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Consuelo Figueroa G.

(Editora)

CHILE Y
AMÉRICA LATINA
Democracias, ciudadanías
y narrativas históricas
M. Consuelo Figueroa G.
(editora)

Chile y América Latina


Democracias, ciudadanías y
narrativas históricas
301.155 Figueroa, M. Consuelo
F Chile y América Latina / M. Consuelo Figueroa.
– – Santiago : RIL editores, 2013.

302 p. ; 23 cm.
ISBN: 978-956-284-983-8

  1 América Latina-Condiciones políticas

y sociales 2 América Latina-Condiciones


económicas.

Chile y América Latina


Primera edición: mayo de 2013

© M. Consuelo Figueroa, 2013


Registro de Propiedad Intelectual
Nº 226.934

© RIL® editores, 2013


Los Leones 2258
7511055 Providencia
Santiago de Chile
Tel. Fax. (56-2) 22238100
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Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores

Impreso en Chile • Printed in Chile

isbn 978-956-284-983-8

Derechos reservados.
Índice

Prefacio....................................................................................9

El Estado-Nación desde los márgenes............................17

Pureza y nación. Masacres, silencios y


órdenes políticos
Ludmila da Silva Catela...........................................................19

Trazos e imágenes de la nación chilena.


El norte grande y la frontera sur 1880-1930
M. Consuelo Figueroa G..........................................................39

Descentralización e identidades nacional y


regional en Chile: la búsqueda política de la identidad
María Luisa Méndez - Modesto Gayo.......................................77

Los debates en torno a la democracia..........................107

Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?


El caso de Perú y Chile. 1986-1990
Rolando Álvarez Vallejos.......................................................109

La transición auto-contenida. Elites políticas


y reformas constitucionales en Chile (1990-2010)
Claudio Fuentes S..................................................................145

Tensiones irresueltas en torno a la ciudadanía


y la interculturalidad
María Teresa Zegada C..........................................................179
Chile y América Latina

Empresarios y democracia:
¿instrumento o proyecto?
El caso de Perú y Chile. 1986-1990

Rolando Álvarez Vallejos1

Chile y Perú comparten un pasado reciente con algunos patrones


comunes. En ambos países, a pesar de sus particularidades loca-
les, la implementación del modelo económico neoliberal se llevó
a cabo a través de regímenes autoritarios. En décadas distintas,
peruanos y chilenos conocieron los rigores de la violencia políti-
ca, la violación de los derechos humanos, el impacto social de las
políticas de shock neoliberales, la apertura radical de las fronteras
económicas, la flexibilidad laboral y, en fin, la entronización del
nuevo modelo de desarrollo capitalista que dejó en el pasado la
anterior experiencia basada en Estados interventores.
En el contexto de la derrota de las fuerzas izquierdistas y re-
formistas, tanto en Chile como en Perú, al terminar sus respectivas
experiencias autoritarias, los renacientes sistemas democráticos
portaban un nuevo consenso: la supremacía del libre mercado y
de las reglas neoliberales como el mejor modelo para asegurar el
crecimiento económico y consolidar la democracia. Por ello, un ac-
tor antaño vilipendiado y atacado por las fuerzas anticapitalistas
surgió como gran protagonista del nuevo orden democrático: los
empresarios. Desde entonces, este sector se convirtió en baluarte
del post-autoritarismo, siendo señalado como pieza fundamental
para su sustentación en el tiempo. Este nuevo empresariado, fo-
gueado en tiempos de crisis y enfrentamientos radicales, constituye
ahora un actor central de las grandes discusiones políticas nacio-

1
Académico Universidad de Santiago de Chile. Este texto es producto del
proyecto dirigido por la historiadora Olga Ulianova «Chile y América Latina
frente a la globalización: profundización de los Estudios Americanos Inter-
disciplinarios», código PDA-26, financiado por el Programa Bicentenario de
Ciencia y Tecnología (PBCT).

109
Rolando Álvarez Vallejos

nales y un referente imposible de soslayar a la hora de pensar en el


presente y el futuro de sus países.
En este marco, cabe preguntarse sobre la certeza del supuesto
compromiso democrático del gran empresariado chileno y perua-
no. Tomando en cuenta que ambos obtuvieron relevancia como
actores políticos durante los regímenes autoritarios, ¿cómo fue el
proceso de conversión y adaptación a la nueva realidad democrá-
tica?, ¿qué los llevó a apoyar a las nuevas autoridades? y, en el
fondo, ¿cómo se desarrolló el proceso ideológico del gran empre-
sariado de Chile y Perú que lo llevó de ser soporte de Pinochet y
Fujimori a respetado referente de las nuevas democracias?
Para el caso chileno se ha señalado que, no obstante el com-
promiso ideológico del gran empresariado con el régimen militar,
este rápidamente supo adaptarse a las reglas democráticas, más
que por mezquinos cálculos de intereses corporativos, por haber
adquirido conciencia de ser un sujeto colectivo nacional importan-
te para el desarrollo nacional2. Coincidente con esta perspectiva,
se afirmaba que solo dejando atrás su ligazón con la dictadura
y, particularmente, con el general Pinochet, el gran empresaria-
do sería un actor relevante en la nueva era democrática.3 Desde
un punto de vista opuesto, se ha planteado que el empresariado,
ampliamente identificado con la ideología del régimen militar, se
convirtió en un duro adversario de los gobiernos democráticos por
su perfil dogmático y decidida participación en la política nacional
convirtiéndose en un «poder fáctico», ajeno a la institucionalidad
democrática, pero muy influyente en la política nacional4.
Por su parte, y a diferencia de Chile, el papel político del em-
presariado peruano en las décadas recién pasadas ha sido amplia-
mente investigado. Se ha planteado que los empresarios peruanos
se unieron y organizaron solo por consideraciones defensivas en

2
Cecilia Montero, La revolución empresarial chilena. Santiago: Dolmen,
1997. Comparte esta visión positiva del papel del empresariado en los pri-
meros años del retorno a la democracia en Chile; René Cortázar, Política
laboral en el Chile democrático. Avances y desafíos en los noventa. Santiago:
Dolmen, 1993.
3
Guillermo Campero, «Los empresarios chilenos en el régimen militar y el
post plebiscito», en Paul Drake e Iván Jaksic, El difícil camino a la democra-
cia en Chile. 1982-1990. Santiago: Flacso, 1993.
4
Paul Drake e Iván Jaksic, El modelo chileno. Santiago: LOM, 1999; y Gena-
ro Arriagada, Los empresarios y la política. Santiago: LOM, 2004.

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Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

el contexto de la crisis de mediados de los ochenta5, que mutaron


ideológicamente, a partir de 1987-1988, dando origen a una nueva
derecha neoliberal,6 pero que predominó en ellos el cortoplacismo,
las consideraciones corporativas y su incapacidad de generar una
perspectiva más proyectual7. Esto explicaría la persistencia de la
inestabilidad social y política en Perú luego de la huida de Alberto
Fujimori y una vez recuperada la democracia8. Por ello, el resultado
del retorno a la democracia en Perú significó el triunfo del modelo
neoliberal y la unidad de intereses entre la clase política y el gran
empresariado, pero con una baja legitimidad entre la población9.
Por otra parte, se ha insistido que durante los ochenta los gru-
pos económicos han sido más importantes que los gremios patro-
nales.10 Finalmente, desde distintas ópticas y valoraciones, existe
coincidencia en señalar la importancia que tuvo el sector empre-
sarial en la consolidación del modelo neoliberal en Perú11. Sin em-

5
Francisco Durand, «Los empresarios y la concertación», en Diagnóstico y
Debate N° 23, 1987.
6
Francisco Durand, Riqueza económica y pobreza política. Reflexiones sobre
las elites del poder en un país inestable. Lima: Pontificia Universidad Cató-
lica del Perú, 2003, y La mano invisible en el Estado. Efectos del neolibe-
ralismo en el empresariado y en la política. Lima: DESCO-Friedrich Ebert
Stiftung, 2005.
7
Francisco Durand, El poder incierto. Trayectoria económica y política del
empresariado peruano. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2004.
En la misma línea, Gonzalo Portocarrero y Milagros Sáenz, La mentalidad
de los empresarios peruanos: una aproximación a su estudio. Lima: Univer-
sidad del Pacífico, 2005.
8
Francisco Durand, «Las nuevas élites del poder: sueños económicos
y pesadillas políticas», en Luis Pásara (Ed.), Perú en el siglo XXI. Lima:
Pontificia Universidad Católica del Perú, 2008.
9
Francisco Durand, El Perú fracturado. Formalidad, informalidad y economía
delictiva. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2007.
10
Francisco Durand, Riqueza económica…, op. cit. Sobre los grupos económicos
peruanos, enfatizando las diferencias entre ellos, Enrique Vásquez Huamán,
Estrategias del poder. Grupos económicos en el Perú. Lima: Universidad del
Pacífico, 2000.
11
Desde una óptica panegírica, Jaime de Althaus, La revolución capitalista en el
Perú. Lima: Fondo de Cultura Económica, 2008. Desde la perspectiva de las
transformaciones del aparato productivo y empresarial, Denis Sulmont y En-
rique Vásquez (Eds.), Modernización empresarial en el Perú. Lima, Pontificia
Universidad Católica del Perú-Universidad del Pacífico-IEP, 2000. Desde una
óptica historiográfica, John Crabtree, Alan García en el poder. Perú 1985-
1990. Lima: PEISA, 2005, y Romeo Grompone, «Al día siguiente: el fujimo-
rismo como proyecto inconcluso de transformación», en varios autores, El
fujimorismo. Ascenso y caída de un régimen autoritario. Lima: IEP, 2001.

111
Rolando Álvarez Vallejos

bargo, se ha insistido en proponer que los aspectos estructurales


han sido decisivos para explicar el papel del empresariado en la
sociedad peruana y el compromiso de este con la democracia: un
empresariado de «mala calidad», emprendedor producto de fac-
tores extra-económicos relacionados con la permanente inestabi-
lidad política peruana. Por ello, el compromiso democrático del
empresariado peruano no dependería tanto de ellos mismos, sino
de que el sistema político de este país lograra terminar con la con-
tinua incertidumbre que lo caracteriza12.
En este artículo se reflexionará sobre el comportamiento po-
lítico del actor empresarial y su compromiso ideológico en Chile
y Perú. Alejándonos de las perspectivas más estructurales, como
las reseñadas más arriba, caracterizaremos al actor empresarial
como un protagonista activo sobre los hechos que ocurrían en sus
países. Sin descartar el pragmatismo empresarial, enfatizaremos
la fortaleza de los aspectos ideológicos que nos llevan a visualizar
las organizaciones empresariales chilenas y peruanas como com-
ponentes decisivos en la proyección de la nueva fase de desarrollo
capitalista en sus países, corrientemente conocida como «neolibe-
ralismo». En otras palabras, estimamos que el actor empresarial
en la coyuntura de fines de la década de 1980 fue mucho más
ideológico y proyectual de lo que se ha señalado hasta ahora y que,
por lo mismo, jugó un papel importante en la coyuntura política
de aquellos años.
Desde el punto de vista de este trabajo, durante el segundo
lustro de la década de 1980 tanto en Chile como en Perú surgió
un nuevo tipo de empresariado cuyas características fundamen-
tales fueron dos: su conciencia de ser un actor político relevante
en el nuevo orden neoliberal y la constitución de una visión po-
lítica de largo plazo, proyectual, que iba más allá de los compro-
misos con tal o cual gobierno. De esta manera, bajo contextos
políticos y sociales muy distintos, ambos grupos empresariales
desarrollaron una nueva cultura política, acorde con las necesi-
dades del proyecto neoliberal, basada en una mirada instrumen-
tal de la democracia, la exaltación de los valores empresariales y
la defensa de sus intereses tras una supuesta vocación de servicio


12
Ver especialmente los citados trabajos de Durand, El poder incierto… y Ri-
queza económica y pobreza política…

112
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

público expresada en su participación en el quehacer político de


sus países. En base a estos puntos, los empresarios de Chile y
Perú lograron posicionarse como actores políticos gravitantes en
sus respectivos procesos políticos.
En el presente trabajo analizamos la gestación de esta nueva
cultura política empresarial, ubicada temporalmente en el segundo
lustro de la década de 1980. En la primera parte del artículo se in-
daga en el comportamiento del empresariado chileno desde 1986,
cuando eran evidentes los signos de recuperación de la economía
chilena y la crisis de principios de los ochenta quedaba atrás, has-
ta marzo de 1990, cuando asumieron la conducción del país los
opositores al régimen militar. La segunda parte examina el caso
peruano desde 1986, cuando detectamos la génesis de un nuevo
protagonismo político de las organizaciones gremiales peruanas,
hasta 1990, cuando se consagró el triunfo de Alberto Fujimori,
quien implementaría el proyecto neoliberal asociado a los grandes
gremios patronales peruanos. Sin desconocer las particularidades
de cada caso, remarcaremos los puntos de conexión entre ambas
experiencias surgidas de los propios contactos y referencias entre
los mundos empresariales de Chile y Perú.

