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Instituto Bíblico Las Delicias

Cátedra: ADSLGP
Cumaná, Estado Sucre

EL CANON BÍBLICO
(ENSAYO)

Módulo: Introducción a la Biblia


Nombre y Apellido: Betzabeth Moreno
Cédula: 15.936.191
Facilitadora: Mercedes Plaza De Vela

Cumaná, 4 de junio de 2022


La Biblia representa en la vida de un cristiano la herramienta más valiosa que

pueda tener, la Biblia es la Palabra de Dios, él es el autor, el cual reveló su palabra,

inspiro e iluminó a varios hombres para que la escribieran. Dichos escritos ocurrieron

en tiempos diferentes, y en circunstancias distintas, por lo cual era necesario

conservarla, desde las tablas de moisés, hasta los escritos y últimos acontecimientos.

Los diferentes escritos fueron desarrollados de varias formas y con diversidad de

materiales dependiendo de la época. Como piedra, arcilla, metal, papiros, pergaminos,

etc, toda la Palabra de Dios fue preservada para que en la actualidad pudiéramos

tener acceso a ella de forma sencilla; como en un teléfono por ejemplo. Los últimos

libros de la Biblia se le atribuyen a los apóstoles que fueron después de Jesucristo,

pero al morir todos, era necesario que esta palabra trascendiera. Por lo cual, resultó

imperativo realizar diferentes trascripciones de la palabra en idiomas más modernos,

lo cual originó el canon bíblico, como medida para establecer los libros que serían

aceptados. El canon se refiere a “la norma de fe y de conducta para los cristianos,

calificación que hace la diferencia entre los libros inspirados o no inspirados.” (Mejías,

2012, p. 10).

Para establecer el canon cristiano fueron necesarios ciertos estudios,

investigaciones y reuniones por parte de las autoridades de la iglesia de cada época,

originando la realización de lo que se denominó concilios, lo cual era algo común en

las épocas en que se estableció el canon bíblico y este término “…alude a

una reunión que se lleva a cabo con el objetivo del tratamiento de algún asunto de

interés. También se llama concilio a los documentos que surgen de dicho encuentro”.

(Pérez y Gardey, 2018)


Era necesario establecer el canon bíblico que sería aceptado una vez que se inició

la traducción de las Sagradas Escrituras al griego, proceso que inician un grupo de

personas estudiosos de la ley, quienes tradujeron del idioma hebreo al griego, a éstos

se les acredita la labor de ser los primeros copistas de la Palabra de Dios, a este

traducción se le denominó: Septuaginta. Los copistas fueron los levitas y escribas

mantuvieron unas normas rigurosas, (Deuteronomio 10-1-9). Estas normas para la

transcripción dieron paso a la iniciación de la conciencia canónica, promoviendo el

celo y cuidado que se tenía en aceptar otros libros o escritos que fueron apareciendo a

través del tiempo denominados: libros apócrifos que se refiere etimológicamente, de

procedencia dudosa, “Dicho de una obra, especialmente literaria: de dudosa

autenticidad en cuanto al contenido o a la atribución”. (Real Academia Española,

2022).

El surgimiento de escritos de procedencia dudosa, aunado a otros criterios,

tales como el estado en que se encontraba la ciudad y templo de Jerusalén

(destruidos), el pueblo judío esparcido, aceleró en el cese del canon hebreo por parte

de los rabinos para evitar que estas las literaturas que empezaron a surgir fueran

aceptadas y usadas por el pueblo judío. American Bible Society, (2022) plantea lo

siguiente:

“No es posible saber con exactitud cuándo se completó la

recopilación de los libros de las escrituras judías. Algunos de los

escritos de las escrituras judías pueden remontarse hasta el año 1100

a. C., pero el proceso de reunir los libros no comenzó probablemente

hasta alrededor del año 400 a. C. Esta recopilación de los libros

continuó mientras que nuevos libros fueron escritos en fechas tan

tardías como el siglo II a. C. El proceso para decidir cuáles libros serían


parte de las escrituras judías oficiales continuó hasta poco antes del

año 100 d. C.”

