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Rafael Bisquerra

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Índice

Prólogo

Introducción

1. Emociones y política
¿Cómo se activan las emociones?
La valoración automática
Objeto y causa de la emoción
La emoción como respuesta compleja del organismo
La predisposición a la acción
¿Emoción o emociones?
Los fenómenos afectivos
Las emociones en la toma de decisiones
¿Por qué no hay Premio Nobel de Matemáticas?
Alexitimia política y científica
Emociones individuales y colectivas
Emoción, movimientos sociales y cambio político
El sentimiento de identidad nacional
Ira y miedo como motores de la política en la historia
Resumen y conclusiones

2. Inteligencia y emoción
La inteligencia emocional
Las competencias emocionales
La inteligencia afectiva en la política
Partidistas y deliberativos
Inteligencia y emoción en la política
Resumen y conclusiones

3. Las emociones en las tensiones políticas


Emoción y comportamiento: el caso del miedo y la cobardía
Integridad y competencia en las campañas políticas
Las emociones en las crisis
La esfera pública emocional
Extremismos y necesidad de regulación emocional
El desplazamiento social
Emociones y nacionalismos
Represión de la emoción

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Resumen y conclusiones

4. Trauma y política del miedo


El trauma en política
El trauma del terrorismo
La política del miedo
La transmisión intergeneracional del trauma
La narrativa del trauma
Significantes y emoción
Instrumentalidad emocional estructural
Resumen y conclusiones

5. Emociones colectivas y cambio social


Emociones colectivas
El miedo colectivo como fuerza política motivadora
El contagio emocional
El clima emocional
Clima emocional y comportamiento colectivo
La superación del miedo como objetivo de la política
Del miedo a la ira
Resumen y conclusiones

6. Las emociones en la protesta política


Emociones que predisponen a la protesta
Dinámicas emocionales en la protesta
Emociones basadas en el grupo
Emociones de protesta y tendencias de acción
Momentos en la protesta
Indignaos
Resumen y conclusiones

7. Emoción y transiciones políticas


El mundo como sistema
Las emociones en las transiciones de los países comunistas
Factores para la transición
Factores emocionales
La ira en las transiciones del comunismo
Transiciones y no transiciones
El efecto solidaridad: moral y emoción
Condición necesaria pero no suficiente
Las emociones en la «primavera árabe»
Origen y evolución de la primavera árabe

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Resumen y conclusiones

8. Emoción y violencia en política


Política, emoción y violencia
Vergüenza y orgullo en política
Vergüenza, humillación, ira y violencia
Historia y emoción
Humillación y violencia
El efecto mariposa
Resumen y conclusiones

9. Política y construcción del bienestar


Un sistema social y político basado en el miedo y la ira
El amor en la política
El bienestar como objetivo de la política
Tipos de bienestar
El bienestar emocional
El bienestar se construye
Educación emocional para la construcción del bienestar
Desarrollar un detector de emociones tóxicas
Resumen y conclusiones

10. Hacia un cambio de paradigma


Hacia un cambio emocional
Un cambio de paradigma
De la política a las ciencias sociales
Perspectivas de futuro

Conclusiones

Bibliografía

Créditos

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PRÓLOGO

¿Para qué sirven las emociones? La principal función de las emociones es ayudar a
las personas y a las sociedades a aumentar las probabilidades de supervivencia. La
segunda función probablemente sea el bienestar emocional, que coincide en gran
medida con la felicidad. La supervivencia depende de la convivencia en paz, que a su
vez aumenta las probabilidades de bienestar. Así pues, tenemos un nexo de unión
entre emoción, supervivencia, convivencia y bienestar.
¿Para qué sirve la política? Para gestionar la convivencia y el bienestar de la
ciudadanía. Como consecuencia, la relación entre emoción y política es tan evidente
que no necesitaría mayor justificación. Pero además de esto, las evidencias
demuestran que las emociones están presentes en los procesos políticos de todo tipo:
campañas electorales, debates políticos, resultados de las elecciones, conflictos,
protestas, transformaciones sociales y políticas, etc.
Curiosamente, en las manifestaciones de los profesionales de la política, en los
discursos políticos, en los análisis políticos, en los debates sobre política, en las
tertulias de comentaristas políticos, etc., las emociones suelen estar ausentes, al
menos explícitamente.
Este libro se propone llamar la atención sobre esta ausencia. Se necesita
sensibilizar a la clase política, a los analistas políticos, a los investigadores en
ciencias políticas y en ciencias sociales y a la sociedad en general del peso que tienen
las emociones en los procesos políticos. Consideramos que esta es una laguna en el
conocimiento que necesitamos superar.
Por todo ello, este libro va dirigido a un amplio espectro de potenciales lectores:
políticos, periodistas, comentaristas políticos, psicólogos, investigadores en ciencias
sociales, educadores y la sociedad en general. Todos pueden encontrar elementos y
claves que les ayuden a comprender mejor la importancia de las emociones en los
movimientos sociales y políticos.
Los dos primeros capítulos se proponen presentar el marco conceptual de las
emociones y de las competencias emocionales. Se explica qué son las emociones y
cómo pueden influir en el comportamiento, y, por tanto, cómo afectan a las relaciones
interpersonales, los conflictos, la convivencia, la política y muchos aspectos de la
vida. También se analiza cómo las emociones no son solamente un fenómeno
individual, sino que se producen emociones colectivas, que generan contagios
emocionales y climas emocionales que pueden ser tóxicos. Todo esto nos lleva a la
necesidad de desarrollar competencias emocionales para una mejor convivencia y
bienestar.
Del capítulo tres al ocho se analizan diversas situaciones políticas desde la
perspectiva de las emociones. En concreto, se tratan temas relacionados con las

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tensiones políticas, los traumas políticos, los cambios sociales, las protestas, las
transiciones políticas, la violencia, etc. La intención es aportar evidencias empíricas
de la importancia de las emociones en los procesos políticos.
Los dos últimos capítulos son una llamada a la política, a la educación y a la
sociedad en general para proceder a cambios significativos en las emociones
colectivas que estamos experimentando. Se propone un cambio de paradigma para
mejorar el bienestar personal y social. Este es un proyecto colectivo, con perspectiva
de futuro, en el que estamos implicadas todas las personas.

Manacor (Mallorca), verano de 2016.

RAFAEL BISQUERRA

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INTRODUCCIÓN

La política consiste en la gestión de la convivencia, la economía, la salud, la


educación y el bienestar de la ciudadanía. En este sentido nos afecta a todas las
personas y, por tanto, todos deberíamos estar interesados en que funcione lo mejor
posible.
Gestionar todos los aspectos que afectan a la política es sumamente complejo en sí
mismo, ya que se necesita tomar en consideración multitud de variables: sociales,
económicas, salud, educación, convivencia, seguridad, justicia, defensa, libertad,
solidaridad, equidad, etc. Además, todos estos aspectos permiten visiones desde
diversos enfoques, lo cual origina diversas ideologías, partidos políticos,
movimientos sociales, grupos de presión, etc., haciendo inevitables los conflictos.
Los conflictos generan emociones, y las emociones están en el origen de muchos
conflictos. Es comprensible que se queden aspectos al margen de la política, tanto en
lo que respecta a la gobernanza como al análisis situacional. Olvidar la relación entre
conflicto y emoción supone no tomar en consideración aspectos importantes en la
solución de conflictos.
En esta obra queremos llamar la atención sobre uno de los aspectos olvidados de
la política: su dimensión emocional. En general, los profesionales de la política y los
analistas políticos no toman en consideración las emociones en el origen de los
acontecimientos, en la gestión de la convivencia, en la génesis de los conflictos, en
los movimientos sociales y en todo lo que afecta directa o indirectamente a la política
y a la sociedad.
Los análisis y las interpretaciones habituales de la situación política, en general, se
basan en el mundo «externo», de carácter material, como la economía, los
presupuestos, el PIB (producto interior bruto), el IPC (índice de precios al consumo),
las oscilaciones de la bolsa, las causas y consecuencias de la crisis, la esperanza de
vida, los accidentes de tráfico, el número de muertos en un atentado, la intención de
voto, el número de votos en las elecciones, el número de diputados, etc. Al no tomar
en consideración aspectos «internos» (emocionales), muchos analistas aportan
explicaciones contradictorias, debido a la confusión sobre las causas que provocan los
acontecimientos. La gestión de la política se basa en este mismo paradigma, que
ignora sistemáticamente aspectos «internos» de las personas como las emociones.
Desde el punto de vista «externo», muchos conflictos colectivos, como el
terrorismo y las guerras, no tienen sentido. Se les aplica un análisis racional, cuando
realmente requieren una interpretación emocional. La idea de que la venganza y la
humillación no tienen suficiente fuerza para declarar una guerra, ya que solamente
son emociones, es una puesta en escena de la represión emocional que está presente
en la política, en la sociedad y en la educación.

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Tradicionalmente la ciencia y la emoción han avanzado por caminos distintos. Por
una parte había ciencia, cognición y razón; mientras por otra había emoción,
entendida como algo diametralmente opuesto. Afortunadamente se han dado pasos
importantes para superar esta dicotomía. Autores como Clough y Halley (2007),
Demertzis (2013: 2) y otros señalan un cambio de perspectiva que se nota en
psicología, filosofía, sociología, geografía, historia, economía, derecho,
organizaciones, medios de comunicación, educación, política, etc.
Recordemos algunos hitos que señalan los orígenes de un nuevo paradigma en el
análisis de la política. En 1978 se fundó la International Society of Political
Psychology, que representa un intento de analizar la política desde la perspectiva
psicológica. En 1986, en el marco de la American Sociological Association, se crea
una sección de Sociología de las emociones. En 2004 la European Sociological
Association crea el Research Network on Emotions (http://socemot.com/). Estas
aportaciones darán origen a dos líneas de investigación: Sociología política de las
emociones y Psicología política de las emociones.
La Sociología política de las emociones (Berezin, 2002; Demertzis, 2013) propone
análisis de macronivel: en base a la historia, cultura, sociología y psicología. Por el
contrario, la Psicología política de las emociones se centra en el micronivel: más
centrado en lo individual, la opinión, las intenciones de voto o por qué se toman
decisiones electorales.
Estos análisis permiten observar cómo las decisiones políticas están más influidas
por las emociones que por las razones. Las dinámicas emocionales presentes en las
campañas electorales, con el impacto de la percepción afectiva de los líderes,
determinan más las decisiones políticas de qué partido va a votar una persona que el
análisis de los distintos programas políticos. En las campañas políticas, la emoción
precede a la cognición. Varios estudios con datos de la American National Election
Studies (ANES) demuestran que la percepción de liderazgo y los valores morales
explican la aversión hacia ciertos candidatos (Demertzis, 2013).
La investigación en la neurociencia política ha aportado nuevos horizontes. Hoy
en día no se puede sostener una ciencia al margen de la emoción. La demarcación de
razón y emoción en la ciencia y en los análisis políticos son cosa del pasado.
Con la intención de abrir y profundizar en estas nuevas vías de análisis y gestión
en la política se ha escrito este libro. La intención es sensibilizar a la sociedad en
general, y en particular a los profesionales de la política, analistas políticos,
historiadores, estudiosos, especialistas en ciencias sociales y educadores, de la
importancia de las emociones en los comportamientos y acontecimientos.
A lo largo de los diversos capítulos se van presentando una serie de temas y
acontecimientos que se comentan desde la perspectiva emocional. Entre estos temas
están las tensiones políticas, las campañas electorales, las crisis, los extremismos, los
nacionalismos, los traumas políticos, las protestas políticas, los procesos de cambio
político y social, las transiciones políticas, la violencia, el terrorismo, etc.
En los primeros capítulos se presenta un marco conceptual de las emociones y
otros conceptos relacionados, como la inteligencia emocional, las competencias

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emocionales y la educación emocional. La intención es ayudar a comprender cómo
funcionan las emociones para poder comprender mejor los fenómenos que se
comentan y analizan a lo largo del libro.
Este análisis permite entrever que a lo largo de la historia, e incluso desde antes
(prehistoria y filogénesis), se ha ido desarrollando un sistema social y político basado
en dos emociones básicas: ira y miedo. El reto que se plantea en el siglo XXI es
proceder a un cambio de paradigma. Necesitamos superar un sistema social y político
basado en la ira y el miedo para construir otro orientado al bienestar. No nos
referimos al bienestar material, sino al bienestar emocional, que se fundamenta en el
amor y la felicidad. Construir un sistema social con estas características requiere una
profunda sensibilización, actitud positiva, investigación, formación, educación y
presupuestos. Sin querer ser alarmistas, nos permitimos aseverar y aportar evidencias
a lo largo del libro de cómo todo esto afecta al futuro de la humanidad, y que si no
tomamos pronto cartas en el asunto podemos llegar tarde. Es una cuestión similar a la
conciencia ecológica.
Queremos ver el futuro con esperanza y confiamos en que la educación emocional
pueda contribuir a mejorar la convivencia y el bienestar de la ciudadanía. Pero se
necesita un efecto sinergia, con la participación de los elementos implicados:
políticos, periodistas, historiadores, científicos, educadores, familias y sociedad en
general. A todos ellos va destinado este libro.

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1. EMOCIONES Y POLÍTICA

Para comprender las relaciones entre política y emoción se requiere tener claro qué
son las emociones. Si al lector se le pregunta ¿qué es una emoción?, es muy probable
que tenga dificultades en responder, a no ser que se haya formado por su cuenta, a
través de cursos y lecturas, sobre qué son las emociones. Continuamente estamos
experimentando emociones, pero solamente caemos en la cuenta de la dificultad que
tenemos en expresar lo que son cuando nos vemos en la necesidad de hacerlo. Y esta
necesidad es muy difícil que aparezca, ya que no es habitual hablar de emociones.
Como consecuencia, a veces pensamos o decimos: «no sé qué me pasa». Cuando
tomamos conciencia de que «no sé qué me pasa», muchas veces se trata de
emociones que no somos capaces de identificar y regular de forma apropiada. Esto
nos pasa a la mayoría de las personas, incluso a las formadas en ciencias tan diversas
como física, ingeniería, economía, derecho, matemáticas, etc. Ello nos lleva a la
conclusión de que para entender de qué estamos hablando en este libro conviene tener
claro qué son las emociones.

¿CÓMO SE ACTIVAN LAS EMOCIONES?

Las emociones son una parte esencial de la vida personal y social. Continuamente
experimentamos emociones y fenómenos afectivos, pero pocas veces nos paramos a
reflexionar sobre ellos. ¿Qué son las emociones?, ¿cómo influyen en el pensamiento
y en el comportamiento?, ¿qué influencia tienen las emociones en la toma de
decisiones?, ¿cómo afectan las emociones en la política?
Para entender lo que es una emoción, lo mejor es experimentarla. Si el lector
puede recordar alguna emoción fuerte y la puede revivir, esto le ayudará a
comprender lo que son las emociones, junto con las informaciones que se
proporcionan en estas páginas.
Una emoción se activa a partir de un acontecimiento que es percibido por nuestros
sentidos. La percepción puede ser consciente o inconsciente. El acontecimiento puede
ser externo o interno, de modo que puede ser un pensamiento. Puede ser un evento
actual, pasado o futuro; real o imaginario. El acontecimiento también se denomina
objeto o estímulo que activa la emoción. Todos los acontecimientos que llegan a
nuestros sentidos son evaluados automáticamente por nuestra mente.

LA VALORACIÓN AUTOMÁTICA

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Tenemos un mecanismo innato de valoración automática de todos los estímulos
que llegan a nuestros sentidos. Es como una especie de escáner, como los que hay en
la zona de control de seguridad de los aeropuertos, que detecta cualquier información
susceptible de activar una respuesta emocional. El funcionamiento del mecanismo de
valoración automática se puede representar mediante una serie de preguntas como:
¿esto me afecta?, ¿cómo afecta a mi supervivencia?, ¿cómo afecta a mi bienestar?,
¿en qué medida me afecta? Cuando un acontecimiento es valorado como algo que
puede afectar a mi supervivencia o a mi bienestar (o al de las personas próximas), se
activa la respuesta emocional.
Se trata de una valoración tan rápida que muchas veces no somos conscientes de
ello. Es por tanto una valoración automática, a la que también se denomina
valoración primaria. En esta valoración está presente el grado en que valoramos el
acontecimiento como positivo o negativo para nuestra supervivencia o nuestro
bienestar. Ello producirá emociones distintas. Se habla de emociones positivas
cuando el acontecimiento se valora como un progreso hacia los objetivos, hacia el
bienestar. Cuando el acontecimiento se valora negativamente (un obstáculo, un
peligro, una dificultad, una ofensa, etc.) genera emociones negativas.
No hay que confundir positivo con bueno y negativo con malo. Todas las
emociones son funcionales y necesarias. Gracias a la indignación ante una injusticia
adoptamos acciones encaminadas a superarla, lo cual es bueno mientras no se caiga
en la violencia, que esta puede producir mayores injusticias. Sin embargo, siendo
buena esta indignación, cuando uno está indignado no goza de bienestar. Por esta
razón es una emoción negativa.
En la valoración del acontecimiento influyen muchos factores: significado del
acontecimiento, atribución causal, evaluación de las propias habilidades de
afrontamiento, experiencia previa, aprendizaje, contexto, creencias, etc. Esto hace que
un mismo acontecimiento pueda ser valorado de forma distinta según las personas.
Ante las declaraciones de un político, un ciudadano puede sentir solidaridad y
asentimiento, mientras otro puede sentir vergüenza, enfado, ira, tristeza o miedo.
La evaluación automática activa la emoción cuando se cumplen cuatro
condiciones (Scherer, 2001):

1. Relevancia: del objeto o de la persona.


2. Implicación: cómo afecta directamente al bienestar de la persona y a sus
objetivos.
3. Afrontamiento: cómo uno valora las propias habilidades de afrontamiento para
hacer frente a la situación.
4. Significación normativa: significación del evento respecto al autoconcepto de la
persona y a las normas sociales y valores.

Dado que estas condiciones se viven de forma diferente según las personas, dos
personas diferentes valoran el mismo acontecimiento de forma distinta. Por ejemplo,
la pérdida de una maleta en el aeropuerto a la llegada a un país extranjero se puede
valorar de forma muy distinta según cada pasajero.

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OBJETO Y CAUSA DE LA EMOCIÓN

Algunos autores distinguen entre la causa y el objeto de la emoción (Barbalet y


Demertzis, 2013: 168-169). El objeto del miedo puede ser un evento, persona o cosa;
la causa del miedo se refiere a las condiciones en que se experimenta. Veamos esto
con un ejemplo. Imaginemos que el lector va caminando tranquilamente por la calle y
de repente observa un perro rottweiler con la boca abierta, enseñando sus afilados
dientes, que está corriendo directo hacia él. Lo lógico es que se active de inmediato
un profundo miedo descontrolado ante lo que se valora como un peligro real e
inminente que impulsa a huir. Sin embargo, la misma escena, experimentada por el
propietario del perro, sería vivida de forma totalmente diferente: una manifestación
de júbilo por parte del perro ante la llegada de su amo. El objeto del miedo es el
perro. Pero la emoción es distinta en los actores. La diferencia está en la causa: la
relación que el sujeto mantiene con el objeto. La causa de la emoción no es el objeto
(perro), sino la relación que mantengo con el perro. La causa de las emociones reside
más en las relaciones que en los objetos. En general cuesta distinguir entre objeto y
causa de la emoción. El objeto es el acontecimiento en sí, mientras que la causa es la
relación que mantenemos con el objeto. La causa de las emociones debe ser entendida
en términos de la estructura de relaciones situacionales en que surge la emoción.
Esto se ve muy claramente en las acciones y declaraciones de los políticos. Las
reacciones no dependen tanto de lo que dicen o hacen, sino de las relaciones que
mantienen los receptores del mensaje con el protagonista del comentario. Otra forma
de verlo es que el comentario dice más de quien lo emite que de la realidad en sí.
Ello pone en evidencia cómo la emoción no depende del acontecimiento en sí,
sino de la forma que tenemos de valorarlo. Como dijo Epicteto en el Enchiridion, «El
hombre no está perturbado por las cosas, sino por la visión que tiene de las cosas».
Shakespeare también trató el mismo tema en Hamlet, acto II, escena 2: «No hay nada
bueno o malo; el pensamiento lo hace así». Una emoción depende de lo que es
importante para nosotros.
La implicación para la práctica que de esto se deriva es la conveniencia de tomar
conciencia de la diferente valoración que hago de los acontecimientos políticos en
función de cómo me relaciono con sus protagonistas. Para evitar caer en la valoración
sesgada puede ayudar preguntarnos: «¿Desde qué emoción me relaciono con esta
persona?». Según sea la respuesta, así será la valoración que hago.

LA EMOCIÓN COMO RESPUESTA COMPLEJA DEL ORGANISMO

Analizar las emociones significa analizar la complejidad. El mecanismo de


valoración automática activa una respuesta emocional compleja que vamos a analizar.
Cuando recibo la noticia de un atentado terrorista, valoro que yo también estoy en
peligro y ello activa una emoción de miedo. En esta respuesta emocional se pueden
identificar tres componentes: neurofisiológico, comportamental y cognitivo.

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El componente neurofisiológico consiste en respuestas como taquicardia,
hipertensión, vasoconstricción, cambios en el tono muscular, secreciones hormonales,
cambios en los niveles de ciertos neurotransmisores, etc. Ante una emoción
reaccionamos con todo el cuerpo. Las emociones son una respuesta compleja que se
inicia en el SNC (sistema nervioso central) y puede repercutir en todo el organismo.
Esto es la experiencia emocional. Dichas reacciones pueden afectar a la salud.
El componente comportamental coincide con la expresión emocional. La
observación del comportamiento de un individuo permite inferir qué tipo de
emociones está experimentando. El lenguaje no verbal, principalmente las
expresiones del rostro y el tono de voz, aportan señales bastante precisas. Las
expresiones faciales surgen de la actividad combinada de unos 23 músculos situados
alrededor de la boca y otros situados en los extremos de los ojos, cuyo control
voluntario es bastante difícil. Por eso, una foto hecha espontáneamente refleja las
emociones que se viven en ese momento. A diferencia del componente
neurofisiológico, el componente comportamental se puede disimular, de modo que
podemos entrenar para disimularlo y engañar a las personas que nos observan.
El componente cognitivo es la emoción hecha consciente. Cuando tomamos
conciencia de las emociones que experimentamos, les podemos poner un nombre en
función de nuestro dominio del lenguaje. Por ejemplo: «Siento miedo ante un posible
ataque terrorista», o «me indigna la corrupción que nos corroe». Las limitaciones del
lenguaje imponen serias restricciones al conocimiento de lo que nos pasa por dentro.
A veces podemos expresar: «no sé qué me pasa». Cuando somos capaces de poner
palabra a lo que nos pasa, nos podemos sentir mejor. De ahí la importancia de una
educación emocional encaminada, entre otros aspectos, a un mejor conocimiento de
las propias emociones y denominarlas apropiadamente. Ser capaz de poner nombre a
las emociones es una forma de conocernos a nosotros mismos y de conocer mejor a
los demás.
Este componente cognitivo coincide con lo que se denomina sentimiento. Los
sentimientos se pueden alargar en el tiempo. Así como las emociones son
habitualmente de duración breve, algunos sentimientos los podemos alargar durante
toda la vida. La voluntad es muy importante para alargar o acortar sentimientos.
La figura 1.1 es un modelo descriptivo de lo que son las emociones y sus
elementos esenciales. Este cuadro ha sido recogido de Bisquerra (2009), donde se
pueden encontrar más informaciones para profundizar sobre estos conceptos que aquí
se presentan sucintamente.

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Figura 1.1. Componentes de la emoción.

LA PREDISPOSICIÓN A LA ACCIÓN

Las emociones suelen impulsar hacia una forma definida de comportamiento, que
técnicamente se denomina orexis. La expresión acuñada por Darwin para referirnos a
la acción que acompaña las emociones es «fight or fly» (lucha o vuela). Estas son las
dos respuestas típicas de la ira (ataque) y del miedo (huida). El comportamiento de
lucha se da cuando se valora que estoy en condiciones de hacer frente a la situación,
mientras que el comportamiento de huida es propio de cuando el peligro se valora
como superior a las posibilidades de afrontarlo con éxito.
Cuando se dice que la emoción predispone a la acción, no significa que la acción
tenga que darse necesariamente. Por ejemplo, me puedo sentir ofendido por el
comentario de alguien y sentir una impulsividad a responder de forma violenta. Esta
predisposición a la acción se puede regular de forma apropiada, aunque para ello hace
falta aprendizaje y entrenamiento. Es decir, educación. Esto es muy importante, ya
que la educación emocional tiene como uno de sus objetivos entrenar para dar
respuestas apropiadas y no impulsivas.
La predisposición a la acción está influenciada por cuatro determinantes (Frijda,
2004):

1. Disponibilidad: debe haber un repertorio apropiado de posibilidades de acción


disponibles.
2. Aceptabilidad: deben ser aceptables las posibilidades de acción.
3. Fortaleza: la emoción debe ser fuerte, para predisponer a una acción urgente e
importante.
4. «Ojo social»: deben ser acciones que tengan apoyo o aprobación social. Si las
acciones no cumplen este requisito es más probable que no se produzcan.

El último punto es particularmente importante, en cuanto las normas sociales


determinan lo que está disponible y es aceptable y relevante. Es decir, la
«significación normativa», formada por normas y valores, afecta en gran medida a la

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acción. La significación normativa» de Scherer (2001) equivale al «ojo social» de
Frijda (2004); es decir, son formas distintas de referirnos al mismo fenómeno.

¿EMOCIÓN O EMOCIONES?

A veces se habla de emoción en particular, y otras de emociones en plural. La


realidad es que existen muchas emociones, pero todas ellas se pueden englobar en el
mismo patrón.
Siguiendo una cierta tradición, nos referiremos a la emoción, en singular, como un
concepto genérico; y nos referiremos a las emociones, en plural, para referirnos al
conjunto de las emociones discretas (ira, tristeza, alegría, etc.). El uso del lenguaje
permite distinguir cuándo nos referimos a la emoción como concepto genérico, de
cuándo nos referimos a una emoción en concreto.

LOS FENÓMENOS AFECTIVOS

La palabra «afecto» se utiliza como un gran paraguas que cobija a los fenómenos
afectivos, entre los cuales están, principalmente, las emociones, sentimientos, estados
emocionales y trastornos emocionales. El afecto incluye a todos ellos.
Hemos visto cómo los sentimientos son las emociones hechas conscientes, y como
tales las podemos alargar en función de nuestra voluntad. Así pues, las emociones son
de duración breve; pueden durar segundos, minutos, a veces horas y días, pero
difícilmente una emoción dura semanas o meses. Entonces se entra en los
sentimientos y en los estados de ánimo, que sí pueden durar semanas, meses, años e
incluso toda la vida.
Los estados de ánimo son más vagos o imprecisos que las emociones agudas y
suelen carecer de una provocación contextual inmediata. Se denominan estados de
ánimo, estados de humor (mood) o estados emocionales. No tienen una motivación
clara. A diferencia de una emoción o un sentimiento, en un estado de ánimo no tiene
que haber necesariamente un objeto que lo provoque. Tal vez por esto suelen
describirse más bien en términos generales: estoy deprimido, melancólico, eufórico,
etc. Los estados de ánimo son de menos intensidad y de más duración que las
emociones; pueden durar desde unas horas hasta varios meses. Las emociones
reclaman una respuesta urgente; en cambio no es así en los estados de ánimo. Estos
tienen que ver con las experiencias de la vida pasada que hacen que uno se sienta
perturbado, triste, con una actitud positiva, etc.
Para poner unos ejemplos, podemos decir que el miedo es una emoción, mientras
que la ansiedad es un estado de ánimo; la tristeza es una emoción, la depresión es un
estado de ánimo; el enamoramiento es una emoción, el amor es un sentimiento. Pero
en la práctica, para no tener que matizar en cada situación si se trata de una emoción,
sentimiento, estado de ánimo o fenómeno afectivo en general, se abrevia con la

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palabra «emoción». Este es el criterio que seguimos en este texto, aunque en otros
textos se utiliza la denominación de sentimientos o afectos.
En la medida en que un estado de ánimo negativo e intenso se alarga más allá de
lo razonablemente aceptable, se puede convertir en un trastorno emocional. Hay
muchos tipos de trastornos emocionales, siendo los más habituales los que tienen que
ver con la ansiedad, el estrés y la depresión. La psicoterapia es esencialmente terapia
emocional para estos trastornos.
Un episodio emocional es un fenómeno afectivo más duradero que una emoción.
Son diversos estados emotivos que se suceden y que se ligan a un mismo
acontecimiento. Un suceso determinado puede hacer sentir una multiplicidad de
emociones, que a veces se confunden y son vividas como una sola. Los episodios
emocionales pueden durar días o incluso semanas.

LAS EMOCIONES EN LA TOMA DE DECISIONES

A veces creemos ingenuamente que pensamos y decidimos lo que hacemos. Sin


embargo, los estados emocionales influyen en lo que pensamos y lo que decidimos,
mucho más de lo que podríamos suponer. Diversas investigaciones han puesto en
evidencia la importancia de las emociones en el proceso de toma de decisiones.
Grecucci y Sanfey (2015) analizan las investigaciones relacionadas con la
regulación emocional en la toma de decisiones y hacen observar que habitualmente se
ha considerado que las decisiones se toman de acuerdo con un modelo económico.
Según este modelo, en el momento de la toma de decisiones se analizan las
alternativas posibles, valorando cada una de ellas en función de los costes y ganancias
que pueden reportar. La decisión se inclina hacia la opción que presente una mejor
relación de coste-beneficio. La creencia en que se aplica este modelo en la toma de
decisiones se fundamenta en la racionalidad de la persona que toma las decisiones. Se
puede afirmar que este modelo se refiere a cómo se deberían tomar las decisiones.
Pero las evidencias empíricas señalan que se toman de forma diferente, jugando las
emociones un papel más importante de lo que habitualmente se cree. Cuando se trata
de decisiones sociales, es decir, realizadas por grupos de personas que toman
decisiones conjuntamente, el clima emocional del contexto es un factor clave.
Veamos algunos ejemplos. Pensemos en la decisión de lo que voy a hacer el
próximo fin de semana, qué película voy a ver, dónde quiero ir de vacaciones, etc.
También puede tratarse de decisiones más importantes desde el punto de vista
económico, como qué coche o qué piso nos vamos a comprar. Incluso decisiones
importantes de las que van a depender aspectos esenciales de nuestra vida, como la
toma de decisiones sobre qué estudios seguir por parte de un estudiante de
secundaria, la elección de pareja, la decisión de separarse o divorciarse, la decisión de
tener hijos, etc. Analicemos en todos estos casos la importancia de las emociones.
Por lo que respecta a la política, ¿cómo se decide a quién voy a dar mi voto?
Analicemos bien esta toma de decisiones, si bien tal vez no haga falta. ¿Cuántas

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personas toman la decisión después de haber analizado de forma comparativa los
programas de los distintos partidos políticos?, ¿cuántos lo deciden por tradición? Si
no votan el partido que han votado siempre, lo «sentirían» (sentimiento) como una
traición a sí mismo. ¿Cuántos deciden a favor del más simpático (emociones que me
genera)?
Es curioso observar que en las encuestas sobre intención de voto no se suele
preguntar las razones por las cuales se toman las decisiones. Probablemente muchos
tendrían dificultades en responder a esta pregunta, sobre todo si la respuesta se realiza
a partir de un análisis profundo de lo que me induce a decidir a favor de unos o de
otros.
Las decisiones se toman en base a los intereses, que tienen una carga emocional
muy importante. Hasta tal punto, que en la literatura científica se está produciendo un
cambio de perspectiva desde los intereses hacia las emociones (Demertzis, 2013:
265).
En resumen, las emociones juegan un papel en la toma de decisiones, y por tanto
afectan a las decisiones políticas que toma la ciudadanía, pero también a las que
toman los políticos y a las que toman los grupos políticos en un contexto con un
clima emocional dado.

¿POR QUÉ NO HAY PREMIO NOBEL DE MATEMÁTICAS?

