Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
psicopatológica:
una introducción
a la semiología psiquiátrica
ANDRÉS ARCE | JULIO TORALES | NORA GÓMEZ | CAROL MAGGI
EFACIM
2017
La exploración
psicopatológica:
una introducción a la
semiología psiquiátrica
ANDRÉS ARCE
JULIO TORALES
NORA GÓMEZ
CAROL MAGGI
EFACIM
2017
La exploración
psicopatológica:
una introducción a la
semiología psiquiátrica
ANDRÉS ARCE
Profesor Titular y Jefe, Cátedra de Psiquiatría
Profesor Titular y Jefe, Cátedra de Psicología Médica
Coordinador General del Postgrado en Psiquiatría Clínica
Facultad de Ciencias Médicas
Universidad Nacional de Asunción
JULIO TORALES
Profesor de la Cátedra de Psiquiatría
Profesor de la Cátedra de Psicología Médica
Jefe de Cátedra de Socioantropología (Filial Santa Rosa)
Facultad de Ciencias Médicas
Universidad Nacional de Asunción
NORA GÓMEZ
Jefa de Cátedra
Cátedra de Psicología, Psicopatología y Psicomotricidad
Carrera de Kinesiología y Fisioterapia
Facultad de Ciencias Médicas
Universidad Nacional de Asunción
CAROL MAGGI
Auxiliar de la Enseñanza
Cátedra y Servicio de Psiquiatría
Facultad de Ciencias Médicas
Universidad Nacional de Asunción
EXPLORACIÓN PSICOPATOLÓGICA
HUGO RODRÍGUEZ
Auxiliar de la Enseñanza, Cátedra de Psiquiatría
Auxiliar de la Enseñanza, Cátedra de Psicología Médica
Facultad de Ciencias Médicas
Universidad Nacional de Asunción
MARTÍN MORENO
Profesor Adjunto, Cátedra de Psiquiatría
Profesor Adjunto, Cátedra de Psicología Médica
Facultad de Ciencias Médicas
Universidad Nacional de Asunción
Arce A, Torales J, Gómez N, Maggi C. (Eds). La exploración psicopatológica:
una introducción a la semiología psiquiátrica. 1ª ed. EFACIM. Asunción, 2016:
117 p.
ISBN 978-99953-67-16-9
Diseño: Quadrivium
Prefacio 12
Introducción 16
Conciencia 19
Neurofisiología de la conciencia 19
Alteraciones de la conciencia 20
Hábito externo 21
Actitud 22
Orientación 23
Neurofisiología de la orientación 23
Alteraciones de la orientación 25
Atención 25
Neurofisiología de la atención 26
Alteraciones de la atención 27
Memoria 28
Neurofisiología de la memoria 31
Alteraciones de la memoria 33
Psicomotricidad 42
Neurofisiología de la psicomotricidad 42
Alteraciones de la psicomotricidad 43
Pensamiento 50
Neurofisiología del pensamiento 50
Alteraciones formales (del curso) del pensamiento 51
Alteraciones del contenido del pensamiento 55
Lenguaje 66
Neurofisiología del lenguaje 66
Alteraciones del lenguaje 67
Percepción 71
Neurofisiología de la percepción 71
Alteraciones de la percepción 72
Insight y juicio 82
Entrevista clínica 89
Conceptos básicos 89
Fases de la entrevista 91
Técnicas 91
Referencias 109
Prólogo
Dentro de la práctica médica actual, casi terminando la segunda década del siglo
xxi, más que nunca se hace necesaria la evaluación de los trastornos mentales.
Muchas veces estos trastornos pasan desapercibidos o simplemente son mini-
mizados en la práctica diaria, al desconocerse los parámetros que debiéramos
tomar en cuenta para sospechar la presencia de los mismos. La clave estaría en
una evaluación adecuada, sistematizada y detallada de estas patologías, así como
en una derivación oportuna. La presente obra es un completo libro que incluye
los aspectos semiológicos de las patologías más frecuentes que el profesional de
la salud encontrará en la clínica diaria.
De fácil lectura por la secuencia de los temas, podrá ser leído y aprovechado “ad
integrum” por médicos de diferentes especialidades, por otros profesionales de
la salud y también por estudiantes, reforzando la premisa de que el ser humano
es mente, cuerpo y espíritu. Un todo indivisible que hace que el sufrimiento de
la mente incida directamente en el cuerpo físico, y viceversa. Al ir desgranando
los capítulos, el lector irá sin duda identificando a una parte de sus pacientes
con las diferentes manifestaciones de una o varias de las patologías descriptas.
Los signos que todo profesional debe identificar, tanto de los comportamientos
evidentes como de aquellos ocultos de un trastorno mental, están descriptos en
una forma sencilla y práctica a fin de orientar a los profesionales de las diferentes
especialidades de la medicina y las ciencias de la salud.
12
Los autores agradecemos el auspicio científico de la Asociación Mundial de Psi-
quiatría (World Psychiatric Association), de la Academia Paraguaya de Neuro-
ciencias y Psiquiatría (APANPSI), de la Sociedad Paraguaya de Patología Dual
y de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Asunción,
a través de la Cátedra de Psiquiatría y del Departamento de Psiquiatría de la
Infancia y la Adolescencia.
Consideramos que este libro, aunque modesto, representa una síntesis de los co-
nocimientos científicos actuales y la práctica clínica racional sobre la exploración
psicopatológica. Además, intenta ser ecléctico en su contenido, esforzándose en
ser lo más libre posible de algún tipo de sesgo hacia un determinado enfoque
teórico. Esperamos sea de utilidad.
13
14
“¿Qué derecho tenemos a creer que la naturaleza está obligada
a realizar su obra utilizando sólo mentes perfectas?
Quizá para determinados fines el instrumento más adecuado
sea una mente imperfecta. En realidad lo que importa
es el trabajo hecho y las aptitudes del individuo que lo
hace, mientras que, desde un punto de vista cósmico, es
irrelevante que dicho individuo tenga otros defectos.”
15
Introducción
En 1801, Philippe Pinel, uno de los padres de la psiquiatría moderna, dio el
siguiente consejo a sus colegas contemporáneos:
16
Los primeros informes resultantes de exploraciones psicopatológicas se cons-
truían gracias a la información proveída por familiares y amigos, por el relato
de cambios en los hábitos y por la cuidadosa observación del paciente en su
ambiente natural. También se prestaba atención a la apariencia, la conducta, los
gestos y los movimientos anormales, como parte del proceso de evaluación. Pero
en ese entonces solo cinco “categorías” de trastornos mentales eran reconocidas:
manía, monomanía, melancolía, demencia e idiotez, y la exploración psicopato-
lógica se utilizaba principalmente para diferenciar entre estas categorías y para
decidir qué tipo de lugar era el más adecuado para el cuidado del paciente.
Algunos siglos más tarde, y con sólo 30 años de edad, Karl Jaspers escribió su
clásica obra “General Psychopathology” (1913). En el prefacio de la primera
edición, Jaspers insistió que el objetivo del libro no era aprender lo escrito en
él, sino “aprender a observar, a hacer preguntas, a analizar y pensar en términos
psicopatológicos”, que hoy constituyen elementos esenciales del examen del estado
mental.
Varios métodos están disponibles para evaluar el estado mental del paciente.
Mediante la simple observación se logra obtener datos acerca del hábito exter-
no, el estado de conciencia, la psicomotricidad y el afecto del entrevistado. Este
procedimiento puede llevarse a cabo cuando el paciente ingresa al consultorio,
incluso sin mediar palabras. La atención, el lenguaje, el curso del pensamiento y
el humor se exploran mediante la conversación, oyendo al paciente y analizando
lo que expresa. Por último, la exploración permite estudiar el estado de ánimo,
sensopercepción, el afecto y el contenido del pensamiento.
17
Si bien parecería que cada aspecto del estado mental debe ser evaluado por una
sola técnica, cabe aclarar que dicha asociación se establece bajo el criterio de que
dicha técnica es la que permite un estudio más fiel del aspecto a describir. No
obstante, cualquiera de las otras técnicas puede servir, al menos de indicio, para
descubrir alteraciones de otros aspectos del examen psíquico. Por ejemplo, un
paciente cuya mirada se dirige constantemente hacia un lugar del consultorio
puede dar indicio de alguna alteración de la sensopercepción, lo que guiará a
explorar detalladamente síntomas de esa área y confirmar (o no) la sospecha.
Asimismo, el afecto es transversal a las tres técnicas. Son necesarios datos obte-
nidos de la observación, conversación y exploración para establecer una descrip-
ción suficientemente detallada del afecto y así fundar o no su congruencia con
el estado de ánimo.
Además, existe un cuarto elemento para corroborar los datos obtenidos: los test
psicológicos. Estos son un conjunto de pruebas que valoran, en términos gene-
ralmente cuantitativos, las características psicológicas o los conocimientos de
una persona y pueden ser útiles ante dudas diagnósticas. Tienen a su favor que
dejan de lado la subjetividad del observador y muchos de ellos son sencillos de
aplicar (1).
