Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Politica y Emocion
Politica y Emocion
2
Índice
Prólogo
Introducción
1. Emociones y política
¿Cómo se activan las emociones?
La valoración automática
Objeto y causa de la emoción
La emoción como respuesta compleja del organismo
La predisposición a la acción
¿Emoción o emociones?
Los fenómenos afectivos
Las emociones en la toma de decisiones
¿Por qué no hay Premio Nobel de Matemáticas?
Alexitimia política y científica
Emociones individuales y colectivas
Emoción, movimientos sociales y cambio político
El sentimiento de identidad nacional
Ira y miedo como motores de la política en la historia
Resumen y conclusiones
2. Inteligencia y emoción
La inteligencia emocional
Las competencias emocionales
La inteligencia afectiva en la política
Partidistas y deliberativos
Inteligencia y emoción en la política
Resumen y conclusiones
3
Resumen y conclusiones
4
Resumen y conclusiones
Conclusiones
Bibliografía
Créditos
5
PRÓLOGO
¿Para qué sirven las emociones? La principal función de las emociones es ayudar a
las personas y a las sociedades a aumentar las probabilidades de supervivencia. La
segunda función probablemente sea el bienestar emocional, que coincide en gran
medida con la felicidad. La supervivencia depende de la convivencia en paz, que a su
vez aumenta las probabilidades de bienestar. Así pues, tenemos un nexo de unión
entre emoción, supervivencia, convivencia y bienestar.
¿Para qué sirve la política? Para gestionar la convivencia y el bienestar de la
ciudadanía. Como consecuencia, la relación entre emoción y política es tan evidente
que no necesitaría mayor justificación. Pero además de esto, las evidencias
demuestran que las emociones están presentes en los procesos políticos de todo tipo:
campañas electorales, debates políticos, resultados de las elecciones, conflictos,
protestas, transformaciones sociales y políticas, etc.
Curiosamente, en las manifestaciones de los profesionales de la política, en los
discursos políticos, en los análisis políticos, en los debates sobre política, en las
tertulias de comentaristas políticos, etc., las emociones suelen estar ausentes, al
menos explícitamente.
Este libro se propone llamar la atención sobre esta ausencia. Se necesita
sensibilizar a la clase política, a los analistas políticos, a los investigadores en
ciencias políticas y en ciencias sociales y a la sociedad en general del peso que tienen
las emociones en los procesos políticos. Consideramos que esta es una laguna en el
conocimiento que necesitamos superar.
Por todo ello, este libro va dirigido a un amplio espectro de potenciales lectores:
políticos, periodistas, comentaristas políticos, psicólogos, investigadores en ciencias
sociales, educadores y la sociedad en general. Todos pueden encontrar elementos y
claves que les ayuden a comprender mejor la importancia de las emociones en los
movimientos sociales y políticos.
Los dos primeros capítulos se proponen presentar el marco conceptual de las
emociones y de las competencias emocionales. Se explica qué son las emociones y
cómo pueden influir en el comportamiento, y, por tanto, cómo afectan a las relaciones
interpersonales, los conflictos, la convivencia, la política y muchos aspectos de la
vida. También se analiza cómo las emociones no son solamente un fenómeno
individual, sino que se producen emociones colectivas, que generan contagios
emocionales y climas emocionales que pueden ser tóxicos. Todo esto nos lleva a la
necesidad de desarrollar competencias emocionales para una mejor convivencia y
bienestar.
Del capítulo tres al ocho se analizan diversas situaciones políticas desde la
perspectiva de las emociones. En concreto, se tratan temas relacionados con las
6
tensiones políticas, los traumas políticos, los cambios sociales, las protestas, las
transiciones políticas, la violencia, etc. La intención es aportar evidencias empíricas
de la importancia de las emociones en los procesos políticos.
Los dos últimos capítulos son una llamada a la política, a la educación y a la
sociedad en general para proceder a cambios significativos en las emociones
colectivas que estamos experimentando. Se propone un cambio de paradigma para
mejorar el bienestar personal y social. Este es un proyecto colectivo, con perspectiva
de futuro, en el que estamos implicadas todas las personas.
RAFAEL BISQUERRA
7
INTRODUCCIÓN
8
Tradicionalmente la ciencia y la emoción han avanzado por caminos distintos. Por
una parte había ciencia, cognición y razón; mientras por otra había emoción,
entendida como algo diametralmente opuesto. Afortunadamente se han dado pasos
importantes para superar esta dicotomía. Autores como Clough y Halley (2007),
Demertzis (2013: 2) y otros señalan un cambio de perspectiva que se nota en
psicología, filosofía, sociología, geografía, historia, economía, derecho,
organizaciones, medios de comunicación, educación, política, etc.
Recordemos algunos hitos que señalan los orígenes de un nuevo paradigma en el
análisis de la política. En 1978 se fundó la International Society of Political
Psychology, que representa un intento de analizar la política desde la perspectiva
psicológica. En 1986, en el marco de la American Sociological Association, se crea
una sección de Sociología de las emociones. En 2004 la European Sociological
Association crea el Research Network on Emotions (http://socemot.com/). Estas
aportaciones darán origen a dos líneas de investigación: Sociología política de las
emociones y Psicología política de las emociones.
La Sociología política de las emociones (Berezin, 2002; Demertzis, 2013) propone
análisis de macronivel: en base a la historia, cultura, sociología y psicología. Por el
contrario, la Psicología política de las emociones se centra en el micronivel: más
centrado en lo individual, la opinión, las intenciones de voto o por qué se toman
decisiones electorales.
Estos análisis permiten observar cómo las decisiones políticas están más influidas
por las emociones que por las razones. Las dinámicas emocionales presentes en las
campañas electorales, con el impacto de la percepción afectiva de los líderes,
determinan más las decisiones políticas de qué partido va a votar una persona que el
análisis de los distintos programas políticos. En las campañas políticas, la emoción
precede a la cognición. Varios estudios con datos de la American National Election
Studies (ANES) demuestran que la percepción de liderazgo y los valores morales
explican la aversión hacia ciertos candidatos (Demertzis, 2013).
La investigación en la neurociencia política ha aportado nuevos horizontes. Hoy
en día no se puede sostener una ciencia al margen de la emoción. La demarcación de
razón y emoción en la ciencia y en los análisis políticos son cosa del pasado.
Con la intención de abrir y profundizar en estas nuevas vías de análisis y gestión
en la política se ha escrito este libro. La intención es sensibilizar a la sociedad en
general, y en particular a los profesionales de la política, analistas políticos,
historiadores, estudiosos, especialistas en ciencias sociales y educadores, de la
importancia de las emociones en los comportamientos y acontecimientos.
A lo largo de los diversos capítulos se van presentando una serie de temas y
acontecimientos que se comentan desde la perspectiva emocional. Entre estos temas
están las tensiones políticas, las campañas electorales, las crisis, los extremismos, los
nacionalismos, los traumas políticos, las protestas políticas, los procesos de cambio
político y social, las transiciones políticas, la violencia, el terrorismo, etc.
En los primeros capítulos se presenta un marco conceptual de las emociones y
otros conceptos relacionados, como la inteligencia emocional, las competencias
9
emocionales y la educación emocional. La intención es ayudar a comprender cómo
funcionan las emociones para poder comprender mejor los fenómenos que se
comentan y analizan a lo largo del libro.
Este análisis permite entrever que a lo largo de la historia, e incluso desde antes
(prehistoria y filogénesis), se ha ido desarrollando un sistema social y político basado
en dos emociones básicas: ira y miedo. El reto que se plantea en el siglo XXI es
proceder a un cambio de paradigma. Necesitamos superar un sistema social y político
basado en la ira y el miedo para construir otro orientado al bienestar. No nos
referimos al bienestar material, sino al bienestar emocional, que se fundamenta en el
amor y la felicidad. Construir un sistema social con estas características requiere una
profunda sensibilización, actitud positiva, investigación, formación, educación y
presupuestos. Sin querer ser alarmistas, nos permitimos aseverar y aportar evidencias
a lo largo del libro de cómo todo esto afecta al futuro de la humanidad, y que si no
tomamos pronto cartas en el asunto podemos llegar tarde. Es una cuestión similar a la
conciencia ecológica.
Queremos ver el futuro con esperanza y confiamos en que la educación emocional
pueda contribuir a mejorar la convivencia y el bienestar de la ciudadanía. Pero se
necesita un efecto sinergia, con la participación de los elementos implicados:
políticos, periodistas, historiadores, científicos, educadores, familias y sociedad en
general. A todos ellos va destinado este libro.
10
1. EMOCIONES Y POLÍTICA
Para comprender las relaciones entre política y emoción se requiere tener claro qué
son las emociones. Si al lector se le pregunta ¿qué es una emoción?, es muy probable
que tenga dificultades en responder, a no ser que se haya formado por su cuenta, a
través de cursos y lecturas, sobre qué son las emociones. Continuamente estamos
experimentando emociones, pero solamente caemos en la cuenta de la dificultad que
tenemos en expresar lo que son cuando nos vemos en la necesidad de hacerlo. Y esta
necesidad es muy difícil que aparezca, ya que no es habitual hablar de emociones.
Como consecuencia, a veces pensamos o decimos: «no sé qué me pasa». Cuando
tomamos conciencia de que «no sé qué me pasa», muchas veces se trata de
emociones que no somos capaces de identificar y regular de forma apropiada. Esto
nos pasa a la mayoría de las personas, incluso a las formadas en ciencias tan diversas
como física, ingeniería, economía, derecho, matemáticas, etc. Ello nos lleva a la
conclusión de que para entender de qué estamos hablando en este libro conviene tener
claro qué son las emociones.
Las emociones son una parte esencial de la vida personal y social. Continuamente
experimentamos emociones y fenómenos afectivos, pero pocas veces nos paramos a
reflexionar sobre ellos. ¿Qué son las emociones?, ¿cómo influyen en el pensamiento
y en el comportamiento?, ¿qué influencia tienen las emociones en la toma de
decisiones?, ¿cómo afectan las emociones en la política?
Para entender lo que es una emoción, lo mejor es experimentarla. Si el lector
puede recordar alguna emoción fuerte y la puede revivir, esto le ayudará a
comprender lo que son las emociones, junto con las informaciones que se
proporcionan en estas páginas.
Una emoción se activa a partir de un acontecimiento que es percibido por nuestros
sentidos. La percepción puede ser consciente o inconsciente. El acontecimiento puede
ser externo o interno, de modo que puede ser un pensamiento. Puede ser un evento
actual, pasado o futuro; real o imaginario. El acontecimiento también se denomina
objeto o estímulo que activa la emoción. Todos los acontecimientos que llegan a
nuestros sentidos son evaluados automáticamente por nuestra mente.
LA VALORACIÓN AUTOMÁTICA
11
Tenemos un mecanismo innato de valoración automática de todos los estímulos
que llegan a nuestros sentidos. Es como una especie de escáner, como los que hay en
la zona de control de seguridad de los aeropuertos, que detecta cualquier información
susceptible de activar una respuesta emocional. El funcionamiento del mecanismo de
valoración automática se puede representar mediante una serie de preguntas como:
¿esto me afecta?, ¿cómo afecta a mi supervivencia?, ¿cómo afecta a mi bienestar?,
¿en qué medida me afecta? Cuando un acontecimiento es valorado como algo que
puede afectar a mi supervivencia o a mi bienestar (o al de las personas próximas), se
activa la respuesta emocional.
Se trata de una valoración tan rápida que muchas veces no somos conscientes de
ello. Es por tanto una valoración automática, a la que también se denomina
valoración primaria. En esta valoración está presente el grado en que valoramos el
acontecimiento como positivo o negativo para nuestra supervivencia o nuestro
bienestar. Ello producirá emociones distintas. Se habla de emociones positivas
cuando el acontecimiento se valora como un progreso hacia los objetivos, hacia el
bienestar. Cuando el acontecimiento se valora negativamente (un obstáculo, un
peligro, una dificultad, una ofensa, etc.) genera emociones negativas.
No hay que confundir positivo con bueno y negativo con malo. Todas las
emociones son funcionales y necesarias. Gracias a la indignación ante una injusticia
adoptamos acciones encaminadas a superarla, lo cual es bueno mientras no se caiga
en la violencia, que esta puede producir mayores injusticias. Sin embargo, siendo
buena esta indignación, cuando uno está indignado no goza de bienestar. Por esta
razón es una emoción negativa.
En la valoración del acontecimiento influyen muchos factores: significado del
acontecimiento, atribución causal, evaluación de las propias habilidades de
afrontamiento, experiencia previa, aprendizaje, contexto, creencias, etc. Esto hace que
un mismo acontecimiento pueda ser valorado de forma distinta según las personas.
Ante las declaraciones de un político, un ciudadano puede sentir solidaridad y
asentimiento, mientras otro puede sentir vergüenza, enfado, ira, tristeza o miedo.
La evaluación automática activa la emoción cuando se cumplen cuatro
condiciones (Scherer, 2001):
Dado que estas condiciones se viven de forma diferente según las personas, dos
personas diferentes valoran el mismo acontecimiento de forma distinta. Por ejemplo,
la pérdida de una maleta en el aeropuerto a la llegada a un país extranjero se puede
valorar de forma muy distinta según cada pasajero.
12
OBJETO Y CAUSA DE LA EMOCIÓN
13
El componente neurofisiológico consiste en respuestas como taquicardia,
hipertensión, vasoconstricción, cambios en el tono muscular, secreciones hormonales,
cambios en los niveles de ciertos neurotransmisores, etc. Ante una emoción
reaccionamos con todo el cuerpo. Las emociones son una respuesta compleja que se
inicia en el SNC (sistema nervioso central) y puede repercutir en todo el organismo.
Esto es la experiencia emocional. Dichas reacciones pueden afectar a la salud.
El componente comportamental coincide con la expresión emocional. La
observación del comportamiento de un individuo permite inferir qué tipo de
emociones está experimentando. El lenguaje no verbal, principalmente las
expresiones del rostro y el tono de voz, aportan señales bastante precisas. Las
expresiones faciales surgen de la actividad combinada de unos 23 músculos situados
alrededor de la boca y otros situados en los extremos de los ojos, cuyo control
voluntario es bastante difícil. Por eso, una foto hecha espontáneamente refleja las
emociones que se viven en ese momento. A diferencia del componente
neurofisiológico, el componente comportamental se puede disimular, de modo que
podemos entrenar para disimularlo y engañar a las personas que nos observan.
El componente cognitivo es la emoción hecha consciente. Cuando tomamos
conciencia de las emociones que experimentamos, les podemos poner un nombre en
función de nuestro dominio del lenguaje. Por ejemplo: «Siento miedo ante un posible
ataque terrorista», o «me indigna la corrupción que nos corroe». Las limitaciones del
lenguaje imponen serias restricciones al conocimiento de lo que nos pasa por dentro.
A veces podemos expresar: «no sé qué me pasa». Cuando somos capaces de poner
palabra a lo que nos pasa, nos podemos sentir mejor. De ahí la importancia de una
educación emocional encaminada, entre otros aspectos, a un mejor conocimiento de
las propias emociones y denominarlas apropiadamente. Ser capaz de poner nombre a
las emociones es una forma de conocernos a nosotros mismos y de conocer mejor a
los demás.
Este componente cognitivo coincide con lo que se denomina sentimiento. Los
sentimientos se pueden alargar en el tiempo. Así como las emociones son
habitualmente de duración breve, algunos sentimientos los podemos alargar durante
toda la vida. La voluntad es muy importante para alargar o acortar sentimientos.
La figura 1.1 es un modelo descriptivo de lo que son las emociones y sus
elementos esenciales. Este cuadro ha sido recogido de Bisquerra (2009), donde se
pueden encontrar más informaciones para profundizar sobre estos conceptos que aquí
se presentan sucintamente.
14
Figura 1.1. Componentes de la emoción.
LA PREDISPOSICIÓN A LA ACCIÓN
Las emociones suelen impulsar hacia una forma definida de comportamiento, que
técnicamente se denomina orexis. La expresión acuñada por Darwin para referirnos a
la acción que acompaña las emociones es «fight or fly» (lucha o vuela). Estas son las
dos respuestas típicas de la ira (ataque) y del miedo (huida). El comportamiento de
lucha se da cuando se valora que estoy en condiciones de hacer frente a la situación,
mientras que el comportamiento de huida es propio de cuando el peligro se valora
como superior a las posibilidades de afrontarlo con éxito.
Cuando se dice que la emoción predispone a la acción, no significa que la acción
tenga que darse necesariamente. Por ejemplo, me puedo sentir ofendido por el
comentario de alguien y sentir una impulsividad a responder de forma violenta. Esta
predisposición a la acción se puede regular de forma apropiada, aunque para ello hace
falta aprendizaje y entrenamiento. Es decir, educación. Esto es muy importante, ya
que la educación emocional tiene como uno de sus objetivos entrenar para dar
respuestas apropiadas y no impulsivas.
La predisposición a la acción está influenciada por cuatro determinantes (Frijda,
2004):
15
acción. La significación normativa» de Scherer (2001) equivale al «ojo social» de
Frijda (2004); es decir, son formas distintas de referirnos al mismo fenómeno.
¿EMOCIÓN O EMOCIONES?
La palabra «afecto» se utiliza como un gran paraguas que cobija a los fenómenos
afectivos, entre los cuales están, principalmente, las emociones, sentimientos, estados
emocionales y trastornos emocionales. El afecto incluye a todos ellos.
Hemos visto cómo los sentimientos son las emociones hechas conscientes, y como
tales las podemos alargar en función de nuestra voluntad. Así pues, las emociones son
de duración breve; pueden durar segundos, minutos, a veces horas y días, pero
difícilmente una emoción dura semanas o meses. Entonces se entra en los
sentimientos y en los estados de ánimo, que sí pueden durar semanas, meses, años e
incluso toda la vida.
Los estados de ánimo son más vagos o imprecisos que las emociones agudas y
suelen carecer de una provocación contextual inmediata. Se denominan estados de
ánimo, estados de humor (mood) o estados emocionales. No tienen una motivación
clara. A diferencia de una emoción o un sentimiento, en un estado de ánimo no tiene
que haber necesariamente un objeto que lo provoque. Tal vez por esto suelen
describirse más bien en términos generales: estoy deprimido, melancólico, eufórico,
etc. Los estados de ánimo son de menos intensidad y de más duración que las
emociones; pueden durar desde unas horas hasta varios meses. Las emociones
reclaman una respuesta urgente; en cambio no es así en los estados de ánimo. Estos
tienen que ver con las experiencias de la vida pasada que hacen que uno se sienta
perturbado, triste, con una actitud positiva, etc.
Para poner unos ejemplos, podemos decir que el miedo es una emoción, mientras
que la ansiedad es un estado de ánimo; la tristeza es una emoción, la depresión es un
estado de ánimo; el enamoramiento es una emoción, el amor es un sentimiento. Pero
en la práctica, para no tener que matizar en cada situación si se trata de una emoción,
sentimiento, estado de ánimo o fenómeno afectivo en general, se abrevia con la
16
palabra «emoción». Este es el criterio que seguimos en este texto, aunque en otros
textos se utiliza la denominación de sentimientos o afectos.
En la medida en que un estado de ánimo negativo e intenso se alarga más allá de
lo razonablemente aceptable, se puede convertir en un trastorno emocional. Hay
muchos tipos de trastornos emocionales, siendo los más habituales los que tienen que
ver con la ansiedad, el estrés y la depresión. La psicoterapia es esencialmente terapia
emocional para estos trastornos.
Un episodio emocional es un fenómeno afectivo más duradero que una emoción.
Son diversos estados emotivos que se suceden y que se ligan a un mismo
acontecimiento. Un suceso determinado puede hacer sentir una multiplicidad de
emociones, que a veces se confunden y son vividas como una sola. Los episodios
emocionales pueden durar días o incluso semanas.
