texto vas a escribir? ¿Con qué Propósito Concientizar a la sociedad intención vas a comunicativo a través de las obras de escribir? José María Arguedas sobre la desigualdad y la discriminación ¿Quiénes leerán Destinatarios Público en general tu ensayo? ¿Cuál será el Tema El despertar em la sociedad tema que vas a al descubrir el encuentro de escribir en tu dos mundos en pleno ensayo? bicentenario ¿Qué tipo de Lenguaje Formal lenguaje vas a usar? ESCTRUCTURA ¿Cómo iniciarás Con una breve introducción tu texto? contextualizando nuestra situación acompañada de nuestra tesis ¿Cuál es tu La sociedad necesita en postura? este bicentenario lo que es vivir en dos mundos para cambiar su perspectiva de visualizar y clasificar a las personas para que de esa manera forjemos una sociedad más pacífica, equitativa y empática. ¿Con que Con partes pequeñas de argumentos algunas de las obras de sustentarás tu José María Arguedas. opinión? ¿Cómo Con una conclusión breve, finalizaras tu transmitiendo conciencia texto? hacia el público en general. EL DESPERTAR EN LA SOCIEDAD Y EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS EN PLENO BICENTENARIO. El despertar en la sociedad y el encuentro de dos mundos en pleno bicentenario parece que tomará un nuevo rumbo, en medio de la pandemia del COVID – 19 se presentaron los cambios drásticos que provocó en nuestro bicentenario, uno de ellos fueron las elecciones para el cargo de presidencia en la que se presentaron aspectos de discriminación hacia el nuevo presidente del Perú. Pedro Castillo, como as varios integrantes de su equipo de gobierno por parte de ciertos sectores, sobre todos de la ciudad ¡Cómo podríamos acabar con estas diferencias raciales y culturales, realmente se está haciendo realidad el encuentro de dos mundos? Si la población reflexiona y asume nuestra diversidad cultural y plurilingüe podría superarse estas taras sociales. La discriminación es uno de los problemas más graves que aún se presenta en la sociedad, donde converge la desigualdad entre las personas, donde se sitúa una línea; en un lado se observa la “raza superior” y en el otro la “raza inferior”, en donde esta “raza inferior” recibe críticas, indirectas malintencionadas, maltratos físicos, por parte de esta raza que se considera “superior”. Mayormente se genera a través del término cholo que se crea esta línea, que simboliza una identidad nacional y que habitualmente refiere a la población originaria, así como también a los mestizos, de rasgos indígenas, mezcla de mestizo e indígena, dejando fuera blancos o criollos, negros, mulatos, zambos y descendientes asiáticos. En la obra de “Todas las sangres” escrito por José María Arguedas, podemos evidenciar aspectos discriminatorios, como en la mayoría de sus obras, la vergüenza que tienen jóvenes, al ver bailar danzas de pueblos, considerándose ellos mismos “deserranizados”. “¡Por fin! Como despedida de la fiesta se tocaban huayno o pasacalles. Entonces se lanzaban a bailar como presos recién liberados, muchas parejas, y gozaban; otras, especialmente por partes de las muchachas, bailaban desanimadas, porque procuraban demostrar que ya estaban totalmente “deserranizados” y que habían olvidado el huayno, y no faltaban hombres y mujeres que no salían a bailar las danzas de sus pueblos, declarando en voz alta que se habían olvidado de ellas. Y