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25 DE ENERO DE 2022

LA LITURGIA

Dr. Juan A. Ruano

Nota: Iniciamos el 1 de enero, a manera de catequesis, un compartir sobre la Liturgia Tradicional de la


Iglesia. Se hace necesario para nosotros saber qué es lo que nos están quitando.

PARTE QUINTA

Liturgia Sacramental

MATRIMONIO

249. El matrimonio ha sido considerado entre todos los pueblos como algo sagrado. Entre los cristianos
puede considerarse como contrato y como sacramento. Como contrato existe desde el origen de la
humanidad, pues Dios mismo dijo en el paraíso: «Creced, multiplicaos y llenad la tierra. He aquí que el
hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa».

Jesucristo quiso elevar el contrato natural a la dignidad de sacramento para que fuera canal por donde
viniera a los esposos la gracia sacramental «para vivir entre si pacíficamente, como dice el Catecismo, y
criar hijos para el cielo». «El varón es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia. Varones,
amad a vuestras esposas como Cristo amó a la Iglesia». (Ef. 5, 22 sig.) «Este Sacramento es grande, dice
el Apóstol, en Cristo y en la Iglesia». Simboliza la unión de Cristo con su Iglesia y como esta unión es
única e indisoluble, por esto restituyó Jesucristo el matrimonio a su pureza primitiva, aboliendo el divorcio
y la poligamia.

250. La administración del Matrimonio comienza con una exhortación a los esposos ponderando
la dignidad del matrimonio y obligaciones de los contrayentes, exhortándoles a que procuren «dejar
herederos no tanto de sus bienes, cuanto de su fe, religión y virtud», pidiendo en «la misa por los
esposos», «que crezcan sus hijos alrededor de su mesa como retoños de olivo», cumpliendo con el fin
primario del matrimonio que es la procreación de nuevos seres, que puedan ser elevados a la vida de la
gracia por el sacerdote, y que sean educados íntegramente para ser también miembros útiles a la
sociedad civil. Los exhorta también a cumplir los fines secundarios del matrimonio como la mutua ayuda, y
para ello deben «sobrellevar las incomodidades de la vida y flaquezas de la vejez», amarse mutuamente y
guardarse fidelidad absoluta.

Sigue el consentimiento que es la fórmula del contrato y a la vez forma del Sacramento que se
administran mutuamente los esposos, pues el sacerdote es aquí solamente testigo autorizado y necesario
para la validez del Sacramento ante la Iglesia.

251. Se bendicen y entrega el esposo a la esposa los anillos y arras en señal de matrimonio.

Este rito es vestigio del contrato matrimonial según el Derecho Romano que la Iglesia ha conservado
y cristianizado.

252. Misa de Velaciones. Sigue, si no lo impide la Liturgia, la misa de velaciones, en la que los
esposos reciben la bendición nupcial y en que la lglesia pide insistentemente a Dios conceda su gracia a
los nuevos esposos, quienes reciben el yugo o velo blanco sobre los hombros para indicar la comunidad
de vida, de sentimientos y afectos que debe existir entre ellos.

253. El Párroco y el Matrimonio. El Sacramento del Matrimonio es el mismo contrato matrimonial


elevado por Cristo a la dignidad de sacramento.
La Iglesia es la única autoridad capaz de determinar cuando en el matrimonio de los bautizados existe
verdadero contrato y para ello ha determinado:

1. Que se celebre ante el párroco, que suele ser el de la contrayente o sacerdote delegado por él, y dos
testigos. Solo puede asistir válidamente o delegar, el párroco de la parroquia en cuyo territorio se celebra
el matrimonio.

Cuando no se pueda tener párroco, ni ordinario, ni sacerdote delegado que asista, ni se puede ir a él sin
grave incomodidad:

1. Si alguno de los contrayentes está en peligro de muerte, es válido y lícito el matrimonio contraído ante
dos testigos, y lo mismo, aun fuera de peligro de muerte, siempre que prudentemente se prevea que aquel
estado de cosas ha de durar por un mes.

2. En ambos casos si está a mano algún sacerdote que pueda asistir, se le debe llamar y él debe asistir
con los testigos al matrimonio; si bien aun cuando no asista este sacerdote será válido el matrimonio
hecho con sólo los testigos (canon 1098).

254. Consagración de las vírgenes. Siempre se han considerado como unos desposorios místicos con
Jesucristo, el esposo de las almas.

Las vírgenes consagradas a Dios renuncian a la triple concupiscencia, mediante los tres votos de
castidad, pobreza y obediencia. Al comenzar el noviciado recibe el hábito propio de la Orden o
Congregación y, terminado el noviciado, hace la profesión, ofreciéndose a Jesucristo, quien acepta, por
medio de la Iglesia, la entrega de la religiosa.

ORACIONES DEL ROSARIO TRADICIONAL


Las Intenciones por la Iglesia, Nuestra Nación y el Mundo son las siguientes:

Dios Padre nuestro, por favor envíanos sacerdotes santos, todos por el Sagrado y Eucarístico Corazón de
Jesús, todos por el Doloroso e Inmaculado Corazón de María, en unión con San José su castísimo esposo
Rogamos por la Restauración de la Fe Católica en el mundo
Por la Libertad Religiosa en todo el mundo
Por la Paz y la Libertad en todos nuestros países
Por el Fin del aborto y el Respeto a la Vida

Oraciones Enseñadas Por El Ángel En Fátima

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan,
no te aman!

