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Los bioindicadores ¿una alternativa real para la
protección del medio ambiente?
Bioindicators: a real alternative to protect the environment?

Cesar González Zuarth y Adriana Vallarino

Resumen. El grave deterioro que sufre el medio ambiente en todo el mundo, ha plan-
teado la necesidad de buscar la manera de evaluar la integridad de los ecosistemas y
evitar los daños ecológicos, económicos y de salud que implican dichos deterioros.
Los bioindicadores han sido propuestos como un método confiable para detectar dis-
turbios ambientales producidos por una amplia gama de estresores. Sin embargo, no
han estado exentos de críticas. A lo largo del presente capítulo explicamos qué son los
bioindicadores, cómo funcionan, las ventajas de su uso y los obstáculos que deben su-
perarse para que resulten realmente eficientes.

Palabras clave: bioindicadores, biomarcadores, salud ecosistémica, estresores


ambientales

Abstract. The serious environmental deterioration in the planet has raised the need
to find the way of evaluating the ecosystems integrity and avoid the ecological, eco-
nomical and health damages that these damages cause. Bioindicators have been pro-
posed as a reliable method to detect environmental disturbances provoked by a wide
range of stressors. However, these methods have not been exempt from some criti-
cism. In the present chapter, we explain what are bioindicators, how they work, ad-
vantages of use and the obstacles need to overcome to become completely efficient.

Keywords: bioindicators, biomarkers, ecosystemic health, environmental stressors

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A lo largo del tiempo, los ecosistemas sufren constantemente modificaciones


graduales en sus características físicas y biológicas que en conjunto con otras
fuerzas como la selección natural y la selección sexual, modelan una y otra vez
su identidad. Sin embargo, el impacto de las actividades humanas tales como la
fragmentación de los hábitats, la contaminación ambiental y la sobreexplotación
de los recursos junto a los efectos del cambio climático, han ocasionado alteracio-
nes drásticas sobre dichos ecosistemas en periodos cortos, lo que frecuentemente
impide que los organismos se adapten a su nueva realidad y como consecuencia,
se extingan. Esta problemática ha generado una búsqueda intensa de métodos
precisos, económicos, fáciles de implementar y que permitan la detección tem-
prana de disturbios ambientales que pongan en peligro a la biodiversidad, la sa-
lud de los seres humanos y contribuyan a evitar los altísimos costos en tiempo
y dinero que implica una restauración ecológica. Un método que ha venido co-
brando popularidad a lo largo de los años es el uso de bioindicadores. El presente
capítulo tiene como fin explicar qué son los bioindicadores y discutir las ventajas
y desventajas de su uso como un método de alerta temprana ante cambios am-
bientales potencialmente dañinos para el ecosistema y a los seres humanos.

Panorama actual

Fragmentación del hábitat. El incremento de actividades como la silvicul-


tura, la agricultura, la industria, el turismo y la urbanización han ocasionado
una disminución importante en el tamaño del hábitat de muchas especies (Foley
et al. 2005). La FAO (2012) reportó que entre el año 2000 y el 2010, se perdieron
5.2 millones de hectáreas/año en el mundo, siendo América Latina una de las
regiones con mayor merma de bosques. México es uno de los países con mayor
tasa de deforestación a nivel global. Si bien es difícil hacer cálculos precisos, se
estima que actualmente se cuenta con tan solo el 10% de selvas y 50% de bosques
templados de las superficies originales (Céspedes-Flores y Moreno-Sánchez
2010). Esta pérdida de vegetación contribuye a la disminución de la biodiver-
sidad, el incremento de la erosión con subsecuente pérdida de la fertilidad del
suelo y a crear sinergias negativas con el cambio climático global (Galicia et al.
2007). No obstante esta amenaza y a pesar de la importancia ecológica y econó-
mica de los bosques, no existe un sistema de monitoreo que informe respecto
al cambio de uso de suelo, sus causas y las tendencias hacia el futuro. Una de
las principales causas de la extinción de las especies es la destrucción de sus
hábitats naturales o la fragmentación de los mismos (Tilman et al. 1994). Ello
debido principalmente a que en poblaciones pequeñas y aisladas, el aumento de
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la deriva genética, la endogamia y la reducción del flujo de genes, pueden reducir