¿Qué tiene que ver el Premio Nobel con las emociones? Para la mayoría son dos
temas sin ninguna relación. Sin embargo, consideramos que conocer ciertas
circunstancias que acontecieron en el surgimiento de los Premios Nobel pueden servir
para ilustrar el papel que las emociones juegan en la toma de decisiones.
Alfred Nobel (1833-1896) tuvo ocasión de leer una noticia en la prensa cuyo
titular era «Ha muerto el mercader de la muerte». Al leerla observó que se refería a él.
El periodista que firmaba la gacetilla se había confundido, pues quien había muerto
en realidad era un hermano suyo. Pero esta confusión sirvió para que Alfred Nobel
tomara conciencia de la imagen que la sociedad podría tener de él, relacionada con la
dinamita y las muertes que había causado. En este momento tomó la decisión de
cambiar su imagen pública. Después de largas reflexiones y consultas llegó a la
decisión de crear unos premios que honraran su nombre. Así surgió la idea del
Premio Nobel. Pero, ¿de qué tipo de premios hablamos? De premios de las ciencias.
Por tanto, de matemáticas, física, química, fisiología y medicina, por lo menos. Con
este propósito se fue desarrollando el proyecto. Cuando se acercó el momento de
entregar los primeros premios, Alfred Nobel se quiso informar de quiénes podrían ser
los primeros en recibirlo. Cuando le entregaron el listado de los principales
candidatos al premio de matemáticas sufrió un impacto emocional tan grande que
decidió retirar el premio.
Para entender lo acontecido hay que remontarse a 1876, cuando Alfred Nobel
mantenía relaciones con Sofía Hess. Pero esta relación no funcionó por diversas

18
causas. Probablemente si hubiera funcionado nada de lo que comentamos hubiera
sucedido. El hecho es que en 1887 le tiró los tejos a Sofía Kowalevsky, pero esta le
rechazó porque mantenía relaciones con Gösta Magnus Mittag-Leffner, rector de la
Stockholm Högskola, que después sería la Universidad de Estocolmo.
Cuando Nobel se informó de cuáles serían los primeros candidatos al Premio
Nobel de Matemáticas, en la lista de candidatos estaban en los primeros lugares
Mittag-Leffner y Sofía Kowalevsky (Pazos Sierra, 2009). Desde esta perspectiva se
comprende el impacto que ello le pudo provocar.
Alfred Nobel nunca se llegó a casar y no tuvo descendencia. La mayoría de sus
bienes fueron a parar a los Premios Nobel, instituidos en su testamento de 1895.
Sacamos aquí a colación estos hechos porque resulta que en la génesis de los
premios más prestigiosos de las ciencias en el mundo las emociones han jugado un
papel muy importante. Aunque en general las emociones se consideran ausentes de la
ciencia, vemos en este caso cómo han afectado a las altas esferas de la ciencia. Y se
trata tan sólo de un ejemplo. Si a muchos Premios Nobel se les argumenta que las
emociones juegan un papel importante en la toma de decisiones, tal vez no lo acepten
en estos momentos. Sin embargo, la supresión del Premio Nobel de Matemáticas es
un ejemplo claro del peso de las emociones en la toma de decisiones.

ALEXITIMIA POLÍTICA Y CIENTÍFICA

En el Congreso Europeo de Investigación Psicosomática de 1976 se define y


difunde el término alexitimia (Brautingamen y Rad, 1977), entendido como una
dificultad para sentir y captar emociones. Sifneos (1972, 1973) es uno de los pioneros
en investigar la alexitimia y el investigador que impulsó la difusión de este concepto.
La palabra alexitimia procede de: a (sin), lexis (leer) y thymos (emoción). Por
tanto, significa «sin poder leer las emociones». En su sentido etimológico significa
por tanto la incapacidad para leer emociones; es decir, ausencia de palabras para
expresar las propias emociones. Las personas que padecen alexitimia muestran una
alteración caracterizada por la dificultad para identificar, describir y diferenciar
emociones, sentimientos y afectos. La prevalencia de la alexitimia se estima en torno
al 8 % en varones y 1,8 % en mujeres (Shipko, 1982). En cambio, en pacientes con
trastornos psicopatológicos llega al 30 %.
Pasando al tema que nos ocupa, se puede observar una alexitimia política,
caracterizada por una incapacidad por reconocer el papel que juegan las emociones en
la política. Fijémonos cómo la palabra emoción y todo lo que la rodea está ausente de
los análisis políticos y del lenguaje que los envuelve. Esto no es exclusivo de la
política, sino que también afecta a una parte importante de la ciencia. Con la
expresión alexitimia científica nos referimos a la tradicional ignorancia de las
emociones por parte de la ciencia.
La superación de la alexitimia política y científica se impone como necesidad para
poder explicar y comprender acontecimientos en los cuales las emociones tienen un

19
peso muy importante, aunque no seamos conscientes ni se hable de ello.

EMOCIONES INDIVIDUALES Y COLECTIVAS

Las emociones habitualmente se consideran un fenómeno individual y subjetivo.


Como tales se han investigado y se ha escrito sobre ellas, por lo general. Sin
embargo, las emociones pueden considerarse también como un fenómeno social. La
mayoría de emociones se experimentan en las relaciones con otras personas. Un
grupo de personas, ante un mismo acontecimiento, tiende a experimentar unas
mismas emociones. Masas de gente concentradas en un espacio relativamente
reducido, como un concierto de rock, un partido de fútbol, un mitin político o una
manifestación pacifista, tienden a experimentar unas emociones muy similares.
El contagio emocional es la transmisión de emociones por contacto personal. Es
una forma de empatía que consiste en la transmisión de emociones de un emisor a un
receptor, provocando en el segundo dicho sentimiento. La consecuencia del contagio
emocional son los climas emocionales. Puede haber climas emocionales de alegría,
euforia, tristeza, miedo, furia, indignación, etc. También puede haber climas
emocionales tóxicos que dificulten la convivencia, y que a veces predisponen a la
violencia.
Paul Ekman (2004) señala nueve desencadenantes de las emociones, entre los
cuales destacamos los seis siguientes por tener efectos en la dimensión social de la
experiencia emocional.

a) Evaluación automática, no consciente. En política valoramos automáticamente


depreciaciones del bienestar, de esperanza en el futuro, de confianza en los
líderes, de corrupción, crisis, amenaza, inseguridad ciudadana, etc. Todo ello
contribuye a crear climas emocionales, que según las valoraciones van a ser
positivos o negativos.
b) Evaluación extendida. La persona es cada vez más consciente de lo que siente.
Por ejemplo, cuando las noticias confirman el número de víctimas después de
un accidente, un desastre natural (terremoto, volcán, inundaciones, Chernóbil,
Fukushima, tsunami), una tragedia social, un atentado terrorista, malos
resultados para un partido político o para el país, bajada de la bolsa, etc. Estas
emociones tienen una dimensión social y predisponen a climas y contagios
emocionales.
c) Recordar. El recuerdo de una escena de impacto emocional tiene suficiente
poder para reactivar la emoción inicial. Las personas que han vivido
intensamente situaciones críticas como guerras, accidentes, desastres naturales,
un campo de concentración, un atentado terrorista, etc., reviven las emociones
que experimentaron a partir del recuerdo. Las personas que vivieron la misma
experiencia, cuando se reúnen, tienden a experimentar las mismas emociones,
lo cual crea un determinado clima emocional.
d) Imaginación. Imaginar peligros puede activar emociones y es una de las causas

20
de la ansiedad. Las noticias de ataques terroristas activan la imaginación para
inducir a pensar que «esto me puede pasar a mí en un futuro cercano». Los
repetidos atentados terroristas en junio y julio de 2016 en Europa,
principalmente en Alemania, teniendo a Múnich como referencia, crean un
clima emocional que puede afectar a la política europea.
e) Descripciones. Las descripciones de acontecimientos políticos, como por
ejemplo crisis, terrorismo, paro, etc., activan emociones en las personas y en
los grupos.
f) Empatía. Las noticias de accidentes, desastres, atentados, suicidios, etc., activan
emociones de empatía y solidaridad.

El análisis de las emociones se ha considerado tradicionalmente como un aspecto


psicológico, y en este contexto se han estudiado principalmente las emociones
individuales y su psicogénesis, aunque también se está investigando la perspectiva
social de las emociones y su cristalización en el contagio emocional y climas
emocionales. Esto enlaza con un enfoque sociológico de las emociones que se
interesa por la sociogénesis: cómo surgen las emociones colectivas (Turner, 2007), lo
cual posee aplicaciones directas en las emociones presentes en los movimientos
sociales y en los procesos de cambio político.
El tema de las emociones colectivas y sus efectos en la política no es un tema
banal. Adolf Hitler, en su conocida obra Mein Kampf (Mi lucha) recoge las
frustraciones presentes en parte de la sociedad alemana como consecuencia de la
derrota en la Primera Guerra Mundial, y a partir de ellas estimula el resentimiento por
el orgullo nacional herido. Lo utiliza para fomentar un sentimiento de pertenencia a la
nación alemana, frente al cual se levanta un enemigo común que es la causa de todas
las dificultades económicas: los judíos. El odio a los judíos fue fomentado desde la
política y seguido por millones de personas que se podrían considerar «normales», no
extremistas. Se produjo un contagio emocional que creó un clima emocional tóxico
cuya consecuencia fue sembrar Europa de cadáveres.
Es necesario desactivar los mecanismos automáticos de reacción emocional
cuando se producen climas emocionales tóxicos. Lo importante es comprender que
cuando se producen estos climas nadie está en disposición de oponerse. Nadie se
atreve a oponerse al clima emocional dominante, a no ser que se trate realmente de
una persona extraordinaria. En otro capítulo retomamos el tema de las emociones
colectivas, para analizarlas desde la perspectiva de activadoras de cambio social.

EMOCIÓN, MOVIMIENTOS SOCIALES Y CAMBIO POLÍTICO

En el análisis de los movimientos sociales las emociones han sido


tradicionalmente ignoradas. Afortunadamente, con la entrada en el siglo XXI se
produce un incipiente interés en estudiar el papel en la formación, mantenimiento y
dinámicas de los grupos sociales, que tan a menudo son los impulsores de los

21
cambios políticos.
Berenzin (2002: 39) se refiere a las «comunidades de sentimientos» (communities
of feelings) como grupos que a menudo se comprometen en acontecimientos que
reflejan cadenas de rituales en interacción, donde la energía emocional refuerza la
solidaridad grupal. De esta forma, las emociones están implicadas en las actividades
de los movimientos sociales. Por extensión, las emociones son factores importantes
en los cambios sociales que impulsan estos grupos.
Mucho más lejos pretende ir Ost (2004: 240) al considerar que la política debe
entenderse eminentemente en términos emocionales, y en concreto como
«movilización de la ira». En su opinión, las emociones no deben considerarse como
algo incidental en la política, sino que son un aspecto central de todas las personas
que se dedican a la política, principalmente los gobiernos y partidos políticos. Los
partidos políticos necesitan movilizar las emociones de las personas para lograr que
les voten. La lucha por lograr el poder requiere una movilización constante de
emociones para fomentar la identificación de los electores como militantes del
partido y asegurar la fidelidad del voto. Una forma de intentar conseguirlo es
«creando» un «enemigo», al que se define como la causa de todos los males (Ost,
2004: 237-238). De esta forma se enmarca al «otro» dentro del miedo y la ira.
Esquematizando y simplificando la situación hasta la caricatura, se puede decir
que al escuchar a los políticos la ciudadanía tiene la impresión de que cada uno
piensa: «nosotros lo hacemos todo bien, nosotros somos los buenos, tenemos siempre
la razón y nunca nos equivocamos». Los «otros partidos», en cambio, lo hacen todo
mal porque son malos y siempre se equivocan. A poco juicio crítico que uno tenga,
ya puede ver que esto es una exageración. Pero al observarlo con cierta constancia se
puede pensar que estamos ante una distorsión en la percepción de la realidad, que,
entre otros efectos, puede llevar a confundir «adversario» con «enemigo».
Conviene insistir en que los distintos partidos políticos tienen los mismos
objetivos, aunque tengan distintas teorías, ideologías y métodos sobre cómo
conseguirlo. Las ideologías a veces hacen que se pierda de vista la finalidad, que no
es otra que el bienestar de la ciudadanía. Esto explica que algunos políticos a veces
digan claramente y sin ruborizarse que su objetivo es lograr el poder. No importa lo
que se haga tras haberlo logrado.
De esta forma nos convertimos en fanáticos. A veces se ha dicho que un fanático
es el que redobla los esfuerzos cuando ha perdido de vista los objetivos. En política a
veces pasa esto, redoblando los esfuerzos de oposición para impedir que el partido
contrario logre sus objetivos y perdiendo de vista que el objetivo de toda política no
es el propio partido sino el bienestar de la ciudadanía. Algo tan lógico y evidente se
pierde de vista tan a menudo, con perjuicio de la ciudadanía, que es importante
insistir en ello.
Se requiere una ciudadanía crítica que no permita que manipulen sus emociones
como estrategia para conseguir las acciones que van a favorecer la llegada al poder de
un partido. Se requiere formación sobre dinámicas de las emociones para poder
distinguir cuándo un político tiene claro su objetivo y cuándo lo confunde con llegar

22
al poder o con la política de partido.
El análisis de algunos movimientos sociales y algunos cambios políticos desde la
perspectiva emocional, tal como se presenta en sucesivos capítulos, permite derivar
propuestas para la práctica.

EL SENTIMIENTO DE IDENTIDAD NACIONAL

En un mundo globalizado cada vez son más frecuentes las «identidades


transnacionales». Pero esto no obsta para que sean compatibles con un sentimiento de
identidad nacional.
La identidad nacional es el sentimiento de pertenencia a un grupo social que vive
en un determinado país, con su historia, lengua, cultura, costumbres y símbolos. El
concepto de identidad nacional incluye procesos relacionales complejos, con potentes
cargas emocionales. Uno se puede sentir identificado con su familia, con su barrio,
pueblo, ciudad, comunidad, región, país, etc. Uno se puede sentir al mismo tiempo
onubense, andaluz, español y europeo. No se trata de identidades incompatibles.
Desde el punto de vista científico, el concepto de identidad nacional resulta
evasivo, ya que es difícil de definir de forma operativa para poder investigarlo, y por
ello ha recibido críticas como concepto de análisis científico. Como alternativa,
algunos autores proponen utilizar «hábito nacional» (national habitus) en sustitución
de «identidad nacional» (Heaney, 2013: 255-260). En el concepto de hábito nacional
intervienen procesos emocionales y cognitivos, así como procesos conscientes e
inconscientes, resultando ser el instrumento clave para la comprensión y explicación
de la identificación nacional. En coherencia con este punto de vista, se ha propuesto
denominar «hábitos transnacionales» (Heaney, 2013) al equivalente de «identidad
transnacional».
Hay que reconocer que en el lenguaje coloquial se utiliza la expresión identidad
nacional y en cambio es desconocida la expresión «hábito nacional» (national
habitus), tal vez por ser una propuesta muy reciente (Heaney, 2013: 255-260). Hemos
considerado conveniente introducirla aquí para general conocimiento; el tiempo dirá
si es una expresión con éxito o si se va a quedar como una propuesta reducida a las
«revistas científicas de impacto», pero con poco «impacto real en la sociedad».

IRA Y MIEDO COMO MOTORES DE LA POLÍTICA EN LA


HISTORIA

La ira es una emoción básica que constituye una familia de emociones, entre las
que se encuentran rabia, cólera, furia, enojo, odio, etc. Se cuenta que «Aníbal juró
odio eterno a los romanos». Aquí se puede observar cómo de emociones como rabia,
enfado, cólera o furia, se puede pasar al sentimiento de odio voluntariamente alargado
durante toda la vida. Desgraciadamente esto ha sido una constante a lo largo de la

23
historia de la humanidad: los odios prolongados durante toda la vida y transmitidos
de generación en generación. Aunque no se explica en los libros de historia, muchas
veces el discurso de los líderes políticos se ha basado en el miedo y el odio. Las
consecuencias inevitables han sido las grandes guerras, con gloriosas batallas o con
generales que se han cubierto de honor y cuyas efigies presiden las grandes plazas y
avenidas de las grandes ciudades como manifestación de honor y gloria. Pero todo
ello a costa de millones de heridas, sangre, amputaciones, sufrimientos, dolor
interminable y muerte, que ha asolado la humanidad a lo largo de la historia.
Cuando el miedo ha sido mayor que el odio a veces se ha frenado el ataque. Por
ello, Maquiavelo, en El Príncipe, señala que «para un príncipe es preferible ser
temido que ser amado». El odio y el miedo han sido los grandes motores de la
historia y de la política. El amor ha quedado como algo más particular, privado, «de
andar por casa», desgraciadamente. Y sin embargo, ¿qué sentido tiene la política sino
potenciar el amor que haga posible la convivencia y el bienestar?
Es evidente que se requiere un cambio de paradigma en la política en un mundo
globalizado y con escasez de recursos. Este libro se propone aportar un grano de
arena a la reflexión y toma de conciencia en este sentido. Fijémonos en los efectos
que puede tener para la convivencia y la paz, es decir, en la política, el potenciar el
miedo y el odio o cambiarlo por el respeto, el amor y el bienestar.
El reto que se plantea en el siglo XXI es cómo cambiar un sistema político y social
que gira en torno al odio y el miedo, por otro sistema que se fundamente en el
respeto, la aceptación de la diferencia, la tolerancia, la inclusión, la solución pacífica
de conflictos, la empatía, la compasión y, en definitiva, el amor y el perdón, todos
ellos como elementos esenciales para poder convivir en paz y en democracia en un
mundo caracterizado por la diversidad.

RESUMEN Y CONCLUSIONES

Las emociones son una respuesta compleja del organismo. Analizar las emociones
es adentrarnos en la complejidad del ser humano. Continuamente estamos
percibiendo estímulos que activan nuestras emociones. Las emociones predisponen a
la acción, a veces con urgencia. Si no ponemos inteligencia entre los estímulos y las
respuestas podemos comportarnos de forma impulsiva, lo cual puede ocasionar
consecuencias imprevisibles de largo alcance. Conviene tomar conciencia de ello
para prevenir.
Las emociones afectan, entre muchos aspectos, a la toma de decisiones.
Continuamente estamos tomando decisiones que pensamos que son estrictamente
racionales, sin tener en cuenta cómo influyen las emociones en las decisiones que
estamos tomando. Esto también pasa en las decisiones políticas, tanto en el momento
de depositar un voto como en el momento de decidir por parte de un gobierno qué
medidas se van a adoptar ante determinados acontecimientos. Las consecuencias de
ciertas decisiones, con demasiada frecuencia a lo largo de la historia, han sido una

24
guerra.
Las emociones no solamente son un fenómeno personal y subjetivo, sino que se
experimentan en las relaciones interpersonales y sociales. Se producen contagios
emocionales que crean determinados climas emocionales, de los cuales derivan
decisiones que están afectadas por el clima emocional circundante.
Las emociones han jugado un papel importante en la génesis de muchos
movimientos sociales. Según cuáles sean las emociones por las cuales se moviliza la
gente, las acciones y consecuencias pueden ser muy diferentes. Una de las emociones
sociales de gran repercusión social y política es el sentimiento de identidad nacional.
Este sentimiento es compatible con una cosmovisión de aceptación de la diversidad,
de normalización e integración de la diferencia. Pero también puede vivirse desde la
exclusión, e incluso desde la ira y el odio a lo que sean formas distintas de ser.
Desgraciadamente, a lo largo de la historia se ha ido construyendo un sistema
social y político basado en el miedo y el odio. Las consecuencias obvias han sido
continuos conflictos, enfrentamientos, guerra, violencia, terrorismo, sufrimiento,
dolor y muerte.
Cada vez hay más poder de destrucción concentrado en manos que pueden tomar
decisiones de efectos catastróficos. Puede llegar un momento en que esto pueda poner
en peligro la supervivencia de la especie. Hemos de adelantarnos a este momento
creando un contexto social y político con una cultura diferente. Hemos de pasar de un
sistema social y político que se rige por el miedo y la ira, a un sistema que se
fundamente en el respeto, la aceptación, el amor y el bienestar como objetivos de la
política. Este es uno de los retos del futuro en el siglo XXI.
Para avanzar en la dirección correcta convendrá distinguir entre propuestas y
acciones centradas en el antiguo paradigma (miedo y odio) y las que se orientan al
nuevo paradigma (respeto, amor y bienestar).
Este cambio empieza por uno mismo. No lo podemos esperar de los demás si no lo
pone en práctica cada uno personalmente. Una de las formas de proceder a este
cambio puede ser preguntarnos: ¿Cuando hago algo, lo hago movido por el miedo y
la ira, o por el amor y el bienestar de los demás? ¿Cuando esta persona decide y hace
esto, desde qué emoción lo está haciendo? ¿Lo hace desde el miedo y la ira, o lo hace
desde la perspectiva del bienestar de todos? Cuando decimos el bienestar de todas las
personas nos referimos también a «las demás», es decir, a las que no piensan como
nosotros o a las que son de otro partido y poseen otros proyectos y programas.

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2. INTELIGENCIA Y EMOCIÓN

Tradicionalmente se ha considerado que inteligencia y emoción son dos cosas


diametralmente opuestas. Por una parte está la inteligencia, entendida como
cognición, conocimiento, razón y profesión. Y por otra parte está la emoción,
entendida como pasión, irracionalidad, impulsividad y descontrol. Las
investigaciones científicas recientes, principalmente en neurociencia, inteligencia
emocional y psicología positiva, han puesto de manifiesto una relación mucho más
profunda de lo que se pensaba entre emoción y razón. El reto que se plantea es poner
inteligencia a las emociones y poner emoción consciente a las cogniciones, decisiones
y acciones. Para avanzar hacia este horizonte conviene conocer lo que es la
inteligencia emocional, las competencias emocionales y la inteligencia afectiva en la
política. La distinción entre espectadores y comprometidos, por una parte, y entre
partidistas y deliberativos, por otra, puede aportar un marco de referencia sobre el
cual construir una ciudadanía participativa, consciente y responsable.

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

El antagonismo entre razón y emoción ha sido constante a lo largo de la historia y


en la ciencia. En la primera mitad de los años noventa se producen avances
importantes en favor de la importancia de la emoción en el campo de la neurociencia,
lo que fundamenta lo que será un cambio de paradigma en la forma de pensar sobre
las emociones. Los avances en neurociencia facilitan la aparición del horizonte de la
inteligencia emocional.
La inteligencia emocional es un constructo que surge con Salovey y Mayer (1990)
y se difunde de forma espectacular a partir del libro Emotional Intelligence de Daniel
Goleman (1995).
Según la versión original de Salovey y Mayer (1990), la inteligencia emocional
consiste en la habilidad para tomar conciencia de las emociones, propias y ajenas,
manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos
conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones. Todo ello repercute
en unas mejores relaciones interpersonales y sociales.
En versiones posteriores se va delimitando el concepto, pero también aparecen
otros enfoques por parte de otros autores que van configurando los distintos modelos
de inteligencia emocional y el debate en torno a este constructo, surgiendo los
defensores y detractores de la inteligencia emocional. Más allá de este debate, hay un
acuerdo generalizado de que hay algunas competencias emocionales que son básicas
para la vida. Nadie nace con competencias; una característica de las competencias es

26
que deben ser aprendidas.
En otro trabajo (Bisquerra, 2009) hemos desarrollado el concepto de inteligencia
emocional, el contexto social en que aparece, los distintos modelos, las competencias
emocionales y sus repercusiones en la educación y otros aspectos de la vida y la
sociedad. Remitimos a este trabajo para más detalles de lo que aquí solamente se
presenta con una muy breve síntesis.

LAS COMPETENCIAS EMOCIONALES

El constructo de inteligencia emocional es objeto de interés y debate en la


investigación científica. Más allá de este debate hay un acuerdo generalizado en que
existen unas competencias emocionales que deben entenderse como competencias
básicas para la vida y que, por tanto, deberían ser enseñadas a todas las personas.
Entendemos las competencias emocionales como el conjunto de capacidades,
conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y
regular de forma apropiada los fenómenos emocionales. Las competencias
emocionales favorecen un afrontamiento a las circunstancias de la vida con mayores
probabilidades de éxito.
Existen diversos modelos de competencias emocionales. A continuación se
presentan algunas de las competencias más representativas, siguiendo el modelo del
GROP (Grup de Recerca en Orientació Psicopedagògica) de la Universitat de
Barcelona (Bisquerra y Pérez Escoda, 2007; Bisquerra, 2009). Este modelo incluye
los siguientes bloques de competencias emocionales.
La conciencia emocional consiste en conocer las propias emociones y las
emociones de los demás. Esto supone distinguir entre pensamientos, acciones y
emociones; comprender las causas y consecuencias de las emociones; reconocer y
utilizar un lenguaje emocional apropiado, etc.
La regulación emocional significa dar una respuesta apropiada a las emociones
que experimentamos. Incluye el control de la impulsividad, la tolerancia a la
frustración, el manejo de la ira, la capacidad para retrasar gratificaciones, las
habilidades de afrontamiento en situaciones de riesgo, la canalización apropiada de
los impulsos violentos, el desarrollo de la empatía, etc.
La autonomía emocional es la capacidad de no verse seriamente afectado por los
estímulos del entorno. Esto requiere de un autoconcepto ajustado, una sana
autoestima, autoconfianza, percepción de autoeficacia, automotivación y
responsabilidad. La autonomía emocional es el equilibrio entre la dependencia
emocional y la desvinculación.
Las relaciones sociales están entretejidas de emociones. Las habilidades
socioemocionales constituyen un conjunto de competencias que facilitan las
relaciones interpersonales y sociales. La escucha y la capacidad de empatía abren la
puerta a actitudes prosociales, que se sitúan en las antípodas de actitudes excluyentes,
racistas, xenófobas o machistas, que tantos problemas sociales ocasionan. Estas

27
competencias predisponen a la construcción de un clima social favorable a la
convivencia.
Las competencias para la vida y el bienestar son un conjunto de habilidades,
actitudes y valores que promueven la construcción del bienestar personal y social.
Nos referimos al bienestar emocional, que es lo más parecido a la felicidad, que en
gran medida consiste en la experiencia de emociones positivas. Conviene tener
presente que una de las finalidades importantes de la política consiste, precisamente,
en la construcción del bienestar personal y social.

LA INTELIGENCIA AFECTIVA EN LA POLÍTICA

No hay que confundir la inteligencia afectiva con la inteligencia emocional. En


este apartado nos ocupamos de la inteligencia afectiva y sus efectos en la política, a
partir de la teoría de Marcus (2013).
Comprender el rol de las emociones en la política requiere tomar en consideración
la importancia central que tiene la razón y el progreso en las sociedades liberales
modernas a partir de la Ilustración, cuando se desarrolla una visión de la política
centrada en la razón. El racionalismo originario del siglo XVIII pone el énfasis en la
razón, que debe dominar a las pasiones, ya que estas son fuerzas destructivas. La
religión refuerza esta forma de pensar negativa respecto a las pasiones humanas como
causa de condenación eterna.
Han tenido que pasar muchos años para que la neurociencia aporte unos
conocimientos que van a replantear ciertos presupuestos propios del racionalismo,
donde se presume que la cognición precede a la acción. Sin embargo, con la
neurociencia se ha descubierto la automaticidad de muchas acciones, lo que
compromete el origen de nuestras preferencias, motivaciones y otras «razones».
Lógicamente no todas las acciones se realizan fuera del control de la conciencia.
Los cambios de la automaticidad a la conciencia y al revés, que se producen con
mucha frecuencia, no han sido tomados en consideración en la política y en gran
parte de la ciencia en general. Sin embargo, conviene tener presente que los procesos
automáticos favorecen el comportamiento aprendido y los hábitos automatizados,
mientras que la conciencia favorece deliberaciones mentales explícitas.
La teoría de la inteligencia afectiva sugiere que los sentimientos de ira y
frustración son activados en contextos familiares de castigo. Es decir, son respuestas
automatizadas ante ciertas situaciones. De forma paralela, el entusiasmo y la
satisfacción se generarían en contextos familiares de recompensa.
Esto tiene unos efectos en el comportamiento de la ciudadanía y en sus juicios y
decisiones. La dinámica de los sistemas afectivos preconscientes configura el cómo y
el cuándo se pasa de partidario a deliberativo. Cuando hablamos de partidario nos
referimos también a «partidista», es decir, seguidor de un partido político, a veces
«con los ojos vendados». En contraposición está la ciudadanía deliberativa, que pone
en tela de juicio cualquier situación o comentario que provenga de cualquier partido,

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ya sea el que pueda considerar como propio o el que pueda considerar como
adversario.
Por otra parte, también se puede pasar de espectador a comprometido. Los
espectadores simplemente se limitan a observar los acontecimientos, a veces de forma
alienada. Los espectadores no siempre votan, y cuando lo hacen no siempre es con
clara información de lo que votan y de forma comprometida con una opción; lo hacen
más bien desde un escepticismo político y falta de información. Por el contrario, los
comprometidos se implican en algún tipo de acción, que puede ir desde votar a un
partido por fidelidad, manifestarse en favor o en contra de algo, o ser militante de un
partido político. Es principalmente en los comprometidos donde se sitúan tanto los
partidarios como los deliberativos; esto permite establecer las diferencias reflejadas
en la tabla siguiente.

CONCEPCIONES DE CIUDADANÍA

Partidaria Deliberativa

Enfoque Dependencia de los hábitos: defensa de las Aprendizaje explícito: deliberar


estratégico convicciones y alianzas con los partidarios. sobre nuevas respuestas
estratégicas.

Dependencia de Inhibición. Aumenta.


las evaluaciones

Dependencia de Aumenta. Inhibición.


las propias
convicciones

Compromiso con Limitado: reforzar las propias creencias y Aumenta la búsqueda de


nuevas desacreditar al adversario, buscar chismes para información útil para generar una
informaciones atacar al adversario. respuesta efectiva.

Orientación hacia Solidaridad con los amigos, fuerza para derrotar Abierto a trabajar con todas las
los amigos y a los adversarios. partes.
adversarios

FUENTE: Basado en Marcus (2013: 30).

Analizando esta tabla se puede llegar a la conclusión de que los partidos políticos
necesitan sus partidarios, o partidistas, que de forma acrítica aceptan todo lo que
emana de la dirección del partido. En los años sesenta y setenta, cuando ya se
disponía de claras evidencias de los estragos del comunismo estalinista, la mayoría de
los comunistas de fuera de la URSS se negaban a aceptar una realidad que era
evidente. Eran partidistas acríticos de las directrices que emanaban del partido. De
forma similar, después de los atentados del 11 de marzo en Madrid muchos
partidarios del PP aceptaron acríticamente las informaciones emanadas del gobierno
señalando a ETA como autora del atentado. En 2016 los partidarios del brexit en el
Reino Unido difundieron informaciones en favor de la salida de la Unión Europea,
que inmediatamente después del referéndum ellos mismos aceptaron que eran falsas.

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En todos estos ejemplos se pone de manifiesto la importancia de una masa crítica
deliberativa que ponga en cuestión las informaciones partidistas que hacen circular
voces interesadas.

PARTIDISTAS Y DELIBERATIVOS

Los partidos políticos necesitan partidistas que les voten y estén de acuerdo con su
ideología y sus decisiones, muchas veces acríticamente. Los partidistas son
necesarios para el progreso del partido.
Sin embargo, un país necesita una ciudadanía deliberativa y crítica que vaya más
allá de la política de partido. Si los partidistas son necesarios para el partido, la
ciudadanía deliberativa es necesaria para el progreso del país. Esto supone tener una
inteligencia afectiva que permita superar el apego al partido (partidista) para llegar a
una autonomía emocional con juicio crítico y criterio propio, lo cual tiene mucho que
ver con la inteligencia emocional y las competencias emocionales.
Conviene tener claro que los climas emocionales favorecen el partidismo de los
seguidores, aunque no sean militantes del partido; para ello no se requieren grandes
esfuerzos, pues el clima emocional lo favorece. Por el contrario, para llegar a una
ciudadanía deliberativa se requiere de educación emocional que favorezca la
introspección, deliberación y razón dialógica. Pero curiosamente esto es lo que, en
general, no interesa a los partidos, ya que puede poner en cuestión algunas de sus
propuestas.
Entonces tenemos un problema. ¿Cómo podemos conseguir que haya una
educación emocional que favorezca el progreso del país, si esto puede ir en contra de
los partidos que suelen gobernar? Hará falta amplitud de miras para ir más allá de los
intereses partidistas, con generosidad, para que los dirigentes se impliquen en el
progreso del país, más allá de los intereses del partido. Este es uno de los grandes
retos de la política del futuro: cómo pasar de una política de partido a una política de
Estado.
La política de partido es «partidista», centrada en la ideología y en los intereses de
un partido. Cuando este partido tiene mayoría absoluta, o como mínimo mayoría
simple, puede gobernar llevando a cabo «su política». Pero cuando se produce una
clara diversidad (ideológica y de partidos), junto con una masa crítica con
inteligencia afectiva y compromiso independiente de los partidos, se requiere una
política de Estado que haga posible el diálogo, la negociación, a veces ceder y sobre
todo aceptar que nadie está en posesión de la verdad absoluta. Esta situación es la que
se ha vivido en España en 2016 cuando no había forma de que un partido lograse
mayoría para gobernar y tuvieron que repetirse las elecciones. Esto representa un
cambio de paradigma en política. Significa pasar de unas estructuras políticas propias
del siglo XIX, surgidas a partir de la Revolución francesa, a unas estructuras políticas
propias del siglo XXI, caracterizadas por la diversidad, la sociedad de la información,
el compromiso documentado, el diálogo entre puntos de vista opuestos y la necesidad

30
de llegar a acuerdos.
Es de desear que la ciudadanía deliberativa, en número cada vez mayor, tenga
criterio para distinguir entre los políticos que tengan claro que la finalidad de la
política es el bienestar de la ciudadanía, de toda la ciudadanía, no solamente de los
«nuestros». La capacidad de establecer esta distinción es claramente una
característica que distingue a una ciudadanía deliberativa de una ciudadanía
partidista. Lógicamente esto tiene efectos directos en los votos. Afortunadamente, en
democracia la ciudadanía tiene la última palabra.
El reto que se plantea es cómo formar una ciudadanía deliberativa. Esto requiere
una educación que va más allá del contenido habitual de las materias académicas
ordinarias. Implica educar en capacidad deliberativa, lo que significa introspección,
interioridad, empatía, gestión emocional, competencias emocionales y educación
emocional. ¿Está el país predispuesto para una educación deliberativa? ¿Están los
partidos políticos dispuestos a fomentar una educación emocional que puede ser
crítica con su política de partido?