17
personas toman la decisión después de haber analizado de forma comparativa los
programas de los distintos partidos políticos?, ¿cuántos lo deciden por tradición? Si
no votan el partido que han votado siempre, lo «sentirían» (sentimiento) como una
traición a sí mismo. ¿Cuántos deciden a favor del más simpático (emociones que me
genera)?
Es curioso observar que en las encuestas sobre intención de voto no se suele
preguntar las razones por las cuales se toman las decisiones. Probablemente muchos
tendrían dificultades en responder a esta pregunta, sobre todo si la respuesta se realiza
a partir de un análisis profundo de lo que me induce a decidir a favor de unos o de
otros.
Las decisiones se toman en base a los intereses, que tienen una carga emocional
muy importante. Hasta tal punto, que en la literatura científica se está produciendo un
cambio de perspectiva desde los intereses hacia las emociones (Demertzis, 2013:
265).
En resumen, las emociones juegan un papel en la toma de decisiones, y por tanto
afectan a las decisiones políticas que toma la ciudadanía, pero también a las que
toman los políticos y a las que toman los grupos políticos en un contexto con un
clima emocional dado.
¿Qué tiene que ver el Premio Nobel con las emociones? Para la mayoría son dos
temas sin ninguna relación. Sin embargo, consideramos que conocer ciertas
circunstancias que acontecieron en el surgimiento de los Premios Nobel pueden servir
para ilustrar el papel que las emociones juegan en la toma de decisiones.
Alfred Nobel (1833-1896) tuvo ocasión de leer una noticia en la prensa cuyo
titular era «Ha muerto el mercader de la muerte». Al leerla observó que se refería a él.
El periodista que firmaba la gacetilla se había confundido, pues quien había muerto
en realidad era un hermano suyo. Pero esta confusión sirvió para que Alfred Nobel
tomara conciencia de la imagen que la sociedad podría tener de él, relacionada con la
dinamita y las muertes que había causado. En este momento tomó la decisión de
cambiar su imagen pública. Después de largas reflexiones y consultas llegó a la
decisión de crear unos premios que honraran su nombre. Así surgió la idea del
Premio Nobel. Pero, ¿de qué tipo de premios hablamos? De premios de las ciencias.
Por tanto, de matemáticas, física, química, fisiología y medicina, por lo menos. Con
este propósito se fue desarrollando el proyecto. Cuando se acercó el momento de
entregar los primeros premios, Alfred Nobel se quiso informar de quiénes podrían ser
los primeros en recibirlo. Cuando le entregaron el listado de los principales
candidatos al premio de matemáticas sufrió un impacto emocional tan grande que
decidió retirar el premio.
Para entender lo acontecido hay que remontarse a 1876, cuando Alfred Nobel
mantenía relaciones con Sofía Hess. Pero esta relación no funcionó por diversas
18
causas. Probablemente si hubiera funcionado nada de lo que comentamos hubiera
sucedido. El hecho es que en 1887 le tiró los tejos a Sofía Kowalevsky, pero esta le
rechazó porque mantenía relaciones con Gösta Magnus Mittag-Leffner, rector de la
Stockholm Högskola, que después sería la Universidad de Estocolmo.
Cuando Nobel se informó de cuáles serían los primeros candidatos al Premio
Nobel de Matemáticas, en la lista de candidatos estaban en los primeros lugares
Mittag-Leffner y Sofía Kowalevsky (Pazos Sierra, 2009). Desde esta perspectiva se
comprende el impacto que ello le pudo provocar.
Alfred Nobel nunca se llegó a casar y no tuvo descendencia. La mayoría de sus
bienes fueron a parar a los Premios Nobel, instituidos en su testamento de 1895.
Sacamos aquí a colación estos hechos porque resulta que en la génesis de los
premios más prestigiosos de las ciencias en el mundo las emociones han jugado un
papel muy importante. Aunque en general las emociones se consideran ausentes de la
ciencia, vemos en este caso cómo han afectado a las altas esferas de la ciencia. Y se
trata tan sólo de un ejemplo. Si a muchos Premios Nobel se les argumenta que las
emociones juegan un papel importante en la toma de decisiones, tal vez no lo acepten
en estos momentos. Sin embargo, la supresión del Premio Nobel de Matemáticas es
un ejemplo claro del peso de las emociones en la toma de decisiones.
19
peso muy importante, aunque no seamos conscientes ni se hable de ello.
20
de la ansiedad. Las noticias de ataques terroristas activan la imaginación para
inducir a pensar que «esto me puede pasar a mí en un futuro cercano». Los
repetidos atentados terroristas en junio y julio de 2016 en Europa,
principalmente en Alemania, teniendo a Múnich como referencia, crean un
clima emocional que puede afectar a la política europea.
e) Descripciones. Las descripciones de acontecimientos políticos, como por
ejemplo crisis, terrorismo, paro, etc., activan emociones en las personas y en
los grupos.
f) Empatía. Las noticias de accidentes, desastres, atentados, suicidios, etc., activan
emociones de empatía y solidaridad.
21
cambios políticos.
Berenzin (2002: 39) se refiere a las «comunidades de sentimientos» (communities
of feelings) como grupos que a menudo se comprometen en acontecimientos que
reflejan cadenas de rituales en interacción, donde la energía emocional refuerza la
solidaridad grupal. De esta forma, las emociones están implicadas en las actividades
de los movimientos sociales. Por extensión, las emociones son factores importantes
en los cambios sociales que impulsan estos grupos.
Mucho más lejos pretende ir Ost (2004: 240) al considerar que la política debe
entenderse eminentemente en términos emocionales, y en concreto como
«movilización de la ira». En su opinión, las emociones no deben considerarse como
algo incidental en la política, sino que son un aspecto central de todas las personas
que se dedican a la política, principalmente los gobiernos y partidos políticos. Los
partidos políticos necesitan movilizar las emociones de las personas para lograr que
les voten. La lucha por lograr el poder requiere una movilización constante de
emociones para fomentar la identificación de los electores como militantes del
partido y asegurar la fidelidad del voto. Una forma de intentar conseguirlo es
«creando» un «enemigo», al que se define como la causa de todos los males (Ost,
2004: 237-238). De esta forma se enmarca al «otro» dentro del miedo y la ira.
Esquematizando y simplificando la situación hasta la caricatura, se puede decir
que al escuchar a los políticos la ciudadanía tiene la impresión de que cada uno
piensa: «nosotros lo hacemos todo bien, nosotros somos los buenos, tenemos siempre
la razón y nunca nos equivocamos». Los «otros partidos», en cambio, lo hacen todo
mal porque son malos y siempre se equivocan. A poco juicio crítico que uno tenga,
ya puede ver que esto es una exageración. Pero al observarlo con cierta constancia se
puede pensar que estamos ante una distorsión en la percepción de la realidad, que,
entre otros efectos, puede llevar a confundir «adversario» con «enemigo».
Conviene insistir en que los distintos partidos políticos tienen los mismos
objetivos, aunque tengan distintas teorías, ideologías y métodos sobre cómo
conseguirlo. Las ideologías a veces hacen que se pierda de vista la finalidad, que no
es otra que el bienestar de la ciudadanía. Esto explica que algunos políticos a veces
digan claramente y sin ruborizarse que su objetivo es lograr el poder. No importa lo
que se haga tras haberlo logrado.
De esta forma nos convertimos en fanáticos. A veces se ha dicho que un fanático
es el que redobla los esfuerzos cuando ha perdido de vista los objetivos. En política a
veces pasa esto, redoblando los esfuerzos de oposición para impedir que el partido
contrario logre sus objetivos y perdiendo de vista que el objetivo de toda política no
es el propio partido sino el bienestar de la ciudadanía. Algo tan lógico y evidente se
pierde de vista tan a menudo, con perjuicio de la ciudadanía, que es importante
insistir en ello.
Se requiere una ciudadanía crítica que no permita que manipulen sus emociones
como estrategia para conseguir las acciones que van a favorecer la llegada al poder de
un partido. Se requiere formación sobre dinámicas de las emociones para poder
distinguir cuándo un político tiene claro su objetivo y cuándo lo confunde con llegar
22
al poder o con la política de partido.
El análisis de algunos movimientos sociales y algunos cambios políticos desde la
perspectiva emocional, tal como se presenta en sucesivos capítulos, permite derivar
propuestas para la práctica.
La ira es una emoción básica que constituye una familia de emociones, entre las
que se encuentran rabia, cólera, furia, enojo, odio, etc. Se cuenta que «Aníbal juró
odio eterno a los romanos». Aquí se puede observar cómo de emociones como rabia,
enfado, cólera o furia, se puede pasar al sentimiento de odio voluntariamente alargado
durante toda la vida. Desgraciadamente esto ha sido una constante a lo largo de la
23
historia de la humanidad: los odios prolongados durante toda la vida y transmitidos
de generación en generación. Aunque no se explica en los libros de historia, muchas
veces el discurso de los líderes políticos se ha basado en el miedo y el odio. Las
consecuencias inevitables han sido las grandes guerras, con gloriosas batallas o con
generales que se han cubierto de honor y cuyas efigies presiden las grandes plazas y
avenidas de las grandes ciudades como manifestación de honor y gloria. Pero todo
ello a costa de millones de heridas, sangre, amputaciones, sufrimientos, dolor
interminable y muerte, que ha asolado la humanidad a lo largo de la historia.
Cuando el miedo ha sido mayor que el odio a veces se ha frenado el ataque. Por
ello, Maquiavelo, en El Príncipe, señala que «para un príncipe es preferible ser
temido que ser amado». El odio y el miedo han sido los grandes motores de la
historia y de la política. El amor ha quedado como algo más particular, privado, «de
andar por casa», desgraciadamente. Y sin embargo, ¿qué sentido tiene la política sino
potenciar el amor que haga posible la convivencia y el bienestar?
Es evidente que se requiere un cambio de paradigma en la política en un mundo
globalizado y con escasez de recursos. Este libro se propone aportar un grano de
arena a la reflexión y toma de conciencia en este sentido. Fijémonos en los efectos
que puede tener para la convivencia y la paz, es decir, en la política, el potenciar el
miedo y el odio o cambiarlo por el respeto, el amor y el bienestar.
El reto que se plantea en el siglo XXI es cómo cambiar un sistema político y social
que gira en torno al odio y el miedo, por otro sistema que se fundamente en el
respeto, la aceptación de la diferencia, la tolerancia, la inclusión, la solución pacífica
de conflictos, la empatía, la compasión y, en definitiva, el amor y el perdón, todos
ellos como elementos esenciales para poder convivir en paz y en democracia en un
mundo caracterizado por la diversidad.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
Las emociones son una respuesta compleja del organismo. Analizar las emociones
es adentrarnos en la complejidad del ser humano. Continuamente estamos
percibiendo estímulos que activan nuestras emociones. Las emociones predisponen a
la acción, a veces con urgencia. Si no ponemos inteligencia entre los estímulos y las
respuestas podemos comportarnos de forma impulsiva, lo cual puede ocasionar
consecuencias imprevisibles de largo alcance. Conviene tomar conciencia de ello
para prevenir.
Las emociones afectan, entre muchos aspectos, a la toma de decisiones.
Continuamente estamos tomando decisiones que pensamos que son estrictamente
racionales, sin tener en cuenta cómo influyen las emociones en las decisiones que
estamos tomando. Esto también pasa en las decisiones políticas, tanto en el momento
de depositar un voto como en el momento de decidir por parte de un gobierno qué
medidas se van a adoptar ante determinados acontecimientos. Las consecuencias de
ciertas decisiones, con demasiada frecuencia a lo largo de la historia, han sido una
24
guerra.
Las emociones no solamente son un fenómeno personal y subjetivo, sino que se
experimentan en las relaciones interpersonales y sociales. Se producen contagios
emocionales que crean determinados climas emocionales, de los cuales derivan
decisiones que están afectadas por el clima emocional circundante.
Las emociones han jugado un papel importante en la génesis de muchos
movimientos sociales. Según cuáles sean las emociones por las cuales se moviliza la
gente, las acciones y consecuencias pueden ser muy diferentes. Una de las emociones
sociales de gran repercusión social y política es el sentimiento de identidad nacional.
Este sentimiento es compatible con una cosmovisión de aceptación de la diversidad,
de normalización e integración de la diferencia. Pero también puede vivirse desde la
exclusión, e incluso desde la ira y el odio a lo que sean formas distintas de ser.
Desgraciadamente, a lo largo de la historia se ha ido construyendo un sistema
social y político basado en el miedo y el odio. Las consecuencias obvias han sido
continuos conflictos, enfrentamientos, guerra, violencia, terrorismo, sufrimiento,
dolor y muerte.
Cada vez hay más poder de destrucción concentrado en manos que pueden tomar
decisiones de efectos catastróficos. Puede llegar un momento en que esto pueda poner
en peligro la supervivencia de la especie. Hemos de adelantarnos a este momento
creando un contexto social y político con una cultura diferente. Hemos de pasar de un
sistema social y político que se rige por el miedo y la ira, a un sistema que se
fundamente en el respeto, la aceptación, el amor y el bienestar como objetivos de la
política. Este es uno de los retos del futuro en el siglo XXI.
Para avanzar en la dirección correcta convendrá distinguir entre propuestas y
acciones centradas en el antiguo paradigma (miedo y odio) y las que se orientan al
nuevo paradigma (respeto, amor y bienestar).
Este cambio empieza por uno mismo. No lo podemos esperar de los demás si no lo
pone en práctica cada uno personalmente. Una de las formas de proceder a este
cambio puede ser preguntarnos: ¿Cuando hago algo, lo hago movido por el miedo y
la ira, o por el amor y el bienestar de los demás? ¿Cuando esta persona decide y hace
esto, desde qué emoción lo está haciendo? ¿Lo hace desde el miedo y la ira, o lo hace
desde la perspectiva del bienestar de todos? Cuando decimos el bienestar de todas las
personas nos referimos también a «las demás», es decir, a las que no piensan como
nosotros o a las que son de otro partido y poseen otros proyectos y programas.
25
2. INTELIGENCIA Y EMOCIÓN
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
26
que deben ser aprendidas.
En otro trabajo (Bisquerra, 2009) hemos desarrollado el concepto de inteligencia
emocional, el contexto social en que aparece, los distintos modelos, las competencias
emocionales y sus repercusiones en la educación y otros aspectos de la vida y la
sociedad. Remitimos a este trabajo para más detalles de lo que aquí solamente se
presenta con una muy breve síntesis.
27
competencias predisponen a la construcción de un clima social favorable a la
convivencia.
Las competencias para la vida y el bienestar son un conjunto de habilidades,
actitudes y valores que promueven la construcción del bienestar personal y social.
Nos referimos al bienestar emocional, que es lo más parecido a la felicidad, que en
gran medida consiste en la experiencia de emociones positivas. Conviene tener
presente que una de las finalidades importantes de la política consiste, precisamente,
en la construcción del bienestar personal y social.
28
ya sea el que pueda considerar como propio o el que pueda considerar como
adversario.
Por otra parte, también se puede pasar de espectador a comprometido. Los
espectadores simplemente se limitan a observar los acontecimientos, a veces de forma
alienada. Los espectadores no siempre votan, y cuando lo hacen no siempre es con
clara información de lo que votan y de forma comprometida con una opción; lo hacen
más bien desde un escepticismo político y falta de información. Por el contrario, los
comprometidos se implican en algún tipo de acción, que puede ir desde votar a un
partido por fidelidad, manifestarse en favor o en contra de algo, o ser militante de un
partido político. Es principalmente en los comprometidos donde se sitúan tanto los
partidarios como los deliberativos; esto permite establecer las diferencias reflejadas
en la tabla siguiente.
CONCEPCIONES DE CIUDADANÍA
Partidaria Deliberativa
Orientación hacia Solidaridad con los amigos, fuerza para derrotar Abierto a trabajar con todas las
los amigos y a los adversarios. partes.
adversarios
Analizando esta tabla se puede llegar a la conclusión de que los partidos políticos
necesitan sus partidarios, o partidistas, que de forma acrítica aceptan todo lo que
emana de la dirección del partido. En los años sesenta y setenta, cuando ya se
disponía de claras evidencias de los estragos del comunismo estalinista, la mayoría de
los comunistas de fuera de la URSS se negaban a aceptar una realidad que era
evidente. Eran partidistas acríticos de las directrices que emanaban del partido. De
forma similar, después de los atentados del 11 de marzo en Madrid muchos
partidarios del PP aceptaron acríticamente las informaciones emanadas del gobierno
señalando a ETA como autora del atentado. En 2016 los partidarios del brexit en el
Reino Unido difundieron informaciones en favor de la salida de la Unión Europea,
que inmediatamente después del referéndum ellos mismos aceptaron que eran falsas.
29
En todos estos ejemplos se pone de manifiesto la importancia de una masa crítica
deliberativa que ponga en cuestión las informaciones partidistas que hacen circular
voces interesadas.
PARTIDISTAS Y DELIBERATIVOS
Los partidos políticos necesitan partidistas que les voten y estén de acuerdo con su
ideología y sus decisiones, muchas veces acríticamente. Los partidistas son
necesarios para el progreso del partido.
Sin embargo, un país necesita una ciudadanía deliberativa y crítica que vaya más
allá de la política de partido. Si los partidistas son necesarios para el partido, la
ciudadanía deliberativa es necesaria para el progreso del país. Esto supone tener una
inteligencia afectiva que permita superar el apego al partido (partidista) para llegar a
una autonomía emocional con juicio crítico y criterio propio, lo cual tiene mucho que
ver con la inteligencia emocional y las competencias emocionales.
Conviene tener claro que los climas emocionales favorecen el partidismo de los
seguidores, aunque no sean militantes del partido; para ello no se requieren grandes
esfuerzos, pues el clima emocional lo favorece. Por el contrario, para llegar a una
ciudadanía deliberativa se requiere de educación emocional que favorezca la
introspección, deliberación y razón dialógica. Pero curiosamente esto es lo que, en
general, no interesa a los partidos, ya que puede poner en cuestión algunas de sus
propuestas.
Entonces tenemos un problema. ¿Cómo podemos conseguir que haya una
educación emocional que favorezca el progreso del país, si esto puede ir en contra de
los partidos que suelen gobernar? Hará falta amplitud de miras para ir más allá de los
intereses partidistas, con generosidad, para que los dirigentes se impliquen en el
progreso del país, más allá de los intereses del partido. Este es uno de los grandes
retos de la política del futuro: cómo pasar de una política de partido a una política de
Estado.
La política de partido es «partidista», centrada en la ideología y en los intereses de
un partido. Cuando este partido tiene mayoría absoluta, o como mínimo mayoría
simple, puede gobernar llevando a cabo «su política». Pero cuando se produce una
clara diversidad (ideológica y de partidos), junto con una masa crítica con
inteligencia afectiva y compromiso independiente de los partidos, se requiere una
política de Estado que haga posible el diálogo, la negociación, a veces ceder y sobre
todo aceptar que nadie está en posesión de la verdad absoluta. Esta situación es la que
se ha vivido en España en 2016 cuando no había forma de que un partido lograse
mayoría para gobernar y tuvieron que repetirse las elecciones. Esto representa un
cambio de paradigma en política. Significa pasar de unas estructuras políticas propias
del siglo XIX, surgidas a partir de la Revolución francesa, a unas estructuras políticas
propias del siglo XXI, caracterizadas por la diversidad, la sociedad de la información,
el compromiso documentado, el diálogo entre puntos de vista opuestos y la necesidad
30
de llegar a acuerdos.
Es de desear que la ciudadanía deliberativa, en número cada vez mayor, tenga
criterio para distinguir entre los políticos que tengan claro que la finalidad de la
política es el bienestar de la ciudadanía, de toda la ciudadanía, no solamente de los
«nuestros». La capacidad de establecer esta distinción es claramente una
característica que distingue a una ciudadanía deliberativa de una ciudadanía
partidista. Lógicamente esto tiene efectos directos en los votos. Afortunadamente, en
democracia la ciudadanía tiene la última palabra.