18
Áreas básicas de la exploración psicopatológica
Conciencia
Neurofisiología de la conciencia
El contenido hace referencia a los objetos y hechos de los que tenemos con-
ciencia y a la totalidad de las funciones mentales superiores. El contenido de la
conciencia se evalúa como conjunto en todo el examen mental (7).
Por su parte, el nivel de conciencia hace referencia a la fase del ciclo sueño-vigilia
en la que se encuentra el individuo y comprende una neurofisiología compleja
en la que todas las redes neuronales influyen en la génesis y el mantenimiento
de los estados de conciencia (8). No obstante, son el sistema reticular activador
ascendente (SRAA) y el sistema tálamo-cortical los complejos de redes neuro-
nales fundamentales para su funcionamiento. Estos sistemas son responsables
de generar estímulos que activan la corteza cerebral para que el contenido de la
conciencia pueda presentarse o que reducen su actividad para poder iniciar las
fases del sueño (9).
19
Las fibras que provienen de los núcleos del SRAA se dirigen hacia la corteza
cerebral y atraviesan el tálamo, haciendo finalmente sinapsis en la corteza orbito-
frontal y en los circuitos temporo-mesiales. Desde ahí, el resto de la corteza se
activa gracias a sinapsis múltiples entre las neuronas. Esto explica el por qué
una lesión mesencefálica genera una evidente alteración del nivel de conciencia,
en comparación con una lesión focal de la corteza (donde no se genera tanta
alteración).
Alteraciones de la conciencia
20
Tabla 2. Alteraciones cualitativas de la conciencia
Hábito externo
21
Contacto ocular
Demuestra: Demuestra:
Inseguridad Incomodidad
Falta de interés Rechazo
Médico
Evitativo Fijo
Paciente
Se observa en pacientes: Se observa en pacientes:
depresivos, fóbicos, maníacos, psicóticos o
paranoides/psicóticos agresivos
Actitud
22
Orientación
La orientación es una función mental superior que permite a una persona re-
conocer su ubicación en el tiempo y el espacio, además de identificarse como
individuo y reconocer a quienes le rodean (5).
Neurofisiología de la orientación
23
La orientación alopsíquica permite a una persona el reconocimiento de determi-
nantes externos como el espacio y el tiempo, de las demás personas y la relación
de éstas con su biografía (5). En la tabla 3 se ilustran tres dominios de la orien-
tación alopsíquica (1, 5, 10, 17).
24
Alteraciones de la orientación
Atención
25
Neurofisiología de la atención
Además, en los últimos años, se han evidenciado datos que concluyen la existen-
cia de circuitos entre la neocorteza, el tálamo y el tronco encefálico, los cuáles son
capaces de modular la matriz atencional (22).
26
Alteraciones de la atención
La atención puede alterarse por defecto o por aumento. Las tablas 4 y 5 presen-
tan las principales alteraciones de la atención (1, 4, 10, 18, 20).
27
Memoria
Es un proceso que permite conservar la información transmitida por un estímu-
lo –interno o externo– una vez que el estímulo no está presente. Por lo tanto, la
memoria es la capacidad de actualizar algo sucedido en el pasado (23).
›› Memoria: Persistencia del aprendizaje de forma que pueda ser utilizado pos-
teriormente.
28
Tabla 6. Tipos de memoria
29
Tabla 7. Clasificación de la memoria a largo plazo
30
Neurofisiología de la memoria
31
Tabla 8. Bases anatómicas de la memoria
32
Alteraciones de la memoria
Las alteraciones cuantitativas son de dos tipos: por exceso (hipermnesia) y por
defecto (hipomnesia y amnesia).
33
Tabla 9. Clasificación de las amnesias en relación con el tiempo
34
Las criptomnesias que ocurren de manera ocasional no se consideran psi-
copatológicas, ya que la mayoría de las personas asegura haberlas experi-
mentado alguna vez en la vida. Cobran validez clínica cuando se presentan
de manera frecuente y asociadas a otras alteraciones (5).
35
El afecto puede ser apropiado (congruente) o inapropiado (incongruente) con
el estado de ánimo que manifiesta explícitamente el individuo. En el primer
caso, lo implícito está en armonía con lo explicito, no así en el segundo en el
cual existe incongruencia entre lo observado y lo expresado por el paciente (por
ejemplo, el paciente ríe a carcajadas pero dice que está triste).
36
Alteraciones del estado de ánimo
›› Humor maníaco
Nota aparte representan algunos cuadros producidos por afectación del lóbulo
frontal, que generan un síndrome caracterizado por estado de ánimo eufórico,
con desinhibición conductual y pérdida de juicio. En este caso el estado de áni-
mo eufórico es vacío, insulso, con escasa irradiación afectiva y recibe el nombre
clásico de moria o humor mórico (30).
37
›› Humor depresivo
El humor de tipo depresivo puede ser considerado como el reverso del humor
maníaco. Como él, empapa todas las esferas del funcionamiento somático y psi-
cológico, aunque, en este caso, los síntomas predominantes son los sentimientos
de tristeza, desesperanza, minusvalía e infelicidad, junto a una disminución de
la energía vital (astenia o fatiga vital) y un desentendimiento, en mayor o menor
medida, del entorno.
38
›› Humor ansioso
39
los cuales el humor o estado de ánimo no tiene por qué presentar alteraciones
significativas (37).
40
Tabla 11. Alteraciones de la estabilidad, la contención y la intensidad
41
Psicomotricidad
La psicomotricidad es resultante de la interacción del sistema nervioso con el
aparato locomotor, que permite que el pensamiento se convierta en movimiento
(5, 39).
Neurofisiología de la psicomotricidad
Como puede leerse, las estructuras implicadas son múltiples, por lo que las al-
teraciones neurobiológicas que afectan a los actos motores pueden aparecer a
muy distintos niveles: desde los más bajos (a nivel de la placa neuromuscular
o del sistema piramidal) hasta los niveles de integración superior (errores en la
secuenciación de una acción compleja o en la traducción de la intención a un
plan motor concreto). No obstante, una aproximación simplista (pero válida) de
la neurofisiología de un acto psicomotor se resume a continuación.
42
La corteza motora primaria está vinculada con la ejecución de movimientos vo-
luntarios bien definidos del lado contralateral del cuerpo; por su parte, la corteza
motora secundaria está relacionada con la planeación de las acciones motoras. La
corteza como tal ejerce una acción directa sobre el movimiento a través de sus
conexiones con los núcleos motores del tronco encefálico y, además, una acción
indirecta por medio de sus conexiones con los ganglios de la base y el cerebelo (5).
Alteraciones de la psicomotricidad
43
Tabla 13. Alteraciones de la fase de conación
44
Tabla 14. Causas de agitación psicomotriz
Por otro lado, dentro de las alteraciones cuantitativas por defecto de movimien-
tos, se encuentran la catatonía, el estupor y la inhibición psicomotriz.
45
Tabla 15. Formas de catatonía
46
En cuanto a las alteraciones cualitativas de la fase de ejecución, se describen
someramente algunas de ellas.
47
›› Presentación: Fino, rápido y en extremidades superio-
res. Se acompaña de hipo o acinesia.
Temblor de ›› Relación con el movimiento: Disminuye o desaparece
reposo durante el movimiento o durante el sueño.
›› Patologías relacionadas: Enfermedad de Parkinson y
parkinsonismo secundario (por ejemplo, a fármacos).
›› Por último, pero no menos importantes, son los trastornos del movimiento
iatrogénicos. Se trata de alteraciones del movimiento inducidas por diversos
psicofármacos, principalmente por los antipsicóticos. Entre estos trastornos se
citan al parkinsonismo, a la acatisia, a la distonía aguda y a la disquinesia tardía,
todos efectos adversos de la medicación antipsicótica.
48
Parkinsonismo secundario: aquí se inclu- Acatisia: Inquietud y necesidad imperiosa
yen rigidez muscular, afecto embotado (ex- de estar en movimiento. Se acompaña de
presión facial en “cara de póquer”), tremor acciones tales como balancearse mientras se
y bradiquinesia. está de pie o sentado, levantar los pies como
si se estuviera marchando, mover, cruzar y
descruzar las piernas mientras se está sen-
tado. Las personas afectadas son incapaces
de estar quietas.
49
Pensamiento
El pensamiento puede definirse como un flujo de ideas, símbolos y asociaciones
dirigido a metas, iniciado por un problema o tarea y enfocado hacia una conclu-
sión orientada a la realidad. Es normal cuando ocurre siguiendo una secuencia
lógica (32, 52).
El área de asociación prefrontal resulta fundamental para llevar a cabo los proce-
sos del pensamiento. Esta área recibe aferencias de la corteza parietal, temporal,
occipital, y de la circunvolución del cíngulo. También recibe información del
núcleo medial dorsal del tálamo y del cuerpo amigdalino.
