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Universidad Nacional de Colombia - Departamento de Trabajo Social.

Especialización en Acción sin daño y Construcción de Paz.


Formulación y gestión del ciclo de proyectos desde ESC/ASD.
Liliana Marcela Canas Baquero.
Juandiego Salazar Llano.

Dándole método a la ética.

El siguiente texto apunta a resolver el interrogante sobre la importancia de estructurar


metodológicamente proyectos que se enuncien desde el enfoque ético de Acción Sin
Daño (ASD), encaminado a la praxis, para su óptima aplicación. Así es una explicación
detallada de la incidencia recíproca de ambas. Ya sea desde la tecnocracia que diseña,
formula, implementa y gestiona proyectos en el marco del enfoque o asimilando este
último como moldeador de la logística que le puede cobijar para llegar a buen puerto.

Entonces la ASD es estructurante al ser el motor conceptual y procedimental que rige a


ese caparazón metodológico. El cual a su vez permite que el enfoque sea llevado a cabo
al organizarse entorno a él y catapultarle a desarrollos tangibles. Pasando de la teoría a la
práctica por medio de un respaldo que lo materializa. Gracias a proveerle una hoja de
ruta, disponiendo recursos de variada índole, para alcanzar sus postulados ya no
abstractos sino de forma concreta en proyectos de la realidad. Cristalizando esa imagen,
no trivializada e irreal, creada desde la ASD en unas manifestaciones empíricas. En otras
palabras, basándonos en la prospectiva, al detectar gérmenes de futuro en el presente
inmediato “que no sean banalidades, sino acciones que estén fuera de lo común y que
pudiéramos ubicar en el límite entre la realidad y la utopía.” (Mojica, 1991, p. 3).

Siendo el enfoque de ASD estructurado en simultáneo, en cierta medida, al valerse de


instrumentos metodológicos, marcando unos lineamientos precisos, pues sería estéril
actuar sin un orden y simplemente edificarse exclusivamente desde un ropaje ético –
sería caótico e infructuoso –. El orden conlleva a que germine lo imaginado; no se puede
dejar al azar. Pues la rigurosidad, viéndola en términos de efectividad y no como falta de
seriedad, permite que proyectos ordenados tengan mayor viabilidad, de ser receptores de
apoyo en recursos monetarios por ejemplo y de que esa ensoñación salga a flote. El
orden es la arquitectura propicia para que desde la ASD se coloreen proyectos. Evitando
virajes a la deriva al tener un contenido con las mejores intenciones que requiere la
estructura propicia para realizarse; el vaso que llenar.

Eso sí, un orden que no es aplastante, sino que es flexible y que sirve para planificar,
acertadamente, la intervención de conflictividades o el impulso de visiones de cambio
constructivo desde las personas. Sujetos de intervención y no objeto de la misma pues el
primer valor desde la ASD sería el de no negar agencias y de participar conjuntamente;
comunidad y equipo creativo del proyecto. Así mismo, con su apuesta de respeto de la
diferencia permite la confluencia de posturas disimiles que nunca intentará homogenizar,
disuadir o incluso extirpar como se observa en proyectos donde el enfoque está ausente y
que no dudarían en proseguir aún a costa de aplastar o lacerar unos mínimos éticos –
posteriormente abordados con detenimiento–. Invalidando sentires endógenos y
desconociendo enunciaciones respecto al deber ser de un proyecto, puesto que son
negligentes, conscientemente o no, de las voces comunitarias que debatan y se emitan a
manera de oposición. De hecho, es pertinente mencionar que en este punto nos valemos
de la acepción de un proyecto como el equivalente a la solución de necesidades que
esgrime Mojica en “La prospectiva. Técnicas para visualizar el futuro.” Es quizás básica,
pero nos sirve de acá en adelante una vez concluida la inserción teórica de lo que es e
implica el enfoque de ASD.

Ahora bien, partiendo de la definición del enfoque de ASD que a su vez proviene del
concepto de Do No Harm pero aplicado a estas latitudes en medio de una intervención
sensible al conflicto (Vásquez, 2010). Y sabiendo que el enfoque está encaminado a
evitar el dolo dirigido o en tal caso que el perjuicio ya esté, mitigarle en apuestas por la
reconciliación y reconstrucción. Por medio del respeto el tejido comunitario, débil per se,
al reconocer plenamente ethos y cosmologías particulares con tal de no lastimarles o de
incentivar divisores y conectores en estas. Así, en el marco analítico que Anderson (2009)
expone, se observa que los contextos se encuentran conformados por divisores y
conectores que exacerban ciertas dinámicas de manera positiva o negativa. Estos dos
factores de la realidad y que le interpelan. Siendo estos históricos o inmediatos; cortos o
amplios; externos o internos; actuales o potenciales.