INTELIGENCIA Y EMOCIÓN EN LA POLÍTICA

Las emociones en política han sido obviadas o ignoradas. Se ha pretendido que la


política se rige por la razón ejercida por personas inteligentes. Sin embargo, a poco
que se observe la realidad se puede constatar el gran peso que juegan las emociones
en la política. Queremos llamar la atención y aportar evidencias sobre la importancia
de las emociones en la política. Es importante llamar la atención sobre ello para no
sentirnos manipulados por procesos emocionales que nos pueden llevar a tomar
decisiones equivocadas.
Poner a disposición de la ciudadanía las aportaciones de las investigaciones sobre
neurociencia, inteligencia emocional, competencias emocionales y sus repercusiones
en la política puede contribuir al desarrollo de una ciudadanía más consciente,
responsable y comprometida en el bienestar general. Este es un objetivo que merece
la pena y es a lo que nos proponemos contribuir con este trabajo.
El desarrollo de la inteligencia emocional y las competencias emocionales puede
contribuir significativamente a formar una ciudadanía deliberativa y comprometida,
más allá de los espectadores pasivos o los partidistas acríticos.
En una sociedad cada vez con más diversidad, se impone la necesidad de diálogo
entre puntos de vista que pueden llegar a ser diametralmente opuestos. Tomar
conciencia de cómo nuestros pensamientos afectan a las emociones, y estas a los
comportamientos, puede ayudar a mantener un diálogo más sosegado y alejado de la
impulsividad propia de posturas intransigentes que se sienten poseedoras de la verdad
absoluta. El futuro de la política va a requerir mucha inteligencia emocional y
competencias emocionales si no queremos paralizar el progreso hacia el bienestar
general.
En los capítulos siguientes se aportan evidencias de la importancia de las

31
emociones en la política, con la intención de contribuir a sensibilizar sobre este tema.
Tomar conciencia de ello debe llevar a la toma de decisiones conscientes y
responsables. Aspectos esenciales son, por ejemplo: ¿Cómo podemos desarrollar
competencias emocionales que faciliten la convivencia y la gobernabilidad en una
sociedad caracterizada por la diversidad? ¿Cómo podemos educar mejor en la
regulación de la ira para prevenir la violencia? ¿Cómo podemos contribuir a crear
climas emocionales que favorezcan el bienestar general?

RESUMEN Y CONCLUSIONES

Conviene superar el tradicional antagonismo entre razón y emoción. Hay sobradas


evidencias empíricas, aportadas por las ciencias, de que aprovechar las emociones
para facilitar el pensamiento y las acciones puede contribuir a la convivencia y el
bienestar. Se trata de tomar conciencia de ello y regular las emociones de forma
apropiada. Esto exige el desarrollo de competencias emocionales en toda la
ciudadanía.
Hay que pasar de espectador a comprometido. Cada uno se puede comprometer en
la medida de sus circunstancias. En todo caso, todas las personas se pueden
comprometer en una toma de decisiones consciente y responsable. Esto significa
tomar conciencia del peso de las emociones en la toma de decisiones.
Un paso más es pasar de partidista a deliberativo. El partidista se deja llevar por
las directrices del partido de forma acrítica, en un contexto emocional que dificulta la
conciencia crítica. El deliberativo toma conciencia del clima emocional del contexto
y del peligro de dejarse llevar por él; esta toma de conciencia es el paso previo para
ejercer un juicio crítico para la toma de decisiones con criterio, en libertad y con
responsabilidad.
Una sociedad deliberativa tiene como consecuencia una gran diversidad de
criterios y opiniones. Entonces se requieren argumentaciones para fundamentar la
toma de decisiones que vayan más allá de las respuestas automáticas en un clima
emocional concreto.
Pasar de una sociedad de espectadores y partidistas, que toman decisiones en
función del clima emocional del contexto, a una sociedad de comprometidos
deliberativos, requiere el desarrollo de competencias emocionales que permitan
ejercer la libertad desde la conciencia y la responsabilidad. Esto significa aunar
inteligencia y emoción para implicarse emocionalmente en proyectos sociales desde
la autonomía y la diversidad.
Una sociedad caracterizada por la autonomía y la diversidad requiere la toma de
decisiones conjunta, con criterios democráticos, para la construcción del bienestar de
la ciudadanía.

32
3. LAS EMOCIONES EN LAS TENSIONES
POLÍTICAS

La convivencia puede crear situaciones de tensión política. Son ejemplos de


tensión política las campañas electorales, las crisis, la esfera pública en acción, los
extremismos, el desplazamiento social y los nacionalismos. En este capítulo se hace
referencia a algunos aspectos concretos de las tensiones políticas, en los que se puede
observar la importancia de las emociones y sus repercusiones en el comportamiento
personal y social. Existe una relación entre tensión y emoción. Las tensiones políticas
crean emociones, y a veces se han creado climas emocionales que predisponen a
actitudes y valores que van a facilitar la tensión.
Integridad y competencia son requisitos básicos que se esperan de los dirigentes.
En situaciones de tensión política estos requisitos son todavía más valorados. Los
líderes con integridad y competencia inspiran confianza. Si los líderes políticos son
percibidos con falta de integridad y bajas competencias, se genera desconfianza.
Confianza y desconfianza colectivas constituyen climas emocionales
diametralmente opuestos. Cada uno de ellos mantiene una cierta estabilidad, pero son
asimétricos. En las tensiones políticas se puede crear un clima de desconfianza mutua
que hace muy difícil superarlas.

EMOCIÓN Y COMPORTAMIENTO: EL CASO DEL MIEDO Y LA


COBARDÍA

Muchos hombres han aprendido a identificar miedo con cobardía a través de


repetir afirmaciones erróneas como: «Si tienes miedo es porque eres un cobarde». El
miedo es una emoción; la cobardía es un comportamiento. La valentía no significa no
tener miedo, sino superarlo conscientemente para afrontar retos y peligros que
merecen la pena; por ejemplo, arriesgar la propia vida por salvar a una persona en un
incendio, accidente o desastre natural. Afrontar el peligro y ponerse en riesgo sin
necesidad no es valentía, sino imprudencia o temeridad. La confusión entre miedo,
cobardía, valentía, imprudencia y temeridad cuesta muchas vidas de adolescentes que
adoptan comportamientos de riesgo para demostrar su valentía cuando lo que
demuestran es su imprudencia o temeridad.
Confusiones similares pueden darse en personas adultas, incluso bien formadas.
Por tanto, también pueden darse entre la clase política. Esto es consecuencia de la
ausencia de una auténtica educación emocional. Conocer las emociones,
identificarlas, distinguir entre ellas y regularlas de forma apropiada significa
conocerse mejor a sí mismo, estar en mejores condiciones para mantener buenas

33
relaciones con otras personas, prevenir la violencia y potenciar la convivencia en paz
y en democracia.

INTEGRIDAD Y COMPETENCIA EN LAS CAMPAÑAS POLÍTICAS

Las actitudes son predisposiciones en favor o en contra de algo o de alguien. Las


actitudes se desarrollan, en general, a partir de emociones. Cuando un político se
pone a hablar ante un público, todas las personas ya han desarrollado unas actitudes
previas a la primera palabra que va a pronunciar el político, y por tanto ya tienen una
predisposición a favor o en contra de lo que va a decir, independientemente del
contenido sustancial de su mensaje. Las emociones y actitudes actúan como una lente
de aumento que permite interpretar las situaciones; sin embargo, estas
interpretaciones están influidas por la distorsión de la realidad producida por el
enfoque de las lentes de aumento.
El estudio sistemático de la bidireccionalidad relacional entre lo afectivo y lo
cognitivo en la ciudadanía en el momento de la toma de decisiones políticas, como
por ejemplo en el momento de ir a votar, ha generado investigaciones de interés
desde el punto de vista teórico y práctico (Capelos, 2013). La aversión y la
preocupación frente a los líderes políticos se originan a partir de la evaluación de la
personalidad y de los lazos relacionales que uno mantiene con el partido. Esto aporta
luz sobre la forma en que la ciudadanía llega a sus decisiones políticas, en especial en
el momento de depositar su voto.
La ciudadanía reacciona con preocupación ante la percepción de baja competencia
y poca integridad de los líderes políticos. Ante esto puede utilizar sesgos emocionales
basados en el apego partidista, tal vez para aliviar la preocupación. Es decir, se puede
producir un pensamiento que podría ser expresado así: «No confío en los líderes
políticos actuales, pero confío en el partido XX, al que he votado siempre». Esta
afirmación es más una expresión de la fidelidad a sí mismo que de la confianza real
en el partido que se va a votar.
En todas las campañas políticas de 2015 en nuestro país (municipales, generales,
Cataluña) se ha podido observar reiteradamente cómo los candidatos se han
enzarzado en discusiones acaloradas, en las cuales se ha sacado a relucir la
corrupción, y por tanto la falta de integridad de algunas personas, la cual repercute en
todo el partido. En algunos debates se ha podido observar una incapacidad de escucha
del punto de vista del otro, una impulsividad compulsiva, un pisar continuamente la
palabra del otro y un desinterés total en conocer el punto de vista del otro. Algo
parecido se ha podido observar en ciertas tertulias políticas entre periodistas por la
radio, donde cuando hay puntos de vista contrarios no se entiende lo que dicen: no se
escuchan, no dejan hablar al otro o se pisan la palabra. En algunos debates públicos
entre líderes políticos se ha llegado claramente a la descalificación del adversario y al
insulto directo. Todas son claras manifestaciones de descontrol emocional, e incluso
podríamos decir de analfabetismo emocional. En el fondo refleja una falta de

34
competencias emocionales. En estas condiciones, ¿cómo podemos negociar cuando
se han creado climas emocionales tan negativos?, ¿cómo queremos avanzar con
puntos de vista tan diversos y sin posibilidad de diálogo?, ¿cómo podemos trabajar en
la construcción del bienestar general cuando las evidencias indican una
predisposición a crear malestar?
La presencia de incompetencia y falta de integridad, con sus repercusiones sobre
la corrupción, hace muy difícil el bienestar. La necesidad de la protesta favorece
climas de malestar. Cuando se perciben problemas éticos y morales en un candidato,
como por ejemplo en casos de corrupción, la ciudadanía responde con aversión. La
imagen estereotipada de los políticos corruptos produce aversión generalizada, no
solamente a los políticos afectados, sino a toda la clase política en general, y por
extensión al mismo concepto de política. Esto produce un desencanto en la
ciudadanía, que puede llegar a un escepticismo en la política en sí misma, más allá de
las personas o los partidos afectados.
Durante las campañas políticas, las percepciones sobre competencia e integridad
de los líderes políticos pueden cambiar. La percepción ciudadana de competencia e
integridad puede mejorar (aumentar) o empeorar (disminuir). Esto puede tener efectos
en los sentimientos de los votantes y en su toma de decisiones. Tácticas para la
restauración de la reputación, que tienen como objetivo mejorar la imagen de
competencia e integridad de los líderes políticos, pueden tener efectos en la
disminución de la preocupación de la ciudadanía. Pero disminuir la aversión requiere
de líderes políticos con una fuerte reputación de integridad. Esto se observa en su
comportamiento público, que se resume en «saber estar» y transmitir emociones
positivas (confianza, tranquilidad, esperanza, seguridad, paz, sintonía emocional…).
La aversión y la preocupación son emociones decisivas en el momento de las
votaciones, pero, en general, la integridad es el factor esencial que puede inclinar la
balanza en el momento de votar.
Las reacciones emocionales pueden ser un producto de los acontecimientos
habituales durante la campaña electoral, sobre todo cuando afectan a la reputación
acerca de la integridad y competencia de los líderes. Las emociones fundamentales en
la toma de decisiones políticas se fundamentan en gran medida en la percepción de
integridad y competencia de los líderes de cada partido.
En la política cotidiana, cuando la ciudadanía no experimenta amenazas directas, y
por tanto los estímulos políticos se viven como distantes o incluso irrelevantes,
expresiones suaves de aversión y preocupación pueden determinar los juicios
políticos momentáneos, pero no afectan en demasía a la marcha de la política y sus
decisiones. Una bajada de percepción de la integridad produce aversión, mientras que
una disminución en la percepción de competencia produce preocupación. En la
medida que se acumulen evidencias que activen estas emociones, los efectos se
pueden dejar sentir a la larga, sobre todo si se repiten acontecimientos que recuerden
y refuercen la percepción de falta de integridad y falta de competencia por parte de
los dirigentes.
Los vínculos que muchas personas tienen con el partido proporcionan una red

35
segura para el candidato, con capacidad suficiente para aliviar las preocupaciones
ocasionadas por la percepción de falta de competencia. La fidelidad del voto es una
buena estimación de los resultados de unas elecciones, más allá de los
acontecimientos que se puedan haber producido respecto a disminución de integridad
y competencia. Es decir, la «fidelidad del cliente», que es un aspecto eminentemente
emocional, resulta ser un factor esencial en los resultados de las elecciones.
Una ciudadanía partidista tiende a mantener la fidelidad del voto más allá de los
acontecimientos que comprometen la integridad y competencia de los candidatos.
Una ciudadanía deliberativa analiza críticamente la situación y toma decisiones desde
su autonomía emocional. Está claro que a los partidos les interesan votantes fieles,
independientemente de lo que pase; es decir, partidistas. Pero ¿qué interesa al país?
¿Interesa formar una ciudadanía crítica, con autonomía emocional, que puede votar
en función de los acontecimientos? También es preciso tener en cuenta que la
percepción de la realidad viene dada en gran medida por la imagen que transmiten los
medios de comunicación.

LAS EMOCIONES EN LAS CRISIS

A partir de 2008 en Europa y parte de América comenzó una crisis económica


muy fuerte. Esta situación puede servir de ejemplo ilustrativo de lo que sucede en las
crisis desde la perspectiva emocional. Entre sus múltiples influencias y efectos cabe
señalar un discurso emocional negativo por parte de políticos y ciudadanía en
general, que incluye amenaza, desconfianza, miedo, ansiedad, frustración, ira, tristeza
y depresión.
Desde el punto de vista psicológico, una crisis se desencadena cuando las personas
se enfrentan a un problema que no se puede resolver inmediatamente mediante los
métodos habituales. Desde la teoría social (Habermas, 1976), una crisis no es tanto un
hecho objetivo como una definición subjetiva de una situación disruptiva.
Una crisis activa una reacción emocional, que depende del tipo de crisis y de su
intensidad. También afecta de forma diferente a las personas en función de cómo les
afecta directamente y de las características personales de cada uno. Pero en general se
puede decir que las crisis generan emociones como ansiedad, culpa, vergüenza,
tristeza, impotencia, indignación, envidia, celos, ira, miedo, ansiedad, etc. De esta
forma, a partir de finales de la primera década del siglo XXI se han incrementado de
forma espectacular los suicidios en Europa, hasta tal punto en que se han llegado a
crear asociaciones de viudas de suicidas, algo impensable antes de esta crisis. Ello
refleja las emociones fuertes que ciertas personas viven ante una situación de crisis.
Tomemos el caso de Grecia. En 1997 fue el país europeo con un índice menor de
suicidios. En 2004 mantenía un índice muy bajo. Pero entre 2009 y 2014 pasó a
ocupar los primeros puestos del ranking. El número de intentos de suicidio es también
mucho mayor. Estos datos, trasladados a la prensa diaria, tienen un alto impacto
emocional.

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Davou y Demertzis (2013) realizan un profundo análisis de la crisis financiera en
Grecia y sus repercusiones emocionales. Nos basamos en gran medida en este estudio
en las líneas que siguen. La idea esencial es que las crisis pueden activar emociones
fuertes que afectan a la política de un país. Las emociones fuertes no se desvanecen
rápidamente, sino que predisponen a la acción urgente de algún tipo y permanecen en
la memoria de la gente durante mucho tiempo. También se puede producir algún tipo
de cambio emocional. Si no se puede hacer nada ante una determinada contingencia
que genera miedo, este se puede convertir en ira (Frijda, 2004). Pasamos así
rápidamente del miedo a la ira y viceversa.
Bar-Tal, Halperin y Rivera (2007) analizan los climas emocionales sociales y
sugieren que a menudo un clima emocional negativo se desarrolla a partir de un
contexto negativo, que a su vez evoca creencias negativas y emociones que
predisponen a comportamientos defensivos o agresivos. Los contextos negativos
están dominados por creencias que favorecen la inseguridad, amenaza, ansiedad,
estrés, desconfianza y emociones destructivas, todo ello bajo la sombra de que lo peor
está todavía por llegar. Cuando el clima emocional llega a ser tan negativo, las
posibilidades de cambiarlo son escasas.
Cuando estas circunstancias han sido provocadas por circunstancias políticas
complejas, con gobiernos incompetentes, probablemente con falta de integridad ética
y tal vez salpicados por la corrupción, se produce en la ciudadanía un sentimiento de
inseguridad, debilidad, desconfianza y desesperanza. Estas emociones pueden ser tan
intensas que la solidaridad social lo tiene muy difícil para florecer. Tampoco es el
clima apropiado para la creatividad necesaria para abrir caminos productivos que
podrían significar soluciones para los problemas colectivos.
Esta «recesión emocional» tiene una fuerte relación con la «esterilidad cognitiva».
Ambas ponen el marco para la indefensión o el punto muerto de la acción política
colectiva generadas por la frustración y tensión acumuladas. Si la situación no se
invierte, la violencia puede ser el paso siguiente.
Esta es la situación que caracteriza a Grecia a mediados de la segunda década del
siglo XX. Según describen Davou y Demertzis, en 2013 hay mucha gente que no ve
ninguna salida a la crisis. Es un momento en que muchas personas han caído en la
pobreza. Estos autores analizan la situación, no solamente desde el punto de vista
económico, financiero y político, sino también emocional. Su análisis les lleva a
concluir que, independientemente de si la situación mejora o no desde el punto de
vista material (económico, financiero y político), hay una necesidad urgente de
recuperación del clima emocional. Se necesita urgentemente devolver a la ciudadanía
emociones positivas de seguridad, confianza y esperanza, como requisitos para unas
condiciones morales apropiadas para el desarrollo de competencias ciudadanas y
emocionales que favorezcan la creatividad necesaria para la solución de problemas
sociales. Solamente a través de emociones positivas las personas se pueden
comprometer en buscar y aportar respuestas para solucionar los problemas colectivos.
La interacción entre procesos emocionales y cognitivos facilita el comportamiento
prosocial.

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En conclusión, las crisis no solamente crean climas emocionales negativos, sino
que estos climas son en gran medida un gran obstáculo para la superación de la crisis.
El reto es cómo cambiar el clima emocional en situaciones de crisis para favorecer la
necesaria implicación de la ciudadanía en la búsqueda conjunta de soluciones. Ello se
favorece con climas emocionales que estimulen la creatividad productiva. Así pues,
las emociones colectivas pueden ser una barrera para la superación de las crisis.

LA ESFERA PÚBLICA EMOCIONAL

La deconstrucción académica del lenguaje de los políticos y de los mensajes de los


partidos políticos es interesante por diversas razones. Entre ellas se encuentra el
hecho de analizar no solamente la organización política en sí misma, sino una forma
de percibir y expresar la realidad del mundo que nos rodea. Cada organización
política habla como una parte de una gran conversación a nivel nacional e
internacional. Cuando se analiza la dimensión emocional de la ideología política,
expresada en el lenguaje propio de una organización, exploramos lo que Richards
(2013: 125) denomina la esfera pública emocional.
La esfera pública emocional se refiere a la actividad emocional constante
intrínseca de la «esfera pública» en terminología de Habermas (1970). La dimensión
emocional está presente en los debates, deliberaciones y procesos democráticos,
como una constante que a menudo cuesta reconocer por parte de las personas
directamente implicadas.
Habitualmente se esconde la dimensión emocional de la esfera pública, y a
menudo es malentendida. Sin embargo, tiene una gran influencia en las relaciones y
resultados de la vida «oficial» de los políticos. Estas influencias pueden repercutir en
la forma de hacer política, en los cambios de opinión de la ciudadanía y en los
resultados de las elecciones. Ante la situación de bloqueo político en España durante
2016 se ha ido configurando una esfera pública emocional caracterizada por una
desconfianza generalizada.
Los análisis de la dimensión emocional de la política por parte de especialistas han
brillado, en general, por su ausencia. Estos análisis ofrecen una riqueza de matices
sobre los cuales conviene insistir, con la intención de sensibilizar a la sociedad y
suscitar interés en analizar la política desde la perspectiva emocional. Aspectos
importantes de estos análisis se refieren al liderazgo, la competición política, los
discursos políticos, etc.
La dimensión emocional de los líderes exitosos aporta evidencias sobre las cuales
construir la formación en liderazgo. El liderazgo emocional pone sobre la mesa las
dinámicas emocionales que se establecen entre los líderes y la ciudadanía. ¿Qué es lo
que caracteriza el liderazgo eficiente? Principalmente la capacidad de movilizar
personas para que hagan lo que se considera que se tiene que hacer. Las personas se
pueden movilizar desde las emociones. Emoción y motivación son anverso y reverso
de la misma moneda. Ambas proceden del latín movere; en concreto, emoción

38
proviene de ex-movere, que significa sacar hacia fuera lo que se lleva dentro, lo cual
remite a la motivación intrínseca. Así, por ejemplo, cuando se pide a grupos de
personas que escriban nombres de líderes, es habitual que surjan nombres que se
pueden clasificar en dos categorías. En una estarían Napoleón, Aníbal, Hitler, Stalin,
etc., y en la otra Gandhi, Mandela, Luther King, Teresa de Calcuta, etc. Los discursos
políticos, ideologías, manifiestos, mítines, debates, etc., rezuman emociones de
fondo. ¿Qué emociones suscitan estos líderes? ¿Desde qué emociones han
movilizado? La respuesta es evidente: en unos casos movilizan a partir del miedo y la
ira, y en otros a partir del amor y la justicia. ¿Cómo queremos que nos movilicen
nuestros líderes? ¿Qué discurso emocional queremos en los líderes que vamos a
votar?
Los políticos, sean conscientes de ello o no, están implicados en procesos que
configuran la esfera pública emocional. La dinámica de la competición política está
impregnada de emociones. A veces se observa una postura disfuncional creciente,
con rituales antagónicos de los partidos políticos que permiten el análisis de sus
funciones emocionales. La imagen pública que se da y se quiere dar es la de la
confrontación constante, crispación, recelo, animadversión, tensión, acritud, etc., lo
cual crea un clima emocional de desconfianza. ¿Es esto lo que la ciudadanía espera de
los políticos? ¿Es este el mejor clima emocional para el bienestar de la ciudadanía?
Richards (2013: 126) se refiere a la «gobernanza emocional» para referirse a la
función de la gestión emocional. Consiste en gestionar las emociones colectivas a
partir de la toma de conciencia de los efectos de las emociones en las decisiones y en
los climas emocionales que se generan. No se trata de manipular emocionalmente a la
ciudadanía para crear climas de buena disposición hacia el gobierno. Esto, además de
no funcionar, sería contraproducente. De lo que se trata es de tomar conciencia de
cómo la dimensión emocional repercute en múltiples aspectos de la política, la
ciudadanía, las actitudes, las decisiones y los resultados de las elecciones.
«Gobernanza emocional» es un término neutro y abstracto, que no pretende tener
ninguna connotación, ni positiva ni negativa, pero que afecta a la ciudadanía. Expresa
una llamada de atención sobre la importancia de la dimensión emocional en la esfera
pública.
No solamente los políticos están implicados en la gobernanza emocional y en la
configuración de la esfera pública emocional, sino que los periodistas tienen un papel
esencial en estos procesos. También ejercen una gran influencia las personas
famosas, celebridades, artistas, actores, cantantes, deportistas, personas mediáticas,
etc. Todas las personas contribuyen a generar la esfera pública emocional, pero las
personas famosas, mediáticas, tienen un peso extraordinario del cual conviene tomar
conciencia.
Los análisis políticos habitualmente se basan en los aspectos materiales:
economía, finanzas, educación, salud, empleo, vivienda, etc. Cuando se observa la
esfera pública emocional y las dinámicas de gobernanza emocional, se ve la realidad
desde otra perspectiva. Se podría comparar con la observación directa del cuerpo
humano respecto de ver el mismo cuerpo a través de rayos X. De esta forma se

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pueden analizar realidades que quedan escondidas a la observación directa.

EXTREMISMOS Y NECESIDAD DE REGULACIÓN EMOCIONAL

Los extremismos se pueden considerar como un trastorno emocional social; es


decir, una exacerbación de ciertas emociones que inducen a las acciones propias de
los extremismos. Richards (2013) aplica la perspectiva de la esfera pública emocional
y la gobernanza emocional a los extremismos, lo cual le lleva a la conclusión de que
el discurso de todos los extremismos destructivos se organiza en torno a una amenaza
o enemigo, de tal forma que el tema fundamental del discurso extremista depende de
quién o qué se presenta como el enemigo principal. Pero la esencia es que hay una
ideología emocional centrada en el odio hacia el otro. El lector puede poner nombre
al «otro» (etnoi) en función de las noticas que pueda leer sobre los diversos
extremismos, fundamentalismos, fanatismos, etc.
El reto de los partidos políticos principales está en canalizar la ansiedad y el
resentimiento que activan los extremismos, sobre todo después de acontecimientos
clave, como un atentado terrorista. Si esta regulación emocional de la ciudadanía se
realiza de forma efectiva, los extremismos van a permanecer en una situación
marginal. De lo contrario se puede encender la mecha que provoque una explosión
social de efectos imprevisibles.
Para contribuir a una regulación emocional eficiente se hace necesario el
desarrollo de competencias emocionales en la ciudadanía, y particularmente en la
clase política. Esto afecta a la educación formal y a la formación continua en las
empresas, organizaciones y medios socio- comunitarios.

EL DESPLAZAMIENTO SOCIAL

En los últimos 200 años se han producido múltiples desplazamientos geopolíticos.


Por ejemplo, desplazamientos desde el este (Oriente) hacia el oeste (Occidente);
desplazamientos dentro del oeste, principalmente en Norteamérica; desplazamientos
del sur hacia el norte, tanto en África como en América, etc. Casos especiales de
estos desplazamientos son los debidos a causas políticas, como los alemanes que
emigraron a América en los años treinta como consecuencia del nazismo, los
españoles que emigraron como consecuencia de la guerra civil, los refugiados que
huyen de Siria en 2016 como consecuencia de la guerra, etc.
Los desplazamientos sociopolíticos conllevan efectos psicosociales y emocionales
que a veces no se tienen en consideración. Pensemos por ejemplo en un niño que ha
vivido con sus abuelos en un país latinoamericano hasta los 10 años y después se
tiene que trasladar a otro país, por ejemplo España, para vivir con su madre separada.
En el nuevo país o ciudad no conoce a nadie y ha perdido sus vínculos afectivos
familiares y de amigos. Todo esto representa una carga emocional muy fuerte, más

40
allá de los problemas económicos.
Un desplazamiento forzado es muy penoso, por ser muchas veces inevitable y al
mismo tiempo inaceptable. Como consecuencia, se produce una predisposición a la
acción: cambio en sí mismo y cambio en el contexto. Los desplazamientos cambian a
las personas y a las sociedades.
El concepto de desplazamiento social, tal como lo expone Smith (2013), va más
allá del desplazamiento sociopolítico. Tiene una carga emocional muy fuerte y se
refiere tanto a las personas como a los grupos. Una persona desplazada no es
solamente una persona forzada a desplazarse físicamente de un lugar a otro, sino una
persona que cambia su posición social. Por ejemplo, una persona que es despedida
del trabajo, que se queda en situación de desempleo, que pierde su casa, que es
condenada injustamente, etc. Todos ellos son ejemplos de desplazamiento social.
Puede haber desplazamiento social sin desplazamiento geográfico.
El desplazamiento social afecta a la identidad personal y social. ¿Quién soy?,
¿quiénes son los nuestros?, ¿pertenezco yo a este grupo?, ¿de quién me puedo fiar? A
veces, en situación de desplazamiento, uno puede sentir que no pertenece al grupo
que la sociedad le asigna, lo cual aumenta la sensación de desplazamiento. En esta
situación se pueden vivir experiencias de humillación, fuertes sentimientos de miedo,
tristeza, ira y desconfianza generalizada; miedo a no tener trabajo y no ganar lo
suficiente para la subsistencia propia y de la familia; miedo a perder los propios
bienes y propiedades; desconfianza general, con una percepción de no poderse fiar de
nadie, lo cual induce un sentimiento profundo de soledad; de este miedo deriva
tristeza por todas las pérdidas posibles o reales, y finalmente se puede convertir en
ira, que estimula a defender los propios derechos y la supervivencia.
Estas experiencias y emociones fuertes constituyen un trauma emocional personal
que puede comportar reacciones, en cierta forma, imprevisibles. Una población en
estas circunstancias puede derivar en un grupo social políticamente muy activo.
Smith (2013) presenta un análisis de cuatro casos ilustres de desplazamiento
social. Se trata de cuatro presos famosos: Oscar Wilde, Jean Améry, Nelson Mandela
y Aung San Suu Kyi. El encarcelamiento de estas personas son para Smith ejemplos
de desplazamiento social. En este estudio comparativo se exploran ciertos procesos y
mecanismos emocionales relacionados con el desplazamiento social forzado en
tiempos de tensión política. Estos procesos incluyen, por ejemplo, la formación de un
hábito personal, que consiste en la forma de ser, sentir, pensar y actuar. El hábito
personal se expresa en las dinámicas del miedo, ansiedad, remordimiento y
resentimiento. Ello afecta a la gestión del riesgo emocional y la recompensa en las
relaciones con la familia, amigos, colegas y sociedad; la interacción entre
reconocimiento, pérdida del reconocimiento y no reconocimiento; las implicaciones
de la publicidad comparada con el secreto y la privacidad; las estrategias de
afrontamiento y gestión emocional en situación de desplazamiento social forzado,
incluyendo la aceptación, reconciliación, evasión, resistencia y venganza.
Las personas que son víctimas de desplazamiento social forzado suelen reflexionar
seriamente sobre su situación, produciéndose varios factores de análisis. Por una

41
parte, un deseo de venganza frente a los enemigos y opresores. Por otra, el deseo de
ver transformaciones positivas en las instituciones sociales y en las formas de
comportamiento opresivo.
Los deseos de venganza pueden ser muy fuertes. Dejarse llevar por ellos puede
significar entrar en una espiral de violencia ascendente de repercusiones
imprevisibles. Venganza y represalias se van sucediendo, una a continuación de la
otra, en un ciclo difícil de controlar. Una consecuencia es la dificultad o
imposibilidad de realizar una política realmente constructiva.
Es interesante observar que algunos análisis sociales, políticos y religiosos de
trascendencia social se han escrito en la prisión por parte de presos ilustres. Algunos
ejemplos son las Epístolas de San Pablo, El Príncipe de Maquiavelo, Mein Kampf de
Hitler, Prison Notebooks de Gramsci, Long Walk to Freedom de Nelson Mandela,
etc. Estos análisis pueden ir en direcciones diferentes, según sean las emociones
predominantes del autor: miedo, odio, tristeza o amor y esperanza.
Oportunistas como Hitler son expertos en explotar las emociones de los demás,
creando un liderazgo basado en el odio y el miedo. Políticos, periodistas y
demagogos, hablando el lenguaje del odio, el insulto y la ofensa, siempre serán
capaces de aprovechar el resentimiento y las emociones de la gente, desencadenando
ciclos de venganza y violencia, dentro y entre grupos sociales, cuyos resultados
finales son imprevisibles, y muchas veces violentos.
Cuando las personas experimentan emociones muy fuertes de ira, miedo y tristeza
sienten necesidad de transformar algo, ya sea en el contexto, en las relaciones con
otras personas o en sí mismos. Esto favorece la creación de una potente fuerza
triangular entre emociones, acciones y cambio político. Oscar Wilde, Jean Améry,
Nelson Mandela y Aung San Suu Kyi utilizaron sus emociones en situaciones
sumamente adversas, gestionándolas de forma apropiada para extraer análisis de
esperanza en un futuro mejor.