de verdad, muchos de estos jóvenes no podían bailar; la vergüenza los estorbaba, eran los mismos que se negaban a hablar quechua y que padecían mientras intentaban bailar con la mayor “destreza” los bailes extranjeros”. Estos actos de superioridad y de hacer sentir a alguien inferior, más que nada, proviene de nuestra infancia, cuando creces con solo una idea, con solo una versión de como gira el mundo, que es forjada por tus progenitores. De esta manera se crea un círculo vicioso, sin nadie que señale lo que en realidad es correcto o que es incorrecto, más aún si carece de mente abierta, se crea los prejuicios viciosos, de generación en generación, a través de una frase de Mario Vargas Llosa sobre el racismo, podemos contextualizar: “La mayoría de veces es inconsciente, nace de un yo recóndito y ciego a la razón, se mama con la leche materna y empieza a formalizarse desde los primeros balbuceos del peruano”. Las obras de Arguedas se expresan en una misma sinfonía, en el enfoque de “respaldar a los indios” que él avistaba mediante su experiencia vivida en su infancia en el mundo campesino, por querer lograr el “encuentro entre estos dos mundos”. Obras como: “Los ríos profundos” (1958), nos introduce un mundo es a la vez cotidiano y mágico, con sencillez y originalidad, narra sus experiencias, y sobre todo el rico mundo interior de un niño que compara su alma a la del rio pachachaca y desea como él “cruzar la tierra, cortar las rocas; pasar indetenible y tranquilo, entre los bosques y montañas…”; “Agua” (1935) refiriéndose a una protesta pública a favor de los derechos indígenas, una lucha por la libertad e igualdad de los pueblos; “Yawar fiesta” (1941) donde resalta el poder y la dignidad que el pueblo quechua a preservado a pesar de la explotación y el desprecio; “El sexto” (1961) en donde no encuentra división de clases sociales, sino enfrentamientos y desunión por razones netamente políticas y partidarias y “Todas las sangres” (1964) en el cual refleja su mensaje que la cultura andina, que no debe ser destruida por la modernización, más bien debe conservarse, manteniendo un pis de respeto ala diversidad cultural, a la par, su admiración hacia el señor Tupac Amaru a través de su poesía “A nuestro padre creador Tupac Amaru” (1962) en el cual podemos apreciar la oración. “llegaremos más lejos que cuando tu quisiste y soñaste. Odiaremos más que cuanto tu odiaste; amaremos más de lo que tú amaste, con amor de paloma encantada de calandria. En conclusión, todos tenemos derecho a ser tratados por igual, con independencia de nuestra raza, etnia, nacionalidad, religión, creencia, sexo, género, lengua, orientación sexual, edad, estado de salud, u otra condición. No hay que temer al cambio, tengamos la mente abierta, formemos los tiempos difíciles en experiencias, el encuentro de dos mundos en tiempos de pandemia tiene mucho más valor, porque nace el espíritu solidario dentro de nosotros. Empecemos por amarnos, no avergonzarnos por ser quienes somos, no temer a lo que dirán, “Tú eres como niño, algunas cosas que los mayores no vemos…”, es una fresa que nos deja José María Arguedas, dejando en claro que somos el futuro, remediemos lo que está mal, construyamos y hagamos reconocer lo que está bien. Respetemos al prójimo, avancemos como personas, sin temer los sucesos que se presenten de aquí en adelante.