El reto que se plantea es cómo formar una ciudadanía deliberativa. Esto requiere
una educación que va más allá del contenido habitual de las materias académicas
ordinarias. Implica educar en capacidad deliberativa, lo que significa introspección,
interioridad, empatía, gestión emocional, competencias emocionales y educación
emocional. ¿Está el país predispuesto para una educación deliberativa? ¿Están los
partidos políticos dispuestos a fomentar una educación emocional que puede ser
crítica con su política de partido?
31
emociones en la política, con la intención de contribuir a sensibilizar sobre este tema.
Tomar conciencia de ello debe llevar a la toma de decisiones conscientes y
responsables. Aspectos esenciales son, por ejemplo: ¿Cómo podemos desarrollar
competencias emocionales que faciliten la convivencia y la gobernabilidad en una
sociedad caracterizada por la diversidad? ¿Cómo podemos educar mejor en la
regulación de la ira para prevenir la violencia? ¿Cómo podemos contribuir a crear
climas emocionales que favorezcan el bienestar general?
RESUMEN Y CONCLUSIONES
32
3. LAS EMOCIONES EN LAS TENSIONES
POLÍTICAS
33
relaciones con otras personas, prevenir la violencia y potenciar la convivencia en paz
y en democracia.
34
competencias emocionales. En estas condiciones, ¿cómo podemos negociar cuando
se han creado climas emocionales tan negativos?, ¿cómo queremos avanzar con
puntos de vista tan diversos y sin posibilidad de diálogo?, ¿cómo podemos trabajar en
la construcción del bienestar general cuando las evidencias indican una
predisposición a crear malestar?
La presencia de incompetencia y falta de integridad, con sus repercusiones sobre
la corrupción, hace muy difícil el bienestar. La necesidad de la protesta favorece
climas de malestar. Cuando se perciben problemas éticos y morales en un candidato,
como por ejemplo en casos de corrupción, la ciudadanía responde con aversión. La
imagen estereotipada de los políticos corruptos produce aversión generalizada, no
solamente a los políticos afectados, sino a toda la clase política en general, y por
extensión al mismo concepto de política. Esto produce un desencanto en la
ciudadanía, que puede llegar a un escepticismo en la política en sí misma, más allá de
las personas o los partidos afectados.
Durante las campañas políticas, las percepciones sobre competencia e integridad
de los líderes políticos pueden cambiar. La percepción ciudadana de competencia e
integridad puede mejorar (aumentar) o empeorar (disminuir). Esto puede tener efectos
en los sentimientos de los votantes y en su toma de decisiones. Tácticas para la
restauración de la reputación, que tienen como objetivo mejorar la imagen de
competencia e integridad de los líderes políticos, pueden tener efectos en la
disminución de la preocupación de la ciudadanía. Pero disminuir la aversión requiere
de líderes políticos con una fuerte reputación de integridad. Esto se observa en su
comportamiento público, que se resume en «saber estar» y transmitir emociones
positivas (confianza, tranquilidad, esperanza, seguridad, paz, sintonía emocional…).
La aversión y la preocupación son emociones decisivas en el momento de las
votaciones, pero, en general, la integridad es el factor esencial que puede inclinar la
balanza en el momento de votar.
Las reacciones emocionales pueden ser un producto de los acontecimientos
habituales durante la campaña electoral, sobre todo cuando afectan a la reputación
acerca de la integridad y competencia de los líderes. Las emociones fundamentales en
la toma de decisiones políticas se fundamentan en gran medida en la percepción de
integridad y competencia de los líderes de cada partido.
En la política cotidiana, cuando la ciudadanía no experimenta amenazas directas, y
por tanto los estímulos políticos se viven como distantes o incluso irrelevantes,
expresiones suaves de aversión y preocupación pueden determinar los juicios
políticos momentáneos, pero no afectan en demasía a la marcha de la política y sus
decisiones. Una bajada de percepción de la integridad produce aversión, mientras que
una disminución en la percepción de competencia produce preocupación. En la
medida que se acumulen evidencias que activen estas emociones, los efectos se
pueden dejar sentir a la larga, sobre todo si se repiten acontecimientos que recuerden
y refuercen la percepción de falta de integridad y falta de competencia por parte de
los dirigentes.
Los vínculos que muchas personas tienen con el partido proporcionan una red
35
segura para el candidato, con capacidad suficiente para aliviar las preocupaciones
ocasionadas por la percepción de falta de competencia. La fidelidad del voto es una
buena estimación de los resultados de unas elecciones, más allá de los
acontecimientos que se puedan haber producido respecto a disminución de integridad
y competencia. Es decir, la «fidelidad del cliente», que es un aspecto eminentemente
emocional, resulta ser un factor esencial en los resultados de las elecciones.
Una ciudadanía partidista tiende a mantener la fidelidad del voto más allá de los
acontecimientos que comprometen la integridad y competencia de los candidatos.
Una ciudadanía deliberativa analiza críticamente la situación y toma decisiones desde
su autonomía emocional. Está claro que a los partidos les interesan votantes fieles,
independientemente de lo que pase; es decir, partidistas. Pero ¿qué interesa al país?
¿Interesa formar una ciudadanía crítica, con autonomía emocional, que puede votar
en función de los acontecimientos? También es preciso tener en cuenta que la
percepción de la realidad viene dada en gran medida por la imagen que transmiten los
medios de comunicación.
36
Davou y Demertzis (2013) realizan un profundo análisis de la crisis financiera en
Grecia y sus repercusiones emocionales. Nos basamos en gran medida en este estudio
en las líneas que siguen. La idea esencial es que las crisis pueden activar emociones
fuertes que afectan a la política de un país. Las emociones fuertes no se desvanecen
rápidamente, sino que predisponen a la acción urgente de algún tipo y permanecen en
la memoria de la gente durante mucho tiempo. También se puede producir algún tipo
de cambio emocional. Si no se puede hacer nada ante una determinada contingencia
que genera miedo, este se puede convertir en ira (Frijda, 2004). Pasamos así
rápidamente del miedo a la ira y viceversa.
Bar-Tal, Halperin y Rivera (2007) analizan los climas emocionales sociales y
sugieren que a menudo un clima emocional negativo se desarrolla a partir de un
contexto negativo, que a su vez evoca creencias negativas y emociones que
predisponen a comportamientos defensivos o agresivos. Los contextos negativos
están dominados por creencias que favorecen la inseguridad, amenaza, ansiedad,
estrés, desconfianza y emociones destructivas, todo ello bajo la sombra de que lo peor
está todavía por llegar. Cuando el clima emocional llega a ser tan negativo, las
posibilidades de cambiarlo son escasas.
Cuando estas circunstancias han sido provocadas por circunstancias políticas
complejas, con gobiernos incompetentes, probablemente con falta de integridad ética
y tal vez salpicados por la corrupción, se produce en la ciudadanía un sentimiento de
inseguridad, debilidad, desconfianza y desesperanza. Estas emociones pueden ser tan
intensas que la solidaridad social lo tiene muy difícil para florecer. Tampoco es el
clima apropiado para la creatividad necesaria para abrir caminos productivos que
podrían significar soluciones para los problemas colectivos.
Esta «recesión emocional» tiene una fuerte relación con la «esterilidad cognitiva».
Ambas ponen el marco para la indefensión o el punto muerto de la acción política
colectiva generadas por la frustración y tensión acumuladas. Si la situación no se
invierte, la violencia puede ser el paso siguiente.
Esta es la situación que caracteriza a Grecia a mediados de la segunda década del
siglo XX. Según describen Davou y Demertzis, en 2013 hay mucha gente que no ve
ninguna salida a la crisis. Es un momento en que muchas personas han caído en la
pobreza. Estos autores analizan la situación, no solamente desde el punto de vista
económico, financiero y político, sino también emocional. Su análisis les lleva a
concluir que, independientemente de si la situación mejora o no desde el punto de
vista material (económico, financiero y político), hay una necesidad urgente de
recuperación del clima emocional. Se necesita urgentemente devolver a la ciudadanía
emociones positivas de seguridad, confianza y esperanza, como requisitos para unas
condiciones morales apropiadas para el desarrollo de competencias ciudadanas y
emocionales que favorezcan la creatividad necesaria para la solución de problemas
sociales. Solamente a través de emociones positivas las personas se pueden
comprometer en buscar y aportar respuestas para solucionar los problemas colectivos.
La interacción entre procesos emocionales y cognitivos facilita el comportamiento
prosocial.
37
En conclusión, las crisis no solamente crean climas emocionales negativos, sino
que estos climas son en gran medida un gran obstáculo para la superación de la crisis.
El reto es cómo cambiar el clima emocional en situaciones de crisis para favorecer la
necesaria implicación de la ciudadanía en la búsqueda conjunta de soluciones. Ello se
favorece con climas emocionales que estimulen la creatividad productiva. Así pues,
las emociones colectivas pueden ser una barrera para la superación de las crisis.
38
proviene de ex-movere, que significa sacar hacia fuera lo que se lleva dentro, lo cual
remite a la motivación intrínseca. Así, por ejemplo, cuando se pide a grupos de
personas que escriban nombres de líderes, es habitual que surjan nombres que se
pueden clasificar en dos categorías. En una estarían Napoleón, Aníbal, Hitler, Stalin,
etc., y en la otra Gandhi, Mandela, Luther King, Teresa de Calcuta, etc. Los discursos
políticos, ideologías, manifiestos, mítines, debates, etc., rezuman emociones de
fondo. ¿Qué emociones suscitan estos líderes? ¿Desde qué emociones han
movilizado? La respuesta es evidente: en unos casos movilizan a partir del miedo y la
ira, y en otros a partir del amor y la justicia. ¿Cómo queremos que nos movilicen
nuestros líderes? ¿Qué discurso emocional queremos en los líderes que vamos a
votar?
Los políticos, sean conscientes de ello o no, están implicados en procesos que
configuran la esfera pública emocional. La dinámica de la competición política está
impregnada de emociones. A veces se observa una postura disfuncional creciente,
con rituales antagónicos de los partidos políticos que permiten el análisis de sus
funciones emocionales. La imagen pública que se da y se quiere dar es la de la
confrontación constante, crispación, recelo, animadversión, tensión, acritud, etc., lo
cual crea un clima emocional de desconfianza. ¿Es esto lo que la ciudadanía espera de
los políticos? ¿Es este el mejor clima emocional para el bienestar de la ciudadanía?
Richards (2013: 126) se refiere a la «gobernanza emocional» para referirse a la
función de la gestión emocional. Consiste en gestionar las emociones colectivas a
partir de la toma de conciencia de los efectos de las emociones en las decisiones y en
los climas emocionales que se generan. No se trata de manipular emocionalmente a la
ciudadanía para crear climas de buena disposición hacia el gobierno. Esto, además de
no funcionar, sería contraproducente. De lo que se trata es de tomar conciencia de
cómo la dimensión emocional repercute en múltiples aspectos de la política, la
ciudadanía, las actitudes, las decisiones y los resultados de las elecciones.
«Gobernanza emocional» es un término neutro y abstracto, que no pretende tener
ninguna connotación, ni positiva ni negativa, pero que afecta a la ciudadanía. Expresa
una llamada de atención sobre la importancia de la dimensión emocional en la esfera
pública.
No solamente los políticos están implicados en la gobernanza emocional y en la
configuración de la esfera pública emocional, sino que los periodistas tienen un papel
esencial en estos procesos. También ejercen una gran influencia las personas
famosas, celebridades, artistas, actores, cantantes, deportistas, personas mediáticas,
etc. Todas las personas contribuyen a generar la esfera pública emocional, pero las
personas famosas, mediáticas, tienen un peso extraordinario del cual conviene tomar
conciencia.
Los análisis políticos habitualmente se basan en los aspectos materiales:
economía, finanzas, educación, salud, empleo, vivienda, etc. Cuando se observa la
esfera pública emocional y las dinámicas de gobernanza emocional, se ve la realidad
desde otra perspectiva. Se podría comparar con la observación directa del cuerpo
humano respecto de ver el mismo cuerpo a través de rayos X. De esta forma se
39
pueden analizar realidades que quedan escondidas a la observación directa.
EL DESPLAZAMIENTO SOCIAL
40
allá de los problemas económicos.
Un desplazamiento forzado es muy penoso, por ser muchas veces inevitable y al
mismo tiempo inaceptable. Como consecuencia, se produce una predisposición a la
acción: cambio en sí mismo y cambio en el contexto. Los desplazamientos cambian a
las personas y a las sociedades.
El concepto de desplazamiento social, tal como lo expone Smith (2013), va más
allá del desplazamiento sociopolítico. Tiene una carga emocional muy fuerte y se
refiere tanto a las personas como a los grupos. Una persona desplazada no es
solamente una persona forzada a desplazarse físicamente de un lugar a otro, sino una
persona que cambia su posición social. Por ejemplo, una persona que es despedida
del trabajo, que se queda en situación de desempleo, que pierde su casa, que es
condenada injustamente, etc. Todos ellos son ejemplos de desplazamiento social.
Puede haber desplazamiento social sin desplazamiento geográfico.
El desplazamiento social afecta a la identidad personal y social. ¿Quién soy?,
¿quiénes son los nuestros?, ¿pertenezco yo a este grupo?, ¿de quién me puedo fiar? A
veces, en situación de desplazamiento, uno puede sentir que no pertenece al grupo
que la sociedad le asigna, lo cual aumenta la sensación de desplazamiento. En esta
situación se pueden vivir experiencias de humillación, fuertes sentimientos de miedo,
tristeza, ira y desconfianza generalizada; miedo a no tener trabajo y no ganar lo
suficiente para la subsistencia propia y de la familia; miedo a perder los propios
bienes y propiedades; desconfianza general, con una percepción de no poderse fiar de
nadie, lo cual induce un sentimiento profundo de soledad; de este miedo deriva
tristeza por todas las pérdidas posibles o reales, y finalmente se puede convertir en
ira, que estimula a defender los propios derechos y la supervivencia.
Estas experiencias y emociones fuertes constituyen un trauma emocional personal
que puede comportar reacciones, en cierta forma, imprevisibles. Una población en
estas circunstancias puede derivar en un grupo social políticamente muy activo.
Smith (2013) presenta un análisis de cuatro casos ilustres de desplazamiento
social. Se trata de cuatro presos famosos: Oscar Wilde, Jean Améry, Nelson Mandela
y Aung San Suu Kyi. El encarcelamiento de estas personas son para Smith ejemplos
de desplazamiento social. En este estudio comparativo se exploran ciertos procesos y
mecanismos emocionales relacionados con el desplazamiento social forzado en
tiempos de tensión política. Estos procesos incluyen, por ejemplo, la formación de un
hábito personal, que consiste en la forma de ser, sentir, pensar y actuar. El hábito
personal se expresa en las dinámicas del miedo, ansiedad, remordimiento y
resentimiento. Ello afecta a la gestión del riesgo emocional y la recompensa en las
relaciones con la familia, amigos, colegas y sociedad; la interacción entre
reconocimiento, pérdida del reconocimiento y no reconocimiento; las implicaciones
de la publicidad comparada con el secreto y la privacidad; las estrategias de
afrontamiento y gestión emocional en situación de desplazamiento social forzado,
incluyendo la aceptación, reconciliación, evasión, resistencia y venganza.
Las personas que son víctimas de desplazamiento social forzado suelen reflexionar
seriamente sobre su situación, produciéndose varios factores de análisis. Por una
41
parte, un deseo de venganza frente a los enemigos y opresores. Por otra, el deseo de
ver transformaciones positivas en las instituciones sociales y en las formas de
comportamiento opresivo.
Los deseos de venganza pueden ser muy fuertes. Dejarse llevar por ellos puede
significar entrar en una espiral de violencia ascendente de repercusiones
imprevisibles. Venganza y represalias se van sucediendo, una a continuación de la
otra, en un ciclo difícil de controlar. Una consecuencia es la dificultad o
imposibilidad de realizar una política realmente constructiva.
Es interesante observar que algunos análisis sociales, políticos y religiosos de
trascendencia social se han escrito en la prisión por parte de presos ilustres. Algunos
ejemplos son las Epístolas de San Pablo, El Príncipe de Maquiavelo, Mein Kampf de
Hitler, Prison Notebooks de Gramsci, Long Walk to Freedom de Nelson Mandela,
etc. Estos análisis pueden ir en direcciones diferentes, según sean las emociones
predominantes del autor: miedo, odio, tristeza o amor y esperanza.
Oportunistas como Hitler son expertos en explotar las emociones de los demás,
creando un liderazgo basado en el odio y el miedo. Políticos, periodistas y
demagogos, hablando el lenguaje del odio, el insulto y la ofensa, siempre serán
capaces de aprovechar el resentimiento y las emociones de la gente, desencadenando
ciclos de venganza y violencia, dentro y entre grupos sociales, cuyos resultados
finales son imprevisibles, y muchas veces violentos.
Cuando las personas experimentan emociones muy fuertes de ira, miedo y tristeza
sienten necesidad de transformar algo, ya sea en el contexto, en las relaciones con
otras personas o en sí mismos. Esto favorece la creación de una potente fuerza
triangular entre emociones, acciones y cambio político. Oscar Wilde, Jean Améry,
Nelson Mandela y Aung San Suu Kyi utilizaron sus emociones en situaciones
sumamente adversas, gestionándolas de forma apropiada para extraer análisis de
esperanza en un futuro mejor.
EMOCIONES Y NACIONALISMOS
42
un acendrado potencial de distinción entre «nosotros» y los «otros» puede derivar la
asimilación de «nosotros somos los buenos» y «los otros son los malos». ¿Quiénes
somos nosotros y quiénes son los otros? La respuesta a esta pregunta contribuye a
identificar los nacionalismos.
Al hablar de nacionalismos entramos en un lenguaje complejo, donde cada uno
asocia el concepto a su propia experiencia y a lo que le han enseñado. Pero lo más
importante son las emociones que suscitan ciertas palabras en torno a estos temas. Es
importante que el lector tome conciencia simplemente de las emociones que le suscita
una frase como esta: «No tiene nada que ver el nacionalismo de los nazis con el
nacionalismo de Quebec, de Escocia o de Cataluña».
Las palabras políticas activan emociones, que pueden ser positivas o negativas.
Tome conciencia el lector de si la palabra «nacionalismo» le activa algo positivo o
negativo. De esto se derivan actitudes a favor o en contra. Muchas veces las
emociones se activan más a partir de las creencias que de argumentos bien
fundamentados. De esta forma, la palabra «nacionalismo» va a activar actitudes,
sentimientos y reacciones a favor o en contra en función del lugar de residencia, la
familia, los amigos, el contexto social y político, las experiencias previas, etc. Estas
actitudes a favor o en contra pueden dificultar o imposibilitar un diálogo objetivo
sobre el mismo concepto de nacionalismo.
Se puede distinguir entre un nacionalismo «bueno» y otro «malo» (Heaney, 2013).
Este último se caracterizaría por el extremismo, la exclusión y la violencia; mientras
que el primero sería de reivindicación pacífica de la identidad nacional, de los
derechos y de la legitimidad ignorada. Teniendo esto presente, nos atrevemos a
presentar a continuación algunos elementos sobre los nacionalismos desde la
perspectiva emocional.
Desgraciadamente, a lo largo de la historia han surgido nacionalismos extremos
como el fascismo y el nazismo (Heaney, 2013: 249-250). El orgullo patriótico y la
humillación son emociones importantes que se han utilizado para provocar reacciones
en la ciudadanía. Hitler, por ejemplo, tenía una especie de paranoia por resaltar la
humillación que había supuesto la derrota en la guerra franco-prusiana y la necesidad
de resarcimiento. El orgullo patriótico, basado en la raza aria, requería una venganza,
y por tanto la estimulación del odio que la activase. De esta forma se producen ciclos
de humillación, ira, odio y venganza. Fijémonos en este ciclo emocional básico de
motivación y activación de reacciones sociales y políticas de efectos nefastos.