El caso chileno. 1986: la ofensiva proyectual


del empresariado chileno

A lo largo del siglo XX el comportamiento político del empresaria-


do chileno tuvo importantes modificaciones. Existen divergencias
respecto de su papel en el proceso de la instauración del modelo de
sustitución de importaciones (ISI) hacia fines de la década de los
años treinta. De acuerdo a algunos, ellos habrían sido los autores
del nuevo modelo económico chileno basado en el desarrollo de
la industria nacional y el papel interventor del Estado en la eco-
nomía, a través de la Corporación de la Producción y Comercio
(CPC). Esto explicaría el carácter consensuado que tuvo la imple-
mentación del modelo de sustitución de importaciones en Chile13.
Para otros, ante la ausencia de una propuesta propia, el empresa-
riado y las organizaciones que lo representaban habrían desplega-


13
Sofía Correa, Con las riendas del poder. Santiago: Sudamericana, 2004.

113
Rolando Álvarez Vallejos

do, desde esa misma década, una estrategia defensiva, agobiados


por la crisis económica derivada de la Gran Depresión de 1929, la
dependencia del capital extranjero y el acoso de las organizaciones
populares. Preocupados de la defensa de sus intereses corporati-
vos y de corto plazo, pragmáticos y negociadores, los hombres de
negocios se adaptaron a los nuevos tiempos basados en el papel
del Estado en la economía14. De esta manera, el gran empresaria-
do chileno, aglutinado en la Sociedad Nacional de Agricultura, la
Confederación de la Producción y el Comercio y la Sociedad de
Fomento Fabril, logró convivir con los regímenes de distinto signo
que gobernaron el país.
Sin embargo, existe consenso que en la coyuntura de la Unidad
Popular, el empresariado modificó la cultura negociadora que le ha-
bía permitido entenderse con los gobiernos de turno. El proceso de
cambio se había iniciado en la década de 1970 como reacción a la
reforma agraria, la que, al afectar el derecho a propiedad, estableció
los límites de la profundización del sistema democrático chileno.15
Por ello, al radicalizarse el conflicto social producto de las medi-
das expropiatorias del gobierno de Salvador Allende, los gremios
patronales terminaron por cobrar un nuevo protagonismo político,
colocándose a la cabeza del movimiento opositor al experimento
socialista. El nuevo patrón de conducta del empresariado se caracte-
rizó por el carácter ofensivo, dejando atrás la supuesta neutralidad
política y afanes negociadores. De esta manera, los gremios patro-
nales jugaron un papel decisivo en el derrocamiento de Allende e
incluso avanzaron en la elaboración de una propuesta nacional de
desarrollo basada en la «economía social de mercado». Con todo,
ante la urgencia de terminar con el gobierno socialista, predominó
en ellos una dimensión confrontacional más que proyectual16.
Desde el punto de vista de este trabajo, la experiencia empresa-
rial durante la Unidad Popular constituyó un hito en la historia de
las relaciones entre la política y los empresarios. En estos últimos,
surgió un imaginario acerca de procesos políticos y económicos

14
Al respecto, ver Gabriel Salazar, Mercaderes, empresarios y capitalistas.
Santiago: Sudamericana, 2009; Tomás Moulian, Fracturas. Santiago: LOM,
2007; y Cecilia Montero, op. cit.

15
Juan Carlos Gómez, Las fronteras de la democracia. Santiago: LOM, 2005.

16
Síntesis de los planteamientos de Guillermo Campero, Los gremios empresa-
riales en el período 1970-1983: comportamiento sociopolítico y orientacio-
nes ideológicas. Santiago: ILET, 1984.

114
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

que no debían repetirse, lo que años más tarde cristalizó en una


nueva cultura política empresarial. Pero antes debieron pasar otra
prueba: la implementación del modelo neoliberal en los años del
régimen militar. En efecto, buena parte de los integrantes de los
gremios patronales que ayudaron a terminar con el régimen de
Allende dejaron de ser actores relevantes en los siguientes años.
Como se ha señalado, el empresariado chileno vivió, a partir de
fines de los años setenta, un constante proceso de destrucción y
reconstrucción producto, fundamentalmente, de las reformas es-
tructurales realizadas por los gobiernos de Frei y Allende, y los
vaivenes de las crisis económicas que asolaron al país durante el
régimen militar17.
Asimismo, los constructores del nuevo modelo económico neo-
liberal no fueron los otrora poderosos gremios empresariales. Ante
la ausencia de un proyecto empresarial propio y la heterogeneidad
de sus posiciones durante los primeros años del régimen militar,
los gremios quedaron al margen de las principales decisiones po-
líticas y económicas en la década de los setenta y principios de los
ochenta. El protagonismo lo asumieron tecnócratas neoliberales,
los que, al ser responsabilizados de la crisis económica de 1983,
abrieron paso a la influencia de los gremios empresariales18.
De esta manera, hacia 1985, cuando se terminaba la recesión
económica iniciada cuatro años antes, nuevas generaciones de
empresarios habían desaparecido y otras se habían desarrollado:
unos, incapaces de sobrevivir a la política de shock de mediados
de los setenta; otros, surgidos explosivamente gracias a esta y a la
«generosa» política de privatizaciones de las empresas que habían
sido expropiadas bajo la Unidad Popular. De efímera existencia,
gran parte de estos nuevos empresarios desaparecieron con el es-
tallido de la crisis de 198219. Así, hacia inicios del segundo lustro
de la década de los ochenta surgió una nueva generación de em-
presarios cuya existencia se superpuso a los que sobrevivieron las
crisis anteriores. Estuvo compuesta por ex funcionarios públicos
17
Arriagada, op. cit., pp. 153 y ss.
18
Campero, ibíd.
19
Nos referimos a los grupos Cruzat-Larraín, el más poderoso en la etapa
previa a la crisis de 1982 y al BHC, encabezado por Javier Vial. Ambos
quebraron e incluso en el caso de Vial, sus ejecutivos terminaron en la cárcel.
Otros grupos de esa generación fueron el Fluxá-Yaconi, Banco Concepción,
Ross, entre otros.

115
Rolando Álvarez Vallejos

que se vieron favorecidos por la segunda oleada privatizadora del


régimen miliar (como Julio Ponce Lerou, Álvaro Saieh o José Yu-
raszeck); por grupos económicos que, al no endeudarse en exceso
en el ciclo anterior, sobrevivieron a la crisis y que, al tener liquidez,
también se beneficiaron de las privatizaciones realizadas durante
ese período (grupos Angelini, Matte y Luksic); finalmente, por la
llegada de capitales multinacionales que marcaron fuerte presencia
a partir de esa fecha (el grupo australiano Bond adquirió la Com-
pañía de Teléfonos de Chile)20.
Esta nueva «capa geológica» –como la denominó Genaro
Arriagada–, heredera de las sucesivas crisis ya reseñadas, cambió
su relación con el Estado dejando atrás su etapa defensiva. Ahora,
en el marco de la superación de la crisis del «neoliberalismo ra-
dical», apareció como un actor ideológico-político y no solo eco-
nómico; como un protagonista de los grandes debates nacionales
dispuesto a defender su proyecto y, en tercer lugar, como un actor
que consideraba debía ser oído a la hora de tomar decisiones so-
bre el futuro del país, alejándose de los papeles pasivos o neutra-
les de antaño21. Así, luego de décadas de mixturas ideológicas, de
constantes muertes y resurrecciones, de apoyos y disidencias ante
todo tipo de gobiernos, el segundo lustro de los ochenta vio surgir
un empresariado neoliberalizado y decidido a conservar el modelo
económico que lo amparaba22. Nacía una nueva cultura política
empresarial que se proyectaría en el tiempo y que jugaría un papel
determinante en los años del retorno a la democracia en Chile.
El año 1986 debe ser considerado como aquel en que se con-
solidaron tres aspectos fundamentales de la nueva cultura política
empresarial, desarrollados de la mano de la coyuntura política vi-
vida por el país durante ese año. En primer lugar, surge el carácter
proyectual del «nuevo» empresariado basado en el consenso neoli-

20
Cfr. Ibíd., p. 155. Algunos de los principales «nuevos empresarios» genética-
mente ligados al modelo neoliberal y al régimen militar, son: Juan Antonio
Guzmán, Carlos Eugenio Silva, Máximo Silva Bafalluy y Sergio de la Cuadra,
entre otros. Al respecto, ver el trabajo de María Olivia Mönckeberg, El saqueo
de los grupos económicos al Estado chileno. Santiago: Ediciones B, 2001.
21
Cfr. Montero, pp. 152-153. El concepto de «neoliberalismo radical» en
Eduardo Silva, «La política económica del régimen militar chileno durante
la transición: del neo-liberalismo radical al neo-liberalismo pragmático», en
Paul Drake e Iván Jaksic (Eds.), El difícil camino a la democracia…, op. cit.
22
Guillermo Campero, «Los empresarios chilenos en el Régimen Militar y el
post plebiscito», en Drake y Jaksic, op. cit.

