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CUADERNILLO DE ORACIONES DIARIAS

Por amor a Jesús y María

Para mi Hermana con cariño


ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

AVE MARÍA DE ORO

Promesas

“A las almas que en vida Me hayan


saludado con esta Oración, Me
apareceré con gran resplandor en la
hora de la muerte. Además, cuando
el alma se separe del cuerpo, Me
manifestaré con hermosura tan
espléndida, que el alma sentirá un
gran consuelo. En ese instante,
experimentará algo semejante a las
delicias del Paraíso.”

(Palabras de la Santísima Virgen a


Santa Gertrudis)

¡Ave, María!

¡Blanco Lirio de la Gloriosa

y siempre Serena Trinidad!

¡Salve, Brillante Rosa del Jardín

de los Deleites Celestiales!

¡Oh, Tú, de Quien Dios quiso nacer en este mundo,

y de cuya Leche el Rey del Cielo quiso ser nutrido!

Alimenta nuestras almas con las efusiones

de la Gracia Divina.

Amén.
ORACION A MARIA REINA DE LOS
ÁNGELES

¡Oh Augusta Reina de los Cielos y Señora


de los Ángeles!

Pues habéis recibido de Dios el poder y la


misión de aplastar la cabeza de la serpiente
infernal; dignaos escuchar benigna las súplicas
que humildemente os dirigimos; enviad las
santas legiones para que, bajo vuestras
ordenes, combatan a los demonios, donde
quiera repriman su audacia y los persigan
hasta precipitarlos al abismo.

¿Quién como Dios?

Santos Ángeles y Arcángeles, defendednos y guardadnos. ¡Oh buena y


tierna Madre! Vos seréis siempre nuestro amor y nuestra esperanza. ¡Oh
Divina Madre! Enviad los Santos Ángeles para defendernos y rechazar
lejos al demonio, nuestro mortal enemigo. Amén.

AVE MARIS STELLA

Salve del Mar estrella, de Dios Madre sagrada


y Virgen siempre Pura, Puerta del cielo Santa.

Y Tú, aceptando el ave del Ángel, Madre


intacta, cambiando de Eva el nombre, da paz a
nuestras almas.

A los ciegos da vista, las prisiones desata,


destierra nuestros males y todo bien alcanza.

Muéstrate Madre nuestra y lleguen tus


plegarias, al que, por redimirnos, nació de tus entrañas.

Virgen que igual no tienes, de todas la más mansa, libra al alma de culpas
y hazla dulce y casta.

Haz pura nuestra vida, firme el paso prepara, y así a Jesús veamos,
alegres en la patria.

Rindamos a Dios Padre, y a Cristo su alabanza, y al Espíritu Santo, una


a los tres sea dada. Amén.
SANTO ROSARIO….

CORONILLA A LA DIVINA MISERICORDIA

CORONILLA A SAN MIGUEL ARCÁNGEL


LUNES DEL ESPÍRITU SANTO Y LAS ALMAS DEL
PURGATORIO

VENI CREATOR SPIRITUS

Ven Creador Espíritu, visita nuestras almas, y


pues Tú las creaste, llénalas de tu gracia.
¡Oh! Don de Dios Altísimo, Abogado te llaman,
fuego, amor, fuente viva, suave unción del
alma.
Tú dedo de la mano de Dios, siete dones
regalas;
Tú, de Dios fiel promesa, inspiras las palabras.
Tú, nuestra mente alumbra. Tú nuestro amor inflama, y con tu fuerza
anima nuestra carne flaca.
Ahuyenta el enemigo, infúndenos tu calma, dirige nuestros pasos y
nuestro mal aparta.
Enséñanos al Padre y al Hijo nos declara, y en ti, de ambos Espíritus crea
nuestra fe santa.
Gloria al Padre por siempre, gloria al Hijo preclara, gloria al Divino
Espíritu, que siempre reina y manda.
Amén.
CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo


mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en
cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi
director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero


ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el


modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo
Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén

(Rezar un Padrenuestro por las intenciones del Papa Benedicto XVI)


Alabemos y demos gracias en
cada instante y momento al
Santísimo y Divinísimo
Sacramento.

En lo cielos y la tierra sea para


siempre alabado. El corazón
amoroso de Jesús sacramentado.

Aquí estamos presentes, ¡Oh Jesucristo Hijo de Dios vivo!, delante de ti,
rogaré este lunes por las almas de los de los fieles difuntos, que tú
redimiste por tu preciosa sangre y que ya se encuentran en tu presencia.
Sabemos que es muy grande tu misericordia y por eso queremos ayudar
con nuestras oraciones a satisfacer tu santa justicia.

Padre nuestro… Dios te Salve María…. Gloria al padre…

Alabemos y demos gracias en cada instante y momento Al santísimo


y Divinísimo sacramento .

En lo cielos y la tierra sea para siempre alabado. El corazón amoroso


de Jesús sacramentado.

Oración: ¡Oh Dios!, misericordiosamente nos das tu perdón y quieres la


salvación de todos, implóranos tu clemencia y bondad para que, por la
intercesión de María Santísima y de todos los santos, concedas a las
almas de nuestro padres, hermanos, parientes y bienhechores, amigos
vecinos y conocidos, que han salido de este mundo, la gracia de llegar a
gozar de eterna felicidad de tu reino.

Coronilla de 5 Aves Marías en favor de las Benditas Almas del


Purgatorio

Dios misericordioso, que nos perdonas y quieres la salvación de todos los


hombres, imploramos tu clemencia para que, por la intercesión de María
Santísima y de todos los santos, concedas a las almas de nuestros
padres, hermanos, parientes, amigos y bienhechores, que han salido de
este mundo, la gracia de llegar a la reunión de la eterna felicidad…

Santísima Virgen María, Reina del Purgatorio: vengo a depositar en tu


Corazón Inmaculado una oración en favor de las almas benditas que
sufren en el lugar de expiación. Dígnate escucharla, clementísima Señora,
si es ésta tu voluntad y la de tu misericordioso Hijo. Amén.
María, Reina del Purgatorio, te ruego por aquellas almas por las
cuales tengo o pueda tener alguna obligación, sea de caridad o de
justicia.
Dios te salve María………….Dales, Señor, el descanso eterno. Y luzca
para ellas la luz perpetua. Descansen en paz. Amen.
María, Reina del Purgatorio: te ruego por las almas más
abandonadas y olvidadas y a las cuales nadie recuerda; tú, Madre,
que te acuerdas de ellas, aplícales los méritos de la Pasión de Jesús,
tus méritos y los de los santos, y alcancen así el eterno descanso.
Dios te salve María………….Dales, Señor, el descanso eterno. Y luzca
para ellas la luz perpetua. Descansen en paz. Amen.
María, Reina del Purgatorio: te ruego por aquellas almas que han de
salir más pronto de aquel lugar de sufrimientos, para que cuanto
antes vayan a cantar en tu compañía las eternas misericordias del
Señor.
Dios te salve María………….Dales, Señor, el descanso eterno. Y luzca
para ellas la luz perpetua. Descansen en paz. Amen.
María, Reina del Purgatorio: te ruego de una manera especial por
aquellas almas que han de estar más tiempo padeciendo y
satisfaciendo a la divina Justicia. Ten compasión de ellas, ya que no
pueden merecer sino sólo padecer; abrevia sus penas y derrama
sobre estas almas el bálsamo de tu consuelo.
Dios te salve María………….Dales, Señor, el descanso eterno. Y luzca
para ellas la luz perpetua. Descansen en paz. Amen.
María, Reina del Purgatorio: te ruego de modo especial por aquellas
almas que más padecen. Es verdad que todas sufren con
resignación, pero sus penas son atroces y no podemos imaginarlas
siquiera. Intercede Madre nuestra por ellas, y Dios escuchará tu
oración.
Dios te salve María………….Dales, Señor, el descanso eterno. Y luzca
para ellas la luz perpetua. Descansen en paz. Amen.
Virgen Santísima, te pido que, así como me acuerdo de las benditas
ánimas del Purgatorio, se acuerden de mí los demás, si he de ir allá
a satisfacer por mis pecados. En Ti, Madre mía, pongo toda mi
confianza de hijo, y sé que no he de quedar defraudado. Amén.
Oración final: Señor Nuestro Jesucristo, por intercesión de tu Santísima
Madre te hacemos estas súplicas a favor de las Benditas Ánimas del
Purgatorio.
Oración para salvar 1000 almas del Purgatorio cada vez que se rece.
Nuestro Señor le dijo a la gran Santa Gertrudis que la siguiente oración
salvaría 1000 almas del Purgatorio cada vez que se rezara:
“Oh Padre Eterno, os ofrezco la más preciosa Sangre de vuestro
Divino Hijo, Jesús, unido a las Misas celebradas hoy alrededor del
mundo, por todas las Santas Almas del Purgatorio.-Amen”
Recomendación: Hacer esta oración, por lo menos dos veces, para sacar,
dos veces, la cantidad de almas del Purgatorio. Después de la oración,
pídale a las almas libradas del Purgatorio que oren por sus intenciones.
La Santísima Virgen nos asegura que si hacemos estas oraciones,
“¡Podremos liberar muchas, pero muchísimas Almas!”
CIEN REQUIEM
(Se usa una camándula de 5 decenas)
Por la Señal + de la Santa Cruz, de nuestros + enemigos líbranos, Señor
+ Dios nuestro.
Padrenuestro.
(Por cada decena)
JACULATORIA
Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros, que nosotros
rogaremos por vosotras para que El os dé la gloria del paraíso.
OFRENDA
Padre Eterno, os ofrecemos la sangre, pasión y muerte de Nuestro Señor
Jesucristo, los dolores de la Santísima Virgen y los de San José, por la
remisión de nuestros pecados, la libertad de las almas del Purgatorio y la
conversión de los pecadores.
Dadles, Señor, el eterno descanso y brille para ellas la luz perpetua. (10
veces)
Al final:

