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Capítulo 6 “Los valores y la cultura”

Los valores son parte esencial de toda cultura, los cuales forman verdaderos
sistemas de valores.
Por ello, una cultura es identificable, entre otras características, por su sistema
de valores. Los valores se ubican en el pensamiento y en el sentimiento, pero
indudablemente se crean muy concretamente en diversas formas.
De suerte que la relación cultura-valor recorre un camino de ida y vuelta: los
valores caracterizan una cultura; la cultura reproduce y transmite esos valores.
entendemos por cultura como un conjunto de ideas, valores, símbolos y
relaciones sociales que identifican a un conglomerado humano.
Son muy variadas las expresiones culturales, desde las más fáciles de adquirir
y reproducir, como la lengua, el arte popular, la cocina autóctona, etc., hasta
las más complejas y elaboradas, consideradas por muchos inadecuadamente
como las únicas expresiones cultas, tales como el arte refinado, el pensamiento
filosófico, las ciencias y tecnologías que en ese marco se cultivan.
En no pocos casos, la religión está ligada muy estrechamente a cierta cultura,
En contextos católicos se ha desarrollado recientemente el concepto de
“inculturación del evangelio”, dando a entender la necesidad pastoral de
tomar en cuenta las variables culturales para predicar y vivir el mensaje
evangélico. También se propone la influencia inversa denominada
“evangelización de la cultura”.

POR PADRE LORENZO ATO


El término ‘inculturación’ hay que entenderlo desde la analogía con el término
‘encarnación’. De hecho, el fundamento mismo de la inculturación es el misterio
de la encarnación del Verbo de Dios, la humanización de Dios. Así como
Cristo, encarnándose en una situación histórica concreta, anunció el Reino de
Dios desde la cultura de su tiempo, igualmente la Iglesia tiene que continuar su
presencia encarnando el Evangelio en cada cultura.
La iglesia tiene que moverse en una especie de ‘tensión dialéctica’ entre el ‘ser’
y ‘no ser’: ser la ‘Iglesia universal’ y, al mismo tiempo, concretarse
culturalmente en cada ‘Iglesia particular’. De ahí que, en los debates sobre el
tema de la inculturación, hay quienes hablan de “despojar al cristianismo de su
corteza cultural occidental, a fin de provocar una verdadera africanización,
indianización o indigenización de las iglesias autóctonas
La inculturación de la fe es una exigencia esencial de toda evangelización,
‘define’ la evangelización misma. Evangelización e inculturación de la fe vienen
a ser en el fondo la misma cosa. Si la Iglesia es universal, si el Evangelio está
destinado a todos los pueblos, a todas las culturas, es entonces evidente que
no se puede evangelizar sin asumir las culturas en sus valores, sin un respeto
profundo por la diversidad cultural. La Iglesia tiene el deber de hablar el
lenguaje concreto de cada cultura que pretende evangelizar. “La tarea de la
inculturación supone esencialmente una doble fidelidad: fidelidad a las culturas
particulares y a la universalidad del mensaje evangélico. Esta tensión forma
parte de la evangelización”.
El evangelizador debe ser consciente no sólo de que los destinatarios del
Evangelio son hombres de una cultura particular, que deben vivir su fe en los
moldes de su propia cultura, sino que él mismo (como evangelizador) está
condicionado por la cultura a la cual pertenece. Lo dicho del evangelizador vale
también para la Iglesia como institución; ésta debe ser consciente de sus
condicionamientos socio-culturales, evitando confundir una plasmación
histórica concreta del cristianismo en una determinada cultura, con los rasgos
esenciales ‘inmutables’ del Evangelio, provenientes de la voluntad permanente
de Jesucristo.

Dia de los muertos en México

Valores aparentemente más universales, como podrían ser los morales,


económicos o científicos, tienen en la cultura determinaciones diferenciadas o,
cuando menos, condicionamientos y realizaciones particularizados. La cultura
posee, por tanto, modos de vida creados, aprendidos y transmitidos de una
generación a otra entre los miembros de una sociedad particular. Por ello, a
veces tiene límites geográficos, que son los de una región, un país, o conjunto
suprarregional de países con cierto grado de homogeneidad; otras veces se
restringirá a los límites históricos. Ello no es obstáculo para un trasiego más o
menos libre de productos culturales, dando lugar tanto a la adopción de
elementos foráneos, que no encajan con la cultura local, como al surgimiento
de sincretismos o a la aparición de adaptaciones que buscan asimilar en la
propia cultura los elementos exógenos. Los términos exogeneidad, exógeno, exógena y sus
derivados se utilizan para hacer referencia a algo que se origina en el exterior de una cosa