Todo esto no tiene nada que ver con los nacionalismos que llevaron a la
independencia de los Estados Unidos en el siglo XVIII, de los países latinoamericanos
en el XIX o de ciertos países africanos en el XIX. Otros ejemplos de nacionalismos
pueden ser el de Escocia, Quebec o Cataluña, donde el sentimiento de pertenencia
juega un papel muy importante. La importancia reside en que los sentimientos no se
cambian fácilmente. Si no se siente escocés y no se siente inglés, no hay argumentos
lógicos que lo cambien. De forma parecida a cuando una persona está profundamente
enamorada de otra, las argumentaciones sobre la no conveniencia de este amor no es
suficientemente potente como para cambiar los sentimientos. Dicho de otra forma, los
43
razonamientos no son lo suficientemente potentes como para cambiar los
sentimientos. Esto es lo que cuesta entender desde el punto de vista estrictamente
racional.
Para comprender los nacionalismos es importante comprender previamente el
concepto de «nación». No es este el lugar apropiado para profundizar en un concepto
tan complejo. Aquí nos limitamos a comentar las emociones concomitantes al
nacionalismo, tales como el sentimiento de pertenencia conjunta a un grupo, tan
esencial en los procesos de identificación nacional. Cuando se habla de sentimiento
de pertenencia conviene hacer notar que se trata de eso: un sentimiento. El
sentimiento es la emoción hecha consciente, y que con la participación de la voluntad
se puede alargar durante toda la vida, e incluso transmitir de generación en
generación. La dimensión emocional es lo que caracteriza el sentimiento de
pertenencia.
Naturalmente, estos análisis son problemáticos y discutibles y requieren más
extensión para exponerlos con mejor argumentación, con más espacio del que nos
hemos fijado. Por otra parte, en el análisis de los nacionalismos es esencial la
distinción de los diversos tipos de nacionalismo. La idea que queremos exponer se
puede comprender fácilmente a partir de la observación, el conocimiento de la
historia y los movimientos nacionalistas actuales. La síntesis y la conclusión es que
las emociones juegan un aspecto esencial en los nacionalismos.
REPRESIÓN DE LA EMOCIÓN
44
importante como lo político-económico.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
45
4. TRAUMA Y POLÍTICA DEL MIEDO
Un atentado terrorista, una derrota militar o perder una guerra son ejemplos de
traumas en política. Un trauma es un acontecimiento de gran impacto emocional,
junto con otros efectos. Un trauma político puede producir un clima emocional
caracterizado por emociones como inseguridad, vulnerabilidad, indefensión y miedo.
Estos climas emocionales son un buen caldo de cultivo para políticas represoras, tal
como se ha puesto en evidencia en repetidas ocasiones. La política del miedo a veces
se fundamenta en un trauma o en la prevención de un trauma hipotético.
Un trauma político es un fenómeno colectivo. A diferencia de un trauma personal,
un trauma colectivo se puede transmitir de generación en generación a través de
narrativas diversas que estimulan a algún tipo de acción. A ello se le denomina
transmisión intergeneracional del trauma. Una derrota militar se puede transmitir a las
generaciones futuras, con la necesidad de vengar la humillación recibida como única
forma de recuperar el honor perdido.
EL TRAUMA EN POLÍTICA
46
internacionales.
Un trauma necesita ser expresado a alguien. Después de un impacto emocional
fuerte, las personas tienen necesidad de explicarlo como mínimo a una o varias
personas. Para Lacan, el inconsciente se estructura como un lenguaje, y en este
sentido se interesa por los efectos simbólicos del lenguaje. El relato de un trauma
resalta sus aspectos emocionales.
Kinnvall (2013), a quien seguimos en gran medida en este apartado, se interesa
por las narrativas que se hacen de los traumas políticos y distingue entre trauma
psicológico y trauma colectivo. Esta distinción se basa en que las emociones se viven
de forma individual, pero también colectiva. Es decir, se producen contagios
emocionales y sus efectos en los climas emocionales. Un trauma colectivo es de
carácter cultural, social y político, que ocurre cuando los miembros de una
colectividad sienten que han sido sometidos a acontecimientos horrendos que dejan
marcas indelebles sobre la conciencia colectiva, marcando sus memorias para
siempre. Un trauma incluso puede cambiar la identidad personal y colectiva de forma
irreversible (Alexander et al., 2004).
Eyerman et al. (2011) analizan las características de las narraciones de los traumas
colectivos y el impacto del sufrimiento grupal. En su opinión, un trauma colectivo se
describe en términos de representación que orienta las concepciones colectivas
morales y políticas.
El terrorismo es uno de los traumas políticos presentes en una parte importante del
mundo en las primeras décadas del siglo XXI. Por las repercusiones mediáticas que
tuvo, un ejemplo significativo de trauma colectivo fue el ataque terrorista a las torres
gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, con el resultado de 2.996
muertos. La trascendencia de este acontecimiento ha generado ríos de tinta en la
prensa, libros y medios de comunicación en general. Siguiendo una tradición en los
medios de comunicación, vamos a abreviar este acontecimiento con la expresión
9/11, que significa el mes 9 (septiembre) día 11, ya que en inglés se acostumbra a
poner primero el mes y después el día, al contrario de lo habitual en castellano.
Desgraciadamente desde entonces se han producido otros ataques terroristas, que
son vividos como traumas, entre los que destacan los siguientes, por el impacto
mediático que han tenido:
47
motivo fue atacar contra la islamificación de Europa.
Conviene señalar que hay otros atentados importantes, pero que tal vez no hayan
tenido tanto impacto mediático. Ello induce a la reflexión sobre qué es lo que provoca
que unos atentados tengan más impacto mediático que otros. Es evidente que no es el
número de víctimas, ya que entre los más importantes por el número de víctimas en
los primeros 15 años del siglo XXI están los siguientes:
Pero lo que importa subrayar aquí es que a partir de 2015 estos traumas se
intensifican. Veamos algunos ejemplos representativos de esta escalada de violencia:
Solamente entre junio y julio de 2016 se han producido como mínimo los
siguientes:
48
muertos.
— El 3 de julio atentado en Bagdad, con al menos 300 muertos y unos 250
heridos.
— El 14 de julio en Niza un camión conducido por Mohamed Lahouaiej Bouhlel
mata a 85 personas y deja heridas a 303.
— El 19 de julio un joven refugiado afgano de 17 años hirió de gravedad a cinco
personas con un hacha en un tren cerca de Wurzburgo.
— El 22 de julio un tiroteo en Múnich tiene el resultado de 9 muertos y 27
heridos.
— El 24 de julio Mohamed Dalil, un refugiado sirio, hace estallar una bomba en
Ansbach (Baviera), con el resultado de 12 personas heridas.
— El 26 de julio un cura es decapitado y varias personas resultan heridas en una
iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray, en Normandía.
49
Es curioso observar que se habla mucho del 9/11, que causó unos 3.000 muertos.
En cambio prácticamente no se habla de las más de 10.000 personas muertas y más
de 20.000 heridas por armas en fuego cada año en Estados Unidos (véase La
Vanguardia, 3 de enero de 2016, p. 8). Esto último ya forma parte del paisaje
habitual, y por tanto no es noticia. Además no interesa que lo sea, ya que es de
dominio público que hay muchos intereses detrás de las armas. Las tragedias
provocadas por las armas de fuego se viven como un drama personal y familiar, pero
no como un trauma colectivo del país. En cambio sí se vive como una trauma del país
el 9/11. Cada uno puede sacar sus propias reflexiones sobre los climas emocionales
que se crean en torno a los acontecimientos y su tratamiento en los medios de
comunicación.
Desde la perspectiva política y social, el miedo se puede interpretar como una
construcción psicológica según la cual ciertos acontecimientos afectan a personas que
no han tenido contacto directo con ellos. En esta dirección se manifiesta la literatura
sociológica sobre la política del riesgo (Bauman, 2001; Kinnvall, 2013), surgiendo
expresiones como «la edad de la ansiedad», «gobernabilidad de preocupación»,
«instrumentalidad emocional estructural», «traumas elegidos» o «inseguridad
ontológica».
Llegados a este punto, conviene analizar el punto de vista del «otro». ¿Cuál es su
percepción de la realidad? Esto siempre dependerá de quién sea el «otro».
Imaginemos por un momento que el «otro» son los yihadistas. Si bien podemos
avanzar múltiples y diversas interpretaciones, sin la seguridad de que alguna de ellas
se ajuste a la realidad, ya que en gran medida la desconocemos, podemos convenir en
que una de las interpretaciones posibles y verosímiles es la narrativa siguiente: la
cultura occidental representa el mal por múltiples razones; profesan una religión
contraria a la nuestra, por la que lucharon y murieron miles de musulmanes; nos
expulsaron de Europa en el siglo XIV (trauma) y desde entonces solamente hemos
sufrido humillaciones del imperialismo occidental; es nuestro deber devolver el honor
a los «nuestros» con la recuperación de los territorios perdidos y la instauración del
califato universal.
En contraposición, pueden proliferar (como está sucediendo) en Europa y América
movimientos basados en el miedo que fomentan la xenofobia y la exclusión. Todo
esto son narrativas que pretenden subrayar cómo la política del miedo se sustenta a
menudo sobre acontecimientos traumáticos que activan emociones fuertes que
predisponen a la acción.
La experiencia de un trauma genera emociones intensas que predisponen a un
sentimiento de victimización, lo cual provoca una distorsión en la percepción de la
realidad, en la activación de mecanismos de defensa inconscientes y en la defensa de
la ideología, de tal forma que induce a pensar en categorizaciones simples de bueno y
malo, nosotros y ellos; inclusión para nosotros, exclusión para ellos.
Esto está más presente de lo que sería deseable. Cuando se escucha a muchos
representantes de partidos políticos y candidatos a elecciones se puede llegar a la
conclusión de que su pensamiento se puede resumir en: «Nosotros somos los buenos,
50
siempre hacemos las cosas bien y tenemos la razón; ellos son los malos, están
equivocados, siempre lo hacen todo mal y no tienen razón». Con estos principios es
prácticamente imposible poderse entender. Es evidente que el diálogo entre políticos
es muy difícil y con frecuencia imposible.
Todas estas manifestaciones permiten poner sobre la mesa lo que es una constante
de este libro: la tendencia a mantener las emociones separadas de la racionalidad en
los análisis políticos y sociales. Pero, a poco que se analice, se observa que las
emociones toman la delantera a las reflexiones, decisiones y acciones, sin que haya
plena conciencia de ello.
En los análisis de los traumas se puede observar que es probable que se produzca
una «transmisión intergeneracional del trauma» (Volkan, 2002), tanto a nivel
personal psicológico como en la dimensión colectiva y política.
Cuando Aníbal juró odio eterno a los romanos, preludiaba que el odio se podía
transmitir de generación en generación. Es lo que puede estar pasando en los
conflictos que se prolongan durante generaciones, como el árabe-israelí, situaciones
en Ruanda y Burundi, etc. La perduración de la transmisión intergeneracional del
trauma puede prolongarse durante generaciones.
Un ejemplo de trauma histórico puede ser el 11 de septiembre de 1714 en
Cataluña. Después de este trauma, Cataluña no solamente no ha tenido ocasión de
vivir una catarsis liberadora, sino que ha sufrido repetidos traumas a lo largo de los
últimos 300 años que no han hecho más que agravar la conciencia de trauma
colectivo que necesita un resarcimiento emocional. Este trauma no superado, junto
con otros motivos políticos y económicos, de no atenderse de forma apropiada y
satisfactoria puede alargar indefinidamente la transmisión intergeneracional del
trauma. Es el «trauma crónico» o la «cronificación del trauma».
Desgraciadamente, la historia universal está plagada de traumas crónicos que la
política no ha sido capaz de gestionar de forma apropiada para su superación.
Fijémonos en la profunda carga emocional que está presente en un trauma crónico, lo
cual reclama una atención especializada que no siempre se da de forma apropiada.
51
fuertes que se experimentan como consecuencia de un trauma van configurando
significados potentes de trascendencia social y política.
Se produce una distorsión en la narrativa histórica, hasta tal punto que las
narrativas de los mismos acontecimientos, contadas por identidades diferentes,
parecen historias distintas. Dicho más claramente, la historia de la colonización de
América se explica de forma muy diferente en España que en algunos países
latinoamericanos; la historia de la guerra civil española es muy diferente según el
bando que la cuenta, lo cual aclara por qué la historia de España que se explicaba en
las escuelas en los años sesenta sea muy distinta de la que se explica en las primeras
décadas del siglo XXI.
Conviene tener presente que, desde una interpretación psicoanalítica de la
temporalidad, la memoria que conecta directamente con el síntoma no representa
acontecimientos que han sucedido tal como son las narrativas del trauma, sino que
son realidades reconstruidas de forma retroactiva.
Esto explica que la historia que se explica en diferentes comunidades y países sea
distinta, y que incluso puede ser distinta en distintas escuelas de la misma comunidad.
Todavía más, puede ser distinta en diferentes grupos de la misma escuela, en función
del sentimiento de identidad del profesor. Esto predispone a una incomprensión
mutua por parte de personas con un sentimiento de identidad colectiva distinta, y por
tanto supone una grave dificultad en el diálogo. Estas diferencias en la reconstrucción
de los acontecimientos históricos, sobre todo los traumáticos, dificulta el diálogo
hasta tal punto de poder hacerlo imposible.
De ahí la importancia de no quedarse con la hagiografía de las glorias históricas y
recurrir a la historiografía científica que permita una convergencia consensuada de la
narrativa. Dicho de otra forma, pasar de una opinión interesada y sesgada por la
emoción a una historia basada en la ciencia y fundamentada en evidencias. Se trata de
pasar de la opinión (doxa) que cada uno tiene (o que defiende un grupo de presión) a
la ciencia (episteme) basada en el conocimiento objetivo, de una política basada en la
interpretación interesada a una política fundamentada en las aportaciones de las
investigaciones científicas. No podemos permitir que las emociones generadas por un
trauma distorsionen la percepción de la realidad, con la consecuente reconstrucción
de narrativas diferentes según la implicación emocional y los intereses del narrador.
Esto puede significar deconstruir las narrativas normalizadas del orden social
establecido. Con este objetivo, la resistencia y resiliencia son alternativas a las
narrativas hegemónicas del trauma y del miedo. Hay que tener en cuenta que los
traumas tienen una narrativa que habitualmente facilita la catarsis necesaria para su
superación.
Se requieren competencias emocionales para poder llegar a historias compartidas,
basadas en evidencias, como un paso importante para la construcción de la
convivencia en la diversidad y para la activación de emociones positivas colectivas
con perspectivas de futuro.
52
SIGNIFICANTES Y EMOCIÓN
53
principalmente dos reacciones: tristeza o ira. La tristeza predispone a la inacción,
pero la ira predispone a la violencia. Ira y miedo son las dos emociones tradicionales
en la política, que a veces están en equilibrio por oposición de contrarios. Según la
intensidad del miedo subyacente en la constelación emocional, la ira puede derivar en
violencia. Lógicamente son muchas las variables que van a influir en ello, y entre
ellas está la educación.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
54
emocional de miedo, vulnerabilidad e inseguridad, de donde se deriva un clima
emocional que predispone a aceptar determinadas políticas que no se aceptarían en
otro tipo de clima.
En el debate entre seguridad y libertad, las decisiones están en función del clima
emocional que se respira en el contexto. En un clima de miedo, hay una
predisposición a aceptar restricciones en la libertad en favor de la seguridad. Todo
ello favorece la proliferación de una política del miedo.
Es interesante observar la manipulación política y de los medios de comunicación
cuando favorecen un clima de miedo, para contrastarlo con otros elementos que no
interesa abordar con los mismos propósitos, por ejemplo el uso de armas en Estados
Unidos.
A veces puede haber una instrumentalidad emocional estructural en la que la
emoción producida por un trauma se convierte en un clima emocional. El poder, a
veces, transforma el trauma en clima de miedo para justificar políticas de miedo.
Las emociones pueden exagerar las percepciones de la realidad. El miedo hace ver
las cosas peor de lo que son. Por esto conviene mantener las emociones separadas de
la racionalidad en los análisis políticos y sociales. Cuando las emociones toman la
delantera a las reflexiones, decisiones y acciones, sin que haya plena conciencia de
ello, se pueden tomar decisiones como mínimo arriesgadas.
El trauma colectivo no es solamente un fenómeno temporal en un momento dado,
sino que se produce una transmisión intergeneracional del trauma. Las narrativas con
que se transmite un trauma de generación en generación tienen una potente carga
emocional que tienden a prolongar la vivencia del trauma. Un trauma colectivo que
no se supera de forma razonable puede cronificarse. La cronificación del trauma
facilita quedar anclado en una espiral de violencia que cada vez dificulta una
superación airosa del mismo. Un ejemplo de trauma cronificado es el conflicto árabe-
israelí. Pero hay muchos más: entre países vecinos en todo el mundo, entre grupos
étnicos en países africanos, entre facciones religiosas en el mundo árabe, entre
partidos políticos, en la lucha por la libertad, la justicia, la independencia, etc.
55
5. EMOCIONES COLECTIVAS Y CAMBIO SOCIAL
A lo largo de este libro se insiste en el miedo y la ira como emociones básicas que
mueven la política. En este capítulo, y también en otros, se pone un énfasis especial
en el miedo como fuerza política motivadora del comportamiento social, lo cual
puede representarse con asentimiento, subordinación y sometimiento. El miedo es
una reacción individual, pero también colectiva, ante un peligro o una amenaza. En
este sentido, el miedo es un ejemplo claro de emoción colectiva. En este capítulo se
analiza cómo las emociones colectivas se constituyen en fuerzas políticas que activan
el movimiento de masas sociales.
Con el fenómeno del contagio emocional se pasa de un enfoque individual a una
dimensión social de las emociones. El clima emocional es la consecuencia del
contagio emocional, y los climas emocionales explican el comportamiento colectivo.
EMOCIONES COLECTIVAS
56
introyección que induce a la subyugación se convierte en extroyección, que
predispone a la rebelión.
Las tensiones políticas están inmersas en emociones de todo tipo. Cualquier forma
de actividad política es inseparable de la afectividad, a pesar de la falta de
reconocimiento público de esta relación. Subrayamos que a lo largo de la historia se
ha creado un sistema social y político basado en dos emociones básicas: ira y miedo.
La ira es una familia de emociones que incluye rabia, enfado, enojo, indignación,
odio, etc. Normalmente el miedo a lo que podemos perder suele ser más fuerte que la
ira, lo cual es un factor esencial para la prevención de sublevaciones y violencia. Por
ello, cuando no hay nada que perder y la ira es más fuerte que el miedo, aumenta la
probabilidad de la sublevación y la violencia.
El miedo se experimenta cuando se percibe que el peligro (el «otro» o los «otros»)
es más fuerte que el «nosotros». Es la valoración de debilidad y subordinación a
fuerzas externas que no controlamos la que nos pone en situación de experimentar
miedo.
El miedo es una emoción que incapacita para pensar y tomar decisiones. La
impulsividad aumenta en relación a la intensidad del miedo. Pero hay momentos en
los que ya no se puede seguir huyendo (introyección del miedo). Entonces el miedo
se puede convertir en ira (extroyección del miedo). En ambos casos, el miedo y la ira
se constituyen como fuerzas políticas motivadoras del comportamiento de masas.
EL CONTAGIO EMOCIONAL
57
en un solo cuerpo o cerebro se pasa a observar la interrelación emocional entre dos o
más personas al mismo tiempo. Las emociones se contagian a partir de la empatía,
donde la reacción de las neuronas espejo tiene un papel importante en este proceso.
Pero aún más importante es la amígdala, que es la encargada de interpretar los
estímulos que llegan a nuestros sentidos para convertirlos en emociones. Esto se hace
automáticamente, de forma inconsciente, aunque inmediatamente después podemos
tomar conciencia de ello y, con competencias emocionales, decidir qué hacemos con
nuestras emociones.