DE PROFUNDIS
Salmo CXXIX de David
Desde el profundo abismo de mis penas
a Ti clamo, Señor, de noche y día;
oye, mi Dios, los incesantes ruegos
de un corazón contrito que se humilla.
Estén gratos y atentos tus oídos
a mi voz lamentable y dolorida:
a Ti mis ayes y gemidos lleguen
pues a escucharlos tu piedad se inclina.
¿Si siempre airado tus divinos ojos
sobre las culpas de los hombres fijas,
quién estará confiado en tu presencia,
confundiéndonos sólo ante tu vista?
Más la eterna palabra de tu seno
que aplaque espero tus terribles iras;
porque son inefables tus promesas
y con tus gracias pecador invitas.
Así aunque mi alma acongojada gime
contemplando el rigor de tu justicia,
por tu palabra la indulgencia espera,
de que la hacen culpas tan indigna.
¡Oh pueblo electo! De mañana y noche,
en todos tus peligros y fatigas,
acógete al Señor con la confianza
que en su ley soberana nos intima.
Porque es inagotable su clemencia;
se muestra con los flacos compasiva;
de todas sus miserias los redime,
y siempre que le claman los auxilia.
Este Dios abrevie el tiempo
en que logre Israel su eterna dicha
cuando de tus pecados la liberte,
que con tanto rigor la tiranizan.

¡Almas benditas! nosotros hemos rogado por vosotros que sois tan
amadas de Dios y estáis seguras de no poderlo más perder: rogadle por
nosotros miserables que estamos en peligro de condenarnos para
siempre.

¡Dulce Jesús, dad descanso eterno a las Benditas Almas del Purgatorio!
MARTES DEDICADO A LOS SANTOS ANGELES
CORONILLA A SAN MIGUEL ARCÁNGEL

Prometió el glorioso Arcángel que


quien le honrase de esta manera
antes de la Sagrada Comunión,
sería acompañado a la Sagrada
Mesa por un ángel de cada uno de
los nueve coros. Y quienes rezasen
todos los días estas nueve
salutaciones, les prometió además su asistencia y la de los santos
ángeles durante su vida y que después de la muerte los libraría del
Purgatorio a ellos y a sus allegados.

Dios mío ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ofreceremos esta coronilla por la Iglesia, para que sea defendida de todas
las asechanzas del demonio, y por los que están más alejados de Dios.

Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y


del coro celestial de los Serafines, enciende en nuestros corazones la
llama de la perfecta caridad. Amén. (Padrenuestro y tres Avemarías).

Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y


del coro celestial de los Querubines, dígnate darnos tu gracia para que
cada día aborrezcamos más el pecado y corramos con mayor decisión
por el camino de la santidad. Amén. (Padrenuestro y tres Avemarías).

Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y


del coro celestial de los Tronos, derrama en nuestras almas el espíritu de
la perfecta humildad. Amén. (Padrenuestro y tres Avemarías).

Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y


del coro celestial de las Dominaciones, danos señorío sobre nuestros
sentidos de modo que no nos dejemos dominar por las malas
inclinaciones. Amén. (Padrenuestro y tres Avemarías).

Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y


del coro celestial de las Potestades, dígnate proteger nuestras almas
contra las asechanzas y tentaciones del demonio. Amén. (Padrenuestro
y tres Avemarías).

Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y


del coro celestial de las Virtudes, no nos dejes caer en tentación, más
libranos del mal. Amén. (Padrenuestro y tres Avemarías).
Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y
del coro celestial de los Principados, infunde en nuestro interior el
espíritu de obediencia. Amén. (Padrenuestro y tres Avemarías).

Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y


del coro celestial de los Arcángeles, concédenos el don de la
perseverancia en la fe y buenas obras de modo que podamos llegar a la
gloria del cielo. Amén. (Padrenuestro y tres Avemarías).

Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y


del coro celestial de los Ángeles, dígnate darnos la gracia de que nos
custodien durante esta vida mortal y luego nos conduzcan al paraíso.
Amén. (Padrenuestro y tres Avemarías).
En honor a San Miguel Arcángel …. Padre Nuestro
En honor a San Gabriel Arcángel…. Padre Nuestro
En honor a San Rafael Arcángel….Padre Nuestro
En honor a nuestro Ángel Custodio….Padre Nuestro
Antífona
Gloriosísimo San Miguel Arcángel, el primero entre todos los Ángeles,
defensor de las almas, vencedor del demonio, que estás junto a la gloria
de Dios y después de nuestro Señor Jesucristo eres admirable protector
nuestro, dotado de sobrehumana excelencia y fortaleza. Dígnate
alcanzarnos de Dios el vernos libres de todos los males y ayúdanos a ser
fieles cada día en el servicio del Creador.
V/ Ruega por nosotros, oh Bienaventurado San Miguel, Príncipe de
la Iglesia de Cristo.
R/ Para que seamos dignos de las divinas promesas.
Oración
Omnipotente y Eterno Dios, que por un prodigio de tu bondad y
misericordia elegiste para príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel
San Miguel en pro de la salvación de las almas, te rogamos nos hagas
dignos de vernos libres, por su benéfica protección, de todos nuestros
enemigos, de modo que ninguno de ellos pueda molestarnos en la hora
de nuestra muerte, sino que nos sea concedido que el mismo Arcángel
nos conduzca a la presencia de tu excelsa y divina Majestad. Por los
méritos de Jesucristo nuestro Señor. Amén.
(Padrenuestro, Avemaría y Gloria a los Ángeles custodios de las personas
a las que hayamos ofendido o escandalizado).

Oración a Maria Reina De Los Ángeles….


MIERCOLES DE SAN JOSÉ

CORONILLA A SAN JOSÉ


La Corona consta de 8 misterios con 7 cuentas pequeñas cada uno, al
final de cada 7 se reemplaza el Gloria por una jaculatoria.
Señal de la Cruz, Credo.
Primer Misterio
El anuncio del Ángel de que lo concebido en María es obra del Espíritu
Santo.
San José, custodio y protector de los corazones unidos y traspasados de
Jesús y María. Inflamad mi corazón para que en él solo reine, mi Dios,
Jesús, como reino en vuestro Santo Corazón. (repetir 7 veces en honor a
los 7 dolores y 7 gozos de San José)
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Segundo Misterio
La búsqueda de posada en Belén.
Tercer Misterio
El nacimiento del Niño Jesús en Belén.
Cuarto Misterio
La presentación del Niño Jesús en el templo ofreciendo un par de tórtolas
o dos palomas.
Quinto Misterio
La huida a Egipto con Jesús y con María.
Sexto Misterio
El regreso de la Sagrada familia a Nazareth.
Séptimo Misterio
La pérdida y hallazgo del Niño Jesús en el templo.
Octavo Misterio
La gloriosa muerte de San José en brazos de Jesús y María.
San José, modelo y Patrono de los amantes del Sagrado Corazón de
Jesús. Ruega por nosotros.

LETANÍAS A SAN JOSÉ

Señor, ten piedad de nosotros


Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Dios, Padre celestial Ten piedad de nosotros
Dios Hijo, Redentor del mundo Ten piedad de nosotros
Dios Espíritu Santo Ten piedad de nosotros
Santa Trinidad, un solo Dios Ten piedad de nosotros
San José ….. Ruega por nosotros
Insigne descendiente de David Ruega por nosotros
Luz de los Patriarcas Ruega por nosotros
Esposo de la Madre de Dios Ruega por nosotros
Casto guardián de la Virgen Ruega por nosotros
Padre nutricio del Hijo de Dios Ruega por nosotros
Celoso defensor de Cristo Ruega por nosotros
Jefe de la Sagrada Familia Ruega por nosotros
José justísimo Ruega por nosotros
José castísimo Ruega por nosotros
José prudentísimo Ruega por nosotros
José fortísimo Ruega por nosotros
José obedientísimo Ruega por nosotros
José fidelísimo Ruega por nosotros
Espejo de paciencia Ruega por nosotros
Amante de la pobreza Ruega por nosotros
Modelo de obreros y artesanos Ruega por nosotros
Gloria de la vida doméstica Ruega por nosotros
Custodio de las Vírgenes Ruega por nosotros
Amparo de las familias Ruega por nosotros
Consuelo de los atribulados Ruega por nosotros
Esperanza de los enfermos Ruega por nosotros
Patrono de los moribundos Ruega por nosotros
Terror de los demonios Ruega por nosotros
Protector de la Santa Iglesia Ruega por nosotros
Padre de nuestra familia Ruega por nosotros
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo
Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo
Escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo
Ten misericordia de nosotros
Le nombró administrador de su casa
Y Príncipe de toda su posesión.
San José, protector nuestro
Ruega por nosotros
Amén
San José, tu poder se extiende sobre todas nuestras necesidades, tú
haces posible lo que parece imposible.
Protege con tu paternal amor nuestros intereses. Amén.

ORACIÓN A SAN JOSÉ

¡Oh!, San José: cuya protección es tan grande, tan poderosa y eficaz ante
el Trono de Dios, en vuestras manos entrego todos mis intereses y mis
deseos.

¡Oh!, San José: asistidme con vuestra poderosa intercesión,


conseguidme de vuestro Divino Hijo Nuestro Señor todas las bendiciones
particulares que necesito a fin de que habiendo conseguido aquí en la
tierra la ayuda de vuestro poder celestial pueda ofrecer mi gratitud y
homenaje al padre más amoroso.

Amén.

ORACIÓN A SAN JOSÉ TERROR DE LOS DEMONIOS

Rezad esta oración con calma, profundidad y amor…

Esta oración está recomendada para todo tipo de enfermedades.