EMOCIONES Y NACIONALISMOS

El sentimiento de pertenencia nacional se plasma constantemente a través de las


instituciones y la práctica simbólica, principalmente a través de la educación
obligatoria, que incluye una particular perspectiva patriótica de la historia y de la
política del país. El uso de los símbolos nacionales, principalmente la bandera y el
himno, tiene una carga patriótica emocional de gran potencia. Otros aspectos son el
ejército nacional, el lenguaje patriótico, las imágenes de los dirigentes políticos en
edificios y actos oficiales, los nombres de muchas calles y plazas, los monumentos a
políticos y padres de la patria, las paradas militares, el día nacional, la memoria
colectiva, etc. La participación repetida en actividades simbólicas nacionalistas
produce el clima emocional de solidaridad necesario para fomentar el patriotismo.
Todo ello proporciona un sentimiento de pertenencia y de identidad nacional.
El problema está cuando todo esto se convierte en un patriotismo excluyente. De

42
un acendrado potencial de distinción entre «nosotros» y los «otros» puede derivar la
asimilación de «nosotros somos los buenos» y «los otros son los malos». ¿Quiénes
somos nosotros y quiénes son los otros? La respuesta a esta pregunta contribuye a
identificar los nacionalismos.
Al hablar de nacionalismos entramos en un lenguaje complejo, donde cada uno
asocia el concepto a su propia experiencia y a lo que le han enseñado. Pero lo más
importante son las emociones que suscitan ciertas palabras en torno a estos temas. Es
importante que el lector tome conciencia simplemente de las emociones que le suscita
una frase como esta: «No tiene nada que ver el nacionalismo de los nazis con el
nacionalismo de Quebec, de Escocia o de Cataluña».
Las palabras políticas activan emociones, que pueden ser positivas o negativas.
Tome conciencia el lector de si la palabra «nacionalismo» le activa algo positivo o
negativo. De esto se derivan actitudes a favor o en contra. Muchas veces las
emociones se activan más a partir de las creencias que de argumentos bien
fundamentados. De esta forma, la palabra «nacionalismo» va a activar actitudes,
sentimientos y reacciones a favor o en contra en función del lugar de residencia, la
familia, los amigos, el contexto social y político, las experiencias previas, etc. Estas
actitudes a favor o en contra pueden dificultar o imposibilitar un diálogo objetivo
sobre el mismo concepto de nacionalismo.
Se puede distinguir entre un nacionalismo «bueno» y otro «malo» (Heaney, 2013).
Este último se caracterizaría por el extremismo, la exclusión y la violencia; mientras
que el primero sería de reivindicación pacífica de la identidad nacional, de los
derechos y de la legitimidad ignorada. Teniendo esto presente, nos atrevemos a
presentar a continuación algunos elementos sobre los nacionalismos desde la
perspectiva emocional.
Desgraciadamente, a lo largo de la historia han surgido nacionalismos extremos
como el fascismo y el nazismo (Heaney, 2013: 249-250). El orgullo patriótico y la
humillación son emociones importantes que se han utilizado para provocar reacciones
en la ciudadanía. Hitler, por ejemplo, tenía una especie de paranoia por resaltar la
humillación que había supuesto la derrota en la guerra franco-prusiana y la necesidad
de resarcimiento. El orgullo patriótico, basado en la raza aria, requería una venganza,
y por tanto la estimulación del odio que la activase. De esta forma se producen ciclos
de humillación, ira, odio y venganza. Fijémonos en este ciclo emocional básico de
motivación y activación de reacciones sociales y políticas de efectos nefastos.
Todo esto no tiene nada que ver con los nacionalismos que llevaron a la
independencia de los Estados Unidos en el siglo XVIII, de los países latinoamericanos
en el XIX o de ciertos países africanos en el XIX. Otros ejemplos de nacionalismos
pueden ser el de Escocia, Quebec o Cataluña, donde el sentimiento de pertenencia
juega un papel muy importante. La importancia reside en que los sentimientos no se
cambian fácilmente. Si no se siente escocés y no se siente inglés, no hay argumentos
lógicos que lo cambien. De forma parecida a cuando una persona está profundamente
enamorada de otra, las argumentaciones sobre la no conveniencia de este amor no es
suficientemente potente como para cambiar los sentimientos. Dicho de otra forma, los

43
razonamientos no son lo suficientemente potentes como para cambiar los
sentimientos. Esto es lo que cuesta entender desde el punto de vista estrictamente
racional.
Para comprender los nacionalismos es importante comprender previamente el
concepto de «nación». No es este el lugar apropiado para profundizar en un concepto
tan complejo. Aquí nos limitamos a comentar las emociones concomitantes al
nacionalismo, tales como el sentimiento de pertenencia conjunta a un grupo, tan
esencial en los procesos de identificación nacional. Cuando se habla de sentimiento
de pertenencia conviene hacer notar que se trata de eso: un sentimiento. El
sentimiento es la emoción hecha consciente, y que con la participación de la voluntad
se puede alargar durante toda la vida, e incluso transmitir de generación en
generación. La dimensión emocional es lo que caracteriza el sentimiento de
pertenencia.
Naturalmente, estos análisis son problemáticos y discutibles y requieren más
extensión para exponerlos con mejor argumentación, con más espacio del que nos
hemos fijado. Por otra parte, en el análisis de los nacionalismos es esencial la
distinción de los diversos tipos de nacionalismo. La idea que queremos exponer se
puede comprender fácilmente a partir de la observación, el conocimiento de la
historia y los movimientos nacionalistas actuales. La síntesis y la conclusión es que
las emociones juegan un aspecto esencial en los nacionalismos.

REPRESIÓN DE LA EMOCIÓN

Es interesante observar que un muchacho que se exprese con rabia y violencia,


incluso insultando, maldiciendo o soltando tacos, va a ser mejor aceptado por los
compañeros que si se le ve llorando. Todavía el llorar en los niños se ve como un
signo de debilidad. Aquí sí que nos referimos principalmente al género masculino.
Muchos jóvenes van a sentir vergüenza por llorar. Lo mismo pasa en la mayoría de
los hombres adultos. No pasa lo mismo en las niñas y las mujeres, donde el llorar les
está más permitido. Esto es un ejemplo de represión emocional que se difunde en la
cultura, la familia, las amistades y los medios de comunicación.
La represión emocional discriminada es todavía una realidad, mucho más presente
en nuestra sociedad de lo que sería deseable y de lo que podríamos suponer o
imaginar, lo cual es una justificación más en favor de la importancia y necesidad de
una educación emocional. Hay que practicar para poder tener ira sin gritar y poder
expresarnos con cortesía. La persona que nos ha ofendido, cuando comprende la
causa de nuestra ira, es más probable que pueda pedir disculpas si mantenemos
nuestra cortesía que si adoptamos un lenguaje agresivo.
Hasta que no avancemos en la resolución de emociones escondidas, nuestra
sociedad no solucionará sus problemas, debido a que las motivaciones emocionales
son invisibles para los políticos así como para la ciudadanía. Uno de los objetivos que
nos proponemos es hacer visible el mundo emocional, hasta que sea considerado tan

44
importante como lo político-económico.

RESUMEN Y CONCLUSIONES

En este capítulo se comentan diversos aspectos relacionados con la tensión


política. En concreto se han analizado situaciones de campañas políticas, crisis,
extremismos, desplazamiento social y nacionalismos como ejemplos característicos
de tensión política.
A menudo la emoción precede a la cognición, los pensamientos y la razón. Las
situaciones de tensión política crean climas emocionales que generan actitudes
colectivas, previas a cualquier argumentación o acción política, lo cual va a dificultar
la superación de la tensión. Por este motivo muchas tensiones políticas se alargan
mucho más de lo aceptable, debido a que se han generado climas emocionales que
son una barrera para el cambio. Es fácil pasar de la confianza a la desconfianza, pero
es mucho más difícil pasar de la desconfianza a la confianza. Este camino puede ser
irreversible.
Una ciudadanía partidista tiende a mantener la fidelidad del voto más allá de los
acontecimientos que comprometen la integridad y competencia de los candidatos. Sin
embargo, una ciudadanía deliberativa analiza críticamente la situación y toma
decisiones desde su autonomía emocional.
Las emociones colectivas pueden ser una barrera para la superación de las crisis.
En situaciones de crisis, para favorecer la necesaria implicación de la ciudadanía en la
superación del momento es necesario un cambio en el clima emocional, pasando de la
desconfianza a la confianza en los líderes y permitiendo así crear un clima de
esperanza en la superación de la crisis.
Los extremismos son una manifestación del analfabetismo emocional. En
concreto, los extremismos representan una falta de regulación emocional. La
regulación emocional es un difícil equilibrio entre el descontrol y la represión.
Extrema se tangunt (los extremos se tocan) decían los clásicos. En este sentido, los
extremismos muchas veces se caracterizan por la represión y el descontrol.
En este capítulo se hace referencia a algunos aspectos concretos relacionados con
las tensiones políticas. En los capítulos siguientes se tratan otros aspectos como los
traumas políticos, el cambio social, las protestas políticas, las transiciones políticas y
la violencia. En todos estos aspectos hay una dimensión emocional sobre la cual
conviene llamar la atención para sensibilizarnos y posibilitar tomar las mejores
decisiones con conocimiento de causa.

45
4. TRAUMA Y POLÍTICA DEL MIEDO

Un atentado terrorista, una derrota militar o perder una guerra son ejemplos de
traumas en política. Un trauma es un acontecimiento de gran impacto emocional,
junto con otros efectos. Un trauma político puede producir un clima emocional
caracterizado por emociones como inseguridad, vulnerabilidad, indefensión y miedo.
Estos climas emocionales son un buen caldo de cultivo para políticas represoras, tal
como se ha puesto en evidencia en repetidas ocasiones. La política del miedo a veces
se fundamenta en un trauma o en la prevención de un trauma hipotético.
Un trauma político es un fenómeno colectivo. A diferencia de un trauma personal,
un trauma colectivo se puede transmitir de generación en generación a través de
narrativas diversas que estimulan a algún tipo de acción. A ello se le denomina
transmisión intergeneracional del trauma. Una derrota militar se puede transmitir a las
generaciones futuras, con la necesidad de vengar la humillación recibida como única
forma de recuperar el honor perdido.

EL TRAUMA EN POLÍTICA

Un trauma es un acontecimiento horroroso que provoca un shock que las personas


no están en condiciones de procesar y afrontar. Un accidente o un atentado terrorista
son ejemplos de trauma.
Algunas de las personas que han experimentado un trauma a través de
acontecimientos específicos pueden padecer el trastorno por estrés postraumático
(TEPT), que es un trastorno mental y emocional clasificado dentro de los trastornos
de ansiedad y que se caracteriza por la aparición de síntomas específicos tras la
exposición a un acontecimiento altamente estresante y extremadamente traumático.
Los veteranos de guerra son normalmente los más propensos a padecer el trastorno de
estrés postraumático. Lógicamente, las víctimas de atentados terroristas o personas
que los han vivido muy de cerca están en situación de vulnerabilidad para sufrir el
TEPT.
Lacan (1978: 55) denomina trauma a «un encuentro con lo real» que induce a
pensar: «Lo que ha sucedido no les ha pasado a ellos, sino a mí. ¿Por qué me ha
tenido que pasar a mí?». Edkins (2003: 246) formula preguntas en este sentido,
pensadas específicamente para los políticos. Son preguntas sin respuesta para inducir
a la reflexión y tal vez a la rumiación. El trauma reaparece constantemente a través
del recuerdo, la rumiación y las narrativas que se derivan. Resende y Budryte (2014)
abundan en el trauma en las relaciones internacionales, ya que la historia de la
humanidad es una historia de conflictos, guerras y traumas nacionales e

46
internacionales.
Un trauma necesita ser expresado a alguien. Después de un impacto emocional
fuerte, las personas tienen necesidad de explicarlo como mínimo a una o varias
personas. Para Lacan, el inconsciente se estructura como un lenguaje, y en este
sentido se interesa por los efectos simbólicos del lenguaje. El relato de un trauma
resalta sus aspectos emocionales.
Kinnvall (2013), a quien seguimos en gran medida en este apartado, se interesa
por las narrativas que se hacen de los traumas políticos y distingue entre trauma
psicológico y trauma colectivo. Esta distinción se basa en que las emociones se viven
de forma individual, pero también colectiva. Es decir, se producen contagios
emocionales y sus efectos en los climas emocionales. Un trauma colectivo es de
carácter cultural, social y político, que ocurre cuando los miembros de una
colectividad sienten que han sido sometidos a acontecimientos horrendos que dejan
marcas indelebles sobre la conciencia colectiva, marcando sus memorias para
siempre. Un trauma incluso puede cambiar la identidad personal y colectiva de forma
irreversible (Alexander et al., 2004).
Eyerman et al. (2011) analizan las características de las narraciones de los traumas
colectivos y el impacto del sufrimiento grupal. En su opinión, un trauma colectivo se
describe en términos de representación que orienta las concepciones colectivas
morales y políticas.

EL TRAUMA DEL TERRORISMO

El terrorismo es uno de los traumas políticos presentes en una parte importante del
mundo en las primeras décadas del siglo XXI. Por las repercusiones mediáticas que
tuvo, un ejemplo significativo de trauma colectivo fue el ataque terrorista a las torres
gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, con el resultado de 2.996
muertos. La trascendencia de este acontecimiento ha generado ríos de tinta en la
prensa, libros y medios de comunicación en general. Siguiendo una tradición en los
medios de comunicación, vamos a abreviar este acontecimiento con la expresión
9/11, que significa el mes 9 (septiembre) día 11, ya que en inglés se acostumbra a
poner primero el mes y después el día, al contrario de lo habitual en castellano.
Desgraciadamente desde entonces se han producido otros ataques terroristas, que
son vividos como traumas, entre los que destacan los siguientes, por el impacto
mediático que han tenido:

— Los atentados del 11 de marzo de 2004 en la estación de Atocha y otros lugares


de Madrid, conocido como 11-M, con 193 personas muertas y 1.858 heridas.
— Las bombas del 7 de julio de 2005 en Londres, con 56 personas muertas (4 de
ellas terroristas) y más de 700 heridas, conocido como 7/7.
— La masacre de la isla de Utoya (Noruega) el 22 de julio de 2011, provocada por
Anders Behring Breivik, que disparó provocando 77 muertes. En este caso el

47
motivo fue atacar contra la islamificación de Europa.

Conviene señalar que hay otros atentados importantes, pero que tal vez no hayan
tenido tanto impacto mediático. Ello induce a la reflexión sobre qué es lo que provoca
que unos atentados tengan más impacto mediático que otros. Es evidente que no es el
número de víctimas, ya que entre los más importantes por el número de víctimas en
los primeros 15 años del siglo XXI están los siguientes:

— Bombardeos de Yazidi (Irak), cerca de Mosul, el 14 de agosto de 2007, con


796 personas muertas y más de 1.500 heridas.
— Masacre en la escuela de Beslán, Osetia del Norte (Rusia) el 3 de septiembre
de 2004, con más de 370 personas muertas (171 de ellas niños), cientos de
heridos y desaparecidos.
— La bomba en la embajada de Estados Unidos en Nairobi en 2008, con 303
personas muertas.
— Atentados del 26 de noviembre de 2008 en Bombay, con 173 personas muertas
y 327 heridas.
— El vuelo 17 de Malaysia Airlines, un Boeing 777 derribado por un misil el 17
de junio de 2014, con 298 personas fallecidas.
— Ataque en Bali el 12 de octubre de 2002, con 202 personas muertas.
— Atentado del Superferry 14 el 27 de febrero de 2004 en Filipinas por una
bomba oculta en un aparato de televisión que provocó un agujero en la
embarcación, matando a 116 personas.

Pero lo que importa subrayar aquí es que a partir de 2015 estos traumas se
intensifican. Veamos algunos ejemplos representativos de esta escalada de violencia:

— Asalto a la revista Charlie Hebdo en París el 7 de enero de 2015, con 12


muertos y 11 heridos.
— Ataque yihadista del 2 de abril de 2015 en la Universidad de Garissa, en Kenia,
con 147 personas muertas.
— Atentados del 13 de noviembre de 2015 en París, con 137 personas muertas y
415 heridas, conocido por Bataclán por ser el nombre del lugar donde hubo
más muertos.
— El 22 de marzo atentado en el metro y aeropuerto de Bruselas, con al menos 35
personas muertas y alrededor de 300 heridas.

Solamente entre junio y julio de 2016 se han producido como mínimo los
siguientes:

— El 12 de junio atentado en una discoteca gay de Orlando, con más de 50


muertos.
— El 28 de junio atentado en el aeropuerto de Estambul, con más de 45 muertos.
— El 1 de julio atentado en un restaurante de Dacca (Bangladesh), con 22

48
muertos.
— El 3 de julio atentado en Bagdad, con al menos 300 muertos y unos 250
heridos.
— El 14 de julio en Niza un camión conducido por Mohamed Lahouaiej Bouhlel
mata a 85 personas y deja heridas a 303.
— El 19 de julio un joven refugiado afgano de 17 años hirió de gravedad a cinco
personas con un hacha en un tren cerca de Wurzburgo.
— El 22 de julio un tiroteo en Múnich tiene el resultado de 9 muertos y 27
heridos.
— El 24 de julio Mohamed Dalil, un refugiado sirio, hace estallar una bomba en
Ansbach (Baviera), con el resultado de 12 personas heridas.
— El 26 de julio un cura es decapitado y varias personas resultan heridas en una
iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray, en Normandía.

Esta intensificación de los atentados en 2016 constituye un trauma, principalmente


en Europa.
Conviene señalar que en estos atentados yihadistas se denomina a los autores de
forma distinta: el autodenominado Estado Islámico, DAESH e ISIS. Algunas
instancias han propuesto no utilizar la expresión Estado Islámico, ya que ni es Estado
ni es islámico, de modo que esta denominación supondría una legitimización
indebida. Por esto se utiliza Daesh, que es el acrónimo árabe de al-Dawla al-Islamiya
al-Iraq al-Sham (Estado Islámico de Irak y el Levante). Los terroristas detestan esta
denominación porque en árabe el sonido de esa palabra es parecido a «algo que
aplastar o pisotear»; también significa «intolerante» o «el que siembra la discordia».
ISIS es la traducción al inglés del acrónimo «Islamic State of Irak and Syria».
También se ha utilizado ISIL (Islamic State of Irak and the Levant). ISIS
probablemente sea la expresión más utilizada en el mundo, sobre todo por la prensa
anglosajona.
Todos los acontecimientos citados en este apartado representan ejemplos
ilustrativos de grandes traumas sociales y políticos, algunos con más impacto
mediático que otros. La cercanía geográfica es un factor importante en el efecto
mediático, junto con otros factores. El problema es que se repiten cada vez con mayor
frecuencia, lo cual produce una sensación generalizada de miedo, inseguridad,
vulnerabilidad y de indefensión que favorece la política del miedo. Como dijo Tito
Livio, «el miedo siempre está dispuesto a hacernos ver las cosas peor de lo que son».

LA POLÍTICA DEL MIEDO

La política del miedo ha estado presente desde la prehistoria. Uno de los


elementos activadores del miedo, aunque no es el único, es un trauma. La política del
miedo está profundamente conectada con los traumas y acontecimientos de impacto
social negativo, ya que activan un pensamiento de estar en situación de riesgo,
vulnerabilidad y amenaza constante.

49
Es curioso observar que se habla mucho del 9/11, que causó unos 3.000 muertos.
En cambio prácticamente no se habla de las más de 10.000 personas muertas y más
de 20.000 heridas por armas en fuego cada año en Estados Unidos (véase La
Vanguardia, 3 de enero de 2016, p. 8). Esto último ya forma parte del paisaje
habitual, y por tanto no es noticia. Además no interesa que lo sea, ya que es de
dominio público que hay muchos intereses detrás de las armas. Las tragedias
provocadas por las armas de fuego se viven como un drama personal y familiar, pero
no como un trauma colectivo del país. En cambio sí se vive como una trauma del país
el 9/11. Cada uno puede sacar sus propias reflexiones sobre los climas emocionales
que se crean en torno a los acontecimientos y su tratamiento en los medios de
comunicación.
Desde la perspectiva política y social, el miedo se puede interpretar como una
construcción psicológica según la cual ciertos acontecimientos afectan a personas que
no han tenido contacto directo con ellos. En esta dirección se manifiesta la literatura
sociológica sobre la política del riesgo (Bauman, 2001; Kinnvall, 2013), surgiendo
expresiones como «la edad de la ansiedad», «gobernabilidad de preocupación»,
«instrumentalidad emocional estructural», «traumas elegidos» o «inseguridad
ontológica».
Llegados a este punto, conviene analizar el punto de vista del «otro». ¿Cuál es su
percepción de la realidad? Esto siempre dependerá de quién sea el «otro».
Imaginemos por un momento que el «otro» son los yihadistas. Si bien podemos
avanzar múltiples y diversas interpretaciones, sin la seguridad de que alguna de ellas
se ajuste a la realidad, ya que en gran medida la desconocemos, podemos convenir en
que una de las interpretaciones posibles y verosímiles es la narrativa siguiente: la
cultura occidental representa el mal por múltiples razones; profesan una religión
contraria a la nuestra, por la que lucharon y murieron miles de musulmanes; nos
expulsaron de Europa en el siglo XIV (trauma) y desde entonces solamente hemos
sufrido humillaciones del imperialismo occidental; es nuestro deber devolver el honor
a los «nuestros» con la recuperación de los territorios perdidos y la instauración del
califato universal.
En contraposición, pueden proliferar (como está sucediendo) en Europa y América
movimientos basados en el miedo que fomentan la xenofobia y la exclusión. Todo
esto son narrativas que pretenden subrayar cómo la política del miedo se sustenta a
menudo sobre acontecimientos traumáticos que activan emociones fuertes que
predisponen a la acción.
La experiencia de un trauma genera emociones intensas que predisponen a un
sentimiento de victimización, lo cual provoca una distorsión en la percepción de la
realidad, en la activación de mecanismos de defensa inconscientes y en la defensa de
la ideología, de tal forma que induce a pensar en categorizaciones simples de bueno y
malo, nosotros y ellos; inclusión para nosotros, exclusión para ellos.
Esto está más presente de lo que sería deseable. Cuando se escucha a muchos
representantes de partidos políticos y candidatos a elecciones se puede llegar a la
conclusión de que su pensamiento se puede resumir en: «Nosotros somos los buenos,

50
siempre hacemos las cosas bien y tenemos la razón; ellos son los malos, están
equivocados, siempre lo hacen todo mal y no tienen razón». Con estos principios es
prácticamente imposible poderse entender. Es evidente que el diálogo entre políticos
es muy difícil y con frecuencia imposible.
Todas estas manifestaciones permiten poner sobre la mesa lo que es una constante
de este libro: la tendencia a mantener las emociones separadas de la racionalidad en
los análisis políticos y sociales. Pero, a poco que se analice, se observa que las
emociones toman la delantera a las reflexiones, decisiones y acciones, sin que haya
plena conciencia de ello.

LA TRANSMISIÓN INTERGENERACIONAL DEL TRAUMA

En los análisis de los traumas se puede observar que es probable que se produzca
una «transmisión intergeneracional del trauma» (Volkan, 2002), tanto a nivel
personal psicológico como en la dimensión colectiva y política.
Cuando Aníbal juró odio eterno a los romanos, preludiaba que el odio se podía
transmitir de generación en generación. Es lo que puede estar pasando en los
conflictos que se prolongan durante generaciones, como el árabe-israelí, situaciones
en Ruanda y Burundi, etc. La perduración de la transmisión intergeneracional del
trauma puede prolongarse durante generaciones.
Un ejemplo de trauma histórico puede ser el 11 de septiembre de 1714 en
Cataluña. Después de este trauma, Cataluña no solamente no ha tenido ocasión de
vivir una catarsis liberadora, sino que ha sufrido repetidos traumas a lo largo de los
últimos 300 años que no han hecho más que agravar la conciencia de trauma
colectivo que necesita un resarcimiento emocional. Este trauma no superado, junto
con otros motivos políticos y económicos, de no atenderse de forma apropiada y
satisfactoria puede alargar indefinidamente la transmisión intergeneracional del
trauma. Es el «trauma crónico» o la «cronificación del trauma».
Desgraciadamente, la historia universal está plagada de traumas crónicos que la
política no ha sido capaz de gestionar de forma apropiada para su superación.
Fijémonos en la profunda carga emocional que está presente en un trauma crónico, lo
cual reclama una atención especializada que no siempre se da de forma apropiada.

LA NARRATIVA DEL TRAUMA

La reconstrucción social de hechos traumáticos se convierte en poderosos


significados en respuesta a la experiencia de emociones negativas (humillación,
derrota, vergüenza, inseguridad, vulnerabilidad, víctima). En el caso de los hechos
gloriosos pasa algo similar, pero respecto a emociones positivas. Las emociones
fuertes tienen a percibir la realidad de forma más acentuada, tal vez exagerada, que
puede producir una distorsión en la percepción de la realidad. Es decir, las emociones

51
fuertes que se experimentan como consecuencia de un trauma van configurando
significados potentes de trascendencia social y política.
Se produce una distorsión en la narrativa histórica, hasta tal punto que las
narrativas de los mismos acontecimientos, contadas por identidades diferentes,
parecen historias distintas. Dicho más claramente, la historia de la colonización de
América se explica de forma muy diferente en España que en algunos países
latinoamericanos; la historia de la guerra civil española es muy diferente según el
bando que la cuenta, lo cual aclara por qué la historia de España que se explicaba en
las escuelas en los años sesenta sea muy distinta de la que se explica en las primeras
décadas del siglo XXI.
Conviene tener presente que, desde una interpretación psicoanalítica de la
temporalidad, la memoria que conecta directamente con el síntoma no representa
acontecimientos que han sucedido tal como son las narrativas del trauma, sino que
son realidades reconstruidas de forma retroactiva.
Esto explica que la historia que se explica en diferentes comunidades y países sea
distinta, y que incluso puede ser distinta en distintas escuelas de la misma comunidad.
Todavía más, puede ser distinta en diferentes grupos de la misma escuela, en función
del sentimiento de identidad del profesor. Esto predispone a una incomprensión
mutua por parte de personas con un sentimiento de identidad colectiva distinta, y por
tanto supone una grave dificultad en el diálogo. Estas diferencias en la reconstrucción
de los acontecimientos históricos, sobre todo los traumáticos, dificulta el diálogo
hasta tal punto de poder hacerlo imposible.
De ahí la importancia de no quedarse con la hagiografía de las glorias históricas y
recurrir a la historiografía científica que permita una convergencia consensuada de la
narrativa. Dicho de otra forma, pasar de una opinión interesada y sesgada por la
emoción a una historia basada en la ciencia y fundamentada en evidencias. Se trata de
pasar de la opinión (doxa) que cada uno tiene (o que defiende un grupo de presión) a
la ciencia (episteme) basada en el conocimiento objetivo, de una política basada en la
interpretación interesada a una política fundamentada en las aportaciones de las
investigaciones científicas. No podemos permitir que las emociones generadas por un
trauma distorsionen la percepción de la realidad, con la consecuente reconstrucción
de narrativas diferentes según la implicación emocional y los intereses del narrador.
Esto puede significar deconstruir las narrativas normalizadas del orden social
establecido. Con este objetivo, la resistencia y resiliencia son alternativas a las
narrativas hegemónicas del trauma y del miedo. Hay que tener en cuenta que los
traumas tienen una narrativa que habitualmente facilita la catarsis necesaria para su
superación.
Se requieren competencias emocionales para poder llegar a historias compartidas,
basadas en evidencias, como un paso importante para la construcción de la
convivencia en la diversidad y para la activación de emociones positivas colectivas
con perspectivas de futuro.

52
SIGNIFICANTES Y EMOCIÓN

Una categoría crucial en la teoría psicoanalítica de Lacan (1978) es el de


signifiants maîtres, que se ha traducido al inglés como master signifiers y al
castellano de distintas formas: significantes maestros, significantes principales o
significantes máximos. Se refiere a la significación, con la cual las personas y los
grupos se sienten identificados. Entre estos significantes máximos están nación,
religión, cultura, género, etc. De ello se deriva la importancia capital de prestar
atención a conceptos como feminismo, nacionalismo, soberanía, independencia,
Europa, España, Cataluña, asimetría política, etc.
Estos conceptos, por la carga emocional que comportan, provocan distorsiones en
la percepción de la realidad. Cada persona y cada grupo las interpreta en función de
sus creencias, experiencias, emociones, actitudes y valores, lo que comporta una
diversidad de significados a partir de los mismos significantes.
Pensemos en palabras de gran carga emocional en política, como soberanía,
independencia, separatismo, terrorismo, atentado, democracia, derecho a decidir, ley,
justicia, legitimidad, etc. Ante palabras de gran carga emocional se puede producir un
cambio del significado por el significante (Lacan, 1978). La palabra activa emociones
antes de profundizar en su significado. De esta forma se interpretan las palabras más
por la carga emocional que producen que por su significado. El resultado puede ser
hablar de cosas distintas con las mismas palabras y utilizar distintas palabras para
referirse a lo mismo. La incomprensión se hace inevitable, y por tanto surge el
conflicto.
Conviene reconocer que palabras como nación y Estado tienen gran carga
emocional. El lector puede simplemente tomar conciencia de las distintas emociones
que le generan estas expresiones: «la nación de Estados Unidos de América (USA)»,
«la nación de España», «las nacionalidades del Estado español», «las naciones de
España», «la nación de Cataluña», «el Estado catalán», el «nacionalismo
independentista», «el catalanismo independentista», «Estado Islámico», etc. La
intención al poner estos ejemplos es solamente tomar conciencia de la carga
emocional que comportan; se trata de un ejercicio de «conciencia emocional», que
necesita «regulación emocional», a partir de la empatía, para poder hacer posible un
diálogo constructivo desde la comprensión empática.
En estos conceptos está presente la identidad (personal, colectiva, nacional) y la
identidad «propia» y de los «otros». ¿Quiénes somos nosotros y quiénes son los
otros? Se trata de una cuestión de identidad, es decir, de concepciones, creencias,
emociones, actitudes y valores.
La transmisión intergeneracional del trauma puede suponer quedar anclado en las
emociones negativas: derrota, humillación, represión, victimismo, trauma, miedo,
ansiedad, tristeza, queja o ira. Pero también puede representar un objetivo de
realización de deseos colectivos, pudiendo entonces surgir emociones positivas:
proyectos, ilusiones, esperanzas o alegrías. Si estos proyectos no se canalizan de
forma apropiada surge la frustración, y de la frustración se pueden derivar

53
principalmente dos reacciones: tristeza o ira. La tristeza predispone a la inacción,
pero la ira predispone a la violencia. Ira y miedo son las dos emociones tradicionales
en la política, que a veces están en equilibrio por oposición de contrarios. Según la
intensidad del miedo subyacente en la constelación emocional, la ira puede derivar en
violencia. Lógicamente son muchas las variables que van a influir en ello, y entre
ellas está la educación.

INSTRUMENTALIDAD EMOCIONAL ESTRUCTURAL

La «instrumentalidad emocional estructural» significa que el poder transforma el


trauma en situación de miedo. Es instrumentalizar la emoción producida por un
trauma para convertirla en un clima emocional estructural.
Kinnvall (2013) investiga la «instrumentalidad emocional estructural». Nos
basamos principalmente en sus aportaciones para articular la argumentación de este
apartado. Las estructuras de posiciones de poder, ya sean gobiernos, estados o grupos
de presión, en situaciones más o menos vulnerables, pueden utilizar el miedo como
elemento instigador, así como una respuesta específica al trauma. Más que una
política de gestión del miedo, es el uso del miedo en la gestión política.
Kinnvall (2013) analiza dos atentados: 7/7 de Londres y Utoya 2011. Recordemos
que los atentados de Londres el 7 de julio de 2005 (conocido como 7/7) causaron 56
personas muertas y más de 700 heridas. La masacre de la isla de Utoya (Noruega) el
22 de julio de 2011 provocó 77 muertes (la mayoría de unos 20 años) por los disparos
de Anders Behring Breivik. El interés de Kinnvall (2013) se centra en las narrativas,
en cuanto dan sentido a los acontecimientos y a la vida. Los traumas son recordados,
relatados, revividos y narrados desde la perspectiva del miedo y la amenaza. De esta
forma se constituyen en una instrumentalidad emocional estructural. Uno de los
efectos es el uso del miedo para la dominación política.
Como dijo Maquiavelo (1513/1998: 67), para un príncipe (político) «es más
seguro ser temido que amado». Este texto deja claro que en política hay que potenciar
el miedo como estrategia para evitar el ataque; el amor queda fuera de la política. Hay
que tener presente que El Príncipe de Maquiavelo es uno de los libros más leídos por
los políticos.

RESUMEN Y CONCLUSIONES

A veces se producen traumas políticos que provocan un gran impacto emocional


en un sector importante de la sociedad. Los atentados terroristas son un ejemplo de
trauma colectivo que caracteriza las primeras décadas del siglo XXI, sobre todo en
Europa y Estados Unidos. Una de las consecuencias es el miedo.
El contagio emocional es una realidad cuyos efectos son los climas emocionales
en un contexto social determinado. Un atentado terrorista produce un contagio

54
emocional de miedo, vulnerabilidad e inseguridad, de donde se deriva un clima
emocional que predispone a aceptar determinadas políticas que no se aceptarían en
otro tipo de clima.
En el debate entre seguridad y libertad, las decisiones están en función del clima
emocional que se respira en el contexto. En un clima de miedo, hay una
predisposición a aceptar restricciones en la libertad en favor de la seguridad. Todo
ello favorece la proliferación de una política del miedo.
Es interesante observar la manipulación política y de los medios de comunicación
cuando favorecen un clima de miedo, para contrastarlo con otros elementos que no
interesa abordar con los mismos propósitos, por ejemplo el uso de armas en Estados
Unidos.
A veces puede haber una instrumentalidad emocional estructural en la que la
emoción producida por un trauma se convierte en un clima emocional. El poder, a
veces, transforma el trauma en clima de miedo para justificar políticas de miedo.
Las emociones pueden exagerar las percepciones de la realidad. El miedo hace ver
las cosas peor de lo que son. Por esto conviene mantener las emociones separadas de
la racionalidad en los análisis políticos y sociales. Cuando las emociones toman la
delantera a las reflexiones, decisiones y acciones, sin que haya plena conciencia de
ello, se pueden tomar decisiones como mínimo arriesgadas.
El trauma colectivo no es solamente un fenómeno temporal en un momento dado,
sino que se produce una transmisión intergeneracional del trauma. Las narrativas con
que se transmite un trauma de generación en generación tienen una potente carga
emocional que tienden a prolongar la vivencia del trauma. Un trauma colectivo que
no se supera de forma razonable puede cronificarse. La cronificación del trauma
facilita quedar anclado en una espiral de violencia que cada vez dificulta una
superación airosa del mismo. Un ejemplo de trauma cronificado es el conflicto árabe-
israelí. Pero hay muchos más: entre países vecinos en todo el mundo, entre grupos
étnicos en países africanos, entre facciones religiosas en el mundo árabe, entre
partidos políticos, en la lucha por la libertad, la justicia, la independencia, etc.

