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Voces:
ADMINISTRADORA DE PLANES DE AHORRO PREVIO ~ AHORRO PREVIO ~ DAÑO PUNITIVO ~
DEBER DE INFORMACION ~ DEFENSA DEL CONSUMIDOR ~ INDEMNIZACION DE LAS
CONSECUENCIAS NO PATRIMONIALES ~ LEY DE DEFENSA DEL CONSUMIDOR ~ PROCEDENCIA
DE LA INDEMNIZACION DE LAS CONSECUENCIAS NO PATRIMONIALES
Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala D(CNCom)(SalaD)
Fecha: 07/11/2019
Partes: Tondi, Marina Alicia c. Renault Argentina S.A. y otros s/ Ordinario
Publicado en: La Ley Online;
Cita Online: AR/JUR/39647/2019

Sumarios:
1 . La administradora de un plan de ahorro previo incumplió el deber de información a cuya prestación se obligó
según la letra del propio contrato que le vinculó con la actora, pues, no la notificó fehacientemente de los
sucesivos cambios de gama y/o modelo del vehículo, en franca contradicción con lo normado por el art. 4 de la
ley 24.240.
2 . Si bien las disposiciones del contrato de ahorro previo aplicables a los casos de renuncia o de
incumplimiento del adherente imponen esperar hasta que se produzca la liquidación del grupo, no corresponde
aplicar tal regla, ya que la resolución del vínculo decidida por la actora lo fue con causa, frente al
incumplimiento del deber de información en que incurrió la administradora del plan.
3 . Difícil concebir que el incumplimiento de un contrato pueda ocasionar a la víctima un agravio de índole
espiritual, y es por esto que en tales casos el daño moral en principio no se presume y, por ende, debe ser
probado; del art. 1744 del Código Civil y Comercial se infiere una a la regla general de la carga de la prueba
cuando los daños surgen notoriamente de los mismos hechos que los ocasionaron.
4 . La frase “padecer sufrimientos debido al incumplimiento de la empresa”, única sobre cuya base fue fundada
la procedencia de la indemnización requerida por el daño moral, carece de la mínima precisión acerca de la
existencia y en su caso, gravedad del demérito moral sedicentemente padecido por la suscriptora del plan de
ahorro previo.
Jurisprudencia Relacionada(*)
Igual Sentido
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, Sala D “Aime, Aníbal R. y otro c. HSBC Bank Argentina S.A. y otro”,
22/12/2018, Cita Online: 35030760 .
(*) Información a la época del fallo
5 . Si bien la concesionaria no reviste el carácter de contratante directo con el consumidor, como intermediaria
en estos sistemas destinados a la colocación de planes de ahorro y a la entrega de los rodados por cuenta de la
sociedad administradora constituye un nexo insoslayable entre ambas partes, participando de esa actividad y
compartiendo un mismo interés económico.
6 . El régimen de responsabilidad establecido en el art. 40 de la ley 24.240 no resulta aplicable cuando se trata
del incumplimiento de la o las obligaciones principales a cargo del proveedor, por lo cual, por cuanto no fue
carga del concesionario, no corresponde responsabilizarlo por el probado incumplimiento del deber de informar
fehacientemente a la adherente de los sucesivos cambios de gama y/o modelo y de su precio en que incurrió la
administradora del plan de ahorro previo.
7 . El administrador de un plan de ahorro que incumplió con el deber de información no debe abonar al
consumidor una indemnización por daño punitivo, ya que este no aportó prueba demostrativa de que tanto la
administradora del plan de ahorro, la concesionaria y la fabricante se condujeron con dolo, o de que incurrieron
en grave negligencia y/o de que se enriquecieron indebidamente, y esto no fue hecho.
8 . La conducta de la terminal y de la administradora del pan de ahorro previo aparece abusiva, pues variaron el
“automotor tipo” sin brindar ninguna justificación para ello, cuando el mismo seguía siendo ofertado al público
en sus concesionarias (del voto del Dr. Vasallo).
9 . No es posible convalidar la conducta de la administrador de un plan de ahorro que, con pretendido apoyo en
una cláusula del contrato, omitió enviar a la actora una comunicación fehaciente referente al cambio de modelo
y correlativa modificación del precio, sin dar opción a la aceptación o a la separación del contrato, y sin que lo
propio pueda racionalmente justificarse en el sólo hecho de que la alteración de la ecuación económica de la
cuota a pagar no superaba el 20% pues se trata de una discriminación irrazonable (del voto del Dr. Heredia).
10 . La mera indicación en los cupones de pago extendidos a favor del suscriptor del contrato de ahorro previo
del nuevo modelo impuesto por la proveedora y de los nuevos montos involucrados, largamente incumple con la
condición de haber brindado a la consumidora una información clara, cierta y detallada del cambio de modelo
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de que se trata (del voto del Dr. Heredia).


11 . No existió incumplimiento de la administradora de un plan de ahorro previo por infracción al deber de
información, pues aun cuando no cursó una notificación expresa y fehaciente, el medio alternativo utilizado
—descripción del rodado en los recibos de pago— fue eficiente como notificación (del voto en disidencia
parcial del Dr. Vasallo).
Texto Completo:
Registro N° 7942/2016
2ª Instancia.- Buenos Aires, noviembre 7 de 2019.
¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada de fs. 315/336?
A la cuestión propuesta, el doctor Garibotto dijo:
I. La sentencia de primera instancia.
El primer sentenciante hizo lugar a la demanda que dedujo Marina Alicia Tondi contra Renault Argentina
SA, Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados y Capillitas SA, y condenó a éstas a pagar $65.000 con
más intereses y costas, y reguló los honorarios de los profesionales que intervinieron en el litigio.
Para decidir de ese modo, el señor juez advirtió que durante la vigencia del plan de ahorro previo que
suscribió la actora, el automóvil por ella elegido —un Renault Sandero— sufrió diversos cambios de modelo y,
examinado el contenido de la cláusula 15° del contrato, consideró que la conducta que desplegó la
administradora del plan no se ajustó a las pautas allí dispuestas en tanto omitió notificar a la adherente del
cambio de modelo, en diciembre del año 2014, por discontinuación de la fabricación del anterior, por un
Renault Fluence.
A lo dicho añadió haber quedado demostrado que tanto Renault Argentina SA cuanto Plan Rombo SA de
ahorro para fines determinados, desde enero hasta octubre de 2015 siguieron ofreciendo a la venta el rodado
objeto del contrato pese a haber notificado a la IGJ de su discontinuidad en noviembre del año anterior y,
sustentado en todo ello, restó aptitud exonerativa al hecho de haber sido anunciado el nuevo modelo en los
talones de pago de las cuotas mensualmente emitidos a los suscriptores del plan.
Consideró por ello el a quo probado el incumplimiento en que la codemandada Plan Rombo de ahorro para
fines determinados SA incurrió; basado en lo normado por el art. 40 de la ley 24.240 extendió la responsabilidad
a las restantes codemandadas y, por todo ello, (i) mandó restituir a la actora, por el rubro daño material, $45.000
correspondientes a las 28 cuotas que ella sufragó, aunque rechazó lo restante de lo que conforma ese mismo
rubro (anticipo de cuota pura, gastos de entrega, gastos administrativos, seguro de vida, impuesto Ley 25.413 y
derecho de suscripción) por ausencia de prueba a su respecto; (ii) fijó en $20.000 la indemnización del daño
moral, que consideró demostrado in re ipsa; y (iii) denegó el pretendido reintegro de ciertos gastos, por formar
parte de las costas derivadas del juicio.
II. Los recursos.
i. La sentencia fue recurrida por la actora (fs. 343) y por las codemandadas Plan Rombo SA de ahorro para
fines determinados (fs. 337) y Capillitas SA (fs. 339).
La primera expresó los agravios de fs. 354/357 que no merecieron respuesta, como tampoco fueron
contestadas por la iniciante las quejas que expresaron en fs. 359/365 Plan Rombo SA de ahorro para fines
determinados (y también, en esa única pieza aunque improcedentemente, Renault Argentina SA) y la
concesionaria Capillitas SA, en fs. 367/370.
La señora fiscal general ante esta alzada mercantil dictaminó en fs. 373/377.
Agravios de la parte actora.
La crítica que esa parte formuló se refirió al monto de condena que calificó de “ridículo” por cuanto, según
afirmó, resultó ser “inferior al 50% del dinero que hoy cobran por un plan de ahorro correspondiente al vehículo
más barato (Sandero)”.
Sobre esa premisa desarrolló la queja, formuló ciertos cálculos, y culminó con la petición de que se condene
a las demandadas a reparar íntegramente el daño causado, como modo para lograr “un cambio real en la
conducta de aquellas grandes empresas que ‘no son culpables’ de comportarse ilegítimamente, cuando ello
representa un beneficio económico y financiero...”.

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Tengo presente la totalidad de cuanto expuso la parte actora.


Quejas de la codemandada Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados.
(i) Ésta, en el primero de los agravios que expresó, sostuvo que la sentencia consideró que el automóvil
objeto de la convención había sufrido diversos cambios de modelo entre los que especificó el acaecido en
diciembre de 2014 pasando de un Renault Sandero Expression a un Renault Fluence 1.6 16v, cuando en realidad
en marzo de ese año el cambio de modelo lo fue de un Renault Sandero Expression a un Renault Sandero
Privilege y, en noviembre, de este último a un Renault Fluence.
Por esto —prosiguió— dado que el segundo inciso de la cláusula 15° establece la obligación de notificar a
los suscriptores del cambio sólo cuando el valor del nuevo modelo supere en un 20% el precio del modelo
discontinuado, por no haberse actuado tal supuesto no cupo en el caso aplicar esa parte del dispositivo
contractual en cuestión.
Afirmó entonces haber cumplido el contrato, y agregó que aunque la mencionada cláusula establece que los
cambios de modelo deben comunicarse de manera fehaciente pero no establece una comunicación especial,
aseveró que tal cosa fue cumplida en los talones de pago de las mensualidades pactadas.
Abundó sobre todo esto, y concluyó negando haber comercializado el modelo discontinuado (Renault
Sandero Expression) luego de anunciada tal cosa.
(ii) Se quejó por haber sido condenada a reintegrar el monto de las 28 cuotas sufragadas por la actora.
Acerca de esto, adujo que por haber sido renunciado el contrato, la devolución de lo pagado procederá en la
fecha de finalización del grupo (noviembre de 2019) luego de realizado el balance de liquidación.
También se explayó sobre este extremo y finalizó la queja cuestionando la suma mandada restituir.
(iii) Criticó la sentencia que le condenó a resarcir el demérito moral, cuya procedencia cuestionó con
suficiente argumentación.
(iv) Se quejó por haberle sido impuesto el pago de las costas derivadas del litigio.
(v) Pidió que se adecuen los honorarios correspondientes a los profesionales actuantes en el expediente.
Agravios de Capillitas SA.
(i) La concesionaria criticó la sentencia que, basada en la norma del art. 40 de la ley 24.240 le condenó.
Sostuvo que ningún vicio o riesgo de la cosa o de la prestación del servicio acaeció en la especie y con ese
sustento, variedad de argumentos y cita de precedentes, postuló la revocación del fallo.
(ii) Igual cosa solicitó, a todo evento, respecto de la admitida indemnización del daño moral que, según lo
adujo, no fue probado en el curso de la causa.
ii. Fueron también apelados los honorarios por el perito en contabilidad (fs. 341) y por la mediadora que
intervino en la etapa previa (fs. 346), según da cuenta de ello la nota de elevación del expediente que corre en fs.
350.
III. La solución.
Principiaré esta parte de mi ponencia abordando el recurso que introdujo Plan Rombo SA de ahorro para
fines determinados, que postula la revocación íntegra del veredicto.
1. Del recurso introducido por Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados.
No existe discusión en cuanto a que la actora Marina Alicia Tondi, el 27 de noviembre de 2012 suscribió el
contrato y su anexo que le vinculó con Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados (el original del
instrumento a que me refiero y su anexo se reservaron como fojas 35/38 y 40 en el sobre de documentación
original).
Quedó demostrado en vía pericial contable que el automotor que pretendió adquirir lo fue un Renault BSR1
100 (así individualizado en el contrato; v. fs. 35) correspondiente al modelo Sandero Expression; que poco
después, en marzo de 2014 se produjo un cambio de gama del mismo modelo que se individualizó con las siglas
BSR1 105 y pasó a denominarse Sandero Privilege; también, que en noviembre de 2014 se cambió el modelo
del vehículo que se identificó con las siglas BSR1 135 y se lo llamó Fluence 1.6; y que un mes después se
produjo un nuevo cambio que se denominó Fluence PH2 (pericia, fs. 2734, respuesta al punto 7° y anexo de fs.