Pero también para alejar al demonio de la impureza y de las
tentaciones contra la castidad. Muchos otros malos espíritus no la
soportan, especialmente los que se posan sobre la columna
vertebral (de las cervicales a las lumbares); y también el que provoca
la discordia en la pareja.

A ti bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación; y,


después de invocar el auxilio de tu Santísima Esposa, solicitamos también
confiadamente tu patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada
Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el amor paterno con que
abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos vuelvas benigno
los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu
poder y auxilio socorre nuestras necesidades.

Protege, oh providentísimo Custodio de la Sagrada Familia, la escogida


descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y
corrupción; asístenos propicio, desde el cielo, fortísimo libertador nuestro,
en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y, al igual que en otro tiempo
libraste al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así, ahora,
defiende la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y
de toda adversidad. Y a cada uno de nosotros protégenos con perpetuo
patrocinio para que, a ejemplo tuyo y sostenidos por tu auxilio, podamos
vivir santamente, morir piadosamente y alcanzar en el cielo la eterna
felicidad. Así sea.

Miércoles Consagración a mi familia.

San José Consagro Mi Familia terrenal completa a tu Paternal Protección


para que nos mantengáis en resguardo discreto y seguro en estos
tiempos.

No permitáis, Amado San José, que ni uno sólo se pierda muriendo sin
los ritos sacerdotales y sin tu Amable y amante presencia al lado de cada
moribundo de nuestra Familia.

Te Confiamos a ti esta que es el mayor Bien que El Cielo nos ha prestado


para juntos alcanzar la Gloria Celestial. Amén.

CONSAGRACIÓN AL CASTÍSIMO Y PURÍSIMO CORAZÓN DE SAN


JOSÉ CORAZÓN DE SAN JOSÉ

Oh Castísimo y Puro Corazón de San José, Yo me consagro a tu corazón


donde todas las almas serán protegidas. Por amor a ti, me abandono a ti.
Amén.
JUEVES DE ADORACIÓN EUCARISTICA

Hacer adoración Eucarística presencial o virtual

(1/2 Hora de Adoración concede indulgencia Plenaria)

ORACIÓN DE REPARACIÓN EUCARÍSTICA

ADORACIÓN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO


DEL ALTAR

Bendito sea Dios.


Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y
verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento
del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la
Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Oremos:

Oh Dios, que en este sacramento admirable


nos dejaste el memorial de Tú pasión;

Te pedimos nos concedas venerar de tal modo


los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de Tu redención.

Tú que vives y reinas


por los siglos de los siglos.
Amen.

ADORACIÓN

Eterno Padre, yo te agradezco porque Tu infinito Amor me ha salvado,


aún contra mi propia voluntad. Gracias, Padre mío, por Tu inmensa
paciencia que me ha esperado. Gracias, Dios mío, por Tu
inconmensurable compasión que tuvo piedad de mí. La única recompensa
que puedo darte en retribución de todo lo que me has dado es mi
debilidad, mi dolor y mi miseria.

Estoy delante Tuyo, Espíritu de Amor, que eres fuego inextinguible y


quiero permanecer en tu adorable presencia, quiero reparar mis culpas,
renovarme en el fervor de mi consagración y entregarte mi homenaje de
alabanza y adoración.

Jesús bendito, estoy frente a Ti y quiero arrancar a Tu Divino Corazón


innumerables gracias para mí y para todas las almas, para la Santa
Iglesia, tus sacerdotes y religiosos. Permite, oh Jesús, que estas horas
sean verdaderamente horas de intimidad, horas de amor en las cuales me
sea dado recibir todas las gracias que Tu Corazón divino me tiene
reservadas.

Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, me uno a Ti y te suplico me


hagas partícipe de los sentimientos de Tu Corazón Inmaculado.

¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los
que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro


profundamente y te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los
Sagrarios del mundo, en reparación de todos los ultrajes, sacrilegios
e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos
infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de
María, te pido la conversión de los pobres pecadores.

ACTO DE FE Y ADORACIÓN

Creo, oh Jesús, con mi más viva fe, que estás realmente presente, aquí,
delante mío, bajo las especies Eucarísticas; Tú, el Verbo eterno del Padre,
engendrado desde todos los siglos y encarnado luego en las entrañas de
la Virgen Madre, Jesucristo Redentor y Rey. Creo, realmente, que estás
presente en la verdad inefable de Tu Divinidad y de Tu Humanidad.
Jesús, eres el mismo de Belén, el divino Niño que aceptara por mí, el
aniquilamiento, la pobreza y la persecución. Eres el Jesús de Nazaret,
que por mi amor abrazó el ocultamiento, las fatigas y la obediencia. Eres
el Divino Maestro, aquel que vino para enseñarme las dulces verdades de
la fe, a traer el gran mandamiento del amor: Tu mandamiento. Eres el
Salvador Misericordioso, el que te inclinas sobre todas mis miserias con
infinita comprensión y conmovedora bondad, pronto siempre a perdonar,
a curar, a renovar. Eres la Víctima Santa, inmolada para gloria del Padre
y bien de todas las almas. Eres el Jesús que por mí sudó sangre en el
Huerto de Getsemaní; quien por mí sufrió la condenación de tribunales
humanos, la dolorosísima flagelación, la cruel y humillante coronación de
espinas, el martirio cruel de la crucifixión. Eres quien quiso agonizar y
morir por mí. Tú eres Jesús Resucitado, el vencedor de la muerte, del
pecado y del infierno. Quien está deseoso de comunicarme los tesoros de
la vida divina que posees en toda su plenitud.

Jesús mío, Te encuentras aquí, presente en la Hostia Consagrada, Santa,


con un Corazón desbordante de ternura, un Corazón que ama
infinitamente. En Tu Corazón, Jesús, encuentro el Amor Infinito, la
Caridad divina: Dios, principio de vida, existente y vivificante. ¡Qué dulce
me es, Dios mío, Trinidad Santísima, ¡adorarte en este Sagrario en el que
ahora estás!

Por ello me uno a los Ángeles y Santos quienes, invisibles pero presentes
y vigilantes junto a Tu Sagrario, Te adoran incesantemente. Me uno, sobre
todo, a Tu Santísima Madre y a los sentimientos de profunda adoración y
de intenso amor que brotaron de Su alma desde el primer instante de Tu
Encarnación y cuando te llevaba en Su seno inmaculado.

Y mientras Te adoro en este Sagrario, lo hago en todos los del mundo y,


especialmente, en aquellos en los cuales estás más abandonado y
olvidado. Te adoro en cada Hostia Consagrada que existe entre el Cielo
y la tierra.

Te adoro, Dios Padre, porque por medio de Cristo has descendido hasta
mi humanidad y porque, por Su Corazón adorable, Te has unido tan
estrechamente al hombre, a mí, pobre criatura ingrata. Te adoro en este
templo, santificado por la presencia siempre actual de Tu Ser divino; me
postro hasta la nada, en adoración delante de Tu Majestad Soberana
pero, al mismo tiempo, el amor me eleva hasta Ti.

Te adoro, Dios Padre, y te amo; el amor y la adoración están totalmente


confundidos y mezclados en mi alma, tanto que no sabría decir si más
adoro que amo o si más amo que adoro... Te adoro porque encuentro en
Ti todo poder y toda santidad, justicia y sabiduría; porque Tú eres mi
Creador y mi Dios. Te amo porque encuentro en Ti toda belleza, toda
bondad, toda ternura y toda misericordia. Te amo porque me has hecho
el regalo de un tesoro invalorable.

Jesús es mi tesoro, es mío y a cada instante puedo sacar de El gracias a


manos llenas, pues lo encuentro siempre abundante. De El tomo cuanto
necesito para pagar mis deudas, para remediar mis necesidades,
encontrar delicia, ganarme una corona. ¡Qué don inefable es este Jesús
con Su Corazón desbordante de ternuras! Un tesoro que jamás se agota:
mientras más saco, él más aumenta.

Oh, Dios Padre, tanto has amado a tus criaturas que les diste a Tu único
Hijo y, para que la Majestad de Tu Verbo no nos infundiese temor y
nuestras almas se pudieran dirigir a Él con confianza, lo revestiste de una
carne semejante a la nuestra. Lo has embellecido con las gracias más
atrayentes y, sobre todo, le has dado un Corazón infinitamente perfecto;
tanto que debía ser la morada de Tus delicias, porque Tu divina plenitud
vive en El y la más humilde de las criaturas tiene allí su lugar de privilegio.

Ese adorado Corazón, inmenso como Tú, Dios mío, porque te contiene,
es también mi morada, pues me ama. En El me encuentro con Tu
divinidad y, al verme en este Sagrado asilo, Tu justa ira se aplaca y Tu
justicia se desarma.

Te adoro, Dios Padre, por Jesús y en Jesús. Adoro a Jesús, Tu Hijo, quien
por Su Humanidad es mi hermano y por Su Divinidad es mi Dios. Te amo
por Jesús y con Jesús. Te amo por el Corazón de Jesús, que el amor hizo
mío. Te amo en Jesús. Por El Te llega mi amor, por El puedo alcanzarte
y abrazarte.

