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Promesas
¡Ave, María!
de la Gracia Divina.
Amén.
ORACION A MARIA REINA DE LOS
ÁNGELES
Virgen que igual no tienes, de todas la más mansa, libra al alma de culpas
y hazla dulce y casta.
Haz pura nuestra vida, firme el paso prepara, y así a Jesús veamos,
alegres en la patria.
Aquí estamos presentes, ¡Oh Jesucristo Hijo de Dios vivo!, delante de ti,
rogaré este lunes por las almas de los de los fieles difuntos, que tú
redimiste por tu preciosa sangre y que ya se encuentran en tu presencia.
Sabemos que es muy grande tu misericordia y por eso queremos ayudar
con nuestras oraciones a satisfacer tu santa justicia.
DE PROFUNDIS
Salmo CXXIX de David
Desde el profundo abismo de mis penas
a Ti clamo, Señor, de noche y día;
oye, mi Dios, los incesantes ruegos
de un corazón contrito que se humilla.
Estén gratos y atentos tus oídos
a mi voz lamentable y dolorida:
a Ti mis ayes y gemidos lleguen
pues a escucharlos tu piedad se inclina.
¿Si siempre airado tus divinos ojos
sobre las culpas de los hombres fijas,
quién estará confiado en tu presencia,
confundiéndonos sólo ante tu vista?
Más la eterna palabra de tu seno
que aplaque espero tus terribles iras;
porque son inefables tus promesas
y con tus gracias pecador invitas.
Así aunque mi alma acongojada gime
contemplando el rigor de tu justicia,
por tu palabra la indulgencia espera,
de que la hacen culpas tan indigna.
¡Oh pueblo electo! De mañana y noche,
en todos tus peligros y fatigas,
acógete al Señor con la confianza
que en su ley soberana nos intima.
Porque es inagotable su clemencia;
se muestra con los flacos compasiva;
de todas sus miserias los redime,
y siempre que le claman los auxilia.
Este Dios abrevie el tiempo
en que logre Israel su eterna dicha
cuando de tus pecados la liberte,
que con tanto rigor la tiranizan.
¡Almas benditas! nosotros hemos rogado por vosotros que sois tan
amadas de Dios y estáis seguras de no poderlo más perder: rogadle por
nosotros miserables que estamos en peligro de condenarnos para
siempre.
¡Dulce Jesús, dad descanso eterno a las Benditas Almas del Purgatorio!
MARTES DEDICADO A LOS SANTOS ANGELES
CORONILLA A SAN MIGUEL ARCÁNGEL
¡Oh!, San José: cuya protección es tan grande, tan poderosa y eficaz ante
el Trono de Dios, en vuestras manos entrego todos mis intereses y mis
deseos.
Amén.
No permitáis, Amado San José, que ni uno sólo se pierda muriendo sin
los ritos sacerdotales y sin tu Amable y amante presencia al lado de cada
moribundo de nuestra Familia.
Oremos:
ADORACIÓN
¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los
que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.
ACTO DE FE Y ADORACIÓN
Creo, oh Jesús, con mi más viva fe, que estás realmente presente, aquí,
delante mío, bajo las especies Eucarísticas; Tú, el Verbo eterno del Padre,
engendrado desde todos los siglos y encarnado luego en las entrañas de
la Virgen Madre, Jesucristo Redentor y Rey. Creo, realmente, que estás
presente en la verdad inefable de Tu Divinidad y de Tu Humanidad.
Jesús, eres el mismo de Belén, el divino Niño que aceptara por mí, el
aniquilamiento, la pobreza y la persecución. Eres el Jesús de Nazaret,
que por mi amor abrazó el ocultamiento, las fatigas y la obediencia. Eres
el Divino Maestro, aquel que vino para enseñarme las dulces verdades de
la fe, a traer el gran mandamiento del amor: Tu mandamiento. Eres el
Salvador Misericordioso, el que te inclinas sobre todas mis miserias con
infinita comprensión y conmovedora bondad, pronto siempre a perdonar,
a curar, a renovar. Eres la Víctima Santa, inmolada para gloria del Padre
y bien de todas las almas. Eres el Jesús que por mí sudó sangre en el
Huerto de Getsemaní; quien por mí sufrió la condenación de tribunales
humanos, la dolorosísima flagelación, la cruel y humillante coronación de
espinas, el martirio cruel de la crucifixión. Eres quien quiso agonizar y
morir por mí. Tú eres Jesús Resucitado, el vencedor de la muerte, del
pecado y del infierno. Quien está deseoso de comunicarme los tesoros de
la vida divina que posees en toda su plenitud.
Por ello me uno a los Ángeles y Santos quienes, invisibles pero presentes
y vigilantes junto a Tu Sagrario, Te adoran incesantemente. Me uno, sobre
todo, a Tu Santísima Madre y a los sentimientos de profunda adoración y
de intenso amor que brotaron de Su alma desde el primer instante de Tu
Encarnación y cuando te llevaba en Su seno inmaculado.
Te adoro, Dios Padre, porque por medio de Cristo has descendido hasta
mi humanidad y porque, por Su Corazón adorable, Te has unido tan
estrechamente al hombre, a mí, pobre criatura ingrata. Te adoro en este
templo, santificado por la presencia siempre actual de Tu Ser divino; me
postro hasta la nada, en adoración delante de Tu Majestad Soberana
pero, al mismo tiempo, el amor me eleva hasta Ti.
