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Tema

4:
Los valores como vías de sentido




La definición frankleana de «valor» encuentra su fundamento en el pensamiento de
Scheler (Cevallos, 2016). Generalmente, al referirse a los «valores», la mayoría de
autores hacen referencia a los aspectos de realidad que más satisfacen a cada persona
(Etchebehere, 2014), sin embargo, en la Logoterapia, estos son mucho más: son la
oportunidad fáctica de responder intencionalmente a las situaciones concretas
que la vida plantea; son la vía, el modo concreto, “los que generan las posibilidades
generales para encontrar el sentido”. (Frankl, 1977)

Por medio de los valores se manifiesta la dimensión noológica del hombre y se llega al
sentido. En palabras de Frankl (2003):

Un análisis fenomenológico revela que hay tres rutas o caminos principales para llegar
al sentido. El primero es hallarlo mediante la creatividad en un trabajo o realizando
una obra. (…) Además del sentido potencial inherente a la creatividad y a la acción,
disponemos de un segundo campo para vivenciar una experiencia de algo o realizar el
encuentro con alguien: el sentido puede ser hallado no solo en el trabajo sino también
en el amor. (…) Más importante, sin embargo, es la tercera ruta hacia el sentido, la de
las actitudes. Incluso si somos víctimas indefensas de una situación desesperada,
enfrentándonos a un destino que no podemos cambiar, nos es factible elevarnos,
crecer sobre nosotros mismos y con ello cambiarnos a nosotros mismos. Podemos
transformar una tragedia personal en un triunfo humano.

La Logoterapia contempla tres tipos de valores:

1. Valores creativos: Son aquellos que parten de la capacidad del hombre de
dar al mundo su modo de ser peculiar en una respuesta concreta. Un ejemplo de ello
es el trabajo o la expresión artística (Guberman y Pérez, 2005). Están en el todo lo que
el hombre puede dar al mundo y a los demás. En palabras de Fizzotti (1977):

Los valores creativos corresponden a la actividad concreta de un hombre, a su modo
de intervenir en las fuerzas del mundo para escrutarlo y dirigirlo hacia el bien. Todo lo
que haga y realice le permite vivir de modo significativo y, por lo tanto, de modo
humano. (citado en Noblejas, 2000)

En la vida del hombre, los valores de creación ocupan el primer lugar o primer nivel
de ocupación. Estos se manifiestan claramente en todo lo que respecta al trabajo
profesional.

El trabajo es un campo concreto de acción en la vida de la persona. Es donde la
individualidad se enlaza con la comunidad, cobrando su sentido y valor al atribuir a la
sociedad aquello que puede hacer desde su lugar de individuo único e irrepetible. Este
valor corresponde a la obra que realiza la persona en función de la comunidad y no en
cuanto a la profesión concreta como tal. No es la profesión lo que posibilita al hombre
a realizarse, sino el cómo ejerce su profesión. El siguiente ejemplo narrado por Frankl
ayuda a ilustrarlo:

“Hace algunos años un empleado de la recogida de basura fue condecorado con la
orden del Mérito por el Gobierno alemán. Este hombre realizó su trabajo a satisfacción
de todo el mundo, pero el esfuerzo especial que le hizo obtener la distinción fue el
siguiente: se dedicaba a buscar en la basura juguetes desechados, empleaba sus tardes
en repararlos y los hacía llegar a los niños pobres como regalo. Al ser habilidoso como
reparador, nuestro hombre añadió a su trabajo de limpieza un magnífico sentido.”
(Frankl, 1986)

El vínculo natural entre el hombre y el trabajo es un ámbito de gran importancia para
una posible realización de valores de creación, sin embargo no es el único. La persona
puede realizar este tipo de valores también mediante otras actividades, como sus
pasatiempos, las creaciones artísticas, o cualquier acto que realice en bien de los
demás.


2. Valores vivenciales/experienciales: Son aquellos valores que el ser
humano está capacitado para recibir del mundo por su contacto con la naturaleza, a
través de sus sentidos, y por su contacto con sus semejantes, a través del amor
(Guberman y Pérez, 2005). Tienen sentido al recibir y contienen todo lo que implica la
gratuidad. Algunos ejemplos pueden ser el encuentro con otras personas, la
contemplación de la belleza y el arte, el conocimiento de la verdad, la vivencia del
bien, etc. (Noblejas, 2000)
Frankl denomina valores de vivencia a esta posibilidad de recibir acogedora y
enriquecedoramente los dones que la existencia ofrece y regala. El hombre no entra en
contacto con el entorno existencial únicamente cuando da algo, sino también cuando
acoge lo que el entorno le ofrece (…). Los valores vivenciales se refieren
principalmente al amor, pero en su esfera tienen cabida también los valores
emocionales y estéticos. (Freire 2002)

Entre los valores de experiencia destaca de manera especial el amor. La persona
encuentra la realización de lo más íntimo de su ser al experimentar su capacidad de
amar y de ser amado.

