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12 DE ENERO DE 2022

LA LITURGIA

Dr. Juan A. Ruano

Nota: Iniciamos el 1 de enero, a manera de catequesis, un compartir sobre la Liturgia Tradicional de la


Iglesia. Se hace necesario para nosotros saber qué es lo que nos están quitando.

PARTE CUARTA

Liturgia Sacrificia

SANTO SACRIFICIO DE LA MISA

165. Necesidad de conocer la misa. El cristiano tiene obligación de conocer que es la misa, porque tiene
obligación grave de asistir a ella todos los domingos y días festivos. El cumplimiento de esta obligación
exige que el cristiano asista a ella no con presencia meramente pasiva, estando allí de cuerpo presente,
como están las cosas desprovistas de conocimiento. sino que ha de asistir como hombre, esto es,
racionalmente, dándose cuenta de lo que contempla y entendiendo las ceremonias que ante él se
realizan. Aunque diéramos por supuesto que el cristiano fuera allí un mero espectador, que no lo es,
debería conocer el espectáculo a que asiste, pues de lo contrario sería irracional e inexplicable su
presencia.

Si todo acto litúrgico es un acto social, este de la misa es más social que ningún otro. Los cristianos
constituimos una sociedad perfecta, organizada, no por la adhesión meramente externa de los miembros,
sino unidos interiormente por la vida divina que recibimos del Espíritu Santo, constituyendo un solo
cuerpo, viviendo y participando unos de la vida de los otros, vida que se nos da de un modo especial por
la santa misa, que es un sacrificio ofrecido en nombre de todos y que por tanto es sacrificio nuestro,
aunque personalmente no intervengamos en él.

La misa es el centro de nuestro culto y de nuestra liturgia, ella contiene la misma víctima del sacrificio de
la Cruz y es el banquete donde hemos de vigorizar nuestras débiles fuerzas humanas recibiendo al autor
de nuestra santificación y nuestra redención.

Por eso son impropias las expresiones «oír misa, asistir a misa», ya que no vamos a ella como meros
espectadores, sino que como miembros de la Iglesia colaboramos en este su sacrificio.

166. Sacrificio. «Es la oblación legítimamente instituida de una cosa sensible hecha a Dios solo, por el
competente ministro, mediante la destrucción real o equivalente de la cosa, para reconocer el supremo
dominio de Dios sobre todas las criaturas». ·

Es oblación u ofrecimiento, no una mera oración, de una cosa sensible, para indicar que el sacrificio es un
acto del culto externo, hecha a Dios solo, pues el sacrificio es esencialmente un acto de latría que hace un
ministro legítimo, porque nadie puede arrogarse el derecho de ofrecer el sacrificio sino el llamado o
elegido para ello. Lo ofrecido en el sacrificio ya no está en nuestro poder, ni puede estarlo en poder de
ningún otro ser, porque pertenece a la Divinidad a quien se ha ofrecido. Pero, como Dios no recibe
físicamente la ofrenda, esta se destruye, o realmente, matando la víctima, o con destrucción equivalente,
apartándola del comercio de los hombres, haciéndola sagrada (sacrum facere, sacrificio). De ahí que el
acto propio del sacrificio no es la destrucción sino la población, cuya consecuencia es la destrucción.

Los sacrificios sangrientos tienen tres momentos: oblación, inmolación y consumación mediante la
manducación o destrucción por el fuego.
El sacrificio es el acto supremo y esencial de la religión, pues no hay religión sin sacrificio, ni sacrificio sin
sacerdote.

Por el sacrificio el hombre se encarna en cierta manera en el objeto sensible que ofrece a Dios y, al
destruirlo, afirma rotundamente su nada ante Dios y el supremo poder de Dios.

167. El sacrificio primariamente expresa la dependencia que la criatura racional siente respecto de
Dios.

Esta dependencia la han conocido todos los pueblos en todas las épocas y en todas las latitudes del
globo. Para explicar la universalidad del sacrificio, no es necesario recurrir a una revelación primitiva que
se haya transmitido de boca en boca, de unos hombres a otros. Hay una razón que explica este hecho
universal.

En efecto, todas las cosas proceden de Dios como de su origen y todas se dirigen necesariamente a él
como a su fin. El hombre, además de esta tendencia necesaria hacia Dios. se dirige libremente a EI, y
como el hombre, aunque intelectual, rehúye toda abstracción y tiende siempre a expresar sensiblemente
sus ideas, ha elegido el sacrificio, la población de una cosa sensible, para reconocer el supremo dominio
de Dios y la absoluta dependencia del hombre, según las palabras del Salmo (Ps. 94,6 y 99,3): «Venite
adoremus et procidamus ante Deum ... Quoniam ipse fecit nos et non ipsi nos» «Venid, adoremos y
postrémonos ante Dios, porque Él es quien nos hizo, no nos hicimos nosotros mismos».