sustancialmente la variación genética. A corto plazo, un aumento del grado de
homocigosis causado por el incremento en la endogamia, aumenta la expresión
de alelos recesivos deletéreos (Reed y Frankham 2003), y a largo plazo, una baja
diversidad genética puede afectar el potencial de una especie para adaptarse a
las cambiantes condiciones ambientales (Willi et al. 2006).
Contaminación ambiental. Anualmente se vierten en los océanos en-
tre 240 y 960 mil toneladas de hidrocarburos por accidentes y entre 666 000
y 2.5 millones de toneladas a consecuencia de vertidos ilegales y operaciones
rutinarias de los buques (Oceana 2003). En el 2007, el uso de plaguicidas en
el mundo alcanzó los 2 400 millones de kg, siendo los herbicidas (40%) los
más empleados, seguido por los insecticidas (33%). En México más de 95 mil
toneladas de agroquímicos son liberadas al año (Loera 2013). Por otro lado,
más de 300 millones de habitantes de ciudades en Latinoamérica producen
225 000 toneladas de residuos sólidos cada día y menos del 5% de las aguas de
alcantarillado reciben tratamiento antes de ser vertidas a los cuerpos de agua
(Reynolds 2002). Uno de los mayores daños que los contaminantes químicos
producen en los seres vivos, es el de alterar el funcionamiento del sistema en-
dócrino. Así, conductas asociadas al éxito reproductivo como el cortejo, el
desarrollo de caracteres sexuales secundarios, el cuidado parental, la defensa
contra depredadores, el establecimiento de jerarquías de dominancia, etc., que
son mediadas por hormonas, pueden alterarse severamente por la exposición
a estos disruptores del sistema endócrino: en peces (Sopinka et al. 2012), an-
fibios (Metts et al. 2012), reptiles (Rainwater et al. 2011), aves (Wei Zhang y
Zhang Ma 2011), mamíferos (Hellwig 2011), plantas (Pautasso et al. 2012) e
invertebrados (Karolin Kamel 2012).
Cambio climático global. Las consecuencias del cambio climático
global son numerosas y de diversa índole. El aumento de la temperatura su-
perficial de los cuerpos de agua ocasionará modificaciones drásticas en la dis-
tribución y abundancia de las especies. Los patrones de precipitación se verán
severamente alterados; aumentando la intensidad de las lluvias en algunas re-
giones y agudizándose las sequías en otras (Overpeck y Cole 2006). La fusión
de los hielos glaciares ocasionará un aumento del nivel medio del mar inun-
dando las zonas bajas. Estudios recientes sugieren que el cambio climático
puede convertirse en la mayor amenaza global para la biodiversidad en las
próximas décadas (Leadley et al. 2010). Entre sus efectos se encuentran los
trastornos ocasionados en la fenología de los organismos, lo que ha llevado
a una desincronización entre la fenología de los depredadores y sus presas,
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parásitos y hospederos, floración y nacimiento de insectos polinizadores que


han llevado a la extinción de las especies (v. gr. Kiers et al. 2010). Cambios en
la temperatura del mar ya impactan sobre los corales (Anthony et al. 2008),
con consecuencias negativas para la fauna asociada a ellos. Las especies exóti-
cas colonizarán lugares que, debido a sus temperaturas frías, estaban vedados
para ellas. Alteraciones a niveles de organización más altos también ocurri-
rán. Un análisis reciente sugiere que gran parte de la selva amazónica será
sustituida por sabanas tropicales (Lapola et al. 2009).