Una de las funciones del área prefrontal es la elaboración del pensamiento: lo-
grando un mayor grado de profundidad y abstracción a partir de múltiples fuen-
tes de información. Esta capacidad de las áreas prefrontales para seguir el hilo de
muchos fragmentos de información a la vez y permitir la evocación instantánea
50
de su contenido cuando lo requieran los pensamientos ulteriores se denomina
“memoria operativa” del cerebro. Esta propiedad podría explicar adecuadamente
las numerosas funciones cerebrales que asociamos a la inteligencia superior. En
realidad, las investigaciones han demostrado que las áreas prefrontales están di-
vididas en segmentos independientes destinados a almacenar diversos tipos de
memoria temporal, como una zona dedicada a la forma y la configuración de un
objeto o de una parte del cuerpo y otra encargada de su movimiento (56).
Los autores clásicos de la psicopatología definen a las alteraciones del curso del
pensamiento en sus aspectos formales, cuando el pensamiento se altera cuantita-
tivamente, acelerándose o enlenteciéndose, o cualitativamente, perdiendo el hilo
conductor, al adherirse excesivamente a una idea o al romper las asociaciones
iniciales y establecerse otras nuevas que se desvían drásticamente de la idea ori-
ginal (59, 60).
Los trastornos del curso del pensamiento están relacionados con otras funciones
psíquicas como el nivel de vigilia, la atención, la afectividad, la memoria y la
psicomotricidad (52). Estas alteraciones se resumen en la tabla 16 (1, 5, 52, 55).
51
Tabla 16. Alteraciones formales del pensamiento
52
En esta alteración, el lenguaje es continuo, casi sin pausas,
y se desvía con facilidad ante estímulos externos irrelevan-
tes. La persona afecta salta constantemente de una idea a
otra, cambia de tema incesantemente, sin que sea posible
Pensamiento
mantener una meta o idea directriz. Es frecuente que se
saltígrado o
asocie a tangencialidad, asociaciones laxas y a una compleja
ideofugitivo
secuencia de ramificaciones, cada vez más distantes de la
idea inicial, conocida en su expresión extrema como fuga de
ideas. El pensamiento ideofugitivo se presenta en síndro-
mes maniformes.
53
El curso del pensamiento es lento y el individuo responde a
las preguntas con gran número de detalles triviales e insig-
nificantes, siendo la información aportada excesiva y redun-
Pensamiento
dante, aunque la meta no llega a perderse. Esta alteración
circunstancial
es frecuente en pacientes psicóticos con predominio de sín-
tomas negativos o residuales, en epilépticos y personas con
deterioro cognitivo, entre otros.
54
Alteraciones del contenido del pensamiento
55
›› Idea delirante
Desde el siglo 19 el delirio ha sido el tema central de la psicopatología, ya que
enfrenta la psiquiatría al incierto y comprometido ámbito de la “locura”, siempre
enigmática (61). Actualmente, ya en el siglo 21, el debate sobre su génesis, es-
tructura, clasificación y hasta sobre su definición, sigue abierto, es contradictorio
y es motivo de controversias entre diferentes autores.
56
En lo que respecta a la incorregibilidad, la misma distingue una idea delirante de
una idea sobrevalorada o errónea, dado que esta última puede ser modificada a
través de la argumentación lógica, la información o los hechos objetivos.
Los delirios se pueden clasificar según distintas dimensiones. Las tablas 17, 18 y
19 distinguen tres: según su origen, según su contenido y según su organización,
respectivamente (52, 60, 61, 62, 63, 64).
57
Tabla 18. Ideas delirantes según su contenido
58
El paciente tiene la convicción de que su cuerpo (o par-
te de él) no está funcionado bien, está malogrado o en-
fermo. Debe distinguirse del trastorno de ansiedad por
Delirio somático
enfermedad (antes conocido como hipocondría), donde
existe una interpretación errónea de sensaciones físicas
y malestar, pero no de intensidad delirante.
59
Descritos originalmente por Kurt Schneider y llamados,
anteriormente, síntomas de primer rango de la esquizo-
frenia (actualmente se sabe que pueden aparecer en
otros trastornos). Se incluyen diferentes tipos de delirio:
1. Control del pensamiento: el paciente cree que su pen-
Delirios de samiento es controlado por otras personas; 2. Lectura
alienación del del pensamiento: la persona afecta cree que la gente
pensamiento puede leer su mente o sus pensamientos; 3. Difusión o
transmisión del pensamiento: los propios pensamientos
del paciente se transmiten por el aire, de modo que otras
personas pueden escucharlos; y, 4. Inserción del pensa-
miento: los pensamientos de otras personas han sido
implantadas en la mente del paciente.
60
›› Idea sobrevalorada
Se encuentra a “medio camino” entra la idea normal y la delirante y presenta
cuatro características fundamentales: a. Es comprensible según el contexto so-
ciocultural del paciente; b. Es defendida más allá de lógica, aunque existan datos
objetivables que la contradigan; c. Está asociada a una gran carga emocional y
afectiva y genera una impronta en la conducta y la vida del paciente; y d. Genera
patrones maladaptativos y sufrimiento en la persona que la padece y en quienes
la rodean.
›› Idea obsesiva
Pensamiento, impulso o imagen, recurrente y persistente, que aparece en la con-
ciencia del individuo de manera repentina. El paciente la experimenta como
intrusa, inapropiada, absurda, y de manera egodistónica, generándole importante
ansiedad. La persona afectada reconoce a la idea obsesiva como producto de su
propia mente e intenta neutralizarla mediante otro pensamiento o acto (lo que
se conoce como compulsión) (65).
›› Idea fóbica
Una fobia es un miedo persistente e irracional a un objeto, actividad o situación
específicos (el estímulo fóbico), que da lugar a un deseo irrefrenable de evitarlo.
Algunos elementos que orientan al diagnóstico de fobia son: 1. Temor despro-
porcionado; 2. Irracionalidad; 3. Falta de control voluntario; y 4. Evitación del
estímulo fóbico (52).
61
El estímulo fóbico genera en el paciente mucha ansiedad tanto por su presencia
(ansiedad situacional) como con la posibilidad de la misma (ansiedad anticipa-
toria).
Las tasas de tentativa suicida son mayores en mujeres que en hombres. La con-
ducta parasuicida más frecuentemente empleada es la sobreingesta medicamen-
tosa (70% de los casos). 4 de cada 10 pacientes que realizan una tentativa suicida
tiene historia psiquiátrica previa, principalmente de trastornos de la personali-
dad (fenotipo impulsivo) y de trastornos afectivos.
62
Son un conjunto de conductas dañinas que producen una injuria corporal ma-
nifiesta sin llegar a comprometer, por lo general, la vida del paciente (aunque a
veces pueden desembocar en un suicidio consumado). Este tipo de conductas
son frecuentes y reiterativas en pacientes con historial psiquiátrico, principal-
mente en pacientes afectados de retraso mental, pacientes con síndrome demen-
cial, personas con trastornos psicóticos y personas afectadas por trastornos de la
personalidad límite, histriónico, narcisista o antisocial (66).
Autolesiones
NO SI
Tatuajes
Piercings
Atracción al riego No suicida Suicida
“Sentir dolor” “Querer morir”
63
Autolesión voluntaria sin intención suicida
1. Regulación de afectos
2. Influencia interpersonal
DISTINTAS • Atención
MOTIVACIONES
• Culpabilizar
3. Identidad
4. Autocastigo
5. Alteraciones vinculares
6. Trastornos de la personalidad
64
Este aspecto aumenta exponencialmente el riesgo de
Abuso de alco- suicidio consumado. El abuso de drogas puede ser el
hol y drogas motivo de las tasas de suicidio elevadas en población
adolescente.
›› Idea heteroagresiva
Una idea heteroagresiva puede manifestarse como irritabilidad, heteroagresivi-
dad verbal o heteroagresividad física. La heteroagresividad representa un fallo en
los mecanismos de inhibición conductual y no es exclusiva de ningún trastorno
psiquiátrico, puesto que cualquier tipo de persona puede volverse violenta.
65
Lenguaje
El lenguaje es un intercambio comprensible de ideas, es decir, el vehículo de
expresión del pensamiento y de acceso a éste. Asimismo, el lenguaje también
ejerce una función organizadora y moduladora del pensamiento, lo que todavía
hoy genera discusiones sobre cuál tiene supremacía sobre el otro, o cuál tiene un
desarrollo anterior (68, 69, 70).
Las áreas del cerebro responsables del lenguaje verbal se encuentran situadas en
el hemisferio dominante. El 95% de los diestros tiene el centro del habla en el
hemisferio izquierdo, mientras que entre los zurdos, el 60% tiene su hemisferio
dominante en el izquierdo y el 40% restante tiene dominancia derecha o bilateral.
66
Alteraciones del lenguaje
67
Tabla 21. Alteraciones del ritmo del lenguaje
68
›› Alteraciones iterativas del lenguaje o estereotipias verbales
Se caracterizan por la repetición de una misma sílaba, palabra o frase (61, 70).
Entre ellas se encuentran las siguientes:
69
›› Alteraciones de predominio neurológico
En este grupo se encuentran las afasias y los trastornos de la articulación del
lenguaje.