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271).
Esto fue lo que movió a la demandante a cursar la epístola de fs. 50 (reservada, su copia puede verse en fs.
19) por medio de la que, el 30 de diciembre de 2014, puso en conocimiento de Plan Rombo SA de ahorro para
fines determinados su sorpresa ante los sucesivos cambios de modelo y encarecimiento de su precio, decididos
“...voluntariamente por Plan Rombo SA sin notificación previa...”, y exigió que “...se respete el contrato
firmado y se vuelva al plan original (Renault Sandero Expression) y se me reintegre el dinero que se debitó de
mi cuenta...”.
Fue la ausencia de respuesta a esa carta documento la razón por la que la misma actora, el 6 de marzo del
año siguiente, por igual vía epistolar comunicó su decisión de rescindir el contrato y solicitó el reintegro de lo
que había sufragado hasta ese momento (v. carta original de fs. 48, copiada en fs. 18).
Esta vez sí hubo respuesta: Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados dirigió a la actora la carta
documento de fs. 52 (su copia corre en fs. 21) en la que señaló haber aceptado la renuncia al contrato y puesto
en su conocimiento que el haber de cuotas se liquidaría una vez finalizada la vigencia del grupo, en noviembre
de 2019; lo que por su lado provocó que la señora Tondi contestara, reiterando las razones de la decidida
rescisión del vínculo y la solicitada devolución de las sumas abonadas (original de fs. 55, copiada en fs. 23).
Trajo la demandante al expediente los talones de pago correspondientes a las cuotas nros. 2 y 3, en las que
bajo el rubro “modelo” se individualiza un vehículo Sandero Express (originales de fs. 43 y 44; copias de fs. 14
al pie y 15), y a las mensualidades nros. 27 y 28, en las que el modelo del rodado se corresponde a un Fluence
PH2 1.6 (originales de fs. 45 y 46, copias de fs. 16 y 17).
Más allá de que la recurrente de que ahora trato desconoció la autenticidad de la epístola de fs. 50, la
restante cursada por la iniciante y los talones de pago que esa misma parte acompañó al expediente fueron
expresamente reconocidos por la primera (contestación de demanda, fs. 100 vta., capítulo e).
i. Sostuvo la quejosa, en el primero de los agravios que expresó, que según lo pactado en la cláusula 15° del
contrato, dado que el incremento del precio correspondiente a cada gama o modelo no superó el 20%, alcanzó
con individualizar en cada talón de pago el modelo del rodado en cada ocasión en que éste mutó, para
considerar satisfecho el recaudo exigido por esa norma contractual.
Pues bien.
Que el aumento del precio del automotor de que tratamos no sobrepasó el aludido porcentaje quedó
suficientemente demostrado (pericia contable, fs. 274, respuesta al punto 7) de manera que ahora, este asunto se
encuentra fuera de discusión (art. 477 del Código Procesal). Empero, aún en tal supuesto cupo que la
administradora del plan de ahorro previo notificara a la actora de los sucesivos cambios de gama y/o modelo del
vehículo: indudable es tal cosa, a poco que se advierte que el párrafo inicial con que fue concebida la cláusula
15° del contrato dispone que “Se considerará que existe sustitución o discontinuidad de un modelo o variante de
modelo de Automotor Tipo, cuando el Fabricante o Representante del Fabricante Exportador del automotor, así
lo notifique a Plan Rombo, quien así lo hará saber a la Inspección General de Justicia y a los Suscriptores en
forma fehaciente”.
Lo cual coordina con lo normado en la cláusula 26° del mismo contrato, que considera “comunicación
fehaciente” a aquélla instrumentada mediante carta documento, telegrama colacionado o con copia con aviso de
recepción, nota con acuse de recibo u otro medio de “comunicación epistolar a través del cual se pueda acreditar
el envío y recepción de la pieza y el contenido enviado a través de la misma” (sic).
Sucede que de acuerdo con lo normado por el art. 4° de la ley 24.240 el proveedor se halla obligado a
suministrar al consumidor información cierta, clara y detallada de las condiciones de comercialización de los
bienes o servicios que provee; deber éste que constituye una obligación legal de conducta no sólo en la etapa
precontractual, sino también en la etapa de ejecución del contrato, con el propósito de garantizar al acreedor un
cumplimiento satisfactorio (esta Sala, voto del señor juez Heredia en la causa “Rodríguez Delgado, Heraldo O.
c. Volkswagen SA de ahorro para fines determinados”, 20/11/2014; cfr. Stiglitz, en “El deber general de
información contractual”, RCCyC, N° 11, diciembre 2016, p. 3, cap. VII; Crovi, en “El deber de información en
los contratos”, LA LEY 2016-F, 1051, texto y nota N° 11; Lorenzetti, en “Código Civil y Comercial de la
Nación, comentado”, Buenos Aires, 2015, t°. VI, p. 255; Kemelmajer de Carlucci - Tavano de Aredes, en “La
protección del consumidor en el Derecho Privado”, publ. en “Derecho del Consumidor” 1991, N° 1, p. 11;
Navas, en “Derecho constitucional del consumidor a una información adecuada y carga probatoria dinámica”,
publ. en diario LA LEY del 18/12/2012; Picasso-Vázquez-Ferreyra, en “Ley de Defensa del Consumidor,
comentada y anotada”, Buenos Aires, 2009, T. I, ps. 66 y 67, cap. V; Fernández-Gómez Leo, en “Tratado
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teórico-práctico de Derecho Comercial”, Buenos Aires, 2009, T. II-B, p. 882; Farina, en “Defensa del
consumidor y del usuario”, Buenos Aires, 2004, p. 168, N° 11).
Sin embargo, respecto de la actora nada de esto fue cumplido (aunque sí la IGJ fue informada según surge
de fs. 166/185) y, por cierto, no bastó con indicar en los cupones de pago provistos a la suscriptora tanto el
nuevo modelo cuanto su precio para considerar cumplido el recaudo convencional: claro está que la así actuada
no es una de aquellas formas especificadas en la cláusula 26° del contrato según arriba quedó expuesto.
Así pues, —coincido con lo dictaminado por la señora fiscal general ante esta alzada— quedó a mi juicio
suficientemente demostrado que Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados incumplió el deber de
información a cuya prestación se obligó según la letra del propio contrato que le vinculó con la actora.
En cuanto a lo tratado, pues, la recurrente no lleva razón.
ii. Ingresaré ahora al estudio de la cuestión planteada por Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados
en el segundo de los agravios.
(i) Comenzaré por señalar que el sistema de reajuste previsto en esta clase de contratos de ahorro previo
tiene una finalidad concreta basada en su carácter eminentemente mutualista: los ahorristas que conforman cada
grupo deben aportar mes a mes el dinero necesario para adquirir dos unidades que se adjudicarán por sorteo y
licitación, de manera que si el precio de los automotores aumenta (o en improbable hipótesis, disminuye), en la
misma proporción se modificarán las cuotas del plan.
Es por esto que en el caso de renuncia o exclusión del adherente, en principio él debe aguardar a que el plan
finalice para que le sea restituido lo que oportunamente sufragó, menos las penalidades que en cada caso
corresponda aplicar y descuentos de gastos que se hubieren prorrateado, tal y como aparece previsto en las
cláusulas 17° y 18° del contrato.
En principio, dije, porque si bien las disposiciones del contrato aplicables a los casos de renuncia o de
incumplimiento del adherente imponen esperar hasta que se produzca la liquidación del grupo, en este caso ya
hemos visto que la resolución del vínculo decidida por la actora lo fue con causa, frente al incumplimiento en
que incurrió la administradora del plan (v. en un caso parecido, mi voto en la causa “Padrós, Patricia M. c.
Seoane, Mirta N. y otros” del 05/03/2010, emitido mientras me hallaba a cargo de la vocalía N° 8 de la Sala C
de esta Excma. Cámara; y en igual dirección CNCom., Sala A, en autos “Molina, Claudio c. Círculo de
Inversores SA de ahorro para fines determinados”, 15/11/2005; y Sala E, in re “Muñoz, Magdalena c.
Volkswagen SA de ahorro para fines determinados”, 29/06/2007).
En tal escenario, la desestimación de este primer asunto introducido en la queja de que trato es la
consecuencia.
(ii) En lo que al monto a ser restituido se refiere (es ésta la segunda cuestión planteada en el mismo agravio)
que se estableció en $45.000, es cierto, y así lo sostuvo la recurrente, que en la sentencia se omitió mencionar
cuál fue el modo de cálculo que autorizó la fijación de esa suma.
Pues es obvio que la sola remisión formulada en el pronunciamiento de grado (en el 2° párrafo del
Considerando a, en fs. 330) a lo dictaminado por el perito en contabilidad al responder el punto 3° en fs. 274
(donde el experto informó que la actora había sufragado veintiocho mensualidades, hasta el 10 de abril de 2015;
v. fs. 330) se muestra notablemente insuficiente para formar convicción.
Así las cosas, una vez devuelto el expediente a la instancia originaria, el perito en contabilidad designado en
las actuaciones informará acerca del monto total de las cuotas sufragadas por la iniciante y una vez conocido ese
dato, el capital así determinado engrosará con intereses que se calcularán de la forma y con los alcances
dispuestos en el veredicto, pues respecto de esto último no medió apelación.
A mi juicio, entonces, debemos estimar esta porción de lo recurrido por Plan Rombo SA de ahorro para
fines determinados.
iii. Como también, en mi criterio, procede el tercero de los agravios que esa parte expresó.
Lo explico.
Tanto en el ámbito de la responsabilidad contractual como en el campo de los hechos ilícitos, el
resarcimiento del daño moral fue considerado procedente con base en las normas de los arts. 522 y 1078 del
Cód. Civil, bien que con perfiles propios: las expresiones utilizadas por el art. 522 “podrá”, “índole del hecho
generador”, y “circunstancias del caso” en realidad son pautas que persiguen como finalidad un mayor

