista marxista Henryk Grossmann, de hacer de ello una obsesión: separar
los mecanismos causales puramente económicos era repugnante para los partidarios del planteamien-
to completamente dialéctico.
120. «Los filósofos solo han interpretado la palabra en diferentes sentidos; sin embargo, el obje-
tivo es cambiarlo». Karl Marx, «Theses on Feuerbach», en The Marx-Engels Reader, ed. Robert Norton,
segunda edición (Nueva York: Norton, 1978), p. 145.
121. F.A. Hayek, The Constitution of Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1960). Se
espera una edición de este título en la colección de Obras completas.
88
INTRODUCCIÓN
Hayek nunca completó el proyecto del abuso de la razón, sino que en su lugar
continuó con otros trabajos. Sin embargo, en muchos casos la nueva investi-
gación que había empezado estaba relacionada, a veces de forma muy directa,
con su gran obra inacabada.
Tal y como mencionamos anteriormente, la causa del primer «retraso»
fue la decisión de centrarse en escribir y publicar la segunda parte del libro,
que se convertiría en Camino de servidumbre. En un principio, había pla-
neado volver a su mayor proyecto, pero la condensación que hizo la revista
Reader’s Digest de Camino de servidumbre causó más retrasos al convertir-
lo en una figura internacionalmente conocida casi sin esperárselo. Así pues,
esto le consiguió a una invitación de Harold Luhnow, de la Fundación Vol-
ker, para escribir una edición estadounidense del libro, cosa que no hizo, pero
Luhnow sí llegó a ayudar a Hayek a cumplir el sueño de crear una sociedad
122. «Algunos lectores pueden tener la sensación de que yo, en muchos aspectos, mantengo pun-
tos de vista tan estrechamente relacionados con aquellos que critico que apenas tengo derecho a re-
chazarlos. Sin embargo, las críticas siempre vendrán únicamente de los individuos que más o menos
mantienen puntos de vista similares y, al parecer, es cierto que las pequeñas diferencias pueden mar-
car la gran diferencia entre la verdad y el error». Notas, en los textos de Hayek, caja 107, carpeta 17,
archivos del Instituto Hoover.
89
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
123. Para más detalles, véase la introducción del editor a F.A. Hayek, The Road to Serfdom, pp.
18-21. La Fundación Volker proporcionó los fondos para el nombramiento de Hayek.
124. F.A. Hayek, The Sensory Order: An Inquiry into the Foundations of Theoretical Psychology
(Chicago: University of Chicago Press, 1952). Se espera una edición de este título en la colección de
Obras completas.
125. En este volumen, pp. 175-183.
126. Aunque también se pueden encontrar críticas contra el behaviorismo y el fisicalismo en El
orden sensorial, son mucho más visibles en el primer borrador de «¿Qué es la mente?». De hecho,
la crítica contra el behaviorismo comienza en la primera página del borrador, bajo el título «Opiniones
que niegan o desprecian el problema», es decir, el problema que se trataría en el libro: el orden senso-
rial que difiere del orden natural que la ciencia nos ha revelado.
90
INTRODUCCIÓN
127. F.A. Hayek, John Stuart Mill and Harriet Taylor: Their Correspondence and Subsequent Marriage
(Chicago: University of Chicago Press, 1951). Se espera una edición de este título en la colección de
Obras completas.
128. F.A. Hayek, Hayek on Hayek: An Autobiographical Dialogue, Stephen Kresge y Leif Wenar,
eds. (Chicago: University of Chicago Press y Londres: Routledge, 1994), p. 128.
129. Ibíd., p. 129.
130. F.A. Hayek, Law, Legislation, and Liberty, 3 vols. (Chicago: University of Chicago Press,
1973-1979). Se espera una edición de este título en la colección de Obras completas.
91
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
131. Ficha con fecha de 22 de mayo de 1985, proporcionada por Stephen Kresge. Hayek elaboró
literalmente miles de fichas durante el tiempo en el que estaba trabajando en varios proyectos, en las
que plasmaba sus propios pensamientos o las citas de otros autores que usaría en el libro.
92
INTRODUCCIÓN
Todo esto nos lleva finalmente a resaltar una última ironía. Tal y como
hemos visto, una gran parte de la posterior obra de Hayek estaba relaciona-
da, tanto directa como indirectamente, con su gran trabajo inacabado sobre
la guerra. Parece ser que la causa de que este libro quedara incompleto se en-
contraba únicamente en el título.
93
PRELUDIO
Individualismo:
El verdadero y el falso 1
ALEXIS DE TOCQUEVILLE 2
95
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
3. [«La inevitabilidad de la gradualidad» era una expresión utilizada por los fabianos, los socia-
listas ingleses liderados por Sidney y Beatrice Webb. Véase la introducción del editor a F.A. Hayek,
Socialism and War: Essays, Documents, Reviews, ed. Bruce Caldwell, vol. 10 (1997) en The Collected
Works of F.A. Hayek (Chicago: University of Chicago Press y Londres: Routledge), p. 11. – Ed.].
96
PRELUDIO
97
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
en los que creo a un término del que tanto se ha abusado y que ha sido tan
malentendido. Sin embargo, al margen de cualquier otro significado que la
palabra «individualismo» haya podido asumir, fuera de mis ideales, hay bue-
nas razones para conservar ese término como expresión del punto de vista
que me propongo defender: este punto de vista se ha definido siempre con
este término, al margen de lo que también haya podido significar en distin-
tos momentos; y además el término se caracteriza por el hecho de que la pa-
labra «socialismo» se acuñó expresamente en oposición a individualismo.4
Me ocuparé, pues, del sistema que constituye la alternativa al socialismo.
II
Antes de explicar qué entiendo por individualismo verdadero, tal vez sea
útil hacer una cierta alusión a la tradición intelectual a la que el mismo per-
tenece. El individualismo verdadero, que trataré de defender, tiene los co-
mienzos de su desarrollo moderno en John Locke y en particular en Bernard
de Mandeville y David Hume, alcanzando su forma definitiva en la obra de
Josiah Tucker, Adam Ferguson, Adam Smith y en la de su gran contempo-
ráneo Edmund Burke, el hombre al que Adam Smith definió como la única
persona por él conocida cuyo planteamiento sobre temas económicos era exac-
tamente igual al suyo, sin que entre ellos hubiera existido jamás ningún con-
tacto anterior.5 En el siglo XIX, este tipo de individualismo está representado
98
PRELUDIO
Government (1690), en la que desarrolló la noción de un contrato social entre el gobierno y el pueblo;
si se violaba este contrato, el pueblo tenía derecho a rebelarse. Esta teoría influenció a los autores de
la Declaración de Independencia de Estados Unidos. El médico holandés Bernard Mandeville (1670-
1733) escandalizó a sus lectores con Fábula de las abejas (1714-1729), con el subtítulo de Vicios priva-
dos, beneficios públicos, en la que argumentaba que la búsqueda egoísta de beneficios, mediante el
vicio, trae consigo prosperidad. Hayek, en su ensayo «Dr. Bernard Mandeville (1670-1733)», capí-
tulo 6 en The Trend of Economic Thinking: Essays on Political Economists and Economic History,
W.W. Bartley III y Stephen Kresge, eds., vol. 3 (1991) en The Collected Works of F.A. Hayek, le atri-
buye a Mandeville sacar a flote en el momento adecuado la cuestión de cómo un orden sin diseñar
puede surgir en la sociedad. El economista político Adam Smith (1723-1790), el filósofo David Hume
(1711-1776) y el filósofo moral e historiador Adam Ferguson (1723-1816) fueron figuras importan-
tes en la Ilustración escocesa; todos ellos formaban parte de las instituciones de trabajo social que
surgieron, tal y como afirma Ferguson, como «el resultado de la acción humana, pero no lo ejecución
de ningún diseño humano». Véase F.A. Hayek, «The Results of Human Action but not of Human
Design», Studies in Philosophy, Politics and Economics (Chicago: University of Chicago Press, 1967),
capítulo 6; así como «The Legal and Political Philosophy of David Hume (1711-1776)» y «Adam Smith
(1723-1790): His Message in Today’s Language», capítulos 7 y 8 en The Trend of Economic Thinking.
Para estudiar este movimiento, véase Ronald Hamowy, «The Scottish Enlightenment and the Theory
of Spontaneous Order» [1987], reimpresión en The Political Sociology of Freedom: Adam Ferguson
and F.A. Hayek (Cheltenham, UK: Elgar, 2005), capítulo 3. Josiah Tucker (1712-1799), clérigo, panfle-
tista y controversista inglés, fue en su época una figura muy conocida que había escrito sobre un am-
plio abanico de temas, desde religión a política, pasando por economía. En sus escritos sobre econo-
mía, anticipó algunas ideas atribuidas a Adam Smith. Por ejemplo, iniciaba su estudio con la pretensión
de que el hombre actúa por interés personal, se oponía a las restricciones monopolísticas del comer-
cio y criticaba la creencia mercantilista de que los lingotes son sinónimo de riqueza. La obra más famosa
del irlandés Edmund Burke (1729-1797), estadista y filósofo político conservador, era Reflections on
the Revolution in France (1790). Al igual que Hayek, recalcaba la importancia de las costumbres y
tradiciones que se formaron gradualmente como las fundaciones más sólidas del orden y la libertad
y, por lo tanto, despreciaba los grandes experimentos sociales, como la Revolución francesa, que buscaba
la transformación radical de la sociedad. – Ed.].
6. [John Emerich Edward Dalberg-Acton, primer barón de Acton (1834-1902) fue diputado libe-
ral entre 1859 y 1864, líder de los católicos romanos liberales de Inglaterra y fundador y editor de
Cambridge Modern History, al que además se le atribuyen los dos primeros volúmenes. Su obra sobre
la historia de la libertad, a la que dedicó su vida, nunca se completó, pero Hayek solía invocar pa-
sajes de sus conferencias publicadas y reseñas. El historiador francés Alexis Charles Henri Clérel de
99
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
política de los filósofos escoceses, de Burke y de los whig ingleses, con ma-
yor éxito que cualquier otro escritor que yo conozca; mientras que los eco-
nomistas clásicos del siglo XIX, o al menos los seguidores de Bentham o los
representantes del radicalismo filosófico que entre estos se encontraban, caye-
ron cada vez más bajo la influencia de un individualismo de distinto origen.7
Esta segunda y totalmente diferente línea de pensamiento, también co-
nocida como individualismo, está representada principalmente por escrito-
res franceses y por otros pensadores de la Europa continental; hecho debido,
a mi entender, al papel dominante que desempeñó entre ellos el racionalismo
cartesiano.8 Los principales representantes de esta tradición son los enciclo-
pedistas, Rousseau y los fisiócratas; por razones que veremos enseguida, se-
mejante racionalismo individualista tiende siempre a transformarse en lo
opuesto del individualismo, es decir, en el socialismo o en el colectivismo.
Puesto que el primer tipo de individualismo es el único coherente, para él
Tocqueville (1805-1859) argumentó en Democracy in America (1835, 1840) y en The Old Regime
and the French Revolution (1856) que la búsqueda de la igualdad social bajo la democracia conlleva
un crecimiento en la centralización del gobierno, y la centralización y la burocratización administra-
tivas conducen inevitablemente a una reducción de las libertades individuales. Hayek se planteó una
vez cambiar el nombre de Sociedad Mont Pelerin por el de Sociedad Acton-Tocqueville, pero hubo
quienes se opusieron a llamar a un movimiento liberal en recuerdo de dos católicos. Para más deta-
lles sobre los puntos de vista de Hayek con respecto a Tocqueville (a quien solía referirse como «de
Tocqueville», error que ha sido corregido para la colección de obras completas) y Acton, véase en sus
ensayos «Historians and the Future of Europe» y «The Actonian Revival», capítulos 8 y 9 respecti-
vamente, en The Fortunes of Liberalism, ed. Peter Klein, vol. 4 (1992) de The Collected Works of F.A.
Hayek. – Ed.].
7. [Por «radicalismo filosófico» Hayek hace referencia a los políticos radicales del siglo XIX que
basaban sus doctrinas en los escritos de Jeremy Bentham (1748-1822) y James Mill (1773-1836).
Hayek consideraba que estas doctrinas facilitaba a los socialistas extender sus ideas en Gran Bretaña
a lo largo del siglo: «Era, al fin y al cabo, la victoria de los representantes del radicalismo filosófico
benthamista sobre los Whig en Inglaterra que ocultaba la diferencia fundamental que en estos años
ha vuelto a aparecer bajo el conflicto que se da entre la democracia liberal y la democracia “social”
o totalitaria». F.A. Hayek, The Constitution of Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1960),
p. 55. – Ed.].
8. [En sus obras posteriores, Hayek se referiría al «racionalismo cartesiano» de diferentes ma-
neras: «constructivismo», «constructivismo racionalista» o «racionalismo constructivista». Véase, por
ejemplo, F.A. Hayek, «Kinds of Rationalism» [1965], reimpresión en Studies in Philosophy, Politics
and Economics, capítulo 5. – Ed.].
100
PRELUDIO
9. Carl Menger, que fue el primero en la época moderna en restablecer el individualismo me-
todológico de Adam Smith y de su escuela, fue probablemente también el primero en destacar el
vínculo entre las teorías que conciben la sociedad y las instituciones como una creación deliberada
[design theories] y el socialismo. Véanse sus Untersuchungen über die Methode der Sozialwissenschaften
(1883), sobre todo libro IV, cap. 2, p. 208, hacia el final del cual, habla de un «pragmatismo que, contra
la intención de sus representantes, conducía inevitablemente al socialismo» [trad. esp., El método de las
ciencias sociales, Unión Editorial, 2006, p. 255]. Es significativo que ya los fisiócratas fueran conduci-
dos por el individualismo racionalista del que partían, no solo junto al socialismo (plenamente desarro-
llado en Le Code de la Nature, 1755, de su contemporáneo Morelly), sino a defender el peor despotis-
mo. «El estado hace con los hombres lo que quiere», escribía Bodeau. [Hayek se refiere a la afirmación
de Menger, «einen Pragmatismus, der gegen die Absicht seiner Vertreter unausweichbar zum Socialismus
führt». La obra de Menger sobre la metodología se tradujo al inglés y se publicó bajo el título Problems
of Economics and Sociology en 1963; dicha traducción supuso la base de una edición nueva, con el
título Investigations into the Method of the Social Sciences with Special Reference to Economics,
ed. Louis Schneider, traducido por Francis Nock (Nueva York: New York University Press, 1985), p.
177. Carl Menger (1840-1921) fue el fundador de la Escuela Austriaca de Economía; sobre el pun-
to de vista de Hayek sobre las contribuciones de Menger, véase el capítulo 2 de Hayek, Fortunes of
Liberalism. – Ed.].
10. E. Burke, Reflections on the Revolution in France (1790), en Works (World’s Classics), IV,
p. 105: «Causando en el curso de pocas generaciones la ruina del Estado mismo, condenado a hacerse
añicos en el polvo y en la grava del individualismo, presa fácil de todos los vientos.» Que Burke (como
observa A.M. Osborn en su libro sobre Rousseau and Burke, Oxford 1940, p. 23), después de atacar
a Rousseau por su individualismo extremo, le atacara también por su colectivismo extremo, está muy
lejos de ser contradictorio; se trata, más bien, simplemente de que, en el caso de Rousseau, como en
el de todos los demás alineados en su posición, el individualismo racionalista que predicaban conduce
inevitablemente al colectivismo.
101
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
III
11. A. de Tocqueville, Democracy in America, trad. de Henry Reeve, Londres 1864, libro II, parte
2.ª, cap. 2, donde Tocqueville define el individualismo como «un sentimiento maduro y tranquilo,
que dispone todo miembro de la comunidad a apartarse de la masa de sus semejantes y a retirarse
con su familia y sus amigos; de tal modo que, después de haber formado un pequeño círculo perso-
nal, deja voluntariamente a sí misma a la sociedad en general». En una nota a este pasaje, el traduc-
tor se excusa por haber traducido al inglés el término francés «individualismo» y explica que no conoce
«ninguna palabra en inglés exactamente equivalente a esa expresión». Como observa Albert Schatz,
en la obra que citaremos en la próxima nota, el uso por parte de Tocqueville del ya bien aceptado tér-
mino francés en este particular sentido es enteramente arbitrario y lleva a una grave confusión con
el significado establecido.
12. En su excelente panorámica de la historia de las teorías individualistas, Albert Shatz con-
cluye justamente que «salta a la vista lo que el individualismo no es. Es precisamente lo que co-
múnmente se cree que es: un sistema de existencias aisladas y una defensa del egoísmo» (L’individua-
lisme économique et sociale, París 1907, p. 558). Este libro, al cual debo mucho, merece ser más conocido
como contribución no solo al tema señalado en su título, sino también a la historia de la teoría eco-
nómica en general. [La observación de Schatz puede traducirse como: «Solemos asumir lo que el
102
PRELUDIO
individualismo precisamente no es: un sistema que promueve la existencia aislada y la apología del
egoísmo». – Ed.].
13. A este respecto, como aclara Karl Pribram, el individualismo es un resultado necesario del
nominalismo filosófico, mientras que las teorías colectivistas tienen sus raíces en la tradición «realista»
o (como K.R. Popper la define hoy de un modo más apropiado) «esencialista» (Pribram, Die Enstehung
der individualistischen Sozialphilosophie, Leipzig 1912). Pero este acercamiento «nominalista» solo
es característico del verdadero individualismo, mientras que el falso individualismo de Rousseau y
de los fisiócratas, en armonía con sus orígenes cartesianos, es fuertemente «realista» o «esencialista».
[El amigo de Hayek, el filósofo Karl Popper (1902-1994), hizo una distinción entre el nominalismo
y el esencialismo en su ensayo The Poverty of Historicism (Londres: Routledge, 1957), pp. 26-34; la
versión inicial de este ensayo apareció por primera vez entre 1944 y 1945 en Economica, de la que
Hayek era por aquel entonces editor. Para más detalles sobre la relación entre Hayek y Popper, véase
la introducción del editor a este volumen, pp. 81-82. – Ed.].
14. Adam Ferguson, An Essay on the History of Civil Society (1.ª ed., 1767), p. 187. Y también:
«Las formas de la sociedad derivan de un origen oscuro y lejano; nacen, mucho antes que de la filo-
sofía, de los instintos, no de las especulaciones del hombre […]. Nosotros atribuimos a un proyecto
anterior lo que ahora se conoce solo a través de la experiencia, lo que ninguna sabiduría humana podría
prever, y lo que, sin el concurso de las actitudes y de los humores de sus tiempos, ninguna autoridad
podría poner a un individuo en condiciones de realizar» (pp. 187-188). [La frase citada en el texto es, en
103
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
crea con frecuencia cosas que son superiores a lo que sus mentes individua-
les jamás habrían podido comprender plenamente. Este es el gran tema de
Josiah Tucker y Adam Smith, de Adam Ferguson y Edmund Burke, el gran
realidad: «Las naciones se apoyan en instituciones que ciertamente son resultado de las acciones hu-
manas, pero no de la ejecución de un proyecto humano». Puede que esta modificación de Hayek tuvie-
ra la intención de hacer la opinión de Ferguson más fácil de entender para el lector moderno. – Ed.].
Podría ser interesante comparar estos pasajes con afirmaciones parecidas en las que los contemporá-
neos de Ferguson expresaron la misma idea fundamental de los economistas británicos del siglo XVIII:
Josiah Tucker, Elements of Commerce (1756), reimpresión en R.L. Schuyler (al cuidado de), Josiah
Tucker: A Selection from His Economic and Political Writings, Nueva York 1931, pp. 31 y 32: «El pun-
to principal no consiste en extinguir ni debilitar el egoísmo, sino en hacer que promueva el interés
público promoviendo el propio […]. El objetivo de este capítulo es mostrar que el móvil universal de
la naturaleza humana, el egoísmo, puede estar en este caso (como en todos los demás) orientado a
promover el interés público a través de los esfuerzos que hará para promover el suyo propio.» [Hayek
indicó incorrectamente la fecha de publicación del libro de Tucker: 1756. Tal y como Schuyler apuntó
en su introducción, se imprimió en privado gran parte del libro de Tucker en 1755, pero nunca se
publicó. De hecho, fue la edición de Tucker la que la publicó por primera vez. – Ed.].
Adam Smith, Wealth of Nations (1776), ed. Cannan, I, p. 421 [trad. esp., La Riqueza de las Naciones,
Bosch, Barcelona 1955]. Véase también The Theory of Moral Sentiments, 1759, Parte IV (3.ª ed., 1801),
cap. I, p. 386. [También se pueden encontrar las referencias de Hayek en The Glasgow Edition of the
Works and Correspondence of Adam Smith, R.H. Campbell, A.S. Skinner et al., eds. (Oxford: Cla-
rendon Press, 1976; reimpresión en Indianápolis, IN: LibertyClassics, 1981). Véase Smith, Wealth of
Nations, ed. W.B. Todd, vol. 2, p. 456; y Smith, Theory of Moral Sentiments, D.D. Raphael y A.L.
Macfie, eds., vol. 1, pp. 184-185. – Ed.].
Edmund Burke, Thouguts and Details on Scarcity (1795), en Works, cit., vol. VI, p. 9: «El benigno
y sabio ordenador de todas las cosas que, cuando los hombres persiguen sus propios intereses egoís-
tas, los obliga, quiéranlo o no, a vincular el bien común con sus éxitos individuales.»
Después de que estas afirmaciones fueron despreciadas y ridiculizadas por la mayoría de los escri-
tores en los cien últimos años (C.E. Raven, no hace mucho, definió la última cita de Burke como una
«frase siniestra»; véase su Christian Socialism, 1920, p. 34), ahora es interesante observar cómo actual-
mente uno de los mayores teóricos del socialismo moderno adopta las conclusiones de Adam Smith.
Según A.P. Lerner (The Economics of Control, Nueva York 1944, p. 67), la utilidad social esencial del
mecanismo de los precios consiste en que, «si se emplea de un modo adecuado, induce a todos los
miembros de la sociedad, mientras persiguen su interés personal, a hacer lo que constituye el inte-
rés social general. Tal es el gran descubrimiento de Adam Smith y de los fisiócratas». [El socialista de
mercado Abba Lerner (1905-1982) agradeció a sus profesores Hayek y Lionel Robbins en el prólogo
de su libro por ofrecerle su primera formación en economía. El socialismo de mercado es un intento
de combinar el mecanismo de precios de mercado con el control social de la economía. – Ed.].
104
PRELUDIO
15. Véase Schatz, L’individualisme économique et sociale, cit., pp. 41-42, 81, 378, 568-69, espe-
cialmente el pasaje que él toma (p. 41, n. 1) de un artículo de Albert Sorel («Comment j’ai lu la “Réforme
sociale”», en Réforme sociale, 1 de noviembre de 1906, p. 614): «Sea cual fuere mi respeto, impuesto
e indirecto por el Discours de la méthode, sabía ya que este famoso discurso había originado tanta
irracionalidad social y tanta aberración metafísica, abstracciones y utopías, en lugar de datos seguros;
sabía que el mismo conduce a Comte, como había conducido a Rousseau». Sobre la influencia de Descartes
en Rousseau, véase también P. Janet, Histoire de la science politique, 1887, p. 423; F. Bouillier, Histoire
de la philosophie cartesienne, 1868, p. 643; y H. Michel, L’idée de l’état, 1898, p. 68.
105
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
16. La decisiva importancia de Mandeville en la historia de la economía, durante tanto tiempo descui-
dada o solo apreciada por unos pocos autores (en particular, Edwin Cannan y Albert Schatz), empieza
ahora a reconocerse, sobre todo gracias a la magnífica edición de The Fable of Bees, que debemos al
desaparecido F.B. Kaye. Si bien las ideas fundamentales de Mandeville están ya implícitas en la poesía
original de 1705, la elaboración decisiva y sobre todo la explicación completa de la división del trabajo,
del dinero y del lenguaje se produce solo en la II parte de la Fable, publicada en 1728; véase Bernard de
Mandeville, The Fable of the Bees, al cuidado de F.B. Kaye (Oxford 1924), vol. 2, pp. 142, 287-88, 349-
50. Aquí solo podemos citar el pasaje decisivo de su escrito sobre el desarrollo de la división del trabajo,
donde observa que «con frecuencia atribuimos a la excelencia del genio del hombre, y a la profundi-
dad de su penetración, lo que en realidad es propio de la duración del tiempo, y de la experiencia de
muchas generaciones, todas las cuales difieren muy poco en su sagacidad natural» (ibidem, p. 142).
Actualmente suele presentarse a Giambattista Vico y su fórmula (normalmente citada de manera
equivocada) homo non intelligendo fit omnia (Opere, al cuidado de G. Ferrari, 2.ª ed., Milán 1854,
V, p. 183), como el comienzo de la teoría antirracionalista de los fenómenos sociales, pero parece que
Vico fue precedido y superado por Mandeville. [El aforismo de Vico puede traducirse como: «El hombre
se convierte en todas las cosas cuando no las comprende». – Ed.].
Tal vez sea también interesante observar que no solo Mandeville, sino también Adam Smith,
ocupan un lugar destacado en el desarrollo de la teoría del lenguaje que en muchos aspectos plantea
problemas de carácter semejante a los de las demás ciencias sociales.
106
PRELUDIO
17. René Descartes, A Discourse on Method (Everyman’s ed.), pp. 10-11. [Hayek se dejó errónea-
mente la «-s» de «leyes» y, sobre Esparta, escribió «un tiempo tan floreciente» en vez de «el valor»
de ninguna de sus leyes. – Ed.].
18. Sobre el planteamiento característico de la mentalidad «ingenieril» de los fenómenos eco-
nómicos, véase mi «Scientism and the Study of Society», en Economica, vols. IX-XI (nueva serie,
1942-44), especialmente pp. 36 y ss. [trad. esp.: La contrarrevolución de la ciencia. Estudios sobre el
abuso de la razón, cit., pp. 149 y ss.]. [Véase en este volumen la segunda parte, sobre todo el capítulo
10, «Ingenieros y planificadores», pp. 238-251. – Ed.].
19. Con posterioridad a la publicación de esta conferencia, he podido conocer un instructivo ar-
tículo de Jerome Rosenthal sobre las «Attitudes of Some Modern Rationalists to History», Journal
of History of Ideas, IV, n. 4, octubre de 1943, pp. 429-56), que muestra con gran detalle la actitud
antihistórica de Descartes y sobre todo de su seguidor Malebranche, que da una serie de ejemplos del
desprecio que Descartes expresa en su Recherche de la vérité par la lumière naturelle hacia el estu-
dio de la historia, de las lenguas, de la geografía y sobre todo de los clásicos. [El clérigo y filósofo fran-
cés Nicolas Malebranche (1638-1715) utilizó el concepto de Descartes de «ideas claras y distintas»
para analizar un número de temas teológicos. Tal y como apuntó Rosenthal, p. 431, «Malebranche no
duda en afirmar que un solo principio de física contiene más verdad que todo lo que se puede encon-
trar en los libros de historia». – Ed.].
107
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
108
PRELUDIO
22. A.W. Benn, en su History of English Rationalism in the Nineteenth Century (1906), dice
justamente: «Con Quesnay, seguir la naturaleza significaba descubrir mediante un estudio del mundo
circunstante y sus leyes, cómo hay que comportarse para conseguir salud y felicidad; y los derechos
naturales significaban la libertad de seguir el curso así descubierto. Esta libertad pertenece solo al bueno
y al sabio, y solo se les puede garantizar a quienes la autoridad tutelar del Estado se digna conside-
rar tales. Con Adam Smith y sus discípulos, en cambio, naturaleza significa la totalidad de los impul-
sos y de los instintos que animan a los distintos miembros de la sociedad; y su tesis es que las mejo-
res soluciones se producen por el libre juego de esas fuerzas, confiando en que un fracaso parcial será
más que compensado por el éxito en otros ámbitos, y que la persecución del interés personal por parte
de cada uno dará lugar a la mayor felicidad para todos» (vol. I, p. 289).
Sobre la cuestión en su conjunto, véase Elie Halévy, The Growth of Philosophic Radicalism (1928),
en particular pp. 266-70.
109
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
El contraste entre los filósofos escoceses del siglo XVIII y sus contemporáneos franceses se men-
ciona también en el reciente estudio de Gladys Bryson, Man and Society: The Scottish Enquiry of
Eighteenth Century (Princeton, 1945), p. 145. La autora subraya que los filósofos escoceses «que-
rían todos ellos alejarse del racionalismo cartesiano, con su énfasis sobre el intelectualismo abstrac-
to y sobre las ideas innatas», y destaca repetidamente las tendencias «antiindividualistas» de David
Hume (pp. 106, 155), empleando el término «individualista» en el sentido que aquí se da al falso
individualismo racionalista. Pero, de vez en cuando, la autora cae en el error común de considerar
esas posiciones como «representativas y típicas del siglo» (p. 176). Se tiende aún demasiado, en gran
parte a causa de la aceptación de la concepción alemana del «iluminismo», a considerar tales puntos
de vista de todos los filósofos del siglo XVIII, mientras que en muchos aspectos las diferencias entre
filósofos ingleses y franceses de ese periodo son mucho más importantes que las semejanzas. La cos-
tumbre común de poner juntos a Adam Smith y Quesnay, derivada de la vieja convicción de que
Smith debía mucho a los fisiócratas, debería abandonarse ahora que esta convicción ha sido refu-
tada por los recientes descubrimientos de W.R. Scott (véase su Adam Smith as Student and Professor,
Glasgow 1937 [reimpreso, New York: Kelley, 1965], p. 124). También es importante señalar que Scott
subraya el hecho de que Hume y Smith fueron estimulados en su trabajo por la oposición a Mon-
tesquieu.
Una sugestiva discusión sobre las diferencias entre los filósofos sociales ingleses y franceses del
siglo XVIII, aunque en cierto modo sesgada por la hostilidad del autor hacia el «liberalismo econó-
mico» de los primeros, la encontramos en R. Goldscheid, Grundlinien zu einer Kritik der Willenskraft
(Viena 1905), pp. 32-37. [Sobre la reseña de Hayek del volumen de Scott, véase The Trend of Economic
Thinking, adenda al capítulo 8, pp. 122-124. – Ed.].
23. E. Burke, Thoughts and Details on Scarcity, cit., p. 15.
110
PRELUDIO
IV
111
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
112
PRELUDIO
24. Esta expresión la emplea continuamente Tocqueville para describir los efectos del socialismo,
pero véase en particular Oeuvres complètes, vol. IX, 1886, p. 541, donde dice: «Si, en definitiva, tuviera
que encontrar una fórmula general para expresar lo que el socialismo me parece en su conjunto, diría
que es una nueva forma de esclavitud.» Acaso podría permitirme añadir que esta frase de Tocqueville
113
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
es la que me sugirió el título de un libro mío reciente [Camino de servidumbre, nueva edición en Unión
Editorial, Obras Completas de F.A. Hayek, vol. II, 2008].
114
PRELUDIO
Creo que algunas reglas de este tipo, aplicables en sentido muy amplio,
derivan directamente de los principios fundamentales del individualismo:
si todo hombre debe usar su propio conocimiento y sus propias capacidades
particulares con el fin de promover lo que él aprecia; y si, al hacerlo, aporta
la mayor contribución posible a necesidades de las que no es consciente, es
evidentemente necesario, primero, que debe tener un área de responsabili-
dad claramente definida y, segundo, que la relativa importancia para él de
los diferentes resultados que puede obtener corresponda a la relativa impor-
tancia que los demás atribuyan a los efectos más remotos y para él desco-
nocidos de su acción.
Ocupémonos primero del problema de la determinación de una esfera
de responsabilidad; seguidamente discutiremos el segundo problema. Si al
hombre se le debe dejar libre de hacer plenamente uso de su conocimiento
y de sus capacidades, la delimitación de las esferas de responsabilidad no
debe tomar la forma de una asignación de fines particulares que él debe inten-
tar alcanzar. Esto significaría imponerle un deber particular más que deli-
mitar una esfera de responsabilidad. Tampoco debe tomar la forma de una
asignación de recursos específicos decididos desde cualquier autoridad, lo
cual pondría la decisión fuera del dominio del individuo, en la misma me-
dida que la imposición de tareas específicas. Si el hombre debe hacer uso
de sus dotes personales, su esfera de responsabilidad debe ser el resultado
de sus acciones y de sus programas. La solución a este problema, al que los
hombres han llegado gradualmente y que precede al concepto de gobierno
en el sentido moderno del término, es la aceptación de principios formales,
«una norma fija según la cual vivir, común a todos y cada uno de los miem-
bros de esa sociedad»;25 reglas que, sobre todo, ponen al hombre en situación
de distinguir entre lo mío y lo tuyo, y a través de las cuales él y sus semejan-
tes pueden tener la seguridad de cuál es la esfera de responsabilidad propia
y de los demás.
25. J. Locke, Two Treatises of Government (1690), libro II, cap. 4, § 22: «La libertad de los hom-
bres bajo un gobierno consiste en tener una norma fija según la cual vivir, común a todo miembro
de esa sociedad y hecha por el poder legislativo instituido en ella.» [El libro de Locke, Two Treatises,
se ha reimpreso en bastantes ocasiones; véase, por ejemplo, John Locke, Two Treatises of Government,
ed. Peter Laslett (Cambridge: Cambridge University Press, 1988), p. 284. – Ed.].
115
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
116
PRELUDIO
VI
27. Nationality (1862), reimpreso en The History of Freedom and other Essays (1907), p. 288.
[Para una edición más reciente, véase Essays in the History of Liberty, ed. J. Rufus Fears, vol. 1 de
Selected Writings of Lord Acton (Indianápolis, IN: LibertyClassics, 1985), p. 424. – Ed.]. [En español
en Lord Acton, Ensayos sobre la libertad y el poder, Unión Editorial, 1999, pp. 350-51].
117
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
28. [La célebre frase de John Maynard Keynes, «a largo plazo todos estaremos muertos», puede
encontrarse en A Tract on Monetary Reform [1923], reimpreso como cuarto volumen (1971) en The
Collected Writings of John Maynard Keynes, Austin Robinson y Donald Moggridge, eds., 30 vols.
(Londres: Macmillan, para la Real Sociedad Económica, 1971-1989), p. 376. – Ed.].
118
PRELUDIO
29. Las medidas que el gobierno puede oportunamente tomar para reducir la incertidumbre real-
mente evitable por los individuos son un tema que ha despertado una tal confusión que no puedo
dejar la breve alusión que hago en el texto sin una explicación ulterior. La cuestión es que, mientras
que es fácil proteger a una persona o a un grupo particular de la pérdida que podría producir un cambio
imprevisto, impidiendo que las personas se percaten del cambio después de producirse, esto sirve solo
para gravar el cambio sobre otras, pero no para evitarlo. Si, por ejemplo, el capital invertido en una
instalación muy costosa está protegido contra la obsolescencia causada por nuevos inventos con la
prohibición de introducir estos nuevos inventos, esto aumenta la seguridad de los propietarios de la
instalación existente, pero priva al público del beneficio de los nuevos inventos. O, en otras palabras,
no se reduce realmente la incertidumbre para la sociedad en su conjunto, si hacemos el comporta-
miento de las personas más previsible, impidiéndoles adaptarse a un cambio imprevisto en su conoci-
miento del mundo. La única reducción auténtica de la incertidumbre consiste en aumentar el cono-
cimiento, pero sin impedir nunca que las personas se sirvan de nuevos conocimientos.
119
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
VII
120
PRELUDIO
121
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
hombres están cualificados para las libertades civiles en exacta proporción a su disponibilidad para
poner cadenas morales a sus apetitos; en la medida en que su amor por la justicia está por encima de
su avidez; en la medida en que su integridad y capacidad de comprensión está por encima de su vani-
dad y presunción; en la medida en que están dispuestos a escuchar los consejos de los buenos y de los
sabios, prefiriéndolos a las lisonjas de los truhanes» (A Letter to a Member of the National Assembly,
1791, en Works, cit., vol. IV, p. 319).
122
PRELUDIO
VIII
123
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
32. J.W. Dibelius, England (1923), pp. 464-8 de la trad. inglesa. [El historiador alemán Wilhelm
Debelius (1879-1931) fue el autor de numerosas obras en Gran Bretaña. – Ed.].
33. [Hayek hace referencia a la obra de John Stuart Mill, On Liberty [1859], reimpresa en Essays
on Politics and Society I, ed. J.M. Robson, vol. 18 (1977) en Collected Works of John Stuart Mill (Toronto:
University of Toronto Press, 1963-1991), pp. 213-310. En el libro, Mill defendía la libertad del indi-
viduo ante el control social y político. Johann Wolfgang von Goethe, poeta, dramaturgo y cientista
alemán (1749-1832), fue el autor de Fausto (1808, 1832) y Las cuitas del joven Werther (1774). El fi-
lólogo y estadista Karl Wilhelm von Humboldt (1767-1835) fue el primer ministro de Educación prusia-
no y el fundador de la Universidad de Berlín. Hayek hace mención de la deuda de Mill para con Goethe
y Humboldt en la introducción a Camino de servidumbre, p. 61, nota 4. – Ed.].
124
PRELUDIO
IX
34. Vermeil, Germany’s Three Reichs, Londres 1961, p. 226. [Para más detalles sobre Alemania
y este vínculo, véase la reseña de Hayek sobre el libro de Vermeil en el capítulo 10 de The Fortunes of
Liberalism. – Ed.].
125
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
126
PRELUDIO
las concesiones que hizo Mill a las tendencias nacionalistas del liberalismo
continental.35
Hay otras dos diferencias entre ambos tipos de individualismo, que tam-
bién son óptimamente ilustradas por la posición que adoptaron Lord Acton
y Tocqueville y sus puntos de vista sobre la democracia y la igualdad frente
a las tendencias que se venían imponiendo en su tiempo. El verdadero indi-
vidualismo no solo cree en la democracia, sino que puede afirmar que todos
los ideales democráticos derivan de los principios fundamentales del indi-
vidualismo. Sin embargo, si bien el individualismo afirma que todos los go-
biernos deberían ser democráticos, no tiene una fe supersticiosa en la omni-
competencia de las decisiones mayoritarias, y en particular se niega a admitir
que «el poder absoluto puede ser, según una hipótesis popular, tan legítimo
como la libertad constitucional».36 Cree que en la democracia, no menos que
bajo cualquier otra forma de gobierno, «la esfera de mandato coercitivo debe
35. Lord Acton, Nationality (1862, recogido en The History of Freedom, pp. 270-300 [trad. esp.,
«Nacionalidad», en Ensayos sobre la libertad y el poder, cit., p. 348]. [Véase Essays in the History of
Liberty, pp. 409-433. En este ensayo, Acton argumentó que tener varias nacionalidades dentro de
una nación ayuda a proteger la libertad individual: «Si consideramos que establecer la libertad para
que se cumplan los deberes morales es el final de la sociedad civil, entonces debemos concluir que
esos estados son, con diferencia, los más perfectos que incluyen numerosas y variadas nacionalida-
des sin oprimirlas, tal y como se dio en los imperios británico y austriaco. … La intolerancia a la liber-
tad social, propia del absolutismo, cree poder encontrar una solución en la diversidad de nacionali-
dades que ninguna otra fuerza podría proveer con eficacia. La coexistencia de multitud de naciones
bajo el mismo estado es una prueba, además de la mejor garantía de su libertad» (Essays, pp. 432,
425). El punto de vista de Acton contrasta con el de Mill, quien afirma que «en general, que los lími-
tes del gobierno coincidan con los límites de las nacionalidades en los puntos más importantes es una
condición necesaria de las instituciones libres» (Essays, p. 422). Véase John Stuart Mill, Considerations
on Representative Government (1861), reimpresión en Essays on Politics and Society, II, ed. J.M. Robson,
vol. 19 (1977) en Collected Works of John Stuart Mill, p. 548. – Ed.].
36. Lord Acton, Sir Erskine May’s Democracy (1878, recogido en The History of Freedom, p. 78
[trad. esp., «La democracia en Europa», en Ensayos sobre la libertad y el poder, cit., 311]. [Véase Essays
in the History of Liberty, p. 68. – Ed.].
127
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
37. Lord Acton, Lectures on Modern History (1906), p. 10. [Véase Essays in the Study and Writing
of History, ed. J. Rufus Fears, vol. 2 de Selected Writings of Lord Acton, p. 516. – Ed.].
38. Lord Acton, «Sir Erskine May’s Democracy» (1878), recogido en The History of Freedom,
pp. 93-94 [trad. esp., «La democracia en Europa», en Ensayos sobre la libertad y el poder, cit., 326].
[Véase Essays in the History of Liberty, p. 80. – Ed.].
128
PRELUDIO
129
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Y Acton se unía a él en la idea de que «la causa más profunda de que la Re-
volución francesa resultara tan perjudicial para la libertad radica en su teoría
de la igualdad»40 y que «la más favorable oportunidad que jamás se dio al mun-
do [se malogró] porque la pasión de la igualdad hizo vana la esperanza de la
libertad».41
XI
Sería posible proseguir aún la discusión sobre las diferencias que distinguen
ambas tradiciones intelectuales, que, aunque llevan el mismo nombre, están
divididas por principios fundamentalmente opuestos. Pero no debo alejarme
aquí demasiado de mi tarea, que consiste en rastrear los orígenes de la con-
fusión a que dio lugar y que también se centra en demostrar que existe una
tradición coherente que, se esté o no de acuerdo conmigo sobre el hecho de
que la misma sea el «verdadero individualismo», es en todo caso el único tipo
de individualismo que estoy dispuesto a defender y, creo firmemente, es el
único tipo de individualismo que puede defenderse con coherencia. Permi-
tidme, en conclusión, que vuelva a lo que dije al principio: que la actitud fun-
damental del verdadero individualismo es una actitud de humildad y respeto
al proceso a través del cual el género humano ha alcanzado cosas que no fueron
comprendidas o planificadas por ningún individuo, pero que sin duda son
más grandes que las mentes individuales. En este momento el gran problema
es si se le puede permitir a la mente del hombre seguir creciendo como parte
de este proceso, o si a la mente humana hay que echarle las cadenas que ella
misma ha creado.
Lo que nos enseña el individualismo es que la sociedad es más grande
que el individuo solo en la medida en que es libre. Cuando está controlada
40. Lord Acton, «Sir Erskine May’s Democracy» (1878), recogido en The History of Freedom,
p. 88 [trad. esp., «La democracia en Europa», en Ensayos sobre la libertad y el poder, cit., 321]. [Véase
Essays in the History of Liberty, p. 76. – Ed.].
41. Lord Acton, «The History of Freedom in Christianity» (1877), recogido en History of Freedon,
p. 57 [trad. esp., «Historia de la libertad en el cristianismo», en Ensayos sobre la libertad y el poder,
cit., p. 111]. [Véase Essays in the History of Liberty, p. 51. – Ed.].
130
PRELUDIO
42. [Edmund Burke, «Speech on the Nabob of Arcot’s Debts» [1785], en Works of the Right
Honourable Edmund Burke (Boston: Little, Brown and Co., 1889), vol. 3, p. 16. – Ed.].
131
PARTE I
EL CIENTISMO Y EL ESTUDIO
DE LA SOCIEDAD*
Los sistemas que han debido su origen a las elucubraciones de aquellos ver-
sados en una disciplina, pero ignorantes en otra; y que por ello explican los
fenómenos, en la parte que les es desconocida, recurriendo a otros fenómenos
que les son familiares, han convertido a la analogía, que en otros autores solo
da para unas pocas semejanzas ingeniosas, en el eje sobre el que todo gira.
ADAM SMITH
Ensayo sobre la Historia de la Astronomía
* [Se publicó una versión inicial de «El cientismo y el estudio de la sociedad» en tres partes en
Economica, nueva serie, vol. 9, agosto de 1942, pp. 267-291; vol. 10, febrero de 1943, pp. 34-63, y vol.
11, febrero de 1944, pp. 27-39. Se publicó una versión ligeramente revisada, sobre la que se basa esta
edición, en F.A. Hayek, The Counter-Revolution of Science: Studies on the Abuse of Reason (Glencoe,
IL [Illinois]: Free Press, 1952, pp. 17-182 (trad. esp.: La contrarrevolución de la ciencia: estudios sobre
el abuso de la razón, Unión Editorial, Madrid, 2003). La mayoría de las diferencias entre ambas versio-
nes tienen que ver con cambios que Hayek realizó en la prosa para hacer los pasajes más claros, o con
la adición de nuevas citas de obras que se publicaron en el tiempo que había transcurrido. Cualquier
diferencia significativa entre las dos versiones se ha apuntado en comentarios entre corchetes. – Ed.].
[Adam Smith, «The History of Astronomy», reimpresión en Essays on Philosophical Subjects,
vol. 3, The Glasgow Edition of the Works and Correspondence of Adam Smith, p. 47. – Ed.].
133
1
LA INFLUENCIA
DE LAS CIENCIAS NATURALES
SOBRE LAS CIENCIAS SOCIALES
1. Esto no es cierto en todos los casos. Los intentos de tratar los fenómenos sociales «científica-
mente», que adquirieron tanta influencia en el siglo XIX, no estaban completamente ausentes en el
siglo XVIII. Existen al menos en la obra de Montesquieu y de los fisiócratas. Pero los grandes logros
del siglo en la teoría de las ciencias sociales, como son los trabajos de Cantillon y Hume, así como los
de Turgot y Adam Smith, los desconocieron casi completamente. Al teórico político y social francés
Charles de Secondat, barón de la Brède et de Montesquieu (1689-1755), se le recuerda hoy en día no
por los elementos del cientismo presentes en su obra, sino por enunciar en su Spirit of the Laws (1748)
la idea de la inevitabilidad del conflicto entre los intereses en los regímenes democráticos y monár-
quicos, de ahí la importancia de la separación y el equilibrio de los poderes para favorecer su super-
vivencia. François Quesnay (1694-1774), líder de los fisiócratas, fue también médico de la corte de
Luis XV de Francia. En sus escritos sobre economía, estableció analogías entre la circulación del dinero
y la circulación de la sangre. Anne Robert Jacques Turgot (1727-1781), mientras servía como inter-
ventor general de finanzas entre 1774 y 1776 bajo el reinado de Louis XVI, intentó reducir las barre-
ras comerciales entre las provincias francesas y abolir los privilegios de las corporaciones. Sin embargo,
estas reformas no fueron bien recibidas entre las clases altas, y fue retirado de su puesto. El econo-
mista francés y nacido en Irlanda Richard Cantillon (aprox. 1680-1734) fue el autor de Essai sur la
nature du commerce en général (1755). A pesar de haber tenido mucha influencia en la Francia del
siglo XVIII, su trabajo fue redescubierto en el siglo XIX por William Stanley Jevons, quien alabó su
obra, a la que consideraba el primer tratado sobre economía. Para leer la traducción de uno de uno
de los primeros ensayos de Hayek sobre Cantillon, véase el capítulo 13 de su libro The Trend of Economic
Thinking. – Ed.].
135
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
2. El ejemplo más temprano del restringido significado moderno de la palabra ciencia aparece
en el New English Dictionary de Murray, en una fecha tan tardía como 1867. Pero J.T. Merz (History
of European Thought in the Nineteenth Century [1896], vol. 1, p. 89) tiene razón probablemente cuan-
do propone que ciencia adquirió su significado actual en la época en que se formó la British Association
for the Advancement of Science (1831).
3. Por ejemplo, New System of Chemical Philosophy, de J. Dalton (1808); Philosophie zoologique
de Lamarck (1809); o Philosophie chimique de Fourcroy (1806).
4. Emplearemos a partir de ahora la palabra Ciencia con mayúscula cuando haya que recalcar que
nos referimos al significado moderno, más restringido.
136
LA INFLUENCIA DE LAS CIENCIAS NATURALES SOBRE LAS CIENCIAS S O C I A L E S
5. [El estadista y filósofo francés, Francis Bacon (1561-1626) defendía en su Novum Organum
(1620) un planteamiento experimental e inductivo para las ciencias, y Auguste Comte (1798-1857),
quien acuñó el término «sociología», expuso un planteamiento positivista para el estudio de los fenó-
menos sociales. Para más detalles del punto de vista de Hayek sobre Bacon, véase «Francis Bacon:
Progenitor of Scientism (1561-1626)», capítulo 5 de The Trend of Economic Thinking; y sobre Comte,
véase este volumen, capítulos 13 y del 15 al 17. Puede que Otto Neurath (1882-1945), el represen-
tante de las ciencias sociales del Círculo de Viena de los positivistas lógicos, sea el defensor más desta-
cado del fisicalismo, la doctrina según la cual el conocimiento científico basado en hechos está formu-
lado sobre afirmaciones de actividades y objetos físicos y observables. Hayek critica esta doctrina, además
del behaviorismo en psicología, en el capítulo 5. – Ed.].
6. Véase M.R. Cohen, «The Myth about Bacon and the Inductive Method», Scientific Monthly
23 (1926): 505. [pp. 504-505.].
137
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
emplearon en su propio campo, sino más bien aquellos que ellos creyeron
que habían empleado. No tiene por qué ser lo mismo. Las explicaciones y la
teorización que el propio científico elabora acerca de sus procedimientos no
siempre son una buena guía. Aunque los planteamientos sobre el carácter
del método de la Ciencia han pasado por varias modas en las últimas genera-
ciones, debemos admitir que los métodos realmente empleados han sido los
mismos en esencia. Sin embargo, puesto que las ciencias sociales han sufri-
do la influencia de las opiniones entonces profesadas por los científicos so-
bre su propio modo de operar y también de las que ellos mismos habían pro-
fesado anteriormente, lo que digamos a propósito del método de las ciencias
naturales no pretende ser necesariamente una exposición fidedigna de los cri-
terios seguidos efectivamente por los científicos, sino más bien una exposi-
ción de las teorías que, sobre la naturaleza del método científico, han domi-
nado el campo en épocas recientes.7
La historia de esta influencia, los canales a través de los que operó, y la
dirección en la que afectó a los procesos sociales nos ocupará a lo largo de
la serie de estudios históricos para los que el presente ensayo está concebi-
do como una introducción.8 Antes de seguir la pista al curso histórico de esta
influencia y sus efectos, abordaremos la descripción de sus características ge-
nerales y de la naturaleza de los problemas a los que las desafortunadas ex-
pansiones de los hábitos de pensamiento de las ciencias físicas y biológicas
han dado lugar. Existen ciertos elementos típicos de esta actitud que encon-
traremos una y otra vez, cuya plausibilidad prima facie hace necesario exa-
minarlos con más cuidado. Aunque en las circunstancias históricas concretas
no siempre es posible mostrar cómo esos enfoques característicos se conec-
tan o proceden de los hábitos de pensamiento de los científicos, es más fácil
detectarlos en un análisis sistemático.
No es necesario señalar que nada de lo que tengamos que decir va en con-
tra de los métodos de la Ciencia dentro de su propia esfera o que pretendamos
7. [Todo este párrafo se añadió en la versión de 1952. Refleja que Hayek acepta la crítica de Karl
Popper de que los procedimientos que realmente se seguían en las ciencias naturales son diferentes
de aquellos atribuidos a los autores defensores del cientismo. Para más detalles sobre este tema, véase
la introducción del editor a este volumen, pp. 81-82. – Ed.].
8. [Los «estudios históricos» están recogidos en los ensayos «La contrarrevolución de la cien-
cia» y «Comte y Hegel», partes 2 y 3 de este volumen. – Ed.].
138
LA INFLUENCIA DE LAS CIENCIAS NATURALES SOBRE LAS CIENCIAS S O C I A L E S
9. El New English Dictionary de Murray recoge tanto scientism como scientistic, el primero como
el «hábito y modo de expresión de un científico», y el segundo como «característico de, o con los atri-
butos de, un científico (uso despectivo)». Los términos naturalista o mecanicista, que con frecuencia
se usan en un sentido similar, son menos apropiados porque sugieren un tipo de oposición erróneo.
10. Véase, por ejemplo, J. Fiolle, Scientisme et science (París 1936), y A. Lalande, Vocabulaire
Technique et critique de la philosophie, 4.ª ed., vol. 2, p. 740.
11. Quizá el siguiente pasaje de un destacado físico pueda servir de ayuda para mostrar en qué
medida los propios científicos también padecen la misma actitud que ha extendido su intoxicante influen-
cia sobre otras disciplinas: «Es difícil concebir un fanatismo científico mayor que sostener que toda
experiencia posible se ha de ajustar al mismo patrón con el que ya estamos familiarizados, y exigir
por lo tanto que en su explicación solo se empleen elementos presentes en la vida diaria. Esta actitud
denota una falta de imaginación, una estrechez mental y una obstinación tales que podría esperarse
que su justificación pragmática se agota en un plano inferior de la actividad mental.» P.W. Bridgman,
The Logic of Modern Physics [1928], p. 46.
139
2
PROBLEMA Y MÉTODO
EN LAS CIENCIAS NATURALES
Antes de que podamos entender las razones de los excesos del cientismo,
debemos intentar comprender la lucha que la Ciencia tuvo que librar contra
los conceptos y las ideas perjudiciales para su progreso, del mismo modo que
hoy el prejuicio cientista supone una amenaza para el progreso de los estu-
dios sociales. Aunque hoy vivimos en una atmósfera en la que los concep-
tos y los hábitos de pensamiento de la vida diaria están en gran medida in-
fluidos por la manera de pensar propia de la Ciencia, no debemos olvidar que
las Ciencias, en sus comienzos, tuvieron que abrirse camino en un mundo
donde la mayoría de los conceptos se habían formado a partir de las relacio-
nes con nuestros semejantes y de la interpretación de sus actos. Es muy natu-
ral que el impulso adquirido en esa lucha llevara a la Ciencia a traspasar el
límite, creando una situación en la que el peligro es ahora justamente el con-
trario; es decir, el predominio del cientismo obstaculiza el progreso en la
comprensión de la sociedad.1 Pero, aun cuando el péndulo haya iniciado su
vaivén en la dirección opuesta, solo generaríamos confusión si pasáramos por
alto los factores que han dado lugar a esta actitud y que la justifican dentro
del ámbito que les es propio.
1. Sobre el significado de esta «ley de la inercia» en la esfera científica y sus efectos en las disci-
plinas sociales, véase H. Münsterberg, Grundzüge der Psycologie (1909), vol. 1, p. 137; E. Bernheim,
Lehrbuch der historischen Methode und Geschichtsphilosophie, 5.ª ed. (1908), p. 144; y L. von Mises,
Nationalökonomie (1940), p. 24. El fenómeno por el que tendemos a forzar un nuevo principio ex-
plicativo es quizá más familiar respecto de doctrinas científicas concretas que respecto de la Ciencia
como tal. La gravitación y la evolución, la relatividad y el psicoanálisis, han sido forzados durante
ciertos periodos mucho más allá de su capacidad. Que este fenómeno haya tenido una duración aún
más prolongada cuando se trata de la Ciencia en su conjunto, así como que sus efectos hayan sido mu-
cho más intensos, no es sorprendente a la luz de esta experiencia.