La afasia es una pérdida o alteración del lenguaje producida por una lesión de
estructuras cerebrales, con indemnidad de las estructuras neuromusculares en-
cargadas del habla. Las afasias son un ejemplo de cómo el curso del pensamiento
y el lenguaje hablado pueden disociarse. En las afasias, el curso del pensamiento
no está alterado, sin embargo el discurso es anormal. La tabla 22 describe los
principales síndromes afásicos (52, 70).
70
Percepción
La mente humana funciona como una totalidad, y no son los sentidos, sino
el sujeto, quien percibe (71).
Neurofisiología de la percepción
71
Los receptores sensoriales situados en los órganos de los sentidos convierten la
energía física del estímulo en energía electroquímica, dentro de un proceso de-
nominado transducción sensorial o transducción del estímulo (72). En un primer
momento, se produce una despolarización o hiperpolarización de la membrana
de la célula receptora y, luego, se genera una codificación neural, a través de la
cual, la señal producida por el estímulo provoca una descarga de potenciales de
acción que representan la información sobre el estímulo (en forma de intensidad
o de duración).
Alteraciones de la percepción
72
relativas a la percepción del tamaño, la forma, la intensidad, la distancia, et-
cétera); o,
2. Una percepción diferente de la que se derivaría en el caso de tener solamente
en consideración la configuración física o formal del estímulo (como sucede
en las ilusiones).
Por lo tanto, la experiencia perceptiva que tiene el individuo puede estar fun-
damentada (como sucede en algunas pseudopercepciones) o no (como en las
alucinaciones) en estímulos reales y accesibles a los sentidos; pero en ambos
casos, la experiencia perceptiva persiste independientemente de que se halle
presente el supuesto estímulo que la produjo. Este grupo de trastornos se ha
denominado también como “percepciones falsas”, “aberraciones perceptivas” o
“errores perceptivos”.
73
En resumen, en los engaños perceptivos el estímulo es, en la mayor parte de los
casos, sólo un supuesto: el ejemplo más obvio de esta afirmación lo constituyen
sin duda las alucinaciones. Por su parte, en las distorsiones perceptivas los estí-
mulos son un punto de partida necesario (aunque, como en toda percepción, no
suficiente), y tienen una influencia desigual sobre el resultado final, como sucede
en las ilusiones.
›› Distorsiones perceptivas
Pueden ser: a. Anomalías en la percepción en la intensidad de los estímulos; b.
Anomalías en la percepción de la cualidad; c. Anomalías en la percepción del
tamaño y/o la forma; d. Anomalías en la integración perceptiva; y, e. Anomalías
en la estructuración de estímulos ambiguos.
74
Todas estas anomalías se presentan en una amplia gama de situaciones: desde los
trastornos neurológicos (tales como la epilepsia o los producidos por lesiones en
el lóbulo parietal, o en estados orgánicos agudos) hasta como consecuencia de los
efectos de determinadas drogas.
75
claramente algún estímulo que apoye esa sensación, tal como una voz, una
música o cualquier otro signo similar. Este fenómeno es extraordinariamente
frecuente en ciertas situaciones vitales, tales como el cansancio físico extremo o
la soledad acompañada de disminución drástica de estimulación ambiental. Pero
también puede aparecer asociado a estados de ansiedad y miedo patológicos, a
esquizofrenia, a histeria y a trastornos mentales de origen orgánico (72, 73, 75).
›› Engaños perceptivos
Comprenden a las alucinaciones, las pseudoalucinaciones y la alucinosis.
76
Tabla 23. Alucinaciones según su complejidad
Alucinaciones
Pueden tratarse de frases completas, música, figuras en
complejas o
movimiento, etcétera.
escénicas
continúa...
77
Los fenómenos alucinatorios que se presentan en la moda-
lidad visual son muy variados.
continúa...
78
Estas son sensaciones peculiares que el paciente considera
como procedentes casi siempre del interior de su propio
cuerpo, o que afectan a sus órganos internos y externos
(por ejemplo, los genitales), o a sus miembros más distales
(brazos, manos, cabeza, piernas, pies). Así, por ejemplo, un
paciente puede decir que las venas se le salen, se le enro-
llan y se le hacen una burbuja, o manifestar sensaciones de
estar petrificado, disecado, vacío, hueco, de sentir que por
dentro es de oro, de piedra, que su cuerpo o partes de él se
están deformando o desfigurando, o cambiando de forma
o de tamaño, que sus genitales se han reducido, etcétera.
Suelen estar presentes en la esquizofrenia junto con todo
tipo de delirios bizarros.
continúa...
79
Se han observado diversas modalidades: alucinaciones tér-
micas, en las que hay una percepción anormal y extrema de
calor o frío; hídricas, o percepción de fluidos; parestesias, o
sensaciones de hormigueo, que por supuesto pueden tener
un claro origen orgánico, pero que el paciente explica de un
modo delirante; y aquellas en las que el paciente tiene la
Alucinaciones falsa sensación de haber sido tocado por algo, incluida la
táctiles o estimulación genital.
hápticas
Una forma específica de alucinación háptica es lo que se
conoce con el nombre de formicación, es decir, la sensa-
ción de hormigas debajo de la piel. Esta alucinación es ca-
racterística de la psicosis por cocaína. Asimismo, la formi-
cación es diagnóstico diferencial del delirio de infestación
(véanse “alucinaciones cenestésicas”).
Por último, los temas sobre los que pueden versar las alucinaciones son prácti-
camente inacabables, si bien suelen hacer referencia a cualquier temor, emoción,
expectativa, deseo, sensación, recuerdo o experiencia, vivenciadas anteriormente
por el individuo. Como regla general, se puede decir que los contenidos concre-
tos sobre los que versan las alucinaciones de una persona están relacionados con
sus necesidades, conflictos, temores y preocupaciones particulares. Pero además,
y al igual que sucede en otros muchos fenómenos mentales, los contenidos de las
alucinaciones recogen y reflejan características culturales propias del medio en
que la persona se ha desarrollado.
80
Asimismo, la mayoría de las veces el tema alucinatorio está ligado al contenido
de la idea delirante, pues no hay que olvidar que en muchos casos ambos trastor-
nos, delirios y alucinaciones, aparecen conjuntamente. De este modo, el paciente
paranoide que se siente perseguido probablemente experimentará alucinaciones
auditivas en forma de “voces” que le amenazan o que le previenen de los peligros
que le acechan; o el que manifiesta un delirio místico escuchará la voz de Dios
o de la Virgen María, posiblemente revelándole algún misterio o indicándole
cómo puede salvar a la humanidad (73).
c. Alucinosis: Consiste en percibir algo que no existe por alguno de los cana-
les sensoriales. En este sentido se asemeja a las alucinaciones pero la diferencia
fundamental radica en que la persona se da cuenta de que es irreal y absurdo.
Un ejemplo típico es la “alucinosis alcohólica”, que es un episodio con síntomas
psicóticos, alucinaciones de voces muy claras y amenazantes, que se produce tras
una fuerte intoxicación alcohólica en la que el individuo ha estado consumiendo
dosis grandes de alcohol durante varios días (76, 77).
81
Insight y juicio
El insight es un vocablo anglosajón de difícil traducción al castellano: introspec-
ción, conciencia de enfermedad, adherencia al tratamiento, cumplimiento del
tratamiento, y hasta el término psicoanalítico “negación”, ya sea de la propia
enfermedad o de un conflicto, han sido utilizados como posibles traducciones.
Los límites semánticos del término insight son, por tanto, amplios y difusos (81);
no obstante, a los efectos de este libro se utilizará el término anglosajón y a la
“conciencia de enfermedad” como su probable traducción.
82
Tabla 25. Proceso del insight desde la neurofisiología
83
Historia clínica en psiquiatría
La historia clínica es un documento médico y legal, construido en base al con-
junto de datos e información que el paciente (y la familia), dentro de un marco
de confianza, aporta al médico con el fin de que éste pueda llegar a una formu-
lación diagnóstica y, subsecuentemente, a la generación de un plan terapéutico y
la expresión de un pronóstico (1).
Datos de filiación
Motivo de consulta
Se define por la causa que llevó al paciente a consultar. Debe plasmarse en la his-
toria clínica con las mismas palabras del paciente o acompañante respondiendo
en forma general a la siguiente pregunta: ¿por qué viene a consultar? (1).
Motivo de internación
84
Antecedentes de la enfermedad actual
Debe presentarse el cuadro actual del paciente, registrar los signos y síntomas
siguiendo el orden cronológico de aparición, con enfoque y terminología semio-
lógica. A veces es útil escribir textualmente las palabras del propio paciente para
dar mayor fundamentación a las descripciones (1).
Historia familiar
85
mos conocer los patrones de interacción entre los padres del paciente, el entorno
cultural y laboral, la estabilidad familiar (divorcios, separaciones, etcétera), los
valores de la familia, la relación del paciente con sus padres, hermanos, con su
esposa o esposo y con sus hijos e hijas, así como el nivel actual de contacto o de
apoyo familiar (1, 2).