El contagio emocional no se produce siempre, sino que requiere de unas
condiciones. Si la persona está triste por algún motivo o está inmersa en un trabajo, es
menos probable que se contagie de emociones positivas que se generen a su
alrededor. Depende del estado emocional y de las actitudes de la persona. Es más
probable el contagio negativo (miedo, ira, violencia) que el positivo (alegría, amor,
felicidad). Según la teoría de la asimetría hedónica, las emociones negativas son más
frecuentes, más intensas y más duraderas que las positivas. Esto se debe a que los
motivos que generan depresión, miedo o ira son más potentes, claros y específicos
que los que generan felicidad. Las causas de las emociones positivas suelen ser más
relativas y subjetivas.
La crisis económica de 2008 es un ejemplo claro de contagio emocional que se
extiende a la mayor parte de la población de muchos países occidentales. Los
repetidos ataques terroristas en junio y julio de 2016 son otro ejemplo de contagio en
Europa, principalmente en Alemania.
Para experimentar un contagio emocional no es necesario que todas las personas
vivan la misma experiencia. Durante la situación de crisis iniciada en 2008 muchas
personas han quedado en situación de desempleo o de desahucio de sus hogares, es
decir, en situación crítica. Esto ha creado un estado de malestar social. Muchas
personas que no se encuentran en esta situación, e incluso cuando las probabilidades
de que les suceda son muy bajas, también experimentan emociones similares debido
al poder de la empatía, que induce a solidarizarse emocionalmente con las víctimas.
Lo mismo pasa con los atentados terroristas.
Una persona puede decidir si se deja contagiar o no, aunque a veces son decisiones
inconscientes. La autonomía emocional, que es la capacidad de no verse seriamente
afectado por las emociones que se viven alrededor, incluye la competencia para
decidir conscientemente si me dejo contagiar o no.
Conviene tener claro que el contagio emocional es un arma de doble filo. A veces
conviene potenciar el contagio y dejarse contagiar, pero en otros contextos y
circunstancias puede ser peligroso. Eric Fromm (1970), en su obra El miedo a la
libertad, analiza el contagio emocional que se produjo en la Alemania de los años
treinta y que desembocó en el nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Aunque cuando
lo escribió no se utilizaba todavía el concepto de contagio emocional, porque no se
había investigado este tema, se puede considerar un ejemplo claro de lo que estamos
hablando.
Aprender a distinguir cuándo me conviene dejarme contagiar y cuándo no es una
58
competencia emocional que hay que aprender; es decir, se desarrolla o no en función
del aprendizaje. No nos referimos aquí solamente al aprendizaje en la educación
formal, sino a todo lo que se aprende en la familia, con los amigos, en la escuela, en
los medios de comunicación, etc. Todo esto conforma la educación emocional que
recibimos. Es una competencia emocional desarrollar la capacidad para formularse y
responder apropiadamente a preguntas como: ¿De qué me estoy contagiando? ¿Me
interesa contagiarme de este clima emocional? ¿De qué no me quiero dejar contagiar?
¿Qué emociones estoy contagiando? ¿Qué quiero contribuir a contagiar? ¿De qué no
quiero contagiar? En esta línea, en ciertas circunstancias tal vez convenga también
preguntarse: ¿por qué no hacemos lo posible para contagiar de energía, entusiasmo,
fuerza, alegría, amor y bienestar a todas las personas que nos rodean? Esto también es
política.
EL CLIMA EMOCIONAL
59
«objeto» de activación emocional. A veces se crean determinados climas emocionales
sin que haya «algo» (objeto) que lo explique, de modo que a veces no se sabe a qué
obedece un determinado clima emocional que se ha producido en un espacio y un
momento dados. Aunque si se analiza en profundidad es posible encontrar causas
ocultas.
El clima emocional afecta no solamente a cómo se sienten las personas, sino que
también influye en lo que hacen. Los climas emocionales son los que explican la
formación y mantenimiento de identidades sociales y políticas. Viene al caso recordar
que el clima emocional de miedo al desempleo fue una de las causas principales en la
creación de los sindicatos (Barbalet y Demertzis, 2013: 178).
Los climas emocionales se viven en determinados grupos, mientras que en otros
grupos se viven climas distintos. Imaginémonos una fiesta de pueblo con gran
bullicio, con gente cantando, gritando, bailando y saltando; es un clima emocional de
alegría compartida. Si se mete una persona extranjera sola en medio del bullicio, lo va
a vivir emocionalmente de forma muy diferente. En muchas fiestas de pueblo lo que
activa las emociones no es el «espectáculo» que se contempla (objeto), sino las
relaciones que se establecen entre las personas (causa). Una persona que disfruta en la
fiesta de su pueblo puede vivir una experiencia totalmente distinta en las fiestas del
pueblo vecino si allí se encuentra completamente solo. El ambiente que se crea en
Sevilla en Semana Santa es difícil de entender por muchas personas de otras
comunidades o países. Igualmente el clima que se ha creado en Cataluña en algunas
manifestaciones del 11 de septiembre, sobre todo por parte de algunos grupos
favorables a la independencia, es muy difícil de entender por parte de personas ajenas
a este movimiento. En resumen, hay climas emocionales compartidos por los
«nuestros» que difícilmente pueden ser comprendidos y experimentados por los
«otros».
60
vulnerabilidad y desvalimiento en la población. A veces se llega a opresión,
injusticia, falta de respeto a los derechos humanos, e incluso tortura, ejecuciones y
arbitrariedades que provocan intimidación, ansiedad, angustia, miedo y terror.
Desgraciadamente aparecen noticias en la prensa que informan de estas realidades,
aunque pongan el énfasis en los hechos y no contemplen la dimensión emocional.
Fomentar el miedo por parte del poder ha sido una constante a lo largo de la historia.
La sociedad actual, caracterizada por la globalización, se ha denominado
«sociedad del riesgo» (Beck, 1998). Hay muchos fenómenos que inducen al miedo:
terrorismo, crisis, desempleo, epidemias, violencia, accidentes, catástrofes naturales,
guerra, inseguridad ciudadana, energía atómica, etc. En el fondo, la sociedad del
riesgo engendra más ansiedad que miedo, en cuanto que la mayoría de las personas
no creen estar frente a un peligro real, externo, conocido, objetivo e inminente, sino
ante la posibilidad de un peligro indefinido, desconocido y a largo plazo. Pero esta
posibilidad es poco probable para la mayoría. A pesar de ello se vive con inseguridad
y vulnerabilidad (Bauman, 2006: 3-4, 132). Todo ello predispone a algún tipo de
acción.
En resumen, la experiencia de convivencia genera climas emocionales que
inducen a crear y mantener la identidad social y política. Los climas emocionales
predisponen a acciones colectivas.
61
La humanidad necesita una política que permita avanzar de forma significativa en
la superación del miedo. Esto no es fácil ni sencillo, pero es uno de los grandes retos
de la política internacional en el siglo XXI.
El miedo predispone a huir (fly). Pero hay circunstancias en las que no se puede
huir. Por ejemplo, cuando uno se encuentra entre la espada y la pared. ¿Cuál será la
reacción en estas circunstancias? Conviene tener presente que las emociones inducen
a un comportamiento que aumente las probabilidades de supervivencia. Esta es la
función del miedo cuando nos impulsa a huir. Pero cuando la huida no es posible,
entonces es probable que se pase al ataque. El miedo se convierte en ira. La ira es una
familia de emociones que incluye rabia, enojo, enfado, furia, cólera, indignación,
odio, hostilidad, etc. Así como el miedo predispone a la huida, la ira predispone al
ataque, lo cual da sentido al fight or fly.
A lo largo de la historia hay innumerables situaciones en las que grupos de
personas se han visto sometidas al poder, con miedo a manifestar sus opiniones,
reivindicaciones y derechos. Esto se ha mantenido hasta que se ha producido un clima
emocional que ha favorecido la sublevación. Ejemplos ilustrativos van desde la salida
de Egipto de los judíos con Moisés, la rebelión de los esclavos con Espartaco, la
Revolución francesa, la Revolución bolchevique, la caída del muro de Berlín, y un
largo etcétera que constituye una parte esencial de la historia.
El problema es que el paso del miedo a la ira predispone a la violencia.
Desgraciadamente muchas revoluciones (francesa, bolchevique, mexicana, cultural
china, cubana, etc.) han ido acompañadas de tanta violencia que pone en entredicho la
motivación liberadora de base. No siempre, pero en muchas situaciones se ha dado
una vuelta a la tortilla, pasando los oprimidos a ser los opresores, y al revés, de modo
que no se ha solucionado el problema, sino que tan solo se han cambiado las
relaciones de poder.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
62
volar).
La humanidad necesita una política que permita avanzar de forma significativa en
la superación del miedo. Esto no es fácil ni sencillo, pero es uno de los grandes retos
de la política nacional e internacional en el siglo XXI. Lo mismo se puede decir de la
ira.
La violencia que acompaña muchas revoluciones pone en entredicho los efectos
positivos que podría tener. Solamente las revoluciones que toman en consideración la
educación y la interioridad tienen probabilidades de permanecer en el tiempo.
Las relaciones de poder son una de las principales causas de los conflictos, del
miedo y de la ira. Por tanto, se requiere un cambio en las estructuras y relaciones de
poder, para pasar de un clima de miedo e ira a otro de bienestar. Estas estructuras son
las realmente democráticas, en un marco de diversidad donde se hace necesaria la
negociación desde la igualdad, la libertad y la responsabilidad. Este es un antídoto
para el miedo, la ira y la violencia.
63
6. LAS EMOCIONES EN LA PROTESTA POLÍTICA
Una de las ideas que pretendemos difundir es que la política está llena de
emociones. Pero donde hay especialmente alta emocionalidad es en la política de la
protesta. La gente está irritada sobre medidas de austeridad, amenazada por el
terrorismo, tiene miedo al paro o está indignada por lo que pasa en la política
(corrupción, injusticia, incompetencia, etc.). Hay una dimensión emocional
importante en la forma como la gente reacciona al contexto político.
Los movimientos sociales juegan un papel importante en las protestas. Se
encargan de organizar las manifestaciones y crear el clima propicio. Saben que la
gente se mueve más por emociones que por ideas, aunque las ideas deben estar
presentes en el discurso. Pero es la forma de poner emoción a las ideas lo que
moviliza a la ciudadanía.
Como dijo Martin Luther King, para la gente no es suficiente con tener ira. Hay
que unir a la gente y organizarla para que la ira sea una fuerza de transformación
social. Los movimientos sociales utilizan sus recursos y creatividad para convertir la
ira individual en emociones colectivas que promuevan la reivindicación masiva.
La importancia de las emociones en las protestas ha motivado que sean tema de
investigación en los conflictos políticos (Van Troost, Van Stekelenburg y
Klandermans, 2013). A principios del siglo XXI se empieza a refutar el principio de
oposición entre emoción y racionalidad. Las aportaciones de la neurociencia y las
investigaciones sobre el cerebro emocional significan un cambio de paradigma en la
tradicional oposición entre razón y emoción. Nuestros pensamientos y nuestras
acciones están condicionados por nuestras emociones, y nuestras emociones
64
dependen en gran medida de los climas emocionales que se crean en nuestro entorno.
El «trabajo emocional» ha sido siempre la clave en la organización de las
protestas, aunque no se haya hablado de ello. Tomemos la siguiente afirmación de
Malcolm X: «Habitualmente cuando la gente está triste no hace nada. Solamente llora
sobre su situación. Pero cuando están enfadados, provocan cambios sociales»
(traducción libre a partir de la cita de Van Troost et al., 2013). En esta afirmación está
presente la idea de que las emociones predisponen a la acción, y que distintas
emociones inducen a acciones distintas.
Un mismo acontecimiento es valorado de forma diferente por parte de distintas
personas. El reto de los organizadores de la protesta es conseguir que haya una
valoración social compartida, que las percepciones distintas que las personas tienen
de la realidad converjan y predispongan a la misma acción. Esto se consigue cuando
hay un sentimiento de identidad que se expresa en el «nosotros»: nosotros pensamos,
nosotros sentimos, nosotros actuamos. Mi sentimiento es nuestro sentimiento; nuestra
emoción es mi emoción. Como consecuencia se deriva un comportamiento colectivo.
Son las emociones en interacción las que motivan a participar en la protesta.
Las emociones y su expresión son construcciones sociales que están regidas por
normas, valores y cultura. Hay algunas emociones más sociales que otras, en el
sentido en que su expresión está más regulada socialmente. Hay un grupo de
emociones sociales que son las que tienen más que ver con la política: indignación,
solidaridad, patriotismo, etc. Estas emociones tienen una carga social y política clara
y potente. Otras emociones como ira, rabia, enfado, odio, orgullo, alegría, tristeza,
etc., pueden adoptar una dimensión social y política para inducir a acciones a partir
de las estimulaciones de los organizadores de la protesta.
Los factores históricos y culturales juegan un papel muy importante en la
interpretación de los hechos que pueden provocar la protesta. Las personas miran a su
alrededor en busca de otros que se encuentren en la misma situación. En este marco
es cuando los movimientos sociales pueden proporcionar el espacio idóneo para
compartir experiencias, explicarse su vida, expresar sus sentimientos y vislumbrar
vías de acción conjunta.
65
Las investigaciones han demostrado que con emociones positivas se es más eficaz.
Una protesta en la que las personas están imbuidas en la tristeza, el miedo y el
pesimismo probablemente no consiga muchos adeptos ni sea eficaz. En cambio, si
predomina la confianza, solidaridad, entusiasmo y esperanza se aumentan las
probabilidades de éxito.
La percepción de la viabilidad de los objetivos es un predictor importante en el
clima emocional del grupo. Si se perciben grandes dificultades para el logro de los
objetivos, se activan emociones de ira, preocupación, pesimismo y tristeza. En
cambio, si se considera que las dificultades son superables, entonces se activa
entusiasmo, confianza y esperanza.
Las tendencias de acción son la inclinación a responder a una situación de una
forma particular. El miedo predispone a la huida; la tristeza a la inacción y la ira a la
agresión. Este aspecto agresivo de la ira la convierte en la emoción idónea para
movilizar a la gente a luchar por lo que creen que son sus derechos.
Es interesante observar que ante una catástrofe, como por ejemplo un petrolero
que se hunde cerca de la costa, generando una gran contaminación, se pueden
producir dos creencias: que era evitable o no. Si se considera que el desastre se
hubiera podido evitar, entonces se activa la ira, que va a provocar acciones de
protesta. En cambio, si se considera que era inevitable, por las circunstancias
atmosféricas o por las razones que sean, entonces se activa la tristeza, que no activa
ninguna acción.
Las personas que se implican en la protesta atraviesan una serie de etapas. Van
pasando de la indiferencia inicial a ser simpatizante. Posteriormente pueden pasar a
sentirse miembros del grupo. Dando un paso más, se puede ser militante, activista o
incluso dirigente, organizador, coordinador o líder. Esto se puede mantener durante
cierto tiempo, tal vez hasta que finalice la protesta. Pero también puede suceder que
se produzca un desencanto, una pérdida de moral, un desengaño, y entrar en un
pesimismo y tristeza que predispone a dejar la acción. Llegado a este punto se puede
abandonar el movimiento y la protesta. El abandono se produce como consecuencia
de una disminución del compromiso y el sentimiento que lo acompaña, cuando se
considera que las relaciones con el grupo han dejado de ser gratificantes.
La desesperanza generalizada es lo que caracteriza el declive del movimiento y de
la protesta. Emociones negativas como desencanto, atrición, desesperanza y tristeza
son un riesgo para el mantenimiento del movimiento social que organiza una protesta.
Para prevenir que esto se produzca es importante el «trabajo emocional», encaminado
a mantener la moral alta, sobre todo cuando hay que afrontar una derrota.
66
fundamenta la importancia de las emociones basadas en el grupo en los
comportamientos de protesta colectiva.
Dentro del grupo se experimentan emociones relacionadas con la percepción del
mismo grupo. Si se valora que el grupo es lo suficiente fuerte como para lograr los
objetivos, se tiende hacia la ira que impulsa a la acción. En cambio, si se valora que el
grupo es débil, entonces se activa el miedo y la tristeza que predispone a la inacción y
a abandonar el grupo. La percepción de la fortaleza del grupo influye en la tendencia
de acción.
En los grupos radicales y violentos está más presente el desprecio hacia el otro que
la indignación por la injusticia. La indignación ante las injusticias ha sido un motor
de movilización en favor de los derechos humanos y la libertad a lo largo de la
historia. En este sentido, la indignación es necesaria y buena. El peligro viene cuando
se pasa a otros matices dentro de la ira, como pueden ser desprecio, hostilidad u odio.
Entonces, la predisposición a la violencia es superior a la solución del conflicto.
La identidad social determina las emociones sociales. La gente puede «sentir por
el grupo» (I feel for us), lo cual significa que las personas están conectadas con las
demás del grupo, experimentando las mismas emociones, aunque no estén
directamente afectadas por la situación activadora del conflicto (Yzerby et al., 2003:
533-535).
En una emoción se produce una evaluación del evento, reacciones internas y
predisposición a la acción. Los estudios sobre las emociones basadas en el grupo
indican que en las situaciones interpersonales se producen los mismos procesos. Es
más, las personas pueden experimentar emociones «de parte del grupo». Cuanta más
identificación con el grupo, más se experimentan emociones basadas en el grupo.
El contagio emocional tiene más probabilidades de producirse entre personas que
mantienen fuertes vínculos afectivos y de intimidad. No es lo mismo ir a una
manifestación individualmente, completamente solo y sin conocer a nadie de los que
se manifiestan, que ir acompañado de las personas con las cuales mantenemos
vínculos afectivos. El contagio emocional tiene sus reglas para que se produzca.
La «resonancia emocional» representa un alineamiento entre la ideología del
movimiento social que organiza la protesta y el grupo (Van Troost et al., 2013: 202).
Cuando hablamos del grupo nos referimos a los seguidores, activistas, militantes,
simpatizantes, manifestantes, etc. Al tratarse de grupos de personas con
características muy distintas, cada una tiene sus propios intereses, opiniones y
sentimientos. Cada una aporta al grupo su particular forma de ver la realidad y sus
propias emociones. El resultado de todo ello es el clima emocional que se produce.
Cuando este clima se caracteriza por «resonancia emocional» significa que todo el
grupo vibra con las mismas emociones. Esto produce la sensación de vivir
experiencias óptimas, que pueden provocar lágrimas de emoción en muchos
asistentes.
67
La tabla siguiente identifica las emociones basadas en el grupo, resultantes de las
evaluaciones de los eventos a partir de los trabajos de Van Troost et al. (2013: 195).
Veamos un poco cómo interpretarlo. Las medidas de austeridad y los recortes se
viven como una obstrucción. Si la gente interpreta estas medidas como debidas a las
circunstancias (crisis) y que no se puede hacer nada para evitarlo, entonces se
experimenta miedo y tristeza. Son situaciones en las que hay un potencial bajo de
afrontamiento. En cambio, si hay un alto potencial de afrontamiento probablemente
se va a experimentar frustración. Si las causas se atribuyen a los «otros», por ejemplo
al gobierno, y se percibe un bajo potencial de reacción, se tiende a experimentar
desprecio. En cambio, si se percibe un alto potencial de reacción es más probable que
se experimente ira.
Objetivo colectivo
Responsabilidad Potencial de
Afrontamiento
Facilitación Obstrucción
Los resultados de este análisis sugieren que en las protestas se pueden dar dos
rutas emocionales distintas. Por una parte está la ruta de la ira, basada en la visión de
alto potencial de afrontamiento para conseguir los objetivos. Por otra parte está la ruta
del desprecio, que se produce cuando se percibe un bajo potencial de afrontamiento;
es decir, cuando los canales legítimos o legales están cerrados. En este caso, la
situación se vive con desesperanza, lo cual conduce a la estrategia de «nada que
perder», de donde se deriva una predisposición negativa que puede desembocar en
una protesta más violenta (Van Troost et al., 2013: 195).