Toda la escritura hebrea fue traducida al griego y esta traducción es llamada

“septuaginta”, como se mencionó anteriormente, por lo que se le asigna el número

romano LXX y de acuerdo con American Bible Society,(2022), “La leyenda dice que

setenta y dos eruditos comenzaron a traducir las escrituras judías del hebreo, todos al

mismo tiempo. La carta continúa diciendo que todos acabaron al mismo tiempo, en

setenta y dos días, y que todos los setenta y dos eruditos descubrieron que sus

traducciones eran exactamente idénticas.” Siendo que las copias más antiguas de

esta traducción están con fecha previa al nacimiento de Jesús (alrededor de cien años

previos) y fueron utilizadas comúnmente por los cristianos de la iglesia primitiva.” Se

establece entonces el canon hebreo.

La cotidianeidad y actividades en el quehacer religioso fue manifestando las

discrepancias entre los diferentes actores, por el hecho de querer aceptar o no otros

escritos como Palabra de Dios, así los judíos dejaron establecidos su canon con tres

grandes grupos de libros: la ley, los profetas y los escritos, los samaritanos sólo la Ley

también llamado Pentateuco. De igual forma, el grupo llamado protestantes aceptaron

el canon bíblico de acuerdo a la estructura moderna de las Biblias Evangélicas. Sin

embargo, el grupo denominado católicos, no aceptaron el canon hebreo, por lo cual se

organizaron y realizaron un Concilio en Trento para resolver la situación de cuáles

libros serían incluidos y aceptados por ellos. De acuerdo con Mejías (2012, p.14), este

acontecimiento ocurrió en el año 1546 y se definió con un documento (decreto), el cual

estableció que los libros aceptados por la Iglesia católica, son los siguientes: Del

antiguo Testamento: El Pentateuco, Josué, Jueces Rut, cuatro de Reyes, dos de los

Paralipómenos, el primero de Esdras y el segundo, llamado Nehemías, Tobías; Judit;

Ester; Job, el Salterio de David de 150 Salmos; Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los
cantares, Sabiduría, Eclesiástico; Isaías, Jeremías con Baruc; Ezequiel; Daniel; los

doce profetas menores, primero y segundo de los Macabeos. En lo que se refiere al

Nuevo Testamento, los libros incluidos son los mismos de la Biblia Moderna o

Evangélica.

En este decreto se dejó establecido que las personas que no aceptaran la

canonicidad de estos libros sería denominados anatema, dice textualmente de la

siguiente manera “Si alguno no recibiese como sagrados y canónicos estos mismos

libros en su integridad, con todas sus partes (…), y despreciare a sabiendas y

pertinazmente las antedichas tradiciones, sea “anatema” (p.14). Estos acuerdos se

mantienen hasta hoy.

Es notorio pues, el desacuerdo entre los grupos de creyentes, pero el concilio

de Trento levanta un muro alto y divide de forma notoria y evidente a los católicos de

todos los demás grupos actuantes en el ámbito religioso y el problema yacía en la

aceptación de los libros, era juzgar con criterios y argumentos válidos, cuáles libros

son inspirados y cuáles no. La iglesia católica a través de sus actores principales,

ciertamente, tuvo sus intereses particulares en aceptar lo establecido en el decreto y

dejando de lado, los criterios de autenticidad de la palabra escrita, ya que los libros

apócrifos nunca fueron aceptados por los judíos en su Biblia Hebraica. No hay

evidencias de la utilización de los libros apócrifos por el Señor Jesús, ni menos por sus

discípulos, tampoco utilizados y mucho menos nombrados por las autoridades de la

iglesia por cuatrocientos (400) años aproximadamente, lo cual es una evidencia que

estos libros no fueron reconocidos.

Otro argumento de valor investigativo en que se justifica la no aceptación de los

libros apócrifos, se refiere a que éstos narran historias y fábulas que contradicen a los

libros del canon cristiano en los cuales no hay contradicción de la palabra escrita. De
igual forma, estos libros en sí mismos establecen que no fueron escritos por

inspiración, tal es el caso de lo descrito en 2 de Macabeos 15: 38-40, donde el autor

describe a la escritura como algo mediocre y sin valor, como reconociendo que la

autoría proviene de él, no reflejando la inspiración de Dios, distinto del estilo con el

cual cada hombre inspirado escribió, lo cual es notorio en toda la Biblia.