Psicobiografía
En este apartado se describen los hechos relevantes durante la vida del paciente;
datos que para el paciente o el médico son de trascendencia. Asimismo, en este
apartado se deben describir la normalidad o alteraciones durante el embarazo,
nacimiento, desarrollo psicomotor, infancia, adolescencia, adultez y vejez, según
sea el caso. También se deben hacer mención a la edad y circunstancias de la
primera relación sexual y de la vida sexual actual del paciente.
Personalidad previa
Examen psíquico
86
Examen físico y neurológico y exploraciones complementarias
Se registrarán datos relevantes del examen físico general y del neurológico (en
este caso, es recomendable explorar funciones superiores, pares craneales, fuerza
y tono muscular, sensibilidad, reflejos, equilibrio y coordinación, marcha y movi-
mientos anormales). Además, es preciso hacer constar la solicitud y resultados de
métodos auxiliares diagnósticos, tales como pruebas de imagen, electrofisiológi-
cas o análisis laboratoriales (1, 2).
Plan terapéutico
87
En este apartado se deben incluir, en caso de haber decidido la internación del
paciente: existencia o no de medidas de restricción física y de objetos poten-
cialmente peligrosos, tipo de cama (unidad), dieta, indicaciones farmacológicas
(vía, dosis y horarios), hidratación parenteral (si fuere el caso), control de signos
vitales, pedidos laboratoriales y cuidados generales de enfermería. Se debe resal-
tar siempre el riesgo suicida o el riesgo de fuga, en caso de existir cualquiera de
los dos (1).
Evolución
Debe registrarse la evolución del caso a través de las sucesivas visitas: modifica-
ciones en la sintomatología, respuesta o no al tratamiento instaurado, adherencia
del paciente al tratamiento, tendencia del cuadro clínico a la cronicidad, y otros
aspectos relevantes.
88
Entrevista clínica
Conceptos básicos
89
Se suele recomendar iniciar la entrevista con preguntas abiertas, dejando hablar
al paciente libremente durante varios minutos. De este modo, podemos apreciar
cómo se expresa e intuir el probable desarrollo de la entrevista. Posteriormente,
conviene ir realizando preguntas más directas (cerradas) con el fin de recoger
datos más concretos.
Es necesario mencionar que tanto las preguntas abiertas como las cerradas po-
seen desventajas: las respuestas a las preguntas abiertas pueden ser largas y el
paciente puede caer en la vaguedad; por su parte, las preguntas cerradas pueden
forzar falsos positivos y limitar la expresión emocional del entrevistado (1).
En cuanto a los tipos de entrevista a ser utilizadas, si bien existen diversas es-
cuelas suficientemente fundamentadas, en la clínica psiquiátrica se acostumbran
utilizar las entrevistas psicodinámica y descriptiva.
90
Fases de la entrevista
Técnicas
91
Tabla 27. Técnicas de facilitación de la actividad narrativa
92
Tabla 28. Técnicas de facilitación de la generación de narrativas alternativas
específicas
Todas las técnicas descriptas en las tablas 27 y 28 tienen el objetivo común de
obtener el máximo provecho de una entrevista y así permitir al médico elaborar
una historia clínica psiquiátrica que oriente consistentemente hacia el diagnós-
tico y los diagnósticos diferenciales del paciente (1).
93
Evaluación psiquiátrica en la infancia y la adolescencia
La prevalencia de trastornos mentales en niños y adolescentes varía entre el 5%
y el 22%, dependiendo de la metodología, el tipo de entrevista, las muestras y la
inclusión de criterios como el de discapacidad. Entre un 4% y un 6% de los niños
y adolescentes padece un trastorno mental grave. Además, más del 50% de los
trastornos mentales de la población se inicia en la infancia o adolescencia y, para
muchos autores, existe una continuidad entre los trastornos mentales infantiles
y los de la vida adulta (85, 86, 87, 88). Esto justifica la necesidad de conocer
los aspectos esenciales de la entrevista y la evaluación psiquiátrica de niños y
adolescentes.
Se sugiere atender al niño o adolescente en conjunto con sus padres al inicio del
proceso diagnóstico, en la primera entrevista. Luego se realizarán entrevistas
por separado. Si bien no existen reglas fijas acerca de cómo hacer esto, es crucial
que el niño sea entrevistado en solitario en algún momento, particularmente
para clarificar cuestiones con las que el niño o adolescente pueda no sentirse
cómodo de hablar frente a sus padres: ideas suicidas, abuso físico o sexual, temas
de sexualidad, entre otros (89).
Siempre hay que tener en cuenta la perspectiva evolutiva y por tanto la entrevista
tendrá aspectos diferenciales según la edad y el desarrollo madurativo del niño.
94
La entrevista con el niño comprende una parte verbal y, en función de la edad,
también se explora a través de otras técnicas, como el juego y el dibujo. Las
escalas de desarrollo, test proyectivos y de inteligencia pueden ayudar a comple-
mentar la valoración (90).
Camina solo
15 meses
Juega con pelota
Usa 4 o 5 palabras
Salta, se balancea sobre un
3 años en una oración
solo pie
Usa el singular y el plural
95
En niños y adolescentes, el diagnóstico debe basarse fundamentalmente en la
valoración clínica. A la hora de formular un diagnóstico hay que tener presente
la flexibilidad de las estructuras en la infancia y la función evolutiva de ciertos
síntomas (por ejemplo, enuresis secundaria tras el nacimiento de un hermano).
En muchos niños, la persistencia y gravedad de síntomas habituales del desarro-
llo normal (miedos, rabietas) constituyen el motivo de consulta.
Al igual que lo que sucede en el caso de los adultos, y cómo se mencionó pre-
viamente en este libro, la propia entrevista clínica puede tener una función te-
rapéutica si no se convierte en un simple cúmulo de datos y lo que realmente se
persigue es el conocimiento del paciente, de sus trastornos, problemas y circuns-
tancias, ya que permite actuar desde el principio con una perspectiva terapéutica:
aclarar, apoyar, señalar, etcétera (91).
Una de las principales preocupaciones entre los adolescentes que buscan aten-
ción médica y psiquiátrica es la confidencialidad. Los adolescentes deben ser
siempre informados de la naturaleza confidencial de la relación médico-paciente
y de sus límites, desde el inicio del proceso terapéutico: insistiendo en que la
confidencialidad se romperá sólo si la seguridad del paciente o la de terceros está
en riesgo. Muchos países, entre los que se incluye Paraguay, obligan legalmente
a los profesionales de la salud a denunciar, por ejemplo, los casos de abuso. La
mejor forma de discutir la confidencialidad es al inicio de la primera entrevista,
cuando los padres (o cuidadores) y el adolescente están presentes, a fin de infor-
mar a los padres que lo que el niño o adolescente revela en consulta se mantendrá
confidencial (89).
96
En la exploración psicopatológica del niño hay que considerar la edad, el sexo
y su nivel de desarrollo teniendo en cuenta patrones tanto normativos (escalas
de desarrollo y de referencia de normalidad según el momento evolutivo), como
sociales (culturales, étnicos, etcétera). La psicopatología del niño tiene unas ca-
racterísticas propias que la diferencian de la del adulto. Lógicamente, a medida
que nos acercamos a la adolescencia la psicopatología se asemeja más a la del
adulto (89, 92).
97
Evaluación psiquiátrica en el adulto mayor
En las últimas décadas, el número de personas mayores de 65 años está aumen-
tando más rápido que nunca en todo el mundo, incluido el Paraguay. Este hecho
implica un gran impacto en todos los niveles de atención de salud, debido en
especial al incremento de las enfermedades crónicas (y sus complicaciones) que
afectan a este segmento de la población. Lo último se aplica plenamente a las
enfermedades de la esfera psiquiátrica (96).
La valoración del funcionamiento cognitivo del adulto mayor debe incluir una
evaluación exhaustiva de la atención, la memoria, el lenguaje, las praxias, las
98
gnosias, la comprensión y el pensamiento abstracto, tal como se expone en la
tabla 30 (96, 97, 98, 99, 100).
Tabla 30. Valoración cognitiva del adulto mayor
99
Finalmente, la entrevista con los familiares o cuidadores es clave, no sólo para
obtener información sobre el paciente, sino también para verificar la situación
del propio cuidador, principalmente en lo que se refiere a la sobrecarga emocio-
nal generada por la excesiva dependencia que el paciente tiene con él.
100
Normalidad y anormalidad psíquica
Del libro “Alicia en el País de las Maravillas”, por Lewis Carroll (1832-1898)
Criterio estadístico
Existe una continuidad entre las conductas normales y las anormales y su di-
ferencia se considera de naturaleza cuantitativa. Este criterio no especifica la
101
esencia de la normalidad, ni los límites entre salud y enfermedad, por lo que
tiene escasa utilidad y validez en el contexto científico de la psiquiatría.
Criterio subjetivo
Según este criterio es el propio sujeto el que evalúa su estado y situación personal,
detecta una anomalía en sí mismo (malestar, incapacidad, etcétera), la comunica
e intenta determinar su origen. Si bien la introspección tiene valor psicopato-
lógico, se debe reconocer que es un criterio bastante impreciso y limitado. La
falta de conciencia de enfermedad (insight) es muy frecuente en los trastornos
psicóticos y algunas psicopatías. En el extremo opuesto, algunas personas tienen
una tendencia a la sobrevaloración de dificultades de la vida cotidiana.