55
5. EMOCIONES COLECTIVAS Y CAMBIO SOCIAL

A lo largo de este libro se insiste en el miedo y la ira como emociones básicas que
mueven la política. En este capítulo, y también en otros, se pone un énfasis especial
en el miedo como fuerza política motivadora del comportamiento social, lo cual
puede representarse con asentimiento, subordinación y sometimiento. El miedo es
una reacción individual, pero también colectiva, ante un peligro o una amenaza. En
este sentido, el miedo es un ejemplo claro de emoción colectiva. En este capítulo se
analiza cómo las emociones colectivas se constituyen en fuerzas políticas que activan
el movimiento de masas sociales.
Con el fenómeno del contagio emocional se pasa de un enfoque individual a una
dimensión social de las emociones. El clima emocional es la consecuencia del
contagio emocional, y los climas emocionales explican el comportamiento colectivo.

EMOCIONES COLECTIVAS

Desde el punto de vista sociológico e histórico es interesante constatar que las


emociones no solamente son fenómenos individuales subjetivos, sino que pueden ser
fenómenos sociales. Es decir, las emociones pueden experimentarse socialmente; son
experiencias intersubjetivas (TenHouten, 2007: 43), además de individuales y
subjetivas. El contagio emocional es una realidad constatada, y sus efectos quedan
plasmados en los climas emocionales que caracterizan ciertos contextos sociales.
En diversos contextos sociales e históricos la ansiedad se puede convertir en
miedo cuando las personas o grupos imputan el miedo percibido a un «enemigo»,
muchas veces en forma de chivo expiatorio o cabeza de turco.
El miedo es el resultado de una valoración negativa de los propios recursos para
hacer frente a situaciones que nos superan. Es una percepción de las propias
debilidades. Frente al miedo, la respuesta habitual impulsiva es la huida. Pero en las
relaciones sociales, la experiencia emocional se complica. Si uno valora que las
propias debilidades, que son la causa del miedo, se deben a unas condiciones
estructurales de insuficiente poder, debido a que «otros» lo han usurpado y lo utilizan
en su favor, entonces la reacción ante el miedo puede cambiar para convertirse en ira
que induce al ataque, rebelión, hostilidad y violencia.
Darwin resumió la respuesta emocional en el célebre: fight or fly (lucha o vuela).
El miedo normalmente se expresa a través del comportamiento de huida (fly); esto es,
la introyección del miedo. Pero también se puede producir la extroyección del miedo;
en este caso se puede convertir en ira, y como consecuencia producir rebelión y
violencia. El fly se convierte en fight. El miedo habitualmente expresado con la

56
introyección que induce a la subyugación se convierte en extroyección, que
predispone a la rebelión.

EL MIEDO COLECTIVO COMO FUERZA POLÍTICA MOTIVADORA

Las tensiones políticas están inmersas en emociones de todo tipo. Cualquier forma
de actividad política es inseparable de la afectividad, a pesar de la falta de
reconocimiento público de esta relación. Subrayamos que a lo largo de la historia se
ha creado un sistema social y político basado en dos emociones básicas: ira y miedo.
La ira es una familia de emociones que incluye rabia, enfado, enojo, indignación,
odio, etc. Normalmente el miedo a lo que podemos perder suele ser más fuerte que la
ira, lo cual es un factor esencial para la prevención de sublevaciones y violencia. Por
ello, cuando no hay nada que perder y la ira es más fuerte que el miedo, aumenta la
probabilidad de la sublevación y la violencia.
El miedo se experimenta cuando se percibe que el peligro (el «otro» o los «otros»)
es más fuerte que el «nosotros». Es la valoración de debilidad y subordinación a
fuerzas externas que no controlamos la que nos pone en situación de experimentar
miedo.
El miedo es una emoción que incapacita para pensar y tomar decisiones. La
impulsividad aumenta en relación a la intensidad del miedo. Pero hay momentos en
los que ya no se puede seguir huyendo (introyección del miedo). Entonces el miedo
se puede convertir en ira (extroyección del miedo). En ambos casos, el miedo y la ira
se constituyen como fuerzas políticas motivadoras del comportamiento de masas.

EL CONTAGIO EMOCIONAL

La experiencia de vivir emociones colectivas explica el contagio emocional, que


es la forma de transmitirse las emociones de una persona a otra como si de un virus se
tratara.
La cercanía física favorece el contagio emocional. Imaginemos el contagio que se
produce en un concierto de rock con cientos de personas, o en un estadio en una final
de la copa de Europa.
Sin embargo, la proximidad física no es indispensable para el contagio emocional.
Es más importante la proximidad afectiva. Personas que están físicamente lejos, pero
que mantienen vínculos afectivos fuertes, fácilmente experimentan contagio
emocional.
El contagio emocional tiene una explicación en la biología humana, permitiendo
influir en los demás que están en su entorno afectivo. Mi hostilidad hace subir tu
presión sanguínea. Tu amor hace bajar la mía.
El contagio emocional expande radicalmente la perspectiva de la biología y la
neurociencia, que pasa de un enfoque individual a una dimensión social. De enfocarse

57
en un solo cuerpo o cerebro se pasa a observar la interrelación emocional entre dos o
más personas al mismo tiempo. Las emociones se contagian a partir de la empatía,
donde la reacción de las neuronas espejo tiene un papel importante en este proceso.
Pero aún más importante es la amígdala, que es la encargada de interpretar los
estímulos que llegan a nuestros sentidos para convertirlos en emociones. Esto se hace
automáticamente, de forma inconsciente, aunque inmediatamente después podemos
tomar conciencia de ello y, con competencias emocionales, decidir qué hacemos con
nuestras emociones.
El contagio emocional no se produce siempre, sino que requiere de unas
condiciones. Si la persona está triste por algún motivo o está inmersa en un trabajo, es
menos probable que se contagie de emociones positivas que se generen a su
alrededor. Depende del estado emocional y de las actitudes de la persona. Es más
probable el contagio negativo (miedo, ira, violencia) que el positivo (alegría, amor,
felicidad). Según la teoría de la asimetría hedónica, las emociones negativas son más
frecuentes, más intensas y más duraderas que las positivas. Esto se debe a que los
motivos que generan depresión, miedo o ira son más potentes, claros y específicos
que los que generan felicidad. Las causas de las emociones positivas suelen ser más
relativas y subjetivas.
La crisis económica de 2008 es un ejemplo claro de contagio emocional que se
extiende a la mayor parte de la población de muchos países occidentales. Los
repetidos ataques terroristas en junio y julio de 2016 son otro ejemplo de contagio en
Europa, principalmente en Alemania.
Para experimentar un contagio emocional no es necesario que todas las personas
vivan la misma experiencia. Durante la situación de crisis iniciada en 2008 muchas
personas han quedado en situación de desempleo o de desahucio de sus hogares, es
decir, en situación crítica. Esto ha creado un estado de malestar social. Muchas
personas que no se encuentran en esta situación, e incluso cuando las probabilidades
de que les suceda son muy bajas, también experimentan emociones similares debido
al poder de la empatía, que induce a solidarizarse emocionalmente con las víctimas.
Lo mismo pasa con los atentados terroristas.
Una persona puede decidir si se deja contagiar o no, aunque a veces son decisiones
inconscientes. La autonomía emocional, que es la capacidad de no verse seriamente
afectado por las emociones que se viven alrededor, incluye la competencia para
decidir conscientemente si me dejo contagiar o no.
Conviene tener claro que el contagio emocional es un arma de doble filo. A veces
conviene potenciar el contagio y dejarse contagiar, pero en otros contextos y
circunstancias puede ser peligroso. Eric Fromm (1970), en su obra El miedo a la
libertad, analiza el contagio emocional que se produjo en la Alemania de los años
treinta y que desembocó en el nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Aunque cuando
lo escribió no se utilizaba todavía el concepto de contagio emocional, porque no se
había investigado este tema, se puede considerar un ejemplo claro de lo que estamos
hablando.
Aprender a distinguir cuándo me conviene dejarme contagiar y cuándo no es una

58
competencia emocional que hay que aprender; es decir, se desarrolla o no en función
del aprendizaje. No nos referimos aquí solamente al aprendizaje en la educación
formal, sino a todo lo que se aprende en la familia, con los amigos, en la escuela, en
los medios de comunicación, etc. Todo esto conforma la educación emocional que
recibimos. Es una competencia emocional desarrollar la capacidad para formularse y
responder apropiadamente a preguntas como: ¿De qué me estoy contagiando? ¿Me
interesa contagiarme de este clima emocional? ¿De qué no me quiero dejar contagiar?
¿Qué emociones estoy contagiando? ¿Qué quiero contribuir a contagiar? ¿De qué no
quiero contagiar? En esta línea, en ciertas circunstancias tal vez convenga también
preguntarse: ¿por qué no hacemos lo posible para contagiar de energía, entusiasmo,
fuerza, alegría, amor y bienestar a todas las personas que nos rodean? Esto también es
política.

EL CLIMA EMOCIONAL

El clima emocional es la consecuencia del contagio emocional. Se refiere al estado


emocional de un grupo de personas. En todos los contextos sociales hay algún tipo de
clima emocional, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Hay clima
emocional en las aulas de los centros educativos, en las empresas, en los campos de
fútbol, en un concierto, en un mitin político, etc.
El clima emocional puede afectar a un grupo reducido de personas, como por
ejemplo las que acaban de ser víctimas de un atraco en un banco. Pero también puede
afectar a muchas personas, como por ejemplo cuando España ganó la Copa Mundial
de Fútbol en Sudáfrica en 2010 y millones de personas repartidas por todo el mundo
compartieron las mismas emociones, creando un clima que va más allá de un espacio
físico concreto. De esta forma, el clima emocional puede afectar a todo un país.
El miedo de un niño solo en la oscuridad es una experiencia individual. En
general, será una experiencia horrorosa. La misma experiencia compartida con otros
niños puede ser completamente diferente. Un grupo de niños en la oscuridad incluso
se lo pueden pasar bien durante unos breves momentos. Se producen interacciones
sociales que generan emociones colectivas, contagio emocional y, como
consecuencia, un clima emocional, que puede ser distinto de la experiencia emocional
individual.
El miedo muchas veces procede de contextos sociales que representan una
estructura de relaciones de poder que es valorada como una situación de debilidad por
parte de las personas que se encuentran en una situación de inferioridad, y como
consecuencia experimentan miedo. Cuando una misma experiencia es vivida por
grupos de personas se puede convertir en un clima emocional, que puede ser distinto
de la emoción individual. En los climas emocionales se comparten las mismas
emociones por parte del grupo como consecuencia de experimentar la misma
situación, a partir de la cual las distintas personas hacen las mismas valoraciones.
Un clima emocional es un estado emocional colectivo y, como tal, no necesita de

59
«objeto» de activación emocional. A veces se crean determinados climas emocionales
sin que haya «algo» (objeto) que lo explique, de modo que a veces no se sabe a qué
obedece un determinado clima emocional que se ha producido en un espacio y un
momento dados. Aunque si se analiza en profundidad es posible encontrar causas
ocultas.
El clima emocional afecta no solamente a cómo se sienten las personas, sino que
también influye en lo que hacen. Los climas emocionales son los que explican la
formación y mantenimiento de identidades sociales y políticas. Viene al caso recordar
que el clima emocional de miedo al desempleo fue una de las causas principales en la
creación de los sindicatos (Barbalet y Demertzis, 2013: 178).
Los climas emocionales se viven en determinados grupos, mientras que en otros
grupos se viven climas distintos. Imaginémonos una fiesta de pueblo con gran
bullicio, con gente cantando, gritando, bailando y saltando; es un clima emocional de
alegría compartida. Si se mete una persona extranjera sola en medio del bullicio, lo va
a vivir emocionalmente de forma muy diferente. En muchas fiestas de pueblo lo que
activa las emociones no es el «espectáculo» que se contempla (objeto), sino las
relaciones que se establecen entre las personas (causa). Una persona que disfruta en la
fiesta de su pueblo puede vivir una experiencia totalmente distinta en las fiestas del
pueblo vecino si allí se encuentra completamente solo. El ambiente que se crea en
Sevilla en Semana Santa es difícil de entender por muchas personas de otras
comunidades o países. Igualmente el clima que se ha creado en Cataluña en algunas
manifestaciones del 11 de septiembre, sobre todo por parte de algunos grupos
favorables a la independencia, es muy difícil de entender por parte de personas ajenas
a este movimiento. En resumen, hay climas emocionales compartidos por los
«nuestros» que difícilmente pueden ser comprendidos y experimentados por los
«otros».

CLIMA EMOCIONAL Y COMPORTAMIENTO COLECTIVO

Los climas emocionales explican el comportamiento colectivo. La acción de una


comunidad política viene determinada por emociones y motivaciones que muchas
veces surgen en las interacciones grupales. El miedo y la esperanza son emociones
potentes para la activación de la acción política. También lo es la ira.
El poder político fomenta el miedo, ya que se sostiene sobre relaciones de poder.
Muchos conflictos son debidos en el fondo a relaciones de poder. Robin (2004)
analiza las aportaciones de Hobbes, Montesquieu, Tocqueville y Arendt para
demostrar cómo el miedo está implicado en la construcción de los Estados. También
argumenta la importancia de la presencia del miedo como elemento esencial en las
ideologías, la democracia y los totalitarismos, respectivamente. El miedo en política
(miedo político) se construye activamente por parte de los líderes políticos y
autoridades, que definen los objetos públicos de interés y preocupación. Las
restricciones, recortes y desigualdades pueden activar una percepción de debilidad,

60
vulnerabilidad y desvalimiento en la población. A veces se llega a opresión,
injusticia, falta de respeto a los derechos humanos, e incluso tortura, ejecuciones y
arbitrariedades que provocan intimidación, ansiedad, angustia, miedo y terror.
Desgraciadamente aparecen noticias en la prensa que informan de estas realidades,
aunque pongan el énfasis en los hechos y no contemplen la dimensión emocional.
Fomentar el miedo por parte del poder ha sido una constante a lo largo de la historia.
La sociedad actual, caracterizada por la globalización, se ha denominado
«sociedad del riesgo» (Beck, 1998). Hay muchos fenómenos que inducen al miedo:
terrorismo, crisis, desempleo, epidemias, violencia, accidentes, catástrofes naturales,
guerra, inseguridad ciudadana, energía atómica, etc. En el fondo, la sociedad del
riesgo engendra más ansiedad que miedo, en cuanto que la mayoría de las personas
no creen estar frente a un peligro real, externo, conocido, objetivo e inminente, sino
ante la posibilidad de un peligro indefinido, desconocido y a largo plazo. Pero esta
posibilidad es poco probable para la mayoría. A pesar de ello se vive con inseguridad
y vulnerabilidad (Bauman, 2006: 3-4, 132). Todo ello predispone a algún tipo de
acción.
En resumen, la experiencia de convivencia genera climas emocionales que
inducen a crear y mantener la identidad social y política. Los climas emocionales
predisponen a acciones colectivas.

LA SUPERACIÓN DEL MIEDO COMO OBJETIVO DE LA


POLÍTICA

El miedo se ha visto como la reacción individual ante un peligro físico. Pero


conviene analizar las emociones desde una perspectiva social y política. En este
marco, el miedo se vive como una insuficiencia en las estructuras de poder que
provocan una percepción de vulnerabilidad. Este miedo político no puede reducirse al
«miedo a la autoridad». Es algo más complejo. Las relaciones de poder incluyen un
elemento de mutua dependencia, así como antagonismo entre gobierno y ciudadanía.
Un relativo desequilibrio en las relaciones de poder puede generar el miedo en las
personas que ocupan las posiciones inferiores. Es un miedo indefinido, miedo al
futuro, miedo por lo que les pueda pasar a los hijos, miedo al paro, inseguridad
ciudadana, miedo a no tener una pensión digna en la vejez, miedo a no ser bien
cuidado en la enfermedad, miedo a la violencia, miedo a revivir desastres pasados
(guerra, miseria, hambre), etc.
No son solamente los poderosos los que inducen miedo y los débiles los que lo
sufren. Las élites y los jefes también experimentan miedo. Los poderosos también
tienen miedo de los débiles, porque si estos se unen pueden ser más fuertes que los
poderosos. Los fuertes pueden experimentar un miedo al futuro debido a que
anticipan que los débiles unidos pueden ser más potentes. A veces también puede ser
un miedo por la culpa originada en las injusticias cometidas, o simplemente un miedo
a perder lo que se ha logrado con esfuerzo.

61
La humanidad necesita una política que permita avanzar de forma significativa en
la superación del miedo. Esto no es fácil ni sencillo, pero es uno de los grandes retos
de la política internacional en el siglo XXI.

DEL MIEDO A LA IRA

El miedo predispone a huir (fly). Pero hay circunstancias en las que no se puede
huir. Por ejemplo, cuando uno se encuentra entre la espada y la pared. ¿Cuál será la
reacción en estas circunstancias? Conviene tener presente que las emociones inducen
a un comportamiento que aumente las probabilidades de supervivencia. Esta es la
función del miedo cuando nos impulsa a huir. Pero cuando la huida no es posible,
entonces es probable que se pase al ataque. El miedo se convierte en ira. La ira es una
familia de emociones que incluye rabia, enojo, enfado, furia, cólera, indignación,
odio, hostilidad, etc. Así como el miedo predispone a la huida, la ira predispone al
ataque, lo cual da sentido al fight or fly.
A lo largo de la historia hay innumerables situaciones en las que grupos de
personas se han visto sometidas al poder, con miedo a manifestar sus opiniones,
reivindicaciones y derechos. Esto se ha mantenido hasta que se ha producido un clima
emocional que ha favorecido la sublevación. Ejemplos ilustrativos van desde la salida
de Egipto de los judíos con Moisés, la rebelión de los esclavos con Espartaco, la
Revolución francesa, la Revolución bolchevique, la caída del muro de Berlín, y un
largo etcétera que constituye una parte esencial de la historia.
El problema es que el paso del miedo a la ira predispone a la violencia.
Desgraciadamente muchas revoluciones (francesa, bolchevique, mexicana, cultural
china, cubana, etc.) han ido acompañadas de tanta violencia que pone en entredicho la
motivación liberadora de base. No siempre, pero en muchas situaciones se ha dado
una vuelta a la tortilla, pasando los oprimidos a ser los opresores, y al revés, de modo
que no se ha solucionado el problema, sino que tan solo se han cambiado las
relaciones de poder.

RESUMEN Y CONCLUSIONES

Las emociones se han considerado tradicionalmente como un fenómeno particular


y subjetivo. Sin embargo también son un fenómeno social. El contagio emocional es
una realidad que ha sido investigada y tiene un fundamento social, psicológico y
neurocientífico. La creación de climas emocionales es la consecuencia del contagio
emocional.
El miedo colectivo es un ejemplo claro de contagio y clima emocional, que
cuando se produce puede movilizar a grupos sociales en alguna dirección. Del miedo
se puede pasar muy fácilmente, según las circunstancias, a la ira, de la cual puede
derivar violencia (lucha, ataque), que es el comportamiento opuesto al miedo (huir,

62
volar).
La humanidad necesita una política que permita avanzar de forma significativa en
la superación del miedo. Esto no es fácil ni sencillo, pero es uno de los grandes retos
de la política nacional e internacional en el siglo XXI. Lo mismo se puede decir de la
ira.
La violencia que acompaña muchas revoluciones pone en entredicho los efectos
positivos que podría tener. Solamente las revoluciones que toman en consideración la
educación y la interioridad tienen probabilidades de permanecer en el tiempo.
Las relaciones de poder son una de las principales causas de los conflictos, del
miedo y de la ira. Por tanto, se requiere un cambio en las estructuras y relaciones de
poder, para pasar de un clima de miedo e ira a otro de bienestar. Estas estructuras son
las realmente democráticas, en un marco de diversidad donde se hace necesaria la
negociación desde la igualdad, la libertad y la responsabilidad. Este es un antídoto
para el miedo, la ira y la violencia.

63
6. LAS EMOCIONES EN LA PROTESTA POLÍTICA

En este capítulo se argumenta cómo las protestas políticas se articulan en torno a


emociones compartidas que son canalizadas por los líderes políticos en una unidad de
acción. Todo análisis incluye la identificación de distintos elementos que aparecen
mezclados en una visión superficial. En el caso de las protestas se pueden identificar
tres elementos esenciales: el oponente, el conflicto y el grupo que protesta. Cada uno
de estos elementos genera sus propias dinámicas emocionales, que desembocan en la
protesta.
El análisis del factor tiempo en la protesta permite identificar las emociones que se
experimentan antes, durante y después de la protesta. Según sean las emociones
colectivas en cada una de estas tres fases tendrá lugar a una diferente implicación de
las personas en la protesta.

EMOCIONES QUE PREDISPONEN A LA PROTESTA

Una de las ideas que pretendemos difundir es que la política está llena de
emociones. Pero donde hay especialmente alta emocionalidad es en la política de la
protesta. La gente está irritada sobre medidas de austeridad, amenazada por el
terrorismo, tiene miedo al paro o está indignada por lo que pasa en la política
(corrupción, injusticia, incompetencia, etc.). Hay una dimensión emocional
importante en la forma como la gente reacciona al contexto político.
Los movimientos sociales juegan un papel importante en las protestas. Se
encargan de organizar las manifestaciones y crear el clima propicio. Saben que la
gente se mueve más por emociones que por ideas, aunque las ideas deben estar
presentes en el discurso. Pero es la forma de poner emoción a las ideas lo que
moviliza a la ciudadanía.
Como dijo Martin Luther King, para la gente no es suficiente con tener ira. Hay
que unir a la gente y organizarla para que la ira sea una fuerza de transformación
social. Los movimientos sociales utilizan sus recursos y creatividad para convertir la
ira individual en emociones colectivas que promuevan la reivindicación masiva.
La importancia de las emociones en las protestas ha motivado que sean tema de
investigación en los conflictos políticos (Van Troost, Van Stekelenburg y
Klandermans, 2013). A principios del siglo XXI se empieza a refutar el principio de
oposición entre emoción y racionalidad. Las aportaciones de la neurociencia y las
investigaciones sobre el cerebro emocional significan un cambio de paradigma en la
tradicional oposición entre razón y emoción. Nuestros pensamientos y nuestras
acciones están condicionados por nuestras emociones, y nuestras emociones

64
dependen en gran medida de los climas emocionales que se crean en nuestro entorno.
El «trabajo emocional» ha sido siempre la clave en la organización de las
protestas, aunque no se haya hablado de ello. Tomemos la siguiente afirmación de
Malcolm X: «Habitualmente cuando la gente está triste no hace nada. Solamente llora
sobre su situación. Pero cuando están enfadados, provocan cambios sociales»
(traducción libre a partir de la cita de Van Troost et al., 2013). En esta afirmación está
presente la idea de que las emociones predisponen a la acción, y que distintas
emociones inducen a acciones distintas.
Un mismo acontecimiento es valorado de forma diferente por parte de distintas
personas. El reto de los organizadores de la protesta es conseguir que haya una
valoración social compartida, que las percepciones distintas que las personas tienen
de la realidad converjan y predispongan a la misma acción. Esto se consigue cuando
hay un sentimiento de identidad que se expresa en el «nosotros»: nosotros pensamos,
nosotros sentimos, nosotros actuamos. Mi sentimiento es nuestro sentimiento; nuestra
emoción es mi emoción. Como consecuencia se deriva un comportamiento colectivo.
Son las emociones en interacción las que motivan a participar en la protesta.
Las emociones y su expresión son construcciones sociales que están regidas por
normas, valores y cultura. Hay algunas emociones más sociales que otras, en el
sentido en que su expresión está más regulada socialmente. Hay un grupo de
emociones sociales que son las que tienen más que ver con la política: indignación,
solidaridad, patriotismo, etc. Estas emociones tienen una carga social y política clara
y potente. Otras emociones como ira, rabia, enfado, odio, orgullo, alegría, tristeza,
etc., pueden adoptar una dimensión social y política para inducir a acciones a partir
de las estimulaciones de los organizadores de la protesta.
Los factores históricos y culturales juegan un papel muy importante en la
interpretación de los hechos que pueden provocar la protesta. Las personas miran a su
alrededor en busca de otros que se encuentren en la misma situación. En este marco
es cuando los movimientos sociales pueden proporcionar el espacio idóneo para
compartir experiencias, explicarse su vida, expresar sus sentimientos y vislumbrar
vías de acción conjunta.

DINÁMICAS EMOCIONALES EN LA PROTESTA

En el análisis de las emociones en la protesta se pueden distinguir tres aspectos: el


oponente, el conflicto y el grupo. En la protesta se experimentan emociones negativas
frente al oponente y frente al conflicto (ira, indignación, miedo), que contrastan con
las emociones positivas que se experimentan dentro del grupo que protesta
(solidaridad, compasión, apoyo, orgullo, alegría).
Los estados de ánimo de los miembros del grupo se retroalimentan, creando el
clima emocional idóneo para la acción colectiva. Este clima favorece el cambio del
miedo y tristeza a la ira, esperanza, optimismo y entusiasmo, que son necesarios para
la protesta colectiva eficiente.

65
Las investigaciones han demostrado que con emociones positivas se es más eficaz.
Una protesta en la que las personas están imbuidas en la tristeza, el miedo y el
pesimismo probablemente no consiga muchos adeptos ni sea eficaz. En cambio, si
predomina la confianza, solidaridad, entusiasmo y esperanza se aumentan las
probabilidades de éxito.
La percepción de la viabilidad de los objetivos es un predictor importante en el
clima emocional del grupo. Si se perciben grandes dificultades para el logro de los
objetivos, se activan emociones de ira, preocupación, pesimismo y tristeza. En
cambio, si se considera que las dificultades son superables, entonces se activa
entusiasmo, confianza y esperanza.
Las tendencias de acción son la inclinación a responder a una situación de una
forma particular. El miedo predispone a la huida; la tristeza a la inacción y la ira a la
agresión. Este aspecto agresivo de la ira la convierte en la emoción idónea para
movilizar a la gente a luchar por lo que creen que son sus derechos.
Es interesante observar que ante una catástrofe, como por ejemplo un petrolero
que se hunde cerca de la costa, generando una gran contaminación, se pueden
producir dos creencias: que era evitable o no. Si se considera que el desastre se
hubiera podido evitar, entonces se activa la ira, que va a provocar acciones de
protesta. En cambio, si se considera que era inevitable, por las circunstancias
atmosféricas o por las razones que sean, entonces se activa la tristeza, que no activa
ninguna acción.
Las personas que se implican en la protesta atraviesan una serie de etapas. Van
pasando de la indiferencia inicial a ser simpatizante. Posteriormente pueden pasar a
sentirse miembros del grupo. Dando un paso más, se puede ser militante, activista o
incluso dirigente, organizador, coordinador o líder. Esto se puede mantener durante
cierto tiempo, tal vez hasta que finalice la protesta. Pero también puede suceder que
se produzca un desencanto, una pérdida de moral, un desengaño, y entrar en un
pesimismo y tristeza que predispone a dejar la acción. Llegado a este punto se puede
abandonar el movimiento y la protesta. El abandono se produce como consecuencia
de una disminución del compromiso y el sentimiento que lo acompaña, cuando se
considera que las relaciones con el grupo han dejado de ser gratificantes.
La desesperanza generalizada es lo que caracteriza el declive del movimiento y de
la protesta. Emociones negativas como desencanto, atrición, desesperanza y tristeza
son un riesgo para el mantenimiento del movimiento social que organiza una protesta.
Para prevenir que esto se produzca es importante el «trabajo emocional», encaminado
a mantener la moral alta, sobre todo cuando hay que afrontar una derrota.

EMOCIONES BASADAS EN EL GRUPO

La identificación social con el grupo, es decir, sentirse miembro del grupo, es un


factor esencial para la acción colectiva. Si una protesta colectiva es esencialmente un
fenómeno de grupo, es esencial el sentimiento de pertenencia a ese grupo. Esto

66
fundamenta la importancia de las emociones basadas en el grupo en los
comportamientos de protesta colectiva.
Dentro del grupo se experimentan emociones relacionadas con la percepción del
mismo grupo. Si se valora que el grupo es lo suficiente fuerte como para lograr los
objetivos, se tiende hacia la ira que impulsa a la acción. En cambio, si se valora que el
grupo es débil, entonces se activa el miedo y la tristeza que predispone a la inacción y
a abandonar el grupo. La percepción de la fortaleza del grupo influye en la tendencia
de acción.
En los grupos radicales y violentos está más presente el desprecio hacia el otro que
la indignación por la injusticia. La indignación ante las injusticias ha sido un motor
de movilización en favor de los derechos humanos y la libertad a lo largo de la
historia. En este sentido, la indignación es necesaria y buena. El peligro viene cuando
se pasa a otros matices dentro de la ira, como pueden ser desprecio, hostilidad u odio.
Entonces, la predisposición a la violencia es superior a la solución del conflicto.
La identidad social determina las emociones sociales. La gente puede «sentir por
el grupo» (I feel for us), lo cual significa que las personas están conectadas con las
demás del grupo, experimentando las mismas emociones, aunque no estén
directamente afectadas por la situación activadora del conflicto (Yzerby et al., 2003:
533-535).
En una emoción se produce una evaluación del evento, reacciones internas y
predisposición a la acción. Los estudios sobre las emociones basadas en el grupo
indican que en las situaciones interpersonales se producen los mismos procesos. Es
más, las personas pueden experimentar emociones «de parte del grupo». Cuanta más
identificación con el grupo, más se experimentan emociones basadas en el grupo.
El contagio emocional tiene más probabilidades de producirse entre personas que
mantienen fuertes vínculos afectivos y de intimidad. No es lo mismo ir a una
manifestación individualmente, completamente solo y sin conocer a nadie de los que
se manifiestan, que ir acompañado de las personas con las cuales mantenemos
vínculos afectivos. El contagio emocional tiene sus reglas para que se produzca.
La «resonancia emocional» representa un alineamiento entre la ideología del
movimiento social que organiza la protesta y el grupo (Van Troost et al., 2013: 202).
Cuando hablamos del grupo nos referimos a los seguidores, activistas, militantes,
simpatizantes, manifestantes, etc. Al tratarse de grupos de personas con
características muy distintas, cada una tiene sus propios intereses, opiniones y
sentimientos. Cada una aporta al grupo su particular forma de ver la realidad y sus
propias emociones. El resultado de todo ello es el clima emocional que se produce.
Cuando este clima se caracteriza por «resonancia emocional» significa que todo el
grupo vibra con las mismas emociones. Esto produce la sensación de vivir
experiencias óptimas, que pueden provocar lágrimas de emoción en muchos
asistentes.

EMOCIONES DE PROTESTA Y TENDENCIAS DE ACCIÓN

67
La tabla siguiente identifica las emociones basadas en el grupo, resultantes de las
evaluaciones de los eventos a partir de los trabajos de Van Troost et al. (2013: 195).
Veamos un poco cómo interpretarlo. Las medidas de austeridad y los recortes se
viven como una obstrucción. Si la gente interpreta estas medidas como debidas a las
circunstancias (crisis) y que no se puede hacer nada para evitarlo, entonces se
experimenta miedo y tristeza. Son situaciones en las que hay un potencial bajo de
afrontamiento. En cambio, si hay un alto potencial de afrontamiento probablemente
se va a experimentar frustración. Si las causas se atribuyen a los «otros», por ejemplo
al gobierno, y se percibe un bajo potencial de reacción, se tiende a experimentar
desprecio. En cambio, si se percibe un alto potencial de reacción es más probable que
se experimente ira.

EMOCIONES DE PROTESTA Y SUS EVALUACIONES

Objetivo colectivo
Responsabilidad Potencial de
Afrontamiento
Facilitación Obstrucción

Causado por las Esperanza, alegría, Miedo, tristeza Bajo


circunstancias alivio Frustración Alto

Responsabilidad de los Solidaridad Desprecio Bajo


«otros» Ira Alto

Responsabilidad intra-grupo Orgullo Remordimiento Bajo


Culpa, Alto
vergüenza

FUENTE: Basado en Van Troost et al. (2013: 195).

Los resultados de este análisis sugieren que en las protestas se pueden dar dos
rutas emocionales distintas. Por una parte está la ruta de la ira, basada en la visión de
alto potencial de afrontamiento para conseguir los objetivos. Por otra parte está la ruta
del desprecio, que se produce cuando se percibe un bajo potencial de afrontamiento;
es decir, cuando los canales legítimos o legales están cerrados. En este caso, la
situación se vive con desesperanza, lo cual conduce a la estrategia de «nada que
perder», de donde se deriva una predisposición negativa que puede desembocar en
una protesta más violenta (Van Troost et al., 2013: 195).