140
P R O B L E M A Y M É T O D O E N L A S C I E N C I A S NAT U R A L E S
141
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
2. Esta concepción, según creo, fue formulada explícitamente por el físico alemán G. Kirchhoff
en sus Vorlesungen über die mathematische Physik; Mechanik (1874), p. 1, y posteriormente divul-
gada a través de la filosofía de Ernst Mach. [La obra de Ernst Mach sobre física, psicología y la filo-
sofía de la ciencia tuvo una grandiosa influencia en Viena cuando Hayek era estudiante, tal y como
recuerda en su ensayo «Ernst Mach (1838-1916) and the Social Sciences in Vienna», capítulo 7 de
The Fortunes of Liberalism. – Ed.].
3. La palabra explicar es solo uno de los muchos casos importantes en que las ciencias natura-
les se vieron obligadas a emplear conceptos que originariamente surgieron para describir los fenó-
menos asociados a la conducta humana. Ley y causa, función y orden, organismo y organización son
también conceptos de pareja importancia que la Ciencia ha conseguido liberar relativamente de sus
connotaciones antropomórficas, mientras que en otros casos —particularmente, como después vere-
mos, en el caso de intención— sin poder prescindir de ellos, la Ciencia no ha logrado aún depurarlos,
lo que justifica en cierto modo su temor a emplearlos.
4. Véase T. Percy Nunn, Proceedings of the British Academy, vol. 13, Anthropomorphism and
Physics (1926).
142
P R O B L E M A Y M É T O D O E N L A S C I E N C I A S NAT U R A L E S
143
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
5. L.S. Stebbing, Thinking to Some Purpose (Pelican Books, 1939), p. 107. Ver también B. Rusell,
Scientific Outlook, 1931, p. 85.
144
P R O B L E M A Y M É T O D O E N L A S C I E N C I A S NAT U R A L E S
6. La comparación es más precisa si imaginamos que solo los pequeños grupos de caracteres, esto
es, las palabras, se nos presentan simultáneamente, mientras que los grupos propiamente dichos solo
se revelan en una determinada secuencia de tiempo, tal y como sucede con las palabras (o frases) cuando
las leemos.
145
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
de las reglas por las que esas construcciones mentales pueden traducirse en
enunciados que hagan referencia a los fenómenos perceptibles por nuestros
sentidos.
Del mismo modo en que en nuestra descripción de la estructura del len-
guaje no es necesaria una explicación acerca del modo en que las diferentes
unidades se forman a partir de distintas combinaciones de letras (o de soni-
dos), las distintas cualidades sensoriales a través de las que percibimos la na-
turaleza no forman parte de nuestra descripción teórica. Ya no se consideran
parte del objeto de estudio y vienen a considerarse como meros conductos por
los que, espontáneamente, percibimos o clasificamos los estímulos externos.7
No abordaremos aquí el problema de cómo el hombre ha llegado a clasi-
ficar los estímulos externos en la particular forma que conocemos como cuali-
dades sensoriales.8 Solo existen dos puntos de conexión, que ahora debemos
mencionar brevemente, sobre los que volveremos más tarde. Uno es que, una
vez que hemos aprendido que las cosas del mundo exterior presentan unifor-
midad en sus conductas recíprocas, la cuestión de por qué se presentan así a
nuestros sentidos y, especialmente, de por qué aparecen de la misma9 forma
7. Se ha extinguido ese antiguo asombro en torno al milagro de que las cualidades que se supo-
nen propias de las cosas llegan al cerebro en la forma de procesos nerviosos indistinguibles que se
diferencian solo en el órgano al que afectan, para después ser nuevamente retraducidas en nuestro
cerebro a su forma original. No tenemos pruebas para afirmar que las cosas del mundo exterior a
nosotros, en sus interrelaciones, sean distintas o semejantes en la misma medida en que lo sugieren
nuestros sentidos. De hecho, tenemos pruebas de que en muchos casos sucede lo contrario.
8. Baste mencionar que esta clasificación se basa probablemente en un aprendizaje preconsciente
de las relaciones que en el mundo externo son especialmente relevantes para la existencia del orga-
nismo humano en el medio ambiente en que este se desarrolló, y que está estrechamente conectado
con el infinito número de «reflejos condicionados» que las especies humanas tuvieron que adquirir en
el curso de su evolución. La clasificación de los estímulos externos en nuestro sistema nervioso central
es, tal vez, altamente «pragmático» en el sentido de que no se basa en todas las relaciones observables
entre los entes del mundo exterior, haciendo hincapié, sin embargo, en aquellas relaciones entre el mundo
exterior (en sentido estricto) y nuestro cuerpo, las cuales, en el proceso evolutivo, han demostrado ser
significativas para la supervivencia de las especies. El cerebro humano, por ejemplo, clasificará los estí-
mulos externos asociándolos sobre todo a los estímulos que emanan de los actos reflejos de partes de
nuestro cuerpo, donde no interviene el cerebro, provocados por esos mismos estímulos externos.
9. Que distintas personas clasifiquen los estímulos externos de la «misma» manera no significa
que las cualidades sensoriales individuales sean las mismas para todos (tal afirmación no tendría sentido),
146
P R O B L E M A Y M É T O D O E N L A S C I E N C I A S NAT U R A L E S
sino que los sistemas de percepción sensorial de diferentes individuos tienen una estructura común
(son sistemas de relaciones homeomórficos).
147
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
148
P R O B L E M A Y M É T O D O E N L A S C I E N C I A S NAT U R A L E S
149
3
EL CARÁCTER SUBJETIVO
DE LOS DATOS
DE LAS CIENCIAS SOCIALES
1. No obstante, la mayoría de los problemas de este último grupo harán surgir cuestiones carac-
terísticas de las ciencias sociales propiamente dichas cuando intentemos explicarlos.
150
E L C A R Á C T E R S U B J E T I V O D E L O S D AT O S D E L A S C I E N C I A S S O C I A L E S
151
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
3. Se ha sugerido muchas veces que esta es la razón por la que la economía y otras ciencias teóri-
cas aplicadas al estudio de la sociedad deberían denominarse ciencias «teleológicas». Este término es, sin
embargo, desorientador, puesto que sugiere que no solo son deliberadas las acciones de los individuos,
152
E L C A R Á C T E R S U B J E T I V O D E L O S D AT O S D E L A S C I E N C I A S S O C I A L E S
sino que también las estructuras sociales son diseñadas deliberadamente por alguien con un propó-
sito determinado. Esto conduce, bien a una «explicación» de los fenómenos sociales en clave de los
fines impuestos por algún poder superior, o bien al no menos fatal error de considerar todos los fenó-
menos sociales como resultado de una planificación humana consciente, lo que constituye un obstá-
culo para la recta comprensión de estos fenómenos. Algunos autores, especialmente O. Spann, se han
servido del término teleológico para justificar las más abstrusas especulaciones metafísicas. Otros,
como K. Engliš, lo han empleado de forma irreprochable, distinguiendo claramente entre ciencias teleo-
lógicas y normativas. (Véase especialmente el clarificador estudio que de este problema realiza K. Engliš
en Teleologische Theorie der Wirtschaft [Brünn, 1930].) Aun así, el término sigue siendo desorienta-
dor. Si se precisa un nombre, el término ciencias praxeológicas, procedente de A. Espinas, adoptado
por T. Kotarbinsky y E. Slutsky, y que ahora ha definido con nitidez y empleado sistemáticamente
Ludwig von Mises en Nationalökonomie [Ginebra, 1940]), parece ser el más apropiado. [El sociólogo
y economista austriaco Othmar Spann (1878-1950), profeta del «universalismo intuitivo», criticaba
la democracia, el individualismo, el socialismo y el liberalismo, y durante un tiempo fue profesor de
Hayek en la Universidad de Viena. Para más detalles sobre Spann, véase Caldwell, Hayek’s Challenge,
pp. 138-139. Para saber más sobre el planteamiento teleológico del estudio de la economía del econo-
mista checo Karel Engliš’s (1880-1961), véase la introducción de Jaroslav G. Polach’s al libro de Engliš,
An Essay on Economic Systems: A Teleological Approach, traducido por Ivo Moravčík (Boulder, CO
[Colorado]: East Europe Monographs, 1986). El académico francés Alfred Victor Espinas (1844-1922),
quien al parecer fue el primero en utilizar el término «praxeología» en su artículo «Les origines de la
technologie», Revue philosophique, vol. 30, agosto de 1890, pp. 114-115, afirmó que la ciencia social
debería basarse en el organicismo y el evolucionismo. El filósofo polaco Tadeusz Kotarbinski (1886-
1981) escribió sobre la filosofía del acto mediante categorías praxeológicas; tanto él como Oskar Lange
creían que el uso de tales categorías podía mejorar el funcionamiento de una economía socialista. El
economista ruso Eugen Slutsky (1880-1948), más conocido entre los economistas por identificar el
efecto sustitución y el efecto ingreso en el cambio de precio de la ecuación Slutsky, también contribu-
yó en la teoría estadística y en la teoría de la probabilidad. El economista austriaco Ludwig von Mises
(1881-1973) fue amigo y mentor de Hayek; además de utilizar el término «praxeología» en su libro
de 1940, consideraba que esta constituía «la ciencia de la acción humana» en la primera parte de su
libro, Human Action: A Treatise on Economics (New Haven: Yale University Press, 1949; tercera edición
revisada, Chicago: Henry Regnery, 1966). – Ed.].
4. Aun cuando la gran mayoría de los objetos o los fenómenos que determinan la acción humana
—y que, por tal motivo, han de ser definidos, no por sus características físicas, sino por las actitudes
153
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
No debe objetarse que estos son meros ejercicios de abstracción para lle-
gar a términos genéricos como los que se emplean en las ciencias físicas. La
cuestión es que son abstracciones de todos los atributos de las cosas que se
examinan y que sus definiciones deben girar en torno a las actitudes menta-
les del hombre hacia las cosas. La significativa diferencia entre los dos puntos
de vista salta a la vista con claridad si pensamos, por ejemplo, en el problema
que se le presenta al arqueólogo cuando trata de averiguar si una piedra que
semeja un utensilio es en realidad un «artefacto», es decir algo hecho por el
hombre o es simplemente un producto casual de la naturaleza. No hay otra
forma de determinarlo si no es tratando de entender cómo funcionaba la
mente del hombre prehistórico o intentando comprender cómo este habría
fabricado tal utensilio. El hecho de que no seamos plenamente conscientes
de que esto es lo que realmente hacemos en tales casos y de que, necesaria-
mente, hemos de confiar en nuestro conocimiento de cómo funciona la men-
te humana, se debe principalmente a la imposibilidad de concebir un obser-
vador que no posea una mente humana y que interprete lo que ve en función
de cómo opera su propia mente.
La diferencia entre el enfoque de las ciencias naturales y el de las cien-
cias sociales no puede describirse de otra forma mejor que llamando a las
primeras «objetivas» y a las segundas «subjetivas». No obstante, estos tér-
minos son ambiguos y podrían inducir a confusión si no se explican conve-
nientemente. Mientras que para el científico que cultiva las ciencias natura-
les el contraste entre los hechos objetivos y las opiniones subjetivas es algo
sencillo, la distinción no puede aplicarse tan fácilmente a las ciencias socia-
les. La razón es que el objeto o los «hechos» de las ciencias sociales son tam-
bién opiniones —no las opiniones de quienes estudian los fenómenos socia-
les, por supuesto, sino las opiniones de aquellos cuyas acciones dan lugar al
objeto de estudio del científico social. En un sentido, sus hechos son, pues,
tan poco «subjetivos» como los de las ciencias naturales, porque son inde-
humanas hacia ellos— son medios para obtener un fin, eso no significa que la naturaleza intencio-
nal o «teleológica» de su definición sea el punto esencial. Los fines humanos para los que las dife-
rentes cosas sirven son el tipo más importante —si no el único— de actitudes humanas que han de
formar la base de tal clasificación. Un fantasma, o un buen o mal augurio, no dejan de pertenecer
también a la clase de fenómenos que determinan la acción humana, los cuales carecen de equivalente
físico; aunque quizá no puedan ser considerados como instrumentos de la acción humana.
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155
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
cualidades dejen de «existir», sino que cuando las estudiamos, estamos exa-
minando, no el mundo físico, sino la mente del hombre.
En algunas ocasiones, como cuando distinguimos entre las propiedades
«objetivas» de cosas que se manifiestan en sus relaciones recíprocas y las pro-
piedades que los hombres les atribuyen, sería preferible oponer «objetivo»
a «imputado», en lugar de emplear el ambiguo término subjetivo. Sin em-
bargo, la palabra imputado es de limitada utilidad. Las principales razones
por las que es más conveniente conservar los términos subjetivo y objetivo
para significar este contraste, aun a pesar de sus connotaciones desorientado-
ras, son que la mayoría de las palabras que podrían sustituirlos, tales como
mental y material, llevan consigo una carga de asociaciones metafísicas aún
mayor y que, al menos en economía,5 hace tiempo que se emplea el término
subjetivo en el mismo sentido en que lo usamos aquí. Lo que es más impor-
tante es que la palabra subjetivo destaca otro importante factor al que nos
referiremos más adelante: que el conocimiento y las creencias de los distin-
tos individuos, aun cuando posean una estructura común que hace posible la
comunicación, son sin embargo distintas y con frecuencia contradictorias en
muchos aspectos. Si pudiéramos dar por cierto que todo el conocimiento y las
creencias de las distintas gentes fueran idénticos, o bien si estuviéramos ha-
blando de una sola mente, no importaría que lo calificáramos como un hecho
«objetivo» o como un fenómeno subjetivo. Pero el conocimiento específico
que guía la acción de cualquier grupo de personas nunca se da como un cuer-
po coherente y consistente. Solo existe en la forma dispersa, incompleta e
inconsistente que aparece en muchas mentes individuales, y la dispersión e
imperfección de todo el conocimiento son dos de los factores básicos desde
donde las ciencias sociales han de partir. Lo que los filósofos y los cultivado-
res de la lógica rechazaban desdeñosamente como «meras» imperfecciones
de la mente humana se convierte en un factor básico de crucial importancia
para las ciencias sociales. Después veremos cómo la visión «absolutista» opues-
ta, la que considera el conocimiento, y especialmente el conocimiento con-
creto de circunstancias particulares, como si fuera algo dado «objetivamen-
te», igual para todas las personas, es una constante fuente de errores en las
ciencias sociales.
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
7. Ludwig von Mises ha sido, probablemente, quien ha profundizado con mayor consistencia en
esta vía, y creo que la mayoría de las peculiaridades que aportan sus puntos de vista, que para muchos
lectores resultan a primera vista extraños e inaceptables, encuentran su origen en el hecho de que,
en materia de desarrollo sistemático del enfoque subjetivista, Mises ha ido por delante de sus contem-
poráneos durante mucho tiempo. Probablemente, todas las notas características de sus teorías —desde
su teoría monetaria (muy por delante de su tiempo, allá por 1912) hasta lo que él denomina aprio-
rismo—, su visión de la economía matemática en general y de la medida de los fenómenos económi-
cos en particular, así como su crítica de la planificación, todas emanan directamente (aunque, quizá,
no siempre con el mismo grado de justificación) del subjetivismo como posición central. Véase espe-
cialmente sus obras Grundprobleme der Nationalökonomie (Jena, 1933) y Human Action (1949).
[Al mencionar la «teoría del dinero» de Mises, Hayek se refiere a la obra de Ludwig von Mises, Theorie
des Geldes und der Umlaufsmittel (Múnich: Duncker and Humblot, 1912; segunda edición, 1924); la
segunda edición fue traducida por H.E. Batson con el título The Theory of Money and Credit (Londres:
Cape, 1934; reimpresión, Indianápolis, IN; LibertyClassics, 1981). La obra de Mises, Grundprobleme,
está ahora disponible en inglés: Epistemological Problems of Economics, traducida por George Reisman
(Princeton, NJ: Van Nostrand, 1960). – Ed.].
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las cosas. La teoría económica no tiene nada que decir acerca de la defini-
ción que un enfoque objetivista o materialista intentaría dar del dinero: unos
pequeños discos metálicos de forma circular. Nada tiene que decir acerca del
hierro o del acero, de la madera o del petróleo, o del trigo y los huevos como
tales. La historia de cualquier bien concreto muestra que, conforme evolu-
ciona el conocimiento humano, el mismo objeto o cosa material puede repre-
sentar categorías económicas bien distintas. Tampoco podremos distinguir
en términos físicos cuándo dos personas realizan un trueque o un intercam-
bio monetario, o cuándo tiene lugar un juego o un ritual religioso. A menos
que podamos comprender lo que las personas persiguen con sus actos, cual-
quier intento de explicarlos, esto es, de aplicarles reglas que relacionen situa-
ciones semejantes con actos parecidos, está condenado al fracaso.8
Este carácter esencialmente subjetivo de toda la teoría económica —el cual
se ha desarrollado con mucha mayor claridad que en la mayoría de las de-
más ciencias sociales,9 pero que, a mi entender, comparte con todas ellas,
entendidas en sentido estricto— queda muy bien ilustrado si hacemos un
examen atento de uno de sus teoremas más simples como, por ejemplo, la
8. Algunos de los primeros economistas lo vieron con mucha claridad. Sin embargo, los intentos
posteriores para hacer «objetiva» la economía, en el sentido de las ciencias naturales, oscurecieron esta
conclusión. Por ejemplo, Ferdinando Galiani, en Della Moneta (1751), señalaba que «son iguales las
cosas que procuran la misma satisfacción a aquel respecto de quien se dice que son equivalentes. Cual-
quiera que busque equivalencias en otro lugar, siguiendo otros principios, y que espere encontrarlas en
el peso o en la apariencia, muestra una escasa comprensión de las realidades de la vida humana. Una
hoja de papel es, con frecuencia, equivalente al dinero, respecto del cual difiere tanto en el peso como
en la apariencia; por otro lado, dos dineros de peso, cualidades y apariencia similares, a menudo no son
equivalentes» (tomado de A.E. Monroe, Early Economic Thought [1930], p. 303). [El economista y fun-
cionario italiano Ferdinando Galiani (1728-1787) tenía tan solo 22 años cuando publicó Della Moneta,
o Money. En él desarrolló, entre otras cosas, un planteamiento subjetivo de la teoría del valor. – Ed.].
9. Con la probable excepción de la lingüística, por lo que puede afirmarse con cierta justifica-
ción que «es de una importancia capital para la metodología de las ciencias sociales» (Edward Sapir,
Selected Writings (Berkeley: Univesity of California Press, 1949), p. 166). Sapir, cuyas obras me eran
desconocidas cuando escribí este ensayo, destaca muchos de los puntos que aquí se han señalado. Ver,
por ejemplo, ibíd., p. 46: «No existe ningún ente en la experiencia humana que pueda definirse de for-
ma adecuada como la suma o el producto de sus propiedades físicas tomadas mecánicamente», y «To-
dos los entes significativos y sus propiedades físicas han de pasar, pues, por el tamiz de la significación
funcional o relacional».
159
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
10. En su forma extrema ricardiana, la proposición es, naturalmente, que una variación en el va-
lor del producto afectará solo al valor de la tierra, dejando el valor del trabajo completamente inal-
terado. En esta forma (ligada a la teoría «objetiva» del valor de Ricardo), puede entenderse como un
caso límite de la proposición más general reflejada en el texto. [Hayek hace referencia a la teoría de
la renta y la teoría del valor del trabajo articuladas por el economista inglés David Ricardo (1772-
1823) en su obra On the Principles of Political Economy and Taxation [tercera edición, 1821], reim-
presa como primer volumen (1951) de The Works and Correspondence of David Ricardo, ed. Piero
Sraffa, con la colaboración de M.H. Dobb (Cambridge: para la Real Sociedad Económica por Cambridge
University Press, 1951-1973). – Ed.].
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puede ser refutado, y lo será con frecuencia. Si, por ejemplo, un lote de tierra
se emplea para producir cierta clase de fruta cuyo cultivo requiere una espe-
cial capacitación, el efecto de un descenso en la demanda de esa fruta puede
recaer exclusivamente en los salarios de esos trabajadores especializados,
mientras que el valor de la tierra puede que permanezca prácticamente inal-
terado. En tal situación, sería en los salarios, en lugar de la tierra, donde se
cumpliría la «ley de la renta». Pero cuando nos preguntamos por qué o cómo
podemos averiguar si la ley de la renta se cumple en un determinado caso,
la respuesta no nos la darán la información física acerca de las propiedades
de la tierra, de la mano de obra o del producto. Esta depende de los factores
subjetivos presentes en la versión teórica de la ley de la renta; y solo en la
medida en que podamos descubrir cuáles son los conocimientos y las creen-
cias de las personas implicadas sobre los aspectos relevantes estaremos en
condiciones de predecir en qué forma una variación en el precio del producto
afectará a los precios de los factores. Lo que es cierto de la teoría de la renta,
también lo es generalmente de la teoría de los precios: nada nos dice acerca
de la evolución de los precios del hierro, del algodón, o de otras cosas con ta-
les o cuales propiedades físicas, sino solo sobre cosas acerca de las que la gente
tiene ciertas creencias y de las que quiere servirse de una determinada ma-
nera. Y nuestra explicación de un precio concreto, por tanto, no puede nunca
verse afectada por ningún conocimiento adicional que nosotros (los obser-
vadores) adquiramos sobre el bien en cuestión, sino solo por un conocimiento
adicional sobre lo que la gente que emplea ese bien piensa de él.
No podemos abordar aquí un examen similar de los fenómenos, más com-
plejos, que estudia la economía, cuyo progreso en los últimos años ha esta-
do estrechamente relacionado con el avance del subjetivismo. Solo podemos
destacar los nuevos problemas que estas investigaciones revelan como partes
centrales de la disciplina, como son la cuestión de la compatibilidad de las
intenciones y las expectativas de diferentes personas, la división del conoci-
miento entre ellas y el proceso por el que se adquiere el conocimiento relevan-
te y se forman las expectativas.11 Pero aquí no nos interesan los problemas
11. Puede encontrarse un examen algo más detallado de estos problemas en Hayek, «Economics
and Knowledge», Economica (febrero de 1937), reimpreso en Individualism and Economic Order (Chi-
cago: University of Chicago Press, 1948).
161
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
12. Ver C.V. Langlois y C. Seignobos, Introduction to the Study of History (Londres, 1898), p.
218: «Las acciones y las palabras siempre tienen esta característica: que cada una de ellas es la acción
o la palabra de un individuo; la imaginación solo puede representarse actos individuales, copias de
los que ya nos ha proporcionado la observación directa. Como son acciones de hombres que viven en
sociedad, la mayoría de ellas son realizadas simultáneamente por muchos individuos y están dirigi-
das hacia una finalidad común. Son actos colectivos; pero, tanto en la imaginación como en la obser-
vación directa, se reducen siempre a una suma de acciones individuales. El “hecho social”, como lo
entienden algunos sociólogos, es una construcción filosófica, no un hecho histórico.»
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4
EL MÉTODO INDIVIDUALISTA
Y «COMPOSITIVO»
DE LAS CIENCIAS SOCIALES
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1. Véanse los excelentes análisis de los efectos del realismo conceptual (Begriffsrealismus) en
la economía que hace W. Eucken en The Foundations of Economics (Londres 1950), pp. 51 y ss.
2. En algunos contextos, los conceptos que otras ciencias sociales toman como meras teorías que
deben ser revisadas y mejoradas, han de ser tratados como datos. Podría concebirse, por ejemplo, una
«ciencia política» que mostrara qué tipo de acción política se deduce del hecho de que la gente sostenga
determinadas concepciones acerca de la naturaleza de la sociedad, y en tal caso, esos puntos de vista
habrían de ser tratados como datos. Pero, aunque en las acciones del hombre hacia los fenómenos so-
ciales, esto es, a la hora de explicar sus acciones políticas, tengamos que tomar sus ideas acerca de la
constitución de la sociedad como algo dado, siempre podemos investigar, en un nivel diferente de aná-
lisis, lo verdadero o falso de esas ideas. El hecho de que una sociedad determinada pueda creer que
sus instituciones han sido creadas por una intervención de la divinidad, y que tengamos que tomar
esa creencia como un hecho a la hora de explicar los fenómenos políticos de esa sociedad, no nos impi-
de mostrar que tal creencia es, probablemente, falsa.
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
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3. Véase Robbins, An Essay on the Nature and Significance of Economic Science, 2.ª ed. (1935),
p. 105: «En economía… los elementos fundamentales de nuestras principales generalizaciones nos son
conocidos de un modo directo. En las ciencias naturales, solo pueden conocerse por medio de la infe-
rencia.» Quizá la siguiente cita tomada de un ensayo mío anterior (Collectivistic Economic Planning
[1935], p. 11) pueda servir de más ayuda para explicar la proposición que acabamos de formular en
el texto: «La posición del hombre, a mitad de camino entre los fenómenos naturales y los sociales —de
los que en un caso es efecto y en el otro causa— revela que los hechos básicos esenciales que necesi-
tamos para la explicación son parte de la experiencia común, parte del material del que se compone
nuestro pensamiento. En las ciencias sociales son los elementos de los fenómenos complejos los que
nos son indiscutiblemente conocidos. En las ciencias naturales, estos solo pueden ser, en el mejor de
los casos, conjeturados.» Véase también C. Menger, Untersuchungen über die Methoden der Sozial-
wissenschaften (1883), p. 157: «Los elementos últimos a los que debe remontarse la interpretación
teórica exacta de los fenómenos naturales son “átomos” y “fuerzas”, ambos de naturaleza no empí-
rica. Nosotros no estamos en condiciones de representarnos “átomos”, y solo en virtud de una ima-
gen conseguimos representar las fuerzas naturales, por las cuales en efecto entendemos únicamente
las causas primarias, conocidas por nosotros, de movimientos reales. De aquí las enormes dificultades
que se encuentran para una interpretación exacta de los fenómenos naturales en su último estadio.
Distinta es la situación en las ciencias sociales exactas. Aquí los elementos últimos de nuestro análi-
sis, los “individuos humanos y sus estímulos”, son de naturaleza empírica y por tanto las ciencias
sociales se hallan en una posición ventajosa respecto a las ciencias de la naturaleza. Los “límites del
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Mientras que el método de las ciencias naturales es, en este sentido, analí-
tico, el de las ciencias sociales se define mejor como compositivo4 o sintético.
Son los conjuntos, los grupos de elementos que están estructuralmente
conectados, los que aprendemos a aislar de la totalidad de los fenómenos ob-
servados sobre la única base de nuestra capacidad para reunir los elementos
que tienen propiedades que nos son familiares. Ensamblamos o reconstrui-
mos esos conjuntos a partir de las propiedades conocidas de los elementos.
Es importante observar que, en todo esto, las distintas clases de actitu-
des o creencias individuales no son en sí mismas el objeto de nuestra expli-
cación, sino meramente los elementos a partir de los que construimos la es-
tructura de relaciones posibles entre los individuos. En la medida en que, en
las ciencias sociales, analizamos el pensamiento individual, el propósito no
es explicar ese pensamiento sino simplemente distinguir los posibles tipos
de elementos con los que tendremos que contar en la construcción de las dife-
rentes pautas de las relaciones sociales. Es un error, alimentado con frecuencia
conocimiento de la naturaleza”, y las dificultades que de ello se derivan para una comprensión teóri-
ca de los fenómenos naturales, en realidad no existen para la investigación exacta en el terreno de las
manifestaciones sociales. Cuando A. Comte concibe la “sociedad” como un organismo real, o sea como
un organismo de tipo más complejo que los naturales, y define su interpretación teórica como un
problema científico incomparablemente más difícil y complejo, comete un grave error. Su teoría sería
justa solo respecto a aquellos estudiosos de ciencias sociales que permanecen obstinadamente ancla-
dos en el insensato empeño de querer examinar los fenómenos inherentes a la sociedad en clave no
específicamente sociológica, sino naturalista-atomista.»
4. He tomado el término compositivo de una nota manuscrita de Carl Menger que, en su copia
de la reseña que Schmoller hizo de su obra Methoden der Sozialwissenschaften (Jahrbuch für Gesetz-
gegung, etc., nueva serie, 7 [1883], p. 42), lo escribió sobre la palabra deductivo empleada por Schmo-
ller. Después de escribir este ensayo, me he dado cuenta de que Ernst Cassirer, en su Philosophie der
Aufklärung (1932, pp. 12, 25 y 341) emplea el término compositivo con el fin de resaltar acertada-
mente que el proceder de las ciencias naturales presupone el uso de la técnica «resolutiva» y «composi-
tiva». Esto es útil, pues conecta con la cuestión de que, puesto que en las ciencias sociales los elementos
nos son conocidos, podemos empezar a aplicar directamente el método compositivo. [Gustav Schmoller
(1838-1917) fue el líder de la conocida nueva escuela histórica alemana de economía. Su reseña llevó
a Menger a escribir una respuesta mordaz, Die Irrthümer des Historismus in der deutschen Nationalö-
konomie (Viena: Hölder, 1884), que inició entonces el Methodenstreit, o batalla por los métodos, entre
las escuelas alemana y austriaca. Para saber más sobre el conflicto, véase Caldwell, Hayek’s Challenge,
capítulos 3 y 4. Para la traducción del libro de Ernst Cassirer, véase The Philosophy of the Enlightenment
(Princeton: Princeton University Press, 1951). – Ed.].
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por las poco depuradas expresiones de los científicos sociales, creer que el
objetivo es explicar la acción consciente. Esto, si es que acaso puede hacerse,
es una tarea diferente, que corresponde a la psicología. Para las ciencias so-
ciales, las tipologías de las de acciones conscientes son datos,5 y todo lo que
tienen que hacer con respecto a ellos es disponerlos en un orden tal que pue-
dan ser utilizados en su tarea.6 Los problemas a los que las ciencias sociales
tratan de dar respuesta se presentan solo cuando la acción consciente de mu-
chos hombres produce resultados no buscados, en la medida en que las re-
gularidades observadas no son producto de ningún plan previo. Si los fe-
nómenos sociales no mostraran ningún otro orden excepto en el caso de que
fueran conscientemente planeados, no habría lugar para las ciencias socia-
les teóricas y solo existirían, como con frecuencia se aduce, problemas con-
cernientes a la psicología. Solo se presenta un problema que requiere expli-
cación teórica cuando surge una especie de orden no planeado como resultado
de las acciones individuales. Pero aunque la gente dominada por el prejui-
cio cientista se incline con frecuencia a negar la existencia de órdenes de este
tipo (lo que implica también negar la existencia del objeto de estudio de las
ciencias sociales teóricas), pocos —si es que hay alguno— están preparados
para hacerlo consistentemente: el hecho de que el lenguaje exprese un or-
den definido que no es resultado de ningún plan consciente difícilmente po-
drá ser cuestionado.
La razón por la que quienes cultivan las ciencias naturales tienen difi-
cultades para admitir la existencia de un orden en los fenómenos sociales es
que esos órdenes no pueden expresarse en términos físicos, puesto que si
5. Como acertadamente dice Robbins (op. cit., p. 86), los economistas toman «los objetos de estu-
dio de la psicología como los datos de sus propias deducciones».
6. El que esta tarea absorba una gran parte de las energías del economista no debería confun-
dirnos acerca del hecho de que, por sí misma, esta «lógica pura de la elección» (o «cálculo económico»)
no explica hechos, o en el mejor de los casos, no lo hace en mayor medida que las matemáticas. En lo
que respecta a la relación concreta entre la teoría pura del cálculo económico y su aplicación en la ex-
plicación de los fenómenos sociales, me remitiré de nuevo a mi artículo «Economics and Knowledge»
(Economica [febrero de 1937]). Habría, quizá, que añadir que, aunque la teoría económica podría ser
muy útil para el director de un sistema completamente planificado en mostrarle qué ha de hacer para
alcanzar sus fines, a nosotros no nos sirve para explicar sus acciones —excepto en la medida en que
su acción esté efectivamente guiada por ella.
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
en que estos pueden combinarse para formar unidades más grandes, e ir de-
purando esos modelos de forma que reprodujeran cada vez con más precisión,
en todos sus aspectos, los pocos fenómenos complejos que consigue obser-
var. Pero las leyes del macrocosmos que este físico inferiría del microcosmos
serían siempre «deductivas»; casi nunca le permitirían, a causa de su cono-
cimiento limitado de los datos del conjunto, predecir el resultado exacto de
una situación concreta; y nunca podría confirmarlas mediante experimen-
tos controlados —aunque, no obstante, la observación de fenómenos incom-
patibles con su teoría las revelaría falsas.
En cierto sentido, los problemas de la astronomía teórica son, de entre to-
das las ciencias experimentales, los que más se asemejan a los de las ciencias
sociales. No obstante, existen importantes diferencias entre ellas. Mientras
que el astrónomo aspira a conocer todos los elementos de los que se compone
su universo, el estudioso de los fenómenos sociales no puede esperar cono-
cer más que las clases de elementos que forman el suyo. Difícilmente podrá
conocer todos los elementos integrantes, y, desde luego, nunca llegará a co-
nocer todas las propiedades relevantes de cada uno de ellos. La inevitable
imperfección de la mente humana no solo representa aquí un dato básico
acerca del objeto de explicación, sino que influye en no menor medida en el
observador y es también una limitación en su tarea de explicar los hechos
observados. El número de variables que en cualquier fenómeno social esta-
blece el resultado de un determinado cambio o variación será, generalmente,
demasiado grande para que una mente humana pueda controlarlas y proce-
sarlas eficazmente.7 En consecuencia, nuestro conocimiento del principio por
el que esos fenómenos se producen rara vez nos permitirá predecir el resul-
tado exacto de situaciones concretas. Aunque podamos explicar el principio
por el que ciertos fenómenos se producen y, a partir de este conocimiento,
excluir la posibilidad de que se produzcan determinados resultados —como,
por ejemplo, de que coincidan ciertos eventos—, nuestro conocimiento será,
7. Véase M.R. Cohen, Reason and Nature, p. 356: «Si, entonces, los fenómenos sociales depen-
den de más factores de los que podemos procesar eficazmente, ni siquiera la doctrina del determinis-
mo universal podrá proporcionar una expresión asequible de las leyes que gobiernan los fenómenos
específicos de la vida social. Para una mente finita y limitada en el tiempo, puede que los fenómenos
sociales, aunque no aleatorios, no revelen ningún tipo de ley en absoluto.»
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8. [Hayek se refiere aquí a la teoría general del equilibro asociada con Léon Walras (1834-1910),
uno de los fundadores de la Escuela Lausana (y, junto con Carl Menger en Austria y William Stanley
Jevons en Inglaterra, también cofundador de la revolución marginal), y con uno de los discípulos más
importantes de Walras, el economista y sociólogo italiano Vilfredo Pareto (1848-1923). La opinión
que tenía Hayek sobre la teoría del sistema de ecuaciones de la Escuela Lausana puede ser descrita
como ambivalente. Mientras que él y Robbins tomaron una aproximación instrumental en la intro-
ducción de los textos de Walras y Pareto a los economistas ingleses en los años treinta del siglo XX,
y avalaron la teoría de someter a estrés la interdependencia del consumo, producción y distribución
de decisiones, Hayek siempre enfatizó (como en la nota que sigue) que nadie puede proporcionar esti-
maciones numéricas de las variables en el sistema a fin de llegar a predicciones exactas de la econo-
mía. Socialistas de mercado utilizaron el análisis paretiano para discutir que una economía planifi-
cada y un mercado libre son estructuralmente equivalentes, y que la única diferencia es que los gestores
socialistas tomarían sus decisiones en una, y los empresarios en otra otra, enfrentándose con ello a
la afirmación de Ludwig von Mises que decía que la toma de decisiones racional en el socialismo es
imposible. Para más información sobre este debate, véase la «Introducción del editor» y los capítu-
los 1-3 del libro de Hayek Socialismo y guerra. – Ed.]. [Socialismo y guerra está publicado en Hayek,
Obras Completas, vol. 10, Madrid, Unión Editorial, 1999].
9. El mismo Pareto lo vio con claridad. Después de establecer la naturaleza de los factores que
determinan los precios en su sistema de ecuaciones, añade (Manuel d’économie politique, 2.ª ed. [1927]
pp. 233-34): «Puede decirse que esta representación no tiene, en ningún caso, el propósito de llegar
173
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
a un cálculo numérico de los precios. Asumamos las hipótesis más favorables para es cálculo; supon-
gamos que hemos vencido todas las dificultades que presenta la recopilación de los datos del problema
y que conocemos las ofelimidades [en el lenguaje paretiano, ofelimidad es sinónimo de función de
utilidad (Trad.)] de todos los bienes para cada individuo, así como también las condiciones de produc-
ción de todos esos bienes, etc. Aunque esta ya es una hipótesis absurda, aún no es suficiente para hacer
posible la solución del problema. Hemos visto que con 100 personas y 700 bienes habría 70.699 condi-
ciones (en realidad, este número se incrementaría aún más si se tienen en cuenta el gran número de
circunstancias que hasta ahora hemos ignorado); tendríamos, pues, que resolver un sistema de 70.699
ecuaciones. En la práctica, esto supera la capacidad del análisis algebraico, mucho más aún si contem-
plamos el fabuloso número de ecuaciones que se obtendrían para una población de cuarenta millo-
nes de personas y varios miles de bienes. En este caso, los papeles se invertirían: no serían las mate-
máticas las que prestaran ayuda a la economía política, sino la economía política la que tendría que
auxiliar a las matemáticas. En otras palabras, si se pudieran conocer todas esas ecuaciones, la única
forma de resolverlas, asequible a las capacidades humanas, sería observar la solución práctica que da
el mercado.» Véase también A. Cournot, Researches into the Mathematical Principles of the Theory
of Wealth (1838), trad. de N.T. Bacon (Nueva York, 1927), p. 127, donde dice que si en nuestras ecua-
ciones tomamos en consideración la totalidad del sistema económico, «esto superaría tanto la capa-
cidad del análisis matemático como nuestros métodos prácticos de cálculo, aun cuando los valores de
todas las constantes pudieran introducirse en ellos numéricamente». [La edición francesa de 1927 del
Manuel de Pareto sirvió como base para la propia traducción de Hayek al inglés del anterior pasaje,
así como para la siguiente traducción al inglés del libro: Vilfredo Pareto, Manual of Political Economy,
Ann S. Schwier y Alfred N. Page, eds., traducido por Ann. S. Schwier (Nueva York: Kelley, 1971). El
pasaje que Hayek tradujo aparece en la p. 171. – Ed.].
174
5
EL OBJETIVISMO
DEL ENFOQUE CIENTÍFICO
Las grandes diferencias entre los métodos característicos de las ciencias fí-
sicas y de las ciencias sociales explican por qué el científico natural que se
acerca al trabajo de los que estudian profesionalmente los fenómenos socia-
les tiene con tanta frecuencia la sensación de que se encuentra entre gente
que comete habitualmente todos los pecados mortales que él trata de evitar
con el máximo cuidado, y que una ciencia de la sociedad de acuerdo con sus
patrones aún no existe. De aquí a intentar crear una nueva ciencia de la so-
ciedad que satisfaga su concepto de Ciencia no hay sino un paso. Durante
las cuatro últimas generaciones se han sucedido constantemente intentos de
esta naturaleza; y aunque nunca han dado los resultados esperados, ni tam-
poco han dado muestras de crear esa tradición continuada que es síntoma
de una disciplina floreciente, esos nuevos intentos tienen lugar casi todos los
meses y son protagonizados por quienes esperan con ellos revolucionar el
pensamiento social. Pero, aunque esos ensayos infructuosos la mayoría de
las veces no tienen conexión unos con otros, muestran por lo general cier-
tas notas características que ahora debemos considerar. Para abordarlas con
mayor comodidad, esas características metodológicas pueden reunirse bajo
las etiquetas de «objetivismo», «colectivismo» e «historicismo», que se co-
rresponden respectivamente con «subjetivismo», «individualismo» y el ca-
rácter teórico de las disciplinas dedicadas a los estudios sociales.
La actitud que, a falta de un término mejor, denominaremos el «objeti-
vismo» del enfoque cientista en el estudio del hombre y la sociedad revela
su expresión más característica en los diversos intentos por prescindir de
nuestro conocimiento subjetivo acerca del funcionamiento de la mente
humana, intentos que han afectado de varias maneras a casi todas las ramas
de los estudios sociales. Desde que Auguste Comte negara la posibilidad de
175
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
176
EL OBJETIVISMO DEL ENFOQUE CIENTÍFICO
177
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
3. Los intentos de superar esta dificultad por medio de una enumeración ilustrativa de algunos
de los atributos físicos del objeto que consideramos pertenece a una de esas categorías mentales no
son más que una petición de principio. Describir la ira en función de ciertos síntomas físicos no nos
sirve de mucha ayuda, a no ser que podamos enumerar exhaustivamente todos los síntomas por los
que identificamos en todos los casos, y siempre que se presenten, que la persona que los muestra está
furiosa. Solo en el caso de que pudiéramos hacerlo sería legítimo decir que por ira no entendemos más
que ciertos fenómenos físicos.
178
EL OBJETIVISMO DEL ENFOQUE CIENTÍFICO
en común, sino como elementos de una clase que puede contener cosas com-
pletamente diferentes pero que «significan» lo mismo para nosotros.
Es preciso dejar aquí constancia expresa de una consideración que se deriva
de todo lo expuesto acerca de este punto y que, aunque parezca deducirse
de la concepción moderna sobre el carácter de la investigación en la Física, aún
resulta poco familiar. Se trata de que, no solo las entidades mentales como los
«conceptos» o las «ideas» —habitualmente denominadas «abstracciones»—,
sino todos los fenómenos de la mente, las percepciones sensoriales y las imá-
genes, han de considerarse como actos de clasificación realizados por el cere-
bro.4 Por supuesto, esto no es más que otra forma de decir que las cualidades
que percibimos no son propiedades de los objetos, sino formas en las que
nosotros (a título individual o como especie) hemos aprendido a agrupar o
clasificar los estímulos externos. Percibir es asignar a una categoría (o ca-
tegorías) conocida: no podríamos percibir nada completamente diferente a
cualquier cosa que hubiéramos percibido antes.5 Esto no quiere decir, sin
4. Esto también debe servir como justificación de la aparente falta de rigor con la que hemos
mezclado hasta ahora, a efectos ilustrativos, categorías como sensación, percepciones, conceptos e
ideas. Estas diferentes clases de entidades mentales tienen todas en común que son clasificaciones de
posibles estímulos externos (o conjuntos de esos estímulos). Este punto de vista quizá parezca menos
extraño ahora de lo que habría sido hace cincuenta años, puesto que en las configuraciones o cuali-
dades Gestalt nos hemos familiarizado con algo que ocupa un lugar intermedio entre las antiguas
cualidades sensoriales «elementales» y los conceptos. Puede añadirse que en esta visión no parece,
sin embargo, que haya lugar para las injustificadas conclusiones ontológicas que muchos miembros
de la escuela de la Gestalt derivan de sus interesantes observaciones; no hay razón para sostener que
los «conjuntos» que percibimos son propiedades del mundo externo y no meramente formas en las
que nuestra mente clasifica grupos de estímulos; como otras abstracciones, las relaciones entre las
partes de esa forma pueden ser significativas o no.
Quizá deberíamos mencionar también que no hay razón para considerar los valores como las
únicas categorías mentales puras que, por lo tanto, no aparecen en nuestra imagen del mundo físico.
Aunque los valores deben ocupar necesariamente un lugar central en lo que concierne a la acción in-
tencional, no son, desde luego, la única clase de categorías mentales puras que tendremos que emplear
para interpretar las actividades humanas: la diferencia entre verdadero y falso muestra al menos otro
ejemplo de categorías puramente mentales que es de gran importancia en este tenor. En cuanto a la
cuestión de si las consideraciones acerca los valores no son necesarias, que nos guiará en la selección
de los aspectos de la vida social que queremos estudiar, véase la nota 7 del capítulo 7.
5. [En el artículo original en Economica, Hayek añadió una nota en la que se leía: «A pesar de
que la segunda vez que estamos expuestos a un nuevo estímulo puede que ya lo “reconozcamos”
179
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
embargo, que todas las cosas que clasificamos en un mismo conjunto tengan
que poseer propiedades en común más allá del hecho de que provocan en
nosotros la misma reacción. Un error habitual, pero peligroso, es creer que
las cosas que nuestros sentidos o nuestra mente tratan como pertenecien-
tes a la misma clase deben tener algo más en común aparte de que nuestra
mente las registre de la misma forma. Aunque normalmente existe alguna
justificación objetiva por la que consideramos semejantes ciertas cosas, esto
no siempre es así. Pero, mientras que al estudiar la naturaleza, las clasifica-
ciones que no se basen únicamente en las semejanzas de los objetos respecto
de su comportamiento deben ser tratadas como «ilusiones» de las que debe-
mos librarnos, estas son relevantes para entender la acción humana. La im-
portante diferencia entre la posición de esas categorías mentales en las dos
esferas es que, cuando estudiamos el funcionamiento de la naturaleza exte-
rior a nosotros, nuestras sensaciones y nuestros pensamientos no son esla-
bones en la cadena de hechos observados —son meras referencias acerca de
ellos—; pero en el mecanismo de la sociedad constituyen un eslabón esen-
cial, puesto que las fuerzas que allí operan lo hacen a través de esas entida-
des mentales que son directamente conocidas para nosotros: aunque las co-
sas en el mundo exterior no se comportan de forma similar o diferente por
el hecho de que a nuestros ojos parezcan semejantes, nuestra conducta sí de-
pende de si esas cosas nos parecen iguales o distintas.
El conductista o el fisicalista que en el estudio de la conducta humana de-
see realmente prescindir del uso de las categorías presentes en nuestra men-
te y que aspire a limitarse estrictamente al estudio de las reacciones del hom-
bre respecto de los objetos definidos en términos físicos, para ser coherente
tendría que abstenerse de hablar sobre las acciones humanas mientras que
no hubieran establecido experimentalmente la forma en que nuestros sen-
tidos y nuestra mente agrupan los estímulos externos como semejantes o
distintos. Tendría que empezar por preguntar qué objetos físicos parecen se-
mejantes y cuáles diferentes (y cómo es que lo parecen) antes de que pudiera
abordar seriamente el estudio de la conducta humana respecto de esas cosas.
como idéntico a algo que nos ocurrió en circunstancias cuya repetición nos viene a la mente, la primera
vez no deberíamos ser aún “conscientes” de dicho estímulo, pues todavía no había ocupado un lugar
en la estructura de nuestra mente». – Ed.].
180
EL OBJETIVISMO DEL ENFOQUE CIENTÍFICO
6. Lo que, como ya hemos visto, no significa, por supuesto, que vaya a asignar siempre a la misma
clase los elementos que tengan propiedades comunes.
7. Véase pp. 74-75 de este volumen.
181
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
que nuestra propia mente actúa, sino que conocemos explícitamente todas
las relaciones que lo determinan, como que también conocemos el mecanismo
por el que realmente se efectúa la clasificación. Deberíamos, pues, ser capa-
ces de correlacionar unívocamente las entidades mentales con grupos defi-
nidos de realidades físicas. Habríamos, de este modo, «unificado» la ciencia,
pero no nos encontraríamos en mejor situación con respecto a la tarea espe-
cífica de las ciencias sociales de la que nos hallamos ahora. Aún tendríamos
que seguir usando las viejas categorías, aunque pudiéramos explicar su
formación y aunque pudiéramos saber las realidades físicas que hay «detrás»
de ellas. Aunque supiéramos que existe otra ordenación de las realidades natu-
rales más apropiada para explicar los fenómenos externos, a la hora de inter-
pretar las acciones humanas aún tendríamos que seguir empleando la clasi-
ficación en que los hechos se presentan realmente a la mente de quienes actúan.
Así, dejando a un lado el hecho de que probablemente tendremos que espe-
rar eternamente hasta que podamos sustituir las entidades mentales por reali-
dades físicas, y aunque finalmente lo consiguiéramos, no dispondríamos de
mejores medios para los problemas que hemos de abordar en las ciencias so-
ciales.
La idea, implícita en la jerarquía de las ciencias de Comte8 y en muchas
otras argumentaciones similares, de que las ciencias sociales deben «basarse»
en cierta medida en las ciencias físicas, de que están condenadas al éxito una
vez que las ciencias físicas hayan avanzado lo suficiente como para permi-
tirnos tratar los fenómenos sociales en términos físicos, en «lenguaje físico»,
es, por consiguiente, completamente errónea. El problema de explicar los pro-
cesos mentales por medio de procesos físicos es completamente distinto de
los problemas de las ciencias sociales, se trata de un problema de la psicolo-
gía fisiológica. Pero, se resuelva o no, para las ciencias sociales las entidades
mentales a priori han de constituir el punto de partida, se haya conseguido
o no explicar cómo se forman.
No podemos analizar aquí todas las demás formas en que el «objetivis-
mo» característico del enfoque cientista ha ejercido su influencia y ha indu-
cido a error en las ciencias sociales. En el curso de nuestro examen histórico
8. Véase el comentario de Carl Menger sobre esto en el pasaje citado en el cap. 4, nota 3, de este
volumen.
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6
EL COLECTIVISMO
DEL ENFOQUE CIENTISTA
1. Describir, metafóricamente, por supuesto, esta diferencia como un contraste entre la visión
interna y la externa, induce menos a confusión de lo que suele hacerlo este tipo de metáforas, y es
quizá la forma más sencilla y eficaz para indicar la naturaleza de tal diferencia. Pone de relieve que
lo que nos es conocido de los conjuntos o agregados sociales son solo las partes, y que nunca percibi-
mos directamente el todo, sino que siempre hemos de reconstruirlo mediante un esfuerzo de nuestra
imaginación.
187
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
2. Sería falso, por supuesto, creer que el primer impulso del que estudia los fenómenos sociales
es otro que el de «ir a ver». No es la ignorancia de lo obvio, sino una larga experiencia lo que le ha
enseñado que ocuparse directamente de los agregados, cuya existencia sugiere el lenguaje popular,
no lleva a ninguna parte. Con razón, una de las primeras máximas que el estudioso de los fenóme-
nos sociales aprende (o tendría que aprender) es no atribuir nunca a «la sociedad» o «al país» actos
o comportamientos, reservándolos exclusivamente a los individuos.
3. Véase supra, pp. 165-167.
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4. [El inglés Alfred North Whitehead (1861-1947), matemático y filósofo de la ciencia, criticó este
error en su obra Science and the Modern World (Nueva York: Macmillan, 1925), pp. 51-55. – Ed.].
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6. Habría que señalar que, aunque la observación puede ayudarnos a entender lo que la gente quie-
re decir con los conceptos que emplea, no puede nunca decirnos lo que significa realmente «mercado»,
«capital», etc.; es decir, cuáles serán las relaciones significativas que hay que seleccionar para combinar-
las dentro de un modelo.
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
7. Sobre todo este problema, véase M. Ginsberg, The Psychology of Society (1921), cap. 4. Lo
que hemos dicho en el texto no excluye, por supuesto, la posibilidad de que nuestro estudio de la forma
en que las mentes individuales interactúan pueda revelarnos una estructura que opera en ciertos aspec-
tos de un modo semejante a la mente individual. Y es posible que el término mente colectiva sea el
mejor término disponible para denominar tal estructura —aunque es altamente improbable que las
ventajas de usar esta expresión compensen alguna vez sus desventajas. Pero, aun cuando fuera así,
emplearla no debe llevarnos a pensar que describe ningún objeto observable que pueda ser estudiado.
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10. Ernst Mach, Erkenntnis und Irrtum, 3.ª ed. (1917), p. 28, donde, sin embargo, señala correc-
tamente que «si pudiéramos observar a los hombres desde una distancia mayor, en la perspectiva de
los pájaros o desde la luna, entonces desaparecerían de nuestra mirada los pequeños detalles y las
peculiaridades que se originan en las experiencias individuales, y no veríamos sino una masa extre-
madamente regular y uniforme de seres humanos que crecen, se alimentan, se reproducen». [Esta
cita podría traducirse de la siguiente manera: «Si pudiéramos observar a los hombres desde una distan-
cia mayor, en la perspectiva de los pájaros o desde la luna, entonces desaparecerían de nuestra mirada
los pequeños detalles y las peculiaridades que se originan en las experiencias individuales, y no ve-
ríamos sino una masa extremadamente regular y uniforme de seres humanos que crecen, se ali-
mentan, se reproducen». Tanto Henri como Comte de Saint-Simon y Auguste Comte veían a Jean-
Antoine-Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet (1743-1794), filósofo de la Ilustración francesa,
matemático, encyclopédiste y reformista, como un importante precursor. Para un análisis más deta-
llado de Hayek sobre el papel que desempeñó Condorcet en el desarrollo del cientismo, véase el capí-
tulo 11. – Ed.].
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7
EL HISTORICISMO
DEL ENFOQUE CIENTISTA
1. [En el artículo original en Economica, Hayek usó el término «historismo» en vez de «histo-
ricismo» a lo largo de toda la sección. Entre ese año y 1952, Karl Popper publicó en Economica su
ensayo «The Poverty of Historicism», y posteriormente Hayek adoptó la terminología de su amigo.
Tal y como puede observarse en la siguiente nota, Hayek usó el término «historicismo» únicamente
para referirse al método «cientista» que defendían los economistas de la escuela histórica nueva, y
no para referirse a los métodos que exponían los economistas de la escuela histórica antigua.
Puede que este haya sido el origen de varios problemas con la traducción original al alemán del
ensayo, publicada en 1959 y realizada por la segunda mujer de Hayek, quien usó el término original
«historismo» en vez de «historicismo». – Ed.].
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E L H I S T O R I C I S M O D E L E N F O Q U E C I E N T I STA
parte de los pensadores alemanes; por ejemplo, al filósofo de la Ilustración escocesa, Adam Smith, lo
consideraron los académicos alemanes por primera vez como un simple fisiócrata escocés. Para más
información sobre este tema, véase Caldwell, Hayek’s Challenge, capítulo 2 y citas. – Ed.].