116
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

beral; en segundo lugar, lo que llamaremos el orgullo empresarial,


que reclamó un nuevo estatus para la labor realizada por su sector
al interior de la sociedad chilena y, finalmente, la necesidad de re-
pensar el papel político de los gremios empresariales en Chile.
La coyuntura de 1986 estuvo marcada por una situación pa-
radojal para el gran empresariado chileno. Por un lado, florecía el
optimismo por la evidente mejoría de los indicadores económicos,
confirmando la superación de la crisis que había azotado al sector
durante el primer lustro de la década en curso. Por otro, sin em-
bargo, existía incertidumbre respecto del futuro político del país y
sobre los cambios «en las reglas del juego» neoliberal que los años
venideros provocarían. Es decir, confianza en la labor del gobierno
y su ministro de Hacienda Hernán Büchi, pero mucha desconfian-
za respecto de la oposición al régimen. Fue en tal contexto que
se definió el comportamiento de los gremios patronales chilenos,
modificando su anterior cortoplacismo y neutralidad política23.
Por eso, aunque optimistas por la franca recuperación económica
que registraba el país, el empresariado, a diferencia del período
de la Unidad Popular, no esperó el estallido de una nueva crisis
para pensar y proponer un proyecto de país. En un clima político
en donde todavía resonaba la movilización callejera contra la dic-
tadura y la oposición a Pinochet aún no concordaba un camino
común para hacerle frente, el gran empresariado tomó en 1986 la
iniciativa política. Ante una derecha política atomizada y dispersa,
el lugar de la defensa de la «obra» y proyección de la dictadura la
tomaron los gremios patronales.
Con este fin, realizaron una fuerte autocrítica a las posiciones
sostenidas en el pasado por el sector. Especialmente, por haber ado-
lecido de posiciones doctrinarias definidas, «razón por la cual no
han sabido defender los conceptos de propiedad y empresa priva-
da», y por la antigua tendencia empresarial de acogerse al «protec-
cionismo del Estado cuando se sentían amenazados por la compe-


23
El Mercurio, 4 de junio de 1986, cuerpo A, p. 3. Sobre el temor empresarial
sobre el futuro económico del país, ver el interesante intercambio de cartas
públicas entre la Sofofa y Ricardo Lagos Escobar, entonces líder de los sec-
tores moderados de la izquierda chilena, publicadas en El Mercurio durante
mayo y junio de 1986. Además, ver El Mercurio del 28 de junio de 1986,
donde se analiza el llamado «síndrome 1989», en alusión a la incertidumbre
política que abría la coyuntura política de los siguientes años.

117
Rolando Álvarez Vallejos

tencia y el énfasis excesivo en obtener ganancias a corto plazo».24


De allí que los sectores empresariales llamaran a terminar con «la
falta de un pensamiento empresarial concreto, claro y amplio»25.
Estos planteamientos implicaban reconocer abiertamente la in-
jerencia de los gremios empresariales en los asuntos públicos del
país y, más derechamente, en la política nacional. En efecto, la base
del proyecto empresarial establecía que el modelo económico vigen-
te era el único capaz de sacar a Chile de la pobreza y, desde esa pers-
pectiva, los empresarios constituían la piedra angular para sostener
su desarrollo. Por eso que una de las ideas arquetípicas del naciente
proyecto empresarial fue fomentar el «orgullo empresarial», especie
de alegoría de la riqueza. En este sentido, el presidente de la Confe-
deración de la Producción y del Comercio, Manuel Feliú, afirmaba
que en aquellos períodos de la historia de Chile en que se había
desestimado la actividad de los empresarios, el país había tenido
menor progreso y desarrollo. En cambio, cuando estos habían «con-
tado con un reconocimiento social efectivo», Chile había «conocido
sus mejores momentos en cuanto al desarrollo y mayor riqueza de
sus habitantes».26 Por este motivo, uno de los pilares del proyecto
empresarial consistió en reivindicar su actividad, exaltarla como la
principal responsable del bienestar de los chilenos, buscando el re-
conocimiento del conjunto de la sociedad.
De esta manera, se configuraban los planteamientos que per-
mitieron la articulación de este proyecto: un contexto de incer-
tidumbre por los cambios políticos que se avizoraban en el ho-
rizonte nacional, el consenso en torno al modelo neoliberal, el
surgimiento de un «orgullo empresarial», y el convencimiento de
la necesidad de intervenir en política. Antes de cristalizarse, fueron
elegidos los líderes de los principales gremios patronales. Al inte-
rior de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC),
la más importante organización empresarial chilena, se eligió al
banquero Manuel Feliú, partidario de que esta entidad tuviera un
liderazgo nacional, con mirada de largo plazo. El nuevo presidente
de la CPC se declaraba abierto al diálogo, matizando el carácter de
la nueva cultura empresarial. En efecto, Manuel Feliú representó el
triunfo de las posiciones que instalaban al empresariado como un
24
«Crítica a los empresarios», Estrategia, 17 al 23 de noviembre de 1986.
25
Estrategia, 24 a 30 de noviembre de 1986.
26
Estrategia, 27 de octubre al 2 de noviembre de 1986. p. 19.

118
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

actor político «nacional» y no solo sectorial o corporativo. Vital


para el logro de ese objetivo, fue mostrarse llano, desde el primer
momento, disponible para hablar y entenderse con distintos secto-
res, incluso adversarios. Sin embargo, a diferencia de épocas pasa-
das, ahora Feliú posicionaría su sector desde la propuesta, desde el
proyecto, desde el nuevo orgullo empresarial. Feliú fue el rostro y
la voz del nuevo empresariado chileno.
En resumen, el nuevo liderazgo empresarial fue una mixtura de
dogmatismo ideológico, voluntad de poder y disposición a enten-
dimientos, siempre y cuando estos respetaran los estrechos límites
programáticos del «nuevo empresariado» chileno, del que Feliú
fue el rostro y voz representativa.
La reunión de Enade 1986, cuyo sugestivo título era «El em-
presariado, motor del progreso», debe ser considerada un punto
de llegada de las evoluciones políticas e ideológicas de los gremios
patronales chilenos, justo cuando el proceso político se abría hacia
la «nueva democracia»27. Conscientes de querer jugar un papel
relevante en esta nueva etapa, el empresariado dio a conocer lo
que se llamó su «credo». El diagnóstico inicial de la propuesta
empresarial se relacionaba con los supuestos que, desde principios
de 1986, estaban siendo debatidos entre los mismos empresarios:
la necesidad de la acción política empresarial y el nuevo «orgullo
empresarial». En la reunión empresarial se abordaron las formas
como se proyectaría el modelo neoliberal una vez terminada la
dictadura, concluyendo que era necesario fomentar, en distintos
sectores sociales y políticos, los llamados «valores empresariales»
con el fin de crear un consenso nacional en torno al modelo im-
plementado por el régimen. Proponían al país un modelo demo-
crático de sociedad, pero basado en los principios neoliberales de
Estado subsidiario y desregulación de los mercados28.
A diferencia de lo que se ha dicho, en el sentido de que estos
serían las típicas máximas empresariales y cuya única novedad se-
ría su exposición programática29, estimamos que este nuevo credo

27
En este sentido, en 1985 ya se habían puesto en el debate tópicos sociales,
como el empleo y los salarios, junto con la realización de encuentros de diá-
logo con dirigentes sindicales. Ver Campero, «Los empresarios chilenos…»,
op. cit., pp. 276 y 277.

28
El Mercurio, 2 de noviembre de 1986. Cuerpo B., p. 1; y del 8 de noviembre
de 1986.Cuerpo B, p. 1 y 20.
29
Campero, «Los empresarios chilenos…», op. cit.

119
Rolando Álvarez Vallejos

empresarial introdujo un significado también nuevo a las organi-


zaciones empresariales en el terreno político: una concepción de
la democracia que, de acuerdo a los sectores más extremos del
neoliberalismo, subordinaba su significado a las libertades econó-
micas, en desmedro de las políticas. En otras palabras, la demo-
cracia política era un elemento menos importante que la libertad
económica, convirtiendo esta última en condición de posibilidad
de la sociedad del mañana. Este aspecto, de acuerdo a nuestra
óptica, fue el fundamento político-ideológico más importante del
nuevo proyecto empresarial que, años más tarde, en tiempos de la
renaciente democracia de los noventa, los llevó a ser considerados
como «poderes fácticos» que actuaban sobre los órganos de repre-
sentación popular.
El año 1987 se caracterizó por la consolidación de las tres carac-
terísticas de la nueva cultura política empresarial, pero, a diferencia
de 1986 cuando fueron discutidas a nivel de las cúpulas empresaria-
les, ahora serían instaladas en el debate nacional. Por este motivo,
este año puede ser considerado del volcamiento de los gremios hacia
la acción política abierta. El tradicional estilo negociador y de reu-
niones entre «hombres de negocios» o de «hombres del poder», se
convirtió en el de defensores públicos del modelo instaurado por el
régimen militar. Los años de la neutralidad habían quedado atrás.
Una vez que el gran empresariado trazó su línea estratégico-pro-
gramática se inició la ofensiva proyectual del sector. La coyuntura
política del país estuvo marcada por el fracaso de la vía no pactada
para derrotar a la dictadura y la paulatina imposición, por lo tanto,
de la salida negociada. La inscripción en los registros electorales y
la legalización de los partidos políticos de oposición en la institu-
cionalidad creada por la dictadura, fueron el símbolo de los nuevos
tiempos políticos, quedando atrás la etapa de la movilización social.
En ese clima, los gremios patronales buscaron instalarse en el debate
nacional reivindicando su importancia y protagonismo.
Así, durante este año la nueva cultura política empresarial de-
sarrolló un discurso que perseguía su propia legitimación como
un referente político clave del quehacer nacional. Desde nuestra
óptica, esta nueva cultura empresarial, basada en una supuesta
«conciencia nacional», fue expresión de una meditada táctica polí-
tica del gran empresariado chileno que había sufrido la traumática

120
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

experiencia de la Unidad Popular, la frustración de no ser toma-


do en cuenta durante la primera década de mandato del régimen
militar y que había sobrevivido al derrumbe de la economía en
1982 producto del «neoliberalismo radical». Este empresariado
sobreviviente, fuertemente cohesionado y unido tras sus gremios,
apostaba ahora por evitar los trastornos del pasado. Fue esta la
razón de fondo de la dimensión proyectual de los gremios patro-
nales desarrollada en el segundo lustro de los ochenta la que, tras
este discurso supuestamente nacional, seguía buscando la defensa
de sus intereses corporativos.
Por ello, es posible afirmar que el nuevo empresariado chile-
no, nacido en la década de 1980, trajo como novedad un nuevo
discurso y protagonismo del sector, pero fundado en sus tradi-
cionales intereses. De allí que entre los líderes empresariales el
debate sobre el sistema político haya estado casi ausente, pues lo
único que les importaba, más allá del tipo de democracia, es que
esta respetara las mentadas «reglas del juego», eufemismo que
escondía la aspiración de que el modelo neoliberal no sufriera
ninguna modificación de fondo.
Así, este empresariado que «haría sentir su voz» ante cual-
quier amenaza a sus «reglas del juego» se convierte en un actor
ineludible para los ideólogos de la transición. Por eso, en las esca-
sas referencias que se hacían al futuro sistema político, se hablaba
genéricamente de la «democracia» sin entrar en mayores conteni-
dos, reduciéndola al marco general en que debería desenvolverse
la libre empresa. A eso se debía reducir su función. En todo caso,
algunos empresarios sinceraban su posición aclarando sus temores
ante el futuro democrático que se avizoraba:

No es que le quite valor, pero frente a la frase ‘la demo-


cracia ante todo’, creo que hay valores superiores a eso. El
ideal es que tengamos ambas cosas, pero lo fundamental es
una sociedad libre en el sentido ante señalado [es decir]…
el país va a andar bien en la medida [en] que haya mayor
prosperidad, más trabajo, más libertad e influencia en las
cosas de la vida cotidiana, que son más importantes que los
aspectos formales de la democracia30.