Como el hombre, por instinto y por ley natural conoce que no puede sacrificarse a sí mismo, ha sacrificado
lo que está más cerca de él, le es más útil o es más puro, y así ha sacrificado los animales domésticos
más útiles al hombre.

168. En pueblos salvajes han llegado a veces a sacrificar a otros hombres, con frecuencia niños en
quienes resplandece la inocencia y la santidad de que el hombre adulto carece, pues siente viciada su
sangre y a veces ha llegado a ofrecerse a sí mismo como víctima para el sacrificio.

Y esto lo hacía multiplicando las victimas para suplir en cantidad lo que faltaba en calidad al sacrificio.

No nació el sacrificio del temor a la divinidad, no tenía por objeto ofrecer una comida a los dioses, ni se
hacía para ejercer artes mágicas, sino para reconocer la dependencia del hombre, y, además, como indica
Platón, aunque no llegase a conocer el hondo sentido de sus palabras, es propio de los sacrificios
«producir el amor entre los hombres y los dioses». En efecto, una vez que por el pecado original se rompió
la comunicación entre Dios y la humanidad, el hombre trata, por medio del sacrificio, de aplacar a Dios
justamente irritado por el pecado del hombre, trata de adquirir su amor y para ello le ofrece sacrificios
innumerables de los seres más útiles, más puros o cercanos al hombre.

Dios mismo había determinado la forma de ofrecer los sacrificios en la Antigua Ley, pero dice Isaías (1,11)
que Dios estaba «hastiado de ellos» que estos «no le agradaban» (Ps. 50,18) porque «¿acaso come Dios
carne de bueyes o le gusta beber sangre de chivos?» (Ps. 49,13).

169. No podía el hombre limitado, finito, pecador, ofrecer a Dios una oblación pura, capaz de aplacarle y
de honrarle dignamente. Mas, he aquí que el Verbo de Dios, al ver esta impotencia del hombre, exclama
al Eterno Padre en las mansiones eternales: «Sacrificium et oblacionem noluisti. Tune dixi: Ecce adsum».
«¿Rechazas los sacrificios y oblaciones de los hombres? Pues digo: Yo voy».

Y viene el Verbo de Dios al seno de una Virgen y toma naturaleza de hombre en sus entrañas y siendo
sacerdote eterno y victima «Sacrificable» en cuanto hombre, y de valor infinito en cuanto Dios, se ofrece al
Padre y realiza el sacrificio augusto de la Cruz en lugar de todos los hombres y de todos los sacrificios que
eran antes elementos impotentes para servir de hostia aceptable a Dios.
170. De este modo realizó Jesucristo el sacrificio del Calvario, único y verdadero sacrificio que se
reproduce diariamente en nuestros altares. «Jesús, dice San Pablo (Ef. 5,2), se ha ofrecido el mismo a
Dios por nosotros como una oblación y un sacrificio de agradable olor». «Christus tradidit semetipsum pro
nobis oblationem el hostiam Deo in odorem suavitatis». En efecto, Jesucristo, en la última cena, nos dejó
esta misma victima para que nuestras manos, de por si vacías e incapaces de ofrecer un sacrificio
aceptable a Dios, pudiesen ofrecer esa víctima de valor infinito: «haced esto en memoria mía» nos dijo, y
desde aquel día la Iglesia le ofrece, a todas horas y en todos los lugares de! Mundo, este sacrificio».

ORACIONES DEL ROSARIO TRADICIONAL


Las Intenciones por la Iglesia, Nuestra Nación y el Mundo son las siguientes:

Dios Padre nuestro, envíanos sacerdotes santos, todos por el Sagrado y Eucarístico Corazón de Jesús,
todos por el Doloroso e Inmaculado Corazón de María, en unión con San José su castísimo esposo
Rogamos por la Restauración de la Fe Católica en el mundo
Por la Libertad Religiosa en todo el mundo
Por la Paz y la Libertad en todos nuestros países
Por el Fin del aborto y el Respeto a la Vida

Oraciones Enseñadas Por El Ángel En Fátima

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te
aman!
¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te
aman!
¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te
aman!

Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.

Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.

Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en
reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y
del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.

LOS MISTERIOS GLORIOSOS DEL SANTO ROSARIO

Por la señal de la Santa Cruz,


de nuestros enemigos,
líbranos Señor Dios nuestro.

