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IV AF 2019
Capítulo IV
INTEGRACIONISMO LATINOAMERICANO
2. INTEGRACIÓN POLÍTICA
El amauta Antenor Orrego encuentra un sentimiento de unidad en estado germinativo desde los inicios de
la conquista o invasión del continente, como una reacción al dominio impuesto desde el otro lado del mar.
Es más, sostiene que dicho sentimiento ya existía en la conciencia americana anterior a la llegada de los
europeos. El choque de Europa con las antiguas culturas del continente produjo la disgregación durante la
colonia. La independencia recogió el mensaje de unidad, pero fue un intento fallido; sus formas políticas y
jurídicas, trasplantadas de la Europa liberal, no fueron digeridas en estas tierras. Producida la victoria
independentista, nuestros países perdieron la primera oportunidad de su unificación, cayeron en la
dislocación, traicionaron su intrahistoria, “desmenuzándose en pequeñas republiquitas independientes que
reprodujeron, con algunas variantes más fraccionadas todavía, en algunos casos las demarcaciones
administrativas y burocráticas que trazó la inepcia de la monarquía madrileña”. (Orrego, 2011: II, 26).
Imitaron el paradigma político de Europa. Como allá había múltiples Estados, acá sería igual.
Efectivamente, según su análisis, durante la Edad Media habían surgido en Europa culturas y gobiernos
localistas. Ellos estuvieron ausentes de todo sentido de universalidad. El señor feudal poseía en forma
absoluta los signos e instrumentos del dominio; en él residía el poder concreto, el poder de facto. La
monarquía era una entidad abstracta en lo moral y jurídico; el soberano era, de igual modo, abstracto y débil
en los aspectos políticos y militares. Este localismo constituyó, históricamente, una etapa ineludible y lógica
del proceso de la cultura europea. La parroquia, la provincia o la comarca, es decir, la localidad, fue la célula
política y cultural. La restricción de espacio físico tuvo su correlato lógico en la restricción del espíritu. Pero
este espíritu medieval tuvo unidad y cumplió rol trascendente en la constitución del mundo contemporáneo.
Una unidad de mayor amplitud sucedió a la unidad celular parroquial. Quedó atrás la monarquía abstracta
y advino la monarquía concreta y el nacionalismo. Recién, entonces, en el soberano reside el poder de facto,
el poder concreto en la realidad política, económica y militar. Pero el clima del feudalismo se prolongó hasta
la Revolución francesa, pese a la conformación de las nacionalidades europeas en siglos anteriores. El espíritu
feudal impregnó a la monarquía absolutista, de manera que dicho espíritu recién terminó en 1789. La
aseveración “El Estado soy yo” de Luis XIV es reemplazada por el Estado es la Nación. Y aunque con
resabio parroquial, aparece el nacionalismo europeo. Desde fines del siglo XVIII, la cultura occidental
adquiere sentido nacionalista, sin abandonar su limitación localista, cuya prolongación, con pequeñas
ampliaciones de sus fronteras, alcanzó el siglo XX. La parroquia medieval ha sido el gran obstáculo de la
unidad política y económica de Europa, cuyo nacionalismo restrictivo condujo al mundo a grandes guerras.
La beligerancia vivida por Europa ha obedecido a la tensión entre las fuerzas desgarradoras del pasado y las
fuerzas dinámicas del porvenir, entre el patriotismo parroquial o nacionalista y el patriotismo unionista o
paneuropeo.
Después de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, los nacionalismos disgregantes han sido superados.
Y aunque Orrego otea la tendencia paneuropea, formula la siguiente pregunta: “¿Serán capaces los pueblos
europeos de abandonar la anárquica atomización política, jurídica y económica que los divide y responder al
dramático y clamante llamado de la historia contemporánea, constituyéndose en el Estado-Continente de la
Unión Europea?”. (Orrego, 2011: II, 178). Por cierto, con el nombre de Unión Europea, avizorado por nuestro
compatriota, dichos pueblos han sido capaces en los tiempos actuales de acabar con su dispersión e iniciar
su integración en un súper Estado.
Este intelectual hace un estudio analítico del localismo y nacionalismo de Europa y América. Allá, a
pocos kilómetros de distancia, se encuentran diferencias en las formas de gobierno, la lengua, la religión, las
costumbres, la raza y el espíritu. Aquí, desde hace siglos, el escenario está listo para encontrar el vehículo de
unidad; así lo indican: a) el cruce de las distintas razas en su casi finales etapas de compenetración biológica;
b) una lengua común, con excepción de algunas pequeñas áreas del Caribe, ya que el portugués del Brasil
por ser una lengua gemela del castellano no constituye una barrera insalvable para la comunicación; c) una
misma creencia religiosa, el cristianismo; d) una identidad en la historia y en la misión cultural; e) una
economía y una producción de fácil complementación y coordinación en un cuerpo solidario; f) un nuevo y
profundo sentimiento común y una concepción integral ante la vida, y g) la defensa frente a los peligros de
la dominación imperialista.
En su argumentación, destaca que México y Buenos Aires, separadas por una gran distancia física,
presentan una distancia psicológica menor que la existente entre París, Berlín o Londres, cuya separación en
kilómetros es inferior al caso de las ciudades anteriores. Igualmente, la extensión histórica, política y
etnológica es más grande entre las ciudades europeas nombradas que entre el río Bravo y el cabo de Hornos.
Para precisar su estudio del nacionalismo y patriotismo, compara América con Europa.
PATRIOTISMO CONTINENTAL
Unidad del pueblo-continente
PATRIOTISMO NACIONALISTA
Unidad de la nación
PATRIOTISMO PARROQUIAL
Unidad celular de la parroquia
Elaboración: ERO.
Según su estudio, América Latina por impulso dialéctico va hacia su unificación, lo cual constituye
un trance decisivo y vital, que la pone frente a la alternativa hamletiana del to be or not to be expresada así:
“Anquilosamiento, regresión y muerte o ascensión biológica, vigencia histórica y continuación progresiva”.
Sin embargo, multiplicidad de factores –como los ya anotados- la llevan a la solidaridad, la mancomunidad
y la unión, y en esa ruta nos encaminamos. “Pero no a una solidaridad romántica y discursiva [...] sino a la
constitución de un vasto organismo concreto y tangible, de un organismo que rija, en carne de realidad
política, económica y cultural, nuestros destinos superiores”. (Orrego, 2011: I, 178). Y pronostica que los
organismos nacionales están destinados, por una imperativa fuerza dialéctica, por la energía inherente a su
crecimiento, a discurrir en vastas agrupaciones continentales. Esos grandes organismos unitarios, concretos
y tangibles tienen su expresión actual en: Asociación Latinoamericana de Integración, Comunidad Andina,
Mercado Común del Sur, Sistema de Integración Centroamericana, Comunidad del Caribe, Unión de
Naciones Suramericanas, Convenio Andrés Bello y otros más.
En forma de ratificación y ampliación de la alternativa transcrita líneas arriba, afirma: “En suma,
podemos formular, esquemáticamente, la trayectoria futura de América Latina: nacionalismo lugareño,
regresivo, antidialéctico; nacionalismo atómico y parroquial a la europea, impregnado de la pugnacidad
disgregante de la Edad Media. O nacionalismo continental, unitario, congruente, constructivo y de una más
amplia pulsación cultural y humana”. (Orrego, 2011: I, 178-179). Según la lógica del pensamiento
orreguiano, América Latina, izará las banderas del nacionalismo continental cuya concreción estará dada
por los organismos de integración, con lo cual se resuelve la disyuntiva planteada. Los nacionalismos
restrictivos de Europa pudieron afectar la conformación de Estados Unidos, disgregándolo, pero se impuso
la coordinación federal, la vasta unidad económica, política, cultural y social, que es la primera agrupación
continental históricamente exitosa. Los pueblos indoamericanos, por su parte, perfilan otra agrupación
continental, que surgirá en un proceso de rebosante integración universal. En América existen, pues, dos
pueblos-continente, Estados Unidos, políticamente ya expresado en un estado-continente, y el que se ubica
al sur y está esperando su remate final político, jurídico y cultural en otra gran unidad, el Estado-Continente
de Indoamérica.
Orrego es el creador del concepto pueblo-continente, usado ahora por distintos autores, aunque no
siempre citen su origen. Tal el caso de Felipe Herrera cuando se ocupa de la vigencia de los pueblos-
continente y escribe: “Estados Unidos, Rusia o China son prácticamente pueblos-continente, es decir el
producto de la integración de vastas zonas geográficas en las que, sobre todo en los casos de Rusia y China,
se aglutinan y engloban, como también en la India, varias y hasta muy diferentes naciones”. Amplía este
concepto al caso de los árabes, países africanos e indostánicos así como a Indonesia. (Herrera, 1967: 22 y
23).