EJEMPLO DE ENSAYO LITERARIO:
LOS RÍOS PROFUNDOS: NAVEGANDO ENTRE LA MAGIA Y EL HORROR Escrito por: Nathaly Cuayla
Me gusta la magia. Pero, cuando hablo de magia, no me refiero a
las ilusiones ópticas y los trucos con cartas (que también logran cautivarme), sino al hechizo que me impide despegar la mirada al leer un buen libro. Comencé a leer Los ríos profundos (publicada en 1958) de José María Arguedas (Andahuaylas, 1911 - Lima, 1969) sin muchas expectativas. Si bien me gusta la prosa de Arguedas, no soy fanática suya. Es por esa razón por la cual me agradó mucho más al leerlo. La historia es relatada en primera persona por su protagonista, un muchacho de catorce años, llamado Ernesto. Él es un marginado. Su raza mestiza es la causa de que no sea aceptado ni entre los blancos ni entre los indios. Es su maldición. La novela comienza cuando, por la noche, Ernesto llega junto a Gabriel, su padre, al Cuzco. Él se sorprende al ver la ciudad tan moderna: «El Cuzco de mi padre, el que me había descrito quizá mil veces, no podía ser ése». Me agradan mucho las descripciones, porque me hacen sentir parte de la historia. Yo nunca he viajado al Cuzco. No puedo siquiera imaginar cómo sería esa ciudad. Pero me gusta verla a través de las palabras del narrador. Me hace creer que allí existe la magia. Asimismo, me hace pensar en nuestro pasado incaico. Gracias al cuidado con el que Ernesto señala cada detalle, me hace sentir más cerca de todo eso. El narrador conoce al Viejo, pariente suyo, uno de los personajes más interesantes para mí. Este hombre es avaro y su actitud hacia sus semejantes es paupérrima. Su ropa siempre sucia, al igual que su alma. Además, exhibe una gran devoción hacia Dios. Y esa es una contradicción, porque ¿de qué sirve la fe si no te impulsa a ser mejor persona? ¿Cómo puede compensar toda la maldad que el Viejo ha cometido? Y lo más importante ¿por qué él es así? No existe una justificación para la crueldad. Otro personaje que llamó mi atención fue un indio, sirviente del Viejo, por la pérdida de dignidad que hay dentro de él: «—Tayta —le dije en quechua al indio—. ¿Tú eres cuzqueño? —Manan —contestó—. De la hacienda. Tenía un poncho raído, muy corto. Se inclinó y pidió licencia para irse. Se inclinó como un gusano que pidiera ser aplastado». El indio se considera posesión del Viejo, quien lo humilla. Y el otro lo permite sin quejarse, porque hay algo dentro de él que se lo impide. Se llama costumbre. Estos personajes representan al oprimido y al opresor que existen en nuestra sociedad. En lo personal, aborrezco la especie de “organización” que hemos creado, donde un hombre vale más que otro por lo que tiene y no por lo que es. Este sistema se mantiene debido a que el ser humano tuvo que a adaptarse a condiciones lamentables con el fin de sobrevivir. Sin embargo, ese es un rasgo que también nos acerca a la mediocridad y al conformismo. La violencia está siempre presente en la novela. Por ejemplo, en el odio que siente Gabriel hacia el Viejo. Yo pienso que odiar no es malo (es un sentimiento tan común como el amor). Lo que sí me parece incorrecto es que Gabriel, tal vez sin querer, transmita ese rencor a su hijo. El odio no debe ser algo que se aprenda, ya que, por historia, sabemos que nunca lleva a nada bueno. Ernesto prosigue su marcha hacia Abancay debido a que Gabriel es un abogado itinerante. Luego, su padre se dirige a Chalhuanca, dejando a Ernesto en un internado, quien debe «enfrentarse solo a un mundo cargado de monstruos y de fuego». Hay algo que impide a Gabriel permanecer mucho tiempo en un mismo lugar: «Pero mi padre decidía irse de un pueblo a otro, cuando las montañas, los caminos, los campos de juego, el lugar donde duermen los pájaros, cuando los detalles del pueblo empezaban a formar parte de la memoria.» Él no desea forjar lazos afectivos profundos con nadie, para así evitar la nostalgia. Abancay es una ciudad rodeada de haciendas donde trabajan y viven los indios “colonos”. Ellos son muy desconfiados. La pérdida de la identidad se presenta en