Bioindicadores

La vulnerabilidad de las especies ante los estresores ambientales ya mencio-


nados no es uniforme, depende de la capacidad de éstas para responder (re-
siliencia) y adaptarse a las nuevas condiciones climáticas (plasticidad). Esto
es, las especies con una capacidad de respuesta limitada ante los cambios del
ambiente, serán las más vulnerables. Es necesario pues, una evaluación am-
biental integral con el fin de obtener la información relevante que permita
detectar de manera temprana las alteraciones que podrían afectar negativa-
mente a las poblaciones, especies o ecosistemas (Burger 2006) y con ello es-
tablecer programas más eficaces para mitigar los daños causados por dichos
estresores ambientales (Bellard et al. 2012). Puesto que es poco práctico llevar
a cabo monitoreos en los cuales se vigilen todos los componentes biológicos y
físicos de cualquier ecosistema, se ha optado por aprovechar la sensibilidad de
algunos organismos a los estresores ambientales como indicadores del daño
que dichos estresores pueden causar a toda la biota del ecosistema que se mo-
nitorea. A partir de dicha premisa, se origina el concepto de especie bioindi-
cadora con el objetivo de mantener poblaciones viables de todas las especies
nativas, proteger muestras representativas de todos los tipos de ecosistemas
nativos en toda su área de distribución natural de variación, mantener los pro-
cesos evolutivos y ecológicos, establecer las condiciones adecuadas para que
las especies puedan responder de manera eficaz a los cambios ambientales, así
como encontrar el óptimo de explotación de los recursos de un ecosistema sin
menoscabar los objetivos antes mencionados.
Las especies bioindicadoras se definen como aquellas que por sus carac-
terísticas (sensibilidad a las perturbaciones ambientales, distribución, abun-
dancia, dispersión, éxito reproductivo, entre otras) pueden ser usadas como
estimadoras del estatus de otras especies o condiciones ambientales de inte-
rés que resultan difíciles, inconvenientes o costosas de medir directamente
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(Heink y Kowarik 2010). A partir de esta definición se puede fácilmente deri-


var que no cualquier taxón puede ser un bioindicador. Para ello, deben ser: 1)
estenoicos, es decir, con una tolerancia reducida respecto a uno o más factores
ambientales porque de ser muy resistentes, los daños causados por los estreso-
res pasarían desapercibidos. 2) aportar información biológicamente relevante;
en otras palabras, mediante sus respuestas debe ser posible discriminar entre
las perturbaciones en el medio ambiente y las variaciones naturales. 3) cum-
plir con requisitos adicionales descritos en la Tabla 1 (más detalles en Li et al.
2010; Holt y Miller 2011).

Tabla 1. Características biológicas que debe cumplir un taxón para ser considerado
como bioindicador.

Biológicamente relevantes
Suficientemente sensible para advertir alteraciones del ambiente, pero no tanto
como para indicarnos variaciones triviales o poco importantes biológicamente.
Capaz de advertir no solamente del peligro que corre el taxón mismo sino del peli-
gro que corre todo el ecosistema.
La intensidad del cambio en el taxón bioindicador está correlacionado con la in-
tensidad del disturbio ambiental.
Indica directamente la causa en vez de simplemente la existencia del cambio (ej.
alteraciones de fecundidad y sobrevivencia y no únicamente en la abundancia).
Los cambios que ocurren se producen muy poco tiempo después de originarse la
alteración, lo que permite evitar daños dramáticos en el ecosistema.
Metodológicamente plausibles.
Su abundancia permite tomar muestras periódicamente sin comprometer la esta-
bilidad de la población.
Su baja movilidad facilita conocer el origen del disturbio.
Son lo suficientemente resistentes como para poder manipularlos, transportarlos
al laboratorio y hacer experimentos y análisis con ellos.
Presentan una amplia distribución que permite hacer comparaciones entre dis-
tintas poblaciones.
Fáciles de identificar por personas sin experiencia en el taxón.
Los datos obtenidos a partir de ellos son fácilmente interpretables.
No se requiere de un equipo caro o complejo para su monitoreo.
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Los organismos suelen reaccionar de manera distinta a los disturbios am-


