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Leccion Ii Criminalistica Unlar
Leccion Ii Criminalistica Unlar
En el sentido jurídico que aquí nos interesa, aplicada al derecho en general, tiene el
significado de origen de éste, pudiendo distinguirse dos clases de fuentes: de producción y
de conocimiento. a) La primera alude a la voluntad que origina el derecho, o sea, a la
autoridad que dicta las normas jurídicas; b) la segunda, a la manifestación de dicha
voluntad, es decir, a la forma que el derecho objetivo asume en la vida social o, en otros
términos, dónde se conoce el derecho.
Si bien se puede sostener que las normas del ordenamiento jurídico general se pueden
conocer -y por ello constituyen fuentes de cognición- a través de la ley, la costumbre, el
contrato o la jurisprudencia, dicha afirmación no es válida en lo que respecta al derecho
penal, cuya única fuente de conocimiento es la ley.
Ello se debe a que el principio constitucional del nullum crimen, nulla poena, sine praevia
lege cumple una función de garantía política de libertad, certeza y seguridad jurídica para
todos, pues restringe el poder estatal de coerción penal al exigirle que únicamente pueden
ser consideradas como delictivas las conductas descriptas en el texto de la ley y reprimidas
con las penas que ésta conmina en abstracto.
Al mismo tiempo emana de la ley penal una pretensión subjetiva a favor de los ciudadanos,
quienes no podrán ser castigados más que por las acciones y omisiones que aquélla
establezca, ni sufrir una pena distinta de la prevista legalmente para cada infracción. Por
eso VON LISZT ha dicho que el Código Penal constituye la Carta Magna del delincuente.
Pero además aquel principio constituye una exigencia científica para la construcción de la
teoría del delito, el cual según FRANCESCO CARRARA es una infracción a la ley del Estado,
es decir, una conducta antijurídica; y como a nadie puede atribuírsele la voluntad de violar
una ley que no existe, tampoco su comportamiento puede serle reprochado sin una ley que
previamente lo haya prohibido.
Validez espacial
Se cuenta con diferentes criterios para establecer el alcance espacial del Derecho Penal:
Aunque estos puntos de vista suelen combinarse para posibilitar una lucha eficaz
contra el delito, siempre hay alguno de ellos que predomina. En nuestro derecho positivo
vigente, como en la mayoría de los ordenamientos comparados, la regla es la territorialidad
de la ley penal argentina. Frente a ella, las demás pautas, sólo actúan como excepciones que
buscan salvar las falencias que podrían derivarse de su consideración aislada.
Según este criterio, es válida la ley penal del lugar donde se comete el delito. No
interesa dónde deba producir sus efectos, ni la nacionalidad de su autor o del sujeto pasivo.
Su origen moderno, se encuentra en las ideas liberales de la Revolución Francesa y como
hemos dicho, constituye la columna vertebral en nuestro sistema positivo vigente. El
fundamento de este postulado, descansa en que siendo la potestad estatal de castigar una
indiscutible manifestación de la soberanía de un Estado, también lo es su imperio dentro del
territorio que conforma esa unidad política. En efecto, sería inadmisible «que un Estado se
desentendiera de la represión de hechos criminales ocurridos dentro de su jurisdicción
territorial y ellos quedaran impunes o sujetos al juzgamiento por parte de un Estado
extranjero».
a) La Superficie de Tierra ubicada entre los límites establecidos con los países
colindantes.
b) Las Aguas Interiores de la República. Es decir, las situadas en el interior de las
líneas de base del art. 1° de la Ley 23.968 (art. 2° de la misma)
c) El Mar Territorial, conformado por las aguas ubicadas entre las citadas líneas de
base y las 12 millas marinas, entendiendo por milla marina, la milla náutica internacional
equivalente a mil ochocientos cincuenta y dos metros (art. 7° Ley 23.968). En este ámbito,
el Estado argentino goza de plena soberanía, con excepción del «paso inocente» de navíos
extranjeros. Lógicamente, en tanto se practique de conformidad con las normas de Derecho
internacional y las leyes y reglamentos que le Estado Argentino dicte en su condición de
ribereño (art. 3° Ley 23.968).
d) La Zona Contigua Argentina. Consiste en el espacio marítimo situado desde las
12 millas marinas -donde finaliza el Mar Territorial-, hasta las 24 millas marinas de
distancia a partir de las líneas de base. En este ámbito, la nación ejerce «todos sus poderes
fiscales y jurisdiccionales, preventivos y represivos, en materia impositiva, aduanera,
sanitaria, cambiaria e inmigratoria, sin perjuicio de las exenciones parciales o totales que
legalmente se determinen» (Art. 4° según el Decreto-Ley 2623/91).