201
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
4. Aunque en sus orígenes alemanes la conexión del historicismo con el positivismo es menos
notoria que en el caso de sus seguidores ingleses, como es el caso de Ingram o Ashley, no por ello de-
jaba de estar presente, y el que pase inadvertida solo se debe a que el historicismo se asocia errónea-
mente con el método histórico de la antigua escuela, en lugar de identificarlo con el enfoque de Roscher,
Hildebrandt y, especialmente, de Schmoller y su círculo. [El economista irlandés John Kells Ingram
(1823-1907) fue un ferviente admirador de Auguste comte y favoreció el reemplazo del método deduc-
tivo de la política clásica económica por generalizaciones empíricas tomadas de la historia. El histo-
riador inglés de la economía, Sir William J. Ashley (1960-1927), fue un duro crítico de la economía
ricardiana. Ashley sostenía que la verdad de las teorías econmicas era relativa al tiempo y al espacio.
Este historiador fue una figura importante en el establecimiento de la histora económica en Inglaterra,
siendo un duro oponente del libre mercado y defensor de una legislación social. Para más informa-
ción de la escuela histórica inglesa, véase Gerard Koot, English Historical Economics 1870-1926: The
Rise of Economic History and Neomercantilism, Cambridge, Cambridge UP, 1987. – Ed.].
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E L H I S T O R I C I S M O D E L E N F O Q U E C I E N T I STA
No es, desde luego, exclusivo de la historia humana que esta tenga que
tratar eventos o situaciones únicas o singulares cuando tenemos en cuenta
todos los aspectos relevantes para dar respuesta a una pregunta concreta que
podamos formular acerca de ellos. Esto es igualmente cierto cuando, al in-
tentar explicar un fenómeno concreto, se toma en consideración un núme-
ro suficiente de aspectos —o, expresándolo de otra manera, en tanto no selec-
cionemos deliberadamente solo aquellos aspectos de la realidad que caigan
dentro de la esfera de alguno de los sistemas de proposiciones interrelaciona-
das que para nosotros constituyen las distintas ciencias teóricas. Si yo ob-
servo y registro el proceso por el que una parcela de mi jardín que he dejado
sin cultivar durante unos meses se va cubriendo de maleza gradualmente,
estoy describiendo un proceso que, en todo su detalle, no es menos único que
cualquier evento de la historia humana. Si quiero explicar la distribución de
las diferentes plantas que ocupan esa parcela en un momento cualquiera del
proceso, solo puedo hacerlo dando cuenta de todas las circunstancias rele-
vantes que han afectado a las distintas partes de ese sector de mi jardín a lo
largo del tiempo. Habré de tener en cuenta lo que pueda averiguar sobre las
diferencias en la composición del suelo, en la radiación solar, en la humedad,
en las corrientes de aire, etc., etc.; y para explicar los efectos de todos estos
factores, además de conocer todas esas circunstancias particulares, tendré que
recurrir a los conocimientos de varias ramas de la Física, de la Química, de
la Biología, de la Meteorología, etc. Todo esto dará como resultado la explica-
ción de un fenómeno concreto, pero no dará lugar a una teoría científica so-
bre cómo los jardines se cubren de maleza.
En un caso como este, la secuencia concreta de eventos, sus causas y sus
consecuencias, probablemente no despertará suficiente interés como para
que merezca la pena elaborar una relación escrita de ellos o convertir su estu-
dio en una nueva disciplina. Pero existen amplias áreas del conocimiento de
la naturaleza, representadas por disciplinas ya reconocidas, que en su carácter
metodológico no son diferentes del ejemplo del jardín. La Geografía, por ejem-
plo, y también —al menos en una gran medida— la Geología y la Astrono-
mía, estudian casos concretos, ya se trate de la Tierra o del universo; el propó-
sito es explicar una situación única, presentándola como el resultado de la
operación de muchas fuerzas sujetas a las leyes generales que estudian las
ciencias teóricas. Estas disciplinas no son ciencias en el sentido específico de
203
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
5. No es preciso señalar que este uso del término ciencia (en el mismo sentido en que los alema-
nes hablan de Gesetzeswissenschaft), aun restringido, es más amplio que el que lo reserva exclusiva-
mente para las ciencias teóricas de la naturaleza, el cual es aún más restrictivo.
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E L H I S T O R I C I S M O D E L E N F O Q U E C I E N T I STA
las circunstancias concretas en las que vivimos y cuya explicación es, por tan-
to, de gran interés.
Es necesario, sin embargo, considerar someramente la naturaleza lógica
de estos objetos de estudio únicos o singulares. Probablemente, la mayoría
de las numerosas disputas y confusiones que han surgido en relación a esto
se deben a la vaguedad de lo que habitualmente se entiende que constituye
un objeto —y especialmente al error de que la totalidad (es decir, todos los
aspectos posibles) de una situación determinada pueda constituir alguna vez
un solo objeto de pensamiento. Solo podemos abordar aquí algunos de los
problemas lógicos que esta creencia plantea.
La primera cuestión que debemos recordar es que, estrictamente hablando,
todo pensamiento ha de ser abstracto en alguna medida. Antes hemos visto
que toda percepción de la realidad, incluidas las sensaciones más simples,
implica una clasificación del objeto de acuerdo con alguna o algunas propie-
dades. El mismo conjunto de fenómenos que podamos descubrir dentro de
unos límites dados de espacio y tiempo puede considerarse en este sentido
bajo múltiples aspectos diferentes; y los principios con los que clasificamos
o agrupamos los eventos pueden diferir unos de otros no solamente de una
sino de muchas formas. Las diversas ciencias teóricas estudian solo aquellos
aspectos de los fenómenos que puedan encajar en una estructura de propo-
siciones interrelacionadas. Es necesario insistir en que esto no es menos cierto
para las ciencias de la naturaleza que para las ciencias sociales teóricas, pues-
to que la supuesta tendencia de las ciencias naturales a tratar con el «conjun-
to» o la totalidad de las cosas reales sirve con frecuencia de justificación a los
autores inclinados al historicismo para hacer lo mismo en el ámbito social.6
6. Ver, p. ej. E.F.M. Durbin, «Methods of Research - A Plea for Cooperation in the Social Sciences»,
Economic Journal (Junio de 1938), p. 191, donde el autor sostiene que en las ciencias sociales, «al con-
trario que en las ciencias naturales, nuestras subdivisiones son en su mayor parte (aunque no del todo)
abstracciones de la realidad más que parcelas de la realidad», y afirma de las ciencias naturales que
«en todos estos casos los objetos de estudio son objetos y grupos realmente independientes. No son
aspectos de algo más complejo. Son cosas reales». Es difícil de entender cómo puede afirmarse esto,
por ejemplo, de la cristalografía (uno de los ejemplos de Durbin). Este argumento ha sido extraordi-
nariamente popular entre los miembros de la escuela histórica alemana de economía, aunque hay que
decir que Durbin seguramente no es consciente de lo parecidos que son sus planteamientos a los de
los Kathedersozialisten (socialistas de cátedra) de esa escuela. [Evan Durbin (1906-1948), economista
205
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
y político del partido laborista inglés, impartió un curso sobre planificación socialista democrática
en la London School of Economics en la década de 1930, que se completó con el curso de Hayek so-
bre crítica de la planificación económica colectivista. A diferencia de Durbin, los economistas de la
nueva escuela histórica alemana eran imperialistas conservadores, pero su programa incluía nume-
rosas reformas sociales (para reforzar mejor el imperio), y como gozaban de la confianza del canci-
ller Bismarck, lograron implementarlas. Kathedersozialisten, o «socialistas de cátedra», era un término
de burla acuñado por el periodista liberal Heinrich Oppenheim que hacía alusión a las inclinaciones
reformistas de los economistas de la escuela histórica alemana. Hayek, en su conferencia inaugural
en la London School of Economics, «The Trend of Economic Thinking» [1933], reimpresión en The
Trend of Economic Thinking, señaló las similitudes entre las opiniones de los economistas de la escuela
histórica alemana y los socialistas ingleses de la década de 1930. – Ed.].
7. [En el artículo original en Economica, Hayek añadió una nota en la que se leía: «Es impor-
tante saber que todo el trabajo conocido de H. Rickert, sobre las diferencias entre Naturwissenschaften
y Kulturwissenschaften, se basa en la afirmación de que como todos los fenómenos que podemos ob-
servar son fenómenos físicos, entonces toda ciencia generalizadora (teórica) debe ser ciencia física».
Se menciona de nuevo a Rickert en la nota 10 de este capítulo. – Ed.].
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8. Puede encontrarse una buena guía sobre las teorías modernas del relativismo histórico en M.
Mandelbaum, The Problem of Historical Knowledge: An Answer to Relativism (Nueva York, 1938).
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
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11. Esto no afecta al hecho esencial de que el historiador ya ha llevado a cabo previamente la
teorización por sus propios medios, puesto que al relatar los «hechos» empleará términos como es-
tado o ciudad, que no pueden definirse a partir de características físicas, sino que hacen referencia a
una estructura de relaciones que, hecha explícita, constituye una «teoría» sobre la materia.
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
pone a disposición del historiador (aunque tampoco estos son los elemen-
tos dados a partir de los que la teoría construye sus generalizaciones, sino
más bien el resultado de la actividad teórica), no son idénticos a los conjun-
tos con los que el historiador se encuentra. Los modelos que ofrece cualquie-
ra de las ciencias teóricas de la sociedad están formados necesariamente por
elementos de una clase, que son seleccionados porque su relación puede ex-
plicarse con un conjunto de principios coherente, y no porque ayuden a res-
ponder a una determinada cuestión acerca de un fenómeno concreto. Para
este fin, el historiador tendrá que emplear habitualmente generalizaciones
que proceden de diferentes esferas teóricas. Su tarea, pues, como sucede cuan-
do se intenta explicar un determinado fenómeno, presupone un substrato
teórico; es, como en todo análisis acerca de fenómenos concretos, una aplica-
ción de conceptos genéricos a esa explicación.
Si no se reconoce la dependencia, respecto de la teoría, de los estudios teó-
ricos sobre los fenómenos sociales, ello se debe, principalmente, a la propia
simplicidad de la mayoría de los esquemas que el historiador ha de emplear,
lo que trae como consecuencia el que no exista discusión acerca de las conclu-
siones que se obtienen con ayuda de ellos, así como también que apenas se
es consciente de que el historiador ha recurrido a razonamientos teóricos.
Pero esto no cambia el hecho de que, en su carácter metodológico y en su
validez, los conceptos de fenómenos sociales que el historiador tiene que em-
plear son esencialmente del mismo tipo que los modelos, más elaborados,
que producen las ciencias sociales sistemáticas. Todos los objetos singulares
de la historia de los que él se ocupa son, de hecho, bien pautas permanentes
de relaciones, o bien procesos repetibles en los que los elementos tienen un
carácter genérico. Cuando el historiador habla de un «Estado» o una batalla,
de una ciudad o de un mercado, esas palabras incluyen estructuras coheren-
tes de fenómenos individuales, los cuales solo podemos aprehender si enten-
demos las intenciones de los individuos que actúan. Si el historiador habla
de que cierto sistema, como el feudalismo, ha persistido durante determina-
do periodo de tiempo, quiere decir que se han conservado ciertas pautas de
relaciones, que determinados tipos de acciones se han repetido regularmen-
te; es decir, que han prevalecido estructuras cuya relación solo puede apre-
ciar y entender reproduciendo mentalmente las actitudes individuales que
las configuran. En resumen, los únicos conjuntos que el historiador estudia
210
E L H I S T O R I C I S M O D E L E N F O Q U E C I E N T I STA
12. La confusión que reina en este campo ha sido avivada, evidentemente, por otra confusión de
tipo semántico que el idioma alemán favorece, puesto que la mayoría de las discusiones acerca de este
problema han tenido lugar en este idioma. En alemán, la palabra para único o singular es individuelle,
que casi inevitablemente se asocia con el término «individuo» (individuum). Ahora bien, individuo
es el vocablo que empleamos para referirnos a esas unidades naturales que, en el mundo físico, nues-
tros sentidos nos permiten separar de su medio como conjuntos relacionados. En este sentido, indivi-
duos, ya se trate de personas, animales, plantas, piedras, montañas o estrellas, son conjuntos constan-
tes de atributos sensoriales que nuestros sentidos espontáneamente aíslan del contexto como entidades
en sí completas, bien porque la totalidad del conjunto puede moverse a la vez por el espacio con referen-
cia a su medio, o bien porque, por razones de afinidad, nuestros sentidos los identifican simultánea-
mente como conjuntos relacionados. Pero esto es, precisamente, lo que no son los objetos históricos.
Aunque singulares (individuelle), como también lo son los individuos, no son individuos definidos en
el sentido en que este término se aplica a los objetos de la naturaleza. No se nos presentan por sí mismos
como conjuntos, sino que descubrimos que son conjuntos.
211
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
La ingenua visión que considera los conjuntos de los que se ocupa la historia
como realidades dadas desemboca de forma natural en la creencia de que su
observación puede revelar «leyes» de desarrollo de esos conjuntos. Esta creen-
cia es una de las notas más características de esa historia cientista que, bajo
el nombre de historicismo, intenta encontrar una base empírica para una teoría
de la historia o (empleando el término filosofía en el antiguo sentido de «teo-
ría») una «filosofía de la historia», y establecer una sucesión necesaria de
«etapas» o «fases», «sistemas» o «estilos» en el desarrollo de la historia. Este
enfoque, por un lado, intenta encontrar leyes en donde la naturaleza del caso
no lo permite, es decir, en la sucesión de fenómenos históricos únicos y singu-
lares; y por otro lado, niega la posibilidad de la única clase de teoría que puede
ayudarnos a entender los conjuntos únicos (irrepetibles), la teoría que mues-
tra las distintas formas en que los elementos que nos son familiares pueden
ensamblarse para producir esas combinaciones únicas que encontramos en el
mundo real. Así, el prejuicio empirista condujo a una inversión del único proce-
dimiento por el que podemos aprehender los conjuntos históricos y recons-
truirlos a partir de sus elementos; indujo al mundo académico a tratar vagas
concepciones de conjuntos identificados de una forma meramente intuitiva
como si fueran hechos objetivos; y finalmente, dio lugar a la visión de que
los elementos, que son lo único que puede aprehenderse directamente y de
donde debemos partir para reconstruir los conjuntos, podían, justo al contra-
rio, explicarse a partir del conjunto, que, de este modo, ha de conocerse antes
de que se puedan entender los elementos que lo componen.
La creencia de que la historia humana, que es resultado de la interacción
de innumerables mentes, ha de estar sin embargo sujeta a leyes simples acce-
sibles a esas mentes está hoy tan extendida que pocas personas se dan siquie-
ra cuenta de la increíble pretensión que esa tesis implica. En lugar de traba-
jar pacientemente en la humilde labor de reconstruir a partir de los elementos
conocidos las complejas y singulares estructuras que podemos encontrar en
el mundo, y de rastrear a partir de los cambios en las relaciones entre los ele-
mentos las variaciones que experimentan los conjuntos, los autores de estas
212
E L H I S T O R I C I S M O D E L E N F O Q U E C I E N T I STA
13. Existe, desde luego, un sentido en el que podemos hablar legítimamente de teorías históri-
cas, cuando la palabra teoría se emplea como sinónimo de hipótesis factual. En este caso, la explica-
ción aún no confirmada de un evento concreto recibe con frecuencia el nombre de teoría histórica,
pero tal teoría es, por supuesto, algo completamente distinto de las teorías que pretenden establecer
las leyes que rigen la evolución de la historia.
14. L. Brunschwicg, en Philosophy and History, Essays Presented to E. Cassirer, ed. R. Klibansky
y H.J. Paxton (Oxford, 1936), p. 30.
15. [Werner Sombart (1863-1941), historiador del desarrollo del capitalismo, fue quizá el último
economista de la escuela histórica. Hayek, en Camino de servidumbre, en un capítulo titulado «Las
raíces socialistas del nazismo», argumentaba que el paso de Sombart del socialismo de izquierdas al
anticapitalismo de la rama fascista ejemplificaba una tendencia natural. Véase Hayek, The Road to
Serfdom: Text and Documents, capítulo 12, pp. 183-184. El alemán Oswald Spengler (1880-1936),
filósofo de historia y otro crítico de la democracia parlamentaria liberal, predijo el declive inevitable
de la cultura europea, que sería reemplazada por una nueva era de cesarismo (similar a la sustitución
de la cultura griega por la romana) en su libro The Decline of the West, traducido por Charles Francis
Atkinson, 2 volúmenes (Nueva York: A.A. Knopf, 1926-1928). – Ed.].
213
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
cientismo ha obtenido una influencia tan amplia que muchos de los adver-
sarios del marxismo, al igual que sus defensores, piensan en sus términos.
Pero además de establecer un nuevo ideal, esta corriente tuvo el efecto
negativo de desacreditar la teoría existente sobre la que, en el pasado, se ha-
bía basado la comprensión de los fenómenos sociales. Puesto que se suponía
que podíamos observar directamente los cambios en el conjunto de la socie-
dad o en el de cualquier fenómeno social, y que todo lo que contiene el con-
junto debe cambiar con él, la conclusión era que no podían existir generaliza-
ciones intemporales acerca de los elementos que componen esos conjuntos,
ni tampoco teorías universales sobre las formas en que aquellos podrían com-
binarse para formar conjuntos. Toda la teoría social, según se decía, era ne-
cesariamente histórica, zeitgebunden, verdadera solamente para determina-
dos sistemas o fases históricas.
Todos los conceptos de fenómeno individual, de acuerdo con este histo-
ricismo estricto, han de considerarse como meras categorías históricas, váli-
das solo para un contexto histórico concreto. Según esto, un precio en el siglo
XII o un monopolio en el Egipto del 400 a.C., no son la misma «cosa» que un
precio o un monopolio de hoy, y cualquier intento de explicar ese precio o la
política del monopolista con la misma teoría que emplearíamos para explicar
los precios y los monopolios en la actualidad, es, por tanto, en vano y está con-
denado al fracaso. Este argumento está basado en una completa falta de com-
prensión acerca de la función propia de la teoría. Por supuesto, si pregunta-
mos por qué se cobraba cierto precio en una fecha determinada, o por qué un
monopolista actuaba de cierta forma, estamos ante una cuestión histórica que
ninguna disciplina teórica puede resolver completamente; para ello debe-
mos tener en cuenta las circunstancias concretas de tiempo y lugar. Pero esto
no significa que no debamos usar, al seleccionar los factores relevantes para
la explicación de ese precio concreto, etc., precisamente el mismo razonamien-
to teórico que hubiéramos empleado tratándose de un precio en la actualidad.
Lo que esta postura ignora es que el precio y el monopolio no son deno-
minaciones de «cosas» definidas, es decir, conjuntos fijos de atributos físi-
cos que identificamos, merced a algunos de esos atributos, como miembros
de una misma clase y cuyos restantes atributos se conocen por medio de la
observación; más bien, son objetos que solo pueden ser definidos en función
de ciertas relaciones entre seres humanos, los cuales no pueden poseer ningún
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16. Ver C.V. Langlois y C. Seignobos, Introduction to the Study of History, (Londres, 1898), p.
222: «Si la humanidad de antaño no se pareciera a la de hoy, los documentos serían incomprensibles.»
215
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
17. [La sociología del conocimiento tiene su origen en los escritos del fenomenólogo alemán Max
Scheler (1874-1928) y el sociólogo húngaro Karl Mannheim (1883-1947). En general, afirma que todo
conocimiento está condicionado por el marco social en el que nos encontramos. Así pues, en Ideology
and Utopia (1936), Mannheim analizó las farsas en las que creen aquellos que desean conservar un
cierto orden social (ideologías) y aquellos que desean transformar radicalmente ese orden (utopías).
Tanto las ideologías como las utopías son tergiversaciones de la realidad. – Ed.].
216
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217
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
18. Véase W. Eucken, Grandlagen der Nationalökonomie (1940), pp. 203-5. [Para ver el mismo
argumento traducido, véase Eucken, Foundations of Economics, pp. 234-236. – Ed.].
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preciso recurrir a distintas partes del mismo cuerpo teórico para explicar los
hechos que se observan, sin que por ello las partes no empleadas dejen de
ser verdaderas; como sucede, por ejemplo, con las generalizaciones sobre los
efectos de las bajas temperaturas en las plantas, que en los trópicos, aunque
sigan siendo ciertas, carecen de interés. Una proposición verdadera de las
ciencias sociales dejará de ser válida solo si la historia deja de ser historia hu-
mana. Si imaginamos a alguien observando y registrando los quehaceres de
otra raza ininteligible para él y para nosotros, sus registros serían historia en
cierto sentido, como puede serlo, por ejemplo, la historia de un hormiguero.
Esa historia tendría que escribirse en términos puramente físicos, es decir,
objetivos. Sería la clase de historia que se correspondería con el ideal po-
sitivista, la que el proverbial observador de otro planeta escribiría sobre la
especie humana. Pero tal historia no nos serviría de ayuda para entender nin-
guno de los eventos registrados por ese observador en el sentido en que no-
sotros entendemos la historia humana.
Cuando hablamos del hombre, damos por supuesta implícitamente la pre-
sencia de ciertas categorías mentales que nos son familiares. No nos referi-
mos a unos trozos de carne de cierta silueta, ni tampoco a ciertos objetos que
realizan determinadas funciones que podemos definir en términos físicos.
En este sentido, no consideramos hombre al demente profundo, ninguno de
cuyos actos podemos entender; pues no podría figurar en la historia humana
excepto como objeto de los actos y los pensamientos de otras personas. Cuan-
do hablamos del hombre, nos referimos a aquel cuyas acciones podemos en-
tender. Como dijo el viejo Demócrito: «¥uqrwpÒj œstin Ö p£utej ∏dmeu.»19
19. «El hombre es aquello que todos conocen.» Tomado de H. Diehls, Die Frangmente der
Vorsokratiker, 4.ª ed. (Berlín 1922), «Demócrito», n. 165, vol. 2, p. 94. La referencia a Demócrito en
relación con este asunto me fue sugerida por el profesor Alexander Rüstow. [Para leer la traducción del
libro de Diels, véase The Older Sophists: A Complete Translation by Several Hands of Die Fragmente
der Vorsokratiker (Columbia: University of South Carolina Press, 1972). Al filósofo griego presocrá-
tico, Demócrito (aprox. 430 a. C.), se le recuerda hoy en día principalmente por su adelantada formu-
lación de la hipótesis atómica. – Ed.].
219
8
FORMACIONES SOCIALES
«INTENCIONADAS»
1. Sobre este concepto de la interpretación «pragmática» de las instituciones sociales, así como
también para todo este capítulo, véase Carl Menger, Untersuchungen über die Methoden der Sozial-
wissenschaften (1883), libro 2, cap. 2; este sigue siendo el estudio más completo y meticuloso que co-
nozco sobre los problemas que aquí se discuten.
220
F O R M A C I O N E S S O C I A L E S « I N T E N C I O NA D A S »
221
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
dos métodos, aunque nadie los haya empleado conscientemente. Pero aún
deja sin resolver la cuestión de por qué el resultado concreto que surge de la
acción consciente ha de distinguirse del que se obtiene de forma inconsciente
o intuitiva, recibiendo el calificativo de «propósito».
Si repasamos los diferentes campos en los que constantemente nos sen-
timos inclinados a identificar un «propósito» en los fenómenos, aunque es-
tos no estén regidos por una mente consciente, nos damos cuenta rápida-
mente de que el «fin» o el «propósito» al que se dice que están encaminados
es siempre la preservación de un «conjunto», de una estructura permanen-
te de relaciones, cuya existencia presuponemos antes de entender la natu-
raleza del mecanismo que mantiene unidas a las partes. Los ejemplos más
conocidos de esos conjuntos son los organismos biológicos. Aquí, la idea de
que la función de un órgano es una condición esencial para la preservación
del conjunto ha demostrado ser de un enorme valor heurístico. Es fácil de
ver el efecto paralizante que se produciría en la investigación si los prejui-
cios científicos lograran prohibir eficazmente el uso de todo concepto teleo-
lógico en biología y, por ejemplo, impidieran preguntar al descubridor de un
nuevo órgano cuál es su propósito o función.4
Aunque en la esfera social nos encontramos con fenómenos que, a este
respecto, plantean problemas análogos, es peligroso, por supuesto, denomi-
narlos organismos. La analogía limitada, como tal, no ofrece respuesta al pro-
blema común, y el préstamo de un término ajeno a la disciplina tiende a oscu-
recer las diferencias, igualmente importantes. No debemos ir más allá del
hecho, hoy conocido, de que los conjuntos sociales, a diferencia de los orga-
nismos biológicos, no se nos presentan como unidades naturales, agrupacio-
nes estables que la experiencia diaria nos muestra como algo con entidad
propia, sino que solo son identificables a través de un proceso mental de re-
construcción; o que las partes del conjunto social, a diferencia de las de un
verdadero organismo, pueden existir fuera de su lugar concreto en el conjun-
to y son, en gran medida, mutables e intercambiables. No obstante, aunque
222
F O R M A C I O N E S S O C I A L E S « I N T E N C I O NA D A S »
5. [Hayek hace referencia a la famosa cita de Adam Smith sobre la mano invisible: «Al dirigir esa
industria de tal manera cuando incluso sus productos pueden ser de gran valor, tiende únicamente a
223
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
—quien hizo más que ningún otro autor para profundizar más allá de Smith
en el significado de esta frase—, la cuestión de «cómo es posible que las insti-
tuciones que sirven al bienestar común, y son al tiempo las más importan-
tes para su progreso, puedan surgir sin una voluntad común que persiga su
creación» sigue siendo «el problema quizá más significativo de las ciencias
sociales».6
El que la naturaleza e incluso la existencia de este problema apenas sean
reconocidas 7 está íntimamente relacionado con la habitual confusión acerca
de lo que queremos expresar cuando decimos que las instituciones huma-
nas son obra del hombre. Aunque lo son en cierto sentido, es decir, son re-
sultado de las acciones de los hombres, no tienen por qué ser producto de
un plan, el resultado intencionado de esas acciones. El propio término insti-
tución induce más bien a error a este respecto, puesto que sugiere algo deli-
beradamente instituido. Probablemente sería mejor reservarlo para contri-
buciones concretas, como las leyes o las organizaciones que han sido creadas
con un propósito específico, y utilizar en su lugar un término más neutral
como formaciones (semejante en cierto sentido al que usan los geólogos y
su propio beneficio, y en este caso, al igual que en muchos otros, se ve llevado por una mano invisi-
ble a promover un fin que no era parte de su intención» Véase Smith, The Wealth of Nations, libro
4, capítulo 2, p. 456. – Ed.].
6. Menger, op. cit., p. 163: «Aquí nos topamos con un problema singular, acaso el más singular
en el ámbito de las ciencias sociales: ¿Cómo es posible la formación de instituciones propicias al bien-
estar social y decisivas para su desarrollo, sin que en su origen haya una precisa voluntad de formar-
las?» [Véase Menger, Investigations, p. 146: «Aquí nos topamos con un problema singular, acaso el
más singular en el ámbito de las ciencias sociales: ¿Cómo es posible la formación de instituciones pro-
picias al bienestar social y decisivas para su desarrollo, sin que en su origen haya una precisa volun-
tad de formarlas?». – Ed.]. Si sustituimos en esta frase «bienestar social», un concepto ambiguo y
que en cierto modo implica una petición de principio, por «instituciones que son condiciones nece-
sarias para que el hombre alcance sus fines conscientes», difícilmente sería exagerado afirmar que la
forma en que estos «conjuntos útiles» se constituyen y se conservan es el problema específico de la
teoría social, del mismo modo que la existencia y persistencia de los organismos son los problemas
propios de la biología.
7. La cantidad de progreso intelectual que en este campo han impedido las pasiones políticas pue-
de advertirse con facilidad si comparamos el análisis del problema en las ciencias económicas y políti-
cas con, por ejemplo, el estudio del lenguaje, donde lo que todavía constituye motivo de disputa en las
primeras es un lugar común que a nadie se le ocurre cuestionar.
224
F O R M A C I O N E S S O C I A L E S « I N T E N C I O NA D A S »
8. Menger (op. cit., p. 208), en relación con esto, habla acertadamente de «un pragmatismo que,
en contra de los deseos de sus representantes, conduce inevitablemente al socialismo». [Véase Menger,
Investigations, p. 177, al igual que en este volumen, «Individualismo: el verdadero y el falso», nota
9, en la que Hayek también hace referencia a este pasaje. – Ed.]. Hoy, este enfoque es frecuente en
las obras de los «institucionalistas» americanos, como puede verse en la siguiente cita (tomada de la
entrada del profesor W.H. Hamilton «Institution» para la Encyclopaedia of the Social Sciences, vol.
8, pp. 87-89): «Esa cosa enrevesada llamada capitalismo nunca fue creada intencionadamente ni ha
seguido jamás guión alguno; pero ya que está con nosotros, los académicos contemporáneos la han
intelectualizado, presentándola como un instrumento autorregulado al servicio del bienestar gene-
ral.» Esta posición, por supuesto, apenas está separada por unos pocos pasos de la que exige que «el
orden y el gobierno deberían imponerse sobre una sociedad indisciplinada y anárquica». [Los insti-
tucionalistas estadounidenses criticaban el planteamiento deductivo clásico y neoclásico de la teoría
económica, pues a su parecer explicaba las economías modernas complejas de forma muy simple; tam-
bién criticaban las políticas de laissez-faire, que se suelen asociar con las economías clásicas. A una fi-
gura primordial en el movimiento institucionalista de entre guerras, y un gran defensor del control
público del comercio, el economista y abogado estadounidense Walton Hale Hamilton (1881-1958),
se le suele atribuir que haya acuñado el término de «enfoque institucionalista» en una ponencia que
presentó en un encuentro de la Asociación Estadounidense de Economía en 1918. Véase Walton H.
Hamilton, «The Institutional Approach to Economic Theory», American Economic Review Papers
and Proceedings, vol. 9, marzo de 1919, pp. 309-318. Para más detalles sobre la opinión de Hayek del
institucionalismo, véase la introducción del editor en este volumen, pp. 58-65. – Ed.].
9. Un ejemplo típico del tratamiento de las instituciones sociales como si realmente fueran artifi-
cios, expresado en un lenguaje cientista típico, puede encontrarse en J. Mayer, Social Science Principles
in the Light of Scientific Method (Durham, N.C., 1941), p. 20, donde se dice que la sociedad es explíci-
tamente «diseñada como una «creación artificial», tanto como lo son los automóviles o los altos hornos,
es decir, son producto de la industria del hombre».
225
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
10. Quizá el mejor ejemplo de cómo hacemos uso constantemente de la experiencia o el cono-
cimiento que otros han adquirido es la forma en que, con el aprendizaje del habla, también aprende-
mos a clasificar las cosas de una cierta forma sin necesidad de repetir las experiencias que han llevado
a sucesivas generaciones a desarrollar ese sistema de clasificación. Existe una gran cantidad de cono-
cimientos que nunca llegamos a identificar conscientemente, pero que se hallan implícitos en los cono-
cimientos de los que sí somos conscientes, los cuales, sin embargo, ejercen su influencia en la efica-
cia de nuestras acciones, aunque difícilmente podamos decir que los «poseemos».
226
F O R M A C I O N E S S O C I A L E S « I N T E N C I O NA D A S »
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
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DIRECCIÓN «CONSCIENTE»
Y CRECIMIENTO DE LA RAZÓN
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
2. No se puede objetar que, cuando se habla de control consciente, no se pretende hablar de control
ejercido por una mente única, sino de un esfuerzo concertado y «coordinado» de todas o las mejores
mentes, en lugar de una interacción casual de las mismas. Esta fórmula de la coordinación deliberada
no hace más que desplazar a otro nivel el papel de la mente individual, pero deja siempre la respon-
sabilidad última a la mente coordinadora. La creación de comités u otros órganos análogos para faci-
litar las comunicaciones son óptimos instrumentos para proporcionar al individuo la más amplia can-
tidad posible de conocimientos, pero no extienden la capacidad de la mente individual. El saber que
puede coordinarse conscientemente de este modo permanece siempre dentro de los límites de lo que
la mente individual puede efectivamente absorber y digerir. Como bien saben quienes tienen expe-
riencia del trabajo en comités, la fecundidad de estos no va más allá de lo que el mejor cerebro de los
participantes puede dominar; si los resultados de la discusión no son, al final, recompuestos en un
todo coherente por una mente individual, probablemente serán inferiores a lo que habría podido pro-
ducir aisladamente una sola persona.
3. L.T. Hobhouse, Democracy and Reaction (1904), p. 108. [El sociólogo, periodista y activista
político inglés Leonard Trelawny Hobhouse (1864-1929) defendía el «nuevo» liberalismo que había
surgido a principios del siglo XX. Tal y como aseveró Richard Cockett en Thinking the Unthinkable:
Think-Tanks and the Economic Counter-Revolution, 1931-1983 (Londres: Harper Collins, 1994), p. 15,
230
DIRECCIÓN «CONSCIENTE» Y CRECIMIENTO DE LA RAZÓN
quien proclama que «cuanto más extenso sea el control de la conciencia so-
bre los asuntos humanos, más auténticamente humano, y por lo tanto sobre-
humano, será el hombre»,4 o bien sean los hegelianos ortodoxos, quienes
nos proponen las ideas del maestro sobre la Razón que toma consciencia de
sí misma y se hace con el control de su destino, o Karl Mannheim, para quien
«el pensamiento del hombre se ha hecho más espontáneo y absoluto de lo que
nunca ha sido, porque ahora advierte la posibilidad de autodeterminarse»,5
la actitud básica es siempre la misma. Aunque, según estas doctrinas, surgi-
das de concepciones hegelianas o positivistas, quienes las defienden constitu-
yen grupos cada uno de los cuales se considera distinto y superior a los demás,
la idea común de que la mente humana es capaz de transcenderse a sí misma
obedece a un mismo planteamiento general: la convicción de que estudiando
la Razón humana desde fuera y como un todo, podemos aprehender las leyes
de su funcionamiento de un modo más completo y exhaustivo que mediante
la paciente exploración interna, que observa fielmente el desenvolvimiento
fue «bajo el liderazgo de los mentores J.A. Hobson y L.T. Hobhouse» cuando el Partido Liberal «adop-
tó el sistema de seguridad social de Bismarck y lo aplicó en Gran Bretaña durante el gobierno del li-
beral Asquith entre 1908 y 1915». En libros como Mind in Evolution (1901) y Morals in Evolution
(1906), Hobhouse defendió que el progreso en el pensamiento humano y la conducta moral eran el
resultado no de la biología, sino de la proyección de la conciencia individual y del control del ser hu-
mano. – Ed.].
4. Joseph Needham, Integrative Levels: A Revaluation of the Idea of Progress, Herbert Spencer
Lecture (Oxford, 1937), p. 47. [El bioquímico inglés Joseph Needham (1900-1995) cobró notoriedad
como historiador del desarrollo de la ciencia china. Durante la década de 1930, fue uno de los «hom-
bres de la ciencia» (cientistas naturales que defendían la planificación de la ciencia y la sociedad) con-
tra los que Hayek luchaba. Para saber más, véase la introducción del editor a este volumen, pp. 69-
70. – Ed.].
5. Karl Manheim, Man and Society in an Age of Reconstruction (1940), p. 213. [Ya conocemos
a Karl Mannheim (véase capítulo 7, nota 17), uno de los fundadores de la sociología del conocimien-
to. Mannheim huyó de Frankfurt cuando los nazis llegaron al poder, y se aseguró un puesto en la
London School of Economics. En Man and Society arguyó que las democracias occidentales podrían
evitar la Unión Soviética comunista o la Europa fascista únicamente mediante la planificación exten-
siva de la sociedad. La planificación era inevitable, la única opción disponible era elegir entre la plani-
ficación correcta y la que sería impuesta por los regímenes totalitaristas de izquierda o de derecha.
Hayek modificó el pasaje original de Mannheim, que, refiriéndose al individuo de una sociedad plani-
ficada, expresaba lo siguiente: «Su pensamiento es ahora mucho más espontáneo y absoluto de lo que
era antes, pues ahora percibe la posibilidad de tomar decisiones él mismo». – Ed.].
231
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
232
DIRECCIÓN «CONSCIENTE» Y CRECIMIENTO DE LA RAZÓN
7. [Karl Mannheim, en el capítulo 3 de su libro Ideology and Utopia, titulado «The Prospects
of Scientific Politics», le concede al intelecto un papel importante, el de ser el «estamento versátil,
relativamente sin clases», para el desarrollo de una ciencia verdadera de la política. Así pues, se suele
asociar el término «intelecto socialmente independiente» a Mannheim, a pesar de no haber afirmado
en ninguna parte que tal intelecto socialmente independiente pudiera poseer el conocimiento abso-
luto. – Ed.].
233
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
pueblo tiene siempre razón, ello significa que la razón ha sido definitivamen-
te liquidada.8 Tal es el desenlace obvio y natural de una doctrina que parte
del supuesto de que se puede alcanzar intuitivamente un conocimiento de
la totalidad más profundo que el que puede obtenerse mediante la recons-
trucción racional según los principios de la teoría social compositiva.
Si es cierto, como admiten, a pesar de sus diferentes ópticas, tanto los in-
dividualistas como los colectivistas, que los procesos sociales pueden alcan-
zar resultados que superan las capacidades de realización y planificación de
la mente humana individual, y que precisamente de estos procesos sociales
recibe la mente individual el poder de que está dotada, todo intento de im-
poner un control consciente a estos procesos debe generar fatalmente conse-
cuencias trágicas. La presuntuosa aspiración a que la «razón» dirija su propio
crecimiento solo puede tener, en la práctica, el efecto de poner limitaciones
a ese mismo crecimiento, de reducir su actividad únicamente a la persecu-
ción de aquellos resultados que la mente rectora individual es realmente ca-
paz de prever.
Esta aspiración es consecuencia directa de cierto tipo de racionalismo mal
entendido y peor aplicado, que se muestra incapaz de reconocer en qué me-
dida la razón individual es producto de las relaciones interindividuales. En
efecto, la exigencia de que todo, incluido el crecimiento de la mente humana,
tenga que obedecer a una dirección consciente, es también señal de un pro-
fundo desconocimiento del carácter general de las fuerzas que gobiernan
la vida de la razón humana y de la sociedad humana. Constituye el último
estadio al que conducen aquellos impulsos autodestructores de nuestra mo-
derna civilización «científica» y aquel abuso de la razón cuyo desarrollo y cu-
yas consecuencias serán el tema central de los estudios históricos que ofrece-
mos a continuación.
Puesto que el crecimiento de la mente humana plantea, en su forma más
general, el problema central común a todas las ciencias sociales, es compren-
sible que en él se concrete una aguda división de opiniones, dando lugar a
dos actitudes fundamentalmente distintas e irreconciliables: por un lado, la
8. Interesantes ejemplos de lo lejos a que han podido llegar tales absurdos pueden verse en E.
Gruenenwald, Das Problem der Soziologie des Wissens (Viena, 1934), publicación póstuma de un joven
estudioso que sigue siendo la más completa reseña de cuanto se ha publicado sobre el tema.
234
DIRECCIÓN «CONSCIENTE» Y CRECIMIENTO DE LA RAZÓN
235
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
mente rectora y todas las fuerzas sociales espontáneas, a las que de hecho
se debe el crecimiento de la mente, desaparecen.10
Es posible que la tarea con mucho más difícil y no la menos importante
para la razón humana sea la de comprender racionalmente sus propias limi-
taciones. Para el crecimiento de la razón es esencial que, como individuos,
tengamos que someternos a fuerzas y obedecer a principios que no podemos
esperar comprender plenamente, y de los que, sin embargo, depende el pro-
greso y también la preservación de la civilización.11 Históricamente este resul-
tado se ha alcanzado bajo la influencia de las distintas creencias religiosas y
por la presión de tradiciones y supersticiones que indujeron a los hombres
a someterse a aquellas fuerzas apelando a sus emociones más bien que a su
razón. El estadio más peligroso en el desarrollo de la civilización tal vez sea
aquel en el que el hombre puede verse inducido a considerar todas estas creen-
cias como supersticiones y se niega a aceptar o a someterse a todo lo que no
consigue comprender racionalmente. El racionalista cuya razón no basta para
hacerle comprender estas limitaciones de los poderes de la razón consciente
y que desprecia todas las instituciones y costumbres que no hayan tenido
un origen intencionado, puede convertirse así en el destructor de la civiliza-
ción que sobre ellas se basa. Este puede ser el valladar contra el que la huma-
nidad va repetidamente a chocar, solo para volver a caer en la barbarie.
Aquí solo podemos aludir a otro campo en el que esta tendencia, típica
de nuestra época, se manifiesta: el de la obligación moral. En este campo se
formulan objeciones parecidas contra la observancia de cualquier norma ge-
neral y formal cuya racionalidad no se demuestre explícitamente. Pero la
pretensión de que toda acción tenga que ser juzgada sobre la base de un com-
pleto reconocimiento de todas sus consecuencias, y no según alguna nor-
ma general, deriva de la incapacidad de comprender que el sometimiento a
normas generales, expresadas en términos de circunstancias inmediatamente
10. Acaso no sea tan obvio que excuse la referencia, recordar cómo la denigración, hoy tan de
moda, de cualquier actividad del tipo de las que se expresan, por ejemplo, con las fórmulas «el arte
por el arte» o «la ciencia por la ciencia», y la pretensión de que todo obedezca a una «finalidad social
consciente», son manifestaciones de la misma tendencia general, basada siempre en la ilusión de un
saber total, que hemos analizado en el texto.
11. Otros aspectos del gran problema que aquí apenas hemos rozado pueden verse en mi Road
to Serfdom (1944), especialmente capítulos 6 y 14.
236
DIRECCIÓN «CONSCIENTE» Y CRECIMIENTO DE LA RAZÓN
12. Típica manifestación del espíritu de la época, y en particular del positivismo, es la afirma-
ción de A. Comte (Système de politique positive, vol. I, p. 356) a propósito de la «necesaria superio-
ridad de la moral demostrada sobre la moral revelada», [«La necesaria superioridad de la moral de-
mostrada sobre la moral revelada». – Ed.]. típica sobre todo por el supuesto, en ella implícito, de que
un sistema moral construido racionalmente es la única alternativa a un sistema de revelación divina.
237
10
INGENIEROS Y PLANIFICADORES
1. Para quienes deseen profundizar ulteriormente en el estudio de los temas tratados en este ca-
pítulo, ofrecemos algunas referencias a obras importantes aparecidas tras la primera edición de este
trabajo. Además de los ya citados Selected Writings of Edward Sapir, ed. D.G. Mandelbaum (Berkeley:
University of California Press, 1949), esp. pp. 46 y ss., 104, 162, 166, 546 y ss., y 553), el lector podrá
consultar con provecho G. Ryle, «Knowing How and Knowing That», Proceedings of the Aristotelian
Society, n.s., vol. 46 (1945), y los correspondientes pasajes en la obra del mismo autor The Concept
of Mind (Londres, 1949); K.R. Popper, The Open Society and Its Enemies (Londres, 1946); y M. Polanyi,
The Logic of Liberty (Londres, 1951).
2. De nuevo, una de las mejores ilustraciones de esta tendencia nos la ofrece K. Mannheim,
Man and Society in a Age of Reconstruction (1949), esp. pp. 240-44, donde explica que «el funcio-
nalismo hizo su primera aparición en el campo de las ciencias naturales, y podría definirse como el
punto de vista técnico. Solo recientemente ha sido trasladado a la esfera social. […] El traslado de este
238
INGENIEROS Y PLANIFICADORES
planteamiento de las ciencias naturales a los asuntos humanos tenía que provocar un profundo
cambio en el hombre mismo. […] El planteamiento funcional no considera ya las ideas y las normas
morales como valores absolutos, sino como producto del proceso social que, eventualmente, pueden
ser modificados mediante la intervención científica combinada con la práctica política. […] La exten-
sión de la doctrina de la supremacía de la técnica que he defendido en este libro es, en mi opinión,
inevitable. […] El progreso en la técnica de la organización no es sino la aplicación de las concepcio-
nes técnicas a las formas de cooperación. Un ser humano, considerado como parte de la máquina social,
está en cierta medida estabilizado en sus reacciones por el adiestramiento y la educación, y todas sus
actividades recientemente adquiridas están coordinadas según un determinado principio de eficacia
dentro de un marco organizado.»
3. [En la Unión Soviética de Lenin y Stalin, el «realismo socialista» estaba autorizado: la función
del arte era ayudar en la transformación revolucionaria de la sociedad y la humanidad, mediante la
representación y glorificación del proletariado, pues fue quien construyó el nuevo mundo socialista.
Debido a su papel en la creación del nuevo socialista, a los artistas se los llamaba los «ingenieros del
alma». Hayek hace una referencia de este tipo en sus argumentos a las teorías del arte de Saint-Simon
en el capítulo 13, p. 207. – Ed.].
4. La mejor descripción que he podido encontrar hasta ahora de este aspecto del método inge-
nieril se halla en un discurso del gran ingeniero óptico alemán Ernst Abbe: «Como el arquitecto, antes
239
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
incluso de que se haya puesto un solo ladrillo del edificio, tiene ya en su mente completas las estruc-
turas, con la única ayuda de lápiz y pluma para fijar su propia idea, así también la compleja creación
de cristal y metal debe construirse según una lógica propia, prevista hasta en su más mínimo elemento
componente, mediante un trabajo puramente intelectual, analizando teóricamente el efecto de todas
las partes, antes aún de que estas hayan sido materialmente ejecutadas. Al brazo ejecutor no tiene
que quedarle otra tarea que realizar puntualmente las formas establecidas por los cálculos y medir
todos los elementos constructivos, y a la experiencia práctica no le queda más función que dominar
los métodos y los medios más idóneos para la ejecución material.» Citado en Franz Schnabel, Deutsche
Geschichte im neunzehnten Jahrhundert, vol. III, 1934, p. 222, obra que es una verdadera mina de
noticias sobre este, así como de todos los demás aspectos de la historia intelectual de Alemania en el
siglo XIX. [El pasaje puede traducirse de la siguiente manera: «Como el arquitecto, antes incluso de
que se haya puesto un solo ladrillo del edificio, tiene ya en su mente completas las estructuras, con
la única ayuda de lápiz y pluma para fijar su propia idea, así también la compleja creación de cristal
y metal debe construirse según una lógica propia, prevista hasta en su más mínimo elemento compo-
nente, mediante un trabajo puramente intelectual, analizando teóricamente el efecto de todas las par-
tes, antes aún de que estas hayan sido materialmente ejecutadas. Al brazo ejecutor no tiene que quedarle
otra tarea que realizar puntualmente las formas establecidas por los cálculos y medir todos los ele-
mentos constructivos, y a la experiencia práctica no le queda más función que dominar los métodos
y los medios más idóneos para la ejecución material». – Ed.].
5. Sería demasiado largo explicar aquí detalladamente por qué cualquier delegación o división po-
sible del trabajo, en la preparación de un proyecto de ingeniería, es siempre muy limitada y difiere en
muchos aspectos esenciales de la división del saber en que se basan los procesos sociales impersona-
les. Baste observar que no solo deben fijarse las características exactas del resultado que debe alcanzar
cada uno de los que deben elaborar parte del proyecto de ingeniería, sino también que, para que la dele-
gación sea posible, debe suponerse que el resultado puede alcanzarse dentro de un coste máximo.
240
INGENIEROS Y PLANIFICADORES
6. Es significativo que el más tenaz defensor del llamado cálculo in natura sea Otto Neurath,
protagonista del «fisicalismo» y «objetivismo» moderno. [Para más detalles sobre Neurath, véase el
capítulo 1, nota 5. – Ed.].
241
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
7. Véase un pasaje característico en B. Bavinck, The Anatomy of Modern Science (trad. inglesa
de la 4.ª ed. alemana por H.S. Hatfield), 1932, p. 564: «Si nuestra tecnología sigue debatiéndose
con el problema de transformar el calor en trabajo en condiciones mejores que las que hoy son
posibles con los aparatos actuales de combustión diversa o de vapor…, esto no se produce porque
se busque, en primer lugar, la reducción del coste de producción de la energía, sino ante todo porque
es un fin en sí mismo elevar al máximo grado posible la eficacia de un aparato térmico. Si el proble-
ma a resolver consiste en transformar el calor en trabajo, entonces hay que plantearlo de tal modo
que el mayor porcentaje de calor resulte así transformado… El ideal del proyectista de estas má -
quinas es, pues, la eficiencia del ciclo de Carnot, el proceso ideal que alcanza el máximo de eficien-
cia teórica.»
Es fácil comprender por qué este planteamiento, junto con el deseo de practicar el cálculo in
natura, induce con tanta frecuencia a los ingenieros a elaborar sistemas de «energética», hasta el
punto de justificar la afirmación de que «lo característico de la Weltanchauung del ingeniero es
una concepción energética del mundo» (L. Brinkmann, Der Ingenieur [Francfurt, 1908], p. 16). [La
cita de Hayek puede traducirse como: «Lo característico de la Weltanchauung del ingeniero es una
concepción energética del mundo». Sin embargo, lo que realmente escribió Brinkmann es: «Das
Charakteristikum des Ingenieurs ist die energetische Weltanchauung». – Ed.]. Ya nos hemos refe-
rido a esta típica manifestación de «objetivismo» cientista (véase supra, pp. 184-186) y no podemos
tratar aquí más detalladamente el tema. Conviene, sin embargo, recordar cuán extendida está esta
orientación y cuán grande ha sido la influencia que ha ejercido. E. Solvay, G. Ratzenhofer, W. Ostwald,
P. Geddes, F. Soddy, H.G. Wells, los «tecnócratas» y L. Hogben son solo algunos de los autores de
primer plano en cuyas obras la energética desempeña un papel más o menos destacado. Sobre este
movimiento existen muchas monografías francesas y alemanas (Nyssens, L’énergétique [Bruselas,
1908]; G. Barnich, Principes de politique positive basée sur l’énergétique sociale de Solvay [Bruselas,
1918]; Schnehen, Energetische Weltanshauung [1907]; A. Dochmann, F.W. Ostwald’s Energetik
[Berna, 1908]; y la mejor, Max Weber, «Energetische Kulturtheorien» [1909], recogida en Gesammelte
242
INGENIEROS Y PLANIFICADORES
Aufsätze zur Wissenschaftslehre [1922]; pero ninguna de ellas es convincente y ninguna, a lo que
entiendo, está en inglés.
La sección de la obra de Bavinck de la que hemos tomado el pasaje citado al principio de esta nota
resume lo esencial de la enorme literatura, en su mayor parte alemana, sobre la «filosofía de la tecno-
logía», que ha tenido una gran difusión y cuya obra más conocida es la de E. Zschimmer, Philosophie
der Technik (Stuttgart, 1933), 3.ª ed. Ideas parecidas encontramos en los conocidos trabajos ameri-
canos de Lewis Mumford. Esta literatura alemana es sumamente instructiva para un estudio psico-
lógico, si bien, por otro lado, hay que reconocer que se trata de la más aburrida mezcla de pretencio-
sas obviedades y de repelentes insensateces con que me he encontrado. Sus rasgos comunes son la
aversión hacia cualquier consideración económica, la intentada reivindicación de ideales meramen-
te tecnológicos y la exaltación de la organización de la sociedad en su conjunto según el principio
en que se basa la organización de una fábrica. (Sobre el último punto, véase sobre todo F. Dessauer,
Philosophie der Technik [Berna, 1927], p. 129.)
[En el capítulo 5, Hayek considera el movimiento de la energética un ejemplo de objetivismo del
planteamiento cientista, y menciona a integrantes del movimiento, tales como Ernest Solvay, Wilhelm
Ostwald y Frederick Soddy. Para saber más sobre el movimiento de la energética y el movimiento
tecnócrata, véase Philip Mirowski, «Energy and Energetics in Economic Theory: A Review Essay»,
Journal of Economic Issues, vol. 22, septiembre de 1988, pp. 811-830. El sociólogo y coronel jurídico
austriaco Gustav Ratzenhofer (1840-1942) consideraba que el conflicto social entre los grupos étni-
cos nace de instintos y procesos básicos (biológicos, químicos y físicos), pero mantenía la esperanza
de que este nuevo campo de la sociología pudiera llevar a las especies a unas relaciones sociales mejo-
radas. El biólogo y botánico escocés Patrick Geddes (1854-1932), considerado uno de los fundadores
de la profesión de planificador urbano, afirmaba que la renovación urbana equilibraría los problemas
económicos y sociales, mejoraría la calidad del medio ambiente y llevaría a un desarrollo sostenible.
Aplicó sus principios a la renovación del casco antiguo de Edimburgo. Geddes ejerció una gran influen-
cia en un prolífico estudiante estadounidense de arquitectura, planificación urbana y sociología,
Lewis Mumford (1895-1990), quien, en Technics and Civilization (Nueva York: Harcourt, Brace and
Co., 1934), detalló el impacto de «la máquina» en la civilización. Mumford, siguiendo las ideas de la
tecnocracia, arguyó en el último capítulo que, como las máquinas permiten un aumento masivo en
nuestra habilidad de convertir energía en propósitos productivos, entonces deberíamos abandonar el
capitalismo por un nuevo sistema social y económico: el comunismo básico (pero no marxista). Entre
los lemas del venidero sistema de energética social, se encuentran: «¡Más conversión!», «¡Normalicen
el consumo!» y «¡Socialicen la creación!» (pp. 373-435). Herbert George Wells (1866-1946), al que se
le recuerda hoy en día por escribir novelas de ciencia ficción, como La máquina del tiempo (1895), El
hombre invisible (1897) y La guerra de los mundos (1898), ya era defensor de la planificación nacional
243
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
en 1912, y en obras como Anticipations (1902) y The Shape of Things to Come (1933) era defensor
de la predicción científica del futuro, de la que era profesional. Wells también solía criticar las estruc-
turas sociales y de clase de la Inglaterra victoriana y eduardiana, y fue conocido durante el periodo
de entre guerras por sus escritos sobre reformas sociales; por ejemplo, algunas de sus ideas en el artí-
culo de periódico que escribió en 1939, «Declaration of the Rights of Man», fueron incorporadas en
la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas en diciembre de 1948. El fisiólogo inglés Lancelot Hogben (1895-1975) fue autor de no solo
obras científicas, sino también de libros populares sobre ciencia, como Science for the Citizen: A Self-
Educator Based on the Social Background of Scientific Discovery (1938). Hogben era principalmente
profesor en Birmingham, pero ocupó una cátedra en biología social en la London School of Economics
a principios de la década de 1930. – Ed.].
244
INGENIEROS Y PLANIFICADORES
8. Que esto lo reconocen plenamente sus defensores lo demuestra la popularidad entre todos los
socialistas, desde Saint-Simon a Marx y Lenin, de la frase que afirma que la sociedad en su conjunto
debería ser dirigida del mismo modo que hoy se dirige una gran fábrica. Véase V.I. Lenin, The State
and the Revolution, Little Lenin Library (1933), p. 78: «Toda la sociedad se convertirá entonces en
una única oficina y en una única fábrica con igualdad de trabajo y de remuneración»; respecto a Saint-
Simon y Marx, véase infra, p. 284, n. 23.