Este modelo puede llegar a ser muy problemático, puesto que con demasiada
frecuencia algunas normas sociales que implican juicios de valor peyorativos
pueden catalogar como anormales problemas o formas de vida alternativas,
simplemente porque no siguen los patrones culturales de la mayoría social (por
ejemplo, la homosexualidad sigue considerándose una anormalidad en muchas
culturales, a pesar de evidencia sólida y contraria) (102).
Se puede afirmar que el concepto de normal y anormal surge en función del con-
texto en el cual el acto se realiza. Lo anormal puede ser patológico e inadaptado
en unos casos, pero también sano y adaptado en otros.
102
Criterio biomédico
Corresponde al terreno de la medicina y considera lo anormal como resultado
de lesión, disfunción fisiológica o anomalía genética. Estas pueden tener nula
o escasa significación patológica o, por el contrario, pueden considerarse como
signos semiológicos de enfermedades en sentido médico estricto. El criterio
biológico sólo da cuenta de un grupo específico de anormalidades psíquicas, al
margen de consideraciones psicológicas o sociales.
103
Otros criterios
El criterio clínico o de adaptación hace referencia a lo funcional, al equilibrio, a
la adaptación que tenga un individuo en un contexto social. Por ejemplo, si una
persona se adapta o no, si cambiara de sociedad o si la sociedad llegara a cambiar,
serían casos donde se verían la capacidad de adaptación que tiene la persona, en
tanto tenga un buen comportamiento funcional, de no ser así, sería considerado
como anormal (109, 110).
Elementos de la anormalidad
Existen algunos elementos en los que coinciden una serie de autores al plantear-
los como los que caracterizan a la anormalidad psíquica (108).
104
Algunas reflexiones sobre la anormalidad psíquica
Todos y cada uno de los criterios expuestos, por sí solos, resultan insuficientes
como referencia para dar cuenta y definir la normalidad y la anormalidad. Sin
embargo, lejos de ser incompatibles son complementarios e igualmente necesa-
rios para la comprensión de estos conceptos. En principio, el que una conducta
sea anormal no implica necesariamente que sea patológica. Incluso existen gra-
dos dentro de cada anomalía o alteración y no todos implican una alteración
psicopatológica.
105
Un esbozo sobre la enfermedad mental y las clasificaciones en psiquiatría
106
“categorial” de los trastornos, ensayando un modelo dimensional multiaxial (eje
clínico, eje de personalidad, eje de enfermedades físicas, eje de estresores, eje
de la funcionalidad). Si bien el objetivo del DSM fue mejorar la sensibilidad
y especificidad de los criterios de clasificación en el diagnóstico clínico de los
trastornos mentales, junto con proveer un lenguaje común a los profesionales de
la salud mental, la quinta edición tampoco ha logrado cambiar la lógica misma
de clasificación, manteniendo una mirada “categorial” por encima de una mirada
“dimensional”. Si bien el DSM-5 eliminó el diagnóstico multiaxial, ha manteni-
do casi inalterada la lógica categorial de las versiones anteriores (111).
107
que lo hacen menos útil para la práctica clínica y la investigación, sobre todo a la
hora de determinar el tipo y grado de los atributos o factores que deben usarse
(rasgos de personalidad, vulnerabilidades, parámetros biológicos específicos y
otros) en la clasificación (102, 103).
108
Referencias
1. Moreno MM, Medina Pereira A, Acosta Núñez M, Caniza Gardel C, Ca-
purro MH. Semiología Psiquiátrica. En: Arce Ramírez A, Torales Benítez J,
editores. El Libro Azul de la Psiquiatría. 1ª ed. Asunción. EFACIM, 2012:
39-55.
2. Bellot Arcís R, Díaz Fernández-Alonso I, Saiz Alarcón V, Povo Canut A.
Exploración básica y evaluación psiquiátrica. En: Bravo MF, Saiz J, Bobes J,
editores. Manual del Residente en Psiquiatría. Tomo I. 1ª ed. Madrid. ENE
Life Publicidad, 2009: 187-193.
3. Marín Mayor M, Chamorro Delmo J, Navío Acosta M. Habilidades bási-
cas de entrevista clínica. En: Bravo MF, Saiz J, Bobes J, editores. Manual
del Residente en Psiquiatría. Tomo I. 1ª ed. Madrid. ENE Life Publicidad,
2009: 175-185.
4. Teva García MI, Zamora Rodríguez FJ, Calderón López P. Psicopatología
descriptiva básica. La historia clínica en Psiquiatría. En: Bravo MF, Saiz
J, Bobes J, editores. Manual del Residente en Psiquiatría. Tomo I. 1ª ed.
Madrid. ENE Life Publicidad, 2009: 163-174.
5. Valderrama Sánchez LA, Castaño Ramírez OM, Castro Navarro J. Manual
de Semiología Psiquiátrica. 1ª ed. Manizales. Editorial Universidad de Cal-
das, 2014.
6. Ropper A, Samuels M. Adams & Victor’s Principles of Neurology. 9th ed.
New York. McGraw-Hill, 2009.
7. Baker RA, Barasi S, Neal MJ. Neuroscience at a glance. 3rd ed. London.
Blackwell Publishing, 2009.
8. Negrao B, Viljoen M. Neural correlates of consciousness. Afr J Psychatry.
2009; 12: 265-269.
9. Torterolo P, Vanini G. Nuevos conceptos sobre la generación y el manteni-
miento de la vigilia. Rev Neurol. 2010; 50 (12): 747-758.
10. Palao D. Alteraciones de la conciencia y la atención. En: Obiols J, editor.
Manual de Psicopatología General. 1ª ed. Madrid. Editorial Biblioteca
Nueva, 2008: 71-97.
11. Meagher DJ, Leonard M, Donnelly S, et al: A longitudinal study of motor
subtypes in delirium: Relationship with other phenomenol¬ogy, etiology,
medication exposure and prognosis. J Psychosom Res 2011; 71: 395-403.
12. Gupta N, de Jonghe J, Schieveld J, et al: Delirium phenomenology: What
can we learn from the symptoms of delirium? J Psychosom Res 2008; 65:
215-222.
13. American Psychiatric Association. Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders. 5th ed. Arlington VA. APA Press, 2013.
109
14. Arrufat F. Alteraciones de la apariencia. En: Obiols J, editor. Manual de
Psicopatología General. 1ª ed. Madrid. Editorial Biblioteca Nueva, 2008:
57-70.
15. Schiffer R, Rao S, Fogel B. Neuropsychiatry. 2nd ed. New York. Lippincott
Williams & Wilkins, 2003.
16. Marcelli D, Ajuriaguerra J. Manual de Psicopatología del Niño. 7ª ed. Ma-
drid. Elsevier-Masson, 2007.
17. Piaget J, Inhelder B. La representación del espacio. 1ª ed. Madrid. Editorial
Morata, 1975.
18. Hernández G. Psicopatología Básica. 4ª ed. Bogotá. Editorial Pontificia
Universidad Javeriana, 2006.
19. Ojeda del Pozo N, Peña Lasa J. Atención. En: Eguíluz I, Segarra R, editores.
Introducción a la Psicopatología: una visión actualizada. 3ª ed. 1ª reimpre-
sión. Madrid. Editorial Médica Panamericana, 2013: 45-61.
20. Struss DT. Functions of the frontal lobes: relation to executive functions. J
Int Neuropsychol Soc 2011; 17(5): 759-765.
21. Aarts E, Roelofs A. Attentional control in anterior cingulate cortex bases on
probabilistic cueing. J Cong Neurosci 2011; 23(3): 716-727.
22. Fan J, Gu X, Guise KG, Liu X, Fossella J, Wang H, et al. Testing the beha-
vioral interaction and integration of attentional networks. Brain Cogn 2009;
70(2): 209-220.
23. Ojeda del Pozo N, Peña Lasa J. Memoria. En: Eguíluz I, Segarra R, editores.
Introducción a la Psicopatología: una visión actualizada. 3ª ed. 1ª reimpre-
sión. Madrid. Editorial Médica Panamericana, 2013: 27-44.
24. Squire LR, Schacter DL. Neuropsychology of memory. 3rd ed. New York.
Guilford Press, 2003.
25. Ortega C, Franco J. Neurofisiología del aprendizaje y la memoria. Archivos
de Medicina. 2010; Ene; 6(1): 1-8.
26. Subirá S, Jódar M. Alteraciones de la memoria. En: Obiols J, editor. Manual
de Psicopatología General. 1ª ed. Madrid. Editorial Biblioteca Nueva, 2008:
245-270.
27. Tulving E. Organization of memory: quo vadis? In: Gazzaniga MS, ed. The
cognitive neurosciences. 1st ed. Cambridge. Mit Press, 1995: 839-847.
28. Baddeley AD. The episodic buffer: a new component of working memory?
Trends Cogn Sci 2000; 4(11): 417-423.