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afinamiento del criterio del magistrado para evitar que se llegue a situaciones disvaliosas como lo sería,
precisamente, si llegara a admitirse, automáticamente ante el sólo incumplimiento contractual, el rubro en
cuestión.
Y de otro lado, la circunstancia de que el art. 1078 se refiriera al caso del delito criminal no excluía que se
indemnizara, también, el daño moral cuando no hubiera habido ilícito penal: conteste hallábase la doctrina en
cuanto a que “debe aplicarse un criterio más amplio, que se adecua mejor con la teoría moderna de la reparación
integral” (cfr. Borda, en “Tratado de Derecho Civil— Obligaciones”, Buenos Aires, 1967, T. I, p. 144, N° 175),
criterio éste que se explicó con base en las normas de los arts. 519 y 520 del viejo Código referidas a la
inejecución de las obligaciones en general y comprendía todos los daños, incluido aquél de índole moral (v. en
igual sentido Orgaz, en “El daño resarcible”, Buenos Aires, 1960, p. 143, N° 11; Pizarro, en “Daño moral”,
Córdoba, 1998, p. 36; Lafaille, en “Derecho Civil-Tratado de las obligaciones”, Buenos Aires, 1947, vol. I. ps.
210 y ss.; Llambías, en “Compendio de Derecho Civil-Obligaciones”, Buenos Aires, 1974, ps. 108 y ss.;
Brebbia, en “El daño moral” y en “Nuevo examen de la teoría de la reparación de los daños morales en el
derecho positivo argentino”, ambos artículos publ. en “Estudios de Derecho Civil en homenaje a Héctor
Lafaille”, Buenos Aires, 1962, desde p. 151; mismo autor, en “El resarcimiento del daño moral después de la
reforma del decreto ley 17.711”, publ. en ED, 58-239).
En la actualidad, poco o nada ha variado.
Ahora el art. 1741 del Cód. Civ. y Comercial, que coordina con la definición de daño contenida en el art.
1737 del mismo cuerpo legal, alude al daño no patrimonial que es entendible como equivalente a lo que
usualmente es denominado daño extrapatrimonial o moral: precisamente, el resarcimiento por daño moral está
dirigido a compensar los padecimientos sufridos por la víctima de la iniuria en el plano espiritual, a
consecuencia de un incumplimiento imputado al deudor.
En pocas palabras, el daño moral se halla vinculado con el concepto de desmedro extrapatrimonial o lesión
en los sentimientos personales que no son equiparables ni asimilables a las meras molestias, dificultades,
inquietudes, o perturbaciones que pueda llegar a provocar un incumplimiento contractual, en tanto estas
vicisitudes o contrariedades son propias del riesgo de cualquier contingencia negocial (esta Sala, “Parodi, Carlos
H. c. Banco Itaú Buen Ayre SA”, 01/11/2016; íd., “Buen Día Discount SRL c. Bangliang Mao”, 03/11/2016).
(i) Es en general difícil concebir que el incumplimiento de un contrato pueda ocasionar a la víctima un
agravio de índole espiritual, y es por esto que en tales casos el daño moral en principio no se presume y, por
ende, debe ser probado, a salvo las hipótesis contempladas por el art. 1744 del Cód. Civ. y Comercial.
En efecto: esa norma establece lo siguiente: “Prueba del daño. El daño debe ser acreditado por quien lo
invoca, excepto que la ley lo impute o presuma, o que surja notorio de los propios hechos”. Y en verdad, ese
dispositivo nada innovó, sino que recogió la vasta doctrina elaborada en torno a la presunción legal de la
existencia de tal demérito y de su notoriedad cuando surge de los propios hechos (v. por todos Bustamante
Alsina, en “Equitativa reparación del daño no mensurable”, publ. en LA LEY 1990-A, 654).
De tal premisa se infiere una clara excepción a la regla general de la carga de la prueba cuando los daños
surgen notoriamente de los mismos hechos que los ocasionaron. En tal sentido, los “hechos notorios” son
aquellos hechos comunes, conocidos y tenidos por ciertos por la generalidad de las personas, que por investir tal
calidad excluyen la posibilidad de que sean puestos en duda por el órgano judicial (Lorenzetti, en “Código Civil
y Comercial de la Nación, comentado”, Buenos Aires, 2015, T. VIII, p. 513, N° III.1.).
Lo cual implica que la facultad que al juez le conceden las normas citadas debe ser apreciada con rigurosa
mesura, analizando detenidamente la índole del hecho generador de la responsabilidad y demás circunstancias
concurrentes, dado que de ordinario en el ámbito contractual (quedó dicho) lo que resulta afectado no es más
que un interés patrimonial.
Es por esto que corresponde al juzgador aplicar la condena de acuerdo con la índole del hecho generador de
la responsabilidad y las circunstancias del caso, diferenciando los incumplimientos contractuales de los que
—en principio— sólo pueden derivarse las simples molestias propias de cualquier incumplimiento, de aquéllos
que, generados en errores cometidos o en la actividad desplegada por uno de los contratantes —con culpa o aún
dolo— son susceptibles de causar padecimientos morales.
(ii) En la pieza de inicio el letrado apoderado de la demandante sostuvo que “De acuerdo a como sucedieron
los hechos, y respecto a las circunstancias de padecimientos de mi mandante y su familia, solicito a V.S.
establezca una suma dineraria como compensación del daño moral, que tenga la finalidad ejemplificadora y
reparadora, que sea de envergadura suficiente para terminar con los abusos de los que son víctima muchos
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consumidores...” (v. fs. 72, apartado g, primera oración).


Fácil se advierte que tal frase, única sobre cuya base fue fundada la procedencia de la indemnización
requerida por el rubro en cuestión, carece de la mínima precisión acerca de la existencia y en su caso, gravedad
del demérito moral sedicentemente padecido por la suscriptora del plan de ahorro previo.
De manera que a la luz de todo lo expuesto, atendiendo a que en la pieza de inicio no fue descripta cuál fue
la conducta antijurídica que, atribuida a la demandada, tuvo aptitud para generar un agravio de índole moral y,
principalmente, a que ninguna prueba produjo la iniciante que demuestre que por causa del incumplimiento ella
soportó un daño que exorbitó las simples molestias derivadas de tal cosa ni, en el caso, podría presumirse in re
ipsa su existencia, concluyo que fue insusceptible de generar demérito espiritual el incumplimiento en que
indudablemente incurrió Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados (esta Sala, “Gomara Quesada, Juan
c. La Universal Compañía de Seguros SA”, 16/11/1987; íd., “Di Pietro, Paolo G. R. c. BBVA Banco Francés
SA”, 24/10/2006; íd., “Aime, Aníbal R. c. HSBC Bank Argentina SA”, 22/12/2008; íd., “Echeverría, Ernesto c.
Paraná SA de Seguros”, 02/09/2005; íd., “Cino, Ricardo c. La Mercantil Andina Compañía de Seguros SA”,
30/12/2008; íd., “D’Andría, Alejandro c. Seguros Bernardino Rivadavia Cooperativa Limitada”, 14/09/2009;
íd., “Corrieri, Héctor Carlos c. Viel Automotores SACIFI”, 17/03/2010; íd., “Gallo, Claudio Alejandro c. HSBC
La Buenos Aires Seguros SA”, 29/06/2012; íd., “Esteve, Jorge Alberto c. Siemens SA”, 18/09/2018).
Es, entonces, mi opinión que este agravio procede.
iv. En lo que a la cuarta queja concierne, diré que por ser la aquí tratada una demanda indemnizatoria
corresponde que las costas sean cargadas en su totalidad a la parte demandada, de acuerdo con una apreciación
global de la controversia y con independencia que algunas de las reclamaciones de la demandante hayan
progresado parcialmente en relación con la totalidad de los rubros o montos pretendidos, sin que quepa sujetarse
en esta materia a rigurosos cálculos aritméticos (esta Sala, “Álvarez de Cardarelli, Olga I. c. Universal
Assistance SA”, 03/11/2016; íd., “De Paoli, María C. c. Banco de la Provincia de Buenos Aires”, 03/11/2016;
íd., “Da Costa, Avelino Luis c. Federación Patronal Seguros SA”, 20/12/2016; íd., “Serviur SA c. Serus
Construcciones SRL”, 27/12/2016; íd., “Sperlungo, Daniel R. c. Aparicio, Diego A.”, 29/12/2016; íd., “Pérez,
Susana c. HSBC Bank Argentina SA”, 13/06/2017; íd., Monachesi, Carlos Alberto c. CTI Compañía de
Teléfonos del Interior SA”, 28/03/2019).
Esto, porque fue Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados quien, con su proceder, dio motivo al
pedido resarcitorio.
Por estas consideraciones opino que esta parte de lo recurrido no debe prosperar.
v. Sin perjuicio de que conforme lo normado por el art. 244 del Código Procesal, el recurso por el monto de
los honorarios ha sido tardíamente interpuesto por la codemandada Plan Rombo SA de ahorro para fines
determinados en el quinto de los agravios que expresó (cfr. Rivas, en “Tratado de los recursos ordinarios”,
Buenos Aires, 1991, t°. 2, ps. 603/604, N° 273; Highton-Areán, en “Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación. Concordado con los códigos provinciales - Análisis doctrinal y jurisprudencial”, Buenos Aires, 2004,
t°. 4, ps. 851/852, N° 5; Fenochietto-Arazi, en “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, comentado y
concordado”, Buenos Aires, 1993, t°. 1, p. 874, N° 3; Fassi-Yañez, en “Código Procesal comentado”, t°. 2, p.
301, pto. 4; esta Sala, “Lagarcué SA c. Banco de Galicia y Buenos Aires SA”, 23/05/2008; íd., “Cablevisión SA
s/ acuerdo preventivo extrajudicial”, 31/03/2008; íd., “Bautec SA c. Transportadora Augusta SP Ltda.”,
13/11/2014), esta cuestión, ahora, ha devenido abstracta.
Porque dado que según lo expuesto en los apartados ii. (ii) y iii., la base sobre la que los estipendios
profesionales fueron regulados habrá de mutar, corresponde dejar sin efecto la regulación de los honorarios
practicada en el expediente.
Tal es mi opinión sobre este particular asunto.
2. Del recurso interpuesto por Capillitas SA.
i. En estos contratos de ahorro previo, la concesionaria actúa en cumplimiento de las instrucciones o del
mandato recibido de la administradora como representante de ésta: tiene como misión recibir la oferta y
eventualmente proceder a la entrega del bien en el caso que la administradora así lo decida; es el agente
colocador o productor de sistemas de venta mediante los planes de ahorro previo, siendo agentes de comercio
mandatarios de las empresas administradoras con facultad de contratar en su representación, asumiendo de una
manera estable el encargo de promover ventas generalmente en una zona predeterminada, percibiendo una
compensación proporcional a la importancia de los negocios concluidos con su intervención (esta Sala, “Gómez,

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Viviana Elizabet c. Alra SA”, 27/02/2014).