bientales. Acorde con ello, a los bioindicadores se les clasifica de la siguiente
manera: 1) Detectores: organismos que ante la presencia de estresores am-
bientales sufren un aumento en la mortalidad, alteración en la actividad re-
productiva y una disminución en su abundancia. Por ejemplo, los líquenes
suelen disminuir su abundancia ante contaminantes como SO2 debido a que
éstos dañan al componente fúngico de éstos, rompiendo así la relación sim-
biótica (véase capítulo 28). 2) Explotadores: organismos que ante la desapa-
rición de la competencia o por el enriquecimiento de nutrientes ocasionados
por perturbaciones ambientales, sufren un cremiento poblacional explosivo,
por lo que su presencia evidencia dicha perturbación. Por ejemplo, el explo-
sivo crecimiento de las algas en aguas eutrofizadas o el éxito de los gorrio-
nes (Passer domesticus) en las ciudades o el crecimiento de malezas en zonas
perturbadas (véase capítulo 30). 3) Acumuladores: organismos que, debido
a su resistencia a ciertos contaminantes, pueden acumularlos en sus tejidos
en concentraciones que pueden ser medidas sin sufrir un daño aparente, por
ejemplo, en las macro algas (véase capítulo 26).
Existen especies que por su importancia ecológica o porque contribuyen
a despertar el interés y el apoyo del público en general, así como de las de-
pendencias gubernamentales que otorgan los fondos para tales proyectos, de-
ben ser considerados como organismos bioindicadores. 1) Especies bandera
que por su carisma o belleza, atraen fácilmente la atención del público en ge-
neral y, en buena medida, a los tomadores de decisiones; ejemplos de éstas
son el ajolote (capítulo 20), las tortugas marinas (capítulo 21) y los flamencos.
2) Especies centinela, que por tener una fisiología o dieta lo suficientemente
similares a los humanos, o porque son muy sensibles a los contaminantes quí-
micos, patógenos o toxinas, pueden proporcionar una indicación temprana de
los posibles efectos adversos para la salud y proporcionar información sobre
los mecanismos tóxicos de un agente peligroso dado. Por ejemplo, los canarios
que eran usados antiguamente por los mineros para detectar la presencia de
gases venenosos o las aves marinas (capítulo 22). 3) Especies clave, que por
sus efectos sobre el ecosistema, mayores que los esperados por su abundancia,
juegan un papel vital en el mantenimiento de la estructura de una comunidad
ecológica, como el conejo que es presa importante para innumerables depre-
dadores; a través del pastoreo y la dispersión de semillas, altera la composición
de especies vegetales; sus madrigueras sirven de refugio para numerosas espe-
cies de vertebrados e invertebrados; sus letrinas mejoran la fertilidad del suelo
y sirven de áreas de alimentación para numerosos invertebrados. 4) Especies
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sombrilla, que por requerir de un hábitat extenso para mantener poblacio-


nes viables, facilitan con su protección, la conservación de otras especies. Por
ejemplo, las mariposas (ver capítulo 16), los cetáceos (véase capitulo 23) o el
jaguar (véase capítulo 24).
De acuerdo con el objetivo principal del estudio en cuestión, podemos uti-
lizar distintos tipos de bioindicadores. Una opción puede ser la de identificar
las áreas con alta riqueza de especies para protegerlas de manera eficaz. Para
ello es aconsejable el uso de bioindicadores de diversidad. En cambio, si el
interés radica en conocer el efecto de algún estresor ambiental sobre cierta lo-
calidad, debemos apelar a los bioindicadores ecológicos.Por último, si lo que
se intenta es conocer de manera predecible los efectos de un determinado es-
tresor ambiental con el fin de proponer mejoras a las políticas ambientales, es
imperativo el uso de los bioindicadores ambientales (Tabla 2).
Los bioindicadores en un estricto sentido, proporcionan información cua-
litativa de la salud del ambiente a través de su presencia/ausencia o median-
te cambios en su abundancia. Por su parte, los biomarcadores son definidos
como los cambios genéticos, fisiológicos, morfológicos y conductuales asocia-
dos a la exposición a un estresor ambiental. Dado que estos cambios pueden
medirse, evalúan de manera cuantitativa la intensidad de un disturbio. Por lo
tanto, en cualquier monitoreo ambiental ambas deben desarrollarse en con-
junto, ya que son la herramienta de evaluación primaria.
Los biomarcadores existen en distintos niveles. A nivel genético la genómi-
ca, metabolónica y la proteómica son campos muy promisorios en la evalua-
ción del medio ambiente (capítulo 4; Schettino et al. 2012). A nivel bioquímico
se han estudiado las proteínas de shock de calor que previenen y/o reparan los
daños proteicos causados por xenobióticos (Joseph y Raj 2011) y las alteracio-
nes en la producción de inmunoglobulinas y la actividad de las lisoenzimas
ante una exposición a plaguicidas (Li et al. 2013). Por otro lado, a nivel morfo-
lógico, se ha encontrado que la asimetría fluctuante de peces que habitan lu-
gares contaminados es mayor que en peces que habitan lugares relativamente
limpios (Estes et al. 2006), Además, a nivel conductual, existen varios bioin-
dicadores, por ejemplo, alteraciones en la conducta de incubación en gavio-
tas indican la presencia de plaguicidas orgánicos persistentes (Bustnes et al.
2001). Esto se debe a que el comportamiento es la manifestación de la combi-
nación de procesos fisiológicos y ecológicos, por lo que puede ser ideal para el
monitoreo de disturbios ambientales.
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Tabla 2. Tipos de bioindicadores de acuerdo al tipo de disturbio que pueden detectar.