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan,
no te aman!

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan,
no te aman!

Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.

Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.

Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del
mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado
Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.

LOS MISTERIOS DOLOROSOS DEL SANTO ROSARIO

Por la señal de la Santa Cruz,


de nuestros enemigos,
líbranos Señor Dios nuestro.

En el nombre del Padre


y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Credo de los Apóstoles

Creo en Dios, Padre todopoderoso,


Creador del Cielo y de la Tierra.
Creo en Jesucristo su único Hijo,
Nuestro Señor, que fue concebido
por obra y gracia del Espíritu Santo.
Nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio
Pilato, fue crucificado, muerto y
sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de
entre los muertos, subió a los cielos
y está sentado a la diestra de
Dios Padre, todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a
vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia Católica,
la comunión de los Santos,
el perdón de los pecados
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.

1 Padre Nuestro

Padre nuestro
que estás en el cielo
Santificado sea tu nombre
Venga tu reino
Hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día


Perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Amén.

3 Ave Marías

Dios te salve, María


Llena eres de gracia
El Señor es contigo
Bendita tú eres entre todas las mujeres
Y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.

Santa María, Madre de Dios


ruega por nosotros, pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

Gloria

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo


Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos.
Amén.

Primer Misterio Doloroso

Oración en el Huerto de Nuestro Señor Jesucristo

1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te
olvides de nosotros en aquella última hora.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas rojas como la sangre, con mi petición por la virtud de la resignación
a la voluntad de Dios y humildemente pongo este ramo a tus pies.

Segundo Misterio Doloroso

Flagelación de Nuestro Señor Jesucristo

1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te
olvides de nosotros en aquella última hora.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas rojas como la sangre, con mi petición por la virtud de la
mortificación y humildemente pongo este ramo a tus pies.

Tercer Misterio Doloroso

Coronación de Espinas de Nuestro Señor Jesucristo

1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te
olvides de nosotros en aquella última hora.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas rojas como la sangre, con mi petición por la virtud de la humildad y
humildemente pongo este ramo a tus pies.

Cuarto Misterio Doloroso

Carga de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo

1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te
olvides de nosotros en aquella última hora.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas rojas como la sangre, con mi petición por la virtud de la paciencia
en la adversidad y humildemente pongo este ramo a tus pies.

Quinto Misterio Doloroso

Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo

1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te
olvides de nosotros en aquella última hora.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas rojas como la sangre, con mi petición por la virtud del amor de
nuestros enemigos y humildemente pongo este ramo a tus pies.
La Salve

Dios te salve, Reina y Madre de


misericordia, vida y dulzura y
esperanza nuestra:
Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos
de Eva; a ti suspiramos, gimiendo
y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos y, después de este
destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente! ¡oh piadosa!
¡oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros santa


Madre de Dios,
R. Para que seamos dignos
de alcanzar las promesas
de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Oración original a San Miguel Arcángel del Papa León XIII – 25 de septiembre de 1888

¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestiales, san Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y en la
terrible lucha que debemos sostener contra los principados y potestades, contra los príncipes de este
mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos! Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado
inmortales, que formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la tiranía del diablo.

Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo
combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes
de resistirte y para quien no hubo nunca jamás lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente
que se llama diablo y Satanás, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo
del abismo.

Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente la cabeza.
Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba de espíritu malignos, recorre la tierra entera para
desterrar de ella el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a
las almas destinadas a la eterna corona de gloria.

Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como
un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad,
de blasfemia y el soplo envenado de la impureza, de los vicios y de todas las abominaciones.

Enemigos llenos de astucia han llenado de injurias y saturado de amargura a la Iglesia, esposa del
Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales. Aun en este
lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al
mundo, han alzado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y
dispersar al rebaño.

Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, auxilia al pueblo de Dios contra los ataques de esos espíritus
malditos, y dale la victoria. Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría de
tenerte como defensor contra las malignas potestades del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de
conducir las almas a la beatitud celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies
a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la
esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras súplicas ante la mirada del Todopoderoso,
para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente
que es el diablo y Satanás, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los
pueblos. Amén

V. He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.


R. Venció el León de Judá, el retoño de David
V. Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
R. Como hemos esperado de ti.
V. Señor, escucha mi oración
R. Y que mis gritos se eleven hasta ti.

Oremos

Oh Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente
tu clemencia para que por la intercesión de la Madre de Dios María Inmaculada siempre Virgen, del Beato
Miguel Arcángel, del Beato José Esposo de la misma Santísima Virgen, de los bienaventurados Apóstoles
Pedro y Pablo y de todos los Santos, te dignes auxiliarnos contra Satanás y todos los otros espíritus
inmundos que vagan por el mundo para dañar al género humano y perder las almas.

Amén

Consagración a la Virgen María

¡Oh Señora mía, oh Madre mía!, yo me ofrezco enteramente a Vos y, en prueba de mi filial afecto, os
consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón. En una palabra, todo mi ser. Ya que soy
todo(a) vuestro(a), oh Madre de bondad, guardadme y protegedme como cosa y posesión vuestra.

Madre, aquí tienes a tu hijo(a). (3X)

En Ti, dulce Madre mía, he puesto toda mi confianza y nunca jamás seré confundido. Amén.

V. Oh dulce Corazón de María,


R. Sed mi salvación.

V. Ave María Purísima,


R. Sin pecado concebida. Amén.

En el nombre del Padre


y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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