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Estimado Joaquín

Esperando que tú y tu familia se encuentren saludables y con un buen pasar, te quería

contar sobre mis experiencias en cuarentena. Para mí, la cuarentena (voluntaria hasta ahora)

ha sido en la superficie, fácil y simple: voy a ayudar a mi papá en el trabajo cuando me

necesita, ayudo con las tareas del hogar, “voy” a la U, y el resto del tiempo me pertenece a

mí. Debajo de la superficie, por el contrario, ha significado una montaña rusa de emociones

bajo presión, buscando constantemente un nuevo orificio por donde aliviarla, mientras

espero ansiosamente la llegada de una promesa incierta.

Recientemente decretaron cuarentena en Puerto Montt, donde me encuentro, para tomar

efecto dentro de dos días más. Estaba almorzando con mi familia mientras la radio la

anunciaba. Se sintió como si el país estuviera bajo ataque y Pto. Montt el siguiente objetivo

en la mira. “El enemigo invisible finalmente llegó”, pensé, “este el comienzo del fin”. Lo

cual no es necesariamente malo, algún día iba a llegar y ya llevábamos meses escuchando

que se avecinaba, pero aun así le sentí un gusto amargo. ¿Por qué debo renunciar a mi

libertad, si no he realizado ningún acto de mala fe? ¿por qué son ellos dueños de mi

libertad? Comencé a preguntarme si podría haber sido diferente, pero en todos los casos

que visualizo hay que renunciar a algo: la libertad, la privacidad, o a la vida. Esta última es

impensable, la disputa esta entre las otras dos. Una manera efectiva en la que China

mantuvo el virus a raya fue controlando la identidad y los movimientos de cada miembro

de su población, identificando los contagiados y sus rutas, para así advertirles a transeúntes
cercanos; no llegaron nunca al nivel de catástrofe en el que nos encontramos ahora, pero

probablemente hayan renunciado a su privacidad por un largo tiempo. Nosotros, por otra

parte, no hemos renunciado completamente a nuestra privacidad (aunque claramente nos

escuchan y usan nuestra información para vendernos ítems o servicios innecesarios), pero

hemos renunciado a la libertad por una larga temporada de fin incierto, y a una gran

cantidad de vidas, entonces ¿Qué es mejor? ¿Qué es lo correcto? Por largo tiempo he

ponderado esto sin llegar a una conclusión, solo sintiéndome más desvalido, vulnerable,

colérico y -en lo que a mi atañe- robado injustamente de mis años jóvenes. Tener tanto

tiempo para pensar realmente es una maldición.

En papel la situación parece fácil, todos nos quedamos quietos dos semanas y esto termina,

pero en la practica las cosas nunca son así de simples. Mis papás deben ir a trabajar y

peligrar su salud, para ganar dinero y comprar comida, de manera que otras personas

expuestas puedan ganar dinero para así gastarlo, así se mantiene en movimiento la

economía. ¡La gran Máquina nunca debe parar! Si no los bolsillos hondos sufrirán, y la

Maquina, que es celosa, quitara de los bolsillos pequeños para reponer a los grandes, pues

son ellos los filántropos, ¡por ellos fluye leche y miel en estas tierras!

Es un mundo raro en el que vivimos, y aunque desee cambiarlo no puedo desde mi

confinamiento, y como alguien sabio dijo “sino puedes cambiar tu mundo, cámbiate a ti

mismo”, y eso trato. Quiero caminar por donde me parezca correcto, fortalecer mis piernas

para que, cuando sea la hora, no me fallen. “El que no está ocupado naciendo está ocupado

muriendo”.
Espero recibas esta carta pronto, y me cuentes sobre tu experiencia y tus reflexiones. Te

deseo buena salud a ti y a tu familia. Saludos, Sebastián.

Referencias:

Byung-Chul Han vs Zizek

Bob Dylan – It’s Alright Ma (I´m Only Bleeding)

Cita de Mahutma Ghandi

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