Reflejan el número de especies de los taxones que viven en simpa-


Indicadores tría (Revisado en Caro y O'Doherty 1999). En los campos agríco-
de biodiver- las, la abundancia y riqueza de himenópteros está correlacionada
sidad con la diversidad de todos los artrópodos que habitan en dichos
campos (Anderson et al. 2011).
Taxones sensibles a la presencia de estresores ambientales, que
permiten mediante su presencia o ausencia y sus fluctuaciones en
el tiempo, conocer el impacto de dichos estresores sobre los demás
taxones que habitan en la misma localidad. Son usados para: a)
Indicadores evaluar el estado del ambiente o vigilar sus tendencias en el tiem-
ecológicos po, y b) obtener señales de alerta temprana de cambios en el am-
biente y c) determinar la causa de problemas ambientales (Dale y
Beyeler 2001). No es fácil determinar las variables ecológicas que
caracterizan a todo el sistema y sean lo bastante simples para ser
monitoreadas de manera efectiva.
Organismos que responden de manera predecible a los disturbios
ambientales. Usados para detectar perturbaciones ambientales me-
diante una respuesta específica a dichas perturbaciones. (Pribadi et
al. 2011). Los murciélagos, sensibles a una amplia gama de estreso-
Indicadores
res ambientales, responden a ellos de manera predecible (Medellín
ambientales
y Víquez-R 2014), la presencia / ausencia de termitas que permiten
identificar los estragos causados por el cambio de uso de suelo (Pri-
badi et al. 2011), y las hormigas son usadas para monitorear el pro-
ceso de recuperación de un bosque (Schmidt et al. 2013).

Ventajas de los bioindicadores

Es indiscutible que el uso de bioindicadores para monitorear la salud eco-


lógica de los ecosistemas presenta ventajas sobre los métodos fisicoquímicos
tradicionales. El más evidente es que las evaluaciones ambientales por bio-
indicadores son mucho más baratas de implementar, no necesitamos de un
equipo tan caro y que requiera de un largo tiempo de entrenamiento para
usarlo, como el requerido para los análisis fisicoquímicos.
Los bioindicadores añaden un componente temporal que es acotado por la
duración de su vida o el tiempo durante el cual permanecen en la localidad de es-
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tudio, permitiendo la integración de las condiciones pasadas, presentes o actuales,


mientras que las mediciones químicas y físicas sólo caracterizan las condiciones
en el momento del muestreo. La determinación de las concentraciones de los con-
taminantes en el ambiente no refleja necesariamente la concentración de éstos en
los organismos debido a 1) una buena proporción de los contaminantes no entra
a los organismos, 2) algunos contaminantes persisten poco tiempo en el ambiente
pero se acumulan en los organismos. Mediante el estudio de los bioindicadores
es posible conocer la biodisponibilidad de los contaminantes (fracción que llega
a incorporarse a un organismo). Las concentraciones a las que se exponen los or-
ganismos pueden ser tan bajas que para detectarlas por los métodos tradiciona-
les, necesitaríamos usar tecnología de alta sensibilidad posiblemente a un costo
prohibitivo. Sin embargo, basta la observación de la conducta de los organismos
bioindicadores para poder detectarlas. Además, de acuerdo al rango particular de
tolerancia de las distintas especies bioindicadoras, podemos determinar si dichas
concentraciones realmente tienen repercusiones sobre ellas.
Los organismos en la naturaleza rara vez se ven afectados por un solo con-
taminante. Determinar los efectos conjuntos de éstos, es imposible de hacer
mediante los análisis químicos tradicionales. Sin embargo, mediante el estu-
dio de los bioindicadores, es posible establecer los efectos aditivos, sinérgi-
cos y antagónicos de los contaminantes. Los métodos químicos tradicionales,
tampoco permiten conocer el efecto real de los contaminantes sobre los orga-
nismos, ya que son incapaces de evaluar procesos como la bioactivación y la
desintoxicación. Por ejemplo, la actividad del citocromo P-450 puede produ-
cir de forma indirecta especies reactivas de oxígeno, que son responsables de
fenómenos de estrés oxidativo, es decir, determinadas sustancias al ser ingeri-
das, pueden transformarse en compuestos más tóxicos (bioactivación). Otras
substancias se vuelven menos dañinas al modificarse dentro de los seres vivos
(desintoxicación). Por ejemplo: el benceno + oxidación → fenol; fenol + sulfa-
tación → compuesto más soluble y fácil de excretar.
Los bioindicadores pueden advertirnos del efecto de ciertos estresores am-
bientales como las especies invasoras, la fragmentación del hábitat, la sobreex-
plotación de los recursos o el impacto del turismo sobre el ambiente, que son
difíciles de evaluar por otros métodos.