MOMENTOS EN LA PROTESTA
68
debida al propio grupo o a «otros» grupos o personas? Según cómo se responda a esta
pregunta se activaran emociones diferentes, que, a su vez, tendrán distintas tendencias
de acción. La indignación y la ira están presentes cuando hay una atribución de
responsabilidad a los «otros», junto a una percepción de alto potencial de
afrontamiento en el propio grupo.
Se ha observado que en manifestaciones con actos violentos y vandálicos está
presente el desprecio en más intensidad que la indignación. Los organizadores de la
protesta deben convencer al grupo de que la responsabilidad es de los «otros». Este es
el requisito previo para que se produzca la protesta. Otro requisito es que el miedo es
una emoción que hay superar antes de implicarse en una protesta.
Durante la protesta las personas perciben la presencia de otras personas y por tanto
forman parte de un grupo más grande. Esto crea lo que Durkheim denominó
«conciencia colectiva» (cit. en Van Troost et al., 2013: 198). En este contexto se
pueden producir transformaciones emocionales. Por una parte de produce una
ampliación de la emoción individual cuando se vive en grupo. Por otra parte, se
produce una mutación de la emoción inicial, por ejemplo de ira, en otras emociones,
por ejemplo de esperanza, entusiasmo y solidaridad. La solidaridad crea vínculos de
unión y la sensación de que juntos somos más que la suma de las partes. Se
experimenta la sensación de que «tu problema es mi problema; es nuestro problema».
Experimentar las mismas emociones y expresarlas de forma colectiva en una
manifestación de protesta tiene unos efectos de catarsis liberadora.
Las emociones que se experimentan como consecuencia de la protesta han sido
poco analizadas. Después de una manifestación, así como de cualquier acción
política, los organizadores tienden a resaltar que ha sido un éxito. A tal efecto van a
seleccionar aquellos aspectos que pueden presentar como un efecto positivo,
obviando o ignorando los aspectos que puedan presentar una valoración negativa.
Resaltar la percepción de éxito proporciona a los seguidores y activistas un
sentimiento fuerte de identificación, que se experimenta como una emoción positiva,
lo cual predispone a repetir la experiencia.
Siendo realistas, hay que reconocer que en muchas manifestaciones no se logra
nada, pero sin embargo los resultados se consideran como positivos. Si se valoran los
resultados de una manifestación solamente desde el punto de vista racional de
coste/beneficio, podríamos llegar a la conclusión de que no son rentables. Este
principio lo podríamos hacer extensivo a las protestas en general. Lo que pasa es que
la experiencia emocional en la manifestación y en la protesta es más importante que
los resultados. Un análisis de la dinámica de la protesta debe considerar las
emociones previas a la protesta, durante y después, entre las que se pueden incluir
indignación, identificación, sentimiento de pertenencia, solidaridad, participación y
catarsis colectiva.
INDIGNAOS
69
El 15 de mayo de 2011 se conoce como 15M a consecuencia de las
manifestaciones de protesta que se iniciaron en la Puerta del Sol de Madrid y se
extendieron a otras ciudades, con repercusiones en toda España. El libro de Steven
Hessel (2011) Indignaos fue la fuente de inspiración de este movimiento. Las noticias
que a partir de este día fueron apareciendo durante meses convirtieron el 15-M en un
referente de las protestas, no solamente en España, sino de alcance internacional. La
expresión ¡Democracia real ya! traspasó las fronteras (Van Troost et al., 2013:
2003). En todo este movimiento se pueden observar los elementos que estamos
comentando en este capítulo: emociones basadas en el grupo que predisponen a la
acción política.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
Se producen unas dinámicas complejas que explican cómo las emociones inciden
en la activación y mantenimiento de la protesta. En el análisis de las emociones en las
protestas se pueden distinguir tres elementos: el oponente, el conflicto y el grupo.
Normalmente se experimentan emociones negativas frente al oponente y frente al
conflicto (ira, indignación, miedo). En cambio, las emociones positivas están
presentes dentro del grupo que protesta: solidaridad, compasión, apoyo, orgullo,
alegría, etc.
Con emociones positivas dentro del grupo, la protesta es más eficaz. Una protesta
en la que las personas están imbuidas de tristeza, miedo y pesimismo probablemente
no consiga muchos adeptos ni sea eficaz. En cambio, si predomina la confianza, la
solidaridad, el entusiasmo y la esperanza aumentan las probabilidades de éxito en la
protesta.
Un análisis de la dinámica de la protesta debe considerar las emociones previas a
la protesta, durante y después. Entre las emociones predominantes en estas tres fases
están: indignación, identificación, sentimiento de pertenencia, solidaridad,
participación y catarsis colectiva.
70
7. EMOCIÓN Y TRANSICIONES POLÍTICAS
Entre los acontecimientos históricos más importantes de la segunda mitad del siglo
XX está la caída de los regímenes soviéticos del este de Europa, representada con la
expresión de «la caída del muro de Berlín». Las interpretaciones y explicaciones a
este fenómeno son múltiples y diversas. Muchos consideran que los regímenes
comunistas eran totalitarios, monolíticos e incapaces de cambiar. El efecto
Gorbachov ha sido considerado como un factor esencial en la transición de muchos
países comunistas, pero no lo explica todo. Saxonberg (2013) desarrolla un modelo
explicativo de las razones por las cuales algunos países comunistas llegaron al
colapso y se produjo una transición y por qué en otros países el comunismo ha
permanecido en el poder. Vamos a basarnos principalmente en este modelo de
71
análisis en las páginas siguientes.
La mayoría de análisis de las transiciones en los países comunistas se basan en
factores como estancamiento económico, pérdida de legitimidad ideológica, cambio
de estrategia en intelectuales críticos y otros aspectos sociopolíticos. Saxonberg
(2013) considera que todos estos análisis no han tomado en consideración un aspecto
clave del colapso: el papel de las emociones. Los regímenes comunistas es probable
que no hubieran caído de no haberse producido acciones que provocaron a la
población en una época de expectativas de cambio. Pero los cambios esperados se
frustraron, porque la ciudadanía percibió una falta de cambios reales.
FACTORES DE TRANSICIÓN
Componentes de las transiciones potenciales, rebeliones fracasadas y no transiciones
Represión Legitimidad
País Expectativas Frustración (outrage) ideológica Resultado
72
(outrage) ideológica
Transiciones
Rebeliones fracasadas
No transiciones
73
FACTORES EMOCIONALES
74
Saxonberg (2013) analiza los detalles de cómo se produjeron las transiciones en
los regímenes comunistas totalitarios. Su análisis se centra en 1989, cuando se
produjeron las transiciones de Polonia, Hungría, Rumanía, Checoslovaquia y
Alemania del Este; en 1990 en Croacia y Eslovenia; en 1991 en Rusia y también en
Etiopía, y en 2000 en Serbia. El análisis comparativo detallado de todas estas
transiciones permite concluir que, entre otras causas necesarias pero no suficientes,
está la dimensión emocional.
La combinación de expectativas frustradas y medidas represivas provocan ira en la
población. La ira es una de las causas principales de las rebeliones contra los
regímenes comunistas a finales de la década de los años ochenta. Gorbachov impulsó
unas reformas que levantaron esperanzas, no solamente en su país, sino también en
los países satélites del Este de Europa. En estos países se esperaba que la influencia
de Gorbachov serviría para provocar cambios en los respectivos países. Estos
cambios podían ser reformas en la política o cambio de los líderes conservadores que
gobernaban en esos países. Al no producirse estos cambios, se experimentó una gran
frustración que originó la ira activadora de los movimientos de masas que
desembocaron en la transición. En algunos casos se produjeron además actos
represivos que propiciaron todavía más la revuelta.
TRANSICIONES Y NO TRANSICIONES
Después de la caída del muro de Berlín quedan algunos países comunistas en los
que se puede considerar que no se ha producido transición. Vamos a referirnos a «no
transiciones», en oposición a los países que sí se ha producido. Se trata de países tan
distintos como Cuba, Corea del Norte, China y Vietnam. ¿Por qué no se ha producido
la transición en estos países?
En los países donde no se ha producido la transición también se puede haber dado
el mismo fenómeno: expectativas frustradas y represión. Veamos el caso de China.
Después de un período de expectativas frustradas de reformas, en 1989 se producen
los hechos represivos de la plaza de Tiananmen. Pero en este caso el gobierno se
sentía legitimado ideológicamente, y por tanto se sentía lo suficientemente fuerte
como para disparar sobre los estudiantes. Es decir, la alta legitimidad ideológica es un
freno para la transición. En los países donde se produce la transición había baja
legitimidad ideológica en el momento de la transición.
Respecto a Cuba y Corea del Norte, son países donde no ha sucedido nada que
permitiera tener esperanzas sobre posibles cambios políticos. Por tanto, no ha habido
expectativas frustradas. No ha habido políticos reformistas, ni figuras de
trascendencia internacional, que pudieran presionar al gobierno desde dentro del país.
En estos lugares, a diferencia de los países del Pacto de Varsovia, no se esperaba que
la influencia de Gorbachov pudiera promover reformas políticas. Por otra parte, los
gobernantes de estos países han gozado de un poder carismático, potenciado por los
medios de comunicación nacionales, que les permite utilizar un estilo de gobierno
75
personal, hasta tal punto de ser una especie de gobierno hereditario dentro de una
república. En el caso de Cuba, nadie ha esperado que Fidel Castro, el líder de la
revolución de 1959, dijera públicamente: «nos hemos equivocado y vamos a proceder
a reformas importantes». Tampoco se ha esperado esto de su hermano Raúl. En el
caso de Corea del Norte tampoco se han dado las circunstancias para que nadie
pudiera esperar ningún tipo de cambios o reformas.
En conclusión, en los países donde no se ha producido ninguna transición,
tampoco se ha producido una frustración respecto a reformas esperadas, simplemente
porque no ha habido expectativas sobre tales reformas. Por tanto, al no darse la
frustración, no se ha producido la ira consecuente. Esta ira es la activadora de la
revuelta. Por el contrario, en estos países se ha dado una aceptación de la situación
impuesta por el miedo y la tristeza, que inducen a la inacción. En estas condiciones, si
se producen actos represivos, no existe un clima emocional que predisponga a la
revuelta.
En algunos de los países en los que se ha producido la transición, no se ha
conseguido al primer intento, habiéndose producido otras revueltas anteriores. Este es
el caso de la rebeliones fracasadas en Alemania del Este en 1953, Hungría en 1956 y
Polonia en 1956, 1970 y 1980. En estos países, en aquellos momentos todavía había
una creencia en la legitimidad ideológica. Esto justificaba la violencia del Estado o la
invasión soviética, que abortaron las revoluciones en aquellos momentos.
76
observadores normales (Bisquerra, 2009).
Podríamos resumir lo que antecede diciendo que los análisis sobre la caída de los
regímenes comunistas pocas veces han tomado en consideración la dimensión
emocional. Saxonberg (2013) presenta un modelo de análisis en el cual las emociones
juegan un papel importante, tal como acabamos de exponer. La conclusión es que las
emociones son una condición necesaria, pero no suficiente. En todos los casos se
puede observar unas expectativas de reformas que han sido frustradas, lo cual se ha
canalizado hacia la ira que activa la revolución. Pero deben darse además otras
condiciones, como falta de legitimidad ideológica y, a veces, actos represivos.
La gente tiene miedo a perder su trabajo, su casa, a ser condenado o castigado, y
por tanto no está dispuesta a la acción de protesta a no ser que se den una serie de
circunstancias en las cuales se valora que merece la pena. Esto sucede en situaciones
caracterizadas por el «nada que perder». Cuando una persona considera que ya no
tiene nada que perder es cuando está dispuesta a todo.
77
protesta pacífica es esencial para comprender el movimiento. La evaluación que se
hace de la realidad política activa la ira y el desprecio frente a los líderes autoritarios,
que consideran el país como propiedad privada y el gobierno como hereditario. No es
casualidad que se hablara del «Egipto de Mubarak» y el «Túnez de Ben Ali».
Los análisis de los movimientos sociales normalmente asumen que las personas
que protestan son actores racionales que buscan beneficios materiales que se pueden
producir como consecuencia de un cambio político. Pero esto es insuficiente para
explicar los altos riesgos que las personas están dispuestas a asumir con unas
probabilidades bajas de éxito y con unos beneficios tan inciertos. Hay que tomar en
consideración la dimensión emocional.
Sin embargo, cuando se han tenido en cuenta, ha sido en el sentido de considerar a
las emociones como algo negativo. Son las pasiones irracionales y desenfrenadas,
impulsadas por las dinámicas de las masas, las que impulsan a la acción, y a veces
presionadas por personas con patologías mentales o emocionales. Es cierto que a
veces se puede considerar que ha sido así, por ejemplo en el nazismo o en el Estado
Islámico; pero no siempre, ni mucho menos.
En los análisis políticos, históricos y sociales, llegar a considerar las emociones
como algo aceptable es muy difícil y todavía cuesta entrar en este tipo de análisis.
Cuesta contemplar las emociones como respuestas del sistema nervioso autónomo,
más que como impulsos irracionales, que se dan como respuesta a las evaluaciones
que se hacen del entorno, y como tales pueden ser incluidas en un análisis de los
movimientos sociales, como un factor más junto a otros que ya están habitualmente
contemplados. En las rebeliones árabes se puede identificar la presencia de
emociones como indignación, ira, estar harto, solidaridad, coraje y orgullo, como
aspectos significativos en la activación del movimiento (Pearlman, 2013).
Cuando los gobernantes, con la intención de hacer concesiones para parar la
protesta, ofrecen algo que es percibido como «demasiado poco y demasiado tarde», lo
más probable es que sea rechazado. Hay un momento en que ya solo se está dispuesto
a aceptar un cambio de régimen.
En las rebeliones árabes han estado presentes emociones positivas como
solidaridad, orgullo y esperanza. En los periódicos aparece una mujer que afirma que
los acontecimientos de la plaza de Tahrir en El Cairo son los momentos más felices
de su vida. Pero sobre todo han sido las emociones negativas frente a los gobernantes
opresores las que han movilizado a la gente. Entre las emociones negativas
activadoras se encuentran el resentimiento y la indignación ocasionados por la
injusticia, que es uno de los requisitos para la acción colectiva. La injusticia activa la
ira y la indignación que predisponen a la acción. El simple conocimiento frío de la
injusticia no es suficiente para activar la acción. Gente con ira está más predispuesta a
aceptar riesgos y valorar con optimismo las posibles consecuencias de las acciones.
En cambio, la gente con miedo es menos proclive a la implicación, ya que valora con
pesimismo las consecuencias de las acciones.
78
ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA PRIMAVERA ÁRABE
79
RESUMEN Y CONCLUSIONES
80
8. EMOCIÓN Y VIOLENCIA EN POLÍTICA
81
VERGÜENZA Y ORGULLO EN POLÍTICA
82
diferente tiene cuando «orgullo» se refiere a un comportamiento caracterizado por la
prepotencia y la arrogancia, manifestando una superioridad que es percibida como
algo negativo por los observadores. En síntesis, la emoción de orgullo es algo
positivo, mientras que el comportamiento orgulloso es negativo.
En resumen, la vergüenza y el orgullo tienen una gran influencia en las
experiencias relacionadas con la política. Una persona necesita sentirse orgullosa del
país al que pertenece. Sentirse humillado políticamente, ante una derrota o por quedar
en ridículo por alguna razón, activa episodios emocionales de vergüenza, ira y
necesidad de resarcimiento, que puede desembocar en violencia.
83
HISTORIA Y EMOCIÓN
84
perdido frente a Francia, llevando a la II Guerra Mundial.
El análisis de estas tres guerras sugiere una relación de humillación-venganza-
humillación-contravenganza; la venganza reclama contravenganza (Scheff, 2013).
Así se produce una espiral de violencia de la que es difícil salir. Las emociones están
en el fondo de las motivaciones y en el origen de muchas guerras, más allá de los
pretextos que se hayan aportado. Como dijo Napoleón, «la vanidad está en el origen
de las revoluciones, la libertad es un pretexto».
Afortunadamente, estas historias que han asolado Europa a lo largo de la historia
actualmente nos parecen superadas. Esperemos que así sea definitivamente,
suponiendo un paso trascendental en la historia y en la política. Pero,
desgraciadamente, en otras culturas es de rabiosa vigencia. Culturalmente se ha
educado para la venganza por una humillación como un imperativo al que no se
puede ni se debe oponer resistencia. Analizar mucha violencia política actual desde la
perspectiva de la vergüenza y humillación, incluido el terrorismo yihadista, puede
aportar luz para vislumbrar caminos con esperanza.
HUMILLACIÓN Y VIOLENCIA
85
(Jones, 2013: 90). Si la humillación es una política intencional de Israel, se puede
decir que con esta política se están fabricando terroristas contra Israel, que es todo lo
contrario de lo que deberían hacer. Pero lo más grave es que algo similar puede estar
pasando en cualquier parte del mundo: una escuela de los suburbios de París, o un
barrio de Bruselas, Niza o Múnich.
Los gobiernos no pueden parar la humillación en la política y la educación porque
no reconocen las causas emocionales del conflicto. Por el contrario, a veces las
fomentan desde la inconsciencia emocional.
EL EFECTO MARIPOSA
86
Cuando se produce un atentado terrorista muchas veces es porque las personas
implicadas experimentan estados emocionales que les resultan insoportables.
Conviene hacer lo posible para que esto no se produzca, por el bienestar y la
supervivencia de la humanidad.
Una persona que goza de bienestar emocional no tiene ninguna necesidad de
implicarse en este tipo de actos. Por ello, en el capítulo siguiente nos vamos a referir
al bienestar como objetivo de la política. No podemos limitarnos a entender el
bienestar como algo deseable, sino como algo esencial para la convivencia y la
supervivencia.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
87
9. POLÍTICA Y CONSTRUCCIÓN DEL BIENESTAR
El miedo y la ira son las emociones básicas que han dominado las relaciones entre
los pueblos y por tanto la política. ¿Hasta cuándo queremos continuar con este
sistema?
El reto que tenemos es superar el sistema actual, basado en el miedo y la ira, por
otro basado en el amor y el bienestar. Esto, en principio, suena a música celestial.
Pero si lo analizamos bien, posiblemente lleguemos a la conclusión de que la gestión
de la convivencia y la construcción del bienestar es lo que justifica la política.
A veces las luchas por el poder y sus estrategias, así como los medios para
lograrlo, hacen olvidar los fines. Se dice que un fanático es el que redobla los
esfuerzos cuando ha perdido de vista las finalidades. Entonces entramos en las
posturas inflexibles, intransigentes, en los extremismos, fundamentalismos y
fanatismos que tanto daño han causado a la humanidad.
No podemos permitir que las urgencias, estrategias, ideologías, tradiciones y otros
elementos nos aparten de las finalidades. Para ello se requiere dotar a las personas de
un detector de emociones tóxicas, para no dejarnos contagiar. Esto significa el
desarrollo de competencias emocionales, educación emocional y bienestar consciente.
Las personas con competencias emocionales están en mejores condiciones para
enjuiciar los contextos políticos y contribuir a crear los climas emocionales más
favorables a la convivencia y el bienestar.
88
¿Quosque tandem? ¿Hasta cuándo queremos mantener este sistema? Tal y como
están las cosas, tanto a nivel nacional como internacional, el sistema se puede
mantener indefinidamente. Sin embargo, hemos de proyectarnos hacia el futuro, tal
vez un futuro muy lejano, que muchos ya no veremos. Un futuro que se empieza a
construir ahora y que se va a basar en la respuesta que demos a la siguiente pregunta:
¿Sobre qué emociones queremos fundamentar la sociedad del futuro?
EL AMOR EN LA POLÍTICA
89
(parlamento, diputados, mítines, radio o televisión). Pero ¿qué sentido tiene dedicarse
a la política si no es para implicarse activamente en el bienestar de la ciudadanía a
través del amor? La única forma que justifica que uno se dedique a la política es por
amor a la ciudadanía.