El autor de Pueblo-Continente no agota su interpretación de las relaciones internacionales con la
integración continental; avanza hacia el universalismo. Ciertamente, piensa que el mundo marcha hacia su
unificación, por ende, le asigna a Indoamérica responsabilidad mundial de pensar, obrar y sentir en esa
dirección. Avizoró que la humanidad camina hacia el mestizaje racial y cultural, a la integración de
instituciones sociales, políticas, económicas y religiosas. El propio proceso integracionista de nuestros
pueblos debe tener ese norte, por eso habla del gran estado mundial indoamericano del futuro. Ya en 1936
percibió que los sucesos importantes de cualquier parte del mundo repercutían inmediatamente en la
conciencia de los seres humanos de toda la tierra. Escribió entonces: “Cada país vive en función del globo
entero científica, artística, económica y políticamente”. “En rigor del término, no hay ya acontecimientos
locales sino acontecimientos de una extensa proyección universal. Cada hombre de hoy, cualquiera que sea
su raza o su país, va siendo moldeado, en cierto modo, por el planeta entero”. (Orrego, 2011: I, 189). No
podríamos decir que él hubiera anhelado el fenómeno actual de la globalización económico-financiera, por
injusto, incompatible con su pensamiento, pero sí pensó en una etapa de acercamiento y unificación del
mundo, en términos positivos para toda la humanidad, no en el provecho de los menos y en perjuicio de los
más. Vio al mundo en marcha hacia un todo más universal que en otras épocas; al hombre, también como
un todo que vive en aquél conjunto mayor conectado a múltiples y nuevas incitaciones, a las que está
obligado a responder plenamente con su ser: inteligencia, corazón, voluntad, su vida entera. El aislamiento
pertenece al pasado, es anacrónico.
Atentamente siguió el proceso internacional de los grandes bloques políticos o estados-continentes:
Estados Unidos y Unión Soviética (posteriormente disuelta), así como de los países del occidente europeo
que, a pesar de los obstáculos, marchaban hacia su unificación. Sostuvo que el proceso dialéctico de la
historia avanzaba más en América Latina, sin embargo Europa alcanzará antes la categoría de estado-
continente, sin ser todavía pueblo-continente, es decir pronosticó la Unión Europea. En cambio, los
latinoamericanos somos un pueblo-continente, desarticulado políticamente, llamado a convertirse en
estado-continente.
Cuando Europa desplegaba grandes esfuerzos por su integración (1958), el escritor André Malraux,
ministro de Información de Francia se refirió a una nueva era abierta en el mundo con el nacimiento de los
estados-continentales. Nada más ni nada menos que la idea orreguiana expuesta desde muchas décadas
anteriores.
Frente a la impotencia de los tribunales nacionales por defender los ahora llamados derechos humanos,
abogó por la creación de la Corte Interamericana de Justicia con amplísima competencia en nuestros
países, independiente de los gobiernos; tribunal capaz de proteger los derechos fundamentales e inalienables
del hombre; paso decisivo en la consolidación de la democracia, la misma que debe surgir de nuestro
auténtico proceso histórico, democracia con justicia social y económica, y compatible con la integración.
3. INTEGRACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL
Según Orrego, América es síntesis de razas y culturas, el nudo o centro donde se han cruzado, confluido
y conectado todas las sangres. América ha desempeñado la función de osario o pudridero de todas las
progenies para convertirse en una macrocósmica entraña del porvenir. Aquí, primero, se ha producido la
descomposición biológica del indio, del europeo, del africano y del asiático, con su vuelta al caos
primordial, al humus original, y luego se fundieron en este gigantesco crisol telúrico. Valúa al mestizaje
como el camino de los pueblos, mas no lo estima como un objetivo. El mestizo o criollo surgido en nuestro
continente es sólo una forma transicional, un puente hacia un nuevo hombre, no una forma biológica estable.
En el hombre individual se produce discontinuidad orgánica al morir y descomponerse, es decir, cuando se
desintegra, lo cual no se da en los pueblos y razas. Ni en la naturaleza ni en la historia ocurren la muerte y
desintegración absolutas; termina un ciclo pero sus formas de expresión encuentran un legatario y
continuador en el provenir. En América, muere y se descompone el indio y el europeo para que aparezca
una nueva estructuración orgánica y espiritual, el hombre americano. Si se considerase la pureza de sus
razas, en América no tienen porvenir ni el indio, ni el europeo, ni el africano, ni el asiático; ellos son factores
complementarios de una nueva conformación física y mental en proceso de afinación, en el cual no importa
el color de la piel, sino el nuevo juego de fuerzas que se estructuran en el continente como un todo unitario
y que será el instrumento de una nueva expresión del espíritu universal.
“La ruta de la integración” llama el pensador a este proceso iniciado mediante la descomposición de
razas que tornaron al limo amorfo, y continuará hasta la recomposición de sus fuerzas en un todo unitario,
que producirán el nuevo tipo de hombre de América. Dice textualmente: “Este proceso de desintegración
y descomposición está en América, finalizando. Se encuentra en sus últimos estadios, y ha comenzado,
también, el proceso correlativo de integración, de recomposición, de síntesis”. (Orrego, 2011: I, 148). Pero
esta integración no es solamente orgánica, sino también social y cultural. A través de ella, el continente se
aleja de su pasado autóctono y europeo, y construye su porvenir. Orrego encontró evidencias de este
pronóstico en las juventudes latinoamericanas contestatarias que pugnaban creativamente por dar el fulgor
de su expresión propia; en estas nuevas generaciones vio realizarse la asimilación, la conjugación, la
digestión telúrica y cósmica de las dos culturas que colisionaron aquí cuando se produjo el desgarrón
histórico y la invasión por el mundo que vino con Cristóbal Colón. Esta digestión ha durado siglos, para
hallar las vías adecuadas de transmitir su mensaje en un nuevo conjunto homogéneo y unitario.
Los pueblos de todo el globo, arrastrados por fuerzas biológicas superiores, en obediencia a sus hondos
designios de continuidad vital, se dieron cita en América, buscaron confluir en esta tierra para superarse e
integrarse recíprocamente. Largo tiempo ha trascurrido desde que se inició esta caldera cósmica que está
originando una nueva realidad humana en el mundo. Leamos sus palabras:
Desde hace cuatro siglos todas las razas están derritiéndose en la hoguera de América. Para ayer,
necesaria fusión disgregativa; proceso de integramiento y de reconstitución, para mañana. El ojo
miope y retrasado no ve sino el caos, la heterogeneidad momentánea y epidérmica, de la cual casi
no puede hablarse sino en pretérito, puesto que ha comenzado el proceso de integración. El indio,
el blanco, el asiático, el negro, todos han traído su aporte y se han podrido o están acabando de
podrirse en esta inmensa axila cósmica, para libertar sus respectivas superioridades integrantes que
harán el hombre americano, cumplido ya para el porvenir de la humanidad. (Orrego, 2011: I, 159-
160).
Dice que no fue una casualidad que el indio peruano haya tenido el signo de la pacha-mama, la madre-
tierra, fuente de vida y nutrición. Pero observa que en toda Latinoamérica, como en ninguna otra parte, el
hombre se encuentra pegado a la tierra, por ello escribe:
Y el signo de la Pacha-Mama es, también, el signo del destino latinoamericano. Aquí el abrazo de
todas las razas ha sido más apretado, más estremecido y más estrecho que en ninguna parte del
planeta; aquí han venido todas las sangres a hundirse y abrirse en el limo fecundante de la tierra;
a entremezclarse para curar la hemofilia del mundo y, aquí será, también donde la multitud, con
poderosa fuerza de su gravitación, revierta la jerarquía hacia sus funciones conductoras y
directoras; aquí volverá el árbol humano a nutrirse desde sus raíces hacia la copa, desde el nadir
hasta el cenit. (Orrego, 2011: I, 236).
Nuestro filósofo usa el término integración en el sentido orgánico o racial, primero, y de allí se traslada
al campo social y cultural; todo lo cual, en su pensamiento tiene correlato de carácter político y económico.
A la integración de América Latina le antecede pues, paradójicamente, la desintegración producida en las
entrañas del inmenso osario continental. En su libro Pueblo-Continente, Orrego -como antes José
Vasconcelos- le da a la palabra integración el temprano significado que ha adquirido en las relaciones
internacionales y de interdependencia del mundo de hoy. Y utiliza indistintamente los vocablos
“integración” y “unificación” o “unidad”, con el mismo sentido.
Los latinoamericanos –afirma- debemos elaborar una doctrina política y económica, de acuerdo con
nuestras realidades y posibilidades, lejos de pensar en un mesianismo que nos conduciría al desastre, como
tantas veces ha sucedido en nuestra historia. Entonces, considera incuestionable la unificación de nuestros
esfuerzos e intereses económicos en un organismo que defienda e incremente nuestra producción. En tal
sentido, las zonas de libre comercio serán caminos previos para estructurar la unificación en el mercado
común latinoamericano, dentro de una futura unidad de mayor amplitud, política, jurídica, cultural.
Estuvo al día de los pasos del mercado común europeo, del parlamento europeo y demás procesos
integracionistas de diversas áreas del planeta. Sostuvo que el mundo no puede subsistir fraccionado en
pequeñas zonas aisladas, sino coordinando sus actividades económicas, por eso, lograda la unidad
económica de Europa, su unidad política y jurídica estará a la vista. Observó que en Asia y África, como
entre los árabes, diversos países se afanaban por lograr la solidaridad de sus actividades productivas. Pensó
que los pasos en América Latina, por ser todavía indecisos y vagos, la podrían dejar rezagada, sin embargo,
en ningún otro grupo de países vio más apremiante su unidad económica, con mayor razón ante el
surgimiento de grandes bloques en otros espacios del orbe.
