Coherentes con la tradición evangélica y apostólica,
creemos en un solo Dios Padre omnipotente, el artífice creador y regente providencial de todas las cosas. En un solo Señor, Jesús Cristo, su Hijo unigénito, Dios, por cuyo medio han sido creadas todas las cosas, generado por el Padre antes de todos los tiempos, Dios de Dios, todo de todo, solo de solo, perfecto de perfecto, rey de rey, señor de señor, logos viviente, sabiduría viviente, luz verdadera, camino, verdad, resurrección, pastor, puerta, inmutable e inalterable, imagen sin diferencias de la divinidad, sustancia, voluntad, potencia, gloria del Padre, el primogénito de la sido creadas todas las cosas» y «en él han sido creadas todas las cosas» (Jn. 1, 1. 3; Col. 1, 17). En los últimos días descendió de lo alto y fue engendrado por la Virgen, según las Escrituras, y se hizo hombre, mediador entre Dios y los hombres (1Tim. 2, 5), apóstol de nuestra fe (Heb. 3, 1) y autor de la vida, según cuanto dice: «he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de aquel que me ha enviado» (Jn. 6, 38). Ha padecido por nosotros, ha resucitado al tercer día, ha subido al cielo y se sentó a la derecha del Padre, y vendrá nuevamente con gloria y poder a juzgar a vivos y muertos.
1 Símbolo del sínodo de Antioquía (341)
Creemos en el Espíritu Santo, que ha sido dado a los
creyentes como consolación y perfección, como también nuestro Señor Jesucristo ha mandado a los discípulos, diciendo: «vayan y enseñen a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt. 28, 19), es decir en el nombre del Padre que es verdaderamente Padre, del Hijo que es verdaderamente Hijo, del Espíritu Santo que es verdaderamente Espíritu Santo, ya que los nombres no han sido dados a la ligera y sin motivo, antes bien, indican con exactitud la hipóstasis, el orden y la gloria propias de cada uno de los que son nombrados, que en efecto son tres en cuanto la hipóstasis, pero una sola en cuanto a la armonía. Teniendo esta fe y teniéndola desde el inicio hasta el final, en la presencia de Dios y de Cristo, condenamos toda creencia falsa de los herejes. Y si uno enseña contra la sana y recta fe de las Escrituras, diciendo que existe o existió un tiempo o un momento o una eternidad antes de que el Hijo fuera generado, sea condenado. Y si uno define al Hijo creatura como una de las creaturas, generado como uno de los generados, obra como una de las obras y no como nos lo han transmitido las Sagradas Escrituras, que cada uno de aquellos que arriba hemos nombrado deriva del otro, o si enseña o anuncia diversamente de cuanto ha sido transmitido, sea condenado. De hecho, nosotros creemos y nos apegamos con verdad y reverencia a todo aquello que ha sido transmitido en las Sagradas Escrituras por los profetas o por los apóstoles.