245
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
vez por todas, y aunque en una época dominada por la ciencia sea considera-
do por esta razón como conocimiento de orden inferior, sin embargo, desde
el punto de vista de la utilidad práctica, no es menos importante que el cono-
cimiento científico. Y aunque tal vez sea imaginable poder reunir todos los
conocimientos teóricos en la cabeza de unos pocos expertos para ponerlos a
disposición de una única autoridad central, ese conocimiento de lo particu-
lar, de las cambiantes circunstancias temporales y condiciones locales nunca
podría existir de otra forma que disperso entre mucha gente. Conocer cuán-
do un determinado material o una máquina pueden emplearse de la manera
más eficiente o barata es realmente tan importante para desempeñar una tarea
particular como conocer cuáles son los materiales o las máquinas más indica-
dos para un determinado objetivo. La primera clase de conocimiento tiene muy
poco que ver con las propiedades permanentes de las cosas que estudia el inge-
niero, pero es conocimiento de una particular situación humana. Y es preci-
samente en su calidad de persona que debe tener en cuenta estos hechos como
el comerciante entrará constantemente en conflicto con los ideales del inge-
niero, en cuyos planes interfiere, por lo que siempre será objeto de su rechazo.9
9. Sobre estos problemas véase mi ensayo «The Use of Knowledge in Society», American Economic
Review, 35, n. 4, septiembre de 1945, recogido en Individualism and Economic Order (Chicago,
1948), pp. 77-91. [Este artículo se reimprimirá en el próximo volumen de The Collected Works of
F.A. Hayek. – Ed.].
246
INGENIEROS Y PLANIFICADORES
alguien los conoce, y siempre serán infinitamente más conocidos por la gen-
te en general que por la autoridad más competente.10 Una solución eficaz no
podrá, pues, basarse en una autoridad que maneje directamente hechos ob-
jetivos, sino en un método que utilice el conocimiento disperso entre todos
los miembros de la sociedad, un conocimiento que, en las diversas situacio-
nes particulares, la autoridad central de ordinario no sabrá ni quién lo posee
ni siquiera si realmente existe. Por lo tanto, estos conocimientos no pueden
utilizarse mediante su integración consciente en un todo coherente, sino solo
a través de algún mecanismo que delegue las decisiones particulares en quie-
nes poseen esos conocimientos y que, para ello, les proporcione una informa-
ción sobre la situación general que les permita poder utilizar del mejor modo
posible las circunstancias particulares que solo ellos conocen.
Tal es, precisamente, la función que desempeñan los distintos «merca-
dos». Aunque quienes participan en ellos solo conocen un pequeño sector de
todas las posibles fuentes de suministro o de la utilización de una determi-
nada mercancía, sin embargo, directa o indirectamente, esos participantes
se hallan de tal modo interconectados entre sí, que los precios registran los
resultados netos de todos los cambios relevantes que afectan a la demanda
y a la oferta.11 Para comprender realmente la función tanto de los mercados
como de los precios hay que considerarlos como un instrumento de comu-
nicación a todos cuantos se interesan por una determinada mercancía de las
informaciones relevantes, realizada de una forma abreviada y condensada.
Precios y mercados ayudan a utilizar el conocimiento de mucha gente sin
necesidad de reunirse previamente en un único organismo; y por lo mismo
hace posible aquella combinación de descentralización de decisiones y ajuste
mutuo de estas decisiones que caracteriza a un sistema competitivo.
Puesto que tiende a conseguir un resultado que debe basarse, no en un
único conjunto integrado de conocimientos o de correlaciones racionales que
10. Es importante recordar a este respecto que a la formación de los agregados estadísticos, en
los que, como a menudo se dice, la autoridad central debe basar sus decisiones, se llega siempre evitando
deliberadamente tomar en consideración las circunstancias específicas de tiempo y lugar.
11. Véase en relación con esto la sugestiva discusión del problema en K.F. Mayer, Goldwanderun-
gen (Jena, 1935), pp. 66-68, y también mi artículo «Economics and Knowledge», Economica (febrero
de 1937), recogido en Individualism and Economic Order (Chicago: Chicago University Press, 1948),
pp. 33-56.
247
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
12. Bertrand Rusell, Scientific Outlook (London: G. Allen and Unwin, 1931), p. 211. [pp. 211-12].
248
INGENIEROS Y PLANIFICADORES
13. Ibíd., p. 209. El pasaje citado puede interpretarse en un sentido que no admite objeción si la
expresión «ciertas finalidades» se entiende no en el sentido de resultados particulares predetermina-
dos, sino en el de capacidad de proveer a lo que los individuos desean en las distintas circunstancias:
es decir si lo que se planifica es un instrumento que puede perseguir una multiplicidad de fines sin
que tenga que ser dirigido «conscientemente» a la persecución de un fin particular.
14. A. Bebel, Die Frau und der Sozialismus, 13.ª ed. (1892), p. 376. Véase también E. Ferri, Socialism
and Positive Science (trad. de la ed. it., 1894). El primero en ver claramente esta relación parece que
fue M. Ferraz, Socialisme, Naturalisme et Positivisme (París, 1877). [El teórico y político socialista
Ferdinand August Bebel (1840-1913) fue uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata de Ale-
mania. Para leer su obra traducida al inglés, véase Women under Socialism, traducido por Daniel De
Leon (Nueva York: New York Labor News, 1904; reimpresión, Nueva York: Schocken, 1971). – Ed.].
249
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
250
INGENIEROS Y PLANIFICADORES
15. M.R. Cohen, Reason and Nature, 1931, p. 449. Es significativo que una de las figuras más
importantes del movimiento de que nos ocupamos, el filósofo alemán Ludwig Fewerbach, eligiera
como lema el principio opuesto: homo homini Deus. [La frase de Feuerbach puede ser traducida «El
dios del hombre es el hombre». En su libro de 1841, The Essence of Christianity, el filósofo alemán
Ludwig Feuerbach (1804-1872) comentaba que los hombres crearon la idea de Dios proyectando las
aspiraciones más altas de la humanidad en un ser imaginario. Llegaba a la conclusión de que la reve-
rencia a Dios debe ser transferida a la preocupación por el bienestar de la humanidad y la reverencia
por el ser humano. Feuerbach dio la espalda al argumento idealista de Hegel de que toda la historia
es el producto de Dios contemplándose a sí mismo. Él es a menudo visto como el puente entre el idea-
lismo de Hegel al materialismo de Marx. –Ed.].
251
PARTE II
LA CONTRARREVOLUCIÓN
DE LA CIENCIA*
LORD ACTON
* [Se publicó una versión inicial de «La contrarrevolución de la ciencia» en Economica, nueva
serie, vol. 8, 1941, pp. 9-39, 119-150 y 281-320. Se publicó una versión ligeramente revisada, sobre
la que se basa esta edición, en F.A. Hayek, The Counter-Revolution of Science: Studies on the Abuse
of Reason (Glencoe, IL: Free Press, 1952, pp. 183-363 (trad. esp.: La contrarrevolución de la ciencia:
estudios sobre el abuso de la razón, Unión Editorial, Madrid, 2003). La mayoría de las diferencias en-
tre las versiones de 1941 y 1952 tienen que ver con cambios que Hayek realizó en la prosa para ha-
cer los pasajes más claros, o con la adición de nuevas citas de obras que se publicaron entre 1941 y
1952. Cualquier diferencia significativa entre las dos versiones se ha comentado. – Ed.].
[Lord Acton, «Sir Erskine May’s Democracy in Europe», en History of Freedom and Other Essays,
p. 85. Véase Essays in the History of Liberty, p. 73. – Ed.].
253
11
LA FUENTE DE LA HYBRIS CIENTÍFICA:
L’ÉCOLE POLYTECHNIQUE
255
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
256
L A F U E N T E D E L A H Y B R I S C I E N T Í F I C A : L’ É C O L E P O LY T E C H N I Q U E
efectos.4 Ningún otro ejemplo en una ciencia expresa con tanta claridad la
tendencia del movimiento científico de la época o tuvo mayor influencia y
significado simbólico.5
Ahora bien, mientras este hecho se estaba fraguando gradualmente en
el campo en que tomaría su forma más eminente, la tendencia general que
el mismo representaba había sido ya advertida y descrita por Turgot, contem-
poráneo de d’Alembert. En los estupendos y magistrales discursos que, jo-
ven de veintitrés años, pronunció en la apertura y clausura de la sesión en
la Sorbona en 1750, y en el esbozo de un Discurso sobre la historia univer-
sal del mismo periodo, describe cómo el avance de nuestro conocimiento de
la naturaleza va acompañado de una gradual emancipación de aquellos con-
ceptos antropomórficos que antes hicieron que el hombre interpretara los
fenómenos naturales a su propia imagen, como animados por una mente se-
mejante a la suya.6 Esta idea, que luego se convertiría en el tema dominante
del positivismo y que acabaría aplicándose erróneamente a la ciencia del
hombre mismo, fue poco después ampliamente popularizada por Charles de
Brosses bajo el nombre de fetichismo,7 nombre con el que se le conoció hasta
257
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
que más tarde fue sustituido por los de antropomorfismo y animismo. Pero
Turgot fue mucho más lejos y, anticipándose completamente a Comte en
este punto, describió cómo este proceso de emancipación pasa por tres esta-
dios, en los que, tras suponer que los fenómenos naturales son producidos
por seres inteligentes, invisibles, pero semejantes a nosotros, pasan a ser ex-
plicados mediante expresiones abstractas tales como esencias y facultades,
hasta que finalmente, «observando la acción mecánica recíproca de los cuer-
pos, se formulan hipótesis que pueden desarrollarse por las matemáticas y
verificarse por la experiencia».8
Se ha observado con frecuencia9 que muchas de las ideas dominantes del
positivismo francés fueron de hecho formuladas por d’Alembert y Turgot
y sus amigos y discípulos Lagrange y Condorcet. Esto es cierto por lo que
respecta a la mayor parte de lo que esta doctrina tiene de válido y aprecia-
ble, si bien su positivismo difiere del de Hume por una fuerte carga de ra-
cionalismo francés. Y, puesto que no tendremos ocasión de tratar este aspecto
con mayor detalle, tal vez convenga subrayar aquí especialmente que, a lo
largo de todo el desarrollo del positivismo francés, esta componente racio-
nalista, debida probablemente a la influencia de Descartes, siguió desempe-
ñando un papel crucial.10
Romana, los orígenes de las lenguas y la cultura primitiva. En su significado original, un fetiche es
un objeto de la naturaleza del que los miembros de culturas primitivas creen que está habitado por
un espíritu, o del que creen que posee poderes sobrenaturales. – Ed.].
8. Oeuvres de Turgot, ed. Daire (París, 1844), vol. 2, p. 656. Véase también ibíd., p. 601. [La prime-
ra cita de Hayek conduce a un pasaje de la obra de Turgot, Discours sur l’histoire universelle, y la se-
gunda, a una sección de su discurso de 1750, «Discours en Sorbonne». – Ed.].
9. Véase en particular el detallado análisis de Misch y los libros de Schinz y Gouhier citados en
la nota 4 de este capítulo, así como M. Uta, La théorie du savoir dans la philosophie d’Auguste Comte
(París: Alcan, 1928).
10. Para evitar toda errónea valoración, tal vez deberíamos recordar aquí que el liberalismo de
la Revolución francesa no se basaba, desde luego, en la comprensión del mecanismo del mercado alcan-
zada por Adam Smith y los utilitaristas, sino en la ley natural y en la interpretación racionalista-prag-
mática de los fenómenos sociales, que es esencialmente pre-smithiana y cuyo prototipo es el contrato
social de Rousseau. Ciertamente, gran parte del contraste, que con Saint-Simon y Comte se convirtió
en antagonismo, con la economía clásica, se remonta, en el tiempo, a las divergencias existentes entre
Montesquieu y Hume, Quesney y Smith, Condorcet y Bentham. Los economistas franceses que, como
Condilac y J.B. Say, siguieron sustancialmente la misma tendencia que Smith nunca ejercieron una
258
L A F U E N T E D E L A H Y B R I S C I E N T Í F I C A : L’ É C O L E P O LY T E C H N I Q U E
influencia sobre el pensamiento político francés comparable a la que Smith ejerció en Inglaterra. Con-
secuencia de ello fue que la transición desde la más antigua visión racionalista de la sociedad, que la
consideraba como una creación humana consciente, a la visión más reciente, que pretendía recrearla
sobre principios científicos, se realizó en Francia sin pasar por el estadio en el que, por lo general, se
tomó conciencia de las fuerzas espontáneas de la sociedad. El culto revolucionario a la Razón era sig-
no evidente de la general aceptación de la concepción pragmática de las instituciones sociales —que es
cabalmente lo contrario de la visión de Smith. En cierto sentido, podría decirse que fue precisamente
la veneración de la Razón como creadora universal, que abrió el camino a los triunfos de la ciencia, la
que condujo a esta nueva actitud hacia los problemas sociales, como también puede decirse, en cambio,
que esa nueva actitud se debió a la influencia de los nuevos hábitos de pensamiento producidos por
los triunfos de la ciencia y de la tecnología. Si el socialismo no es hijo directo de la Revolución france-
sa, procede al menos de aquel racionalismo que caracterizó a la mayor parte de los pensadores políti-
cos franceses de aquel periodo, y que tan diferente era del contemporáneo liberalismo inglés de Hume,
de Smith y (en menor medida) de Bentham y de los radicales filosóficos. Sobre todo esto, véase ahora
el primer ensayo de mi Individualism and Economic Order (Chicago: Chicago University Press, 1948).
[Se puede ver en el texto y en esta extensa nota la primera articulación de Hayek de las diferen-
cias entre los pensadores de la Ilustración francesa y la inglesa, que exploraría con más detalle en «In-
dividualismo: el verdadero y el falso», un escrito publicado en 1945, es decir, unos años después de
«La contrarrevolución de la ciencia», y el primer ensayo que aparecía en la colección de 1948, Indivi-
dualism and Economic Order. Hayek añadió la referencia a su ensayo de 1945 en la reimpresión de
1952 de «La contrarrevolución de la ciencia»; ahora, el ensayo es la introducción a este volumen. La
mayoría de los pensadores políticos mencionados en esta nota aparecen analizados en dicha edición,
con tres excepciones. El filósofo y economista francés Étienne Bonnet de Condillac, abad de Mureau
(1714-1780), afirmó que la libertad de cambio estimula la producción y aumenta la riqueza nacional
en Le Commerce et le gouvernement (1776), obra en la que también esbozó una teoría sobre el valor
basada en la escasez de los bienes en comparación con las necesidades subjetivas. Al economista fran-
cés Jean-Baptiste Say (1767-1832), autor de Traité d’économie politique, publicada en cinco edicio-
nes entre 1803 y 1826, se le suele identificar como el gran exponente francés de Adam Smith. Sin
embargo, Say no estaba de acuerdo con la teoría del valor del coste de producción de Smith, pues consi-
deraba que la utilidad era el fundamento definitivo, y le concedió un papel mucho mayor al «legis-
lador sabio» que el que le dio Smith. Para más detalles sobre este tema, las actividades de Say en el
movimiento republicano y su relación con los defensores de la idéologie (un movimiento que Hayek
critica más tarde en este capítulo), véase Evelyn L. Forget, The Social Economics of Jean-Baptiste Say:
Markets and Virtue (Londres: Routledge, 1999). Por último, el marqués de Condorcet, mencionado
por primera vez en el capítulo 6, nota 10, y sobre el que Hayek escribe en los siguientes párrafos,
estaba convencido de que las ciencias sociales respondían ante el análisis matemático. En su última
259
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
de esa escuela, a excepción tal vez de ciertas ideas de Turgot sobre la filosofía
de la historia y más aún de algunas sugerencias del último Condorcet. Pero
ninguno de ellos tuvo la menor duda acerca de la legitimidad del método
abstracto y teórico en el estudio de los fenómenos sociales, y mantuvieron una
firme postura individualista. Particularmente interesante es observar que Tur-
got, y lo mismo puede decirse de David Hume, fue al mismo tiempo uno de
los fundadores del positivismo y de la teoría económica abstracta, contra la
que posteriormente lucharía el positivismo. Pero, en muchos aspectos, la ma-
yoría de estos hombres, inconscientemente, impulsaron líneas de pensamiento
que produjeron concepciones sociales muy diferentes de las suyas.
Esto es aplicable sobre todo a Condorcet. Matemático como d’Alembert
y Lagrange, se consagró definitivamente tanto a la teoría como a la práctica
de la política, y aunque al final comprendió que «solo la meditación puede
conducirnos a las verdades generales en la ciencia del hombre»,11 trató no solo
de completar este principio mediante una amplia observación, sino que ade-
más se manifestó en el sentido de que el método de las ciencias naturales es
el único legítimo en el tratamiento de los problemas de la sociedad. Fue en
particular su deseo de aplicar sus queridas matemáticas, especialmente el recién
desarrollado cálculo de probabilidades, a su segunda esfera de interés, lo que
le indujo a subrayar cada vez más el estudio de aquellos fenómenos sociales
que son susceptibles de observación y de medida objetivas.12 Ya en 1783, en
su discurso de recepción en la Academia, dio expresión a lo que más tarde
sería una idea favorita de la sociología positivista, la de un observador al que
obra, Esquisse (Sketch of an Historical Picture of the Progress of the Human Mind), arguyó que la
historia humana sigue reglas generales, que por lo tanto su futuro podía ser predicho y que nuestra
historia había sido una de progresos y mejoras estables. Parece ser que Condorcet creía que no exis-
tían obstáculos definitivos para alcanzar la perfección; la pesimista obra de Thomas Robert Malthus,
An Essay on the Principle of Population (1798), fue en parte escrita en respuesta a la visión opti-
mista de Condorcet. – Ed.].
11. Véase Condorcet, Esquise d’un tableau historique des progrès de l’esprit humain, ed. O.H.
Prior (1793; París, 1933), p. 11. [«Sans doute, la méditation seule peut, par d’heureuses combinaisons,
nous conduire aux vérités générales de la science de l’homme». En su traducción, Hayek se dejó la
frase «mediante combinaciones afortunadas». – Ed.].
12. Véase su Tableau général de la science qui a pour objet l’application du calcul aux sciences
politiques et morales, Oeuvres, en François Arago y Arthur-Condorcet O’Connor, eds. Oeuvres de
Condorcet (París, 1847-49), vol. 1, pp. 539-73.
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los fenómenos físicos y los sociales se le presentan bajo la misma luz, porque,
«ajeno a nuestra raza, estudiaría la sociedad humana del mismo modo que
nosotros estudiamos la de los castores o la de las abejas».13 Y si bien admite
que se trata de un ideal inalcanzable, porque «el observador es parte de la so-
ciedad humana», exhorta insistentemente a los científicos a «introducir en
las ciencias morales la filosofía y el método de las ciencias naturales».14
La más fecunda de sus ideas, sin embargo, se encuentra en su Esquise d’un
tableau historique du progrès de l’esprit humain, el célebre testamento del
siglo XVIII, como fue llamado, en el que el ilimitado optimismo de la época ha-
lló su última y más elevada expresión. En él traza un gran bosquejo del pro-
greso humano a través de la historia, e imagina una ciencia capaz de prever
el progreso futuro del género humano, de acelerarlo y dirigirlo positivamen-
te.15 Pero para establecer leyes que nos permitan predecir el futuro, la his-
toria debe dejar de ser historia de individuos y convertirse en historia de
masas, y al mismo tiempo dejar de ser un registro de hechos individuales y
basarse en la observación sistemática.16 ¿Por qué habría de considerarse qui-
mérico el intento de fundamentar en los resultados de la historia del género
humano un cuadro de su futuro destino? «El único fundamento del conoci-
miento de las ciencias naturales es la idea de que las leyes generales, conoci-
das o desconocidas, que regulan los fenómenos del universo, son necesarias
y constantes. ¿Por qué este principio habría de ser menos verdadero aplica-
do a las facultades intelectuales y morales del hombre que a los demás fenó-
menos de la naturaleza?»17 Así nacían la idea de unas leyes naturales del
13. Ibíd., p. 392. [En la portada, se indica que el discours se entregó el 21 de febrero de 1782, no
de 1783. – Ed.].
14. Condorcet, Rapport et projet de décret sur l’organization générale de l’instruction publique,
ed. Gabriel Compayre (1779; París, 1883), p. 120.
15. Condorcet, Esquise, ed. Prior, p. 11.
16. Ibíd., p. 200.
17. Ibíd., p. 203. El famoso pasaje que contiene esta sentencia se emplea significativamente como
lema del libro 6, «On the Logic of the Moral Sciences», de la Logic de J.S. Mill. [«Le seul fondement
de croyance dans les sciences naturelles, est cette idée, que les lois générales, conues ou ignorées, qui
règlent les phénomènes de l’univers, sont nécessaires et constantes; et par quelle raison en ce prin-
cipe serait-il moins vrai pour le développement des facultés intellectuelles et morales de l’homme,
que pour les autres opérations de la nature?». Véase Mill, System of Logic, p. 832. – Ed.].
261
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
II
18. Conviene recordar que el hombre que tuvo tanta parte en la creación de lo que a finales del
siglo diecinueve se dio en llamar el «sentido de la historia», esto es la Entwicklungsgedanke, con todas
sus implicaciones metafísicas, fue el mismo hombre que fue capaz de celebrar en un discurso la delibe-
rada destrucción de documentos relativos a la historia de la nobleza francesa. «Hoy la Razón quema
los innumerables volúmenes que testifican la vanidad de una casta. Otros vestigios permanecen en
bibliotecas públicas y privadas: también estos deben acabar en la común destrucción.» [Condorcet hizo
esta declaración durante un discurso ante la Asamblea Legislativa el 19 de junio de 1792. Al día siguiente,
el discurso apareció en el periódico Gazette nationale, ou le Moniteur universel. Véase Réimpression
de l’ancien Moniteur: Seule histoire authentique et inaltérée de la Révolution française depuis la
réunion des États-Généraux jusqu’au Consulat (mai 1789 - novembre 1799) (París: Plon, 1862), vol.
12, p. 702. – Ed.].
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19. Décade philosophique (1794), vol. 1, en Gouthier, La jeunesse d’Auguste Comte, vol. 2, p. 31.
20. Véase E. Allain, L’oeuvre scolaire de la révolution, 1789-1802 (París, 1891); C. Hippeau, L’ins-
truction publique en France pendant la révolution (París, 1883); y F. Picavet, Les idéologues (París,
1891), pp. 56-61.
21. Véase Allain, op. cit., pp. 117-20.
22. Después de 1803 las lenguas antiguas fueron, por lo menos en parte, reintroducidas en los
lycées napoleónicos.
263
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
cambio en 1812 o 1813: «Es tal la diferencia en este aspecto entre la situación
de hace no más de treinta años y la actual, que mientras en aquellos no tan
lejanos días quien quería saber si una persona había recibido una educación
superior, preguntaba: «¿conoce bien los autores griegos y latinos?», hoy pre-
gunta: «¿está bien en matemáticas, está al corriente de las conquistas de la
física, de la química, de la historia natural, en una palabra, de las ciencias po-
sitivas y de las de observación?»23
Así se formó toda una generación para la que la gran reserva de sabidu-
ría social, la única forma en que realmente se transmite la comprensión de
los procesos sociales que tuvieron las grandes mentes, la gran literatura de
todos los tiempos, fue un libro cerrado. Por primera vez en la historia hizo
su aparición aquel nuevo tipo que, como el producido por la Realschule ale-
mana e instituciones similares, fue tan importante e influyente a finales del
siglo XIX y principios del XX: el especialista técnico al que se le considera ilus-
trado porque ha pasado por escuelas difíciles, pero que nada o muy poco co-
noce acerca de la sociedad, su vida, desarrollo, problemas y valores, y que solo
el estudio de la historia, la literatura y el lenguaje puede dar.
III
264
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25. Véase Pressard, Histoire de l’association philotechnique (París, 1889); y Gouhier, op. cit., p. 54.
26. [El matemático francés Gaspard Monge (1746-1818) fue ministro de la Marina entre 1792
y 1793. – Ed.].
27. Sobre la fundación e historia de la École polytechnique, véase A. Fourcy, Histoire de l’École
politechnique (París, 1828); G. Pinet, Histoire de l’École politechnique (París, 1887); G.-G.J. Jacobi,
«Über die Pariser polytechnische Schule» (Informe presentado el 22 de mayo de 1835 ante la Sociedad
de ciencias físico-económicas de Königsberg), en Gesammelte Werke (Berlín, 1891), vol. 6, p. 355; F.
Schnabel, Die Anfänge des technischen Hochschulwessens (Stuttgart, 1925); y F. Klein, Vorlesungen
über die Entwicklung der Mathematik (Berlín, 1926), vol. 1, pp. 63-89.
28. Carnot había publicado en 1783 su Ensayo sobre las máquinas en general (en la segunda
edición [1803] de Principles fondamentaux de l’equilibre du mouvement) en el que no solo exponía
la nueva concepción de la mecánica de Lagrange, sino que desarrollaba la idea de la «máquina ideal»
que no pierde nada de la fuerza que la pone en movimiento. Su trabajo contribuyó mucho a allanar
el camino al de su hijo, Sadi-Carnot, «fundador de la ciencia de la energía». Su hijo menor, Hippolyte,
que fue jefe del grupo de sansimonianos, escribió la Doctrine de Saint-Simon, de la que hablaremos
más adelante. Lazare Carnot, el padre, fue durante toda su vida admirador y protector del propio Saint-
Simon. Como refiere Arago, Lazare Carnot «discutía siempre con él [Arago] sobre organización polí-
tica de la sociedad del mismo modo en que en su obra habla de una máquina». Véase F. Arago, Biographies
of Distinguished Men, trad. de W.H. Smith, etc. (Londres, 1857), pp. 300-304, y E. Dühring, Kritische
Geschichte der allgemeinen Prinzipien der Mechanik, 3.ª ed. (Leipzig, 1887), pp. 257-61.
29. L. de Launay, Un grand français, Monge, fondateur de l’École polytechnique (París, 1933),
p. 130.
265
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
30. Véase A. Comte, «Philosophical Considerations on the Sciences and Men of Science», en
Early Essays on Social Philosophy, New Universal Library (Londres, 1825), p. 272, donde dice que
«conoce solo una concepción capaz de dar una idea precisa de [las características doctrinas apropiadas
para constituir la especial existencia de la clase de los ingenieros], la del ilustre Monge, en su Géometrie
descriptive, en la que ofrece una teoría general del arte de la construcción».
31. Jacobi, op, cit., p. 370.
32. [Gaspard de Prony (1755-1839) fue ingeniero en la Escuela nacional de puentes y calzadas;
a Louis Poinsot (1777-1859) se le recuerda hoy en día por sus contribuciones en matemáticas y mecá-
nica. – Ed.].
33. [El químico Claude Louis, conde de Berthollet (1748-1822), es conocido por sus análisis del
amoniaco y el cloro, y por su colaboración con Lavoisier en el establecimiento de la nomenclatura
química. – Ed.].
34. Fourcroy, Vauquelin, Chaptal. [Antoine François, conde de Fourcroy (1755-1809), aportó con-
tribuciones en química, medicina y, como director general de educación bajo el mandato de Napo-
león, en educación científica en las escuelas de primaria y secundaria. Al químico francés Nicolas Louis
Vauquelin (1763-1829) se le recuerda por analizar, junto con Fourcroy, las sustancias vegetales y ani-
males. Jean Antoine Chaptal (1756-1822), químico aplicado y popularizador de la ciencia, contribu-
yó a la modernización científica de la industria y la agricultura. El proceso de añadir azúcar al vino
sin fermentar para aumentas su nivel final de alcohol se llama «chaptalización», en su honor. – Ed.].
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IV
267
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
37. Pierre Simon, Marquis de Laplace, «Essay philosophique sur les probabilités» (1814), en Les
maitres de la pensée scientifique (París, 1921), p. 3.
38. Véase, por ejemplo, la referencia a esta idea en Abel Transon, De la religion Saint-Simonienne:
Aux elèves de l’École polytechnique (París, 1830), p. 27. Véase también infra, cap. 12, n. 20.
39. Véase O. Neurath, Empirische Soziologie (Viena, 1931), p. 129. Sobre el postulado del deter-
minismo universal, que se halla efectivamente implicado, véase en particular K. Popper, Logik der
Forschung (1935), p. 183; P. Frank, Das Kausalgesetz; y R. von Mises, Probability, Statistics and Truth
(1939), pp. 284-94. Igualmente característica del espíritu positivista y no menos efectiva para su difu-
sión fue la anécdota sobre la respuesta de Laplace a Napoleón cuando este le preguntó por qué en su
Mécanique céleste no aparecía el nombre de Dios: «No tengo necesidad de esta hipótesis.» [No nece-
sito esa hipótesis. Hayek se refiere al libro de Laplace, Traité de mécanique céleste (París: J.B.M. Duprat,
1798-1825). La frase «Hoy es considerada, incluso por los modernos positivistas, como una “ficción
metafísica”», a la que se refiere esta nota, era diferente en la versión original de 1941 en Economica,
en la que se leía: «Los análisis lógicos modernos han demostrado que forma parte de la “especula-
ción metafísica”». La referencia a la obra de Neurath es también una adición nueva. En la actualidad,
los libros de Popper y Neurath están traducidos; véase Karl Popper, The Logic of Scientific Discovery
(Nueva York: Basic Books, 1959), pp. 247-248; Otto Neurath, «Empirical Sociology», que incluye el
capítulo 10 de Empiricism and Sociology, Maria Neurath y Robert S. Cohen, eds. (Dordrecht, Holanda:
D. Reidel, 1973), p. 404. – Ed.].
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
44. Véase Arago, op. cit., p. 109, y F. Bastiat, Baccalauréat et socialisme (París, 1850).
45. Véase G. Pinet, Ecrivains et penseurs polytechniciens (París, 1898). [Barthélemy Prosper
Enfantin (1796 -1864) fue líder del movimiento sansimoniano tras la muerte de Saint-Simon en 1825.
Hayek detalla su papel en la sistematización del pensamiento sansimoniano y en su conversión en
religión en el capítulo 14. El reformista social francés Charles Fourier (1772-1837) quería reorgani-
zar la sociedad mediante la asociación voluntaria de individuos en comunidades autosuficientes
llamadas phalanstères, en las que el papel de cada uno estaría determinado por sus características perso-
nales o «pasiones». Sus escritos fueron fuente de inspiración para muchas comunidades fourieristas,
entre las que se encontraba Brook Farm, en Massachusetts. Un seguidor de Fourier, Victor Considérant
(1808-1893), escribió larga y tendidamente sobre asuntos políticos y económicos. Como líder del movi-
miento, tras la muerte de su fundador, ayudó a dar a conocer las ideas de Fourier en Francia; más
tarde estableció una comunidad fourierista, La Réunion, en Texas. El filósofo político francés Georges
Sorel (1847-1922), e ingeniero jubilado en la época en la que Considérant empezó a escribir, fue el
padre del sindicalismo, según el cual los sindicatos eran el medio para derrocar el estado capitalista.
Sorel, en Réflexions sur la violence (1908), subrayó la necesidad de contar con un «mito» bien de-
sarrollado que animara a los obreros a actuar, y definió la huelga general como la principal herra-
mienta de acción. – Ed.].
46. Véanse, sin embargo, los ensayos de Lavoisier y Lagrange en Daire, Mélanges d’économie
politique, 2 vols. (París, 1847-48), vol. 1, pp. 575-607. [El ensayo de Lavoisier, titulado De la richesse
territoriale du royaume de France, se encuentra en pp. 575-607. La contribución de Lagrange, Essai
d’arithmétique politique, sur les premiers besoins de l’intérieur de la république, aparece en pp. 608-
614. – Ed.].
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Es un hecho curioso que los estudiosos franceses del periodo que estamos
considerando fueran divididos en dos «sociedades distintas con un único rasgo
en común, la celebridad de sus nombres».47 La primera estaba integrada por
profesores y examinadores de la École polytechnique, que ya conocemos, y
del Collège de France; la segunda estaba formada por el grupo de fisiólogos,
biólogos y psicólogos ligados prevalentemente a la École de médecine y cono-
cidos como los ideólogos.
No todos los grandes biólogos de los que Francia podía enorgullecerse
en aquel tiempo pertenecían a este segundo grupo. En el Collège de France,
Cuvier, fundador de la anatomía comparada y probablemente el más famoso
de todos, permaneció próximo a los científicos puros.48 Los progresos de las
ciencias biológicas, tal como él las explicó, contribuyeron tal vez más que
cualquier otra cosa a crear la fe en la omnipotencia de los métodos de la cien-
cia pura. Se vio que muchos problemas que parecían ser reacios a un trata-
miento exacto podían efectivamente abordarse con los mismos métodos.49
47. Véase Arago, op. cit., vol. 2, p. 34, donde observa que Ampère (especializado en fisiología)
fue uno de los pocos eslabones de enlace entre ambos grupos.
48. [Georges Cuvier (1769-1832) también fue fundador de la paleontología de vertebrados; en
sus estudios, ayudó a establecer la idea, polémica por entonces, de que ciertas especies se habían extin-
guido. – Ed.].
49. Sobre la influencia de Cuvier, véase J.T. Merz, A History of European Thought in the Nine-
teenth Century (1906), vol. 1, pp. 136 y ss., donde se cita (p. 154) el siguiente característico pasaje
tomado del Rapport historique sur le progrès des sciences naturelles depuis 1789 de Cuvier (1810):
«Solo experimentos, experimentos que sean precisos, hechos con pesos, medidas y cálculos, compa-
rando las distintas sustancias empleadas y todas las sustancias obtenidas: tal es hoy la única forma
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Los otros dos biólogos cuyos nombres son actualmente incluso más cono-
cidos, Lamarck y Geoffrey St. Hilaire, permanecieron al margen del grupo
de los ideólogos y apenas tuvieron que ver con el estudio del hombre como
ser pensante.50 Pero Cabanis y Main de Biran, con sus amigos Destutt de Tracy
y Degérando, lo convirtieron en el centro de sus investigaciones.51
Ideología,52 en el sentido que el grupo daba a este término, significa sim-
plemente el análisis de las ideas humanas, incluida la relación entre la cons-
titución física y mental del hombre.53 La inspiración del grupo procedía
de razonamiento y demostración. Así, aunque las ciencias naturales eludan la aplicación del cálculo,
presumen de estar sometidas al espíritu matemático y, por la sabia dirección que han seguido constan-
temente, no se exponen al riesgo de dar pasos hacia atrás.» Véase Lord Acton, Lectures on Modern
History, pp. 22; 338 n. 82. [Véase Acton, Essays in the Study and Writing of History, pp. 541-542. La
referencia al «Study of History» de Acton se añadió en la versión de 1952. – Ed.].
50. [Al naturalista francés Jean-Baptiste de Monet, caballero de Lamarck (1744-1829), que
aportó contribuciones en botánica, biología sistemática de invertebrados e historia geológica, se le
recuerda hoy en día por el lamarckismo, la teoría según la cual se pueden heredar ciertos rasgos. El
naturalista francés Étienne Geoffroy Saint-Hilaire (1772-1844) estableció el principio de la «unidad
de composición», la idea de que todos los animales comparten un único plan estructural; esta teoría
se convirtió en el principio más importante de la anatomía comparativa. – Ed.].
51. [El fisiólogo Pierre Jean Georges Cabanis (1757-1808) defendía los fundamentos biológicos
de las funciones psicológicas. De esta forma, al igual que el estómago recibe comida y la digiere, produ-
ciendo así alimentos, el cerebro recibe impresiones sensoriales y produce el pensamiento. Antoine
Louis Claude, conde Destutt de Tracy (1754-1836), autor de Éléments d’idéologie (1801-1815), fue,
junto con Cabanis, líder del grupo de los idéologues. Joseph Marie de Gérando (1772-1842) escribió
sobre la influencia de los símbolos en la formación de ideas, y también introdujo reformas en la edu-
cación primaria en Francia. El filósofo francés François-Pierre-Gonthier Maine de Biran (1766-1824)
aportó un ensayo sobre la formación de las costumbres y un tratado sobre el análisis del pensamien-
to. – Ed.].
52. Antoine Claire, Comte Thibaudeau (Bonaparte and the Consulate [1843]; trad. G.K. Fortescue,
1908, p. 153) observa que, aunque los términos ideólogues e idéologie suelen atribuirse a Napoleón,
fueron introducidos como términos técnicos por Destutt de Tracy en el primer volumen de sus Eléments
d’idéologie (1801); al menos la palabra idéologie era conocida en Francia ya desde 1684.
53. Sobre el conjunto de la escuela ideológica, véase una exhaustiva exposición en F. Picavet, Les
idéologues, Essai sur l’histoire des idées et des théories scientifiques, philosophiques, religieuses, en
France depuis 1789 (París, 1891), y, después de la primera publicación del presente ensayo, E. Cailliet,
La tradition littéraire des idéologues (Filadelfia, 1943). La expresión se usaba efectivamente en el mismo
sentido amplio en que los contemporáneos alemanes usaban el término antropología. Sobre el equi-
valente alemán de los idéologues, véase F. Günther, «Die Wissenschaft vom Menschen. Ein Beitrag
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273
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
VI
59. Sobre Destutt de Tracy, véase H. Michel, L’idée d’état (París, 1895), pp. 282-86; sobre Louis
Say, véase A. Schatz, L’individualisme économique et social (París, 1909), pp. 153 y ss. [Louis Auguste
Say (1774-1840), hermano de Jean-Baptiste, escribió numerosos libros sobre asuntos de economía.
En Principales causes de la richesse ou de la misère des peuples et des particuliers (1818) criticó las
ideas de su hermano y de otros autores, entre los que se encontraba Adam Smith. – Ed.].
60. Picavet, op. cit., p. 82.
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61. Véase el pasaje de la respuesta de Napoleón al Consejo de Estado en su sesión del 20 de diciem-
bre de 1812, citado por Pareto (Mind and Society, vol. 3, p. 1244), tomado del Moniteur universal
(París), 21 de diciembre de 1812: «Todas las desgracias que nuestra bella Francia ha experimentado
hay que atribuirlas a la “ideología”, a esa nebulosa metafísica que busca ingeniosamente las prime-
ras causas y pretende fundamentar la legislación de los pueblos, en lugar de adaptar las leyes a lo que
sabemos sobre el corazón humano y las lecciones de la historia. Tales errores solo pueden llevar, como
de hecho han llevado, a un régimen de hombres sanguinarios. ¿Quién ha engañado al pueblo atribu-
yéndole una soberanía que no puede ejercer? ¿Quién ha destruido la santidad de las leyes y el respeto
hacia ellas, basándolas no en los sagrados principios de la justicia, en la naturaleza de las cosas y en
la naturaleza de la justicia civil, sino simplemente en la voluntad de una asamblea formada por indi-
viduos carentes aun del más elemental conocimiento de las leyes, ya sean civiles, administrativas, polí-
ticas o militares? Cuando un hombre está llamado a organizar un estado, debe seguir principios que
están permanentemente en conflicto. Las ventajas y desventajas de los distintos sistemas de legisla-
ción deben buscarse en la historia.» Véase también H. Taine, Les origines de la France contemporaine
(1876), vol. 2, pp. 214-33. [El análisis de Taine sobre la supresión de las ciencias morales y políticas,
realizada por Napoleón, en realidad se encuentra en el libro 6, capítulo 2, partes 4 y 5 de Le régime
moderne, incluido en el volumen 11 de Les origines de la France contemporaine. Véase la traducción
en The Modern Regime, traducido por John Durand, vol. 2 (Nueva York: Henry Holt, 1894), pp. 192-
207. – Ed.]. No por su exactitud histórica, bastante problemática, sino para dar una idea de cómo consi-
deró todo esto la generación siguiente, podemos citar estas características afirmaciones de un eminente
sansimoniano: «Después de 1793, la Académie des sciences toma el cetro; los matemáticos y los físicos
substituyen a los literatos: Monge, Fourcroy, Laplace… reinan en el mundo de la inteligencia. Al mismo
tiempo, Napoleón, miembro del Instituto, clase de mecánica, ahoga en la cuna a los hijos legítimos
de la filosofía del siglo XVIII» [«Después de 1973, la Académie des sciences toma el cetro; los matemá-
ticos y los físicos substituyen a los literatos: Monge, Fourcroy, Laplace… reinan en el mundo de la
inteligencia. Al mismo tiempo, Napoleón, miembro del Instituto, clase de mecánica, ahoga en la cuna
a los hijos legítimos de la filosofía del siglo XVIII». – Ed.]. (P. Enfantin, Colonisation de l’Algérie [1843],
pp. 521-22).
62. Véase Antoine Claire, Comte Thibaudeau, Historie de la France et de Napoléon Bonaàrte de
1799 à 1815, vol. 3, Le consulat et l’empire (París, 1834), vol. 3, p. 396.
275
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
63. J.B. Say, Traité d’économie politique, 2.ª ed. (1814), nota previa. [En Taine, The Modern Regime,
p. 197, nota 3, se traducen las palabras de Say en su nota previa de la siguiente manera: «La prensa
ya no era libre. Toda presentación exacta de las cosas recibía la censura de un gobierno fundado sobre
una mentira». – Ed.].
64. Véase G. Chinard, Jefferson et les idéologues (Baltimore: John Hopkins Press, 1925).
65. Véase Merz, op. cit., p. 149.
276
12
EL «ACCOUCHEUR D’IDÉES»:
HENRI DE SAINT-SIMON
277
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
nobles en aquella época, pero a una escala y con una intensidad que solo po-
cos contemporáneos pudieron igualar.
Apenas tuvo un nombramiento en el ejército francés, siguió a Lafayette
a América, y cuando, al cabo de cuatro años, cesaron los combates, abandonó
la profesión militar. Antes de que tomara esta decisión, le vemos soñando
con cortar el istmo de Panamá. Al poco tiempo ofreció sus servicios a Ho-
landa para una expedición contra las Indias británicas, y también le vemos
ocupado en proyectos concretos para la construcción de canales en España.
Había regresado ya a París cuando estalló la Revolución, y nos lo encontra-
mos bajo el nombre de ciudadano Bonhomme, después de renunciar a su tí-
tulo, en el papel de sansculotte extremista. Pero bien pronto se le presenta-
ron aventuras mucho más ventajosas. En la venta de tierras de la Iglesia, le
vemos como uno de los intermediarios más activos, especulando a gran es-
cala con dinero prestado, siendo uno de los mayores beneficiarios de la in-
flación, que no desdeña ningún negocio que se le presente, como la proyec-
tada venta del plomo del techo de Notre Dame. No sorprende verle en la
cárcel durante el Terror. Fue durante el tiempo que pasó en ella cuando, se-
gún él, decidió convertirse en filósofo. Pero, una vez fuera, prefirió una vez
más la especulación financiera a la metafísica. Mientras la fuente de sus fon-
dos (un diplomático sajón)4 siguió proporcionándole capital suficiente, siguió
intentando todo tipo de aventuras comerciales, como la organización de un
servicio de diligencias, el comercio del vino al por menor, la manufactura de
tejidos e incluso de naipes republicanos en los que, en lugar de los odiados re-
yes y reinas, aparecían le génie y la liberté. Sus planes eran en realidad mucho
más ambiciosos. Al parecer, emprendió la construcción de una gran planta
industrial y al menos tomó en consideración la creación de una empresa mixta
comercial y bancaria que «debía ser única en el mundo». Representó también
los intereses financieros de Francia en las conversaciones anglo-francesas ce-
lebradas en Lille en 1797.5
278
E L « A C C O U C H E U R D ’ I D É E S » : H E N R I D E S A I N T- S I M O N
de los líderes del consejo de administración, así como sus fallos a la hora de emitir juicios, llevaron a
Pitt a comentar que Saint-Simon tenía «el mérito de proporcionar una de las discusiones más inte-
resantes y seguramente más entretenidas de toda negociación existente»; citado en Frank E. Manuel,
The New World of Henri Saint-Simon (Cambridge, Massachusetts [MA]: Harvard University Press,
1956), p. 52. – Ed.].
6. «He empleado mi dinero en adquirir ciencia; buena comida, buen vino, mucha solicitud hacia
los profesores a quienes mi bolsa esta siempre abierta, me proporcionaron todas las facilidades que
podía desear» (en Leroy, op. cit., p. 210).
7. [Cayo Cilnio Mecenas (¿?-8 a.C.) fue hombre de Estado romano y consejero de César Augusto
y, más tarde, mecenas de Horacio, Virgilio y Propercio. Su nombre es sinónimo de quien impulsa las
letras. – Ed.].
279
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
8. [Franz Joseph Gall (1758-1828) fue el fundador de la frenología, una «ciencia» basada en la
creencia de que la inteligencia, las aptitudes y la personalidad están completamente determinadas por
el tamaño y la forma del cerebro, un hecho que puede deducirse del cuidadoso análisis del cráneo por
parte de un experto. El anatomista Marie-François-Xavier Bichat (1771-1802) fue pionero en campos
como la histología (estudio de la estructura del tejido, llevado a cabo mediante el examen de capas
finas de tejido) y la patología (estudio de la naturaleza, las causas y el desarrollo de las enfermeda-
des). – Ed.].
9. Léon Halévy, «Souvenirs de Saint-Simon», La France littéraire (marzo de 1832), reproducido
parcialmente en G. Brunet, Revue d’histoire économique et sociale (1925), p. 168. [La traducción de
Hayek no es muy exacta; en realidad, Saint-Simon dijo que escuchaba desde una butaca cómoda, pero
la mayor parte del tiempo solo oía trivialidades, ¡de ahí que se quedara dormido! En el original se lee
lo siguiente: «[…] mes savans et mes artistes mangeaient beaucoup et parlaient peu. Après le dîner,
j’allais m’asseoir dans une bergère, dans un coin de salon, et j’écoutais. Malheureusement, les trois
quarts du temps, je n’entendais que des fadaises, et je m’endormais. Heureusement que Mme. de Saint-
Simon faisait avec beaucoup de grâce et d’esprit les honneurs de mon salon». – Ed.].
280
E L « A C C O U C H E U R D ’ I D É E S » : H E N R I D E S A I N T- S I M O N
II
10. Madame de Staël, De la littérature considerée dans ses rapports avec les institutions sociales
(1880); los pasajes citados se hallan en el «Discours préliminaire», 3.ª ed. (1818), vol. 1, p. 58; y vol.
2, parte 2, p. 215. [La gran Anne-Louise-Germaine Necker, baronesa de Staël-Holstein (1766-1817),
se vio obligada a pasar la mayor parte de su vida en el exilio por oponerse a Napoleón; su salón en
Coppet, en Suiza, atrajo a numerosos intelectuales importantes de Europa. – Ed.].
11. Véase Oeuvres de Saint-Simon et d’Enfantin (París, 1865-78) (en adelante citadas como OSSE),
vol. 15, pp. 7-60, y la nueva edición reproducida del original con una introducción de A. Pereire (París,
1925). Casi todos los pasajes importantes tomados de las obras de Saint-Simon se encuentran conve-
nientemente reunidos en L’oeuvre d’Henri de Saint-Simon, textos seleccionados con una introduc-
ción de C. Bouglé, Nota bibliográfica de A. Pereire (París, 1925). En las referencias que siguen, la prime-
ra se refiere a las Oeuvres, la segunda (entre paréntesis) a la edición separada de las Lettres de 1925.
Para la complicada historia de las diversas ediciones y manuscritos de esta obra, véase Gouhier, op.
cit., pp. 224 y ss. [Como puede que muchos lectores no tengan acceso a toda la edición de obras comple-
tas de Saint-Simon y Enfantin (OSSE), Hayek llama la atención del lector sobre las ediciones de 1925
de Péreire (que pueden ser más disponibles) de la primera y más importante obra de Saint-Simon,
Lettres d’un habitant de Genève, y de una selección de sus obras, L’œuvre d’Henri de Saint-Simon:
Textes choisis. El proceder de Hayek a la hora de citar la edición más reciente de Lettres, entre parén-
tesis, se sigue también a continuación. Como siempre, los números de páginas [entre corchetes] indi-
can las páginas correctas en las que se puede encontrar una cita, en aquellos casos en los que la cita de
Hayek no es precisa. – Ed.].
281
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
282
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20. Ibíd., pp. 39-40, 55 (39, 61). El pasaje en que Saint-Simon celebra la importancia de esta ley
universal es una curiosa anticipación de la famosa fórmula universal de Laplace (ibíd., p. 59 [67]):
«Supongamos que hemos llegado a conocer de qué manera la materia se encuentra repartida en una
época cualquiera, y que hemos elaborado el plan del Universo, indicando mediante números la canti-
dad de materia contenida en cada una de estas partes: es claro que, aplicando a este plan la ley de la
gravitación universal, se podrían predecir (con la exactitud que permite el estado de los conocimien-
tos matemáticos) todos los cambios sucesivos que se producirían en el Universo.» Aunque Laplace
publicó su fórmula solo en 1814, podemos, sin duda, suponer que la idea era ya familiar desde sus
primeras lecciones impartidas en 1796, a las que añadió la introducción que contiene la famosa frase.
[La afirmación de Saint-Simon puede traducirse de la siguiente manera: «Supongamos que hemos
llegado a conocer de qué manera la materia se encuentra repartida en una época cualquiera, y que
hemos elaborado el plan del Universo, indicando mediante números la cantidad de materia contenida
en cada una de estas partes: es claro que, aplicando a este plan la ley de la gravitación universal, se
podrían predecir (con la exactitud que permite el estado de los conocimientos matemáticos) todos los
cambios sucesivos que se producirían en el Universo». Hayek compara esta afirmación con la de «la
fórmula del mundo» de Laplace, que aparece en su obra Essai philosophique sur les probabilités (París:
Courciert, 1814). En la traducción inglesa, A Philosophical Essay on Probabilities, traducida por Frederick
Wilson Truscott y Frederick Lincoln Emory (Nueva York: Dover, 1951), p. 4, la fórmula de Laplace
se traduce así: «Dada en cierto momento una inteligencia que pudiera comprender todas las fuerzas
por las que vive la naturaleza y la respectiva situación de los seres vivos que la componen (una inteli-
gencia lo suficientemente amplia como para someter estos datos a un análisis), podría abarcar en la
misma fórmula los movimientos de los mayores cuerpos del universo, además de los de los átomos
más ligeros; para esta inteligencia, nada sería incierto, y el futuro, así como el pasado, estaría ante sus
ojos». – Ed.].
21. Ibíd., p. 26 (23).
22. Ibíd., p. 28 (25).
283
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Todo esto le ha sido revelado a Saint-Simon por el propio Dios, quien anun-
cia a su profeta que ha colocado a Newton a su lado, encargándole de la misión
de iluminar a los habitantes de todos los planetas. La instrucción culmina
con el famoso pasaje en el que se inspiró gran parte de la doctrina de los sansi-
monianos posteriores: «Todos los hombres trabajarán; se considerarán a sí
mismos como trabajadores ligados a un taller y cuyos esfuerzos se orienta-
rán a guiar la inteligencia humana en consonancia con mi divina previsión.
El supremo Consejo de Newton dirigirá sus trabajos.»23 Saint-Simon no tiene
escrúpulos sobre los medios a emplear para poner en práctica las instruc-
ciones emanadas de su cuerpo planificador central: «Todo aquel que no o-
bedezca las órdenes será tratado por los demás como un cuadrúpedo.»24
Para resumir, hemos tenido que esforzarnos en poner un poco de orden
en el incoherente revoltijo de ideas que forman el contenido de este primer
pamphlet de Saint-Simon. Se trata de la efusión de un visionario megaló-
mano que expulsa ideas mal digeridas, que trata continuamente de llamar
la atención del mundo hacia su genio incomprendido y sobre la necesidad
de financiar sus obras, sin olvidar, por supuesto, reservarse, en cuanto funda-
23. Ibíd., p. 55 (61). Véase p. 57 (65): «Se obliga a cada uno a dirigir constantemente sus fuerzas
personales a lo que es útil para la humanidad; los brazos del pobre seguirán alimentando al rico, pero
el rico se obliga a hacer trabajar a su cerebro, y si este no sirve para el trabajo, se le obligará a que
trabajen sus brazos; porque Newton no dejará ciertamente sobre este planeta (uno de los más próxi-
mos al sol) trabajadores voluntariamente inútiles en el taller.» [«Se obliga a cada uno a dirigir cons-
tantemente sus fuerzas personales a lo que es útil para la humanidad; los brazos del pobre seguirán
alimentando al rico, pero el rico se obliga a hacer trabajar a su cerebro, y si este no sirve para el trabajo,
se le obligará a que trabajen sus brazos; porque Newton no dejará ciertamente sobre este planeta (uno
de los más próximos al sol) trabajadores voluntariamente inútiles en el taller». – Ed.]. La idea de or-
ganizar la sociedad según el modelo de una fábrica, que aparece aquí por primera vez en la literatura,
ha desempeñado desde entonces, desde luego, un papel importante en toda la literatura socialista. Véase
en particular G. Sorel, «le syndicalisme révolutionaire», en Mouvement socialiste, 1 y 15 de noviem-
bre de 1905. Véase también K. Marx, Das Kapital, 10.ª ed., vol. 1, cap. 12, sec. 4, pp. 319-24. [No existe
debate alguno para organizar la sociedad según el ejemplo del taller en el capítulo 12, sección 4 del
volumen 1 de Das Kapital. Puede que Hayek quisiera hacer referencia al capítulo 14, sección 2, donde
Marx copara la división del trabajo en una sociedad con lo que ocurre en un taller. – Ed.].
24. Lettres, ed. A. Pereire, p. 54. El pasaje fue discretamente suprimido por los discípulos que
editaron las Oeuvres. [En el pasaje suprimido puede leerse: «Tout homme qui n’obéira pas à ce
commandement sera considéré et traité par les autres comme un quadrupède». – Ed.].
284
E L « A C C O U C H E U R D ’ I D É E S » : H E N R I D E S A I N T- S I M O N
III
285
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
29. Ibíd., p. 219. Véase también pp. 195, 214-15, 223-24 [la última entrada debería ser 243-244].
30. Ibíd., p. 214: «Creo en la necesidad de una religión para mantener el orden social; creo que
el deísmo está gastado, creo que el fisicismo no está bastante sólidamente establecido para poder servir
de base a una religión. Creo que la fuerza de las cosas exige que haya dos doctrinas distintas: el fisi-
cismo para las personas instruidas y el deísmo para la clase ignorante.» [«Creo en la necesidad de una
religión para mantener el orden social; creo que el deísmo está desgastado, creo que el fisicismo no
está bastante sólidamente establecido para poder servir de base a una religión. Creo que la fuerza de
las cosas exige que haya dos doctrinas distintas: el fisicismo para las personas instruidas y el deísmo
para la clase ignorante». – Ed.].