e) La Zona Económica Exclusiva. Se trata de las aguas comprendidas entre las 24
millas marinas -donde finaliza la zona contigua argentina- y las 200 millas marinas de
distancia. En este sector marítimo, al igual que en la Zona Contigua, la nación ejerce «todos
sus poderes fiscales y jurisdiccionales, preventivos y represivos, en materia impositiva,
aduanera, sanitaria, cambiaria e inmigratoria, sin perjuicio de las exenciones parciales o
totales que legalmente se determinen» (Art. 5°, Decreto-Ley 2623/91).
f) El Subsuelo del Territorio. Se trata del espacio comprendido debajo de la capa de
tierra.
g) La Plataforma Continental. Abarca tanto el lecho como el subsuelo de las áreas
submarinas que se extienden desde el fin de la superficie de tierra, hasta el borde exterior
del margen continental; o hasta las 200 millas marinas a contar desde las líneas de base
establecida por el art. 1° ley 23.968.
h) El Espacio Aéreo. Conformado por el ámbito situado entre el territorio nacional
y el espacio exterior -que comienza entre los 100 y 110 kilómetros de altura-. No debe
confundirse el espacio con el aire que puedan contener esos lugares. Sin embargo, cuando
los hechos acontecen en una aeronave privada extranjera, el Código Aeronáutico Argentino
(Ley 17.285) restringe la aplicación de la ley penal nacional, a cuando a cuando
c) Las naves y aeronaves públicas argentinas que se encuentren en territorio
extranjero (C. Aeronáutico art. 37, 1ra. disposición). En ese sentido, el carácter público de
una nave o aeronave, no depende de su pertenencia a un Estado, sino de su afectación al
servicio de un poder público del mismo.
d) Las naves privadas argentinas que se encuentren en aguas o atmósferas
libres o neutras. O las que estén en el extranjero, en tanto la infracción sólo afecte la
disciplina interna de la nave o aeronave (Tratado de Montevideo, arts. 2, 8 y 10).
e) Las aeronaves privadas argentinas en territorio extranjero, cuando los
delitos cometidos a bordo de ellas hubiesen lesionado un interés legítimo del estado
argentino, de personas domiciliadas en él, o se hubiese realizado en el país el primer
aterrizaje posterior al delito (C. Aeronáutico, art. 199).
Propone la validez de la ley penal nacional para los delitos cometidos en el
extranjero, cuando los mismos deban afectar bienes jurídicos cuya titularidad ejerza el
Estado Nacional y puedan incidir en su integridad como tal. Aunque en nuestro país
constituye el segundo criterio de validez de la ley penal del espacio en importancia, sólo
opera en forma subsidiaria frente a la regla de su territorialidad.
Este principio encuentra recepción en el art. 1° incs. 1ro. (segundo supuesto) y 2do.
del C.P., que establece la validez de la ley penal argentina para los delitos «cuyos efectos
deban producirse en el territorio de la Nación Argentina o en los lugares sometidos a su
jurisdicción» (C.P. art. 1°, inc. 1ro., 2do. supuesto) y para los «cometidos en el extranjero
por agentes o empleados de autoridades argentinas en desempeño de su cargo» (C.P. art. 1°,
inc. 2do.).
Sin embargo, resulta poco afortunada la técnica legislativa empleada en la fórmula
del art. 1°, inc. 1°, 2do. supuesto del C.P., porque la expresión «efectos», adolece de
extrema de vaguedad y exige importantes esfuerzos dogmáticos para ser precisada. Incluso
nos obligará a efectuar una serie aclaraciones.
En primer lugar, no deben confundirse los efectos de un delito con su resultado material
consumativo, como se ha visto al tratar los delitos a «distancia». Este último se conforma
con la alteración que el comportamiento del sujeto activo debe producir en el mundo
exterior cuando así lo exige la figura legal, y su producción en el país hace aplicable la ley
penal nacional por el prinncipio de territorialidad y no por el real o de defensa. Los efectos
de un delito («resultado jurídico»), en cambio, consisten en el menoscabo o la puesta en
peligro del bien jurídico que el legislador ha pretendido proteger a través de la respectiva
figura delictiva. Vgr.: En el delito de Alteración de Moneda de Curso Legal (C.P. art. 283),
el resultado material consistirá en la modificación sufrida por el circulante auténtico,
mientras que su efecto o resultado jurídico, estará conformado por la consecuente
afectación producida a la Fe Pública.