Inconvenientes del uso de bioindicadores

No obstante las ventajas del uso de bioindicadores, su eficacia para evaluar el


ambiente ha sufrido críticas que cuestionan incluso algunos conceptos implí-
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citos en la filosofía de los bioindicadores. Wicklum y Davies (1995) argumen-


taron que tanto la integridad como la salud son conceptos subjetivos, ya que
se basan en la representación de ecosistemas no alterados que probablemente
ya no existen y que hay muchos puntos finales naturales posibles que pueden
ser alcanzados por un ecosistema, que podría decirse tiene integridad o sa-
lud ecológica. La consecuencia de tal subjetividad es que esos conceptos son
vulnerables a la interpretación, hecho que potencialmente, podría conducir
a una mayor degradación de los ecosistemas. Este problema conceptual pue-
de evitarse si en vez de intentar contrastar nuestros resultados con los de un
ecosistema prístino, nos enfocamos en analizar las variaciones que presente
nuestra localidad de estudio a lo largo del tiempo.
Algunos de los supuestos en los cuales descansa el concepto de especies
bioindicadoras tales como la correlación entre la riqueza de especies del taxón
indicador y el número de especies de otros grupos taxonómicos menos cono-
cidos (Schall y Pianka 1978) y entre la alta riqueza de especies o la diversidad
del hábitat con la presencia de especies raras o amenazadas (Noss 1990), han
encontrado poco sustento por algunos estudios (Kremen 1992; Prendergast
et al. 1993; Gustafsson 2000; Vessby et al. 2002). Este punto continúa siendo
debatido debido a que también existen estudios que apoyan dichos supuestos
(p. ej. Anderson et al. 2011, Araújo 2011).
Una crítica más, proviene del hecho de que es prácticamente imposible
que dos especies ocupen el mismo nicho, lo cual hace improbable una corres-
pondencia entre la especie indicadora y las especies que evaluemos a partir de
éstas (Niemi et al. 1997). Por lo tanto, una especie determinada puede servir
como indicadora únicamente para un estrecho rango de condiciones ecológi-
cas dentro del tipo de hábitat (Koskimies 1989) y ningún indicador biológico
nos proporcionará toda la información necesaria para conocer el estado de
todo un ecosistema (Holt y Miller 2011). Más aun, debido a que los programas
de monitoreo usualmente utilizan un pequeño número de indicadores, no tie-
nen en cuenta la complejidad del sistema ecológico evaluado (Dale y Beyeler
2001). Sin embargo, este problema puede solucionarse mediante la evaluación
de taxones que ocupen diferentes niveles de la cadena trófica y que varíen en
su sensibilidad a los diferentes estresores ambientales (McMahon et al. 2012).
Steele et al. (1984) mencionan que muchos factores no relacionados con la
degradación de la integridad ecológica de un ecosistema local pueden influir
en las poblaciones de especies indicadoras, por lo que es difícil separar la in-
fluencia de factores individuales que afectan a una población. Por ejemplo, las
ranas han sido consideradas como bioindicadoras de cambio climático. Sin
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embargo, su declive parece asociarse a diferentes factores que varían entre