R/: Dios mío, reconozco que Tú eres la Bondad Infinita y creo en Tu


amor por mí.
En el misterio sublime de la Unidad de Tu Naturaleza y de la Trinidad de
Tus Personas, R/.
En la armonía de Tus perfecciones innumerables, R/.
En la riqueza inagotable con que haces los seres de la nada, R/.
En la pacífica posesión de Tu eterna Bienaventuranza, R/.
En la sabiduría infinita con que gobiernas todas las cosas, R/.
En la bondad inefable con que elevas al hombre a la dignidad de hijo Tuyo,
R/.
En la Misericordia infinita con que toleras y conservas al pecador, R/.
En el misterioso decreto que estableció la Redención, R/.
En el infinito abajamiento de Tu Encarnación, R/.
En las humillaciones, en los ocultamientos, en los trabajos de Tu vida
terrena, R/.
En los oprobios de Tu Pasión y muerte, R/.
En la gloria de Tu Resurrección, de Tu Ascensión y de Tu triunfo en los
Cielos, R/.
En Tu divino Corazón, abierto por la lanza en el Calvario, R/.
En Tu divino Corazón revelado a Tus Santos en el transcurso de los
siglos, R/.
En Tu divino Corazón que late de amor por nosotros en Tu pecho adorable
y presente en nuestros Sagrarios, R/.
En Tu divino Corazón, desbordante de misericordia para los pobres
pecadores, especialmente en el Sacramento de la Penitencia, R/.
En Tu Sacerdocio, que a través de los siglos continúa Tu obra de
Misericordia y de salvación, R/.
En Tu Vicario, que te representa visiblemente en la tierra, R/.
En la Iglesia, que conserva y dispensa a las almas los tesoros de Tu divina
gracia, R/.
En su magisterio infalible, en su sabio gobierno, en su inefable poder de
santificación, R/.
En María Santísima, Tu Madre, enriquecida con tantos privilegios y
constituida también Madre, Corredentora y Abogada nuestra, R/.
En la exhuberante fecundidad con que produces Santos, R/.
En la conmovedora generosidad con que dispensas tus dones, R/.
En el misterioso trabajo de la gracia en la intimidad de las almas, R/.
En el don purificador de tu Cruz, R/.
En la maravillosa providencia con que sigues a cada criatura en el curso
de su vida, R/.
En Tu gloria infinita, que comunicas a Tus elegidos haciéndolos
eternamente felices en el Cielo, R/.
Señor: La Iglesia, en la recitación del Gloria de la Santa Misa, me invita a
darte gracias por Tu gran gloria, me invita a agradecerte, glorificarte y
alabarte por lo que Tú eres, Dios mío. Por este motivo, me es grato
repetirte: Te doy gracias, porque eres el Amor Infinito.

Después de haberme postrado para adorarte en el Corazón de Jesús,


quiero agradecerte. Te agradezco, mi Dios, porque Tú eres el Amor y te
agradezco por los dones de Tu amor. Y ya que los dones más preciados,
los de la vida sobrenatural, nos los diste por Jesús, es también por El, con
El y en El que quiero elevar hasta Ti el himno de reconocimiento.
En unión con Jesús te agradezco, Dios Padre, por todas las gracias
personales que me has concedido. Tú me diste la vida, sacándome de la
nada y me la conservaste día a día hasta este momento. Pero Tú Me has
dado otra vida más valiosa, la de la gracia, que me hace partícipe de Tu
misma vida divina y, después de la primera gracia con la que me
santificaste en el día del bautismo, ¡cuántas gracias me han sido
concedidas, que conservaron, aumentaron y, tal vez, reconquistaron la
vida sobrenatural!

Pienso en los dones de tu amor de los que tanto he gozado:


En la Iglesia, que me has dado para que sea mi maestra y guía hacia la
eternidad.
En los Sacerdotes, que me han otorgado los dones de Tu amor.
En los perdones continuadamente renovados.
En la Eucaristía, que ha sido para mí, alimento, sostén y consuelo.
En la Virgen, que es mi buena Madre, mi consoladora, mi ayuda, mi
especial protectora en cada instante de mi vida.
En el Paraíso, que me has preparado y que con Tu gracia espero
alcanzar.
Contemplo mi vida sembrada de alegrías y dolores y comprendo que todo
en ella ha sido amor. Todo, oh mi Dios, porque de Tu Corazón amante no
puede salir nada que no sea gracia y amor.
Por todo ésto, R/: Te doy gracias, Dios mío.
Por las alegrías que me has permitido gozar, así como por los dolores y
las pruebas con que has sembrado mi camino, R/.
Por las gracias conocidas y por las desconocidas, R/.
Por los favores del pasado y los del futuro, R/.
Por todo lo que has hecho en mí y por mí, y por todo lo que todavía querrás
hacer en el futuro, R/.
Sobre todo, por haberme llamado al conocimiento de Tu Amor y a
consagrarme a él, R/.
Por la luz y la alegría Tuyas, que estoy tan lejos de merecer, R/.
Por la luz y la alegría que el conocimiento de Tu Amor trajo a mi vida, R/.
Por la posesión de Tu amor que Te hace mío y a mí me hace Tuyo, R/.
Pero no quiero y no puedo darte gracias sólo por mí. Te doy gracias
también por todos los dones que Tu Amor ha derramado en la Iglesia. Por
los beneficios otorgados a los Ángeles y a los Santos, alabanzas
perennes de Tu Amor. Y sobre todo, por los beneficios innumerables que
has hecho a María Santísima, nuestra dulce Madre. Te doy gracias por
haberla hecho tan grande, tan santa, tan hermosa. Te doy gracias por los
privilegios que le concediste, por el trono de gloria sobre el cual la
colocaste, por la misión que le confiaste. Te doy gracias por haber hecho
de esta criatura predilecta, una madre en la que puedo y debo colocar
todas mis esperanzas. Para que mi reconocimiento sea más eficaz me
permito, oh Señor, vivificarlo con el amor. Por eso Te digo y Te repito: que
Te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente y con
todas mis fuerzas.

A Ti, que eres el amor infinito, R/: Te amo, Dios mío.


A Ti, que me has salvado por Tu amor, R/.
A Tí, que me ordenas amarte, R/.
Con todo mi corazón, R/.
Con toda mi alma, R/.
Con todo mi espíritu, R/.
Con todas mis fuerzas, R/.
Por encima de todos los bienes y honores, R/.
Por encima de todos los placeres y las alegrías, R/.
Más que a mí mismo y que a todo cuanto me pertenece, R/.
Más que a mis padres y que a mis amigos, R/.
Más que a todos los hombres y ángeles, R/.
Por encima de todas las cosas creadas en el cielo y en la tierra, R/.
Solamente por Ti mismo, R/.
Porque Tú eres el Sumo Bien, R/.
Porque Tú eres infinitamente digno de ser amado, R/.
Porque Tú eres infinitamente perfecto, R/.
Aunque no me hubieras prometido el Paraíso, R/.
Aunque no me amenazaras con el infierno, R/.
Aunque me probases con la miseria y la desventura, R/.
En la abundancia y en la pobreza, R/.
En la prosperidad y en el infortunio, R/.
En los honores y en los desprecios, R/.
En las alegrías y en los dolores, R/.
En la salud y en la enfermedad, R/.
En la vida y en la muerte, R/.
En el tiempo y en la eternidad, R/.
En unión al amor con que todos los Santos y Ángeles Te aman en el Cielo,
R/.
En unión al amor con que Te ama la Bienaventurada Virgen María, R/.
En unión al amor infinito con que nos amas eternamente, R/.
Oh, Dios mío, que posees en una abundancia incomprensible todo cuanto
puede haber de perfecto y digno de amor, extingue en mí todo amor
culpable, sensual y desordenado hacia las criaturas, y enciende en mi
corazón el fuego purísimo de Tu amor, a fin de que ame sólo a Ti, por Ti,
hasta el punto que, consumido en Tu santísimo amor, pueda yo ir a amarte
eternamente en el Cielo, con los elegidos. Amén.

Señor, ahora quiero hacer ante Ti reparación. Oh, Jesús, Víctima divina
de nuestros altares, grande y único Reparador, yo también me uno a Ti
para cumplir, contigo y por medio Tuyo, el oficio de pequeña alma
reparadora.

Y me dirijo también a ti, oh Madre mía, para que así como en el Calvario
ofreciste al Padre a Tu Jesús, que se inmolaba por su gloria y por la
salvación de las almas, así renueves en este momento el místico
ofrecimiento en mi lugar.

En el cáliz de Tu Corazón Inmaculado ofrece, oh Virgen dulce, los dolores


de Jesús junto a los Tuyos, para invocar la Divina Misericordia sobre mí y
sobre el mundo entero. Después de haberte dado gracias por Tus dones
sin fin, ¿cómo puedo no confundirme a la vista de mis culpas y de mis
infidelidades? ¡Con cuánta ingratitud y frialdad he respondido a tus
beneficios!

Postrado ante Ti, que tanto me has amado, lleno de confusión y de


arrepentimiento, invoco Tu perdón y Tu Misericordia.

Por el mal uso que hice de los dones naturales recibidos: mi vida, mis
energías, mi tiempo, mis sentidos, mi inteligencia, mi lengua,

R/: Oh, Jesús, ¡ten piedad de mí!


Por las desobediencias, pequeñas y grandes a Tu ley, R/.
Por los deberes descuidados o mal cumplidos, R/.
Por el bien que pude hacer y no hice, R/.
Porque dejé triunfar muchas veces en mí las malas inclinaciones del
orgullo, de la vanidad y del egoísmo, R/.
Porque no practiqué el mandamiento de caridad, como Tú lo ordenaste,
R/.
Porque dejé estériles en mí tantas gracias, R/.
Por la tibieza con que practiqué mi vida de piedad, R/.
Por la indiferencia y frialdad con que respondí a los dones de Tu amor,
R/.
Por haber preferido muchas veces a las criaturas y las satisfacciones
humanas, en lugar de Ti y de tus consolaciones, R/.
Por la poca fidelidad y generosidad con que he vivido mi consagración,
R/.
Por la falta de fe y abandono en tu amor, R/.
Por la falta de dedicación a las almas y a la Iglesia, R/.
Por mis rebeliones y mi poco amor a Tu Voluntad y a Tu cruz, R/.
Me confundo en Tu presencia, oh mi Dios.
Me arrodillo a Tus pies.
Me postro junto a Ti, oh Jesús, Hostia Divina, Redentor y Salvador mío,
como un día la Magdalena. Y si bien es cierto que soy indigno de Tu amor,
estoy seguro que tendrás para mí, la misma ternura misericordiosa.

