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RESPUESTAS A CUESTIONES SOBRE SU PERSONA Y SU O B R A
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ENTREVISTA TELEVISIVA CON ROGER ERRERA
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K. E.: éEn qué m edida piensa usted que estas modernas im plicacio
nes de la razón de Estado —lo que usted denom ina irrupción del crimen
en el terreno de la política — serían características de nuestro tiem po? ¿Es
algo típico de nuestra época?
H, A.: Sí, es algo típico de nuestra época. Completamente, en mi
opinión. Como también es típico de nuestra época el problema de los
apátridas, que se repite continuamente bajo diferentes aspectos y en di
ferentes países y con diferentes colores. Pero, para volver a las cuestio
nes generales: entre las peculiaridades de nuestra época figura también
la irrupción masiva del crimen en los procesos políticos. Y con ello me
refiero a algo que va mucho más allá de los crímenes que, con razón o
sin ella, se justifican apelando a la razón de Estado. Pues en estos casos
se trata siempre de excepciones, y aquí en cambio nos las vemos con un
estilo de hacer política que es criminoso en sí mismo.
Aquí no se trata en modo alguno de excepciones. No es que esta gen
te, incluyendo al presidente, diga: como nos hallamos en una especial
situación de emergencia, nos vemos obligados a hacer escuchas a todo el
mundo. Más bien, lo que piensan es que hacer escuchas forma parte
de la normalidad política. De la misma manera, tampoco dicen: hemos
irrumpido una vez en la consulta de un psiquiatra, pero desde luego no
volveremos a hacerlo más. Lo que dicen es, más bien, que la irrupción
es absolutamente legítima...
Toda esta historia de la seguridad nacional procede, desde luego, del
asunto de la razón de Estado. Es una mercancía directamente importada
de Europa. Por supuesto, ios alemanes, los franceses y los italianos con
sideran que es perfectamente normal invocar la razón de Estado como
forma de justificación, pues siempre han convivido con ello. Pero ésta
I. Jo h n D. Ehrlichm an, asesor de política interior del presidente N ixon, dim itió
el 3 0 de abril de 1973. Arendt se refiere aquí a una de sus intervenciones ante la comisión
del Senado norteam ericano encargada de invesrigar el caso Watergate [Ervin Com m ittce),
que inició el 17 de mayo de 1 9 7 3 sus interrogatorios públicos.
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3. Literalm ente: «Action is a we and not an 1». Se trata de una fórmula abreviada
de su propio concepto de acción. Para una determ inación más precisa del concepto, véase
La condición hum ana (ti." 152), cap. 5.
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R. E.: ¿Y cree usted que los m iem bros del gobierno norteamericano,
en situaciones semejantes, tienen todavía hoy ganas de aprender...
H. A. : No, ni uno solo, creo. No sé. No, no, no. Lo retiro. Pero no
creo que... Creo que McNamara estaba en ía lista de enemigos de Nixon,
si no me equivoco. Lo he leído hoy en el New York Times, y creo que es
cierto. Y esto muestra que toda esta actitud tiene su origen en la polí
tica americana, es decir, en las más altas esferas. Mire usted, se habían
puesto ya como tarea una campaña de imagen, pero sólo de una mane
ra específica, es decir, se preguntaban: ¿por qué no tuvo éxito nuestra
campaña de imagen? Y la respuesta que se dieron es que se trataba de
meras «imágenes». Pero ahora, en cambio, lo que quieren es que todo
el mundo compre sus «imágenes» y que nadie las examine. Y esto, natu
ralmente, expresa una voluntad política completamente distinta.
jR. E.: ¿Hay acaso, más allá de lo que el senador Fulbright denomina
«la arrogancia del poder», y más allá tam bién de lo que cabría denom i
nar la arrogancia del saber, un tercer estadio, que podría caracterizarse
com o arrogancia pura y dura?
H. A.: Sí, pero no sé si se trata de arrogancia pura y dura. En rea
lidad, ¡Dios mío!, se trata de la voluntad de mandar, de dominar. Sólo
que hasta ahora no se ha visto coronada por el éxito, porque nosotros,
quiero decir usted y yo, podemos seguir sentados a esta mesa, hablando
4, til lema del ensayo «La mentira en la política» dice: «No es muy agradable ver
cóm o la mayor supcrpotencia del mundo, en su intento de doblegar a una diminuta na
ción arrasada, por una cuestión enorm em ente controvertida, asesina o deja malheridos
sem analmcnte a miles de no combatientes».
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R. E.: ¿Y qué dejam os al siglo xx¡? Tres cuartas partes del siglo xx han
pasado ya...