30
Declaraciones de Beltrán Urenda, presidente del Consejo Económico y So-
cial, designado por el general Pinochet. Manuel Feliú también era consejero
de dicha instancia. En Estrategia, 27 de abril al 3 de mayo de 1987.

121
Rolando Álvarez Vallejos

Fue esta mentalidad la que caracterizó la nueva cultura política


empresarial en los años venideros, lo que explica que su preocupa-
ción proyectual se concentrara en lo económico sobre lo político.
En 1988, el comportamiento político del gran empresariado
estuvo marcado por la realización del plebiscito que confirmaría
o rechazaría la continuidad del general Pinochet en el poder. De
acuerdo a Guillermo Campero, durante este año los gremios pa-
tronales dividieron su accionar entre la lucha ideológica («la ba-
talla de las ideas») y el apoyo al general Pinochet, enfatizando un
perfil propositivo, aunque tentado a veces de caer en la «campaña
del terror» fomentada por la propia dictadura31. Sin embargo, des-
de nuestra óptica, más que desarrollar un discurso paralelo (uno
«ideológico» y otro «político»), el empresariado, ante el temor de
que en el futuro no se respetaran las reglas del juego, fundió en
un mismo hilo conductor sus tres tópicos fundamentales: respal-
do incondicional al gobierno militar, porque era el único que ase-
guraba la continuidad del modelo neoliberal («pinochetización»
del empresariado); la campaña del terror contra la oposición; y la
propuesta de proyecto de país. Es decir, el énfasis del gran empre-
sariado era, sobre todo, político, buscando asegurar la continuidad
de un gobierno funcional al modelo económico. Por ello, nunca
escatimaron recursos para lograrlo y por este motivo la llamada
«batalla por las ideas», de la que hablaba en aquellos años Manuel
Feliú, era la máxima expresión del planteamiento sobre la inser-
ción del empresariado chileno en la política. En el fondo, plantea-
mos que la «batalla por las ideas» no debe ser entendida como un
mero ejercicio intelectual o un modo inocente de dar a conocer el
«orgullo empresarial», sino que fue la modalidad para enfrentar
la batalla electoral que permitiera el triunfo electoral de Pinochet.
Esta fue, en la práctica, la expresión de la nueva cultura política
empresarial chilena decidida a ser un actor político relevante en los
grandes debates del país.
Lo primero que el empresariado despejó, a comienzos de 1988,
fue su respaldo al general Pinochet. Lo hicieron sin exaltar su fi-
gura personal, sino su «obra». Esto no significa que no hayan sido
«pinochetistas», ya que a través de sus declaraciones supuestamen-
te objetivas y contactos personales con el gobernante, el gran em-


31
Campero, «Los empresarios chilenos…», op. cit.

122
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

presariado respaldó mayoritariamente al general. Por este motivo


discordamos con el análisis de Campero, quien plantea que las di-
vergencias políticas dentro del empresariado eran más profundas o
que las tendencias críticas al régimen tenían posibilidades de cues-
tionar a los dirigentes de las organizaciones patronales. Más bien,
lo que refleja el debate de la época, más allá de las excepciones, fue
el alineamiento en torno a Pinochet, su «obra» (el modelo econó-
mico) y la preocupación por asegurar la continuidad de esta32.
Durante toda la campaña electoral de ese año, el gran empre-
sariado, a través de sus voceros, medios de comunicación, declara-
ciones públicas y entrevistas, insistieron majaderamente en la ne-
cesidad de defender «la obra» del régimen. En eso consistió, grosso
modo, su batalla ideológica llevada a cabo durante el crucial año
1988. Esta ofensiva patronal fue acompañada por la instalación en
el debate de temáticas nacionales, que los alejaban de las meras de-
fensas corporativas. Así, el actor empresarial aparecía preocupado
del futuro del conjunto de los chilenos. Remuneraciones, diálogo
social, deudores y lucha contra la pobreza, entre otros, fueron te-
mas propuestos desde el sector empresarial, intentando construir
una imagen de un sector con altura de miras, preocupado por el
futuro del conjunto del país. En definitiva, un sector con senti-
do de Estado33. Sin embargo, el empresariado combinó este plano
propositivo con la consabida campaña del terror, presentando el
«estatismo» de la oposición como el anverso de las bondades que
el modelo defendido por ellos estaba produciendo en el país. El
propio Manuel Feliú, considerado un personaje moderado den-
tro del mundo empresarial, se sumó a esta estrategia reflejando el
consenso que generaba la campaña del terror dentro del sector34.

32
En Estrategia, 1 al 7 de febrero de 1988, los contenidos de la conferencia de
prensa encabezada por Manuel Feliú en la que el gran empresariado se alineó
junto a Pinochet.
33
Por ejemplo, ver sobre remuneraciones Estrategia, del 1 al 7 de febrero de
1998; sobre los deudores, Estrategia, del 22 al 28 de febrero de 1988; so-
bre la pobreza, Estrategia, del 18 al 24 de abril de 1988; sobre diálogo con
dirigentes sindicales, Estrategia, del 11 al 17 de julio de 1988; sobre la pro-
moción del «orgullo empresarial», Estrategia, del 25 al 31 de julio y del 23
al 29 de mayo de 1988. Sobre actividades de difusión de Empresarios por el
Desarrollo, Estrategia, del 20 al 26 de junio de 1988.
34
Ver sus declaraciones alarmistas en Estrategia, del 26 de septiembre al 2 de
octubre de 1988.

123
Rolando Álvarez Vallejos

De esta manera, la coyuntura plebiscitaria fue convertida por


los gremios patronales en un momento fundamental para definir el
curso de su destino. De hecho, el mismo Manuel Feliú publicó, en
el momento más álgido de la campaña –septiembre de 1988–, un
libro que puede ser considerado la síntesis de la evolución del pen-
samiento político de los empresarios que hundía sus raíces en los
tiempos de la crisis económica de principios de los ochenta. Más
allá del contenido que reiteraba los tópicos de la nueva cultura
empresarial que hemos enunciado, el momento de su publicación
constituye la ratificación del compromiso y la lealtad del gran em-
presariado con el general Pinochet. En efecto, en su libro Feliú se
abrió a temas omitidos por el discurso que sostenía públicamente
el empresariado justificando la violación a los derechos humanos y
defendiendo el modelo de «democracia protegida» que planteaba
la Constitución de 198035. De este modo, la cultura política empre-
sarial reflejaba, como marca genética, una adhesión irrestricta a la
figura de quien había forjado el nuevo modelo económico.
A diferencia de lo que se ha dicho, estimamos que para los em-
presarios la defensa del «modelo» implicaba también una determi-
nada concepción del modelo político, en este caso autoritario, res-
trictivo y funcional al neoliberalismo. Lo segundo no era transable
por lo primero, por lo que la decisión de los líderes patronales de
«pinochetizarse» en la coyuntura de 1988 no fue un paso táctico
sino consustancial para la proyección de la matriz neoliberal.
La derrota del general Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre
de 1988 abrió un nuevo escenario político en el país. A fines del
año siguiente se realizarían las primeras elecciones presidenciales
y parlamentarias en casi 20 años, cuyos resultados más probables,
a la luz del plebiscito que derrotó a Pinochet, sería el triunfo del
candidato proveniente de la oposición al régimen militar. Ante esta
coyuntura, la dirigencia de las organizaciones patronales tuvo que
diseñar una «plan de emergencia» frente a lo que percibían como
una amenaza a sus intereses. La fórmula que siguieron los gremios
patronales demostró la profundidad de las definiciones políticas to-
madas desde mediados de los ochenta. Su estrategia ante la decisi-
va coyuntura electoral de 1989 consistió en no moverse un ápice
de su principal objetivo consistente en defender, sin concesiones, el


35
El texto se llama La empresa de la libertad. Santiago: Zig-Zag, 1988.

124
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

modelo neoliberal instaurado por la dictadura. El supuesto político


en que se basaba este planteamiento era el mismo previo al plebis-
cito de 1988, es decir, desconfianza absoluta hacia los opositores a
Pinochet. En función de esto, los gremios patronales desplegaron,
como táctica política, una imagen de apertura al diálogo con los
opositores y dirigentes sindicales y de supuesta neutralidad ante
la elección presidencial de ese año. Asimismo, profundizaron su
estrategia de fomento del «orgullo empresarial» y su posición de
«estadistas» preocupados por los problemas nacionales y el «bien
del país» por sobre las coyunturas políticas. Pero, en el fondo de
este discurso, prevalecía la intransigencia y los resquemores hacia el
nuevo período democrático. En este sentido, la trampa de la táctica
de la dirigencia empresarial era proponer discutir, pero desde una
posición de intransigencia reveladora del verdadero alcance de la
postura «dialogante» y «negociadora» de los gremios patronales36.
El segundo movimiento de la táctica empresarial en el nuevo
escenario fue el de la «neutralidad» política que denominaremos
la «doctrina Feliú». Jugados por Pinochet en 1988, en la nueva
etapa los gremios patronales se autoproclamaron independientes
de cualquier candidato o corriente política. Como dijera Feliú,
«ahora es el tiempo de los políticos», pero sí tenían derecho a ac-
tuar en la contingencia política de acuerdo a la lógica de la nueva
cultura política empresarial, reseñada más arriba. La modalidad
de intervención de los gremios patronales en los debates sería rea-
lizar («contribuir», como lo llamaba Feliú) «ofertas concretas, de
soluciones realistas a los problemas más acuciantes que afectan a
los segmentos más postergados de la población»37. De esta forma,
los gremios patronales declaraban su intención de no restarse de
ningún debate y que la derrota de Pinochet no los había hecho
modificar ninguno de sus planteamientos.
La doctrina Feliú tuvo variadas expresiones en la etapa pre-
via a la elección presidencial de 1989. Por ejemplo, meses antes
de que la oposición y el gobierno militar concordaran introducir
modificaciones a la Constitución de 1980, Enade 1988 anunciaba
que el sector las consideraba necesarias y aprobaba, de antemano,
los acuerdos. Pero, en consonancia con su inflexibilidad política,

36
Ver entrevista a Manuel Feliú en El Diario Financiero, 26 de octubre de 1988.

37
Discurso de Manuel Feliú en Enade 1988. Estrategia, del 31 de octubre al 6
de noviembre de 1988.

125
Rolando Álvarez Vallejos

se remarcaba que lo importante era «perfeccionar y no debilitar la


Constitución, puesto que su permanencia no estaba en juego. De
manera que las reformas deberán ser mínimas…». Lo negociable
eran aspectos secundarios, relacionados, como se señalaba, «con
las prácticas políticas» y no con materias económicas38.
Así, desde muy temprano, la dirigencia patronal, ante la incer-
tidumbre empresarial de que hablaban los medios afines y los pro-
pios empresarios, evitó caer en el inmovilismo luego de la derrota
de octubre de 1988 y procuró no dejar que la iniciativa política
quedara en manos de la oposición. Habían sido derrotados en una
batalla puntual, pero quedaban muchas barreras para defender la
hegemonía neoliberal. En base a propuestas supuestamente nacio-
nales, no corporativas, el gran empresariado tuvo presencia en la
política nacional. Por ello, la doctrina Feliú fue la mejor expresión
de la forma de hacer política de los empresarios en vísperas del re-
torno a la democracia, y la modalidad que adoptó en esta fase fue
lo que en los años venideros se conocería como el «poder fáctico»
de los gremios patronales39.
El símbolo más claro de la estrategia política ofensiva de las
organizaciones empresariales fue el fomento del diálogo social,
llamado «concertación social». Esta iniciativa dejó en evidencia
la contradictoria estrategia de «negociación inflexible» de los di-
rigentes patronales, pues, si bien la propiciaban, no estaban dis-
puestos a ceder en ningún aspecto de fondo. Teniendo en cuenta
este planteamiento, no debe extrañar el infructuoso resultado de
las negociaciones y búsqueda de acuerdos, obstaculizado por el
férreo dogmatismo ideológico empresarial de cuño neoliberal que
impidió lograr mínimos acuerdos40.
Casi un año después, en un contexto político marcado por el
triunfo de Patricio Aylwin, el candidato opositor al régimen militar
y la CPC abrieron un nuevo proceso de diálogo, pero ahora con la
Central Unitaria de Trabajadores (CUT) –organización mayorita-


38
Discurso en Enade 1988 de Víctor Manuel Ojeda, director de la revista Es-
trategia. En Estrategia, del 31 de octubre al 6 de noviembre de 1988.