29. Segarra R, Eguíluz I. Afectividad. En: Eguíluz I, Segarra R, editores. In-
troducción a la Psicopatología: una visión actualizada. 3ª ed. 1ª reimpresión.
Madrid. Editorial Médica Panamericana, 2013: 115-160.
110
30. Palao D. Alteraciones de la afectividad. En: Obiols J, editor. Manual de
Psicopatología General. 1ª ed. Madrid. Editorial Biblioteca Nueva, 2008:
121-148.
31. Fish F. Trastornos de la afectividad. En: Fish F, editor. Psicopatología clíni-
ca de Fish: signos y síntomas en Psiquiatría. 2ª ed. Madrid. Emalsa, 1986:
83-96.
32. Sadock B, Sadock V, Ruiz P. Kaplan & Sadock’s Comprehensive Textbook
of Psychiatry. 9th ed. New York. Lippincott Williams & Wilkins, 2009.
33. López Sánchez JM, Higueras Aranda A. Psicopatología de la afectividad.
En: López Sánchez JM, Higueras Aranda A, editores. Compendio de psi-
copatología. 4ª ed. Granada. Círculo de Estudios Psicopatológicos, 1996:
235-257.
34. Sánchez P, Eguíluz I, Gutiérrez M. Psicopatología de la apatía. En: Luque
R, Villagrán JM, editores. Psicopatología descriptiva: nuevas tendencias. 1ª
ed. Madrid. Trotta, 2000: 187-224.
35. Olivares JM. Afectividad y estado de ánimo: tristeza, apatía, anhedonia. En:
Luque R, Villagrán JM, editores. Psicopatología descriptiva: nuevas tenden-
cias. 1ª ed. Madrid. Trotta, 2000: 167-185.
36. Stein D, Hollander E. Tratado de los trastornos de ansiedad. 1ª ed. Barce-
lona. Ars Médica, 2004.
37. Sims A. Affect and emotional disorders. In: Sims A. Symptoms in the mind.
An introduction to descriptive psychopathology. 2nd ed. London. Saunders,
1995: 273-298.
38. Israël L. La histeria, el sexo y el médico. 1ª ed. Barcelona. Toray Masson,
1979.
39. Taborda L, Burgos C, Tellez J, Vázquez R. Principios de semiología psiquiá-
trica. 3ª ed. Bogotá. Editorial Pinel, 1991.
40. García Ormaza J, Quemada Ubis JI. Psicomotricidad. En: Eguíluz I, Sega-
rra R, editores. Introducción a la Psicopatología: una visión actualizada. 3ª
ed. 1ª reimpresión. Madrid. Editorial Médica Panamericana, 2013: 183-193.
41. Gómez-Esteban JC, Zarranz JJ. Trastornos motores. En: Zarranz JJ, editor.
Neurología. 4ª ed. Madrid. Elsevier, 2008: 47-70.
42. Quemada JI. Psicopatología de la psicomotricidad. En: Luque R, Villagrán
JM, editores. Psicopatología descriptiva: nuevas tendencias. 1ª ed. Madrid.
Trotta, 2000: 431-432.
43. Palao D. Alteraciones de la psicomotricidad. En: Obiols J, editor. Manual
de Psicopatología General. 1ª ed. Madrid. Editorial Biblioteca Nueva, 2008:
99-120.
44. Sánchez R. Entrevista y semiología psiquiátrica. 1ª ed. Bogotá. Feparmed,
1993.
111
45. García Franco O, Maggi Cárdenas C, Torales Benítez J. Manejo básico del
paciente agitado-violento en la sala de urgencias. Revista Paraguaya de Psi-
quiatría 2013; 1 (2): 37-42.
46. Fernández Gallego V, Murcia Pérez E, Sinisterra Aquilino J, Casal Angulo
C, Gómez Estarlich MC. Manejo inicial del paciente agitado. Emergencias
2009; 21: 121-32.
47. Menchón JM. Psicopatología de la psicomotricidad. En: Vallejo J, editor.
Introducción a la psicopatología y la psiquiatría. 6ª ed. Barcelona. Elsevier,
2006: 215-227.
48. Fink M, Taylor MA. The catatonia syndrome: forgotten but not gone. Arch
Gen Psychiatry 2009; 66(11): 1173-1177.
49. Fink M, Taylor MA. Catatonia: subtype or syndrome in DSM? Am J Psy-
chiatry 2006; 163(11): 1875-1876.
50. Fink M, Taylor MA. Catatonia: a clinician’s guide to diagnosis and treat-
ment. 1st ed. Cambridge. Cambridge University Press, 2003.
51. Ungvari GS, Goggins W, Leung SK, Lee E, Gerevich J. Schizophrenia
with prominent catatonic features (‘catatonic schizophrenia’) III. Latent
class analysis of the catatonic syndrome. Prog Neuropsychopharmacol Biol
Psychiatry 2009; 33(1): 81-85.
52. Arrufat F. Alteraciones del lenguaje y del pensamiento. En: Obiols J, edi-
tor. Manual de Psicopatología General. 1ª ed. Madrid. Editorial Biblioteca
Nueva, 2008: 183-243.
53. Sánchez Gómez PM, Eguíluz I. Contenido del pensamiento. En: Eguíluz I,
Segarra R, editores. Introducción a la Psicopatología: una visión actualizada.
3ª ed. 1ª reimpresión. Madrid. Editorial Médica Panamericana, 2013: 79-
100.
54. Fierro M. Semiología del psiquismo. 2ª ed. Bogotá. Editorial Kimpres Ltda,
2008.
55. Segarra R, Mentxaka O. Curso del pensamiento. En: Eguíluz I, Segarra R,
editores. Introducción a la Psicopatología: una visión actualizada. 3ª ed. 1ª
reimpresión. Madrid. Editorial Médica Panamericana, 2013: 101-114.
56. Hall J. Guyton and Hall Textbook of Medical Physiology. 13th ed. Jackson.
Saunders, 2016.
57. Pérez M. Psicobiología II. 1ª ed. Barcelona. Ediciones Universidad de Bar-
celona, 1998.
58. Icardo J. Neuroanatomía humana: aspectos funcionales y clínicos. 1ª ed.
Madrid. Elsevier, 2004.
59. Bleuler E. Tratado de psiquiatría. 1ª ed. Madrid. Espasa Calpe, 1967.
60. Jaspers K. Psicopatología general. 2ª ed. México. Fondo de Cultura Econó-
mica, 1996.
112
61. Pifarré J. Trastornos del pensamiento y del lenguaje. En: Vallejo J, editor.
Introducción a la psicopatología y la psiquiatría. 7ª ed. Barcelona. Elsevier,
2011: e699-e709.
62. Torales Benítez J, Arce Ramírez A, Moreno MM, Rodríguez Marín H,
Riego Meyer V, Capurro MH, Chávez ME. Psicosis monosintomática:
síndrome de falsa identificación delirante. Tendencias en Medicina 2013;
8(8): 40-44.
63. Schneider K. Zum Begriff des Whans (“The concept of delusion”). Fortschr.
Neurol. Psychiatr. 1949; 17: 16-31.
64. Lasègue C, Farlet J. La folie à deux (ou folie communiquée). Annales médi-
co-psychologique 1877; 121: 4.
65. Torales J, Arce A, Zacarías M, Girala N, Moreno M, Szwako A, Fretes A,
Centurión R, Galeano MS, Rodríguez H, Maggi C, Bogado A, Adorno
V, Medina A, Ojeda A, Parodi C, Riego V, Cuéllar M, López P, Chávez E,
Villalba J, Ruiz Díaz C. La Guía TAZ de Psicofarmacología Clínica. 1ª ed.
Asunción. EFACIM, 2014.
66. Erroteta JM, Rodrigo I. Pulsión de vida. En: Eguíluz I, Segarra R, editores.
Introducción a la Psicopatología: una visión actualizada. 3ª ed. 1ª reimpre-
sión. Madrid. Editorial Médica Panamericana, 2013: 279-294.
67. Torales Benítez J, Bogado JA, Recalde Berni S, Capurro MH. Urgencias
Psiquiátricas. En: Arce Ramírez A, Torales Benítez J, editores. El Libro
Azul de la Psiquiatría. 1ª ed. Asunción. EFACIM, 2012: 273-285.
68. Galletero JM, Sánchez M. Psicopatología del lenguaje. En: Eguíluz I, Se-
garra R, editores. Introducción a la psicopatología. 1ª ed. Barcelona. Ars
Médica, 2005: 211-237.
69. Scharfetter Ch. Introducción a la psicopatología general. Madrid. Morata,
1998.
70. Marín E, Ojeda del Pozo N. Lenguaje. En: Eguíluz I, Segarra R, editores.
Introducción a la Psicopatología: una visión actualizada. 3ª ed. 1ª reimpre-
sión. Madrid. Editorial Médica Panamericana, 2013: 161-182.
71. Pinillos JL. La mente humana. 1ª ed. Madrid. Salvat, 1969.
72. Díez-Alegría C, Sánchez Quintero S. Percepción. En: Eguíluz I, Segarra R,
editores. Introducción a la Psicopatología: una visión actualizada. 3ª ed. 1ª
reimpresión. Madrid. Editorial Médica Panamericana, 2013: 64-78.