31. Saint-Simon emplea deísmo y teísmo indistintamente por monoteísmo.
32. Ibíd., p. 195.
33. Ibíd., p. 146.
34. Ibíd., p. 61.
35. Ibíd., pp. 243-44.
36. Ibíd., pp. 231, 236. Descartes se ha convertido ahora en el héroe, ya que nuestro perpetuo se-
guidor de la moda se ha hecho ahora violentamente nacionalista, deplora el predominio inglés que per-
vierte la ciencia francesa, y pretende dar la iniciativa a Francia. La obra quiere ser una respuesta a la
pregunta dirigida por Napoleón a la Academia sobre el progreso de la ciencia francesa desde 1789.
286
E L « A C C O U C H E U R D ’ I D É E S » : H E N R I D E S A I N T- S I M O N
Apenas cabe decir que esta obra no es más sistemática que la anterior. Tras
un vano intento de exposición coherente, se reduce también a una serie de
apuntes dispersos tomados del portefeuille de Saint-Simon. Este tuvo que
abandonar el ambicioso plan diseñado al principio, como él mismo expone
en el esbozo de su autobiografía, ya fuera por la falta de fondos o, como admite
en alguna parte, porque no estaba aún preparado para la empresa.37 En todo
caso, incluso con todos sus defectos, la obra no deja de ser un documento
notable. Combina, por primera vez, casi todas las características del moderno
organizador científico. El entusiasmo por el fisicismo (llamado ahora fisica-
lismo) y el empleo del «lenguaje física»,38 el intento de «unificar la ciencia»
y convertirla en base de la moral, el rechazo de todo razonamiento «teológi-
co», esto es antropomórfico,39 el afán por organizar el trabajo ajeno, particu-
larmente mediante la publicación de una gran enciclopedia, y la pretensión
de planificar la vida en general sobre bases científicas están presentes por
doquier. A veces puede recibirse la impresión de estar leyendo una obra con-
temporánea de un H.G. Wells, un Lewis Mumford o un Otto Neurath.40 No
faltan las denuncias de la crisis intelectual o del caos moral que es preciso su-
perar mediante la imposición de un nuevo credo científico. El libro es real-
mente, más que las Lettres d’un habitant de Genève, el primero y más im-
portante documento de aquella «contrarrevolución de la ciencia», como su
colega reaccionario Bonald llamó al movimiento,41 que luego encontraría
287
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
IV
42. OSSE, vol. 15, pp. 42, 53-56. [No he podido localizar la crítica de Laplace en los materiales
impresos en la edición de OSSE. Sin embargo, según informa G. Dumas en «L’État mental de Saint-
Simon», Revue philosophique de la France and [et] de l’étranger, vol. 53, enero de 1902, p. 84, que
puede haber sido la fuente de Hayek para contar la anécdota, Saint-Simon atacó a Laplace en un frag-
mento en su obra de 1810 Histoire de l’homme; así, le culpa por haber arruinado la reputación de
Saint-Simon durante los diez años anteriores. La frase verkannte Genie puede traducirse como «genio
incomprendido». – Ed.].
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43. [Primitivos, infinitesimales, algebristas y matemáticos. – Ed.], ibíd., vol. 40, p. 39.
44. Ibíd., p. 17.
45. Ibíd., pp. 25, 186 [186-187].
46. Ibíd., p. 29.
47. Ibíd., pp. 161, 186. [No queda claro por qué se añade también la p. 186; la cita se encuentra
en la p. 161. – Ed.].
48. Ibíd., p. 17.
49. Ibíd., pp. 247, 310.
50. Ibíd., p. 265.
51. Ibíd., p. 172.
289
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
290
E L « A C C O U C H E U R D ’ I D É E S » : H E N R I D E S A I N T- S I M O N
55. Para una valoración del significado de la obra de Thierry, Mignet y Guizot, en esta óptica,
véase G. Plechanov, «Über die Anfänge der Lehre vom Klassenkampf», Die neue Zeit (1902), vol. 21.
Véase también C. Seignobos, La méthode historique, 2.ª ed. (1909), p. 261: «Fue él [Saint-Simon] quien
proporcionó a Augustin Thierry sus ideas fundamentales.» [Esta cita se traduce como: «Fue él [Saint-
Simon] quien proporcionó a Augustin Thierry sus ideas fundamentales». A los tres historiadores que
menciona Hayek, el secretario de Saint-Simon, Augustin Thierry (1795-1856); François Mignet (1796-
1884) y François Guizot (1787-1874), se los asociaba con los movimientos liberales que ganaron fuerza
tras la restauración de la monarquía en Francia en 1814. Mignet, por ejemplo, interpretó favorable-
mente la Revolución Francesa como contribuyente a la causa liberal. Las opiniones de Guizot pasa-
ron de liberales a conservadoras tras la Revolución de Julio en 1830. En la década de 1840 fue minis-
tro del Exterior, y tanto Marx como Engels mencionaron su nombre (relacionado con el de Metternich)
en el primer párrafo del Manifiesto comunista (1848). – Ed.].
56. OSSE, vol. 15, pp. 247 [pp. 247-248]. En la forma de «La Edad de oro, que una ciega tradi-
ción ha situado hasta ahora en el pasado, está delante de nosotros», la frase aparece primeramente en
1825 como lema de Opinions littéraires et philosophiques de Saint-Simon, y posteriormente como
lema del Producteur sansimoniano. [Hayek se refiere a la obra de Saint-Simon, Opinions littéraires,
philosophiques et industrielles (París: Galerie de Bossange Père, 1825), y a la revista de corta vida Le
Producteur, creada por sus discípulos Olinde Rodrigues y Prosper Enfantin al poco de su muerte. – Ed.].
291
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
57. Véase M. Leroy, Vie de Saint-Simon, pp. 262, 277, e Hippolyte Carnot, «Memoire sur le Saint-
Simonism», Séances et travaux de l’Académie des sciences morales et politiques, año 47 (1887), p.
128, donde H. Carnot ofrece la siguiente caracterización que su padre hizo de Saint-Simon: «Conocí
a M. de Saint-Simon; es un hombre singular. Se equivoca creyéndose un sabio, pero nadie tiene ideas
tan nuevas y osadas.» Otros académicos que parecen haber alentado siempre a Saint-Simon fueron
el astrónomo Hallé y, de forma característica, Cuvier. [A pesar de identificarlo como astrónomo, pue-
de que lo confundiera con Edmond Halley; Jean-Noël Hallé (1754-1822) fue el primer ocupante de la
cátedra de higiene en la École de Santé, una institución fundada en 1794. – Ed.].
58. [Hayek se refiere al banquero y político francés Jacques Laffitte (1767-1844). – Ed.].
59. [Camille Saint-Aubin (1758-1820) escribió, entre otras cosas, sobre la banca, la deuda públi-
ca y los impuestos. No he podido localizar dónde se refiere Say a él como «el clown de la economía
292
E L « A C C O U C H E U R D ’ I D É E S » : H E N R I D E S A I N T- S I M O N
como autores de los artículos sobre finanzas y política que integran este pri-
mer volumen de L’industrie. En el segundo volumen, que apareció en 1817
bajo un título ligeramente cambiado,60 colaboró el propio Saint-Simon con
unas consideraciones sobre las relaciones entre Francia y América.
Este ensayo, en su conjunto, está en la línea liberal del grupo para el que
Saint-Simon escribía ahora.61 «El único fin al que todos nuestros pensamien-
tos y todos nuestros esfuerzos deberían dirigirse, la organización de la socie-
dad más favorable a la industria en el más amplio sentido del término», puede
conseguirse mejor mediante un poder político que se limite a vigilar que «los
trabajadores no sean molestados» y a disponerlo todo de tal forma que to-
dos los trabajadores, cuyas fuerzas unidas constituyen la verdadera sociedad,
puedan intercambiar directamente, y en completa libertad, el producto de su
diversa actividad.62 Pero su intento de fundamentar toda la política en con-
sideraciones económicas tal como él las entendía, es decir, de hecho, en con-
sideraciones tecnológicas, no tardó en desviarle de las concepciones de sus
amigos liberales. Citaremos solo dos de las «más generales e importantes
verdades» a las que conducen sus reflexiones: «Primero, la producción de co-
sas útiles es el único fin razonable y positivo que la política puede perseguir,
y el principio del respeto por la producción y los productores es infinita-
mente más fructífero que el principio del respeto por la propiedad y los propie-
tarios», y «Séptimo, puesto que la humanidad en su conjunto tiene un fin
común e intereses comunes, todo individuo debería considerarse en sus rela-
ciones sociales como miembro de una sociedad de trabajadores.» «Por lo tan-
to, la política, para resumirlo en dos palabras, es la ciencia de la producción,
política», pero el hecho de que Say lo mencionara aparece recogido en A. Augustin Thierry, Augustin
Thierry (1795-1856): D’après sa correspondance et ses papiers de famille (París: Plon-Nourrit et cie,
1922), p. 35. Hayek hace referencia a este libro a continuación, en la nota 64, así que era probable-
mente su fuente. – Ed.].
60. L’industrie ou discussions politiques, morales et philosophiques dans l’intérêt de tous les
hommes livrés à des travaux indépendants, en OSSE, vol. 18.
61. Para una comparación de las opiniones de Saint-Simon en este periodo con las de sus con-
temporáneos liberales, véase E. Halévy, L’ère des tyrannies (1938), pp. 33-41. [Véase Elie Halévy, The
Era of Tyrannies, traducido por R.K. Webb (Nueva York: New York University Press, 1966), pp. 24-
35. – Ed.].
62. OSSE, vol. 18, p. 165 [pp. 165-166].
293
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
esto es la ciencia que tiene por objeto el ordenamiento más favorable a toda
clase de producción.»63 Se trata, pues, de una vuelta a las ideas del Habitant
de Genève, y al mismo tiempo el final de lo que puede considerarse como el
desarrollo independiente del pensamiento de Saint-Simon.
Esta inicial desviación del liberalismo le costó a Saint-Simon su primer
colaborador. «No consigo concebir la asociación sin un cierto gobierno», se
dice que fueron las palabras de Saint-Simon para cerrar la disputa, a lo que
Thierry replicó que él «no podía concebir la asociación sin libertad».64 Poco
después, este abandono de un colaborador fue seguido de la huida en masa
de sus amigos liberales. Pero esto solo sucedió cuando un nuevo asistente de
gran capacidad intelectual comenzó a empujar a Saint-Simon por el camino
que este se había limitado a señalar pero que no había tenido la fuerza de
seguir. En el verano de 1817, el joven politécnico Auguste Comte, el primero
y más destacado del ejército de ingenieros que reconocerían a Saint-Simón
como su maestro, se convirtió en su secretario. A partir de entonces, hasta
la muerte de Saint-Simon ocho años más tarde, la historia intelectual de estos
dos hombres está indisolublemente fundida. Como veremos en el próximo
capítulo, gran parte de lo que se considera doctrina sansimoniana, y que a
través de los sansimonianos ejerció una profunda influencia antes de que
Auguste Comte iniciara su carrera pública como filósofo, debe atribuirse a
este último.
63. Ibíd., pp. 186, 188, 189. [La primera cita aparece en la p. 186; las dos siguientes, en la p. 188.
No queda claro por qué también se menciona la p. 189. – Ed.]. Véase también vol. 19, p. 126.
64. Véase A. Augustin Thierry, Augustin Thierry (1795-1856): d’après sa correspondence et ses
papiers de famille (París, 1922), p. 36.
294
13
FÍSICA SOCIAL:
SAINT-SIMON Y COMTE
1. Véase A. Comte, Early Essays on Social Philosophy, trad. H.D. Hutton, New Universal
Library (Londres, 1911), p. 23; y Système de politique positive (1851-54), vol. 3, p. 16 [p. xv].
295
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
2. Véase H. Gouhier, La jeunesse d’Auguste Comte (1933), vol. I, cap. 6. Como el tercer volumen
de esta excelente obra no se había publicado cuando fue redactado este ensayo, la siguiente exposi-
ción se basa ampliamente, en lo que respecta a la parte de la biografía de Comte posterior a 1817, en
la breve Vie d’Auguste Comte del mismo autor (París, 1931). [El «tercer volumen» al que Hayek se
refiere es en realidad Henri Gouhier, Auguste Comte et Saint-Simon, vol. 3 de La jeunesse d’Auguste
Comte et la formation du positivism (París: Librarie philosophique J. Vrin, 1941). – Ed.].
3. A. Pereire, Autour de Saint-Simon (París, 1912), p. 25.
4. Oeuvres de Saint-Simon et d’Enfantin [OSSE], 2.ª ed. (1865-78), vol. 19, pp. 37-38.
5. Ibíd., p. 27: «La gran superioridad de la época actual… consiste en que podemos saber lo que
hacemos… Al tener conciencia de nuestro estado, tenemos la de lo que nos conviene hacer.»
6. Ibíd., p. 23.
296
F Í S I C A S O C I A L : S A I N T- S I M O N Y C O M T E
7. L’industrie, 2.º cuaderno, vol. 3: «Il ne s’agit plus de disserter à perte de vue pour savoir quel
est le meilleur des gouvernements: il n’y a rien de bon, il n’y a rien de mauvais, absolument parlant.
Tout est relatif, voilà la seule chose absolue.» [Hayek hace referencia a la publicación oficial de 1817,
a la que se cita en la obra de Periere [Péreire], Autour de Saint-Simon, pp. 24-25. El principio del
pasaje que precede a los dos puntos, que Hayek no traduce, puede traducirse de la siguiente manera:
«Ya no se trata de disertar constantemente y en vano sobre cuál es el mejor gobierno». – Ed.].
8. OSSE, vol. 19, p. 13.
9. Ibíd., pp. 82-83, 89.
10. Ibíd., p. 83.
11. Incidentalmente, como justificación de esta opinión, Comte desarrolla por primera vez la teoría
de que la actual constitución de la propiedad en Francia deriva de la conquista de Galia por los fran-
cos. Su afirmación (ibíd., p. 87) de que los sucesores de los vencedores son aún los propietarios, mien-
tras que los descendientes de los vencidos son los campesinos, constituye la idea fundamental de las
teorías raciales de la historia de Thierry y su escuela. Y Saint-Simón, dos años después, basará en ella
su reivindicación de prioridad frente a Guizot (véase ibíd., vol. 21, p. 192).
12. Pereire, op. cit., pp. 25-28. [La cita, que aparece en la p. 28, proviene de una carta de François
Alexandre Frédéric, duque de la Rochefoucauld-Liancourt (1747-1827), a Saint-Simon. El duque
297
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
II
encabezaba la lista de suscriptores a los primeros volúmenes de L’industrie, pero en su carta retiró
su apoyo al proyecto. – Ed.].
13. A. Comte, Lettres d’Auguste Comte à M. Valat (París, 1870), pp. 51, 53. Véase también pp. 36-
37 (carta fechada el 17 de abril de 1818): «Puedo decirte que jamás he conocido un joven tan fogoso ni
tan generoso como él: es un tipo original en todos los aspectos. Gracias a esta relación de trabajo y de amis-
tad con uno de los hombres que ven más lejos en política filosófica, he aprendido una multitud de cosas
que habría buscado en vano en los libros, y mi espíritu ha hecho más progresos en los seis meses que
dura nuestra relación que los que habría hecho en tres años si hubiera permanecido solo. Así, esta nece-
sidad me ha formado el juicio sobre las ciencias políticas y, de rebote, ha ampliado mis ideas sobre todas
las demás ciencias, de suerte que puedo decir que he enriquecido mis conocimientos filosóficos, que poseo
una mirada más certera, más elevada.» M. Leroy, al citar este pasaje (La vie véritable du comte Henri
de Saint-Simon, 1925, p. 293), inserta, tras la primera proposición: «Saint-Simon est un acoucheur
d’idées.» Aunque probablemente esta frase no es de Comte, la hemos empleado para titular el capítulo 12.
14. Pereire, op. cit., p. 60.
15. El término journal y expresiones parecidas en relación con las obras de Saint-Simon no debe
tomarse demasiado literalmente. En efecto, estas aparecen con secuencia irregular, a menudo sin orden
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numérico, en diferentes formatos y en varias ediciones. Esto es aplicable al Organisateur con ma-
yor razón que a otras obras. [Hayek se refiere a la primera edición de L’Organisateur (París: Chez
Correard, 1819-1820), que incluía los escritos del propio Saint-Simon. La segunda edición, que se em-
pezó en 1829, tras la muerte de Saint-Simon, y que se encargaron de publicar Enfantin y Bazard, sus
discípulos, ayudó a difundir lo que por aquel entonces se promocionaba a gran escala como la nueva
religión sansimoniana. – Ed.].
16. OSSE, vol. 20, pp. 17-26.
17. Ibíd., pp. 50-58.
18. Ibíd.
19. La idea de chambre d’invention está tomada probablemente de la New Atlantis de Bacon.
[Véase, por ejemplo, Francis Bacon, The New Atlantis, en The Philosophical Works of Francis Bacon,
299
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
estar compuesta por 200 ingenieros y 100 «artistas» (poetas, escritores, pin-
tores, escultores, arquitectos y músicos) y debe elaborar los planes para la
actividad pública. La chambre d’examination, integrada por cien biólogos,
cien físicos y cien matemáticos, debería examinar y aprobar estos planes; la
chambre d’exécution, formada íntegramente por los más ricos y exitosos
empresarios, debería ocuparse de la ejecución de estos planes. Una de las pri-
meras tareas del nuevo parlamento debería ser la elaboración de una nueva
ley sobre la propiedad, que «debería apoyarse en la base más favorable a la
producción».20
El nuevo sistema se impondrá no solo porque todos comprenderán sus
ventajas intrínsecas, sino también y sobre todo porque es el resultado nece-
sario del curso que ha tomado el proceso de la civilización durante los últi-
mos siete siglos.21 Esto demuestra que no se trata de una utopía,22 sino que
resulta de la consideración científica de la historia, de una verdadera histo-
ria de la civilización en su conjunto, como la concebía Condorcet, que nos
permitirá seguir con los ojos abiertos por el camino predestinado.23
Como «ejemplo de cómo debería concebirse la industria»,24 Saint-Simon
inserta dos cartas (la octava y la novena) que, como sabemos, fueron escri-
tas por Comte, quien más tarde las publicó con su propio nombre.25 Sus partes
más importantes son los breves pasajes que aclaran la sugerencia de Saint-
Simon de que la organización del nuevo sistema es el resultado inevitable
de la ley del progreso: «En ninguna época el progreso de la sociedad ha sido
ed. John Robertson (Londres: G. Routledge and Sons, 1905), pp. 712-732. La fábula de Bacon relata
su naufragio en la isla de Bensalem, donde descubrió una antigua sociedad que había florecido gracias
a su búsqueda sistemática de las ciencias inductivas y experimentales. – Ed.].
20. OSSE, vol. 20, p. 59.
21. Ibíd., p. 63.
22. Ibíd., pp. 69-72.
23. Ibíd., p. 74.
24. Ibíd., p. 67 [76].
25. En el Apéndice al Système de politique positive (1854), luego reeditado bajo el título Opus-
cules de philosophie sociale 1819-1828 (París, 1883). De esta última obra existe una traducción in-
glesa de H.D. Hutton, con introducción de F. Harrison, con el título Early Essays on Social Philosophy
(Routledge, New Universal Library). Las referencias entre paréntesis, que añado a las de OSSE, re-
miten a esta edición. [Hayek cita por primera vez la obra de Early Essays en el capítulo 11, nota 30,
así como en la nota 1 de este capítulo.]
300
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
33. Ibíd., pp. 144-45 (73): «El pueblo no tiene ya necesidad de ser gobernado, es decir mandado.
Para mantener el orden es suficiente que sean administrados los asuntos de interés común.»
34. Ibíd., p. 193 [166]. Véase también el pasaje en la posterior Organisation sociale de Saint-Simon,
ibíd., vol. 39, p. 136 [pp. 136-137], y las notas de Comte sobre el mismo tema en su contribución al
Catéchisme des industriels en Early Essays, p. 172. [Para ver una referencia anterior a los «ingenie-
ros del alma», véase el capítulo 10, nota 3. – Ed.].
35. OSSE, vol. 20, p. 194 [193].
36. Ibíd., pp. 194-95 [p. 194].
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
social «exactamente del mismo modo que se tratan otras cuestiones cientí-
ficas» es nueva.38 Y hay que reconocer que consiguió plenamente su inten-
ción de imprimir al siglo XIX el carácter organizador.39
Y, sin embargo, inicialmente, sus llamamientos caen de nuevo en el va-
cío. Confía en que el rey Borbón le colocará al frente del nuevo movimiento,
y por lo tanto no solo podrá afrontar todos los peligros que amenazan a la
monarquía, sino que también colocará a Francia a la cabeza en la marcha de
la civilización. Frente a la gloria que podrán alcanzar los Borbones por las re-
formas sociales, palidecerá incluso la fama de Bonaparte.40 Pero la única res-
puesta que obtuvo fue ser procesado por complicidad moral en el asesinato
del duque de Berry,41 ya que su Parable había incitado al pueblo a acabar
con la nobleza. Aunque acabó siendo absuelto y el proceso sirvió solo para
estimular el interés por el editor del Organisateur, el periódico no sobrevi-
vió a la crisis. Saint-Simon se encontró una vez más en apuros económicos,
y tras un nuevo llamamiento a todos los que se sentían llamados a promo-
ver la filosofía del siglo XIX y a suscribirse como fundadores de la política
positiva, que también cayó en el vacío, tuvo que renunciar también a esta
iniciativa.
III
304
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42. Ibíd., vols. 21, 22. [Saint-Simon empezó Du système industriel con una portada en la que se
leía: «Considérations sur les mesures à prendre pour terminer la révolution» (p. 23). – Ed.].
43. Ibíd., vol. 21, p. 16. El estilo de estos pasajes es tan claramente comtiano que no cabe la menor
duda de que fueron escritos por Comte.
44. Système industriel (Paris: A. A. Reouard, 1821), pp. xiii-xiv.
45. OSSE, vol. 21, p. 83. Véase también vol. 22, p. 179.
46. Ibíd., vol. 21, p. 14; vol. 22, p. 184.
47. «Des Bourbons et des Stuarts» (1825), en Oeuvres Choisies, vol. 2, p. 447.
48. OSSE, vol. 22, p. 248. Véase también p. 258, y vol. 21., pp. 14, 80, y vol. 37, p. 179 [89], donde
su disgusto por la falta de organización en Inglaterra se expresa en la característica explosión de que
«cien volúmenes in-folio, con la letra más pequeña, no bastarían para dar cuenta de todas las incon-
gruencias orgánicas que existen en Inglaterra». [Esta cita puede traducirse como: «Cien volúmenes
en folio, del tipo más fino, no habrían sido suficientes para dar cuenta de todas las contradicciones
orgánicas que existen en Inglaterra». Tal y como se apunta en «Individualismo: el verdadero y el falso»,
en este volumen, p. 121, nota 30, «del tipo más fino» se refiere a letras finas impresas. – Ed.].
49. Ibíd., vol. 22, p. 188.
50. Ibíd., p. 148. [La frase «científicos positivos» no aparece en la p. 148. – Ed.].
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
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El obstáculo para esta reorganización son los nobles y el clero, los juristas
y los metafísicos, y los militares y propietarios que representan las dos eras
del pasado. El burgués, que hizo la revolución y destruyó el privilegio exclu-
sivo de la nobleza para explotar la riqueza de la nación, se ha mezclado con
esta en una sola clase, de modo que ahora solo hay dos clases.59 En la lucha
política por el derecho a la explotación, que ha proseguido después de la Re-
volución, los industriales, esto es todos los que trabajan, no han participado
aún de forma efectiva. Pero
a los productores no les interesa si es una clase u otra la que los explota. Es
evidente que, al final, en la lucha tendrán que enfrentarse, por una parte, la
masa de los parásitos y, por otra, la masa de los productores, hasta que se
decida si esta última continuará siendo presa de los primeros o, por el contra-
rio, conseguirá la dirección suprema de la sociedad de la que ya constituye
la parte más amplia. Esta cuestión se resolverá tan pronto como se plantee
directa y claramente, teniendo en cuenta la inmensa superioridad de poder
de los productores sobre los no productores.
Ha llegado ya el momento en que esta lucha tiene que asumir su verda-
dero carácter. La parte de los productores no duda ya en manifestarse. E in-
cluso entre quienes, por su nacimiento, pertenecen a la clase de los parási-
tos, entre quienes brillan por la amplitud de su visión y su grandeza de espíritu,
comprenderán que el único papel honorable que pueden desempeñar consiste
en estimular a los productores a que entren en la vida política, y en ayudar-
les a obtener en la dirección de los asuntos comunes el predominio que ya
han alcanzado en la sociedad.60
véase The Doctrine of Saint-Simon: An Exposition, First Year, 1828-1829, traducido, con notas y una
introducción, por Georg G. Iggers, segunda edición (Nueva York: Schocken Books, 1972). El pasaje citado
se traduce como sigue: «Se trata para él [el trabajador] no solo de administrar cosas, sino de gobernar
hombres, labor difícil, inmensa, empresa santa». – Ed.]. La expresión fue también empleada por Engels
en el Anti-Dühring (Herrn Eugen Dühring’s Umwälzung der Wissenschaft, 3.ª ed. [1894], p. 302) en
esta forma:«An die Stelle der Regierung über Personen tritt die Verwaltung von Sachen. Der Staat
wird nicht “abgeschafft”, er stirbt ab». [Esta cita se traduce como: «El gobierno de las personas será
sustituido por la administración de la cosas […]. El Estado no será abolido, simplemente morirá». La
elipsis añadida indica que Hayek se dejó fuera la frase «und die Leitung von Produktionsproze en», es
decir, «y la supervisión de los procesos de producción», que era la que acababa la primera frase. – Ed.].
59. OSSE, vol. 37, p. 8.
60. Ibíd., vol. 22, pp. 257-58 [258-259].
307
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
IV
61. Incluido posteriormente con su título original en Early Essays on Social Philosophy, pp.
88-217.
62. Ibíd. Prefacio del Autor, p. 24.
63. [Esta frase, que apunta la importancia del prematuro ensayo de Comte, se añadió en la ver-
sión de 1952 del ensayo de Hayek. – Ed.].
64. Sin considerar qué parte de esta doctrina «sansimoniana» se debe a aportaciones anteriores
de Comte.
65. Ibíd., pp. 96, 98 [96-99].
66. Ibíd., p. 97. Esto, desde luego, se ha convertido en doctrina marxista ortodoxa. Véase Lenin,
What Is to Be Done? (Little Lenin Library, p. 14): «Quienes están realmente convencidos de haber
hecho avanzar a la ciencia, no exigirán para las nuevas ideas la libertad de convivir con las antiguas,
sino la sustitución de las ideas viejas por las nuevas.»
67. Early Essays, pp. 107, 130, 136.
68. Ibíd., pp. 200-201.
308
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convertirse en ciencia positiva de acuerdo con la ley de los tres estadios, que
ahora se enuncia en su forma definitiva: «Toda rama del saber debe pasar
necesariamente por tres estados o estadios teóricos distintos: el estado teoló-
gico o ficticio; el estado metafísico o abstracto; y finalmente el estado cien-
tífico o positivo», que es el estado definitivo de todo conocimiento, sea el que
fuere.69
El objeto de la física social es descubrir las leyes naturales e inevitables
del progreso de la civilización, que son tan necesarias como las leyes de la
gravitación.70 Por civilización Comte entiende «el desarrollo de la mente
humana y su resultado, el aumento del poder del hombre sobre la natura-
leza», las formas en que el hombre ha aprendido a actuar sobre la natura-
leza para modificarla en su propio provecho.71 Es la civilización en este
sentido, esto es el estado de la ciencia, de las bellas artes y de la industria,
la que determina y regula el curso de la organización social.72 La física so-
cial, que, como toda ciencia, aspira a la previsión, nos permite determinar,
mediante la observación del pasado, el sistema social que el progreso de
la civilización tiende a realizar en nuestro tiempo.73 La superioridad de la
política positiva consiste en el hecho de que descubre lo que por estas le-
yes naturales resulta necesario, mientras que otros sistemas las inventan.74
Lo único que tenemos que hacer es contribuir a poner en marcha el siste-
ma positivo que el curso de la civilización tiende a producir; y tendremos
la seguridad de poner en práctica el mejor sistema actualmente realizable,
309
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
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311
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Poco más cabe decir acerca del último periodo de la vida de Saint-Simon.
Mientras el Catéchisme des industriels estaba en curso de publicación, una
nueva crisis financiera en sus negocios le amenazó con el hambre, de modo
que a principios de 1823, ya viejo y descorazonado, intentó levantarse la tapa
de los sesos. Consiguió, sin embargo, curarse de las heridas que le produjo su
intento de suicidio, que no obstante le costó la pérdida de un ojo, y no tardó
en contar con la ayuda de un nuevo entusiasta y, por añadidura, rico discí-
pulo. El joven banquero y ex-instructor de la École polytechnique, Olinde
Rodrigues,90 no solo atendió a las necesidades de Saint-Simon en los últimos
años de su vida, sino que también se convirtió en el centro del pequeño grupo
que, tras la muerte del maestro, formó la École Saint-Simonienne. A él se
unieron muy pronto el poeta Léon Halévy, el fisiólogo Dr. Bailly, el jurista
Duveyrier, y otros.91 Con ellos preparó Saint-Simon las Opinions littéraires,
philosophiques et industrielles (1825), en las que el banquero, el poeta y el
fisiólogo elaboraron las partes respectivas de la doctrina del maestro en las
que tenían específica competencia. Solo un poco más tarde en el mismo año
apareció la última obra de Saint-Simon, cerrando el último periodo de su obra,
el Nouveau christianisme.
Hacía tiempo que Saint-Simon había mostrado una creciente tendencia
a apartarse de los aspectos estrictamente «científicos» y a orientarse hacia
de la Iglesia Católica cuyos miembros son conocidos por su disciplina estricta, fervor misionero y abso-
luta obediencia al Papa. – Ed.].
90. [Benjamin-Olinde Rodrigues (1794-1850) fue uno de los discípulos favoritos de Saint-Simon.
Rodrigues, junto con Prosper Enfantin, inició la publicación de Le Producteur poco después de la muer-
te de Saint-Simon en mayo de 1825. – Ed.].
91. [Hayek menciona a Léon Halévy (1802-1883), profesor de literatura en la École Polytechnique;
a Étienne Marin Bailly (1796-1837), doctor en medicina, y al abogado Charles Duveyrier (1803-1866);
todos ellos contribuyeron en la obra de Opinions de Saint-Simon. Duveyrier también contribuyó en
L’Organisateur y Le Globe; Léon Halévy era el abuelo de Elie Halévy. – Ed.].
312
F Í S I C A S O C I A L : S A I N T- S I M O N Y C O M T E
una forma más mística y religiosa de su doctrina. Esa fue realmente la causa
decisiva de la ruptura con Comte, quien, sin embargo, experimentó un cam-
bio semejante al final de su carrera. En el caso de Saint-Simon se trató, en
parte, de una vuelta a sus ideas primitivas.
Desde el gran cisma en tiempos de la Reforma, según Saint-Simon, nin-
guna de las iglesias cristianas representa el verdadero cristianismo. Todas
ellas han descuidado el precepto fundamental de que los hombres se com-
porten como hermanos. El fin principal del verdadero cristianismo debe ser
«la más rápida mejora de la moral y de la existencia física de la clase más po-
bre» —frase que aparece en casi todas las páginas del opúsculo y que se con-
virtió en el lema del grupo sansimoniano. Puesto que las iglesias no han apro-
vechado la oportunidad de que han gozado para mejorar la suerte de los pobres
mediante la enseñanza y el impulso a las artes y a la organización de la indus-
tria, el Señor se dirige ahora al pueblo y a los príncipes a través de su nuevo
profeta. Él emprende así la reconstrucción de la teología, que de vez en cuan-
do tiene que ser renovada, exactamente igual que la física, la química y la
fisiología deben ser periódicamente reescritas.92 La nueva teología deberá
prestar mayor atención a los intereses terrenos del hombre. Lo único que se
precisa es una reorganización de la industria para que asegure una gran can-
tidad de trabajo del tipo que garantiza el más rápido progreso de la inteli-
gencia humana. «Estas condiciones pueden crearse; ahora que conocemos
la extensión de nuestro planeta, que los científicos, los artistas y los industria-
les elaboren un plan general de las iniciativas que hay que llevar adelante para
que las posesiones terrenales del género humano se aprovechen del modo
más productivo y resulte más agradable vivir en este mundo bajo todos los
aspectos.»93
Saint-Simon sobrevivió a la publicación del Nouveau christianisme solo
unas semanas. Murió en mayo de 1825 a la edad de 65 años, esperando sere-
namente su muerte mientras discutía proyectos para el futuro con el grupo de
discípulos que ahora le acompañaban. Su vida, que puede considerarse como
una perfecta ejemplificación de los preceptos que formuló para todos los soció-
logos futuros, «pasar por todas las clases sociales, colocarse personalmente
313
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
314
14
LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS:
ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
1. Livre nouveau, Résumé des conférences faites à Ménilmontant, citado en G. Pinet, Ecrivains
et penseurs polytechniciens, 2.ª ed. (París, 1898), p. 180.
315
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
II
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LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS: ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
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ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
se distanció al final de Enfantin, pues este, en sus exigencias por la emancipación de la mujer, presen-
tó una nueva ética que distinguía entre aquellas personas de cualquier sexo con caracteres pasiona-
les «constantes» y aquellas con caracteres pasionales «inconstantes» o «variables», algo que Bazard,
y otros autores, consideraba como una invitación a la promiscuidad. – Ed.].
8. [Los babuvistas eran igualitarios absolutos que creían que toda propiedad debía ser común.
Dado que consideraban que estaban desarrollando la verdadera intención de la Revolución Francesa,
llevaron a cabo un golpe de Estado fallido («La conspiración de los iguales») en 1796. Posteriormente,
la mayoría de los babuvistas fueron ejecutados, pero sus ideas siguieron ejerciendo influencia entre
muchos socialistas y comunistas del siglo XIX. Los babuvistas más famosos eran François Noël Babeuf
(1760-1797), cuyo apellido dio nombre al movimiento, y Filippo Michele Buonarroti (1761-1837).
Los Carbonarios (carboneros) eran los integrantes de una sociedad secreta que se formó en Italia a
principios del siglo XIX. Sus miembros, dedicados a la abolición de las monarquías absolutas restau-
radas e impuestas en toda Europa por la Santa Alianza, no coincidían en qué organismo debía reem-
plazarlas, aunque muchos favorecieron las formas de gobierno republicanas. Sus levantamientos en
Italia entre 1820 y 1821 condujeron a la formación de la Charbonnerie en Francia en 1821, de la que
Bazard fue uno de los fundadores. – Ed.].
9. Véase Louis Reybaud, Études sur les réformateurs contemporains ou socialistes modernes
(Bruselas, 1841), p. 61: «M. Enfantin hallaba el pensamiento, M. Bazard lo formulaba.» [No he podido
localizar la edición de Bruselas del libro de Reybaud. En la edición de París, la cita se encuentra en la
p. 89, en la que se lee lo siguiente: «M. Enfantin créait la pensée, M. Bazard trouvait la formule»; es
decir, «M. Enfantin creaba el pensamiento, M. Bazard encontraba la formulación». – Ed.]. Véase C.
Gide y C. Rist, Histoire des doctrines économiques, 4.ª ed. (1922), p. 251.
10. Le Producteur, pp. 399 y ss.; vol. 3, pp. 110, 526 y ss. Los artículos de Bazard fueron la ocasión
inmediata de uno de los más elocuentes ensayos de Benjamin Constant en defensa de la libertad. [El
liberal cosmopolita suizo Benjamin Constant (1767-1830), que durante un tiempo fue amante de Madame
de Staël, estaba a favor de una monarquía constitucional cuyo sufragio, lo suficientemente amplio,
estuviera basado en la propiedad. Seguramente, Hayek se refería al ensayo de Constant «De M. Dunoyer
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LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS: ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
319
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
III
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LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS: ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
321
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
por las discusiones sociales y políticas de sus amigos.18 Al menos por tradi-
ción y por relaciones, ya que no por formación, Hippolyte Carnot era tan in-
geniero como los demás.
Durante algún tiempo, la casa de los Carnot fue el lugar en que Enfantin
y Bazard impartieron sus enseñanzas a un número creciente de jóvenes en-
tusiastas.19 Pero a finales de 1818 eran ya demasiados para la capacidad del
local y decidieron impartir en otro lugar una auténtica enseñanza oral, ex-
poniendo sus concepciones a un auditorio más amplio. Es probable que para
ello se inspiraran en el éxito de un experimento análogo de Comte, que el
1826 comenzó a exponer su Philosophie positive a un selecto auditorio que
comprendía, además de estudiosos tales como Alexander von Humboldt y
Poinsot, a Carnot, enviado allí por Enfantin para recibir su iniciación en el
sansimonismo.20 Aunque suspendido antes de tiempo por la enfermedad
mental que interrumpió durante tres años la actividad de Comte, la inicia-
tiva despertó tanto interés que estimuló en otros la idea de imitarla.21
El curso de lecciones que los sansimonianos organizaron en 1829 y 1830,
en la forma en que ha llegado hasta nosotros articulado en las dos partes de
la Doctrine de Saint-Simon, Exposition,22 es con mucho el documento más
importante producido por Saint-Simon o sus discípulos y uno de los prin-
18. Véase Sadi Carnot, Sadi Carnot, Biographie et manuscrit, publicados bajo los auspicios de la
Academia de ciencias con un prefacio de M. Emile Picard (París, 1927), pp. 17-20. Véase también G.
Mouret, Sadi Carnot et la science de l’energie (París, 1892). Las Réflexions sur la puissance motrice
du feu se publicaron en 1824, si bien su importancia se reconoció solo mucho más tarde. [Hayek se
refiere a Sadi Carnot, Réflexions sur la puissance motrice du feu (París: Chez Bachelier, 1824). Para
más detalles sobre los diferentes miembros de la familia Carnot, véase el capítulo 11, nota 28. – Ed.].
19. Véase H. Carnot, «Sur le Saint-Simonisme», Séances et travaux de l’Académie de sciences
morales et politiques, año 47, s.f. (1887), vol. 28, p. 132.
20. Ibíd., p. 129.
21. [La «enfermedad mental» de Comte se produjo cuando este descubrió la aventura de su mujer
con Antoine Cerclet, editor de Le Producteur. Comte intentó suicidarse, y durante un breve tiempo
estuvo internado en un psiquiátrico; los años siguientes estuvo en recuperación. – Ed.].
22. Doctrine de Saint-Simon, Exposition, première année, 1829 (París, 1830). Deuxième année,
1829-30 (París, 1831). Una excelente edición, con interesante introducción y oportunas notas de C.
Bouglé y E. Halévy, se publicó en la Collection des economistes et réformateurs français (París, 1924).
Citaremos por esta edición. [Puede que Hayek hiciera referencia a la edición de Bouglé-Halévy en el
capítulo 13, nota 58, y también en la nota 5 de este capítulo. – Ed.].
322
LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS: ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
cipales en la historia del socialismo que merece ser mucho mejor conocido,
fuera de Francia, de lo que ha sido hasta ahora. Aunque no es la Biblia del so-
cialismo, como ha sido calificado por un estudioso francés,23 merece al menos
ser considerado como su Viejo Testamento. Y, en muchos aspectos, contribu-
yó al progreso del pensamiento socialista más que los cien años que siguie-
ron a su publicación.
IV
23. C. Bouglé en su introducción a E. Halévy, L’ere des tyrannies (París, 1838), p. 9. [Véase Halévy,
The Era of Tyrannies, p. 21. – Ed.].
24. (Abel Transon), De la religion Saint-Simonienne: Aux éléves de l’École polytechnique.
Publicado originariamente en el (segundo) Organisateur (julio-septiembre de 1829 [1830]), y reedi-
tado en forma separada (París, 1830; Bruselas, 1831), y al final de la segunda edición de la Exposition,
deuxième année, 1829-30. Una edición alemana se publicó en Gotinga en 1832. [Tres de los cinco escri-
tos de Transon, inéditos, aparecieron en los números de julio de 1830 de L’Organisateur; los otros
dos, en los números de septiembre de 1830. El primer L’Organisateur apareció entre 1819 y 1820; el
segundo, al que Hayek se refiere, empezó a publicarse semanalmente en agosto de 1829, hasta agos-
to de 1831. Se publicó un libro en el que aparecían las fotocopias de todos los números del segundo
L’Organisateur bajo los auspicios de Burt Franklin Research and Source Work Series (Nueva York:
Lennox Hill, 1973). Se hace referencia a la edición alemana de los escritos de Transon en el capítulo
15, nota 19. – Ed.].
323
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
324
LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS: ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
325
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Explican que, para ellos, la tierra y el trabajo no son más que «instru-
mentos de trabajo; y los propietarios y capitalistas… son los depositarios de
estos instrumentos; su función44 consiste en distribuirlos entre los trabaja-
dores».45 Pero cumplen esta función con enorme ineficiencia. Los sansimo-
nianos habían estudiado los Nouveaux principes d’economie politique de
Sismondi, de los que en 1826 se publicó una nueva edición, en la que el autor
describe por primera vez cómo los estragos de las crisis económicas se de-
ben a la «competencia caótica». Pero mientras que Sismondi no tenía nin-
gún remedio eficaz que proponer y posteriormente parece que incluso de-
ploró los efectos de sus enseñanzas,46 los sansimonianos sí pretendían tenerlo.
326
LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS: ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
Así, pues, las crisis económicas surgen porque la distribución corre a car-
go de individuos aislados, desconocedores de las exigencias y necesidades
de la industria y de la gente, así como de los medios con los que las mismas
pueden satisfacerse.48 La solución que proponían los sansimonianos era para
aquellos tiempos completamente nueva y original. En el nuevo mundo que
nos invitan a contemplar
ya no habrá propietarios ni capitalistas aislados, que por sus hábitos son aje-
nos a la actividad industrial, a pesar de lo cual son ellos los que deciden el
carácter del trabajo y el destino de los trabajadores. Todas estas funciones,
que ahora se cumplen tan mal, serán confiadas a una institución social, que
será la depositaria de todos los instrumentos de producción y que decidirá
sobre la explotación de todos los recursos materiales; gracias a su posición
327
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
preeminente, tiene una visión completa del conjunto que le permitirá perci-
bir inmediatamente y al mismo tiempo todas las partes del aparato indus-
trial; a través de sus ramificaciones estará en contacto directo con todos los
diferentes lugares, con toda clase de industrias y con todos los trabajadores;
podrá así tener en cuenta todas las necesidades generales e individuales, di-
rigir a los hombres y a los instrumentos allí donde se siente su necesidad; en
una palabra, podrá dirigir la producción, armonizarla con el consumo y con-
fiar a los industriales más hábiles los instrumentos de producción, puesto
que se esfuerza necesariamente en descubrir sus capacidades y se encuentra
en la mejor disposición para promoverlas… En este nuevo mundo… desapa-
recerán los trastornos derivados de la falta de acuerdo general y de la ciega
distribución de los agentes e instrumentos de producción, y con ello también
las desgracias, los contratiempos y las quiebras de las empresas contra los que
en la actualidad ningún trabajador tiene la posibilidad de defenderse. En una
palabra, la actividad industrial estará organizada, todo estará integrado y pre-
visto; se perfeccionará la división del trabajo, y la combinación de esfuerzos
será cada día más intensa.49
La institución social del futuro dirigirá todas las industrias en interés del con-
junto de la sociedad, especialmente de los pacíficos trabajadores. Denomi-
namos provisionalmente a esta institución sistema general bancario, poniendo
en todo caso en guardia contra las interpretaciones restrictivas que podrían
darse de este término.
El sistema comprenderá, ante todo, un banco central que constituirá el go-
bierno en el ámbito material; este banco será el depositario de toda la riqueza,
de todo el fondo productivo, de todos los instrumentos de producción, en una
palabra, de todo lo que en la actualidad integra el conjunto de la propiedad
privada.50
328
LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS: ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
51. Conviene, sin embargo, citar el siguiente pasaje de la Exposition, deuxième année (Primera
sesión, resumen de la exposición del primer año [1854], pp. 338-39 [p. 9]): «Para que esta asociación
industrial se realice y produzca todos sus frutos, es preciso que forme una jerarquía, es necesario
que una visión general presida los trabajos y los armonice… es absolutamente necesario que el Estado
esté en posesión de todos los instrumentos de trabajo que hoy constituyen el fondo de la propiedad
individual, y que los directores de la sociedad industrial se encarguen de la distribución de estos ins-
trumentos, función que en la actualidad cumplen de una manera tan ciega y costosa los propieta-
rios y los capitalistas… solo entonces se verá que desaparece el escándalo de la competencia ilimi-
tada, esa gran negación crítica en el orden industrial, que, considerada en su aspecto más destacado,
no es otra cosa que una guerra encarnizada y asesina, bajo una nueva forma, que siguen haciéndose
entre sí los individuos y las naciones.» El principio del pasaje muestra claramente que en este esta-
dio emplean el término association en el preciso sentido en que dos años después introdujeron el
término socialismo.
52. Véase infra, parte 3.
53. Exposition, p. 377. Véase, sin embargo, A. Comte, Lettres à Valat, pp. 164-65, para un uso in-
formal del término en una carta fechada el 30 de marzo de 1825. Las expresiones que Comte usó en
la carta eran «abjecte individualité» y «l’esprit d’individualité», que asociaba con el egoísmo. – Ed.].
329
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
54. Ibíd., p. 275. El término industrialismo fue acuñado por el propio Saint-Simon para desig-
nar lo opuesto a liberalismo. Véase OSSE, vol. 37, pp. 178, 195.
55. Exposition, pp. 183, 487.
56. Ibíd., pp. 98 [89], 139.
57. En rigor, ambos términos socialista y socialismo ya habían sido empleados en italiano (por
G. Giuliani) en 1803, pero fueron olvidados. Con independencia, el término socialista se emplea una
vez en la revista owenita Cooperative de noviembre de 1827, y socialismo (aunque en sentido
distinto) en un periódico católico francés en noviembre de 1831. Pero solo tras su aparición en el Globe
tuvo un empleo inmediato y frecuente, especialmente por Leroux y Reybaud. Véase C. Grünberg,
«Der Ursprung der Worte “Sozialismus” und “Sozialist”», en Archiv für die Geschichte des Sozialismus
und der Arbeitsbewegung (1912), vol. 2, p. 378. Véase también Exposition, ed. Bouglé y Halévy, p.
205, p. 205 n. [El crítico literario y filósofo francés Pierre Leroux (1797-1871), defensor del «huma-
nitarismo», fue también cofundador de la revista liberal Le Globe, y el editor que se la entregó a los
sansimonianos en 1831. Más tarde, en ese mismo año, rompió con dicho movimiento debido a los
puntos de vista de Enfantin. En 1841, el escritor y economista francés Marie-Roch-Louis Reybaud
(1799-1845) recibió un premio de l’Académie Française por su obra, en la que describe los sistemas
socialistas de Saint-Simon, Owen, Fourier y Cabet. – Ed.].
58. Globe, 2 de febrero de 1832 [13 de febrero de 1832, p. 176]. La palabra aparece en un artícu-
lo de H. [X.] Joncières en un contexto tan significativo que merece la pena citar toda la frase: «Nosotros
no queremos ni sacrificar la personalidad al socialismo, ni este último a la personalidad.» [Esta frase
apareció en la reseña de Joncières de la colección de poemas de Victor Hugo, Les feuilles d’Automne
(1831). – Ed.].
59. Conviene, con todo, mencionar algunos de los artículos de Enfantin publicados en el Globe
que fueron recogidos en el volumen Economie politique et politique 2.ª ed. (París, 1832).
330
LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS: ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
60. Una indicación curiosa del motivo de esto nos la ofrece Eduard Gans, «Paris in Jahre 1830»,
en Rückblicke auf Personen und Zustände (Berlín, 1836), p. 92: «Benjamin Constant me ha contado
que cuando, hace un año, los sansimonianos le pidieron su consejo sobre la forma mejor para difun-
dir sus principios, él les respondió: convertidlo en una religión.» [Benjamin Constant me contó que
cuando, hace un año, los sansimonianos le pidieron su consejo sobre la mejor manera de difundir sus
principios, él les respondió: convertidlos en una religión. – Ed.].
61. Véase H.R. d’Allemagne, Les Saint-Simoniens 1827-1837 (París, 1930).
331
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
62. [Sobre Pierre Leroux, véase la nota 57 en este capítulo. El activista político francés Louis Auguste
Blanqui (1805-1881) fue miembro de la Charbonnerie y colaborador de Le Globe. El blanquismo, la
doctrina asociada a su nombre, presenta la idea de que la revolución social se realiza mejor con un
grupo pequeño y bien organizado de conspiradores. Constantin Pecqueur (1801-1887) empezó como
sansimoniano, más tarde se pasó al fourierismo, y finalmente se le acabó conociendo por ser el funda-
dor del socialismo colectivista francés. Étienne Cabet (1788-1856), influenciado por Robert Owen,
fue el autor de Voyage en Icarie (1840), una obra que describía una utopía en la que un gobierno elec-
to controlaba toda la actividad económica. Las comunidades icarianas surgieron en las inmediaciones
del río Rojo, en Texas, en Illinois y en Iowa. – Ed.].
63. Véase G. Pinet, Ecrivains et penseurs polytechniciens, 2.ª ed. (París, 1898), p. 176, y S. Char-
léty, Histoire du Saint-Simonisme (1931), p. 29 [77]. [Pierre Guillaume Frédéric Le Play (180-1882),
a pesar de haberse formado como metalúrgico, es conocido en la actualidad por haber desarrollado el
método del estudio de caso en su investigación sobre la vida de familia de los trabajadores europeos.
Hayek analiza su obra brevemente en el capítulo 16, p. 277. – Ed.].
64. Véase G. Weill, «Le Saint-Simonisme hors de France», Revue d’histoire economique et sociale
(1921), vol. 9, p. 105. Una misión sansimoniana, formada por P. Leroux, H. Carnot y otros, visitó Bruselas
en febrero de 1831; y si bien, aparte la observación de Weill referida, no existe ninguna prueba directa
de la influencia de los sansimonianos sobre Quetelet, es curioso cómo a partir de esta fecha sus ideas
evolucionaron en una dirección muy parecida a la de Comte. Sobre esto, véase J. Lottin, Quetelet:
staticien et sociologue (Lovaina y París 1912), pp. 356-67; también pp. 10, 21. [El astrónomo y estadís-
tico belga Lambert-Adolphe-Jacques Quetelet (1796-1874) es conocido por aplicar la teoría estadísti-
ca a los asuntos sociales. Su «hombre medio» se convirtió en un eslogan de las ciencias sociales. Hayek
escribe sobre Quetelet en el capítulo 16, p. 267. – Ed.].
332
LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS: ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
Nosotros pedimos ahora libertad de práctica religiosa para que pueda surgir
más fácilmente una única religión sobre las ruinas del pasado religioso de la
humanidad; … libertad de prensa, porque esta es la condición indispensable
para la sucesiva creación de una dirección legítima del pensamiento; libertad
de enseñanza, para que nuestra doctrina pueda difundirse más fácilmente y
convertirse un día en la única universalmente amada y profesada; la destruc-
ción de los monopolios como medio para llegar a la organización definitiva
del aparato industrial.65
65. Organisateur, vol. 2, pp. 202, 213, citado por Charléty, op. cit., p. 83. [A pesar de que la cita
que Hayek traduce se encuentra, tal y como apunta, en la obra de Charléty, los números de las pági-
nas que Charléty indica como fuente de la cita original en L’Organisateur son incorrectos; no he podi-
do localizar las páginas correctas de la cita. – Ed.].
66. Globe, 3 de junio de 1831, citado por Charléty, op. cit., p. 110.
67. Karl Gutzkow, Briefe eines Narren an eine Närrin (1832), citado en E.M. Butler, The Saint-
Simonian Religion in Germany (Cambridge, 1926), p. 263.
333
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
tipos a los que había que permitir que siguieran su propia inclinación. Estas
doctrinas y los rumores que circularon sobre su aplicación práctica (para lo
que, hay que reconocerlo, los sansimonianos dieron sobrados motivos en
sus escritos)68 dieron motivo a un gran escándalo. Siguió la ruptura entre
Enfantin y Bazard, y este abandonó el movimiento, muriendo nueve meses
después. Su cátedra quedó vacante para la Mère Supreme, honor que Geor-
ge Sand rechazó.69 Con Bazard algunos de los miembros más eminentes,
Carnot, Leroux, Lechevalier y Transon, abandonaron también el grupo (los
dos últimos se hicieron fourieristas); y a los pocos meses, también Rodrigues,
el único eslabón que quedaba con Saint-Simon, rompió con Enfantin.
Ante tales contratiempos, obligado por las dificultades financieras a ce-
rrar el Globe, y habiendo empezado el grupo a despertar las sospechas de la
policía, Enfantin, con cuarenta fieles apóstoles, se retiró a una casa de Ménil-
montant, a las afueras de París, para iniciar una nueva vida en armonía con
los preceptos de la doctrina. Los cuarenta empezaron a llevar allí una vida
en comunidad sin criados, repartiéndose entre ellos las tareas domésticas y
observando, para acallar los inquietantes rumores, un riguroso celibato. Pero
si, en ciertos aspectos, su vida se parecía a la de un monasterio, en otros se
parecía más a una Führerschule nazi.70 Ejercicios deportivos y clases doctri-
nales debían prepararlos a una vida más activa para el futuro.
Aunque habían elegido voluntariamente este modo de vida retirada, no
abandonaron su afán de notoriedad. Aquellos cuarenta apóstoles, que en sus
fantásticas costumbres cuidaban su jardín y atendían a las labores domésticas,
68. Duveyrier, por ejemplo, uno de los miembros más antiguos, escribió en el Globe del 12 de
enero de 1832: «Se vería sobre la tierra algo que nunca se ha visto: hombres y mujeres unidos por
un amor inimitable e inefable, puesto que no conocería ni el enfriamiento ni los celos; hombres y
mujeres entregándose a muchos sin dejar de ser uno para el otro y cuyo amor sería, por el contra-
rio, como un banquete divino que aumenta en magnificencia en razón del número y de la elección
de los invitados».