39
Sobre los temores empresariales luego del plebiscito de 1988, ver el editorial
de El Diario Financiero, del 17 de noviembre de 1988. Declaraciones de
líderes empresariales en la misma línea, como Sergio Romero, de la SNA, y
Beltrán Urenda, del CES, en Estrategia, del 10 al 16 de octubre de 1988.

40
Ver en Estrategia, del 19 al 25 de diciembre de 1988 el «diálogo» entre la
CPC y organizaciones sindicales.

126
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

ria entre los trabajadores organizados en Chile– y con otra de me-


nor convocatoria –la Central Democrática de Trabajadores (CDT).
A pesar de la derrota electoral de la derecha en 1989, el acuerdo
marco CPC-CUT dejó muchos más dividendos políticos al sector
empresarial, ya que no transó ninguno de sus principales postula-
dos, ganando en prestigio e imagen de sector abierto al diálogo. La
estrategia de «negociación inflexible» tuvo en este acuerdo el ciento
por ciento de éxito para los gremios patronales que no se movieron
de sus posiciones, tal como lo habían advertido muchas veces, y, a
cambio, se legitimaron como actor nacional, referente obligado del
proceso político chileno y sector con vocación «colaboradora» para
la nueva democracia. Así, por obra y gracia de la transición chilena
un grupo intransigentemente adepto al conjunto de lo obrado por
la dictadura militar, sacaba, en las semanas previas al término del
régimen, credenciales democráticas sin deponer su posición.
Finalmente, como una manera de consolidar su presencia en
la arena nacional, un significativo número de líderes empresariales
participaron como candidatos en la elección del nuevo Parlamento
democrático. Esta fue una medida consecuente con su nueva cultu-
ra política que les permitió debatir y difundir en terreno las «ideas
de la libre empresa». Provenientes de distintos sectores del mundo
empresarial (agricultura, banca, industria, transporte y comercio,
entre otros), representaron las posiciones más ardorosamente de-
fensoras del régimen militar41.
Así, más allá de la mitología sobre empresarios más abiertos
o progresistas, los dirigentes patronales que derechamente in-
tervinieron en política contingente, rebasando la doctrina Feliú,
mostraron la cara más dura e intransigente de los partidarios del
gobierno de Pinochet. Varios de ellos resultaron electos en la con-
tienda del 14 de diciembre permitiendo que el gran empresariado
chileno contara, junto a su poder fáctico ganado durante la dicta-
dura, con presencia en la novel y frágil nueva democracia chilena42.

41
Ver declaraciones de Beltrán Urenda, Manuel Ariztía, Sebastián Piñera, Án-
gel Fantuzzi y Sergio Romero en Estrategia, del 4 al 10 diciembre, del 20 al
26 de noviembre; El Diario, del 17 de octubre; Estrategia, del 13 al 19 de
noviembre, y Estrategia, del 30 de octubre al 5 de noviembre, todos de 1989,
respectivamente.

42
Sobre el resultado electoral de los empresarios candidatos a senadores y
diputados, ver Estrategia, del 18 al 24 de diciembre de 1989. Los triunfos más

127
Rolando Álvarez Vallejos

De cara a la nueva etapa histórica, este actor surgía como uno de


los protagonistas centrales de la transición democrática chilena.

Confiep: el gran empresariado peruano y el


origen del proyecto neoliberal peruano

En Perú, la década de los años ochenta estuvo marcada por el


desarrollo de dos profundas y complejas problemáticas. Por un
lado, una persistente crisis económica que fue empeorando a lo
largo de la década hasta convertirse en la peor de la historia de
Perú. Por otro, el surgimiento del movimiento insurgente de ins-
piración maoísta Sendero Luminoso, que envolvió al país en una
«guerra popular» con altos costos humanos y económicos. Hacia
1990, la combinación de ambos procesos sumió al país en una
crisis que parecía terminal. Incluso se pensó en el eventual triunfo
de la guerrilla y el colapso del Estado peruano.43 En este contexto,
se ha destacado la incapacidad de la clase política para encauzar
el desarrollo del país predominando el cortoplacismo, los intere-
ses particulares y, en el fondo, la ausencia de una cultura polí-
tica democrática.44 Como señalábamos en las primeras páginas,
al empresariado peruano también se lo ha investido del mismo
cortoplacismo e incapacidad de convertirse en portadores de un
proyecto nacional de desarrollo. Sin embargo, hoy Perú cumple
cerca de 20 años de la aplicación del modelo neoliberal en medio
de indicadores macroeconómicos auspiciosos y con una guerrilla

resonantes fueron los de Sebastián Piñera, Sergio Romero, Beltrán Urenda y


Julio Lagos, todos senadores electos, y Ángel Fantuzzi, entre los diputados.
43
La bibliografía sobre la crisis económica de los ochenta y Sendero Lumi-
noso es extensa. Sobre la primera, ver los citados trabajos de Francisco
Durand y John Crabtree. Sobre su impacto en los grupos económicos, en
Enrique Vásquez Huamán, op. cit. Una visión de conjunto de la trayectoria
de la economía peruana en la segunda parte del siglo XX, en Carlos Parodi
Trece, Perú 1960-2000. Políticas económicas y sociales en entornos cam-
biantes. Lima: Universidad del Pacífico, 2008. Sobre Sendero Luminoso,
ver Steve J. Stern (Ed.), Los senderos insólitos del Perú: guerra y sociedad,
1980-1995. Lima: IEP, UNSCH, 1999; Enrique Gorriti, Sendero. Historia
de la guerra milenaria en el Perú. Lima: Planeta, 2008; y Jo-Marie Burt,
Violencia y autoritarismo en el Perú: bajo la sombra de Sendero y la dicta-
dura de Fujimori. Lima: IEP, 2009.

44
Yusuke Murakami, Perú en la era del Chino. La política no institucionalizada
y el pueblo en busca de un salvador. Lima: IEP, 2007.

128
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

que solo es un resabio marginal de otros tiempos. La denominada


«revolución capitalista» peruana ha tenido en el gran empresaria-
do peruano un factor decisivo. A diferencia del caso chileno, este
no cuenta con una larga tradición orgánica ya que recién en 1984
se constituyó la Confederación Nacional de Instituciones Empre-
sariales Privadas (Confiep) que agrupó a los principales sectores
empresariales de Perú. Hasta principios de la década de 1980, el
sector industrial era estatista y rechazaba las medidas de ajuste
que se habían aplicado en los últimos años de la dictadura militar
como aquellas implementadas por el nuevo gobierno democráti-
co encabezado, desde 1980, por Fernando Belaúnde Terry. Creada
por la necesidad de actuar unidos en medio de la crisis económica
que vivía el país, la Confiep pasó a convertirse en un importante
referente de la política peruana45.
En su discurso inaugural, Julio Piccini Martín –primer presi-
dente de la multigremial patronal peruana– declaraba la necesidad
de su sector, en el contexto de la crisis económica que vivía el país,
de contar con una sola voz. Desde el punto de vista gremial, la na-
ciente confederación buscaba cumplir dos objetivos fundamenta-
les: primero, aparecer como una entidad nacional y no meramen-
te corporativa, y, segundo, lograr la unidad del sector para hacer
frente a la difícil coyuntura económica46.
Así, en la génesis de la nueva agrupación, más allá de unos
principios básicos en torno a la importancia de la existencia y de-
sarrollo de la iniciativa privada, estaba la preocupación por aglu-
tinarse como sector, lo cual le permitiría ganar influencia en el
país. Es importante destacar que, desde su nacimiento, la Confiep
asignó gran importancia a la obtención de legitimidad como actor
social, lo que explica su rechazo a ser considerada como un mero
grupo de presión en defensa de intereses corporativos.
Además, en esta primera declaración de principios se aprecia-
ban las primeras críticas al estatismo predominante en la econo-
mía peruana a pesar de las reformas liberales de Belaúnde Terry47.
De esta manera, aunque todavía no se configuraba en la Confiep

45
Durand, Riqueza económica, pobreza…, op. cit.
46
«Discurso del Ing. Julio Piccini Martín, Presidente de la Confederación Na-
cional de Instituciones Empresariales Privadas. Ceremonia de instalación.
Lima, 12.11.84». p. 5.
47
Ibíd. p. 10.

129
Rolando Álvarez Vallejos

una ideología propia, se insinuaban sus tendencias futuras ligadas


al neoliberalismo. Clave en la génesis del nuevo organismo patro-
nal peruano fue su voluntad de poder y la decisión de convertirse
en un actor político relevante en el país.
En 1985, el Partido Aprista Peruano (PAP), encabezado por
su joven caudillo Alan García, logró un arrollador triunfo en las
elecciones presidenciales. Como es sabido, García aplicó una po-
lítica económica conocida como «heterodoxa», basada en el pago
limitado de la deuda externa y aumento del gasto para combatir la
inflación. Así, con los recursos generados por el no pago del total
de los intereses de la deuda externa y el incentivo del consumo se
activaría la utilización de la capacidad ociosa de la industria pe-
ruana. Con resultados exitosos durante 1986, al año siguiente sur-
gieron los primeros síntomas de la crisis que se avecinaba. A fines
de la década, el Perú estaba con hiperinflación y con un presidente
que nunca se decidió a aplicar una política de ajuste económico
radical por el temor a perder el respaldo popular.
Hasta antes de la estatización de la banca en 1987, Alan Gar-
cía privilegió las relaciones directas con los grandes grupos eco-
nómicos, desconociendo en los hechos la presencia de la Confiep.
De esta forma, García apostaba a ganarse la confianza del gran
empresariado y sumarlo al proyecto económico «heterodoxo».
El contexto previo al giro neoliberal del empresariado peruano
también estuvo acompañado por el papel de algunos de sus inte-
lectuales orgánicos que sistematizaron la opinión crítica surgida
de la crisis de la economía peruana ubicada en el centro de las pre-
ocupaciones de Confiep. El trabajo del economista Hernando de
Soto, titulado El otro sendero, fue un punto de inflexión en el pen-
samiento económico de las elites peruanas. Su popular tesis, que
buscaba explicar el crecimiento de la economía informal en Perú,
señalaba que el origen de la pobreza radicaba en las trabas que el
Estado peruano imponía a los emprendedores. Ante esta barrera
burocrática no les quedaba más remedio que situarse al margen de
la ley, en la llamada economía informal. La conclusión del destaca-
do economista neoliberal era que el «ejército» de emprendedores
existentes en la sociedad peruana solo daría rienda suelta a sus
iniciativas empresariales si se reducía el papel del Estado en la eco-