Estuvo plenamente convencido de que el mundo ya no podía vivir, en lo sucesivo, circunscrito en
pequeñas o grandes naciones cerradamente individuales:
La economía mundial se derrumba si no se constituyen y se coordinan los intereses y las
necesidades de zonas extensas en unidades económicas poderosas. El autarquismo, que fue
preconizado por los regímenes totalitarios, no solamente es un mito anticientífico, sino una falacia
criminal que llevaría a los pueblos al suicidio. El signo de los tiempos es la coordinación de
recursos y la convivencia de intereses de varios países de distinta índole, que lleguen a la
mancomunidad regional en dilatadas áreas geográficas. La realidad cultural, territorial,
antropológica y jurídica de América Latina, en una zona tan extensa que, en verdad, es un
Continente, la presenta como la región más grande del globo en que puede hacerse, con éxito
inmediato, un ensayo grandioso de esta naturaleza. (Orrego, 2011: IV, 158).
Escribió que la idea del mercado común latinoamericano, le permitió a muchos ver claramente la
urgencia de defender los intereses económicos de nuestros países, impulsar su desarrollo industrial aún
incipiente y comprender que la región se constituiría en un ingente reservorio del porvenir.
Su pensamiento integracionista se mantuvo firme hasta el final de su vida. Y atento a los sucesos
mundiales y su repercusión en nuestro pueblo-continente, anotó en1959:
El apremio de la época nos empuja a coordinar y articular nuestra economía y nuestros
considerables recursos. La constitución del primer mercado común europeo, nuestro enorme
crecimiento demográfico, la necesidad imperativa de desarrollar nuestro poder industrial y
nuestra riqueza para salvar la miseria y la ignorancia en que viven las grandes masas, son factores
principales de esta nueva conciencia continental. Surge la urgencia de un mercado común
latinoamericano. No podemos esperar por más tiempo la coordinación de nuestros recursos y de
nuestros intereses económicos so pena de quedar rezagados y de prolongar nuestra miseria.
(Orrego, 2011: IV, 433).
Condenó al imperialismo y a la política entreguista de los gobiernos al capital extranjero. Observó que
los países latinoamericanos, unos más que otros, no eran países interdependientes en relación con Europa
y Estados Unidos, sino económicamente dependientes del imperialismo, hecho central de nuestra economía
que subsistirá mientras vivamos aislados. Se impone entonces la estructuración de un Estado antimperialista
para defender a las masas productores y hacer posible nuestra independencia económica dentro del esquema
de una América Latina integrada.
4. INTEGRACIÓN EDUCATIVA Y CULTURAL
Orrego hizo la disección del continente, lugar o crisol de todas las razas y culturas del mundo, donde se
dieron cita fraterna y se fundieron recíprocamente. La integración de los pueblos y culturas, que
convergieron en América, otorgan sentido cósmico al hombre de nuestro continente. Y este hombre, síntesis
de todas las razas y culturas, es el que debe elaborar un mensaje cultural nuevo de profunda orientación
humanista y ecuménica. La fusión de los elementos culturales autóctonos con los europeos está tomando
una nueva dimensión que hará visible en el futuro la nueva expresión cultural de América Latina en un
conjunto homogéneo y unitario; cultura que no la lograremos copiando el aporte del pasado, ni tampoco
imitando, como los simios, los ademanes ajenos, sino que será el alumbramiento original de nuestro propio
ser.
Respecto a la copia del pasado, el maestro sostiene que el mensaje de América Latina para el mundo
será una expresión hacia adelante, obra de creación y no de copia regresiva. El estudio y la comprensión
del pasado ha de servir únicamente como alumbramiento del porvenir, como basamento del futuro. Y en
relación a la copia foránea dice: “Europa nos ha educado y tiene aún que educarnos, pero, nosotros tenemos
la responsabilidad de rebasar sus limitaciones inherentes, alumbrando, clarificando y definiendo nuestra
misión histórica y humana. No es por el camino de la imitación simiesca que la cumpliremos, sino por el
camino de la diferenciación y de la creación original”. (Orrego, 2011: I, 177). La tarea de América consiste
en producir un nuevo tipo de hombre capaz de crear sus propios medios de expresión para revelarse ante el
mundo y superar las realizaciones precedentes. América será como la partera cósmica de una cultura
integral y de proyección ecuménica.
Ni pasadista ni chauvinista, combate la alienación, las posturas europeizantes. Sin embargo, acepta el
pensamiento europeo como fuerza alumbradora, no como cartabón. Entonces, la expresión cultural deberá
ser producto de nuestra creación. Ratificando sus ideas apunta: “Nuestro pueblo-continente ya no puede
repetir la lección escolar que nos venía de Europa, lo suficientemente aderezada como para impedir y
paralizar la iniciativa de nuestra propia autonomía mental”. (Orrego, 2011, III: 256). Considera que las
aportaciones ajenas sirven solamente como fuerzas catalíticas que provocan, facilitan y despiertan la
creación propia. América Latina ha vivido y vive envenenada por el esnobismo europeo. Por no haber
penetrado hasta su propia alma, su vida ha sido superficial. Continente-Reflejo, ha deformado las imágenes
proyectadas de allende los mares. Sus hombres cultos han sido tales por mimetismo libresco, no por
asimilación o digestión.
Piensa Orrego que en todo el continente en general y en cada individuo en particular, existe diversidad
de entonaciones anímicas, cuya dilucidación es fundamental para comprender el proceso íntegro de
reconstitución en un todo unitario, congruente y orgánico. Este fenómeno lo explica mediante su teoría del
espectro o de la constelación horizontal antropológica, con la cual distingue tres zonas de contacto en la
composición étnica, biológica y psíquica de América Latina, desde las cuales tratamos de entender el mundo
que nos rodea. Una es la zona de la deflagración o del choque, donde las progenies indígena e invasora
permanecen separadas y tratan de conservar sus elementos originarios. Otra es la zona sepulcral o recesiva
en la cual se produce la influencia de los dos elementos, su infiltración mutua y desintegración; es la zona
de mestizaje y de transición o puente entre dos mundos contradictorios. Y la zona vital y orgánica es la
zona de la unidad y de la síntesis, de conjugación o recomposición. La primera y la segunda zonas están
destinadas a desaparecer. La tercera es la que tiene porvenir, constituye la razón de la nueva vida del
continente, en ella se resuelven sus contradicciones históricas.
Superadas las contradicciones, se habrá de producir un equilibrio articulado y desde esa zona América
irá hacia su unidad cultural, hacia su reencuentro, dejando la enajenación y evasión de sí misma acaecidas
desde la conquista. La nueva cultura asentará sus raíces en el humus de la desintegración, desde allí se
impulsarán los gérmenes vitales con los cuales “habrá de lograrse una distinta y más completa integración
de la conciencia, del pensamiento y de la acción humana”. (Orrego, 2011: II, 173).
Ciertamente, con el impacto de la invasión, se desintegraron tanto la cultura autóctona como la europea.
De esa doble desintegración está apareciendo la nueva expresión, la integración cultural. Por la fusión de
los gérmenes históricos nativos y foráneos, el nuevo hombre de nuestro continente hará posible el
humanismo americano, una cultura diferente a las anteriores, y la integración mediante el intelecto. (Teoría
de los gérmenes históricos). Lo cual supone el conocimiento mutuo de nuestros países porque no se puede
unir lo desconocido, y en este empeño, la escuela a través de todos sus niveles jugará rol fundamental, y
junto a ella, los medios de comunicación, los partidos políticos, los colegios profesionales, las sociedades
científicas, los sindicatos de trabajadores, todas las instituciones influyentes en la opinión pública, también
la familia, puesto que desde su seno es posible formar conciencia favorable al acercamiento fraterno de
pueblos, en vez del distanciamiento por los nacionalismos agresivos.
Si América Latina, nuestro pueblo-continente, trata de liberarse del dominio económico, político y
cultural, y dejar atrás el subdesarrollo y el colonialismo mental; si busca encontrarse a sí misma, definirse
en sus características propias, esenciales y permanentes, el corolario resultante nos indica que ello sólo se
podrá conseguir mediante el concurso de una educación sustentada sobre la base de una filosofía de la
identidad y de la originalidad creativa, estremecedora de las conciencias y alumbradora del camino de
redención social.
Los aportes orreguianos del área educativa forman parte, como un todo inseparable, del cuadro general
de sus ideas filosóficas, políticas y estéticas. De su pensamiento fluye una educación para la toma de
conciencia del surgimiento de un nuevo humanismo, de la singularidad cultural de América Latina, de las
manifestaciones genuinas de su intelecto; una educación para que cada persona se comprenda a sí misma,
a las demás y a los procesos de cambio del mundo; una educación para impulsar la integración de nuestro
pueblo-continente. En este sentido, le señaló importante rol a las universidades que deberían desarrollar sus
actividades de cara a la identidad y en función de la realidad de nuestros países. Él postuló un modelo de
universidad indoamericana cuya misión sería la de estudiar los problemas y buscar sus soluciones, dilucidar
el aporte cultural surgido de estas latitudes y señalar derroteros en procura de mejores condiciones de vida.