Por ello es que si bien la concesionaria no reviste el carácter de contratante directo con el consumidor, como
intermediaria en estos sistemas destinados a la colocación de planes de ahorro y a la entrega de los rodados por
cuenta de la sociedad administradora constituye un nexo insoslayable entre ambas partes, participando de esa
actividad y compartiendo un mismo interés económico: bien señala Lorenzetti (en “Tratado de los Contratos”,
Santa Fe, 2004, T. I, p. 105) que “...la concesionaria es el vehículo que utiliza la empresa de ahorro para ofertar
sus productos. De ello obtiene una evidente ventaja asociativa, ya que de lo contrario vendería en forma
autónoma.”.
De todo lo dicho resulta que la concesionaria actúa como representante de la administradora del plan de
ahorro en virtud del mandato que esta le confiere, y es por virtud de ese vínculo que actúa como agente
colocador (esta Sala, “Vicente Manzi e Hijos SACIF s/ quiebra c. Volkswagen”, 26/03/2015; íd., “Callone,
Ezequiel E. c. Novo Auto SA”, 22/10/2019).
ii. Lleva dicho esta Sala (in re: “Ruíz Martínez Esteban c. Garbarino SA”, 22/03/2018; en “Balembaum SA
c. Volkswagen Argentina SA”, 03/05/2018; en “Bandin, María Elena c. Brenson Autos SA”, 15/08/2019; y en
“Bernasconi, Diego Ariel c. Volkswagen Argentina SA”, 28/05/2019) que el específico ámbito de actuación de
la previsión contenida en el art. 40 de la ley 24.240 supone la presencia de un producto o servicio riesgoso o
vicioso y que el consumidor ha sufrido un daño por ese defecto, siendo precisamente tal hipótesis la que
justifica extender la legitimación pasiva a todos los sujetos que de un modo u otro participaron en la creación
del riesgo u obtuvieron ventajas del producto o servicio (cfr. Picasso, en “La culpa de la víctima en las
relaciones de consumo. Precisiones de la Corte Suprema”, LA LEY 2008-C, 562).
Por consiguiente, el régimen de responsabilidad establecido en el art. 40 de la ley 24.240 no resulta aplicable
cuando se trata del incumplimiento de la o las obligaciones principales a cargo del proveedor (en el caso, de
Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados), siendo claro que el objetivo del citado precepto no fue el de
conferir a todos los miembros de la cadena de producción y comercialización de un producto o servicio el
carácter de garantes del exacto cumplimiento de las obligaciones del vendedor directo de aquel, sino solamente
el de poner a su cargo un deber de inocuidad respecto de esos productos o servicios por su riesgo o vicio, nada
de lo cual se presenta en el sub lite (esta Sala, “Balembaum SA c. Volkswagen Argentina SA”, 03/05/2018; íd.,
“Bandin, María E. c. Brenson Autos SA”, 15/08/2019; íd., “Bernasconi, Diego A. c. Volkswagen Argentina
SA”, 25/08/2019).
De lo expuesto se sigue que por cuanto no fue carga suya, no cupo responsabilizar a Capillitas SA por el
probado incumplimiento del deber de informar fehacientemente a la adherente de los sucesivos cambios de
gama y/o modelo y de su precio en que incurrió la administradora del plan de ahorro previo.
Lo dicho me lleva a proponer al Acuerdo la admisión del primero de los agravios introducidos por la
concesionaria, y en lo referido al restante hago remisión a cuanto dije en el capítulo 1.iii. lo cual, lógicamente,
apareja igual solución.
3. De la revocación de la sentencia que condenó también a Renault Argentina S.A.
Lo anterior conduce, también a la absolución de la fabricante, más allá de que en este caso Renault
Argentina SA no interpuso recurso alguno contra el pronunciamiento de grado que le condenó (nótese que la
sentencia fue apelada por la actora y las codemandadas Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados y
Capillitas SA según surge de fs. 337 y 339 y de la nota de elevación del expediente a esta alzada de fs. 350).
Ello es así, porque ambas demandadas resistieron la pretensión de la actora como litisconsortes pasivos
facultativos, y si bien, en principio, en un litisconsorcio facultativo, cada uno de los litisconsortes actúa en
forma autónoma, de donde los recursos interpuestos sólo benefician a quienes los opusieron, tal postulado
admite excepciones que se vinculan con el tenor de las defensas introducidas en los agravios.
De tal modo, si éstas contienen fundamentos de carácter general o comunes, porque atañen a la esencia de la
relación jurídica, y son estimadas en el fallo de alzada, los efectos de la revocatoria del fallo de primera
instancia afectan a un extremo en que se halla interesado un codeudor que no ha apelado la sentencia,
repercutiendo el éxito del litisconsorte recurrente sobre el inactivo (esta Sala, del voto del Dr. Heredia en autos
“Gisler, Rodolfo E. c. Carlos Termini SRL”, 09/10/2014; y en la causa “Martínez, Raúl Andrés c. Nexo
Asociación Civil”, 10/12/2008; v. en esa línea CNCiv., Sala A, “Sosa, José R. c. Estacionamiento Ayacucho
1132 SRL”, 07/08/1996; cfr. Palacio, en “Efectos del recurso interpuesto por un litisconsorte en el caso del
litisconsorcio facultativo”, ED, 153-568; Highton - Areán, en op. cit., T. 2, p. 301).

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Por esto es que corresponda revocar también la condena respecto de Renault Argentina SA, por ser
inconcebible que la sentencia final tenga un contenido distinto para uno y otro de estos colitigantes, sin
incurrirse en una intolerable contradicción (cfr. Palacio, en “Efectos del recurso interpuesto por un litisconsorte
en el caso de litisconsorcio facultativo”, ED, 153-572; esta Sala, “Martínez, Raúl Andrés c. Nexo Asociación
Civil”, 10/12/2008; íd., “Marlit SA s/ quiebra c. Litwak, Manuel”, 29/03/2012).
Así lo he de proponer.
4. De la apelación que introdujo la actora Marina A. Tondi.
La cuestión planteada en el recurso, que en pocas palabras postula la aplicación de sanciones
ejemplificadoras como modo de desalentar la reiteración de casos como el aquí examinado, iuria novit curia
bien puede encuadrarse en la previsión del art. 52 bis de la ley 24.240.
El daño punitivo como instituto halla sólido predicamento en el derecho anglosajón, donde se lo designa
como “punitive damages”, o “exemplary damages”, o “non compensatory damages”, o “penal damages”, o
“aggravated damages”, o también “additional damages”, aunque tal denominación es en cierta medida objetable,
pues lo que se sanciona son ciertos ilícitos calificados por su gravedad y no el daño en sí mismo.
En nuestro medio, el daño punitivo ha sido definido como las sumas de dinero que los Tribunales mandan
pagar a la víctima de ciertos ilícitos, que se añaden a las indemnizaciones por daños realmente experimentados
por el damnificado, que están destinados a punir graves inconductas del demandado y a prevenir hechos
similares en el futuro (cfr. Pizarro, en “Derecho de daños”, Buenos Aires, 1993, p. 291).
Tres son, entonces, las funciones de tal instituto: sancionar al causante de un daño inadmisible, hacer
desaparecer los beneficios injustamente obtenidos provenientes de la actividad dañosa, y prevenir o evitar el
acaecimiento de hechos lesivos similares al que mereciera la punición (cfr. Trigo Represas, en “La
responsabilidad civil en la nueva Ley de Defensa del Consumidor”, publ. en La Ley Online; Stiglitz-Pizarro, en
“Reformas a la Ley de Defensa del Consumidor”, LA LEY 2009-B, 949; Tévez-Souto, en “Algunas reflexiones
sobre la naturaleza y las funciones del daño punitivo en la ley de defensa del consumidor”, publ. en RDCO,
2013-B-668; López Herrera, en “Daños punitivos en el derecho argentino. Art. 52 bis”, publ. en JA,
2008-II-1198; Falco, en “Cuantificación del daño punitivo”, diario LA LEY del 23/11/2011; Colombres, en
“Daño Punitivo. Presupuestos de procedencia y destino de la multa”, publ. en diario LA LEY del 19/10/2011).
El instituto en cuestión aparece regulado por el art. 52 bis de la Ley de Defensa del Consumidor (según texto
introducido por ley 26.361) que, en lo que aquí interesa, prevé que frente “al proveedor que no cumpla sus
obligaciones legales o contractuales con el consumidor, a instancia del damnificado, el juez podrá aplicar una
multa civil a favor del consumidor, la que se graduará en función de la gravedad del hecho y demás
circunstancias del caso, independientemente de otras indemnizaciones que correspondan”, y concluye del modo
siguiente: “La multa civil que se imponga no podrá superar el máximo de la sanción de multa prevista en el
artículo 47, inciso b) de esta ley”.
Una rápida lectura del texto transcripto lleva a pensar que para la procedencia del daño punitivo alcanzaría
con demostrar el incumplimiento del contrato por parte del proveedor, y así ha sido entendido en algunos
precedentes que estiman que lo único que se requiere es la demostración de la existencia de dicho
incumplimiento (a modo de ejemplo, puede consultarse el fallo de la Sala II de la Cámara de Apelaciones en lo
Civil y Comercial de la Ciudad de Mar del Plata, in re: “Machinandiarena Hernández, Nicolás c. Telefónica de
Argentina”, dictado el 27/05/2009).
Empero, en mi criterio tal postura no puede ser compartida desde que esa literal —y si se quiere ligera—
interpretación de la norma resulta contraria a la propia esencia y espíritu del instituto.
Por el contrario, existe consenso mayoritario, tanto en el derecho comparado cuanto en la doctrina nacional,
acerca de que el daño punitivo únicamente procede en supuestos de particular gravedad, calificados (i) por el
dolo o la culpa grave, es decir, una falta grosera consistente en no haber tomado una precaución juzgada como
necesaria, que se configura cuando media una manifiesta y grave despreocupación identificándose con la
voluntad consciente más que con el simple descuido; (ii) por la obtención de un enriquecimiento ilícito y,
también, (iii) por un abuso de posición de poder cuando ella evidencia un menosprecio grave por derechos
individuales o de incidencia colectiva.
De modo que debemos concluir que el instituto no se aplica en cualquier caso, sino y sólo cuando aparecen
dados aquellos supuestos, esto es, cuando la conducta de la parte que provoca la ruptura del contrato va más allá
del mero incumplimiento contractual (cfr. Pizarro, op. cit. p. 301; también Nallar, en “Improcedencia de los

