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veinte centavos

Ella está sentada en la puerta de su rancho de chapa, en una villa a las afueras de la gran ciudad. A su
lado un aparato reproduciendo música. Come naranja.

ELLA: ¡Cinco mujeres me hizo el bestia! Cinco. ¿Podes creer? Y lo peor es que después se fue a la mierda.
Bah, en realidad se fue antes. Cuando nació la Estelita, la cuarta. Ahí se fue el guacho. Dijo que estaba
confundido. ¡Confundido! ¡Cuatro veces me preñó, y estaba confundido! Por suerte estaba confundido,
sino no hubiera parado nunca el hijo de puta.

Encima la estelita salió fea. A mí. Y si, el era lindo. Era si, se murió. Bah, lo mataron. Si, si. Le metieron un
escopetazo en el culo. Por boludo. Pero ojo, antes que lo mataran vino. Si. Volvió. La Estelita tenía casi
tres cuando apareció de vuelta.

Y empezó: –negra, si vo sabé que te quiero. Si sabé que no puedo vivir si no te tengo. No hay una mina
mejor, Pochola-. El solo me decía Pochola. Je, por cosas intimas que hacíamos. Que nos decíamos bah. Y
bueno jodió tanto que se quedó. A lo primero no quería yo. Me hice la dura, hasta que a él se le puso
dura. ¿Dura? Durísima. Eso tenía el Roseta. RIE. Roseta le decía yo. Bah todos le decían Roseta. Ni idea
porqué. ¡Pero tenía eso, enseguida se le ponía como mástil! ¡Y a quien no le gusta? ¡Te la empieza a
poner acá y… que mierda! Anda a resistir. Se te mojan hasta los dedos de las patas. Encima, después le
dura… bah le duraba largo ¿viste? No era un ratito. ¡No, que mierda! Hecha un trapo, me dejaba. –
¿Estás bien pochola? Me decía. A veces no podía ni hablar yo. No me daba tiempo. Encima cuando me
daba gritaba: ¡Vamo Pochola! ¡Vamo Pochola! ¡Te pongo las bola! ¡Vamo Pochola! Una bestia el Roseta.
Y bueno, tanto joder, me hizo la Daniela, la quinta.

Tiene tres la Daniela. Tenía uno cuando le cagaron al padre. Pobre, se va a criar sin padre. Por lo menos
la Estelita lo tuvo unos años. Las otras ya son grandes. La Cala tiene catorce creo, si más o menos.
Cuando nació la Cala, el Roseta estaba en la cancha porque jugaba Platense y salía campeón, por eso le
puso Cala. Le quería poner “Calamar” RÍE, pero no lo dejaron, menos mal. La Mabel… tiene doce. Y la
Martita… si la Mabel tiene doce, entonces la Martita tiene ocho. Porque se llevan cuatro. Mas o menos.
Lo que pasa es que las dos más grande se las llevó la mamá de él. Si, la Cala y la Mabel, viven allá. Yo las
veo siempre. Pero no las podía criar. Cuando lo mataron no me trajo más plata. Que mierda me iba a
traer si estaba muerto. Y la vieja me dijo: -si vos no podés yo me las llevo. A lo primero no me gustaba ni
mierda, pero que iba a hacer. Asique se las llevó a las dos. Por lo menos comen y van a la escuela. Bah,
no van todos los días, pero van. Yo a la Martita y la Estelita algunas veces las llevo. Pero como la Daniela
es chiquita todavía no la puedo dejar sola.

Encima ahora el Abrojo no tiene mucho trabajo. El Abrojo es mi marido. Vive acá. Labura abajo del
puente, pero cada vez hay menos. No es lindo como el Roseta. Ni ahí. Y encima ya es medio viejo. No
viejo, viejo, pero tiene sesenta y pico. A veces se chupa un poco y se enoja con todos. Yo lo entiendo
porque le ha pasado de todo al pobre. La mujer lo cagó primero con el Roseta, cuando no estaba
conmigo, y después se le fue con uno que decía que era amigo del Abrojo. Ja, ¡Mirá que amigo! Y pa
colmo los dos hijos que tiene lo dejaron abandonado prácticamente. Ni bola le dan. Eso es lo que más le
ha pegado duro. Los hijos. Cada tanto lo veo llorando porque se acuerda de ellos. Conmigo y con las
nenas es bueno. Las quiere a las tres… eso sí, con la Martita tiene locura. Si, una locura bárbara. Se la
pasa dándole besos. Es que la Martita es simpática. Y el Abrojo se la ganó de una. La lleva para todos
lados con él. Ella a veces no quiere ir pero al final, no sé como hace pero la convence. Capaz que andan
todo el día, el trabajando y ella pegadita con él. Lo que pasa que cuando hay poco pique es aburrido
abajo del puente y para el abrojo es una compañía. Al menos no está solo. A veces, a la Martita le da
veinte centavos y ella viene contenta.

Y bueno, yo estoy feliz. Bah, ¿Qué se yo? En esta mierda no se puede decir que una es re feliz. Pero
tengo familia. Por suerte, un rancho, de chapa, pero peor es nada. ¿O no? Las nenas están sanas. Casi
todos los días comen algo. Y lo tengo al Abrojo que me quiere y me cuida. Y encima ahora con el Abrojo
vamos a tener el sesto. ¡De qué me voy a quejar! Eso sí: ojalá sea un varoncito.

Guillermo Gallego
ggallego@30deagosto.com.ar

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