69. La novelista feminista francesa George Sand (1804-1876) era conocida por su estilo de vida
poco convencional y sus intransigentes ataques a la institución del matrimonio. Se unió a los sansi-
monianos en la década de 1830, cuando Pierre Leroux ejercía una gran influencia, y mantuvo una
duradera simpatía con los ideales socialistas. – Ed.].
70. [Las Führerschule eran escuelas de formación de oficiales nazis, ideadas por Heinrich Himmler,
líder de las SS. – Ed.].
334
LA RELIGIÓN DE LOS INGENIEROS: ENFANTIN Y LOS SANSIMONIANOS
fueron durante algún tiempo la atracción de los parisinos, que acudían por
miles a contemplar el espectáculo. Por ello el «retiro» no tranquilizó en abso-
luto a la policía. Enfantin, Chevalier y Duveyrier, procesados por ultraje a la
moralidad pública, fueron condenados a un año de cárcel. La marcha de todo
el grupo hacia el tribunal con su peculiar atuendo, con sus espadas y demás
signos distintivos a cuestas, así como la sensacional defensa de los acusados,
puede considerarse como la última aparición pública del grupo. Cuando En-
fantin ingresó en la prisión de St. Pelagier para cumplir la condena, el movi-
miento empezó rápidamente a desmoronarse y la institución de Ménilmontant
se disolvió. Un grupo de discípulos dio todavía mucho que hablar a la gente
con ocasión de su viaje a Constantinopla y a Oriente pour chercher la femme
libre.71 Cuando Enfantin salió de la cárcel, organizó otro viaje a Oriente, aun-
que con un fin más serio. Él y un grupo de sansimonianos pasaron varios años
en Egipto, con el propósito de llevar a cabo el proyecto de apertura del istmo
de Suez. Y aunque al principio no consiguió obtener apoyos, a sus esfuer-
zos se debe en gran parte que posteriormente se fundara la Compañía del
Canal de Suez.72 Como tendremos aún ocasión de ver, muchos de ellos si-
guieron dedicando su vida a análogas empresas de gran utilidad. Enfantin a
la creación del sistema ferroviario París-Lyon-Mediterráneo y muchos de sus
discípulos a organizar obras de construcción de ferrocarriles y canales en otras
partes de Francia y en otros países.73
71. Parece que la expresión chercher la femme deriva de aquí. [Buscar a la mujer. El diccionario
Oxford English Dictionary se opone a esta afirmación, y añade que Alexandre Dumas fue el prime-
ro que utilizó esta expresión, en su obra Los mohicanos de París (1864), «para indicar que la solu-
ción de un problema o misterio se encuentra en la mujer, y que solo se la debe buscar para que solucio-
ne el problema». En cualquier caso, la mujer que buscaban los sansimonianos debía ser la homóloga
del líder masculino del culto, y cuando fuera encontrada, presidiría junto a él el nuevo orden religio-
so. – Ed.].
72. Véase J. Lajard de Puyjalon, L’influence des Saint-Simoniens sur la réalisation de l’Isthme
de Suez (París, 1926).
73. Véase M. Wallon, Les Saint-Simoniens et les chemins de fer (París, 1908), y H.R. d’Allemagne,
Prosper Enfantin et les grandes entreprises du XIX siècle (París, 1935).
335
15
LA INFLUENCIA SANSIMONIANA 1
336
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
libre. Nos parece natural que muchos fueran inducidos a considerar su épo-
ca sansimoniana como un pecado de juventud del que era mejor no jactarse.
Pero esto no significa que las ideas que habían asimilado no siguieran acti-
vas en ellos y a través de ellos, y una atenta investigación, aún por hacer, pro-
bablemente revelaría que la influencia que ejerció el sansimonismo fue sor-
prendentemente extensa.
Nuestro principal interés aquí no es exponer la influencia de personas
o grupos. Desde nuestro punto de vista, sería aún más significativo poder
demostrar que situaciones semejantes produjeron ideas análogas también
en otros lugares, al margen de toda influencia directa de los sansimonianos.
Ahora bien, todos los estudios de movimientos sociales contemporáneos afi-
nes en otras partes muestran inmediatamente una estrecha conexión con
los prototipos franceses. Aunque es dudoso que en todos estos casos poda-
mos hablar realmente de influencia, y aunque sería más exacto decir que to-
dos cuantos abrigaron ideas semejantes pronto dieron con su propia vía al san-
simonismo, creemos que es oportuno echar una rápida ojeada a la variedad
de canales a través de los cuales se realizó esta influencia, puesto que sabe-
mos muy poco de su extensión y sobre todo porque la difusión del sansimo-
nismo significó también una difusión del positivismo comtiano en su forma
inicial.
El primer punto que conviene destacar es que esta influencia no quedó
limitada a la gente principalmente interesada por la especulación social y
política, sino que fue aún más fuerte en los círculos literarios y artísticos,
que a menudo se convirtieron, casi inconscientemente, en el medio de di-
fusión de las concepciones sansimonianas sobre otras materias. En Fran-
cia, las ideas sansimonianas sobre la función social del arte produjeron
una profunda impresión en algunos de los mayores escritores de la época
y sin duda fueron responsables del profundo cambio en el ambiente litera-
rio que entonces tuvo lugar.2 La exigencia de que todo arte fuera compro-
metido, que debería servir a la crítica social y por lo mismo representar la
vida tal cual es en todas sus miserias, condujo a una auténtica revolución en
2. Sobre esto y lo que sigue, véase M. Thibert, Le rôle social de l’art d’après les saint-simoniens
(París, 1927); H.-J. Hunt, Le socialisme et le romantisme en France, étude de la presse socialiste de
1830 à 1840 (Oxford, 1935); y J.-M. Gros, Le mouvement litteraire socialiste depuis 1830 (París, 1904).
337
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
las letras.3 No solo autores que, como George Sand o Béranger, estuvieron
fuertemente ligados a los sansimonianos, sino algunos de los mayores es-
critores de la época como H. de Balzac,4 V. Hugo y Eugène Sue asimilaron
y practicaron en buena parte la doctrina sansimoniana. Entre los composi-
tores, Franz Liszt fue un asiduo asistente a sus reuniones y Berlioz, con un
Chant d’inauguration des chemins de fer, aplicó los preceptos sansimonia-
nos a la música.5
II
3. Para el desarrollo de la teoría sansimoniana del arte, véase en particular E. Barrault, Aux artis-
tes du passé et de l’avenir des beaux arts (1830).
4. Véase E.R. Curtius, Balzac (1923). [Para más información sobre Honoré de Balzac, véase el ca-
pítulo 11, nota 41; sobre Sand, véase el capítulo 14, nota 69. El famoso poeta y letrista francés Pierre-
Jean de Béranger (1780-1857) ridiculizó y satirizó en sus obras el gobierno de la Restauración y el
clero reaccionario. Durante los primeros días de la Revolución de Julio de 1830, se distribuyeron co-
pias de una de sus canciones. El poeta, escritor y dramaturgo romántico Victor Hugo (1802-1885), re-
cordado hoy en día por sus novelas Nuestra señora de París (1831) y Los miserables (1862), entabló
relación con los autores que trabajaban para el periódico Le Globe a principios de 1830. Como acti-
vista político de larga carrera, pasó de ser monárquico a republicano y, tras el golpe de Estado de 1851,
vivió su exilio en Bruselas, hasta que se restauró la República francesa en 1870. Las opiniones repu-
blicanas y socialistas de Eugène Sue (1804-1857) aparecen muy bien representadas en su serie de
novelas Los misterios de París (1842-1843), ambientada en los barrios pobres de París, y El judío errante
(1844-1845). – Ed.].
5. [Franz Liszt (1811-1886) fue un compositor y pianista húngaro; al compositor francés Hector
Berlioz (1803-1869) se le suele considerar como uno de los fundadores del movimiento románico.
Liszt y Heinrich Heine fueron testigos en la boda de Berlioz en 1833; Sand y Liszt mantenían una
relación amorosa. – Ed.].
6. Véase D.B. Cofer, Saint-Simonism in the Radicalism of T. Carlyle (College Station, Tex., 1931); F.
Muckle, Henri de Saint-Simon (Jena, 1908), pp. 345-80: E. d’Eichthal, «Carlyle et le Saint-Simonisme»,
338
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
Revue historique 82-83 (1903) (trad. ingl. en New Quarterly [Londres, abril de 1909]); E.E. Neff, Carlyle
and Mill (Nueva York, 1926), p. 210; Hill Shine, Carlyle and the Saint-Simonians: The Concept of
Historical Periodicity (Baltimore: John Jopkins University Press, 1941) y la nota del mismo autor en
Notes & Queries 171 (1936): 290-93 [291-293]. Más adelante resultará claro por qué en el caso de
Carlyle como en el de muchos otros, la influencia de los sansimonianos se mezcló tan rápidamente
con la de los filósofos alemanes. Un interesante contraste con la congenial recepción de las ideas sansi-
monianas por parte Carlyle fue la vivamente hostil reacción de R. Southey, que publicó en la Quarterly
Review (45 [julio de 1831]: 407-50), bajo el título «New Distribution of Property», una completa e
inteligente exposición de la Doctrina de Saint-Simon. Véase también su carta fechada el 30 de junio
de 1831, en E. Hodder, The Life and Work of the 7th Earl of Chaftesbury (Londres, 1886), vol. 1, p.
126. Tennyson, en una carta escrita en 1832, dice también que «la reforma y el sansimonismo son,
y siguen siendo, temas del mayor interés… la existencia de la secta de los sansimonistas es al mismo
tiempo una prueba de la inmensa cantidad de mal que aún existe en el siglo XIX y un foco que concen-
tra todos sus rayos. Esta secta se ha propagado rápidamente en Francia, Alemania e Italia y tiene emi-
sarios en Londres» (Alfred Lord Tennyson, A Memoire por su hijo [Londres 1897], vol. 1, p. 99 [pp.
98-99]). Llama la atención que la novela social comience en Inglaterra con Disraeli precisamente en
el momento en que se esperaría la influencia sansimoniana en esta dirección; pero, a lo que entiendo,
no hay prueba alguna de tal influencia sobre Disraeli. [Hayek identifica a los cuatro grandes hom-
bres de las letras de la Gran Bretaña del siglo XIX. El historiador y ensayista Thomas Carlyle (1795-
1881), crítico con la sociedad liberal moderna, era conocido por alabar a los héroes y las sociedades
«orgánicas» de la Edad Media. Tal y como se apunta en el capítulo 14, nota 15, Gustave d’Eichthal
introdujo a Carlyle en la obra de Bazard y Enfantin, pues le enviaba copias de L’Organisateur. El poe-
ta romántico y ensayista Robert Southey (1774-1843) formó parte de los poetas lakistas junto con
Wordsworth y Coleridge, y durante treinta años fue poeta laureado. A pesar de haber tenido una juven-
tud radical (su poema épico «Joan of Arc», publicado en 1796, reveló sus simpatías revolucionarias),
en sus últimos años se volvía cada vez más conservador. A otro poeta laureado, Alfred lord Tennyson
(1809-1892), se le recuerda hoy en día por «In Memorium» (1850), «The Charge of the Light Brigade»
(1855) y la obra Idylls of the King (1885), sobre la leyenda del rey Arturo. Benjamin Disraeli (1805-
1881) fue primer ministro Tory y adversario de Gladstone; sin embargo, primero se dio a conocer por
sus novelas satíricas penetrantes. – Ed.].
339
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
se armonizaba perfectamente con mis propias ideas, a las cuales parecía dar
una forma científica. Yo ya consideraba los métodos de la ciencia física como
un adecuado modelo también para la política. Pero el principal beneficio que
obtuve entonces de los modos de pensar que ofrecían los sansimonianos y
Comte fue una visión más clara de la que nunca antes tuve de las peculiarida-
des de una época de transición en la opinión, y no confundir las caracterís-
ticas morales e intelectuales de una época semejante con las cualidades nor-
males de la humanidad.9
7. Véase Higginson, Auguste Comte: An Address on His Life and Work (Londres, 1892), p. 6, y
M. Quinn [Quin], Memoirs of a Positivist (Londres, 1924), p. 38. [La London Positivist Society fue
fundada por el doctor Richard Congreve (1818-1891) en 1867 con la intención de establecer una igle-
sia positivista inglesa, basada en la convicción científica más que en la creencia sobrenatural, junto
con las líneas dibujadas por Comte en sus últimas obras. En 1878, los miembros que querían mante-
ner una relación más estrecha con la organización mundial positivista establecieron un segundo grupo,
el London Positivist Committee. Antes de que se creara este segundo grupo, Charles Gaskell Higginson
presentó su discurso en el Newton Hall en Londres el 5 de septiembre de 1887; más tarde, el discurso
se publicó en panfletos de un penique. Malcolm Quin (1854-1946) se volcó en el sacerdocio positi-
vista de Congreve y, durante treinta años, intentó establecer una iglesia y un sacerdocio positivistas
en Newcastle-upon-Tyne, en Inglaterra. – Ed.].
8. J.S. Mill, Autobiography (1873), pp. 163-67. Véase también ibíd., p. 61, donde Mill describe
cómo en 1821, a la edad de quince años, coincidió en casa de J.B. Say con el propio Saint-Simon, «toda-
vía no fundador de una filosofía o una religión, y considerado únicamente como una persona inteli-
gente y original». [Véase Autobiography and Literary Essays, John Robson y Jack Stillinger, eds.,
vol. 1 (1981) de Collected Works of John Stuart Mill, pp. 171-175 y p. 63, respectivamente. El pasaje
citado en el texto se encuentra en la p. 171; en el original, las palabras «en política» aparecen después
de «pensar». – Ed.].
9. [Mill, Autobiography and Literary Essays, p. 173. – Ed.].
340
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
Mill explica cómo perdió de vista a Comte durante algún tiempo, pero
se mantuvo au courant de los sansimonianos a través de G. d’Eichthal (que
también introdujo a Carlyle en el sansimonismo),10 cómo leyó casi todo lo
que estos escribieron y cómo se debió «en parte a sus escritos el que llegara
a comprender la muy limitada y contingente validez de la vieja economía
política, que asume la propiedad privada y la herencia como hechos incon-
testables y la libertad de producción y de intercambio como la dernière mot
del avance social».11 De una carta a d’Eichthal12 se desprende que estaba tan
convencido, que se sentía «inducido a pensar que [su] organización social,
con alguna que otra modificación, parecía ser la condición final y permanen-
te de nuestro género humano», aunque difería de ellos en pensar que se pre-
cisaban muchos o al menos varios estadios antes de que la humanidad fue-
ra capaz de realizarla. Aquí aparecen, indudablemente, las primeras raíces
de las simpatías socialistas de J.S. Mill. Pero en este caso se trataba en gran
medida de un anticipo de la influencia aún más profunda que Comte había
de ejercer sobre él.
10. G. d’Eichthal y C. Duveyrier viajaron en 1831 a Londres en una misión oficial sansimoniana.
Véase la Address to the British Public by the Saint-Simonian Missionaries (Londres, 1832), y S. Charléty,
Histoire du Saint-Simonisme (París, 1931), p. 93. Vése también St. Simonism in London, de Fontana,
predicador de la religión sansimoniana en Inglaterra (Londres, 1834), recensionado por J.S. Mill en
el Examiner, 2 de febrero de 1834. [La recensión de Mill puede encontrarse en Newspaper Writings,
August 1831-October 1834, Ann Robson y John Robson, eds., vol. 23 (1986) de Collected Works of
John Stuart Mill, pp. 674-680. – Ed.].
11. [Véase Autobiography and Literary Essays, p. 174. Hayek añadió entre corchetes «su» para
reemplazar el «mi» de Mills. – Ed.].
12. The Letters of John Stuart Mill, ed. H.S.R. Elliot (1910), vol. 1. p. 20. [Véase The Earlier Letters,
1812 to 1848, ed. Francis E. Mineka, vol. 12 (1963) of The Collected Works of John Stuart Mill, p. 88.
Las últimas palabras de la frase de Mill deberían leerse «del género humano» más que «de nuestro
género humano». –Ed.]. Véase también J.S. Mill, Correspondance inédite avec Gustave d’Eichthal,
1828-1842, 1864-1871, ed. E. d’Eichthal (París, 1898); y, en parte en el original inglés, en Cosmopolis
(Londres, 1897-98), esp. vol. 5, pp. 356, 359-60. [El pasaje citado de una carta de Mill a d’Eichthal, del
30 de noviembre de 1831, se encuentra en la p. 356. La revista internacional Cosmopolis se publicó
en Londres entre 1896 y 1898. La correspondencia entre Mill y d’Eichthal apareció en el vol. 6, de
abril (pp. 19-38) y mayo (pp. 348-366) de 1897, y en el vol. 9, de febrero (pp. 368-381) y marzo (pp.
780-790) de 1898. – Ed.].
341
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
III
Sin embargo, en ningún otro país fuera de Francia despertó la doctrina san-
simoniana tanto interés como en Alemania.13 Este interés empezó a mani-
festarse bastante pronto, y parece que ya el primer Organisateur alcanzó
un buen número de lectores en este país.14 Algunos años más tarde, parece
que fue el discípulo de Comte Gustave d’Eichthal quien, antes incluso de su
análoga misión en Inglaterra, durante un viaje a Berlín en 1824, consiguió
interesar a muchos por el Système de politique positive de Comte, con el re-
sultado de que en la Leipziger Literatur-Zeitung apareciera una recensión
bastante detallada, la única que el libro recibiera en cualquier idioma.15 Y en
Friedrich Buchholz, entonces famoso escritor, d’Eichthal ganó para Comte
a un férvido admirador, que no solo se declaró, en una carta aduladora, to-
talmente de acuerdo con Comte,16 sino que también publicó en 1826 y 1827,
en su Neue Monatsschift für Deutschland, cuatro artículos sin firma so-
bre la obra de Saint-Simon, seguidos de una traducción de la parte final del
Système industriel.17
13. Ya el Globe de 16 de marzo de 1832 refiere que «ningún país ha consagrado una atención tan
profunda al sansimonismo» como Alemania.
14. Véase H. Fournel, Bibliographie Saint-Simonienne (París, 1933), p. 22.
15. Véase P. Lafitte [Laffitte], «Matériaux pour la biographie d’Auguste Comte. I. Relations avec
l’Alemagne», Revue occidentale 8 (1882): 227; y «Correspondance d’Auguste Comte et Gustave
d’Eichthal», ibíd. (1891) [1896]: 186-276.
16. Ibíd., p. 228 y pp. 223 [233] y ss., donde se reproduce la recensión del 27 de septiembre de
1824. Entre otras cosas, se ofrece una buena exposición de la «ley de los tres estadios». [Véanse estas
muestras de las muchas palabras de alabanza en la carta de Buchholz a Comte del 28 de septiembre
de 1825: «La vérité me presse de vous dire que jamais je n’ai lu ouvrage qui ait fait sur moi une impres-
sion aussi agréable que le vôtre»; que pueden traducirse como: «En verdad, debo decirle que nunca
he leído una obra que me haya causado una impresión tan agradable como la suya». – Ed.].
17. Neue Monatschrift für Deutschland, vol. 21 (1821) (tres artículos), y vol. 22 (1827) (tres ar-
tículos); véase también los vols. 34 y 35 donde aparecen nuevos artículos sobre el tema. Sobre Friedrich
Buchholz, quien durante algún tiempo anterior del mismo siglo había sido uno de los escritores polí-
ticos de Prusia más influyentes, y que en 1802 publicó Darstellung eines neuen Gravitationsgesetzes
für die moralischen Welt, véase K. Bahrs, Friedrich Buchholz, ein preusischen Publizist 1768-1843
(Berlín, 1907), y en particular la relación de Eichthal con él, «Correspondance d’Auguste Comte e
Gustave d’Eichthal», Revue occidentale 12 (1891): 186-276. [El famoso francófilo Paul Ferdinand
342
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
Friedrich Buchholz (1768-1843) fue un activista político, escritor y editor que defendía a Napoleón;
el título de su obra de 1802 puede traducirse como Presentación de una nueva ley de gravitación
para el mundo moral. – Ed.].
18. Véase la lista de unas cincuenta publicaciones sobre el sansimonismo que aparecieron en
Alemania entre 1830 y 1832, en E.M. Butler, The Saint-Simonian Religion in Germany (Cambridge,
1926), pp. 52-59; la lista, sin embargo, no es en modo alguno completa. Sobre esto, véase la recensión
de Palgen a esta obra en Revue de littérature comparée 9 (1929); también W. Suhge, Der Saint-
Simonismus und das junge Deutschland (Berlín, 1935).
19. Véase (Abel Transon), Die Saint-Simonistische Religion: Fünft Reden an die Zöglinge der
polytechnischen Schule, nebst einer Vorbericht über das Leben und den Charakter Saint-Simons
(Gotinga, 1832).
20. Citado en Butler, op. cit., de Briefe (edición de Weimar), vol. 42, p. 300, carta fechada el 17
de octubre de 1830. [Butler no tenía la carta de Goethe a Carlyle, pero puede encontrarse en las obras
completas de Goethe; véase Goethes Werke: Weimarer Ausgabe [1887-1919] (Múnich: Deutscher
Taschenbuch Verlag, 1987), vol. 140, pp. 299-300. – Ed.].
21. Véase Eckermann, Gespräche mit Goethe, en fecha 30 de octubre de 1839, y los Tagebücher de
Goethe, en las fechas 31 de octubre de 1830 y 30 de mayo de 1831. [Sobre las dos últimas entradas en
el diario de Goethe, véase Goethes Werke, vol. 89, p. 324, y vol. 90, pp. 82-83, respectivamente. – Ed.].
343
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
22. Rahel: Ein Buch des Andenkens für ihre Freunde (Berlín, 1834), en fecha 25 de abril de 1832.
[Los intelectuales más eminentes de Europa solían frecuentar el salón de Rahel Antonie Friederike
Levin Varnhagen von Ense (1771-1833); más tarde, se convirtió en el tema de la biografía de Hannah
Arendt, titulada Rahel Varnhagen: The Life of a Jewess, ed. Liliane Weissberg (Baltimore: Johns
Hopkins University Press, 1997). – Ed.].
23. Véase Butler, op. cit., p. 70. [Numerosos compositores, como Schumann y Schubert, han
transformado los poemas líricos de Heinrich Heine (1797-1856) en música. Se consideraba a Heine
como uno de los líderes del movimiento Joven Alemania, un grupo de autores progresistas de la dé-
cada de 1830 de vaga afiliación; sus ideas se consideraban peligrosas, y finalmente fueron prohibidas
por las autoridades alemanas. – Ed.].
24. K. Grün, Die soziale Bewegung in Frankreich und in Belgien (Darmstadt, 1845), p. 90 [117].
25. [El periodista y autor político Karl Ludwig Börne (1786-1837) solía atacar las políticas into-
lerantes del gobierno de Frankfurt. Al igual que Heine, fue a París tras la revolución de 1830, con la
esperanza de que fuera el presagio de una nueva sociedad, pero volvió a casa decepcionado. Sus escri-
tos políticos le llevaron, finalmente, a que fuera identificado como miembro del movimiento Joven
Alemania. – Ed.].
26. Véase Margaret A. Clarke, Heine et la monarchie de juillet (París, 1927), especialmente apén-
dice 2, pp. 242-71; Butler, op. cit., p. 71. Parece que algunos fanáticos admiradores alemanes de Saint-
Simon le compararon con Goethe, entusiasmo que indujo a Metternich (en una carta al príncipe
Wittgenstein, de 30 de noviembre de 1835) a afirmar despectivamente que Saint-Simon, al que había
conocido personalmente, era un cínico tan desequilibrado como Goethe era un gran poeta» (véase O.
Draeger, Theodor Mundt und seine Beziehungen zum jungen Deutschland [Marburgo, 1909], p. 156
[154]). [El estadounidense Albert Brisbane (1809-1890) fue uno de los primeros teóricos socialistas.
Durante su estancia en Europa, estudió con Fourier dos años, y al regresar a Estados Unidos, ayudó
a difundir la doctrina fourierista. Su obra Social Destiny of Man (1840) y sus artículos en el periódico
New York Tribune, en los que alababa lo que llamaba «asociacionismo», ayudaron a establecer un gran
número de sociedades fourieristas. – Ed.].
344
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
afectaron estas ideas a los jóvenes poetas alemanes Laube, Gutzkow, Mundt
y Wiebarg lo expone muy bien Miss E.M. Butler en su libro Saint-Simonienne
Religion in Germany, en el que, con toda razón, describe la Joven Escuela
Alemana en su conjunto como movimiento sansimoniano.27 En su corta pero
espectacular existencia como grupo, entre 1832 y 1835, aplicaron con per-
severancia, si bien con mayor rudeza que sus colegas franceses, el canon san-
simoniano de que el arte debe ser tendencioso y en particular popularizaron
sus doctrinas feministas y sus exigencias de «rehabilitación de la carne».28
27. Ibíd., p. 430 [pp. 431-432]. Además del ya citado libro de Suhge, véase también F. Gerathewhol
[Geratherwohl], Saint-Simonistische Ideen in der deutschen Literatur, Ein Beitrag zur Vorgeschichte
des Sozialismus (Munich, 1920); H.V. Kleinmayr, Welt- und Kunstanschauung des jungen Deutschland
(Viena, 1930); y J. Dresch, Gutskow et la Jeune Allemagne (París, 1904), sobre otro poeta alemán,
G. Buechner, que no era miembro de la Joven Alemania, pero que parece que también recibió la in-
fluencia de las ideas sansimonianas. Tal vez convenga mencionar que era el hermano mayor de L.
Buechner, autor de Kraft und Stoff (1855), y uno de los principales representantes del materialismo
extremo en Alemania. Sobre G. Buechner, véase también G. Adler, Die Geschichte der ersten sozial-
politischen Arbeiterbewegung in Deutschland (Leipzig, 1885), pp. 8 y ss. [7-10], que debe ser tam-
bién consultado en relación con algunos otros representantes alemanes del primer socialismo, en
particular Ludwig Gall y luego Geog Kuhlmann y Julius Treichler, cuyas relaciones con el sansimo-
nismo habría que investigar (ibíd., pp. 6, 67, 72). [En el texto, Hayek hace mención a ciertos artis-
tas y autores identificados con el movimiento Joven Alemania: el dramaturgo, novelista y director
de escena Heinrich Laube (1806-1884); el novelista y periodista Theodor Mundt (1808-1861); el nove-
lista y dramaturgo Karl Ferdinand Gutzkow (1811-1878) y el periodista y escritor Ludolf Wienbarg
(1802-1872). A pesar de que la expresión «Joven Alemania» la utilizó por primera vez Wienbarg en
su obra de 1834, Ästhetische Feldzüge (Aesthetic Campaigns), su uso como sinónimo de oprobio se
extendió cuando el gobierno alemán prohibió las obras de Heine, Laube, Mundt, Gutzkow y Wienbarg
en diciembre de 1835. Como resultado, muchos de sus supuestos miembros negaron haberlo sido,
e incluso negaron que en realmente hubiera existido algo como el movimiento Alemania Joven. Sin
embargo, las consecuencias sí fueron reales: tanto Laube como Gutzkow fueron encarcelados por
sus opiniones políticas. – Ed.].
28. Un testimonio interesante de la magnitud de la influencia sansimoniana en Alemania es
una circular dirigida contra él por el arzobispo de Tréveris, fechada el 13 de febrero de 1832. Véase la
Allgemeine Kirchenzeitung (Darmstadt), 8 de marzo de 1832.
345
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
IV
Mucho más importante para nuestro propósito, aunque por desgracia mu-
cho menos explorada,29 es la relación de los sansimonianos con otro grupo
alemán con el que estaban en contacto, los Jóvenes Hegelianos. De la curiosa
afinidad que existía entre las ideas hegelianas y sansimonianas nos ocupa-
remos más adelante. Aquí nos ocuparemos solo en la medida efectiva en que
los Jóvenes Hegelianos recibieron la influencia directa de las ideas sansimo-
nianas, y en qué medida por tanto el cambio decisivo que condujo a la sepa-
ración de los Jóvenes Hegelianos de los seguidores ortodoxos del filósofo
pudo deberse en parte a esa influencia. Nuestro actual conocimiento sobre
este punto es escaso, pero, dados los estrechos contactos personales entre los
Jóvenes Alemanes y los miembros de lo que posteriormente sería el grupo
de Jóvenes Hegelianos, y dado que algunos de ellos, como también algunos
de los autores alemanes de obras sobre Saint-Simon, eran hegelianos,30 no
hay duda de que en el grupo en su conjunto el interés por las ideas sansimo-
nianas no debió ser muy inferior al de los Jóvenes Alemanes.
El periodo del pensamiento alemán aún escasamente explorado y sin em-
bargo decisivo para comprender el posterior desarrollo es el de los años trein-
ta, durante el cual se echaron las semillas que solo fructificarían en la década
29. Véase B. Croce, History of Europe in the 19th Century (1934), p. 147. [Los Jóvenes Hegelianos,
un grupo de estudiantes y académicos jóvenes de la Universidad de Berlín, usaron el razonamiento
dialéctico para pedir que se reformara el gobierno y la sociedad prusianos, oponiéndose así a las in-
terpretaciones más ortodoxas y conservadoras de los hegelianos de derecha. Entre los Jóvenes Hege-
lianos se incluían autores como: Ludwig Feuerbach, del que se habló en el capítulo 10, nota 15; David
Friedrich Strauss (1804-1874), autor de Life of Jesus (1835), cuya búsqueda del «Jesús histórico» es-
candalizó a Europa y transformó la exégesis bíblica; por supuesto, en este movimiento se encontra-
ba Karl Marx. De ahí la importancia en la obra de Hayek del papel de los Jóvenes Hegelianos en la
expansión de las ideas socialistas. – Ed.].
30. De los Jóvenes Alemanes, T. Mundt y G. Kuehne, hegelianos, eran ambos lectores de filoso-
fía en la Universidad, y lo mismo cabe decir de la mayoría de los autores dedicados a los aspectos filo-
sóficos del sansimonismo, en particular M. Veit, Saint-Simon und der Saint-Simonismus (Leipzig,
1834); F.W. Cavoré, Der Saint-Simonismus und die neue französische Philosophie (Leipzig, 1831).
No me ha sido posible hacerme con otro libro del mismo periodo, S.R. Schneider, Das Problem der Zeit
und dessen Lösung durch die Association (Gotha, 1834) que, a juzgar por su título, parece contener
una exposición de los aspectos socialistas del sansimonismo.
346
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
31. Véase B. Groethuysen, «Les jeunes Hégéliens et les origines du socialisme en Allemagne»,
Revue philosophique 95, n.º 5/6 (1923): esp. p. 379.
32. En una recensión en el Lebenswirren de su amigo Mundt, citada en W. Grupe, Mundts und
Kuehnes Verhältnis zu Hegel und seinen Gegnern (Halle, 1928), p. 76. [Ferdinand Gustav Kühne (1806-
1888), autor de Eine Quarantäne im Irrenhause (1835), fue entre 1835 y 1842 editor de Zeitung für
die elegante Welt; durante este tiempo promocionó las ideas de Mundt. – Ed.].
33. En 1831, cuando se inició el movimiento sansimoniano alemán, Ruge tenía 29 años, Feuerbach
27, Rodbertus 26, Strass 23, Hess 19 y Karl Marx 12. Las edades correspondientes de los Jóvenes Alema-
nes eran Laube 25, Kuehne 25, Mundt 23, y Gutzkow 20. [De Strauss se habla por primera vez en la
nota 29, más atrás; de Feuerbach, en el capítulo 10, nota 15. Arnold Ruge (1802-1880) fue un filó-
sofo, escritor político y activista hegeliano. Durante un breve tiempo coeditó la Deutsch-Französische
Jarbücher [Jahrbücher] en París junto con Karl Marx, pero se le conoce más por haber sido un demó-
crata radical más que un socialista. Karl Johann Rodbertus (1805-1875) creía que la transición gradual
hacia una sociedad completamente socialista debía llevarse a cabo con una monarquía fuerte en una
Alemania unida. A pesar de que Moses Hess (1812-1875) colaboró con Marx y animó a Friedrich Engels
a convertirse al comunismo, más tarde se vio atacado por ellos. En su última obra, Hess le preparó el
terreno al socialismo sionista. – Ed.].
34. Véase T. Zlocisti, Moses Hess, der Vorkämpfer des Sozialismus und Zionismus (Berlín, 1920),
p. 13 [pp. 99-100].
347
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
35. M. Hess, Die heilige Geschichte der Menschheit (Stuttgart, 1837). [Para leer la traducción al
inglés, véase Moses Hess, The Holy History of Mankind and Other Writings, traducido por Shlomo
Avineri (Cambridge: Cambridge University Press, 2004). – Ed.].
36. Véase A. Kohut, Ludwig Feuerbach, sein Leben und seine Werke (Leipzig, 1909), p. 77; y
Ausgewälhte Briefe von und an Feuerbach, ed. W. Bolin (Leipzig, 1904), vol. 1, p. 256, donde en una
carta a su hermano, escrita en Francfurt y fechada el 12 de marzo de 1832, Feuerbach explica que
«París es un lugar que desde hace tiempo anhelo visitar, para lo cual hace tiempo que me estoy prepa-
rando con involuntaria exaltación; un lugar que corresponde plenamente a mi individualidad, a mi
filosofía, y en el cual no solo puedo desarrollar mis energías actuales, sino que además podrían surgir
también otras que aún no conozco.»
37. Véase T.G. Masaryk, Die philosophischen und soziologischen Grundlagen des Marxismus
(Viena, 1899), p. 35.
348
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
38. Véase G. Adler, Die Geschichte der ersten sozialpolitischen Arbeiterbewegung in Deutschland
(Leipzig, 1885), y K. Mielcke, Deutscher Frühsozialismus (Stuttgart, 1931), pp. 185-89. [Wilhelm
Weitling, sastre, inventor, escritor premarxista y comunista así como agitador social, fue bien cono-
cido en los círculos radicales de Paris, Suiza y Alemania en los años 30 y 40 del siglo XIX. Después de
emigrar a America siguiendo la revolución de 1848, fundó la sociedad socialista Arbeiterbund y el
periódico Die Republik der Arbeiter. Más tarde se involucró en la comunidad utópica de Communia,
Iowa. –Ed.].
39. [Hayek hace referencia al economista alemán Lorenz von Stein (1815-1890) y al traduc-
tor alemán de la obra de Proudhon, Karl Grün (1817-1887). Stein impartió clases de administración
pública en la Universidad de Viena entre 1855 y 1885, donde fue (desde 1873) compañero de Carl
Menger. – Ed.].
40. Lorenz von Stein, Der Sozialismus und Komunismus des heutigen Frankreich (Leipzig, 1842),
y K. Grün, Die soziale Bewegung in Frankreich und Belgien (Darmstadt, 1845). En relación con este
último, véase K. Marx y F. Engels, The German Ideology, Marxist Leninist Library (Londres, 1938),
pp. 118-79. [Además de atacar con burla a Grün por ser un representante adocenado del sansimo-
nismo y el fourierismo en The German Ideology, Marx y Engels no aceptaron a Grün como líder del
movimiento «Verdadero socialismo» en el Manifiesto comunista (1848). Bajo su punto de vista, este
movimiento minaba las ideas de los socialistas franceses, pues las separaban de su desarrollo histó-
rico concreto y las reinterpretaban mediante las categorías de la «ideología alemana» (es decir, la filo-
sofía idealista de Hegel y Feuerbach). – Ed.].
349
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
41. Véase B. Földes, «Bemerkungen zu dem Problem Lorenz von Stein-Karl Marx», Jahrbücher
für Nationalökonomie und Statistik, vol. 102 (1914), y H. Nitschle, Die Geschichtphilosophie Lorenz
von Stein, supl. n.º 26, Historische Zeitschrift (Munich, 1932).
42. Véase Maxim Kowalewski, Karl Marx. Eine Sammlung von Erinnerungen und Aufsätzen
(Zurich: V. Adoratskij, 1934), p. 223. A juzgar por una observación de Sulzbach en Die Anfänge der
materialistischen Geschichtsauffassung (Stuttgart, 1911), p. 3, parece que existen también otras prue-
bas de que Marx leyó los escritos sansimonianos en sus tiempos de estudiante. Pero no he podido en-
contrarlas. [Maxim Kowalewski (1851-1916) fue historiador de la estructura social y del Estado, tam-
bién se escribía con Marx y Engels. Sobre el suegro de Marx, el barón von Westphalen, Edmund Wilson
escribió que «solía llevar al joven Karl Marx a darse un paseo por las colinas de viñedos en Moselle,
mientras le hablaba del francés Saint-Simon, quien quería que la sociedad se organizara científica-
mente a favor de la caridad cristiana». Véase To the Finland Station: A Study in the Writing and Acting
of History (Anchor Books Edition, Nueva York: Doubleday, 1953), p. 113. – Ed.].
43. Aparte de varias obras anteriores de Muckle, Eckstein, Cunow y Sulzbach, véase en parti-
cular Kurt Breysig, Von historischen Werden, vol. 2, pp. 64 y ss., 84; y W. Heider, Die Geschichtslehre
von Karl Marx, «Forschungen», et., ed. K. Breysig, n.º 3 (1931), p. 19. Esta sugerencia ha sido confir-
mada por la cuidadosa investigación de V. Volgin, «Über die storische Stellung Saint-Simons», Marx-
Engels Archiv, vol. 1/1 (Frankfurt del M., 1926), pp. 82-118.
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44. Véase G. Mayer, Friedrich Engels, Eine Biographie (Berlín, 1920), vol. 1, pp. 40, 108.
45. Véase H. Dietzel, Rodbertus (1888), vol. 1, p. 5, vol. 2, pp. 40, 44, 51, 66. 132 y ss., 184-89;
C. Andler, Les origines du socialisme d’etat en Allemagne (París, 1897), pp. 107, 111; C. Gide y C.
Rist, Histoire des doctrines économiques (París, 1909), pp. 481, 484, 488, 490; F. Muckle, Die Grossen
Sozialisten (Leipzig, 1920), vol. 2, p. 77; W. Eucken, «Zur Würdigung Saint-Simons», Jahrbuch für
Volkswirtschaft und Gesetzgebung, vol. 45 (1921) , p. 1052. Las objeciones recientemente formu-
ladas contra esta dependencia por E. Thier (Rodbertus, Lassalle, Adolf Wagner, Zur Geschichte des
deutschen Staatssozialismus [Jena, 1930], pp. 15-16) parecen basarse en un conocimiento inadecua-
do de los escritos sansimonianos.
46. Véase F. Mehring, Geschichte der deutschen Sozialdemokratie, 4.ª ed., (1909), vol. 2, p. 180.
[El socialista alemán Wilhelm Liebknecht (1826-1900) fue, junto con August Bebel, fundador del Par-
tido Socialdemócrata de los Trabajadores de Alemania. – Ed.].
47. Véase Andler, op. cit., p. 101. [El socialista de Estado alemán Ferdinand Lassalle (1825-1864)
fue el fundador de la Asociación General de Trabajadores Alemanes y, durante un tiempo, rival de Karl
Marx. El historiador y pensador socialista francés Louis Blanc (1811-1882) trazó los principios de su
sistema en su ensayo de 1839, «The Organisation of Labour», en el que adelantó el principio «de cada
uno según su facultad, a cada uno según sus necesidades»; también defendió la formación de «talle-
res nacionales», cooperativas de producción que acabarían sustituyendo al sistema de mercado compe-
titivo. – Ed.]. Otro caso singular y todavía completamente inexplorado de la influencia sansimoniana
en el pensamiento alemán parece haber sido el del economista Friedrich List. Hay pruebas al menos
de su directo contacto con los círculos sansimonianos. List pasó por París, que ya había visitado en
1823-24, a su regreso de América en diciembre de 1830. Durante su primera estancia había conocido
al redactor jefe de la Revue encyclopaedique, que durante su segunda visita cayó en manos de los
sansimonianos y a partir de agosto de 1831 fue editada por H. Carnot. List, como los sansimonianos,
se interesaba mucho por los proyectos ferroviarios, y todo intento de establecer contacto con perso-
nas que participaran del mismo interés tuvo que llevarle necesariamente a los sansimonanos. Sabemos
que List no tardó en conocer a Chevaler y que al menos trató de conocer también a d’Eichthal. (Véase
351
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Aún no hemos dicho nada acerca de las relaciones entre las teorías sansi-
monianas y las posteriores corrientes socialistas francesas. Pero este as-
pecto de su influencia es en general tan conocido que podemos limitarnos
a hacer algunas breves consideraciones. Entre los primeros socialistas fran-
ceses, el único que se mantuvo independiente de Saint-Simon fue, desde lue-
go, su contemporáneo Charles Fourier48 —que, junto con Robert Owen y
Saint-Simon— suele ser considerado como uno de los tres fundadores del
sus Schriften, Reden, Briefe, ed. Friedrich List Gesellsachaft, vol. 4, p. 8.) Dos de sus artículos sobre
ferrocarriles se publicaron en la Revue encyclopaedique. No he podido confirmar si el Globe, que
él cita en uno de estos artículos (pasaje que el nada sospechoso editor de los Schriften buscó, en
vano, en el inglés Globe and Traveller), no era, como parece mucho más probable, el periódico sansi-
moniano del mismo nombre. (Véase Schriften, vol. 5 [1928], pp. 62, 554.) Algunos años después,
List tradujo las Idées Napoléoniennes de Luis Napoleón, cuya tendencia sansimoniana tendremos
ocasión de destacar. Sabemos ahora que él escribió la primera versión de su obra principal, el
National System der Politischen Ökonomie, durante una tercera y mucho más larga estancia en
París en los años treinta, para concurrir a un premio, y que en dicho ensayo se sintió en la obliga-
ción de defenderse contra toda sospecha de «sansimonismo» en el sentido de comunismo, que era
el sentido que entonces solía atribuírsele (Schriften, vol. 4, p. 294). No hay duda de que toda apre-
ciable semejanza con las ideas sansimonianas que encontramos en su obra posterior derivan de este
ensayo. Y estas semejanzas no faltan. En particular, la concepción de List de «leyes naturales del
desarrollo histórico» parecen tener un origen sansimoniano; según esta concepción, la evolución
social pasa necesariamente a través de determinados estadios, idea pronto aceptada por la Escuela
histórica alemana de economía. Prueba evidente de la influencia francesa sobre List son sus decla-
maciones contra la «ideología».
J. Plenge, Stammformen der vergleichenden Wirtschaftstheorie (Essen, 1919), p. 15, ha demos-
trado el origen sansimoniano de las ideas del otro autor alemán, B. Hildebrand, del que los econo-
mistas de la escuela histórica alemana toman su interés por el descubrimiento de determinados esta-
dios del desarrollo económico. [En esta extensa nota, Hayek hace referencia al periodista y autor Friedrich
List (1789-1846), quien propuso su «sistema nacional de economía política» como alternativa a la
«doctrina cosmopolita» de Adam Smith. También hace referencia a Bruno Hildebrand (1812-1878),
miembro de la nueva escuela histórica alemana de economía, y fundador en 1863 de la revista
Jahrbücher für Nationalökonomie und Statistik. – Ed.].
48. Véase H. Louvancour, De Henri Saint-Simon à Charles Fourier (Chartres, 113), y H. Bourgin,
Fourier: Contribution à l’étude du socialisme français (1905), esp. pp. 415 y ss. [Para más información
sobre Fourier, véase el capítulo 11, nota 45. – Ed.].
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49. [El galés reformista social y propietario de una fábrica textil Robert Owen (1771-1858), quien
creía que el carácter estaba formado según el ambiente social de cada uno, estableció un modelo de
comunidad en New Lanark, Escocia, con mejores viviendas y condiciones de trabajo para sus emple-
ados. New Harmony, en Indiana, era una de las numerosas cooperativas de Owen que se formaron,
pero ninguna cosechó un gran éxito. Más tarde, Owen también desempeñó un papel en la formación
del movimiento sindical inglés. – Ed.].
50. Véase M. Dommanget, Victor Condisérant, sa vie, son oeuvre (París, 1929). [Para más infor-
mación sobre Considérant, véase cap. 11, nota 45. Transon y Lechevalier fueron mencionados en el
cap. 14, nota 16 y las lecciones de Transon en el cap. 14, nota 24. – Ed.].
51. [Para más información sobre Pierre Leroux, véase el capítulo 14, nota 57; sobre Étienne
Caber y Constantin Pecqueur, véase el capítulo 14, nota 62. Philippe Buchez (1796-1865), cofunda-
dor de la Charbonnerie junto con Bazard, fue otro sansimoniano que dejó el grupo tras el abandono
de Enfantin. Más tarde, defendió el socialismo cristiano en su revista L’Européen, y, junto con Pierre
Celéstin Roux-Lavergne, editó en cuarenta volúmenes la historia parlamentaria de la Revolución fran-
cesa. – Ed.].
353
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
VI
Aunque puede haber cierto peligro de que se nos acuse de exagerar indebida-
mente la importancia de este pequeño grupo de hombres, en realidad aún no
hemos indagado su influencia en toda su amplitud. El hecho de haber inspi-
rado prácticamente a todos los movimientos socialistas53 durante los últimos
52. Sobre los elementos sansimonianos en la doctrina de Proudhon, véase en especial K. Diehl,
Proudhon (1888-96), vol. 3, pp. 159, 176, 280. [El impresor y anarquista francés Pierre-Joseph
Proudhon (1809-1865) respondió a la pregunta que había formulado el título de su obra más famo-
sa, ¿Qué es la propiedad? (1840) con «la propiedad es un robo». A pesar de que en la obra de Diehl
se hace referencia en bastantes partes a Saint-Simon, incluido el capítulo sobre la filosofía social de
Proudhon, la página que proporciona Hayek para comprobar esta referencia no coincide. – Ed.].
53. Pudo haber también una influencia directa sobre el primitivo socialismo inglés. Al menos
una de las cartas de T. Hodgkin, escrita en 1820, poco después de su regreso de Francia, muestra claras
trazas de influencia de las ideas sansimonianas. Véase E. Halévy, Thomas Hodgkin (París, 1903), pp.
58-59. Debo esta referencia al Dr. W. Stark. [Thomas Hodgskin (1787-1869), oficial de marina, perio-
dista y conferenciante inglés, usó la teoría del valor del trabajo de Ricardo para criticar la apropia-
ción por parte de los capitalistas del valor producido por los trabajadores en Labour Defended against
the Claims of Capital (1825). Como Karl Marx citaba con frecuencia este panfleto, a Hodgskin se le
solía considerar un socialista ricardiano. Sin embargo, en otras obras defendía el libre comercio y criti-
caba la intervención del Estado, lo que llevaba a algunos a identificarlo como un anarquista indivi-
dualista. Véase George Smith, «Thomas Hodgskin (1787-1869)», en The Encyclopedia of Libertarianism,
ed. Ronald Hamowy (Thousand Oaks, CA: SAGE, 2008), pp. 227-228. Werner Stark (1909-1985),
historiador del pensamiento económico, menciona algunas de las deudas de Hodgskin para con Saint-
Simon en su obra «The End of Classical Economics, or Liberalism and Socialism at the Crossroads»,
en The Ideal Foundations of Economic Thought: Three Essays on the Philosophy of Economics (Lon-
dres: Kegan Paul, Trench, Trübner and Co., 1943), pp. 61, 80. – Ed.].
354
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
54. Mazzini estuvo en los años entre 1830 y 1835, particularmente durante su exilio en Francia,
en estrecho contacto con los sansimonianos P. Leroux y J. Reynaud, lo cual se refleja en su obra. Sobre
el particular, véase G. Salvemini, Mazzini (en G. d’Acandia, La Giovane Europa) (Roma 1915),
passim; O. Vossler, Mazzini’s politisches Denken und Wollen, supl. n.º 11, Historische Zeitung (Mu-
nich, 1927), pp. 42-52; y B. Croce, History of Europe, pp. 118, 142. Sobre la posterior actitud crítica
de Mazzini respecto al sansimonismo, véase su «Thoughts on Democracy», en Joseph Mazzini, A
Memoir by E.A. V[enturi] (Londres, 1875), esp. pp. 205-17. [El nacionalista y revolucionario italiano
a jornada completa, Giuseppe Mazzini (1805-1872), era miembro de los Carbonarios, fundador en
exilio en Marsella de Italia Joven (un movimiento que ayudó a que surgieran grupos similares en
Alemania y Polonia) y líder del movimiento Risorgimento, cuyo fin era conseguir una Italia inde-
pendiente y unificada. – Ed.].
55. Véase G. Weill, «Le Saint-Simonisme hors de France», Revue d’histoire économique et
sociale 9 (1921): 109, y O. Vossler, op. cit., p. 44. [El autor y dramaturgo italiano Silvio Pellico (1788-
1854) pasó la mayor parte de la década de 1820 en prisión, bajo sospecha de haber sido miembro de
los Carbonarios. Se dice que el diario que escribió durante su encarcelamiento, Le mie Prigioni (Mis
prisiones), causó mucho más daño a la causa de la dominación austriaca de Italia que cualquier vic-
toria en el campo de batalla. Vincenzo Gioberty (1801-1852) fue un nacionalista, aventurero y revo-
lucionario italiano que entabló una larga lucha para expulsar a los extranjeros de Italia, que estaría
unida bajo un solo gobierno. Su mayor éxito fue la liberación de Sicilia y Nápoles con sus «mil cami-
sas rojas» en 1860. – Ed.].
56. Véase N. Mehlin [Melin], «Auguste Strindberg», Revue de Paris, vol. 16 [19], 1912, p. 857.
[La mayoría de las obras del dramaturgo, novelista y poeta sueco, Johan August Strindberg (1849-
1912) eran tragedias que se centraban en dificultar los papeles de género en la institución del matri-
monio en la sociedad burguesa. – Ed.].
57. Véase A. Herzen, Le monde Russe et la révolution (París, 1860-62), vol. 6, pp. 95 y ss. [El
debate sobre el sansimonismo se encuentra en el primer volumen, capítulo 6, pp. 235-241 de las memo-
rias, de tres volúmenes, del escritor político y activista ruso Alexander Herzen (1812-1870). En el
capítulo 6 trata sus días de universidad, y en la p. 238 escribió: «Le saint-simonisme forma le fond
355
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
de nos croyances, et il en compose toujours la partie essentielle»; que se traduce como: «El sansimo-
nismo ha proporcionado la base de nuestras creencias, y siempre ha compuesto su parte esencial».
Herzen, exiliado durante un tiempo en el campo debido a sus opiniones antizaristas, huyó a París
cuando estalló la Revolución de 1848, pero pronto se vio castigado por el resultado. Una vez se mudó
a Londres, en las décadas de 1850 y 1860 estableció la Free Russian Press (dedicada a imprimir y en-
viar a Rusia las obras rusas censuradas), la revista literaria Polar Star y la revista Bell, que propor-
cionaba críticas políticas contra el zar, la burocracia rusa y otras instituciones sociales, tales como la
servidumbre. – Ed.].
58. Véase G. Weill, op. cit., y J.F. Normano, «Saint-Simonian America», Social Forces 9 [11] (octu-
bre de 1932).
59. Véase Ernest Solvay, A propos de Saint-Simonisme (Principes libérosocialistes d’action sociale).
Projet de lettre au journal Le peuple, 1903 (impreso en 1916). Véase P. Héger y C. Lefebvre, Vie d’Ernest
Solvay (Bruselas, 1929), pp. 77, 150. [La primera entrada más bien oscura en esta nota está extraída
de una lista de las publicaciones de Solvay en el libro de Héger y Lefebure. Ellos afirman que la carta
nunca se envió a Le Peuple, pero que su texto sí que se publicó en marzo de 1916. Para más detalles
sobre Solvay, véase el capítulo 5, nota 12. – Ed.].
60. El Producteur de posguerra se publicó en París a partir de 1919 por un grupo integrado por
G. Darquet, G. Gros, H. Clouard, M. Leroy y F. Delaisi. Sobre este véase M. Bourbonnais, Les Néo-
Saint-Simoniens et la vie sociale d’aujourd’hui (París, 1923).
61. Véase también G.J. Gignoux, «L’industrialisme de Saint-Simon à Walter Rathenau», Revue
d’histoire des doctrines économiques et sociales (1923), y G. Salomon, «Die Saint-Simonisten»,
Zeitschrift für die gesamte Staatswissenschaft 82 (1927): 550-76. Sobre la influencia de las ideas
sansimonianas sobre la concepción de las teorías corporativistas del fascismo, véase Hans Reupke,
Unternehmer und Arbeiter in der faschistischen Wirtschaftsidee (Berlín 1931), pp. 14, 18, 22, 29-30,
40.
356
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
62. [Para más información sobre los hermanos Pereire, véase el capítulo 14, nota 15. – Ed.].
63. Véase Johann Plenge, Gründung und Geschichte des Crédit Mobilier (Tubinga, 1903), esp.
pp. 79 y ss., y el pasaje citado en p. 139 del Informe Anual del Crédit mobilier para 1854: «Cuando
nos interesamos por una rama de la industria, queremos ante todo promover su desarrollo no por la
vía de la competencia, sino por la vía de la asociación y la fusión, por el empleo más económico de
las energías y no por su oposición y su destrucción recíproca.»
No tenemos aquí espacio para discutir las teorías sansimonianas sobre el crédito en manos de los
Pereire y tenemos que referirnos a este respecto a J.B. Vergeot, Le crédit comme stimulant et régula-
teur de l’industrie, la conception Saint-Simonienne, ses réalisations, etc. (París, 1918), y K. Moldenhauer,
Kreditpolitik und Gesellschaftsreform (Jena, 1932). Pero acaso debamos mencionar que los Pereire,
tras adquirir la Banque de Savoy con su privilegio de emisión de billetes, a fin de poder aplicar sus
teorías, se convirtieron en ardientes defensores de la «banca libre», motivando la gran controversia
357
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
entre las escuelas de la «banca libre» y la «banca central» que causó furor en Francia en y después de
1864. Sobre esto, V.C. Smith, The Rationale of Central Banking (Londres, 1936), pp. 33 y ss.
64. Véase J. Hansen, G. v. Mevisen (Berlín, 1906), vol. 1, pp. 60, 606, 644-46, 655, y W. Daebritz,
Gründung und Anfänge der Discontogesellschaft Berlin (Munich, 1931), pp. 34-36. [Los financieros
alemanes Gustav von Mevissen (1815-1899) y Abraham Oppenheim (1804-1878) eran socios en el
Darmstädter National Bank, sobre el que Rondo Cameron escribió lo siguiente: «La inspiración, la
idea, la mayoría del capital y una gran parte de la experiencia práctica tanto en la promoción como
en la organización de sus operaciones surgen del Crédit Mobilier». Véase Rondo Cameron, France
and the Economic Development of Europe: 1800-1914 (Princeton: Princeton University Press, 1961),
pp. 150-151. – Ed.].