En su enfoque universalista, vislumbró multiplicidad de aspectos que los viviría el hombre del futuro,
para lo cual América debería estar preparada, se centró en cinco dimensiones o valoraciones de proyección
capital: 1º) dimensión intelectual e histórica, que resolverá conflictos de siglos en una totalización unitaria;
se trata del dualismo entre la generalización y la especialización, entre la capacidad panorámica de la
inteligencia y la capacidad concreta, entre el filósofo y el experto, entre el estadista y el técnico, fuerzas
enfrentadas que rigen la historia y la mente; 2º) dimensión fisiológica y étnica, que consiste en el abrazo y
fusión de todas las razas humanas, cuyo resultado será un nuevo tipo de hombre ecuménico; 3º) dimensión
política y social, expresada en vastas síntesis de pueblos, que resolverán las antinomias de los
nacionalismos aislados, negativos y atómicos del mundo; 4º) dimensión ética, que sustituirá los patrones
morales rígidos, obstruccionistas de la superación espiritual, por una moral amplia, facilitadora de
conductas expresadas mediante actividades flexibles; reemplazo de las morales negativas del “no hacer” y
de la represión por las de carácter positivo del “obrar” y del “hacer”; 5º) dimensión estética, que se refiere
a la expresión total del hombre y de la vida, en forma libre, en función de todas las estéticas particulares,
de todos los temperamentos; una estética accesible a la comprensión, emoción, entendimiento y sensibilidad
de todos los hombres de la tierra.
De estas valoraciones –según su autor- por lo menos dos se realizan ya de modo visible e indiscutible en
América, son típicamente nuestras y con ellas participamos en la corriente histórica del mundo, abriendo
una nueva etapa: la dimensión fisiológica y étnica, y la dimensión política y social, que serán la base
material y sustancial de las otras valoraciones inmateriales e imponderables que deben sostenerse en ellas.
Sin embargo, en todas subyacen las connotaciones culturales y educativas, que en el caso americano habrán
de orientarse con sentido unitario.
Piensa que si no se combate la ignorancia y la incomprensión de una política de estilo continental o
integracionista, América Latina quedará rezagada en el proceso de agrupación y colaboración de pueblos.
Es clara, pues, la tarea propia de la educación.
INTEGRACIÓN CENTROAMERICANA
Desde su independencia de España, los países centroamericanos han experimentado sentimientos de
aproximación hacia su unidad como una sola nación. Esta subregión tiene una superficie de 522.760 km 2. Y
su población es de 42 millones de habitantes, aproximadamente.
En 1951, cinco países de América Central: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua,
suscribieron la Carta de San Salvador, acta bautismal de la Organización de Estados Centroamericanos
(ODECA), con el objetivo principal de constituir una comunidad económico-política orientada a su
integración. Asimismo aspiraron a la solución conjunta de sus problemas comunes y promover su desarrollo
económico, social y cultural en acción coordinada.
Estos mismos países constituyeron el Mercado Común Centroamericano (MCC) que se rige por el Tratado
de Managua (1960). Ellos han llegado a un acuerdo de libre comercio por el cual intercambian la mayoría de
sus productos, practican la liberalización de capitales y la libre movilidad de personas.
Mediante la Declaración de Esquipulas (Guatemala), suscrita el 25 de mayo de 1986 se creó el Parlamento
Centroamericano (PARLACEN), cuya instalación oficial ocurrió el año de 1991. Sus Estados miembros son:
El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana. Se trata de un órgano
permanente de representación política y democrática del Sistema de la Integración Centroamericana. Su
objetivo estratégico es promover la voluntad política, el compromiso y la participación de los actores
fundamentales del proceso de integración, así como promover la paz, la democracia y los derechos humanos.
Funciona en la ciudad de Guatemala.
El Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) se creó el año de 1992, como marco jurídico e
institucional de la integración de sus Estados miembros: Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala,
Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana.
Al parecer, en esta parte del continente, se va concretando la exclamación de Rubén Darío: “Dios eterno
y único haga que lo que es un hecho en Literatura [la unidad] pueda realizarse para Centro América en
Política, por ley histórica y por necesidad de nuestra civilización”. (Sánchez, 1962: 61).
INTEGRACIÓN DEL CARIBE
Entre 1958 y 1962 la mayoría de países caribeños estaban afiliados a la Federación de las Indias
Occidentales. En 1968 se creó la Asociación de Libre Comercio del Caribe (Caribbeam Free Trade
Asociation, CARIFTA). Cinco años después (1973) surgió la Comunidad del Caribe (CARICOM), mediante
tratado suscrito por Barbados, Jamaica, Guyana, y Trinidad y Tobago, cuatro países entonces independientes
y al que luego se adhirieron otros países de esa área isleña.
Junto a la promoción comercial, la CARICOM ha estimulado la cooperación en salud, educación, deporte,
tributación y medio ambiente.
Existen entes promotores de la integración caribeña mediante la educación y la cultura. Uno es la
Universidad de las Indias Occidentales (UIO) cuyo funcionamiento es descentralizado pero coordinado en
las sedes de los dieciocho países que la financian (todos del Caribe anglófono), entre ellos, Jamaica, Trinidad
y Tobago, y Barbados. Sus alumnos pueden iniciar los estudios en una de las sedes y proseguirlos u obtener
los grados y títulos en cualquiera de las otras. Y otro organismo es el Consejo de Exámenes del Caribe que
realiza coordinaciones en esa materia.
ASOCIACIÓN LATINOAMERICANA DE INTEGRACIÓN
En 1960 por el Tratado de Montevideo, se creó la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio
(ALALC) cuyas funciones comenzaron en 1962, con los objetivos principales de constituir una zona de libre
comercio para expandir y diversificar el intercambio, y promover la complementación económica progresiva
de los países miembros, para lo cual quedaron comprometidos a eliminar gradualmente los aranceles y las
restricciones aduaneras. Originalmente sus miembros fueron nueve países que compartían una de las regiones
potencialmente más ricas del mundo por sus recursos naturales y producción.
Se lo concibió como un medio para acelerar la industrialización y un paso para establecer el mercado
común latinoamericano. Vale decir, un importante jalón histórico de integración regional.
En 1980 cambió su nombre por el de Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). Este es el
mayor grupo latinoamericano de integración, está conformado por doce países: Argentina, Bolivia, Brasil,
Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, que representan en
conjunto 20 millones de km2 y más de 500 millones de habitantes. Se orienta por los principios de: pluralismo
político y económico, convergencia progresiva de acciones parciales hacia la formación de un mercado
común latinoamericano, flexibilidad, tratamientos especiales en razón del nivel de desarrollo de los países
miembros, multiplicidad en las formas de concertación de instrumentos comerciales.
Tanto en su primera etapa como en la actual, si bien sus motivaciones económicas han sido dominantes,
también ha considerado las de carácter educativo y cultural. Efectivamente, la Declaración de Punta del Este,
suscrita el año de 1961 por representantes de las repúblicas americanas para apoyar a la Alianza para el
Progreso –proyecto continental del presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy- contempló, por un lado,
el aceleramiento del proceso de integración latinoamericana para alcanzar el desarrollo económico y social,
y por otro, incluyó el propósito común de acabar con el analfabetismo y extender la educación primaria a
toda la población. Posteriormente, los países miembros también han reconocido la necesidad de fortalecer la
educación para la cooperación internacional y la integración de América Latina.
SISTEMA ECONÓMICO LATINOAMERICANO
El Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA) es un organismo regional
intergubernamental, creado mediante el Convenio Constitutivo de Panamá en 1975, con los objetivos de
promover un sistema de consulta y coordinación para concertar posiciones y estrategias comunes en materia
económica ante países, grupos de naciones, foros y organismos internacionales, así como impulsar la
cooperación y la integración entre países de América Latina y el Caribe. Está conformado por veintiocho
países miembros: Argentina, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile,
Ecuador, El Salvador, Grenada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá,
Paraguay, Perú, República Dominicana, Suriname, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela. Tiene su sede
en Caracas.
PARLAMENTO LATINOAMERICANO
La idea de constituir el Parlamento Latinoamericano partió de las cámaras de senadores y diputados del
Perú cuando el 2 de junio de 1964 acordaron invitar a los parlamentos de los países de la región a una reunión
de sus delegados, a celebrarse en Lima, con el propósito de estudiar los problemas de la integración
económica latinoamericana iniciada con el Tratado de Montevideo, y la posibilidad de una coordinación
política que, reforzando la posición internacional de los países de nuestra América, cooperase al
aceleramiento del desarrollo económico y social de nuestros pueblos y aconsejase las formas eficaces cómo
los parlamentos de América Latina contribuirían a la consecución de estos elevados objetivos de solidaridad
continental.
En efecto, la asamblea constitutiva se realizó en Lima entre el 7 y 11 de diciembre del mismo año con la
concurrencia de 160 parlamentarios de 13 repúblicas de Latinoamérica. Las fechas de la reunión coincidieron
con el centésimo cuadragésimo aniversario de la invitación al Congreso de Panamá formulada por Simón
Bolívar y José Faustino Sánchez Carrión así como de la batalla final de Ayacucho.
En la Declaración de Lima, aprobada el 10 de diciembre, los parlamentarios sostuvieron, de modo
terminante, que la integración de América Latina, afianzada en una antigua y esencial fraternidad, es un
proceso histórico, cuya culminación resulta indispensable para asegurar la libertad de nuestros pueblos, su
desarrollo económico y social, la elevación del nivel de vida de sus habitantes y la presencia, en el mundo,
de una gran comunidad de naciones, que realice plenamente sus destinos. Y en cuanto a la integración
cultural, recomendaron la homologación de los planes de enseñanza latinoamericanos en todos sus niveles,
el establecimiento de la Universidad Latinoamericana de Postgraduados, la creación de una Biblioteca
Latinoamericana de Grandes Autores, el estudio de cursos de historia y geografía de América, la
intensificación de la lucha contra el analfabetismo, la creación de agencias noticiosas o de prensa
latinoamericanas, el estudio de los idiomas portugués y español en los países latinoamericanos y la erección
de un monumento en la pampa de la Quinua.