la historia: «Ya no escuchaban ni el lenguaje de los ayllus; les habían hecho perder la memoria; porque yo les hablé con las palabras y el tono de los comuneros, y me desconocieron.» Los indios son esclavos de la tierra que les pertenece. Viven arrinconados, escondidos y rebajados por los hacendados. Me asusta pensar que la globalización consiga exterminar nuestra magnifica diversidad cultural. No hay nada más maravilloso que las diferencias, ya que eso es lo que hace especial a la gente. Esa es la razón por la que debemos mantener nuestra esencia. El colegio es un sitio trascendental que alberga a personajes agresivos e indiferentes. El Padre Director es uno de ellos, porque es un sacerdote que promueve la violencia y el odio. Personifica la hipocresía. Quiero decir, un sacerdote debe ser pacífico, no todo lo contrario. La opa Marcelina es una mujer joven y loca que vive en el colegio. Los alumnos mayores suelen vejarla, lo ven como si fuera lo más normal del mundo. ¿A qué grado está tan incrustada la violencia dentro de ellos que no la reconocen cuando la tienen al frente? Nadie hace nada, nadie se queja. Y si lo hicieran, tampoco nadie les haría caso. La indiferencia se adueña de todo, como si fuera suyo, nos vuelve cobardes y sumisos. Esa misma hipocresía es concurrente entre todos los habitantes del internado. Por eso, Ernesto se siente confundido y solo, y muchas veces quiere fugarse. No obstante, encuentra consuelo en la naturaleza y en los recuerdos. La memoria es fundamental a lo largo de toda la obra, ya que Ernesto evoca el pasado como método de supervivencia. Según yo, vivir de recuerdos equivale a no vivir. Porque es mentirse a uno mismo. Sin embargo ¿quién no se ha dejado seducir por la nostalgia? En este punto, me siento muy identificada con el narrador. El zumbayllu es un trompo silbador, y mi objeto preferido de la novela. Su canto produce en Ernesto, y en los demás, momentos de paz y ternura: «Para mí era un ser nuevo, una aparición en el mundo hostil, un lazo que me unía a ese patio odiado, a ese valle doliente, al Colegio.» ¿Cómo un solo objeto puede transmitir tanto? Para mí, lo material no puede hacernos felices. Por otro lado, el zumbayllu consigue alegrar a Ernesto. No porque sea bello, sino por lo que simboliza. El trompo despierta a la naturaleza con su canto, y Ernesto siente esperanza y fortaleza. A veces pienso que todo en la sierra es más especial, más mágico. Cuando cantan y danzan, cuando tocan música lo hacen con verdadera emoción. Y eso contagia. Lo que convierte lo ordinario en extraordinario es la importancia que le das a eso. Las mujeres de Abancay elaboran un motín en contra de los trabajadores de los hacendados, porque ellos están robando la sal. El Padre Director interviene a favor de los malhechores, porque le conviene tener a los indios sumisos. No me cabe la menor duda de que sería fácil comprar a este hombre, que ya de por sí está corrompido por la ambición de poder. Ernesto se une a la revuelta. Se siente identificado con la protesta y desea ayudar porque es más fuerte su cariño hacia los indios que hacia los “mistis”. Este es un gesto muy valiente por parte de él. No muchas personas se atreverían a apoyar causas justas. El miedo al “qué dirán” nos frena. Hay un gran repudio a lo que se manifiesta como diferente. Y eso mismo sucede en el relato. Los habitantes ricos de Abancay se muestran reticentes e incluso ofendidos por el motín. En el fondo saben que es lo acertado y por eso reniegan tanto. Descubrir que tu realidad es más dura de lo que creías es desolador. Y por eso la rehúyen. Lo bueno es que nada detiene a las mujeres, que están determinadas. Logran su cometido repartiendo la sal entre indios y colonos. Luego, los trabajadores de los hacendados arrebatan los sacos de sal a los colonos. La injusticia vuelve a expandir su sombra sobre Abancay, impotente, ante las tentativas de poblar de luz esa ciudad. El Padre Director lo castiga por haber sido parte de la protesta. El desamparo es muy notable en Ernesto al enterarse