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OFRENDA DE LA MAÑANA
“Señor Jesucristo, en unión con esa intención divina con la que en la tierra ofreciste a Dios Tus alabanzas
a través de Tu Sacratísimo Corazón, y ahora las ofreces en el Sacramento de la Eucaristía en todas
partes de la tierra, incluso hasta el fin de los tiempos, Te ofrezco gustosamente durante todo este día,
todos mis pensamientos e intenciones, todos mis afectos y deseos, todas mis palabras y hechos, a
imitación del Sacratísimo Corazón de la bendita y siempre Virgen María Inmaculada. Amén."
La Santísima Trinidad ¿quién es? - El mismo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y
un solo Dios verdadero.
¿Por qué? - Porque las personas son distintas, aunque es un solo Dios verdadero.
Pero así como es cierto que no podemos comprender este profundísimo misterio, también lo es que
debemos procurar conocerlo en lo posible, a cuyo fin voy a hablar de él, aunque con aquel temor que me
inspira Santo Tomás cuando previene. Que es necesario que aquí vayan las palabras muy ordenadas
para no incurrir en herejía.
El misterio de la Santísima Trinidad consiste en que Dios es un sólo y simplicísimo ser, y tres personas
distintas; consiste en que en Dios no hay sino una sola esencia, una sola naturaleza, y no obstante hay
tres personas realmente distintas, que son Padre, Hijo y Espíritu Santo. Consiste en que siendo eternas
estas tres personas, porque todas tres tienen una misma esencia y naturaleza eterna, sin embargo,
proceden unas de otras. Es verdad que el Padre de nadie procede, pero el Hijo procede del entendimiento
del Padre, y el Espíritu Santo del amor del Padre y del Hijo. El Padre contemplándose eternamente a sí
mismo, engendra eternamente al Hijo, que es su eterna, substancial y perfectísima imagen, resplandor de
su gloria y figura de su substancia, como dice San Pablo (Heb 1, 3). El Padre y el Hijo, amándose
eternamente, producen eternamente al Espíritu Santo, que es el término eterno de su amor. El Hijo es
como el espejo eterno en que se está mirando eternamente el Padre; el Espíritu Santo es como el
amabilísimo y eterno lazo del amor del Padre y del Hijo. Más, aunque el Hijo procede del Padre, y el
Espíritu Santo del Padre y del Hijo, ni el Padre es primero que el Hijo ni el Hijo es después que el Padre ni
el Padre y el Hijo son primero que el Espíritu Santo, ni el Espíritu Santo es después que el Padre y el Hijo;
porque todas tres personas son eternas, y aunque hay entre ellas prioridad de origen, no la hay de tiempo,
porque en lo eterno no hay tiempo. En Dios, pues todo es igual, todo es eterno, todo es uno, excepto las
personas. Una esencia, una naturaleza, una substancia, un entendimiento, una voluntad, un ser, un Dios
en tres personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Este es el gran misterio que la Iglesia invoca y glorifica continuamente en sus oraciones, en sus
Sacramentos, en sus sacrificios y en todas sus prácticas piadosas. Si bautiza, si confirma, si absuelve, si
ordena, todo lo hace en nombre de la Santísima Trinidad. Si reza, si entona himnos y cánticos, siempre
concluye invocando y alabando a la Santísima Trinidad. Apenas hay Salmo, oración, ceremonia o acto de
religión que no concluya con este divino verso: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, ahora y
siempre, y en todos los siglos de los siglos. Amén. Del mismo modo los fieles confiesan y glorifican a la
Santísima Trinidad en todos sus ejercicios cristianos. Cuando se signan, confiesan en las tres cruces el
misterio de la Santísima Trinidad: cuando se santiguan, la invocan; y cuando rezan, concluyen sus
oraciones diciendo: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y en todos los siglos de
los siglos. Amén. Y ¿qué práctica puede haber más justa, más santa, más divina? Alabemos, bendigamos,
ensalcemos, glorifiquemos a la beatísima Trinidad. Imitemos a los coros celestiales, imitemos a aquellos
abrasados Serafines que rodean su trono soberano, y que claman sin cesar: Santo, Santo, Santo, Señor
Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Clamemos también nosotros,
uniendo nuestros débiles acentos a sus acentos celestiales: bendición, honor, alabanza, virtud y gloria sea
dada a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
1 Padre Nuestro
Padre nuestro,
que estás en el cielo.
Santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tú reino.
Hágase tú voluntad en la tierra
como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Amén.
3 Ave Marías
Gloria
La Resurrección de Jesús
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
La Asunción de María
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
La Salve
ADORACIÓN E INVOCACIÓN
¡SANTÍSIMO y Divino Corazón de Jesús! convencido de mi indignidad, me postro ante Ti para rendirte
homenaje, adorarte, amarte y alabarte tanto como esté en mi poder. ¡Oh Jesús, mi más sincero Amigo! Te
expongo todas mis necesidades, Te descubro todas mis miserias, mi debilidad, mi tibieza y pereza, en una
palabra, todas las heridas de mi alma, y te suplico fervientemente que te dejes conmover por ellas y que
vengas en mi ayuda según la magnitud de tu misericordia.
(Examine su conciencia).
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh SAGRADO CORAZÓN de mi Jesús! Por ese amor ardiente que te consumió en la Cruz, Víctima del
amor y del sufrimiento, y que te indujo a continuar este sacrificio en nuestros altares hasta el fin de los
tiempos, Yo, Tu miserable y pecador(a) hijo(a), te suplico que me concedas el perdón por todos los
pecados y ultrajes que cometí contra Ti, por toda ingratitud e infidelidad de las que fui culpable, y por mi
olvido de Ti. Perdona todos los pecados de mi vida. Los aborrezco, porque tú los aborreces; Los detesto,
porque tú los detestas. Por amor a Ti, me arrepiento de haberlos cometido, y debería sentir el mayor
remordimiento por ellos, aunque no haya cielo ni infierno, solo porque te ofendieron a Ti que eres infinita
bondad y digno de ser amado sobre todas las cosas. Preferiría morir mil veces antes que volver a
ofenderte, a quien amo por encima de mi vida.
¡Oh Amabilísimo Corazón de Jesús! Permíteme, mi familia, parientes y amigos, y todos los que se han
encomendado a mis oraciones y por quienes estoy obligado a orar, experimentar Tu más poderosa ayuda.
Asístelos individualmente en sus necesidades. ¡Oh Corazón lleno de misericordia! Convierte todos los
corazones endurecidos, consuela a las Almas del Purgatorio, sé refugio de los moribundos, consuelo de
todos los afligidos y los que sufren. Sobre todo, sé el refugio de mi alma en la hora de la muerte, y recíbela
en el seno de tu misericordia.
¡Sacratísimo Corazón! Te selecciono como mi lugar de descanso, para que seas mi fuerza en el combate,
mi apoyo en la debilidad, mi luz y guía en las tinieblas, la expiación de mis faltas y la santificación de mis
intenciones y acciones, que uno a las tuyas. Amén.