130
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

nomía, comenzando el verdadero camino para derrotar la cesantía


y la pobreza en el país andino48.
De este modo, desde fines de 1986 hasta la estatización de la
banca en julio de 1987, la Confiep vivió un proceso de transición
hacia su nuevo papel en la política peruana, materializado a partir
de la sorpresiva decisión del gobierno de García de intervenir la
banca. Durante este proceso, el eje de continuidad del quehacer
de la multigremial empresarial fue insistir en establecer un diálogo
con el gobierno en base a su propuesta de «concertación social»
fundada en la búsqueda del eventual acuerdo entre el Estado y
el sector privado. Sin embargo, al mismo tiempo, se incubaron y
desarrollaron nuevas características, producto de la búsqueda del
perfil político propio de la Confiep, que la llevaron a posiciones
cada vez más críticas al gobierno y a una mayor sintonía con las
tesis neoliberales. El progresivo distanciamiento de la administra-
ción de Alan García, exacerbado por el diálogo de este con los
«12 apóstoles» (nombre con que se conocían los principales em-
presarios peruanos) y la marginación de la confederación como
vocero empresarial, unido a la agudización de la crisis económica,
generaron las condiciones para el quiebre total entre el gobierno
y la multigremial peruana. Con el anuncio de la estatización de la
banca, este se hizo irreversible.
Con la confianza casi perdida en el gobierno, luego de que
este intentara aplicar nuevos impuestos a la empresa privada, la
Confiep buscó su propio proyecto de país. Se partía de un diag-
nóstico negativo sobre el papel que los empresarios habían jugado
en el pasado49. Para revertir esta situación, la obsesión del gremio
empresarial era levantar un «plan de desarrollo nacional», idea
enunciada en 1984, pero que aún no se lograba concretar a prin-
cipios de 1987. A fines de 1986, en su discurso de despedida de la
presidencia de la Confiep, Miguel Vega Alvear señalaba la necesi-
dad de concretar este proyecto nacional, pero todavía creía posi-
ble lograrlo concordando con el gobierno aspectos fundamentales
para asegurar una «opción de largo plazo»50.


48
Hernando de Soto, El otro sendero. La revolución informal. Buenos Aires:
Editorial Sudamericana, 1986.

49
Ver declaraciones del dirigente de la Confiep Francisco Giraldo Pratto en
Presencia N° 2, diciembre de 1986, p. 10.

50
Presencia N° 2, diciembre de 1986, pp. 12-13.

131
Rolando Álvarez Vallejos

De esta manera, en medio de constantes conflictos con el go-


bierno, la acentuación de la crisis económica, las acciones de la
insurgencia senderista y la convicción de que el empresariado de-
bía involucrarse para resolver la crisis por la que atravesaba Perú,
los integrantes de la confederación se movieron hacia el neolibe-
ralismo. Si bien estamos de acuerdo con la tesis que plantea que
la unidad empresarial en Perú se forjó en un contexto de crisis,
creemos que esta no fue solo una respuesta defensiva, como se ha
dicho, sino proyectual, intentando generar un proceso de desarro-
llo de largo plazo51. La crítica empresarial no era solo económica,
sino también política, ya que cuestionaba la capacidad del sistema
político para combatir las guerrillas y dar gobernabilidad al país.
En el ámbito económico el empresariado reclamaba «reglas del
juego» favorables y medidas que liberalizaran el quehacer de la
iniciativa privada. Si hasta mediados de los ochenta un segmen-
to de los privados peruanos todavía era partidario de un Estado
proteccionista, la experiencia del gobierno de Alan García, con sus
erráticas decisiones económicas y su relación corporativa con los
«12 apóstoles», echaron las bases para un crear un trauma que
generaría un nuevo consenso ideológico en el sector.
El 27 de julio de 1987, en medio del tradicional discurso pre-
sidencial que conmemoraba un nuevo aniversario de la indepen-
dencia, Alan García anunció sorpresivamente la estatización de la
banca. Este hecho generó un quiebre en la administración aprista,
ya que no solo no pudo llevar a la práctica la medida, sino que
esta fue asociada a la profundización de la crisis económica y, fun-
damentalmente, a la aparición de una «nueva derecha» peruana
encabezada por el escritor Mario Vargas Llosa capaz de movilizar
a cientos de miles en las calles, como nunca antes en la historia de
Perú52. Se ha planteado que si bien la «nueva derecha» peruana
tuvo como matriz común el modelo neoliberal, su composición


51
Francisco Durand planteó esta tesis por primera vez en «Los empresarios y la
concertación»…, op. cit. Luego la repitió en sus citados siguientes trabajos.
En marzo de 1987 se publicó una encuesta a 300 grandes empresarios, cuyos
resultados mostraban la nueva inclinación neoliberal de estos. Ver Presencia
N° 5, marzo de 1987.
52
Durand, Riqueza económica, pobreza…, op. cit. En este texto, el autor desa-
rrolla detalladamente el nuevo protagonismo de la Confiep, que imponién-
dose a los «12 apóstoles», se convirtió en uno de los baluartes de la lucha
contra la medida del gobierno.

132
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

fue heterogénea. Para algunos, estaban los neoliberales química-


mente puros, representados por Hernando de Soto, Felipe Ortiz
de Zevallos y Mario Vargas Llosa, lejanos a la vieja derecha li-
gada al socialcristianismo y a resabios estatistas. En este sentido,
la constitución del Frente Democrático (Fredemo) que aglutinaba
al Movimiento Libertad de Vargas Llosa, a Acción Popular y al
Partido Popular Cristiano, no pudo superar sus divergencias entre
un neoliberalismo radical y los resabios de las ideas económicas
intervencionistas53. Para otros, la heterogeneidad al interior de la
«nueva derecha» era más compleja. Por un lado, estaban los inte-
lectuales orgánicos del neoliberalismo (de Soto, Ortiz de Zevallos,
Vargas Llosa), algunos cercanos a ellos, como los líderes empresa-
riales de la Confiep (Vega Llona y Rafael Villegas) y profesionales
universitarios, que conformaban un neoliberalismo democrático.
Por otro lado, militares, civiles y otros sectores empresariales, tam-
bién provenientes de la Confiep, que eran partidarios de un golpe
militar y que admiraban un modelo neoliberal autoritario como
el del general Pinochet en Chile. De esta manera, aunque mayori-
tario, el sector neoliberal democrático debió enfrentarse al sector
golpista. Derrotado Vargas Llosa en 1990, el proyecto neoliberal
se desarrolla a través de una vía intermedia pactada con Alberto
Fujimori, el sorpresivo nuevo presidente de Perú54.
Desde nuestra perspectiva, el giro ideológico del empresaria-
do peruano, fraguado antes de la estatización, pero acelerado por
ella, lo hizo seguir un curso histórico que lo asemeja, en parte,
al caso chileno. Aunque en un contexto histórico diametralmente
distinto –crisis versus bonanza económica–, el convencimiento del
neoliberalismo hizo que el empresariado peruano se enfocara en
los siguientes aspectos: necesidad de actuar en la política contin-
gente; reivindicación de la labor del empresariado (el nuevo «or-
gullo empresarial»); fin de las defensas corporativas y particulares,
como era el estilo de los «12 apóstoles», para privilegiar un ac-
cionar político a través de la unidad gremial (Confiep); necesidad
de legitimidad social, por medio de la tesis de la «nueva derecha»
como nuevo paradigma de desarrollo nacional y reconocimiento
del carácter instrumental del sistema democrático, pues era más


53
Es la tesis de Crabtree, op. cit., pp. 258 y ss.

54
Es la tesis de Durand, Riqueza económica, pobreza…, op. cit.

133
Rolando Álvarez Vallejos

importante el proyecto económico. El sistema político (autoritario


o democrático) podría variar según las circunstancias políticas.
Desde esta perspectiva, el apoyo o rechazo a una intentona
golpista se relacionó más con los cálculos políticos (Vargas Llosa
tenía amplia ventaja en las encuestas hasta principios de 1990) que
en convicciones ideológicas democráticas, según varios especialis-
tas, frágiles o inexistentes en el volátil sistema político peruano55.
Es decir, planteamos que para los partidarios del neoliberalismo
en el país andino, la democracia pasó a ser un aspecto secundario.
Además, el contexto de una sociedad que visualizaba el sistema
democrático fracasado, tanto para contener la subversión como
para resolver la agobiante crisis económica, creó las condiciones
para que la solución autoritaria se terminara de configurar. El ini-
cio del «fujimorato» simbolizó esta concepción desechable de la
democracia en un país al borde del colapso. Y en medio del vacío
de poder, el proyecto neoliberal se abriría camino.
A partir de las movilizaciones populares encabezadas por
Mario Vargas Llosa contra la estatización de la banca, la Con-
fiep se convirtió en un importante referente político convocando
y participando en las movilizaciones callejeras contra la medida
del gobierno. Durante los meses álgidos de las protestas contra el
régimen del Partido Aprista Peruano se configuraron en el gran
empresariado tres aspectos políticos-ideológicos, todos estrecha-
mente vinculados entre sí: la importancia de su actuación política
y, por ende, de la unidad del sector; la constitución de la doctrina
o proyecto político-económico del gran empresariado asociado al
neoliberalismo; y el «orgullo empresarial» que dejaba atrás las cul-
pas por ser ricos.
A pocas semanas de iniciado el conflicto por la estatización de
la banca el presidente de la Confiep, Ricardo Vega Llona, arenga-
ba a sus colegas conminándolos a «cambiar de mentalidad para
que dediquen algunas horas del día al fortalecimiento de la acti-
vidad gremial y nos guste o no nos guste, debemos ubicarnos en
55
Aquí nos remitimos al clásico trabajo de Julio Cotler, Clases, Estado y na-
ción en el Perú. Lima: IEP, 1978. Para un análisis de la coyuntura política
de fines de los ochenta, Julio Cotler, «Los partidos políticos y la democracia
en el Perú», en Luis Pásara y Jorge Parodi (Eds.), Democracia, sociedad y
gobierno en el Perú. Lima: Centro de Estudios de Democracia y Sociedad,
1988. Una perspectiva de conjunto sobre el sistema político peruano, en
Murakami, op. cit.