65. Véase H.M. Hirschfeld, «Le Saint-Simonisme dans les Pays-Bas: Le Crédit mobilier Néer-
landais», Revue d’economie politique (1923), pp. 364-74.
66. Véase F.G. Steiner, Die Entwicklung des Mobilbankwesens in Österreich von den Anfängen
bis zur Krise von 1873 (Viena, 1913), pp. 38-78.
67. Véase H.M. Hirschfeld, «Der Crédit Mobilier Gedanke mit besondere Berücksichtigung
seines Einflusses in den Niederlanden», Zeitschrift für Volkswirtschaft und Sozialpolitik, s.f. vol. 3
(1923): 438-65.
68. Véase G.v. Schulze-Gaevernitz, Die deutsche Kreditbank (Grundriss der Sozialökonomik V/2)
1915), p. 146.
69. Véase M. Wallon, Les Saint-Simoniens et les chemins de fer (París, 1908), y H.R. D’Allemagne,
Prosper Enfantin et les grandes entreprises du XIX siècle (París, 1935).
70. Véase Vues politiques et pratiques sur les travaux publiques en France, publicado en 1832
por cuatro ingenieros sansimonianos, G. Lamé, B.P.E. Clapeyron, y S. y E. Flachat.
358
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
71. [El politécnico Paulin Talabot (1799-1885) fue dueño de una fundición y magnate del ferro-
carril. Además de dirigir numerosos proyectos ingenieros y ferroviarios en el sur de Francia, propor-
cionó los planes para desarrollar las instalaciones del puerto de Trieste; también participó en la cons-
trucción del ferrocarril Lombard-Venecia y en el de Italia central. – Ed.].
72. Citado en G. Pinet, Ecrivains et penseurs polytechniciens (París, 1887), p. 165.
73. [Para más información sobre Chevalier, véase el capítulo 14, nota 17; sobre los hermanos
Pereire, véase el capítulo 14, nota 15. – Ed.].
74. Véase C. Pecqueur, Economie sociale: des intérêts du commerce, de l’industrie et de l’agri-
culture, et de la civilisation en général, sous l’influence des applications de la vapeur (París, 1838).
[Para más información sobre Pecqueur, véase el capítulo 14, nota 62. – Ed.].
75. En particular, Jourdan, íntimo amigo de Enfantin, y Guérault [Guéroult]. Sobre el último,
véase Sainte-Beuve, Nouveaux Lundis, 4; y sobre la relación del propio Saint-Beuve con el sansimonis-
mo, M. Leroy, «Le Saint-Simonisme de Sainte-Beuve», Zeitschrift für Sozialwissenschaft 7 (1938): 132-
47. [Hayek se refiere a los periodistas franceses Louis Jourdan (1810-1881), quien colaboró con Enfantin
en la creación de la revista L’Algerie, y Adolphe Guéroult (1810-1872), quien escribió artículos para
359
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Le Globe y, más tarde, se convirtió en el fundador del periódico político L’Opinion nationale. Jourdan
era, en realidad, un «amigo íntimo»; Enfantin era el padre de un hijo de la mujer de Jourdan. Jourdan
y su mujer criaron al niño, y lo llamaron Prosper, por Enfantin. El crítico literario Charles-Augustin
Sainte-Beuve (1804-1869) también escribió para Le Globe tanto en sus días de liberal como tras su
conversión al sansimonismo con Leroux, aunque más adelante negó cualquier tipo de influencia sansi-
moniana. Hayek hace referencia a su reseña de la obra de Guéroult, Études de politique et de philosophie
religeuse (1863). – Ed.].
76. Véase A. Guerard, Napoleon III (Cambridge, Mass.: Harvard Universty Press, 1943), p. 215,
donde se califica esta descripción de Napoleón III de «particularmente esmerada»; y H.N. Boon, Rêve
et réalité dans l’oeuvre économique et sociale (La Haya, 1936).
77. Des Idées Napoléoniennes (1839), L’idée Napoléonienne (1840), y De l’extinction du paupé-
risme (1844).
78. Sobre toda esta fase de sus actividades, véase G. Weill, «Les Saint-Simoniens sous Napoleon
III», Revue des études Napoleoniennes (mayo de 1931 [1913]): 391-406.
79. Véase E. Halévy, «La doctrine économique Saint-Simonienne», en L’ere des tyrannies (París,
1938), p. 91. [Véase Halévy, The Era of Tyrannies, p. 101. – Ed.].
80. Véase L. Brentano, «Die gewerbliche Arbeitsfrage», en Schonberg, Handbuch der politischen
Ökonomie (1882), pp. 935 y ss.
360
L A I N F L U E N C I A S A N S I M O N I A NA
dispersado; pero estas encontraron por doquier el terreno adecuado para ger-
minar y crecer una tras otra.» Y en la enumeración que hace de los diferen-
tes movimientos que de este modo fueron fecundados, hallamos por prime-
ra vez el término «socialismo científico»81 aplicado a la obra de Saint-Simon,
que «consagró toda su vida a la búsqueda de la nueva ciencia».
81. K. Grün, Die soziale Bewegung in Frankreich und Belgien (1845), p. 182 [82]. Es interesante
comparar esta afirmación con una nota manuscrita de Lord Acton (Cambridge, University Library,
Acton 5487), en la que, a propósito de Bazard, dice Acton: «Un sistema es algo cerrado en sí mismo.
Son los fragmentos aislados de su disolución los que fructifican.» Véase también J.S. Mill, Principles
of Political Economy, 2.ª ed. (1849), vol. 1, p. 250: el sansimonismo, «durante los pocos años de su
vigencia pública, ha esparcido las semillas de casi todas las tendencias socialistas que desde entonces
se han venido difundiendo ampliamente en Francia»; y W. Roscher, Geschichte der Nationalökonomik
in Deutschland (1874), p. 845: «No puede negarse que estos escritores (Bazard, Enfantin, Comte,
Considérant), en lo que respecta a su influencia práctica sobre su tiempo, no pueden compararse en
modo alguno con los representantes socialistas actuales, los cuales por lo demás son con mucho in-
feriores a ellos también en el plano científico. En la literatura socialista más reciente son más bien es-
casas las ideas importantes que no hayan sido ya enunciadas por los franceses, y por añadidura en una
forma mucho más aguda y adecuada.»
361
16
SOCIOLOGÍA:
COMTE Y SUS SUCESORES
Ocho años después del primer Système de politique positive1 empezó a pu-
blicarse la obra de Comte a la que principalmente debe su fama. El Cours
de philosophie positive, versión literaria de la serie de lecciones que empezó
a impartir en 1826 y que luego, tras su recuperación de la enfermedad men-
tal, reanudó en 1829, ocupa seis volúmenes, que aparecieron entre 1830 y
1842.2 Al dedicar los mejores años de su madurez a esta labor teórica, Comte
1. Publicado originariamente en 1822 bajo el título Plan des travaux nécessaires pour réorga-
niser la société y publicado posteriormente, en 1824, con el título indicado en el texto. [Comte reim-
primió su ensayo de 1822 en un apéndice al cuarto volumen de Système de politique positive. Para
leer la traducción al inglés, véase «Plan of the Scientific Operations Necessary for Reorganising Society»,
en Auguste Comte, System of Positive Polity, traducido por John Henry Bridges, Frederic Harrison,
Edward Spencer Beesly, Richard Congreve y Henry Dix Hutton (Londres: Longmans, Green, and Co.,
1875-1877; reimpresión, Nueva York: Burt Franklin, 1968), vol. 4, pp. 527-589. – Ed.].
2. Para las referencias al Cours hemos seguido la paginación de la segunda edición, editada por
Littré (París, 1864), idéntica a la de la tercera y cuarta ediciones, pero no a la de la primera y la quinta.
Las citas en inglés las he tomado, cuando ha sido posible, de la admirable versión condensada inglesa
de Miss Martineau (The Positive Philosophy of Auguste Comte, freely translated and condensed by
Harriet Martineau, 3.ª ed., 2 vols. [Londres 1893]). Para las referencias a esta edición emplearé las
iniciales PP, para distinguirla de la original francesa, citada como Cours.
Aunque la coincidencia exacta de las fechas sea meramente incidental, conviene sin embargo se-
ñalar que el año 1842, en el que se publicó el volumen final del Cours y que, por consiguiente, para
nosotros cierra la «fase francesa» de la corriente de pensamiento de que aquí nos hemos ocupado, es
también el año en el que mejor que en ningún otro puede fecharse el arranque de la «fase alemana»
de la misma corriente, de la que esperamos poder ocuparnos en otra ocasión. En 1842 se publicaron
el libro Sozialismus und Komunismus in heutige Frankreich de Lorenz von Stein y la primera obra
362
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
de Rodbertus Zur Erkenntnis unserer staatswirtsachaftlichen Zustände, mientras Marx enviaba sus
primeros ensayos al editor. El año anterior había publicado Friedrich List su Nationale System der
Politischen Ökonomie, y Ludwig Feuerbach su Wesen des Christentums. El siguiente año apareció
Grundriss zu Vorlesungen über die Staatswirtschaft nach historischer Methode de W. Roscher. El
especial significado de esta fecha en la historia intelectual alemana lo expone muy bien H. Freund
en Soziologie und Sozialismus: Ein Beitrag zur Geschichte der deutschen Sozialtheorie um 1842
(Würzburg 1934).
3. Cours, vol. 2, p. 438.
4. [Esta parte fue trazada por Comte en el ensayo de 1822 que Hayek menciona anteriormente.
Véase «Plan of the Scientific Operations Necessary for Reorganising Society», p. 550, donde Comte
promete «una exposición general de la acción colectiva que todos los hombres civilizados, en el actual
estado de su conocimiento, pueden ejercer sobre la naturaleza para así modificarla en su propio bene-
ficio». – Ed.].
363
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
5. La idea de la unidad esencial del pensamiento de Comte, que siempre tuvo sus defensores,
desde las investigaciones de G. Dumas (Psychologie de deux messies positivistes [París, 1905]) ha
sido aceptada por prácticamente todos los autores franceses que se ocupan de estos problemas. Sobre
el tema véase la reseña de H. Gouhier en La jeunesse d’Auguste Comte, vol. 1 (París, 1933), pp. 18-
29, y las dos obras de P. Dicassé, Méthode et intuition chez Auguste Comte y Essai sur l’origine intui-
tive du positivisme (ambas París, 1939).
6. Véase la interesante declaración de H.G. Wells en su Experiment in Autobiography (Londres
1934), p. 658: «Probablemente soy injusto con Comte y debo de mala gana reconocerle una especie
de prioridad en la formulación de la moderna concepción del mundo. Pero hacia él, lo mismo que hacia
Marx, siento una auténtica antipatía personal.» [Para más información sobre Wells, véase el capítulo
10, nota 7. – Ed.].
364
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
II
Toda la filosofía de Comte descansa, desde luego, en la célebre ley de los tres
estadios que ya encontramos en sus primeros ensayos. Esta ley es la que de-
termina toda su tarea: las ciencias más simples, como la física, la química y
la biología, han alcanzado ya el estadio positivo, y a Comte le estaba reser-
vado hacer lo mismo con la ciencia suprema de la humanidad, y de este modo
llevar a su culminación el desarrollo de la mente humana. La insistencia con
que el propio Comte y más aún sus intérpretes subrayaron los tres estadios
diferentes puede fácilmente inducir a engaño. En efecto, el contraste funda-
mental es el que existe entre, por una parte, los estadios teológico y metafí-
sico (este último no es más que una «modificación»7 del primero) y, por otra,
el estadio positivo. El verdadero problema es la continua y gradual emanci-
pación de la interpretación antropomórfica de todos los fenómenos8 que las
distintas ciencias consiguen completamente solo cuando alcanzan el estadio
positivo. El estadio metafísico no es sino la fase de disolución del estadio teo-
lógico, la fase crítica en que el hombre ha abandonado la visión burdamente
personalista, que ve espíritus y deidades por doquier, pero se ha limitado a
sustituirlos por entidades o esencias abstractas que tan escaso espacio tienen
en una concepción verdaderamente positiva de la ciencia. En la fase positiva
7. Véase Cours, vol. 1, p. 9.: «El estado metafísico, que en el fondo no es más que una simple mo-
dificación general del primero.» Véase también vol. 4, p. 213.
8. L. Lévy Brühl, La philosophie d’Auguste Comte, 4.ª ed. (París, 1921), p. 42, y Cours, vol. 5, p. 25.
365
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
366
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
367
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
III
16. Véase L. Grunicke, Der Begriff der Tatsache in der positivistischen Philosophie des 19.
Jahrhunderts (Halle, 1930).
17. Cours, vol. 6, pp. 402-3; véase también vol. 1, pp. 30-32: «Al identificarse, en este caso, el
órgano observado y el órgano que observa, ¿cómo podría producirse la observación?» y vol. 3, pp.
538-41. PP, vol. 2, p. 385, y vol. 1, pp. 9-10, 381-82.
18. Cours, vol. 1, p. 30.
368
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
369
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
observado, sino que admite también, a todos los efectos, que nuestro cono-
cimiento del hombre, que tenemos solo porque también nosotros somos
hombres y pensamos como otros hombres, es una condición indispensable
de nuestra interpretación de los fenómenos sociales. Solo puede significar
esto, cuando subraya que al tratar de vida «animal» (como distinta de la vida
meramente vegetativa, es decir de aquellos fenómenos que solo se manifies-
tan en la parte superior de la escala zoológica),23 la investigación no puede
prosperar, a menos que comencemos por «la consideración del hombre, el úni-
co ser en el que este tipo de fenómenos pueden ser directamente inteligibles».24
IV
370
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
que cada una de estas ciencias fundamentales se «basa» en las que la prece-
den en el orden jerárquico, en el sentido de que se sirven de los resultados
de las ciencias precedentes, además de otros elementos nuevos que le son
propios, «complemento indispensable de la ley de estos tres estadios» es que
las diferentes ciencias solo puedan alcanzar el estadio positivo sucesivamente
en este «orden invariable y necesario».27 Pero como la última de estas cien-
cias tiene por objeto el desarrollo de la mente humana, y por tanto, de un
modo particular, el desenvolvimiento de la ciencia en cuanto tal, la misma
se convierte, una vez establecida, en la ciencia universal que tiende progre-
sivamente a absorber todo conocimiento en su sistema, aunque este ideal
nunca pueda alcanzarse de un modo completo.
Aquí solo nos interesa el significado de la afirmación de que la sociolo-
gía «se apoya» en los resultados de todas las demás ciencias y por lo tanto
solo puede formarse una vez que todas las demás han alcanzado el estadio
positivo. Esto nada tiene que ver con la indiscutible aseveración de que el
estudio biológico del hombre como uno de los organismos más complejos
tiene que servirse de los resultados de todas las demás ciencias naturales.
La sociología de Comte, como enseguida veremos, no trata del hombre como
entidad física sino de la evolución de la mente humana como manifesta-
ción del «organismo colectivo» que constituye humanidad en su conjunto.
Es el estudio de la organización de la sociedad y de las leyes de la evolución
de la mente humana que se supone requiere el uso de los resultados de to-
das las demás ciencias. Ahora bien, esto estaría justificado si Comte afir-
mara que el objetivo de la sociología (y aquella parte de la biología que, en
su sistema, substituye a la psicología individual) fuera explicar los fenóme-
nos mentales en términos físicos, esto es si pretendiera realmente cumplir
sus primitivos sueños de unificación de todas las ciencias sobre la base de
una única ley universal.28 Pero esto es algo que él abandonó expresamente.
Su esquema le lleva a afirmar que ninguno de los fenómenos pertenecien-
tes a las ciencias superiores de su jerarquía puede reducirse íntegramente
371
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
372
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
aparece primero y en su forma más pura,31 no cree sin embargo que puedan
aplicarse normalmente en las materias más complejas, ni siquiera en quími-
ca,32 y mira con desdén los intentos de aplicar la estadística a la biología,33
o el cálculo de probabilidades a los fenómenos sociales.34
Tampoco la observación, elemento común de todas las ciencias, debe reali-
zarse de la misma forma en todas ellas. A medida que las ciencias se hacen
más complejas, precisan de nuevos métodos de observación, al tiempo que
otros que son apropiados para fenómenos menos complejos dejan de ser apli-
cables. Así, mientras que en astronomía valen el método matemático y la
pura observación, en física y en química el experimento constituye una nueva
ayuda. Y dando un paso más, la biología ofrece el método comparativo y la
sociología, finalmente, el «método histórico», al tiempo que las matemáti-
cas y el experimento resultan a su vez inaplicables.35
Hay también otro aspecto de la jerarquía de las ciencias que debemos men-
cionar brevemente, dada su importancia para comprender los puntos que voy
a considerar. A medida que ascendemos en la escala de las ciencias, los fenó-
menos que tratan no solo se hacen más complejos, sino que también resultan
más susceptibles de modificación por la acción humana y al mismo tiempo
menos «perfectos» y más necesitados de mejora mediante el control humano.
Comte solo tiene desprecio para la gente que «admira la sabiduría de la natu-
raleza», y está convencido de que unos pocos ingenieros competentes para
crear organismos destinados a tareas particulares lo harían incomparable-
mente mejor que la propia naturaleza.36 Y lo mismo cabe decir del más com-
plejo, y por lo tanto el más imperfecto, de todos los fenómenos, la sociedad
humana. La paradoja de que el instrumento de la mente humana, que, según
su teoría, sería el más imperfecto de todos los fenómenos, tenga al mismo
tiempo el poder único de controlarse y perfeccionarse a sí mismo, no parece
inquietar a Comte lo más mínimo.
373
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Hay un aspecto en el que Comte no solo admite sino que incluso destaca
una diferencia en el método, no solo de la sociología, sino de todas las cien-
cias orgánicas, respecto al de las ciencias inorgánicas. Sin embargo, aunque
esta ruptura se produzca entre la química y la biología, la importancia de
esta «inversión» de procedimiento, como la llama el propio Comte, resulta
aún mayor respecto a la sociología, por lo que citaremos íntegramente el pa-
saje en el que él mismo la explica refiriéndose directamente al estudio de los
fenómenos sociales. Según él,
374
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
es fácil comprender por qué tiene que ser así, y Comte no ayuda lo más mí-
nimo en este aspecto.
Una posible justificación de esta concepción, que por primera vez se ofre-
ce a una mente moderna, desempeñó un papel bastante modesto en el pen-
samiento de Comte: la idea de que los fenómenos de masa pueden mostrar
ciertas regularidades estadísticas, mientras que los elementos que los com-
ponen no parecen seguir una ley reconocible.39 Esta idea, que Quetelet,40
contemporáneo de Comte, hizo familiar, no constituye ciertamente la base
de la argumentación comtiana. Es bastante dudoso, en efecto, que Comte co-
nociera la obra de Quetelet, a parte de la indignación que mostró por el uso
que este hizo, en el subtítulo de una obra que trataba de «mera estadísti-
ca»,41 de la expresión «física social», que Comte consideraba como propie-
dad intelectual suya. Pero, aunque parece haber sido así, indirectamente,
responsable del empleo de la nueva palabra sociología,42 en substitución de
la que Comte, todavía en el cuarto volumen del Cours, seguía llamando «fí-
sica social»,43 su idea central, aunque plenamente conforme a la lógica inter-
na de la concepción general comtiana y que tan importante papel habría de
desempeñar en la sociología científica posterior, no tuvo lugar en el sistema
de Comte.
La verdadera explicación acaso debamos encontrarla en la actitud gene-
ral de Comte de tratar todos los fenómenos de que se ocupa la ciencia como
«cosas» inmediatamente dadas y en su deseo de establecer una semejanza en-
tre la biología, que es ciencia que precede inmediatamente a la sociología en
su jerarquía positiva, y la ciencia del «organismo colectivo». Y como en biolo-
gía es indiscutible que los organismos son mejor conocidos que sus partes,
lo mismo debía afirmarse respecto a la sociología.
39. Hay una vaga referencia a este aspecto en Cours, vol. 4, pp. 270-71.
40. Véase infra, pp. 387-388.
41. Cours, vol. 4, p. 15, nota 1.
42. Defourny, La philosophie positiviste, Auguste Comte (París, 1902), p. 57.
43. La palabra sociologie se introduce en el Cours, vol. 4, p. 185; lois sociologiques aparecen algu-
nas páginas antes.
375
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
VI
376
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
46. Conviene señalar, pues no parece haberse indicado antes, que la distinción entre Gemeinschaft
y Gesellschaft, popularizada por el sociólogo alemán F. Tönnies, se halla ya en Comte, quien subraya
el hecho de que las «relaciones familares» no constituyen una asociación sino una unión» (Cours,
vol. 4, p. 419; PP, vol. 2, p. 116). [En Gemeinschaft und Gesellschaft (1887), Ferdinand Tönnies (1855-
1936) estableció un contraste entre la comunidad (Gemeinschaft), en la que se incluyen grupos or-
gánicos como la familia, la tribu o las órdenes religiosas, que se caracterizan por apoyar la tradición
y la solidaridad, y las metas del grupo, la sociedad (Gesellschaft), en la que se incluyen organizacio-
nes tales como clubes o agrupaciones en las que las relaciones son voluntarias, a menudo contractua-
les, y en la que los individuos fundamentalmente persiguen fines específicos y bien definidos. – Ed.].
47. La influencia de Smith se manifiesta de una forma clara y bastante sorprendente cuando Comte
pregunta: «¿Se puede concebir realmente, en el conjunto de los fenómenos naturales, un espectáculo
más maravilloso que esta convergencia regular y continua de una inmensidad de individuos, dotado
cada uno de una existencia plenamente distinta y, en cierto grado, independiente, y sin embargo todos
dispuestos sin cesar, a pesar de las diferencias más o menos discordantes de sus talentos y sobre todo
de sus caracteres, a concurrir espontáneamente, por una multitud de medios diversos, a un mismo
desarrollo general, sin que de ordinario estén concertados, y lo más frecuente sin que lo sepan la mayor
parte de ellos, que piensan que obedecen a sus impulsos personales?» (Cours, vol. 4, pp. 417-18).
48. Ibíd., p. 436; PP, vol. 2, p. 121.
49. Lettres d’Auguste Comte à M. Valat, 1815-1844 (París, 1870), pp. 138-39 (carta fechada el 8
de septiembre de 1824).
50. Cours, vol. 1, p. 51; vol. 2, p. 20; vol. 6, p. 618; Early Essays, p. 191.
377
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
51. Cours, vol. 5, p. 14; véase p. 188, donde se explica que «estas denominaciones de griego y de
romano no designan aquí esencialmente sociedades accidentales y particulares; se refieren sobre todo
a situaciones necesarias y generales, que solo podrían cualificarse abstractamente mediante locucio-
nes demasiado complicadas».
52. Ibíd., vol. 1, p. 65.
378
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
379
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
55. Esto era tal vez más cierto en el Continente, donde se sabía generalmente que las distintas
«sociedades sociológicas» estaban formadas casi exclusivamente por socialistas.
56. Cours, vol. 6, p. 670.
57. Ibíd., p. 671.
58. Véase infra, pp. 408-410.
[En el ensayo original de Economica de 1941, el párrafo continuaba a partir de este punto de la
siguiente manera: «Dado que el contraste entre los dos planteamientos, ambos definidos como “méto-
dos históricos”, se corresponde en muchos aspectos al contraste general entre el enfoque cientista o natu-
ralista para estudiar los fenómenos sociales y entre los métodos especiales desarrollados por las cien-
cias sociales, y dado que el uso del mismo término para dos puntos de vista tan diferentes ha dificultado
enormemente el conflicto, puede que no sea inapropiado dar fin a este debate sobre el método de Comte
con un breve resumen de las diferencias. Principalmente, el verdadero método histórico (puede que sea
mejor describirlo como “método genético”) quiere entender las situaciones históricas únicas como el
resultado de todas las circunstancias que han contribuido a su desarrollo, mediante cualquier tipo de
leyes de fenómenos sociales que conocemos en casi el mismo sentido en el que explicamos las peculia-
ridades de un individuo como el resultado final de muchos factores independientes. Queda fuera de lugar
transformar estas situaciones complejas en conjuntos que de por sí obedecen leyes diferentes. El otro
método, al que se suele hacer referencia cuando se alude a la “idea de evolución” o Entwicklungsgedanke
como una especie de conjuro, quiere tratar las situaciones históricas como una especie de género, como
ejemplos del mismo tipo de hecho, y cree que estos hechos pueden ser tratados como fenómenos de la
especie, que, según la máxima fundamental del positivismo, deben estar “sujetos a las leyes”».
En la última frase se había añadido una nota en la que se leía lo siguiente: «Sobre todos estos pro-
blemas relacionados con los dos tipos de “historismo”, véase el excelente artículo de Walter Eucken,
“Die Überwindung des Historismus”, Schmollers Jahrbuch, vol. 63 [62], 1938, pp. 191-214».
Tiene sentido que añadiera estas líneas, debido a su aclaración en la edición de 1952 sobre la dife-
rencia entre «historicismo» e «historismo» al principio del capítulo 7. – Ed.].
380
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
VII
59. Los «gramáticos son aún más absurdos que los lógicos» (Système de politique positive, vol.
2, pp. 250-51 [p. 255]).
60. R. Mauduit, Auguste Comte et la science économique (París, 1929), esp. pp. 48-49 [48-70].
Una réplica a fondo a las críticas dirigidas por Comte a la economía puede verse en el ensayo de J.E.
Cairnes «M. Comte and Politic Economy», Fortnightly Review (mayo de 1879); reimpreso en Essays
on Political Economy (1873) [reimpresión, Nueva York: Kelley, 1965], pp. 265-311.
61. Adam Smith, «The History of Astronomy». [Hayek no da edición; el lector moderno debe-
ría consultar el ensayo Essays on Philosophical Subjetcs, W.P.D. Wightman and J.C. Bryce, eds., vol.
3 de Works and Correspondence of Adam Smith, pp. 31-105. – Ed.].
62. Cours, vol. 4, p. 196.
381
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
382
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
VIII
383
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
las que el Cours conduce, precisamente porque están todavía libres de la fan-
tasiosa exageración de la obra posterior, manifiestan ya este aspecto en un
grado notable. Con la elaboración de la filosofía «definitiva»,77 esto es el posi-
tivismo, la doctrina crítica que caracterizó al anterior periodo de transición
culminó su misión histórica, y el dogma de la ilimitada libertad de concien-
cia que le acompañaba desaparece.78 Hacer posible la redacción del Cours era,
por decirlo así, la última función necesaria del «dogma revolucionario de la
investigación libre»,79 pero ahora que la obra está concluida, ese dogma ca-
rece ya de justificación. Ahora que todos los conocimientos se vuelven a uni-
ficar, como nunca lo habían estado desde que empezó la decadencia del esta-
dio teológico, la nueva tarea debe cifrarse en constituir un nuevo gobierno
intelectual en el que solo a los científicos competentes se les permita tomar
decisiones sobre las difíciles cuestiones sociales.80 Puesto que su acción esta-
rá guiada en todos sus aspectos por los dictados de la ciencia, no podrá decirse
que sea un gobierno arbitrario, sino que más bien la «verdadera libertad»,
que no es sino «la sumisión racional al predominio de las leyes de la natura-
leza»,81 incluso aumentará.
No nos interesan aquí los detalles de la organización social que impondrá
la ciencia positiva. Por lo que respecta a la actividad económica, se parece
mucho a los primeros planes sansimonianos, especialmente en lo que se
refiere al papel preeminente de los banqueros en la dirección de la activi-
dad industrial.82 Pero Comte disiente del socialismo extremista de los epí-
gonos sansimonianos. La propiedad privada no debe ser abolida; los ricos
se convierten en los «depositarios necesarios de los capitales públicos»83 y
la prosperidad cumple una función social.84 No es este el único punto en
que el sistema de Comte se asemeja más al posterior socialismo autorita-
rio que solemos asociar con Prusia que al socialismo tal como nosotros lo
384
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
85. Cours, vol. 6, p. 454; Système de politique positive, vol. 1, pp. 151, 361-66; vol. 2, p. 87.
86. Cours, vol. 6, pp. 482-85.
87. Ibíd., p. 484.
88. Ibíd., vol. 4, p. 437; PP, vol. 2, p. 122.
89. Esto se aplica particularmente a los escritos de O. Spengler y W. Sombart. [Para más informa-
ción sobre Spengler y Sombart, véase el capítulo 7, nota 15. – Ed.].
90. Cours, vol. 6, p. 590; Discours sur l’esprit positif [1844], Paris: Société positiviste internatio-
nal, 1914, p. 118.
91. Cours, vol. 4, p. 51.
385
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
IX
92. [El biólogo inglés Thomas Huxley (1825-1895), «el bulldog de Darwin», fue un defensor ade-
lantado y un apasionado de la teoría de la evolución de Darwin por selección natural. El apunte de
Huxley (que en su totalidad afirma lo siguiente: «Hasta donde me ha conducido por ahora mi estu-
dio de lo que caracteriza en especial a la filosofía positiva, he encontrado poco o ningún valor cientí-
fico; he encontrado muchos elementos tan completamente opuestos a la propia esencia de la ciencia
como lo sería cualquier cosa en el catolicismo ultramontano. De hecho, puede que, en la práctica, la
filosofía de Comte pueda describirse de forma condensada como catolicismo sin cristianismo») apare-
ció en su artículo «On the Physical Basis of Life», Fortnightly Review, vol. 5, febrero de 1869, p. 141.
Este apunte suscitó las críticas de Richard Congreve, destacado positivista inglés; Huxley, en respues-
ta, afirmó que preferiría «oponerse a reconocer cualquier cosa que, según Comte, se merezca el nom-
bre de “grandeza del hombre”, a no ser que se deba a su arrogancia, que es sin duda alguna sublime».
Todo un bulldog. Véase Thomas Huxley, «The Scientific Aspects of Positivism», Fortnightly Review,
vol. 5, junio de 1869, p. 656. – Ed.].
386
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
pasamos de un año a otro con la triste perspectiva de ver los mismos críme-
nes reproducidos en el mismo orden y exigiendo los mismos castigos en las
mismas proporciones. ¡Triste condición de la humanidad!… Podemos calcu-
lar con antelación cuántos individuos mancharán sus manos con la sangre
de sus semejantes, cuántos serán los falsificadores, cuántos los envenenado-
res y casi predecir el número de nacimientos y de defunciones. Hay un pre-
supuesto que pagamos con espantosa regularidad: el de prisiones, de conde-
nas y de patíbulos.95
93. La exposición más completa de la vida y obra de Quetelet es la de J. Lottin, Quetelet: statisti-
cien et sociologue (Lovaina y París, 1912).
94. Sobre la supuesta influencia de los sansimonianos en Quetelet, véase supra, p. 332, n. 64.
95. Tomo esta cita de H.M. Walker, Studies in the History of Statistical Method (Baltimore, 1919),
p. 40 [pp. 40-41].
387
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
matemáticas, que es una especie de centro hacia el que todas ellas conver-
gen. Podemos juzgar de la perfección a que ha llegado una ciencia por la mayor
o menor facilidad con que en ella se puede aplicar el cálculo.»96
Aunque Comte condenó esta concepción, en particular cualquier intento
de descubrir las leyes generales mediante la estadística, en general sus inten-
tos y los de Quetelet de descubrir las leyes naturales del desarrollo del géne-
ro humano en su conjunto, de extender a los fenómenos culturales la concep-
ción determinista de Laplace, y de hacer de los fenómenos de masa el único
objeto de la ciencia de la sociedad fueron suficientemente semejantes para
fomentar una gradual fusión de sus doctrinas.
En la misma categoría de esfuerzos contemporáneos con análogas ten-
dencias metodológicas debemos mencionar, al menos brevemente, la obra
de F. Le Play, politécnico y ex-sansimoniano, cuyos informes sociales descrip-
tivos fueron el modelo de muchas obras sociológicas posteriores. Aunque di-
fiera de Comte y de Quetelet en más aspectos de aquellos en que coincide,
contribuyó igual que ellos a la reacción contra el individualismo teórico, la
economía clásica y el liberalismo político, reforzando así los particulares es-
fuerzos de las influencias cientistas de las que aquí venimos ocupándonos.97
388
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
98. Mill, op. cit., p. 2. [En la versión de Obras completas, p. 263. – Ed.].
99. Para una exposición completa del positivismo inglés, véase R. Metz, A Hundred Years of British
Philosophy (Londres, 1936), pp. 171-234 [171-183], y J.E. McGee, A Crusade for Humanity - The History
of Organized Positivism in England (Londres, 1931). Sobre la influencia de Comte en Estados Unidos,
véase los dos estudios de R.L. Hawkins, Auguste Comte and the United States (1818-1853) (1936), y
Positivism in the United States (1853-1861) (1938) (ambos Harvard University Press).
100. [El filósofo, biógrafo, periodista y científico inglés George Henry Lewes (1817-1878)
expresó su deuda para con Comte en Comte’s Philosophy of the Sciences (1853), aunque en su artí-
culo «Auguste Comte» (una reseña sobre la obra de 1865 de J.S. Mill, Auguste Comte and Positivism),
Fortnightly Review, vol. 3, enero de 1866, p. 404, también se identificó como un «hereje reverente».
En sus escritos psicológicos se ve con más claridad su alejamiento de Comte, pues en ellos afirma que
la introspección es un método válido. George Eliot (1819-1880) era el seudónimo de Mary Ann (más
tarde Marian) Evans, una de las novelistas más conocidas de Inglaterra; entre sus obras se encuen-
tran El molino del Floss (1860), Silas Marner (1861) y Middelmarch (1871-1872). A pesar de que Lewes
estaba casado, él y Eliot, como pareja, vivieron juntos desde 1854 hasta la muerte de Lewes en 1878.
Para más información sobre Eliot y el positivismo, véase J.B. Bullen, «George Elliot’s Romola as a
Positivist Allegory», Review of English Studies, vol. 26, noviembre de 1975, pp. 425-435. – Ed.].
101. [Antes de pasarse al positivismo, la ensayista y novelista inglesa Harriet Martineau (1802-
1876) era conocida por su serie de múltiples volúmenes Illustrations of Political Economy (1832-1834)
que, mediante historias, fábulas y parábolas, ilustraba los principios económicos de autores como James
Mill, David Ricardo y Thomas Robert Malthus. El propio Comte respaldó la traducción que ella realizó
de su Cours. – Ed.].
389
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
102. [El historiador inglés Henry Thomas Buckle (1821-1862) afirmó haber aplicado el método
inductivo a la historia, lo que le permitió descubrir sus leyes universales. Atacó tanto la historia narra-
tiva como la de los individuos excepcionales, ya que defendía que la verdadera historia científica confi-
gura generalizaciones sobre los conglomerados sociales. Para muchos historiadores, sus argumentos
no eran persuasivos; sin embargo, los reformistas sociales interpretaron la obra de Buckle como una
crítica radical del antiguo orden. – Ed.].
103. La penetración del positivismo comtiano en Alemania por medio de autores ingleses es una
curiosa inversión del anterior proceso en el que el pensamiento inglés de los siglos XVII y XVIII se cono-
ció ampliamente en Alemania a través de escritores franceses, desde Montesquieu y Rousseau hasta
J.B. Say. Este hecho explica muy bien la creencia, muy difundida en Alemania, de que existe un contras-
te fundamental entre naturalismo «occidental» y pensamiento idealista alemán. En realidad, si de
contraste quiere hablarse, habría que referirse al muy superior existente entre pensamiento inglés
tal como está representado, digamos, por Locke, Mandeville, Hume, Smith, Burke, Bentham, y los
economistas clásicos, y, por otro lado, el pensamiento continental representado por los dos desarro-
llos paralelos y muy semejantes que de Montesquieu, a través de Turgot y Condorcet, llega a Saint-
Simon y Comte, y de Herder a través de Kant, Fichte, Schelling y Hegel, a los hegelianos posterio-
res. La escuela francesa de pensamiento, muy relacionada con el pensamiento inglés, la de Condillac
y los «ideólogos», había desaparecido ya en el periodo de que nos ocupamos.
104. [Para más información sobre Spencer, véase el prefacio, nota 21. El historiador irlandés
William Lecky (1838-1903) describió el surgimiento del pensamiento moderno en su obra History
of the Rise and Influence of the Spirit of Rationalism in Europe (1865). En History of European
Morals from Augustus to Charlemagne (1869) buscó mostrar los orígenes naturales de la creencia
religiosa y moral. – Ed.].
390
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
105. La infiltración del pensamiento positivista en las ciencias sociales en Alemania es algo que
no podemos tratar aquí. Entre sus representantes más influyentes se encuentran los dos fundadores
de la Völkerpsychologie, M. Lazarus y H. Steinthal (el primero importante por su influencia sobre
W. Dilthey), E. du Bois-Reymond (véase en particular su lección «Kulturgeschichte und Natur-
wissenschaft», 1877), y el círculo vienés de T. Gomperz y W. Scherer, luego W. Wundt, H. Vaihinger,
W. Ostwald y K. Lamprecht. Sobre este, véase E. Rothacker, Einleitung in die Geisteswissenschaften
(Tubinga, 1920), pp. 200-206 [200-209], 253 y ss.; C. Misch, Der junge Dilthey (Leipzig, 1908), pp.
699-716. Y sobre la influencia de algunos de los miembros de la joven escuela histórica alemana de
economía, véase en particular H. Waentig, Auguste Comte und seine Bedeutung für die Entwicklung
der Sozialwissenschaft (Leipzig, 1894). pp. 279 y ss. [Para más detalles sobre Lazarus y Steinthal, puede
que el lector inglés desee consultar Ivan Kalmar, «The Völkerpsychologie of Lazarus and Steinthal
and the Modern Concept of Culture», Journal of the History of Ideas, vol. 48, octubre-diciembre de
1987, pp. 671-690. – Ed.].
106. [El académico erudito francés Hippolyte-Adolphe Taine (1828-1893) quería aplicar el mé-
todo científico del positivismo a ámbitos tan diversos como la crítica literaria, la psicología y la histo-
ria cultural. Su argumento de que las ideas de los escritores son el resultado de la herencia, la época
histórica y el ambiente más inmediato al escritor influyó al movimiento naturalista en la literatura
francesa. Su contemporáneo, el historiador y académico bíblico Ernest Renan (1823-1892), causó un
gran escándalo cuando presentó su enfoque histórico, más que teórico, a su objeto de estudio en la
obra Life of Jesus (1863). – Ed.].
107. Véase S. Deploige, Le conflit de la morale et de la sociologie (Lovaina, 1911), esp. cap. 6 [4],
sobre la génesis del sistema de Durkheim. [Para más información sobre Alfred Victor Espinas, véa-
se el capítulo 3, nota 3. El sociólogo y psicólogo social francés Gabriel Tarde (1843-1904) afirmó, en
su obra Laws of Imitation (1890), que la invención es la fuente del progreso del hombre, y que la
imitación y la adaptación de las invenciones son un proceso continuo por el cual se revela la historia
391
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
social. El filósofo y antropólogo Lucien Lévy-Bruhl (1857-1939), autor de The Philosophy of Auguste
Comte (1903), adoptó el planteamiento de Comte al estudio de la moral en su obra Ethics and Moral
Science (1903). En general, se considera a Émile Durkheim (1858-1917) sucesor de Comte, pues des-
preciaba la metafísica, consideraba que las ciencias sociales debían buscar las leyes que gobiernan los
fenómenos más que las causas primeras y finales, y pregonaba una nueva ciencia política basada en
la «physique sociale». Durkheim aportó tales contribuciones (por ejemplo, al estudio del suicidio y
la religión primitiva) así como otras más teóricas y generales sobre la naturaleza de la sociología y
la realidad social que esta estudia. François Simiand (1873-1935) fue un historiador económico fran-
cés cuya obra contenía un fuerte carácter sociológico. Era miembro de la junta editorial de Année
sociologique, una revista fundada por Durkheim para promover el enfoque sociológico del estudio
de la sociedad. – Ed.].
108. Posiblemente habría que mencionar aquí la influencia directa de Comte sobre Charles Maurras.
[El influyente periodista y crítico francés Charles Maurras (1868-1952) descubrió el pensamiento de
Comte mientras estudiaba filosofía en París. – Ed.].
109. Véase W. Jaffé, Les théories économiques et sociales de T. Veblen (París, 1924), p. 35, y R.V.
Teggart, Thorstein Veblen: A Chapter in American Economic Thought (Berkeley, 1932), pp. 15, 43,
49-53. [Teggart, en su libro sobre Veblen, afirma que «a pesar de no haberlo anunciado como tal», su
ensayo de finales del siglo XIX, «The Preconceptions of Economic Science», era «un esfuerzo de de-
mostrar el “desarrollo” de la ciencia económica según la serie ideal de fases diseñadas por Comte»
(p. 49). El economista estadounidense Henry Carey (1793-1879) estaba a favor de los aranceles para
promover el desarrollo económico, y afirmó que el hecho de que los economistas clásicos hubieran lle-
gado a conclusiones políticas incorrectas se debía a su preocupación por el caso estático. – Ed.].
392
SOCIOLOGÍA: COMTE Y SUS SUCESORES
110. Véase F.S. Marvin, Comte, Modern Sociologists (Londres, 1936), p. 183. [Para más infor-
mación sobre Sir William J. Ashley y John Kells Ingram, véase el capítulo 7, nota 4; sobre Leonard
Trelawny Hobhouse, véase el capítulo 9, nota 3. – Ed.].
111. Véase E. Bernheim, Lehrbuch der historischen Methode, pp. 710 y ss. [El economista e histo-
riador cultural Karl Lamprecht (1856-1915), fundador de un instituto en Leipzig dedicado al estudio
del mundo comparativo y la historia cultural, fue un destacado miembro de un grupo de positivistas
de Leipzig que buscaba la unidad de la ciencia y promovía los modelos evolutivos de la psicología de
grupos y el desarrollo cultural. El filósofo experto en historia Kurt Breysig (1866-1940) buscaba esta-
blecer, mediante la investigación empírica, las leyes universales de la historia mundial. – Ed.].
112. [En el texto original en Economica, solo se menciona a Veblen, Hobhouse y Lamprecht como
ejemplos. – Ed.].
393
PARTE III
COMTE Y HEGEL*
395
17
COMTE Y HEGEL
En toda época los debates giran en torno a unos temas sobre los que disien-
ten las principales escuelas de pensamiento. Pero el clima general de una épo-
ca responde siempre al fondo común de ideas que esas mismas corrientes
comparten a pesar de su recíproca oposición. Estas ideas constituyen los pre-
supuestos implícitos de todo pensamiento, la plataforma común e incuestio-
nable sobre la que se basa todo el debate.
Cuando ya no compartimos los presupuestos implícitos de épocas pasa-
das, es relativamente fácil reconocerlos. Pero no ocurre así cuando estas ideas
constituyen el substrato de los modos de pensar de épocas más cercanas a
nosotros: en estos casos ni siquiera se es consciente de las ideas fundamen-
tales comunes a sistemas de pensamiento incluso opuestos, ideas que, por
esta razón, se han desarrollado sin llamar nuestra atención y han impuesto
su primacía sin que hayan sido sometidas a una crítica rigurosa. Esto puede
ser muy importante, porque, como destacó Bernard Bosanquet, «en el mundo
del pensamiento los extremos pueden juntarse tanto en el error como en la
verdad».1 Tales errores a veces se convierten en dogmas, simplemente por-
que son compartidos por distintas corrientes culturales que polemizan entre
sí sobre todas las demás cuestiones vitales, y pueden incluso seguir consti-
tuyendo los fundamentos del pensamiento incluso cuando ya se han olvida-
do las teorías que enfrentaban a los pensadores que nos las transmitieron en
herencia.
397
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
II
Sostener que en estas materias que nos ocupan se da una común influencia
de Hegel y de Comte parece ser hoy tan paradójico que debo apresurarme a
adelantar que no soy el primero en destacar la existencia de semejanzas en-
tre ellos. Podría ofrecer una larga lista (aunque solo me ocuparé de algunos
ejemplos particularmente relevantes) de historiadores de las ideas que han
insistido en esas semejanzas. Lo curioso es que estas observaciones se han
realizado una y otra vez con cierto aire de sorpresa y descubrimiento, y que
sus autores parecían siempre un tanto incómodos ante tanta temeridad y
398
COMTE Y HEGEL
2. Véase Hutchinson Stirling, «Why the Philosophy of History Ends with Hegel and Not
with Comte», en «Supplementary Note» a A. Schwegler, Handbook of the History of Philosophy;
y John Tulloch, en Edinburgh Review 260 (1868). E. Troeltsch, Der Historismus und seine Probleme
(Gesammelte Schriften III) (Tubinga, 1922), p. 24, se inclina a atribuir a la influencia de la dialéctica
hegeliana también la célebre ley comtiana de los tres estadios, si bien la misma se deriva de Turgot.
Véase también R. Levin, Der Geschichtsbegriff des Positivismus (Leipzig, 1935), p. 20.
3. Publicado originariamente en 1822 en H. de Saint-Simon, Catéchisme des industriels, como
Plan de las operaciones científicas necesarias para reorganizar la sociedad, y dos años después, en
forma separada, como Sistema de política positiva —«título realmente prematuro, pero que indica
muy bien el fin» de sus trabajos, como escribió Comte mucho después cuando recogió sus primeros
escritos en un apéndice a su Système de politique positive. Una traducción al inglés de este apéndice
por D.H. Hutton se publicó en 1911 bajo el título Early Essays in Social Philosophy en la New Universal
Library de Routledge, volumen del que aquí nos servimos. [Véase el análisis de Hayek en el capítulo
13, sección 4, y en el capítulo 16, sección 1. – Ed.].
399
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
por Comte en 1828 ante un auditorio cualificado.4 Así, pues, las ideas prin-
cipales de Comte fueron conocidas por el público a no más de un año de dis-
tancia de la publicación de la Filosofía del derecho de Hegel y no más de dos
años de la Encyclopaedie y, naturalmente, antes de la publicación póstuma de
la Filosofía de la historia, por no mencionar más que las principales obras de
Hegel que aquí nos interesan.5 En otras palabras, aunque Comte era veinti-
ocho años más joven que Hegel, muy bien podemos considerarlos contem-
poráneos a todos los efectos, por lo que estaría plenamente justificado reco-
nocer tanto la posibilidad de una influencia de Comte sobre Hegel como de
Hegel sobre Comte.
Según esto, salta a la vista el significado de este primer ejemplo, en mu-
chos aspectos el más notable, en que aparece la semejanza entre ambos pen-
sadores. En 1824, un joven alumno de Comte, Gustave d’Eichthal, fue a es-
tudiar a Alemania. En sus cartas a Comte no tardó en informarle con gran
entusiasmo del descubrimiento de Hegel.6 «Se da —escribe refiriéndose a
las lecciones de Hegel sobre filosofía de la historia— una maravillosa coin-
cidencia entre vuestras conclusiones, si bien los principios son diferentes, al
menos en apariencia.» Decía incluso que «la identidad de conclusiones se
produce también en los principios prácticos, ya que Hegel es un defensor de
los gobiernos, es decir enemigo de los liberales». Algunas semanas después,
d’Eichthal pudo informar de que había presentado a Hegel un ejemplar del
opúsculo de Comte y que él le manifestó su satisfacción y elogió vivamente
la primera parte, si bien manifestó ciertas dudas acerca del significado del mé-
todo de observación recomendado en la segunda parte. Y Comte, por su parte,
4. Sobre la biografía juvenil de Comte y su relación con Saint-Simon, véase la exhaustiva expo-
sición de H. Gouhier, La jeunesse d’Auguste Comte et la formation du positivisme, 3 vols. (París,
1933-40).
5. [Aquí Hayek hace referencia a tres obras de Hegel: Encyklopädie der philosophischen
Wissenschaften im Grundrisse (1817), Naturrecht und Staatswissenschaft im Grundrisse (1821) y
Vorlesungen über die Philosophie der Geschichte (1837). – Ed.].
6. Gustave d’Eichthal a Auguste Comte, 18 de noviembre de 1924, y 12 de enero de 1825. P. Lafitte
[Laffitte], «Matériaux pour servir à la biographie d’Auguste Comte: Corrrespondance, d’Auguste Comte
avec Gustave d’Eichthal», La Revue Occidentale, 2.ª ser., 12 (año 19, 1891), pt. 2, pp. 186 y ss. [Las
dos citas del texto son de la carta del 18 de noviembre, que puede encontrarse en la p. 259 del artí-
culo. – Ed.].
400
COMTE Y HEGEL
7. A. Comte, Lettres d’Auguste Comte à divers (París, 1905), vol. 2, p. 86 (11 de abril de 1825)
[6 de abril de 1825].
8. R. Flint, Philosophy of History in Europe (1874), vol, 1 [libro 1], pp. 262, 267, 281 [solo 262-
264].
9. J.T. Merz, History of European Thought (1914), vol. 4, pp. 186, 481 y ss., 501-3.
10. A. Fouillée, Le mouvement positiviste et la conception sociologique du monde (1896), pp.
268, 366.
11. E. Meyerson, L’explication dans les sciences (1921), vol. 2, pp. 122-38.
12. T. Wittaker [Whittaker], Reason: A Philosophical Essay with Historical Illustrations
(Cambridge, 1934), pp. 7-9.
13. Troeltsch, op. cit., p. 408.
14. E. Spranger, «Die Kulturzyklentheorie und das Problem des Kulturverfalles», Sitzungberichte
der Preussischen Akademie der Wissenschaften, Philosophisch-Historische Klasse (1926), pp. xlii y ss.
15. W. Ashley, Introduction to English History and Theory, 3.ª ed. (1914), vol. 1, pp. ix-x. A.W.
Benn, History of British Rationalism (1906), vol. 1, pp. 412, 449; vol. 2, p. 82. [A pesar de que Benn
menciona tanto a Comte como a Hegel en el vol. 2, p. 82, no hace referencia a sus similitudes, sino
a la recepción de sus ideas en Oxford. – Ed.]. E. Caird, The Social Philosophy and Religion of Comte,
2.ª ed. (1893), p. 51. M.R. Cohen, «Causation and Its Applications to History», Journal of the His-
tory of Ideas 3 (1942): 12. R. Eucken, «Zur Würdigung Comte’s und des Positivismus», en Philo-
sophische Aufsätze Eduard Zeller gewidmet (Leipzig, 1887), p. 67 [pp. 67-68], y también en Geistige
Strömungen der Gegenwart (1904), p. 164. K.R. Geijer, «Hegelianism och Positivism», Lands
Universitets Arsskrfit 18 (1883). G. Gourvitch [Gurvitch], L’idée du droit social (1932), pp. 271, 297.
H. Hoeffding, Der menschliche Gedanke (1911), p. 41 [pp. 121-122]. M. Mandelbaum, The Problem
of the Historical Knowledge (Nueva York, 1938), pp. 312 y ss. G. Mehlis, «Die Geschichtsphilosophie
Hegels und Comtes», Jahrbuch für Soziologie 3 (1927). J. Rambaud, Histoire des doctrines economi-
ques (1899), pp. 485, 542. E. Rothacker, Einleitung in die Geiteswissenschaften (1920), pp. 190, 287.
A. Salomon, «Tocqueville’s Philosophy of Freedom», Review of Politics 1 (1939): 400. M. Schinz,
Geschichte der französischen Philosophie (1914), vol. 1, p. 2. W. Windelband, Lehbuch der Geschichte
401
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
III
Pero más que la lista de estudiosos que se han ocupado de las semejanzas
entre ambos filósofos, tal vez sea significativa la larga serie de pensadores
sociales que en los últimos cien años han confirmado esta semejanza de ma-
nera distinta y más significativa. En realidad, más sorprendente aún que el
hecho de que se hayan pasado por alto las semejanzas entre ambas doctri-
nas originarias, es la escasa o ninguna atención que se ha prestado al sorpren-
dente número de autores de primer plano que han combinado en su propio
pensamiento ideas derivadas tanto de Hegel como de Comte. También en este
caso me limitaré a citar unos pocos nombres.17 Pero para comprender la gran
amplitud de esta influencia, bastará decir que la lista comprende nombres
como Karl Marx, Friedrich Engels, y probablemente Ludwig Feuerbach en
Alemania; Ernest Renan, Hippolyte Taine y Émile Durkheim en Francia; Giu-
seppe Mazzini en Italia —y probablemente habría que añadir Benedetto
Croce y John Dewey.18 Cuando más adelante tenga ocasión de mostrar cómo
der Philosophie, nueva ed. (1935), pp. 554 y ss. Solo cuando el presente ensayo estaba ya en manos
del impresor tuve conocimiento de un artículo de G. Salomon-Delatour, «Hegel ou Comte», en Revue
positive internationale 52 (1935) y 53 (1936).
16. F. Dittmann, «Die Geschichtsphilosophie Comtes und Hegels», Vierteljahrsschrift für
wissenschaftliche Philosophie und Soziologie 38 (1914), 39 (1915).
17. La lista adicional, que podría alargarse indefinidamente, comprendería, entre otros, a Eugen
Dühring, Arnold Ruge, P.J. Proudhon, V. Pareto, L.T. Hobhouse, E. Troeltsch, W. Dilthey, Karl Lamprecht
y Kurt Breysig.
18. [El filósofo idealista e historiador italiano Benedetto Croce (1866-1952) escribió un comen-
tario sobre Hegel titulado What Is Living and What Is Dead in the Philosophy of Hegel (1907). El
filósofo pragmático y reformista pedagógico estadounidense John Dewey (1859-1952) conoció el pen-
samiento de Hegel en la Universidad Johns Hopkins. Más tarde escribió que las ideas de Hegel habían
dejado «una huella permanente» en su pensamiento: «La forma y esquematización de su sistema ahora
me parece artificial en todos los niveles. Sin embargo, en el contenido de sus ideas suele haber una
extraordinaria profundidad; en muchos de sus análisis, sin su configuración dialéctica y mecánica,
402
COMTE Y HEGEL
una extraordinaria agudeza». Véase John Dewey, The Structure of Experience, ed. John J. McDermott,
vol. 1 de The Philosophy of John Dewey (Nueva York: G.P. Putnam’s Sons, 1973), p. 8. – Ed.].
19. Citado en K.R. Popper, The Open Society and Its Enemies (Londres, 1945), vol. 2, p. 25. [El
«mayor admirador inglés» de Hegel es el filósofo escocés James Hutchison Stirling (1820-1909), autor
de The Secret of Hegel (1865). A pesar de ser un libro influyente, para muchos era tan complejo como
el propio trabajo de Hegel, lo que llevó a un bromista a informar de que el secreto estaba bien guar-
dado. El pasaje de Stirling forma parte del epígrafe del capítulo 12 de la obra de Popper, Open Society,
que se titula «Hegel and the New Tribalism». – Ed.].