REPARACIÓN POR LAS PROFANACIONES DE LA SAGRADA


HOSTIA

Padre Eterno en el nombre de Jesús y por intercesión del Inmaculado


Corazón de María, te pido que me permitas comulgar espiritualmente
todas las Santas Hostias que han sido, o vayan a ser robadas en el día
de hoy, para ser profanadas, así como todas sus partículas que sean
tiradas y abandonadas. Que antes que estas Hostias y Partículas sean
tocadas, pueda yo comulgar la esencia que hay ahí, Tu Cuerpo
Sacratísimo y Tu Sangre Bendita, pidiéndote que vengas al refugio de mi
pobre corazón.

Señor, esta morada es indigna, pero se vuelve digna si mi Dios la visita,


y le pido perdón con Su perdón, le abrazo con Su abrazo, le beso con Su
beso y le amo con Su amor; y después.....deseo depositarte en los brazos
de Tu Madre Santísima, para que María desagravie, repare, adore,
consuele y bendiga Tu corazón dolido por la ingratitud del hombre; y
entonces, cuando estas Hostias Santas sean profanadas y sus Partículas
sean tiradas, Señor, Tú ya no estés ahí, pues estás en el refugio de mi
corazón.

Permíteme también comulgar todas las Hostias que han sido robadas y
las partículas que han sido tiradas en cualquier forma y manera, también
por comuniones indignas y sacrílegas, en todos los tiempos pasados,
presentes y futuros, hasta la consumación de los tiempos.

Amén, amén, amén.


VIERNES DE RECOGIMIENTO EN LA PASIÓN DE
CRISTO

SANTO VIACRUCIS

Oración inicial

Nosotros, cristianos, somos conscientes de que el vía crucis del Hijo de


Dios no fue simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos
que cada paso del Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo
que vieron e hicieron todos aquellos que tomaron parte en este drama,
nos hablan continuamente. En su pasión y en su muerte, Cristo nos revela
también la verdad sobre Dios y sobre el hombre.

Hoy queremos reflexionar con particular intensidad sobre el contenido de


aquellos acontecimientos, para que nos hablen con renovado vigor a la
mente y al corazón, y sean así origen de la gracia de una auténtica
participación. Participar significa tener parte. Y ¿qué quiere decir tener
parte en la cruz de Cristo? Quiere decir experimentar en el Espíritu Santo
el amor que esconde tras de sí la cruz de Cristo. Quiere decir reconocer,
a la luz de este amor, la propia cruz. Quiere decir cargarla sobre la propia
espalda y, movidos cada vez más por este amor, caminar... Caminar a
través de la vida, imitando a Aquel que «soportó la cruz sin miedo a la
ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios» (Hb 12,2).

Pausa de silencio

Oremos: Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu


Espíritu Santo, para que, siguiéndote en tu último camino, sepamos cuál
es el precio de nuestra redención y seamos dignos de participar en los
frutos de tu pasión, muerte y resurrección. Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos. Amén. [Juan Pablo II]

Acto de contrición

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y


redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo
sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más
pecar, confesarme, y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.
1ª ESTACIÓN: JESÚS ES SENTENCIADO A
MUERTE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

«Reo es de muerte», dijeron de Jesús los miembros


del Sanedrín, y, como no podían ejecutar a nadie, lo
llevaron de la casa de Caifás al Pretorio. Pilato no
encontraba razones para condenar a Jesús, e incluso trató de liberarlo,
pero, ante la presión amenazante del pueblo instigado por sus jefes:
«¡Crucifícalo, crucifícalo!», «Si sueltas a ése, no eres amigo del César»,
pronunció la sentencia que le reclamaban y les entregó a Jesús,
después de azotarlo, para que fuera crucificado.

San Juan el evangelista nos dice que, pocas horas después, junto a la
cruz de Jesús estaba María su madre. Y hemos de suponer que también
estuvo muy cerca de su Hijo a lo largo de todo el Vía crucis.

Cuántos temas para la reflexión nos ofrecen los padecimientos


soportados por Jesús desde el Huerto de los Olivos hasta su condena a
muerte: abandono de los suyos, negación de Pedro, flagelación, corona
de espinas, vejaciones y desprecios sin medida. Y todo por amor a
nosotros, por nuestra conversión y salvación.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

2ª ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON LA CRUZ A


CUESTAS

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Condenado muerte, Jesús quedó en manos de los


soldados del procurador, que lo llevaron consigo al
pretorio y, reunida la tropa, hicieron mofa de él.
Llegada la hora, le quitaron el manto de púrpura con
que lo habían vestido para la burla, le pusieron de nuevo sus ropas, le
cargaron la cruz en que había de morir y salieron camino del Calvario
para allí crucificarlo.

El peso de la cruz es excesivo para las mermadas fuerzas de Jesús,


convertido en espectáculo de la chusma y de sus enemigos. No
obstante, se abraza a su patíbulo deseoso de cumplir hasta el final la
voluntad del Padre: que cargando sobre sí el pecado, las debilidades y
flaquezas de todos, los redima. Nosotros, a la vez que contemplamos a
Cristo cargado con la cruz, oigamos su voz que nos dice: «Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día,
y sígame».

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

3ª ESTACIÓN: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Nuestro Salvador, agotadas las fuerzas por la sangre


perdida en la flagelación, debilitado por la acerbidad
de los sufrimientos físicos y morales que le infligieron
aquella noche, en ayunas y sin haber dormido,
apenas pudo dar algunos pasos y pronto cayó bajo el peso de la cruz.
Se sucedieron los golpes e imprecaciones de los soldados, las risas y
expectación del público. Jesús, con toda la fuerza de su voluntad y a
empellones, logró levantarse para seguir su camino.

Isaías había profetizado de Jesús: «Eran nuestras dolencias las que él


llevaba y nuestros dolores los que soportaba. Yahvé descargó sobre él
la culpa de todos nosotros». El peso de la cruz nos hace tomar
conciencia del peso de nuestros pecados, infidelidades, ingratitudes...,
de cuanto está figurado en ese madero. Por otra parte, Jesús, que nos
invita a cargar con nuestra cruz y seguirle, nos enseña aquí que también
nosotros podemos caer, y que hemos de comprender a los que caen;
ninguno debe quedar postrado; todos hemos de levantarnos con
humildad y confianza buscando su ayuda y perdón.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

4ª ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU


SANTÍSIMA MADRE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

En su camino hacia el Calvario, Jesús va envuelto


por una multitud de soldados, jefes judíos, pueblo,
gentes de buenos sentimientos... También se
encuentra allí María, que no aparta la vista de su Hijo, quien, a su vez, la
ha entrevisto en la muchedumbre. Pero llega un momento en que sus
miradas se encuentran, la de la Madre que ve al Hijo destrozado, la de
Jesús que ve a María triste y afligida, y en cada uno de ellos el dolor se
hace mayor al contemplar el dolor del otro, a la vez que ambos se
sienten consolados y confortados por el amor y la compasión que se
transmiten.

Nos es fácil adivinar lo que padecerían Jesús y María pensando en lo


que toda buena madre y todo buen hijo sufrirían en semejantes
circunstancias. Esta es sin duda una de las escenas más patéticas del
Vía crucis, porque aquí se añaden, al cúmulo de motivos de dolor ya
presentes, la aflicción de los afectos compartidos de una madre y un
hijo. María acompaña a Jesús en su sacrificio y va asumiendo su misión
de corredentora.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.
5ª ESTACIÓN: EL CIRINEO AYUDA AL SEÑOR A
LLEVAR LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Jesús salió del pretorio llevando a cuestas su cruz,


camino del Calvario; pero su primera caída puso de
manifiesto el agotamiento del reo. Temerosos los
soldados de que la víctima sucumbiese antes de
hora, pensaron en buscarle un sustituto. Entonces el centurión obligó a
un tal Simón de Cirene, que venía del campo y pasaba por allí, a que
tomara la cruz sobre sus hombros y la llevara detrás de Jesús. Tal vez
Simón tomó la cruz de mala gana y a la fuerza, pero luego, movido por
el ejemplo de Cristo y tocado por la gracia, la abrazó con resignación y
amor y fue para él y sus hijos el origen de su conversión.

El Cireneo ha venido a ser como la imagen viviente de los discípulos de


Jesús, que toman su cruz y le siguen. Además, el ejemplo de Simón nos
invita a llevar los unos las cargas de los otros, como enseña San Pablo.
En los que más sufren hemos de ver a Cristo cargado con la cruz que
requiere nuestra ayuda amorosa y desinteresada.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

6ª ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL


ROSTRO DE JESÚS

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Dice el profeta Isaías: «No tenía apariencia ni


presencia; lo vimos y no tenía aspecto que
pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de
dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro,
despreciable, y no lo tuvimos en cuenta». Es la descripción profética de
la figura de Jesús camino del Calvario, con el rostro desfigurado por el
sufrimiento, la sangre, los salivazos, el polvo, el sudor... Entonces, una
mujer del pueblo, Verónica de nombre, se abrió paso entre la
muchedumbre llevando un lienzo con el que limpió piadosamente el
rostro de Jesús. El Señor, como respuesta de gratitud, le dejó grabada
en él su Santa Faz.

Una letrilla tradicional de esta sexta estación nos dice: «Imita la


compasión / de Verónica y su manto / si de Cristo el rostro santo /
quieres en tu corazón». Nosotros podemos repetir hoy el gesto de la
Verónica en el rostro de Cristo que se nos hace presente en tantos
hermanos nuestros que comparten de diversas maneras la pasión del
Señor, quien nos recuerda: «Lo que hagáis con uno de estos, mis
pequeños, conmigo lo hacéis».