MOMENTOS EN LA PROTESTA

El análisis de las protestas tiene tres momentos diferenciados de observación:


antes de la protesta, durante la protesta y después de la protesta.
Las emociones antes de la protesta se originan en la percepción de obstrucción y
en la atribución de responsabilidad de las causas. Es decir, ¿la gente cree que el
acontecimiento ha sido causado por circunstancias inevitables, o hay responsabilidad

68
debida al propio grupo o a «otros» grupos o personas? Según cómo se responda a esta
pregunta se activaran emociones diferentes, que, a su vez, tendrán distintas tendencias
de acción. La indignación y la ira están presentes cuando hay una atribución de
responsabilidad a los «otros», junto a una percepción de alto potencial de
afrontamiento en el propio grupo.
Se ha observado que en manifestaciones con actos violentos y vandálicos está
presente el desprecio en más intensidad que la indignación. Los organizadores de la
protesta deben convencer al grupo de que la responsabilidad es de los «otros». Este es
el requisito previo para que se produzca la protesta. Otro requisito es que el miedo es
una emoción que hay superar antes de implicarse en una protesta.
Durante la protesta las personas perciben la presencia de otras personas y por tanto
forman parte de un grupo más grande. Esto crea lo que Durkheim denominó
«conciencia colectiva» (cit. en Van Troost et al., 2013: 198). En este contexto se
pueden producir transformaciones emocionales. Por una parte de produce una
ampliación de la emoción individual cuando se vive en grupo. Por otra parte, se
produce una mutación de la emoción inicial, por ejemplo de ira, en otras emociones,
por ejemplo de esperanza, entusiasmo y solidaridad. La solidaridad crea vínculos de
unión y la sensación de que juntos somos más que la suma de las partes. Se
experimenta la sensación de que «tu problema es mi problema; es nuestro problema».
Experimentar las mismas emociones y expresarlas de forma colectiva en una
manifestación de protesta tiene unos efectos de catarsis liberadora.
Las emociones que se experimentan como consecuencia de la protesta han sido
poco analizadas. Después de una manifestación, así como de cualquier acción
política, los organizadores tienden a resaltar que ha sido un éxito. A tal efecto van a
seleccionar aquellos aspectos que pueden presentar como un efecto positivo,
obviando o ignorando los aspectos que puedan presentar una valoración negativa.
Resaltar la percepción de éxito proporciona a los seguidores y activistas un
sentimiento fuerte de identificación, que se experimenta como una emoción positiva,
lo cual predispone a repetir la experiencia.
Siendo realistas, hay que reconocer que en muchas manifestaciones no se logra
nada, pero sin embargo los resultados se consideran como positivos. Si se valoran los
resultados de una manifestación solamente desde el punto de vista racional de
coste/beneficio, podríamos llegar a la conclusión de que no son rentables. Este
principio lo podríamos hacer extensivo a las protestas en general. Lo que pasa es que
la experiencia emocional en la manifestación y en la protesta es más importante que
los resultados. Un análisis de la dinámica de la protesta debe considerar las
emociones previas a la protesta, durante y después, entre las que se pueden incluir
indignación, identificación, sentimiento de pertenencia, solidaridad, participación y
catarsis colectiva.

INDIGNAOS

69
El 15 de mayo de 2011 se conoce como 15M a consecuencia de las
manifestaciones de protesta que se iniciaron en la Puerta del Sol de Madrid y se
extendieron a otras ciudades, con repercusiones en toda España. El libro de Steven
Hessel (2011) Indignaos fue la fuente de inspiración de este movimiento. Las noticias
que a partir de este día fueron apareciendo durante meses convirtieron el 15-M en un
referente de las protestas, no solamente en España, sino de alcance internacional. La
expresión ¡Democracia real ya! traspasó las fronteras (Van Troost et al., 2013:
2003). En todo este movimiento se pueden observar los elementos que estamos
comentando en este capítulo: emociones basadas en el grupo que predisponen a la
acción política.

RESUMEN Y CONCLUSIONES

Se producen unas dinámicas complejas que explican cómo las emociones inciden
en la activación y mantenimiento de la protesta. En el análisis de las emociones en las
protestas se pueden distinguir tres elementos: el oponente, el conflicto y el grupo.
Normalmente se experimentan emociones negativas frente al oponente y frente al
conflicto (ira, indignación, miedo). En cambio, las emociones positivas están
presentes dentro del grupo que protesta: solidaridad, compasión, apoyo, orgullo,
alegría, etc.
Con emociones positivas dentro del grupo, la protesta es más eficaz. Una protesta
en la que las personas están imbuidas de tristeza, miedo y pesimismo probablemente
no consiga muchos adeptos ni sea eficaz. En cambio, si predomina la confianza, la
solidaridad, el entusiasmo y la esperanza aumentan las probabilidades de éxito en la
protesta.
Un análisis de la dinámica de la protesta debe considerar las emociones previas a
la protesta, durante y después. Entre las emociones predominantes en estas tres fases
están: indignación, identificación, sentimiento de pertenencia, solidaridad,
participación y catarsis colectiva.

70
7. EMOCIÓN Y TRANSICIONES POLÍTICAS

En este capítulo se abordan fenómenos complejos como las transiciones políticas.


Son ejemplos de transiciones políticas importantes en los últimos treinta años la caída
del muro de Berlín y la primavera árabe. Otros ejemplos de otras épocas pueden ser
los procesos de independencia de Estados Unidos, países latinoamericanos, africanos,
etc. En este capítulo nos centramos principalmente en la caída de los regímenes
comunistas y en los movimientos de los países árabes. Se trata de analizar las
acciones que provocaron a la población, en una época de expectativas de cambio, lo
cual activó unas emociones que impulsaron a las masas a la acción. Es algo parecido
a la protesta, pero con repercusiones de largo alcance.

EL MUNDO COMO SISTEMA

El mundo y la vida son un proceso de cambio permanente. Se ha dicho que en el


futuro lo único que será permanente es el cambio. En un mundo cada vez más
globalizado, los cambios en un lugar concreto pueden producir efectos en lugares
alejados en extremo.
Un sistema es un conjunto de elementos interrelacionados que interactúan entre sí
de forma continua. Vivimos en un mundo globalizado que se comporta como un
sistema. Cuando un sistema político fuerte se niega a cambiar para mejorar la vida de
la ciudadanía, se provocan emociones de ira y resistencia que pueden activar
movimientos de gran impacto y de consecuencias imprevisibles.

LAS EMOCIONES EN LAS TRANSICIONES DE LOS PAÍSES


COMUNISTAS

Entre los acontecimientos históricos más importantes de la segunda mitad del siglo
XX está la caída de los regímenes soviéticos del este de Europa, representada con la
expresión de «la caída del muro de Berlín». Las interpretaciones y explicaciones a
este fenómeno son múltiples y diversas. Muchos consideran que los regímenes
comunistas eran totalitarios, monolíticos e incapaces de cambiar. El efecto
Gorbachov ha sido considerado como un factor esencial en la transición de muchos
países comunistas, pero no lo explica todo. Saxonberg (2013) desarrolla un modelo
explicativo de las razones por las cuales algunos países comunistas llegaron al
colapso y se produjo una transición y por qué en otros países el comunismo ha
permanecido en el poder. Vamos a basarnos principalmente en este modelo de

71
análisis en las páginas siguientes.
La mayoría de análisis de las transiciones en los países comunistas se basan en
factores como estancamiento económico, pérdida de legitimidad ideológica, cambio
de estrategia en intelectuales críticos y otros aspectos sociopolíticos. Saxonberg
(2013) considera que todos estos análisis no han tomado en consideración un aspecto
clave del colapso: el papel de las emociones. Los regímenes comunistas es probable
que no hubieran caído de no haberse producido acciones que provocaron a la
población en una época de expectativas de cambio. Pero los cambios esperados se
frustraron, porque la ciudadanía percibió una falta de cambios reales.

FACTORES PARA LA TRANSICIÓN

En 1989, cuando se produjo la caída del muro de Berlín con su profundo


significado de colapso de los regímenes comunistas, surgieron muchas
interpretaciones de lo que sucedió en los años ochenta como origen y causa de las
transiciones. Saxonberg (2013) aporta ejemplos que demuestran que los países
comunistas no eran tan estables como se imaginaba. Estaba surgiendo una sociedad
crítica que reclamaba cambios. Eran cambios que no llegaban y frustraban las
expectativas de una sociedad cada vez más consciente, frustrada y activa. El
desarrollo de una sociedad civil fuerte es una condición previa para la sublevación
revolucionaria.
Además de todas las explicaciones que se han dado sobre las transiciones políticas
en los países del Este, hay algunos aspectos importantes que no han sido tomados en
consideración. Era una época de grandes expectativas de reformas, junto a políticas
que frustraban a la población. Estas expectativas frustradas, si bien no son
suficientes para explicar las transiciones, son factores necesarios. Si el régimen
satisface las expectativas de cambio, la sociedad se relaja. Pero si esta se siente
profundamente frustrada, entonces las emociones pueden llegar a un punto de
ebullición que predispone a la acción de protesta a la primera ocasión que se presente.
Estas ocasiones se presentan muchas veces cuando el régimen realiza alguna acción
que se considera como un acto de violencia contra la población. Esto se percibe como
una provocación por parte de la ciudadanía, que considera que tiene que reaccionar.
La tabla siguiente, basada en Saxonberg (2013), resume la transición en diversos
países comunistas y demuestra cómo se cumple esta condición. Al mismo tiempo
demuestra cómo no se cumple la condición en los países en los que no se ha
producido la transición. La tabla se comenta a lo largo del capítulo.

FACTORES DE TRANSICIÓN
Componentes de las transiciones potenciales, rebeliones fracasadas y no transiciones

Represión Legitimidad
País Expectativas Frustración (outrage) ideológica Resultado

País Expectativas Frustración Represión Legitimidad Resultado

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(outrage) ideológica

Transiciones

Polonia, 1989 Altas No No Baja Transición


negociada

Hungría, 1989 Altas No No Baja Transición


negociada

Croacia, 1990 Altas No No Baja Régimen pierde


elecciones

Eslovenia, 1990 Altas No No Baja Régimen pierde


elecciones

Checoslovaquia, Altas Sí Sí Baja Revolución


1989

Alemania del Altas Sí Sí Baja Revolución


Este, 1989

Rumanía, 1989 Altas Sí Sí Baja Revolución

Rusia, 1991 Altas Sí Sí Baja Régimen


derrocado

Etiopía, 1991 Altas Sí Sí Baja Victoria militar

Serbia, 2000 Altas Sí Sí Baja Revolución

Rebeliones fracasadas

China, 1989 Altas Sí Sí Alta Revolución


aplastada

Alemania del Altas Sí Sí Alta Invasión


Este, 1953 soviética

Hungría, 1956 Altas Sí Sí Alta Invasión


soviética

Polonia, 1956 Altas Sí Sí Alta Reformas

Polonia, 1970 Moderadas Sí Sí Moderada Rebelión


reprimida

Polonia, 1980- Altas Sí Sí Moderada Golpe militar


1981

No transiciones

Cuba Bajas No Moderada No


rebelión

Corea del Norte Nulas No Moderada No


rebelión

FUENTE: Basado en Saxonberg (2013).

73
FACTORES EMOCIONALES

En los procesos de transición política de los países comunistas se producen


diversas condiciones necesarias, pero no suficientes, que conviene analizar. Entre
ellas están la pérdida de legitimidad ideológica y otros factores sociopolíticos y
económicos que han sido analizados desde diversas perspectivas. Pero también están
los factores emocionales, que prácticamente no han sido analizados y sobre los cuales
nos centramos en estas páginas. Dentro de estos últimos destaca la existencia de
expectativas frustradas en la población y acciones del régimen que provocan ira en la
ciudadanía.
La tesis de Saxonberg (2013) es que la combinación de expectativas frustradas,
junto con la ira provocada por los dirigentes, aumenta las probabilidades de rebelión.
Pero esta no tendrá éxito a no ser que el régimen haya perdido su legitimidad
ideológica.
Si el régimen cree en su legitimidad ideológica es probable que reprima
violentamente la rebelión. Al mismo tiempo, si los opositores disidentes creen en la
ideología probablemente seguirán una estrategia revisionista, procurando introducir
cambios en el régimen en lugar de movilizar a la población contra el régimen.
Los agentes sociales movilizan a la población en primer lugar cambiando el miedo
por ira. El miedo a las consecuencias de la rebelión, al castigo, a las represalias o a la
represión es un freno muy importante para iniciar la acción. La movilización de la
población se produce cuando la fuerza de la ira es superior a la inercia de la inacción
y al miedo a las consecuencias.
El régimen puede contribuir a crear ira en la población mediante una serie de
medidas opresoras, como la subida de los precios de necesidades básicas,
principalmente la alimentación, o fallando en proporcionarlas, como el caso del agua.
Cuando se pregunta a los participantes en manifestaciones de protesta y revueltas,
muchos responden que lo que les ha motivado a implicarse ha sido en el fondo la ira
provocada por las provocaciones, escándalos y atrocidades de los dirigentes.
A veces el régimen puede cometer actos claramente activadores de la ira, lo cual
desencadena la rebelión consecuente. Por ejemplo, reprimir manifestaciones, privar a
ciudadanos de su estatus, encarcelar a políticos disidentes, realizar acciones violentas
contra personas o grupos, etc. Esto puede ser la chispa que enciende la mecha.
En opinión de Saxonberg (2013), la frustración de las expectativas de cambio ha
jugado un papel esencial en la movilización de las masas contra los regímenes
comunistas y fueron el origen de la ira. Conviene tener presente que la frustración es
una emoción que conlleva otra, pues inmediatamente después de la frustración se
suele experimentar ira o tristeza. En la medida en que la frustración colectiva se
canaliza hacia la ira, se favorece la rebelión.

LA IRA EN LAS TRANSICIONES DEL COMUNISMO

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Saxonberg (2013) analiza los detalles de cómo se produjeron las transiciones en
los regímenes comunistas totalitarios. Su análisis se centra en 1989, cuando se
produjeron las transiciones de Polonia, Hungría, Rumanía, Checoslovaquia y
Alemania del Este; en 1990 en Croacia y Eslovenia; en 1991 en Rusia y también en
Etiopía, y en 2000 en Serbia. El análisis comparativo detallado de todas estas
transiciones permite concluir que, entre otras causas necesarias pero no suficientes,
está la dimensión emocional.
La combinación de expectativas frustradas y medidas represivas provocan ira en la
población. La ira es una de las causas principales de las rebeliones contra los
regímenes comunistas a finales de la década de los años ochenta. Gorbachov impulsó
unas reformas que levantaron esperanzas, no solamente en su país, sino también en
los países satélites del Este de Europa. En estos países se esperaba que la influencia
de Gorbachov serviría para provocar cambios en los respectivos países. Estos
cambios podían ser reformas en la política o cambio de los líderes conservadores que
gobernaban en esos países. Al no producirse estos cambios, se experimentó una gran
frustración que originó la ira activadora de los movimientos de masas que
desembocaron en la transición. En algunos casos se produjeron además actos
represivos que propiciaron todavía más la revuelta.

TRANSICIONES Y NO TRANSICIONES

Después de la caída del muro de Berlín quedan algunos países comunistas en los
que se puede considerar que no se ha producido transición. Vamos a referirnos a «no
transiciones», en oposición a los países que sí se ha producido. Se trata de países tan
distintos como Cuba, Corea del Norte, China y Vietnam. ¿Por qué no se ha producido
la transición en estos países?
En los países donde no se ha producido la transición también se puede haber dado
el mismo fenómeno: expectativas frustradas y represión. Veamos el caso de China.
Después de un período de expectativas frustradas de reformas, en 1989 se producen
los hechos represivos de la plaza de Tiananmen. Pero en este caso el gobierno se
sentía legitimado ideológicamente, y por tanto se sentía lo suficientemente fuerte
como para disparar sobre los estudiantes. Es decir, la alta legitimidad ideológica es un
freno para la transición. En los países donde se produce la transición había baja
legitimidad ideológica en el momento de la transición.
Respecto a Cuba y Corea del Norte, son países donde no ha sucedido nada que
permitiera tener esperanzas sobre posibles cambios políticos. Por tanto, no ha habido
expectativas frustradas. No ha habido políticos reformistas, ni figuras de
trascendencia internacional, que pudieran presionar al gobierno desde dentro del país.
En estos lugares, a diferencia de los países del Pacto de Varsovia, no se esperaba que
la influencia de Gorbachov pudiera promover reformas políticas. Por otra parte, los
gobernantes de estos países han gozado de un poder carismático, potenciado por los
medios de comunicación nacionales, que les permite utilizar un estilo de gobierno

75
personal, hasta tal punto de ser una especie de gobierno hereditario dentro de una
república. En el caso de Cuba, nadie ha esperado que Fidel Castro, el líder de la
revolución de 1959, dijera públicamente: «nos hemos equivocado y vamos a proceder
a reformas importantes». Tampoco se ha esperado esto de su hermano Raúl. En el
caso de Corea del Norte tampoco se han dado las circunstancias para que nadie
pudiera esperar ningún tipo de cambios o reformas.
En conclusión, en los países donde no se ha producido ninguna transición,
tampoco se ha producido una frustración respecto a reformas esperadas, simplemente
porque no ha habido expectativas sobre tales reformas. Por tanto, al no darse la
frustración, no se ha producido la ira consecuente. Esta ira es la activadora de la
revuelta. Por el contrario, en estos países se ha dado una aceptación de la situación
impuesta por el miedo y la tristeza, que inducen a la inacción. En estas condiciones, si
se producen actos represivos, no existe un clima emocional que predisponga a la
revuelta.
En algunos de los países en los que se ha producido la transición, no se ha
conseguido al primer intento, habiéndose producido otras revueltas anteriores. Este es
el caso de la rebeliones fracasadas en Alemania del Este en 1953, Hungría en 1956 y
Polonia en 1956, 1970 y 1980. En estos países, en aquellos momentos todavía había
una creencia en la legitimidad ideológica. Esto justificaba la violencia del Estado o la
invasión soviética, que abortaron las revoluciones en aquellos momentos.

EL EFECTO SOLIDARIDAD: MORAL Y EMOCIÓN

Ante situaciones de represión, injusticias, opresión, violencia, etc., se produce un


sentimiento de solidaridad con las víctimas. En los análisis políticos a veces se ha
hablado del «efecto solidaridad» como impulsor de movimientos sociales. Algunos
autores se refieren a «sentimiento de represión» (feelings of outrage) como posible
causa. En ambos casos estamos hablando de lo mismo. Cuando un régimen reprime
violentamente manifestaciones de descontento y protesta, la gente se siente oprimida
y considera que es un deber moral rebelarse contra esta opresión.
Los análisis históricos y políticos rara vez mencionan las emociones entre las
motivaciones de las acciones políticas. A veces se habla de solidaridad, pero como si
se tratase de un aspecto racional relacionado con el deber. En el fondo se trata de un
tema emocional, pues sentirse solidario con el que sufre es una emoción.
Además, cuando se habla de deber moral, principios éticos y valores, muchas
veces lo que hay son emociones. Así, la compasión, la empatía y el amor están en el
origen de la moral, la justicia y las religiones. Autores clásicos, como Aristóteles,
Espinoza, Hume y Adam Smith, así como autores modernos como Dunn et al. (1995),
Prinz (2008) y Vallverdú (2007), se han ocupado de analizar la construcción de la
moral desde la perspectiva de las emociones. Desde la perspectiva emocional, los
principios morales se podrían expresar así: una acción es moralmente buena (o mala)
en la medida en que provoca emociones de aprobación (o desaprobación) en

76
observadores normales (Bisquerra, 2009).

CONDICIÓN NECESARIA PERO NO SUFICIENTE

Podríamos resumir lo que antecede diciendo que los análisis sobre la caída de los
regímenes comunistas pocas veces han tomado en consideración la dimensión
emocional. Saxonberg (2013) presenta un modelo de análisis en el cual las emociones
juegan un papel importante, tal como acabamos de exponer. La conclusión es que las
emociones son una condición necesaria, pero no suficiente. En todos los casos se
puede observar unas expectativas de reformas que han sido frustradas, lo cual se ha
canalizado hacia la ira que activa la revolución. Pero deben darse además otras
condiciones, como falta de legitimidad ideológica y, a veces, actos represivos.
La gente tiene miedo a perder su trabajo, su casa, a ser condenado o castigado, y
por tanto no está dispuesta a la acción de protesta a no ser que se den una serie de
circunstancias en las cuales se valora que merece la pena. Esto sucede en situaciones
caracterizadas por el «nada que perder». Cuando una persona considera que ya no
tiene nada que perder es cuando está dispuesta a todo.

LAS EMOCIONES EN LA «PRIMAVERA ÁRABE»

En 2011 se inicia lo que se ha denominado primavera árabe, que cogió al mundo


por sorpresa. Las explicaciones de estos acontecimientos se focalizan en la
acumulación del descontento de la ciudadanía, con líderes autoritarios entrados en
edad, acentuación de los agravios económicos, presión demográfica de población
joven con aspiraciones no satisfechas, y disponibilidad de nuevas tecnologías para
difundir la información y formar redes de oposición. El conjunto de todos estos
elementos es lo que favorece la movilización.
Como de costumbre, la dimensión emocional no es contemplada en la mayoría de
estos análisis. La ignorancia del peso de las emociones en los análisis de movimientos
sociales y políticos es una constante que nos interesa subrayar. Tal como argumenta
Pearlman (2013), los factores sociopolíticos y económicos no son suficientes para
explicar lo que activa a las personas a dar el paso para comprometerse en un
enfrentamiento contra la autoridad, especialmente cuando los riesgos son altos y los
beneficios son muy inciertos. Esta constatación ha favorecido que análisis recientes
empiecen a tomar en consideración la dimensión emocional de la disensión colectiva.
Las rebeliones árabes son una buena ocasión para aplicar un modelo de análisis
que toma en consideración las emociones. Las emociones más implicadas en las
rebeliones árabes son principalmente la ira y la esperanza. La ciudadanía reacciona
con indignación frente a la represión de las fuerzas armadas que disparan frente a una
manifestación de personas desarmadas.
La importancia de las emociones de las personas que se manifiestan en una

77
protesta pacífica es esencial para comprender el movimiento. La evaluación que se
hace de la realidad política activa la ira y el desprecio frente a los líderes autoritarios,
que consideran el país como propiedad privada y el gobierno como hereditario. No es
casualidad que se hablara del «Egipto de Mubarak» y el «Túnez de Ben Ali».
Los análisis de los movimientos sociales normalmente asumen que las personas
que protestan son actores racionales que buscan beneficios materiales que se pueden
producir como consecuencia de un cambio político. Pero esto es insuficiente para
explicar los altos riesgos que las personas están dispuestas a asumir con unas
probabilidades bajas de éxito y con unos beneficios tan inciertos. Hay que tomar en
consideración la dimensión emocional.
Sin embargo, cuando se han tenido en cuenta, ha sido en el sentido de considerar a
las emociones como algo negativo. Son las pasiones irracionales y desenfrenadas,
impulsadas por las dinámicas de las masas, las que impulsan a la acción, y a veces
presionadas por personas con patologías mentales o emocionales. Es cierto que a
veces se puede considerar que ha sido así, por ejemplo en el nazismo o en el Estado
Islámico; pero no siempre, ni mucho menos.
En los análisis políticos, históricos y sociales, llegar a considerar las emociones
como algo aceptable es muy difícil y todavía cuesta entrar en este tipo de análisis.
Cuesta contemplar las emociones como respuestas del sistema nervioso autónomo,
más que como impulsos irracionales, que se dan como respuesta a las evaluaciones
que se hacen del entorno, y como tales pueden ser incluidas en un análisis de los
movimientos sociales, como un factor más junto a otros que ya están habitualmente
contemplados. En las rebeliones árabes se puede identificar la presencia de
emociones como indignación, ira, estar harto, solidaridad, coraje y orgullo, como
aspectos significativos en la activación del movimiento (Pearlman, 2013).
Cuando los gobernantes, con la intención de hacer concesiones para parar la
protesta, ofrecen algo que es percibido como «demasiado poco y demasiado tarde», lo
más probable es que sea rechazado. Hay un momento en que ya solo se está dispuesto
a aceptar un cambio de régimen.
En las rebeliones árabes han estado presentes emociones positivas como
solidaridad, orgullo y esperanza. En los periódicos aparece una mujer que afirma que
los acontecimientos de la plaza de Tahrir en El Cairo son los momentos más felices
de su vida. Pero sobre todo han sido las emociones negativas frente a los gobernantes
opresores las que han movilizado a la gente. Entre las emociones negativas
activadoras se encuentran el resentimiento y la indignación ocasionados por la
injusticia, que es uno de los requisitos para la acción colectiva. La injusticia activa la
ira y la indignación que predisponen a la acción. El simple conocimiento frío de la
injusticia no es suficiente para activar la acción. Gente con ira está más predispuesta a
aceptar riesgos y valorar con optimismo las posibles consecuencias de las acciones.
En cambio, la gente con miedo es menos proclive a la implicación, ya que valora con
pesimismo las consecuencias de las acciones.

78
ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA PRIMAVERA ÁRABE

Mohamed Buazizi encendió la mecha de las primaveras árabes cuando se prendió


fuego el 17 de diciembre de 2010 frente a la sede del gobierno de Sidi Buzid en
Túnez. Tenía 26 años, era huérfano de padre y estaba a cargo de su madre y de tres
hermanos. Fue humillado y nadie le atendió cuando fue a reclamar o pedir ayuda.
Murió tres semanas después, el 4 de enero de 2011, sin saber que su historia la habían
hecho suya muchos jóvenes de dentro y fuera de Túnez. Así se inició el alzamiento
que pretendía derrocar el totalitarismo de las dictaduras monárquicas de muchos
países árabes.
Si este acontecimiento se hubiera evitado, probablemente nada de lo que pasó
después hubiera ocurrido. Por las informaciones disponibles, hubiera sido muy fácil
evitarlo (véase Xavier Mas de Xaxás en La Vanguardia, 16 de enero de 2016, p. 6, en
quien nos basamos para esta descripción).
El dictador Ben Ali representa muy bien lo que caracteriza a los gobiernos con los
que se producen transiciones importantes. Son gobernantes sin apoyo popular, con
estados policiales, donde nadie es tan tonto como para atreverse a decir lo obvio.
La inmolación de Buazizi ilustra a las claras que la revolución tunecina no fue la
culminación de un proceso razonado por una élite de intelectuales y militantes
políticos. Fue una explosión emocional. La ira incendió los corazones de los
oprimidos, muchos de ellos de clases bajas y analfabetos. Lo que querían era trabajo,
el fin de la corrupción y de la represión policial. Ben Ali no lo entendió y once días
después, el 28 de diciembre de 2010, se dirigió a la nación para anunciar mano dura
contra los alborotadores. Uno de los jóvenes revolucionarios dijo: «Teníamos miedo,
pero el miedo nos daba fuerzas». Ira y miedo están en el origen de la revolución
como motores impulsores del movimiento.
El 10 de enero Ben Ali ordenó disparar a matar. Pero los muertos, en lugar de
amedrentar a los revolucionarios, activaron más la ira, con suficiente fuerza como
para ser más fuerte que el miedo.
El 13 de enero Ben Ali cambió de táctica. Ordenó no disparar más, prometió bajar
el precio de productos básicos, levantar la censura en Internet y crear 300.000 puestos
de trabajo. Pero estas promesas ya eran insuficientes y llegaban demasiado tarde. Los
que siempre habían estado a su lado le convencieron para que se fuera al día
siguiente.
Los cambios políticos profundos son lentos. El cambio de gobernante no significa
necesariamente cambio de política. Muchas veces se quedan los seguidores, que
hacen perdurar el sistema. En la primavera árabe el cambio político no ha significado
necesariamente cambio a la democracia. Se ha producido un vacío de poder que ha
sido aprovechado por el yihadismo, que implanta el caos y el terror. Se ha sustituido
la ira por el terror. Tal vez eso sea debido a la ausencia de líderes carismáticos de
reconocido prestigio que hayan sido capaces de canalizar el movimiento en el camino
adecuado.

79
RESUMEN Y CONCLUSIONES

Las perspectivas dominantes en los análisis de los movimientos sociales se centran


en las oportunidades externas, la organización interna y la identidad colectiva. En este
marco, las decisiones se toman desde el punto de vista racional. En general se ignora
la dimensión emocional en la revuelta y en las transiciones. Este capítulo trata sobre
ello.
Los análisis aplicados a la caída del muro de Berlín y a la primavera árabe
permiten observar la secuencia de: época de expectativas de cambio; expectativas
frustradas por la falta de cambios reales; acciones de violencia que provocan a la
población, y activación de la revuelta.
La conclusión de estos análisis se puede resumir diciendo que las emociones son
una condición necesaria, pero no suficiente, para la transición. En todos los casos
analizados se pueden observar unas expectativas de reformas que han sido frustradas,
lo cual se ha canalizado hacia la ira que activa la revolución. Pero deben darse
además otras condiciones, como falta de legitimidad ideológica y, a veces, actos
represivos.
Las revueltas del norte de África y Oriente Medio justifican otros enfoques
distintos de los racionales clásicos. La movilización frente a los gobernantes
autoritarios no es una organización calculada y planificada. Es un movimiento
eminentemente emocional, activado por una serie de acontecimientos que activan
emociones fuertes, entre los cuales están los siguientes: disparar sobre manifestantes
desarmados causando muertes provoca ira e indignación en la ciudadanía;
exasperación como consecuencia de décadas de corrupción y abusos en los derechos
humanos; resentimiento frente a regímenes autocráticos y opresores; desprecio frente
a gobernantes que consideran el país y sus riquezas como propiedad privada y que lo
transmiten de padres a hijos como si fuese un país heredado; esperanza en un futuro
mejor; florecimiento de deseos de dignidad y orgullo; entusiasmo, solidaridad y
optimismo en el momento de la protesta, etc. Desgraciadamente, la continuación de la
historia de las rebeliones árabes se complica hasta tal punto de dejarlas en suspenso
en su mayoría. La euforia revolucionaria se va apagando en la decepción y la
frustración.

80
8. EMOCIÓN Y VIOLENCIA EN POLÍTICA

La violencia es el fracaso de la política. Una parte importante de la violencia se


activa a partir de una ira que no se regula de forma apropiada. La ira se puede activar
por causas muy diversas; entre ellas están otras emociones como frustración,
vergüenza y humillación. En este capítulo se analiza cómo las emociones pueden ser
una de las causas de la violencia. Conocer los mecanismos por los cuales se
desencadena la ira y la violencia debe servir para prevenir y evitar todo tipo de
violencia, ya que este es uno de los grandes problemas de la humanidad.

POLÍTICA, EMOCIÓN Y VIOLENCIA

El fracaso de la política puede desembocar en violencia y en guerra. Guerra y


violencia en el siglo XXI deberían estar totalmente superadas y ser una simple
reminiscencia de tiempos superados. Desgraciadamente, la violencia va a ser la causa
de los principales problemas sociales y políticos. Entre la política y la violencia están
incrustadas emociones fuertes, que muchas veces los análisis políticos no toman en
consideración. En este apartado queremos llamar la atención sobre el peso que las
emociones tienen en la violencia.
Las emociones predisponen a la acción, el miedo predispone a la huida y la ira
predispone al ataque. En política surgen conflictos continuamente y los conflictos
activan emociones, sobre todo relacionadas con la ira. Desarrollar competencias para
la regulación de la ira se considera una de las mejores estrategias para la prevención
de la violencia.
Las emociones son respuestas complejas del organismo, y esta complejidad llega a
cotas máximas cuando entramos en la violencia. Las causas de la violencia son
sumamente complejas y han sido tratadas en múltiples análisis que serían objeto de
un trabajo distinto al que nos hemos propuesto. Lo que queremos señalar aquí es la
importancia de las emociones en la violencia, y en concreto en la violencia de origen
político.
La violencia política, igual que todo tipo de violencia, obedece a causas
complejas. De no ser así, ya se habría solucionado el problema y erradicado la
violencia. Cualquier análisis simplista puede suponer no tomar en consideración
aspectos esenciales en la explicación de fenómenos complejos. Teniendo esto
presente, con la intención de ir avanzando sin quedar atrapados por la complejidad
vamos a señalar a la vergüenza como una de las emociones importantes en la génesis
de la violencia política.

81
VERGÜENZA Y ORGULLO EN POLÍTICA

La vergüenza es una emoción social, lo cual significa que en gran medida se


aprende en la familia, en la escuela y en la interacción social. Es una experiencia
emocional que depende en gran medida de un aprendizaje asistemático.
Personalmente me he ocupado de preguntar a cientos de personas ¿qué es la
vergüenza? Las respuestas son muy diversas, pero se pueden agrupar en dos
categorías. Por una parte hay una vergüenza relacionada con el miedo a quedar en
ridículo. La mayoría lo entiende así. Muy pocas personas tienen presente el origen de
la vergüenza: el miedo a ser juzgado por haber cometido actos moralmente indignos.
En ambos casos hay un miedo a ser juzgado negativamente por los demás. Pero en un
caso es por razones morales y en el otro es por cuestión de imagen pública.
Fijémonos que alguien puede tener vergüenza por hacer el ridículo al tropezar encima
de un escenario, pero por esto no se le puede tildar de «sinvergüenza». Cuando se
puede aplicar a alguien el calificativo de sinvergüenza es cuando estamos ante la
vergüenza genuina. Es interesante observar que en inglés se dispone de dos palabras,
shame y embarrassment, para referirse a los dos tipos de vergüenza que estamos
comentando. El embarrassment se refiere a una situación embarazosa, pero no a la
vergüenza moral.
La forma como educamos en la vergüenza tiene repercusiones en la forma de
experimentarla. Se puede constatar que actualmente en la educación pesa más la
imagen pública que la ética y la moral. La consecuencia de esto es que estamos
educando a personas que tienen una gran vergüenza por hacer el ridículo, lo cual no
tiene nada que ver con ser un «sinvergüenza». En cambio, no insistimos tanto en la
importancia de adoptar un comportamiento digno, con unos principios éticos y
morales, tan importantes que si no los cumplimos deberíamos sentir vergüenza. Si no
siento vergüenza al incumplir dichos comportamientos, entonces sí soy un
«sinvergüenza». Dicho de otro modo, si no vamos con cuidado estamos educando a
sinvergüenzas.
La vergüenza relacionada con el ridículo se relaciona con la humillación. Una
persona que es humillada en público siente vergüenza. Si esta vergüenza es de
carácter político o social, por ejemplo ridiculizar, humillar o avergonzar por
pertenecer a un país, un grupo, una etnia, religión, lengua o cultura, entonces se
pueden activar reacciones que pasan de la vergüenza a la ira y a la violencia.
La vergüenza se opone al orgullo, que es otra palabra compleja y polisémica. Hay
personas a las que la palabra «orgullo» les suena a algo positivo, mientras que a otras
les suena a algo negativo. Todo depende del énfasis que pongamos en los dos
significados que tiene. La palabra «orgullo», entendida como emoción, se refiere a la
experiencia de satisfacción por haber hecho algo bueno o por pertenecer a un grupo
social que hace cosas que considero buenas. De esta forma una persona se puede
sentir orgullosa de un trabajo que ha hecho; una madre se puede sentir orgullosa de
sus hijos; y un ciudadano se puede sentir orgulloso de pertenecer a un país, a un
partido político, a una religión, usar una lengua o poseer una cultura. Un sentido

82
diferente tiene cuando «orgullo» se refiere a un comportamiento caracterizado por la
prepotencia y la arrogancia, manifestando una superioridad que es percibida como
algo negativo por los observadores. En síntesis, la emoción de orgullo es algo
positivo, mientras que el comportamiento orgulloso es negativo.
En resumen, la vergüenza y el orgullo tienen una gran influencia en las
experiencias relacionadas con la política. Una persona necesita sentirse orgullosa del
país al que pertenece. Sentirse humillado políticamente, ante una derrota o por quedar
en ridículo por alguna razón, activa episodios emocionales de vergüenza, ira y
necesidad de resarcimiento, que puede desembocar en violencia.