Es indudable, todo el proceso y evolución del canon bíblico, realmente un

proceso histórico que bien vale la pena seguir estudiando e investigando, es

realmente, algo maravilloso que a pesar de tantos acontecimientos y tantos años, la

Palabra de Dios se haya podido preservar y mantener intacta para que en la

actualidad más y más personas tengan acceso a la verdad que es en nuestro Señor

Jesucristo. Evidenciando la evolución de la conciencia canónica, la cual inicia, sin

dudas, por reconocer las escrituras del Antiguo Testamento trascrita por los levitas y

escribas al griego.

Del mismo modo, esta conciencia pasó sin dudas por aceptar como verdadero

la Mesianidad del Señor Jesucristo y de forma más propicia, una vez que la Palabra de

Dios es revelada en el tiempo y a través de acontecimientos (milagros, sanidades,...)

que fueron evidencias contundentes de la veracidad de la palabra escrita por los

apóstoles. Verdaderamente, la Palabra de Dios fue trascendiendo, fue circulando, fue

expuesta para el uso de los creyentes y al mismo tiempo circulan a la par, escritos no

apostólicos, lo cual era un riesgo, en que los defensores de la verdad de Dios y su

Palabra debían evitar que fuera adulterada, mezclada con falsos escritos y confundir a

los creyentes, porque los métodos de escritura, evolucionaban de forma rápida, lo cual

acelera la reproducción de los Sagrados Escritos. Es necesario entonces, definir el

canon para el Nuevo Testamento, lo cual vio su concreción en el III Concilio de

Cartago, año 397 en el cual finalmente se declararon los 27 libros reconocidos y

utilizados hasta nuestros días.


Fueron varios aspectos que se utilizaron para aceptar el Canon cristiano, los

cuales son mencionados por Mejías (2012, p. 16), el primero de ellos es el Origen

Apostólico, es decir, los apóstoles actuaron bajo la autoridad dada por el Señor Jesús,

contra lo cual no se tuvo objeción alguna. La receptividad que tuvieron estos escritos

por parte de la iglesia primitiva y su trascendencia en el tiempo, es decir, se usaron de

forma constante durante muchos años y generaciones. Estos escritos se usaron

porque no había en ellos evidencias de contradicciones, sino más bien una

concordancia y homogeneidad en cuanto a la doctrina contenida, lo cual fue el

principal recurso utilizado para evitar caer en errores y desviaciones, del mismo modo,

las enseñanzas de los apóstoles reafirmaban la veracidad de la Palabra escrita.

Finalmente, hoy en día alguien pudiera menospreciar el valor histórico y

espiritual que ha acompañado a todo el proceso de aceptación y reconocimiento del

canon bíblico cristiano, cuando puede de forma rápida y sencilla, desde su equipo

moderno llamado “teléfono inteligente”, descargar una versión actual de la Biblia, pero

para los estudiante de Teología y para un cristiano que viva por fe al Señor Jesucristo,

definitivamente le da aún mayor valor el amor y arraigo a la Palabra de Dios, al

conocer como el mismo autor, el Supremo Creador, ha permitido que la verdad de su

Palabra se halla conservado hasta nuestros días, cumpliéndose por encima de todo

pronóstico, por encima del tiempo, de la modernidad, y de todo tipo de artimaña

surgida para tratar de impedir que la verdad de la Palabra haya trascendido en el

tiempo, un hecho totalmente estremecedor e impactante como de película de ciencia

ficción, por así decirlo, que puede mover la fibra espiritual de cualquiera que se sienta

y crea cristiano, reconocer que el Supremo Creador nos ama tanto que preservó su

Palabra para que ninguno se pierda de alcanzar sus promesas. Para concluir sólo

acotar, ahora con mayor entendimiento a la luz de los hechos estudiados lo dicho por

el Señor Jesús “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Mateo 24:35

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