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daños punitivos en un fallo que los declara procedentes”, LA LEY 2009-D, 96; esta Sala, “Castañón, Alfredo J.
c. Caja de Seguros SA”, 09/04/2012; íd., “Da Costa, Adelino L. c. Federación Patronal Seguros SA, 20/12/2016;
íd., “Páez, Mariano c. Banco Santander Río SA”, 20/04/2017; íd., “Teshima, Mariano c. Caja de Seguros SA”,
18/05/2017; íd., “Pérez, Susana c. HSBC Bank Argentina SA”, 13/06/2017; íd., “Rulloni, Mario A. c. Agioletto
SA”, 03/04/2018; íd., “Martínez, Pedro E. c. Gire SA”, 03/08/2018; íd., “Fernández, Laura c. Galeno Argentina
SA”, 14/08/2018; íd., “Bernardi, Ana Nélida c. Centro Automotores SA”, 29/08/2019; íd., “Callone, Ezequiel
Edelmar c. Novo Auto SA”, 22/10/2019).
Vista así esta cuestión, fue menester que por imperio de lo normado por el art. 377 del Código de rito la
actora aportara prueba demostrativa de que tanto la administradora del plan de ahorro, la concesionaria y la
fabricante se condujeron con dolo, o de que incurrieron en grave negligencia y/o de que se enriquecieron
indebidamente, y esto no fue hecho.
Incumplida entonces esa carga o, lo que es igual, indemostrados los extremos de procedencia de la sanción
de que se trata, la inadmisión del agravio que acerca de este asunto interpuso la demandante es la consecuencia.
5. De las costas devengadas en la instancia originaria.
Por entender que la actora pudo razonablemente creerse con derecho para demandar a Renault Argentina SA
y a Capillitas SA, corresponde que las costas devengadas en la primera instancia por la actuación de ambas
personas jurídicas se distribuyan por su orden (art. 68, 2° párrafo, del Código Procesal).
Las restantes y las comunes serán cargadas a la codemandada Plan Rombo SA de ahorro para fines
determinados, según arriba, en el capítulo 1.iv., quedó dicho (art. 68, párrafo primero, del mismo cuerpo legal).
IV. La conclusión.
Propongo, entonces, al Acuerdo que estamos celebrando: (i) desestimar el recurso que interpuso la actora;
(ii) estimar parcialmente aquél interpuesto por Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados y, por
consecuencia, modificar la sentencia en los términos y con los alcances de lo expuesto en el apartado ii.(ii) del
capítulo 1. del Considerando III y revocarla en cuanto condenó a sufragar una suma en concepto de daño moral;
(iii) estimar también el recurso introducido por Capillitas SA y absolver a ésta y a Renault Argentina SA; y (iv)
dejar sin efecto la regulación de honorarios. Con costas de primera instancia que se distribuyen según lo
expuesto en el capítulo 5. Del mismo Considerando III; sin costas de alzada por no haber mediado
contradictorio.
Así voto.
El doctor Vassallo dijo:
I. Mi apreciado colega el doctor Garibotto ha efectuado una pormenorizada descripción de los hechos en
debate, lo cual me exime de repetirlo al inicio de este voto.
En su ponencia ha propuesto acoger parcialmente la demanda, aunque con parciales diferencias a lo
sentenciado en la instancia de grado.
Si bien en mi voto postularé igual solución, entiendo que el incumplimiento de Plan Rombo SA se revela en
la desatención abusiva de un aspecto central del negocio, aspecto diferente al valorado por el señor magistrado
que me precedió en el uso de la palabra.
De todos modos, una vez aclarada tal diferencia, adelanto que adheriré a lo propuesto por mi colega respecto
de las consecuencias de aquella desatención.
II. En prieta síntesis, la señora Tondi imputó a los tres demandados en su escrito de inicio las siguientes
irregularidades: a) Haber cambiado unilateralmente el “vehículo tipo” del grupo que integraba su parte (era un
“Renault Sandero” por un “Fluence”, a pesar de no haber razones para ello en tanto continuó comercializando el
automóvil excluido aún a través de nuevos grupos de Plan Rombo; y b) aún frente a tal “ilegítimo e inexplicable
cambio de modelo”, la demandada no cumplió con las condiciones de notificación pactada a los suscriptores (fs.
69v).
Iniciaré mi ponencia analizando esta segunda impugnación por ser la que justificó, en la mirada de mi
colega, concluir que había mediado incumplimiento contractual de la administradora del sistema de plan de
ahorro.
1) El voto que inició este Acuerdo concluyó que Plan Rombo SA había infringido el contrato al no haber
notificado de modo fehaciente a la actora el mentado cambio de modelo. Y ello le habría impedido no solo
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cuestionar la modificación del vehículo, sino también la facultad de optar por una de las dos variantes que
contempla la cláusula 15 del contrato.
Para arribar a tal conclusión mi apreciado colega se apoyó en lo estipulado en el primer párrafo de la ya
nombrada cláusula 15 en cuanto literalmente dispuso que frente a la “sustitución o discontinuidad de un modelo
o variante del modelo del Automotor Tipo...” Plan Rombo “...lo hará saber a la Inspección General de Justicia y
a los Suscriptores en forma fehaciente”.
Si bien lo destacado en el voto inicial se corresponde estrictamente con la redacción inicial de la disposición
citada, de seguido la misma estructura un procedimiento para tal situación, tanto para calcular el nuevo quantum
de las cuotas futuras, como para habilitar al suscriptor a que continúe con el plan o renuncie al mismo sin
penalidad. Hipótesis esta última que, según lo expresamente previsto, sólo es operativa cuando el valor del
nuevo rodado (o modelo) sea superior en un 20% al vehículo anterior.
Plan Rombo SA sostuvo frente a la ausencia de notificación fehaciente (conforme artículo 26 del contrato),
que sólo era menester esa comunicación personal, cuando se daba la circunstancia apuntada: el precio anterior
se hubiera incrementado en más de un 20% por la sustitución del vehículo precedente por el nuevo modelo o
rodado.
Y al no darse tal situación, tal notificación expresa e individual no era necesaria; siendo suficiente entonces
la identificación del automóvil en las boletas mensuales de pago.
Argumento que no fue considerado en la sentencia de grado ni admitido en el voto precedente.
Quizás una interpretación integral de la cláusula podría justificar la postura defensiva de Plan Rombo SA en
este punto.
Sin embargo no es posible ignorar que la redacción de aquella estipulación aparece, cuanto menos confusa
la cual, al haber sido plasmada en un contrato de adhesión resulta obvio concluir que su texto ha sido redactado
e impuesto por la aquí codemandada recurrente.
Derívase de ello que el Juez debe ser más exigente al tiempo de interpretar el contrato respecto de quien ha
sido su autor, rigor que tendrá un resultado beneficioso para el “adherente” cuando se trate de estipulaciones
confusas o abusivas” (esta Sala, 15/04/2009, “Lloyds TSD Bank PLC c. Mujica Graciela y otros s/ ordinario”;
id. 06/04/2010, “Albanese SA c. Peugeot Citroën Argentina SA s/ sumario”).
Debe a su vez meritarse que quien redactó estas “cláusulas predispuestas” posee una organización
profesional especializada en este tipo de negocios, lo cual vuelve aún más injustificable que presente un
contrato con redacción confusa, cuanto menos en el punto en tratamiento.
Así el actual Cód. Civ. y Comercial, receptando los principios que acabo de apuntar y la prolífica doctrina
que lo precedió, expresamente dispuso que “...las cláusulas ambiguas predispuestas por una de las partes se
interpretan en sentido contrario a la parte predisponente” (artículo 987).
Lo hasta aquí dicho permitiría compartir la conclusión a la que arriba el señor Juez preopinante en punto al
incumplimiento imputado.
Sin embargo tal premisa debe ser contrastada con los dichos de la actora que, a mi juicio, permiten arribar a
una solución contraria.
Como puede advertirse en varios párrafos del escrito de demanda, la señora Tondi admitió haber conocido la
modificación unilateral del “automotor tipo” sin que mediara la notificación expresa que hoy reclama.
Así dijo que en mayo de 2014 Plan Rombo procedió al cambio de modelo, “...del Sandero Expression a un
Sandero Privilege...” (fs. 66), levantando su queja sólo porque la codemandada no le comunicó las causas de tal
modificación, explicación a la que no estaba obligada por el contrato.
En la misma foja, bien que en un párrafo subsiguiente, la señora Tondi vuelve a reconocer que en diciembre
de 2014 Plan Rombo SA varió nuevamente el rodado, esta vez por un Fluence 1.6. 16V. Y frente a ello pocos
días después, dentro del mismo diciembre de 2014 (día 30), la actora cursó una carta documento a Plan Rombo
SA donde luego de referir gestiones realizadas ante la concesionaria en el mismo mes (lo cual también refleja un
conocimiento anterior), exige a la administradora que mantenga el vehículo Sandero como rodado “tipo” del
grupo que ella integra.
Lo expuesto refleja, en mi opinión, que la mención del modelo puesta en los recibos mensuales de pago fue
eficaz como información suficiente y tempestiva para que la suscriptora tomara claro conocimiento de la
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variación del vehículo que, según los dichos de Plan Rombo en esta causa, aparentemente habría sido justificado
por la imposibilidad de importar el Sandero.
Entiendo así que no existió incumplimiento de la codemandada Plan Rombo SA por infracción al deber de
información, pues aún cuando no cursó una notificación expresa y fehaciente, el medio alternativo utilizado
(descripción del rodado en los recibos de pago) fue eficiente como notificación.
A todo evento cabe destacar que según el dictamen pericial contable (fs. 274v), cuyas conclusiones son
receptadas por el Dr. Garibotto en su ponencia, el incremento de precio por el cambio de vehículo nunca superó
el 20%.
Va de suyo que ello no exime a la administradora a cursar alguna comunicación a sus adherentes, en caso
que se adopte una interpretación desfavorable para su parte con apoyo en el texto del primer párrafo de la
cláusula 15. Exigencia que no sería operativa si, como postula la codemandada recurrente, sólo debía remitir
una comunicación puntual cuando la diferencia de precio excediera tal porcentaje.
Pero aun adoptando el primer camino interpretativo, resulta claro a mi juicio, que el medio alternativo
utilizado por Plan Rombo fue eficiente y logró su objetivo.
Frente a ello entiendo impertinente objetar con esta base fáctica la conducta de Plan Rombo SA cuando,
como dije, el medio utilizado permitió acercar a la suscriptora la información necesaria para tomar sus
decisiones y sustancialmente idéntica a la que hubiera obtenido mediante carta documento u otro tipo de medio
fehaciente.
Lo dicho me lleva a no compartir la conclusión de mi colega en punto a la presencia de incumplimiento
referente a la publicidad de tal evento excepcional (cambio de vehículo o modelo).
A pesar del referido disenso entiendo, como ya adelanté, que ha existido una concreta desatención del
espíritu y objeto del contrato o, cuanto menos, una aplicación abusiva de las estipulaciones allí plasmadas, que
justifican la condena a Plan Rombo SA como solución que propicia el voto inicial.
2) Según adelanté al iniciar este desarrollo, la actora también objetó la conducta de la administradora
primero por haber variado unilateralmente el modelo y luego el vehículo “tipo” que la señora Tondi tuvo en
mira al suscribir el contrato. Limitaré el estudio a este último cambio (Sandero Privilege por Fluence), pues el
que específicamente recibió la impugnación de la aquí actora.
Si bien la demandante en la carta documento que cursó a fines de diciembre de 2014 cuestionó a Plan
Rombo SA no haberle dado razones para tal modificación, exigencia que no parece tener amparo en el contrato,
luego al iniciar este proceso sostuvo innecesario o impertinente tal modificación en tanto el mentado “Renault
Sandero” continuó siendo comercializado tanto de modo autónomo como a través del Plan Rombo S.A.
Para acreditar tal extremo la actora acompañó diversos avisos publicados en periódicos mendocinos (lugar
de residencia de la señora Tondi), cuya autenticidad fue reconocida por la empresa periodística en fs. 262.
En dichas publicidades se ofrecía el “Nuevo Sandero”, lo cual aparece plasmado, cuanto menos, hasta
noviembre de 2015 esto es casi un año posterior al cambio de automóvil tipo cuestionado por la aquí actora.
De hecho la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina informó, bien que
con confusa redacción, que diferentes modelos de “Sandero” se comercializaron hasta diciembre de 2015 (fs.
205/206).
Plan Rombo SA se limitó a cuestionar la aptitud probatoria de los avisos publicitarios, argumentando que
bien podía tratarse de concesionarias que mantuvieran en stock este tipo de vehículos.
Si bien tal ataque resulta endeble, pues es prácticamente impensable que se conserven a la venta un stock de
automóviles de un año de antigüedad, lo claro es que ni la administradora ni la fabricante (o importadora),
intentó acreditar las razones que la habrían llevado a modificar el vehículo tipo (Sandero por el Fluence), que
según lo que invocó en la comunicación cursada a la IGJ, fue dispuesta la suspensión de la importación de tal
vehículo (Renault Sandero Privilege; fs. 174). No se aclara allí si fue una decisión empresarial o hubo otro
motivo que impidió a la terminal a contar con tal rodado.
Tradicionalmente se ha dicho que corresponde al actor la prueba de los hechos constitutivos, aquéllos que
dan nacimiento a su derecho, mientras que el demandado debe probar los hechos extintivos, modificativos o
impeditivos de la pretensión del contrario. Sin embargo el artículo 377 del código procesal, que legisla sobre la
distribución de la carga probatoria entre los litigantes, no recepta estrictamente aquella interpretación