VERGÜENZA, HUMILLACIÓN, IRA Y VIOLENCIA

Una teoría de la emoción como causa de la violencia ha sido propuesta por


Gilligan (1997). Se basa en sus experiencias como psiquiatra de hombres violentos en
la prisión. En su opinión, la vergüenza es la causa principal de violencia (Gilligan,
1997: 110-111). No se trata de cualquier tipo de vergüenza, sino de la vergüenza que
se lleva en secreto. La vergüenza es uno de los secretos mejor guardados por los
hombres violentos.
Cuando una persona ha sido avergonzada intensamente, puede ocultar su
vergüenza y convertirla en ira y agresión. También puede derivar en tristeza, silencio
o depresión, pero no vamos a tratar aquí esta posibilidad.
La ira y agresión generadas por la vergüenza secreta pueden conducir a cometer
homicidio o suicidio. En un estudio realizado por Websdale (2010) sobre 211 casos
de violencia de género donde una persona mata a su pareja y uno o varios hijos, se
encontraron evidencias de las teorías de Gilligan. De todos los casos en que se
encontraron suficientes detalles para un análisis, aproximadamente en el 70 % se
identificó una vergüenza intensa en el origen de la agresión.
Conviene señalar que en el lenguaje coloquial suele suceder que el uso de
expresiones emocionales a veces no es muy preciso. El caso de la vergüenza, con la
complejidad de interpretación y matices que presenta, es un caso claro que puede
inducir a confusión. Por eso conviene aclarar que en el caso que nos ocupa la idea de
vergüenza se refiere a una humillación.
Una persona, principalmente un hombre (en esto suele haber diferencias entre
hombres y mujeres), que se siente humillado, siente una vergüenza que predispone a
la ira y a la necesidad de recuperar el honor perdido. Según la cultura, esto puede
llegar a ser más importante que comer o beber, e incluso puede llegar a ser más
importante que la vida misma. En la literatura española hay abundantes ejemplos de
humillación y honor perdido que han desembocado en violencia, con graves
consecuencias tanto para el que la sufre como para el que la comete. Actualmente, en
gran parte de la cultura española esto se vive como historias de tiempos pasados,
aunque no tan lejanos.

83
HISTORIA Y EMOCIÓN

Si la política se refiere a la situación actual, la historia se ocupa de la política a


través del tiempo. La perspectiva temporal es lo que distingue política de historia. Por
este motivo, mucho de lo que estamos comentando referido a la política se puede
aplicar a la historia.
En general, los historiadores no han tomado en consideración las emociones en el
origen de los acontecimientos, conflictos y guerras. La interpretación habitual se basa
solamente en el mundo «externo», reflejado en un conjunto de relaciones políticas y
económicas. Al no tomar en consideración aspectos «internos» (emocionales),
muchos historiadores aportan explicaciones contradictorias debido a la confusión
sobre las causas de la I Guerra Mundial y la subida de Hitler al poder (Scheff, 2013).
Desde el punto de vista «externo», muchos conflictos colectivos y guerras no
tienen sentido. La idea de que la venganza y la humillación no tienen suficiente
fuerza para declarar una guerra, ya que solamente son emociones, es una puesta en
escena de la represión emocional por parte de las instituciones sociales (política,
historia, educación, medios de comunicación, religión, etc.).
En otro capítulo nos referimos al trauma político y su transmisión
intergeneracional. En el fenómeno del trauma se pueden observar las relaciones de
causa-efecto que encadenan la Guerra Franco-Prusiana, la I Guerra Mundial, la II
Guerra Mundial y los efectos del III Reich en las generaciones de la posguerra. Scheff
(2013) analiza cómo la venganza fue la principal causa de la I Guerra Mundial. En su
argumentación señala que en la Guerra Franco-Prusiana, la derrota de Francia frente a
Alemania en 1871 fue un trauma que creó un clima emocional que reclamaba una
revancha. Los medios de comunicación franceses entre 1871 y 1914 están plagados
de referencias que inducen a redimir el honor perdido de Francia. Este fue el tema
principal en la prensa francesa de la época, pero además también estuvo presente en
las novelas, canciones, poesía y tertulias sociales. Surgió la poesía militar, cuyo tema
básico era este, y la única forma de dar salida a la emoción contenida era a través de
la revancha. Se habla de la «paz armada» para referirse a esta época. Esto propició
que Francia no hiciera prácticamente nada para evitar la guerra en 1914, ya que era la
ocasión perfecta para la venganza que permitiría superar el trauma. Es muy relevante
que no hubo negociaciones entre las partes en litigio previas a la guerra. Las
negociaciones son útiles solamente para navegar en conflictos visibles (materiales); si
los conflictos son emocionales (invisibles), son mucho más difíciles de negociar.
El Tratado de Versalles de 1918 con el que finalizó la I Guerra Mundial supuso
una humillación por parte de Alemania. Fue la venganza de Francia por la derrota que
había sufrido frente a Alemania 47 años antes. Es una transmisión generacional del
trauma.
Cuando Hitler subió al poder en los años treinta, una de sus promesas fue derrocar
el Tratado de Versalles. Los discursos de Hitler están llenos de referencias al honor,
vergüenza, humillación y venganza que incendiaban los ánimos de los alemanes
frente a Francia. En estos momentos es Alemania la que tiene que recuperar el honor

84
perdido frente a Francia, llevando a la II Guerra Mundial.
El análisis de estas tres guerras sugiere una relación de humillación-venganza-
humillación-contravenganza; la venganza reclama contravenganza (Scheff, 2013).
Así se produce una espiral de violencia de la que es difícil salir. Las emociones están
en el fondo de las motivaciones y en el origen de muchas guerras, más allá de los
pretextos que se hayan aportado. Como dijo Napoleón, «la vanidad está en el origen
de las revoluciones, la libertad es un pretexto».
Afortunadamente, estas historias que han asolado Europa a lo largo de la historia
actualmente nos parecen superadas. Esperemos que así sea definitivamente,
suponiendo un paso trascendental en la historia y en la política. Pero,
desgraciadamente, en otras culturas es de rabiosa vigencia. Culturalmente se ha
educado para la venganza por una humillación como un imperativo al que no se
puede ni se debe oponer resistencia. Analizar mucha violencia política actual desde la
perspectiva de la vergüenza y humillación, incluido el terrorismo yihadista, puede
aportar luz para vislumbrar caminos con esperanza.

HUMILLACIÓN Y VIOLENCIA

La tesis de que la humillación puede activar violencia puede ilustrarse mediante


varios estudios sobre la motivación de los terroristas. Estos análisis señalan que
experiencias masivas de humillación son la principal motivación de los terroristas
(Lindner, 2001; Stern, 2003; Jones, 2008, 2010; Strozier, Terman y Jones, 2010: 143-
147). Por tanto, si queremos frenar el terrorismo, es esencial analizar las razones por
las cuales las personas se pueden sentir humilladas. Analizar en profundidad las
causas por las cuales los terroristas se sienten humillados debe servir para evitar estas
humillaciones y cortar de raíz sus devastadoras consecuencias. Lógicamente este
problema es sumamente complejo y no podemos esperar que trabajando sobre un
único aspecto lo vayamos a solucionar, pero al menos hemos de evitar que se
enquiste por no tomar en consideración todos los aspectos importantes.
Desde el punto de vista emocional no hace falta que exista la intención de humillar
por parte de nadie. Lo importante es que uno «se sienta humillado». La emoción
depende más de la valoración que hace el sujeto de su entorno, que de la realidad del
entorno en sí misma. En otras palabras, hay que profundizar en la interioridad de las
personas, sobre todo de los sectores propensos a implicarse en acciones terroristas,
para conocer su experiencia emocional motivadora de acciones de tal envergadura.
Conseguirlo es sumamente difícil, pero es una de las vías de prevención.
Prevenir cualquier tipo de humillación y vergüenza debería ser un objetivo
mundial en la educación y la política. Ello significa prestar atención al mundo
interior; es decir, a las emociones. Desgraciadamente, tenemos manifestaciones de
que vamos en sentido contrario. Por ejemplo, cuando un reportero preguntó al
entonces primer ministro de Israel, Ariel Sharon, por qué los palestinos tienen que
esperar tanto tiempo para cruzar el muro, él respondió: «Queremos humillarles»

85
(Jones, 2013: 90). Si la humillación es una política intencional de Israel, se puede
decir que con esta política se están fabricando terroristas contra Israel, que es todo lo
contrario de lo que deberían hacer. Pero lo más grave es que algo similar puede estar
pasando en cualquier parte del mundo: una escuela de los suburbios de París, o un
barrio de Bruselas, Niza o Múnich.
Los gobiernos no pueden parar la humillación en la política y la educación porque
no reconocen las causas emocionales del conflicto. Por el contrario, a veces las
fomentan desde la inconsciencia emocional.

EL EFECTO MARIPOSA

Un sistema es un conjunto de elementos interrelacionados que interactúan entre sí


de forma continua. Vivimos en un mundo globalizado que se comporta como un
sistema abierto.
El mundo y la vida son procesos de cambio permanente. Se ha dicho que en el
futuro lo único que será permanente es el cambio. En un mundo cada vez más
globalizado, los cambios en un lugar concreto pueden producir efectos en lugares
sumamente alejados.
El denominado efecto mariposa se ha resumido en el proverbio chino que dice: «el
aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tornado al otro lado del
mundo». La consecuencia práctica es que en sistemas complejos es muy difícil
predecir lo que va suceder. La idea que aquí interesa retener es que un evento sin
importancia en algún lugar puede causar efectos de gran impacto en el otro extremo
del mundo.
Cuando un sistema político fuerte se niega a cambiar para mejorar la vida de la
ciudadanía, se provocan emociones de ira y resistencia que pueden activar
movimientos de gran impacto y de consecuencias imprevisibles.
Cuando se humilla a una persona, puede activar en ella emociones de ira que
predisponen a la violencia. Para llevar a cabo sus propósitos puede planificar actos
inimaginables. Por ejemplo, se puede llegar a implicar en movimientos terroristas, e
incluso inmolarse, con la intención de causar el máximo daño posible, matando en un
momento a cientos de personas que, en su imaginación, son los causantes de su
humillación.
Un adolescente de los aledaños de París, cuyos padres emigraron desde algún país
magrebí, en algún momento se puede sentir humillado por lo que considera razones
atribuibles a su cultura o religión. Esto puede ser una causa para que unos años más
tarde se implique en el terrorismo yihadista, y acabe inmolándose matando a 300
personas. Esto es un ejemplo del efecto mariposa al que nos estamos refiriendo.
Las emociones pueden tener repercusiones que nos recuerdan el efecto mariposa.
Si no tomamos conciencia de ello, estamos ignorando aspectos esenciales de la
política, de la convivencia y de la educación en el mundo, cuyas repercusiones son
imprevisibles.

86
Cuando se produce un atentado terrorista muchas veces es porque las personas
implicadas experimentan estados emocionales que les resultan insoportables.
Conviene hacer lo posible para que esto no se produzca, por el bienestar y la
supervivencia de la humanidad.
Una persona que goza de bienestar emocional no tiene ninguna necesidad de
implicarse en este tipo de actos. Por ello, en el capítulo siguiente nos vamos a referir
al bienestar como objetivo de la política. No podemos limitarnos a entender el
bienestar como algo deseable, sino como algo esencial para la convivencia y la
supervivencia.

RESUMEN Y CONCLUSIONES

La violencia es el fracaso de la política. Una parte importante de la violencia se


activa a partir de la ira no regulada de forma apropiada. Esta ira a veces tiene unos
antecedentes en la vergüenza y en la humillación. Ciertos análisis políticos e
históricos permiten asignar un peso importante a las emociones (aquí se ha analizado
la humillación y la vergüenza) en el origen de la violencia.
La humillación puede ser consecuencia de una provocación directa o indirecta.
Desde la inconsciencia emocional a veces se provoca humillación indirecta con actos
que aparentemente tienen otras finalidades. Es importante desarrollar competencias
emocionales que permitan prevenir la activación de estas emociones desde la
inconsciencia.
El principio de tolerancia cero frente a cualquier tipo de violencia debe ser uno de
los objetivos de la política internacional en el siglo XXI. Es preciso insistir sobre este
aspecto para contrarrestar la cultura de la violencia que está presente en los medios de
comunicación, las familias y la política. Esto requiere investigación, presupuestos y
educación para erradicar la violencia. Es un proyecto muy a largo plazo, tal vez
utópico, pero merece la pena implicarse en ello antes de que sea demasiado tarde.
El efecto mariposa nos alerta ante posibles situaciones, que desgraciadamente cada
vez son más frecuentes. En muchas situaciones esto es consecuencia de experimentar
estados emocionales que se viven como insoportables. Es esencial prevenir para
evitarlo, siendo un objetivo de largo alcance que afecta a la educación, la sociedad,
los medios de comunicación y la política.

87
9. POLÍTICA Y CONSTRUCCIÓN DEL BIENESTAR

El miedo y la ira son las emociones básicas que han dominado las relaciones entre
los pueblos y por tanto la política. ¿Hasta cuándo queremos continuar con este
sistema?
El reto que tenemos es superar el sistema actual, basado en el miedo y la ira, por
otro basado en el amor y el bienestar. Esto, en principio, suena a música celestial.
Pero si lo analizamos bien, posiblemente lleguemos a la conclusión de que la gestión
de la convivencia y la construcción del bienestar es lo que justifica la política.
A veces las luchas por el poder y sus estrategias, así como los medios para
lograrlo, hacen olvidar los fines. Se dice que un fanático es el que redobla los
esfuerzos cuando ha perdido de vista las finalidades. Entonces entramos en las
posturas inflexibles, intransigentes, en los extremismos, fundamentalismos y
fanatismos que tanto daño han causado a la humanidad.
No podemos permitir que las urgencias, estrategias, ideologías, tradiciones y otros
elementos nos aparten de las finalidades. Para ello se requiere dotar a las personas de
un detector de emociones tóxicas, para no dejarnos contagiar. Esto significa el
desarrollo de competencias emocionales, educación emocional y bienestar consciente.
Las personas con competencias emocionales están en mejores condiciones para
enjuiciar los contextos políticos y contribuir a crear los climas emocionales más
favorables a la convivencia y el bienestar.

UN SISTEMA SOCIAL Y POLÍTICO BASADO EN EL MIEDO Y LA


IRA

Las relaciones de poder a lo largo de la historia han ido configurando un sistema


social y político basado en dos emociones básicas: miedo e ira. A lo largo de los
capítulos anteriores nos hemos referido a las campañas electorales, las crisis, los
extremismos, el desplazamiento social, los nacionalismos, los traumas políticos, el
cambio social, las protestas, las transiciones, el terrorismo y la violencia. Un análisis
de estas situaciones, así como de la historia en general, pone en evidencia esta
aseveración.
Poder, miedo e ira son elementos clave del mantenimiento del sistema. Los
conflictos de poder son una constante en la gestión de la gobernabilidad. En un
conflicto se activa la ira, que predispone a atacar de alguna forma, ya sea verbal o
físicamente. Solamente cuando el miedo es más fuerte que la ira se consigue frenar el
ataque. Por esta razón, desde el poder siempre se ha considerado que es importante
desarrollar una política del miedo.

88
¿Quosque tandem? ¿Hasta cuándo queremos mantener este sistema? Tal y como
están las cosas, tanto a nivel nacional como internacional, el sistema se puede
mantener indefinidamente. Sin embargo, hemos de proyectarnos hacia el futuro, tal
vez un futuro muy lejano, que muchos ya no veremos. Un futuro que se empieza a
construir ahora y que se va a basar en la respuesta que demos a la siguiente pregunta:
¿Sobre qué emociones queremos fundamentar la sociedad del futuro?

EL AMOR EN LA POLÍTICA

Si hablamos del «amor en política», fácilmente se puede entender que estamos


hablando de los amoríos entre personas que se dedican a la política. En la prensa
aparecen noticias en este sentido: conocidos políticos que forman pareja, flirteos,
infidelidades, etc. Pero no es nada de esto de lo que queremos hablar, sino del amor
como objetivo y finalidad de la política.
El amor es la emoción más compleja que existe, y por si fuera poco se utiliza la
misma palabra para referirse a formas muy distintas de amor: amor erótico, amor
romántico, amor cortés, amor de pareja, amor maternal, amor paternal, amor filial,
amor fraternal, etc.
¿Qué es el amor? Parece que todos sabemos lo que es, pero no resulta fácil de
expresar en palabras. El lector puede parar la lectura y redactar una definición propia
de lo que es el amor. Es probable que tenga dificultades en expresar verbalmente el
concepto de amor.
Cada persona tiene su propia idea sobre lo que es el amor. Cada uno resalta más
un aspecto que otro. La educación en la familia, la escuela, los amigos, los medios de
comunicación y las experiencias previas van configurando el concepto que tenemos
del amor. Es decir, el amor es el resultado de un proceso de aprendizaje.
Si no acordamos lo que significan las palabras que utilizamos, la comunicación se
hace inviable. Como decían los clásicos: «definamos si no queremos discutir». Este
principio anima a superar las dificultades que se encuentran al querer definir el amor,
para sugerir de forma tentativa una propuesta de conceptualización.
Convengamos que el amor incluye, como mínimo, emoción, actitud, voluntad y
acciones. El amor es mucho más que un sentimiento hacia alguien; no confundamos
amor con enamoramiento. Incluyendo estos aspectos, podemos considerar que el
amor es un estado emocional que predispone a un compromiso activo en favor del
bienestar de las personas amadas.
Las personas amadas pueden ser la pareja, los hijos, familia, amigos, compañeros,
etc. Por extensión, puede ser todo el barrio, pueblo, ciudad, país e incluso el mundo
entero, toda la humanidad. El amor se puede entender como un compromiso en favor
del bienestar de la humanidad. ¿No es esto la finalidad de la política?
A pesar de lo que pueda decir Maquiavelo, nos atrevemos a proponer el amor
como una de las finalidades esenciales de la política. Seamos conscientes que esto va
a desentonar con lo que estamos acostumbrados a ver y oír en los debates políticos

89
(parlamento, diputados, mítines, radio o televisión). Pero ¿qué sentido tiene dedicarse
a la política si no es para implicarse activamente en el bienestar de la ciudadanía a
través del amor? La única forma que justifica que uno se dedique a la política es por
amor a la ciudadanía.
En una sociedad que tiene claro el sentido de la política, las personas que se
dedican a ella deberían manifestar claramente con sus actos y palabras que se dedican
a la política desde el amor y para fomentar el amor. Es decir, tienen un compromiso
activo en favor del bienestar de la ciudadanía en su conjunto, no solamente de su
partido. Cualquier acción sobre política y ciudadanía debería basarse en el amor,
desde el amor y para el amor. Cualquier libro sobre política debería ser, en el fondo,
un libro sobre el amor y el bienestar.

EL BIENESTAR COMO OBJETIVO DE LA POLÍTICA

En la convivencia surgen conflictos inevitablemente. Los conflictos activan


emociones, y estas emociones pueden dificultar o imposibilitar su solución. Como
consecuencia de los conflictos continuados se puede generar un clima de tensión que
es incompatible con el bienestar.
Si nos referimos a las emociones positivas, las dinámicas son diferentes. Las
emociones positivas pueden estar prácticamente ausentes de la política, a no ser que
haya una voluntad intencional de crearlas. Ello nos lleva a replantear: ¿Cuál es la
finalidad de la política? Algunos partidos lo han dicho claramente: llegar al poder. Se
agradece la sinceridad de expresarlo claramente. Este puede ser el objetivo del
partido, pero ¿es el objetivo real de la política en general? Sería un objetivo muy
pobre, aunque desgraciadamente es lo que se observa muchas veces. Parece que
cuenta mucho más la estrategia para llegar al poder que las energías encaminadas al
bienestar general de la ciudadanía.
¿Para qué queremos gestionar la convivencia y los conflictos que conlleva? Para
vivir o sobrevivir, naturalmente. ¿Y para qué queremos vivir o sobrevivir? Esta
pregunta nos lleva al sentido de la vida. En general, si nos vamos formulando
preguntas de este calibre lo lógico es que lleguemos a la conclusión de que lo que
puede dar sentido a la vida es la construcción del bienestar, que es el leit motiv de este
capítulo. ¿Pero de qué bienestar estamos hablando?

TIPOS DE BIENESTAR

Cuando en política se habla de bienestar, si no se dice nada en contra, se entiende


el bienestar material, que consiste en el desarrollo económico y tecnológico. Esto es
muy importante, ya que los recursos materiales son esenciales para la supervivencia.
Pero hay claras evidencias de que el bienestar material no es suficiente para la
felicidad.

90
¿La felicidad tiene algo que ver con la política? En la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos de 4 de julio de 1776 se hacen constar los
derechos fundamentales de la vida: libertad y felicidad. Por primera vez en la historia
aparece en un documento político el derecho a buscar la felicidad. Posteriormente
este derecho se ha hecho constar en muchos otros documentos históricos y políticos.
Por ejemplo en la Constitución Española de 1812: «El objeto del Gobierno es la
felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el
bienestar de los individuos que la componen» (cap. 3, art. 13).
De vez en cuando conviene recordar estos principios para no quedar anclados en el
bienestar material y en las estrategias para llegar al poder. Hay que evitar que el día a
día, con el fragor de la batalla diaria que conlleva la política, lleve a olvidar su
auténtica finalidad.
En las fiestas y celebraciones muchas veces se brinda por la salud, aceptando que
es de los aspectos más importantes de la vida. Es una lástima que muchas personas
tomen conciencia de la importancia de la salud solamente cuando la han perdido. La
salud no es solamente la ausencia de enfermedad, sino la presencia de bienestar
físico, mental y social. Cada uno debe responsabilizarse de su salud, pero también
desde la política hay que potenciar al máximo la salud. La salud se potencia con
alimentación sana y ejercicio físico. Esto es muy importante, pero no es suficiente
para asegurar la felicidad.
El bienestar social es un concepto amplio que se utiliza con sentidos distintos en
diversas ciencias (psicología, sociología o política). Se pueden distinguir tres
dimensiones o categorías en el bienestar social: interpersonal, comunitaria y política.
Estas dimensiones se resumen en la tabla siguiente:

BIENESTAR SOCIAL

Dimensiones Factores

Política Justicia, libertad, paz, democracia, derechos humanos, estabilidad política, seguridad
ciudadana, no discriminación, igualdad de oportunidades, equidad, etc.

Comunitaria Clima emocional, valores, estabilidad familiar, solidaridad, actitudes de ayuda mutua,
civismo, cortesía, comunicación, cooperación, ausencia de violencia, etc.

Interpersonal Relaciones sociales, relaciones íntimas, competencias sociales y emocionales,


contribución social, integración social, etc.

En la medida que se den unas condiciones políticas favorables, más probable será
el bienestar social. Los gobiernos suelen tener un departamento de bienestar social
que tiene la función de reforzar el estado de bienestar para conseguir una sociedad
más justa y solidaria. Para ello atiende a los servicios sociales relacionados con
personas necesitadas, personas mayores, familias, infancia, adolescencia, juventud,
inmigración, mujeres en situación crítica, grupos especiales, homosexuales,
adopciones, dependencias, minusvalías, voluntariado, igualdad de oportunidades,
violencia de género, marginación, pobreza, etc. En un país donde hay presupuestos

91
generosos para atender a todas estas necesidades sociales hay mayor bienestar social.
En este sentido, el bienestar social tiende a confundirse con el bienestar material. En
general, lo que en política se denomina bienestar social no llega a implicarse en el
bienestar emocional.
La dimensión comunitaria del bienestar depende del contexto social próximo. Se
incluyen el clima emocional del contexto social (trabajo, empresa, comunidad,
vecindario, etc.), los valores humanos y morales, la estabilidad familiar, la
solidaridad, actitudes de ayuda mutua, civismo, cortesía, comunicación, cooperación,
ausencia de violencia, integración social, etc. En la medida que haya un contexto
comunitario favorable es más probable una contribución social por parte de los
miembros de la comunidad, lo cual es un elemento clave del bienestar social
comunitario. La dimensión comunitaria es un espacio intermedio entre la dimensión
política y la interpersonal.
La dimensión interpersonal depende de las relaciones con los demás,
principalmente con las personas con las cuales hay una relación íntima y una
interacción casi a diario. Se incluyen las relaciones de pareja en primer lugar y por
extensión la familia nuclear. Las competencias sociales juegan un papel importante
en la construcción del bienestar social en esta categoría. Las personas que han
desarrollado estas competencias están en mejores condiciones para mantener
relaciones sociales satisfactorias y disfrutar de bienestar social. Otros aspectos a
considerar son la formación de redes de apoyo, el capital social, la gestión de
conflictos, etc. En la medida en que una persona se siente bien con los que la rodean,
tiene mayor bienestar.
Puesto que pasamos la mayor parte de nuestra vida en el ejercicio de nuestra
profesión, es muy importante el bienestar profesional, entendido como la satisfacción
con lo que uno hace habitualmente en el trabajo. Cuando una persona tiene la suerte
de ejercer una profesión que le gusta, que para él tiene un significado y es una vía de
autorrealización, está en mejores condiciones para experimentar bienestar
profesional. El engagement o compromiso profesional es una manifestación del
bienestar profesional.
Todos estos tipos de bienestar son muy importantes. Pero no hay que olvidar el
bienestar emocional, que consiste en la experiencia de emociones positivas, que es lo
más parecido a la felicidad.
Desde la política hay que potenciar el bienestar integral. Es decir, la integración de
los diversos tipos de bienestar (material, físico, social, profesional y emocional), y no
solamente el bienestar material. Diversas ciencias están aportando evidencias sobre la
forma de potenciar todos los tipos de bienestar, incluyendo el emocional. Estos
conocimientos deben ponerse al alcance de la ciudadanía, lo cual debe materializarse
en el discurso político, en los objetivos y acciones.

EL BIENESTAR EMOCIONAL

92
El bienestar emocional coincide en gran medida con la felicidad, que es lo que
busca la mayoría de las personas. En la investigación científica muchas veces se
prefiere utilizar la palabra «bienestar subjetivo» o «bienestar emocional» en lugar de
felicidad. Ambos se refieren a experiencias personales subjetivas caracterizadas por la
presencia de emociones positivas.
Bienestar emocional, satisfacción en la vida, calidad de vida, felicidad y emoción
están muy relacionados. El bienestar emocional consiste en una valoración global
sobre la satisfacción en la vida, siendo esta un juicio sobre cómo se valora la propia
vida en su totalidad o parte de ella en un momento dado. También se puede referir a
alguna área concreta: salud, relaciones sociales, familia, trabajo, instituciones, ocio,
vida sexual, etc. (Vázquez y Hervás, 2009). Calidad de vida es el grado en que una
persona considera su vida como deseable o no; habitualmente hace referencia a
condiciones externas: ingresos, salud, vivienda, acceso a recursos, infraestructuras,
etc. Calidad de vida es un término relacionado con la economía y la medicina (salud),
aunque recientemente se incluyen aspectos psicológicos: satisfacción vital,
percepción de las condiciones de vida, bienestar emocional, felicidad, etc.
No hay que confundir calidad de vida con nivel de vida. Se trata de una confusión
frecuente y habitual. La persona que piensa que su calidad de vida depende de su
nivel de vida se orienta hacia el bienestar material. Un enfoque vital centrado
exclusivamente en el nivel de vida y el bienestar material puede dificultar, más que
favorecer, la calidad de vida y el bienestar emocional.
En resumen, hay varias expresiones que a menudo se utilizan casi como
sinónimos, entre las cuales están felicidad, bienestar emocional, bienestar subjetivo,
satisfacción con la vida, calidad de vida, etc. Aquí radica un aspecto importante de la
vida de las personas, que desde la política se puede potenciar o dificultar. A lo largo
de este libro se aportan evidencias de cómo muchas veces se dificulta más que se
favorece. Conviene tomar conciencia de ello para que el bienestar integral, y por
tanto el bienestar emocional, formen parte de la finalidad de la política, y a tal fin
deben dedicarse esfuerzos, tiempo, presupuestos y formación.

EL BIENESTAR SE CONSTRUYE

El bienestar y la felicidad no son algo que se puede esperar que nos venga dado,
sino que se construyen con esfuerzo cada día. Cada persona va construyendo su
propio bienestar a partir de unas características personales y unos condicionamientos
ambientales. La construcción del bienestar personal y social es en gran medida una
decisión que toman las personas. Por lo que respecta al objeto de análisis en este
libro, interesa resaltar ahora la función de la política en la construcción del bienestar
social en cuanto a los condicionamientos ambientales (políticos) que lo favorecen o
dificultan.
El ambiente social y político juega un papel importante en la construcción del
bienestar. En concreto, el contexto sociopolítico (democracia, seguridad ciudadana,

93
respeto a los derechos humanos, etc.) crea un clima emocional que afecta
directamente a la percepción de bienestar de la ciudadanía.
Las investigaciones científicas han aportado evidencias que pueden ser de utilidad
en el proceso de construcción del bienestar, y por ello conviene difundirlas para
hacerlas accesibles a la sociedad en general. Entre los factores principales que
contribuyen al bienestar emocional están los siguientes:

a) Relaciones sociales y familia (bienestar social).


b) Amor y relaciones sexuales.
c) Satisfacción profesional (bienestar profesional).
d) Actividades de tiempo libre.
e) Salud (bienestar físico).
f) Características socioeconómicas (bienestar material).
g) Características personales (personalidad).

La educación juega un papel importante en la percepción, en la toma de


conciencia y en el desarrollo de estos factores. Todos ellos tienen una componente
emocional muy importante. Por ello, potenciar la educación emocional puede
contribuir significativamente a aumentar el bienestar personal y social.

EDUCACIÓN EMOCIONAL PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL


BIENESTAR

Una de las estrategias más eficientes en la construcción del bienestar consiste en


proporcionar una educación de calidad a las futuras generaciones. La educación
emocional tiene como finalidad el desarrollo de competencias emocionales que
faciliten la construcción del bienestar. En otros trabajos (Bisquerra, 2009, 2013)
hemos desarrollado con detalle el marco de la educación emocional, las competencias
emocionales y la práctica para la construcción del bienestar. Remitimos a estos
trabajos para no repetir aquí lo que ya se ha dicho sobre la educación emocional. La
síntesis sería que el bienestar se construye y, lo que es más importante, se aprende a
ser feliz.
La educación emocional, además de desarrollar competencias emocionales
(conciencia y regulación emocional, autonomía, competencia social, bienestar),
también se propone analizar el contagio emocional y la creación de climas
emocionales favorables a la convivencia y el bienestar.
La regulación de la ira para la prevención de la violencia es uno de los aspectos
clave para la convivencia y el bienestar. Solamente este aspecto ya justificaría la
generalización de la educación emocional, dado que uno de los grandes retos de la
humanidad en el siglo XXI es la violencia.
La educación emocional aporta elementos para analizar la historia, la sociedad y la
política desde la perspeciva emocional, tal como se sugiere en este libro. Una de las
consecuencias de esta formación debe ser llegar a una ciudadanía comprometida con

94
la convivencia y la construcción del bienestar.
Investigaciones en el campo de la neurociencia, con el descubrimiento de la
neuroplasticidad, permiten apuntar que con lo que pensamos, hacemos, sentimos y
vivimos nos entrenamos continuamente para ser felices…, o infelices. Esto es
realmente muy importante para el bienestar de un país.

DESARROLLAR UN DETECTOR DE EMOCIONES TÓXICAS

La construcción del bienestar personal y social supone nadar contra corriente.