En el nombre del Padre


y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

V/ . Señor abre mis labios,


R/. y mi boca proclamará tu alabanza.
V/. Dios mío, ven en mi auxilio,
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Credo de los Apóstoles


Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del Cielo y de la Tierra.
Creo en Jesucristo su único Hijo,
Nuestro Señor, que fue concebido
por obra y gracia del Espíritu Santo.
Nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio
Pilato, fue crucificado, muerto y
sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de
entre los muertos, subió a los cielos
y está sentado a la diestra de
Dios Padre, todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a
vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la Santa Iglesia Católica,
la comunión de los Santos,
el perdón de los pecados
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.

1 Padre Nuestro

Padre nuestro
que estás en el cielo
Santificado sea tu nombre
Venga tu reino
Hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día


Perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Amén.

3 Ave Marías

Dios te salve, María


Llena eres de gracia
El Señor es contigo
Bendita tú eres entre todas las mujeres
Y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.

Santa María, Madre de Dios


ruega por nosotros, pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Gloria

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo


Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos.
Amén.

Primer Misterio Glorioso

Resurrección de nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos

1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la fe y humildemente pongo
este ramo de rosas a tus pies.

Segundo Misterio Glorioso

Ascensión de nuestro Señor Jesucristo a los cielos

1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la esperanza y
humildemente pongo este ramo de rosas a tus pies.

Tercer Misterio Glorioso

La venida del Espíritu Santo en los Discípulos y la Santísima Virgen María

1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la caridad y humildemente
pongo este ramo de rosas a tus pies.

Cuarto Misterio Glorioso

Asunción de la Santísima Virgen María al cielo

1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la unión con Cristo y
humildemente pongo este ramo de rosas a tus pies.

Quinto Misterio Glorioso

Coronación de la Santísima Virgen María en el cielo

1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la unión contigo y
humildemente pongo este ramo de rosas a tus pies.

La Salve

Dios te salve, Reina y Madre de


misericordia, vida y dulzura y
esperanza nuestra:
Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos
de Eva; a ti suspiramos, gimiendo
y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos y, después de este
destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente! ¡oh piadosa!
¡oh dulce Virgen María!
V. Ruega por nosotros santa
Madre de Dios,
R. Para que seamos dignos
de alcanzar las promesas
de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Oración original a San Miguel Arcángel del Papa León XIII – 25 de septiembre de 1888

¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestiales, san Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y en la
terrible lucha que debemos sostener contra los principados y potestades, contra los príncipes de este
mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos! Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado
inmortales, que formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la tiranía del diablo.

Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo
combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes
de resistirte y para quien no hubo nunca jamás lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente
que se llama diablo y Satanás, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo
del abismo.

Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente la cabeza.
Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba de espíritu malignos, recorre la tierra entera para
desterrar de ella el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a
las almas destinadas a la eterna corona de gloria.

Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como
un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad,
de blasfemia y el soplo envenado de la impureza, de los vicios y de todas las abominaciones.

Enemigos llenos de astucia han llenado de injurias y saturado de amargura a la Iglesia, esposa del
Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales. Aun en este
lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al
mundo, han alzado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y
dispersar al rebaño.

Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, auxilia al pueblo de Dios contra los ataques de esos espíritus
malditos, y dale la victoria. Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría de
tenerte como defensor contra las malignas potestades del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de
conducir las almas a la beatitud celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies
a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la
esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras súplicas ante la mirada del Todopoderoso,
para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente
que es el diablo y Satanás, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los
pueblos. Amén

V. He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.


R. Venció el León de Judá, el retoño de David
V. Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
R. Como hemos esperado de ti.
V. Señor, escucha mi oración
R. Y que mis gritos se eleven hasta ti.

Oremos
Oh Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente
tu clemencia para que por la intercesión de la Madre de Dios María Inmaculada siempre Virgen, del Beato
Miguel Arcángel, del Beato José Esposo de la misma Santísima Virgen, de los bienaventurados Apóstoles
Pedro y Pablo y de todos los Santos, te dignes auxiliarnos contra Satanás y todos los otros espíritus
inmundos que vagan por el mundo para dañar al género humano y perder las almas.

Amén

Consagración a la Virgen María

¡Oh Señora mía, oh Madre mía!, yo me ofrezco enteramente a Vos y, en prueba de mi filial afecto, os consagro
en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón. En una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo(a)
vuestro(a), oh Madre de bondad, guardadme y protegedme como cosa y posesión vuestra.

Madre, aquí tienes a tu hijo(a). (3X)

En Ti, dulce Madre mía, he puesto toda mi confianza y nunca jamás seré confundido. Amén.
V. Oh dulce Corazón de María,
R. Sed mi salvación.
V. Ave María Purísima,
R. Sin pecado concebida. Amén.

En el nombre del Padre


y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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