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

7ª ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Jesús había tomado de nuevo la cruz y con ella a


cuestas llegó a la cima de la empinada calle que daba
a una de las puertas de la ciudad. Allí, extenuado, sin
fuerzas, cayó por segunda vez bajo el peso de la
cruz. Faltaba poco para llegar al sitio en que tenía que ser crucificado, y
Jesús, empeñado en llevar a cabo hasta la meta los planes de Dios, aún
logró reunir fuerzas, levantarse y proseguir su camino.

Nada tiene de extraño que Jesús cayera si se tiene en cuenta cómo


había sido castigado desde la noche anterior, y cómo se encontraba en
aquel momento. Pero, al mismo tiempo, este paso nos muestra lo frágil
que es la condición humana, aun cuando la aliente el mejor espíritu, y
que no han de desmoralizarnos las flaquezas ni las caídas cuando
seguimos a Cristo cargados con nuestra cruz. Jesús, por los suelos una
vez más, no se siente derrotado ni abandona su cometido. Para Él no es
tan grave el caer como el no levantarnos. Y pensemos cuántas son las
personas que se sienten derrotadas y sin ánimos para reemprender el
seguimiento de Cristo, y que la ayuda de una mano amiga podría
sacarlas de su postración.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

8ª ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS


MUJERES DE JERUSALÉN

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Dice el evangelista San Lucas que a Jesús, camino


del Calvario, lo seguía una gran multitud del pueblo; y
unas mujeres se dolían y se lamentaban por Él. Jesús,
volviéndose a ellas les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad
más bien por vosotras y por vuestros hijos»; añadiéndoles, en figuras,
que si la ira de Dios se ensañaba como veían con el Justo, ya podían
pensar cómo lo haría con los culpables.

Mientras muchos espectadores se divierten y lanzan insultos contra


Jesús, no faltan algunas mujeres que, desafiando las leyes que lo
prohibían, tienen el valor de llorar y lamentar la suerte del divino
Condenado. Jesús, sin duda, agradeció los buenos sentimientos de
aquellas mujeres, y movido del amor a las mismas quiso orientar la
nobleza de sus corazones hacia lo más necesario y urgente: la
conversión suya y la de sus hijos. Jesús nos enseña a establecer la
escala de los valores divinos en nuestra vida y nos da una lección sobre
el santo temor de Dios.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.
9ª ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Una vez llegado al Calvario, en la cercanía inmediata


del punto en que iba a ser crucificado, Jesús cayó
por tercera vez, exhausto y sin arrestos ya para
levantarse. Las condiciones en que venía y la
continua subida lo habían dejado sin aliento. Había
mantenido su decisión de secundar los planes de Dios, a los que servían
los planes de los hombres, y así había alcanzado, aunque con un total
agotamiento, los pies del altar en que había de ser inmolado.

Jesús agota sus facultades físicas y psíquicas en el cumplimiento de la


voluntad del Padre, hasta llegar a la meta y desplomarse. Nos enseña
que hemos de seguirle con la cruz a cuestas por más caídas que se
produzcan y hasta entregarnos en las manos del Padre vacíos de
nosotros mismos y dispuestos a beber el cáliz que también nosotros
hemos de beber. Por otra parte, la escena nos invita a recapacitar sobre
el peso y la gravedad de los pecados, que hundieron a Cristo.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

10ª ESTACIÓN: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS


VESTIDURAS

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Ya en el Calvario y antes de crucificar a Jesús, le


dieron a beber vino mezclado con mirra; era una
piadosa costumbre de los judíos para amortiguar la
sensibilidad del que iba a ser ajusticiado. Jesús lo
probo, como gesto de cortesía, pero no quiso beberlo; prefería mantener
la plena lucidez y conciencia en los momentos supremos de su
sacrificio. Por otra parte, los soldados despojaron a Jesús, sin cuidado ni
delicadeza alguna, de sus ropas, incluidas las que estaban pegadas en
la carne viva, y, después de la crucifixión, se las repartieron.

Para Jesús fue sin duda muy doloroso ser así despojado de sus propios
vestidos y ver a qué manos iban a parar. Y especialmente para su
Madre, allí presente, hubo de ser en extremo triste verse privada de
aquellas prendas, tal vez labradas por sus manos con maternal solicitud,
y que ella habría guardado como recuerdo del Hijo querido.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

11ª ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA


CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

«Y lo crucificaron», dicen escuetamente los


evangelistas. Había llegado el momento terrible de la
crucifixión, y Jesús fue fijado en la cruz con cuatro
clavos de hierro que le taladraban las manos y los pies. Levantaron la
cruz en alto y el cuerpo de Cristo quedó entre cielo y tierra, pendiente de
los clavos y apoyado en un saliente que había a mitad del palo vertical.
En la parte superior de este palo, encima de la cabeza de Jesús,
pusieron el título o causa de la condenación: «Jesús el Nazareno, el Rey
de los judíos». También crucificaron con él a dos ladrones, uno a su
derecha y el otro a su izquierda.

El suplicio de la cruz, además de ser infame, propio de esclavos


criminales o de insignes facinerosos, era extremadamente doloroso,
como apenas podemos imaginar. El espectáculo mueve a compasión a
cualquiera que lo contemple y sea capaz de nobles sentimientos. Pero
siempre ha sido difícil entender la locura de la cruz, necedad para el
mundo y salvación para el cristiano. La liturgia canta la paradoja:
«¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza / con un peso tan
dulce en su corteza!».
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

12ª ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Desde la crucifixión hasta la muerte transcurrieron


tres largas horas que fueron de mortal agonía para
Jesús y de altísimas enseñanzas para nosotros.
Desde el principio, muchos de los presentes,
incluidas las autoridades religiosas, se desataron en
ultrajes y escarnios contra el Crucificado. Poco después ocurrió el
episodio del buen ladrón, a quien dijo Jesús: «Hoy estarás conmigo en
el paraíso». San Juan nos refiere otro episodio emocionante por demás:
Viendo Jesús a su Madre junto a la cruz y con ella a Juan, dice a su
Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»; luego dice al discípulo: «Ahí tienes
a tu madre»; y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Después de esto, nos dice el mismo evangelista, sabiendo Jesús que ya
todo estaba cumplido, dijo: «Tengo sed». Tomó el vinagre que le
acercaron, y añadió: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza
entregó el espíritu.

A los motivos de meditación que nos ofrece la contemplación de Cristo


agonizante en la cruz, lo que hizo y dijo, se añaden los que nos brinda la
presencia de María, en la que tendrían un eco muy particular los
sufrimientos y la muerte del hijo de sus entrañas.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.
13ª ESTACIÓN: JESÚS ES PUESTO EN BRAZOS
DE SU SANTISIMA MADRE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Para que los cadáveres no quedaran en la cruz al


día siguiente, que era un sábado muy solemne para
los judíos, éstos rogaron a Pilato que les quebraran
las piernas y los retiraran; los soldados sólo
quebraron las piernas de los otros dos, y a Jesús, que ya había muerto,
uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza. Después,
José de Arimatea y Nicodemo, discípulos de Jesús, obtenido el permiso
de Pilato y ayudados por sus criados o por otros discípulos del Maestro,
se acercaron a la cruz, desclavaron cuidadosa y reverentemente los
clavos de las manos y los pies y con todo miramiento lo descolgaron. Al
pie de la cruz estaba la Madre, que recibió en sus brazos y puso en su
regazo maternal el cuerpo sin vida de su Hijo.

Escena conmovedora, imagen de amor y de dolor, expresión de la


piedad y ternura de una Madre que contempla, siente y llora las llegas
de su Hijo martirizado. Una lanza había atravesado el costado de Cristo,
y la espada que anunciara Simeón acabó de atravesar el alma de la
María.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

14ª ESTACIÓN: JESÚS ES SEPULTADO

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

José de Arimatea y Nicodemo tomaron luego el


cuerpo de Jesús de los brazos de María y lo
envolvieron en una sábana limpia que José había
comprado. Cerca de allí tenía José un sepulcro
nuevo que había cavado para sí mismo, y en él
enterraron a Jesús. Mientras los varones procedían a la sepultura de
Cristo, las santas mujeres que solían acompañarlo, y sin duda su Madre,
estaban sentadas frente al sepulcro y observaban dónde y cómo
quedaba colocado el cuerpo. Después, hicieron rodar una gran piedra
hasta la entrada del sepulcro, y regresaron todos a Jerusalén.

Con la sepultura de Jesús el corazón de su Madre quedaba sumido en


tinieblas de tristeza y soledad. Pero en medio de esas tinieblas brillaba
la esperanza cierta de que su Hijo resucitaría, como Él mismo había
dicho. En todas las situaciones humanas que se asemejen al paso que
ahora contemplamos, la fe en la resurrección es el consuelo más firme y
profundo que podemos tener. Cristo ha convertido en lugar de mera
transición la muerte y el sepulcro, y cuanto simbolizan.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz.
Amén, Jesús.

15ª ESTACIÓN: JESÚS RESUCITA

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Pasado el sábado, María Magdalena y otras


piadosas mujeres fueron muy de madrugada al
sepulcro. Llegadas allí observaron que la piedra
había sido removida. Entraron en el sepulcro y no
hallaron el cuerpo del Señor, pero vieron a un ángel
que les dijo: «Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado,
no está aquí». Poco después llegaron Pedro y Juan, que comprobaron lo
que les habían dicho las mujeres. Pronto comenzaron las apariciones de
Jesús resucitado: la primera, sin duda, a su Madre; luego, a la Magdalena,
a Simón Pedro, a los discípulos de Emaús, al grupo de los apóstoles
reunidos, etc., y así durante cuarenta días. Nadie presenció el momento
de la resurrección, pero fueron muchos los que, siendo testigos
presenciales de la muerte y sepultura del Señor, después lo vieron y
trataron resucitado.