Continuamente recibimos estímulos que nos predisponen a la preocupación,
desconfianza, ansiedad y estrés, cuando no al miedo o a la ira, creando en definitiva
malestar. Si bien esto es inevitable, no debe hacernos olvidar que el sentido de la
vida, y por tanto de la política, está en el bienestar.
Conviene desarrollar un detector de emociones tóxicas en todas las personas. Se
trata de una especie de escáner que detecta cuándo estamos ante personas que
expanden emociones destructivas: ira, odio, hostilidad, envidia, violencia, etc. Estas
emociones, como todas, se contagian y crean climas emocionales tóxicos.
Desgraciadamente esto pasa con mucha frecuencia en la política. La ciudadanía no
se puede dejar engañar por discursos que en el fondo fomentan el miedo y la ira. Hay
que detectar cuándo un político emite este tipo de emociones, así como detectar
cuándo un político se relaciona con la ciudadanía desde el amor y el bienestar. Todo
esto tiene efectos en los votos que emite la ciudadanía.
El detector de emociones tóxicas es una especie de detector de mentiras.
Desgraciadamente en las relaciones sociales y en la política hay engaño y
autoengaño. Aprender a detectar las mentiras y emociones tóxicas que se crean en
nuestro entorno es una competencia básica para la vida.
Uno de los grandes retos del siglo XXI es la violencia. A la prevención de la
violencia de todo tipo hay que dedicar esfuerzos, tiempo y también presupuestos. Los
gobernantes y la clase política pueden jugar un papel muy importante en este
proyecto. La regulación de la ira para la prevención de la violencia debe ser un
elemento esencial de la educación, que debe afectar a toda la sociedad y en particular
a la clase política.
Del discurso del miedo y la ira hay que pasar al discurso del amor, el bienestar y la
felicidad, pero sin dejarnos engañar. Por ello hace falta desarrollar empatía,
conciencia, regulación emocional, autonomía y competencias sociales, que es otra
forma de referirnos al detector de emociones tóxicas.
Cuando un político utiliza su tribuna para expandir la ira y el miedo, esto debe ser
detectado por la ciudadanía y tener efecto en los votos, lo cual no significa que no
haya que ser realistas. Habrá muchas situaciones en las cuales se mezclen realismo,
pesimismo, miedo y defensa preventiva. En estas situaciones será necesario un
análisis del contexto que incluya la dimensión emocional y sus efectos. Una
ciudadanía formada en educación emocional va a estar mejor preparada para afrontar

95
los retos que se planteen en situaciones de tensión política, protesta, transiciones o
traumas políticos.
Hemos de pasar del discurso del miedo y la ira al discurso del amor y el bienestar,
a pesar de todo. Una ciudadanía formada en competencias emocionales está en
mejores condiciones para analizar la compleja realidad social y política para
contribuir mejor a la construcción del amor y el bienestar.
Lo que estamos hablando no se refiere a nuestro país en concreto, sino a todos los
países del mundo. No es solamente un reto nacional, sino un proyecto internacional
que afecta a toda la humanidad. Vivimos en una aldea global en intercomunicación
permanente. Solamente cuando todo esto que estamos comentando pase a formar
parte de la política internacional, con implicación de las Naciones Unidas, estaremos
mejor orientados a la construcción del bienestar de la humanidad.

RESUMEN Y CONCLUSIONES

Las luchas por el poder a lo largo de la historia han ido configurando un sistema
social y político basado en dos emociones básicas: miedo e ira. Esto puede hacer
olvidar que la convivencia y la construcción del bienestar son lo que justifica la
política.
Conviene pasar del discurso del miedo y la ira al discurso del amor y el bienestar,
a pesar de todo. No estamos acostumbrados a ello y puede sonar como una utopía
ingenua. Pero en el fondo es lo que desea una parte importante de la ciudadanía.
El amor es un estado emocional que predispone a un compromiso activo en favor
del bienestar de las personas amadas. En política, las personas amadas son la
ciudadanía en su conjunto, no solamente los militantes del propio partido. En este
sentido, se puede considerar que el amor y el bienestar constituyen la esencial de la
finalidad de la política.
Si el bienestar es uno de los objetivos importantes de la gestión política, conviene
tomar conciencia de que hay diversos tipos de bienestar: material, físico, social,
profesional y emocional. El conjunto de todos ellos es el bienestar integral, puesto
que los integra en un concepto global. La política no puede limitarse al bienestar
material. Debe implicarse en el bienestar integral, y por tanto debe incluir el bienestar
emocional, que es la felicidad.
La construcción del bienestar depende de cada persona. Sus actitudes, voluntad,
valores, acciones y en definitiva lo que una persona piensa, hace y siente es lo que va
construyendo el bienestar. Pero también hay unos condicionantes ambientales que lo
favorecen o dificultan. Aquí es donde la gestión política debe favorecer el mejor
contexto para la construcción del bienestar.
La educación juega un papel esencial en la forma de ver la vida y en la manera de
enfocar el bienestar. La educación emocional tiene como objetivo el desarrollo de
competencias que preparen a las personas para una mejor convivencia y bienestar.
Por ello, desde la política conviene fomentar la educación emocional como factor

96
importante en la construcción del bienestar.
Un aspecto de la educación emocional consiste en tomar conciencia del clima
emocional que nos rodea y cómo a veces se crean climas emocionales tóxicos.
Conviene que la ciudadanía detecte cuándo desde el poder se emiten mensajes
interesados e injustificados de miedo e ira, creando climas emocionales incompatibles
con el bienestar.
Una ciudadanía formada en competencias emocionales está en mejores
condiciones para analizar la compleja realidad social y política y así poder contribuir
mejor a la construcción del bienestar.

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10. HACIA UN CAMBIO DE PARADIGMA

Estamos en un contexto político donde muchas personas perciben una


desconexión entre los políticos y la ciudadanía. El distanciamiento entre los electores
y los elegidos es cada vez mayor. Muchos ciudadanos expresan que no saben a quién
votar, no existiendo ningún partido que les convenza. Ante esto, muchos obstan por la
abstención; otros votan a pesar de todo, pero con la nariz tapada. Se produce una
atomización de los resultados de las elecciones, con una proliferación de partidos,
muchas veces con puntos de vista incompatibles. Entenderse y llegar a acuerdos para
hacer una política de Estado es cada vez más difícil. Cada partido tiene como único
objetivo su propia estrategia para llegar al poder y ganar las elecciones frente a los
demás. Las divergencias provocan una crispación permanente. Hay elementos que
inducen a pensar que esto va a ser así en el futuro. La repetición de elecciones en
2016 es una clara evidencia de un cambio de tendencia. Pasamos de un bipartidismo
con mayorías absolutas a una diversidad de partidos, que en muchos aspectos son
incompatibles y que hacen difícil llegar a acuerdos. Esta situación no es,
precisamente, la mejor para el progreso de un país y para el bienestar de la
ciudadanía, siendo preciso un cambio de tendencia en la forma de hacer política.
Estamos en unos esquemas políticos decimonónicos que han quedado obsoletos en el
siglo XXI. Tal vez se necesita un cambio de paradigma.

HACIA UN CAMBIO EMOCIONAL

Insistimos como una gota malaya en el hecho de que en la política, y a lo largo de


la historia, están presentes dos emociones básicas que afectan la marcha de los
acontecimientos: el miedo y la ira. Es suficiente que el lector tome conciencia de: ¿en
qué medida experimento miedo o ira ante las noticias que leo a diario en la prensa?,
¿en qué medida los discursos y declaraciones de los políticos giran en torno al miedo
y la ira?, ¿en qué medida vivimos en un clima emocional social y político
caracterizado por el miedo y la ira?
Dado que la ira predispone a la violencia de algún tipo, los cambios sociales y
políticos se han producido violentamente con excesiva frecuencia. Revolución y
violencia han ido unidas a lo largo de la historia. Se producen procesos de contagio
emocional que crean climas emocionales que están en las antípodas del bienestar. Y
cuando la revolución ha finalizado, se mantiene el clima que se ha creado. Uno de los
retos de la humanidad en el futuro es realizar revoluciones pacíficas, lo que requiere
una ciudadanía bien formada; es decir, educación. Las auténticas revoluciones del
futuro deben partir de la educación, que es la mejor forma de asegurar el

98
mantenimiento de los cambios a largo plazo.
Vivimos en una aldea global en comunicación constante, y lo que pasa en un lugar
afecta a todo el planeta. Por tanto, se impone un proyecto a largo plazo de carácter
global si queremos un cambio real y efectivo que permita mejorar la convivencia y el
bienestar a nivel planetario.
Si retrocedemos en el tiempo, podemos observar que cien años atrás había
enfermedades víricas como la poliomielitis y la viruela, que mataban a millones de
personas cada año en todo el mundo. En aquellos momentos nadie se hubiera atrevido
a pronosticar que cien años después estas enfermedades estarían prácticamente
erradicadas de la humanidad. En cien años la medicina ha avanzado de forma
espectacular, logrando objetivos que eran inimaginables a principios del siglo XX. Se
ha doblado la esperanza de vida en muchos países, el dolor físico se ha suprimido en
muchas situaciones, se han erradicado muchas enfermedades, la cirugía consigue
logros impresionantes, etc. Todo esto ha sido gracias a los avances tecnológicos,
formación, investigación y presupuestos generosos para la medicina. En este proyecto
se ha implicado toda la humanidad. Se han aplicado vacunaciones en todos los países;
se ha difundido la educación para la salud con el objetivo de crear hábitos y estilos de
vida saludable; los profesionales de la medicina se han multiplicado, etc. Es un
proyecto en el que se ha procurado implicar a todo el mundo, con repercusiones en
todo el planeta.
Hace cien años la mayoría de países tenían un Ministerio de la Guerra porque se
consideraba que se estaba en guerra permanente. Hace cien años no existían la ONU,
Amnistía Internacional y muchas ONG que contribuyen significativamente a la
mejora de la humanidad; de hecho, eran inimaginables. En aquellos momentos la
gente no tenía radio, televisión, móviles y una extensa gama de tecnología (neveras,
lavadoras, lavaplatos, cocinas a gas o eléctricas, etc.), y realidades como la luz
eléctrica, coches, aviones, etc., eran ciencia ficción.
Durante estos últimos cien años se han producido cambios portentosos gracias a la
toma de conciencia de las necesidades sociales, la imaginación, la creatividad y el
esfuerzo colectivo. Ahora nos cuesta imaginar cómo era la vida anteriormente.
Así como al mirar hacia atrás podemos observar cambios y progresos
extraordinarios ante los cuales podemos quedar maravillados, ¿por qué no
imaginamos cambios que nos gustaría ver en los próximos cien años? Tal vez
cambios que consideramos tan utópicos que nos pueden parecer imposibles. Pero esto
es lo que pasaba hace cien años respecto a realidades actuales. Tal vez sea ciencia
ficción, pero no es descabellado pensar que en los próximos cien años se pueden
producir cambios todavía más grandes que los que se han dado en el último siglo.
Entre los cambios que merecen la pena está el paso de un sistema político y social
centrado en el miedo y la ira a otro sistema basado en el amor y el bienestar integral.
Este puede ser uno de los proyectos más apasionantes para el futuro de la humanidad.
Que quede bien claro que el miedo y la ira van a ser inevitables. No se trata en
absoluto de vivir en un mundo sin miedo y sin ira. Gracias al miedo adoptamos
comportamientos que aumentan las probabilidades de supervivencia, y gracias a la ira

99
nos indignamos ante la injusticia, la corrupción y los atropellos que desgraciadamente
se producen, lo cual nos impulsa a luchar para superarlos. Por tanto, el miedo y la ira
van a estar siempre con nosotros. Todos vamos a experimentar miedo e ira en muchos
momentos de la vida. Por si esto fuera poco, en un mundo con unos recursos
limitados siempre habrá los que quieren vivir a expensas de los demás, y esto va a
generar ira, así como miedo cuando el otro es más poderoso. Esto es una realidad
incontrovertible.
Por ello, conviene distinguir entre las emociones agudas puntuales que se
experimentan en un momento dado y los climas emocionales que se experimentan
colectivamente. Estos climas pueden mantenerse en el tiempo. Cuando son climas de
miedo e ira, resultan incompatibles con el bienestar. Este es el fondo de la cuestión
que queremos resaltar.
A todo esto hay que añadir que las personas pueden perder la capacidad de
alegrarse, de amar y de ser felices. Las emociones positivas se atrofian si no se
practican. Se necesita práctica y entrenamiento para mantener vivas estas emociones.
En cambio, una persona mantiene siempre su capacidad para experimentar miedo, ira
y tristeza. Esta diferencia en el funcionamiento de las emociones positivas y
negativas es un detalle al que no se le suele dar la importancia que merece.
El tema tiene su enjundia, en el sentido de que no es solamente un problema
propio de la política, sino que se extiende a las organizaciones en general (empresas,
administración púbica, centros educativos, comunidades de vecinos, etc.). En la
medida en que en las organizaciones de todo tipo se respira un clima emocional
negativo, esto es incompatible con el bienestar.
Solamente a partir de la convicción y sensibilización de que necesitamos un
cambio en los climas emocionales de las organizaciones es cuando pueden surgir
iniciativas personales, sociales, políticas y educativas que permitan avanzar en esta
dirección.
¿Qué futuro queremos dejar a nuestros hijos? Probablemente muchos deseamos
sobre todo que nuestros hijos y descendientes sean felices. Hoy sabemos que la
felicidad se aprende. Esto es sumamente importante. Las aportaciones de la
neurociencia sobre la felicidad son espectaculares y merece la pena ponerlas en
conocimiento de la ciudadanía. Sin ser conscientes de ello, nos entrenamos para ser
felices o infelices. En este último caso nos encontramos con una elevada prevalencia
de ansiedad, estrés, depresión, consumo de drogas, suicidios, etc. Todo esto tiene una
potente carga emocional así como unos elevados costes para un país. Necesitamos
una educación emocional para proceder a un cambio emocional de trascendencia
universal.
Es interesante observar iniciativas que van surgiendo en este sentido, como Viles
pel Benestar (Villas para el bienestar), que es un proyecto pionero encaminado a
potenciar el bienestar emocional colectivo. Se propone el desarrollo de competencias
emocionales de las personas y grupos sociales, impactando en todas las edades, clases
sociales y ámbitos de una población, todo ello con la intención de generar cultura
emocional de forma creativa. Su acción se canaliza a través de los ayuntamientos,

100
como institución pública más próxima a la ciudadanía.
En el Génesis se explica cómo Adán y Eva fueron expulsados del paraíso. A la luz
del evolucionismo y del progreso de la humanidad a lo largo de los siglos podemos
llegar a la conclusión de que el paraíso terrenal tal vez no sea un punto de partida,
sino un horizonte al cual se dirige la humanidad. En el planeta Tierra hay muchos
sitios que son auténticos paraísos para gozar. Lo que necesitamos es crear climas
emocionales y políticos que permitan poderlos disfrutar.
Las aportaciones de las investigaciones científicas, en campos tan diversos como
la neurociencia, la psicología positiva, la inteligencia emocional, el bienestar
subjetivo, etc., ponen en evidencia la necesidad de una educación emocional
generalizada a toda la población y en todos los países. Véase por ejemplo el
voluminoso Handbook of Social and Emotional Learning coordinado por Durlak,
Domitrovich, Weissberg y Gullotta (2015), donde a partir de muchas investigaciones
se llega a esta conclusión. Me gustaría que nuestro país fuera uno de los pioneros en
la generalización de la educación emocional para la construcción del bienestar
personal y social.
Tener claro que caminamos hacia este horizonte requiere de la colaboración e
implicación de todos. Es necesaria la implicación de la política, y la formación de los
profesionales de la educación, de las familias y de la sociedad en general. Podemos
imaginarnos esta posibilidad si se ponen los recursos necesarios. El cambio empieza
ahora.

UN CAMBIO DE PARADIGMA

El cambio emocional en la política es una manifestación de un cambio de


paradigma en la forma de entender la vida y las relaciones sociales. Un cambio de
paradigma significa explorar nuevas formas de pensar, otra manera de entender el
mundo.
Hablar de cambio de paradigma significa referirse a Thomas Kuhn, que analizó
las revoluciones científicas y acuñó el término en 1962 para referirse a las distintas
maneras de hacer ciencia por parte de las comunidades científicas.
Siguiendo a Kuhn (1970), podríamos decir que un paradigma es una forma de
percibir, analizar e interpretar la realidad que tienen los miembros de una comunidad
y que se caracteriza por un conjunto de creencias, valores, normas, objetivos,
lenguajes y formas de comportarse. Es decir, un paradigma es una forma de pensar,
sentir y actuar.
La tesis de Kuhn (1970, 1978) consiste en demostrar que en ciertos momentos se
descubren anomalías dentro de un paradigma, el cual entra en crisis. La resolución
viene de forma revolucionaria, lo cual provoca un cambio de paradigma.
En la antigüedad predominaba el paradigma geocéntrico, según el cual la Tierra
era el centro del universo. La gente percibía la realidad de acuerdo con este
paradigma y se comportaba de acuerdo con él. A partir del siglo XVI se produjo la

101
revolución copernicana, que significó un cambio de paradigma: el Sol es el centro del
universo (paradigma heliocéntrico). Esto se produjo gracias a científicos como
Copérnico, Galileo y Kepler, que se atrevieron a pensar de forma diametralmente
opuesta a la que imperaba, lo cual, como es sabido, provocó furibundas reacciones de
oposición, costando siglos llegar a una aceptación generalizada.
Cuando se propuso el cambio de paradigma (del geocéntrico al heliocéntrico) se
desconocían muchos aspectos del nuevo paradigma. En muchos aspectos se iba
tanteando, investigando y avanzando progresivamente. Esto provocó que, con el
tiempo, el modelo heliocéntrico (el Sol como centro del universo) fuera superado. El
descubrimiento de las galaxias, en un marco mucho más complejo de la concepción
del cosmos, significa otro cambio de paradigma.
Estos ejemplos de cambio de paradigma en la ciencia se pueden aplicar de forma
sui generis a la política. Muchas voces han señalado que en el siglo XXI no podemos
funcionar con unos esquemas propios del siglo XIX. En el antiguo paradigma no hay
conciencia de la importancia de las emociones, de sus funciones y de sus efectos en
las relaciones interpersonales y en el bienestar. Desde la inconsciencia estamos
anclados en el miedo y la ira, lo cual es incompatible con el bienestar. Como
consecuencia de la ira, hay enfrentamientos constantes desde la hostilidad, la
crispación y la violencia.
El nuevo paradigma se caracteriza por prestar atención al punto de vista del otro,
con actitud positiva y colaborativa, confianza, cooperación, consenso, empatía,
reconocimiento, etc. Este nuevo paradigma debe resaltar unos valores como justicia,
libertad, responsabilidad, paz, amor, verdad, solidaridad, etc., que permitan superar
las luchas por el poder, la codicia y la corrupción. Una democracia real con una
ciudadanía comprometida, pero deliberativa, dispuesta a trabajar por el bien común.
El cuadro siguiente resume algunas características del paradigma clásico y del nuevo
paradigma, sin ánimo de exhaustividad.
Un cambio de paradigma es muy difícil. Siempre hay quienes piensan «siempre ha
sido así y no lo vamos a cambiar». Como ya pasó con el paso del sistema geocéntrico
al heliocéntrico, un cambio de paradigma puede durar siglos. Las personas que
conviven en un momento dado tienen unas estructuras mentales que les dificultan, o
incluso imposibilitan, pensar de otra manera. Es más difícil desaprender que aprender
desde cero. Por ello, a veces hay que esperar a las nuevas generaciones para hacer
reales los cambios. La educación de las nuevas generaciones es un aspecto esencial
para un cambio de paradigma. Cuando desde niño se aprende a pensar de otra forma,
esto se incorpora en la forma de ser.

Cambio de paradigma

Paradigma clásico Nuevo paradigma

Inconsciencia Consciencia
Ideologías Ciencia
Creencias Evidencias
Ira Amor
Miedo Felicidad

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Hostilidad Hospitalidad
Violencia Paz
Desconfianza Confianza
Analfabetismo emocional Competencias emocionales
Egocentrismo Prosocialidad
Reactividad Proactividad
Bienestar material Bienestar emocional
Materialismo Compromiso social
Lucro Compartir
Codicia Generosidad
Corrupción Justicia
Insostenibilidad Sostenibilidad
Ineficiencia Eficiencia
Vacío existencial Plenitud
Autodesconocimiento Autoconocimiento
Dependencia Autonomía
Opresión Libertad
Engaño Verdad
Tener Ser

Vamos a recordar una investigación en la que se metió a cinco monos en una


jaula. En el centro colocaron una escalera y sobre ella un montón de plátanos. Cuando
un mono subía la escalera para comer los plátanos, se lanzaba un chorro de agua fría
de gran potencia sobre todos los monos, tanto el que subía como los que quedaban en
el suelo. El chorro era tan potente que impedía al mono que subía llegar a los
plátanos. Los demás monos comprendieron que recibían las consecuencias del que
intentaba subir. Después de un cierto tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera
los otros lo agarraban y lo molían a palos, para evitar recibir el chorro de agua fría. Al
poco tiempo ningún mono se atrevía a acercarse a la escalera, a pesar de la tentación
de los plátanos. Entonces se sustituyó uno de los monos por otro que no sabía lo que
había pasado. Naturalmente, lo primero que se le ocurrió fue subir la escalera.
Inmediatamente fue bajado por los otros, quienes le propinaron golpes hasta que
desistió. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no se subió
más a la escalera. Posteriormente se cambió un segundo mono. Se repitió lo mismo.
Curiosamente el primer mono sustituido participó con entusiasmo en la paliza que
dieron al novato. Más tarde se sustituyó un tercer mono y se repitieron los mismos
acontecimientos. Después un cuarto mono y posteriormente el quinto. El mono que se
sacaba cada vez era uno de los veteranos que habían entrado al principio, de modo
que los que quedaban eran siempre los nuevos. Al final quedaron cinco monos que no
habían recibido nunca el chorro de agua fría. Sin saber por qué, todos seguían
golpeando al que intentaba subir a la escalera. Si hubiese sido posible preguntar a los
monos ¿por qué le pegas al que intenta subirse a la escalera?, probablemente la
respuesta habría sido: «Siempre se ha hecho así, aunque no sé por qué».
El efecto de los monos en la jaula se puede aplicar a un cambio de paradigma.
Siempre habrá los que pensarán: «Siempre se ha hecho así; además no sabemos otra
forma de hacerlo». Pasar del paradigma actual al nuevo paradigma supone una
revolución pacífica, que debe partir de la educación si queremos que sea una
revolución a largo plazo. Se va a necesitar mucha creatividad por parte de personas
visionarias, que puedan alumbrar una nueva forma de gestionar la convivencia y de
hacer política. Si miramos un siglo hacia atrás podemos observar que se han

103
producido cambios que eran inimaginables. Esto es un brote de esperanza para
considerar que, a pesar de las dificultades, el cambio y el progreso son posibles.

DE LA POLÍTICA A LAS CIENCIAS SOCIALES

Uno de los propósitos de este libro es llamar la atención sobre la dimensión


emocional de la política y sensibilizar sobre su importancia y los efectos que tiene en
la toma de decisiones, en las acciones y en los movimientos sociales. A lo largo de
diversos capítulos se presentan análisis de situaciones relacionadas con campañas
políticas, protestas, tensiones, transiciones, traumas, etc., donde las emociones han
sido un factor motivador y de cambio. Tal vez todas las situaciones se puedan
resumir, para abreviar, en las 3T (tensiones, transiciones, traumas). Las 3T y otros
acontecimientos políticos provocan contagios emocionales colectivos que crean un
clima emocional determinado en un contexto dado. Se trata de emociones de grupo
que predisponen a un cambio social.
Se han seleccionado acontecimientos políticos como la caída del muro de Berlín,
la primavera árabe, el terrorismo yihadista, etc. Pero los análisis que se han
presentado desde la perspectiva emocional se pueden aplicar a muchas otras
situaciones, que no se limitan a la política, sino que se extienden a la historia, la
sociología, la antropología y las ciencias sociales en general. Sería interesante
analizar la dimensión emocional en acontecimientos como por ejemplo la Revolución
francesa, la independencia de los Estados Unidos, la Guerra de la Independencia en
España, la independencia de los países latinoamericanos, la Revolución bolchevique,
la independencia de los países africanos, el nazismo en los años treinta, etc.
Con esto queremos llamar la atención para que las ciencias sociales incluyan la
dimensión emocional en la metodología de análisis de la realidad. No se trata de
pensar que las emociones lo explican todo, ni mucho menos. Pero tampoco la
economía lo explica todo. Ambas son, probablemente, condición necesaria, pero no
suficiente. Los cambios obedecen al principio de causación múltiple. Es decir, son
múltiples las causas que provocan los acontecimientos políticos, históricos y sociales.
Entre estas causas, las emociones juegan un papel importante, junto con otras causas.
Esta es nuestra tesis. Pero hasta ahora, la dimensión emocional normalmente no
forma parte de los análisis habituales en ciencias sociales. Queremos llamar la
atención sobre esta laguna en el conocimiento para que en un futuro se tome en
consideración la dimensión emocional en las ciencias sociales. Esto puede ser un
cambio que contribuya a un mejor conocimiento de los fenómenos complejos que
caracterizan las ciencias sociales.

PERSPECTIVAS DE FUTURO

La construcción del bienestar significa prestar atención y desarrollar emociones

104
como respeto, confianza, empatía, sensibilidad, cordialidad, prosocialidad,
solidaridad, gratitud, interés, paciencia, aceptación, aprecio, compasión, admiración,
fascinación, entusiasmo, alegría, optimismo fundamentado, júbilo, regocijo, ilusión,
deleite, fluir (flow), saborear (savoring), florecer (flourishing), equilibrio, armonía,
plenitud, paz interior, satisfacción, dicha, dulzura, gozo, placidez, relajación,
mindfulness, serenidad, amor, bienestar emocional, felicidad, etc.
Hay un extenso listado de emociones para potenciar y desarrollar. Toda esta
riqueza del vocabulario emocional se puede resumir en amor y bienestar. Esto afecta
a la política y a la educación. Hay que aprender a experimentar, practicar y entrenarse
en el desarrollo de competencias emocionales que faciliten experimentar y compartir
estas emociones.
El cambio de paradigma afecta a la educación en todo el mundo. Para que las
generaciones futuras puedan dejar atrás el sistema social y político basado en el
miedo y la ira, y puedan contribuir significativamente a la construcción del bienestar,
se necesita que el cambio de paradigma incida en la educación.
¿Estamos dispuestos a un cambio de paradigma en la política y en la educación?
¿Consideramos importante y necesario invertir en educación para la prevención de la
violencia? ¿Queremos potenciar climas emocionales diferentes a los actuales en la
mayoría de organizaciones?
Responder afirmativamente a estas preguntas significa fomentar la investigación
sobre estos temas y difundir la educación emocional, lo cual implica a la formación
del profesorado y también de la clase política. ¿El gobierno está dispuesto a asignar
presupuestos a tales fines? Solamente los presupuestos en armamento serían más que
suficientes.
En un mundo concebido como la aldea global se requieren acuerdos globales de
carácter internacional sobre principios básicos pensando en el bienestar de todas las
personas. Las administraciones públicas deben comprender que la construcción del
bienestar es un proyecto de carácter mundial y a largo plazo, tal vez a cien años vista.
Muchos ya no lo veremos. Pero es un proyecto que merece la pena. Nos jugamos el
futuro y el auténtico bienestar de la humanidad.

105
CONCLUSIONES

Después del recorrido que hemos seguido a lo largo de este libro para aportar
evidencias de las relaciones entre política y emoción, llega el momento de resumir las
ideas principales en unas breves conclusiones.

1. La política rezuma emociones. Las emociones están presentes como un


elemento esencial en las dinámicas políticas, aunque no se hable de ello. La
política activa emociones y las emociones influyen en la política, hasta el punto
de afectar a la toma de decisiones, a los votos, a las elecciones y por tanto a la
política de un país. Conviene tomar conciencia de esta realidad para no
llevarnos a engaño sobre las decisiones que tomamos y lo que hacemos.
2. Contagio emocional. Continuamente se producen contagios emocionales
colectivos que tienen efectos significativos en la convivencia y el bienestar.
3. Clima emocional. La consecuencia del contagio emocional son los climas
emocionales que caracterizan un determinado contexto social. A veces se
producen climas emocionales tóxicos, que predisponen a la violencia y la
destrucción. La sociedad necesita climas emocionales favorables a la
convivencia en paz y el rendimiento en el trabajo. En estos climas predomina el
amor y el bienestar. Esto es lo que necesita y desea la ciudadanía.
4. Detector de climas emocionales tóxicos. Necesitamos un detector de mentiras
que ayude a identificar climas emocionales tóxicos para prevenir ser
manipulados o adoctrinados a través de técnicas emocionales. Esto es un
ejemplo de competencias emocionales.
5. El bienestar integral como objetivo de la política. La finalidad de la política es
el bienestar de la ciudadanía. No solamente el bienestar material, sino el
bienestar integral (material, físico, social, profesional y emocional).
6. Cambio de paradigma. El cambio en los climas emocionales representa, en
cierta forma, una manifestación de un cambio de paradigma en la forma de
pensar, sentir y actuar en la política, en la sociedad y en el trabajo. Este cambio
afecta a la humanidad en su conjunto. Es un proyecto muy a largo plazo, pero
merece la pena.
7. De la política a las ciencias sociales. Lo que se expone en este libro sobre la
política se puede generalizar mutatis mutandis a las ciencias sociales en
general.
8. Competencias emocionales. Tomar conciencia de la importancia de las
emociones en la política tiene como consecuencia tomar conciencia de la
importancia de las competencias emocionales y la necesidad de desarrollarlas.
Las personas que dirigen a otras personas (gobernantes, políticos, directivos,

106
educadores) son las primeras en necesitar competencias emocionales.
9. Importancia de formación. La necesidad de desarrollar competencias
emocionales en los profesionales de la política, los educadores y por extensión
en toda la ciudadanía conlleva formación y educación emocional, que es un
factor esencial para la convivencia y el bienestar.
10. Perspectiva del ciclo vital. El desarrollo de competencias emocionales debe
iniciarse en los primeros meses de vida en la familia, para continuar después en
las diversas etapas de la educación formal (infantil, primaria, secundaria) y a lo
largo de toda la vida.

107
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111
Director: Francisco J. Labrador

Edición en formato digital: 2017

© Rafael Bisquerra, 2017


© Ediciones Pirámide (Grupo Anaya, S.A.), 2017
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15
28027 Madrid
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ISBN ebook: 978-84-368-3701-8

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112
Índice
Prólogo 6
Introducción 8
1. Emociones y política 11
¿Cómo se activan las emociones? 11
La valoración automática 11
Objeto y causa de la emoción 13
La emoción como respuesta compleja del organismo 13
La predisposición a la acción 15
¿Emoción o emociones? 16
Los fenómenos afectivos 16
Las emociones en la toma de decisiones 17
¿Por qué no hay Premio Nobel de Matemáticas? 18
Alexitimia política y científica 19
Emociones individuales y colectivas 20
Emoción, movimientos sociales y cambio político 21
El sentimiento de identidad nacional 23
Ira y miedo como motores de la política en la historia 23
Resumen y conclusiones 24
2. Inteligencia y emoción 26
La inteligencia emocional 26
Las competencias emocionales 27
La inteligencia afectiva en la política 28
Partidistas y deliberativos 30
Inteligencia y emoción en la política 31
Resumen y conclusiones 32
3. Las emociones en las tensiones políticas 33
Emoción y comportamiento: el caso del miedo y la cobardía 33
Integridad y competencia en las campañas políticas 34
Las emociones en las crisis 36
La esfera pública emocional 38
Extremismos y necesidad de regulación emocional 40
El desplazamiento social 40
Emociones y nacionalismos 42
Represión de la emoción 44
Resumen y conclusiones 45

113
4. Trauma y política del miedo 46
El trauma en política 46
El trauma del terrorismo 47
La política del miedo 49
La transmisión intergeneracional del trauma 51
La narrativa del trauma 51
Significantes y emoción 53
Instrumentalidad emocional estructural 54
Resumen y conclusiones 54
5. Emociones colectivas y cambio social 56
Emociones colectivas 56
El miedo colectivo como fuerza política motivadora 57
El contagio emocional 57
El clima emocional 59
Clima emocional y comportamiento colectivo 60
La superación del miedo como objetivo de la política 61
Del miedo a la ira 62
Resumen y conclusiones 62
6. Las emociones en la protesta política 64
Emociones que predisponen a la protesta 64
Dinámicas emocionales en la protesta 65
Emociones basadas en el grupo 66
Emociones de protesta y tendencias de acción 67
Momentos en la protesta 68
Indignaos 69
Resumen y conclusiones 70
7. Emoción y transiciones políticas 71
El mundo como sistema 71
Las emociones en las transiciones de los países comunistas 71
Factores para la transición 72
Factores emocionales 74
La ira en las transiciones del comunismo 74
Transiciones y no transiciones 75
El efecto solidaridad: moral y emoción 76
Condición necesaria pero no suficiente 77
Las emociones en la «primavera árabe» 77
Origen y evolución de la primavera árabe 79
Resumen y conclusiones 80

114
8. Emoción y violencia en política 81
Política, emoción y violencia 81
Vergüenza y orgullo en política 82
Vergüenza, humillación, ira y violencia 83
Historia y emoción 84
Humillación y violencia 85
El efecto mariposa 86
Resumen y conclusiones 87
9. Política y construcción del bienestar 88
Un sistema social y político basado en el miedo y la ira 88
El amor en la política 89
El bienestar como objetivo de la política 90
Tipos de bienestar 90
El bienestar emocional 92
El bienestar se construye 93
Educación emocional para la construcción del bienestar 94
Desarrollar un detector de emociones tóxicas 95
Resumen y conclusiones 96
10. Hacia un cambio de paradigma 98
Hacia un cambio emocional 98
Un cambio de paradigma 101
De la política a las ciencias sociales 104
Perspectivas de futuro 104
Conclusiones 106
Bibliografía 108
Créditos 112

115

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