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tradicional. El código de rito establece que “...incumbirá la carga de la prueba a la parte que afirme la existencia
de un hecho controvertido o de un precepto jurídico que el juez o tribunal no tenga el deber de conocer”. Luego
en un segundo párrafo dispone que cada parte “...deberá probar el presupuesto de hecho de la norma o normas
que invocare como fundamento de su pretensión, defensa o excepción”. No establece los hechos que debe
probar con exclusividad cada parte, sino que indica a todos los litigantes que deberán probar los hechos que
afirman, en tanto sean controvertidos y los que constituyan el presupuesto de hecho de la norma en que se basen
(Leguisamón E., La necesaria madurez de las cargas probatorias dinámicas, Colegio Público de Abogados,
Temas de Derecho Procesal, Revista de doctrina No. 2, p. 80).
Como puede advertirse, el juego de las cargas probatorias carece de la rigidez planteada por la doctrina
tradicional, conclusión compatible con la buena fe que debe primar en la actuación de las partes ante la Justicia.
Es que quien comparece ante los tribunales y esgrime una pretensión o alega una defensa, tiene la obligación de
colaborar en la búsqueda de la verdad. En rigor cada parte invoca su verdad, y en tal inteligencia, debe aportar
los medios para que el juez pueda conocer lo que realmente sucedió y así aplicar el derecho sobre una base
fáctica veraz. En esta nueva cultura del proceso judicial se enmarca la teoría de las cargas probatorias
dinámicas, que coloca el “onus probandi” a cargo de la parte que se encuentra en mejores condiciones fácticas
para acreditar un hecho controvertido. Como señala Leguisamón, “El principio de las cargas probatorias
dinámicas implica que el proceso no se desarrolla a la manera de una lucha, sino que, en razón de la
colaboración de las partes con el tribunal, cabe requerir la prueba de ciertos hechos a ambas partes y, en
especial, a la que está en mejores condiciones de probarlos” (nota citada, página 83). Según puede concluirse,
estos conceptos se apoyan claramente en la necesaria buena fe que deben guardar quienes se presentan ante los
tribunales de justicia requiriendo la solución de un conflicto. Buena fe que reprocha, la cómoda negativa del
demandado respecto de los hechos alegados por su contrario, sin prestar colaboración alguna en pos de la
búsqueda de la verdad. Colaboración que en muchos casos, como en el presente, se encuentra claramente al
alcance de las demandadas atento la posición contractual asumida en el sistema de venta utilizado. En este
marco y con base en estos principios analizaré este punto conflictivo, pues entiendo que amén de su estricta
juridicidad, es el que nos conducirá a una solución justa (mi voto en esta Sala, 14/04/2009, “Giraldez, Adriana
Noemí c. Consorcio Propietarios del Dock 14 y otros s/ ordinario”).
Como ya adelanté, la notificación cursada a la IGJ, según informa tal organismo en fs. 184, indicó como
justificación del cambio de rodado que Renault Argentina SA había informado a Plan Rombo que a partir del 1
de diciembre de 2014 discontinuarían la venta del automóvil Sandero, por suspensión de su importación (fs.
174). Ello fue informado al organismo oficiado por requerirlo así el ya citado artículo 15 del contrato.
Es evidente que tanto Renault Argentina SA como Plan Rombo SA se encontraban en óptimas condiciones
para acreditar fácilmente aquel extremo, el cual además era relevante para sustentar su defensa ante este puntual
ataque.
A pesar de ello se limitaron a negar idoneidad a los avisos publicitarios, sin intentar acreditar la justificación
invocada que podría echar por tierra una de las específicas observaciones de la señora Tondi.
Cuestionamiento que, como dije, fue por demás endeble pues tales avisos demostraban diversas ofertas al
público del automotor “Sandero” hasta noviembre de 2015.
He dicho que no he advertido disposición contractual que exija al fabricante o a la administradora que
explicite la causa que la lleva a modificar unilateralmente el “automotor tipo”.
Sin embargo aún en tal escenario, debe juzgarse que el cambio compulsivo del rodado debería contar con
una justificación que imposibilite continuar con la oferta inicial. Tanto más cuando, como en el caso, tal
modificación supera el mero cambio de modelo del mismo automóvil y se le impone al suscriptor otro de
mayores dimensiones y un precio más elevado.
Es que el adherente, al suscribir el contrato e ingresar en el grupo, tuvo en mira un tipo de automotor
específico idóneo para el uso que se le daría, y con un precio que era accesible al comprador.
En rigor se incorporó a un sistema de venta de automóviles que tenía por objeto un tipo y modelo de
vehículo determinado, elemento esencial en la compraventa.
No ignoro que las terminales automotrices periódicamente realizan algunas modificaciones (muchas veces
cosméticas) en los vehículos que se encuentran en producción. Y en tal inteligencia, es razonable que el contrato
contemple tal situación como lo hace la ya referida cláusula 15.
Sin embargo tal facultad de la terminal y por derivación de la administradora, debe ser ejercida con

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razonabilidad, esto es cuando el rodado exhibe alguna mejora o distinción, como sucede frecuentemente para
diferenciar los años del vehículo o al ofertar al público un nuevo modelo. Al ser estas modificaciones
normalmente poco relevantes, es casi natural que la variación en los grupos de ahorro sea justificada.
Pero cuando las circunstancias superan lo indicado, y lo que se varía es el rodado en sí, sustituyendo el
original por un vehículo diferente, la terminal debería contar con una excusa relevante que impida continuar con
la oferta inicial.
En el caso ni terminal ni la administradora revelaron en sus presentaciones en este proceso las efectivas
razones de tal modificación, si bien la IGJ fue informada que ello se debía a una suspensión de las
importaciones.
En contraposición con ello, como ya dije, la actora acompañó avisos publicitarios mediante los cuales
concesionarias del fabricante continuaban ofreciendo a la venta el producto inicial (“Sandero” en diversas
versiones), por casi todo el año 2015. Avisos cuya autenticidad fue probada y son coincidentes con el informe
dado por la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina que también he citado.
En este contexto, la conducta de la terminal y de la administradora aparece abusiva, pues utilizaron un
recurso contractual de modo indebido e irrazonable. Variaron el “automotor tipo” cuando el mismo seguía
siendo ofertado al público en sus concesionarias.
Como anticipé, tal estipulación permitía a la terminal y por consecuencia a la administradora, a variar el
modelo del mismo rodado o al cambio directo del mismo, frente a contingencias excepcionales y relevantes.
Pero resulta contrario a la télesis de la venta en análisis, que la oferente modifique unilateralmente el bien
objeto de venta, que las partes tuvieron en cuenta al contratar, cuando tal decisión es claramente injustificada.
Como fue señalado, no ha sido probado que el vehículo hubiera sido desactivado o existiera una
imposibilidad permanente de importar el mismo.
Por el contrario, entiendo acreditado que concesionarias de la marca siguieron ofertando el Sandero (en sus
versiones vigentes), durante el año posterior a la modificación unilateral, lo cual deja sin sustento esta última
decisión empresarial.
Es evidente que el ejercicio de la facultad prevista en el referido artículo 15 afecta un aspecto relevante del
contrato, el bien que la administradora ofrece y que el adherente quiere adquirir.
Variar el objeto del negocio constituye una modificación esencial que no puede ser adoptada sin causa que
lo justifique. En este escenario la modificación del “automotor tipo” constituiría el ejercicio abusivo de tal
facultad. Situación que aparece configurada en el caso pues excluyó del grupo al modelo “Renault Sandero”,
cuando el mismo continuó siendo vendido por la marca a través de sus concesionarios y, según lo publicado,
también mediante el sistema administrado por Plan Rombo S.A.
Si bien la recurrente no fue clara, parecería que lo ofrecido al público habría sido un “Nuevo Sandero”. Pero
de haber sido así, la modificación del “automotor tipo” debería haber estado orientada a este nuevo producto y
no a un vehículo diferente como es el “Fluence”.
Como corolario de lo hasta aquí expuesto, entiendo que la administradora ha incumplido el contrato al
modificar arbitraria y abusivamente el vehículo tipo que la actora se había comprometido a adquirir mediante
ese sistema, variando de modo injustificado y unilateralmente elementos centrales del convenio. Tal conducta
importó, a mi juicio, incumplir con su prestación, lo cual justifica responsabilizarlo de las consecuencias de su
ilicitud.
En estas condiciones, bien que por las razones apuntadas, adhiero a la confirmación del fallo postulada por
el Dr. Garibotto en cuanto a Plan Rombo SA se refiere.
III. En punto al concesionario Capillitas SA, comparto la solución que propicia el señor vocal preopinante,
adhiriendo a sus fundamentos.
También adhiero a la propuesta y argumentos desarrollados en el voto inicial respecto del recurso deducido
por la señora Tondi.
IV. No comparto la solución que mi apreciado colega propicia respecto de Renault Argentina SA.
Como se advierte de la compulsa de la causa, tanto la terminal como Plan Rombo SA contestaron demanda
en un escrito conjunto. Sin embargo al tiempo de deducir apelación contra la sentencia de grado, sólo la última

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propuso recurso (fs. 337).