Mientras que en la ASD también es esencial para desnaturalizar la guerra, que incluso da
pie al surgimiento del enfoque, traer a colación los efectos diferenciados de esta a través
del conocimiento histórico que se vale de análisis de expresiones coyunturales al conflicto
(Bello Albarracín, 2010). Logrando alejarse de la lógica lineal y de causa efecto para
situarse desde la complejidad misma de un sistema cambiante y multivariado; lejos del
aberrante reduccionismo. Puesto que “es necesario analizar el conflicto como parte de las
dinámicas sociales, entender su aporte y potencial para la transformación y la creación
“(Bello Albarracín, 2010, p. 40).

Por tal razón, es menester garantizar un análisis exhaustivo del contexto específico, que
proporcione lecturas pertinentes y útiles para el fortalecimiento de la paz. Considerando la
apuesta por unos horizontes de justicia que reconozcan la heterogeneidad material y
sociocultural propia del grupo con el cual se trabajará en la ejecución de determinado
proyecto. “Así, la ASD implica un posicionamiento ético frente a la intervención y pone a
prueba la capacidad de leer, interpretar y consultar continuamente el contexto a la luz de
las concepciones de bien-estar y justicia y de las características socio-culturales propias”
(Vásquez, 2010, p. 17).

Lo que significa, propender por un marco de acción flexible, respetuoso de la integralidad


del ser, acompañado de una actitud (auto)reflexiva y dinámica. Dado que desde el
enfoque de ASD, que promueve el abordaje no violento de los conflictos y problemas, se
fija una postura ética y práctica que es respetuosa de la dignidad, autonomía y libertad
humanas; prestando atención a las posibles consecuencias negativas que puedan recaer
en las personas, comunidades y entornos de incidencia, con miras a la construcción de
escenarios posibles deseables (Vásquez, 2010). Respetando en los sujetos incluidos y
participes en los proyectos esos mínimos éticos, ya introducidos sin desglosarse, o una
ética civil como Rodríguez nombra, para no transgredirles. Específicamente, estos son la
dignidad, la autonomía y la libertad.

La primera implica que “todo ser humano es un fin en sí mismo. No puede ser reducido a
instrumento para fines ajenos” (Rodríguez, 2010, p. 49). Y por tanto es contraria a la
instrumentalización que no ve personas con sus sentires y quehaceres sino fichas
utilitarias. Es más la dignidad es ese rasgo transversal que es aplicable a todas las
personas y es de carácter universal y absoluto como recalca Rodríguez. La segunda hace
referencia a la agencia de las comunidades y está ligada a la soberanía y
autodeterminación. Las personas son soberanas sobre su futuro que con sus capacidades
pueden proyectar; es necesario erradicar los paternalismos, las figuras mesiánicas o de
sabios monolíticos dueños de la única verdad y las jerarquías que relegan a esos sujetos
a estados de inferioridad como objetos. Para terminar la sintetizada y somera muestra de
estos mínimos éticos, la libertad puede ser definida desde el referente que Rodríguez
(2010) emplea: Amartya Sen. En donde esta significa unos horizontes de posibilidad que
no están coaccionados y que se sustentan en el goce de derechos que permite
precisamente posibilidades de ser.

También se ve como las posibilidades en cuanto a tomar decisiones frente a cada


proyecto de vida. El cual “tiene un valor esencialmente existencial, que se atiene a la idea
de realización personal integral. De esta manera, teniendo en cuenta el marco de
transitoriedad de la vida, a cada uno le es dado realizar las opciones que le parecen
acertadas en el ejercicio de su plena libertad personal y para alcanzar la realización de
sus ideales” (Rodríguez, 2010, p. 16). Arista ética que surge desde el axioma fundamental
de derecho, con los deseos propios de las personas. Los sujetos conducen su destino y
no se le puede constreñir a celdas que impidan su desarrollo, en el buen sentido, o
cadenas que anulen su real participación. Cada sujeto individual o sujeto colectivo como
una comunidad se puede erigir como actor, agente cómo se recalcó, y siendo un sujeto
político con enorme potencialidad. Se instituyen desde la libertad, fuera de imposiciones
arbitrarias que son contrarias a la ASD.

