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Símbolo del sínodo de Antioquía (341)

Coherentes con la tradición evangélica y apostólica,


creemos en un solo Dios Padre omnipotente, el artífice
creador y regente providencial de todas las cosas. En un
solo Señor, Jesús Cristo, su Hijo unigénito, Dios, por cuyo
medio han sido creadas todas las cosas, generado por el
Padre antes de todos los tiempos, Dios de Dios, todo de
todo, solo de solo, perfecto de perfecto, rey de rey, señor
de señor, logos viviente, sabiduría viviente, luz verdadera,
camino, verdad, resurrección, pastor, puerta, inmutable e
inalterable, imagen sin diferencias de la divinidad,
sustancia, voluntad, potencia, gloria del Padre, el
primogénito de la sido creadas todas las cosas» y «en él
han sido creadas todas las cosas» (Jn. 1, 1. 3; Col. 1, 17).
En los últimos días descendió de lo alto y fue engendrado
por la Virgen, según las Escrituras, y se hizo hombre,
mediador entre Dios y los hombres (1Tim. 2, 5), apóstol
de nuestra fe (Heb. 3, 1) y autor de la vida, según cuanto
dice: «he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino
la voluntad de aquel que me ha enviado» (Jn. 6, 38). Ha
padecido por nosotros, ha resucitado al tercer día, ha
subido al cielo y se sentó a la derecha del Padre, y vendrá
nuevamente con gloria y poder a juzgar a vivos y muertos.

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Símbolo del sínodo de Antioquía (341)

Creemos en el Espíritu Santo, que ha sido dado a los


creyentes como consolación y perfección, como también
nuestro Señor Jesucristo ha mandado a los discípulos,
diciendo: «vayan y enseñen a todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo» (Mt. 28, 19), es decir en el nombre del Padre
que es verdaderamente Padre, del Hijo que es
verdaderamente Hijo, del Espíritu Santo que es
verdaderamente Espíritu Santo, ya que los nombres no han
sido dados a la ligera y sin motivo, antes bien, indican con
exactitud la hipóstasis, el orden y la gloria propias de cada
uno de los que son nombrados, que en efecto son tres en
cuanto la hipóstasis, pero una sola en cuanto a la armonía.
Teniendo esta fe y teniéndola desde el inicio hasta el
final, en la presencia de Dios y de Cristo, condenamos toda
creencia falsa de los herejes. Y si uno enseña contra la sana
y recta fe de las Escrituras, diciendo que existe o existió un
tiempo o un momento o una eternidad antes de que el Hijo
fuera generado, sea condenado. Y si uno define al Hijo
creatura como una de las creaturas, generado como uno de
los generados, obra como una de las obras y no como nos lo
han transmitido las Sagradas Escrituras, que cada uno de
aquellos que arriba hemos nombrado deriva del otro, o si
enseña o anuncia diversamente de cuanto ha sido
transmitido, sea condenado. De hecho, nosotros creemos y
nos apegamos con verdad y reverencia a todo aquello que
ha sido transmitido en las Sagradas Escrituras por los
profetas o por los apóstoles.

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