En los planes salvíficos de Dios, la pasión y muerte de Jesús no tenían


como meta y destino el sepulcro, sino la resurrección, en la que
definitivamente la vida vence a la muerte, la gracia al pecado, el amor al
odio. Como enseña San Pablo, la resurrección de Cristo es nuestra
resurrección, y si hemos resucitado con Cristo hemos de vivir según la
nueva condición de hijos de Dios que hemos recibido en el bautismo.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y


los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén,
Jesús.

Oremos: Señor Jesucristo, tú nos has concedido acompañarte, con María


tu Madre, en los misterios de tu pasión, muerte y sepultura, para que te
acompañemos también en tu resurrección; concédenos caminar contigo
por los nuevos caminos del amor y de la paz que nos has enseñado. Tú
que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

ORACIÓN FINAL

Te suplico, Señor, que me concedas, por intercesión de tu Madre la


Virgen, que cada vez que medite tu Pasión, quede grabado en mí con
marca de actualidad constante, lo que Tú has hecho por mí y tus
constantes beneficios. Haz, Señor, que me acompañe, durante toda mi
vida, un agradecimiento inmenso a tu Bondad. Amén.

Virgen Santísima de los Dolores, mírame cargando la cruz de mi


sufrimiento; acompáñame como acompañaste a tu Hijo Jesús en el
camino del Calvario; eres mi Madre y te necesito. Ayúdame a sufrir con
amor y esperanza para que mi dolor sea dolor redentor que en las manos
de Dios se convierta en un gran bien para la salvación de las almas.
Amén.

ACTO DE DESAGRAVIO DE PÍO XI

¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido


en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio!
Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales
homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con
que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.

Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con
tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante
todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia,
dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios
pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la
salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a
Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido
el suavísimo yugo de vuestra ley.

Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la


inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las
innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la
profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra
vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al
Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es
profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados
de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio
de la Iglesia por vos fundada.

¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia
sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado,
uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y
de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo
ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se
renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en
cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia,
repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas
hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida
y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad,
mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por
atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.

¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María


Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de
reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a
vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la
perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en
unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los
siglos de los siglos. Amén.

ACTO PARA DESAGRAVIAR Y CONGRACIARSE

AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Oh Corazón clementísimo de Jesús, divino propiciatorio, por el cual


prometió el Eterno Padre que oiría siempre nuestras oraciones: yo me
uno con vos para ofrecer a vuestro Eterno Padre este mi pobre y
mezquino corazón, contrito y humillado en su divino acatamiento, y
deseoso de reparar cumplidamente sus ofensas, en especial las que vos
recibís de continuo en la Eucaristía, y señaladamente las que yo, por mi
desgracia, también he cometido. Quisiera, divino Corazón, lavar con
lágrimas y borrar con sangre de mis venas las ingratitudes con que
todos hemos pagado vuestro tierno amor. Junto mi dolor, aunque tan
leve, con aquella angustia mortal que os hizo en el huerto sudar sangre
a la sola memoria de nuestros pecados. Ofrecédselo, Señor, a vuestro
Eterno Padre, unido con vuestro amabilísimo Corazón. Dadle infinitas
gracias por los grandes beneficios que nos hace continuamente, y supla
vuestro amor nuestra ingratitud y olvido. Concededme la gracia de
presentarme siempre con gran veneración ante el acatamiento de
vuestra divina Majestad, para resarcir de algún modo las irreverencias y
ultrajes que en vuestra presencia me atreví a cometer, y que de hoy en
adelante me ocupe con todo mi conato en atraer con palabras y
ejemplos muchas almas que os conozcan y gocen las delicias de
vuestro Corazón. Desde este momento me ofrezco y dedico del todo a
dilatar la gloria de este sacratísimo y dulcísimo Corazón. Le elijo por el
blanco de todos mis afectos y deseos, y desde ahora para siempre
constituyo en él mi perpetua morada, reconociéndole, adorándole y
amándole con todas mis ansias, como que es el Corazón de mi
amabilísimo Jesús, de mi Rey y soberano dueño, Esposo de mi alma,
Pastor y Maestro, verdadero Amigo, amoroso Padre, Guía segura,
firmísimo Amparo y Bienaventuranza. Amén.
SABADO DEDICADO A LA VIRGEN MARÍA

LOS 7 DOLORES DE LA
VIRGEN MARÍA

Primer Dolor:

La profecía de Simeón en la
presentación del Niño Jesús

Virgen María: por el dolor que


sentiste cuando Simeón te
anunció que una espada de dolor
atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te
manifestó que tu participación en nuestra redención sería a base de dolor;
te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que
seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

AVE MARIA

Segundo Dolor:

La huida a Egipto con Jesús y José

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir
precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al
ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el
que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos
en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir
siempre de las tentaciones del demonio.

AVE MARIA

Tercer Dolor:

La pérdida de Jesús

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al
perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría
podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de
San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo,
haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.
AVE MARIA

Cuarto Dolor:

El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al
ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas,
llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era
creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande
de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de
haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey
de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido
suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo
peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le
ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por
ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo
indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en
este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos
vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

AVE MARÍA

Quinto Dolor:

La crucifixión y la agonía de Jesús

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al
ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo
Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros,
llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su
pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento;
te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas
que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos
de la redención.

AVE MARIA

Sexto Dolor:

La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al
ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la
hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran
amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a
nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a
tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima
de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados;
te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que
sepamos amar a Jesús como El nos amo.

AVE MARIA

Séptimo Dolor:

El entierro de Jesús y la soledad de María

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al
enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo,
era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y
aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte
era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido
dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y
la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa;
tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra
adoptiva le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste
sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los
méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia
particular que te pedimos…

AVE MARÍA

DEVOCIÓN A LAS TRES AVEMARÍAS

María Madre Mía; líbrame de caer en pecado mortal.

Por el poder que te concedió Dios Padre. Avemaría...

Por la sabiduría que te concedió Dios Hijo. Avemaría...

Por el Amor que te concedió Dios Espíritu Santo. Avemaría...

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como era en un principio, ahora


y siempre por los siglos de los siglos, amén.

"María, por tu Inmaculada Concepción, purifica mi cuerpo y santifica


mi alma"

(Concede Indulgencia parcial otorgada por San Pío X).


CONSAGRACIÓN A MARÍA

De San Luis María Grignion De Montfort

A Ti, ¡Oh Virgen Inmaculada!, que después


de Jesús eres mi todo, consagro desde hoy
y para siempre mi alma y mi cuerpo, mis
bienes interiores y exteriores, naturales y
sobrenaturales, presentes, pasados y
futuros.

Quiero amarte con el amor de todos los


ángeles y santos y con el de tus devotos
que existen y existirán. Bien sé que por mi
mismo nada puedo, pero de Ti todo lo
espero. Por tanto, auméntame la gracia
santificante ya que por ella la Beatísima Trinidad mora en mi alma, y así
mi deificación será más plena. Acrecienta mi fe, para que, viendo la acción
de Dios en todo, nada perturbe mi paz, aprenda a divinizar el sufrimiento,
medio por excelencia de santificación y a imitación tuya, me haga todo
para todos viendo a Cristo en mis hermanos.

Renuncio a mis temores y deseos, tristezas y alegrías que de Ti no me


vinieren, para que muriendo místicamente al mundo y a mi propio yo, sea
Jesús el que en mi viva como vive en Ti por el Espíritu Santo y para gloria
del Padre.

(Padrenuestro, Avemaría y Gloria a los Ángeles custodios de las personas


a las que hayamos ofendido o escandalizado).

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE TODOS


LOS PUEBLOS

"Señor Jesucristo, Hijo del Padre, manda ahora


tu Espíritu sobre la tierra.

Haz que el Espíritu Santo habite en el corazón


de todos los pueblos, para que sean
preservados de la corrupción, de las
calamidades y de la guerra.

Que la SEÑORA DE TODOS LOS PUEBLOS,


que un día era María, sea nuestra Abogada.
Amén."
DOMINGO DEDICADO A DIOS

ORACIÓN

Gracias Señor por este nuevo día, la


llegada del domingo nos recuerdo el inicio
de una nueva semana, de un nuevo
caminar, de cerrar etapas, la oportunidad
de un caminar diferente. Dame Señor
sabiduría para entender tu voluntad, para
descubrir tus caminos. Dame fuerza de
voluntad para saber abrazar mi cruz de
cada día y aprender a verla como instrumento de salvación. Dame la
gracia de saber poner el mayor amor posible en cada acción, en cada
palabra, por pequeña que parezca, pues para ti Señor no hay obra
pequeña, todo depende de la intensidad de amor con que se realiza.
Muéstrame Señor el camino, dime por donde caminar, pues tú eres Señor
nuestro refugio, el camino, la vida, Amén.

TRISAGIO A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Oraciones a las Tres Personas.

Bendita sea la Santa e indivisible Trinidad, ahora y siempre y por los siglos
de los siglos. Amén.

V. Señor abre mis labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria sea dada al Padre, Gloria al eterno Hijo, Gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

Acto de Contrición

Amorosísimo Dios, uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en quien


creo, en quien espero, a quien amo con todo mi corazón, cuerpo y alma,
sentidos y potencias, y por ser vos mi Padre, mi señor y mi Dios
infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas, me
pesa, Trinidad Misericordiosa, me pesa, trinidad amabilísima, me pesa
Trinidad Santísima, de haberos ofendido sólo por ser vos quien sois:
propongo y os doy palabra de nunca más ofenderos, y de morir antes que
pecar; espero en vuestra suma bondad y misericordia infinita que me
habéis de perdonar todos mis pecados y me daréis gracia para perseverar
en un verdadero amor y cordialísima devoción de vuestra siempre
amabilísima Trinidad. Amén.