El enfoque de ASD blinda para no seguir discursos con efectos prácticos, constructos
sociales, como el de la raza que impiden la garantía de derechos humanos al engendrase
artificios en contra de la igualdad de la dignidad humana. Excluyendo violentamente con
base en prejuicios y estigmas sociales que marginalizan a las personas. Bajo ciertos
paradigmas que aniquilan la diversidad, la dignidad humana desde, incluso, esqueletos
políticos a sabiendas de que “las sociedades tienen sistemas e instituciones que separan
histórica o tradicionalmente a la población y en consecuencia, pueden crear tensiones.
Entre éstos están los sistemas de discriminación, exclusión y dominación...” (Anderson,
2009, p. 43).

Aunque podría seguir con este despliegue de las características de la ASD y de lo que
ayuda a prever, me desviaría aún más de la idea central de estas líneas. Lo que nos
conlleva, como se prometió, a retomar la idea de un proyecto bajo el enfoque como uno
encaminado a suplir necesidad con la suma de ser orgánico y de abanderarse desde el
conocimiento autentico de las comunidades a las y con las que se interviene en un
contexto dado. Ya que la ASD implica una coherencia ética que evita que la estructura
estructurada, el caparazón metodológico, no de virajes perniciosos para los sujetos. No
altere un modus vivendi en el que se vulneren derechos y que con un orden que sirve de
veeduría y monitoreo se suscite la confianza y la transparencia. Siendo la ASD una
semilla que se aterriza con un sustento fáctico, despojándose de quimeras e
idealizaciones, desde la gestión de proyectos que robustezca un andamiaje idóneo para
alcanzar la prospectiva.

En conclusión, para que el contenido trascienda, el enfoque de ASD, se deben superar


una serie de peldaños pensados en alcanzar logros. Arropados dese la cuantificación de
avances, la culminación de etapas subsecuentes que con indicadores medidos que
evidencien la orientación hacía unos objetivos formulados en vía de resolver ciertos
problemas identificados. Reproduciendo en cada paso el enfoque para reformular,
parando, o continuar si no hay dilemas éticos por la implementación desde la óptica que el
enfoque otorga. Fortificándole desde cronogramas, presupuestos y de la sistematización
de resultados; un orden que arropa al enfoque de ASD.

Por ejemplo, si en tal caso la financiación de un proyecto o su misma ejecución es


problemática, desistir de este. La ASD es incluso no atarse a un proyecto proyectado,
valga la redundancia, para herir a las personas. El compromiso así se esté supeditado a
una institución, trabajando en y para ella, no se puede claudicar. Gracias a que el
rehusarse siempre es una opción y que la ASD con sus pautas de acción que, son
inexorables en la intervención comunitaria, sea institucional o no, nos ayudan a
determinar si la arquitectura es óptima. La arquitectura óptima es tanto con un diseño
metodológico, según el proyecto, como con el enfoque que lo estructura y hasta en
ocasionas lo desestructura.

Cultivando desde el enfoque sólo proyectos sembrados desde él. Infértiles aquellos
escenarios -desde la postura humanista que reúne a muchas de las personas que
promulgan y aplican la ASD- que provocan nuevos daños o agudizan los existentes y en
los que sea un imposible maniobrar bajo el ropaje ético. Para finalizar, quiero enfatizar,
más explícitamente de lo ya hecho, que se debe ser metódico como el titulo sugiere,
salvaguardando siempre la autonomía, libertad y la dignidad de las personas. Es decir, se
debe llenar con la ASD, no un vacío, y significarle con una estética; la forma metodológica
del proyecto. Se debe buscar la virtuosidad, donde la ASD sea el derrotero genuino y
haya una dosis de realidad para no generar falsas expectativas. Dado que los proyectos
deben cimentarse en un intermedio entre la utopía y el sustento fáctico que se quiere
modificar, eso sí, sin dejar de imaginar mundos posibles.

Bibliografía:
ANDERSON, Mary. (2009). Acción sin daño: cómo la ayuda humanitaria puede apoyar la
paz o la guerra, Tr. Por Jacques Mérat, Bogotá, Universidad Nacional, Ediciones
Antropos.

BELLO ALBARRACÍN, Martha Nubia, 2010. Introducción, contexto y perspectivas sobre


acción sin daño y construcción de paz. Módulo 1, Universidad Nacional PIUPC, Bogotá.

MOJICA, Francisco, (1991), La prospectiva. Técnicas para visualizar el futuro., Capúitulos


1 y 2, Legis- Fondo Editorial, Bogotá.

RODRÍGUEZ, Ana Luz, 2010. El enfoque ético de la acción sin daño, Módulo 2,
Universidad Nacional PIUPC, Bogotá.

VASQUEZ, Olga, 2010, Sensibilidad al conflicto. Principios, estrategias metodológicas y


herramientas, Módulo 13, Universidad Nacional, PIUPC, Bogotá.

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