Sus grandes propósitos, entre otros, apuntan a: fomentar el desarrollo económico y social integral de la
comunidad latinoamericana y alcanzar a la brevedad posible la plena integración económica, política y
cultural de sus pueblos; defender la plena vigencia de la libertad, la justicia social, la independencia
económica y el ejercicio de la democracia representativa.
Los países miembros son: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador,
Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Surinam,
Uruguay y Venezuela. Además, participan representantes de algunas islas del Caribe conformantes del Reino
de los Países Bajos (Holanda). Su sede está en Panamá.
Este organismo ha sufrido los vaivenes políticos de la región. Los golpes de Estado, al disolver los
parlamentos nacionales, lo afectaron puesto que del seno de aquellos provienen sus delegados. Pero su
proceso se tonifica cuando los países signatarios tienen gobiernos y cuerpos legislativos elegidos por el
pueblo.
COMUNIDAD ANDINA
Los presidentes de Colombia, Chile y Venezuela y los delegados personales de los presidentes de Perú y
Ecuador, suscribieron el 16 de agosto de 1966 la Declaración de Bogotá, que expresaba la decisión de tales
países de adelantar una acción conjunta a fin de lograr, dentro de la ALALC, la adopción de medios prácticos
para acelerar al máximo el desarrollo armónico y equilibrado de la región, de conformidad con el espíritu del
Tratado de Montevideo. La materialización de estas ideas se haría mediante la concertación de acuerdos
subregionales de complementación económica. Igualmente, la Declaración de los Presidentes de América,
suscrita en Punta del Este, en 1967, recomendó propiciar la creación de acuerdos de integración subregional.
Y en 1968, los gobiernos de Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela, crearon, con esa intención,
la Corporación Andina de Fomento, con sede en Caracas.
Sede de la CAN en Lima. Foto: ERO, 2019.
A partir de estos hechos y efectuadas las reuniones preliminares, el 26 de mayo de 1969, los
plenipotenciarios de cinco repúblicas: Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú, firmaron en Bogotá un
acuerdo por el que se comprometieron a integrar sus economías. Se le dio el nombre de Acuerdo de Cartagena
porque fue en esa ciudad colombiana donde se ultimaron las negociaciones. Tal el origen del Grupo o Pacto
Subregional Andino. Al poco tiempo, Chile se retiró, Venezuela ingresó, pero se ha retirado para incorporarse
al MERCOSUR, en tanto que el primero anhela regresar.
En su primera reunión, los cancilleres de los Estados miembros suscribieron la Declaración de Lima (24
de noviembre de 1969), mediante la cual afirman que dicho acuerdo constituye una solución propia de
nuestros países para problemas que dificultan su desarrollo económico y social.
Así como la cordillera de los Andes une físicamente a los países signatarios, por el pacto decidieron buscar
la unión de los esfuerzos económicos encaminados al bienestar de los habitantes de la subregión. En tal
sentido, se orientaron por los objetivos siguientes: promover el desarrollo equilibrado y armónico de los
países miembros; acelerar su crecimiento mediante la integración económica, y establecer las condiciones
favorables para convertir a la ALALC en un mercado común con el propósito de lograr el mejoramiento del
nivel de vida de los habitantes de la subregión. Esto implicaba, básicamente, la armonización de las políticas
económicas y sociales de los países miembros y el establecimiento de un arancel externo común. Este proceso
de integración incluía la formación de un mercado subregional, que debería coordinar la programación
industrial; un régimen especial para el sector agropecuario; la planificación de la infraestructura física y
social; la armonización de las políticas cambiaria, monetaria, financiera y fiscal, incluyendo el tratamiento
común a los capitales de la subregión o de fuera; la política comercial común frente a terceros países, y la
cohesión de métodos y técnicas de planificación. Los beneficiarios deberían ser las grandes mayorías de
consumidores -entonces calculadas en 68 millones de habitantes- que adquirirían productos importados de
cualquier país signatario sin los costos elevados en razón de los aranceles aduaneros.
Ahora los miembros de la CAN están buscando perfeccionar normas que contribuyan a la transparencia de
sus actos y faciliten el flujo de mercaderías mediante una política arancelaria común.
El grupo fue remozado en el VIII Consejo Presidencial Andino celebrado entre el 9 y 10 de marzo de 1996
y que concluyó con la firma del Acta de Trujillo (Perú) mediante la cual se aprobaron varias modificaciones
del Acuerdo de Cartagena para crear la Comunidad Andina (CAN) y establecer el Sistema Andino de
Integración (SAI). La CAN es una organización con personería jurídica internacional constituida por Bolivia,
Colombia, Ecuador y Perú, y compuesta por los órganos e instituciones del SAI. En conjunto la subregión
alberga aproximadamente 120 millones de habitantes, en una superficie de 3 781.914 k 2. Su producto bruto
interno fue superior a 380 millones de dólares el año 2007. Su sede es Lima. Chile es miembro asociado, no
miembro pleno. La estructura del SAI la conforman diversos órganos, entre ellos: Consejo Presidencial
Andino, Consejo Andino de Ministros de Relaciones Exteriores, Tribunal de Justicia, Parlamento Andino,
Corporación Andina de Fomento y Universidad Andina Simón Bolívar.
El Parlamento Andino es el órgano deliberante del SAI; representa a los pueblos de los Estados signatarios.
Fue creado el 25 de octubre de 1979. Cada país miembro acredita a cinco representantes, como resultado de
elecciones directas y universales, por el voto popular. Su mandato es de cinco años. Sus acuerdos no tienen
aún carácter vinculante. Su sede es Bogotá.
La Universidad Andina Simón Bolívar (UASB) es el órgano académico de la CAN, creada por el
Parlamento Andino en 1985, con miras a tener una sede en cada país signatario; comenzó sus funciones en
Sucre, y cuenta ahora con una extensión en La Paz. Se trata de una institución educativa de posgrado que
investiga, enseña y presta servicios para la creación de nuevo conocimiento científico y tecnológico. Y, desde
luego, fomenta el espíritu de cooperación entre las universidades de la subregión y coadyuva a la realización
y el fortalecimiento de los principios integracionistas de la CAN. Precisamente, se basa en la cooperación e
intercambio entre universidades y países andinos, su principal eje es la integración de los mismos, para cuyo
efecto, además de las experiencias curriculares específicas, ha creado la Facultad de Integración. En Bolivia
ofrece doctorados, maestrías, diplomados, especializaciones y cursos abiertos, en las modalidades de
educación presencial, semipresencial y a distancia. Sus áreas académicas son: economía, administración e
integración; derecho; salud, concurrente con la Cátedra Hipólito Unánue; ciencias sociales y políticas;
educación y nuevas tecnologías; cultura y literatura. Asimismo, desarrollo; comunicación y periodismo;
derechos humanos; economía y gerencia. Otra sede funciona en convenio con la Universidad Central del
Ecuador, en Quito.
Y en 1971 los países miembros del Pacto Andino firmaron el Convenio Hipólito Unánue para cooperar en
el campo de la salud, ayudarse en caso de desastres, aunar esfuerzos para luchar contra el tráfico ilegal de
drogas, combatir la desnutrición, entre otros objetivos. También suscribieron el Convenio Simón Rodríguez
para aunar esfuerzos en políticas de carácter social.
CONVENIO ANDRÉS BELLO
La identidad y la integridad, dos grandes desafíos de América Latina, son inseparables entre sí. Y ambos
se enlazan con el mejoramiento de la calidad de vida de nuestros pueblos, y esta calidad de vida implica la
promoción, el apoyo y la ejecución de esfuerzos comunes en las áreas de educación, ciencia, tecnología y
cultura en general. Así lo comprendieron los países fundadores del Convenio Andrés Bello (CAB), el 31 de
enero de 1970: Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Rige desde el 24 de noviembre de 1970.
Posteriormente se produjo la adhesión de Panamá, Cuba, Paraguay, México, República Dominicana y
España. Surgida en el seno del Acuerdo de Cartagena, ya no es parte de la estructura institucional de la CAN,
pero coordina y desarrolla actividades de interés común con ella. Asimismo proyecta su acción a otros
procesos integracionistas, tales como el MERCOSUR y la Unión Europea, y mantiene una actitud abierta a la
integración de países que solicitaren su adhesión.
Mientras diferentes organismos enfatizan en la integración económica, el CAB busca la integración
humana. Por eso declara que es una organización internacional intergubernamental cuya misión es la
integración educativa, científica, tecnológica y cultural de los países miembros, de acuerdo con el propósito
de favorecer el desarrollo de sus pueblos. En consecuencia, persigue los siguientes objetivos: fomentar el
conocimiento recíproco y la fraternidad entre las naciones integradas; contribuir al logro de un adecuado
equilibrio en el proceso de desarrollo educativo, científico, tecnológico y cultural; realzar esfuerzos conjuntos
en favor de dichas áreas para lograr el desarrollo integral de sus pueblos, y aplicar ciencia y tecnología a la
elevación del nivel de vida de los países miembros.
La integración internacional requiere procesos coherentes de integración interna en el seno de cada país.