del nuevo asalto, pero no está arrepentido. Al siguiente día, ambos visitan a los colonos para oficiar una misa. El sacerdote manipula a los colonos para que se sientan culpables. Ernesto no resiste la falsedad en las palabras del Padre Director y huye. El ejército llega a Abancay a poner orden. ¿Qué es poner orden para ellos? Es detener cuanto antes el desarrollo del pensamiento. Los soldados son restringentes. Impiden que los indios se defiendan y luchen por igualdad. En cambio, los colman de miedo. Ernesto tiene un amigo llamado Ántero, quien se conmueve con el sufrimiento de los indios, no obstante, piensa como hacendado, porque es hijo de uno de ellos. Eso es lo que hiere a Ernesto. Pero, en la obra, nadie es totalmente malo ni totalmente bueno. Solo son humanos. La música es un estilo de vida. A lo largo de toda la historia, la música representa lo amado, porque te hace recordar. Te hace sentir vivo. Ernesto está conectado con la música. Por el zumbayllu y por su pasado. A mí me encantan los huaynos. Porque pueden ser himnos alegres que te emocionan y te hagan querer bailar. Y también pueden ser las más tristes melodías que te estremecen hasta llorar. La peste llega a Abancay desde lejos. Y las clases se suspenden en el colegio. La gente comienza a huir a los pueblos de los cuales proceden. Los hacendados desaparecen porque los indios comienzan a invadir el pueblo. Junto con ellos llega la peste. Entonces, la peste es sinónimo de justicia y libertad, porque consigue que los colonos recuperen su tierra que les fue arrebatada a zurriagazos. Ernesto también se va. Atraviesa solo las cordilleras buscando escapar de la peste, pero con la confianza de que nada malo sucederá con él. Espero que al final Ernesto consiga reunirse con su padre, y que supere la nostalgia que lo caracteriza. Aunque, si lo pienso, eso es lo que lo hace especial. Así que yo festejo las ansias de justicia de Ernesto. Porque él se yergue como un faro luminoso e intenta evocar el pasado para restaurarlo en el presente. La obra es muy crítica, porque toca temas como la exclusión social, la discriminación racial, la injusticia, la indiferencia, y muchos otros asuntos polémicos. Ernesto es víctima del mundo que lo rodea. Es consciente de que nadie es perfecto y que todos somos culpables de vivir como vivimos porque no hacemos nada para cambiarlo. Desde ahora, Arguedas se ha convertido en uno de mis escritores favoritos. Adoré cada segundo al leer su libro. Siempre me ha gustado la literatura andina, porque toca temas que son cercanos para mí, por la realidad en la que vivo. He leído otros antes del mismo género, pero entendí este mucho más que los otros. Creo que cada uno de los personajes es importante en la historia. Faltó describir a muchos, pero están en mi memoria (y en la memoria de quien haya leído esta maravillosa historia). Me encanta el personaje de Ernesto. Tiene convicción y lucha por lo que cree justo. Lo que me apena es su melancolía. Nadie merece vivir de nostalgias, porque sufren más. A pesar de todo, Ernesto tiene esperanza. Alguna vez leí que es la esperanza lo que no nos permite ser felices. Pero felicidad suena a conformismo. Un hombre feliz debe ser también un hombre aburrido. La belleza narrativa de Los ríos profundos me conmueve profundamente. Traza en mí las ganas de luchar por lo que creo, de no vivir esclavizada, no solo por los hombres, sino por los miedos. Porque tenerle miedo a todo es perjudicial. Y cada vez que lea este libro percibiré más cosas que ahora se escapan de mi entendimiento. Por ahora puedo decir que estoy agradecida con la vida porque amo este libro, y me hace mucha ilusión la idea de que otros también lo amen. En cada momento, sentí la magia presente. Quizás esta se esconda en las manos de Arguedas y él la emita sobre mí cada vez que leo su obra, y me inunda un sentimiento de turbulencia y ternura, como si sus ríos profundos invadieran mi sangre y se mezclan ambas para convertir mis pensamientos en cantos que danzan ágilmente junto con el zumbayllu de Ernesto.