20. J.S. Mill a A. Bain, 4 de noviembre de 1867, The Letters of John Stuart Mill, ed. H.S.R. Elliot
(Londres, 1910), vol. 2, p. 93. [Véase The Later Letters of John Stuart Mill, 1849-1873, Francis Mineka
y Dwight Lindley, eds., vol. 16 (1972) de Collected Works of John Stuart Mill, p. 1324. Más tarde, en
una entrevista Hayek afirmó que la única razón por la que nunca completó el proyecto de «El abuso
de la razón» era que no podía soportar la idea de tener que trabajar con los escritos de Hegel y Marx,
a los que llamó «cosas horrorosas». Véase la introducción del editor a este volumen, p. 75. – Ed.].
403
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
IV
Hay un aspecto, sin embargo, que sus teorías del conocimiento tienen en
común y que debo mencionar aquí, tanto por su importancia como por la
oportunidad que me ofrece de ocuparme de una interesante cuestión que
no podré tratar en ninguna otra parte: la fuente originaria de sus ideas co-
munes.
El punto de sus doctrinas a que me refiero es algo que a primera vista pa-
rece obedecer a concepciones diametralmente opuestas: su actitud ante la in-
vestigación empírica. Para Comte, esta constituye toda la ciencia; Hegel, en
cambio, la considera totalmente ajena a lo que él llama ciencia, aunque en
modo alguno resta importancia al conocimiento de los hechos en su propio
ámbito. Lo que les une es la convicción de que la ciencia empírica debe ser
puramente descriptiva y que debe limitarse a establecer las regularidades
de los fenómenos observados. Ambos son, en este aspecto, estrictamente feno-
menistas en el sentido de que niegan que la ciencia empírica pueda pasar de
la descripción a la explicación. El que el positivista Comte considere toda ex-
plicación, toda discusión sobre la forma en que se producen los fenómenos,
como fútil metafísica, mientras que Hegel reserva esta explicación a su filo-
sofía idealista de la naturaleza, es otra cuestión. En sus concepciones de las
funciones de la investigación empírica coinciden casi completamente, como
404
COMTE Y HEGEL
405
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Volviendo al campo de la teoría social, vemos que las ideas centrales que
Hegel y Comte tienen en común están tan íntimamente relaciondas entre sí,
que casi podemos exponerlas en una misma fórmula, si calibramos bien las
palabras; fórmula que, poco más o menos, podría sonar así: el objetivo central
del estudio de la sociedad debe ser la construcción de una historia universal
de todo el género humano, entendida como esquema del desarrollo necesa-
rio de la humanidad según leyes preestablecidas. Hasta qué punto estas ideas
han entrado a formar parte del patrimonio intelectual de nuestro tiempo lo
demuestra el hecho de que, en su formulación general, se han convertido casi
en un lugar común. Pero solo si se analiza con mayor detalle el significado
y las implicaciones de esta afirmación, podremos percatarnos de la singular
naturaleza de la empresa que propone.
Las leyes que ambos se proponen definir —sin que haya particular dife-
rencia en el hecho de que Comte las califique como «leyes naturales»28 mien-
tras Hegel las define como principios metafísicos— son ante todo leyes del
desarrollo de la mente humana. En otras palabras, ambos sostienen que nues-
tras mentes individuales, que contribuyen a este proceso de desarrollo, son
al mismo tiempo capaces de comprenderlo como totalidad. A la necesaria su-
cesión de etapas de la mente humana determinada por estas leyes dinámicas
es a la que hay que atribuir la correspondiente sucesión de las distintas civi-
lizaciones, culturas, Volksgeister, o sistemas sociales.
Su común insistencia sobre el predominio del desarrollo intelectual en
este proceso no contrasta en absoluto con el hecho de que la tradición más
28. Comte, Cours de philosophie positive, 5.ª ed. (idéntica a la 1.ª) (París, 1893), vol. 4, p. 253;
véase también Early Essays, p. 150. [Nótese que Hayek hace alusión en este capítulo a la quinta edición
del Cours de Comte, mientras que en otros capítulos hacía alusión a la segunda. – Ed.].
406
COMTE Y HEGEL
29. Para un análisis sistemático y crítico de estas ideas, véase la Primera Parte de este volumen.
[Aquí Hayek se refiere a su ensayo de «Cientismo». – Ed.].
30. Véase K.R. Popper, «The Poverty of Historicism», Economica, n.s. 11 (1944): 94 [El ensayo
de Popper se publicó más tarde en forma de libro; el análisis mencionado puede encontrarse en The
Poverty of Historicism, sección 10. – Ed.].
31. Cours, vol. 4, p. 286: «El conjunto del sujeto se conoce entonces mucho mejor y puede abor-
darse de una manera más inmediata que las diversas partes que luego podrán distinguirse en él».
407
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
VI
32. Ibíd., p. 291. [Puede que el lector encuentre una mejor referencia en la p. 286. – Ed.].
33. Ibíd., p. 526.
34. Véase p. e., E. de Roberty, Philosophie du siècle (París, 1891), p. 29, y Schinz, op. cit., p. 255.
35. Salomon, op. cit., 400.
36. Cours, vol. 6, p. 590; Discours sur l’esprit positive (1918), p. 118.
37. Véase p. e., Dittmann, op. cit., p. 310, y Merz, op. cit., p. 500.
408
COMTE Y HEGEL
de leyes del desarrollo histórico. Pero lo que ellos presentaban como «método
histórico» no tardó en desplazar los planteamientos de la gran Escuela His-
tórica de un Niebhur o un Ranke.38 Suele hacerse remontar a Hegel el naci-
miento del posterior historicismo39 con su creencia en la necesaria sucesión
de «etapas» que se manifiesta en todos los campos de la vida social; pero, en
este aspecto, la influencia de Comte acaso haya sido mayor que la de Hegel.
Dada la gran confusión terminológica que reina en esta materia,40 aca-
so sea necesario decir expresamente que existe una neta distinción entre la
«Escuela Histórica» de principios del siglo XIX y la mayoría de historiado-
res profesionales posteriores, por una parte, y el historicismo de los Marx,
los Schmoller y los Sombart, por otra.41 Eran estos últimos los que, con el
descubrimiento de leyes del desarrollo, creían poseer la única clave para la
verdadera comprensión histórica y, con una arrogancia del todo injustifica-
da, tachaban de «ahistóricos» a los escritores anteriores, particularmente a
los del siglo XVIII. Creo que en muchos aspectos estaba mucho más justifi-
cada la creencia de David Hume de que la suya era la «época de la historia»
y su nación la «nación histórica» por excelencia,42 que la de los historicistas
que pretendían convertir la historia en una ciencia teórica. De los abusos a
que este historicismo ha conducido nos puede dar una idea el hecho de que
un pensador tan próximo a él como Max Weber llegó incluso de definir el
38. [El historiador alemán Barthold Georg Niebuhr (1776-1831) insistió en la importancia de
contrastar las descripciones históricas con las pruebas contemporáneas y documentales; aplicó estos
principios en sus escritos sobre historia romana. Leopold von Ranke (1795-1886), cuyo objetivo como
historiador era «mostrar lo que realmente ha pasado», buscaba aplicar los métodos de Niebuhr en la
escritura de la historia moderna. En sus seminarios de historia en Berlín, Ranke formó a la mayoría
de historiadores alemanes influyentes del siglo XIX. – Ed.].
39. Véase Popper, Open Society, y Karl Löwith, Von Hegel zu Nietzsche (Zurich, 1941), p. 302.
40. Esta vieja confusión se ha agravado recientemente por el hecho de que un historiador tan
distinguido como Friedrich Meinecke dedicara su gran obra Die Entstehung des Historismus (Munich,
1936) enteramente a esta anterior escuela histórica, en contraposición a la cual se acuñó el término
en la segunda mitad del siglo diecinueve. Véase también W. Eucken, «Die Überwindung des
Historismus», Schmoller’s Jahrbuch 63 (1938). [Véase el análisis de Hayek sobre el historicismo en
el capítulo 7, nota 1; y en el capítulo 16, nota 58. – Ed.].
41. [Para más información sobre Schmoller, véase cap. 4, nota 4; y para Sombart, véase cap.7,
nota 15. –Ed.].
42. Citado en G. Bryson, Man and Society (Princeton, 1945), p. 78.
409
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
VII
410
COMTE Y HEGEL
411
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
VIII
53. J.S. Mill a Harriet Mill, Roma, 15 de enero de 1855: «Casi todos los proyectos de los refor-
madores sociales en nuestro tiempo son realmente liberticidas —en particular los de Comte» (F.A.
Hayek, John Stuart Mill and Harriet Taylor [Chicago, 1951], p. 216). [Se espera una edición de este
título en la colección de Obras completas. – Ed.]. Para una exposición más completa de las opiniones
políticas de Comte, cuyas tendencias antiliberales son mucho más extremistas que las de Hegel, véase
supra, pp. 383-386.
54. En el «Calendario Positivista» de Comte, al «Mes del estadista moderno» se da el nombre de
Federico el Grande.
412
COMTE Y HEGEL
55. Véase H. Preller, «Rationalismus und Historismus», Historische Zeitschrift 126 (1922).
56. Grundlinien der Philosophie des Rechtes, Philosophische Bibliothek (Leipzig: Felix Meiner,
1911), p. 14.
57. Système de politique positive (1854), vol. 1, p. 356: «La superioridad necesaria de la moral
demostrada sobre la moral revelada.» [La superioridad necesaria de la moral demostrada sobre la moral
revelada. – Ed.].
58. L’industrie, ed. Saint-Simon, vol. 3, 2.º cuaderno. [Véase el capítulo 13, nota 7. – Ed.].
413
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
414
COMTE Y HEGEL
IX
Esto me retrotrae a la común idea central que subyace a todas las semejan-
zas particulares de las doctrinas de Comte y Hegel: la idea de que podemos
superar los resultados de los anteriores planteamientos individualistas, con
su modesto empeño por comprender cómo interactúan las mentes individua-
les, estudiando la Razón humana, con R mayúscula, desde fuera, como algo
objetivamente dado y observable como un todo, tal como podría mostrarse
a una supermente. De la convicción de haber satisfecho la antigua ambición
de se ipsam cognoscere mentem y de haber alcanzado una posición que le
permite predecir el futuro curso del desarrollo de la Razón, solo había un paso
para afirmar la idea aún más presuntuosa de que la Razón estaba ya en con-
diciones de elevarse, con sus propias fuerzas, a su estado definitivo y abso-
luto.63 En último análisis, esta hybris intelectual, cuya semilla fue sembrada
por Descartes, y acaso ya por Platón, constituye la común característica de
63. [Hegel, al final de su obra Lectures on the History of Philosophy, traducida por Elizabeth S.
Haldane y Francis H. Simson (Londres: Kegan Paul, Trench, Trübner and Co., 1896), apunta de la siguiente
manera que el movimiento del espíritu del mundo se vuelve consciente de sí mismo: «Hasta aquí ha
llegado el espíritu del mundo, cada etapa tiene su propia forma en el verdadero sistema de la filoso-
fía; nada está perdido y se conservan todos los principios, pues la filosofía, en última instancia, es la
totalidad de todas las formas. Esta idea en concreto es el resultado de los esfuerzos del espíritu durante
al menos veinticinco siglos de trabajo duro para llegar a ser objetivo consigo mismo, para conocerse
a sí mismo:
Todo este tiempo ha sido necesario para producir la filosofía del presente; así de lento y así de
tarde ha trabajado el espíritu del mundo para alcanzar su objetivo». La frase en latín evoca las conclu-
siones de Virgilio sobre el sufrimiento del héroe troyano Eneas en el viaje que, finalmente, acabó siendo
el descubrimiento de Roma: Tantæ molis erat Romanam condere gentum; tal era el esfuerzo por encon-
trar el pueblo de Roma. (Eneida, 1.33) – Ed.].
415
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
416
COMTE Y HEGEL
417
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
71. Lorenz Stein, Der Sozialismus und Comunismus in heutigen Frankreich (Leipzig, 1842).
72. Véase Heinz Nitschke, «Die Gesichtsphilosophie Lorenz von Steins», Historische Zeitschrift,
sup. 26 (1932), esp. p. 136, para la literatura anterior sobre el tema; y T.G. Masaryk, Die philosophis-
chen und soziologischen Grundlagen des Marxismus (Viena, 1899), p. 34.
73. Sobre Jules Lechevalier, véase H. Ahrens, Naturrecht, 6.ª ed. (Viena, 1870), vol. 1, p. 204 [pp.
204-205]; Charles Pelarin [Pellarin], Notice sur Jules Lechevalier et Abel Transon (París, 1877); A.V.
Wenckstern, Marx (Leipzig, 1896), pp. 205 y ss. [240-252]; y S. Bauer, «Henri de Saint-Simon nach
hundert Jahren», Archiv für die Geschichte der Sozialismus 12 (1926): 172.
74. Un cuidadoso análisis de la influencia positivista sobre Marx y Engels exigiría un estudio
aparte. Una sorprendente influencia directa sobre semejanzas verbales podría apreciarse en los escri-
tos de Engels, mientras que la influencia sobre Marx sería más indirecta. Algunos materiales para
este estudio podrían hallarse en T.G. Masaryk, op. cit., p. 35, y Lucie Prenant, «Marx and Comte», en
A la lumière du marxisme (París: Cercle de la Russie Neuve, 1937), vol. 2, pt. 1. En fecha posterior
a Engels (7 de julio de 1866), Marx, que entonces leía a Comte, al parecer por primera vez de manera
directa (al revés de su probable conocimiento indirecto de Comte a través de los escritos de los sansi-
monianos), le califica de «lamentable» comparado con Hegel.
75. Friedrich List, Nationales System der Politischen Ökonomie (1841).
76. Wilhelm Roscher, Grundriss zu Vorlesungen über die staatswirtschaft nach historischer
Methode (1843).
418
COMTE Y HEGEL
economía, iniciando así una tradición que no tardaron en imitar con entusias-
mo otras ciencias sociales. Fue en estos quince o veinte años que siguieron
a 184277 cuando se desarrollaron y difundieron las ideas que dieron por pri-
mera vez a Alemania una posición dominante en las ciencias sociales; y, en
cierta medida, a través de su reexportación de Alemania (aunque parcialmen-
te también de Inglaterra a través de Stuart Mill y Buckle) como algunos
historiadores y sociólogos franceses como Taine78 y Durkheim79 se familia-
rizaron con la tradición positivista al tiempo que con el hegelismo.
Bajo la inspiración de este historicismo de marca alemana se llevó a cabo
en la segunda mitad del siglo diecinueve el gran ataque contra la teoría social
individualista, se cuestionaron los auténticos fundamentos de la sociedad in-
dividualista y liberal, y tanto el fatalismo histórico como el relativismo mo-
ral se convirtieron en las tendencias dominantes. Y particularmente bajo esta
influencia, desde Marx a Sombart y Spengler, las «filosofías de la historia»
se convirtieron en la expresión más influyente de la actitud de la época ante
los problemas sociales.80 Su expresión más característica, sin embargo, es tal
vez la llamada sociología del conocimiento, que todavía hoy, en sus dos ra-
mas distintas aunque muy parecidas, revela cómo las dos corrientes de pen-
samiento que proceden de Comte y de Hegel siguen actuando a veces en
77. El especial significado del año 1842 en relación con esto lo subrayan Koigen, op. cit., pp. 236
y ss., y Hans Freund, Soziologie und Sozialismus (Würzburg, 1934). Particularmente instructivas
sobre la influencia del positivismo en los historiadores alemanes de este periodo son las cartas de J.G.
Droysen. Véase en particular esta carta fechada el 2 de febrero de 1851 [1852], dirigida a T. v. Schön,
en la que escribe: «La filosofía ha sido durante mucho tiempo no solo desacreditada sino destruida
en su propia vida por Hegel y sus discípulos. La idolatría del pensamiento creador, reivindicándolo
todo, ha llevado a la locura feuerbachiana, la cual corresponde punto por punto, metódica y éticamen-
te, a esta orientación politécnica.» En la carta del 17 de julio de 1852 a M. Dunckler, se lee: «¡Ay de
nosotros y de nuestro pensmiento alemán, si la misère politécnica en que desde 1789 se agosta y langui-
dece Francia, este lodazal babilónico de contabilidad y de disolución, se propaga todavía más a fondo
en nuestra ya vacilante generación. El variopinto positivismo que se practica en Berlín acaba encerran-
do en un invernadero esta revolución de la vida del espíritu» (J.G. Droysen, Briefwecksel, ed. de R.
Hübner [Leipzig, 1929], vol. 2, pp. 48, 120).
78. Véase D.D. Rosca, L’influence de Hegel sur Taine (París, 1928), y O. Engel, Der Einfluss Hegels
auf die Bildung der Gedankenwelt Taines (Stuttgart, 1920).
79. Véase S. Deploige, The Conflict Between Ethics and Sociology (St. Luis, 1938), cap. 4.
80. Véase Paul Barth, Die Philosophie der Geschichte als Soziologie (1922).
419
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
XI
81. Véase E. Grünwald, Das Problem der Soziologie des Wissens (Viena, 1934).
82. C. Bouglé, Chez les prophètes socialistes (1918), cap. 3.
83. Es evidente que estas ideas de Comte influyeron sobre Veblen. Véase W. Jaffé, Les théories
economiques et sociales de T. Veblen (París, 1924), p. 35.
420
COMTE Y HEGEL
del mismo modo que el siglo XIX fue en gran parte guiado por ideas del XVIII.
Pero mientras las ideas de Hume y Voltaire, de Adam Smith y de Kant, produ-
jeron el liberalismo del siglo XIX, las de Hegel y Comte, de Feuerbach y Marx,
han llevado al totalitarismo del siglo XX.
Es posible que los estudiosos tendamos a sobreestimar la influencia que
podemos ejercer sobre los asuntos de nuestro tiempo. Pero dudo que pueda
exagerarse la influencia que las ideas tienen a largo plazo. Y no hay duda de
que nuestro deber específico consiste en reconocer las corrientes intelectua-
les que siguen conformando la opinión pública, analizar su significado y, si
fuere el caso, refutarlas. Con la primera parte de este deber he tratado de cum-
plir en la presente exposición.
421
APÉNDICE:
DOCUMENTOS RELACIONADOS
1. [Este documento puede encontrarse en los textos de Hayek, caja 61, carpeta 4, archivos del Ins-
tituto Hoover. – Ed.].
2. [Los lectores estadounidenses deben observar que Hayek seguía la convención inglesa a la hora
de expresar las fechas. Este borrador data del 12 de septiembre de 1939. – Ed.].
423
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
3. [Hayek hace referencia a «The Laws of Lycurgus and Solon», donde el poeta, dramaturgo,
filósofo e historiador alemán Friedrich Schiller (1759-1805) comparó el gobierno republicano del ate-
niense Solón con el régimen totalitario del espartano Licurgo. Véase Friedrich Schiller, «Die Gesetz-
gebung des Lycurgus und Solon», Historische Schriften, vol. 4 de Friedrich Schiller Sämtliche Werke
(Múnich: Carl Hanser, 1960), pp. 805-836. – Ed.].
424
APÉNDICE
425
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
en alemán) sirve como fuente casi perfecta para este propósito.4 Pero con
respecto al periodo desde la última guerra y, en particular, los últimos seis
años, no hay disponible nada parecido, y el trabajo de recopilar la informa-
ción que pueda usarse con eficacia en propaganda es de una magnitud y
una complejidad enormes. Sin embargo, nunca debe olvidarse que los ale-
manes ignoran casi al completo los hechos más vergonzosos del régimen
nazi, desde el incendio del Reichstag y los acontecimientos del 30 de ju-
nio de 1934 hasta los sucesos más recientes.5 Pero mientras les preocupe
hasta cierto punto conocer los hechos, y mientras lo único capaz de ha-
cerles añicos sus creencias sean las pruebas irrefutables, sospecharán cla-
ramente de toda información que provenga de fuentes extranjeras, y se-
rán capaces de comprobar algunos de los hechos que les presenten. Un
solo hecho establecido con convicción y, en la medida de lo posible, acep-
tado por las fuentes alemanas tendrá más peso que todas las acusaciones
infinitas.
3. Hechos sobre el régimen nazi. El hecho de que se sepa tan poco de bue-
na fuente sobre la historia reciente de Alemania se debe principalmente
a que, por una parte, nadie podría esperar recopilar y examinar las prue-
bas disponibles sin ningún tipo de ayuda, y por otra, los organismos pú-
blicos o privados que podrían haber organizado tales investigaciones ha-
brían sido reacios, con una o dos excepciones, a interferir en los asuntos
internos de otro estado. Estas consideraciones ya no cuentan, ahora sería
rentable dedicar esos gastos tan grandes y molestarse por conseguir to-
dos los hechos que puedan establecerse de la forma más concreta y deta-
llada posible. En este sentido, la investigación sistemática se deberá llevar
4. [Hayek se refiere a Hermann Kantorowicz, Der Geist englischen Politik und das Gespenst der
Einkreisung Detschlands (Berlín: E. Rowohlt, 1929), traducido como The Spirit of British Policy and
the Myth of the Encirclement of Germany por W.H. Johnson (Nueva York: Oxford University Press,
1932). – Ed.].
5. [Hayek hace referencia al incendio del Reichstag del 27 de febrero de 1933, que llevó a la firma
del Decreto del Incendio del Reichstag al día siguiente, por el cual se suspendía la mayoría de liber-
tades civiles en Alemania y que, en última instancia, llevó al Acta Permisiva (23 de marzo de 1933),
que permitía a Hitler promulgar leyes sin el consentimiento del Reichstag. El 30 de junio de 1934,
conocido como La noche de los cuchillos largos, Hitler ejecutó a numerosos rivales, lo que fortaleció
el poder de las SS. – Ed.].
426
APÉNDICE
6. [El explorador y geógrafo sueco Sven Anders Hedin (1865-1952) fue un conocido germanó-
filo que defendía el establecimiento de una alianza sueca con el Imperio alemán durante la Primera
Guerra Mundial. – Ed.].
427
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
7. [Gustav Casell, Germany’s Economic Power of Resistance (Nueva York: Jackson Pres, 1916). –
Ed.].
428
APÉNDICE
8. [Hayek se refiere a Emil du Bois-Reymond; para más información sobre este episodio, véase
la introducción del editor, p. 54. – Ed.].
429
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
430
APÉNDICE
pedirle consejo a alguien que esté más que familiarizado con la psicolo-
gía alemana para formular cualquier declaración sobre este tema. Darle
la vuelta a una frase puede marcar en este sentido la diferencia en el pue-
blo alemán.
8. Algunas sugerencias sobre la técnica de la propaganda.
9. [El anuncio se traduce como «los franceses han ocupado Saarbrücken»; el eslogan, como «Po-
lonia aún no ha desaparecido», que era la primera línea del himno nacional de Polonia. – Ed.].
431
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
«So liegt schon in der Tatsache eines Abschlusses eines Bündnisses mit
Russland die Anweisung für den nächsten Krieg. Sein Ausgang wäre das
Ende Deutschlands». (A. Hitler, Mein Kampf, vol. 2, 41.ª edición, p. 749)10
10. [Adolf Hitler, Mein Kampf, 41.ª edición (Múnich: Franz Eher Nachfolger, 1933), vol. 2, p.
749. Para leer la traducción al inglés, véase Adolf Hitler, Mein Kampf, traducido por Ralph Manheim
(Boston: Houghton Mifflin, 1943), p. 660, en el que se lee: «Así, pues, el simple hecho de la conclu-
sión de una alianza con Rusia sería un síntoma para la próxima guerra. Su desenlace sería el fin de
Alemania». La advertencia de Hitler de que una alianza con los rusos sería desastrosa (pues son un
aliado débil, y la alianza provocaría que Francia e Inglaterra los atacaran) podría usarse contra su deci-
sión de firmar un pacto de no agresión con la Unión Soviética. – Ed.].
432
APÉNDICE
21 de junio de 1940
8, Turner Close
Londres, N. W. 11
Tel. Speedwell 7861
Mi querido Machlup:
A pesar del ambiente sombrío, aquí la vida sigue su curso normal. Estoy
solo en casa, Hella y los niños están con la familia de Robbins en el campo,
mientras yo me sumerjo en las planificaciones de investigación, porque por
fin Lionel Robbins y yo nos hemos unido a un departamento del gobierno,
pero me toca a mí hacerle a Robbins todos los análisis, además de los míos.
Estamos intentando acabarlos antes de que empiecen los bombardeos de ver-
dad. Aquí no se ha escuchado nada sobre los primeros ataques de los últimos
días, y en medio de la paz que se respira en casa y en el jardín, sigue costando
creerse lo cerca que está ahora la guerra. Por supuesto, uno observa con cier-
to Wehmut11 las cosas y los libros que se tienen y que pueden desaparecer
en cualquier momento. Mientras tanto, uno debe seguir con su trabajo, a la
espera de que pronto llegue la oportunidad de hacer algo que dé frutos más
inmediatos.
Por ahora, lo que principalmente me preocupa es saber si Mises y Roepke
pudieron salir de Ginebra a tiempo.12 Como seguramente ya sabes, Penrose
los había citado, casi sin previo aviso, en California, y el problema simple-
mente residía en si se podían establecer las formalidades antes de que Italia
entrara en guerra. La última carta que recibí de M. fue a finales de mayo, y
en ella comentaba que ansiaba salir de allí casi todos los días. A través de mi
amigo francés, he hecho todo lo posible para poder garantizarle un visado de
tránsito francés, pero me temo que haya llegado demasiado tarde; la única
433
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
esperanza que queda es pensar que él y R. han podido escapar por la línea
aérea de Locarno-Barcelona antes de que la cerraran.13
De hecho, las últimas noticias que he tenido de él han sido las de su libro,
que debe haber salido de Ginebra en el último paquete de correos. Lo estoy
leyendo ahora mismo, y estoy haciendo una reseña de él para The Economic
Journal. Le hemos pedido a Knight hacerlo para Economica, espero que acepte.
Mi libro ya está en la prensa, y ya tengo las pruebas de la primera página, así
que espero que a pesar de todo se publique. De hecho, hasta donde me lo per-
mita mi tiempo, ya estoy trabajando en mi nuevo libro, una historia sobre la
influencia del desarrollo científico y tecnológico en el pensamiento social y la
política (que se llamará El abuso de la razón); durante este último año he elabo-
rado una planificación casi definitiva, y he realizado numerosas lecturas pre-
liminares. Es un gran tema del que uno podría sacar un buen libro. De hecho,
creo haber encontrado un enfoque del tema a través del cual se pueda ejercer
una influencia de verdad. El hecho de que llegue a ser capaz de escribirlo depen-
de por supuesto no solo de si sobrevivo a estos acontecimientos, sino también
del resultado de estos. Si las cosas acaban muy mal, seguramente no seré capaz
de continuarlo aquí, y como creo que es de gran importancia y es lo mejor que
puedo hacer para el futuro de la humanidad, entonces deberé intentar trasla-
dar mis actividades a otro sitio. Como a largo plazo será difícil escribir sobre este
tema, ya he enviado copias del esbozo de la primera parte a Haberler y Lip-
mann,14 como base de cualquier futura aplicación a una de las fundaciones para
la financiación, y adjunto otra copia a esta carta. Me temo que solo proporcio-
na un esqueleto histórico aproximado, cuyo argumento principal debe desarro-
llarse, pero ahora mismo no tengo el sosiego para desarrollar el esbozo del argu-
mento en sí en papel. Por supuesto, la segunda parte será una elaboración del
argumento central de mi panfleto sobre la libertad y el sistema económico.
13. [La identidad del «amigo francés» de Hayek sigue siendo desconocida. El compositor fran-
cés Darius Milhaud escribió una carta en nombre de Mises a la embajada francesa, lo que permitió a
Mises y su mujer obtener visas de tránsito francesas. Su huida a Estados Unidos, en la que se incluía
un viaje en autobús a través de la Francia ocupada, un largo paso de la frontera a España y una breve
estancia en Lisboa, se describe en Margit von Mises, My Years with Ludwig von Mises (Cedar Falls,
IA [Iowa]: Center for Futures Education, 1984), pp. 51-56. – Ed.].
14. [Véase la introducción del editor, p. 38, para más información sobre Gottfried Haberler y
Walter Lippmann. – Ed.].
434
APÉNDICE
He intentado hacer un esbozo rápido del argumento principal del libro en una
página, pero me temo que no ha salido bien. También adjunto la planificación
de un volumen de estudios económicos más técnicos que he estado conside-
rando.
435
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
13 de octubre de 1940
8, Turner Close
Londres, N. W. 11
Tel. Speedwell 7861
Mi querido Machlup:
Muchísimas gracias por tu carta de hace exactamente un mes, y que he
leí hace unos días a la vuelta de mi primera visita regular a Cambridge. Como
seguramente ya sabes, la escuela sigue estando allí, y lo más probable es que
lo siga estando. Dado que desconozco dónde voy a estar en todo momento,
es mejor que me escribas en el futuro a la dirección de la escuela: New Court,
Peterhouse, Cambridge.
Aparte de las tres noches que suelo pasar en Cambridge, el resto de tiem-
po lo sigo pasando en mi casa de Londres. Mi familia se ha ido a vivir para
siempre al campo; por ahora sigue estando en la misma casa de campo con
los Robbins, pero esperamos poder encontrar otra para nosotros no muy le-
jos de la suya. Eso es todo lo lejos que he decidido moverme, sin salir del
país, pues es menos tedioso, incluso para vivir allí durante mucho tiempo,
que cruzar el Atlántico una sola vez. Puede que haya estado equivocado, pero
uno se da cuenta de que despedirse de la familia probablemente signifique
una separación de muchos años; me ha costado mucho decidirme.
Sorprendentemente, la vida en Londres no ha cambiado nada. Algunas
noches han sido desagradables, y en una o dos ocasiones incluso pudimos
ver lo cerca que estaban las bombas. Pero en general, las consecuencias de
los ataques alemanes son, al menos en las partes de Londres que suelo ver
con frecuencia, extraordinariamente mínimas. Creo que un turista despis-
tado pensaría que Londres habría sido bombardeada durante una noche,
más que durante un mes. Tras cierta desorganización a causa de los ataques
de las dos primeras noches (que fueron también las más duras), se podría
decir que la vida ha vuelto a la normalidad. Uno se acostumbra a dormir en
el sótano o, como es en nuestro caso, una habitación fortificada en la planta
baja, y espera que ocurra lo mejor. Es evidente que de ningún modo aban-
donamos las suposiciones de que las cosas puedan empeorar, en cuyo caso
probablemente cambiaría mis hábitos actuales. Pero por ahora, la ventaja
de poder ser capaz de continuar mi trabajo en mi propio estudio y entre mis
436
APÉNDICE
libros sigue siendo más importante que el mínimo peligro que pueda afec-
tarle.
De hecho, he avanzado mucho más este verano que otras veces por las
mismas fechas. Después de acabar con la corrección de pruebas de mi gran
obra (ahora Macmillan está dudando sobre si publicarla, y está más que
lista), he completado cinco capítulos históricos de mi nuevo libro, y ahora
estoy sumergido en los primeros capítulos teóricos, los más difíciles. Ha
sido ahora, desde hace dos semanas, cuando menos he avanzado, en parte
debido a los numerosos trabajos de principios de trimestre, y también de-
bido al terrible frío que, en las condiciones actuales, molesta mucho más que
antes.
Durante el día, uno puede casi olvidarse de que hay una guerra en pro-
ceso, y pocas personas están atentas a las sirenas (que justo en este momento
están sonando). Al menos por aquí no hemos visto ni un solo avión alemán
durante el día; por supuesto, todo cambia cuando cae la noche. Aun así, lo
que más se oye es el estrépito de las armas de las defensas antiaéreas, inclu-
so el peligro más temible al que uno puede enfrentarse en el exterior son
las astillas de los proyectiles antiaéreos. Esto quiere decir que cuando oscu-
rece, uno se recluye obedientemente en casa, un poco molesto ahora que las
noches son más largas. Si, por supuesto, la cosa sigue así indefinidamente,
tal y como está ahora, aumentan las posibilidades de que tu casa acabe sien-
do antes o después víctima de la guerra; en tal caso, intentaré buscar la manera
de trasladar al menos mis posesiones más preciadas, entre ellas mi bibliote-
ca, a otra parte. Pero sería una tarea difícil.
Estoy muy preocupado por Mises. Las dos cartas que me envió desde su
huida (una de ellas me la envió cuando aún estaba en Lisboa) eran extre-
madamente lacónicas, y necesito información más exacta, porque espero que
ahora que se ha establecido para siempre en Estados Unidos pueda obtener
el permiso para transferir parte de su cuenta.
No sé prácticamente nada de nuestros amigos de Estados Unidos, por su-
puesto a excepción de Haberler. Me imagino que Schütz, Fröhlich, Fürth,
Vögelin, etc., están bien.15
15. [Alfred Schütz (1899-1959), Walter Fröhlich (1901-1975), J. Herbert Fürth (1899-1995) y Eric
Vögelin (1901-1985) eran amigos de la Universidad de Viena o del Privatseminar de Mises. – Ed.].
437
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Espero que te esté yendo bien con tu libro Monopoly and Competition.16
Me parece un tema excelente para tu amplio conocimiento, un tema que
necesita urgentemente ser estudiado.
Aquí la gente es magnífica, y si ha abierto tarde los ojos a la deprimente
tarea que se le presenta, se muestra mucho más resuelta que antes. Espero
que ocurra lo mismo con los estadounidenses. A pesar de no tener ninguna
duda sobre nuestra capacidad de defendernos a nosotros mismos, me es di-
fícil imaginar cómo podríamos ganar sin la ayuda de Estados Unidos. Hay
mucha gente que cree que lo único que necesitamos es una ayuda material
y completa, aunque me sigue siendo difícil imaginar cómo podría decidirse
el fin de la guerra sin la participación de Estados Unidos, a no ser que se pro-
duzca la caída de Alemania, que podría ocurrir en cualquier momento; pero
para aquel entonces, la civilización de Europa estaría destruida.
Saludos cordiales. Atentamente,
F.A. HAYEK
16. [Finalmente, el libro de Machlup sobre el monopolio y la competición se publicó en dos volú-
menes separados, el segundo era sobre política: The Economics of Sellers’ Competition: Model Analysis
of Sellers’ Conduct (Baltimore: Johns Hopkins Press, 1952), y The Political Economy of Monopoly:
Business, Labor, and Government Policies (Baltimore: Johns Hopkins Press, 1952). – Ed.].
438
APÉNDICE
14 de diciembre de 1940
Kings College
Cambridge
Mi querido Machlup:
Muchas gracias por tu carta del 12 de noviembre, que me llegó hace un
tiempo. Hoy en día recibimos tan pocas noticias de nuestros amigos del ex-
tranjero que toda noticia mínima es más que bien recibida; el hecho de que
todas tus noticias fuesen tan satisfactorias hizo que esta vez la sensación fue-
ra el doble de placentera.
Tal y como puedes ver por la dirección, durante el periodo lectivo vivo
en el Kings College. Vivir solo en Londres se me estaba haciendo demasia-
do insoportable, y como aquí ofrecen habitaciones, me pareció una solución
perfecta. El trimestre casi se ha acabado, claro está, y ahora me reuniré con
mi familia para irnos juntos a Cornwall por vacaciones. No quiero llevar a
los niños a Londres, a pesar de que, por ahora, nuestro barrio no se ha visto
afectado. Pero toda zona de Londres es ruidosa, y aunque uno se acostum-
bre al ruido y no parecía molestarles a los niños a principios de septiembre,
cuando venían a la ciudad, no puede ser bueno para su salud, y esto si deja-
mos de lado el peligro de la ciudad. Así pues, seguramente continuemos con
este estilo de vida por el momento: Hella y los niños viviendo con la esposa
de Robbins y sus hijos durante el curso, y nosotros uniéndonos a la familia
en vacaciones.
Además de estar separado de mi familia, mi vida es lo satisfactoria que
podría ser, y si fuera por las circunstancias externas de mi vida, no sabría que
hay una guerra. La propia ciudad de Cambridge es totalmente pacífica, y ade-
más del reducido número de personal y estudiantes, la vida académica si-
gue siendo igual que en tiempos normales. En cierto sentido, incluso me mo-
lesta esta reclusión absoluta: no solo es deprimente la sensación de que no
puede hacerse nada más importante, sino que a veces también siento que no
está bien que se deba estar intelectualmente alejado de los problemas real-
mente importantes de nuestro tiempo. Pero este sentimiento es completa-
mente irracional, y mientras uno no esté solicitado, lo mejor que puede ha-
cer es continuar con su trabajo normal; eso es lo que estoy haciendo.
439
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
2 de enero de 1941
Tintagel (Cornwall)
440
APÉNDICE
cuando en realidad no podría haber sido más del 1%, sugiere que los estado-
unidenses entienden las cosas fuera de perspectiva. Puedo entender que in-
cluso sin tales exageraciones ya deba ser difícil creer que la vida en Londres
sigue como si no pasara nada; a mí mismo me pasa cuando voy a la ciudad y
me sorprende ver tan pocos daños. Pero estoy seguro de que todos los estado-
unidenses deben tener una idea totalmente equivocada. Por otra parte, parece
que los informes estadounidenses no ofrecen en absoluto una idea correcta
de lo indiscriminados que son los bombardeos, que es también parte de la
razón por la que son poco efectivos. Probablemente encontremos la mejor
prueba de esta indiscriminación en el hecho de que, hasta ahora, la mayor
destrucción la han causado las minas terrestres lanzadas con paracaídas, pues
es evidente que queda fuera de lugar todo intento de apuntar contra un obje-
tivo deliberado.
Por supuesto, lo que más molesta es la actitud de los estadounidenses con
los temas más importantes. El hecho de que antes de que cayera Francia consi-
deraran que los aliados ganarían sin su ayuda se debe en parte, por supuesto,
a nuestro país. Puedo entender que inmediatamente después pensaran que
ya era demasiado tarde, aunque resulte muy difícil entenderlo estando aquí.
Pero que ahora, cuando nadie puede hacerse ilusiones sobre lo que significa-
ría para Estados Unidos la victoria de Hitler, cuando queda claro que todo día
que pasa puede ser decisivo, y además sin elecciones de por medio, el que las
cosas no deban ir tan rápido es algo que no comprendo; y digo esto incluso des-
pués del último discurso de Roosevelt y con conocimiento de las «dificulta-
des políticas». Lo que no puedo entender es la ceguera de los aislacionistas esta-
dounidenses. Comparados con ellos, Baldwin y Chamberlain eran los maestros
de la previsión.17 Llevaría demasiado tiempo discutir sobre todo este asunto,
pero por lo que veo en los análisis actuales de los estadounidenses, me cuesta
encontrar una frase que no demuestre que la gente siga ignorando por com-
pleto lo que está en juego, y lo irrevocables que son los días perdidos.
Volviendo a temas más privados, me alegra mucho saber que casi todos
nuestros amigos están bien, y también espero que pronto sepamos algo de
17. [Hayek hace referencia a los primeros ministros británicos, Stanley Baldwin (1867-1947) y
Neville Chamberlain (1869-1940), a quienes muchos culparon por el estado improvisado del ejército
a principios de la Segunda Guerra Mundial. – Ed.].
441
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Mises. Aunque hay en su libro numerosas cosas con las que no estoy de acuer-
do, como es obvio, y muchas otras que son ya tan conocidas que hasta abu-
rren, creo que es en muchos aspectos un gran logro, lo que hace que no pue-
da entender las críticas tan duras de Haberler. Creo que uno puede aprender
en este libro más economía real que en cualquier libro de texto moderno.
Ya he reflexionado suficientemente sobre mi primera reacción como para
poder decir que la oferta de la New School, que se la debo a Haberler, me ha
provocado una gran indignación. No solo demuestra una idea completamen-
te errónea de las condiciones en las que aquí vivimos; no he podido evitar
pensar sobre su naturaleza de ofensa personal. ¿Qué pensaría un profesor de
Harvard o de Chicago si, en circunstancias similares, se le ofreciera, sin haber
solicitado nada, un trabajo anodino por un cuarto de su sueldo actual? Por
supuesto, existe la posibilidad de que llegue el día en el que muchos de no-
sotros tengamos que trasladar nuestras actividades a otra parte, pero inclu-
so entonces, me lo pensaría dos veces antes de aceptar una oferta como esta.
A pesar de que entiendo toda la dificultad especial del problema de Mises,
comparto completamente su aversión por unirse a ese tipo de gente. Como
no quiero herir a Haberler, nunca le he contado lo que realmente pienso de
esta oferta; por supuesto, la he rechazado con todas las expresiones de grati-
tud posibles, ahora me parece que incluso he sido demasiado cortés. En mi
opinión, no debería haber actuado de otra forma, incluso si hubiera sabido
que la guerra iba a durar diez años.
Ahora mismo me están llamando. Si no envío la carta hoy, tendré que re-
trasarla otra vez.
Sinceramente,
F.A. HAYEK
442
APÉNDICE
19 de octubre de 1941
La residencia
Peterhouse
Cambridge
Querido Machlup:
No hay excusa que pueda explicar por qué tus cartas del 3 de agosto y del
17 de septiembre están aún sin contestar, y es que el proceso de instalarme
por primera vez aquí en Cambridge y el inicio del trimestre me han quitado
mucho tiempo, y hasta que no hube acabado con todos los trabajos urgentes,
no pude ponerme al día con la correspondencia.
Mientras tanto, habrás oído hablar de los oficios de Economica sobre tu
artículo, pero en caso de que esta carta llegue antes que el oficio, te resumo
que, como tu artículo tendrá que aparecer en dos partes, y como tenemos que
cambiarnos a un tipo de letra más pequeño (para ahorrar papel) entre no-
viembre y febrero, hemos pensado que sería mejor esperarnos a febrero para
publicarlo. Me pareció sumamente interesante, además de útil. Espero que
se publique el libro pronto.
Todavía no he tenido tiempo de reflexionar con detenimiento en lo que
comentas sobre la confusión en el noveno capítulo de mi libro, pero me temo
que, al menos en lo que respecta a la frase de la página 108, tienes razón. El
profesor Smithies me envió una copia de su artículo sobre mi libro, pero me
parece que tardaré en contestarle, a pesar de ser un trabajo cuidadoso que
se merece más atención de la que puedo darle en este momento.18
Como podrás extraer de todo esto, incluso mis intereses teóricos están
más en otro sitio que en la teoría del capital. Si has leído la serie de artículos
que ha aparecido en Economica (te envío una reimpresión), te podrás hacer
una idea de mis planes, que serán mucho más claros una vez se publique la
sección teórica, que precede a dichos planes. He avanzado bastante, pero por
18. [La «confusión en el noveno capítulo de mi libro» hace referencia a un comentario que Machlup
hizo en su carta del 3 de agosto sobre un problema que había descubierto en el libro de Hayek, The
Pure Theory of Capital. En su carta del 17 de septiembre, Machlup instó a Hayek a que contestara al
artículo sobre la reseña de Arthur Smithies, «Professor Hayek on The Pure Theory of Capital», American
Economic Review, vol. 31, diciembre de 1941, pp. 767-779. – Ed.].
443
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
19. [Para más información, véase la introducción del editor, p. 42. – Ed.].
20. [Final Report and Recommendations of the Temporary National Economic Committee, Estados
Unidos de América, 77.º congreso, primera sesión, documento del senado n.º 35, 1941. El informe del
comité trataba sobre las concentraciones del poder económico; uno de sus descubrimientos consistía
en que, al contrario de la creencia popular de por aquel entonces, la mayor eficacia de la producción
a gran escala no lleva necesariamente al final de la competición. Hayek analiza este informe en Camino
de servidumbre, pp. 92-93. – Ed.].
444
APÉNDICE
tar la única y enorme habitación (del tamaño del vestíbulo de una univer-
sidad pequeña), en la que esta consiste básicamente, no pueda solucionarse
este invierno. Pero la ventaja de tener otra vez a toda la familia reunida es
maravillosa, por supuesto. Los niños están muy contentos con sus nuevas
escuelas, y tanto ellos como Hella están lo cómodos que uno podría desear,
aunque el problema de cuidar de esta casa sin ningún tipo de ayuda sí que
puede ser un gran problema para Hella.
La semana pasada recibimos la visita relámpago de Alvin Hansen;21 esta
vez me impresionó menos que en las ocasiones anteriores, y no hacía más que
alabar tus capacidades de enseñanza. A mis compañeros ingleses, entre los
que se encuentran algunos a los que más aprecio, los veo muy poco, me temo
que perderemos a incluso uno o dos de los pocos que quedan en la escuela.
Pero por lo que sé, todos están bien, y ahora bastante satisfechos con el traba-
jo que están haciendo.
Saludos a todos de parte de Hella y mía.
Sinceramente,
F.A. HAYEK
21. [Alvin Hansen (1887-1975), tras un escepticismo inicial, se convirtió en el defensor estado-
unidense más importante de la economía keynesiana. En 1945, escribió una reseña bastante crítica
de la obra de Hayek, Camino de servidumbre; para más información sobre esta crítica, véase la introduc-
ción del editor a F.A. Hayek, Camino de servidumbre, p. 23. – Ed.].
445
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
F.A. HAYEK
446
APÉNDICE
Los ensayos reunidos en este volumen fueron escritos como parte de una
obra más amplia que, si alguna vez llega a concluirse, pretende ser la histo-
ria del abuso y el declive de la razón en los tiempos modernos. Escribí los
dos primeros ensayos en Londres, disfrutando del relativo ocio que me pro-
porcionaron los primeros años de la guerra. El tema abordado era una ma-
teria poco corriente, y escribí en un estado de intensa concentración, como
reacción a mi impotencia respecto del constante trastorno de los bombar-
deos. Los dos primeros aparecieron en la revista Economica, de 1941 a 1944.
El tercero fue escrito más tarde a partir de las notas de una conferencia pro-
nunciada en la misma época, y fue publicado en Measure, en junio de 1951.
Estoy en deuda con los editores de esas revistas, así como la London School
of Economics y la Henry Regnery Company de Chicago, por haberme per-
mitido reproducir estos trabajos prácticamente inalterados.
Otras investigaciones que no están directamente relacionadas, aunque
pertenecen al mismo campo, interrumpieron mis trabajos sobre el plan ori-
ginal, una sensación de urgencia me indujo a preparar un resumen de los aná-
lisis que iban a constituir el argumento principal de la segunda parte, dedi-
cada al declive de la razón, de ese libro más extenso. Sin embargo, cada vez
advertía con mayor claridad que una realización satisfactoria de mi plan ori-
ginal llevaba implícitos amplios estudios filosóficos, los cuales me mantuvie-
ron ocupado durante la mayor parte de estos años. Acepté gustosamente la
amable oferta del editor norteamericano de reimprimir los ensayos por el in-
terés que entre el público habían generado y porque el día en que yo espera-
ba publicar la obra completa estaba aún lejos.
El hilo argumental de estos ensayos fragmentarios está en función, desde
luego, de ese marco más amplio para el cual fueron concebidos. Por tanto,
el lector probablemente acoja con agrado una breve explicación de los objeti-
vos de la obra completa. Estos trabajos debían ir precedidos de un estudio so-
bre las teorías individualistas del siglo XVIII. Algunos resultados preliminares
447
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
F.A. HAYEK
448
ÍNDICE DE NOMBRES
Acton, primer barón (John Emerich Bois-Reymond, Emil du, 54, 279,
Edward Dalberg-Acton), 32, 73, 391n, 429n
99, 100n, 117, 126-130, 253, 272n, Bonaparte, Napoleón, 272n, 304
361n Börne, Ludwig, 344
Ashley, Sir William, 202n, 392, 393n, Bosanquet, Bernard, 397
401n Bradley, Francis Herbert, 397
Breysig, Kurt, 350n, 393, 402n
Bacon, Francis, 137, 174n, 299n, 300n Brisbane, Albert, 344
Bakunin, Mijaíl, 269n, 338 Buccholz, Friedrich, 342, 343n
Balzac, Honoré de, 269n, 338 Buckle, Henry Thomas, 389, 390, 419
Bartley, W.W., 32, 36n, 64n, 66n, 67n, Buffon, conde de (George-Louis
72n, 76n, 77n, 87n, 99n Leclerc), 256
Bauer, Otto, 55, 418n Bukharin, Nikoali, 69
Bavinck, Bernhard, 242n, 243n Burke, Edmund, 73, 98, 99n, 100, 101,
Bazard, Saint-Amand, 299n, 317, 104, 110n, 121n, 131, 200n, 201
318, 322, 323, 331, 334, 339n, Burns, Arthur, 83, 309n
353n, 361n
Bebel, August, 249, 351n Cabanis, Pierre Jean Georges, 272,
Benn, Alfred William, 109n, 401n 273
Bentham, Jeremy, 18n, 60, 61, 64, Cantillon, Richard, 135n
100, 258n, 259n, 297, 390n Carey, Henry, 392
Berthollet, Comte, 266n Carlyle, Thomas, 414, 321n, 338,
Beveridge, William, 57, 68 339n, 341, 343
Bichat, Marie-François-Xavier, 280 Carnot, Hippolyte, 242n, 292, 321,
Bismarck, Otto von, 36, 54, 68, 206n, 322, 323, 332n, 334, 351n
231n, 360, 429 Carnot, Lazare-Nicolas-Marguérite,
Blackstone, Sir William, 60, 65 265
Böhm-Bawerk, Eugen von, 23n, 52, Carnot, Sadi, 265n, 321, 322n
55 Channing, William Ellery, 326n, 327n
449
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Chevalier, Michel, 321, 334, 335, 353, Eliot, George (Mary Ann Evans), 389
359, 418 Enfantin, Barthélemy Prosper, 74,
Clairault, Alexis-Claude, 256 121n, 264n, 270, 275n, 281n, 285n,
Commons, John R., 64n 291n, 296n, 299n, 321n, 315-335,
Comte, Auguste, 72-80, 105n, 137, 339n, 353n, 358, 359, 360n, 361n
138n, 168n, 175, 176n, 182, 184n, Engels, Friedrich, 291n, 306, 307, 309n,
192, 193, 194n, 202n, 213, 237n, 347n, 348, 349n, 350, 402, 417, 418
257n, 258n, 263n, 266n, 270, Euler, Leonhard, 256
272n, 273, 275n, 277, 294-318,
321n, 322n, 324, 329n, 331, 332n, Ferguson, Adam, 73, 98, 99n, 103, 104
336n, 340-342, 348, 355, 361n, Feuerbach, Ludwig, 88, 251n, 346n,
362-393, 397-421 347n, 348, 349, 402, 417, 421
Condillac, Etienne Bonnet de, 259n, Fourier, Charles, 266, 270n, 321n,
273, 274, 390n 330, 344n, 352, 353, 376, 387
Condorcet, marqués de (Jean-Antoine- Friedman, Milton, 83-86
Nicolas de Caritat), 73, 78, 79, 194,
256, 258, 259n, 260, 261n, 262, Galiani, Ferdinando, 159n
296, 300, 387, 390n, 405 Gall, Franz Joseph, 280, 345n, 369,
Considérant, Victor, 70n, 353, 361n 376
Croce, Benedetto, 346n, 355n Garibaldi, Giuseppe, 355
Cuvier, Georges, 271, 274, 292n, 376n Gioberti, Vincenzo, 36n, 124, 343,
344n
D’Alembert, Jean Le Rond, 256, 257, Goethe, Johann Wolfgang von, 36n,
258, 277, 405 124, 343, 344n
De Gérando, Joseph Marie, 272 Grün, Karl, 344, 349, 350, 360, 361n
D’Eichthal, Gustave, 317, 320, 321n, Grünwald, Ernst, 420
338, 339n, 341, 342, 351n, 400
Descartes, René, 105n, 106, 107, 258, Haberler, Gottfried, 38, 40, 434, 437,
286n, 405, 406, 415 442
Destutt de Tracey, Comte (Antoine Halévy, Elie, 72, 73n, 76, 77n, 109n,
Louis Claude), 272-276, 381 293n, 306n, 317n, 322n, 324n,
Dewey, John, 44n, 58, 402, 403n 330n, 354n, 360n
Durbin, Evan, 205n, 206n Halévy, Léon, 76, 280n, 312, 319
Durkheim, Emile, 72, 77, 391, 392n, Hamilton, Walton Hale, 225n
402, 319 Hayek Friedrich A., passim
450
ÍNDICE DE NOMBRES
451
ESTUDIOS SOBRE EL ABUSO DE LA RAZÓN
Meinecke, Friedrich, 200n, 409n Popper, Karl, 72n, 81, 82, 86n, 103n,
Menger, Carl, 46, 47, 52-55, 101n, 138n, 199n, 238n, 268n, 403n,
167n, 168n, 173n, 182n, 200n, 407n, 409-411, 414n
220n, 223, 224n, 225n, 227n, Pribram, Karl, 103n
349n, 371n Prony, Gaspard de, 266
Mill, James, 100n, 389n Proudhon, Pierre-Joseph, 349n, 353,
Mill, John Stuart, 44n, 65, 76n, 79, 354n, 402n
90, 91, 108n, 124-127, 151n, 311n,
321n, 340, 341n, 383n, 403, 412, Quesnay, François, 109n, 110n, 135n
414 Quetelet, Lambert-Adolphe-Jacques,
Mises, Ludwig von, 55-58, 140n, 153n, 332, 355, 375, 386-390
158n, 173n, 268n, 433, 434n, 435,
437, 442 Ranke, Leopold von, 409
Mitchell, Wesley Clair, 49, 58-65, 71, Rappard, William, 75
72n, 77, 83, 84 Renan, Ernest, 391, 418
Monge, Gaspard, 265, 266, 275n, 280 Ricardo, David, 53, 59-62, 64, 160,
354n, 389
Napoleón III, 76, 263n, 265, 266, 268n, Rickert, Heinrich, 206n, 208n
269n, 274, 275n, 281, 285, 286, Robbins, Lionel, 41, 86n, 104n, 167n,
343n, 352n, 359 169n, 173n, 433, 436, 439
Needham, Joseph, 69, 70n, 231n Rodrigues, Benjamin-Olinde, 291n,
Nef, John, 44 312n, 315, 317, 320, 334
Neurath, Otto, 49n, 56, 63, 64, 71, 76, Roscher, Wilhelm, 200n, 202n, 361n,
81, 137n, 176, 241n, 268n, 287 363n, 418
Newton, Isaac, 255, 256, 281-285, Rousseau, Jean-Jacques, 100, 101, 103n,
340n 105n, 107, 258n, 390n
Niebuhr, Barthold Georg, 409n Russell, Bertrand, 248, 249
452
ÍNDICE DE NOMBRES
453
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