Vale decir, dentro de cada comunidad (nacional, regional o local) se debe conceder tratamiento de igualdad a
todas las culturas que la conforman, como prerrequisito indispensable para la integración entre naciones. Por
eso, el CAB se rige por un concepto amplio, integral y participativo de cultura, a fin de realizar el diálogo
intercultural, indispensable para mantener o alcanzar la identidad frente al galopante proceso de difusión y
penetración de modos de vida y elementos culturales deformantes de nuestra personalidad histórica, fenómeno
acentuado con la globalización en marcha.
UNIÓN DE UNIVERSIDADES DE AMÉRICA LATINA
Uno de los organismos integracionistas regionales más antiguos se inscribe en el campo educativo y
cultural. Se trata de la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL). No obstante su antigüedad e
importancia, no es tan conocido como otros organismos, tal vez porque realiza sus actividades en un sereno
clima académico alejado de los impases surgidos frente a los intereses de carácter crematístico y del poder
político.
La UDUAL fue creada en 1949 por acuerdo del Primer Congreso Universitario Latinoamericano, celebrado
en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Cuenta con más de 160 universidades afiliadas en 21 países,
uno de ellos, el Perú.
Entre sus objetivos, cabe citar los siguientes: promover, afirmar, fomentar y mejorar las relaciones entre
las universidades latinoamericanas, también con otras instituciones y organismos culturales; promover el
intercambio académico de profesores y alumnos, de investigadores y graduados, así como la creación y
divulgación de publicaciones que faciliten la comunicación, el entendimiento y la convivencia entre las
universidades afiliadas; asimismo contribuir al desarrollo de una sociedad libre, pacífica y democrática en
favor de los ideales de unidad latinoamericana, de respeto a la dignidad humana y de justicia social; propiciar
que las universidades sean un instrumento que coadyuve al desarrollo social, económico y cultural, tanto en
su entorno local, como en el más amplio contexto de América Latina, y lograr la integración cultural de esta
parte del mundo.
PARLAMENTO AMAZÓNICO
Constituido en Lima el 18 de abril de 1989, el Parlamento Amazónico es el organismo encargado de velar
por la ecología, biodiversidad, leyes ambientalistas y asuntos de derechos humanos, pueblos y etnias de la
Amazonia. Su base es el Tratado de Cooperación Amazónica (3 de julio de 1978). Sus miembros son: Bolivia,
Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela. Persigue como principales objetivos: proteger
y defender la soberanía nacional y la integridad territorial de los países que lo componen; promover el uso y
conservación racional de los recursos naturales amazónicos, con criterios que incorporen a las culturas nativas;
fortalecer los lazos de cooperación e integración económica, social, cultural y política entre los países
miembros; promover el pleno respeto de las libertades y derechos fundamentales y el apoyo consecuente a la
lucha de las comunidades nativas por su espacio geográfico, así como por su libre expresión cultural; combatir
el colonialismo en esa área; contribuir al respeto y fortalecimiento de la paz, la democracia, el orden jurídico
y la seguridad internacional. Tiene por sede a la ciudad de Caracas.
MERCADO COMÚN DEL SUR
El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) fue creado mediante el Tratado de Asunción (26 de mayo de
1991). Con él, los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, pusieron en marcha a partir de 1995
políticas macroeconómicas para la libre circulación de bienes, capitales y personas en un territorio de casi 12
millones de km2, donde ahora viven cerca de 280 millones de habitantes.
Los estados partes buscan alcanzar un mercado único, que genere crecimiento económico a través del
aprovechamiento de la especialización productiva, las economías de escala, la complementación comercial y
el mayor poder negociador con otros bloques o países.
Ha incorporado a otros países en calidad de asociados, no de miembros plenos: Bolivia, Colombia, Chile,
Ecuador y Perú.
UNIÓN DE NACIONES SURAMERICANAS
El Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) se firmó en Brasilia el 23 de
mayo de 2008. Está concebida como un espacio de integración en lo político, social, cultural, económico,
financiero, ambiental y en infraestructura. Su objetivo último es favorecer el desarrollo más equitativo,
armónico e integral de América del Sur. Ha fijado como sede la ciudad de Quito.
Este organismo sustituyó a la Comunidad Sudamericana de Naciones creada por la III Cumbre Presidencial
Andina realizada en Cusco (2004).
Tiene una superficie total superior a los 17 millones de km2, y su población se acerca a los 390 millones de
habitantes (2008). Es un territorio rico en hidrocarburos y minerales, posee el 27% del agua dulce del mundo,
8 millones de km2 de boques y un tercio de la biodiversidad del planeta.
Su integración física incluye la construcción de vías para unir los océanos Pacífico y Atlántico. Perú ya
terminó la Carretera Interoceánica del Sur entre esa región del país hasta empalmar, en la frontera, con el lado
brasileño. Esta obra permitirá incrementar la producción, el comercio, el turismo y el empleo, por ende, el
desarrollo de un corredor económico en su ámbito de influencia.
5.2. PROCESOS SIMILARES EN OTRAS PARTES DEL MUNDO
La integración y cooperación de países han ocurrido en diferentes lugares y épocas históricas, aunque sin
los ribetes actuales que los presentan como una característica de nuestro tiempo. Es pertinente, pues, pasar
revista panorámica de sus principales procesos fuera del espacio latinoamericano. Unos casos son de pueblos-
continente, otros de estados-continente, y otros de hechos semejantes. Todo lo cual revela el aserto visionario
de Antenor Orrego.
ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA
Al emanciparse en 1776, las trece pequeñas colonias inglesas establecidas en la costa atlántica, se
integraron en una república federal con el nombre oficial de Estados Unidos de América. Históricamente,
esta es la primera integración, en forma de federación política contemporánea, que ha tenido éxito.
Dichas colonias albergaron no sólo a ingleses, sino también a irlandeses, escoceses, alemanes, suecos,
holandeses y franceses; unos abrazaban el protestantismo de diversos matices; otros, el catolicismo. A estos
inmigrantes se agregaron, por una parte, el elemento negro en las colonias esclavistas del sur, y por otra, los
españoles posesionados en California, Texas, Florida y Nuevo México. Los indígenas quedaron agrupados
marginalmente en “reservaciones”. A la heterogeneidad social se añadía la diversidad legal puesto que cada
una de las colonias tenía facultades para dictar sus propias normas, lo cual no ocurría en las posesiones
españolas del sur. En conjunto, sus diferencias eran mayores en comparación con las que existían entre éstas
últimas. Sin embargo, se organizaron y existen como una nación, como una unidad, no lograda aún en el sur.
Mientras en el norte, los habitantes del nuevo modelo político, se identificaban como “americanos”, en el
sur, una vez independientes, comenzaron a utilizar sus propios gentilicios: argentinos, chilenos colombianos,
mexicanos, peruanos... En el norte se integraron, en el sur se desintegraron después de haber realizado la
lucha antimperial en forma conjunta.
Los primigenios trece Estados Unidos se convirtieron por expansión territorial, ya sea debido a compra o
anexión, en cincuenta, incluidos Alaska y Hawaii. Su extensión es de 9 529.063 km 2 y su población se acerca
a 310 millones de habitantes (a fines de 2010). El inmenso poderío de este país se puso de manifiesto a raíz
de la primera guerra mundial. Desde allí tuvo camino ascendente como potencia política de participación
decisiva en los grandes acontecimientos del mundo contemporáneo. Económicamente, Estados Unidos
constituye por sí mismo un amplio mercado. Ha creado una sociedad opulenta con un elevado nivel de
consumo. Ejerce influencia en países de diferentes grados de desarrollo. El secreto de su fortaleza radica en
su férrea unidad mantenida desde su independencia. Tal la explicación del juicio de Germán Arciniegas
cuando anota: “Una de las razones que aseguraron a los Estados Unidos su independencia después de las
victorias de Washington, está en haber puesto en vigor una idea que ahora están inventando los europeos: el
mercado común. La base de ese mapa de Estados Unidos que en la bandera del norte representan estrellas,
está en haber establecido una sola y ancha base de su estructura económica común”. (Arciniegas, 1962: 14-
15).
UNIÓN EUROPEA
Los países europeos, desangrados durante siglos en frecuentes guerras, empujados por disputas fronterizas
y odios de sus nacionalismos agresivos, ahora se tienden la mano y, superando la tragedia de su pasado, han
creado el organismo político llamado Unión Europea.
Las propuestas de una Europa unida se remontan al siglo XIV y continuaron en los siguientes.
Con la Primera Guerra Mundial, los horrores del conflicto, la sangre y el dolor que envolvieron a dicho
continente, hicieron pensar a muchos que la idea había quedado sepultada. Sin embargo, los nuevos
acontecimientos políticos pusieron de manifiesto lo contrario: renacía la vieja propuesta de una Europa unida.
El conde Ricardo Coudenhove-Kalergi tomó la posta con la idea de Paneuropa. Mediante eventos políticos,
libros y revistas, con la adhesión de estadistas y académicos, llamó a cuantos abogaban por las mismas ideas
a inscribirse en su movimiento de la Unión Europea. Significativo nombre ahora hecho realidad.
En la edición príncipe de La rebelión de las masas (1929), José Ortega y Gasset argumentó favorablemente
acerca de una súper nación europea. Y en el Prólogo para franceses (1937) de dicho libro fue más enfático
al afirmar que la unidad de Europa no era un ideal, sino un hecho de muy vieja cotidianidad: la probabilidad
de un Estado general europeo se imponía necesariamente.