Pero no cualquier efecto, resulta suficiente para justificar la validez de la ley penal
argentina frente a un delito cometido en el extranjero. De otro modo, podríamos llevar su
aplicación, a extremos exorbitantes, confundiéndolo con el principio de personalidad pasiva
-que luego se verá en detalle-. Debe tratarse de un delito que proteja un bien jurídico de
naturaleza pública de tal entidad, que su menoscabo repercuta en la integridad del Estado
Argentino. Como sucede cuando se atenta contra «la seguridad de la Nación, los poderes
públicos y el orden constitucional, el patrimonio, el crédito y la fe pública de la Nación, las
provincias o municipios».
Por otra parte, el principio Real o de Defensa, también se aplica frente a los delitos
previstos por el art. 1° inc. 2° del C.P.. Es decir, los cometidos en el extranjero por agentes
o empleados de autoridades argentinas en desempeño de su cargo. Aún cuando no se trate
de delitos «peculiares a los funcionarios públicos»-como la usurpación de autoridad u otros
de aquéllos que sólo pueden ser cometidos por funcionarios públicos-. En estos casos, la
afectación al interés nacional que justifica la aplicación de la ley penal rente a delitos
cometidos en el extranjero, radica en el carácter oficial de la función cumplida o
transgredida.
1.3.1. Activa
Postula como criterio de validez, la nacionalidad del sujeto activo del delito. No le
importa el lugar de comisión o en el que debe producir sus efectos el ilícito, ni la
nacionalidad del sujeto pasivo del mismo. El origen de este principio, se encuentra en las
fuentes romanas, habiendo sido, hasta antes de la Revolución Francesa, la principal regla de
validez espacial de la ley penal. La idea subyacentes, es que ley penal del país debe seguir
«al súbdito, donde quiera que éste vaya», como consecuencia de las implicancias que se
asignan al vínculo de nacionalidad que une al autor del delito con su Estado. Como variante
de este criterio, la legislación comparada suele receptar el principio del domicilio, que se
diferencia porque se toma en cuenta el lugar de domicilio en vez de la nacionalidad del
autor.
Sostiene el imperio de la ley penal del Estado, frente a los delitos cometidos contra
sus nacionales, aún en el extranjero. Resulta irrelevante el lugar de comisión o en el que
deba producir sus efectos el delito, o la nacionalidad del sujeto activo del mismo. Se trata
de un criterio que no ha sido receptado por nuestro derecho positivo vigente y que, en
aquéllas legislaciones en las pueda tener algún grado de aceptación, no debe hacerse valer
cuando el hecho sea impune según el Derecho del lugar de comisión del delito. De otro
modo, su aplicación terminaría por violar el principio de «prohibición de abuso» del
Derecho Internacional (requisito de la identidad de la norma), al interferirse en la órbita de
otro Estado.
Propone la validez de la ley penal de un Estado para todos los casos, sin importar el
lugar de comisión o en el que deba producir sus efectos el delito, ni la nacionalidad del
sujeto activo o pasivo del mismo. Se trata de un principio, que debido a la coexistencia de
las distintas soberanías, resulta práctica y científicamente insostenible como regla general.
Por ese mismo motivo, su imperio requiere de un acuerdo previo entre las diferentes
naciones para que no se traduzca en intervenciones jurídicamente infundadas de un Estado
sobre las cuestiones interiores de otro.
En consecuencia, sólo rige para los llamados delitos contra el derecho de gentes (delicta
iuris gentium), es decir, aquéllos elaborados a través de convenciones internacionales, con
el objeto de proteger bienes jurídicos supranacionales. Su fundamento descansa en el
principio de solidaridad internacional, que autoriza la persecución mundial de aquéllos
delitos que atentan contra los intereses jurídicos comunes a las naciones civilizadas.
Por último, debe destacarse, que a pesar de la escasa consideración inicial de este
principio -se aducía, entre otras cosas, la utópico que resultaba un verdadero derecho penal
internacional-, su importancia se ha incrementado sensiblemente como consecuencia del
gradual aumento del catálogo de infracciones internacionales que lo comprenden. Se trata
del resultado del fenómeno de «globalización», que «caracterizado por la interdependencia
en los campos social, político, económico, cultural y jurídico, y por la facilidad y celeridad
de los medios de transporte de personas y bienes, al igual que de las comunicaciones de
imagen, sonido, informaciones y datos», ha llevado «a la internacionalización de ciertos
bienes tutelados por el derecho penal, en desmedro de las fronteras nacionales y del
concepto de soberanía, y a la concreción de una vasta trama de convenios y tratados
bilaterales y multipartitos de asistencia judicial y de auxilio entre los distintos países para el
pronto y adecuado juzgamiento y sanción de los delitos que corresponden a su respectivas
jurisdicciones».