“En el amor, el ser amado es concebido como un ser peculiar y singular en su ser-así-y-
no-de-otro-modo; es concebido como un tú y acogido como tal por otro yo: El amor no
es ningún mérito sino solamente una gracia. No solamente es gracia sino también
encanto. Para el amante el amor hechiza el mundo, lo transfigura, lo dota de un valor
adicional. El amor aumenta y afina en quien ama la resonancia humana para la
plenitud de los valores” (Frankl, 1978)

El sentirse amado permite desarrollar las posibilidades personales que cada uno
posee. Además, el amor tiene una expresión social en la mirada de las personas que
permite vislumbrar de modo positivo lo que la humanidad puede llegar a ser.

Dejarse amar es acoger al otro en la propia intimidad. De modo que, si los valores de
creación significa la capacidad de dar o aportar, los valores de experiencia son los que
posibilitan el recibir.

El recibir despierta el movimiento al dar, y viceversa. De algún modo uno quiere
corresponder o transmitir a los demás aquello bueno que ha recibido. Esto lleva a la
gratitud y la gratuidad.

Es así que, tanto los valores de creación como los de experiencia constituyen vías
complementarias e interrelacionadas para encontrar y realizar el sentido de la propia
vida. (Noblejas, 2000)

3. Valores de actitud: Son aquellos que se encarnan a partir de la capacidad del
hombre de encontrar un sentido a su sufrimiento, logrando transformar una
tragedia personal en un triunfo, siendo, por lo tanto, la facultad más humana del
hombre (Guberman y Pérez , 2005). Estos valores son los que permiten decir “ sí a la
vida a pesar de todo” convirtiendo el sufrimiento en realización y logro humano, en
oportunidad de ejercer la libertad interior que nadie puede arrebatar. (Frankl, 2016a)

Cuando la vida decide por el hombre y con esa decisión le marca un sentido inexorable
e inapelable, irrevocable, aún en estas condiciones, el hombre atesora la libertad
interior de aceptar la solución fijada por el destino, atesora la capacidad de asumir y
aceptar su existencia inexorable mediante una decisión personal. Frankl llama valores
de actitud a esta decisión interior para aceptar valerosamente las limitaciones
inherentes al ser y al existir, unas limitaciones que vienen cinceladas en el acontecer
existencial por las intervenciones de un destino inapelable. (Freire, 2002, p. 112)

Toda vida se encuentra en determinado momento ante situaciones de dolor y
sufrimiento intenso que enfrentan al hombre con sus interrogantes más profundos.
Esto se conoce en Logoterapia como la Triada trágica, que hace referencia al
sufrimiento, culpa y muerte.

Los valores de actitud son los que se producen en el hombre cuando se encuentra ante
situaciones que no puede cambiar. Ante el sufrimiento se puede aprender a vivir con
“optimismo trágico”, que es la posibilidad de sacar lo mejor posible de ese dolor
(comprensión del sufrimiento de los demás, servicios, crecimiento, madurez); ante la
culpa siempre se puede corregir lo mal hecho, pedir perdón si hace falta, aprender y
cambiar para ser mejor; ante la muerte se descubre al ser que va más allá de lo psico-
físico, al espíritu que trasciende y que, a la vez es capaz de disfrutar de cada momento
sabiendo que es único y que terminará.

Los valores de actitud son la clave para encontrar un sentido. El hombre está
capacitado para vivir con dignidad su sufrimiento. El encontrar un sentido en
medio de las actitudes de dolor aleja de preguntarle a la vida por qué (por qué este
sufrimiento, por qué a mí…) y nos sitúa ante la posibilidad de responder a las
preguntas que la vida nos plantea (qué demanda de mí esta situación, que
responsabilidad, descubro, qué me está diciendo este dolor).

Evidentemente, el sufrimiento en sí mismo no tiene un sentido, es decir que no
tiene sentido de por sí, pero el hombre puede adoptar actitudes significativas respecto
al sufrimiento y elevarse por encima de este, para darle un sentido y trascender por
medio de él.

La Logoterapia considera que los valores de actitud son los más excelentes (más
que los de creación y experiencia), ya que las posibilidades del hacer creador y de las
vivencias pueden agotarse y son siempre limitadas, mientras que la actitud que nace
de la libertad interior ante las situaciones de sufrimiento son irrestrictamente
abiertas e inviolable. Los valores de actitud son la vía más importante hacia el sentido.

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