No soslayo que luego al expresar agravios, ambas partes volvieron a actuar en conjunto. Pero esta última
actividad de Renault Argentina SA careció de toda utilidad al no estar precedida de un expreso y tempestivo
recurso.
Obviamente no es admisible conceder aptitud a una expresión de agravios propuesta por una parte que no ha
deducido la previa y necesaria apelación.
Frente a tal omisión, cabe analizar si a pesar de ello la sentencia de la Sala puede beneficiarla.
Adelanto mi respuesta negativa.
Como bien dice el Dr. Garibotto en su ponencia, estamos aquí frente a un supuesto de litisconsorcio pasivo
facultativo, cuya regla es que cada uno de los litisconsortes actúa de forma independiente y autónoma.
Así, como principio, los recursos interpuestos sólo benefician a quienes lo interpusieron. Y no advierto aquí
estemos ante la excepción que propicia el voto inicial.
Los fundamentos desarrollados para absolver a Capillitas SA, únicos que pueden ser considerados en tanto
la única que se propone absolver, no pueden ser aplicados al caso de Renault Argentina SA para justificar igual
resultado, tal como lo propone mi colega, en tanto ocupa una distinta posición negocial y jurídica en el sistema
contractual en estudio.
No se trata entonces de razones que inescindiblemente aplican tanto a la concesionaria cuanto a la terminal.
De hecho los argumentos defensivos fueron diferentes en tanto Renault Argentina SA al contestar demanda se
limitó a negar todo vínculo contractual con la aquí actora y, de seguido sólo adhirió al responde de Plan Rombo
SA; mientras que Capillitas SA fue absuelta al receptar su posición en orden a ser simple mandataria de la
administradora del sistema.
En esta situación cabe aplicar el principio general ya señalado.
Como lo explicó hace ya varias décadas el maestro Alsina, “El principio de la plenitud de la jurisdicción
sufre una limitación en los casos en que el recurso se interpone contra una parte determinada de la sentencia,
pues, entonces, el tribunal no puede pronunciarse sino sobre lo que es materia del mismo. Es lo que se expresa
con el aforismo tantum devolutum quantum apellatum o sea que los poderes del tribunal de apelación se hallan
limitados por la extensión del recurso” (Alsina H., Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y
Comercial, Juicio Ordinario, T. IV, Segunda Edición, ps. 416/417). Otro maestro del Derecho Procesal ratifica
este principio al sostener que “El superior no tiene más facultades de revisión que aquellas que han sido objeto
del recurso. Sólo puede ser revisado lo apelado” (Couture, E., Fundamentos del Derecho Procesal Civil, p. 188).
Desde otra óptica, y congruente con lo dicho, cabe concluir que lo no apelado debe entenderse consentido
por la parte. Así, al no proponer un concreto agravio respecto de un fundamento que por sí mismo abona la
solución que critica (en el caso ha omitido proponer recurso de apelación), el tribunal de apelación se encuentra
impedido de modificar lo decidido en la instancia anterior (mi voto en esta Sala, 23/11/2012, “González Gette,
Liliana c. Tito González SA y otro s/ ordinario”).
Conforme lo expuesto, no advierto razones excepcionales que justifiquen ingresar en el conocimiento de la
condena impuesta a Renault Argentina SA, lo cual me llevan a disentir con lo propiciado en este punto por el
colega preopinante.
Así voto.
El doctor Heredia dijo:
1°) Debo emitir mi ponencia en último lugar teniendo que terciar, para formar mayoría, en algunos parciales
disensos que revelan los votos de los apreciados colegas que me han precedido en el uso de la palabra.
Para ello, evitaré enunciar nuevamente los antecedentes del caso e ingresaré derechamente en el tratamiento
de los distintos agravios levantados contra la sentencia de primera instancia.
2°) La respuesta que merece al primer agravio de las demandadas no ha sido la misma en los votos de los
jueces Garibotto y Vassallo. Se trata de saber si Plan Rombo SA violó o no el derecho de información
contractual de la actora con ocasión del cambio de modelo que resulta de los recibos de pago de fs. 15/17.
En lo que a ese tema concierne, la cláusula 15ª del contrato de plan de ahorro establece un diferente
tratamiento según se trate de una variación o cambio de modelo que represente un incremento del precio de
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venta al público inferior o superior al 20%. Para el primer caso (incremento inferior), la indicada cláusula
dispone que “...se continuará entregando automotores del nuevo modelo o de la variante del mismo...” y, sin
previa comunicación informativa alguna ni posibilidad de optar entre la aceptación o la renuncia, los
consumidores “...suscriptores no adjudicatarios absorberán el importe total de la variación del precio operado
con el nuevo modelo o la variante del mismo... distribuyéndose entre los mismos dicha variación a prorrata
entre las cuotas a vencer impagas...” (punto “a”). En cambio, en el segundo caso (incremento superior), lo
dispuesto precedentemente con relación a la absorción y pago a prorrata del mayor precio por los suscriptores
no adjudicatarios, sólo podría tener lugar después de que se les consulte “...por cualquier medio fehaciente...”
acerca de si aceptan la nueva versión o el nuevo modelo, o bien si renuncian a la suscripción separándose del
grupo de ahorro (punto “b”).
Debe advertirse, ante todo, que no se trata de una cláusula encuadrable en lo dispuesto por el art. 1121, inc.
a) del Cód. Civ. y Com. de la Nación, pues no se refiere ella al precio establecido por el libre juego de la oferta
y la demanda (conf. Chamatropulos, A., Estatuto del Consumidor Comentado, Buenos Aires, 2016, T. II, p. 8).
Por el contrario, bien se ve, es una estipulación que haciendo pie en un determinado porcentaje
(predispuesto por la administradora del plan) niega a unos lo que concede a otros a pesar de que ambos están
expuestos a lo mismo, a saber, el pago a prorrata de una suma mayor resultante de la absorción de una ampliado
precio que se origina en el cambio del objeto del contrato.
En efecto: la citada cláusula 15ª dispone esa alteración contractual de modo automático respecto de un grupo
de suscriptores no adjudicatarios, sin consulta ni posibilidad de salida de ellos frente a lo que determina el
proveedor predisponente. En cambio, respecto de otros suscriptores no adjudicatarios, aparece sí la necesidad de
cursarles una notificación fehaciente (carga informativa), así como la posibilidad de optar entre la aceptación
del cambio o la renuncia a la suscripción (derecho alternativo). Pero, evidentemente, tal discriminación entre
suscriptores exclusivamente fundada en la aparición o no de una variación del precio superior a un tanto por
ciento —porcentaje cuya razonabilidad en sí propio tampoco aparece evidente ni se explicita— que deriva,
como se dijo, del cambio del objeto contractual y de la correlativa alteración de la ecuación económica del
contrato, debería ser inexcusablemente siempre motivo de un nuevo consentimiento por parte del consumidor
pues, cualquiera sea la hipótesis, tratándose de aspectos tan esenciales como los indicados, no es posible validar
para algunos casos la posibilidad de aceptar el cambio o rehusarlo renunciando a la suscripción previa
comunicación informativa, pero negar ello en otros, pues permitiéndose esto último se llega a la hipótesis de
una fijación unilateral del precio por parte de la administradora, lo que hace descalificable la previsión
contractual en tal aspecto (conf. Ghersi, C., Contratos civiles y comerciales, Buenos Aires, 1994, T. 2, p. 294;
Farina, J., Contratos comerciales modernos, Buenos Aires, 2005, T. 2, p. 178, N° 468, ap. “d”). Es que el
cambio de modelo —y lo mismo cabe decir cuando hay variación en el mismo modelo del automotor que altera
su precio— debe ser siempre una facultad del suscriptor y no una obligación, siendo la cláusula contractual
referida nula si permite, sin más, el cambio del objeto concebido en el momento genético (conf. Lorenzetti, R.,
Tratado de los Contratos - Parte Especial, Santa Fe, 2004, T. I, p. 759, ap. VI).
Así las cosas, no es posible convalidar la conducta de la parte demandada que, con pretendido apoyo en la
citada cláusula 15ª, omitió enviar a la actora una comunicación fehaciente referente al cambio de modelo y
correlativa modificación del precio, sin dar opción a la aceptación o a la separación del contrato, y sin que lo
propio pueda racionalmente justificarse en el sólo hecho de que la alteración de la ecuación económica de la
cuota a pagar no superaba el 20% pues se trata de una discriminación irrazonable.
Debió la parte demandada, en efecto, en cumplimiento de normas legales que no podía ignorar ni preterir en
su aplicación, asegurar el derecho de información de la actora y no negarlo mediante el texto de una cláusula
que, en última instancia, no hace más que establecer una renuncia o restricción del derecho a optar entre la
aceptación o la separación suya del contrato (art. 37, inc. “b”, de la ley 24.240).
Al respecto, no es ocioso recordar que la cláusula de “cambio de modelo” que en los planes de ahorro previo
se predisponen contra el consumidor, tiene razón de ser más en las necesidades operativas y comerciales del
proveedor que en la necesidad de aquél. En efecto, la variación del objeto contractualmente comprometido está
vinculada a lo que se conoce como “obsolecencia programada” para inducir consumos nuevos, sea de la nueva
versión del mismo modelo, sea de un modelo nuevo; y todo ello por decisión del proveedor, sin que el
consumidor, que recibe esta nueva predisposición, pueda negociar siquiera el nuevo precio de lista (conf.
Ghersi, C. y Muzio, A., Compraventa de automotores por ahorro previo, Buenos Aires, 1996, ps. 67/68, N° 13).
Y, al ser ello así, frente a la imposibilidad del consumidor de negociar el nuevo precio de lista, parece claro
que, cuanto menos, debe asegurársele, mediante una suficiente comunicación informativa, cuáles son los