134
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

alguna posición para entrar a colaborar de una manera u otra en


política»56. Detrás de estas declaraciones se incubaba una crítica al
conjunto del sistema político peruano, es decir, a los partidos po-
líticos por incapaces, según ellos, de representar los verdaderos in-
tereses de los peruanos; y al gobierno por conducir al despeñadero
la economía y la sociedad, pavimentando el avance de la guerrilla.
Así, ante el vacío de poder producto del fracaso de los organismos
intermedios de representación, el accionar político de la Confiep
era visualizado como una necesidad histórica cuya urgencia se re-
lacionaba con las dramáticas horas que vivía Perú.
Asumida su condición de actor político, la confederación ace-
leró la búsqueda de un perfil programático que, como hemos visto,
desde antes del 28 de julio de 1987, se estaba inclinando al neoli-
beralismo. Semanas después de esa fecha, la Confiep adhería a la
llamada «Declaración de Arequipa», cuyo contenido señalaba el
inicio de la maduración del nuevo consenso ideológico en el sector
privado peruano, echando las bases del ansiado «proyecto nacio-
nal de desarrollo» que la multigremial venía planteando desde su
fundación en 1984.
Sin embargo, la metamorfosis del empresariado peruano tam-
bién implicó reconsiderar su papel en la sociedad. A partir de una
autovaloración de su actividad, el sector buscó legitimar un nuevo
paradigma, autoasignándose un papel fundamental en el presente
y futuro de Perú, ocultando sus intereses corporativos detrás de
planteamientos «nacionales» y «sociales». En ese contexto debe
entenderse que la programática «Declaración de Arequipa» ter-
minara remarcando la «función social» de la empresa privada. En
los meses siguientes, la Confiep profundizó estos aspectos refun-
dacionales de los que surgió la nueva cultura política empresarial
que los hizo protagonistas de las futuras y cruciales coyunturas
políticas de Perú57.
El año 1988 se caracterizó por la agudización de la crisis eco-
nómica cuyos primeros vientos habían soplado desde el año ante-


56
El discurso de Ricardo Vega Llona ante la Asociación de Dirigentes de Ventas
(ADV), en Presencia N° 9, agosto de 1987, p. 18, y la declaración pública de
la Confiep, en ibíd., p. 2. Sobre la nueva vocación política de la Confiep, ver
el editorial de Presencia N° 10, de septiembre de 1987.

57
Sobre la «revuelta empresarial» contra la estatización de la banca, ver Pre-
sencia, octubre de 1987. Edición especial.

135
Rolando Álvarez Vallejos

rior. La inflación saltó a los cuatro dígitos, la economía se contrajo,


estalló la cesantía, se acababan los ahorros fiscales y todo parecía
conducir al abismo. A través de sucesivos «paquetazos» el gobier-
no de García intentó detener la crisis, pero no fueron lo suficiente-
mente radicales como para lograrlo, sumando fracaso tras fracaso.
Asimismo, fue cuando Sendero Luminoso, acosado por el ejército
en sus bases rurales, decidió desarrollar sus actividades terroristas
en las ciudades, especialmente en Lima, acentuando la sensación
de crisis total en la sociedad peruana58.
En este contexto, la Confiep, asegurada la unidad gremial gra-
cias al adverso panorama político, profundizó las críticas al siste-
ma político peruano y ahondó su programa neoliberal. Además,
decidida a ser un factor político fundamental en el proceso perua-
no, buscó conocer otras experiencias de empresarios en política.
Así, en ese momento comenzó un fluido intercambio con sus pares
chilenos a los que veía como un modelo exitoso de empresarios
en política. Finalmente, estuvieron en constante pugna con el go-
bierno, que los culpó de los fracasos y costos sociales que traían
aparejados los fallidos «paquetazos»59.
Si bien es evidente que tanto la trayectoria política como la
evolución ideológica del gran empresariado peruano durante la
década de 1980 respondió a la realidad del país, ellos mismos fue-
ron pioneros en mirar al exterior en búsqueda de otras experien-
cias de desarrollo económico. Por razones ideológicas y cercanía
física, fue casi natural el encuentro con sus pares chilenos. De esta
forma, a mediados de 1988, cuarenta grandes empresarios perua-
nos, encabezados por el presidente de la Confiep, Rafael Villegas, y
su predecesor, Ricardo Vega Llona, asistieron al Primer Encuentro
Empresarial Peruano-Chileno, organizado por la CPC chilena y
la Cámara de Comercio Chileno-Peruana. En una reunión abier-
ta con el general Pinochet, Villegas declaró su admiración por el
modelo político chileno y la intención de la Confiep de estrechar
vínculos con los empresarios chilenos60. El menosprecio al sistema
democrático que de acuerdo a la experiencia peruana era el respon-


58
Una descripción detallada de esta coyuntura en los citados trabajos de Cra-
btree, Durand y Murakami.

59
Sobre el conflicto entre la Confiep y el gobierno durante 1988, ver por ejem-
plo Presencia N° 21, agosto-septiembre 1988. pp. 2 y ss.

60
La Nación, 8 de julio de 1988, p. 1.

136
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

sable de la crisis que vivía el país se encontraba presente también


en su precandidato presidencial Mario Vargas Llosa. Entrevistado
por la prensa chilena en los mismos días que la delegación de la
Confiep se encontraba en Chile, el escritor reiteraba sus críticas al
régimen militar del general Pinochet por ser antidemocrático, pero
también planteaba una concepción economicista de la libertad y
la democracia, señalando que «para perfeccionar la democracia,
propiciamos una difusión masiva de la propiedad, porque no basta
solo la libertad […]; la libertad política no basta para mantener
una democracia y que es importante que tenga el complemento de
la libertad económica»61.
Para un régimen militar como el chileno, ansioso de recibir
respaldos internacionales, las declaraciones del escritor fueron am-
pliamente bien recibidas. Así, la visita de la delegación peruana,
titular en la prensa oficialista chilena, unida a las declaraciones de
Vargas Llosa, pasaban a formar parte de la campaña pinochetista
para eternizarse en el poder y legitimar el modelo económico. En
cambio, para los empresarios peruanos constituía la posibilidad de
conocer un modelo de desarrollo que consideraban exitoso, lo que
venía a ratificar su compromiso ideológico con el neoliberalismo.
En este punto es necesario hacer una digresión. En Perú se ha
discutido sobre las similitudes entre la dictadura militar chilena y
la modalidad autoritaria de implantación del neoliberalismo en su
país. De hecho, a fines de los ochenta, cuando arreciaba la crisis
económica y Sendero Luminoso parecía asediar las ciudades, sur-
gió, entre algunos círculos políticos limeños, la tesis de la necesi-
dad de un «Pinochet» peruano62. Desde nuestra perspectiva, com-
partimos que los casos de Pinochet y Fujimori son contrastantes,
tanto por las diferencias de contextos en que asumieron como por
las características de sus gobiernos63. Incluso, en el caso chileno,
los empresarios fueron objetos del nuevo modelo, más que sujetos
protagonistas de su génesis y construcción. En cambio, en Perú, el
gran empresariado fue un actor relevante para lograr la nueva he-
gemonía neoliberal. Sin embargo, nos parece que el contacto entre
la Confiep y la CPC fue importante para los peruanos porque se
constituyó en un espejo que dio sustento histórico a las tesis que
61
El Mercurio, 10 de julio de 1988. Cuerpo D, pp. 1-2.
62
Durand, Riqueza económica, pobreza…, op. cit., p. 325.
63
Durand, «Las nuevas elites del poder:…», op. cit., pp. 75-76.

137
Rolando Álvarez Vallejos

venían desarrollando en su país. Chile y su «modelo» eran la de-


mostración fáctica de que una nación con menos recursos que Perú
podía dar el salto hacia el desarrollo mediante la libre empresa. En
el fondo, la idealización del caso chileno, divulgada por los propios
empresarios peruanos, fue un factor gravitante para obtener legi-
timidad dentro del país. Por ello, más que copiar mecánicamente
una experiencia, la Confiep se sintió llamada a imitar, en su propia
realidad política, económica y cultural, el papel preponderante que
jugaban los empresarios chilenos.
En el III Congreso de la Empresa Privada, el gran empresaria-
do peruano, junto con las medidas de largo aliento, también se
ocupó de las de corto plazo para subsanar los problemas del país.
Benami Grobman Tversqui, dirigente de la Confiep, enfatizaba
la convicción empresarial de la necesidad de aplicar una política
de shock en Perú. Las medidas urgentes que se proponían eran
detener la inflación a través de una fuerte contracción del gasto;
reinsertarse en la comunidad financiera internacional, reprogra-
mando deudas para obtener recursos frescos; devaluar el peso ante
el dólar; disminuir impuestos a las exportaciones; y convocar a los
trabajadores a no realizar huelgas64.
De esta manera, la Confiep se adelantaba varios meses a las
polémicas propuestas del candidato presidencial del Fredemo, Ma-
rio Vargas Llosa, quien, en el marco de las elecciones presiden-
ciales de 1990, declaró taxativamente que aplicaría este tipo de
medidas para resolver la hiperinflación que asolaba al país. Esto
demuestra la importancia genética que tuvo la Confiep y el gran
empresariado peruano en la propagación y posterior implementa-
ción del modelo neoliberal en Perú.
El año 1989 se inició con pésimos indicadores económicos he-
redados del año anterior. Ante el crítico estado de la economía,
Alan García se rehusó a aplicar una política de ajuste radical, op-
tando por medidas gradualistas que se mostraron incapaces de
revertir el descalabro del país65. Así, los intentos de reactivación
económica, de control de la inflación fijando algunos precios y


64
Empresa privada. Presente y futuro. Lima: Confiep, 1989, pp. 144 y ss.

65
Ver Carlos Parodi, op. cit., pp. 218-219. Las razones de la decisión de García
fueron de índole político-electorales, de cara a las elecciones municipales y
presidenciales, junto al temor del aumento de las protestas populares. Ver
Martín Tanaka, Los espejismos de la democracia. Lima: IEP, 1998.

138
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

altas tasas de interés, fracasaron, profundizando la crisis económi-


ca, ahora con el agregado del agotamiento de las reservas fiscales
que llevaron a hipotecar el futuro económico del país. Además, el
gobierno y el propio presidente se vieron involucrados en actos de
corrupción, lo que acentuó la caída de la popularidad de la maltre-
cha democracia peruana. Por su parte, Sendero Luminoso profun-
dizó su estrategia de trasladar su «guerra popular» a las ciudades a
través de «paros armados» y atentados dinamiteros, convirtiendo
a Lima en el escenario más importante de la guerra66.
En este contexto, durante 1989, la Confiep fue el motor ideo-
lógico del proyecto neoliberal en Perú cuyo vocero y candidato
presidencial fue Mario Vargas Llosa. La tesis principal para el pe-
ríodo señalaba que el origen de la crisis que vivía el país no era
coyuntural sino estructural, producto de décadas de intervencio-
nismo del Estado. Por lo tanto, era fundamental realizar un cam-
bio drástico del modelo de desarrollo peruano, sustituirlo por el
proyecto neoliberal y, junto con ello, promover un cambio cultural
en la sociedad para ganar su adhesión a este. Asimismo, era esen-
cial lograr la «pacificación» del país para enmendar el rumbo de
la economía. En estas tareas el empresariado debía jugar un papel
destacado para salir de la crisis, autoasignándose la Confiep un
perfil mesiánico alentado por el colapso de los proyectos alternati-
vos al neoliberalismo, la caída del Muro de Berlín y el dogmatismo
de sus certezas ideológicas neoliberales.
Así, durante la campaña electoral la Confiep actuó como una
especie de partido político en que se apoyó el candidato presiden-
cial del Fredemo para el despliegue y financiamiento de su costosa
campaña presidencial. Además, fue el referente ideológico más afín
al candidato y decidido partidario de la tesis neoliberal de ajuste
estructural. Estas medidas estaban contempladas en su programa
denominado «Nuevo Testamento» que incluía los siguientes pun-
tos: reducción de los impuestos a las empresas, flexibilización la-
boral, recorte del gasto, privatizaciones de empresas del Estado,
promoción del crédito al sector privado, fin de las trabas burocrá-
ticas a la actividad empresarial, tipo de cambio realista no fijado
por el Estado, reducción de los aranceles a las importaciones, alza


66
Teodoro Hidalgo Morey, Sendero Luminoso. Subversión y contrasubversión.
Historia y tragedia. Lima: Aguilar, 2004, pp.154 y ss.