Por la década de los 40, fueron creciendo las adhesiones a este pensamiento. Winston Churchill (1946)
defendió la conformación de los Estados Unidos de Europa. Y la Unión Parlamentaria Europea pidió (1947)
el pronto nacimiento de dicho súper Estado. El año 1948, Bélgica, Holanda y Luxemburgo pusieron en
marcha una unión aduanera conocida con el nombre de Benelux. Igualmente el Plan Marshall, destinado a la
reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, con el apoyo de Estados Unidos de
América, favoreció el pensamiento unionista de ese continente.
El plan elaborado por Robert Schuman, ministro de Relaciones Exteriores de Francia, fue paso decisivo y
avanzado para que en 1951 seis países: Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Francia, Italia y República Federal
de Alemania, firmaran el Tratado de París que creó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA),
cuya aplicación se inició en 1952, bajo la presidencia de Jean Monnet. Aquí está el antecedente directo e
inmediato del Mercado Común Europeo (MCE) o Comunidad Económica Europea (CEE), establecido por
el Tratado de Roma el año de 1957, de rigor desde 1959, hecho trascendental de la historia europea
contemporánea con repercusiones en gran parte del mundo. Los países miembros fueron inicialmente los
mismos de la CECA, conocido como el “grupo de los seis”, a los que paulatinamente se unieron casi todos
los países de Europa occidental.
Los países signatarios del MCE buscaron desde el comienzo aproximar progresivamente sus políticas
económicas y sociales; establecer una tarifa aduanera externa común; permitir la libre circulación de
mercaderías, mano de obra y capitales dentro de su área territorial. Se trató realmente de un peldaño superior
para la unificación política de los Estados participantes.
En el mismo año (1957), los países miembros de la CEE, crearon la Comunidad Europea de la Energía
Atómica (Euratom) para investigar y desarrollar la producción atómica con fines pacíficos.
En 1973, Gran Bretaña, Dinamarca, Irlanda y Noruega ingresan al MCE. Con diez países, éste se convirtió
en un poderoso bloque comercial integrado entonces por 257 millones de personas. El ingreso de tales países
motivó de inmediato la inquietante preocupación de otro bloque de entonces, la Unión Soviética, cuyos
planes destinados a evitar un reagrupamiento de Europa occidental sufrían duro golpe. En verdad, los
soviéticos ponían mala cara cuando los países del otro lado de Europa daban un paso hacia su integración.
Diversos intelectuales europeos consideraron que la unión de su continente suponía una revolución de
orden moral, cultural y conceptual, fundada en verdaderas comunidades, en grupos reales de intereses
económicos, ecológicos, sociales, culturales, en tradiciones, en ideas y proyectos compartidos. Y que para
unirse tenían una base común y fundamental: la cultura greco-latina y cristiana que los formó a todos y de la
que todos se consideraban herederos.
Por cierto, los elevados niveles educacionales y culturales han contribuido a acentuar el proceso
integracionista de Europa. A los europeos, a través de sus medios unificadores, no les interesa únicamente
los aspectos económicos y políticos sino también los de carácter educativo y cultural. Diversos organismos,
uno de ellos el Colegio de Europa (1949), así como universidades y medios de difusión se ocupan de la idea
de Europa unida. Especial importancia le asignan a la educación permanente de quienes tendrán que
desempeñar empleos diferentes durante su vida laboral y que vivirán en una comunidad multinacional. Y
consideran que la ciencia y la tecnología son la clave de su prosperidad industrial, razón por la cual
mancomunan sus esfuerzos para financiar diversos proyectos.
Los países signatarios de la CEE han avanzado hacia planos superiores de integración con el Tratado de
Maastricht (Holanda) que en 1993 creó la Unión Europea (UE), y con el Tratado de Amsterdam, firmado en
1997, vigente desde 1999, por el cual acordaron una misma política exterior y de seguridad, así como el
comienzo de una política de empleo común.
Parlamento Europeo (Estrasburgo, Francia). Foto: ERO, 2012.
EL DESGARRÓN HISTÓRICO
Desde la Conquista, América ha tenido una historia periférica y extravertida. El mundo se ha insertado
en ella, como una avalancha que rompe el dique de contención y permanece extraña al área invadida. Sus
acontecimientos eran acontecimientos europeos, extraños, exóticos; letras de un alfabeto que pertenecían a
un lenguaje distinto; signos y símbolos impuestos desde fuera y, por lo tanto, incapaces de expresar ningún
estilo, ninguna intimidad entrañable y congénita.
Cuando Roma somete a Grecia, la cultura griega conquista, a su vez, al invasor; pervive dentro de él y se
continúa en floraciones magníficas. Más aún, la cultura griega a través de Roma se universaliza, toma un
vuelo poderoso y gana el imperio del mundo. Conquistadora de su vencedor hace de él el mejor vehículo de
su expansión universal. Hasta Roma, la cultura griega no fue sino una cultura provincial y circunscrita. Con
Roma, el mundo se heleniza y la abeja ática prende sus panales en Britania, en la Galia, en Germania, en
Hispania, centros de donde se irradia después al porvenir. Ninguna conquista, como la romana, sirvió mejor
los designios más profundos, el destino esencial de una raza “vencida”. Roma jugó un papel decisivo para
Grecia y, tal vez, sin ella, su cultura habríase extinguido sin repercusión mundial, a orillas del mar Egeo.
El mundo habría tomado, entonces, otros caminos. En realidad, la conquista romana no fue para Grecia, en
último extremo, una tragedia, sino un florecimiento, una expansión vital, una continuidad histórica.
Para América, la conquista europea fue una catástrofe, una tragedia de proporciones cósmicas, ya que
ella significó no solo el hundimiento y el eclipse de una raza que había llegado a un estadio resplandeciente
de civilización, sino, también, la inserción de un alma extraña que vino, a su vez, a trizarse o, cuando menos,
a deformarse dentro de las poderosas fuerzas geo-biológicas que actuaban en la tierra continental como un
disolvente, como una energía letal y corrosiva. De este choque salieron moribundas y cadaverizadas, como
sombras espectrales, el antigua alma indígena y el alma invasora de Europa.
En la historia del mundo, América es un gran desgarrón. El desgarrón de una raza vigorosa por obra de
la conquista y la violencia de la barbarie occidental. Esta raza cumple un ciclo de vida de cultura superior,
sin el concurso ni la aportación de las otras razas. Caso único en que se abre el seno de un Continente como
un hipogeo cósmico, para que vinieran a cadaverizarse y podrirse todos los pueblos de la tierra, dejando un
humus humano, rico en elementos fecundantes y en posibilidades inauditas.
Por eso, América ha vivido sin su propia experiencia. Toda su vida histórica, es decir, toda aquella parte
de su vida que se inserta en el acontecer del mundo, ha sido un abismarse de Europa en ella, una fusión de
todas las razas en sus tórridas entrañas. Caso en que una prehistoria es superior, es más que la historia,
porque lo que conocemos del Imperio Incaico era ya, desde hacía mucho tiempo, una decadencia, y porque
Europa, que en el sentido vital de la palabra, no ha creado todavía nada en América, no ha hecho sino
repetirse mal, y repetirse destruyendo lo que había de vivo, orgánico y fuerte en esta parte del mundo.
Y éste es el desgarrón de América. Un desgarrón que se cumple hasta en el hecho simbólico de que un
navegante sale en busca de una cosa y, de súbito, se encuentra con otra. América es, pues, la aventura, el
gran tropezón histórico de Colón y, por eso, en cierto sentido, la hija de lo fortuito y de lo inesperado.
América constituye el recomienzo de una vida nueva para la cual no sirven, en su significado concreto y
particular, ni la experiencia, ni las leyes, ni las normas que ensayaron el hombre europeo y el hombre
oriental a través de los siglos. América es una nueva posibilidad humana.
Mientras el resto del mundo se encuentra, ya en formas cristalizadas y fijas, ya en plena fusión
disgregativa, América es, todavía, un plasma móvil, un fenómeno en plena refundición vital. Mientras todas
las demás culturas se hallan en su madurez o en su declinación porque han encontrado el sentido de su
solución humana, América es todavía una infancia, una incógnita problemática. Y si hasta hoy ha sido un
Sepulcro, es indudable que ya comienza a ser una Cuna.
(Pueblo-Continente, en Obras completas, 2011, I, 157-159).
EL ESTADO MUNDIAL INDOAMERICANO
Como formando pendant o contraparte vital de los Estados Unidos norteamericanos, al sur corre otro
Pueblo-Continente, desde el río Bravo hasta el cabo de Hornos, que está esperando su último remate
político, jurídico y cultural en otra poderosa unidad, el Estado-Continente de Indoamérica como lo pensó y
lo soñó Bolívar en los momentos más fúlgidos de su lucha y como lo piensan ahora los estadistas y
pensadores más grandes del Continente. El escenario está perfectamente preparado desde hace dos siglos:
fusión de las distintas progenies casi en sus últimos estadios de compenetración biológica; una lengua
común, salvo minúsculas áreas de las Antillas, ya que el portugués del Brasil es una lengua gemela del
castellano y no constituye barrera alguna para la comunicación y el entendimiento mutuos; una creencia
religiosa también común, de fondo cristiano y católico; una historia y una misión cultural idénticas; una
economía y una producción que puede fácilmente completarse y coordinarse en vigoroso conjunto solidario
y un nuevo sentimiento y concepción integral ante la vida.