En una sociedad que tiene claro el sentido de la política, las personas que se
dedican a ella deberían manifestar claramente con sus actos y palabras que se dedican
a la política desde el amor y para fomentar el amor. Es decir, tienen un compromiso
activo en favor del bienestar de la ciudadanía en su conjunto, no solamente de su
partido. Cualquier acción sobre política y ciudadanía debería basarse en el amor,
desde el amor y para el amor. Cualquier libro sobre política debería ser, en el fondo,
un libro sobre el amor y el bienestar.
TIPOS DE BIENESTAR
90
¿La felicidad tiene algo que ver con la política? En la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos de 4 de julio de 1776 se hacen constar los
derechos fundamentales de la vida: libertad y felicidad. Por primera vez en la historia
aparece en un documento político el derecho a buscar la felicidad. Posteriormente
este derecho se ha hecho constar en muchos otros documentos históricos y políticos.
Por ejemplo en la Constitución Española de 1812: «El objeto del Gobierno es la
felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el
bienestar de los individuos que la componen» (cap. 3, art. 13).
De vez en cuando conviene recordar estos principios para no quedar anclados en el
bienestar material y en las estrategias para llegar al poder. Hay que evitar que el día a
día, con el fragor de la batalla diaria que conlleva la política, lleve a olvidar su
auténtica finalidad.
En las fiestas y celebraciones muchas veces se brinda por la salud, aceptando que
es de los aspectos más importantes de la vida. Es una lástima que muchas personas
tomen conciencia de la importancia de la salud solamente cuando la han perdido. La
salud no es solamente la ausencia de enfermedad, sino la presencia de bienestar
físico, mental y social. Cada uno debe responsabilizarse de su salud, pero también
desde la política hay que potenciar al máximo la salud. La salud se potencia con
alimentación sana y ejercicio físico. Esto es muy importante, pero no es suficiente
para asegurar la felicidad.
El bienestar social es un concepto amplio que se utiliza con sentidos distintos en
diversas ciencias (psicología, sociología o política). Se pueden distinguir tres
dimensiones o categorías en el bienestar social: interpersonal, comunitaria y política.
Estas dimensiones se resumen en la tabla siguiente:
BIENESTAR SOCIAL
Dimensiones Factores
Política Justicia, libertad, paz, democracia, derechos humanos, estabilidad política, seguridad
ciudadana, no discriminación, igualdad de oportunidades, equidad, etc.
Comunitaria Clima emocional, valores, estabilidad familiar, solidaridad, actitudes de ayuda mutua,
civismo, cortesía, comunicación, cooperación, ausencia de violencia, etc.
En la medida que se den unas condiciones políticas favorables, más probable será
el bienestar social. Los gobiernos suelen tener un departamento de bienestar social
que tiene la función de reforzar el estado de bienestar para conseguir una sociedad
más justa y solidaria. Para ello atiende a los servicios sociales relacionados con
personas necesitadas, personas mayores, familias, infancia, adolescencia, juventud,
inmigración, mujeres en situación crítica, grupos especiales, homosexuales,
adopciones, dependencias, minusvalías, voluntariado, igualdad de oportunidades,
violencia de género, marginación, pobreza, etc. En un país donde hay presupuestos
91
generosos para atender a todas estas necesidades sociales hay mayor bienestar social.
En este sentido, el bienestar social tiende a confundirse con el bienestar material. En
general, lo que en política se denomina bienestar social no llega a implicarse en el
bienestar emocional.
La dimensión comunitaria del bienestar depende del contexto social próximo. Se
incluyen el clima emocional del contexto social (trabajo, empresa, comunidad,
vecindario, etc.), los valores humanos y morales, la estabilidad familiar, la
solidaridad, actitudes de ayuda mutua, civismo, cortesía, comunicación, cooperación,
ausencia de violencia, integración social, etc. En la medida que haya un contexto
comunitario favorable es más probable una contribución social por parte de los
miembros de la comunidad, lo cual es un elemento clave del bienestar social
comunitario. La dimensión comunitaria es un espacio intermedio entre la dimensión
política y la interpersonal.
La dimensión interpersonal depende de las relaciones con los demás,
principalmente con las personas con las cuales hay una relación íntima y una
interacción casi a diario. Se incluyen las relaciones de pareja en primer lugar y por
extensión la familia nuclear. Las competencias sociales juegan un papel importante
en la construcción del bienestar social en esta categoría. Las personas que han
desarrollado estas competencias están en mejores condiciones para mantener
relaciones sociales satisfactorias y disfrutar de bienestar social. Otros aspectos a
considerar son la formación de redes de apoyo, el capital social, la gestión de
conflictos, etc. En la medida en que una persona se siente bien con los que la rodean,
tiene mayor bienestar.
Puesto que pasamos la mayor parte de nuestra vida en el ejercicio de nuestra
profesión, es muy importante el bienestar profesional, entendido como la satisfacción
con lo que uno hace habitualmente en el trabajo. Cuando una persona tiene la suerte
de ejercer una profesión que le gusta, que para él tiene un significado y es una vía de
autorrealización, está en mejores condiciones para experimentar bienestar
profesional. El engagement o compromiso profesional es una manifestación del
bienestar profesional.
Todos estos tipos de bienestar son muy importantes. Pero no hay que olvidar el
bienestar emocional, que consiste en la experiencia de emociones positivas, que es lo
más parecido a la felicidad.
Desde la política hay que potenciar el bienestar integral. Es decir, la integración de
los diversos tipos de bienestar (material, físico, social, profesional y emocional), y no
solamente el bienestar material. Diversas ciencias están aportando evidencias sobre la
forma de potenciar todos los tipos de bienestar, incluyendo el emocional. Estos
conocimientos deben ponerse al alcance de la ciudadanía, lo cual debe materializarse
en el discurso político, en los objetivos y acciones.
EL BIENESTAR EMOCIONAL
92
El bienestar emocional coincide en gran medida con la felicidad, que es lo que
busca la mayoría de las personas. En la investigación científica muchas veces se
prefiere utilizar la palabra «bienestar subjetivo» o «bienestar emocional» en lugar de
felicidad. Ambos se refieren a experiencias personales subjetivas caracterizadas por la
presencia de emociones positivas.
Bienestar emocional, satisfacción en la vida, calidad de vida, felicidad y emoción
están muy relacionados. El bienestar emocional consiste en una valoración global
sobre la satisfacción en la vida, siendo esta un juicio sobre cómo se valora la propia
vida en su totalidad o parte de ella en un momento dado. También se puede referir a
alguna área concreta: salud, relaciones sociales, familia, trabajo, instituciones, ocio,
vida sexual, etc. (Vázquez y Hervás, 2009). Calidad de vida es el grado en que una
persona considera su vida como deseable o no; habitualmente hace referencia a
condiciones externas: ingresos, salud, vivienda, acceso a recursos, infraestructuras,
etc. Calidad de vida es un término relacionado con la economía y la medicina (salud),
aunque recientemente se incluyen aspectos psicológicos: satisfacción vital,
percepción de las condiciones de vida, bienestar emocional, felicidad, etc.
No hay que confundir calidad de vida con nivel de vida. Se trata de una confusión
frecuente y habitual. La persona que piensa que su calidad de vida depende de su
nivel de vida se orienta hacia el bienestar material. Un enfoque vital centrado
exclusivamente en el nivel de vida y el bienestar material puede dificultar, más que
favorecer, la calidad de vida y el bienestar emocional.
En resumen, hay varias expresiones que a menudo se utilizan casi como
sinónimos, entre las cuales están felicidad, bienestar emocional, bienestar subjetivo,
satisfacción con la vida, calidad de vida, etc. Aquí radica un aspecto importante de la
vida de las personas, que desde la política se puede potenciar o dificultar. A lo largo
de este libro se aportan evidencias de cómo muchas veces se dificulta más que se
favorece. Conviene tomar conciencia de ello para que el bienestar integral, y por
tanto el bienestar emocional, formen parte de la finalidad de la política, y a tal fin
deben dedicarse esfuerzos, tiempo, presupuestos y formación.
EL BIENESTAR SE CONSTRUYE
El bienestar y la felicidad no son algo que se puede esperar que nos venga dado,
sino que se construyen con esfuerzo cada día. Cada persona va construyendo su
propio bienestar a partir de unas características personales y unos condicionamientos
ambientales. La construcción del bienestar personal y social es en gran medida una
decisión que toman las personas. Por lo que respecta al objeto de análisis en este
libro, interesa resaltar ahora la función de la política en la construcción del bienestar
social en cuanto a los condicionamientos ambientales (políticos) que lo favorecen o
dificultan.
El ambiente social y político juega un papel importante en la construcción del
bienestar. En concreto, el contexto sociopolítico (democracia, seguridad ciudadana,
93
respeto a los derechos humanos, etc.) crea un clima emocional que afecta
directamente a la percepción de bienestar de la ciudadanía.
Las investigaciones científicas han aportado evidencias que pueden ser de utilidad
en el proceso de construcción del bienestar, y por ello conviene difundirlas para
hacerlas accesibles a la sociedad en general. Entre los factores principales que
contribuyen al bienestar emocional están los siguientes:
94
la convivencia y la construcción del bienestar.
Investigaciones en el campo de la neurociencia, con el descubrimiento de la
neuroplasticidad, permiten apuntar que con lo que pensamos, hacemos, sentimos y
vivimos nos entrenamos continuamente para ser felices…, o infelices. Esto es
realmente muy importante para el bienestar de un país.
95
los retos que se planteen en situaciones de tensión política, protesta, transiciones o
traumas políticos.
Hemos de pasar del discurso del miedo y la ira al discurso del amor y el bienestar,
a pesar de todo. Una ciudadanía formada en competencias emocionales está en
mejores condiciones para analizar la compleja realidad social y política para
contribuir mejor a la construcción del amor y el bienestar.
Lo que estamos hablando no se refiere a nuestro país en concreto, sino a todos los
países del mundo. No es solamente un reto nacional, sino un proyecto internacional
que afecta a toda la humanidad. Vivimos en una aldea global en intercomunicación
permanente. Solamente cuando todo esto que estamos comentando pase a formar
parte de la política internacional, con implicación de las Naciones Unidas, estaremos
mejor orientados a la construcción del bienestar de la humanidad.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
Las luchas por el poder a lo largo de la historia han ido configurando un sistema
social y político basado en dos emociones básicas: miedo e ira. Esto puede hacer
olvidar que la convivencia y la construcción del bienestar son lo que justifica la
política.
Conviene pasar del discurso del miedo y la ira al discurso del amor y el bienestar,
a pesar de todo. No estamos acostumbrados a ello y puede sonar como una utopía
ingenua. Pero en el fondo es lo que desea una parte importante de la ciudadanía.
El amor es un estado emocional que predispone a un compromiso activo en favor
del bienestar de las personas amadas. En política, las personas amadas son la
ciudadanía en su conjunto, no solamente los militantes del propio partido. En este
sentido, se puede considerar que el amor y el bienestar constituyen la esencial de la
finalidad de la política.
Si el bienestar es uno de los objetivos importantes de la gestión política, conviene
tomar conciencia de que hay diversos tipos de bienestar: material, físico, social,
profesional y emocional. El conjunto de todos ellos es el bienestar integral, puesto
que los integra en un concepto global. La política no puede limitarse al bienestar
material. Debe implicarse en el bienestar integral, y por tanto debe incluir el bienestar
emocional, que es la felicidad.
La construcción del bienestar depende de cada persona. Sus actitudes, voluntad,
valores, acciones y en definitiva lo que una persona piensa, hace y siente es lo que va
construyendo el bienestar. Pero también hay unos condicionantes ambientales que lo
favorecen o dificultan. Aquí es donde la gestión política debe favorecer el mejor
contexto para la construcción del bienestar.
La educación juega un papel esencial en la forma de ver la vida y en la manera de
enfocar el bienestar. La educación emocional tiene como objetivo el desarrollo de
competencias que preparen a las personas para una mejor convivencia y bienestar.
Por ello, desde la política conviene fomentar la educación emocional como factor
96
importante en la construcción del bienestar.
Un aspecto de la educación emocional consiste en tomar conciencia del clima
emocional que nos rodea y cómo a veces se crean climas emocionales tóxicos.
Conviene que la ciudadanía detecte cuándo desde el poder se emiten mensajes
interesados e injustificados de miedo e ira, creando climas emocionales incompatibles
con el bienestar.
Una ciudadanía formada en competencias emocionales está en mejores
condiciones para analizar la compleja realidad social y política y así poder contribuir
mejor a la construcción del bienestar.
97
10. HACIA UN CAMBIO DE PARADIGMA
98
mantenimiento de los cambios a largo plazo.
Vivimos en una aldea global en comunicación constante, y lo que pasa en un lugar
afecta a todo el planeta. Por tanto, se impone un proyecto a largo plazo de carácter
global si queremos un cambio real y efectivo que permita mejorar la convivencia y el
bienestar a nivel planetario.
Si retrocedemos en el tiempo, podemos observar que cien años atrás había
enfermedades víricas como la poliomielitis y la viruela, que mataban a millones de
personas cada año en todo el mundo. En aquellos momentos nadie se hubiera atrevido
a pronosticar que cien años después estas enfermedades estarían prácticamente
erradicadas de la humanidad. En cien años la medicina ha avanzado de forma
espectacular, logrando objetivos que eran inimaginables a principios del siglo XX. Se
ha doblado la esperanza de vida en muchos países, el dolor físico se ha suprimido en
muchas situaciones, se han erradicado muchas enfermedades, la cirugía consigue
logros impresionantes, etc. Todo esto ha sido gracias a los avances tecnológicos,
formación, investigación y presupuestos generosos para la medicina. En este proyecto
se ha implicado toda la humanidad. Se han aplicado vacunaciones en todos los países;
se ha difundido la educación para la salud con el objetivo de crear hábitos y estilos de
vida saludable; los profesionales de la medicina se han multiplicado, etc. Es un
proyecto en el que se ha procurado implicar a todo el mundo, con repercusiones en
todo el planeta.
Hace cien años la mayoría de países tenían un Ministerio de la Guerra porque se
consideraba que se estaba en guerra permanente. Hace cien años no existían la ONU,
Amnistía Internacional y muchas ONG que contribuyen significativamente a la
mejora de la humanidad; de hecho, eran inimaginables. En aquellos momentos la
gente no tenía radio, televisión, móviles y una extensa gama de tecnología (neveras,
lavadoras, lavaplatos, cocinas a gas o eléctricas, etc.), y realidades como la luz
eléctrica, coches, aviones, etc., eran ciencia ficción.
Durante estos últimos cien años se han producido cambios portentosos gracias a la
toma de conciencia de las necesidades sociales, la imaginación, la creatividad y el
esfuerzo colectivo. Ahora nos cuesta imaginar cómo era la vida anteriormente.
Así como al mirar hacia atrás podemos observar cambios y progresos
extraordinarios ante los cuales podemos quedar maravillados, ¿por qué no
imaginamos cambios que nos gustaría ver en los próximos cien años? Tal vez
cambios que consideramos tan utópicos que nos pueden parecer imposibles. Pero esto
es lo que pasaba hace cien años respecto a realidades actuales. Tal vez sea ciencia
ficción, pero no es descabellado pensar que en los próximos cien años se pueden
producir cambios todavía más grandes que los que se han dado en el último siglo.
Entre los cambios que merecen la pena está el paso de un sistema político y social
centrado en el miedo y la ira a otro sistema basado en el amor y el bienestar integral.
Este puede ser uno de los proyectos más apasionantes para el futuro de la humanidad.
Que quede bien claro que el miedo y la ira van a ser inevitables. No se trata en
absoluto de vivir en un mundo sin miedo y sin ira. Gracias al miedo adoptamos
comportamientos que aumentan las probabilidades de supervivencia, y gracias a la ira
99
nos indignamos ante la injusticia, la corrupción y los atropellos que desgraciadamente
se producen, lo cual nos impulsa a luchar para superarlos. Por tanto, el miedo y la ira
van a estar siempre con nosotros. Todos vamos a experimentar miedo e ira en muchos
momentos de la vida. Por si esto fuera poco, en un mundo con unos recursos
limitados siempre habrá los que quieren vivir a expensas de los demás, y esto va a
generar ira, así como miedo cuando el otro es más poderoso. Esto es una realidad
incontrovertible.
Por ello, conviene distinguir entre las emociones agudas puntuales que se
experimentan en un momento dado y los climas emocionales que se experimentan
colectivamente. Estos climas pueden mantenerse en el tiempo. Cuando son climas de
miedo e ira, resultan incompatibles con el bienestar. Este es el fondo de la cuestión
que queremos resaltar.
A todo esto hay que añadir que las personas pueden perder la capacidad de
alegrarse, de amar y de ser felices. Las emociones positivas se atrofian si no se
practican. Se necesita práctica y entrenamiento para mantener vivas estas emociones.
En cambio, una persona mantiene siempre su capacidad para experimentar miedo, ira
y tristeza. Esta diferencia en el funcionamiento de las emociones positivas y
negativas es un detalle al que no se le suele dar la importancia que merece.
El tema tiene su enjundia, en el sentido de que no es solamente un problema
propio de la política, sino que se extiende a las organizaciones en general (empresas,
administración púbica, centros educativos, comunidades de vecinos, etc.). En la
medida en que en las organizaciones de todo tipo se respira un clima emocional
negativo, esto es incompatible con el bienestar.
Solamente a partir de la convicción y sensibilización de que necesitamos un
cambio en los climas emocionales de las organizaciones es cuando pueden surgir
iniciativas personales, sociales, políticas y educativas que permitan avanzar en esta
dirección.
¿Qué futuro queremos dejar a nuestros hijos? Probablemente muchos deseamos
sobre todo que nuestros hijos y descendientes sean felices. Hoy sabemos que la
felicidad se aprende. Esto es sumamente importante. Las aportaciones de la
neurociencia sobre la felicidad son espectaculares y merece la pena ponerlas en
conocimiento de la ciudadanía. Sin ser conscientes de ello, nos entrenamos para ser
felices o infelices. En este último caso nos encontramos con una elevada prevalencia
de ansiedad, estrés, depresión, consumo de drogas, suicidios, etc. Todo esto tiene una
potente carga emocional así como unos elevados costes para un país. Necesitamos
una educación emocional para proceder a un cambio emocional de trascendencia
universal.
Es interesante observar iniciativas que van surgiendo en este sentido, como Viles
pel Benestar (Villas para el bienestar), que es un proyecto pionero encaminado a
potenciar el bienestar emocional colectivo. Se propone el desarrollo de competencias
emocionales de las personas y grupos sociales, impactando en todas las edades, clases
sociales y ámbitos de una población, todo ello con la intención de generar cultura
emocional de forma creativa. Su acción se canaliza a través de los ayuntamientos,
100
como institución pública más próxima a la ciudadanía.
En el Génesis se explica cómo Adán y Eva fueron expulsados del paraíso. A la luz
del evolucionismo y del progreso de la humanidad a lo largo de los siglos podemos
llegar a la conclusión de que el paraíso terrenal tal vez no sea un punto de partida,
sino un horizonte al cual se dirige la humanidad. En el planeta Tierra hay muchos
sitios que son auténticos paraísos para gozar. Lo que necesitamos es crear climas
emocionales y políticos que permitan poderlos disfrutar.
Las aportaciones de las investigaciones científicas, en campos tan diversos como
la neurociencia, la psicología positiva, la inteligencia emocional, el bienestar
subjetivo, etc., ponen en evidencia la necesidad de una educación emocional
generalizada a toda la población y en todos los países. Véase por ejemplo el
voluminoso Handbook of Social and Emotional Learning coordinado por Durlak,
Domitrovich, Weissberg y Gullotta (2015), donde a partir de muchas investigaciones
se llega a esta conclusión. Me gustaría que nuestro país fuera uno de los pioneros en
la generalización de la educación emocional para la construcción del bienestar
personal y social.