139
Rolando Álvarez Vallejos

de las tasas de interés y una política de inversiones «eficientes»,


asimilando estas como las realizadas por el sector privado en opo-
sición a las supuestamente ineficientes efectuadas por el Estado67.
Al igual como ocurría con sus pares chilenos en ese mismo año,
si bien la propuesta económica estaba bien articulada y ahondaba
en detalles técnicos, el plano político estaba escasamente desarro-
llado. Esto no dejaba de ser contradictorio si consideramos las
palabras del presidente de la Confiep, Miguel Vega Alvear, quien
reconocía que el conjunto de la propuesta neoliberal pasaba por
un cambio político.
Desde nuestra perspectiva, el mundo empresarial estaba con-
fiado en que, dada la situación desastrosa que vivía el país, el triun-
fo de su candidato sería arrollador. Por ello, la tentación autori-
taria se alejó no por sus convicciones democráticas, sino porque
la coyuntura política no la hacía necesaria. El cálculo político de
los empresarios permitía esperar unos meses, tomando en consi-
deración un aspecto siempre presente en sus reflexiones relacio-
nado con la necesidad de obtener un alto grado de legitimidad y
soporte político en torno al nuevo consenso neoliberal. El apoyo
que indicaban las encuestas para Vargas Llosa cumplía a cabalidad
este objetivo en un contexto latinoamericano y mundial en que las
democracias liberales se terminaban por imponer sobre las dicta-
duras militares y el «socialismo real»68.
Así, con el respaldo popular, la «nueva derecha» generaría una
nueva institucionalidad política, funcional al despliegue a largo
plazo del modelo neoliberal. Por ello, el empresariado peruano, al
igual que el chileno, se convirtió en un actor político dogmático
en lo económico, pero aparentemente pragmático en lo político,
relegando la democracia a un aspecto secundario. Esto explica que
tras la derrota de Vargas Llosa, la Confiep rápidamente se enten-
diera y colaborara con Alberto Fujimori.


67
Cada uno de estos puntos venían desarrollados en textos de corte técnico,
pero accesible para lectores con mediana formación política. Ver las edicio-
nes de Caretas, 23 de enero, 30 de enero, 6 de febrero, 13 de febrero, 20 de
febrero, 27 de febrero, 6 de marzo, 20 de marzo y 27 de marzo de 1989.

68
A fines de 1989, Salvador Majluf, presidente de la Sociedad Nacional de
Industrias (SIN) de Perú, declaraba en Chile que «sin dudas» Mario Vargas
Llosa triunfaría en las elecciones de 1990. Ver El Diario, 24 de noviembre de
1989. p. 19.

140
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

En 1990, el nuevo presidente de la Confiep, Jorge Camet, al


igual que su antecesor, puso a la multigremial al servicio de la
campaña de Vargas Llosa, quien, todavía en el verano de 1990,
encabezaba las preferencias en las encuestas de cara a los comicios
presidenciales de abril69. El ajuste estructural y la política de shock
anunciada por el candidato del Fredemo se instalaron como uno
de los tópicos fundamentales de la campaña. El gran empresariado
defendió la aplicación radical de estas medidas, colocándose en
el sector más recalcitrantemente neoliberal del espectro político
peruano. A pesar del estrecho triunfo de Mario Vargas Llosa en
primera vuelta y su posterior derrota en la segunda, la Confiep
igualmente celebraría. Gracias a su pragmatismo político, al día
siguiente de confirmado el triunfo de Alberto Fujimori, el nuevo
presidente fue rodeado por los intelectuales orgánicos de la «nueva
derecha», encabezados por Hernando de Soto, y fue rápidamente
convertido al neoliberalismo en sus versiones más radicales. Se ini-
ciaba así un largo romance entre el gran empresariado peruano y
el nuevo jefe de Estado. Años más tarde, al romperse esta relación,
dejaría como legado para el nuevo siglo la proyección del modelo
de desarrollo neoliberal.

Epílogo: los empresarios y la democracia en Chile


y Perú: una relación instrumental

Luego de revisar las trayectorias del gran empresariado peruano y


chileno en el segundo lustro de la década de 1980 es posible plan-
tear algunas conclusiones. En primer lugar, en ambos países los
estudios sobre el comportamiento político de los empresarios han
resaltado tradicionalmente su pragmatismo y capacidad de aco-
modo a distintas coyunturas políticas. Sea por cerrados intereses
corporativos –especialmente en el caso de Perú– o por supuestos
compromisos con el desarrollo nacional y la democracia –como se

69
Como es sabido, recién en marzo, a un mes de la elección, Alberto Fujimori
Fujimori, un outsider, subió en las encuestas. Producto de la franqueza neoli-
beral de Mario Vargas Llosa, el centro y la izquierda apoyaron al desconoci-
do Fujimori en la segunda vuelta y lo consagraron nuevo presidente de Perú.
Esta crucial coyuntura de la historia reciente de Perú ha sido ampliamente
investigada y analizada. Un resumen de las principales tesis que se han plan-
teado en Murakami, op. cit.

141
Rolando Álvarez Vallejos

ha dicho para el caso de Chile–, los grandes empresarios habrían


podido enfrentar exitosamente distintas coyunturas políticas, sor-
teando cuestionamientos e, incluso, fortaleciéndose gracias a ellos.
La fase que hemos analizado en este trabajo se caracterizó
porque en los dos países el gran empresariado se enfrentó a una
realidad política, económica y social que anunciaba o consolidaba
profundos cambios. Por este motivo, podemos considerar que en
ambos casos este fue un período fundacional para el desarrollo
ideológico de las elites empresariales cuyo principal componente
se relacionaba con el nuevo consenso ideológico en torno al pa-
radigma neoliberal. De esta manera, en el segundo lustro de los
ochenta, el supuesto pragmatismo empresarial quedaba en tela de
juicio ante la aparición de una nueva convicción ideológica que, a
la luz de los años siguientes, había llegado para quedarse. El con-
vencimiento dogmático de que el modelo económico neoliberal era
la única alternativa para continuar «la senda del progreso» (como
en el caso de Chile) o para «salir de la crisis» (como en el caso de
Perú), caracterizó la nueva cultura política del empresariado pe-
ruano y chileno. Así, el supuesto pragmatismo político del sector
era reemplazado por una opción proyectual genéticamente ligada
al modelo neoliberal.
En segundo lugar, este pragmatismo solo surgió en un segundo
nivel del análisis político realizado por los grandes empresarios.
Es decir, el núcleo ideológico no transable era el «nuevo credo»
neoliberal. Lo que se podía negociar era el tipo de régimen políti-
co, autoritario o democrático, siempre y cuando se respetaran las
«reglas del juego», es decir, la liberalización de la economía. Esto
explica que, en el caso chileno, el empresariado se resignara ante el
fin de la dictadura, aunque influyendo en cómo debía ser la nueva
democracia y que, en el caso de Perú, en medio del desprestigio
popular del régimen democrático derrotado en las elecciones pre-
sidenciales de 1990, no haya tenido problemas en olvidarse de su
antiguo líder y convertirse en uno de los principales baluartes del
régimen de Alberto Fujimori.
Por este motivo, la nueva cultura política empresarial implicó
una relación instrumental con la democracia, la que quedaba su-
peditada a la necesidad de mantener intacto el modelo económico.
Es decir, la disyuntiva democracia o dictadura pasó a depender de

142
Empresarios y democracia: ¿instrumento o proyecto?

cuál mostraba mayor eficiencia para asegurar la implementación


y/o continuidad del modelo económico neoliberal. Para los chile-
nos, la «democracia protegida», legada por el régimen militar al
nuevo gobierno civil, fue la denominada «jaula de hierro» de un
régimen que apenas podía disimular las fuertes continuidades au-
toritarias del período anterior. En Perú, cuando Fujimori ejecutó el
autogolpe de abril de 1992 que implicó el fin de la democracia pe-
ruana, la Confiep fue la principal organización no estatal –además
del partido fujimorista– que apoyó públicamente la medida. Fue
así como el gran empresariado de estos países concretó su aspira-
ción de convertirse en un actor político relevante en sus respectivas
naciones. Su importancia fue tal, que en la década de 1990, se dijo
en Chile que constituía un poder fáctico fuera del control de las
instituciones democráticas. El origen de este fenómeno lo hemos
tratado de rastrear en este trabajo70.
Por otra parte, es conocido que, desde fines de los ochenta,
en Perú se insistió en la necesidad de imitar el modelo político y
económico del régimen militar chileno. El apoyo público de Mario
Vargas Llosa a Hernán Büchi, candidato del continuismo en 1989,
colaboró a popularizar esta idea. Cuando unos años más tarde, Al-
berto Fujimori optó por la vía autoritaria para terminar de impo-
ner el modelo neoliberal en el Perú, nuevamente las comparaciones
surgieron. Evidentemente, las diferencias entre ambos son nota-
bles, tanto por sus tradiciones históricas, culturas políticas espe-
cíficas, estratificaciones sociales, composiciones étnicas e, incluso,
particularidades geográficas. Por lo mismo, no es pertinente hacer
traslados mecánicos de las experiencias chilena y peruana. Sin em-
bargo, las conexiones entre ambos empresariados fueron públicas.
Producto de las dramáticas diferencias de contexto político en que
se produjo este encuentro, fueron los peruanos los que recogieron
con admiración el caso de sus pares chilenos.
En ese sentido, es posible afirmar que para los peruanos la
trayectoria chilena fue importante para reafirmar sus propias con-
vicciones políticas e ideológicas. Por lo mismo, fue parte del ali-
ciente internacional que ayudó a consolidar la búsqueda de una
alternativa posible ante el descalabro que el país vivía a fines de los

70
Sobre los empresarios como «poderes fácticos» durante la década de los
noventa, Genaro Arriagada, Los empresarios y la política. Santiago: LOM
ediciones, 2004.

143
Rolando Álvarez Vallejos

ochenta. Por este motivo, las similitudes ideológicas y del accionar,


en ambos casos, no deben considerarse casualidad, ya que el tras-
paso de experiencias existió, manteniéndose una relación que se
tradujo en invitaciones cruzadas desde fines de los ochenta hasta
entrada la década de los noventa71.
Así, al contrario de lo que se ha señalado, estimamos que a
partir de mediados de los ochenta el gran empresariado peruano
tuvo un carácter proyectual y largoplacista. A contrapelo de la
estructural inestabilidad política de Perú, el país ha logrado pro-
longar la fórmula neoliberal, incluso luego de la salida del poder
de Fujimori. Al igual que en Chile, el nuevo consenso económico
permitió que los regímenes democráticos del siglo XXI (presiden-
tes Toledo y García) dieran continuidad a las fórmulas económicas
monetaristas. Pero esta mirada de largo plazo es posible detec-
tarla desde mediados de los ochenta en el marco de la peor crisis
política, económica y social de la historia de Perú. Y en esa ta-
rea, el gremio patronal jugó un papel decisivo. Paralelamente, en
Chile, detrás de las declaraciones formales y tras la mascarada de
un discurso supuestamente nacional, en la década de los noventa
siguió preocupado de sus intereses corporativos, obstaculizando
cualquier alternativa de profundización democrática que pusiera
en riesgo el nuevo orden neoliberal.


71
Al respecto, ver las conferencias de Hernán Büchi en Perú durante 1991
en Reflexiones para el desarrollo. Boloña & Büchi. Estrategias del cambio.
Lima: Agenda 2000 Editores, 1991.

144

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