H. A.: No sé. No tengo ni idea. Estoy completamente segura de que
el arte moderno, que actualmente ha llegado a un punto ínfimo... Pero
claro, tras un período de extraordinaria creatividad, como el que vivi
mos en los primeros cuarenta años del siglo (especialmente en Francia,
claro está)... era algo natural. Se produce un cierto agotamiento. Bueno,
dejaremos esa herencia. Toda esta era, el siglo xx, será probablemente
considerada un gran siglo, pero 110 en la política.
R. E.: ¿Y América?
H. A.: No. No, no, no...
R. E.: ¿Porqué?
H. A.; Este país, sabe usted... Necesitan una cierta dosis de tradi
ción.
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10. Éste es el úaito párrafo de la entrevista del que no ha podido recuperarse la ver-
sión inglesa original. Por ello, se ha utilizado com o base el texto de la traducción francesa.
11. [Es todavía fecunda la entraña de la que surgió tal cosa.] B. Brecht, «Epílogo» a L a
irresistible ascensión de Arturo Ui, en Werke (Grosse kom m en ú erte Berliner und Frankfur
ter Ausgabe), vol. 7, p. 112.
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que Hitler fuera un idiota'2. Ahora bien, antes de que tomara el poder
todos tenían el prejuicio de que Hitler era un idiota, toda la oposición a
Hitler. Y por ello aparecieron muchos libros que intentaban justificaríe
y presentarlo como un gran hombre. Y ahora dice Brecht: que Hitler
no tuviera éxito no prueba que fuera un idiota, y la desmesura de sus
designios tampoco le convierte en un gran hombre. No vale ni lo uno ni
io otro, es decir, toda esta categoría de la grandeza no es adecuada. Que
las clases dominantes permitan a un pequeño delincuente convertirse en
un gran criminal no le garantiza un lugar privilegiado en nuestra visión
de ¡a historia. Es decir, que se convierta en un gran criminal y que lo
que haga tenga grandes consecuencias no aumenta su valor. Y luego, de
manera general, afirma en esas observaciones desconcertantes: se podría
decir que la tragedia trata el sufrimiento de ia humanidad menos en serio
que la comedia.
Esto es, naturalmente, una afirmación chocante. Pero yo pienso que
es completamente atinada. Lo realmente necesario... Si uno quiere con
servar su integridad en circunstancias semejantes, la única manera de
hacerlo consiste en recordar la antigua forma de considerar tales cosas
y decir: haga lo que haga, y por más que matase a diez millones de per
sonas, es y sigue siendo un payaso.
12. La cita exacta dice: «Los grandes criminales políticos deben ser abandonados por
com pleto, preferentem ente al ridículo. Pues, ante todo, no son grandes criminales políticos,
sino perpetradores de grandes crímenes políticos, que es una cosa completam ente distinta
[...1 De la misma manera que el fracaso de sus proyectos no convierte a H itler en un im bé
cil, tam poco la dimensión de esos proyectos hace de él un gran hombre» (B. Breche, «O b
servaciones» a La irresistible ascensión de Arturo Ui, en Werke, cit., vol. 2 4 , pp. 3 1 5 -3 1 9 ,
cita p. 3 1 6 ).
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sobre todo las palabras de Brecht, lo que dice de la risa. M i risa, por su
parte, era en cierto sentido inocente y no fruto de ¡a reflexión. Al fin y
al cabo, lo que yo vi era un payaso.
Por ejemplo, a Eichmann, en lo esencial, no le inquietaba en lo más
mínimo lo que había hecho a los judíos. Pero un pequeño suceso le dio
que pensar. Durante un interrogatorio, golpeó en la cara al entonces
presidente de la comunidad judía de Viena. ¡Dios sabe cuántas personas
han sufrido cosas peores que un golpe en la cara! Pero Eichmann nunca
pudo perdonarse haberlo hecho... Y creía haber cometido entonces algo
muy injusto. Por así decir, había perdido la compostura.
R. E.: ¿Por qué cree usted que actualm ente inunda el m ercado todo
un género de libros que tratan del nacionalsocialism o y ofrecen una im a
gen romántica del Führer y sus acciones, presentándolo com o humano
en lineas generales y, con ello, intentando justificarlo de manera indi
recta? éPiensa usted que semejantes publicaciones responden a motivos
puramente comerciales o les atribuye un significado más profundo?
H. A. : Pienso que tiene un significado. Cuando menos, muestra que
lo que pasó una vez puede volver a pasar. Y a mi juicio, esto es abso
lutamente cierto. Mire usted, al tirano se le descubre pronto. Se tarda
poco en descubrir que es un enemigo. Pero esto nunca ha conseguido
evitar que un tirano llegase a serlo. No impidió un Nerón y no impidió un
Calígula. Y Nerón y Calígula tampoco han podido impedir un ejemplo
más cercano, que muestra a las claras lo que puede significar para la vida
política la irrupción en masa de la criminalidad.
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