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LA ECONOMÍA EN LA IGLESIA Y EL PRESUPUESTO

LA ECONOMIA EN LA IGLESIA

Es algo complejo la administración de todos nuestros recursos materiales en una época de


crisis y demandas, pero mucho más serio es el hacerlo a nivel de iglesia y comunidad, ya que  
no manejamos “nuestros recursos” sino los recursos del Rey, pues apenas somos mayordomos
fieles que debemos cuidar aquello que el Señor pone en nuestras manos y actuar siempre con
una mente desposeída de señorío o sentimentalismo, y proceder de acuerdo a los parámetros
lógicos que la responsabilidad así requiere.

No somos dueños, ni siquiera administradores absoluto de los bienes del reino, por lo tanto,
debemos definir algunas reglas básicas para la economía de Dios sea próspera y sus ministros
íntegros delante del Señor y también delante de los hombres. 

Principio uno: Los diezmos y las ofrendas no son para “el ministro”, sino para que en la casa
del Señor no “haya necesidad, para todos los que trabajan en el Señor.

Principio dos:  Los ministros no deben tomar decisiones aisladas en el manejo de fondos, se


debe trabajar en base a un presupuesto y todo se debe elaborar en equipo, entre el diácono-
tesorero y los ancianos, participándole a la asamblea todo lo que acordado. El pastor, ni
ningún anciano podrán tomar decisiones administrativas aisladamente, fuera de lo aprobado
por el presupuesto o el comité respectivo. La Asamblea deberá ser informada sobre el manejo
de los fondos de la Iglesia y los ancianos trabajarán en equipo en estas áreas para cubrirse
uno a otros las espaldas.

Principio tres: De los fondos generales de la Iglesia no se debe de hacer préstamos


personales a nadie, pues esto crea precedente, y convierte sus fondos en una “empresa
prestamista” y forma costumbres que tienden a ser ley. Cuando haya que ayudar a
un hermano lo podrá hacer en calidad de ayuda, ofrenda, etc.… de acuerdo al presupuesto.

Principio cuatro: En cuanto al uso de “FONDOS CONSIGNADOS “, o sea dona-dos o levantados
para un fin determinado, empleo; para campamentos, equipo, pro-templo, vehículos etc.., no
se podrá usar para otro fin que el destinado a no ser que:

 El comité que maneje esos fondos actuará de acuerdo a la política previamente trazada
para tal fin.  A veces existen fondos fijos que al crearse no se pueden tocar hasta que vaya
a su destino final.
 Toda decisión administrativa que altere normas, pautas o comprometa deudas, préstamos
etc., deberá ser considerado en junto o consejo incluso a veces debe llevarse a asamblea.

EL PRESUPUESTO

El presupuesto es un promedio de dinero disponible cada mes para cubrir una serie de
necesidades dentro de la obra. El trabajar con presupuesto nos ayuda a evitar muchos
problemas como, por ejemplo:

 No saber con cuanto podremos disponer para cubrir necesidades determinadas de la


iglesia en caso de emergencia.
 No vernos con problemas de déficit al venir un mes malo y no poder hacer frente a los
compromisos económicos contraídos.
 Poder ajustar los gastos a las realidades existentes, para no caer en deudas, lo cual nos
daría muy mal testimonio como cristianos.
 Poder extender el trabajo con el tiempo y consolidar programas, proyectos u otros
recursos, que en el futuro pueden surgir con los saldos favorables.

Lo primero que debemos hacer para un presupuesto es hacer un cálculo un promedio de


ingresos, basado en un período de tiempo determinado. Por ejemplo; sumar los ingresos
generales de un semestre y después dividirlo por 6, el saldo es el promedio de ingreso
disponible mensualmente en la iglesia.

Cuando se hace este planteamiento a nivel personal, el presupuesto se puede basar en un


sueldo fijo, para lo cual no hace falta sumar una serie de meses para sacar un promedio, pero
si el sueldo es variable, como ocurre con los que dependen de negocios, empresas o utilidades,
entonces elaborar un presupuesto en base a lo ganado en un mes, puede ser engañoso, y a
veces perjudicial para tener una economía sana. Las Iglesias por lo general no tienen una
entrada fija, pues sus ingresos dependen de varios factores:

 De la fidelidad de los hermanos en aportar sus diezmos y ofrendas.


 En el crecimiento de la Iglesia. Lo mismo puede crecer que menguar.
 En las crisis económicas de los miembros, la cual repercute en la congregación.

Por lo tanto, las iglesias que deseen trabajar con planes especifico y mantener una solidez
económica a medida que crece, deberían trabajar en base a un presupuesto y que el mismo
sea elaborado en prioridades, para hacer los ajustes necesarios en casos de problema
deficitarios. Un modelo ideal de clasificación sería el que describo a continuación, pero claro,
se puede variar según la necesidad de cada lugar.

MODELO DE PRESUPUESTO.

A) Bonificación: Esto es, los gastos en el sostén de los pastores, ancianos y demás ministerios y


personal de la iglesia,

B)  Mantenimiento: Todos los gastos del mantenimiento del lugar de culto, agua, luz, teléfono,
aseo, mejoras, seguros, etc.

C)  Oficina:  Son los gastos en papelería, sellos, publicidad, y demás actos relacionados con los
trabajos pastorales de oficinas se debe, cuando se pueda, tener un fondo discrecional dentro
de esta partida para otras necesidades relacionadas con decisiones pastorales.

D) Ayuda social: Este es un fondo especial que además de ser parte del presupuesto general,
se puede nutrir de otras entradas en especies, para ayudar las necesidades específicas de los
hermanos más pobres de la iglesia. (En un capítulo aparte expondremos algunas reglas para
evitar abusos en esta área).

E) Misiones: Toda iglesia debe desarrollar la visión misionera, para ello debe comenzar a
establecer desde su inicio un fondo dentro del presupuesto. Debe haber una
partida que puede ser desde un 10% del total del presupuesto o más, según estime
conveniente la junta administrativa de la Iglesia.

Tanto a nivel personal, como a nivel administrativo, a la hora de elaborar los gastos, debemos
considerar la proporción que vamos a emplear para cada aspecto de la vida. Por lo general, en
lo personal, gastamos un promedio del 40 al 50% de lo que ganamos (vivienda, luz, agua). Otro
30% lo empleamos en alimentos, un 15% en ropa y, quizás, entre un 10 a un 15% en otros
menesteres superfluos. 

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