Himno

Ya se aparta el sol ardiente


Tu, luz perenne. Unidad
Danos un amor ferviente,
Santísima Trinidad.
En la aurora te alabamos
Y en la tarde ¡oh sumo bien!
Confiados esperamos
Que allá en el cielo también.
Al Padre, al Hijo, y al
Santo Espíritu, con fervor
Demos en piadoso canto
Gloria, alabanza y honor. Amén.

Ahora en su rosario, en el primer misterio rezar Padre Nuestro y Gloria,


decir en las 9 nueve perlas siguientes:

“Santo, Santo, Santo eres en verdad Señor Dios de los Ejércitos, Rey
del Universo, llenos están los cielos y la tierra de la majestad de Tu
Gloria. Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo.

Y el coro responde:

“Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los


siglos. Amén.”

Y al terminar las 9 veces se dice:

“Por infinitos siglos de los siglos. Amén”

Hacer lo mismo en el segundo y tercer misterio, hasta completar 27 veces


Santo, Santo, Santo……….
Antifona

A Tì, Dios Padre ingénito; a Tî Hijo unigénito; a Tî, Espíritu Santo paráclito,
santa e indivisible Trinidad de todo corazón te confesamos, alabamos y
bendecimos: a Tì se dé Gloria por los siglos de los siglos.

V. Adoremos al Dios de las alturas.

R. Alabémosle en la tierra todas sus criaturas.

Oración

Amabilísimo Señor, Dios Uno y Trino, dadnos continuamente vuestra


gracia, vuestra caridad y la comunicación de Vos para que en tiempo y
eternidad os amemos y glorifiquemos, Padre, Hijo y Espíritu Santo, una
deidad, por infinitos siglos de los siglos. Amén.

GOZOS A LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Dios Uno y Trino, a quien tanto
Arcángeles. Querubines, Ángeles y Serafines
Dicen: Santo, Santo, Santo.
Santísima Trinidad,
Una esencia soberana,
De donde en raudales mana
La Divina Caridad,
De tu inmensa majestad
Ante el trono sacrosanto.
Ángeles y Serafines, Arcángeles y querubines Dicen Santo, Santo,
Santo.
Oh misteriosa deidad
De una esencia y tres personas,
Pues que piadosa perdonas,
Nuestra miseria y maldad,
Oye con benignidad
Este fervoroso canto.
Ángeles y Serafines, Arcángeles y querubines Dicen Santo, Santo,
Santo.
El Trisagio que Isaías
Escribió con tanto celo,
Lo cantan siempre en el cielo
Angélicas jerarquías;
Tan piadosas melodías
Son de las almas encanto.
Ángeles y Serafines, Arcángeles y querubines Dicen Santo, Santo,
Santo.
Este Trisagio glorioso
Voz del coro Celestial
Contra el poder infernal
Es auxilio poderoso,
Y en este mar proceloso,
Puerto en que cesa el quebranto.
Ángeles y Serafines, Arcángeles y querubines Dicen Santo, Santo,
Santo.
De la muerte repentina
Del rayo exterminador,
De la peste y del temblor,
Libra esta oración divina;
Ella la mente ilumina
Y disipa nuestro llanto.
Ángeles y Serafines, Arcángeles y querubines Dicen Santo, Santo,
Santo.
Es el iris que se ostenta
Precursor de la bonanza
Es áncora de esperanza
En la desecha tormenta,
Es la brújula que orienta
Al tender la noche el manto.
Ángeles y Serafines, Arcángeles y querubines Dicen Santo, Santo,
Santo.
Es escudo soberano
De la divina justicia,
Con que de infernal malicia
Triunfa el devoto cristiano,
Y hace que el dragón tirano
Huya con terror y espanto.
Ángeles y Serafines, Arcángeles y querubines Dicen Santo, Santo,
Santo.
De la guerra fratricida
Que ensangrienta nuestro suelo,
El Trisagio, don del Cielo,
Nos preserva con su egida;
Y en dulce paz bendecida
Suba hasta Dios nuestro canto.
Ángeles y Serafines, Arcángeles y querubines Dicen Santo, Santo,
Santo.
Yo confío en vuestro amor,
Santo Dios, fuerte, inmortal,
Que en el coro celestial
Cantaré con gran fervor
El himno que tanto honor
Causa, cuando en su canto,
Ángeles y Serafines, Arcángeles y querubines Dicen Santo, Santo,
Santo.
Dios Uno y Trino a quien tanto
Arcángeles, Querubines, Ángeles y Serafines,
Dicen: Santo, Santo, Santo.

Antífona
Bendita sea la santa e indivisible Trinidad, que todas las cosas crea y
gobierna, ahora y siempre y por los infinitos siglos. Amén
V. Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.
Oración

Omnipotente y sempiterno Dios, que te dignaste revelar a tus siervos la


gloria de tu eterna Trinidad, y que adorasen la unidad de tu augusta
Majestad en la confesión de la fe; te suplicamos rendidos que por la
misma confesión de la misma fe, nos veamos siempre libres de las
adversidades y peligros. Por Jesucristo Señor nuestro, que con el Padre
y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Ofrecimiento

Rogàmoste, Señor, por la santa iglesia católica, en especial por nuestro


Santo Padre El Papa y todos los prelados que la gobiernan, por la
exaltación de la santa fe católica, la conversión de los infieles, herejes y
pecadores, paz y concordia entre los príncipes cristianos, perseverancia
de los buenos y arreglo de las costumbres, por los perseguidos, afligidos,
enfermos y agonizantes, por las almas del purgatorio, por el acierto en los
gobiernos de las naciones, unión en los matrimonios, ejemplo en las
familias y santa educación de la juventud; por nuestros amigos y
enemigos y por todas las necesidades espirituales y temporales del
pueblo y del estado.

Sagrado Corazón de Jesús, fuente de bondad y misericordia.

Ten piedad de nosotros.

Tres Padres Nuestros, Avemarías y Glorias por el remedio de todas


nuestras necesidades.

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confiamos infinitamente.


Acto de desagravio

Divino Salvador de las almas; cubiertos de confusión nuestros rostros, nos


posternamos en vuestra presencia soberana y dirigiendo nuestra vista al
solitario Tabernáculo, donde gemís cautivo de nuestro amor, pàrtense
nuestros corazones de pena al ver el olvido en que os tienen los
redimidos, al ver esterilizada vuestra sangre, e infructuosos los sacrificios
y escarnecido vuestro amor. Pero ya que con infinita condescendencia
permitís que unamos esta noche nuestros gemidos a los vuestros,
nuestras lágrimas a las que brotaron por nuestra causa de vuestros
Sacratísimos ojos, a las lágrimas de sangre que vertieron vuestros Divinos
ojos, os rogamos dulce Jesús, por los que no ruegan, os bendecimos por
los que os maldicen y os adoramos por los que, despiadados os ultrajan,
y con toda la energía de nuestras almas, deseamos bendeciros y alabaros
en todos los instantes de nuestra vida y en todos los Sagrarios de la tierra
y con los valiosos afectos de vuestro amante Corazón.

Suba, Señor, hasta Vos, el doloroso grito de expiación y arrepentimiento


que el pesar arranca de nuestros contritos corazones.

V. Por nuestros pecados, los pecados de mi esposo, por los de mis hijos,
por los de nuestros padres, hermanos y amigos, por los del mundo entero.

R. Perdón Señor, perdón.

V. Por las infidelidades y sacrilegios, por los odios y rencores.

R. Perdón Señor, perdón.

V. Por las blasfemias, por la profanación de los días santos.

R. Perdón Señor, perdón.

V. Por las impurezas y escándalos.

R. Perdón Señor, perdón.

V. Por los hurtos e injusticias, por las debilidades e irrespetos humanos.

R. Perdón Señor, perdón.

V. Por la desobediencia a la Santa Iglesia Católica, la que instituyó


Jesucristo, por la violación del ayuno.

R. Perdón Señor, perdón.


V. Por los crímenes de los esposos, por las negligencias de los padres,
por las faltas de los hijos.

R. Perdón Señor, perdón.

V. Por los atentados cometidos contra el Papa.

R. Perdón Señor, perdón.

V. Por las persecuciones levantadas contra los Obispos, Sacerdotes,


religiosos y Sagradas Vírgenes.

R. Perdón Señor, perdón.

V. Por los insultos hechos a vuestras imágenes, la profanación de los


templos, el abuso de los sacramentos y los ultrajes al augusto
Tabernáculo.

R. Perdón Señor, perdón.

V. Por los crímenes de la prensa impía y blasfema, por las horrendas


maquinaciones de tenebrosas sectas.

R. Perdón Señor, perdón.

V. Por los justos que vacilan, por los pecadores que resisten a la gracia y
por todos los que sufren.

R. Piedad, Señor piedad.

V. Perdón, Señor, y piedad por el más necesitado de vuestra gracia; que


la luz de vuestros Divinos Ojos no se aparte jamás de nosotros;
encadenad a la puerta del Tabernáculo nuestros inconstantes corazones;
hacedles allí sentir los incendios del amor Divino, y a vista de las propias
ingratitudes y rebeldías, que se deshagan de pena, que lloren lágrimas de
sangre, que vivan muriendo de amor.

R. Amén.

GLORIA A TI SEÑOR JESUS. GRACIAS POR SALVARNOS.

JESUS, MARIA, Y JOSE OS AMO SALVAD VIDAS, NACIONES Y


ALMAS. AMÉN.
SANTA EUCARISTÍA

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