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alcances económicos y de todo tipo involucrados en el cambio, a fin de que pueda aceptar la modificación o
rehusarla saliéndose del contrato.
En ese contexto, es obvio que el proveedor que predispone una cláusula que lo habilita para cambiar el
objeto del contrato, no puede valerse de subterfugios o recurrir a una actuación poco aprehensible frente el
consumidor a la hora de comunicar a este último que ha ejercido el respectivo derecho contractual de cambio o
variación del modelo, menos teniendo en cuenta las consecuencias que de ello derivan en términos de
incremento en el precio y otros costos vinculados.
Sobre el particular, ha tenido el juez Garibotto la gentiliza de citar mi voto en la causa “Rodríguez Delgado,
Heraldo O. c. Volkswagen SA de ahorro para fines determinados”, sentencia del 20/11/2008.
Aparte de lo que recuerda el distinguido colega en orden a que, de acuerdo al art. 4° de la ley 24.240, el
proveedor está obligado a suministrar al consumidor información cierta, clara y detallada de las condiciones de
comercialización de los bienes o servicios que provee, y que ese deber no se agota en la fase precontractual sino
que se extiende a toda la ejecución del contrato, dije en el mencionado precedente que en lo concerniente a la
venta de un automotor por el sistema de ahorro previo, por sus especiales características, la información
referente al cambio de modelo, debe asumir la forma escrita, no sólo por la importante significación económica
que ese cambio normalmente asume en orden al precio mismo de la unidad, sino también, entre otras cosas, por
el impacto que impositivamente ello tiene, todo lo cual ha de poder ser apreciado por el consumidor para tomar
una decisión informada. Así pues, la forma instrumental, necesariamente continente de las referencias
informativas antes aludidas, se exige para que mediante ella el proveedor de a conocer adecuadamente al
consumidor las nuevas condiciones de la comercialización, dejándose aclarada la extensión de las obligaciones
que pasarían a pesar sobre cada parte. Por cierto, la omisión, el defecto o la insuficiencia de lo anterior importa
violación a la vital obligación que sobre el proveedor pesa en los términos del citado art. 4 y sus concordantes
de la ley 24.240, normas que no son sino expresiones particulares del mandato general —otorgar a los
consumidores información adecuada y veraz— establecido en el art. 42 de la Constitución Nacional (conf.
CNCom., Sala C, 04/09/2014, “Díaz, Paula C. y otro c. Ford Argentina SA s/ ordinario”. En análogo sentido:
CNCom., Sala B, 31/10/2016, “Jiménez, Luis A. c. Le Meridien SA y otro s/ ordinario”).
Desde la perspectiva de lo expuesto, juzgo sin esfuerzo que el recaudo informativo referido no ha de
entenderse cumplido con lo que pudiera consignarse en recibos de pagos de cuotas.
Tal como lo concluyó el voto que abrió el acuerdo, la mera indicación en los cupones de pago extendidos a
favor de la suscriptora del nuevo modelo impuesto por la proveedora y de los nuevos montos involucrados,
largamente incumple con la condición de haber brindado a la actora una información clara, cierta y detallada del
cambio de modelo de que se trata.
Particularmente así lo pienso, además, porque la información dada en cupones de pago no puede cumplir en
ningún caso con la condición de haber obrado Plan Rombo SA de modo “oportuno”, ya que es evidente que la
información al consumidor de que se trata debe suministrarse “antes” de que concrete cualquier pago y no
“después” de haberlo hecho con meras leyendas incorporadas a los recibos (fs. 15/17), las cuales, entonces, no
son sino sorpresivas para el consumidor.
Cabe recordar, a esta altura, que el carácter “oportuno” de la información ha sido destacado por la doctrina
(conf. Japaze, B., El deber de información, en la obra dirigida por Rusconi, D, “Los derechos de los
consumidores y usuarios”, Buenos Aires, 2015, p. 244).
Y si a la inexistencia de una debida información “oportuna” se suma el hecho de que tampoco Plan Rombo
SA dio ocasión a la opción de aceptar el cambio o rehusarlo, no hay más que decir en cuanto a la sinrazón que
dicha parte lleva en el sub lite.
Solo me interesa agregar, para cerrar esta parte del voto, que todo eventual conocimiento indirecto que pudo
haber tenido la actora acerca del cambio de modelo y de sus futuras obligaciones pecuniarias (extremo al que
hace referencia el juez Vasallo en su ponencia), no puede servir argumentalmente para debilitar la razón que
aquella lleva en su demanda toda vez que, en esta materia, como en otras vinculadas a la protección del derecho
del consumidor, la información exigida es aquella que sea “comprensible”, es decir, con aptitud para ser
“efectivamente comprendida” (conf. Chamatrópulos, D., Impacto del Código Civil y Comercial en la regulación
del deber de información vigente en las relaciones de consumo, más algunos aspectos adicionales, RCCyC, N°
11, diciembre 2016, p. 18, cap. IX), lo cual no se aprecia necesariamente concurrente cuando se adquiere un
mero conocimiento indirecto.
En suma, concuerdo con el juez Garibotto en cuanto a que Plan Rombo SA incumplió con el deber de
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información contractual a su cargo, lo que lleva a rechazar su primer agravio. Como consecuencia de ello,
entiendo innecesario ahondar en el examen de si, como lo interpreta el Dr. Vassallo en su voto, la
responsabilidad de dicha parte está igualmente comprometida por haber decidido sin justificación el referido
cambio de modelo.
3°) Por razón de brevedad, adhiero sin más a los fundamentos explicitados por el juez Garibotto para, por un
lado, rechazar la primera parte del segundo agravio expresado por Plan Rombo SA y, por otro lado, acoger la
segunda parte del mismo agravio en cuanto conduce a habilitar una intervención del perito contador en la etapa
de ejecución de sentencia a los efectos de definir el quantum de la restitución de la que es acreedora la actora.
También adhiero al voto del vocal que abrió el acuerdo en cuanto, admitiendo el tercer agravio de las
demandadas, revoca la reparación del daño moral.
En fin, también presto mi adhesión al voto del juez Garibotto en cuanto al rechazo de sus críticas relativas a
las costas y honorarios regulados, como asimismo en orden a la admisión de la apelación de Capillitas SA y
rechazo de la articulada por la señora Tondi.
4°) Coincido también con el juez Garibotto en que si la responsabilidad que incumbe a Plan Rombo SA no
puede trasladarse o imputarse a Capillitas SA pues no pesaba sobre esta última ningún deber de información
contractual relacionado con el cambio de modelo, tampoco puede trasladarse o imputarse esa responsabilidad,
por la misma razón, a Renault Argentina SA.
Es cierto que el deber de información del art. 4° de la ley 24.240 alcanza a todos los que intervienen en la
cadena de comercialización del producto, como fabricantes, distribuidores, comercializadores, etc. (conf.
Vázquez Ferreyra, R., y Picasso, S., Ley de Defensa del Consumidor, comentada y anotada, Buenos Aires,
2009, T. I, ps. 67/68, ap. VI). Pero no menos que ello es que, en cada caso, el sujeto obligado debe dar la
información que se relaciona con la función que cumpla ante el consumidor. Así, un fabricante tendrá que dar
necesariamente información relativa a las características esenciales de sus productos o las condiciones de uso
seguro, pero no estará bajo su órbita informar al consumidor final las condiciones de comercialización del bien
(por ejemplo, la financiación), pues éstas surgirán del contrato que en definitiva celebre el adquirente del
producto con quien actúe como vendedor o financista, y en el cual aquél no ha participado. Lógicamente esto no
será aplicable cuando el fabricante decida intervenir también, de modo total o parcial, en la comercialización.
Pero a salvo este último supuesto, la responsabilidad por el incumplimiento del deber de información del
vendedor no debe extenderse solidariamente al fabricante, ya que cuando la ley 24.240 ha querido imponer la
responsabilidad solidaria lo ha hecho expresamente. La regla es, pues, que cada proveedor sólo debe responder
por su propio incumplimiento del deber de información (conf. Chamatrópulos, D., Impacto del..., cit., p. 18, cap.
III).
Por lo que toca al presente caso, no se ha probado que la fabricante Renault Argentina SA hubiera
intervenido directamente, de modo total o parcial, en la comercialización del automotor o, lo que es lo mismo
decir, en la operatoria de ahorro previo vinculada a su financiación llevada adelante por Plan Rombo SA.
Por ello, de acuerdo a lo expuesto, la responsabilidad que a la administradora del plan le corresponde por
haber incumplido el deber de información contractual relacionada a la operatoria del plan de ahorro, no se puede
trasladar o imputar a la fabricante Renault Argentina SA (tal como igualmente ocurre con relación a Capillitas
SA), cuyo deber de información frente al consumidor se mueve en otro ámbito; sin que baste para entender lo
contrario el mero hecho de la pertenencia de ambas a un mismo grupo económico, ya que aun en ese escenario
los sujetos agrupados no pierden su individualidad jurídica (esta Sala D, doctrina de la causa “Papamundo SA y
otro c. Solvay Indupa SA s/ ordinario”, sentencia del 08/03/2007,considerando 7°).
Así las cosas, como lo propicia la propuesta a la que adhiero con cita de mis votos en las causas “Gisler” y
“Martínez” que recuerdan la opinión de distinguidos procesalistas, habrá de revocarse la condena dictada contra
Renault SA a pesar de su falta de apelación, pues la absolución de Capillitas SA reconoce un fundamento
común del que no puede ser separada dicha fabricante sin incurrir en contradicción.
5°) En síntesis, voto por: (i) desestimar el recurso que interpuso la actora; (ii) estimar parcialmente el
interpuesto por Plan Rombo SA de ahorro para fines determinados y, por consecuencia, modificar la sentencia
en los términos y con los alcances de lo expuesto en el apartado ii (ii) del capítulo 1. del considerando III del
voto del juez Garibotto, y revocarla en cuanto condenó a sufragar una suma en concepto de daño moral; (iii)
estimar también el recurso introducido por Capillitas SA y absolver a ésta y a Renault Argentina SA; y (iv)
dejar sin efecto la regulación de honorarios. Con costas de primera instancia que se distribuyen según lo
expuesto en el capítulo 5 del mismo considerando III del voto del vocal que abrió el acuerdo. Sin costas de

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alzada por no haber mediado contradictorio.


Concluida la deliberación los señores Jueces de Cámara acuerdan: (a) Rechazar el recurso que interpuso
Marina Alicia Tondi; (b) Admitir parcialmente aquél interpuesto por Plan Rombo SA de ahorro para fines
determinados y, por consecuencia, modificar la sentencia en los términos y con los alcances de lo expuesto en el
apartado ii. (ii) del capítulo 1. del Considerando III y revocarla en cuanto condenó a sufragar una suma en
concepto de daño moral; (c) Estimar el recurso introducido por Capillitas SA y absolver a ésta y a Renault
Argentina SA; (d) Dejar sin efecto la regulación de honorarios. (e) Imponer las costas de primera instancia
según lo expuesto en el capítulo 5. del Considerando III, sin costas de alzada por no haber mediado
contradictorio. Notifíquese y una vez vencido el plazo del art. 257 del Código Procesal, devuélvase la causa al
Juzgado de origen. Cúmplase con la comunicación ordenada por la Excma. Corte Suprema de Justicia de la
Nación (Ley 26.856 y Acordadas 15/13 y 24/13). — Gerardo Vassallo. — Pablo Heredia. — Juan P. Garibotto.

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