Tener claro que caminamos hacia este horizonte requiere de la colaboración e
implicación de todos. Es necesaria la implicación de la política, y la formación de los
profesionales de la educación, de las familias y de la sociedad en general. Podemos
imaginarnos esta posibilidad si se ponen los recursos necesarios. El cambio empieza
ahora.
UN CAMBIO DE PARADIGMA
101
revolución copernicana, que significó un cambio de paradigma: el Sol es el centro del
universo (paradigma heliocéntrico). Esto se produjo gracias a científicos como
Copérnico, Galileo y Kepler, que se atrevieron a pensar de forma diametralmente
opuesta a la que imperaba, lo cual, como es sabido, provocó furibundas reacciones de
oposición, costando siglos llegar a una aceptación generalizada.
Cuando se propuso el cambio de paradigma (del geocéntrico al heliocéntrico) se
desconocían muchos aspectos del nuevo paradigma. En muchos aspectos se iba
tanteando, investigando y avanzando progresivamente. Esto provocó que, con el
tiempo, el modelo heliocéntrico (el Sol como centro del universo) fuera superado. El
descubrimiento de las galaxias, en un marco mucho más complejo de la concepción
del cosmos, significa otro cambio de paradigma.
Estos ejemplos de cambio de paradigma en la ciencia se pueden aplicar de forma
sui generis a la política. Muchas voces han señalado que en el siglo XXI no podemos
funcionar con unos esquemas propios del siglo XIX. En el antiguo paradigma no hay
conciencia de la importancia de las emociones, de sus funciones y de sus efectos en
las relaciones interpersonales y en el bienestar. Desde la inconsciencia estamos
anclados en el miedo y la ira, lo cual es incompatible con el bienestar. Como
consecuencia de la ira, hay enfrentamientos constantes desde la hostilidad, la
crispación y la violencia.
El nuevo paradigma se caracteriza por prestar atención al punto de vista del otro,
con actitud positiva y colaborativa, confianza, cooperación, consenso, empatía,
reconocimiento, etc. Este nuevo paradigma debe resaltar unos valores como justicia,
libertad, responsabilidad, paz, amor, verdad, solidaridad, etc., que permitan superar
las luchas por el poder, la codicia y la corrupción. Una democracia real con una
ciudadanía comprometida, pero deliberativa, dispuesta a trabajar por el bien común.
El cuadro siguiente resume algunas características del paradigma clásico y del nuevo
paradigma, sin ánimo de exhaustividad.
Un cambio de paradigma es muy difícil. Siempre hay quienes piensan «siempre ha
sido así y no lo vamos a cambiar». Como ya pasó con el paso del sistema geocéntrico
al heliocéntrico, un cambio de paradigma puede durar siglos. Las personas que
conviven en un momento dado tienen unas estructuras mentales que les dificultan, o
incluso imposibilitan, pensar de otra manera. Es más difícil desaprender que aprender
desde cero. Por ello, a veces hay que esperar a las nuevas generaciones para hacer
reales los cambios. La educación de las nuevas generaciones es un aspecto esencial
para un cambio de paradigma. Cuando desde niño se aprende a pensar de otra forma,
esto se incorpora en la forma de ser.
Cambio de paradigma
Inconsciencia Consciencia
Ideologías Ciencia
Creencias Evidencias
Ira Amor
Miedo Felicidad
102
Hostilidad Hospitalidad
Violencia Paz
Desconfianza Confianza
Analfabetismo emocional Competencias emocionales
Egocentrismo Prosocialidad
Reactividad Proactividad
Bienestar material Bienestar emocional
Materialismo Compromiso social
Lucro Compartir
Codicia Generosidad
Corrupción Justicia
Insostenibilidad Sostenibilidad
Ineficiencia Eficiencia
Vacío existencial Plenitud
Autodesconocimiento Autoconocimiento
Dependencia Autonomía
Opresión Libertad
Engaño Verdad
Tener Ser
103
producido cambios que eran inimaginables. Esto es un brote de esperanza para
considerar que, a pesar de las dificultades, el cambio y el progreso son posibles.
PERSPECTIVAS DE FUTURO
104
como respeto, confianza, empatía, sensibilidad, cordialidad, prosocialidad,
solidaridad, gratitud, interés, paciencia, aceptación, aprecio, compasión, admiración,
fascinación, entusiasmo, alegría, optimismo fundamentado, júbilo, regocijo, ilusión,
deleite, fluir (flow), saborear (savoring), florecer (flourishing), equilibrio, armonía,
plenitud, paz interior, satisfacción, dicha, dulzura, gozo, placidez, relajación,
mindfulness, serenidad, amor, bienestar emocional, felicidad, etc.
Hay un extenso listado de emociones para potenciar y desarrollar. Toda esta
riqueza del vocabulario emocional se puede resumir en amor y bienestar. Esto afecta
a la política y a la educación. Hay que aprender a experimentar, practicar y entrenarse
en el desarrollo de competencias emocionales que faciliten experimentar y compartir
estas emociones.
El cambio de paradigma afecta a la educación en todo el mundo. Para que las
generaciones futuras puedan dejar atrás el sistema social y político basado en el
miedo y la ira, y puedan contribuir significativamente a la construcción del bienestar,
se necesita que el cambio de paradigma incida en la educación.
¿Estamos dispuestos a un cambio de paradigma en la política y en la educación?
¿Consideramos importante y necesario invertir en educación para la prevención de la
violencia? ¿Queremos potenciar climas emocionales diferentes a los actuales en la
mayoría de organizaciones?
Responder afirmativamente a estas preguntas significa fomentar la investigación
sobre estos temas y difundir la educación emocional, lo cual implica a la formación
del profesorado y también de la clase política. ¿El gobierno está dispuesto a asignar
presupuestos a tales fines? Solamente los presupuestos en armamento serían más que
suficientes.
En un mundo concebido como la aldea global se requieren acuerdos globales de
carácter internacional sobre principios básicos pensando en el bienestar de todas las
personas. Las administraciones públicas deben comprender que la construcción del
bienestar es un proyecto de carácter mundial y a largo plazo, tal vez a cien años vista.
Muchos ya no lo veremos. Pero es un proyecto que merece la pena. Nos jugamos el
futuro y el auténtico bienestar de la humanidad.
105
CONCLUSIONES
Después del recorrido que hemos seguido a lo largo de este libro para aportar
evidencias de las relaciones entre política y emoción, llega el momento de resumir las
ideas principales en unas breves conclusiones.
106
educadores) son las primeras en necesitar competencias emocionales.
9. Importancia de formación. La necesidad de desarrollar competencias
emocionales en los profesionales de la política, los educadores y por extensión
en toda la ciudadanía conlleva formación y educación emocional, que es un
factor esencial para la convivencia y el bienestar.
10. Perspectiva del ciclo vital. El desarrollo de competencias emocionales debe
iniciarse en los primeros meses de vida en la familia, para continuar después en
las diversas etapas de la educación formal (infantil, primaria, secundaria) y a lo
largo de toda la vida.
107
BIBLIOGRAFÍA
108
Demertzis, N. (ed.). (2013). Emotions i politics. The affect dimension in political
tension. Londres: Palgrave MacMillan.
Dunn, J., Brown, J. R. y Maguire, M. (1995). The Development of Children’s Moral
Sensibility: Individual Differences and Emotion Understanding, Developmental
psychology, 31, 649-659.
Durlak, J. A., Domitrovich, C. E., Weissberg, R. P. y Gullotta, T. P. (2015).
Handbook of Social and Emotional Learning. Research and Practice. Nueva
York: The Guilford Press.
Edkins, J. (2003). Trauma and the Memory of Politics. Cambridge: Cambridge
University Press.
Ekman, P. (1992). Are there Basic Emotions? Psychology Review, 99, 3, 550-553.
Ekman, P. (2003). Emotions Revealed: Face and Feelings to Improve
Communication and Emotional Life. Nueva York: Henry Holt and Co.
Ekman, P. (2004). What We Become Emotional About. En A. Manstead, N. Frijda y
A. Fisher (Eds.), Feelings and Emotions: The Amsterdam Symposium. Cambridge:
Cambridge University Press.
Eyerman, R., Alexander, J. C. y Breese, E. B. (2011). Narrating Trauma: On the
Impact of Colletive Suffering. Boulder: Paradigm.
Frijda, N. H. (2004). Emotion and Action. En A. Manstead, N. Frijda y A. Fisher
(eds.), Feelings and Emotions: The Amsterdam Symposium. Cambridge:
Cambridge University Press.
Frijda, N. H. (2007). The Laws of Emotion. Nueva Jersey: Lawrence Erlbaum.
Fromm, E. (1970). El miedo a la libertad. Buenos Aires: Paidós.
Gilligan, J. (1997). Violence. Reflections on a National Epidemic. Nueva York:
Vintage Books.
Goleman, D. (2006). Inteligencia Social. La nueva ciencia de las relaciones
humanas. Barcelona: Kairós.
Goodwin, J., Jasper, J. M. y Polletta, F. (eds.). (2001). Passionate Politics: Emotions
and Social Movements. Chicago: University of Chicago Press.
Goodwin, J. y Jasper, J. M. (2006). Emotions and Social Movements. En J. E. Stets y
J. H. Turner, Handbook of Sociology of Emotions. Nueva York: Springer.
Grecucci, A. y Sanfey, A. G. (2015). Emotion Regulation and Decision Making. En J.
J. Gross, Handbook of Emotion Regulation (pp. 140-153). Nueva York: The
Guilford Press.
Gross, J. J. (2015). Handbook of emotion regulation. Second edition. Nueva York:
The Guilford Press.
Habermas, J. (1970). Toward a Rational Society. Boston: Heineman.
Habermas, J. (1976). Legitimation crisis. Londres. Heineman.
Hatfield, E., Cacioppo, J. L. y Raspón R. L. (1994). Emotional Contagion. Studies in
emotion and social interactions. Cambridge: Cambridge University Press.
Heaney, J. (2013). Emotions and Nationalism: A Reappraisal. En N. Demertzis (ed.),
Emotions i politics. The affect dimension in political tension (pp. 243-263).
Londres: Palgrave MacMillan.
Hessel, S. (2011). Indignaos. Barcelona: Destino.
Jones, J. W. (2008). Blood that Cries Out from the Earth. Oxford: Oxford University
109
Press.
Jones, J. W. (2010). Shame, Humiliation and Religious Violence. The Shame Factor
Conference. Lincoln, Nebraska, octubre, 24-26.
Kemper, Th. D. (2004). Social Models in the Explanations of Emotions. En M. Lewis
y J. M. Haviland-Jones (Eds.), Handbook of emotions (2.ª edición). Nueva York:
Guilford.
Kinnvall, C. (2013). Trauma and the Politics of Fear: Europe at the Crossroads. En N.
Demertzis (ed.), Emotions i politics. The affect dimension in political tension (pp.
143-166). Londres: Palgrave MacMillan.
Kuhn, T. (1970). The Structure of Scientific Revolutions. Chicago: University of
Chicago Press. (Versión castellana: La estructura de las revoluciones científicas.
México: Fondo de Cultura Económica, 1971).
Kuhn, T. (1978). Segundos pensamientos sobre paradigmas. Madrid: Tecnos.
Lacan, J. (1977). Écrits: A Selection. Nueva York: Norton.
Lacan, J. (1978). The Four Fundamental Concepts of Psycho-Analysis. Londres:
Hogarth.
Lewis, M. y Haviland-Jones, J. M. (eds.) (2004). Handbook of emotions (2.ª edición).
Nueva York: Guilford.
Lindner, E. (2001). Humiliation as the Source of Terrorism: A New Paradigm. Peace
Research, 33, 2, 59-68.
Maquiavelo, N. (1531/1998). El príncipe. Madrid: Tecnos.
Marcus, G. E. (2013). The Theory of Affective Intelligence and Liberal Politics. En
N. Demertzis (ed.), Emotions i politics. The affect dimension in political tension
(pp. 17-38). Londres: Palgrave MacMillan.
Ost, D. (2004). Politics as the Mobilization of Anger. European Journal of Social
Theory, 7, 2, 229-244.
Pazos Sierra, J. (2009). ¿Por qué no hay Nobel en Matemáticas? Rencor u olvido.
ACTA, 53, 33-47.
Pearlman, W. (2013). Affects in the Arab Uprising. En N. Demertzis (Ed.), Emotions
i politics. The affect dimension in political tension (pp. 228-242). Londres:
Palgrave MacMillan.
Prinz, J. J. (2008). The Emotional Construction of Morals. Oxford: Oxford University
Press.
Resende, E. y Budryte, D. (Eds.). (2014). Memory and Trauma in International
Relations. Theories, cases and debates. Nueva York: Roudledge.
Richards, B. (2013). Extreme Nationalism and the Hatred of the Liberal State. En N.
Demertzis (Ed.), Emotions i politics. The affect dimension in political tension (pp.
124-142). Londres: Palgrave MacMillan.
Robin, C. (2004). Fear. The History of a Political Idea. Oxford: Oxford University
Press.
Saxonberg, S. (2013). Revolutionary Potential under Soviet-Type Regimes: The Role
of Emotions in Explaining Transitions and Non-Transitions. En N. Demertzis
(Ed.), Emotions i politics. The affect dimension in political tension (pp. 204-227).
Londres: Palgrave MacMillan.
Scheff, T. (2013). Represion of Emotion: A Danger to Modern Societies? En N.
110
Demertzis (ed.), Emotions i politics. The affect dimension in political tension (pp.
84-92). Londres: Palgrave MacMillan.
Scherer, K. R. (2001). Appraisal Considered as a Process of Multi-level Sequential
Cheking. En K. R. Scherer, A. Schorr y T. Johnstone (eds.), Appraisal Processes
in Emotion: Theory, Methods and Research. Nueva York: Oxford University
Press.
Scherer, K. R. (2009). The Dynamic Architecture of Emotion: Evidence for the
Component Process Model. Cognition & Emotion, 23, 7, 1307-1351.
Shipko, S. (1982). Alexitimia and somatisation. Psychotherapy and Psychosomatics,
37, 193.
Sifneos, P. E. (1972). Short-term Psychotherapy and Emotional Crisis. Cambridge:
Harvard University Press.
Sifneos, P. E. (1973). Prevalence of «alexitimic» characteristics in psychosomatic
patients. Psychotherapy and Psychosomatics, 22, 255-262.
Smith, D. (2013). Ins, ide Stories: Oscar Wilde, Jean Améry, Nelson Mandela and
Aung San Suu Kyi. En N. Demertzis (ed.), Emotions i politics. The affect
dimension in political tension (pp. 60-83). Londres: Palgrave MacMillan.
Stern, J. (2003). Terror in the Name of God. Nueva York: Ecco Press.
Stets, J. y Turner, J. (2006). Handbook of Sociology of Emotions. Nueva York:
Springer.
Strozier, Ch., Terman, D. y Jones, J. (2010). The Fundamentalist Mindset. Oxford:
Oxford University Press.
TenHouten, W. D. (2007). A General Theory of Emotions and Social Life. Nueva
York: Routledge.
Turner, J. H. (2007). Human Emotions: A Sociological Theory. Londres: Routledge.
Vallverdú, J. (2007). Una ética de las emociones. Barcelona: Anthropos.
Van Troost, D., van Stekelenburg, J. y Klandermans, B. (2013). Emotions of Protest.
En N. Demertzis (Ed.), Emotions i politics. The affect dimension in political
tension (pp. 186-203). Londres: Palgrave MacMillan.
Vázquez, C. y Hervás, G. (2009). La ciencia del bienestar. Madrid: Alianza.
Volkan, V. (2002). The Third Reich in the Unconscious: Transgenerational
Transmission and Its Consequences. Nueva York: Brunner-Roudledge.
Websdale, N. (2010). Familicidal Hearts: The Emotional Style of 211 Killers.
Osford: Oxford University Press.
Yzerby, V., Dumont, M., Wigboldus, D. y Gordijn, E. (2003). I feel for us: The
Impact of Categorization and Identification on Emotions and Action Tendencies.
British Journal of Social Psychology, 42, 2, 533-549.
111
Director: Francisco J. Labrador
Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro electrónico, su transmisión, su descarga, su
descompilación, su tratamiento informático, su almacenamiento o introducción en cualquier sistema de
repositorio y recuperación, en cualquier forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, conocido
o por inventar, sin el permiso expreso escrito de los titulares del Copyright.
Los enlaces web incluidos en esta obra se encuentran activos en el momento de su publicación.
www.edicionespiramide.es
112
Índice
Prólogo 6
Introducción 8
1. Emociones y política 11
¿Cómo se activan las emociones? 11
La valoración automática 11
Objeto y causa de la emoción 13
La emoción como respuesta compleja del organismo 13
La predisposición a la acción 15
¿Emoción o emociones? 16
Los fenómenos afectivos 16
Las emociones en la toma de decisiones 17
¿Por qué no hay Premio Nobel de Matemáticas? 18
Alexitimia política y científica 19
Emociones individuales y colectivas 20
Emoción, movimientos sociales y cambio político 21
El sentimiento de identidad nacional 23
Ira y miedo como motores de la política en la historia 23
Resumen y conclusiones 24
2. Inteligencia y emoción 26
La inteligencia emocional 26
Las competencias emocionales 27
La inteligencia afectiva en la política 28
Partidistas y deliberativos 30
Inteligencia y emoción en la política 31
Resumen y conclusiones 32
3. Las emociones en las tensiones políticas 33
Emoción y comportamiento: el caso del miedo y la cobardía 33
Integridad y competencia en las campañas políticas 34
Las emociones en las crisis 36
La esfera pública emocional 38
Extremismos y necesidad de regulación emocional 40
El desplazamiento social 40
Emociones y nacionalismos 42
Represión de la emoción 44
Resumen y conclusiones 45
113
4. Trauma y política del miedo 46
El trauma en política 46
El trauma del terrorismo 47
La política del miedo 49
La transmisión intergeneracional del trauma 51
La narrativa del trauma 51
Significantes y emoción 53
Instrumentalidad emocional estructural 54
Resumen y conclusiones 54
5. Emociones colectivas y cambio social 56
Emociones colectivas 56
El miedo colectivo como fuerza política motivadora 57
El contagio emocional 57
El clima emocional 59
Clima emocional y comportamiento colectivo 60
La superación del miedo como objetivo de la política 61
Del miedo a la ira 62
Resumen y conclusiones 62
6. Las emociones en la protesta política 64
Emociones que predisponen a la protesta 64
Dinámicas emocionales en la protesta 65
Emociones basadas en el grupo 66
Emociones de protesta y tendencias de acción 67
Momentos en la protesta 68
Indignaos 69
Resumen y conclusiones 70
7. Emoción y transiciones políticas 71
El mundo como sistema 71
Las emociones en las transiciones de los países comunistas 71
Factores para la transición 72
Factores emocionales 74
La ira en las transiciones del comunismo 74
Transiciones y no transiciones 75
El efecto solidaridad: moral y emoción 76
Condición necesaria pero no suficiente 77
Las emociones en la «primavera árabe» 77
Origen y evolución de la primavera árabe 79
Resumen y conclusiones 80
114
8. Emoción y violencia en política 81
Política, emoción y violencia 81
Vergüenza y orgullo en política 82
Vergüenza, humillación, ira y violencia 83
Historia y emoción 84
Humillación y violencia 85
El efecto mariposa 86
Resumen y conclusiones 87
9. Política y construcción del bienestar 88
Un sistema social y político basado en el miedo y la ira 88
El amor en la política 89
El bienestar como objetivo de la política 90
Tipos de bienestar 90
El bienestar emocional 92
El bienestar se construye 93
Educación emocional para la construcción del bienestar 94
Desarrollar un detector de emociones tóxicas 95
Resumen y conclusiones 96
10. Hacia un cambio de paradigma 98
Hacia un cambio emocional 98
Un cambio de paradigma 101
De la política a las ciencias sociales 104
Perspectivas de futuro 104
Conclusiones 106
Bibliografía 108
Créditos 112
115