Antigüedad decir la verdad, hoy decir mentiras

En la práctica, la gente que comparte cultura, o intereses, suele compartir


igualmente muchos valores. Pese a ello, siempre habrá diferencias de opinión
en esta materia. Tómese nota de que la discrepancia no es conflicto, aunque
puede dar lugar a éste. El caso puede ilustrarse con un individuo cuyos valores
chocan con los del resto de su grupo social, de tal manera que se acabe con la
tolerancia y surja el conflicto. Ante esta situación problemática, se busca una
salida, que no necesariamente representa una auténtica solución. Esta salida
puede ser provocada por el propio sujeto discrepante, por un líder o la
autoridad constituida, o incluso por un mediador. El grupo social en donde
ocurre el conflicto puede ser cualquiera: familia, centro laboral, comunidad de
residencia, etcétera.
Así las cosas, las eventuales salidas al conflicto interpersonal pueden ser
algunas de las siguientes:
1. EVASION: el individuo discrepante (o cualquiera de los otros) evita referirse
a las diferencias, adopta una” paz barata” y evidencia que, en el fondo, poco le
interesa la cuestión.
2. SILENCIO: el individuo discrepante renuncia a la polémica, o le obligan a no
manifestar sus diferencias; se origina una relativa calma ante la ausencia de
hostilidades, pero no hay un cambio real en su jerarquía de valores.
3. AISLAMIENTO: el individuo discrepante se aísla en su casa o en su oficina,
interrumpe el comercio fluido con las personas, o bien es marginado. Algunos
administradores recurren al “ascenso marginal”.
4. CONFINAMIENTO: el individuo discrepante se encierra físicamente,
interrumpiendo radicalmente las relaciones con sus semejantes, o es forzado a
ello, con razón o sin ella, al ser llevado a prisión.
5. RENUNCIA: el individuo discrepante se va o renuncia, o bien es obligado a
ello (ostracismo o despido), buscando quizá un grupo social que le sea más
afín. Es la historia de los exiliados y refugiados por causas políticas. Y en el
mundo laboral, se entiende que quizá llegó la hora de cambiar de empleo.
6. ASIMILACIÓN: el individuo discrepante pierde su identidad en el grupo y
decide cómodamente renunciar a su postura inicial para pensar, decir y hacer
como el resto del mundo.
7. RECTIFICACIÓN: el individuo discrepante se convence o es lealmente
convencido de que su posición es equivocada y acaba aceptando las razones
de la mayoría.
8. LIDERAZGO PERSUASIVO: el individuo discrepante persuade a los de Más
que la razón le asiste y los lleva a suscribir sus posiciones.
9. LUCHA SOLIDARIA: el individuo discrepante se percata de que existen otras
personas que piensan de modo muy semejante a él y las busca, o es por ellas
buscado; se organizan en un grupo de interés, que eventualmente podría
evolucionar como grupo de presión e incluso convertirse en un nuevo grupo de
poder.

Experiencias propias al estar conviviendo e interactuando en


otras culturas. Par de ejemplos

¿Qué significa la palabra axiológico?


La palabra axiología viene del francés axiologie, y esta del griego ἄξιος: que significa «digno, con
valor», y λόγος, que su significado es. «tratado» o «estudio»; por lo que paso axiología significa «estudio
sobre el valor», que se explicaría como «teoría de los valores o de lo que se considera valioso».

Al discrepar sobre valores, es muy probable que el origen y motivación del


diferendo sea también de naturaleza axiológica, pues frecuentemente se
aducen razones económicas, políticas, religiosas, estéticas, vitales, entre otras.
Ha existido desde el siglo anterior una marcada tendencia hacia la tolerancia, lo
que no impide que cada quien se defina en materia de valores. La tendencia
pareciera estarse revirtiendo en esta última década, pese a la desaparición de
la bipolaridad política mundial, que condujo a la guerra fría. Se registran
radicalizaciones de posturas políticas, nacionalismos exacerbados,
neonazismo, xenofobia, guerras santas, terrorismo y otros males por el estilo.
En Latinoamérica se asiste, por otra parte, a un repliegue en los debates, por
una suerte de apatía motivada por el conformismo, la decepción o la pereza
mental. Se observa en la presente década un aumento en la abstención en
materia de participación política; los jóvenes lucen un poco más distantes, y a
veces más apáticos que sus mayores, a la hora de participar en los debates
sobre la vida nacional.
Pero también está surgiendo en la juventud un espíritu de mayor
independencia y, sobre todo, de mayor confianza en sí mismos, en sus propias
fuerzas. Esta última tendencia, en dirección coincidente al espíritu
emprendedor, de la que se hablará más adelante, empieza a ser el síntoma de
que la sociedad está cambiando su forma de comportarse de manera colectiva.
Por ello, es importante abrir el debate sobre las cuestiones axiológicas, para
confirmar las opciones propias, conocer otras perspectivas, ampliar el radio de
acción de la conciencia y mejorar nuestro conocimiento de los seres humanos.

¿Qué relación tienen los valores con la cultura?


La cultura puede ser definida como los valores compartidos, las creencias y
las normas de una organización, es un proceso de sensibilización a través de la
comunicación e interacción; dependiendo de cómo se fortalecen y controlan
los valores, se puede hablar de una cultura fuerte o débil.

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