73. Belloch A, Baños RM, Perpiñá C. Psicopatología de la percepción y la ima-
ginación. En: Belloch A, Sandín B, Ramos F. Manual de Psicopatología.
Volumen I. 2ª ed. Madrid. McGraw-Hill, 2008: 137-168.
74. Álvarez JM, Esteban R, Sauvagnat F. Fundamentos de psicopatología psi-
coanalítica. 1ª ed. Madrid. Síntesis, 2004.
113
75. Gastó C, Navarro V. Psicopatología de la percepción. En: Vallejo J, editor.
Introducción a la psicopatología y la psiquiatría. 7ª ed. Barcelona. Elsevier,
2011: e686-e698.
76. Subirá S. Alteraciones de la percepción. En: Obiols J, editor. Manual de
Psicopatología General. 1ª ed. Madrid. Editorial Biblioteca Nueva, 2008:
149-182.
77. Sims A. Symptoms in the mind. 1st ed. London. Baillière Tindall, 1988.
78. Strauss JS. Hallucinations and delusions as points on continua function.
Arch Gen Psychiatry 1969; 21(5): 581-586.
79. Torales J, Arce A, Rodríguez H, Riego V, Chávez E, Villalba J, Ruiz-Díaz
C, García-Franco O. Delirios de infestación. Estado del arte. Revista Lati-
noamericana de Psiquiatría 2014; 13(1): 9-15.
80. Schneider K. Psicopatología clínica. 1ª ed. Madrid. Triacastela, 1997.
81. Segarra R, López Jaramillo CA. Insight. En: Eguíluz I, Segarra R, editores.
Introducción a la Psicopatología: una visión actualizada. 3ª ed. 1ª reimpre-
sión. Madrid. Editorial Médica Panamericana, 2013: 249-275.
82. Esparza Moreno F. La no conciencia de enfermedad (insight) desde el Tra-
bajo Social con enfermos mentales. Documentos de Trabajo Social 2011;
49: 262-269.
83. Amador XF, Kronengold H. Understanding and assessing insight. In:
Amador XF, David AS, eds. Insight and psychosis: awareness of illness in
schizophrenia and related disorders. 2nd ed. New York. Oxford University
Press, 2004: 3-30.
84. Obiols J. Alteraciones de la metacognición. En: Obiols J, editor. Manual de
Psicopatología General. 1ª ed. Madrid. Editorial Biblioteca Nueva, 2008:
293-318.
85. Flora de la Barra M. Epidemiología de trastornos psiquiátricos en niños y
adolescentes: Estudios de prevalencia. Rev Chil Neuro-Psiquiat. 2009; 47
(4): 303-314.
86. World Health Organization Atlas: child and adolescent mental health
resources: global concerns, implications for the future. Geneve: WHO Li-
brary Cataloguing-in-Publication Data; 2005.
87. Asociación Española de Neuropsiquiatría. Informe sobre la salud mental de
niños y adolescentes. Cuadernos técnicos, 14. Madrid: AEN; 2009.
88. Ortiz Soto P, Duelo Marcos M, Escribano Ceruelo E. La entrevista en
salud mental infantojuvenil. Rev Pediatr Aten Primaria. 2011; 13: 645-660.
114
89. Lempp T, de Lange D, Radeloff D, Bachmann C. The clinical examina-
tion of children, adolescents and their families. In: Rey JM, ed. IACAPAP
e-Textbook of Child and Adolescent Mental Health. Geneva. International
Association for Child and Adolescent Psychiatry and Allied Professions,
2012: 1-25.
90. Molina A. Instrumentos de evaluación clínica en niños y adolescentes. Rev
Psiquiatr Psicol Niño y Adolesc. 2001; 2(1):23-40.
91. Ballesteros C, Alcázar JL, Pedreira JL, de los Santos I. Historia clínica en
paidopsiquiatría. En: Ballesteros C, editor. Práctica clínica Paidopsiquiátri-
ca. Historia clínica y guías de práctica clínica. 1ª ed. Madrid. Adalia, 2006:
15-64.
92. Mojarro D, Benjumea P, Ballesteros C, Soutullo C. Historia clínica y
evaluación psiquiátrica. En: Soutullo Esperón C, Mardomingo Sanz MJ.
Manual de Psiquiatría del niño y del adolescente. 1ª ed. Madrid. Editorial
Médica Panamericana, 2010: 3-24.
93. Colas J. Intervenciones terapéuticas destinadas a la recuperación de las fun-
ciones parentales. Cuadernos de Psiquiatría y Psicoterapia del niño y del
adolescente 1996; 22: 15-48.
94. Kanner L. The children haven’t read those books, reflections on differential
diagnosis. Acta Paedopsychiatrica 1969; 36: 2-11.
95. Mares S, Graeff-Martins AS. The clinical assessment of infants, preschoo-
lers and their families. In: Rey JM, ed. IACAPAP e-Textbook of Child and
Adolescent Mental Health. Geneva. International Association for Child
and Adolescent Psychiatry and Allied Professions, 2012: 1-22.
96. Erazo R. Psiquiatría del adulto mayor en el hospital general. Rev. Med. Clin.
Condes 2009; 20(2): 193-202.
97. Urretavizcaya M. Psiquiatría en el anciano. En: Vallejo J, editor. Introduc-
ción a la psicopatología y la psiquiatría. 7ª ed. Barcelona. Elsevier, 2011:
585-618.
98. De la Serna de Pedro I. Manual de psicogeriatría clínica. Barcelona. Masson,
2000.
99. Torales Benítez J, Adorno Quevedo V, Parodi CA. Trastornos cognitivos
y orgánicos: delirium y demencia. En: Arce Ramírez A, Torales Benítez J,
editores. El Libro Azul de la Psiquiatría. 1ª ed. Asunción. EFACIM, 2012:
79-96.
100. Group Health. Dementia and Cognitive Impairment Diagnosis and Treat-
ment. Seattle. Group Health, 2012.
101. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. 23ª ed. Madrid:
Real Academia de la Lengua Española; 2014. Norma.
115
102. Medina Amor JL, Suárez Guinea R, Losantos Pascual RJ. Conceptos de
enfermedad mental. En: Bravo MF, Saiz J, Bobes J, editores. Manual del
Residente en Psiquiatría. Tomo I. 1ª ed. Madrid. ENE Life Publicidad,
2009: 13-19.
103. Vallejo J. Introducción (II). Modelos psiquiátricos. Noción de normalidad
psíquica. En: Vallejo J, editor. Introducción a la psicopatología y la psiquia-
tría. 7ª ed. Barcelona. Elsevier, 2011: 19-32.
104. Ramalho R. Psiquiatría y salud mental. An. Fac. Cien. Méd. (Asunción)
2009; 42(1): 55-58.
105. Fischman P. Modelo biopsicosocial-evolutivo en Psiquiatría. Boletín Esc.
de Medicina, P. Universidad Católica de Chile 1994; 23: 86-91.
106. Rivera Dagua AM. Conceptos de anormalidad y normalidad en el ejercicio
de la psicología clínica. Psicología, Psicoanálisis y Conexiones 2014; 6(9):
1-10.
107. Arias W. Psicología clínica y psicoterapia: revisión epistemológica y aportes
de la psicología positiva. Revista peruana de psicología y trabajo social 2013;
2(1): 137-154.
108. Palacio L. Sobre el concepto de anormalidad. Psicología, Psicoanálisis y
Conexiones 2013; 5(7): 1-6.
109. Flores F, Díaz A. Normalidad y anormalidad; esquemas dicotómicos de la
representación social en un grupo de profesionales de la salud mental. PO-
LIS Investigación y Análisis Sociopolítico y Psicosocial 2000; (1): 247-262.
110. Mustaca A, Gandolfi E. El problema de la conducta normal. Revista Lati-
noamericana de Psicología 1995; 27(1): 103-112.
111. Centro de Investigación Periodística [sede Web]. Santiago. Centro de In-
vestigación Periodística; 2013 [acceso 08 de diciembre de 2016]. Sanhuez
D, Jiménez Molina A. El debate en la psiquiatría: Qué es lo normal y qué es
lo patológico (y quién paga el tratamiento). Disponible en: http://ciperchile.
cl/2013/05/23/el-debate-en-la-psiquiatria-que-es-lo-normal-y-que-es-lo-
patologico-y-quien-paga-el-tratamiento/
116
“Estoy vivo a pesar de sentirme paralizado (…), sumido en el olvido y sin disponer de
mi amor, ni de mi rabia. Me muevo confuso, lenta y trabajosamente, en un mar de du-
das (…), pero sigo vivo. Solamente encuentro la paz en la muerte de mi sueño. Cuando
así muero, dejo de pensar (…) Pensar, faltándome tanto, es un infierno. El mundo está
apagado y yo sigo vivo, pensando y pensando; por eso huyo durmiendo, muriendo”
ISBN 978-99953-67-16-9