La unión política de Europa choca con obstáculos formidables que parecen muy difíciles de salvar en este
momento porque las fronteras políticas, como ya lo expresé en mi libro antes aludido [se refiere a “Pueblo-
Continente”], corresponden a realidades nacionales, económicas, culturales, morales y jurídicas que son
connaturales con la vida íntima y espiritual de cada agrupación humana. Son fuertes lazos, de tradición, de
historia, de cultura, de vida política, de convivencia secular, de hábitos y maneras de vida que tienen un
poderoso lastre acumulado, consolidado y reforzado por muchos siglos. La diversidad de las fronteras
políticas corresponde a una diversidad de realidades vivientes y activas todavía y son espontáneas, naturales
y lógicas hasta cierto grado, porque los pueblos se confunden con los estados, las realidades políticas y
jurídicas traducen las realidades geográficas y vitales.
En América Latina la situación es absolutamente diferente. Desde México hasta Argentina constituye un
solo pueblo y las fronteras políticas son enteramente artificiales, antinaturales y no responden a ninguna
realidad sustancial y viviente. Las fronteras de los estados indoamericanos son el mimetismo, el remedo
absurdo y grotesco de la atomización política de Europa que la etapa colonial nos impuso, el rezago de la
división administrativa de la metrópoli española.
El pueblo indoamericano es la agrupación humana en grande escala más homogénea que existe hoy en el
globo, salvo Estados Unidos, no obstante su diversidad original de sangres y, a medida que transcurra el
tiempo, lo será más aún porque el proceso de fusión se encuentra en sus últimos estadios de compenetración
biológica. En comparación con América Latina, Rusia, India, China son conglomeraciones imbricadas de
progenies, lenguas, religiones, culturas y costumbres diversas que no han llegado a fusionarse a pesar de
los milenios. La tremenda potencia absorbente del Continente americano ha consumado el milagro de la
unidad biológica-cultural y el escenario fundamental está preparado para el gran estado mundial
indoamericano del futuro.
(Hacia un humanismo americano, en Obras Completas, 2011: II: 179-180).
TEORÍA DE LOS GÉRMENES HISTÓRICOS
Creemos […] que el impacto que sufrió América con la invasión de Europa, significó una tremenda
catástrofe para la subsistencia integral de ambas culturas en el ámbito del Nuevo Mundo. Las dos se
desintegraron con el choque –la europea continúa aún desintegrándose- y de esa doble desintegración está
surgiendo la nueva expresión cultural de América que, desde luego, será en su culminación futura, una
expresión superior a las anteriores expresiones aisladas de sus progenitores.
¿Qué es lo que muere y se destruye con el tremendo impacto cultural de los dos mundos y qué es lo qué
sobrevive y persiste en el nuevo complexo-cultural americano?
La teoría de los gérmenes históricos viene precisamente a llenar esta función iluminadora y, por lo tanto,
a clarificar y precisar la respuesta que buscamos.
En una cultura hay que distinguir cuidadosamente dos factores: uno, morfológico, material, palpable,
temporal, que nos da el inmediato semblante, la fisonomía, digamos, visible de dicha cultura, que se
evidencia en los productos culturales realizados: arquitectura, pintura, música, obras tecnológicas, filosofía,
literatura, usos ceremoniales, costumbres y ritual religioso. Y otro, interno, íntimo, ingrávido, que se expresa
y se revela a través del primero y que constituye el espíritu, el centro creador del conjunto de valores
estéticos, éticos, religiosos, etc., en potencia; en una palabra, la esencia invisible e imponderable del proceso
cultural, su sentido espiritual último.
El primero se extingue con la desaparición o desintegración de la cultura que lo creó. El segundo, es
intemporal, resiste a la melladura corrosiva del tiempo una vez realizado desde cualquier circunstancia,
perdura, es inmortal, cualquiera que sea el destino adverso o afortunado, de la cultura en que se encarnó, y
está destinado a incorporarse en cualquier época o circunstancia propicia a su alumbramiento y durante el
desenvolvimiento histórico del hombre.
Estas esencias culturales constituyen los gérmenes históricos que fecundan y generan otras culturas
diferentes.
Rotas las estructuras morfológicas de las antiguas culturas: mexicana y andina a consecuencia del
impacto, irrumpe, por la fuerza a la superficie del Continente, la estructura morfológica de la cultura
invasora. Inmediatamente, como oscilación o repercusión pendular de la extremidad opuesta, se produce,
también, la inmersión de los gérmenes o esencias históricas de las antiguas culturas.
Este fenómeno de sumergimiento se produce por la ley de represión freudiana, que elimina de la superficie
de la conciencia aquellos hechos y valores que no pueden morir porque son inmortales, pero, que nos causan
desazón, temor o vergüenza. Se sumergen entonces y van a depositarse en el desván profundo del
inconsciente colectivo, en el abismo de la hondonada síquica. Allí están acechando su oportunidad creadora,
que cuando no la logran surgen a la superficie como neurosis o estados patológicos, como desequilibrios
anímicos o espirituales. Esta es, también, la razón, por la que América fue durante todo el Coloniaje, un
continente en desequilibrio, un territorio enajenado, una tierra que había perdido su razón de ser auténtica
y en la que sus antiguos gérmenes históricos reflotaban, se evadían, muchas veces, de su sepulcro temporal,
hacia arriba, como dilaceraciones anímicas profundas porque no encontraban su oportunidad creadora. De
ellos, también, ha provenido, por reacción positiva, su más enérgica incitación hacia el reencuentro
saludable de sí misma que ha cuajado en la conciencia de la Nueva América.
Para explicar este fenómeno, con toda claridad, basta considerar la insolencia despectiva con que el
español y los mestizos solían mirar a la raza india y a todos los valores, modos de ser, costumbres
pertenecientes a las culturas autóctonas. Aún hoy, este sentimiento desdeñoso persiste, hasta el extremo de
que en ciertos lugares se tiene vergüenza de hablar los idiomas quechua y aymara y vestirse con los antiguos
ropajes típicos de los indios, en Bolivia, Perú y Ecuador.
Este fenómeno de desintegración comienza a producirse para los valores de las antiguas culturas
americanas desde el primer día de la Conquista. Estos gérmenes fueron apilándose, amontonándose en los
estratos abismáticos del Continente, como larvas culturales, acechando su hora oportuna para emerger, de
nuevo, creadora –o patológicamente cuando no encontraba oportunidad propicia- hacia la superficie de la
sociedad. Allí, en esos estratos oscuros y abisales, se amortajaron, también, como el gusano en la crisálida,
esperando que suene la hora del destino en que debían ensayar, transformados, un nuevo vuelo de impulso
superior.
Este fenómeno de sumergimiento cultural de la antigua América duró, más o menos, tres siglos, hasta
principios del XIX, en que comienza el alumbramiento de una nueva conciencia de unidad continental, en
que América percibió que habíase estructurado una nueva realidad y un nuevo rumbo de su destino histórico
con significado y alcance universales.
Los gérmenes históricos, procedentes de la cultura europea, que también se desintegró morfológicamente,
durante ese tiempo, en una escala que aún no se sospecha, comenzaron, también, a sumergirse, a subsumirse
en los estratos síquicos abismales del Continente.
Esta nueva sumersión se debió, igualmente, a un fenómeno de represión freudiana, pero, de distinta índole.
Para la nueva conciencia que iniciaba su alumbramiento en una zona que comenzó a estructurarse, también,
como consecuencia de la fusión vital y dialéctica a través del mestizaje, los valores europeos impuestos por
la fuerza, eran extraños a la realidad del Continente, falsos, simples remedos de algo que le era radicalmente
ajeno. Bajo esta compulsión que envolvía una vigorosa repulsa síquica, emotiva y aún ideológica, comenzó
la sumersión activa y en grande escala del otro extremo, como respuesta pendular a la primera.
Efectivamente, el fenómeno de aparente afloramiento […] de las culturas americanas, hacia la superficie
de la sociedad actual, comienza, más o menos, en 1914, con la primera guerra mundial que sirvió de “fuerza
catalítica” –nada más que como fuerza catalítica- como ya lo afirmamos.
La guerra de 1914 fue el comienzo de la crisis europea, en que el hombre europeo comienza, también a
poner en tela de juicio sus valores espirituales anteriores, que eran la base de su antigua vida. Con esta
crisis, que se agravó en la segunda guerra hasta asumir un clímax explosivo, los valores culturales europeos
perdieron el sortilegio que hasta entonces había ejercido sobre América y que había alimentado el
falseamiento imitativo, el esnobismo simiesco del espíritu americano por la influencia de Europa. Por esta
razón, la crisis europea favoreció la eclosión de los valores originales de la Nueva América, cuya conciencia
alumbrada había llegado ya a su maduración espiritual por si sola.
Efectivamente, a partir de la fecha indicada, o pocos años antes, comienza a surgir en todo el ámbito del
Continente, movimientos estéticos, políticos, filosóficos, literarios, artísticos, independizados del tutelaje
europeo y que se esfuerzan por expresar los valores nacientes y originales de la Nueva América […]. Surgen
así a la superficie lo que aparentemente son los gérmenes culturales de las antiguas sociedades mexicana y
andina. Ya hemos indicado que resalta palmariamente, tal hecho en la pintura mexicana moderna en que
aparecen aflorar los antiguos valores autóctonos, telúricos, vernaculares.
(Hacia un humanismo americano, en Obras Completas, 2011: II: 215-221, fragmentos).