las poblaciones, lo cual dificulta conocer qué tipo de disturbio es bioindica-
do por la disminución del tamaño de dicho grupo. Además, los resultados
no son fácilmente comparables debido a la dificultad para aplicar la misma
metodología en dos lugares o momentos distintos, porque las circunstancias
o ambientes son diferentes. Sin embargo, esta crítica más que desacreditar los
resultados, advierte de que se debe ser muy cuidadoso en la interpretación de
los mismos.
La capacidad para detectar disturbios en el ambiente depende del taxón
que se elija. Algunos taxones con tiempos de generación cortos reaccionan
más rápido que aquellos de tiempos generacionales más largos ante el mismo
disturbio, por lo que estos últimos no pueden ser considerados para advertir-
nos de un inminente peligro, ya que los efectos del disturbio sobre la demo-
grafía de dichas especies se notarían mucho tiempo después (Niemëla et al.
1993). Sin embargo, taxones como el de las aves marinas que son bastante lon-
gevas pueden advertirnos de una perturbación en una fase temprana a través
de alteraciones en su conducta y el análisis de sus huevos, plumas y sangre. Al
mismo tiempo, con especies longevas es posible obtener información a largo
plazo como la exposición crónica a contaminantes a través del análisis del
éxito reproductivo, la tasa de sobrevivencia, la variación en el tamaño de la
colonia y la tasa de bioacumulación de xenobióticos.

Desafíos que plantea el uso de bioindicadores

Una manera de resolver los problemas asociados al uso de bioindicadores es


mediante el uso de un grupo de bioindicadores que ocupen distintos niveles
tróficos con el fin de controlar eficazmente los múltiples niveles de compleji-
dad dentro de un sistema ecológico (Burger 2006). Sin embargo, un desafío
que plantea el uso de bioindicadores como un método robusto y confiable para
determinar la salud del ambiente, es encontrar una combinación de especies
y análisis que proporcionen señales interpretables que puedan ser usadas para
darle seguimiento a las condiciones ambientales a un costo razonable a la vez
que abarquen toda la gama de variaciones ecológicas existentes en la localidad
de estudio.
La falta de procedimientos eficaces para la selección de los bioindicadores
hace que sea difícil validar la información obtenida a partir de estos. Mientras
no se establezcan métodos estándares para la selección y el uso de éstos, la in-
terpretación de los resultados continuará siendo relativamente subjetiva. Por
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lo tanto, es necesario el desarrollo y uso de procedimientos estándares para la


selección de los indicadores que permitan una comparación confiable de los
resultados.
El plantearse metas y objetivos poco claros o ambivalentes puede conducir
al uso de variables equivocadas medidas en el lugar y momento equivocados,
con mala precisión o fiabilidad (Noss y Cooperrider 1994). Por lo tanto, la de-
finición de manera clara de los objetivos de cualquier monitoreo, debe hacerse
antes de iniciarlo, con el fin de centrar la vigilancia en los aspectos que real-
mente interesan evaluar. Por ejemplo ¿Qué tipo de bioindicador se necesita?
¿De biodiversidad, ecológico o ambiental?
Tanto en México como en el resto de Latinoamérica existen una buena
cantidad de especies con potencial para ser bioindicadoras. Sin embargo, des-
conocemos la biología de la mayoría de ellas, lo que dificulta diferenciar las
variaciones naturales de las ocasionadas por los estresores. Además, es nece-
sario luchar contra la eterna falta de entusiasmo de parte de las autoridades
por conservar nuestros ecosistemas que se traduce en un escaso presupuesto
para ello y una muy pobre normatividad para el uso tanto de los bioindicado-
res como de los biomarcadores
Tilman et al. (1994) acuñaron el concepto de “deuda de extinción” que
se refiere a que las extinciones que observamos hoy en día, son consecuen-
cia de destrucciones de hábitat y alteraciones en el pasado. En ese mismo
tenor, Dullinger et al. (2013), han propuesto que las especies amenazadas
hoy en día en Europa, son consecuencia de grandes afectaciones al hábitat
ocurridas a principios del siglo XX. Discernir si el declive de una población
de la especie bioindicadora es debida a una alteración actual del ambiente, o
bien, es consecuencia de su pasado, es probablemente la principal razón del
por qué hemos de implementar biomonitoreos a largo plazo (Lindenmayer
y Likens 2009).
Ante la acción de un estresor ambiental, es necesaria una respuesta expe-
dita para mitigar los daños económicos, sociales, ambientales, ecológicos y de
salud que ocasiona. Más aún, dado que las alteraciones que ahora causamos
en el ambiente trascienden en el tiempo, tenemos la responsabilidad de encon-
trar la manera de evitar privar a las siguientes generaciones de una importante
fuente de ingresos, recreación y belleza e impedir que pintores, escultores y
poetas pierdan su fuente de inspiración.
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