Oh, Dios Padre, tanto has amado a tus criaturas que les diste a Tu único
Hijo y, para que la Majestad de Tu Verbo no nos infundiese temor y
nuestras almas se pudieran dirigir a Él con confianza, lo revestiste de una
carne semejante a la nuestra. Lo has embellecido con las gracias más
atrayentes y, sobre todo, le has dado un Corazón infinitamente perfecto;
tanto que debía ser la morada de Tus delicias, porque Tu divina plenitud
vive en El y la más humilde de las criaturas tiene allí su lugar de privilegio.
Ese adorado Corazón, inmenso como Tú, Dios mío, porque te contiene,
es también mi morada, pues me ama. En El me encuentro con Tu
divinidad y, al verme en este Sagrado asilo, Tu justa ira se aplaca y Tu
justicia se desarma.
Te adoro, Dios Padre, por Jesús y en Jesús. Adoro a Jesús, Tu Hijo, quien
por Su Humanidad es mi hermano y por Su Divinidad es mi Dios. Te amo
por Jesús y con Jesús. Te amo por el Corazón de Jesús, que el amor hizo
mío. Te amo en Jesús. Por El Te llega mi amor, por El puedo alcanzarte
y abrazarte.
Señor, ahora quiero hacer ante Ti reparación. Oh, Jesús, Víctima divina
de nuestros altares, grande y único Reparador, yo también me uno a Ti
para cumplir, contigo y por medio Tuyo, el oficio de pequeña alma
reparadora.
Y me dirijo también a ti, oh Madre mía, para que así como en el Calvario
ofreciste al Padre a Tu Jesús, que se inmolaba por su gloria y por la
salvación de las almas, así renueves en este momento el místico
ofrecimiento en mi lugar.
Por el mal uso que hice de los dones naturales recibidos: mi vida, mis
energías, mi tiempo, mis sentidos, mi inteligencia, mi lengua,
Permíteme también comulgar todas las Hostias que han sido robadas y
las partículas que han sido tiradas en cualquier forma y manera, también
por comuniones indignas y sacrílegas, en todos los tiempos pasados,
presentes y futuros, hasta la consumación de los tiempos.
SANTO VIACRUCIS
Oración inicial
Pausa de silencio
Acto de contrición
San Juan el evangelista nos dice que, pocas horas después, junto a la
cruz de Jesús estaba María su madre. Y hemos de suponer que también
estuvo muy cerca de su Hijo a lo largo de todo el Vía crucis.
Para Jesús fue sin duda muy doloroso ser así despojado de sus propios
vestidos y ver a qué manos iban a parar. Y especialmente para su
Madre, allí presente, hubo de ser en extremo triste verse privada de
aquellas prendas, tal vez labradas por sus manos con maternal solicitud,
y que ella habría guardado como recuerdo del Hijo querido.
ORACIÓN FINAL
Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con
tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante
todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia,
dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios
pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la
salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a
Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido
el suavísimo yugo de vuestra ley.
¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia
sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado,
uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y
de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo
ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se
renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en
cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia,
repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas
hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida
y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad,
mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por
atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.
LOS 7 DOLORES DE LA
VIRGEN MARÍA
Primer Dolor:
La profecía de Simeón en la
presentación del Niño Jesús
AVE MARIA
Segundo Dolor:
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir
precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al
ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el
que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos
en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir
siempre de las tentaciones del demonio.
AVE MARIA
Tercer Dolor:
La pérdida de Jesús
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al
perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría
podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de
San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo,
haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.
AVE MARIA
Cuarto Dolor:
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al
ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas,
llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era
creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande
de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de
haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey
de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido
suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo
peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le
ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por
ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo
indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en
este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos
vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
AVE MARÍA
Quinto Dolor:
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al
ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo
Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros,
llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su
pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento;
te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas
que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos
de la redención.
AVE MARIA
Sexto Dolor:
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al
ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la
hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran
amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a
nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a
tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima
de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados;
te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que
sepamos amar a Jesús como El nos amo.
AVE MARIA
Séptimo Dolor:
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al
enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo,
era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y
aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte
era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido
dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y
la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa;
tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra
adoptiva le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste
sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los
méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia
particular que te pedimos…
AVE MARÍA
ORACIÓN
Bendita sea la Santa e indivisible Trinidad, ahora y siempre y por los siglos
de los siglos. Amén.
Gloria sea dada al Padre, Gloria al eterno Hijo, Gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
Acto de Contrición
Himno
“Santo, Santo, Santo eres en verdad Señor Dios de los Ejércitos, Rey
del Universo, llenos están los cielos y la tierra de la majestad de Tu
Gloria. Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo.
Y el coro responde:
A Tì, Dios Padre ingénito; a Tî Hijo unigénito; a Tî, Espíritu Santo paráclito,
santa e indivisible Trinidad de todo corazón te confesamos, alabamos y
bendecimos: a Tì se dé Gloria por los siglos de los siglos.
Oración
Antífona
Bendita sea la santa e indivisible Trinidad, que todas las cosas crea y
gobierna, ahora y siempre y por los infinitos siglos. Amén
V. Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.
Oración
Ofrecimiento
V. Por nuestros pecados, los pecados de mi esposo, por los de mis hijos,
por los de nuestros padres, hermanos y amigos, por los del mundo entero.
V. Por los justos que vacilan, por los pecadores que resisten a la gracia y
por todos los que sufren.
R. Amén.